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¿UN ENCUADRE EN CUESTION?

Rosario Arana
Claudia Suarez

En la pubertad el problema de aprendizaje se encuentra atravesado por un


momento singular del devenir psíquico, momento de transición, momento de crisis,
momento de re significación de la infancia y de re-construcción de un proyecto y deseo
propios.
Hablar de pubertad es hablar de un tiempo estructurante en la vida de un sujeto.
¿Por qué estructurante? Porque hablamos de una época que no responde a una cuestión
cronológica sino a una lógica subjetiva. Siguiendo a Freud (1905), la pubertad eleva la
sexualidad infantil a su condición de sexualidad adulta definitiva. Las transformaciones
que se dan a nivel del cuerpo llevan al sujeto a un reordenamiento del campo pulsional.
La pubertad como momento de salida de la sexualidad de la infancia implica el cambio
del objeto de amor hacia objetos exteriores, el encuentro con un goce nuevo que aparece
en el cuerpo y la necesidad de constituir nuevas identificaciones. Momento de
verificación de aquello que se constituyó durante la infancia. Todo se pone a prueba.
El tratamiento psicopedagógico grupal con púberes nos ha planteado encuentro a
encuentro interrogantes que nos invitan a reflexionar acerca de las particularidades que
adquiere esta clínica. Una pregunta específica sintetiza y guía el recorrido del siguiente
capítulo: ¿el encuadre, en tanto los elementos que lo componen, puede sostenerse sin
modificación en el tratamiento psicopedagógico grupal del mismo modo que funciona
con los niños?
Una pregunta que, lejos de ser definitiva, funciona como disparadora de nuestro
trabajo como terapeutas en el compromiso de volver sobre nuestra práctica y pensar la
clínica. Labor que se complejiza a la luz de las particularidades de este momento
constitutivo.

ESCRIBO (PIENSO) LUEGO EXISTO

La escritura es una forma de producción simbólica de gran complejidad ya que


a través de ella se pone en juego la subjetividad de quien escribe. El sujeto, desde un

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espacio de autonomía e intimidad, se vuelve autor, dejando marcas que podrán ser
leídas y criticadas por otros. Al entender a la escritura como marca, como huella
subjetiva, ampliamos su significado, otorgándole un sentido que va más allá de la
escritura como elemento de comunicación.
Cuando en un grupo nos encontramos con un paciente (niño o púber), que no
desea escribir, que durante toda la sesión presenta una importante excitación motriz,
que agujerea con el lápiz la carilla de la hoja en donde supuestamente iba a escribir,
entendemos que allí también hay escritura que se nos ofrece para ser leída.
En el grupo de tratamiento se da la posibilidad a sus miembros de dejar marcas
en el papel, de convertirse en autores de su propia historia. “Escribir es un acto de
agregación, de sumatoria, de suplemento. A lo ya dicho (o ya escrito) se le agrega una
marca, una grafía. Mientras se realiza esta operación, se transforma lo dicho. Escribir
entonces, es una experiencia de transformación” (Prol 2004).
En este sentido, la escritura puede presentarse para el púber como oportunidad
de crear nuevos sentidos frente a aquello que ya estaba escrito, la historia escrita en la
infancia ahora podrá ser reinventada.
En el grupo de tratamiento psicopedagógico con púberes, escribir no resulta una
tarea fácil. Muchas veces ellos deciden no hacerlo manifestando que prefieren
responder a la consigna en forma oral antes que escribir su respuesta en el cuaderno.
En el caso de Marcos, un paciente de 13 años que presentaba dificultades para
expresarse por escrito, el poder escribir tuvo que ver con un proceso que se dio a lo
largo de varios encuentros.
El primer día en un grupo de tratamiento no resulta fácil para un púber. Mucho
menos lo fue para Marcos, que debió ingresar a un grupo que estaba conformado desde
hacía ya un tiempo. Durante este primer encuentro habló poco y se lo notaba
angustiado, además de mostrarse bastante inquieto. Al darle la consigna no pudo
escribir palabras, sino que agujereó su hoja en forma sistemática, renglón por renglón,
la hoja entera.
La inquietud acompañó los encuentros siguientes, hasta que la palabra fue
cobrando protagonismo por sobre las descargas motrices.
La posibilidad de escribir alfabéticamente llegó después. A un mes de
tratamiento Marcos pudo escribir por primera vez en su cuaderno. Esto se produjo
porque en el interior mismo del encuadre terapéutico, esas “descargas motrices” no se

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consideraron en oposición a la escritura, sino que fueron leídas como modos diferentes
y singulares de escribir.
La entrada en la pubertad implica un viraje en la posición del sujeto respecto de
sus padres, de su cuerpo, de su sexualidad, de su subjetividad. La escritura como
herramienta de trabajo en el tratamiento psicopedagógico grupal con púberes, permitirá
al púber no solo elaborar las pérdidas propias de esta etapa, sino que también le dará la
posibilidad de crear un proyecto futuro, asumiendo un deseo propio allí donde se había
deseado en su lugar.

