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Baruch SPINOZA Tratado teolégico-politico llfya “Tilo origina Trcteusshotoogeopotticar Titulo en castellano: ‘Tratado teoldgico-politico “Traduosin, itroducsin, nota indices: ‘atlano Domingwet Direecdn Bora: Jd de Jodar Director de Prodiceén: Manuel Alvarez Disco del coleceién: Vitor Vilssaca © dela taduccin, nots, intoduceion e indies: Alana Dominguez (© porlaraducedn: Alanea Eoitorah SA. Madi, 1986 (© por esta eicion: Faciones altaya, 8.41997 ‘Masia, 5, 08023 Barcelona ISBN Obes Complete: 84-487-0119.8 ISBN: E-48701518 Depéste Legal: B.10201/1996 Impreso en Bepaha Printed in Spain Agosto 1997 “Imprime: Litografia Roses S.8 (Baresi) Eneuidernsion: S. Mirmol,$.A. Sabadell Barcelona) Disribuye para Fspata: Marco Ibéic.Distribucidn de Ediciones, S.A Cita. de iin, kr. 13,380 (Vaan de Fuencaral) 28034 MADRID. Disiribuye para México: Distibuidora Interme S.A. de CX. ‘Laco Baneo, 85 - Col. 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En los primeros meses de 1670, aparecié en Holanda tun extrafio libro, cuyo titulo completo rezaba asi: Trac. * Las aoas romiten « nuestra Bibligtatin (nim) y a la edi cigp de Gebhard (el. pe) para las obras‘ Sinn, On, s tos lor homes focran bon y, ade oberan bizn, ia "Texte svi un paras, mientras oe shorn pape a bien’ un infer {Camphuyseh"MayrckeMorgemtand eden esto). Se debe conceder fa libertad de jucss putt que ps virtud y no puede ser oprimader (Spins, TEP". poh Une felis ested he asoeado sos Sow petsonain ya Sue ee vettorciados estin todavia grabado sobre‘une phat caf poe tal de la-casa donde viviere Spnora, en Riinsburg, de 1661 (hoy «Spinczahusn casa de Spina, ee que se he fonts $0 bite peso. 7 8 Acilano Deminguez tatus theologico-politicus, continens dissertationes ali- quot, quibus ostenditur libertatem Philosophandi non tantum salva pietate et reipublicae pace posse concedi, sed eandem nisi cum pace reipublicae ipsegue pletate tolli non posse. A las pocas semanas se lo leia en Ale- mania, Francia ¢ Inglaterra. Pese al anonimato y_al falso pie de imprenta («Hamburgi, apud Henricum Kinraht, 1670»), no se tardé en averiguar que su autor era el judfo de Amsterdam, ya conocido por la obra de 1663 sobre Descartes, Benedictus de Spinoza, y que el verda- dero editor era su amigo, Jan Rieuwertsz, Desde ‘el mismo subtitulo de la obra, Spinoaa declaraba abjertamente su intencién de salvaguardar la religién y el Estado. Sin embargo, la iglesia calvinista de Holanda creyé descu. brir en ella un peligro para ambos, emprendiendo inme- diatamente una campafia de denuncias ante las autori- dades civiles, y no cejé en su empefio hasta que la obra fue oficialmente prohibida en 1674. A finales de siglo, recogia P. Bayle, en su célebre atticulo sobre Spinoze, la imagen que tres décadas de ataques habian fraguado de Ia obra y de su autor. «Compuso en espaiiol una apo. logia de su salida de la sinagoga. Este escrito no se im. Primi6, pero se sabe que Spinoza introdujo en él mus chas cosas que aparecieron después en su Tractatus theologico-politicus, impreso en Amsterdam en el afio 1670, libro pernicioso y detestable, en el que logré des. lizar todas las semillas del atefsmo, que se ven al des- cubierto en sus Opera pasthuman * Esta imagen pasé a la historia y domind, al menos, todo el siglo xvir y atin pervive hoy. En efecto, aunque el siglo de las luces leia con afin a Spinoza y fundaba en él sus criticas a la religién establecida yal Estado monérquico, piblicamente segufa aceptando el juicio de Bayle sobre el judio excomulgado y ateo de sistema. No obstante, a finales de siglo, el debate entre Jacobi y Mendelsohn sobre el pantefsmo de Lessing y Spinoza desperté el deseo de leer las obras del tan denostado * Texto en: Freudenthal (nm. 63), p. 30. Introducci6n histica 9 ateo, que apenas si se encontraban por ningtin Indo En ese clima aparecié la primera traduccién alemana del Tratado. teolégico-politico (1787), a la que siguieron Pronto las primerss ediciones originales y completes (Bruder, 1802-3). La lectura de las obras de Spinoza, realizada desde una curiosa sintesis de religiosidad ro. mintica y de sentido histérieo, puso en tela de juicio el estereotipo creado por el tan sagaz como escéptico autor del Dictionnaire bistorigue et eritique (1697), En 1813, escribe Goethe, refiriéndose al articulo de Bayle: el articulo me produjo inquietud y desconfianza, Pri- mero, se le considera ateo y se reputa sus opiniones como altamente censurables. Pero, seguidamente, se com cede que era un hombre pacifico y consagrado a sus meditaciones y estudios, un excelente ciudadano..., en todo lo cual parecta olvidarse la maxima evangélics: por sus fratos los conoceréis» gUn Spinoza ateo e impio o un Spinoza religioso ¢ incluso ctistianisimo? Bayle 0 Goethe? Para que el lector pueda mis fécilmente responder a estas pregun- tas, es indispensable proyectar la obra en el marco his. (6rico en el que fue gestada y recibida, Los datos poli ticos y culturales que hemos adjuntado a la biografia de Spinoza, dan una idea general del medio en el que aparecié el Tratado teoldgico-politico. Aqui s6lo nos Proponemos esbozar cdmo era Ia Holanda en que pen: saba Spinoza, cuando decidié escribir este tratado, qué ideas ocupaban por entonces su espiritu y cudles fueron las primetas reacciones ante Ia obra publicada 1, El marco externo: la Holanda de Spinoza Spinoza nacié en Amsterdam en 1632 y murié en La Haya en 1670. Su época corresporile a’ las discordias religiosas que culminaron en la Guerra de los. treinta aos (1618-48) y al absolutismo monatquico, simbolizado 3 Chr. (nim, 28), p. 56, * Texto en L. Dujove (nim. 55), vol. TV, p. 134, 10 1no Dominguez en Luis XIV (1643-1715). El pafs en que le tocé vivir y que él mismo considera su patria, son las Provincias Unidas u Holanda en su siglo de oro. En efecto, por la Unién de Utrecht (1579), las siete provincias del norte de los Paises Bajos se habian proclamado independien- tes de Espafia. Y, aunque esa independencia no les fue reconocida hasta el tratado de Westfalia o paz de Miins- ter (1648), lo cierto es que, desde la llamada tregua de los doce afios (1609-21), las Provincias Unidas protes tantes gozaban de plena autonomfa comercial. A media. dos de siglo, ese pequefio pals, con Amsterdam como {gran puerto internacional, con Leiden como universidad de renombre europeo y con La Haya como capital, se hha convertido en el centro comercial y_financiero’ de Europa e incluso se atreve a rivalizar militarmente con la Inglaterra de Cromwell y con la Francia del Rey Sol. El periodo de méximo esplendor coincide con el go- bierno liberal de Jan de Witt (1653-72) La Unién de las provincias protestantes del norte, por contraposicién al Flandes catdlico, que siguié unido a Espaiia, significé, por un lado, la proclamacién de la libertad religiosa’e incluso politica y, por otro, el co- mienzo de una guerra con Espafa, que suele conocerse ‘on el nombre de guerra de los ochenta afios, cuyo tér- mino fue celebrado y simbolizado en el nuevo ayunta- miento de Amsterdam (1654). Al lado del calvinismo, que es la religin oficial, pululan las més diversas sectas: socinianos y menonitas, anabaptistas y quikeros, arminianos 0 remontrantes y gomaristas o contrarremon” antes, colegiantes, etc. En ese pais de libertad y tole- rancia hallé paz y'soledad Descartes para sus medita- Otfenberg (A. K), Spinone Trosidme centenaire dela mort da “phitoropbe, Bac, Institue Néelandai, 1977 Ben Asher (M), Spinoza Compendium of Hebrew Gram mar, Spinoss Studies, Haifa (1978), 18796. 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Yo no veo, en cam bio, eémo quienes no conocian nada de Dios, excepto el nombre, y deseaban hablar con él para cerciorarse de su existencia, pudieron ver satisfecha su peticién a tra vés de una ereatura (que no tiene con Dios mas relacién que las demés cosas creadas y no pertenece a la natu. tus) raleza divina), que les dijera ‘yo soy Dios’. Yo me pre- gunto: si Dios hubiera contorsionado los labios de Moisés igué digo de Moisés!, de una bestia cualquiera) para ue pronunciaran y dijeran esas mismas palabras, "yo soy Dios’, chubieran entendido asf los isracltas la exis. tencia de’Dios? Lo cierto es que Ja Escritura parece indicar clara- mente que fue Dios quien habl6 (con ese fin habria bajado del cielo sobre el monte Sinai) y que no sdlo lo oyeron hablar los judios, sino que los magnates incluso lo vieron (uéase Exodo, 24), La misma ley, revelada a Moisés, a la que no era licito ni afiadir ni guitar nada ¥ que constitufa como el derecho nacional, nunca nos 'w mand6 creer que Dios es incorpéreo y que no tiene nin. sung imagen o figura, sino Gnicamente que Dios existe ¥ que creamos en él y lo adoremos; y, para que los israe. litas no se apartaran de su culto, les prohibid represen: tarlo con cualquier figura, ficticia 0 real. Porque, no habiendo ellos visto ninguna imagen de Dios, no podian El empleo del sérmino persona, poco caro 4 Spinoza (CM, 11, 8 p. 264; Bp. 12 A), pudiera encubrie una critica a la idee de ln revelacién por Cristo, por ser una erestura (pp. 18/35 fs. Ep. 73, p. 309; 75, pp, 3156, ete; RV. LO Le profecia 81 hacer ninguna que representara a Dios, sino a otra cosa creada, que habian visto realmente. De ahi que, si ado- raran a Dios a través de esa imagen, no pensarian en Dios, sino en Ja cosa que aquella imagen tepresentaba, con lo que terminarfan atribuyendo a ese objeto el honor y el culto de Dios. Ain mas, la Escritura indica clara. mente que Dios tiene figura y que Moisés dirigié a ella su mirada, mientras escuchaba a Dios que le. hablaba, pero que sélo consiguid ver su parte posterior *. No me 20 abe, pues, Ja menor duda de que aqui se oculta algtin misterio, del que hablaremos mis largamente después Ahora continuaré indicando los pasajes de la Escritura que muestran los medios con los que Dios revel6 sus decretos a los hombres. Que Ia revelacién se efectué por medio de simples imagenes, est claro por 1 Paralipsmenos, 21, donde Dios mostré a David su ira por medio de un éngel que fenfa una espada en su mano, Y lo mismo en el caso de Balam, Y, aunque Maiménides y otros pretenden que esta historia y todas las que nartan Ia aparicién de algtin éngel (como Ia de Manué, la de Abraham, en que pensaba inmolat a su hijo, etc.)