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MEDITACIÓN ACERCA DE LA PASIÓN

PARTE IV

Teniendo en cuenta lo que hemos analizado en las 3 intervenciones anteriores, vemos una realidad
diferente al planteamiento acostumbrado cuando abordamos el tema de la Pasión de Nuestro Señor, y la
obra de la Redención, a saber:

1.- La naturaleza real del hombre, su finalidad, y la magnitud del pecado original. Esto nos servirá para
alejar de nuestra mente algunas cosas que habiendo sido dichas por los apóstoles, o por San Pablo, nos
orillan a ver en la Humanidad de Jesús un envilecimiento de la Divinidad al «abajarse», según ellos, a
tomar nuestra naturaleza (San Pablo a los Filipenses, Cap. 2:5 ss). Esto sería verdad solamente si
separamos al hombre de Dios, cosa por demás errónea, pues es Dios mismo quien creó al hombre para
UNIR su Naturaleza Divina a la humana (como vimos en el capítulo del 3 de Agosto de 1931), Él quería
multiplicar su Vida en el hombre creado, que ciertamente es muy inferior a Dios, pero éste no fue creado
para llevar una vida aparte de Dios, sino unido continuamente a Él. Por esto no se puede considerar
humillación el tomar nuestra naturaleza, era simplemente el llevar a cabo el decreto divino de la
Encarnación de Dios para volver dioses a los hombres (esto será tema de otra meditación). Ciertamente
debe tomar sobre Sí mismo los pecados de toda la familia humana, lo que lo convierte en Redentor, pero
eso es muy diferente a decir que por el pecado tuvimos la fortuna de contar con tal Redentor (Jesús); esto
es como decir que Dios supedita su obrar, no a Sí mismo, sino al hombre.

2.- Vemos ahora el por qué debe ser Él quien pague todo lo nuestro, y por qué ninguno de nosotros podría
haber satisfecho a la Justicia divina.

3.- De igual manera nos hace conocer la verdadera naturaleza de Dios, donde todo es orden, donde la
Justicia Divina debe ser satisfecha al 100%, de la misma forma que debe ser satisfecho el Amor Divino, la
Bondad Divina, la Misericordia, etc., no puede un atributo renunciar a sus derechos en favor de otro, todos
deben estar satisfechos plenamente.

4.- Una de las partes más delicadas, es el llegar al punto de la finalidad que Dios se trazó al llevar a cabo
la Redención. Ciertamente no era su plan, la Redención jamás habría podido ser el plan de Dios, pues si
esto fuera cierto, sería tanto como decir que su plan era que el hombre necesitara redención, o sea, que
«pecara», para que pudiera ser redimido, lo cual es una verdadera blasfemia. Además, tomando en cuenta
que Dios no «puede» supeditar su obrar al hombre, sino que debe ser supeditado a Él, la causa de la
Redención debemos buscarla en Él, no en nosotros. Ya vimos que la misión del hombre era grandísima,
pero grandísima no solamente para el hombre, sino sobre todo para Dios, pues se trataba de multiplicar su
Vida y sus obras. En el Vol. 33, el 6 de Mayo de 1934, Jesús dice lo siguiente:

..."Hija mía, el fin primario de la Redención, en nuestra mente divina, fue el restablecer el reino de la
Divina Voluntad en la criatura; era esto de Divino que habíamos puesto en ella, nuestra Voluntad
obrante, el acto más noble, más bello, y que en virtud de esto Nosotros amábamos a la criatura
hasta la locura, porque tenía de lo nuestro, Nosotros nos amábamos a Nosotros mismos en ella, y
por eso nuestro Amor era perfecto, pleno e incesante, y como si no nos pudiéramos separar de ella,
sentíamos a nuestra misma Voluntad que desde dentro de la criatura nos imponía a amarla, y si
descendí del Cielo a la tierra, fue el Imperio, la Potencia de mi Fiat que me llamó, porque quería sus
derechos y ser restablecido y puesto a salvo su acto noble y divino. Nos habría faltado el orden y
habríamos actuado contra natura si descendiendo del Cielo hubiera puesto a salvo a las criaturas, y
a nuestra Voluntad, lo que de Divino y nuestro acto más bello puesto en ellas, principio, origen y fin
de todo, no ponerlo a salvo y restituirle su reino en ellas. Pero, ¿quién hay que no piense en
salvarse primero a sí mismo y después a los demás? Ninguno, y si no puede salvarse a sí mismo,
es señal de que no tendrá ni virtud, ni poder de salvar a los demás. Con restablecer el reino de mi
Voluntad en la criatura, Yo hacía el acto más grande, acto que sólo puede hacer un Dios, esto es,
poner a salvo mi misma Vida en la criatura, y salvándome a Mí mismo, todos eran puestos al
seguro, no más peligros, porque tenían una Vida Divina en su poder, en la cual habrían encontrado
todos los bienes que quisieran.”

