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Ideología, conflicto
y liderazgo en grupos
y organizaciones
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Título original: Ideology, Conflict, and Leadership
Publicado en inglés por Yale University Press, New Haven y Londres
Traducción de Víctor Manuel Arnáiz Adrián
Revisión técnica de Carlos de la Hera Narganes
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier método o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y
la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos
Prefacio .......................................................................................................... 11
P R IM E R A P AR T E
Estudios psicoanalíticos de los procesos grupales:
teoría y aplicación
S E GU N D A P A R T E
Dinámicas institucionales y liderazgo
T E R C E R A P AR T E
Aplicaciones terapéuticas
C U AR T A P AR T E
Aplicaciones a la educación psicoanalítica
QUINTA PARTE
Ideología, moralidad y proceso político
Agradecimientos……………..…………………………………………..365
PREFACIO
ESTUDIOS PSICOANALÍTICOS
DE LOS PROCESOS GRUPALES
TEORÍA Y APLICACIÓN
1. TEORÍAS PSICOANALÍTICAS SOBRE
LA PSICOLOGÍA DEL GRUPO
L A P S IC O L O G Í A D E L O S G R U P O S GR A N D E S Y P E Q U E Ñ O S
*
También traducido en otros lugares como «estados emocionales básicos». (N. del t.)
18 ESTUDIOS PSICOANALÍTICOS DE LOS PROCESOS GRUPALES
neralmente bajo control en los pequeños grupos, los cuales no sólo no emplean
los mecanismos recién escritos, sino que el contacto ocular y el trato mutuo les
ayudan a mantener una cierta actitud civilizada. El enemigo externo sirve para
absorber la agresión generada dentro del grupo. Sin embargo, ocasionalmente, un
enemigo externo podría no definirse o localizarse, y esto crea tensiones mucho
más fuertes que amenazan la cohesión interna del grupo.
Rice (1965) y Turquet (1975) estudiaron la conducta de los grupos amplios
no estructurados (de cuarenta a ciento veinte miembros), utilizando métodos si-
milares a los que empleaba Bion para los procesos grupales más pequeños. Tur-
quet describió la pérdida completa de la identidad experimentada por el miembro
del grupo grande (no estructurado). De forma concomitante, la capacidad del in-
dividuo para evaluar de forma objetiva los efectos de sus palabras y acciones, dis-
minuye dramáticamente dentro del grupo grande, donde desaparece la retroalimen-
tación social habitual a la comunicación verbal individual. En grupos amplios y
no estructurados, nadie parece ser capaz de escuchar al otro, el diálogo se ahoga
por la discontinuidad posterior de la comunicación, y normalmente fracasan los
esfuerzos por establecer pequeños subgrupos. Incluso fracasan los mecanismos
proyectivos, porque nadie puede evaluar de forma realista la conducta del otro.
En tal contexto, las proyecciones llegan a ser múltiples e inestables y el individuo
debe encontrar algún tipo de «atributos» que le diferencie de los otros.
Turquet también describió el miedo del individuo a la agresión por parte de
los demás miembros, a la pérdida de control y a la conducta violenta, como te-
mores que pueden surgir en cualquier momento en un grupo grande. El miedo es
la respuesta a las conductas provocativas que los miembros del grupo expresan
algunas veces de manera aleatoria, pero que se dirigen normalmente al líder. Gra-
dualmente, llega a evidenciarse que quienes intentan mantener una apariencia de
individualidad en este ambiente son atacados con mayor frecuencia. Al mismo
tiempo, son habituales los esfuerzos de homogeneización; cualquier generaliza-
ción simplista o ideología que se infiltre en el grupo puede transformarse rápi-
damente en una convicción de verdad absoluta. Sin embargo, en contraste con la
racionalización de la violencia que caracteriza a la masa, la filosofía vulgar o de
«sentido común» de los grupos grandes funciona como una doctrina confortante,
tranquilizadora, que reduce todo pensamiento a mero cliché. Para la mayoría, la
agresión en los grupos grandes adquiere la forma de envidia —de pensamiento, de
individualidad y de racionalidad.
Anzieu (1971) propuso que en condiciones de regresión en los grupos no es-
tructurados, la relación de los individuos con el grupo adquiría las características
20 ESTUDIOS PSICOANALÍTICOS DE LOS PROCESOS GRUPALES
UN E N F O Q U E D E L A S R E L A C IO N E S O B J E T A L E S A L A P S IC O L O G Í A
DE GRUPOS
cesos de los grupos pequeños descritos por Bion, constituyen todos ellos mane-
ras de defenderse contra la situación que definió Turquet. Obviamente, los pro-
cesos de los grupos grandes pueden oscurecerse o controlarse mediante estructu-
ras sociales rígidas. La burocratización, ritualización y cumplimiento de tareas
bien organizadas son métodos diferentes, con efectos inmediatos similares.
Los procesos de los grupos amplios subrayan también la íntima conexión
existente entre las amenazas a la identidad del individuo y el miedo de la perso-
na a que surjan ataques primitivos y una sexualidad infiltrada agresivamente. A
través del grupo y los procesos organizativos, se expresa de manera vicaria una
parte importante de la agresión no integrada y no sublimada. En los procesos gru-
pales de las organizaciones e instituciones, por ejemplo, el ejercicio de poder
constituye un canal para expresarla que se encontraría normalmente bajo control
en las relaciones triádicas. La agresión surge más directa e Intensamente cuando
los procesos grupales se hallan relativamente no estructurados.
Las personalidades narcisistas, como ya resalté en otro lugar (Kernberg,
1980b, 1984c), están constituidas de forma ideal para asumir el liderazgo en las
condiciones de procesos de grupos amplios. La falta de tina convicción profunda
en relación a sus propios valores les facilita el acuerdo con el grupo. Una perso-
nalidad narcisista que se pueda comunicar efectivamente puede ofrecer al grupo
grande una ideología aceptable y transmitir una sensación de seguridad sin dis-
parar la envidia del grupo contra el pensamiento individualizado. Tales habilida-
des convierten a semejante líder en el tranquilizador de las tensiones del grupo
amplio. Del mismo modo, la identificación de los miembros de los grupos gran-
des con el líder narcisista refuerza algunas de las características patológicamente
narcisistas de las masas «inactivas» (Canetti, 1960), 'Hiles grupos son convencio-
nales, ideológicamente simplistas, conformistas y autoindulgentes, sin culpa ni
gratitud alguna; adolecen de un sentido de la responsabilidad personal o de una
implicación profunda con los otros.
Otra característica notable de la vida del grupo es la activación de rasgos se-
xuales infantiles. En los grupos pequeños, la sexualidad surge cuando el supues-
to básico de emparejamiento sirve como defensa contra la agresión primitiva. En
los grupos grandes, la sexualidad, o bien es negada, o bien se expresa median-
te alusiones sexuales infiltradas sádicamente. Normalmente es «clandestina» o se
encuentra «extinguida»; las parejas se forman secretamente como reacción direc-
ta y como defensa contra los procesos de los colectivos grandes. En la horda, la
idealización no desafiada del líder tiene su contrapartida en la intolerancia que
muestra el grupo hacia cualquier pareja que intente preservar su identidad aparte.
TEORÍAS PSICOANALI TICAS SOBRE LA PSICOLOGÍA DEL GRUPO 23
A P L IC A C IO N E S A L A P S IC O T E R AP IA D E GR U P O
En los años treinta, Slavson (1959, 1962, 1964) era el pionero de un grupo
de terapia psicoanalítica en Estados Unidos. Intentó estimular a los pacientes del
grupo en la asociación libre y analizó las resistencias y transferencias dirigidas
hacia el líder del grupo y otros miembros del mismo. Slavson creyó que la ex -
presión múltiple de transferencias hacia otros miembros del grupo diluiría o
disminuiría la intensidad de la transferencia, lo cual facilitaría su trabajo. De he-
cho, como Slavson consideró los procesos grupales como algo que iba potencial-
mente en detrimento del uso terapéutico de los grupos, puso su énfasis en el tra-
24 ESTUDIOS PSICOANALÍTICOS DE LOS PROCESOS GRUPALES
bajo con los individuos. De forma similar, Wolf y Schwartz (1962) hicieron hin-
capié originalmente en el tratamiento psicoanalítico del individuo dentro del gru-
po, pero pasaron a concentrarse, gradualmente, en el mismo proceso grupal, cen-
trándose en los patrones interactivos de los miembros.
En base a las contribuciones de estos pioneros, se desarrolló una escuela en-
tera de psicoterapia grupal psicoanalítica, aplicándose primero la técnica y teoría
psicoanalítica a la psicoterapia individual y dentro del ámbito grupal después. De
forma gradual, se incorporaron otros principios teóricos y técnicos extraídos del
análisis sociológico de los procesos de los grupos pequeños. En particular, la teo-
ría sistèmica se aplicó a las relaciones entre el individuo, el grupo y el ambiente
social. Finalmente se desarrollaron e incorporaron las propias teorías psicoanalí-
ticas y los procesos grupales. Bach (1954), Durkin (1964) y Scheidlinger (1982)
ofrecen síntesis sobresalientes de los conceptos psicoanalíticos, de la teoría sisté-
mica y de las contribuciones de Lewin (1951) a las dinámicas sociales de los gru-
pos pequeños.
Por otro lado, prescindir del análisis de los procesos grupales y centrarse en
la exploración psicoanalítica individual dentro del grupo presenta también sus
pros y sus contras. Entre las ventajas aparentes, se encuentra la de que la aplica-
ción orientada individualmente puede maximizar el aspecto confortante del fun-
cionamiento del grupo y minimizar el fenómeno de los supuestos básicos del
mismo. Esta aplicación podría ilustrar también los rasgos patológicos de carácter
dominantes en el contexto de las transferencias activadoras triádicas «de alto
nivel». Finalmente, podría presentar la ventaja de facilitar lo que en la práctica
parece una psicoterapia de apoyo y expresiva, haciendo un uso total de la
socialización del grupo para propósitos reeducativos. Los riesgos de la aplica-
ción orientada individualmente incluyen la intelectualización de las interpreta-
ciones de las dinámicas intrapsíquicas, la infrautilización del entendimiento psi-
coanalítico sobre los aspectos más profundos de los conflictos intrapsíquicos
inconscientes y la facilitación de un efecto de apoyo y reeducación de la patolo-
gía del carácter sin que se posibilite, al mismo tiempo, su resolución a un nivel
profundo.
Permite a los miembros del personal explorar cómo están siendo influenciados
por presiones administrativas y de otro tipo, así como por las interacciones con
sus pacientes.
La precondición más importante para el desarrollo de una comunidad tera-
péutica es que se encuentre integrada funcionalmente dentro de la estructura
administrativa del hospital en que opera. Si la comunidad terapéutica explora
abiertamente el sistema social representado por la comunidad del régimen de pa-
cientes, también activa necesariamente la tensión y los conflictos latentes del sis-
tema. Así influirá en las dimensiones políticas del proceso institucional de toma
de decisiones.
Las comunidades terapéuticas pueden reforzar poderosamente la utilización
terapéutica del ambiente social del hospital. Pueden también convertirse en una
amenaza real o percibida para el tratamiento de los pacientes. Los encuentros de
pacientes, del personal y el encuentro comunitario en particular, adquieren fácil-
mente las características de los procesos del grupo grande. Los efectos regresivos
de los procesos de los grupos amplios pueden, a su vez, afectar sucesivamente a
la situación de los pacientes individuales dentro de la comunidad de manera an-
titerapéutica.
He señalado previamente los peligros que pueden surgir cuando los pacien-
tes como grupo regresan a un funcionamiento de supuestos básicos (Kernberg,
1976, capítulo 9; 1980c). Bajo tales circunstancias regresivas, los grupos de pa-
cientes pueden llegar a ser intolerantes con los individuos, estableciéndose una
dictadura de grupo que adquiere las características de una moral primitiva y que
fomenta el liderazgo de las personalidades narcisistas y antisociales. El personal
puede contribuir a esta regresión con su negación, determinada ideológicamente,
de las diferencias existentes entre los pacientes individuales, con su expectativa
implícita de que todos los pacientes presentan las mismas necesidades y su ex-
pectativa posterior de que todos los pacientes reaccionarán o participarán de for-
ma similar. Los pacientes con una mayor regresión, incluyendo los monopo-
lizadores crónicos, los manipuladores y los violentos, ganan control sobre los
procesos grupales no estructurados y distorsionan significativamente el conteni-
do de los encuentros y, más tarde, la asignación de los recursos, reduciendo así el
tiempo de tratamiento de muchos pacientes. En otro lugar (Kernberg, 1981,
1982) propuse un modelo que intenta maximizar las ventajas y controlar los ries-
gos potenciales de la comunidad terapéutica.
30 ESTUDIOS PSICOANALfTICOS DE LOS PROCESOS GRUPALES
1
TEORÍAS PSICOANALÍTICAS SOBRE LA PSICOLOGÍA DEL GRUPO 31
A P L IC A C IO N E S A L L ID E R A Z G O , C U L T U R A Y S O C IE D AD
Como mencioné antes, Freud (1921) explicó que el clima emocional de las
hordas o masas, su sensación de intimidad inmediata y sus conductas impulsivas
derivan de la proyección de su ideal del yo en el líder y su identificación con éste,
así como con cada uno de los otros. Freud vinculó estos conceptos a sus hipó-
tesis relacionadas con el origen histórico de la horda primitiva (1913). Sugirió que
la ley totémica, que regula la vida de la horda y la protege de la rivalidad auto-
destructiva y de la endogamia incestuosa, deriva de la alianza de los hijos, quie-
nes han asesinado a su padre —un acto que concibe como endémico en la horda
primitiva—. A causa de su culpa inconsciente, los hijos reemplazan las leyes del
padre viviente con la ley totémica que simboliza la ley del padre. El líder ideali-
zado, por tanto, representa a la vez al héroe edípico que ha matado a su padre y a
la alianza de los hijos. Finalmente, también simboliza al padre y a su ley, que la
horda obedece debido a la culpa inconsciente por el parricidio.
