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Evita, ícono gay

Publicado en 15/01/2013 por Nicolás Artusi

¿Por qué Eva Perón se ha erigido en una estampita


de adoración queer? El mito de la “Abanderada de
los humildes” ha dado un giro en clave de
identidad sexual. Se reivindica su amistad y
protección a los homosexuales de su época y hoy
es venerada por la agrupación Putos Peronistas.
Inesperada reconversión histórica de un mito

// Por Nicolás Artusi


Los cuerpos, la música, el alcohol, la transpiración, el amanecer, la discoteca: en Tel Aviv, el templo profano
de la cultura gay se rinde frente a la estampita de una santa argentina. El boliche se llama “Evita”, es uno de
los principales centros de diversión homosexual de Israel y un retrato gigante de Ella bendice la pista: si es
cierto que la cultura disco se convirtió en la herramienta más efectiva en la lucha por la liberación gay, la
presencia simbólica de María Eva Duarte de Perón abriga a una nueva clase de descamisados: todos bailan
sin remera.

A 9.000 kilómetros de ahí, en la platea del Teatro Marquis de Broadway, cualquier espectador con
inquietudes de drama queen se identifica con el martirologio femenino: nuestra Elena Roger conmueve hasta
el llanto con la pasión según Eva, en una versión de la obra de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice donde no
aparece como la villana díscola propia del maniqueísmo de una película de Disney: atisbos de justicia y
rastros de humanidad para esa mujer consagrada como personaje icónico del género gay por excelencia
(la comedia musical), desde su amistad y protección con los homosexuales contemporáneos, como su
modisto Paco Jaumandreu o el cantaor Miguel de Molina, hasta la veneración de la agrupación Putos
Peronistas. Un folklore justicialista pone en boca del diseñador una frase que nunca se habría dicho en voz
alta: “En este país, ser puto y ser pobre es lo mismo”. En las seminales memorias de Jaumandreu se
consagra la admiración del gay por la tragedia, la angustia y la pelea tortuosa entre culpa y deseo que
caracteriza a todas las grandes divas: “‘¡En qué puteríos andarás vos!’, me decía cuando llegaba tarde o
cuando me veía cansado a la mañana. ‘¡Vos debés de ser una liebre!’. Yo no me deschavaba mucho. Un día
me dijo, muy suelta de cuerpo: ‘Te espero a las ocho. Pero a las ocho. A ver si te encontrás con un chongo en
el camino y llegás pasado mañana’”.

Todo un cliché de las relaciones entre una dama fálica y su confidente, el vínculo de Evita con Jaumandreu
cimentó el mito de ícono gay: “Ella se rodeó de hombres homosexuales, quizás cuando llegó a Buenos Aires
en 1935 como una adolescente de ojos soñadores, pobre, iletrada e ilegítima, hasta su muerte el 26 de julio
de 1952, como una de las mujeres más poderosas que hayan vivido”, escribió el crítico cultural
estadounidense Michael Luongo: “La mitad del país, incluidos los gays, la adoraban. La mayoría de los
demás, especialmente los argentinos de clase alta, la odiaban”. En las décadas del ’40 y del ’50, los
“invertidos” integraban una casta denigrada que vivía oculta, en un estado de angustia, estupor, desolación y
miedo, sufriendo “la humillación del grito, de la trompada, del furor o de la impotencia”. Acaso unidos en la
desventuras de sentirse ilegítimos, Evita y algunos de los pocos homosexuales públicos de la época unieron
lazos con la aprobación desconfiada del general Juan Domingo Perón, que toleraba el vínculo como otra
prueba de su conexión con los sectores menos favorecidos por la simpatía social, aunque el peronismo
como movimiento político haya sido rabiosamente homofóbico.

La anécdota cuenta que, en 1948, el embajador español organizó una recepción oficial y el artista elegido
para animar la noche fue el inequívoco Miguel de Molina que, al indagar a Perón sobre la canción favorita de
su repertorio, escuchó la respuesta inesperada: La otra. La copla no sólo era el éxito de Concha Piquer, rival
histórica de Miguel, sino que sus versos no admitían la interpretación masculina, por lo que el cantante se vio
obligado a entonar con elegancia el dramita femenino (“yo soy la otra, la otra”), lo que parece haber divertido
al sardónico General. “Yo tuve un privilegio, estoy seguro: ver reír a carcajadas a Eva Perón”, escribió
Jaumandreu, quien en sus memorias también recuerda los consejos de Ella a la hora del levante y los dilemas
amorosos: “Paco, yo creo que vos te arrepentís de no haber empezado antes la cosa volteándote los lindos
chicos. Lo tuyo no es resentimiento, es bronca por haber sido tan puro más tiempo del debido”.

Llorar por esa mujer

Entre los amigos íntimos de Evita, el peluquero Julio Alcaraz fue su gran confidente, pero además el creador
del peinado icónico de cabello tirante y rodete que hoy se multiplica por Broadway y el mundo, reversionado
como afiche y estampita. En Santa Evita, la monumental novela de Tomás Eloy Martínez que narra la odisea
del alma y el cuerpo de Eva, la figura de Alcaraz se reescribe en una mezcla de realidad y conjetura como el
homosexual generoso que dio protección bajo su ala a la jovencita recién llegada de Junín a la ciudad grande.
Pero el papel más importante del peluquero en la construcción del mito fue su participación en el documental
Queen of Hearts, producido por la televisión británica en 1972. Con la ambición de revisar la influencia de la
“reina de corazones” a veinte años de su ingreso a la inmortalidad, el director Carlos Pasini Hansen entrevistó
a Alcaraz en Buenos Aires y sus palabras sirvieron de inspiración para el autor inglés Tim Rice, que en un
rapto de emoción escribió la letra de Don’t Cry For Me Argentina, interpretando el dolor de Ella en las
vísperas del renunciamiento histórico: “Será difícil de comprender / que a pesar de estar hoy aquí /
soy del
pueblo y jamás lo podré olvidar”. Puro éxtasis dramático.
Desde su estreno como comedia musical, Evita fue protagonizada por mujeres adoradas por los gays, como
Patti LuPone, Elaine Page, Faye Dunaway o Madonna. “Evita se convirtió en ícono gay mundial cuando su
historia fue tomada por Webber y Rice en 1976 para el musical Evita y terminó por consagrarse cuando
Madonna, cumpliendo un viejo sueño, protagonizó la película de Alan Parker basada en aquella comedia
musical. Como la película fue rodada en la Argentina, muchos turistas quieren conocer los lugares originales
que vieron en el cine”, precisó Osvaldo Bazán en su documentadísima Historia de la homosexualidad en la
Argentina. Si el personaje de Evita es un clásico en el repertorio de los transformistas argentinos (trajecito
sastre, rodete oxigenado y expresión beatífica pero severa), su elipsis trágica y su estilo Chanel la convierten
en cliché sobrecargado: Gabriel Miremont, curador del Museo Evita en Buenos Aires, definió como “la Barbie
Evita” la tendencia a exagerar los oropeles de sus joyas y el glamour de sus ropas después del éxito de la
comedia musical, tergiversando su verdadero papel histórico.

“Para algunos gays argentinos, el glamour de ella y su vínculo con las causas sociales tienen la misma
importancia”, compara Luongo. Hace una semanas, el consulado argentino en Nueva York inauguró la
muestra Evita: Passion and Action, donde se exhibieron los vestidos y las obras de arte inspiradas en el
“estilo Evita”. Unos meses antes, el diseñador Roberto Piazza había presentado una colección espectacular,
inspirada en las creaciones de Jaumandreu y de Dior, para conmemorar los 60 años de la muerte de Eva,
todo brillitos y purpurinas. El desfile se realizó en la Legislatura porteña, donde el cuerpo ya casi
embalsamado de Evita se exhibió durante las dos semanas del velorio público más fastuoso que recuerde la
Argentina. Entonces y ahora, exceso, lujo y dramatismo, tres taras adoradas por el arquetipo más trillado del
gay como drama queen, en tanto fanático de las comedias, las bodas y los funerales.