LOS ELEMENTOS DE ESCRITURA EN EL TRATAMIENTO GRUPAL CON


PUBERES Y SUS TRANSFORMACIONES

El Cuaderno

Uno de los elementos que componen nuestro encuadre es el cuaderno, que


encuentra lugar en nuestro dispositivo en tanto evoca lo escolar. Sin embargo, en la
clínica con púberes se puede decir que esto no es así por completo, en tanto para
alumnos de 6to y 7mo grado el uso del cuaderno deja lugar a la utilización de otros
elementos como la carpeta. Las hojas sueltas se vuelven parte de su cotidianeidad y no
el cuaderno de tapa blanda utilizada años anteriores.
Nos preguntamos entonces acerca de por qué seguir utilizando el cuaderno como
instrumento. Consideramos que es la posibilidad que este brinda de poder ir y venir por
sus hojas, a veces en blanco, a veces rotas, otras arrancadas, de las cuales podemos leer
las marcas al estar unidas a un cuerpo común. Volver sobre lo escrito o lo no escrito, lo
tachado y lo que se quiso excluir del cuaderno al arrancar una hoja, es parte del
quehacer analítico. Esto no sería posible o sería obstaculizado por el uso de una carpeta
donde las hojas sueltas son plausibles de sacarse sin dejar rastros.
Podemos reconocer esta funcionalidad del cuaderno a través de este pequeño
relato de uno de los miembros del grupo de púberes.

Andrés, como es habitual, llega tarde a la sesión y, con gran despliegue, se suma
al intercambio dialógico del grupo acerca de los hermanos mayores.

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A- Mi familia es un lío. Iba a tener un hermanito y se murió. Mi mamá estaba
embarazada y se cayó de las escaleras. Me lo contó mi hermano.
Psp- Decías que tu familia es un lío…
A- Es un lío por otras cosas. Es un quilombo. Me muero.
Psp- ¿Quién se muere?
A- Un gusanito. El año pasado lo conté
Psp- ¿Es el mismo quilombo?
A- Estoy buscando en el cuaderno…

En el cuaderno Andrés ha dejado marcas a lo largo de sus años de tratamiento.


Sesión a sesión, hoja tras hoja, sus escrituras en el cuaderno trascienden el tiempo y
dan cuenta de un proceso, de una historia de la que él es autor. El sabe que en el
cuaderno está él, que lo escrito le pertenece y que eso no se puede borrar.

El pizarrón

Junto con el cuaderno consideramos importante también mencionar el uso del


pizarrón. ¿Por qué? Este si bien no forma parte del encuadre como tal, está presente en
los encuentros, muchas veces como primer elemento en el cual los niños pueden dejar
algún tipo de marca. La imposibilidad de poder circunscribirse a la hoja del cuaderno se
puede empezar a trabajar a partir del pizarrón cuya superficie es mas amplia pero es de
orden público, con lo cual los niños al notar que sus producciones pueden ser leídas por
el resto, terminan por pedir el cuaderno.
En el caso de un grupo de púberes en donde lo público comienza a adquirir
nuevos sentidos, el pizarrón también adquiere otro status en tanto los convoca a la
realización de producciones de orden, podría decirse, más artístico: dibujos, grafitis.
Se podría pensar también que al estar atravesando cambios físicos el esquema
corporal de los púberes se encuentra en plena acomodación a los mismos, los espacios
se reducen y esta acomodación podría pensarse como un ida y vuelta del pizarrón al
cuaderno. De un espacio mas amplio a otro mas reducido y que presenta cierta legalidad
social compartida e impuesta, dada por los renglones.

