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El Tribunal Constitucional, sin embargo, no ha llegado aún a todos los casos. Ni tampoco se puede
decir que haya investigado con diligencia todas las denuncias. En uno de los cajones de la sede del
TC debe estar la denuncia que presentó Mikel Soto, detenido en 2002 por presunta colaboración
banda armada junto a su compañera y cuyos cargos ascendieron apresunto culpable del asesinato
de UPN, José Javier Múgica, durante el tiempo que duró la detención incomunicada. Su compañera
confesó haber participado en el asesinato del concejal a pesar de que, posteriormente, se demostró
que no estaban implicados.
“Es complicado explicar las torturas que sufrí. Cuento los golpes que me daban en la parte de atrás
de la cabeza, el ejercicio físico, la pistola que me metieron en la boca… Pero cuesta explicar que
todo eso sucede a la vez”
“Sufrí torturas y bastante graves por parte del equipo que se encarga de realizarlas. Eran
profesionales. No parecían una cuadrilla de locos a los que se les había ido la mano. Sabían
perfectamente lo que hacían”, denuncia Mikel Soto, que tras dos días de interrogatorio tuvo que ser
trasladado a un hospital. Soto pasó dos años en la cárcel por asesinato pero tras la aparición de unos
papeles en Francia que le desvinculaban del atentado a Mujica fue absuelto de los cargos de
asesinato y condenado a dos años por intento de colaboración con banda armada. Es decir, según
la Justicia Soto trató de colaborar con ETA, pero no lo consiguió.
“Es complicado explicar las torturas que sufrí. Cuento los golpes que me daban en la parte de atrás
de la cabeza, el ejercicio físico, la pistola que me metieron en la boca… Pero cuesta explicar que
todo eso sucede a la vez. Que tienes una pistola en la boca, mientras un guardia civil te pisa los
talones y otro te insulta”, denuncia Soto.
El propio informe sobre el estado de los Derechos Humanos que encargó el Gobierno de Mariano
Rajoy a un comité de expertos nombrado por Presidencia, y al que tuvo acceso este diario, señaló
que “las investigaciones realizadas indican que los casos de malos tratos no son hechos aislados,
sino síntomas de deficiencias estructurales”. Por ello, este comité de expertos recomiendan
“mejorar las garantías de los detenidos sometidos al régimen de incomunicación” con medidas
como “la introducción de videocámaras de circuito cerrado en todas las zonas de las comisarías”.
La denuncia de Unai Romano
Con estas cámaras que reclama el comité de expertos del Gobierno, el Estado se hubiera ahorrado
casos como el de Unai Romano. Su cara completamente morada y deformada sirvió para
empapelar las paredes de Euskadi y como símbolo de la lucha contra la tortura. Romano fue
detenido en septiembre de 2001 acusado de pertenencia a banda armada. Tras pasar apenas unos
días de interrogatorio tuvo que ser trasladado al Hospital de Juan Carlos I. Denunció por torturas a
España y su caso fue archivado.Ahora lo estudia el TEDH.
“Mientras golpeaban llegaban las amenazas. Te vamos a poner la bolsa, electrodos, te vamos a
hacer la bañera….”
“Nada más llegar a Madrid me metieron en el calabozo y me dieron una serie de reglas como no
mirarlos a los ojos y comenzaron los interrogatorios. Cuando la respuesta no les gustaba, me
golpeaban en la cabeza. Así pasaron horas. Preguntas, respuesta, golpes. Cada vez con más
intensidad. Me golpeaban en la parte superior de la cabeza o en la parte de atrás. Yo estaba en una
esquina contra la pared. Mientras golpeaban llegaban las amenazas. Te vamos a poner la bolsa,
electrodos, te vamos a hacer la bañera….”, recuerda Romano en conversación con Público.
A la vez que le golpean, Romano señala que la tortura llegaba al plano psicológico. “Me dijeron que
habían detenido a mi madre y que le estaban haciendo el ascensor. Después me dijeron mi madre
que había muerto”, señala. Tras dos días de interrogatorio, Romano comenzó a sufrir los efectos
de los golpes: “Sentí como se me hinchaba la cabeza, la frente, perdía visión debido a que los
párpados también se estaban hinchando. Me quemaba todo. Ahí decidí que tenía que salir de allí.
Comencé a morderme las muñecas para que me llevaran a la forense”.
A la derecha, la fotografía que, según Unai Romano, le tomaron a su entrada a Soto del Real.