Sobre el mismo punto, el 28 de Diciembre de 1937, Jesús le dice a Luisa:

..."Tú debes saber que Yo vine a la tierra para poner a salvo mis habitaciones; el hombre es mi
habitación que con tanto amor me había formado, y en la cual, para hacerla digna de Mí, había
concurrido mi Potencia y el arte creador de mi Sabiduría; esta habitación era un prodigio de nuestro
Amor y de nuestras manos divinas. Ahora, al sustraerse de nuestra Voluntad, nuestra habitación se
pone en ruinas, queda obscura y queda como habitación de enemigos y de ladrones. ¡Qué dolor no
fue para Nosotros! Así que mi Vida acá abajo sirvió para restituir, restablecer y poner a salvo esta
habitación que con tanto amor nos habíamos formado. También ella era nuestra, convenía salvarla
para poderla habitar de nuevo, por eso para salvarla di todos los remedios posibles e imaginables,
di mi misma Vida para fortificarla, cimentarla de nuevo, derramé toda mi sangre para lavarla de
todas las suciedades, y con mi muerte quise darle nuevamente la vida para hacerla digna de recibir
de nuevo como habitador a Aquél que la había creado.

Ahora, habiendo dado todos los medios para salvar nuestra habitación, era decoroso para Nosotros
poner a salvo al Rey que debía habitarla. Nuestro Amor había quedado a la mitad de su carrera,
impedido y como detenido en su camino, por eso el reino de nuestra Voluntad servirá para poner a
salvo aquel Fiat rechazado por la criatura, darle la entrada en su habitación y hacerlo reinar y
dominar como soberano que es.

[...] Si no fuese cierto el reino de mi Voluntad, ¿en qué aprovecharía componer y restablecer las
habitaciones?

¡Ah! hija mía, tú no comprendes bien qué significa no hacer nuestra Voluntad: Nos son quitados
todos los derechos, nos sofocan tantas Vidas Divinas nuestras. Nuestro Amor era y es tanto, que en
cada acto de criatura queríamos crearnos a Nosotros mismos para hacernos amar, hacernos
conocer, y para estar en continuo intercambio de vida entre las criaturas y Nosotros. ¡Hacer esto sin
nuestra Voluntad es imposible! Solamente Ella tiene Potencia y Virtud de volver adaptable a la
criatura para recibir nuestra Vida Divina, y pone en camino a nuestro Amor para crearnos a
Nosotros mismos en el acto de la criatura. Tú debes saber que en cada acto que la criatura hace en
nuestra Voluntad, una fuerza irresistible nos llama, la miramos, nos reflejamos en ella y con un
amor que no nos es dado resistir, creamos nuestra Vida, ¡y si tú supieras qué significa crear nuestra
Vida! En eso entra una desahogo de amor tan grande, que en nuestro énfasis de amor
decimos: '¡Ah, la criatura nos ha hecho formar nuestra Vida en su acto.' Sentimos paridad de amor,
de santidad, de gloria nuestra, y quedamos con ansia esperando la continua repetición de sus actos
hechos en nuestro Querer para repetir nuestra Vida, para tener en su acto a Nosotros mismos, que
nos amamos, que nos glorificamos, y sólo entonces tenemos el verdadero fin de la Creación: el que
todo debe servir a Nosotros, aun el más pequeño acto de la criatura sirve para repetir nuestra Vida y
para hacer desahogo de nuestro amor. Por eso el vivir en nuestro Querer será todo para Nosotros, y
todo para la criatura."

Entendiendo qué somos, y el para qué somos, tendremos ante nosotros la grandiosidad del plan de Dios, y
veremos sin velos la manifestación del verdadero Amor Divino, que se muestra no como dice San Juan en
su evangelio: "Que amó tanto Dios al mundo, que no paró hasta dar a su Hijo unigénito." No, sino que el
Amor de Dios lo vemos al conocer que nos quiere dotar de su misma Vida Divina, de sus mismas obras,
nos quiere a la par de Él, en cuanto a criatura es posible. Eso es Amor, es la manifestación de un Dios que
no se conforma con la criatura «salvada», no, la «necesita salvar», pero no como finalidad, sino
como «necesidad» para lograr su verdadero cometido, quiere convivir al Tú por Tú con un igual a
Él, ni más ni menos.

Ahora nos queda claro el por qué Jesús voluntariamente se somete a todas las penas, sufrimientos,
vejaciones, desprecios, muertes, etc., etc.

Esto no disminuye en lo más mínimo los méritos de Jesús, por el contrario, ahora nos presenta a un Jesús
conocedor de todo lo que se requiere para llamar a las criaturas para que regresen al orden, a su puesto y
a la finalidad para la que fueron creadas por Dios. Nos presenta a un Jesús que tiene únicamente dos
finalidades:

a.- Satisfacer al Padre en amor, gloria, alabanza.

b.- Vivir la vida de todos los hombres como si nunca se hubieran salido de la Divina Voluntad, y dejar a su
disposición todos sus actos para que los tomara, aunque fuera solamente como medicina para lograr el fin
menor, la salvación; pero su mira es que llegaran a vivir la Vida Divina.

Con todo lo anterior, estamos ya preparados para entender la triple Pasión de Nuestro Señor, que
analizaremos en la próxima intervención.

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