La ley del deseo

Ahí donde un brulote homo agrega el artículo femenino antes del nombre para remarcar la mariconería de un
tercero, una agrupación política juvenil cambia de género al dentista que fue presidente durante 49 días (“La
Cámpora”) aunque no se anima al travestismo completo: no se escuchó que ningún militante se refiera a él
como “la tía”. En plena memorabilia setentista, el Relato todavía le debe un desagravio al Frente de
Liberación Homosexual (FLH): fundado en agosto de 1971, levantaba la bandera de la “lucha contra la
opresión que sufrimos, que es inseparable de la lucha contra todas las demás formas de opresión social,
política, cultural y económica” y que exigía la derogación de la legislación antihomosexual como parte del
“desmantelamiento del aparato represivo”. La cabeza visible del FLH era el brillante poeta Néstor
Perlongher, que vivía en La Tablada bajo el seudónimo de “Rosa Luxemburgo”: según Bazán, “pasaban
tantos chongos por esa casa que el propio Néstor hablaba de la ‘Fundación Rosita’, ya que desfilaban por ahí
tantos morochos como por la ‘Fundación Evita’”.

A pesar de la virulenta homofobia peronista, varios dirigentes del FLH vislumbraron que podía ser posible (y
hasta deseable) una unión entre el justicialismo y el Frente. Por eso, aquellos gays politizados estuvieron
presentes en dos momentos fundacionales del peronismo setentista. El 25 de mayo de 1973 asistieron a la
asunción de Cámpora, unidos bajo un lema inspirado en la Marchita (“Para que reine en el pueblo el amor y la
igualdad”) y el 20 de junio de ese mismo año fueron a esperar a Perón a Ezeiza, denunciando a “los
inventores de la palabra ‘prudencia’” y levantando un cartel donde mayúsculas y minúsculas se mezclaban en
desarmónica convivencia: “MARIA EVA DUARTE DE PERON. ¡Queremos vivir y amar libremente en un país
liberado!”. ¿Una unión deseable? Años después, Perlongher aclararía las intenciones del colectivo
homosexual en un discurso famoso: “No queremos que nos persigan, ni que nos prendan, ni que nos
discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren,
ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen”.

En un FF.WW. que lleva la acción casi cuarenta años más adelante, cuando un gobierno justicialista promovió
la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, la agrupación Putos Peronistas celebra la “crispasión” de la
época (no hay error ortográfico: se entiende como “pasión por Cristina”) y elige como emblemas de
veneración a Evita, Perón, “el Bebe” Cooke, Cámpora, Arturo Jauretche, Cacho el Kadri, Jaumandreu y
Perlongher, entre otros. El grupo convoca a “tortas, travestis, trans y putos del pueblo”, bendecidos por una
foto de Néstor Kirchner junto a la bandera del arcoiris gay, y reunidos “detrás de la convicción de que el
peronismo es el único movimiento capaz de lograr el sueño de vivir y amar libremente en una patria liberada”,
según se afirma en el documental Cumbia del sentimiento, producido con apoyo del INCAA. Con el título “Ni
gays ni gorilas: putos peronistas”, el diario rosarino Cruz del Sur reconstruye la historia de “uno de los más
singulares movimientos políticos surgidos al calor del kirchnerismo”: “Curiosamente, el fundador de Putos
Peronistas es hétero. Se llama Pablo Ayala y es un joven militante de la JP de La Matanza que se presenta
como ‘un arqueólogo del movimiento convertido en putólogo peronista’. Para explicar el origen de esta
agrupación, Ayala señala como fundamental el vínculo que creó con los travestis matanceros desde que se
mudó a un barrio de González Catán ubicado a la vera de la ruta, donde muchos de ellos trabajan. Según
recuerda, casi sin darse cuenta su casa se fue convirtiendo en un refugio para los frecuentes problemas con la
Policía o con otros grupos de travestis”.

Finalmente, todos unidos triunfaremos: la génesis del movimiento ocurrió cuando Ayala observó la marcha
que acompañaba los restos repatriados de Perón. “Por Paseo Colón vi a un travesti siguiendo el cortejo
fúnebre del General. Esa imagen me pareció muy simbólica, porque históricamente el peronismo siempre dio
cabida a los marginales. Eso me decidió a llevar a cabo la experiencia de la militancia desde la diversidad”. La
calle como réplica a la discoteca: si para el israelí Shay Rokach, dueño del boliche en Tel Aviv, “Evita es un
polo central en la comunidad gay”, para el bonaerense Ayala, en cuestiones de identidad sexual, la lealtad
peronista separa la paja del trigo: “El gay es gorila, el puto es peronista”.

Publicado en Le Monde Diplomatique

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UN PENSAMIENTO EN “EVITA, ÍCONO GAY”

Fascinación por Evita


Mito y símbolo gay

Cecilia García Olivieri


Hace unos días se cumplieron sesenta años de la muerte de Evita y para homenajearla
la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner puso su cara en el billete de
cien pesos. Justo la cara de Eva, la misma que un día dijo: “Volveré y seré millones”.

Evita actriz

Devenir: Cambiar, transformarse, llegar a ser, convertirse en algo.

Devenir otra persona.

Otra mujer.
Eso fue, es y será Eva Duarte de Perón: esa niña argentina bastarda y morena que un día se
transformó en actriz, estrella, rubia platinada, enamoró a un político argentino —Juan
Domingo Perón— y se convirtió en la primera dama del país. Y eso no fue todo… En su
continuo devenir fue política y abanderada de los pobres y marginados. Todo un mito
adorado por sus “cabecitas negras” y vejado por sus detractores. Eso sí, nunca olvidado.

Hace unos días se cumplieron sesenta años de la muerte de Evita y para homenajearla la
presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner puso su cara en el billete de cien
pesos. Justo la cara de Eva, la misma que un día dijo: “Volveré y seré millones”.

La mujer tuvo una vida vertiginosa: nació en 1919 y murió en 1952, a la edad de Cristo.
Llegó a Buenos Aires de su natal Los Toldos en 1935 y allí se transformó en actriz. En
1944 conoció a Perón y en 1946 se convirtió en la primera dama de los argentinos.

Desde esa nueva postura política mutó a madre protectora de los pobres y los humildes,
representando a la clase trabajadora y dirigiendo desde su púlpito de esposa del presidente
una amplia obra de desarrollo social. Desde allí defendió la causa de los pobres y acusó a
los que no pensaban como su marido de “oligarcas y gorilas” (forma de denominar a los
enemigos del peronismo), ganándose de esta forma cuantiosos enemigos que la odiaron
más allá de la muerte.

Pero no sólo los más necesitados se identificaron con ella. En ese devenir nunca soltó su
multifacético rol de diva y desde allí se formó un complejo proceso de identificación entre
Eva y las diversidades sexuales. Desde aquel entonces y hasta hoy la comunidad gay
argentina y del mundo encuentra en esta mujer camaleónica un símbolo de superación y
heroísmo que permite tirar abajo puertas y abrir ventanas para reivindicarse una y otra vez.

Eva gay
Maverik

Por ello, cuatro hombres que no se conocen —homosexuales— y de distintas partes del
mundo se encuentran en este espacio para opinar sobre la fascinación gay por Eva. Tres son
argentinos y uno mexicano. En sus relatos hay coincidencias y discrepancias, pero por
sobre todas las cosas hay una admiración intacta más allá de distancias, edades, profesiones
y nacionalidades.

Adrián Fernández es argentino y artista. A partir de este momento lo llamaremos Maverik,


como su personaje de drag queen desde hace doce años. Ese mismo personaje que, por
animosidad a Marilyn Monroe y Madonna, cada vez lo supera más.

Cuando Maverik piensa en Evita lo primero que se le viene a la cabeza son dos palabras
claves: desafío y osadía. “Eso genera Eva en todos aquellos que quieren luchar en la vida.
Hace que uno se anime, confronte, diga lo que piensa”, dice.

Su primer contacto con la figura de Evita fue cuando era chico, en su Mendoza natal. “Fui
criado en una familia simpatizante de la Unión Cívica Radical (partido político opositor al
peronismo). Pero mis abuelos maternos —inmigrantes— fueron ayudados por Perón y
Evita y valoraban lo que ellos habían generado históricamente en el país”, cuenta Maverik.