El lápiz

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El lápiz, al igual que el cuaderno, encuentra su lugar en el dispositivo por su
evocación a lo escolar y también es un elemento que los púberes ya no utilizan con la
misma frecuencia en la escuela.
Es normal ver que al momento de repartir los lápices y lapiceras que hay en la
caja, ellos traten de utilizar siempre las lapiceras. Podríamos pensar que además de ser
un elemento de mayor familiaridad para ellos, también seria un medio a través del cual
aquello que producen en sus cuadernos queda plasmado en forma permanente sin
posibilidad de borrarse.
Si aquello que producen en los cuadernos es un modo de posicionarse diferente
ante su padecimiento subjetivo, las marcas indelebles de estos nos hablarían de un deseo
de querer asegurar su permanencia en el tiempo.

LA MODALIDAD GRUPAL

Escogemos la modalidad grupal en tanto consideramos que la presencia de otros


con problemáticas similares favorece el despliegue de la conflictiva y la elaboración de
la misma.
El grupo de pares pasa a ocupar un lugar de privilegio en tanto se constituye en
el lugar de referencia por excelencia en el cual se pueden mirar, reconocer e incluir. El
otro par aparece como posibilidad de identificación, como referente ante los
padecimientos propios de la pubertad y como referente extrafamiliar.
Las relaciones amicales (Giberti 2005) cobran una importancia crucial en esta
etapa en lo que respecta a la construcción de la identidad y a los procesos de
subjetivación, ya que a través de estos vínculos y de las identificaciones que en ellos se
producen, suele proyectarse el Ideal del YO. Estos vínculos marcan la separación de los
padres y advierten acerca del relevo generacional.
Cierta estabilidad del grupo en el tiempo, posibilita que este sea un lugar de
referencia para los púberes, en donde a través del encuentro con los otros, la conflictiva
se despliega y encuentra lugar. A través del relato del otro, de una palabra, de un mismo
interés, de un chiste, de una cargada, de un comentario, el par aparece como espejo de
la problemática que subyace en el interior de cada uno. Lo que el otro dice o hace,
resuena en la subjetividad de los demás miembros del grupo. El diálogo grupal abre un
espacio de intercambio donde la conflictiva singular se da a conocer. A través de las

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tensiones que este diálogo va produciendo, aparecen fisuras y quiebres que serán
trabajados encuentro a encuentro.

Temáticas recurrentes

En el grupo de tratamiento los jóvenes se presentan con inquietudes, anécdotas y


a veces con preguntas. La temática escolar específica pocas veces es lo que los convoca.
No pertenecen al mundo de los adultos pero tampoco al de los niños, donde
había certezas surgen preguntas, cambios, movimientos.
Las temáticas que surgen reflejan este devenir a los tumbos donde aparecen
nuevas inquietudes, posicionamientos diferentes, frente a mandatos conocidos y
anteriormente aceptados.

 Lo privado y lo íntimo

El cuaderno, la consigna, invitan permanentemente al púber a escribir y a


reencontrarse con lo ya escrito. La dinámica grupal da lugar a que cuestiones
relacionadas con lo íntimo, lo privado y lo público se articulen de un modo singular.
Al escribir se abre la posibilidad de que aquello que tiene carácter privado,
pueda hacerse público. Esto es, que aquellas restricciones cognitivas que han pasado
por un proceso de desimbolización, puedan volver al campo de lo simbólico, a través
de la publicación escrita.
Lo íntimo, en cambio, será aquello que no podrá llegar a ser público.
Experiencia subjetiva única, en tanto quien escribe reconoce algo de lo propio en su
producción, algo que no podrá ser comprendido ni compartido totalmente con el otro
lector (Prol 2005).

M lee el cuaderno de A, este no quiere que lo lea. “es personal”.


Consigna: “que cosas son personales para ustedes?”
A: el documento
M: que va a se personal!!!
A: cuantas cosas puedo poner?
T: las que quieras.
A: el documento, mis útiles y mis videojuegos, ella va poner mi barbie y mi mami.
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M: y como sabes que son personales?
T: como tiene que ser algo para ser personal?
A: algo privado.
M: tus útiles no son privados.
A: lo privado es lo que no mostras, mi cuaderno deja de ser privado porque cierta
persona me lo miro.
M: cualquiera, el documento te lo ven todos.
A: perdón la palabra, es tarada. Algo privado no se lo vas a mostrar a cualquier
persona pero si a alguien en quien confías.
M: yo por ahora no tengo nada íntimo, nada personal. No tengo nada que mostrar.
T: vos que pensas de esto que dice M?
A: algo tiene que mostrar.
M: vos tenes algo que mostrar, se lo mostras a todo el mundo.
A: vos tenes algo que mostrar. Se lo digo? se le va a caer la cara. Si vos estas en el
baño y entra tu hermano y tu mamá esta lavando en el baño...te pasa eso?
M: no
A: porque es privado. Al baño vas sola. No es lo mismo si esta tu mama cuando vas al
baño o no?
M: eso no es privado