Este concepto, como subrayó Lasch (I9KI), ha otorgado un sostén teórico
para generaciones de marxistas y otros filósofos socialistas, desde Reich (1962
11935]) a Althusser (1976). La familia burguesa patriarcal se concebía como el
lugar de introyección para la ideología represiva del capitalismo, el cual estaba
asociado con las prohibiciones sexuales del padre edípico. Donde Freud encontró
que la represión de la sexualidad era el precio de. la evolución cultural, Reich pen-
só que representaba el efecto de un superego patológico determinado por la es-
tructura social del capitalismo. La represión sexual de la Unión Soviética, propuso,
reflejaba de forma similar el desarrollo de una estructura soviética de poder
autoritario. Como subrayó Robinson (1959), Marease (1955) coincidía con Reich
en que la represión excesiva de la sexualidad podría engendrar un exceso de agre-
TEORIAS PSICOANALÍTICAS SOBRE LA PSICOLOGÍA DEL GRUPO 35
sividad. Sin embargo, Marcuse difería de Reich en otros aspectos: para él no era
la sexualidad genital sino la sexualidad infantil polimorfa pregenital la que repri-
mía el sistema capitalista. Según Marcuse, el sistema la intentaba reprimir res-
tringiendo las funciones sexuales a la zona genital, de tal manera que pudiera en-
cauzar hacia la producción social el amplio erotismo insatisfecho de los seres
humanos.
Foucault (1978) criticó la idea de que el estado capitalista y la sociedad bur-
guesa fomentan la represión de la sexualidad. Por el contrario, sugirió que la so-
ciedad burguesa tiene un interés entusiasta por estudiar el fenómeno sexual y
reclasificarlo fuera de los términos morales, para introducirlo en los asuntos cien-
tíficos y médicos. Sin embargo, Foucault añadió que este interés había ido acom-
pañado por un deseo de controlar la conducta sexual y, a través de ello, la estruc-
tura familiar; la sociedad burguesa albergaba un interés equitativo en manipular la
conducta sexual para ajustarla a las necesidades del Estado.
Althusser (1976) ha dado otra aplicación de las formulaciones freudianas
sobre el padre edípico. Como destaca Anderson (1976), Althusser empleaba el
concepto del inconsciente freudiano para construir una nueva teoría de la ideolo-
gía, en la cual ésta se define como un sistema de representaciones ilusorias sobre la
realidad, inconscientemente determinadas. De forma específica, el sistema ideo-
lógico deriva de la internalización de la ilusión dominante abrigada por una cla-
se social sobre las condiciones de su propia existencia. Esta ilusión dominante
surge de la internalización de la ley paterna, lo que a su vez es parte de la inter-
nalización del superego.
Al contrario de estos modelos, que emplean el concepto freudiano de líder
como el de un padre edípico simbólico, las teorías de Bion, Rice, Turquet, Anzieu
y Chasseguet-Smirgel se centran en la infiltración de los conflictos preedípicos
en la formación grupal regresiva y proponen una naturaleza más primitiva del
liderazgo. En contraste con sus predecesores, estos teóricos se centran, específi-
camente, en la psicología de la regresión gru| al. Esa regresión, según su punto de
vista, refleja las fantasías de fusión vinculadas con los conflictos preedípicos y
con la etapa de separación-individuación o incluso con la de fusión simbiótica de
la infancia más temprana.
Mitscherlich (1963) examinó las consecuencias culturales de la ausencia del
padre en el nivel social y familiar. Describió el rechazo del padre en la sociedad
contemporánea como una parte del rechazo de los valores tradicionales cultura-
les, ocasionado por los efectos tóxicos de la producción en masa, la cual prome-
te una gratificación inmediata y fomenta, consecuentemente, una psicología de la
36 ESTUDIOS PSICOANALÍTICOS DE LOS PROCESOS GRUPALES
Lasch (1981) amplió más tarde sus ideas para incluir partes de la teoría de
Chasseguet-Smirgel sobre los procesos de grupo, particularmente su uso de la
madre preedípica para simbolizar la psicología de los grupos grandes. La madre
totalmente protectora y proveedora de alimento gratifica al niño voraz, codicioso
y centrado en sí mismo, cuyas características simbolizan a las de la masa. Al igual
que Lasch, encuentro a Chasseguet-Smirgel y Grunberger convincentes en su ex-
plicación del fenómeno regresivo en las multitudes (fenómeno bellamente des-
crito en La Rebelión de las Masas de Ortega y Gasset [1976 (1929)]). Esta madre
simbólica preedípica es muy diferente de la madre edípica razonable, diferencia-
da, separada del niño y en unión privada con el padre edípico. Condición por la
cual, esta última, es una imagen que no pueden tolerar los grupos regresivos.
Surge ahora una circunstancia curiosa. En las condiciones típicas de fun-
cionamiento de los grandes grupos, la ideología sexual dominante tiende, por una
parte, a caracterizarse por una proyección excesiva de la función del superego so-
bre el líder autoritario del grupo, un proceso que le convierte en alguien sexual-
mente convencional y represivo; por otro lado, puede estar marcada por una ideo-
logía preedípica, expresada en la condensación de una propensión agresiva
aleatoria con formas preedípicas de sexualidad, manifestando tendencias hacia
una sexualidad infantil perversa y polimorfa. Ambos extremos producen un re-
sultado similar, una moral convencional dirigida contra la satisfacción sexual pri-
vada de la pareja autónoma.
2. IDENTIDAD, ALIENACIÓN E IDEOLOGÍA
EN LOS PROCESOS DE GRUPOS DE ADOLESCENTES
A L IE N AC IÓ N N O R M A L Y P A T O L Ó G IC A
ID E O L O G Í A E N L A A D O L E S C E N C I A
currirá a aquéllos con un ideal del yo más maduro. Aquí, la liberación del ado-
lescente tardío de la moral grupal, a la vez que se mueve hacia la formación de la
pareja, se convierte en algo crucial. La capacidad para enamorarse y el desarrollo
de las relaciones amorosas en la adolescencia tardía conducen a la pareja a bus-
car un sistema de valores compartido, una ideología que trascienda al grupo y
asiente a la pareja. La actitud romántica de la adolescente sin pareja, quien es ca-
paz de enamorarse, la lleva en la misma dirección. Así. la búsqueda de un siste-
ma integrador de creencias y de una ideología que pueda compartir la pareja en la
adolescencia media y tardía, compensa la sensación de alienación que surge
cuando el individuo y la pareja salen del grupo, y vincula la adolescencia tardía
con los valores culturales e históricos de su sociedad.
Simultáneamente, la necesidad mutua que tienen el grupo y la pareja entre
sí, una necesidad que tiende a disminuir a medida que el grupo se transforma gra-
-dualmente en una red de parejas, también fomenta la búsqueda de una ideología
tolerante y universal, abierta y flexible, que respete el pensamiento individual y
la diferenciación, que tolere la distinción de las parejas dentro del grupo y que
formule una actitud hacia la sociedad orientada a la tarea. El desarrollo de tal ideo-
logía, además, fomenta la madurez del individuo, de las parejas y del grupo. Aquí
me estoy refiriendo a la búsqueda de una ideología que sea más abierta y orien-
tada hacia la tarea que las creencias, valores y convicciones de la pareja adoles-
cente o del adolescente romántico; una ideología que a menudo se centra alrede-
dor de metas compartidas en la vida, en las artes, las ciencias o las áreas sociales y
políticas. La organización de la defensa civil de Londres durante los bombardeos
aéreos de la Segunda Guerra Mundial, los cuerpos de paz y las campañas organi-
zadas para el registro de votantes en Estados Unidos durante los años sesenta
mostraban tales cualidades. La ideología representada por este tipo de activida-
des se caracteriza por valores abiertos, propósitos restringidos, una interacción
con la comunidad orientada a la tarea y una búsqueda del liderazgo funcional.
Las mismas actividades encauzan los aspectos sublimatorios de la búsqueda de
nuevos significados y la organización de la visión del mundo, la búsqueda del en-
riquecimiento de la identidad personal a través del contexto histórico y la bús-
queda de la cohesión grupal que respete la intimidad de las parejas; también con-
duce a los adultos jóvenes a la participación en procesos culturales y políticos
dentro de la comunidad adulta.
El desarrollo de este tipo de ideología dentro del grupo requiere una atmós-
fera socialmente propicia, así como una adaptación inteligente de los grupos ado-
lescentes a su sociedad. Existen momentos históricos en los que una nación ente-
46 ESTUDIOS PSICOAIMALÍTICOS DE LOS PROCESOS GRUPALES
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neralmente desconocida por los miembros del culto, quienes pueden llegar a men-
digar en la calle, y cuyos sacrificios sirven para funciones sublimatorias, así como
defensivas contra la agresión, por parto de las formaciones reactivas masoquistas.
La seguridad emocional aportada por el culto religioso protección contra
la dolorosa alienación relacionada con la difusión de identidad y la negación o
restricción de la agresión— compensa a los adolescentes borderline por todo
aquello a lo que están renunciando en términos de intimidad, de libertad de pen-
samiento y de una relación amorosa significativa. Los adolescentes relativamen-
te normales, sin embargo, encuentran pronto la ideología vaga y simplista de los
cultos como un insulto para su inteligencia y se revelan contra las restricciones.
Prácticamente la totalidad de los pacientes que he examinado y que mantenían
compromisos duraderos con cultos religiosos presentaban severos tipos de pato-
logía de carácter. Como a los adolescentes tempranos con personalidad borderli-
ne les resulta fácil ajustarse al grupo de iguales, dan la impresión de normalidad.
Más tarde, sin embargo, su adhesión a una ideología de culto puede sorprender a
aquellos que les conocían anteriormente.
Existen ideologías centradas en el grupo que no presentan las características
totalitarias de los cultos religiosos y del terrorismo político. La psicología de las
pandillas callejeras prevalece cuando la ideología del grupo afirma, directamen-
te, la expresión indiscriminada de la sexualidad y la agresión combinada con la
conducta antisocial. Un colectivo ligado a este tipo de ideología puede ser so-
cialmente el más desadaptativo, el tipo de grupo dentro del cual un miembro pue-
de sentirse más fácilmente libre, que provee un ámbito para sus miembros sin
compensarles por el síntoma de la difusión de la identidad, y tolera la aparición
de una sexualidad y una agresión primitivas.
La desaparición del líder, o el final de la ilusión del grupo sobre su omnipo-
tencia, puede ser también el fin del compromiso emocional del individuo con el
grupo. La manera en que se han desintegrado grupos terroristas de izquierdas, en
Estados Unidos y en el extranjero, en bandas de criminales ordinarios, ilustra lo
que puede suceder cuando se destruye la omnipotencia del grupo.
A L IE N AC IÓ N , A U T O N O M Í A Y P A R E J A
lisis del culto al héroe que se había establecido en la Rusia soviética tras la muer-
te de Lenin y su desarrollo durante el régimen totalitario de Stalin. Moscovici en-
riquece la perspectiva de Freud con su afirmación de que «la comunicación es el
Valium del pueblo». Describe el efecto combinado de la activación de una pseu-
docomunidad mediante los medios de comunicación que afecta simultáneamen-
te a las masas y al desarrollo efectivo de áreas concentradas en grandes poblacio-
nes, creándose así condiciones que fomentan el desarrollo de la psicología de las
masas. Moscovici concuerda con Freud en que la psicología de las masas es tan
fundamental como la psicología individual a la hora de determinar el fenómeno
cultural y considera la contribución de Freud como un paso crucial en el desarro-
llo de la psicología de las masas como una ciencia rigurosa.
Freud contempla la psicología de las masas desde la perspectiva de alguien
independiente, preocupado, que no sólo reconoce el poder peligroso, irracional y
violento de las masas y movimientos grupales, sino que también descubre las di-
námicas intrapsíquicas que fomentan la participación del individuo en ella y en la
creación de la psicología de las masas. Canetti (1960) lo explora desde la pers-
pectiva viciada de formar parte de la masa —desde un interior seductor, excitan-
te, destructivo—. Moscovici añade la perspectiva sociológica, los factores socia-
les y culturales que contribuyen a la condensación de masas reales e imaginarias
mediante los sistemas de comunicación modernos y la explosión demográfica.
Retoma, así, a un nivel más profundo, lo que Ortega y Gasset (1976 [ 1929])
había observado intuitivamente en La rebelión de las masas. De hecho, mirando
de nuevo el trabajo de Freud desde la perspectiva de estas dos personas «aje-
nas», el alcance profundo de sus descubrimientos surge como un enfoque más
penetrante.
sus ideales del yo individuales sobre el líder, los miembros de la masa crean la
precondición para sus identificaciones mutuas.
Al principio, Freud fue explícito al resaltar que los vínculos de todas las for-
maciones de masas son libidinales (1921, págs. 94-95). Se extremó subrayando
que la proyección del ideal del yo sobre el líder y la unión con éste, que reem-
plaza al vínculo con el propio ideal del yo del individuo, implica claramente víncu-
los libidinales, mientras que las ataduras mutuas con los otros reflejan una iden-
tificación, es decir, la forma más temprana del vínculo objetal dentro de una
relación libidinal.
Sin embargo, en la segunda parte de su ensayo (págs. 120-121), Freud argu-
mentó contra el origen de la formación de las masas en ausencia del líder, seña-
lando la rivalidad y envidia entre hermanos, y la naturaleza reactiva secundaria
de la identificación mutua en la formación de grupos durante la infancia tempra-
na. Aquí los vínculos más tempranos de la formación potencial de grupo de la in-
fancia (vínculos que, según la visión de Freud, constituyen la base del grupo y de
las formaciones de masa posteriores) se basan en la formación reactiva contra la
agresión: los vínculos más tempranos, entonces, son agresivos y no libidinales.
También, cuando Freud describe la relación entre la horda original y el padre pri-
mitivo que la lideraba, la naturaleza misteriosa de esta relación corre paralela a
ciertos aspectos de la conexión que se establece durante la hipnosis. Freud des-
cribe el miedo del individuo a mirar a los ojos del líder, como un reflejo de la re-
presentación de la personalidad todopoderosa, peligrosa, deificada, hacia la cual
el individuo debe reaccionar de modo pasivo y masoquista. La horda desea ser
dominada por una personalidad con un poder ilimitado, inclinarse y sumirse de
forma masoquista al deseo de la persona. En su epílogo, Freud reexamina el mito
del padre de la horda original, haciendo hincapié en que éste se erigía como el
ideal para cada miembro del grupo, siendo temido y admirado simultáneamente,
y que así dio origen a una comunidad de hermanos que debían enfrentarse con la
culpa respecto a su asesinato.