™, sucedieron en suefios, y niegan que alguien haya podido ver, en estado de 30 vigilia, a un éngel, todo eso es palabreria, ya que esos tales s6lo han intentado arrancar de la Escritura las bagatelas aristotélicas y sus propias ficciones. A mi enten- der, no hay cosa més ridicule, No fue, en cambio, con imagenes reales, sino producidas exclusivamente por la imaginacién del profeta, como revelé Dios a José su futura supremacia ® Por medio de imigenes y de palabras revelé Dios a (01 Josué que él lucharfa por los isrielitas, pues le mostrd tun angel con una espada, cual jefe del ejército, tal como B Che. Exodo, 33, 23 Cie p40 9 nota 314 eee ® Chr. Maiménides, Gulia de perplejos, 11, 2B Chr: Jueces, 13, 17.21 (Manu); Genesis, 2, 1-19 (Abraham) % Ge. Génetis, 37, 311 2 Capitulo 1 Je habfa dicho también con palabras, y como el mismo Josué habia sabido por el angel”. Tambign a Isafas (tal como se dice en Isaias, 6) se le presents a través de figuras que la providencia de Dios abandonaba al pue- blo, pues imagind a Dios, tres veces Santo, sobre un trono altisimo y a los istaclitas manchados con el fango de sus pecados y como hundidos en el estiércol, es decir, sumamente alejados de Dios. Con esas imagenes comprendié el miserable estado actual del pueblo; en cambio, sus futuras calamidades le fueron reveladas me- diante palabras, que le parecieron pronunciadas por Dios. Podria aducir muchos ejemplos de las Sagradas Escri- turas, similares a éste, pero pienso que son de todos suficientemente conocidos. Todo lo anterior est confirmado, con mayor claridad, por un texto de Neimeros, 12, 6-7, que reza asi: si algun de vosoiros fuera un profeta de Dios, me revelaré a é en una vision (es decit, mediante figuras y jeroglificos, puesto que Ia visién de’ Moisés dice que fue una visién sin jeroglificos); le bablaré en suefos (es decir, no con palabras reales y con una voz verdadera). Pero no ast (me revelo) a Moisés; a él le bablo boca a boca y durante una vision, y no a través de enigmas, y é contempla la imagen de Dios (es decir, & habla’ conmigo, mirén- dome, como un compaiiero, y no aterrado, como consta en Exodo, 33, 11). No cabe duda, pues, de que los demés profetas no oyeron una voz verdadera. Lo cual se confirma, ademés, por Deuterononrio, 34, 10, donde se dice: munca existié (propiamente surgid) en Isra projeta como Moisés, a quien Dios conocid cara a cara {esto hay que referirlo solamente a la voz, ya que tam- poco Moisés habia visto nunca el rostro de Dios: Exo- do, 33). % Gtr. Josué, 5, 135. 3 Ep contra’ de To que dicen varios traductores de Spinoza (que Moisés conocié. 2" Dis), éste interpreta cortectamente. el texto hebreo en sentido inverso; pero cfr, pp. 20/21 y 21/20. mre ee La profecia 8% Yo no hallo en las Sagradas Escrituras ningiin otro» medio, aparte de los sefialados™, por los que se haya comunicado Dios a los hombres. Por consiguiente, como ya antes hemor dicho, no hay que laventar tos, M admitirlos. Y, aunque entendemos claramente que Dios puede comunicarse inmediatamente a los hombres, pues- to que, sin acudir a ningin medio corpéreo, comunica su esencia «nuestra alma; no obstantc, pera que Un hombre percibiera con su sola mente algo, que no esté contenido en los primeros fundamentos de nuestro coho- (21) Gimiento. ni puede deducirse de ellos, su alia deberla ser necesarimente més podeross y mucho mdr excelente que la bumana. No creo, pues, que ningiin otro haya Ilegado a tanta perlecién, por encima de los dems, a sxcepelén de Cristo; pues a él le fueron revelados los designios de Dios, que conducen los. hombres a" la salvation, sin palabras visones, sino intpediatamente; hasta el unto de que Dios se manifests a los apéstoles a través de In mente de Cristo, como en otto tempo a Moises por medio de una voz aérea. Por eso, la vor de Cristo. al igual que aquella que oyera Moisés, puede llamarse la voz de Dios. En este sentido, también podemos decit que Ja sabiduria de Dios, es decir, una sabiduria que esté por encima de la humana, ha asumido en Cristo la natu- taleza humana y que Cristo ha sido la via de salvacién. No obstante, es necesario advertir aqui que yo no me reficro para nada a lo que ciertas iglesias afttman de Cristo; ni tampoco lo niego, pues confieso gustosamente que no lo entiendo. Lo que’ acabo de decir, lo conjeturo por la misma Escritura. Pues en ninguna parte he leido fue Dios se aparecese a Cristo © que hiblara cond sino que Dios se revelé a los apéstoles por medio de Cristo, que éste es el camino de la salvacién y, final- mente, que Ia antigua ley fue entregada por medi de un angel y no inmediatamente por Dios, etc, De ahi que, si Moisés hablaba con Dios cara a cara, como un hombre 2 * Gir. pp. 17/9 ss, cy Capfealo 1 con su compafiero (es decir, mediante dos cuerpos) ®, Cristo se comunicé més bien con Dios de alma s alma (mens), Afirmamos, pues, que, aparte de Cristo, nadie ha reci bido las revelaciones de Dios, sino con ayuda de la imaginacién, es decir, mediate el auxilio de palabras © imagenes, y que, por lo mismo, para profetizar no se requiere un alma’més_perfecta, ‘sino una imeginaci sis viva, como explicaré de forma més clara en el si Buiente capitulo, Ahora debemos investigar qué entienden las Escritures Por espiritu de Dios infundido a los profetas o al decit ue 19s profetas hablaban impulsados por el espiritu de Dios™. Para averiguarlo, hay que preguntarse. primero 0 qué significa la palabra hebrea ruagh, que el vulgo inter. preta por espiritu El tétmino ruagh, en su sentido otiginal, significa, como es sabido, viento; pero se usa con gran frecuencia Para significar otras muchas cosas, todas ellas derivadas J primers. Y asi, por ejemplo, se emplea para in licar: aliento, como en Salmos, 135, 17: ni espiritu bay en su boca; 2° nimo 0 respiracién, como en I Samuel, 30, 12: tan y le volvid el espiritu, es deci, respird; a partit de ahi, 32° valentia y fuerzas, como en Josué, 2, 11: después 34 no bubo espiritu en ningtin vardn, y también en Exe. 4quiel, 2, 2: y me vino el espiritu (0 la fuerza) que me Permitié sostenerme sobre mis pies; 4° virtud y aptitud, como en Job, 32, 8: ciertamente gue el espiritu mismo esté en el’ hombre; es decir, que Ia ciencia no hay que buscarla precisamente en los ame cianos, puesto .que constato que depende de la virtud y eapacidad propia de cada hombre, Y lo mismo en Ni- imeros, 27, 18: un hombre en el que bay espiriti, ve La prof 8 32 opinién del alma (animi), como en Niimeros, 10 14, 24: porgue tuvo otro espiritu, es decir, otta opinion del alma u otra mente. Igualmente, en Proverbios, 1, 23 2s expresaré mi espiritu (es decit, mi mente). Y en este sentido, se usa para significar voluntad 0 decreto, ape. tito 0 impulso del énimo, como en Ezequiel, 1, 12: a donde tentan esptritu (0 voluntad) de ir, iban. ¥ también, én Isaias, 30, 1: y para fundir la fusion, 9 no por mi expiritu®; y én 29, 10: porque Dios derrané sobre ellos 4 espiritu (es decit, el apetito) de dormir. También en Jueces, 8, 3: entonces se mitigs su espiritu (0 impetu). 2 Lo mismo, en Proverbios, 16, 32: quien domina su es: piritu (0 apetito), mas que quien toma una cluded; y gn 25, 28: el hombre que no comtiene su espiritu. ¥ en Isaias, 33, 11: ouestro espiritu es fuego que os consu. ime, Por lo dems, el término ruagh, en cuanto signifies alma (animus), sitve para expresar todas sus. pasiones € incluso sus cualidades; y asf, por ejemplo, espirita ‘alto significa Ia soberbia; espiritu bajo, Ia bumildad, espiritu malo, el odio y la melancolia; espiritu bueno, la benignidad; espiritu de celos, espiritu (0 deseo) de for. » nicaciones, espiritu de sabiduria, de consejo, de fortalena equivalen (ya que en hebreo usamos con més frecuencia los sustantivos que los adjetivos) a alma sabia, prudente, fuerte o a la virtud de la sabiduria, del consejo 0 de Is fortaleza; espiritu de benevolencia, etc; 62 ruagh significa también la’ misma mente o alma (aninrar), como en Eclesiastés, 3, 19: el espiritu (0 alma) (3) es el mismo para todos, y en 12, 7: y el espirit vuelve @ Dios; 72 significa, finalmente, Jas partes del mundo (por los vientos que’ de ellas soplan) e incluso los lados de 3 Texto oscuro, omitide por Vargas/Zen Feancts y por Res en et sbnido We Wale brig compls 0 pacto). ‘Tradacimos lieralment 3% La “edo Brinceps»emite la referenda 4 12, 7, De abi que Reus tegivere ln frase siguiente (cy vuelve a polvon) por bo ducit, en su lugar, 3, 20. Sefalemos, ademés, que tn Todo’a contexto, Spinoza pasa ficilmente de tmense a canine ferme, ‘no més frecuente) © incluso’. wanitas. tradveido por (rece, een 86 Capfeulo 1 cualquier cosa que miren a esas partes del mundo: véase Ezequiel, 37,9 y 42, 16-9, etc. Hay que sefilar, ademas, que una cosa se refiere @ Dios y se dice ser de Dios por las razones siguientes: 12° porque pertenece a la naturaleza de Dios y es como una parte suya, como cuando se dice: poder de Dios, ojos de