Su segundo contacto con la figura de Eva fue en una disco cuyana. Allí interpretó a
Madonna en su rol de Evita. “Con música de Andrew Lloyd Weber, representé a un
Maverik con la fuerza y el temperamento de Eva. Elegí actuar la primera parte, cuando ella
llegaba a la “gran ciudad”, porque me identificaba su faceta de ser alguien que lucha por un
ideal. Tenía “ese” temperamento actoral increíble, eso me pudo…”, recuerda.

Miguel Miño es un estudioso empírico de la vida de Evita. Es argentino, diseñador gráfico


y vive desde hace más de una década en Barcelona. Está casado hace más de tres años con
Pastor, gallego de nacimiento y catalán por elección.

Cuando Ángel piensa en Evita lo primero que se le viene a la cabeza es la palabra “descamisados”. “Evita y
sus descamisados”, que hace referencia a su trabajo social o político. Esa palabra se me pegó y la enlacé
para siempre con el nombre de Evita. Para mí fue descubrir otra forma de llamar a la pobreza o la
miseria”.

“Vengo de una familia con un padre peronista y una madre ‘gorila’. Cuando mi madre llegó
a Buenos Aires desde Mercedes, provincia de Corrientes, tenía quince años y corría el año
1950. Provenía de una familia venida a menos, había sido criada como una princesa, pero
en Buenos Aires no era nadie y tuvo que trabajar en una fábrica. Allí la subían obligada a
un camión para ir a vitorear a otra recién llegada pero cuyo origen era mucho más
prosaico… De allí al odio hubo un solo paso”, detalla.

Miguel recuerda que en 1974, cuando murió Perón, él tenía once años y en su casa no se
hablaba de otra cosa. “Mi padre era canillita (vendedor de diarios y revistas) y un canillita
se debía a Perón. Por eso, cuando murió, mi padre fue a hacer la cola para ver el cadáver
del general en el Congreso”.

Don Miño fue en el Fiat 600 azul del que tanto se enorgullecía y mientras hacía la cola le
rompieron el vidrio del auto y le robaron toda la recaudación. “Cuando mi madre culpó a
Eva Perón del robo supe que tenía que averiguar quién era esa mujer”, explica Miguel.

Evita se convirtió en una obsesión en la vida de Miguel, quien se ha dedicado a devorar


todo tipo de biografía, ensayo, novela, notas, reportajes, obras de teatro y demás
información sobre Eva. “Mientras tanto yo descubría mi homosexualidad, la disfrutaba y
me sentía rechazado y muchas veces humillado. Incluso podría decir que usado. Cuando
descubrí los orígenes de Eva Perón, su faceta de hija ilegítima, sus humillaciones, el
inmenso dolor que debía significar en su época el estigma de ser hija de ‘la otra’, entendí
sus arrebatos, su lucha, su venganza, su ira”, agrega.

Cristian Miranda es argentino y referente de la agrupación política “Putos Peronistas”en


Rosario, Provincia de Santa Fe. El militante recuerda sus primeros contactos con la figura
de Eva a los ocho o nueve años. “Recuerdo que mi abuelo me llevó al Sindicato de Obras
Sanitarias, donde trabajaba. Ahí vi por primera vez la imagen de Evita y le pregunté a mi
papá y a mi abuelo quién era esa mujer. Ellos me respondieron: ‘Es la jefa espiritual del
movimiento’”.
Cristian busca una palabra para definir a Eva y la encuentra en un santiamén.
“‘Revolución’, sin duda”, dice. “Porque el espíritu que despierta a todo militante es
revolucionario. En una sociedad tan estructurada ella se levantó ante la negación de la
familia de su padre y se alzó como un ser revolucionario para cambiar la historia. Evita fue
y es el hecho revolucionario del peronismo”, puntualiza.

Ángel Rivera es mexicano, antropólogo y periodista. Su primer contacto con Evita fue a
través del musical que lleva su nombre, a fines de los setenta. “La canción ‘No llores por
mí, Argentina’ había tenido un éxito tremendo y ahí surgió la curiosidad de saber sobre
ella. Eran épocas sin internet, así que recurrí a una Enciclopedia Salvat que había en casa
—yo era un ávido lector de enciclopedias— y allí localicé los datos de esta mujer”,
recuerda.

Cuando Ángel piensa en Evita lo primero que se le viene a la cabeza es la palabra


“descamisados”. “Evita y sus descamisados”, que hace referencia a su trabajo social o
político. Esa palabra se me pegó y la enlacé para siempre con el nombre de Evita. Para mí
fue descubrir otra forma de llamar a la pobreza o la miseria, porque ya no tener ni para una
camisa… Me hablaba de una situación verdaderamente extrema”, explica.

¿Mujer o mito?
Evita

Maverik es contundente al considerar a Evita más mujer que mito. “Marilyn fue un mito y ese
mito se comió a la diva. En el caso de Eva eso no ocurrió. Su figura se ve más como mujer por
todo lo que representó, por la realidad que vivió. Siempre la recordaremos por ese
temperamento de desenfado que hay que tener para manejarse en una sociedad”, dice.

Para el artista, Eva es sin duda un icono de las diversidades sexuales. “Ser gay sigue siendo
una palabra rebuscada, todavía no se habla y puede ser una mala palabra en la familia o en
la educación. Por eso Eva es un icono gay. Te sentís identificado porque con su
personalidad te da esa valentía y esa fuerza para enfrentar las cosas y decir: ‘¡Soy gay!’ Así
era Evita, para ella no había filtro, todo era transparencia, por sobre todas las cosas”,
concluye.

Como Ángel, Miguel también recuerda el estreno del musical “Evita”.

“En el año 1978 se estrenó Evita el musical en Londres. La dictadura (en esos momentos
Argentina vivía bajo un gobierno de facto. Unos años después comenzó a circular una foto
de Galtieri (entonces presidente de facto) en un viaje a Londres. De fondo se veía el cartel
del musical Evita. Todas estas imágenes eran como flashes para mí. No teníamos internet,
no había libertad de expresión, y una imagen como esa era la bomba. Por entonces Eva ya
era un mito. Lo fue desde el preciso instante de su muerte porque su destino era ser un
mito”, explica.

Para el diseñador y ávido lector no se puede luchar contra esto. Es inevitable. “No sólo es
un mito sino que es posible que sea el único mito que surja de toda la historia política
argentina”, agrega.

¿Que si es un icono gay? “Obviamente”, se apura a contestar Miguel. “En los noventa salió
un libro que se llamaba Mujeres peligrosas. La pasión según el teleteatro, de Cecilia
Absatz. Allí la autora explicaba que la heroína de toda telenovela tiene el ‘Momento Scarlet
O’Hara’. Yo creo que a todos los gays argentinos en algún momento de su vida le llega su
‘Momento Eva Perón’, es un momento de plena identificación con el personaje”, dice.

Por su parte, Cristian considera que la historia argentina siempre intentó tratar a Eva como
mito para desarticularla como hecho político. “Las dimensiones del cuadro político que
tenía Evita siempre nos hicieron creer que era una santa, cuando en realidad era un cuadro
político que tomaba decisiones y obraba a favor del pueblo. Ese precisamente es el mayor
contenido que tiene Eva”, dice.

“¿Se siente la comunidad gay parte de los descamisados de Evita? Probablemente sí. La comunidad gay
siempre busca en personajes extraordinarios —generalmente mujeres— reflejos o iconos que seguir o
cuya obra encaja y enarbola las demandas de los grupos homosexuales”.

Para el referente de Putos Peronistas, los gays tienen una gran identificación con mujeres de
carácter fuerte. “Creo que nos reflejamos en Evita porque se paraba ante los demás para
demostrar quién era y eso a los gays nos ha costado mucho, aunque hoy hay una vuelta de
página positiva respecto a las diversidades sexuales”, explica.

Cristian recuerda las memorables palabras que Paco Jamandreu —modisto, amigo de Eva y
gay— le dice emocionado a Perón, luego de visitarla cuando ella ya estaba enferma: “Ser
puto y ser pobre es ser Eva Perón”.

“Fijate lo que dice Paco, para él ser oprimido y segregado en este país es lo mismo. Por eso
la admiración por Eva, quien se planta ante todos y lidera un movimiento”, relata.