Sólo un año antes, Freud había publicado «Más allá del principio de placer»
(1920), donde formulaba por primera vez la teoría del impulso dual de la libido y
la agresión; todavía no aplica las ideas que aparecen aquí a su teoría de la psico-
logía de masas. En su descripción sobre la dinámica de la formación de masas,
LA PSICOLOGÍA DE LAS MASAS A TRAVÉS DE LA ÓPTICA ANALÍTICA 57
masas como una parte de los sistemas organizativos orientados a la tarea. Aquí, la
cuestión interesante es que, independientemente de las medidas protectoras y
correctivas puestas en marcha por las organizaciones sociales —tales como el li-
derazgo funcional y sistemas organizativos burocráticos apropiados (con medios
para satisfacer los agravios y otras medidas destinadas a reducir la paranoiagé-
nesis; véase capítulo 8)—, la agresión, como una forma de conducta sádica, se
desarrollará inevitablemente en las instituciones y se infiltrará en el proceso ins-
titucional en varios puntos, incluso a través de los mismos mecanismos que por
lo general protegen a la institución de una génesis excesiva de paranoia.
En resumen, la inevitable activación de la agresión primitiva en el funcio-
namiento del individuo dentro de los grupos sociales refleja una disposición la-
tente universal a la regresión hacia niveles preedípicos de organización intra-
psíquica. Dentro de esta regresión, la proyección de la agresión en las figuras
paternas, la reintroyección de tales figuras bajo las condiciones distorsionadas de
la agresión proyectada, y los círculos viciosos consecuentes que implican la
proyección e introyección de la agresión, se enfrentan con mecanismos masivos
de aislamiento, que conducen a procesos de idealización, por un lado, y, por
otro, a procesos persecutorios paranoides. Estas operaciones psíquicas primiti-
vas, derivadas, en el fondo, de la relación diádica más temprana con la madre,
resuenan con problemas triangulares posteriores, reflejando la situación edípica
y transformando la disposición para transferencias preedípicas múltiples en un
desplazamiento hacia transferencias edípicas habitualmente triangulares y lle-
gan a dominar en la relación con la autoridad. La distorsión resultante de estos
procesos proyectivos de la autoridad racional, a su vez, conduce a la activación
defensiva de la afirmación narcisista, a las relaciones regresivas, al liderazgo pa-
rental temido o idealizado, y finalmente a una tendencia generalizada a repro-
yectar los aspectos más avanzados del funcionamiento del superego dentro de la
institución.
La proyección de las funciones del superyo sobre la institución incrementa
la dependencia subjetiva del individuo hacia la evaluación que la institución rea-
liza de él o ella, disminuyendo la capacidad del individuo para confiar en un sis-
tema de valores internalizado, y proporciona un desencadenante para la conta-
minación del individuo por parte de contracorrientes ideológicas, de rumores, y
para una regresión hacia ansiedades depresivas primitivas y persecutorias cuan-
do fracasan la retroalimentación y el alivio dentro de la institución. Bajo tales cir-
cunstancias, existe la amenaza, no sólo de una regresión emocional y caracterio-
lógica de la personalidad, sino también de una regresión en la dimensión moral
LA PSICOLOGÍA DE LAS MASAS A TRAVÉS DE LA ÓPTICA ANALÍTICA 61
SEGUNDA PARTE
Este capítulo es una continuación de los esfuerzos previos por aplicar la teo-
ría psicoanalítica de las relaciones objétales y los procesos grupales, y la teoría de
sistemas abiertos de las organizaciones sociales, al estudio de las instituciones
psiquiátricas y a los métodos terapéuticos desarrollados allí (Kcrnberg. 1973,
1975b). Me centraré en la relación entre la personalidad del administrador, la es-
tructura organizativa, los procesos de grupo que tienen lugar dentro de la organi-
zación y las tareas de la organización.
cientes para las tareas, o cuando el flujo normal de recursos y «productos» so-
brepasa los límites de la institución se produce el fracaso; o cuando las metas son
contradictorias o existe un error a la hora de clarificar las prioridades que inter-
fieren con la relación funcional entre los fines y la estructura de la administra-
ción, las estructuras de los grupos laborales institucionales se deterioran, la mo-
ral se hunde y los procesos grupales sufren una regresión. Esta regresión, a su
vez, afecta poderosamente a la cualidad y efectividad del liderazgo.
El desarrollo de supuestos grupales de lucha-escape o dependencia mueve a
los líderes de los grupos orientados a la tarea a tomar posturas que complementen
las necesidades emocionales de sus miembros o personal. Un personal que espe-
ra un tipo de liderazgo primitivo a partir de una determinada figura omnipotente
(en el grupo dependiente) o de una autoridad controladora poderosa o peligro-
sa (en los grupos de lucha-escape) tiende a provocar que el líder de la tarea «re-
grese» hacia ese rol.
El fracaso en la habilidad para cumplir las metas, causado por varios facto-
res internos y por las relaciones entre la organización y el ambiente, induce pri-
mero a procesos grupales regresivos y después conduce a la regresión en el fun-
cionamiento del liderazgo. En estos procesos grupales que permanecen sin
diagnosticar, sólo su producto final puede ser visible, bajo la forma de lo que pa-
rece ser un liderazgo inadecuado primitivo y, más específicamente, en los efectos
negativos causados a la organización por la personalidad del líder.
Sin embargo, los procesos grupales que tienen lugar en las instituciones psi-
quiátricas sufren la influencia de algo más que el nivel de orientación de la tarea
o su adecuación en relación con las estructuras administrativas y terapéuticas. La
naturaleza de la tarea realizada en las instituciones psiquiátricas, en particular
donde se tratan pacientes sumidos en una severa regresión, ejerce también una in-
fluencia poderosa sobre estos procesos grupales. Me refiero aquí a la reproduc-
ción del mundo interno patológico de las relaciones objétales, inducidas por
pacientes borderline y psicóticos, sobre los procesos grupales que implican al
personal y a los pacientes. En ciertas ocasiones, los pacientes que sufren una se-
vera regresión pueden inducir procesos grupales de supuestos básicos en grupos
formales e informales de paciente-personal de un servicio, y esto afecta negati
vamente al liderazgo del grupo y posiblemente a la estructura administrativa del
servicio en general. En este sentido, se podría afirmar que la naturaleza del «pro-
ducto» manejado por las instituciones psiquiátricas, es decir, el conflicto humano
profundo y primitivo, influye en gran medida en el funcionamiento de tales ins-
tituciones.
LIDERAZGO Y FUNCIONAMIENTO DE LA ORGANIZACIÓN 71
del líder, los procesos grupales, la estructura organizativa y las tareas organizati-
vas, sino también para señalar las causas principales de las distorsiones que los
afectan. La aproximación sistémica al estudio de las organizaciones considera a
la institución como un sistema global que integra dinámica y jerárquicamente va-
rios subsistemas (tales como la personalidad del líder y la naturaleza de los pro-
cesos grupales, además de los sistemas habituales de las tareas y de las estructu-
ras administrativas de la organización), y define al ambiente de la organización
como algo compuesto de suprasistemas que afectan a la institución de un modo
dinámico y jerárquicamente organizado (Dolgoff, 1973; Levinson y Klerman,
1967; Rice, 1963, 1969).
Además de tratarse de un modelo teórico satisfactorio, la aproximación de
sistemas puede tener un impacto diagnóstico y correctivo significativo sobre el
trabajo en las instituciones psiquiátricas. Tal visión contrasta con los modelos li-
neales y mecánicos, que atribuyen las causas de los trastornos organizativos a
miembros individuales de los subsistemas o suprasistemas mencionados. El aná-
lisis sistémico, por ejemplo, contrasta con un modelo que perciba la fluctuación
de los procesos grupales (desde los orientados a la tarea a los regresivos) como el
origen de todos los conflictos institucionales; si el líder parece ser autoritario o
demagógico, es el grupo quien le hace comportarse de esa manera; si los pacien--
tes sufren una regresión, es porque el grupo está empujando su enfermedad hacia
ellos, y así sucesivamente. O bien —otro ejemplo de una aproximación no sisté-
mica se culpa de todo al líder; el personal se siente indefenso y paralizado
a causa del líder irracional y autoritario. La atribución de culpa hacia el liderazgo
refleja a menudo, no sólo el esfuerzo del personal para negar conflictos serios en-
tre ellos y los pacientes, y para proyectarlos en el líder (el director de la unidad,
servicio o institución), sino que también sirve al personal para escapar de la con-
ciencia de su propia responsabilidad a la hora de proteger y perpetuar a la estructura
autoritaria.
A veces la naturaleza de la tarea es abrumadora, como cuando una ideolo-
gía que concibe el tratamiento psiquiátrico como algo tan poderoso que todos los
pacientes deberían ser capaces de mejorar, se confronta con la naturaleza ilu -
soria de esta convicción (como lo demuestran los resultados del tratamiento a lo
largo de un período extenso de tiempo). También existen, entonces, líderes poco
aptos. Es importante poder diferenciar esta situación de otro caso mucho más
frecuente, en el que el liderazgo representa un síntoma del problema, más que su
causa. De otro modo, la mayor parte de la energía de la institución podría con -
sumirse «curando» al líder; quizá la sorprendente capacidad de la gente, en mu-
LIDERAZGO Y FUNCIONAMIENTO DE LA ORGANIZACIÓN 73
chos sitios, para tolerar tal situación durante un largo período, indica lo gratifi-
cante que es atribuir la causa de todos los problemas al administrador, más que
centrarse en la interacción dolorosa y compleja de los sistemas implicados en
generar su conducta.
Hasta ahora no he mencionado la dimensión política de estos intereses con-
flictivos entre los grupos, que influye en su relación con la tarea, así como con el
líder y la dirección en general. Si concebimos los esfuerzos políticos como los es-
fuerzos conscientes o inconscientes de los individuos o grupos para defender sus
intereses y aumentar su influencia sobre los individuos y grupos en sus límites, la
acción política se convierte en un aspecto normal de las interacciones institucio-
nales. En tanto que los intereses del grupo surgen de las identificaciones de los
miembros del grupo con valores sociales, culturales o profesionales, se desarro-
llan conflictos entre pertenecer a determinados grupos relacionados —o no—
con la tarea, denominados grupos de sensibilidad (Miller y Rice, 1967). La «sen-
sibilidad» se refiere aquí a los vínculos emocionales que influyen en la formación
y cohesión del grupo; tales vínculos pueden derivar de la ejecución misma de la
tarea o de puntos en común pasados o presentes, reales o fantaseados, que ligan
a los individuos en los grupos. («Hablaremos entonces de sistema sensible y gru-
po sensible para referirnos a ese sistema o grupo que demanda y recibe lealtad a
partir de sus miembros; y hablaremos de límite sensible para referirnos al límite
alrededor de un sistema o grupo sensible» [Miller y Rice, 1967, pág. xiin].) Las
luchas políticas pueden reflejar los esfuerzos para conseguir un equilibrio óptimo
entre estas identificaciones conflictivas.
Sin embargo, cuando los esfuerzos políticos evolucionan hacia un compro-
miso ideológico que establezca un equilibrio óptimo entre grupos políticamente
opuestos, con independencia de los requerimientos de las tareas, surge una nue-
va complicación para el funcionamiento de la organización. El propósito funda-
mental de la institución psiquiátrica es profesional y técnico, más que político, y
pueden desarrollarse serias distorsiones en la tarea y en el grupo, en las estructu-
ras administrativas y en el liderazgo, cuando los objetivos políticos reemplazan a
las metas funcionales o a las orientadas a la tarea. Por ejemplo, «la democratiza-
ción» de una estructura administrativa puede percibirse como una solución ideal
para conflictos organizativos, pero puede también conducir al deterioro de los
grupos orientados a la tarea, de los grupos especializados, y de funciones y res-
ponsabilidades individuales. Es una ilusión que el autoritarismo en las institucio-
nes pueda superarse satisfactoriamente por medio de la democratización, más
que mediante el análisis funcional de los requerimientos de las tarcas y de las es-
74 DINAMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
CASO 1
CASO 2
CASO 3
del servicio, consideraba que el paciente había sido tratado demasiado indul-
gentemente, que se había puesto a su disposición una estructura hospitalaria insufi-
ciente y que la expresión de rebeldía contra las figuras de autoridad, por parte del
residente, había complicado la situación de tratamiento: al paciente se le contem-
plaba como la representación de la rebelión del residente. Otro «grupo externo»
representado por varios miembros del personal, el psiquiatra residente y su su-
pervisor, pensó que había sido subestimada la debilidad del ego del paciente, que
se necesitaba más tiempo y paciencia en vez de un enfrentamiento consistente.
Este grupo percibía al director del servicio como despiadado y tiránico en su
manejo de las conferencias clínicas en las que se discutió el caso. El análisis de
la situación mostró que las dinámicas intrafamiliares específicas del paciente se
activaron y proyectaron sobre las relaciones del personal, intensificando los con-
flictos potenciales alrededor de la autoridad, y el poder de todos aquellos impli-
cados en el tratamiento del paciente. Una vez que esto se clarificó y se resolvió la
división entre el personal, podría emplearse esta mayor comprensión de las diná-
micas del paciente para su tratamiento psicoterapéutico en el entorno hospitalario
(Kernberg, 1975a).
Este caso ilustra los efectos regresivos de la patología del paciente sobre la
naturaleza de las interacciones entre el personal y sobre la percepción del lide-
razgo del servicio como algo autoritario.
CASO 4
L A F R U S T R AC IÓ N D E N E C E S ID A D E S H U M AN A S B Á S I C A S
E N L A F U N C IÓ N D E L L ID E R A Z G O
Necesidades de agresión
Aunque la administración creativa puede permitir la expresión de las nece-
sidades de agresión de una forma sublimada, existe también la tentación de re-
solver tales tensiones mediante el ejercicio súbito de la autoridad. Los grupos
tientan con demasiada facilidad a sus líderes hacia la acción impulsiva, pero el
líder debe resistir tales tentaciones: normalmente es consciente de que la pérdi-
da de control sobre sus impulsos agresivos puede causar efectos devastadores,
que van bastante más lejos que aquellos que ocurren en otras situaciones ordina-
rias. Los aspectos del rol sobre su funcionamiento —la autoridad organizativa
formal que representa— y la inevitable distorsión transferencial en la percepción
de su conducta por parte del personal, puede ampliar peligrosamente su expre -
sión de agresión y ocasionar distorsiones paranoides en la mente de su personal.