Dios; 1 2° porque estd bajo el poder de Dios y actia segiin su voluntad; asf en los libros sagrados los cielos’ se llaman cielos de Dios, porque son su carro y su morada, y Asiria se llama azote de Dios y Nabucodonosor, siervo de Dios, etc.; | 32 porque esté dedicada a Dios, como ef templo de Dios, el nazareno de Dios, el pan de Dios, etc.; 4° porque ha sido transmitida por los profetas, y no revelada por Ia luz natural: por eso a la ley de Moisés se le llama la ley de Dios; i : 5 porque expresa una cosa en grado superlativo, como montes de Dios, es decit, unos montes altisimos; suefio de Dios, un suefio profundisimo, en cuyo sentido hay que entender Amés, 4, 11, donde el mismo Dios a habla asi: os be destruido como la destruccién de Dios (destruye) @ Sodoma y Gomorra; es decir, como aguella célebre destruccién; pues, como es el mismo Dios el que habla, no se puede explicar correctamente el texto de otra forma. También la ciencia natural de Salomén se lama ciencia de Dios, es decir, ciencia divina o superior a la ordinaria; igualmente, en los Salmos se dice cedros de Dios a fin de expreser su altura excepelonal, y en T Sariwel, 11, 7 paca indicar un miedo extraordinatio, se dice: cay6 sobre el pueblo ef miedo de Dios En este sentido, los judios solian referir a Dios todas aquellas cosas que superaban su capacidad y cuyas causas naturales ignoraban en aquella época. Y por eso, a la so tempestad la lamaban increpacién de Dios, y a los truenos y relmpagos, sactas de Dios. Pensaban, en efec- to, que Dios tenia los vientos encerrados en cavernas, que Iamaban tesorerias de Dios; pero se diferenciaban de los gentiles en que no era Eolo, sino Dios el que La profecta 8 gobernaba los vientos. Por este mismo motivo, los. mi- lagros se llaman obras de Dios, es decir, obras asombro- 85} puesto que, en realidad, todas las cosas naturales son obtas de Dios y sélo existen y actian por el poder divino. Es, pues, en este sentido en el que el salmista llama a los milagros de Egipto poderes de Dios; porque, cuando los hebreos se hallaban en sumo peligro y no po- ian esperar nada similar, les abrieron el camino hacia su salvacin, suscitando su méxima admiracidn. Silas obras insdlitas de la naturaleza se Haman obres de Dios y los arboles de uns altura insdlita se llaman fitboles de Dios, no hay que sorprenderse de que en el Génesis se Mame hijos de Dios a los hombres de gran fortaleza y colosal estatura, aunque fueran hombres im- fos, que practicaban el rapto y la prostitucién”, De ahi que los antiguos, y no sélo los judios, sino también los paganos, solfan ‘eferir a Dios absolutamente todo aguello por lo que alguien superaba a los demés. Y asi el faraén, después de escuchar la interpretacién’ de su suefio, dijo que en José estaba el espiritu de los dioses *, y también Nabucodonosor dijo a Daniel que él poseia ef ‘spititu de los dioses santos ®. Entre los mismos latinos, nada era més frecuente que decir, de un objeto fabricado ‘con gran atte, que estaba hecho con mano divina; si quisiéramos traducirlo al hebreo, habria que decir, como saben los hebtaizantes: fabricado por la mano de Dios. Con estas aclaraciones, es facil entender y explicar los pasajes de la Escritura en los que se hace mencién del espitity de Dios. En efecto, espiritu de Dios, espiritu de Jehovd no significa, en algunos lugares, sino un viento muy fuerte, muy seco y fatal. Por ejemplo, en Isafas, 40, 7: ef viento de Jeboud soplé sobre él, es decit, un viento muy seco y fatal; y en Génesis, 1, 2: y el viento de Dios (0 un viento fortisimo) se movia sobre las aguas. Significa, ademés, gran dnimo, y as{ el énimo de Gededn Che. Glnesis, 6, 14. 3 Che. Génesis, 41, 38.9, ® Che. Daniel, 4,5, eo ™ 88 Capitulo 1 y de Sansén se, denomina en las Sagradas Escrituras espiritu de Dios, es decir, un énimo sumamente audaz y dispuesto a cualquier cosa. Igualmente, toda virtud 0 fuerza superior a lo habitual se llama espiritu o virtud de Dios, como por ejemplo en Exodo, 31, 3: lo llenaré (a Besalel) del espiritu de Dios, es decit, como la misma Escritura lo explica, de un ingenio y de una destreza so superiores a las que caen en suerte al comtin de los hombres; y lo mismo en Isaias, 11, 2: y reposaré sobre 1 el espiritu de Dios, es decir, como explica a continue «ign el mismo profeta con todo detalle (siguiendo una costumbre muy corriente en las Sagradas Escrituras), la virtud de la sabiduria, del consejo, de la fortaleza, etc. Y también ta melancolia de Sati! es llamada espirite malo de Dios, es decir, melancolia profundisima: en cfec- 123 to, los esclavos de Sail, que decian que su melancolia era melancolia de Dios, fueron quienes hicieron que él Iamara a su lado a un mésico que lo distrajera tocando Ia flauta, fo cual demuestra que, por melancolia de Dios, entendian ellos una melancolia natural“. Con la expresién espiritu de Dios se designa, ademés, la misma alma (mens) humana, como en Job, 27, 3: 9 eb espiritu de Dios en mis narices, aludiendo 2 lo que se narra en el Génesis: que Dios infundié un alma (anima) de vida en las narices del hombre“; también en Eze. 4quiel, 37, 14 (celiriéndose proféticamente a los muer 10 tos) se dice: y os daré mi espiritu y viviréis, es decir, os devolveré la vida; y, en este mismo sentido, se dice en Job, 34, 14; si quiere (Dios), recogerd para si el espiritu (es decit, la mente que nos dio) y su alma (anima) ®, Asi hay que entender también Génesis, 6, 3: mi espiritu no razonaré (es decir, no discerniré) jamés en el bombre, © Chr. Jucces, 6, 34.9 15, 14 8 Ge T Samuel, 16, 14's, 8 Clr. Génesis, 2,7 * Reus y Vargas/Zozaya omiten el paréntesis y tradvcen ai rma» por «vider y por «soplon, tespectivamente, con lo que 3 tlimina, sin eaz6n alguna, la alternancia entre wanens» y anima, ya sefalada (nota 36) Le profes ® porque es carne: es decir, en adelante, el hombre actuard segtin las decisiones de la carne y no de la mente que le he dado para que discerniera el bien; ¢ igualmente en Salmos, 51, 12-3: créame, ob Dios, un corazén puro y » renueva en’ mi un espiritu (esto es, un apetito) decenie (© moderado) y no me deseches de tu presencia ni me auites ol ena (mens) de tu santidad, Como les israclitas stefan que los pecados s6lo procedian de la carne y que, cn cambio, e lina aconsejaba excusivamente el bien por eso el salmista invoca el auxilio de Dios contra ei apetito de la carne, mientras que pide al Dios santo que simplemente le conserve el alma que él le ha dado. Ahora bien, la Escritura suele pintar a Dios a imagen del hombre y atribuisle alma, énimo, afectos e incluso ‘cuerpo y aliento, a causa de la débil inteligencia del vulgo. De abi que Ia expresién espiritu de Dios la utiliza con frecuencia en el sentido de alma, es decir, de énimo, afecto, fuerza y aliento de la boca ‘de Dios” ¥ asi, en » Tsaias, 40, 13, se dice: cquién dispuso el espiritu’ (es decir, el alma)'de Dios?; es decit, equién, sino el mismo Dios, determiné su mente a querer algo? Y més ade- lante (63, 10): y ellos causaron amargura y tristeza al espiritu de su santidad. De ahi que esa expresién se uti- liza también para designar la ley de Moisés, porque explica, por asi decirlo, la mente de Dios, como lo dice el mismo Isaias, 63, 11: cen dénde esta el entre ellos el espiritu de su santidad?, es decir, la ley de Moisés, como claramente se desprende de todo el contexto. Y Neberias, 9, 20: y ti les bas dado tu buen espiritu (0 tu mente) para hacerlos entender; de hecho, std hablando del tiempo de la Ley, al que también alude el Deuteronomio, 4, 6, donde dice Moisés: porque ella (la Ley) es ouestra ciencia y prudencia, ete. Lo mismo se dice en Salmos, 143, 10: tw mente buena me condu- Giré a la tierra llana, es decit, ww mente, a nosotros re velada, me llevaré al recto camino. » Espiritu de Dios significa también, como hemos dicho, el aliento de Dios, que también se atribuye en la Esc tura a Dios, aunque impropiamente, como la mente, el le puso (2) 0 Capitulo 1 fnimo y el cuerpo; por ejemplo, en Salmos, 33, 6. Signi- fica, ademés, el poder, la fuerza 0 virtud de Dios, como en Job, 33, 4: el espiritu de Dios me hizo, es\ decit, la virtud 0 poder de Dios o, si se prefiere, su decreto, ya que el salmista aftade, en términos potticos, que los ielos fueron bechos por mandato de Dios, y con el bélito de su boca (esto es, por su decreto, como emitido con un soplo) todos sus ejércitos *. Tgualmente, en Salmos, 139, 7: ¢a dénde iré (para estar) fucra de tu espirite 290 a dénde buiré (para estar) fuera de tu mirada?; lo cual significa, tal como se ve por lo que ¢l mismo’ sal- mista explica'a continuacién: ga dénde puedo yo ir, que cesté fuera de tu poder y de tu presencia? Finalmente, espiritw de Dios se usa en las Sagradas Escrituras pata expresar los afectos animicos de Dios, 1 saber, su benignidad y misericordia, como en Migueas, 2, 7: gba disminuido acaso el espiritu de Dios (esto 3, su misericordia) y som éstas (entindase crueles) sus | obras? E igualmente en Zacartas, 4, 6: no com un ejército ni con la fuerza, sino sinicamente con mi espiritu, es decir, tan s6lo con mi misericordia, Creo que en este |. sentido hay que interpretar también el texto del mismo profeta (7, 12}: se ban forjado un corazén cauto para no obedecer a la ley y a los mandatos que Dios les envié por su espiritu (es decir, por su misericordia) « través de los primeros profetas, En este mismo sentido, dice Ageo, 2, 5: mi espiritu (o mi gracia) permanece entre vosotros, no tems "En cambio, Isaias, 48, 16: pero ahora me ba enviado el Sefior Dios y su espiritu, se puede entender (tradu- ciendo espiritu) por dnimo’o misericordia de Dios o