Para Ángel el mito es más grande que la mujer. “La apariencia nos la ponen mejor de lo
que en realidad es y con el paso de los años y la llegada de la ‘edad madura’ uno descubre
que al hombre o la mujer jamás se les llega a conocer en su esencia. Yo mismo aún no sé
quién soy y a veces me hago las mismas preguntas que me hacía de niño o de adolescente.
Mucho de lo que mis amigos dicen o piensan de mí es un mito. Y eso me hace pensar que
Evita es también un mito, quizá hecho a propósito por ella misma. Pero es la época, el
entorno, el tiempo lo que hace que los mitos crezcan o desaparezcan y el de Evita está
cobijado por todos aquellos que en una realidad sin esperanza voltean los ojos a esos seres
extraordinarios, y Evita lo era; que les permite soñar en un mundo mejor y más igual entre
todos”, relata.

El antropólogo mexicano no sabe por qué Evita es un icono gay, pero sí sabe que la
condición homosexual está muy ligada a la discriminación, al desprecio y en muchos casos
al odio. “Los pobres de Evita, los descamisados son también marginados, despreciados y
para los poderosos hasta seres odiosos. ¿Se siente la comunidad gay parte de los
descamisados de Evita? Probablemente sí. La comunidad gay siempre busca en personajes
extraordinarios —generalmente mujeres— reflejos o iconos que seguir o cuya obra encaja y
enarbola las demandas de los grupos homosexuales. Como ejemplo podemos agregar a la
princesa Diana, y en México a las cantantes Yuri o Gloria Trevi. No dejemos de lado la
belleza y el glamour que irradiaban o irradian estas mujeres, y en el fondo es como el sueño
gay de la belleza y brillar como el sol”, explica.

Eva hoy

Evita, ya enferma, luego de un discurso, abrazada a Perón.


Para Maverik no habrá otra Eva. Cree que el oficialismo “usa” la figura de Evita, y para el
artista eso es una falta de respeto.

“Se valen de su imagen pero ésta es otra época… Siento que hay un doble discurso que
embarra su figura. Siento que se vanaglorian de la imagen de Eva pero la corrupción les
llega al cuello”, afirma contundente.

Para el artista la cara de Evita en el nuevo billete de cien pesos es un disparate. “La usan
como recurso para seguir en la ignorancia ¿Si a ella le hubiese gustado o no estar en el
billete? Eso no lo sabremos nunca”, concluye.

Cristian disiente con la opinión de Maverik. El militante cree que hoy en día el gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner vuelve a Evita al lugar que se merece, que fue el de la gran
figura política, determinante para el rumbo del país.

“Hoy la presidenta es militante y nos dice que hay que ser Evita o Perón en los hechos y en
la toma de decisiones, porque ésa es la reivindicación en el plan político. La figura de Eva
es determinante en nuestro país para identificarnos con una causa y luchar por ella”, detalla.

Para Cristian, la imagen de Eva en el billete de cien pesos es un merecido reconocimiento y


homenaje que se ha demorado demasiado.

“Como argentino me representa más lo que hizo Evita que Roca, Mitre o Sarmiento
(expresidentes que aparecen hoy en los billetes), porque Eva sí se identificaba con el
pueblo. Sin duda el kirchnerismo pone a Evita en el lugar que se merece”, concluye.

Ángel trata de visualizar sin éxito la figura de Evita en México. “Hoy no es fuerte. Sus
ideas no se difunden entre los jóvenes ni forma parte del imaginario de lucha social. Pero
hoy día, hay que decirlo, los jóvenes no tienen ni conocimiento ni memoria histórica. No es
un personaje de moda, y hoy la moda es la que pesa más”, dice.

El mexicano tampoco cree que un personaje como Evita pueda surgir otra vez. “Ella fue
fruto de una época cuya leyenda creció bajo el amparo del misterio y del culto a la
personalidad, como muchos otros personajes y personalidades ‘monstruo’ de esa época.
Hoy los iconos son de otro tipo, temporales, perecederos… Ya no hay magia ni sueños…”,
apunta.

Para Miguel, Evita persiste en el mito que vende. “‘El modelo’, como se dice ahora, lo
necesita. El último gran golpe ha sido el billete. Un ser que ha sido humillado, vejado, que
ha sido insultado, del que la gente se reía, del que se han dicho miles y miles de verdades,
de mentiras, de exageraciones; a pesar de todo eso es amado, venerado e incluso llega a ser
imagen del billete más marketinero de la historia… Pues eso es un mito, y eso es una
identificación. Si ella ha sido segregada y ha llegado, yo también podré. No me podrán
pisar jamás. Ya lo dijo: ‘Volveré y seré millones’. Nunca pensó que serían millones de
pesos…”, concluye. ®

Comentarios

2 Respuestas a “Fascinación por Evita”

1. emilio rosas dice:

30 agosto, 2012 a las 12:27 pm

Muy bueno el reportaje. Eva somos tod@s, es parte de nuestra identidad. Gracias!

2. CAMILA dice:

18 agosto, 2012 a las 1:43 pm

MAVERIK @LO MAS !!!

tónica
año tres

Evita para todos y todas


Publicado el agosto 7, 2012 Deja un comentario

Por Adela Salzmann y Victoria Cotino // adelablew@gmail.com / vicutina@gmail.com

“El gay es gorila, el puto es peronista” es la bandera que llevan los protagonistas del documental Putos Peronistas: cumbia del
sentimiento, que se estrenó en los cines recientemente, en coincidencia con el segundo aniversario de la aprobación de la Ley de
Matrimonio Igualitario. En la película se muestran manifestaciones a las que acuden los militantes de la Agrupación Nacional Putos
Peronistas: hay un travesti que se disfraza de Evita y saluda como Miss Universo.

Otros militantes, con otras voces, se acercan a esta Eva travesti, que hoy se puede ver en una película con subsidio nacional. Néstor
Perlongher, que a principios de los setenta fundó al Frente de Liberación Homosexual (FLH) junto a Juan José Sebreli, Manuel Puig y
Blas Matamoro, fue uno de los que allanó el camino para el travestismo de la figura de Evita. Perlongher es quien le devuelve la vida y el
deseo a la Eva embalsamada. Con él accedemos a una Eva a la vez con aura y calle.

Paco Jamandreu, en su rol de modisto y confidente, cuenta historias en las que por más que Eva se vista de seda, Eva queda. En sus
memorias La cabeza contra el suelo, el diseñador describe una escena en la que Evita se prueba un vestido francés y cuando le pregunta
cómo le queda, Jamandreu responde: “Es bonito, precioso. Está muy bien hecho. Parecés un alcaucil”. Con sus relatos de alcoba del
matrimonio presidencial, los desacraliza: “El general comía sándwiches de chorizo recostado en la cama”. Siempre provocador, llegó a
decir: “En Argentina ser pobre, puto y Eva Perón es lo mismo”. Creó así un lazo que se mantiene hasta hoy entre los homosexuales y
Evita. Pero Jamandreu hace una diferencia entre los homosexuales y los maricones. A los maricones no los soportaba: no le parecía
respetable que un hombre se vistiera de mujer, lo consideraba una deformación. A la homosexualidad, en cambio, la asociaba con la
cultura, le parecía algo “muy normal” porque Dios así lo había hecho.

A través de las memorias de Jamandreu, de la creación del Frente de Liberación Homosexual y de la militancia de la Agrupación
Nacional Putos Peronistas, la figura de Eva se abre a la posibilidad del travestismo. Hay varios relatos que conforman ese travestismo y
que construyen una Eva plausible de ser tomada por los homosexuales. Eva “adopta” a los humildes, a los descamisados, a las mujeres, y
sesenta años después, a los putos peronistas. El personaje Eva madre, la gran diosa madre de todos (y todas), los cobija bajo su
bandera. En El fiord, Lamborghini la hace concebir: después de un doloroso trabajo de parto da a luz a un “chico de mierda”.

Como ícono gay, Evita rehúye a esa máscara. Justamente la falta de su propia maternidad, sumada a su aspecto robusto, nos muestra
una faceta andrógina. La misma que explota la musculosa Madonna, ícono gay por antonomasia, que a su vez la interpretó en el musical
Evita, basado en La mujer del látigo, biografía de Mary Main. Sus figuras se equiparan en ese doble paralelo de roles.