La activación de las necesidades de agresión primitivas en el administrador
depende, generalmente, más de las fuerzas regresivas de los procesos grupales
dentro de la organización, que de sus características de personalidad. Existen,
ciertamente, líderes con fuertes tendencias sádicas, y dada la amplificación de la
80 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
enojo por parte del personal, así como para la racionalización, en la plantilla, de
los niveles más profundos del aborrecimiento irracional del líder desde el punto
de vista de sus limitaciones humanas. Por tanto, el odio hacia la autoridad, gene-
ralmente, parece bastante lógico, y esto agrava la distorsión efectiva de las fun-
ciones del liderazgo.
Los distintos orígenes del odio hacia un líder en particular se encuentran, sin
embargo, normalmente condensados y es bastante difícil juzgar si se odia al líder
debido a una estructura administrativa autoritaria, a la incompetencia de éste, a
que frustra las necesidades de realización de sus seguidores y sus expectativas
poco realistas, o debido a la psicopatología individual de cada uno de los impli-
cados. Idealmente, se debería ser capaz de determinar el origen del odio hacia el
líder a partir del análisis de la tarea primaria de la organización, de la adecuación
de la estructura administrativa y del liderazgo funcional hacia la tarea, y otros por
el estilo.
Sólo tras determinar que otros factores no son los responsables, se puede
plantear la pregunta de si las personalidades de los líderes clave están introdu-
ciendo niveles patológicos de agresión en el sistema, o si las regresiones patoló-
gicas dentro de los grupos están activando temporalmente supuestos grupales bá-
sicos y, por tanto, una agresión excesiva.
Se deben examinar los problemas morales generales dentro de la organiza-
ción y la orientación a la tarea de las relaciones intergrupales organizativas, antes
de que se pueda concluir que el fenómeno regresivo grupal no constituye el fac-
tor primario y de que están implicadas la psicopatología de varios individuos,
particularmente la del líder. Las distorsiones organizativas pueden deberse a la
psicopatología individual dentro de puntos administrativos cruciales de la estruc-
tura institucional, pero este diagnóstico sólo puede realizarse después de que ha-
yan sido eliminadas otras causas posibles de regresión emocional dentro de la or-
ganización. Este punto de vista contrasta con un análisis de los conflictos
organizativos que atiende exclusivamente a la psicopatología individual, a los
procesos grupales, a la estructura organizativa o a los factores políticos.
Si el líder parece razonablemente capacitado para su tarea y no muestra un
trastorno significativo de personalidad, y si no existen problemas organizativos
evidentes —si la estructura administrativa es adecuada para la ejecución de la
tarea y el ambiente externo es relativamente estable— la cuestión de la agresión
«inapropiada» del personal hacia el líder puede resolverse a menudo en térmi-
nos de la necesidad de éste de tolerar una cierta cantidad de agresión sin preo-
cuparse excesivamente por ello. En la práctica, cuando se ama al líder sin reser-
82 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
va y nunca nadie se enfada con él, algo debe ir mal. Las decisiones significati-
vas siempre causan aflicción. Naturalmente, eso afecta a la persona situada en la
cúpula, y él o ella debe ser capaz de soportarlo. La tolerancia de los arranques
agresivos del personal, sin reaccionar de forma desmedida, es parte de la defini-
ción de un buen líder: esta es una razón por la cual las personalidades severa-
mente narcisistas y paranoides son líderes poco eficientes de la tarea. A menudo
la tolerancia del administrador hacia los arrebatos temporales e irracionales del
personal puede, por sí misma, disminuir los miedos que subyacen a la expresión
de tal enojo y crear, así, una experiencia emocionalmente correctiva para todos
los implicados.
Necesidades sexuales
general, pueden interferir con las relaciones orientadas a la tarea y con la estruc-
tura de la misma.
Con el fin de hacer públicas las políticas sexuales, debe diagnosticarse el
grado en el que se relacionan la sensibilidad sexual y la tarea, no para eliminar las
barreras de ámbito privado, sino para evitar las distorsiones perceptuales com-
partidas por los grupos y por ambos sexos cuando operan las políticas sexuales
dentro de la institución. Por ejemplo, se necesita entender la rebelión compartida
de las enfermeras jóvenes y los médicos, contra sus respectivos líderes femenino
y masculino, si quieren evitarse las distorsiones generales en las relaciones entre
el personal de enfermería y el médico.
Todo esto no debe interpretarse como que no pueden desarrollarse relacio-
nes sexuales satisfactorias entre los miembros del personal o de las organizacio-
nes; al contrario, la gente establece a menudo relaciones duraderas sexuales y
maritales con quienes conoce en el trabajo. Cuando una pareja establece una re-
lación sexual, la relación laboral entre ellos normalmente cambia; uno o ambos
pueden retirarse incluso de ese trabajo específico. En el caso de que una pareja
con una relación estable continuara, al mismo tiempo, con una relación laboral,
deben consolidar la relación sexual en términos diferentes a los de la relación la-
boral; la pareja que se casa deberá establecer una relación íntima en áreas distin-
tas de las de la tarea. En cambio llegará a ser particularmente importante, para los
líderes de la organización supervisar el mantenimiento de la tarea cuando una pa-
reja opera dentro de un cierto sistema relacionado con dicha función.
A menudo es insatisfactorio cuando el esposo y la mujer trabajan juntos
como líder y subordinada en el mismo sistema de tareas, porque esto podría tener
un efecto nocivo sobre las relaciones laborales con el grupo de iguales. Las parejas
se perciben con frecuencia como poderosas e incluso amenazadoras por parte de
los individuos dentro de la organización, así que, incluso cuando la pareja man-
tenga escrupulosamente las relaciones laborales, los grupos no lo perciben así y
reaccionan hacia aquélla con temor, agresión, resentimiento y sospecha.
Incluso en circunstancias ideales esto puede reducir la efectividad de la pa-
reja. En circunstancias menos óptimas, la pareja puede ser absorbida por la in-
ducción de roles, fantasías compartidas y conductas de los grupos. Además, se le
puede tentar para que represente sus propios conflictos mediante la proyección
de la agresión sobre el ambiente y desarrollando un vínculo idealizado que ex-
plote su alianza en detrimento de otros. A veces, el miembro más poderoso de la
pareja controla al más servil o masoquista para sus propias necesidades, cuando
tal pareja ocupa una posición de liderazgo, ambos pueden distorsionar su ejercí-
86 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
Necesidades de dependencia
Elegir líderes competentes es una tarea fundamental para todas las organiza-
ciones. La información referente a la presunta personalidad del administrador de-
bería complementar los detalles sobre su experiencia previa, sus habilidades con-
textúales generales, su conocimiento técnico y sus habilidades específicas para el
trabajo en particular. La creciente comprensión psicoanalítica sobre la importan-
cia crucial de las relaciones objétales internas (más que las externas), así como de
las relaciones mutuas de regresión en individuos y grupos, ofrece una herramien-
ta práctica importante para la selección de los líderes.
En el capítulo 4, describí los efectos de las presiones regresivas de las insti-
tuciones psiquiátricas sobre sus administradores. Subrayé que, aunque las crisis
parecen deberse, con frecuencia, a los problemas de personalidad del líder, a tra-
vés de un análisis más amplio se descubre a menudo una situación más comple-
ja. Con frecuencia, los procesos grupales regresivos son inducidos primero por
un fracaso en la efectividad del trabajo, que surge a partir de varios factores or-
ganizativos internos, y de las relaciones entre la organización y el medio am-
biente; a lo que le sigue la regresión en el funcionamiento del líder. Si estos pro-
cesos grupales permanecen sin diagnosticar, sólo podría percibirse su producto
final, en lo que parece ser un liderazgo inadecuado primitivo y, más específica-
mente, los efectos negativos de la personalidad del líder sobre la organización.
Pero los problemas del liderazgo no son siempre la causa de la crisis. Ahora
atiendo a las presiones regresivas que surgen de los administradores; sin embar-
go, debo volver a enfatizar la importancia de distinguir entre componentes orga-
nizativos regresivos y la regresión en el líder.
Sigo una línea media entre dos posiciones teóricas: la aproximación tradi-
cional, de acuerdo a la cual el liderazgo es innato —particularmente el liderazgo
carismàtico— y el pensamiento teórico más reciente, en el cual el liderazgo se
90 DINAMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
EL ASESOR
la exploración de los procesos grupales, así como del contenido real de los pro-
blemas administrativos que están examinándose. El diagnóstico del asesor sobre
los problemas del liderazgo intermedio y alto debería incluir una evaluación de los
recursos humanos existentes en la organización y, puesto que éstos son los valores
potenciales fundamentales de las organizaciones, el grado de integridad del líder
principal tiene una implicación pronostica importante. Un grupo de liderazgo in-
termedio competente y con confianza mutua puede aportar la base para una rees-
tructuración efectiva.
Cuando el asesor concluye que los problemas de personalidad del líder, por
su incompetencia general, derivan de una falta de conocimiento técnico, limita-
ciones conceptuales o defectos administrativos, la solución que surge es si puede
ayudársele a cambiar o bien si debe abandonar su puesto. No existen respuestas
obvias a esta pregunta. Los líderes pueden ser asesorados a veces para mejorar su
habilidad, mediante la reducción de las fuerzas regresivas existentes sobre ellos
que surgen de los procesos grupales organizativos. La mejora en la definición de la
tarea, la ejecución de la misma, los controles de los límites y la estructura ad-
ministrativa como un todo, pueden sacar a la luz todos los valores positivos y re-
ducir el impacto negativo de su personalidad. El incremento en la gratificación de
sus necesidades emocionales (en las áreas de agresión, sexo o dependencia) fue-
ra de la estructura organizativa puede ser útil algunas veces. En ocasiones, la me-
jor solución puede ser ayudarle a retirarse, bien cambiando sus funciones profe-
sionales, o bien trasladándole geográficamente dentro de la organización, si tales
alternativas se encuentran disponibles.
Aunque la recomendación de que abandone es siempre una seria bofetada
narcisista, a menudo sucede que el administrador reconoce en realidad que no ha
sido capaz de realizar bien su trabajo; puede sentirse aliviado cuando alguien de
fuera le confronta con ese hecho. Por otro lado, cuando el asesor concluye que la
organización tiene un mal líder en la cúpula, éste podría retirarse discretamente
(o pedírsele discretamente que se retire).
La situación es diferente, naturalmente, cuando el problema implica a un ad-
ministrador en un nivel jerárquico bajo. En este caso, los líderes de las altas esfe-
ras deben reconocer que es indispensable la firmeza a la hora de eliminar situa-
ciones negativas para la salud de la organización. Ayudar a abandonar a alguien
que no puede hacer su trabajo puede parecer agresivo e incluso sádico, pero ge-
neralmente es peor permitir a un mal líder que siga en el cargo de una estructura
organizativa; el sufrimiento que puede causar a la plantilla debería ser una preo-
cupación fundamental para el dirigente principal. El liderazgo óptimo implica de-
94 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDE RAZGO
cisiones duras y, a veces el líder principal debe ser firme y decisivo al enfrentar- se
con alguien que incluso puede ser un amigo personal íntimo.
Existen ocasiones en las que el problema puede diagnosticarse pero, por al-
guna razón, no puede resolverse. Algunas organizaciones parecen abocadas a la
autodestrucción, incapaces y poco dispuestas a aceptar un cambio positivo. Esta
es una situación dramática para un asesor —e incluso más dramática para el per-
sonal de la organización—. Comprender la estructura administrativa y su con-
flicto puede ayudar al personal, particularmente al jefe de personal quien tiene
una visión de la situación, a ayudar a obtener conclusiones realistas sobre cómo
pueden resolverse estos conflictos y si se pueden resolver, lo cual tendrá un fuer-
te efecto sobre su propio futuro.
Ciertas situaciones son tan pésimas que la única solución para la dignidad
de los miembros del personal es abandonar; en otras palabras: existe algo así
como un ambiente organizativo venenoso. Es notable la frecuencia con la que
los miembros del personal que trabajan en tal ambiente destructivo se niegan a
sí mismos la naturaleza insoluble de los problemas de la organización; en efec-
to, gratifican sus necesidades patológicas de dependencia mediante tal negación
y fracasan a la hora de admitir la necesidad de trasladarse. Entender en profun-
didad las organizaciones puede ser doloroso —a veces, tal conciencia no mejo-
ra la efectividad de los miembros del personal— pero el entendimiento siempre
posibilita el hecho de ganar una comprensión más objetiva acerca de lo que será
probablemente el futuro de la organización. El paralelismo con el aprendizaje
doloroso sobre los aspectos del propio inconsciente en la situación psicoanalíti-
ca se encuentra implícito aquí: existen defensas patológicas contra la concien-
ciación de la verdadera situación del lugar donde uno trabaja. En algún momen-
to, el individuo tiene una responsabilidad para consigo mismo que trasciende la
responsabilidad hacia la organización, y el conocimiento de los conflictos or-
ganizativos puede ayudarle a percatarse más rápidamente de cuándo ha llega-
do este momento.
En circunstancias menos extremas, el personal educado orientado a la tarea
puede hacer más para ayudar a su líder a corregir o deshacer las estructuras ad-
ministrativas distorsionadas y reducir los efectos de la patología sobre el lideraz-
go principal. La administración intermedia puede ser particularmente útil a la
hora de preservar las relaciones administrativas funcionales, compartiendo una
comunicación abierta y el análisis de la situación. En este sentido, debo poner
todo el énfasis posible en la responsabilidad de los seguidores para que no per-
petúen y exacerben los problemas del líder.
LA REGRESIÓN EN EL LÍDER DE LA ORGANIZACIÓN 95
De todas las patologías de carácter en los líderes que amenazan a las institu-
ciones, las características de la personalidad narcisista son quizá las más serias.
Debo señalar que estoy empleando aquí el concepto de personalidad narcisista en
un sentido restringido, refiriéndome a personas cuyas relaciones interp ersonales
están caracterizadas por una excesiva autoreterencia y autocentramiento; cuya
grandiosidad y sobrevaloración de sí misma., existe junto a sentimientos de inte -
rioridad; quienes son hiperdependientes de la admiración externa, emocional-
mente superficiales, intensamente envidiosos, despreciativos y explotadores en sus
relaciones con los demás (Kernberg 1970, 1974).