también por su mente revelada en la Ley. En efecto, el mismo texto aide: desde wn principio (es deci, cuando vine a vosottos por primera vez, para anunciaros Ia ira de Dios y Ia sentencia que él habla pronunciado contra vosottos) os be hablado sin rodeos; en el mismo mo- mento en que fue (pronunciada), me presenté (como W Tbidem: Selmar, 33, 6. La profecia ot hha acreditado en el capftulo 7); mas ahora soy mense- jero feliz, enviado por le misericordia de Dios para cantar yuestra restauracién, Pero ese texto también se puede entender (ttaduciendo espiritu), como hemos di- cho, por mente de Dios revelada en la Ley; es decir, que I también viene a ellos por mandato de la Ley (Levi- fico, 19, 17), esto es, para amonestarles. Y pot eso, les amonesta en las mismas condiciones y del mismo modo que solia hacerlo Moisés, y finaliza, como también hi- ciera Moisés, predicando’ su restauracién, No obstante, |a primera explicacién me parece més coherente. Volviendo ya a nuestro tema, veamos emo a partic de cuanto precede se pueden entender sin dificultad las siguientes expresiones de la Escritura: el profeta tenia el espiritu de Dios, Dios infundié su expiritu a los bom bres, los hombres estén repletos del expiritu de Dior 0 del Espiritu Santo, etc." No significan otra cosa, en efecto, sino que los profetas posefan una singular virtud, superior a la corriente *, y que practicaban Ja pieda on una admirable constancia de dnimo. Significan, ade- 1 Aunque algunos hombres posean ciertas cualidedes que la saturaleza no ha concedido a otros, no se dice que superen [a tuzaleza humana, a menos que sea algo tan singular ue, no pueda set percibide a partir de la definicion. dela nator, humana, Por ejemplo, una tals de gigante es tara, pero et he mana. Son poguisimes, también, los que pueden improvisar’ ver- fos, pero es humano (e incluso’ hay quienes los hacen con fat Hida); como hay quien, con los ojoe abiertos, imagina lay cosss «on tal viveza como si las tuviers presentes, En’ cambio, si hublera slguien que taviera otro medio’ de_percibrlas y otvos funds mentos de conocimiento, ese superaria'sin duds los limites de la raturaleze humana eee le go tia."A’ exe fin ha echo los andlie, precedents signed de ruagh (pp. 21/26 ss) y de Ia elcid las Coss ton Dies la iba (p. 2377 5) dveroesenidos de la cxpresin erie de Dios (op. 2427 5) y sv aplicacion anttopomviticn # Dios (op. 25/23'8). La concltién cs que el Di bible e antrop ‘érfico, porque és producto’ de la imaginac ica eatin, porgue es wginacin profética (pp. 28/ cisco de la inspiacién pr < piracisn 92 Capitulo 1 més, que percibian Ia mente 0 juicio de Dios; efectiva mente, hemos mostrado cémo espiritu significa en hebreo tanto la mente como el juicio de la mente y que, por este motivo, Ia misma Ley se llamaba espiritu o mente de Dios, porque explicaba la mente de Dios. De ahi que también la imaginacién de los profetas, en cuanto por ella se tevelaban los decretos de Dios, se podia llamar, y con el mismo derecho, mente de Dios, y se podia decir que los profetas habjan tenido la mente de Dios. Y, aunque la mente de Dios y sus eternos juicios tam bién estan inscritos en nuestra mente y, por consiguien te, también nosotros percibimos (para hablar como la Eseritura) la mente de Dios; no obstante, como el cono- 0 cimiento natural es comin a todos, no es tan estimado, como ya hemos dicho, por los hombres, y particular. mente por los hebreos, que se jactaban de ser superiores a los demés y solian despreciar a todos y, en consecuen cia, la ciencia comtin a todos los hombres. Finalmente, se decia que los proferas tenian el espiritu de Dios, porque, como los hombres ignoraban las causas del conocimiento {2 profético, lo admiraban; de ahi que lo referian a Dios, gual que los demés prodigios, y solian Iamarlo cono cimiento de Dios. Por consiguiente, ya podemos afitmar sin escripulos que los profetas no han percibido las revelaciones de Dios, sino en virtud de su imaginacién, es decit, me diante palabras 0 imégenes, reales o imaginarias. Pues, no hallando en Ja Escritura ningtin otro medio, aparte de étos, no debemos, como ya hemos dicho", inven tarlos. Confieso, sin embargo, que yo ignaro segin qué leyes de la naturaleza se haya realizado eso. Pudiera haber dicho, como otros, que tal percepcién fue causada pot al poder divino; pero me parecerfa pura palabrerfa, Serit 49 como pretender explicar, acudiendo a un término trans cendental, la forma de una cosa singular. 0 es que no hhan sido hechas todas las cosas por el poder de Dios? Gir pp. 1/2 5. (el vlgod © Gtr, pp. 9/23 sn 0/1922) 16/31 ss; 17/6 s85 20/30 La profecta 3 Ain més, puesto que el poder de Ia naturaleza no es sino el mismo poder de Dios, es evidente que, en la misma medida en que ignoramos las causas naturales, no comprendemos tampoco el poder divino. Es, pues, de necios acudir a ese poder divino, cuando desconoce- ‘mos Ia causa natural de una cosa, es decir, ese mismo poder divino, Pero, Ia verdad es que no necesitamos ya saber Ia causa del conocimiento profético, puesto que, como ya he sefalado, aqui sélo nos proponemos inves: tigar los documentos de la Escriturs, para extraer de ellos, como si fueran datos naturales, nuestras conclu. siones. En cugnto a las causas de tales documentos, no sos importan * Dado, pues, que los profetas percibieron las revela ciones de Dios en virtud de su imaginacién, no cabe duda de que pudieron percibir muchas cosas’ que caen fuera de los limices del entendimiento, Porque a partit de palabras y de imdgenes se pueden formar muchas més ideas, que a partir de los solos principios y nocio nes, sobre los que se levanta todo el edificio de nuestro conocimiento natural Por lo anterior, se ve también por qué los profetas percibieron y ensefiaron casi todas las cosas en forma de pardbolas y en términos enigmsticos, y por qué ex presaron todas las cosas espirituales corporalmente: por que todo ello estd en perfecta consonancia con la natu: taleza de la imaginacién. No nos sorprenderd, por tanto, gue Ia Escritura o los profetas hablen tan im- propia y oscuramente acerca del espiritu 0 mente de Dios, como se hace en Nuimeros, 11, 17 y en I Reyes, 22, 21, etc. Ni tampoco que Miqueas hubiera visto 4 Dios sentado, Daniel como un anciano vestido de blanco, y Ezequiel como un fuego; ni que los seguidores de Gristo vieran al Espiritu Santo en forma de una paloma que baja, y los apéstoles en forma de lenguas de fuego; “ De hecho, Spinoza estudiaré las causas de dichos documen tos proféricos, tanto si por tales se entiende au doctrina (cape. Tl Y XIEXIV), como $1 Se entiende sus textos (eaps, VITEXD); er. pp. 29/313. % Capitulo y, finalmente, que Pablo", inmediatamente antes de su (2) conversién, viera una gran'luz. Todas estas expresiones, cen efecto, estin totalmente acordes con las imaginaciones vvulgares acerca de Dios y de los espiritus. Finalmente, como la imaginacién es vaga ¢ inconstante, la profecia no permanecta largo tiempo en los profetas ni era frecuente, sino sumamente rara, es decir, que se daba en muy pocos hombres ¢, incluso en éstos, muy raras_ veces. Si evanto acabamos de decit es cierto, nos vemos obligados a investigar de dénde pudo provenir a los pro- fetas la certeza de las cosas que sélo percibjan por la imaginacién y no a partir de principios intelectuales cier- tos. Pero, cuanto se pueda decir, tambin a este respecto, hay que sacarlo de la Escritura, puesto que, como ya tw hemos dicho, no tenemos una verdadera ciencia acerca de este asunto, es decir, que no la podemos explicar por sus primeras causas. Ahora bien, en el siguiente capitulo, que he dedicado a los profetas, expondré qué ensefia la Eseritura sobre la certeza profética © Los pasajes aludidos son: 1 Reyes, 22, 19 (Miqueas); De- isl, 7, 93 Ezequiel, 1, 26 24 Mateo, 3, 16 ¥ Mercot, 1, 10 (dis ‘ipulos); Hecbos, 2, 3's. (apéstoles); Hecbos, 9, 3 (Pablo). Cap. II. De los profetas Del capftulo precedente se sigue, como ya hemos in- (21 _sicado, que los profetas no estaban dotados de una mente ‘mis perfecta, sino de una potencia imaginative més vigorosa Lis scrtts, en sos relatos, dan abupdan- tes pruebas de ello. Salomén, por ejemplo, supers cla. ramente a los demés por su sabidurta, pero no por el 2 don profético, Igualmente, aquellos pridentisimos vato nes Hemén, Dorda y Calcol no. fueron profetas; en cambio, hombres incultos y' sin formacién alguna, ¢ incluso mujercilla, como Agar, la esclava de Abraham, poseyeron el don profético®. Lo cual esté, ademés, de ® Yendo més allé de lo antes indicado (pp. 289) y en abicr opesicién a Maiménides (Guta de perpleja, Il, 368), Spinod feapresa francamente su opinign sobre la natutaleze del Conoe mmiento profétco: noes (también) intelectual, sino. s6lo imagi- fatvo (cfr. pp. 31/27 ss., 42/26 s,). Es, pues, incorecto. acu sacle en este punto, de «sutiltalmudistan, que utiliza un método ‘rodeo y" eeninascaramientow; ft. R Mistabi (nim. 16), P.1437/p. 634, nota 1 3 Cte Reyes, 5, 9-1, ® Cir. Géness, 16, 713. En sentido contrario, Maimnénides, Guia de’ perplejos, 11. 