Los murales de los artistas Daniel Santoro y Alejandro Marmo, que hoy adornan el Ministerio de Desarrollo Social sobre la 9 de Julio,
muestran dos Evas. La que mira hacia el sur podría ser la que Perlongher llama “princesa ordinaria”: la imagen que ilustra La razón de mi
vida, en la que se la muestra más femenina, la Eva mujer del General. Hacia el otro lado, mirando al norte, está la Evita combativa, la que
con su voz grave anunció su “renuncia indeclinable”. Las dos Evas no están solas: entre la Santa Evita, femenina y frágil y la Evita macho,
de una fuerza irresistible, volvió y fue millones.

En la obra Eva Perón de Copi, por ejemplo, vemos a una Evita fálica, que está agonizando pero no para de moverse (“¿No podés dormir un
poco o quedarte en tu habitación a escuchar la radio como los demás? Tenés el diablo en el culo, Evita”, le dice su madre), y que putea a
Perón (“¡Cuando esté muerta me va a sacar para los desfiles! ¡Cobarde! ¡Él va a gobernar sobre mi cadáver!”, grita Eva). Es una Eva
Violencia Rivas. Si bien en el texto no hay indicación de que el personaje de Eva sea travesti, el papel lo hizo un hombre la primera vez
que se representó, a principios de los setenta en París. Hay un personaje masculino que se viste de mujer y se hace llamar Ibiza: la Evita
travesti de los Putos Peronistas tiene un antecedente literario.

Para Carlos Monsivais, Eva Perón es “la gran posibilidad del travestismo, la mujer hiperbólica que nos transmite el esplendor del macho y
el cacique”; para Jamandreu, lo fundamental “es el amor, el amor de todos los pueblos que borra falencias y errores, que en definitiva es
lo único que importa ahora, ahora cuando las maldades y las equivocaciones de los que vinieron tras ella engrandecieron su nombre”.
Ningún travestismo hubiera sido posible sin la muerte de Eva, sin esa muerte mártir, a la edad de Cristo. De otro modo, ¿hubiera
existido Eva Perón de Copi? ¿Hubiera puesto alguien en boca de Eva: “Me daba placer verla vestida como yo, a mi lado, como un mono, en
la tribuna oficial”, cuando todavía estaba viva?

Hoy Evita es madre de todos y de nadie, aventurera, luchadora, resentida, fanática, trepadora, actriz, vampiresa, máquina, travesti,
dadivosa, guerrillera, revolucionaria. Nos queda una Eva cadáver exquisito. //RT3

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Etiquetas: Argentina, Biografías, Carlos Monsivais, Copi, Eva Perón, Néstor Perlongher, Paco Jamandreu. Añadir a marcadores
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Evita: 60 años después


Cultura

Viernes, 27 Julio 2012 00:00

Crédito: Instituto Nacional de Investigación Histórica Eva Perón

Por Mariano Pacheco. Mito político inspirador de pasiones alegres, de anhelos


y prácticas revolucionarias; fetiche idolatrado por grises burócratas, guiados por
pasiones tristes. Última entrega de esta serie de notas, a 60 años de su muerte.

Personaje defenestrado y enaltecido en la literatura argentina; imagen reactulizada


por artistas plásticos; protagonista de nuevas escenas del celuloide; bandera de
nuevas expresiones políticas y sociales de la Argentina contemporánea; retrato
legitimador de políticas de Estado, Evita sigue siendo un ícono central de la política
y la cultura nacional.

Cuando en octubre de 1945 importantes contingentes de mujeres obreras salieron a


las calles esgrimiendo la consigna “Sin corpiño y sin calzón, vamos todas de Perón”,
las clases acomodadas y promotoras de las buenas costumbres de la sociedad se
horrorizaron, así como se horrorizaron al año siguiente, cuando el Coronel Juan
Domingo Perón ya era presidente de la República, y su reciente esposa, esa ex
actriz (“la puta”), tuvo el tupé de pronunciar algunos discursos y asumir algunas de
las tareas antaño desarrolladas por su marido en la Secretaría de Trabajo y
Previsión. Y, por supuesto, pusieron el grito en el cielo cuando ella viajó a España,
en nombre de Perón, representando a la “nueva Argentina”.

De allí en más, María Eva Duarte de Perón pasó a ser Evita para todos los negros,
los grasitas, los descamisados que no dejaron de adorarla ni aún después de
muerta, y la yegua para quienes no dejaron de odiarla y maldecirla, al punto de
salir a pintar paredes con la consigna “Viva el cáncer” cuando contrajo la
enfermedad fatal. Desde los primeros pasos del nuevo gobierno y hasta el día de su
muerte, acontecida el 26 de julio de 1952, Evita no dejó de provocar ese doble
sentimiento, de acuerdo a los sectores de los que se tratara.

Cuando en julio de 1948 organizó la Fundación Eva Perón, poniendo el eje en la


dignidad de la ayuda social, en contraposición de la indignidad de la limosna, las
señoras de bien de la alta sociedad supusieron con razón que las cosas,
definitivamente, se les habían ido de las manos. Dijo entonces Evita: “Porque la
limosna fue siempre para mí un placer de los ricos: el placer desalmado de excitar
el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna
fuese aún más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia y así añadieron el
placer perverso de la limosna, el placer de divertirse alegremente con el pretexto
del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mi ostentación de
riqueza y poder, para humillar a los humildes”. Ese, y otros discursos incendiarios
(“El peronismo será revolucionario o no será nada”; “Si es preciso haremos justicia
con nuestras propias manos… yo saldré con las mujeres del Pueblo, yo saldré con
los descamisados de la Patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea
peronista; porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar más por la bota
oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase
trabajadora”), toda esa arenga contestataria, fueron llevando a Evita a convertirse
en mucho más que una primera dama muy particular.

Aunque seguramente el colmo haya sido todo el proceso que llevó a que las mujeres
se expresaran políticamente también en el plano electoral. Recordemos que en
1947 se aprobó por ley el voto femenino, de la que Evita -si bien no fue la primera
en proclamarlo, ni mucho menos- se convirtió en portavoz de aquel histórico
anhelo y reclamo de las mujeres. En 1949, en el marco de la disputa electoral en
puerta, Evita funda el Partido Peronista Femenino, la tercera “rama” del
movimiento (junto con la política y la sindical) que llegó a contar, para 1951, con
3.600 Unidades Básicas en todo el país. Allí, además de la campaña proselitista, se
desarrollaron diversas actividades sociales, educativas, recreativas y culturales.
Todo ese proceso llegó a su momento más álgido cuando la CGT, junto al PPF,
promovieron la candidatura de Evita a la vicepresidencia, que fue rechazada luego
de unos días de incertidumbre (recordemos que Evita anunció por cadena nacional
de radiodifusión que “renunciaba a los honores, aunque no a la lucha”, días
después de que millones de personas le reclamaran que acepte la propuesta, en el
denominado Cabildo Abierto del Justicialismo, realizado el 22 de agosto de 1951).

Así y todo, el peronismo logró imponer en las listas buena cantidad de mujeres, de
las cuales 23 diputadas, 6 senadoras y 77 representantes de legislaturas
provinciales llegaron a asumir sus puestos por primera vez en la historia del país. Y
si bien Evita nunca dejó de promover un discurso centrado más en su rol social
(asistencial) que político, y más de puente entre Perón y las masas que de liderazgo
femenino, lo cierto es que -tal como remarcó Ezequiel Adamovsky en su reciente
libro Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1880 hasta 2003- “la
adhesión que despertó Evita entre personas de ambos sexos no dejaba de tener un
contenido profundamente político, que se encarnaba en el cuerpo de una mujer”.

Sesenta años después de su muerte (derrota de las apuestas revolucionarias de los


70 mediante) y tras décadas de intensa militancia feminista y de las denominadas
minorías sexuales, el contexto actual de la Argentina parece estar atravesado por
fuertes vientos de cambio, al menos en estos aspectos. Luego de la dificultad de
romper con una cultura machista fuertemente arraigada en el movimiento sindical,
en el peronismo y aún en las izquierdas (que por cierto, no ha sido del todo
desterrada), y tras haber transitado por ese infeliz desencuentro que hemos visto
entre quienes pugnaban por transformaciones sociales profundas y quienes,
además de sostener esas banderas, pretendieron incluir entre sus reivindicaciones
también las de diversidad sexual, hoy prácticamente todo el arco de las izquierdas y
los sectores progresistas del peronismo (o el espectro “nacional y popular”), han
tomado como parte de su agenda esas banderas.