El desmedido autocentramiento y grandiosidad de la gente narcisista con -
trasta dramáticamente con su potencial crónico para la envidia. Su falta de habi-
lidad para evaluarse a sí mismos y a los otros en profundidad, les convierte en
104 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
personas incapaces de empatizar con los demás y con una sofisticada discrimina-
ción de los otros, todo lo cual puede llegar a ser dañino cuando ocupan puestos
de mando. Además, cuando no reciben las gratificaciones externas esperadas, o
cuando sienten una frustración severa o fracaso, pueden desarrollar tendencias
paranoides en vez de una depresión o sentido de fracaso personal. Tales tenden-
cias exacerban los rasgos de carácter narcisista del líder y el daño que pueden
causar a la organización.
Debido a que las personalidades narcisistas se encuentran dirigidas a menú-
do por necesidades intensas de poder y prestigio para asumir puestos de autori-
dad, los individuos con tales características se encuentran frecuentemente en
puestos de alta dirección. Son a menudo hombres y mujeres con una inteligencia
superior, que trabajan duro, y extremadamente talentosos o capaces en su área,
pero sus necesidades narcisistas neutralizan o destruyen su potencial creativo
dentro de la organización.
Los sujetos con un narcisismo patológico aspiran a puestos de liderazgo bus-
cando más una fuente de admiración y de gratificación narcisista por parte del
personal y del ambiente externo, que porque estén comprometidos con ciertas ta-
reas o con el ideal representado por la institución. Como consecuencia, pueden
negar los requerimientos funcionales del liderazgo, las necesidades humanas, los
límites implicados en el trabajo y también los sistemas de valores que constitu-
yen uno de los baremos importantes con los cuales juzgar las responsabilidades
administrativas y técnicas. Los líderes con personalidades narcisistas son incons-
cientes de la variedad de relaciones humanas patológicas que fomentan, tanto al-
rededor de sí mismos como por toda la organización en general, en la medida en
que sus personalidades afectan a estructuras y funciones administrativas en ge-
neral.
Al contrario que los líderes con características patológicas obsesivas y para-
noides, el líder narcisista no sólo requiere sumisión por parte del personal; tam-
bién demanda su amor. Intensifica artificialmente la tendencia normal del perso-
nal a depender del líder y a idealizarle, y en la medida en que la plantilla llega a
concienciarse de lo importante que es para el director recibir demostraciones per-
petuas de amor y admiración incondicional, la adulación se convierte en una ca-
racterística constante en la comunicación con él.
La influencia negativa del narcisismo patológico debe diferenciarse de las
manifestaciones narcisistas normales que forman parte de las gratificaciones en
cualquier puesto de responsabilidad y liderazgo, gratificaciones que pueden ser
fuente de una mayor efectividad del líder, así como fuente de compensación por
LA REGRESIÓN EN EL LÍDER DE LA ORGANIZACIÓN 105
está impedido por las dudas constantes —dudas derivadas de una envidia in-
consciente, devaluación y falta de convicción—, por la falta de certeza y por la
necesidad de cambiar constantemente sus intereses a medida que pierde entu-
siasmo por aquello que ya no es nuevo ni excitante. La incapacidad del líder nar-
cisista para gratificar las necesidades de dependencia objetivas del personal —en
términos más simples, su incapacidad para escuchar— frustra las necesidades
emocionales básicas del personal y al mismo tiempo fortalece las consecuencias
negativas de las distorsiones en los procesos grupales: la creación de un grupo in-
terno sumiso y dependiente y de un grupo externo deprimido y enojado.
Los líderes severamente narcisistas, cuya ambición se frustra por la realidad
externa de la organización, pueden necesitar un apoyo adicional tan grande, por
parte de su personal, que la mayor parte de la energía institucional se gasta en in-
tentar restaurar el equilibrio emocional del líder. En un departamento de psiquia-
tría, el presidente había alcanzado su puesto en una etapa temprana de su carrera,
cuando aparentemente era uno de los miembros más prometedores de su genera-
ción; sin embargo, había perdido progresivamente su habilidad para el liderazgo
y se había convertido en alguien amargado y deprimido. Tras varios años, aque-
llos miembros veteranos de personal que permanecían aún, concebían como la ta-
rea organizativa principal proteger al líder del estrés innecesario y de lesiones
narcisistas, y estimular sus capacidades ofreciendo apoyos y refuerzos continuos.
Como resultado de ello, la creatividad general del departamento disminuyó nota-
blemente.
Es alentador señalar que los miembros del personal de las instituciones diri-
gidas por un líder narcisista pueden mantener su integridad personal, autonomía, e
independencia, a pesar de la influencia corrompedora de su ambiente inmedia-
to. Estos miembros aislados pueden ofrecer a un asesor externo la información
más significativa sobre las agendas ocultas de la organización y pueden dar a sus
colaboradores esperanza para el cambio en medio del desaliento general. Es
como si la situación social de la institución estuviese reflejando la vida intrapsí-
quica de las personalidades narcisistas, con fragmentos de un ego saludable flo-
tando en un mar de relaciones de objeto internalizadas deterioradas.
Aunque los líderes narcisistas a menudo emiten un aura de autoconfianza
extrema y pueden con ello estimular la identificación del grupo, no todos los lí-
deres narcisistas son carismáticos, ni todos los líderes carismáticos son narcisis-
tas. El carisma personal puede surgir de la combinación de varios rasgos de per-
sonalidad y pueden incrustarse en una fuerte excelencia técnica, en convicciones
morales y en .la profundidad humana. Algunas veces, los miembros del personal
LA REGRESIÓN EN EL LÍDER DE LA ORGANIZACIÓN 109
ficarse con las metas de la organización. Como regla general, si el futuro adminis-
trador se juzga como alguien capaz de abandonar sus nuevas funciones administra-
tivas sin una pérdida fundamental de su autoestima profesional, posee una im-
portante fuente de seguridad que constituye un factor positivo en su puesto.
Una cuestión principal es averiguar el nivel de conciencia del administrador
sobre aquellos valores profesionales básicos, y su grado de confianza en ellos,
como algo opuesto a las cuestiones elegantes y que ofrecen ganancias a corto pla-
zo. Particularmente durante épocas de cambio rápido, muchos profesionales poco
creativos e incluso mediocres acceden al mando de sus organizaciones debido a
que cambian rápidamente a áreas de interés popular.
Otra cuestión es el grado en que el candidato ha mostrado coraje para luchar
abiertamente por sus convicciones, más que para manipular conflictos con rela-
ción al poder y el prestigio. El coraje para luchar por sus creencias, por su perso-
nal, para desafiar los poderes establecidos —en términos de la tarea, más que de
una rebeldía emocional inmadura— es un factor positivo importante. Aquí se
debe diferenciar entre el coraje que surge de la fuerza de la convicción, de aquel
que representa la quejumbrosidad paranoide, la tenacidad obsesiva o la implaca-
bilidad narcisista, pero en la práctica no es demasiado complicado hacerlo. La
fuerza y la decisión son cruciales para la toma de decisiones, que constituye la
principal tarea del administrador.
El grado en el cual el candidato obtiene un disfrute auténtico del crecimien-
to y desarrollo de otras personas es otra consideración muy importante en la se-
lección de un líder. La creatividad y el éxito de quienes trabajarán a sus órdenes no
deberían sentirse amenazados por conflictos excesivos pertenecientes a la en-
vidia del líder.
Los responsables de la tarea de evaluar a los potenciales líderes son general-
mente conscientes de la importancia de la integridad moral del líder, además de
los factores positivos y habilidades puramente profesionales; he resaltado más la
importancia adicional de la adherencia del líder a los valores —incluyendo los
valores profesionales— y sus relaciones con los objetos internos, así como con
los externos.
Mencioné anteriormente que existen gratificaciones narcisistas normales en
las funciones del liderazgo que deberían ayudar a prevenir las regresiones pato-
lógicas en la personalidad del administrador y compensarle por las fuerzas regre-
sivas que proceden de procesos grupales de toda la organización. Además, una
resolución adecuada de sus conflictos edípicos podría permitir al líder protegerse
a sí mismo de los procesos grupales regresivos y podría contribuir a su habilidad
112 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
para desempeñar el cargo del liderazgo, para disfrutar del éxito, para triunfar so-
bre los rivales y para combinar la asertividad con la tolerancia y la humanidad
—todos ellos aspectos importantes del trabajo administrativo—. De modo simi-
lar, la gratificación suficiente de sus necesidades sexuales y dependientes fuera
de la estructura organizativa ayudarán también al líder a resistir las presiones gru-
pales regresivas, aunque no estoy diciendo que esas cuestiones sean considera-
ciones prácticas que deberían tomarse en cuenta en el proceso de selección. La
vida personal e intrapsíquica del administrador (independientemente de su papel
fundamental en la habilidad para desempeñarse), en contraste con su conducta,
debería protegerse mediante límites de intimidad, pero su carácter e integridad
moral son parte del dominio público.
Finalmente, incluso en circunstancias ideales, existirán restricciones insti-
tucionales adicionales, relacionadas con la condición humana de las organiza-
ciones sociales y con las limitaciones de las personalidades de los individuos
implicados; algunas batallas necesitan disputarse una y otra vez, de manera in-
terminable. El administrador ideal, al igual que la organización o grupo ideal,
refleja las fantasías regresivas de los grupos e individuos.
6. EL D I V Á N E N E L M A R : P S I C O A N Á L I S I S
DE LAS ORGANIZACIONES
F R E U D Y E L L ID E R A Z G O
ñala la paradoja de que Freud, que describía de forma crítica las relaciones irra-
cionales entre los líderes y los seguidores de las instituciones organizadas, podría
haber sido el autor de «Sobre la historia del movimiento psicoanalítico», publi.-
cado en 1914. El escrito de Freud indica claramente, de acuerdo con Roustang, su
convicción de que un compromiso verdaderamente científico con el psicoanálisis
debe coincidir con la lealtad a sus ideas (las de Freud), ya que cualquier cuestio-
namiento de los conceptos psicoanalíticos clave representa una resistencia in-
consciente a la verdad. La naturaleza ad hominem de los argumentos de Freud
contra Jung y Adler es una lectura dolorosa para cualquier admirador de la ge-
nialidad de Freud. Se podrían omitir las relaciones de Freud con sus seguidores
inmediatos como si se trataran de una curiosidad histórica y relevante, si no estu-
viesen vinculadas tan íntimamente con la historia psicoanalítica posterior. Rous-
tang, en su estudio de la relación entre el maestro y el discípulo, llama la atención
respecto a una contradicción relacionada con todas las sociedades psicoanalíti-
cas. La meta del psicoanálisis es resolver la transferencia. Pero la educación psi-
coanalítica trata de mantener la transferencia que el mismo psicoanálisis intenta
resolver. Si se requiriese la fidelidad a Freud, el fundador carismàtico del psi-
coanálisis, los miembros de esas sociedades no podrían llegar a ser científica-
mente independientes. Esta tradición ha perdurado, como aclara Roustang en su
estudio de Lacan.
¿Estaba describiendo Freud su movimiento psicoanalítico o empleándolo in-
conscientemente como modelo mientras escribía «Psicología de grupos y análi-
sis del ego» (1921)? ¿Y cómo puede explicarse su falta de interés para examinar
la personalidad del líder de la organización? Freud parece considerar la naturale-
za del líder sobre todo en términos de su función representativa como el hijo más
joven del padre simbólicamente asesinado. Freud simplemente atribuye al líder
las características de seguridad en sí mismo y autoinvestidura narcisista, en con-
traste con la libido que el grupo invierte sobre él.
B IO N Y E L L ID E R A Z G O
y no estructurados puede ser muy valioso para aprender sobre la psicología de los
pequeños grupos y los procesos grupales, o incluso sobre las organizaciones
grandes y los grupos amplios no estructurados, el valor terapéutico de su técnica es
discutible.
De hecho, se encuentra implícito en el método de Bion la negación a que el
líder participe en el grupo. El líder observa e interpreta todas las interacciones, in-
cluso aquéllas dirigidas hacia su persona, en términos de procesos grupales,
como si él mismo fuera una cifra. Esta estrategia reduce la relación de roles
habitual entre los miembros y el líder. El intento de descartar al líder como una per-
sonalidad distinta, no sólo evita la estructuración ordinaria de la situación grupal
por medio de roles e interacciones tranquilizadores y aceptados socialmente, sino
que crea —cuando se aplica a la psicoterapia de grupo— artificialidad en la acti-
tud del líder. Esto ridiculiza al psicoanalista sentado de forma oculta tras el diván.
Confundir la neutralidad técnica del p úcoanalista con «la disgustada indife-
rencia», a la cual se opuso el mismo Freía' (1927), es un problema que todavía
persiste. Algunos analistas creen que ser técnicamente neutral no es sólo que no
se debe compartir la propia vida interior con el paciente (lo que es totalmente
apropiado), sino que se debe crear la ilusión de que el analista no tiene en abso-
luto personalidad, lo cual difícilmente es real. Dudo si se podría haber dicho de
Freud que él aparecía ante sus pacientes como «un hombre sin cualidades».
Esta cuestión se relaciona con la atípica controversia analítica relativa al
grado en el que la transferencia se basa en la realidad de lo que el paciente ob-
serva en el analista o si pertenece al pasado del paciente. Esta discusión niega el
hecho de que la transferencia generalmente se cristaliza sobre aspectos objetivos
de la personalidad del analista, los cuales son exagerados o distorsionados como
consecuencia de la transferencia inconsciente del paciente a partir de sus expe-
riencias anteriores. Diferenciar la realidad de los estímulos transterenciales de la
transferencia per se como una distorsión o una exageración de ese estímulo, ha
constituido siempre una tarea técnica primordial. Mi punto de vista es que la fan-
tasía o deseo de borrar cualquier estímulo de la realidad derivado del analista
sólo beneficia a la necesidad inconsciente del paciente de idealizar.