42, p, 360, " 98 vo 96 Capfeulo 11 acuerdo con la experiencia y con la razén, ya que quienes mis descuellan por su imaginacidn, tienen menos apti- tudes para el conocimiento puramente intelectual; y, por el contrario, quienes destacan por, su inteligencia 'y la cultivanal maximo, tienen el poder de imaginar més moderado y més controlado, como si lo sujetaran con tun freno para que no se confunda con el entendimiento Por consiguiente, quienes se empefian en descubrir en los libros proféticos la sabidurfa y el conocimiento de las cosas naturales y espirituales, se cquivocan totalmente de camino, ati af Esto es lo que, respondiendo a las exigencias de la Epoca, de Ia filosofia y del asunto mismo, he decidido demostrar aqui ampliamente, sin inguietarme demasiado de los gritos de la superstiién, cuyo méximo odio se dirige contra quienes cultivan la verdadera ciencia y ppractican la verdadera vida. Por desgracia, las cosas han Hegado a tal extremo, que quienes reconocen abierta- mente que no tienen idea de Dios ni le conocen més ‘que por las cosas creadas (cuyas causas ignoran), no se ruborizan de acusar a los fil6sofos de atefsmo. Pero, a fin de proceder con orden en mi demostra ida, mostraré que las profecias han variado, no sdlo sein la imaginacién y el temperamento corporal de cada profeta, sino también segin las opiniones de que habian estado imbuidos, y que por tanto la profecia nunca hizo mis doctos a los. profetas, como enseguida explicaré con mis detalle. Pero antes hay que tratat de la certeza de los profetas; porque, aparte de perte necer al tema de este capitulo, nos ayudaré un poco a demostrat lo que nos proponemos. La simple imaginacién no implica por su naturaleza, como toda idea clara y distinta, la certeza; por el con: taro, pata que podamos estar cierto de ls cose que imaginamos, hay que afiadirles algo, @ saber, el racioc- nio. De ahi que lr profecia no puede evar consigo la certeza, puesto que, como hemos demostrado, sélo depen- dia de la imaginacién. Y por eso, los profetas no estaban Loe profetas 7 seguros de la revelacién de Dios por la misma revelacién, sino por algin signo, como se ve en el caso de Abraham (Génesis, 15, 8), que, después de oit la promesa de 2 Dios, pidi6 ‘un signo. Sin duda que él creia en Dios y no Te pidid una sefial para tener fe en él, sino para cerciorarse de que era Dios quien le hacia ia promesa, Y eso mismo consta, con mayor claridad todavia, en ei caso de Gededn, que le dice a Dios: y bazme una sefal (para que sepa) gue ti beblas conmigo (Jueces, 6, 17) ‘También a Moisés le dice Dios: y que ésta (sea) la’ renal de que te be enviado™. Bzequies, que sabia, desde hacia tempo, que Isafas era profeta, pidié un signo de su pro: fecfa, por la que le predecia’ su curacién™. Todo esto prueba que los profetas siempre tuvieron alguna. seiial por la que se cetcioraban de las cosas que imaginaban 30 en sus profecias, Y por eso, manda Moisés (Deuterono- ‘mio, 18, versiculo dltimo) que pidan al profeta un signo, a saber, el cumplimiento de algin hecho futuro. Por consiguiente, la profecia es inferior, en este sen- tido, sl conocimiento natural, que no necesita signo alguno, sino que implica por st mismo la certeza, En efecto, Ia certeza profética no era matemética, sino tan slo moral, tal como consta por la misma Escritura. on Y asl, Moisés advierte (Deuteronomio, 13) que, si algin profeta pretende ensefiar nuevos Dioses, aunque confir. me con signos y milagros su doctrina, sea condenado a muerte. Porque, como el mismo Moisés sigue diciendo, Dios también hace signos y milagros para tentar al pue- blo. Y esto mismo les advirtié también Cristo a sus ipulos, como consta por Mateo, 24, 24. Atin més, Ezequiel, 14, 9, ensefia claramente que Dios engafia a veces a los hombres con falsas revelaciones, ya que dice: ¥ cuando un profeta (es decir, falso) es inducido a error y pronuncia alguna palebre, soy yo, el Seior, quien induio # exe profeta, Y lo mismo atestigua Miqueas (I. Re- yes, 22, 23) acerca de los profetas de Ajab. 0 ® Bxodo, 3, 12. Chee 2’ Reyes, 20, 8, 98 Capfealo 11 Y, aunque esto patece mostrar que la profecia y la revelacién es algo sumamente dudoso, pose, no obs. tante, como hemos dicho, gran certeza, Dios, en efecto, rnunca engafia a los piadosos y a los elegidos, sino que, conforme a aquel antiguo proverbio (ver I Samuel, 24, 14) ¥ como consta por Ia historia de Abigail y de su stpli a, Dios se sitve de los piadosos como de instrumentos, de su piedad y de los impios como de cjecutores y me: dios de sie. Lo cual const cansimamente también 2 por el caso de Miqueas que acabamos de citar: aunque Dios haba decidido engafiar a Ajab por medio de los profetas, slo se sirvid para ello de falsos profetas, mien- tras que al profeta piadoso le reveld la cosa tal como ‘era y no le prohibié predecir Ia verdad. Pese a ello, la certeza del profeta era, como he dicho, tan sélo. moral, puesto que nadie puede justifiearse ante Dios ni jactarse de set instrument de su piedad. De hecho, la’ misma Escritura lo ensefia y da prueba efectiva de ello": la ira de Dios indujo a David a que censara al pueblo, ese a que la Esctitura da abundantes testimonios de su_piedad Toda la certeza profética se funda, pues, en estas tres cosas: 1) en que imaginaban las cosas reveladas con luna gran viveza, como aquella con que suelen afectarnos 30 los objetos en estado de vigilia; 2) en un signo; 3) y, por fin y prineipalmente, en que tenfan su dnimo nica: mente inclinado 2 lo justo y a lo bueno, Y, aunque la Escritura no siempre hace mencidn del signo, hay que cteer, sin embargo, que los profetas siempre lo'tuvieron; porque la Escritura no suele referir siempre (como ya muchos han sefialado)* todas las condiciones y circuns- tancias, sino suponerlas més bien como ya conocidas (021 Podemos conceder, edemds, que los profetas que no profetizaban nada nuevo, sino tan sélo lo que esté con- tenido en la ley de Moisés, no tuvieron necesidad de © Che. 1 Samuel, 25, 1444 % Che, 1 Reyes, 22, 138 Chr, pp. 16/33 $5, 23/23 ss. Maiménides, Guta de perale jos, Th 48, p. 374 Los profetas eo signo, puesto que estaban avalados por la Ley. ¥ as, por ejemplo, la profecia de Jeremfas sobre la destruccién de Jerusalén, estaba confirmada por las profecias de los ‘demés profetas y por las amenazas de Ia Ley, y no exi- ia, por tanto, ningwin signo*. En cambio, Ananfas, que snunciaba, contra todos los profetas, la pronta restaura- cidn de la ciudad, requeria necesariamente un signo; de lo contratio, deberfa dudar de su profecta, mientras ésta no fuera confirmada por el acontecimiento de la cosa por él predicha (ver Jeremias, 28, 9) . Por consiguiente, la certeza que los. profetas extraian de signos, no era matemética (es decir, aquella que s¢ sigue de la necesidad inherente @ la percepcién de Ia cosa percibids 0 vista), sino simplemente moral; y los signos sélo eran concedidos a fin de persuadir al profeta. De donde se sigue que esos signos fueron dados segiin las opiniones y Ia capacidad de los profetas; de suerte que el signo que a un profeta le cercioraba de su_profecia, podtia no convencer en absoluto a otro imbuido de opiniones distintas. Por este motivo, Jos signos eran dis- tintos para cada profeta; como lo’ era también, segin hhemos dicho, la misma revelacién, puesto que vatiaba segiin la disposicién de su temperamento corporal y de su imaginacién, y segtin las opiniones que antes hubiera adoptado, En telaciéa al temperamento, Ia revelacién vatiaba del modo siguiente. Si el profera era alegre, se le reve- laban las victorias, la paz y cuantas cosas despiertan alegrfa en los hombres; en cambio, si era tiste, se le revelaban guetras, suplicios y todos los males; 'y asi, segin que el profeta fuera compasivo, afable, colérico, Severo, etc., ea més 0 menos’ apto para unas u otras reyelaciones. Las variaciones respecto a la imaginacién consisten en que, si_el profeta era elegante, también percibia la mente de Dios en un estilo elegante, y si era confuso, la percibia confusamente; y esto es plicable 4 todas las revelaciones que se le representaban a través © Che. Jeremias, caps, 19 y 21. os 100 Capital I de imagenes: es decir, que, si el profeta era campesino, se le representaban bueyes y vacas, etc,; si era militar jefes y ejércitos; y, en fin, si era cortesano, se le repre. sentaba el solio regio y cosas similares." La profecia variaba, finalmente, segiin las diversas opiniones de los profetas. Por eso, a los magos (ver Mateo, 2), que daban cexédito a los juegos de Ia astrologia, se les revel6 el pacirhiento de Cristo por le imaginaciin de una estrella surgida en Oriente; a los augures de Nabucodonosor se les revelé en las entrafias de las victimas (ver Ezequiel 21, 26) Ia destruccién de Jerusalén, que el mismo rey conocid por los oréeulos y por Ia diteccién de las saetas que él lanz6 al sire; y a los profetas que crefan que los hombres actian por libre eleccién y por su propio poder, se les revelé Dios como indiferente y como si descono. ciera las acciones humanas futuras. Pasemos, pues, 0 demstrat todo esto, punto por punto, = partir de’ Escritura EL primer punto consta por aquel caso de Eliseo (ver 2 Reyes, 3, 15), cuando, para profetizar a Joram, pidié un instcumento musical y no logré percibir la mente de Dios hasta que se deleité con su musica; slo entonces predijo a Joram y sus compafieros cosas alegres, cost que antes no haba podido hacer; porque estaba irriteda contra el rey, y quienes estén enfadados con alguien, tienden a imaginar de él males, pero no bienes. Y, cuan. do otros pretenden decit que Dios no se revela a quienes estan irvitados y tristes, es que suefian ®, En efecto, Dios revelé a Moisés, que estaba irritado contra el faradn, la taistemente célebre matanza de los primogénitos (ver Bxodo, 11, 8), y, por cierto, sin emplear instrumento alguno. Dios se revelé también a Cain furioso. A Eze. auiel, impaciente por la ira, se le revel6 la miseria y la contumacia de los judios (ver Ezequiel, 3, 14). Y Jere- mfas, embargado por la tristeza y abuttido de la vida, Clr. Maiménides, Guia de perplejos, TL, 36, p, 347: alos profetas, en momentos de tristeza, cera otras ‘pasiones seme Jantes, se