Que el país esté gobernado por una mujer que transita por su segundo mandato
presidencial (más allá de si se está a favor o en contra o en desacuerdo con el actual
“modelo”), no parece ser un dato menor. Esa revalidación de su mandato por el
54% de los votos (luego del desastre que implicó el breve paso, entre 1974 y 1976,
de Isabel Martínez de Perón por la presidencia de la Nación), parecen enmarcarse
en esa dirección. Y si bien hay temas que, todavía hoy, continúan encontrando una
fuerte resistencia para ser abordados (el de la legalización del aborto, es el más
emblemático), no es para despreciar o desmerecer el importante paso de avance
que se ha dado con la aprobación de una serie de leyes que colocan al país como
pionero de una legislación internacional más progresista (otra es la discusión
acerca de las posibilidades de superar la perspectiva progresista de época, en pos de
una apuesta por transformaciones revolucionarias de las sociedades actuales).

La Ley de Matrimonio Igualitario, la de Identidad de Género (junto con la


legalización de la tenencia de drogas para consumo personal), vienen a expresar, en
un plano jurídico, las históricas reivindicaciones por las que las activistas
feministas, lesbianas, gays, bisexuales y travestis, han luchado durante décadas.

Hoy en día, en la Argentina, ya no importa el “sexo” con el cual se haya nacido, ni el


nombre que a cada uno le hayan puesto. A partir de la aprobación de estas leyes,
cada quien -mayores de 18 años, pero también menores que con su expresa
conformidad posean una solicitud de trámite de sus representantes legales- podrán
llevar consigo su DNI con el nombre que hayan elegido, y casarse con personas de
su mismo sexo, sin ningún tipo de impedimento.

Seguramente el estreno, en mayo de 2012, del film documental del director Rodolfo
Cesatti (“Putos Peronistas: cumbia del sentimiento”), venga a expresar en el plano
de la cultura gran parte de estas transformaciones. La Agrupación Nacional Putos
Peronistas viene a resemantizar -como lo hicieron los obreros con el insulto de
cabecitas negras- los modos injuriosos con que han sido denominados por las
concepciones moralizantes y conservadoras de la buena sociedad. De allí que se
asuman con orgullo como Pobres, Putos y Peronistas.

Desconoce este cronistas si desde las izquierdas existen agrupamientos similares,


como sí ampliamente se conoce la actividad de las agrupaciones feministas, pero
más allá de la adscripción o no al peronismo, agrupaciones de este tipo son un paso
de avance en relación a la militancia en décadas anteriores, sobre todo teniendo en
cuenta el nivel de legitimidad que los planteos han logrado generar en el seno de las
organizaciones populares.

Obviamente, es absurdo intentar realizar análisis contrafácticos. No puede saberse


si Evita estaría de acuerdo con este tipo de cambios o si, por el contrario, sería una
ferviente opositora. Lo que sí sabemos es que sectores que han demostrado durante
años una profunda reticencia a este tipo de planeos, hoy en día los asumen como
propios. Por lealtad a sus “mandos naturales”, por oportunismo o conveniencia,
por desconocimiento o convencimiento real, por lo que sea, lo cierto es que algo ha
cambiado en la mentalidad de amplios sectores de nuestra sociedad. Por supuesto,
los retrógrados planteos católicos y de las “nuevas tendencias religiosas” no fueron
menores, y dan cuenta de que el sentido común puede ser, como sostuvo Antonio
Gramsci alguna vez, el más común de los sentidos. Y tener concepciones tan
absurdas que lleven a elaborar consignas tan ridículas como esa que dice “La tuerca
para el tornillo”. Cómica, si no fuera por lo que realmente quiere expresar. Y por
supuesto, no es que la desigualdad de género, la intolerancia hacia las minorías sea
un tema del pasado, ni siquiera para sectores de izquierda y progresistas. Basta
repasar, a modo de ejemplo, los oradores y dirigentes de las organizaciones
sindicales, sociales y políticas, y veremos que el modelo de hombre heterosexual
sigue siendo ampliamente hegemónico. Es cierto: son actuales, permanentes y
constantes los desafíos que hay que reactualizar cada día en el seno de las
organizaciones populares y en la batalla por el sentido social que estos temas
adquieren, pero no es poco lo que se ha conquistado tras décadas de lucha.

En fin, lo que sí sabemos, y hemos repasado en estas notas, es que gracias a la


literatura, Evita ha sido una precursora de los nexos entre feminismo, luchas de las
minorías y políticas de emancipación de los trabajadores, de los cabecitas negras,
los de abajo, los humillados y ofendidos de la sociedad, que pujan con sus batallas
por parir otra sociedad, edificada sobre las bases de quienes la producen y no
centrada en la explotación de una clase sobre otra. O para decirlos y hacernos eco
de las palabras de la Evita-heroína de Leónidas Lamborghini: “Sí: que nadie
explote a nadie. Sí: que nadie a nadie. Sí: la clase obrera. Sí: sectaria sí”.

VIERNES, 27 DE JULIO DE 2012

Nuestra mujer
En un arco que va desde María Elena Walsh a Néstor Perlongher, pasando por Copi, Paco
Jamandreu o Juan José Sebreli, la imagen de Eva aparece enaltecida o rebajada pero siempre
como objeto de fascinación. ¿Hay una Eva construida por la mirada gay? ¿O es que su propia
figura posee ciertos elementos que atraen esa mirada? A sesenta años de su muerte, este sentido

homenaje.
Todo en la vida de los humildes es melodrama... Melodrama cursi, barato y ridículo. Para los hombres mediocres y egoístas ¡Porque los pobres no
inventan el dolor, Ellos lo aguantan! Eva Perón, La razón de mi vida

Por Adrián Melo

Hija natural, morocha y provinciana, conoce desde chica la humillación y el insulto, adolescente huye a la ciudad y al tiempo

se tiñe de rubio para devenir otra, es decir, adquiere otra personalidad e identidad: la de la diva de radioteatros y cine, y

luego otra, la madrecita de los humildes. Quizás algunas de las claves que permiten analizar los procesos de identificación

entre Eva Perón y el mundo de las diversidades sexuales puedan hallarse en esos aspectos de la biografía de “esa mujer”.

El mismo recorrido: la injuria, la huida a la ciudad, la necesidad de desarrollar estrategias y negociaciones para poder

sobrevivir es el proceso que siguieron muchas vidas de gays, lesbianas y travestis durante el siglo XX si seguimos el

análisis de Didier Eribon en Reflexiones sobre la cuestión gay.

Después está la entrega absoluta al amor de un hombre. “Yo no podría renegar jamás de mi fanatismo apasionado por la

causa de Perón. Perón, para mí, que lo he analizado profundamente, es perfecto. Quiero que sepan en este momento, que

lo quise y lo quiero a Perón con toda mi alma y que Perón es mi sol y mi cielo. No concibo el cielo sin Perón.”

Quizá su figura apasionó a los escritores homosexuales porque su discurso recuerda a los amores desmesurados y

desesperados que signaron la vida de muchos de la primera mitad del siglo XX. De hecho, sus palabras parecen guardar

alguna semejanza con los sueños del homosexual que presentó Roberto Arlt en El juguete rabioso o con algunos

personajes de La brasa en la mano, de Oscar Hermes Villordo, que relata la vida de los gays durante la época peronista.
Asimismo, el lenguaje melodramático, hijo del folletín popular, propio del discurso peronista, también pudo haber generado

procesos de fascinación e identificación. Tal como señala Sebreli, la carrera artística de Eva Perón comienza en el teatro, la

radio y la cinematografía argentina, continúa en la vida real con el romance entre el coronel y la actriz considerada poco

menos que puta, en la romántica carta de amor de Perón desde Martín García y luego en el papel de Primera Dama de Eva

con sus aigrettes, pieles, costosísimas joyas y los modelos exclusivos que la convertían en la María Antonieta de los

humildes. El melodrama concluye con los abrazos desgarrados de su agonía reproducidos hasta el cansancio en las

fotografías de la época, los discursos de barricada ornamentados con ritualismos de folletín burgués, la autobiografía La

razón de mi vida que sigue la estructura de la vida y milagros de los santos populares. Y encuentra su cenit en sus

espectaculares y fastuosos funerales, que nos recuerdan algún film del neorrealismo italiano, con las caras llorosas de los

pobres bajo la lluvia.