Existen ventajas y desventajas en la técnica de Bion. Entre las ventajas se
encuentran el agudo realce de los aspectos primitivos de las operaciones menta-
les y la posibilidad de examinar los procesos inconscientes que influyen en la
conducta grupal. En el lado negativo, han surgido preguntas (Scheidlinger, 1960;
Malan y cois., 1976) sobre el grado en el cual la distancia artificial del líder del
grupo, la eliminación de las características habitualmente confortantes de las in-
116 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
fragilidad del místico creativo, quien se encuentra en peligro por la naturaleza en-
vidiosa, paranoide, prosaica, convencional y limitada de lo que Bion denomina el
«sistema». Describe tres tipos de interacciones entre el místico y el sistema: un
enriquecimiento mutuo o «simbiótico»; una interacción mutuamente destructiva o
«parásita»; y una relación de ignorancia mutua o de «comensal». Su énfasis ra-
dica en el riesgo de que el místico que no pueda ser «contenido» por el sistema sea
destruido por éste o viceversa, y también en el peligro de que la creatividad
subversiva del místico destruya el sistema.
L A E S C U E L A D E K E N N E T H R IC E
razgo del grupo de supuestos básicos y de borrar todos los límites dentro del tu-
multo emocional que impregna al grupo.
Un inconveniente importante en las conferencias sobre relaciones grupales
es el fracaso relativo, por parte de la teoría correspondiente, para considerar los
efectos de su misma naturaleza temporal. Katz y Kahn (1966) señalaron que,
cuando los trabajadores de las organizaciones sociales industriales intentaban
aprender actitudes nuevas, en un ámbito experiencial, mediante la exploración de
los aspectos irracionales de los procesos grupales, frecuentemente fracasaban.
Este fracaso derivaba de su negativa a analizar las características estables de la
estructura organizativa y la relación entre la estructura y los conflictos reales (en
contraste con los fantaseados o irracionales) de intereses que median tales es-
tructuras organizativas.
Las experiencias grupales de aprendizaje de corta duración no permiten a
sus integrantes estudiar el impacto de las estructuras de personalidad en los
miembros de las organizaciones, particularmente de la personalidad de los líde-
res clave.
Aquí estamos tocando de nuevo, ahora en el ámbito de la relación entre los
grupos grandes y las estructuras organizativas, la misma negación, apenas per-
ceptible, del impacto de la personalidad del líder sobre los conflictos organizati-
vos. Rice tiene el enorme mérito de haber desarrollado plenamente una teoría del
funcionamiento organizativo que permite el diagnóstico de la regresión organi-
zativa —-«la pérdida de moral»— y de las distorsiones administrativas que
facilitan tales procesos grupales regresivos, con una aproximación teórica,
elegante y eminentemente práctica, referente a las dinámicas organizativas. Pero,
una vez más, los efectos de la personalidad distorsionada sobre las
organizaciones sociales estables se pierden aquí. Es casi como si el líder racional
y óptimo fuera una persona sin cualidades, ¿o quizá debería ser una persona sin
cualidades?
Cuanto más severa sea la patología de personalidad del líder y más rígida la
estructura organizativa, mayores son los efectos destructivos del líder sobre la or-
ganización. Puede ser que en circunstancias extremas, la regresión paranoide de
una sociedad al completo mantenga la salud del tirano y que cuando desaparezca
el control sobre esa sociedad el líder se psicotice: los meses finales de Hitler
apuntan esta posibilidad.
En circunstancias menos extremas, el esfuerzo por corregir las distorsiones
organizativas mediante el cambio conductual del líder podría causar consecuen-
cias desastrosas para él, así como para aquellos que se encuentran en el siguiente
nivel. Si la organización debe vivir con un líder disfuncional desde un punto de
120 DINAMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
LIDERAZGO RACIONAL
po como una causa posible de esta situación. Sin embargo, tácitamente declara
que las personalidades narcisistas pueden ser «seducidas» fácilmente para asumir
funciones de liderazgo cuando se enfrentan con la regresión del grupo de depen-
dencia, y que las personalidades paranoides pueden ser «seducidas» para funcio-
nes de liderazgo en condiciones vigentes de supuestos de lucha-escape.
Rice (1969) y Turquet (1975) complementaron los estudios psicoanalíticos
básicos del fenómeno de las masas de Freud y de los procesos de los grupos pe-
queños de Bion, con su análisis de los procesos de los grupos amplios y, particu-
larmente, de la regresión en tales colectivos. Una vez más, se ignoró la función
de la personalidad del líder. De hecho, como señalaron Katz y Kahn (1966), el
análisis funcional de los procesos grupales, la estructura organizativa, y su inte-
racción, derivaban de modelos psicoanalíticos que habitualmente omitían la in-
fluencia de la personalidad del líder como un codeterminante crucial en la es-
tructura organizativa.
Era natural que, una vez que la teoría psicoanalítica básica de los procesos
grupales procedente de estas contribuciones fundamentales se integró en el estu-
dio fidedigno del funcionamiento organizativo, el papel previamente ignorado (o
negado) de la personalidad del líder se colocara en el centro de atención. Así, Le-
vinson (1972), Zaleznik (1979), Chasseguet-Smirgel (1975) y Anzieu (1981) se
centraron en los aspectos de la personalidad del líder que fomentaban o podían
controlar la regresión de los grupos dentro del funcionamiento organizativo. Za-
leznik estudió los impactos respectivos del líder de consenso y el carismático;
Levinson la relación mutua entre la regresión de transferencia en los seguidores
y la personalidad del líder; y Anzieu y Chasseguet-Smirgel se centraron en el
«mercader de ilusiones», el líder narcisista autoindulgente de los grupos en regre-
sión, que gratifica la búsqueda del grupo de un líder totalmente generoso, gran-
dioso aunque no amenazante, y pseudopaternal, que les proteja de la realidad
y del alto nivel de los conflicto edípicos.
Rangell (1974), al describir el síndrome del compromiso de la integridad,
señaló la corrupción del funcionamiento del superego inducida por un narcisismo
desenfrenado, remarcando también la función facilitadora de los procesos grupa-
les regresivos para ocasionar tal deterioro del superego en los líderes. Destacó
que el superego estaba más abierto a la influencia del ambiente que otras estruc-
turas psíquicas, y que los procesos grupales que solían afectar al líder, le presio-
narían para adoptar posturas morales mutuamente contradictorias.
Anteriormente, destaqué los efectos específicos de los aspectos obsesivos,
esquizoides, paranoides y narcisistas de la personalidad del líder sobre las orga-
LA DIMENSIÓN MORAL DEL LIDERAZGO 129
T R A N S F E R E N C I A S C O L E C T IV A S
amplificación de sus respuestas agresivas (tal como las percibe el personal) bajo
la influencia de las disposiciones paranoides de los seguidores, y añaden una se-
xualidad sutil a sus relaciones con los miembros de la organización, la cual po-
dría sumar una cualidad erótica a la vida institucional, pero también podría des-
truir las relaciones administrativas conduciendo a conflictos sexuales.
En condiciones menos ideales (lo que, dada la naturaleza humana, constitu-
ye la regla más que la excepción), se magnifica el potencial regresivo. Este in-
cremento de la dimensión narcisista, paranoide o sexual de la regresión organi-
zativa, puede ser simplemente una respuesta a una estructura que se encuentra
lejos de ser funcional y que se mueve en la dirección del autoritarismo o del caos.
Todavía estoy hablando solamente sobre las consecuencias de las disposiciones
transferenciales para la estructura administrativa; aún no trato las complica-
ciones derivadas del desarrollo de los procesos grupales regresivos.
L O S E F E C T O S D E L A S E S T R U C T U R AS A D M IN IS T R A T IV A S
D IS F U N C IO N A L E S
L O S E F E C T O S D E L A R E GR E S IÓ N E N L O S G R U P O S P E Q U E Ñ O S
Y GR A N D E S
L A P E R S O N A L ID A D D E L L ÍD E R
L O S S IS T E M A S D E V A L O R E S D E L L ÍD E R Y L A C O R R U P C IÓ N
O R G A N IZ A T IV A
en este proceso, surge de varias fuentes: la autoridad investida en el líder por par-
te de la institución; la autoridad derivada de sus características de personalidad
y de sus habilidades técnicas e intelectuales, la autoridad delegada en él por par-
te de grupos profesionales u otros grupos sensibles; la proyección sobre él de la
agresión como parte de la dimensión paranoide del funcionamiento organizativo;
y su idealización como una parte de la dimensión narcisista-dependiente del fun-
cionamiento de la organización.
Como mencioné antes, el ejercicio efectivo de la autoridad ocupa un rango
medio entre un ejercicio excesivo de poder, que transforma la autoridad en auto-
ritarismo, y un ejercicio inadecuado del mismo, lo que es una causa de deterioro
y fracaso del liderazgo, que conduce al caos de la organización y a una regresión
inmediata de los procesos grupales. Mi postura difiere de las visiones tradicio-
nalmente opuestas de que el poder reside: o en la personalidad del líder, o en la
estructura de la organización.
La concentración de poder en el líder y el ejercicio del mismo tienden a va-
riar o, más bien, existen condiciones variables que tientan al líder a incrementar
el ejercicio de poder y que aumentan o inhiben su capacidad para hacerlo. El
funcionamiento exitoso de la organización ofrece una sensación de satisfacción
para todos los implicados y tiende a generar una sensación de poder en los indi-
viduos, así como en los grupos. El éxito organizativo incrementa el capital de
credibilidad investido en el líder y, por tanto, su poder y autoridad. Pero esto po-
dría reforzar la dimensión narcisista del liderazgo al fomentar un autoengrande-
cimiento poco realista en el líder y al tentarle a ejercitar su poder de forma au-
toritaria.
Igualmente, el fracaso de la organización tiende a reducir la autoridad del lí-
der y a activar procesos grupales regresivos —la activación de condiciones de lu-
cha-escape y la agresión secundaria a la dependencia frustrada que sobreviene
con la sensación de fracaso—. Estos desarrollos regresivos, a su vez, tienden a
generar una búsqueda de líderes paranoides (como parte de las condiciones de lu-
cha-escape) y a expresar una agresión manifestada aleatoriamente como compo-
nente de los procesos de los grupos grandes, que refleja el fracaso organizativo y
la pérdida de moral.
Por lo general, las organizaciones cuyo líder principal fracasa, desarrollan
poderosas corrientes de conflictos entre sus subsistemas y emergen nuevos líde-
res que expresan las demandas paranoides de los grupos regresivos. Estas son
precondiciones organizativas, que podrían permitir ganar poder a los líderes con
características de personalidad paranoides y narcisistas inusualmente fuertes. O,
142 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
Los intereses de los profesores como grupo profesional, por ejemplo, po--
drían oponerse a las metas educativas de sus instituciones: ¿Debería pagarse a los
profesores de acuerdo con la efectividad educativa de la institución ? Los sindi-
catos de profesores considerarían apropiado oponerse a tal idea; pero los sistemas
escolares individuales la encontrarían como un medio excelente para lograr sus
metas generales. En los hospitales, digamos, los intereses de los trabajadores de
la facultad médica y de salud mental podrían enfrentarse de manera significativa,
incluso aunque ambos grupos defiendan estar comprometidos con las metas clí-
nicas del hospital.
El liderazgo racional debería alentar e identificarse con una ideología orien-
tada hacia la tarea, que se corresponda con las metas organizativas. Ésta es otra
manera de hablar sobre la responsabilidad del líder para mantener la moral. Aquí,
el peligro estriba en que la ideología orientada a la tarea podría oponerse a otro
sistema de valores y de necesidades humanas, las cuales quizá sean irrelevantes
para las metas específicas de la organización, pero son cruciales para la sensación
de bienestar y dignidad de sus miembros. S las necesidades de los individuos y
grupos de la organización constituyen un inconveniente básico para el funciona-
miento organizativo óptimo —en otras palabras, si los factores humanos limitan
la eficacia de la organización—, entonces es importante que el líder sea capaz de
identificar qué ideologías o sistemas de valores aceptados socialmente son tan-
genciales al interés de la organización. Es una función del líder proteger a los in-
dividuos de las condiciones precarias de trabajo, de la arbitrariedad en la asigna-
ción laboral y de los riesgos relacionados con el trabajo, independientemente del
impacto de tales medidas sobre la eficacia laboral.
En condiciones ideales, tales contradicciones ideológicas podrían ser míni-
mas, pero en circunstancias no tan idóneas la identificación del líder con un sis-
tema de valores complejo podría, en realidad, proteger su proceso de toma de
decisiones del recurso de una identificación exclusiva con metas organizativas
enrarecidas. Por ejemplo, en los hospitales podrían existir tratamientos de pa-
cientes muy eficientes desde un punto de vista financiero, pero que se oponen a
las necesidades humanas de los pacientes. Menzies (1967) describió un sistema
social de enfermería, en un hospital general, que protegía a su personal de la an-
siedad excesiva, pero que iba en detrimento de las necesidades emocionales de los
pacientes severamente enfermos o terminales. Para propósitos prácticos, el
director d e un hospital universitario debe identificarse con los sistemas de valo-
res de la escuela médica, los cuales están interesados en el trabajo clínico y aca-
démico, pero también debe identificarse con el sistema legal y su correspondien-
144 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
* El término Paranoiagenesis en el original ha sido traducido a lo largo del libro como para-
noiagénesis y génesis de la paranoia indistintamente. (N. del t.)
148 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
E J E M P L O S Y S ÍN T O M AS D E L A GÉ N E S IS D E L A P AR A N O IA
Ejemplos
En el encuentro internacional de una organización profesional, un distingui-
do miembro de una de las diferentes facciones que competían por la eminencia
científica menospreció a los representantes de otro país, en un encuentro infor-
mal privado. Una hora después, en un almuerzo de trabajo con esos representan-
tes, habló cálidamente sobre sus importantes contribuciones al área y la necesi-
dad de incrementar su presencia en ella, y lo hizo de manera adulatoria. Partiendo
de toda la evidencia disponible, el hombre, por lo demás, era honesto y ético, y su
flagrante falsedad en el contexto organizativo era contraria a su conducta ha-
bitual.
El director de una institución educativa criticó severamente a uno de los pro-
fesores. El director, cuyo estilo agresivo era conocido y temido, continuó duran-
te veinte minutos, mientras los restantes profesores permanecían en silencio. Al
final del encuentro, algunos de los presentes se acercaron a la persona reprendi-
da para expresarle en privado su simpatía y su parecer de que el ataque era injus-
to. Entre ellos, se encontraban varios profesores destacados por su sumisión e, in-
cluso, por su actitud sicofante hacia el director.