abstienen de profetiar® Los profetas profetizé las calamidades de los judios; hasta el punto que Josias no le quiso consultar a él, sino a una mujer de la misma época, porque estaba més dispuesta, por su temperamento femenino, a que se le revelara la miseri- cordia de Dios (ver 2 Paralipdmenos, 34). Tampoco Mi- 4queas profetizé nunca nada bueno a ‘Ajab (mientras que silo hicieron otros verdaderos profetas, como consta por I Reyes, 20), sino tan s6lo males durante toda su. Vida (ver T Reyes, 22, 8; y més claramente, 2 Paralipd- menos, 18, 7), Los profetas eran, pues, més aptos para &tas 0 aquellas revelaciones, segiin su diferente tem- etamento, Por otra parte, el estilo de la profecia variaba segiin ls elocuencia de cada profeta. Las profecias de Ezequiel y de Amés no estén escritas en un estilo elegante, como las de Isafas y Nahin, sino en un estilo un tanto tosco. Y, si alguno es experto en la lengua hebrea y quiere satisfacer su cutiosidad de comprobarlo por si mismo, que coteje algunos capitulos de distintos profetas, que ttatan del mismo tema, y hallaré una gran diferencia de estilo. Que compare, por ejemplo, al cortesano Isaias, 1, 11-20 con el campesino Amds, 5, 21-24; que coteje después el orden y la argumentacién de Jeremias, 49 (en su profecta contra Edom) con el orden y la argu- mentacién de Abdias; y que compare, ademés, Iseias, 40, 19-20 y 44, 8 ss, con Oseas, 8, 6 y 13, 2. ¥ ast ppara los demés,’Si se sopesan atentamente todas estas tezones, se vera sin dificultad que Dios no tiene ningin tatilo peculiar de expresarse, sino que éste sélo es ele- Bante, conciso, severo, tosco, prolijo y oscuro, de acuerdo con Ia erudicién y Ia capacidad del profeta Las representaciones proféticas y sus jeroplificos, aun- ue significaran lo mismo, eran diferentes también. ¥ asf, In gloria de Dios, abandonando el Templo, se le presenté de distinta forma a Isaias y a Ezequiel, por mis que los binos pretendan que ambas fueron exactamente la misma, slo que a Ezequiel, por ser campesino, le habria, sorprendido en extremo y por eso Ia habria descrito con, todo detalle. Pero, 2 menos que los rabinos hayan te- 101 ba oo 102 Capitulo 1 ido una tradicién segura al respecto, cosa que no creo en absoluto, su interpretacién es totalmente arbitraria, puesto que Isafas vio serafines con seis alas, mientras ue Ezequiel vio animales con cuatro alas; Isaias vio 0 Dios vestido y sentado sobre el solio regio, y en cambio Ezequiel lo vio a manera de fuego®. No cabe duda que cada uno vio a Dios tal como solia imaginarlo. Las representaciones proféticas varisban, ademés, no sélo en su forma, sino también en su clatidad, Las de Zacatias, por ejemplo, eran demasiado oscuras como para {que él mismo pudiera entenderlas sin explicaciéa, como Se ve por su propia narracién. Y las de Daniel, ni si quiera explicadas, lograba él comprenderlas™. "Y eso fo se debia a la dificultad de la cosa revelada (ya que sélo se trataba de asuntos humanos, que no superan los, limites de la capacidad humana, a’ no ser porque son futuros), sino exclusivamente a que Ja imaginacién de Daniel no era capaz de profetizar en la vigilia lo mismo que en suefios, como se ve por el hecho de que, al comienzo mismo de la revelacién, estaba tan atemori zado que casi desesperaba de sus fuerzas. Debido, pues, a la debilidad de su imaginacién y de sus fuerzas, lat cosas se le representaron extremadamente oscuras Y, ni cexplicadas, consiguis entenderlas. Hay que sefalar, ade- iis, que las palabras ofdas por Daniel (como antes hemos mostrado) sélo fueron imaginarias; y por eso no es nada extrafio que, turbado como estaba, haya imaginado di- chas palabras con tal confusién y oscuridad, que no pudiera, después, sacar nada claro de elas. Quienes dicen, en cambio, que Dios no quiso revelar la cosa claramente a Daniel, parece que no han leido las. pala- bras del angel, que’dijo expresamente (ver Daniel, 10, 14) que él habia venido para bacer entender a Daniel qué ccurriria a su pueblo en los dias venideros, Aquellas ‘cosas permanecieron, pues, oscuras, porque no habia nadie por entonces que estuviera dotado de imaginacién © Cir Ta © Cir. Danie, 6, 14; Bxequiel, 1, 46. 158 y 27. Los profeeas 103 suficente para que se le pudieran revelar de forma més clara, Finalmente, los profetas a quienes fue revelado que Dios atrebataria a Elias, intentaban convencer a Eliseo de que habia sido trasladado a otro lugar, donde todavia podtian encontrarlo"; Jo cual muestra claramente que ‘io habjan entendido ‘bien la revelacién de Dios. No es necesatio mostrar esto con més detalle, puesto que nada resulta més claro por la Escritura que el hecho de que Dios doté a un profeta de una gracia mayor de profetizar.que a otro. En cambio, que las profecias 0 epresentaciones variaban segtin las opiniones adoptadas pot los profetas, y que éstos abrazaron opiniones distin- las e incluso contratias, asi como prejuicios diversos (ime refiero a las cosas puramente especulativas, ya que, ea lo que concierne a la honradez y a las buenas cos. tumbres, hay que pensar de modo muy distinto), lo probaré ‘con més esmero y amplitud, puesto que pienso que es éte un asunto de mayor importancia. De ahi, ‘en efecto, sacaré finalmente la conclusién de que la pro. fecia no hizo nunca mas doctos a los profetas, sino que los dej6 en sus opiniones previamente adoptadas, y que, por lo mismo, nosotros no estamos obligados a creerles acerca de las materias meramente especulativas. Con sorprendente precipitacién ha Ilegado todo el mundo a persuadirse de que los profetas supieron todo cuanto el-entendimiento humano es capaz de alcanzar ® Y, aunque algunos pasajes de la Escritura nos dicen cla- jimamente que los profetas ignoraron ciertas cosas, prefieen afirmar que ellos no entienden esos pasajes, antes que conceder que los profetas ignoraron alguna ‘084; 0 se atreven a violentar las palabras de la Esci- tura, hasta el punto de hacerle decir lo que de ningtin modo quiere decit. Clato que, si es licito emplear uno de esos dos métodos, se ha acabado con toda la Escri- BG 2Roe 213198 : © Manifiestaexageracin, ser Interpretade dentro da gonen e Tas absolut “veracidad « eB irs, Bp, 8/10 ss. y note 12), crencia popular, de inspiracion faristicn, Fecharada por Spincaa (ft. pp. 136/18 383 147/32 s05 172/6 38). 104 Capitulo It tura, En vano nos empefiaremos, en efecto, en probar algo por la Fscritua, si las cosa que estnsomamente claras, podemos ssituarlas entre las oscuras © impene. trables o interpretarlas a nuestro capricho. Por ejemplo, nada hay més claro en la Escritura que esto: que Josué y también, quiz, el autor que escribié su historia, pensaron que el sol se movia en torno a (0 Ja tierra y que la tierra, en cambio, estaba en repoxo, ¥ que el sol permanccié'inmévil durante algtin tiempo Pero, como muchos no quieren admitir que en los cielos pueda darse cambio algune, explican dicho pasaje de suerte que no parece decir nada parecido. Por el con- trario, otros que han aprendido a filosofar con més cohe- rencia, como comprenden que la tierra se mueve y que el sol, en cambio, esté en reposo 0 no se mueve en tomo a Ia tierra, se empefian con todas sus fuerzas en sacar eso mismo de Ia Escritura, por mds que ésta se re siste abiertamente a ello, Realmente, los admizo. 20 es que tenemos que creer que el soldado Josué era experto en astronomia y no se le pudo revelar un milagro, 0 que toa luz del sol no pudo estar mas tiempo del habitual sobre el horizonte, a menos que Josué comprendiera su causa? La verdad es que ambas alternativas me parecen idiculas. Por e50, prefiero decir abiertamente que Josué gnoré la verdadera causa de la prolongacién de aquel dia y que tanto él como la multitud que estaba presente, Pensaban que el sol daba una vuelta diaria en torno 4 la tierra y, al mismo tiempo, que aquel dia se habia detenido un’ poco; que ellos ereyeron que éa fue la causa de la ptolongacién de aquel dia, sin advertir que, consccuencia del excesivo hielo que habia en esos momentos en aquella regién del cielo (ver Josué, 10, 11), pudo producirse una refraccién mayor de lo habitual 0 algo similar que no investigaremos. aut “También a Isaias se le revel6 el signo de la retrograde 2» cin de Ia sombra de acuerdo con su capacidad, es dect, % Segiin Spinoza, no es autégralo: eft. pp. 124/20 ss Los profetas 105 por la retrogradacién del sol; porque también él pen- saba que el sol se movia y Ia tierra estaba inmévil, y ni en suefios, quizé, se le habfa ocurrido Ia idea de los pathelios. Podemos afirmar esto sin el menor escriipulo, porque fue realmente posible que tal signo se produjera y que Isaias lo predijera al rey, aunque el profeta igno- tara su verdadera causa. 'Y lo mismo hay gue decir de la construccién de Salomén, si es que fue revelada por Dios: todas sus medidas le fueron reveladas segxin la capacidad y las opiniones de Salomén. Pues, como no estamos obligados a creer que Salomén fuera tun matemético, nos es licito afirmar que ignoraba Ia relacién entre Ia'periferia y el 30 didmetro del circulo y que crefa, como los simples obre- tos, que era de 3 a 1, Si nos estd permitido decir que fo entendemos exe texto (I Reyes, 7, 23), no sé yo qué diablos podemos entender de Ia Escriturs, puesto que ese pasaje se limita a describir, en forma meramente hist6- rica, dicha construccidn, Atin més, si cabe fingir que la Esctitura pensaba otra cosa, pero que, por alguna razén que desconocemos, quiso describirla asf, eso es sencilla 07 mente destruir de raiz toda Ia Escritura. Pues cualquiera podré, con igual derecho, decir otro tanto de todos los pasajes de la Escritura; y por consiguiente, cuantos ab- surdos y males pueda excogitar la malicia humana, se los pods defender y cometer, sin menoscabo de la auto- ridad de la Escritura. En cambio, lo que nosotros pro- ponemos, no implica impiedad alguna, puesto que Salo- én, Tsalas, Josué, etc., aunque fueran profetas, eran también hombres, y hay que pensar que nada humano les eta ajeno™. ‘También a Noé le fue revelado, segiin su capacidad, que Dios iba a destruir el género humano, ya que pen saba gue, fuera de Palestina, el mundo no estaba habi- 0 ado”. Gi. 2 Reyes, 20, 811; Tela, 38, 78 ‘Testo tomado de" Tetencio, Hesutontimoramenos, 77, ef Ep, 1 P, JT; 74, p30. "1 Cie Genesis, 6. 