Que Eva Perón fascine como una diva, como la heroína de las grandes mujeres de la historia que representaba en los

radioteleteatros, o desde el sepia de las fotografías cinematográficas o desde la tapa de la revista Sintonía, prenuncia la

adoración gay por ver a sus divas de la segunda mitad del siglo XX interpretando, a su vez, a Evita. Y así se sucedieron

Nacha Guevara, Valeria Lynch, Paloma San Basilio, entre otras. Hasta llegar por supuesto a la Diva por antonomasia de los

gays, Madonna, interpretando en la película de Alan Parker el musical de Andrew Lloyd Webber y letra de Tim Rice. La

Evita ambiciosa, desmedida, villana, prostituta, dispuesta a todo por ascender socialmente, demagógica y tierna con el

pueblo trabajador que nos propone la ópera musical Evita se asocia a la figura de Madonna y a la admiración que suscitan

las perversas de los melodramas a quienes el sufrimiento, el desamor, el oprobio y las luchas por la supervivencia volvieron

necesariamente hiperfuertes, “varonas”, masculinas como una drag.

Putos, pobres y peronistas

Uno de los hitos fundamentales que conectan a la homosexualidad con la figura de Eva Perón es la relación entre ella y el

modisto Paco Jamandreu. Según relata este último en sus memorias, titulada La cabeza contra el suelo, una vez asentada

en una relación de amistad, Eva se burlaba de Paquito: “Te espero a las ocho. Pero a las ocho. A ver si te encontrás con un

chongo en el camino y llegás pasado mañana”.

En otra ocasión, Eva se cruza casualmente con él a la salida de la Fundación una madrugada y después de reprenderlo por

vivir yirando y por usar una matraca de auto, le manda regalar a los pocos días un flamante Packard.

Pero a su vez, la ambivalencia de Eva frente a la homosexualidad de su amigo es presentada en otra anécdota. Cierta vez

en que Paco y un amigo se hallaban en un bar y una razzia se los llevó a la comisaría por no tener documentos, Paco

decidió llamar al número privado que Eva atendía a toda hora. Ella les contestó: “¿Y qué hacen ahí ustedes a estas horas?

Eso debe ser un puterío. ¡Jódanse por yiros!”.

Sin duda, el momento más emotivo de la relación es aquel en el cual, a pedido de Perón, Jamandreu diseña una serie de

vestidos para hacerle creer a Eva que va a emprender un largo viaje. Ella responde agradecida, que deben achicar las

medidas porque está muy flaca y que Paquito tiene tanto talento que debería ser modisto en París. A la salida de la
habitación Perón y Paco se miran con ojos llorosos. La escena fue inmortalizada en la película Eva Perón (Desanzo, 1996),

así como las palabras que pronuncia el personaje de Paco Jamandreu: “Ser puto y ser pobre es ser Eva Perón”.

En todo caso, las lecturas contradictorias de la figura de Evita (tiene intimidad con homosexuales de los cuales reboza el

medio teatral pero no saca a Jamandreu de la comisaría) guardan relación con la ambigüedad de los testimonios respecto

del peronismo. Por un lado, organizó en 1946 el régimen contravencional vigente por largos años. Pero, por otro lado, el

peronismo parece significar cierto relajo en las costumbres. Como señala Pablo Gasparini, “el peronismo parece tener, con

todo, algo de fiesta. El erotismo que nace de ese encuentro de clases es potente. La relación de la marica de clase media

con el chongo villero no sólo llenó lamentaciones sino también saunas. Testimonios personales dan cuenta de saunas gays

en Buenos Aires en la década del ’50, cuando no los había en Nueva York”.

Si Evita viviera

A su vez, son los escritores gays y lesbianas los que mejor parecen haber comprendido a Evita y los que dejaron las más

contundentes expresiones artísticas: aquellas que dan cuenta de ese cruce de oposiciones entre la figura de la santa y de la

prostituta a partir de las cuales se construyeron los imaginarios sobre su vida. En Eva Perón, ¿aventurera o militante?,

escrito a mediados de los ’70, Juan José Sebreli declara a propósito de Ella: “Convertida en uno de los tabúes más

inquietantes y peligrosos de nuestro folklore político, tiene la significación ambivalente de todo tabú; del sacer de los

romanos, que significa sagrado, santificado, consagrado, y a la vez abyecto, execrable, impuro. Ella es la musa, la diosa

madre y a la vez la mujer demonio, la mandrágora, la mantis religiosa”.

En plena década del ’70, cuando la figura de Eva Perón parecía un tabú intelectual, un mito intocable tanto en su versión

angélica como diabólica, Sebreli la reivindica como sujeto político y como imagen plebeya. Frente a la tendencia de

convertir a Evita en un objeto mágico de adoración que la neutraliza y la convierte en pieza de museo, Sebreli acentúa

todos los aspectos de la vida de Ella que impiden integrarla al orden establecido, que la convierten en la negación misma de

ese Orden. Su libro constituye la reivindicación intelectual de la Evita revolucionaria, de la mujer política radicalizada que

representa el ala plebeya de la clase obrera y del peronismo e incluso de las luchas de la liberación de la mujer.

Mucha mujer o Evita es hombre

Unos años después, en pleno año de la dictadura militar, María Elena Walsh, mujer y lesbiana, también en su poema “Eva”

(1976), identifica la lucha de esa mujer con la de las mujeres en general: con las luchas de las rameras, las madres

incesantes, “las reas y las monjas y las violadas en los teleteatros y las que callan pero no consienten”. Proclama a Evita,

“loca” y “reina” y le expresa clamorosamente su deseo de “Tener agallas, como vos tuviste,/ fanática, leal, desenfrenada

(...)/ Tener agallas para gritar basta/ aunque nos amordacen con cañones”.

A su manera, también Copi, desde su pieza teatral Eva Perón (1970) intenta desacralizar el mito, esta vez, burlándose a

carcajadas, atrozmente, de las máscaras de lo sagrado que han cubierto la figura de Evita y haciendo de toda su vida y de

su historia una farsa. En su obra, que cuenta las últimas horas de Evita en su lecho de enferma, todo es simulación y

mentira: Eva no es la Abanderada de los humildes, no es la defensora del Pueblo trabajador, no tiene cáncer, no muere y
tampoco es una mujer, ya que es interpretada por un hombre (Facundo Bo). Según la interpretación de Marcos Rosenzvaig,

Copi narra el último día de Evita y se sirve de Evita representada por una travesti para tomar distancia del personaje

histórico, desmitificarlo y pensar sobre su condición genérica, es decir preguntarse qué es ser una mujer. Y ser mujer

parece decir Copi, cual Judith Butler avant la lettre, es justamente eso: vestirse de mujer. Aún más, la obra termina

afirmando la representación de la mujer como una mentira. La Eva Perón autoritaria y fálica que presenta Copi no es una

mujer, así no estuviera representada por un hombre, porque no responde a los estereotipos de mujer, es decir, no funciona

como debiera funcionar una mujer en la estructura heterosexual dominante. A su vez, los géneros están trastrocados en la

obra porque Perón es acusado por Eva de “cobarde” de “impotente” y de “cagón”, está ausente y sufre de migrañas, una

dolencia que se suele asociar también a las mujeres.

En una escena fundamental, Eva acusa a Ibiza y a Perón, los dos únicos hombres de la obra: “Ustedes me dejaron caer

sola hasta el fondo de mi cáncer. Son unos turros. Me volví loca y estaba sola... Me volví loca, loca, como aquella vez en

que hice entregar un auto de carrera a cada puta y ustedes me lo permitieron. Loca. Y ni vos ni él me dijeron que parara.

Hasta mi muerte debí hacerla completamente sola. Sola. Cuando iba a las villas miseria y distribuía fajos de billetes y

dejaba todo, mis joyas y mi auto, y hasta mi vestido, y me volvía como una loca, desnuda, en taxi, mostrando el culo por la

ventanilla, me lo permitieron. Como si ya estuviera muerta, como si yo no fuese más que el recuerdo de una muerta”.

