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(Junio 3)
(Sin fecha)
Soy uno de los que hablan solo. Pero además de los que se contesta. Esto
no tendría nada de particular si no fuera porque a consecuencia de ese
hábito de hablar y contestarme solo, generalmente entro en violentas
discusiones y termino insultándome, y enfurecido conmigo mismo me
quito la palabra dejando nuevamente de hablar solo por largo tiempo.
Así llevo ya seis meses sin dirigirme la palabra. La situación es por
lo demás insoportable porque como después de todo soy yo mismo, y en
el fondo me guardo respeto y consideración, me molesta no poder
cambiar impresiones ni comentar sobre tantas cosas importantes que son
de mi incumbencia.
Las otras personas no se dan cuenta de mi pelea. Como
vivimos en un mundo de apariencias y de engaños, todos me ven
sonriente y de lo más unido sin saber que dentro de mí existe una terrible
discrepancia, una falta de comunicación total, la cual estoy convencido
que a la larga me llevará a un rompimiento total.
Algunas veces trato de reconciliarme. De decirme que uno
no debe tomar las cosas de esa manera; pero corto rápidamente. El rencor
que me han dejado los insultos que me he dado, y las ofensas tan graves
que me hice en la última discusión no me permiten perdonar. Con otros
tal vez, pero conmigo, conociéndome, no es posible olvidar lo que me he
hecho.
Tengo varios amigos íntimos a los cuales les he planteado la
desagradable situación por la que estoy atravesando, que como es lógico
me tiene tenso y malhumorado. Ellos han tratado de interceder, de
conciliar. Me explican que la vida es corta y el amor por uno es lo más
grande en este mundo; que la armonía interior es la base de la felicidad y
el bienestar de la familia y la sociedad. Pero son muy terco, conozco el
problema a fondo y a pesar de que los oigo prefiero no tomar en cuenta
su opinión. No puedo permitir que yo mismo me haya hecho esto,
porque crearía un precedente muy grave que a la larga redundaría contra
mi dignidad.
Desde la última vez que discutí solo apenas me he cruzado
un sí o un no en momentos de mucha trascendencia. Pero la mayor parte
del tiempo prefiero dejarme llevar por los insultos y no me pongo a
analizar los pros y los contras de centenares de problemas. Sé que esta
situación no se puede prolongar mucho tiempo porque la diferencia de
criterios que hay es tan grave que prácticamente ya no es posible hacer
nada por unirme. A pesar de que por muchos años traté de soportarme,
de ceder y disimular para no agudizar más las diferencias, hoy por hoy,
muerta la ilusión de los años juveniles y el amor de los primeros tiempos,
y pasada la época en que admiraba ciegamente mis virtudes y mis
méritos, he llegado a la conclusión de que lo mío no es posible. Es
necesaria una separación definitiva.
No quiero alarmarme, pero secretamente he consultado un
abogado para que me explique los detalles de este complejo caso. ¿Para
qué seguir mortificándome? ¿Cuál es el objeto de alargar este martirio, de
ver esa carota arrugada cada día ante el espejo? De verdad que estoy
cansado de todas mis impertinencias y no aguanto más ese carácter. Estoy
convencido de que esto no tiene razón de ser. Por eso, la próxima vez que
me dirija la palabra será para pedirme la ruptura.
Ya no soy una persona joven y tengo que pensar en rehacer mi vida.
EL DROGADICTO
(Sin fecha)
(Sin fecha)
(Sin fecha)
Hace un año, en una obscura noche en que era vilmente maltratado por el
alma no sale de un solo golpe. Según la técnica hindú debe irse sacando
poco a poco, apenas sin moverse y respirando muy suavemente para que no
materia orgánica.
repuesto, me senté -yo diría más bien que - en un viejo sillón que se
apenas si respiraba. Sin hacer mucho ruido para no despertar a nadie bajé
jardín y caminé por todos los rincones en una larga hora plena de
con suavidad y nada. Empujé de nuevo, esta vez con fuerza, pero tampoco.
que no se oía sino en mí mismo. Quise gritar, pero todo fue inútil, nadie
acentuaba su fría rigidez. Traté de producir ruido para pedir auxilio, pero
que nunca quise: un anónimo sin voz, un ser inexistente, una opinión
(Sin fecha)