Fuentes penitenciarias niegan que esta sea su fotografía de acceso
En el juicio sobre las presuntas torturas sufridas por Romano la Guardia Civil alegó que el edema
cerebral sufrido por el preso fue causado por golpes que el propio Unai se había dado contra la
pared. La médico forense que atendió a Unai Romano durante su estancia en dependencias de la
Guardia Civil declaró al juez instructor que, en su opinión, los aparatosos hematomas eran fruto de
una autolesión y no cabía atribuirlos a una paliza, ni a los repetidos golpes en la cabeza denunciados
por el detenido.
Sin embargo, el también médico forente Francisco Etxeberria, que en estos días anda buscando
los huesos de Miguel de Cervantes, realizó otro informe médico en el que demostró que la
existencia de hematomas distribuidos por toda la cabeza no podían haber sido causados sólo por el
propio Unai. “Mi informe dice que Unai recibió golpes más allá de la versión oficial. Unai sufrió
muchos golpes y se ve claramente en el escáner del hospital”, explicó Etxeberría en declaraciones a
Carne Cruda.
“Unai Romano pudo morir aquel día”, sentecia el forense, que señala “estar seguro” de que
cualquier médico forense extranjero que hubiese estudiado el caso de Romano estaría más de
acuerdo con su informe que con el presentado por la médico forense de la prisión.
“Se suele decir que un individuo torturado es aquel que ya tiene una sentencia a favor que prueba la
tortura. Si eso es así yo he visto a mucha gente torturada. He tenido amigos, familiares, alumnos,
profesores que han sido torturados. Esto es una cuestión que salvo que uno quiera mirar hacia otro
lado, existe. Es una realidad que se ha probado judicialmente”, explica Etxeberria.
El juez del Tribunal Supremo Joaquín Giménez apunta que en los casos de denuncias de presuntos
miembros de ETA puede “haber una especie de estrategia de alegar sistemáticamente torturas y
al mismo tiempo existir torturar de verdad”. “Hay que distinguir la paja del trigo y para eso que
hacer una investigación seria y profunda”, agrega Giménez que recuerda que “también hay torturas
o malos tratos en otros casos que no son de investigación de un delito terrorista.
50% de denuncias procede de movimientos sociales
En este sentido, el experto Pau Pérez señala que de las denuncias de malos tratos o torturas
producidos en ambientes ajenos a una detención en comisaría, el 50% de los mismos se ha
producido contra activistas de los movimientos sociales, cerca del 40% contra inmigrantes y sólo
un 10% está relacionado con el “conflicto en Euskadi”.
El propio Giménez fue ponente de una sentencia del Tribunal Supremo que confirmó la pena de un
año de prisión y ocho de inhabilitación absoluta impuesta a dos guardias civiles por un delito de
torturas cometido contra un inmigrante cubano que fue detenido por robar una cartera a una
mujer en un centro comercial de Alboraia (Valencia) en 2008. Pau Pérez denuncia, por el contrario,
que no siempre es así, y que muchos policías utilizan denuncias falsas de resistencia y atentado a la
autoridad como estrategia disuasoria frente a denuncias de malos tratos.
“No me cabe ninguna duda de que el CGPJ tiene constancia del uso de denuncias falsas de
resistencia y atentado a la autoridad como estrategia disuasoria”
“No me cabe ninguna duda de que el Consejo General del Poder Judicial tiene perfecta constancia
del uso de denuncias falsas de resistencia y atentado a la autoridad como estrategia disuasoria frente
a las denuncias de malos tratos y de la tolerancia pasiva de muchos jueces por razones que no
atisbo”, denuncia Pérez.
Sin una institución encargada de víctimas
Para Víctor Madrigal, secretario general del Consejo Internacional de Rehabilitación de Víctimas de
la Tortura, la prueba más evidente de que España tiene un problema con la tortura o los malos tratos
policiales es que no hay ninguna institución española que se dedique a velar por la reparación de las
víctimas de tortura o malos tratos. “Me resulta difícil pensar que en España no hay ningún centro
porque no existen víctimas de tortura. Creo que tiene más que ver con una falta de
reconocimiento de los derechos de esas víctimas”, explica Madrigal a Público.
“Con la documentación que aporta Amnistía Internacional o la Coordinadora para la Prevención de
la Tortura me inclino a pensar que en España existe una problemática que habría que reconocer.
Tanto desde las instancias judiciales como desde las autoridades públicas”, denucia Madrigal, que
recuerda que para que un Estado pueda llamarse plenamente democrático debe defender el principio
de legalidad que, por derivación, “establece una prohibición absoluta de la tortura”. “Sólo un Estado
que investiga las denuncias de torturas diligentemente puede llamarse verdaderamente
democrático”, sentencia.