 La sexualidad y la vergüenza

L: en la escuela vinieron a dar una charla de sexualidad. Son aburridas esas charlas,
lo único divertido son dos cosas pero no las puedo decir porque son zarpadas. Vos me
entendés no?
J: yo tengo algo para decir pero no se como. Lo voy a escribir.(toma un pedazo de hoja
de su cuaderno y escribe: “tengo novio”)
T: consigna: “cuando me dio vergüenza”
L: todas o una? Cuando había algo que no podía expresar.

El cuerpo como imagen corporal que de el se tiene, va sufriendo modificaciones


en esta etapa. Desde lo biológico modificaciones físicas y hormonales que son
acompañadas de demandas de impulsos instintivos y demandas desde lo social.

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Hay una primera etapa en la cual el adolescente debe convivir con una
contradicción, un cuerpo que se va haciendo adulto y una mente que aun esta en la
infancia.
Freud (1905) plantea la adolescencia como una nueva etapa libidinal en la cual
las transformaciones que acontecen se deben fundamentalmente a dos aspectos: la
subordinación de todos los orígenes de la excitación sexual bajo la primacía de las zonas
genitales y, el proceso de hallazgo de objeto con mandato genital y más allá de las
figuras parentales.
La entrada a la pubertad marca un antes y un después respecto de la condición
sexual de los jóvenes, ya que la posibilidad de ser madre o padre se torna real en el
cuerpo. La influencia del grupo de pares en cuanto a la experimentación sexual juega
un rol preponderante en lo que refiere a las decisiones que los púberes puedan llegar a
tomar con relación a las prácticas sexuales impuestas desde lo pulsional y lo social.
A través del cuerpo los jóvenes dejan marcas que expresan aquello que no
pueden simbolizar a través del lenguaje. Marcas que les otorgan cierta identidad con
respecto a sus pares y que los diferencian del mundo de los adultos.

 Los otros adultos

J: me saque sobresaliente en conducta y reglas. Yo hago lo que dice el profesor. Menos


la de ciencias naturales y matemática. Dice una cosa y después la cambia.
L: todos los malos son profesoras. A mi me pasa algo peor, dice que te toma prueba y
después pasan días y nada.
J: explica una vez y nada más, en Ciencias Naturales toma prueba sorpresa.
T consigna: “como me siento con los cambios”.

El adolescente necesita alejarse de aquello que hasta ese momento se constituyo


como su fuente de seguridad: sus identificaciones parentales. El abandono de estas
imágenes idealizadas requiere a su vez el encuentro de nuevos ideales en otras figuras, y
los profesores como esos otros adultos diferentes a los padres, podrían encarnarlos.
Sin embargo, si la mirada de los profesores está puesta en las críticas, las
limitaciones y las acusaciones hacia el adolescente, y no en la posibilidad que tiene el
joven de crear y construir, la escuela y los adultos que trabajan en ella forman parte de
ese contexto social que como los padres, no los comprende. Eva Giberti menciona en su
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libro “ La familia a pesar de todo”, que la situación sufriente que caracteriza el estatuto
del adolescente no depende exclusivamente de los cambios psíquicos y físicos propios
de esta etapa , sino también del maltrato que la comunidad adulta aporta al mundo de la
adolescencia gestando situaciones de riesgo y peligro.
Aquellos adultos que logran posicionarse desde un lugar diferente al paterno a
través de la transmisión de nuevas experiencias, son escuchados y valorados, y se
convierten en referentes extrafamiliares para estos jóvenes.

 Los padres

J- El sábado salí con una amiga y un compañero al Abasto. Tardé tres días en
convencerlos. Mi papá ni a viaje de egresados me deja ir. Solo si va mi mamá atrás.
Psp- ¿Vos que pensás?
J- Que está mal. El fue al viaje. Tengo un año y medio para convencerlo.
Psp-¿Por qué será que no te deja ir sola?
J- Porque tiene miedo.
Psp-¿Miedo de qué?
J- De que me hagan algo.
Psp- ¿Y vos qué pensas?
J- Que todos los padres tienen miedo.
Psp- ¿Y vos tenés miedo?
J- Si salgo con mis compañeros no.