Un profesional de alta categoría perteneciente a la burocracia estatal se es-
forzó especialmente para apoyar a sus colegas jóvenes, suministrándoles orienta-
ción sobre las complejidades organizativas y políticas de la institución. Al es-
cuchar que el trabajo de uno de sus protegidos había sido cuestionado en un
encuentro administrativo por parte del supervisor del jefe, alertó a su protegido,
quien se dirigió inmediatamente hacia su crítico para pedirle una explicación. Este
se hallaba sorprendido, porque había planteado cuestiones como respuesta a
problemas que consideraba como relativamente triviales. El profesional de alta
categoría había querido ayudar a su joven protegido; éste, de buena fe, quería co-
rregir lo que percibía como un sesgo injusto hacia su persona; el jefe, también de
buena fe, percibió al profesional de alta categoría como alguien generador de
desconfianza y que distorsionaba la estructura administrativa funcional de la or-
ganización.
Un destacado investigador, de reputación internacional, decidió abandonar
su instituto de investigación tras una serie de incidentes que le hicieron sentirse
no deseado; en el transcurso de unos meses, se habían negado los fondos in-
ternos para un proyecto suyo; el abandono de dos antiguas secretarias había de-
GÉNESIS DE LA PARANOIA EN LAS ORGANIZACIONES 149
jado huecos que fueron rellenados por otras dos suplentes que, descubrió más tarde,
fueron despedidas de otros programas del instituto: el director había sido duramente
crítico con él en una reunión científica. El destacado investigador se deprimió, mostró
una fuerte autocrítica y conductas de autodegradación; deseaba comenzar de nuevo en
otra organización. Por eso se sorprendió al hacer pública su decisión de dimitir: todo el
mundo expresó una gran preocupación por su abandono y la organización realizó un
esfuerzo tenaz para retenerle.
Estos ejemplos no son extraordinarios. No sugiero que sean indicativos de
fracasos fundamentales en el funcionamiento de la organización. Ilustran varios
aspectos centrales de la génesis de la paranoia institucional: una variedad de conductas
individuales que van desde lo descaradamente deshonesto hasta la sospecha ordinaria,
la desconfianza y el temor a la reacción desmoralizada y depresiva de
autodesaprobación; miembros de instituciones comportándose de forma deshonesta,
engañosa y antisocial —cualidades que podrían no evidenciar en sus vidas privadas—;
y sujetos actuando de buena fe y creando, a la vez, confusión y trastornos.
Síntomas
tuir una pseudología fantástica, era celebrada en privado como un valeroso in-
cumplimiento de la realidad.
Los componentes de las organizaciones lideradas por tales personas mostra-
ban, por el contrario, características marcadamente paranoides en sus tratos ins-
titucionales, que contrastaban con sus características de personalidad fuera de la
organización. Las conductas paranoides constituyen un rango medio dentro del
espectro de la regresión de la paranoiagénesis y a su vez, las manifestaciones más
dominantes de la naturaleza imprecisa de la organización. La relación del perso-
nal o de los empleados con los supervisores y líderes suele caracterizarse por el
temor, la sospecha y el resentimiento, por una sensación de hipervigilancia y cau-
tela, una búsqueda de mensajes y sentidos sutiles y ocultos, y un esfuerzo por
establecer alianzas con el grupo de iguales para defenderse contra los peligros co-
munes. Los miembros del personal tienen con frecuencia la sensación amenaza-
dora de que sus aliados en la oposición velada al liderazgo autoritario se han
vuelto, de repente, unos renegados y han adoptado actitudes sicofantes hacia los
líderes. La atmósfera penetrante de desconfianza nos trae a la memoria la histo-
ria proverbial de una pequeña ciudad en la cual, un día, todos recibieron un tele -
grama de un pesado bromista que decía: «huye, ¡todo se ha descubierto!». Acto
seguido, el 50 % de los ciudadanos huyó precipitadamente. En contraste a la reac-
ción de los miembros del personal está la sensación del líder de que los miembros
paranoides de la organización han empezado a desafiar el liderazgo legítimo de
forma hostil, desafiadora y despreciativa, mientras una mayoría silenciosa con-
dena implícitamente los ataques.
En el polo depresivo del espectro de la regresión paranoiagénica, los miem-
bros individuales se sienten generalmente solitarios, aislados, despreciados, y muy
duros con sus propios errores y defectos. Reaccionan exageradamente a la crítica,
viviéndola como una amenaza para su futuro profesional. Su exagerada autocrítica
inhibe sus funciones laborales, creando así ciclos autoperpetuadores que interfieren
en la ejecución del trabajo y la satisfacción laboral, y conduce a esfuerzos para
escaparse de la organización. No es sorprendente que los miembros más maduros o
integrados de la organización (aquellos con superegos más integrados) predominen
entre aquellos que padecen una reacción depresiva. La gente normal en las
instituciones paranoiagénicas suelen ser los más alienados. La retirada esquizoide
protege también a la persona del deterioro doloroso de las condiciones humanas de la
institución.
GÉNESIS DE LA PARANOIA EN LAS ORGANIZACIONES 151
ETIOLOGÍA
Recursos escasos
Política
manera que la agresión pueda proyectarse sobre los otros colectivos. Aparecen
también, el esfuerzo para afirmar el poder personal y del propio grupo, el temor
a ser victimizado por el mismo proceso, el deseo de escapar de la situación y la
sensación de parálisis e impotencia cuando uno rompe el contacto con el grupo.
Aquellos cuyos cargos institucionales dependen de un proceso electoral,
experimentan una sensación de desorientación y temor, una desorganización
temporal del trabajo cotidiano y de las relaciones personales, la necesidad de
identificarse con un rol público que viven como artificial y una dependencia de-
vastadora de la opinión de los otros sobre ellos; la situación es similar a la psico-
patología de la personalidad narcisista, que es hiperdependiente de los juicios
de los demás. Incluso la gente madura y bien integrada tiende a experimentar la de-
rrota electoral como una lesión narcisista severa.
Estructuras defectuosas
Líderes incompetentes
La incompetencia en los líderes no sólo ejerce un efecto devastador en el
funcionamiento organizativo, sino que es enormemente paranoiagénico. Los lí-
deres incompetentes, al protegerse contra los subordinados competentes, se con-
vierten en sujetos altamente desconfiados, defensivos y engañosos; llegan a ser
autoritarios con respecto a los subordinados y sumisos hacia los superiores. Estas
cualidades activan la regresión paranoiagénica, particularmente sus característi
cas paranoides y francamente psicopáticas. El efecto corruptor de la falta de ho-
nestidad en los líderes suministra un caldo de cultivo para respuestas generales
psicopáticas en toda la organización, y el potencial paranoide subyacente puede
enmascararse por medio de un equilibrio superficial de la corrupción general.
En el capítulo 3, propuse cinco características deseables en la personalidad
de los líderes racionales: a) inteligencia; b) honestidad personal e incorruptibi-
lidad; c) una capacidad para establecer y mantener relaciones de objeto en profun
didad; d) un narcisismo saludable; e) una actitud paranoide anticipatoria justifi
cada y saludable, en contraste con la ingenuidad. Las últimas dos características
son quizá las más sorprendentes e incluso los requerimientos más importantes
para la tarea del liderazgo. Como destaqué en el capítulo 6, un narcisismo salu-
dable protege al líder de la dependencia excesiva de la aprobación de los otros y
fortalece su capacidad para el funcionamiento autónomo. Una actitud paranoide
mediana mantiene al líder alerta ante los peligros de la corrupción y la regresión
paranoiagénica, le previene ante la expresión de la agresión difusa activada in -
156 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
La identificación proyectiva
La traición
personales, que se encuentran en celdas separadas y que han sufrido una regre-
sión lo suficientemente fuerte como para sospechar de todos, incluso del inso-
bornable camarada, tienden a traicionarse entre sí. A un nivel nacional general, la
corrupción completa de un sistema político llegó a evidenciarse en el liderazgo
de la Alemania del Este poco tiempo antes del colapso del régimen (véase, por
ejemplo, Schabowski, 1991).
El narcisismo maligno
Procesos proyectivos
M E C AN IS M O S C O R R E C T IV O S Y S U S L IM I T A C IO N E S
Burocracia
Limitaciones
Existen limitaciones importantes para los efectos beneficiosos del funciona-
miento burocrático. Esas limitaciones surgen de la inevitable infiltración del sa-
dismo disociado dentro de todos los procesos grupales. Tal infiltración afecta a
todo funcionamiento institucional, incluyendo la ejecución de las tareas funcio-
nales.
Todos los miembros de una organización experimentan desafíos narcisistas,
rivalidades edípicas y frustraciones de su necesidad preedípica de dependencia y
control autónomo, todo lo cual genera agresión. En tanto que tal agresión no pue-
de expresarse en las interacciones sociales inmediatas o sublimarse en ejecu-
ciones de la tarea, se proyecta, bien hacia formaciones grupales institucionales
—que conducen habitualmente a la división, idealización y persecución—, o ha-
cia el liderazgo, y se manifiesta a través de conflictos combinados edípicos-pre-
edípicos que se relacionan también con la idealización del liderazgo y el temor a
ser perseguido por éste. Los líderes inadecuados de la estructura burocrática, so-
bre todo aquellos con tendencias severamente narcisistas y paranoides, podrían
transformar un sistema burocrático sumido en regresión, en una pesadilla social.
Tales líderes esperan y fomentan las conductas sumisas por parte de sus subordi-
nados, premian la idealización del liderazgo y tienden a perseguir a aquellos que
perciben como críticos con ellos.
No requieren detallarse las terribles consecuencias del funcionamiento efec-
tivo de las burocracias sobre la vida de grandes capas de la población, en la Ale-
mania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin. En un grado limitado, dentro de
los estados democráticos pueden encontrarse tipos similares de liderazgo regresi-
vo en burocracias que funcionan correctamente.
Un secretario estatal de salud que llegó a convencerse de que la profesión
médica no estaba realizando su tarea y que necesitaba hacerles conscientes de
ello, desarrolló un sistema punitivo bajo el ct al, los delectos o errores institucio-
nales acarreaban efectos desastrosos para todo el Estado. Cada incidente que no
se encontraba claramente dentro de la ley era seguido por la imposición de reglas
y regulaciones adicionales que añadían enormes cargas para el mismo sistema
burocrático y para todos los sistemas estatales de los servicios de salud. El efec-
to en espiral de esa burocratización incrementada fue un aumento general en los
costos, dilaciones en la ejecución de la tarea, el agobio de la burocracia estatal y
un incremento del personal burocrático; al mismo tiempo, una atmósfera para-
noide impregnó todos los contactos entre los sistemas de servicios de salud y los
160 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
Humanismo
Altruismo
II
9. E S TI L OS DE LI D E RA Z G O
potencialmente creativo y protector del trabajo, así como algo fundamental para
manejar la descarga implícita de su agresión.
El poder concedido al liderazgo de la organización no es estable. Podría in-
crementarse o disminuir en base a delegaciones fluctuantes de autoridad hacia la
cúpula del liderazgo desde fuera de la institución» en base a la adecuación o no
de la estructura organizativa respecto a la tarea, conforme a la autoridad delegada
por parte de todos los miembros de la institución en términos de su confianza e
idealización (y frente a la desconfianza y devaluación) de sus líderes, en base a la
rigidez o caos de las disposiciones burocráticas de la institución, y sobre la base
del manejo que el líder efectúa de su poder y autoridad.
El líder de la organización se sitúa en el centro de tuerzas poderosamente
agresivas que afectan a su habilidad para funcionar. Esas tuerzas incluyen: sus lu-
chas agresivas internas, la capacidad para sublimar su agresión en las tareas de li-
derazgo, el esfuerzo para resistir el ataque que está proyectándose sobre él, y su
habilidad para tomar decisiones en condiciones de incertidumbre. Al mismo
tiempo, la soledad del liderazgo, la frustración inevitable de la necesidad de de-
pendencia del líder, las inconscientes tentaciones edípieas sexualizadas ofrecidas
por la organización, la seducción de la «indignación justificada» que desahoga un
sadismo disociado del suyo propio, operan en el líder para estimular la activación
y descarga de la agresión sobre la institución. Los conflictos inconscientes no re-
sueltos y las estructuras de personalidad se confabulan de varias maneras con es-
tas tentaciones.
De modo complementario, la expresión de la agresión por pane del líder es
ampliada inmediatamente por su autoridad, por su influencia sobre los procesos
grupales organizativos y por el control directo que podría ejercer sobre los siste-
mas funcionales, grupos, e individuos. Tal control directo sobre los otros puede
activar operaciones defensivas en el líder, particularmente de identificación pro-
yectiva. Paradójicamente, el líder se encuentra en una postura trente a sus subor-
dinados comparable a la del paciente con respecto a su psicoterapeuta. La fun-
ción del subordinado es entender los mensajes del líder y utilizarlos para la
ejecución de la tarea, así como el psicoterapeuta está abierto a los mensajes del
paciente para ayudarle a cumplir su meta psicoterapéutica. La identificación pro-
yectiva del paciente influye poderosamente en la contratransterencia del terapeu-
ta; la identificación proyectiva del líder ejerce una tuerte influencia sobre las ac-
titudes de sus subordinados.
En circunstancias óptimas, estos procesos proyectivos se controlan por la
orientación del líder hacia la tarea; por su inteligencia, seguridad, e integridad
170 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
E L L ÍD E R Q U E N O P U E D E D E C IR « N O »
Comienzo con este ejemplo porque aunque, aparentemente, este tipo de li-
derazgo podría parecer diametralmente opuesto a aquel que generalmente incre-
menta la paranoiagénesis en la institución, el efecto de este estilo de liderazgo
es, de hecho, paranoiagénico. Varios tipos del estilo de personalidad podrían fo-
mentar la incapacidad para tomar una postura firme, determinada. Las personali-
dades narcisistas que necesitan el amor de todos y desean evitar frustrar a los po-
tenciales «devotos»; o que tienen grandes presiones internas para «alimentar» a
todos, debido a la proyección de sus necesidades de dependencia sobre los
miembros de la organización; también la personalidad dependiente-infantil que
espera la gratificación de sus colaboradores promocionará, a su vez, esos esfuer-
zos de sus colaboradores para gratificarle; todas las anteriores son cualidades de
la personalidad que contribuyen a la incapacidad para adoptar una postura.