Si el antiperonismo más virulento no se cansaba de señalar que Evita era la que mandaba y llevaba los pantalones en la

pareja, si tanto Martínez Estrada como Borges decían que Eva era un macho y la llamaban la mujer del látigo o la mujer de

pelo en pecho, Copi no hace más que llevar al extremo esos mitos y en ese paroxismo pone en cuestión todos los géneros

y hasta la identidad nacional. La transgeneridad que Copi profundiza en su obra prenuncia algunas de las múltiples

identidades que se le darán a Eva en esos años para convertirla en bandera de lucha. Entre ellas, durante los primeros

movimientos de liberación gay se afirmaba: “Si Evita viviera, sería tortillera”.

Justamente desde ese antiperonismo que bebió desde su tierna infancia, Copi amalgama elementos típicamente gorilas: la

ambición y el resentimiento de Eva y de su madre que reclama durante toda la obra en saber el número de la caja fuerte en

Suiza, la corrupción peronista, el pasado oscuro de Eva, la instrumentalización política de los funerales de Eva, pero

termina construyendo, quizás inconscientemente, una Eva compleja, con múltiples matices pero, sin duda, radicalizada y

acorde con los aires de época en que surgió la obra. Mientras Copi escribía estas líneas, el fantasma de Evita recorría el

espectro político argentino. El cadáver de Eva Perón había sido secuestrado el 23 de septiembre de 1955 y en 1970 los

montoneros secuestraban y asesinaban a Aramburu y prometían dar cristiana sepultura a sus restos “cuando al Pueblo

Argentino le sean devueltos los restos de su querida compañera Evita”. En la obra de Copi, “Evita está más viva que nunca”

después del crimen y la sustitución final de su cuerpo por el cadáver de la enfermera. Como lo intentó Sebreli en su ensayo,

Eva Perón no es la momia intocable, divinizada, objeto mágico de adoración mística, sino una mujer salvajemente viva que

puede volver y trasponer los límites impuestos por el peronismo, por los militares y por Perón.

La obra de Copi fue estrenada el 2 de marzo de 1970 en el teatro L’Epée de Bois, en París. A mediados de ese mismo mes,

explotó una bomba en el teatro, fueron golpeados los actores y se destrozaron los decorados. A la vez, Copi recibía cartas
de amenazas de muerte desde Buenos Aires y varios integrantes de su familia tuvieron que exiliarse de Argentina. Mal

comprendida en su momento, los peronistas quizá no llegaron a visualizar que, de la manera más atroz, Copi fue el primero

en resucitar a Eva, en hacer carne una de las frases más significativas que se dicen sobre ella y que encarnó tantos sueños

–y pesadillas– y esperanzas de la Argentina: “Si Evita viviera...”.

El otro poeta gay y argentino que se ocupó de Eva, Néstor Perlongher, en sus poemas “El cadáver” (1980) o “El cadáver de

la Nación” (1989), insiste en la belleza y en la impecabilidad del cadáver, en los múltiples cuidados, en la prolijidad del

rodete del cadáver de Eva, en la hebilla de su pelo, en las joyas, en el maquillaje para disimular las manchas cancerosas,

en las orquídeas, en el esmalte Revlon de sus uñas, en la depilación del bozo, en los ceremoniales que preceden y siguen a

su embalsamamiento, en las alquimias del embalsamador doctor Ara. Sin duda, Perlongher ama a Evita como a una diva,

pero sólo se atreve a tocarla y adorarla cuando ella ha muerto.

En “Evita vive” (1975), cuento considerado maldito dentro de la literatura argentina, Perlongher consuma el proceso de

beatificación. Evita vuelve desde el cielo y ya no es la Evita de Perón, que como señala Horacio González proclamaba “‘Soy

fanática y entregaba una frazada” o “repartía máquinas de coser como quien arma barricadas contra aristocracias obtusas”.

Es la Evita diva del lumpenproletariado y de los bajos fondos, reventada, con olor a muerta y con las manchas de cáncer en

la piel. Es la Evita resucitada que, como a Jesús, pocos reconocen, que regala lotes de marihuana a los pobres “para que

los humildes andaran superbién, y nadie se comiera una pálida más”, que tiene la cabeza con el rodete deshecho entre las

piernas de un negro, que la chupa mejor que nadie, que se deja manosear y sobar y manosea, fornica y es fornicada y

chupa a los marginados, a los negros, a los maricas (las “queridas” a quienes promete un paraíso de chongos, negros,

rubios, marineros y bellos muchachos), a la barbarie, y a todos los que hablan el mismo lenguaje que ella: el de la

humillación.

En esta Evita, los sueños de redención del lumpenproletariado y de los pobres miserables y reventados (distintos a los

obreros ordenados y descamisados que sueña el peronismo) van de la mano con los sueños de liberación social de las

locas, los maricas y las travestis.

Para Christian Ferrer: “En los tres cuentos unidos por el título ‘Evita vive’, Perlongher cuenta cómo Eva Perón baja desde el

cielo y ronda por hoteles ‘del bajo’, pensiones de mala muerte, conventillos, ‘deptos’; pernocta con un marinero ‘negro’ y una

marica, comparte fumo con gays, se acuesta con muchachos, participa en camas redondas; se revela puta, drogadicta,

‘reventada’, va a hacer un ‘rescate’... El Buenos Aires de Evita es aquí un cruce de zona rosa y villa miseria: el conjunto

parece un retablo endeble animado por una troupe de marginales, ante los cuales Cristo resucitado se aparece en un Kaiser

Carabela a traer la buena nueva de que el paraíso de los humildes asume la forma de una orgía de lúmpenes presidida por

una mujer con ‘maneras de princesa ordinaria’ (...) Bastarda, impetuosa y estrella concientizada lo fue. Pero para Néstor

Perlongher ella fue, ante todo, lumpen... Néstor reconoció en la idolatría política de la masa peronista hacia Evita al deseo

en estado químicamente puro: las valoraciones morales pasan entonces a segundo plano”.
“Evita vive” reivindica a un tiempo la liberación social y sexual y reclama a Evita un rol que no desempeñó bien porque no

quiso o porque Perón y el peronismo le impusieron los límites de una vez y para siempre.

La grandeza de las obras de Copi y Perlongher es que parecen asimilar, apropiarse y reinterpretar diversos símbolos y

elementos a partir de los cuales se ha construido el mito de Evita: la radio y el cine, la cabellera rubia, el rodete, las joyas y

los sombreros, las máquinas de coser, las frazadas, la demagogia y el autoritarismo, las armas compradas al príncipe de

Holanda para armar a la clase trabajadora, la simulación y el trasvestismo, el cáncer, los funerales como espectáculo

melodramático, el esmalte Revlon de las uñas del cadáver, la necesidad de derramar la propia sangre para entrar en la

historia argentina, la instrumentación política de la muerte, el maquillaje, el auténtico dolor de miles de humildes, de

marginados, de putos, de lesbianas, de pobres que sintieron que sus vidas no volverían a ser las mismas con la ausencia

de Ella.

Dos iconos se saludan: La Evita

ambiciosa, desmedida, villana, prostituta, demagógica y tierna con el pueblo trabajador que nos propone la ópera Evita se asocia a la figura de Madonna, a la

admiración que suscitan las perversas de los melodramas a quienes el sufrimiento, el desamor y el oprobio volvieron necesariamente hiperfuertes, “varonas”

Evita diversa. El Movimiento Evita San Martín - Frente Diversidad organiza una mesa de formación política y un debate

sobre peronismo y diversidad.

Domingo a las 16, Islas Malvinas 3033, San Andrés.

Son Cosas Mías!


El blog del Capitán Intriga

07 septiembre Viernes

(1)

Bianca Del Rio, la drag queen que soñaba con ser Evita
Publicado por Capitán Intriga

Existen pocos íconos que sean verdaderamente universales, que hayan logrado traspasar
fronteras y culturas. Quizás lo más cercano que los argentinos tengamos a eso es Eva
Perón, cuyo rodete y saludo en el balcón ya son una marca registrada.

Miren si el impacto no habrá sido importante que la drag queen Bianca Del Río es tapa del
nuevo número de la revista Next recreando a La Abanderada de los Humildes:
¡Y llegó hasta las manos de Elena Rogers y Ricky Martin!

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