En la pubertad la separación de los padres y el cuestionamiento de su autoridad,


es uno de los puntos de ruptura, ya que con la caída de los padres ideales se instala el
conflicto generacional y con él la idea de muerte.
El cambio generacional que implica la suplantación de una generación por otra y que
trae aparejado el envejecimiento de sus padres lo coloca ante su propia finitud física. El
púber se reconoce como ser finito con deseos propios. Ante esta oportunidad de
posicionarse simbólicamente de un modo distinto, tendrá la necesidad de constituir
nuevas identificaciones para poder construir sus propios ideales respecto de quien desea
ser y qué desea hacer.

 Siendo entre lo que fui y seré


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M: sabes que me dijo ella, que en tu cumpleaños va a estar Barnie y vas a estar vestido
de princesa y va a bailar ballet.
T: y el tuyo como va a ser?
A: ja ja me imagino, va tener teletubies.
M: vos como sabes?
A: porque voy al cumpleaños de mi hermanita y como vos sos infantil, tan infantil!!!

(M y su hermanita)
T: y con ella jugás?
M: No!
T: ¿Por que no jugás?
M: Porque juega a la muñeca.
T: ¿Y vos no jugà s?
M: No yo no juego.
Vos no te rías que seguro seguís jugando a los autitos.
A: Si.
T:¿ Y vos J?
J: No, juego a la compu.

A: por que no hacen un grupo de 13?


T: pero este es un grupo de 13, L tiene 13, C tiene 13, V tiene 13.
A: pero ella tiene 11 y esta jugando a las espaditas con la birome. Es una boludez. Eso
no hacen las de 11. Menos una mujer, tiene que ser mas seria.
T: y vos que pensas?
J: el tendría que estar mas con los chicos de su edad jugando a la pelota.

Ya dejaron de ser esos de la infancia pero tampoco son esos otros adultos. El
jugar, actividad antes familiar colmada de satisfacciones compartida y nunca
cuestionada, comienza a tambalear ante el acecho de lo nuevo que se impone.

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“Las nuevas imágenes provenientes de los cambios del cuerpo del adolescente
conmueven al patrimonio de las autoimágenes anteriores” (Kancyper, L. 2007). Tensión
entre lo que fui y lo que seré, entre lo conocido y lo desconocido.
Piera Aulagnier (1991) plantea que entre las tareas reorganizadoras que el
adolescente debe realizar está la de poner en memoria y poner en historia un tiempo
pasado y como tal definitivamente perdido, trabajo de construcción –reconstrucción
permanente de un pasado vivido, necesario para orientarse e investir ese tiempo
presente. Esa construcción de su autobiografía, nunca acabada del todo, que se puede
prestar a modificaciones haciendo desaparecer algunos párrafos, añadiendo otros, debe
hacerse en esta etapa como una tarea de reaseguramiento de la identidad antes de
proseguir el crecimiento. Al decir de la autora estos anclajes son necesarios para la
continuidad de la identidad y para ponerla al abrigo de futuras inestabilidades.
Para poder realizar este trabajo se le impone al adolescente la necesidad de
establecer un “fondo de memoria estable” (Aulagnier, 1991). La selección de las
representaciones que constituirán ese fondo de memoria son garante de la permanencia
identificatoria de lo que uno deviene y de lo que continuará deviniendo, puntos de
certidumbre que asignan al sujeto un lugar en el sistema de parentesco y en el orden
genealógico.

GRUPO DE PADRES

Como ya hemos mencionado con anterioridad, forma parte del encuadre las
reuniones quincenales con los padres. Es de destacar que tal como sus hijos
adolescentes, las temáticas que surgen se refieren no solo a lo escolar, surgen temas
relacionados con la higiene, los amigos que no conocen, aquello que no les cuentan.
Discurso parental que requiere una escucha diferente, teniendo siempre presente que
para ellos esta también es una etapa de perdida, de duelo, deben decirle adiós a su
“nene” para darle paso a ese joven adulto que está en vías de constituirse.
Hacemos mención solo algunas características de este elemento del encuadre ya
que el mismo es abordado con exhaustividad en otro de los capítulos del presente
libro.1

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Lucero, A. y Hamuy, E., “Acerca del trabajo con padres en la clínica psicopedagógica. Especificidades
en el trabajo con padres de púberes y adolescentes”.

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CONCLUSIONES

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