En un nivel diferente, el temor a las consecuencias de su propia agresión po-
dría promover tal conducta sumisa en los líderes. Una dinámica subyacente más
ESTILOS DE LIDERAZGO 171
compleja se presenta en los líderes cuya formación reactiva, contra las necesida-
des sádicas intensas, se manifiesta de manera amistosa. Estos líderes intentan es-
tar de acuerdo con todo el mundo pero, inconscientemente, intensifican así la
competición interpersonal y fomentan una atmósfera paranoide entre sus subor-
dinados inmediatos. Estos líderes podrían parecer simpáticos, pero los que traba-
jan con ellos los viven como amigables y a la vez desconcertantes, quedándoles
una sensación de incertidumbre respecto a lo que se espera de ellos.
Los subordinados de tales líderes se encuentran a sí mismos, a menudo, en
medio de un conflicto con otros que mantienen funciones paralelas, mientras que
el líder se mantiene cuidadosamente a cierta distancia y surge como alguien bie-
nintencionado (pero que no ayuda demasiado). A veces, situaciones fuertemente
paranoides podrían tener lugar en los niveles inferiores al líder, quien ha tramado
inconscientemente el conflicto. Su actitud de perplejidad y de «infelicidad» fas-
cinada frente a las «luchas sin sentido» entre sus subordinados podría evidenciar
su sadismo subyacente reprimido y disociado.
Existen, por supuesto, casos en los que una persona es propuesta para un car-
go para el cual simplemente no se encuentra cualificada. Tal líder expresa su in-
certidumbre por intentar mantener un buen talante con sus subordinados, es inca-
paz de cumplir las demandas de su puesto, le falta claridad conceptual, y tiende a
perderse en detalles o a paralizarse por las tareas, con la correspondiente tenden-
cia a una delegación excesiva de la autoridad y falta de autoridad sobre la natu-
raleza contradictoria de tal delegación en varios miembros de su equipo. Sin em-
bargo, el líder incompetente que no puede decir no induce a una sensación de
caos y frustración más que a la sospecha en aquellos que dependen de él. Por el
contrario, el líder cuyo sadismo inconsciente se expresa en conflictos entre los
subordinados tiende a protegerse durante mucho tiempo antes de que se le reco-
nozca como el verdadero origen de los problemas.
El líder que no puede decir no responde positivamente a la última persona con
la que habló, y los conflictos entre los subordinados podrían derivarse de las
conclusiones contradictorias extraídas por éstos. Pero lo anterior no se aplica al
líder cuyo apoyo a sus subordinados contiene la semilla inconsciente de los con-
flictos entre ellos, y donde una astucia mucho mayor oscurece los mensajes
contradictorios que se le comunicaron.
Otra variante más patológica de esta constelación la presenta el líder que in-
tenta manipular conscientemente a sus subordinados mediante el principio de
«divide y vencerás», un signo de que se encuentra en primer término una patolo-
gía narcisista con tendencias antisociales. Evitar conflictos abiertos representa
172 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
E L L ÍD E R Q U E N E C E S I T A S E R AD M IR A D O Y AM A D O
La incapacidad del líder narcisista para escuchar lo que no armoniza con sus
puntos de vista y la necesidad de defenderse contra su envidia inconsciente in-
tensa ponen en una posición difícil a sus colaboradores más creativos. No es su-
ficiente con admirarle; es importante que los sentimientos de envidia consciente
no se susciten en él. El conocimiento inconsciente (o consciente) de estas diná-
micas dentro de su círculo interno tiende a transformar la energía de los colabo-
radores más capaces en un conformismo pasivo y crea una situación en la que pa-
reciera como si el pensamiento original y la toma de decisiones se localizaran
exclusivamente en el líder. Y lo que es más, la devaluación de aquellos que no
son sus admiradores y cuya productividad envidia inconscientemente, podría im-
pedir el desarrollo de la creatividad en otras áreas institucionales. Generalmente,
los líderes narcisistas encuentran más fácil contratar gente valiosa del exterior de
la institución más que promover a sus subordinados, inhibiendo por tanto el de-
sarrollo organizativo. En las instituciones educativas, estos líderes son profesores
altamente admirados que ayudan a los estudiantes jóvenes, pero no a los alumnos
superiores de la facultad.
E L L ÍD E R Q U E N E C E S I T A E L C O N T R O L T O T A L
E L L ID E R A U S E N T E
den ocultarse durante muchos años. Pero el liderazgo ausente puede ser el prelu-
dio al colapso organizativo en épocas de cambio ambiental agudo o de crisis.
Varios tipos de dificultades de la personalidad pueden ser responsables del
liderazgo ausente: un líder con personalidad esquizoide puede ejercer el lideraz-
go a través de directrices escritas a un grupo selecto, pero es extremadamente re-
nuente a interactuar de forma directa con el personal en general. O el líder que ha
sido promovido más allá de su experiencia técnica o interés y está ocupando el
puesto por otras razones —apoyo financiero, por ejemplo, o influencia política—.
O un individuo altamente narcisista que está más interesado en el prestigio sumi-
nistrado por e! puesto, que en cualquier investidura en las metas y tareas de la or-
ganización. A veces, un individuo podría heredar el liderazgo de un negocio fa-
miliar sin tener ningún interés personal en él.
Algunos líderes ausentes se comprometieron a propósito debido a razones
proteccionistas, y se llevaron a cabo ciertas estipulaciones para evitar trastornar a la
organización. Por ejemplo, un importante científico de un área altamente especiali-
zada podría acordar liderar su institución profesional para proteger su área en par-
ticular y después delegar los roles reales de liderazgo a un segundo en el mando.
Con las estipulaciones de que el líder sea consciente de sus razones para el
liderazgo ausente, de que esas razones sean conocidas, de que sus acciones ten-
gan un consentimiento público y de que un líder compensador esté en su lugar, la
institución puede funcionar extraordinariamente bien. Si se presenta una discre-
pancia entre la estructura oganizativa formal y las funciones reales de la institu-
ción, existe el riesgo de un fracaso funcional. Los ejemplos típicos de tal fracaso
incluyen al líder sustituto que se encuentra abrumado por las funciones de la or-
ganización, que las delega en exceso a los empleados sin diferenciar claramente
entre cuestiones estratégicas y tácticas, que sobrecarga a los subordinados con
problemas que no pueden resolver y que desperdicia su tiempo con trivialidades
en vez de enfrentar las tareas centrales del liderazgo organizativo.
En el caso del líder narcisista que simplemente obra por puro formalismo, un
cumplimiento ritualizado de las funciones de la organización puede expresarse
en un fracaso crónico para cumplir los compromisos, en una evitación de la toma
de decisiones, en el aislamiento y el crecimiento de los componentes de los siste-
mas de tareas dentro de la organización. Como consecuencia, la integración glo-
bal de los componentes institucionales fracasa gradualmente, los recursos se
asignan de modo irracional, la lucha política surge a través de los límites de los
sistemas de tareas, y los diferentes departamentos y unidades llegan a enredarse
en contenciosos crónicos y, a menudo, innecesarios.
178 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
cionales intensas o episodios de ira como parte de un estilo de liderazgo con efec-
tos perturbadores sobre sus seguidores. Los líderes narcisistas, infantiles y de-
pendientes podrían presentarse como sujetos abrumados de trabajo, agotados y con
una necesidad terrible de consuelo y apoyo, lo cual distrae la atención de su
personal respecto a las tareas reales y transmite una sensación general de burnout
(estrés laboral) por toda la institución.
Los síntomas del burnout —una sensación general y persistente de agota-
miento y abrumación— pueden derivarse también de otros estilos de liderazgo,
particularmente del líder narcisista-carismático que promete implícitamente al
personal la gratificación completa de todas sus necesidades, plantea un nivel de
expectativas poco realista y fracasa al poner límites objetivos a la ejecución de la
tarea. Si la vida emocional del personal al completo debe gratificarse en la fanta-
sía, en el lugar de trabajo, el burnout es una consecuencia natural. Priman las nece-
sidades emocionales del líder y la atención del personal a las necesidades de aquél.
Los episodios de ira de los líderes con personalidad infantil o histriónica
podrían, mediante la expresión directa de la agresión en el contexto de los pro-
cesos grupales organizativos, aparecer como un ataque violento, como una in-
vasión aguda a la intimidad del personal —lo que equivale a una experiencia gru-
pal traumática que podría repetirse por sí misma, frecuentemente sin que el líder
sea consciente de haberla causado—. Una decadencia dramática de la moral de la
plantilla, un gran movimiento de personal, una sensación crónica de frustración,
fracaso, caos y temor, podrían saturar a la organización. La combinación de ta-
les excesos afectivos con un estilo de liderazgo paranoide podría conducir a una
verdadera atmósfera de penumbra, originando una disfunción organizativa de-
sastrosa.
Es raro que se promueva a gente con tal conducta afectiva inmadura para di-
rigir instituciones e, incluso aunque posean capacidades inusuales en otras áreas,
tienden a permanecer en un nivel intermedio del liderazgo. Sin embargo, debido
a que sus arrebatos emocionales se dirigen, en su mayor parte, contra los subor-
dinados, podría pasar mucho tiempo antes de que el líder principal llegue a per-
catarse de ello. Un individuo con características fuertemente narcisistas, paranoi-
des, sádicas y antisociales (como por ejemplo Hitler) podría ascender a un puesto
de liderazgo como parte de un subgrupo de lucha-escape y después estabilizar tal
conducta emocionalmente violenta en el contexto de una burocracia totalitaria con-
trolada, con los máximos efectos paranoiagénicos.
Otro estilo afectivo que puede ir en detrimento del funcionamiento organi-
zativo es una cierta jovialidad superficial que enmascara una profunda indisposi-
ESTILOS DE LIDERAZGO 179
EL LÍDER CORRUPTO
DIAGNÓSTICO Y GESTIÓN
La corrección de un liderazgo disfuncional requiere dos cosas: un diagnósti-
co del funcionamiento del líder, de las dinámicas institucionales y estructurales
dentro de las cuales está teniendo lugar; y la gestión del mal funcionamiento del
líder con el fin de restaurar la salud de la organización. El asesor orientado psi-
coanalíticamente necesita prepararse para cumplir esta doble función. Afortuna-
damente, para propósitos prácticos, es generalmente posible integrar de forma
armoniosa los requerimientos de la organización con las necesidades individua-
les. Un líder disfuncional cuyas limitaciones de la personalidad sean tales que no le
permitan desempeñar las tareas organizativas correspondientes, necesita que
le ayuden a cambiar su rol. Al mismo tiempo, esto facilitará la reorganización de
la estructura de la institución. La reorganización de las tareas o estructuras insti-
tucionales provoca una ruptura del ciclo de regresión individual y grupal que
hace que el líder funcione de la peor manera posible.
Debería mantenerse presente que los problemas de personalidad del líder
son, frecuentemente, el primer síntoma de una disfunción en la organización y
que es bastante posible que, en realidad, no se trate más que de un síntoma; la
causa del mal funcionamiento de la organización reside en otro lugar. Cuando la
mala gestión del líder es, en efecto, un factor significativo en la disfunción ins-
titucional, como el que presenta el síntoma de una excesiva paranoiagénesis, la
consejería organizativa e individual pueden reforzarse entre sí.
Es importante separar los requerimientos de la organización de las necesida-
des psicoterapéuticas del líder. El asesor diagnostica las tareas institucionales que
fueron incumplidas; explora si el líder comprende qué tareas no desempeñó pero
podría llevarlas a cabo ahora o si es necesaria una comprobación para determinar
si cuenta con la capacidad para hacerlo. Si, con el fin de cumplir esas tareas, el lí-
der necesitase tratamiento personal además del proceso educativo-consultivo su-
ministrado por el asesor, tendría que decidirlo en el contexto de la discusión de
las cuestiones psicológicas implicadas en la gestión institucional.
La asesoría organizativa, desde un punto de vista psicoanalítico, debe co-
menzar por la cúpula, con una autorización plena por parte del liderazgo de la
organización, y después proceder a través de la exploración de las funciones, es-
tructuras, éxitos y fracasos en esas tareas bajo la condición de limitantes presen-
tes o de nuevo desarrollo. El estudio de los procesos grupales (por medio de los
encuentros grupales abiertos en los cuales se comparten las experiencias de tra-
bajo con el asesor dentro de cada nivel de la estructura jerárquica y sistema de
182 DINÁMICAS INSTITUCIONALES Y LIDERAZGO
APLICACIONES TERAPÉUTICAS
10. UNA A P R O X I M A C I Ó N S I S T É M I C A A L M A R C O
PRIORITARIO DE LAS INTERVENCIONES EN GRUPOS
Este capítulo es una continuación de los esfuerzos previos por aplicar una
aproximación de la teoría de sistemas abier'os a la integración de varias modali-
dades psicoterapéuticas, particularmente de los métodos grupales, dentro de un
marco de referencia psicoanalítico (Kernberg, 1973). Se centra en las funciones de
límites del líder, ya sea el asesor de un pequeño grupo de estudio explorando las
dinámicas de grupos para propósitos de aprendizaje, un psicoterapeuta inten-
tando ayudar a pacientes con trastornos psicológicos, o el líder de una tarea o de
una estructura administrativa grupal trabajando dentro del hospital como organi-
zación. Mi principal centro de atención, sin embargo, se situará sobre la función
del psicoterapeuta grupal.
El análisis clínico de las funciones de límites concretas del liderazgo de gru-
pos revela que, en vez de implicar a un universo que contiene una jerarquía de
sistemas (cada sistema del nivel superior está constituido por unidades que
representan a los sistemas de un nivel inferior, como señalaron Miller y Rice
[1967] al referirse a los sistemas vivos), ocurre un curioso cambio en el orden de
los niveles del sistema, de un momento para otro, y pueden encontrarse jerarquías
superponiéndose de manera «no concéntrica» en los distintos niveles del sistema.
Todo esto afecta al líder del grupo y demanda una determinación continuamente
cambiante sobre aquellas funciones de límites predominantes en un cierto mo-
mento y sobre cuáles son, por tanto, las prioridades para sus intervenciones. Una
consecuencia de esto es la tentación, para el líder del grupo, de limitar arbitraria-
mente su foco de conciencia a una cierta secuencia jerárquica de sistemas como
un marco de referencia más o menos exclusivo, negándose el potencial creativo