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INTRODUCCIÓN
Sepa el lector que nos encontramos ante el oráculo más complejo y extenso que existe después del
Atepón Ifá y el Opele. En esta primera parte, que es a la que únicamente nos referimos en este libro,
nos limitaremos a exponer los nueve Odus básicos del Obi Abatá, sus aspectos positivos y negativos
(Iré e Ibi) y los dieciséis Odus Mejis de Ifá.
Sin .embargo, un estudio más profundo, nos llevaría a 4608 combinaciones posibles, ya que si se
tiran los cuatro segmentos del Obi Abatá dos veces, se pueden obtener los 256 Odus básicos de Ifá,
(lo que multiplicado por 9 y por 2, daría como resultado las 4608 combinaciones antes señaladas.)
Resulta evidente la gran gama de posibilidades y la vasta sabiduría que nos arroja el bien llamado
“Príncipe de los Oráculos del Obi”, aunque es obvio que para dominar tanta información y
conocimientos, se requieren muchos años de intenso y dedicado estudio.
Memorizar cada uno de los 9 Odus del Obi Abatá y los 16 Odus Mejis de Ifá, está sobre las 16
semanas. Adicionalmente, para llegar a dominarcada una de las 144 combinaciones u Odus
derivados, usualmente se requiere una semana por cada uno, o sea, que para alcanzar un perfecto
dominio de esta primera parte del Oráculo del Obi Abatá, se requerirían unas 160 semanas (3 años
aproximadamente.)
En África, el término Obi Abatá se relaciona directamente con la nuez de kola, fruto típico de ese
continente, considerado sagrado desde la antigüedad por tribus y pueblos, los cuales se
servían del mismo con fines alimenticios, curativos y mágicos. La nuez de kola (Obi Abatá),
también puede encontrarse en otras latitudes donde imperan los climas cálidos, como por
ejemplo, en algunos países del Caribe y el continente americano.
Este fruto, el Obi Abatá, se compone de cuatro secciones muy bien proporcionadas y
fácilmente separables, las cuales, una vez apartadas unas de otras, presentan un aspecto muy
parecido. Sin embargo, si observamos bien el interior de esos cuatro segmentos, veremos que dos
de ellos son iguales entre sí, pero diferentes con respecto a los otros dos; de ahí que los antiguos
yorubas las hayan identificado como “dos porciones masculinas y dos femeninas”.
El uso mágico que los antiguos pueblos africanos dieron a la nuez de kola, tuvo su mayor
significación en la comunicación trascendental entre hombres y dioses o espíritus ancestrales. De
esa práctica mágico-esotérico-religiosa, surgió lo que hoy conocemos genéricamente como “Oráculo
del Obi Abatá”, una de las artes adivinatorias ancestrales más completas y efectivas que el hombre
de hoy ha recibido como herencia de sus antepasados africanos. Este oráculo,
característicos del Yoruba Ancestral, se practica aún hoy en día por los yorubas de África Occidental,
quienes en su mayoría habitan en Nigeria, aunque también se detecta su presencia en otras zonas
de África oeste. También es utilizado por las congregaciones o comunidades yorubas asentadas
en América, fundamentalmente en los Estados Unidos. A este antiguo arte adivinatorio se le
denomina el “Príncipe de los Oráculos del Obi” en la Religión Yoruba Ancestral, por su asombroso
poder mántico, visualizador y el alcance de sus vaticinios y sentencias.
De las cuatro porciones que componen este oráculo, las dos que son reconocidas
como masculinas, a la vez son consideradas como positivas y ambas identificadas bajo la
denominación ako meji; las otras dos, o sea, las femeninas, son consideradas como negativas y se
les denomina abo meji. De esta forma se complementa un equilibrio natural en los componentes del
propio oráculo.
Para los versados en alguna de las artes adivinatorias de La Religión Yoruba, queremos aclarar que
los segmentos masculinos y femeninos del Obi Abatá, independientemente de describir la letra al
nivel individualizado según el oráculo y con toda la profundidad que cada Odu encierra en sí mismo,
también juegan un papel más o menos parecido al de los determinantes del Iré y el Osogbo, que
usualmente se utilizan cuando se trabaja con el Merindilogun, el Opele y el Atepón Ifá.
Sin embargo, puede que lo más importante de este oráculo radique en que a
través de él se accede a la maravillosa fuente de conocimientos contenida en
los 16 Odus Mejis de Ifá, lo cual le otorga una significativa relevancia, ya que el
poemario de Ifá, en el Nuevo Mundo, hasta ahora había estado reservado
solamente a los Babalawos. Al conocer este oráculo, la persona (sea hombre o
mujer), entra en contacto con la sabiduría superior que encierran los Oju Odu,
en los cuales se recogen todas las leyes y avatares del universo, así como todo
lo acontecido y por acontecer.
En esta primera fase del estudio, el Obi Abatá nos ofrece una serie compuesta
de 288 posibilidades diferentes de lectura de la tirada, resultante de las distintas
combinaciones que pueden asumir los cocos al caer, las cuales serían: 16 Odus
Mejis de Ifá multiplicados por los 9 Odus propios del Obi Abatá, y a la vez
multiplicados por las 2 posibilidades de Iré u Osogbo (que no es más que la
determinación de si la tirada viene hablando en sentido positivo o negativo, lo
cual se logra observando la posición de los segmentos sobre el kekereopón).
Esto además significa que de los 288 vaticinios posibles, 144 son positivos y
144 negativos. Por tanto, independientemente de la lectura y el legado propio
del Odu Meji de Ifá, los otros 9 odus contienen juicios adicionales e individuales
que enriquecen el registro. También esto trae consigo una nomenclatura propia
de los 144 Odus resultantes de tal unión, por ejemplo, si en una tirada del Obi
Abatá, nos sale Akita como signo propio y Odi Meji como signo de Ifá, entonces
tenemos que el Odu que nos ha salido es AKITA-ODI, en este caso la palabra
Meji se suprime. Teniendo siempre en cuenta que dicho AKITA-ODI puede venir
por Iré o por Osogbo.
Hay personas que tiran el Obi Abatá sobre un tapete blanco al que denominan
até, o sobre un plato llano blanco; sin embargo, ambos procedimientos son
improvisaciones. La aplicación idónea y más efectiva de este oráculo se realiza
sobre el kekereopón, el cual simboliza el universo con sus fuerzas, elementos y
puntos cardinales, incluyendo además en sí la representación del espíritu, el
nacimiento o renacimiento, la vida y la muerte respectivamente, lo cual está en
plena correspondencia con la filosofía yoruba de la vida material y espiritual, que
responde a un ciclo perfectamente reflejado en dicho tablero.
Según esta filosofía, el Espíritu desciende de Norte a Sur (del Cielo a la Tierra,
pero léase Cielo como otra dimensión, no como el cielo azul físicamente
reconocido por los humanos), de la Tierra (Sur) va hacia el Este (donde se
desarrolla la vida), de aquí va al Oeste (donde muere nuestro cuerpo material), y
de ahí va nuevamente hacia el Norte, para cerrar el ciclo que vuelve a
comenzar, es decir, el espíritu “viaja” del Cielo a la Tierra, donde es encarnado,
desarrolla la Vida, y Muere materialmente, volviendo nuevamente al Cielo (lo
que quiere decir que se separa de su cuerpo físico, pero reinicia el ciclo
existencial una y otra vez hasta cumplir el período de desarrollo y
perfeccionamiento estipulado por las deidades u orisas).