137 106 Capitulo U1 Los profetas pudieron ignorar, sin menoscabo de su Piedad, no sélo estas cosas, sino otras mis importantes, y de hecho las ignoraron. En realidad, no enscfiaron nada particular sobre los atributos divinos, sino que tu vieron opiniones bien vulgares acerca de’ Dios. Ahora bien, sus revelaciones fueron acomodadas a esas opi- niiones, como enseguida haré ver con numerosos testi- monios de la Escritura; de donde se desprende fécilmente ue los profetas son alabados y tenidos en alta estima, ‘no tanto por la sublimidad y excelencia de su ingenio, cuanto por su piedad y constancia de énimo. Adan, el primero a quien Dios se revel6, ignoré que x Dios es’ omnipresente y omnisciente, puesto que se es- condié de El y s¢ esforz6 en excusarse de su pecado ante Dios, como si estuviera ante un hombre. De ahi que también Dios se le revel6 segiin su capacidad, es decir, como si no estuviera en todas partes © ignorara el pecado de Adin y en dénde se encontraba. Efec mente, Adin oy o creyd oir a Dios pascarse por el jardin’ y lamarle y preguntarle en dénde estaba; y, al darse cuenta, después, de su. vergiienza, preguntarle si habia comido del arbol prohibido. Adin, pues, no conocia ningtin atributo de Dios, excepto que era el ha- cedor de todas las cosas, A Cain también se le revelé Dios segtin su capacidad, es decir, como si desconociera ve las cosas humanas; para arrepentirse de su pecado, no necesitaba Cain tener un conocimiento més elevado de Dios. A Labén, Dios se le reveld como Dios de Abra- hham, porgue ctefa que cada nacién poseia su Dios pecu- liar (ver Génesis, 31, 29). También Abraham ignoré que Dios estd en todas ‘partes y que conoce de antemano todas las cosas; y asi, tan pronto oy6 la sentencia contra 108 los sodomitas, rogé que Dios no Ia ejecutase, hasta saber si todos merecian tal suplicio; por es0 dice (Génesis, 18, 24): quizd existan cincuenta justos en aquella cin dad. Y Dios no se le revelé de otra forma, puesto que Clr. Genesis, 3, 8 ss © Gis. Genesis, 4, 9. Los profetas 107 habla asi en la imaginacién de Abraham”: bajaré abora ara ver si ban obrado de acuerdo con la profunda queja que a mi ba Wlegado, y, si no es asi, lo sabré, El testi- monio divino sobre Abraham (ver Génesis, 18, 19) no contiene nada més que su obediencia y que amonestaba a sus criados a Ja justicia y al bien; pero no que Abraham haya tenido pensamientos sublimes acerca de Dios. Tampoco Moisés percibié con suficicnte clatidad que Dios es omnisciente y dirige todas lag acciones humanas on su solo decreto. En efecto, aunque Dios le habia dicho (ver Exodo, 3, 18) que los istaclitas le obedece- rian, lo pone en duda y replica (ver Exodo, 4, 1): ¢y si no me creen y no me obedecen? De ahi que también a 4 se le revelé Dios como indiferente y desconocedor de las acciones humanas futuras. Por eso le dio dos signos y le dijo (Exodo, 4, 8): si acuso no creyeran en el primer signo, creerin en el iltimo; mas, si ni en el ‘timo creyeran, coge (entonces) un poco de agua del rio, eteétera.Y, si uno quiere examinar sin prejuicios las frases de Moisés, verd claramente que su opinidn acerca de Dios es que Dios es un ser que siempre exisid, existe y existird siempre; y, por eso, le da el nombre de Jebové™, que en hebreo expresa estos tres tiempos. de la existencia, Sobre su naturaleza, en cambio, no ‘ensefié, sino que es misericordioso, benigno, etc., y suma- ‘mente celoso, como consta por innumerables pasajes del Pentateuco, Por otra parte, creyé y ensefié que este ser de tal modo difiere de todos los demés, que no puede ser expre- sado por ninguna imagen de ninguna cosa visible; no tanto por la contradiccién de tal hecho, cuanto por la debilidad humana. Ensefié, ademés, Moisés que Dios %® Guess, 18, 21 % Clr. Exodo, 3, 14; Maiménides, Gute de perplejos, 1, 63, B. 180: el nombre Yab indicativo dela existencia,eteinan Pero Maiménides afiade que ahi va impliita la necesidad de dicha existencia: eel Ser que es el Ser, 0 ten, ol Ente neces roe (p. 173; idem, p. 180} 0 ea 108 Capitulo Tt es singular 0 nico en razén de su poder; pues, aun cuando concedié que existen seres que (por supuesto, por orden y mandato de Dios) hacfan las veces de Dios, es decir, setes a los que Dios concedié autoridad, derecho y poder pata dirigir las naciones y para velar y preccs parse por ellas; enseié, sin embargo, que ese ser, que los judios debian venerar, era el Dios supremo y ‘sobe ano © (por decitlo con una expresin hebrea) el Dios de los Dioses. Por es0 dijo en el céntico del Exodo, 15, 1: equién, entre los Dioses, es semejante a ti, Je. hovd? Y Jetxé (1b., 18, 11): abora be conocido’ gue Jebovd es mayor que todos los Dioses; es decir: al fin, me veo forzado a conceder a Moisés que Jehova e¢ mayor que todos los dioses y de un poder singular. Cabe, no obstante, dudar si Moisés creyé que esos seres, gue hacfan las veces de Dios, fueron creados por Dios, Puesto que nada ha dicho, que nosotros sepamos, sobre su principio y creacién. Moisés enseis, ademas, que ese ser supremo hizo pasar el mundo visible del caos (Gé. esis, 1, 2) al orden y puso en la naturaleza las semilla, Y due, por eso, tiene el derecho y el poder suptemos sobre todas las cosas; que, en virtud de ese derecho y de ese poder soberanos (ver Deuteronomio, 10, 14-5}, eligié para Si solo a la nacién hebrea y cietta regién del mundo (ver Deuteronomio, 4, 19; 32, 8-9), dejando las otras naciones y regiones al cuidado de los ottos dioses, sustitutos suyos; y que, por este motivo, El es lamado Dios de Israel y Dios de Jerusalén (ver 2 Paralipéme. nos, 32, 19), mientras que los ottos Dioses se llaman Dioses de fas otras naciones “Por eso también, crefan los judios que aquella regién, que Dios les habfa clegido, exigia un culto especial @ Dios, totalmente distinto del de las otras regiones, y que ineluso_ne podia tolerar el culto de los otros’ dioses ¥ propio de otras regiones. Pues crefan que los pueblos que el rey de Asiria habfa tealdo a las tierras de los judios, eran desgarrados por los leones, porque desco- nocfan el culto de los dioses de aquellas tiertas (2 Re yes, 17, 25.6, ete). Y por eso, segiin la opinién de Los profetas 109 Ibn Ezra, cuando Jacob quiso dirigirse a su patria, dijo a sus hijos que se dispusieran a adoptar un muevo culto y que abandonaran el culto a los dioses de la tierra en que entonces se hallaban (ver Génesis, 35, +23). Y también David, para decirle a Sail que, a consecuencia de su persecucién, se vela forzado a vivir fuera de su patria, le dijo que era expulsado de la herencia de Dios y era enviado a rendir culto a otros dioses (ver I Sa- ‘uel, 26, 19). Moisés creyé, finalmente, que ese ser 0 Dios tenia su morada en los cielos (ver Deuteronomtia, 33, 27), opinién que era sumamente frecuente entre los aganos. Si nos fijamos ahora en las revelaciones de Moisés, comprobaremos que fueron adaptadas a sus opiniones, Y asi, como creia que Ia naturaleza de Dios eta suscep. tible de las condiciones antes sefialadas, a saber, la misericordia, Ia benignidad, etc., Dios se’le revelé de acuerdo con’esta opinién suya y bajo estos atributos (ver Exodo, 34, 6-7, donde se cuenta de qué forma se apa recié Dios a Moisés, y vv. 4-5 relatives al Decdlogo)”™ Se nos dice, por otra parte (Exodo, 33, 18), que Moisés pidié a Dios que le permitiera verle; pero, como Moisés no habfa formado (como ya he dicho) en su cerebro nin- guna imagen de Dios, y Dios tan sélo se revela a los Profetas (como también he probado) segin la disposicién de sus imaginaciones, Dios no se le aparecié bajo nin- Buna imagen. Y esto sucedié, repito, porque repugnaba 4 Ja imaginacién de Moisés; puesto ‘que ottos profetas, por clemplo, Tsefas, Bzequicl, Daniel, et, testitican ha er visto a Dios. Por eso, contesté Dios’ a Moisés: no podrés ver mi rostro”;-y porque, ademés, Moisés crcia que Dios era visible, es decit, que ello no implicaba contradiccién alguna por parte de la naturaleza divina, ya que, de lo conttario, no hubiera pedido tal cosa Y por eso mismo afiadié Dios: porque nadie me verd 9 vivird, dando asi una razén acorde con la opinién de 7 Es decir, Exodo, 20, 45. © Bxodo, 33, 20, 19 0 » wn 10 Capitulo 11 Moisés: pues no dice que eso contradiga a la naturaleza divina, como sucede en realidad, sino que eso no puede realizarse a causa de la debilidad humana. Atn més, para revelar a los israelitas, que habfan adorado el be- certo, que se habian hecho semejantes a los demés pueblos, Dios les dice (Exodo, 33, 2-3) que les enviard tun dngel, es decir, un ser que velaré por los israclitas cen nombre del ser supremo, pero que El no quiere estar entze ellos. De esta forma, no le quedaba a Moisés rningin motivo para convencerse de que los israclitas eran mAs gratos @ Dios que las demés naciones que Dios hhabfa puesto al cuidado de otros seres 0 angeles, como consta por el versiculo 16 del mismo capitulo.’ Final- mente, como crefa que Dios habitaba en los ciclos, se le revelaba como si bajara del cielo sobre la montafia; y Moisés, por su parte, subja al monte para hablar con Dios, lo cual no le seria necesario en absoluto, si pur ders imaginar a Dios en todas partes con la misma lidad. Pese a que Dios se les revels a ellos mismos, los israclitas no supicron apenas nada de Dios, y dieron pruebas més que sobradas, cuando, unos cuantos dias después, dieron su honor y'su culto a un becerro y cre- yeron que El no era otra cosa que los dioses que les hhabjan sacado de Egipto. No hay que creer, por cierto, que hombres habituados a las superticiones de Egipto, rudos y moldeados por la més misera esclavitud, tuvieran alguna idea sana de Dios o que Moisés les hubiera ense- fiado algo més que una forma de vida; no, por supuesto, como filésofo, para que vivieran, por fin, guiados por la libertad interior, sino como legislador, para que se sintieran coaccionados por el imperio de la Ley a vivir bien, De ahi que la forma correcta de vida o la vida verdadera, asf como el culto y el amor de Dios, fueron para ellos una esclavitud, més bien que una verdadera libertad y que una gracia oun don de Dios. Moisés, en efecto, les mandé amar a Dios y observar su Ley para agraceder a Dios los bienes pasados (a saber, la libera- Los profetas ut cién de la esclavitud egipcia) ¢ incluso los aterré con amenazas, si transgredtan aquellos preceptos, y les pro- 19 tnetié_ muchos bienes, si, por el contratio, los observa. ban, Es decir, que les ensefié de Ja misma manera que suclen hacer Jos padres con sus hijos que aiin no tienen uso de razén, Es cierto, pues, que los judios ignoraron le verdadera dignided de la virtud y la verdadera feli- cidad Jonas crey6 escapar a la mirada de Dios, lo cual pa- rece demostrar gue también él pensé que Dios habia entregado el cuidado de las demas regiones, fuera de Judea, a otzos poderes que, al fin, serian sustitutos su- yos". No hay nadie, en el Antiguo Testamento, que haya hablado de Dios de modo més acorde con Ia razén que Salomén, el cual supers a todos los de su tiempo por la inteligencia natural, De ahi que se considers tam bién por encima de Ia Ley (puesto que ésta sélo fue 2 dada a aquellos que carecen de razdn y de las ensefianzas del entendimiento natural) y apenas hizo caso de todas las leyes que se refieren al rey y que se reductan funda mentalmente a tres (ver Deuieronomtio, 17, 16-7), sino que las viols abiertamente (pero se equivocé, lejos de hacer algo digno de un filéfoso, en cuanto que se dio a los placetes). Ense”ié que todos los bienes de la fortuna resultan vanos para los hombres (ver el Eclesiastés)™ y que los hombres no tienen nada més valioso que el entendimiento ni pueden ser castigados con mayor supli- cio que la necedad (ver Proverbios, 16, 22) % Chr. MaimSnides, Guia de perplejos, UL, 32, pp. 469-74, Bajo ia apuriencia. de’ un simil_ comin (nifer ‘del ‘pueblo judio nel desierto), se esconden’ dos visiones divergentes: Spinoza dice que Moises coaccioné ¢ incluso aterré a los judo, con sus leyes; Maiménides slaba_a Dios, porque, «como es inviable el ‘cambio, subitineo» (p. 470) en un pueblo habiteado ala idol tla egipeia, lo schizo desiarse del camino recto» {p. 471) heck lu tierra prometida, a fin de que, wen el desierto», te produje ge cambio, de forma natural y paulatina, «por medio. de Moi SG (p. 4f2); ft. Cillatas, 3, 4 Che. Jonds, 12 ss ™ Es deci, Eclesiastés, 2, na Capfeulo 11 Pero volvamos a los profetas, cuyas discrepancias de opinién nos hemos propuesto sefialar. Los rabinos vieron % que las opiniones de Ezequiel se oponen tanto a las de Moisés, que (como se cuenta en el Tratado del sébado, cap. 1, folio 13, pag. 2), al transmititnos los pocos li. bros de los profetas que nos quedan, casi dudaron en admitir ese libro entre los can6nicos; y lo hubieran cul tado totalmente, si un tal Ananias” no se hubiera com prometido a explicarlo, cosa que, como allt se dice, logrd finalmente hacer, aunque no sin gran trabajo y empeno, (421 Cémo lo haya conseguido, no esté, sin embargo, bien claro: si acaso escribié un’ comentario que haya’ desapa- recido 0 si incluso cambié las palabras y las otaciones de Ezequiel (si tuvo audacia para ello) y las adorné a su gusto. En todo caso, Ezequiel, 18 no parece concordat con Exodo, 34, 7 ni'con Jeremias, 32, 18, etc Samuel crefa que, cuando Dios habia decretado algo, ‘nunca se arrepentia de su decisin (ver I Samuel, 15, 29), Puesto que, cuando Sail, arepentido de su pecado, que: ria adorar 4 Dios y pedirle perdén, Samuel le dijo que Dios no cambiaria su decreto contra él. Por el contra. Wo tio, a Jeremias (18, 8, 10) le fue revelado que, aunque Dios hubiera decretado algo bueno o algo malo respecto a una nacién, volvia sobre su decreto, siempre que los hombres cambiaran posteriormente a mejor oa peor. En cambio, Joe! (2, 13) ensefié que Dios solo se atrepiente del mal. Finalmente, por Génesis, 4, 7 consta con toda videneia que el hombre puede dominar las tentaciones de pecado y obrar bien; pues eso es lo que se le dice 4 Cain, pese a que, como consta por la misma Escritura y-por Josefo™, nunca las domin6. Y lo mismo se des- rende con la méxima claridad del capitulo de Jeremtat ue acabamos de citar, puesto que dice que Dios cambia 7 No se wate del pofcta Ananas (supe, pp. 32/5 ), con- serge emi 21 Se en (roles ben Raequlas, sumo, sacerdote, contemporinco de S, Pablo acne, dor sy (te. Hechos, 23,2383 24, 1 a8) cf. nota 350; Las Aifultdes se refieen'a: Beequie, 4, 20'y 34 Cle. Josefa, dntiguitates fudaiae, 1,2, 2 Los profetse 13 el decreto dictado en dafio 0 beneficio de los hombres, segtin que éstos decidan cambiar sus costumbres y forma 20 de vida. Pablo, en cambio, nada enseia con mis clati- dad que esto: que, si no es por una singular vocacién © gracia de Dios, los hombres no tienen dominio ninguno sobre las. tentaciones de la carrie (ver Romanos, 9, 10 ss. y_adviértase que en 3, 5 y 6, 19, donde atribuye la jus- ticia a Dios, se cortige diciendo que habla al estilo hhumano y a causa de la debilidad de la carne). Por lo anterior consta, pues, més que de sobra, lo que nos proponiamos demostrar: que Dios adapté las revelaciones a la capacidad y a las opiniones de los pro- fetas; que los profetas pudieron ignorar y de hech notaron las cosas que sélo se refieren a Ia especulacién y no a la catidad y a la vida préctica; y que tuvieron 30 ‘opiniones contrarias. Por consiguiente, no hay que bus- car en ellos, ni mucho menos, el conocimiento de las cosas materiales y espirituales”, Nuestra conclusién es, ues, la siguiente: fuera de aquello que constituye el fin y la sustancia de la revelacién, no estamos obligados a reer a los profetas; en lo demés, cada uno es libre para creer como le plazca. La revelacién de Cain, por ejemplo, sélo nos ensefia ‘que Dios amonesté a Cain a que viviera mejor. Ese es el nico objetivo y Ja sustancia de la reyelacién, y no (4) ensefiar la libertad de la voluntad o cosas filoséficas. Por tanto, aunque en las palabras y en el contenido de dicha amonestaci6n esté clarfsimamente incluida la libertad de la voluntad, nos es licito pensar lo contrario, dado que aquellas palabras y razones s6lo estin adaptadas ala capacidad de Cain, Asi también, Ia revelacién de Mi- queas tan sélo quiere ensefar que Dios le revel6 el resultado exacto de la lucha de Ajab contra Aram™; y, por consiguiente, eso es lo vinico que tenemos que creet” Todo Jo que, aparte de esto, en ella se dice sobre el verdadero 0 falso espfritu de Dios, sobre el ejército ce- 10 ® Cir. cap, XITLXIV. © Cir. 1 Reyes, 22, 19 ss us) 14 Capfealo I leste, situado a uno y otto lado de Dios, y sobre las ddemés circunstancias de dicha revelacién, no nos incur ben para nada; que cada cual cres, pues, en ellas, segin le patezca més acorde con su propia razén, En cuanto a Jos atgumentos, con los que Dios mostré a Job su poder sobre todas las cosas (si es verdad que le fueron reve: lados y no, como creen algunos, que él se esmeré en adornar sus ideas), hay que decir exactamente lo mismo: gue esos argumentos s6lo fueron aducidos segin la capa- cidad de Job y para convencerle a él, pero no son argu ‘mentos universales, para convencer todos. Ni cabe decir otta cosa sobre las razones con las que Cristo convence a los fariseos de contumacia e igho- ancia y exhorta a sus discipulos a la verdadera vida que acomods sus razones a las opiniones de unos y otros. Por ejemplo, cuando dijo a los fariseos (ver Ma 4e0, 12, 26): y, si satands expulsa a satands, esté dividido contra si mismo: écémo, entonces, se mantendria su reino?, no pretendia otra cosa que convencer a los fa riseos por sus mismos principios, y no, ensefat que hay demonios o algiin reino saténico. Y asi también, cuando dijo a los discipulos (Mateo, 18, 10): mirad que no des: precitis a uno de estos pequeiias, pues os digo que sus dngeles estin en los cielos, etc., no quiere ensefiar, sino gue no sean soberbios y que no desprecien a nadie; no todo lo que esté contenido en sus razones, puesto gue sélo las aduce para mejor convencer a sus diseipulos Otro tanto habria que decir, finalmente, sobre los argumentos y signos de los apéstoles. Pero no es nece- sario que me extienda mas sobre el tema, ya que, si tuviera que enumerar todos los lugares de la Escritura, gue sélo han sido escritos al moda humano o segin la capacidad de alguien en particular, y que son defendi- dos, no sin gran perjuicio para la filosofia, como doctrina divina, me apartaria mucho de la brevedad que me he propuesto, Baste, pues, con los pocos textos, de cardcter general, que he tocado, y que el curioso lector examine por si mismo el resto, Los profetas us Pero, aunque es verdad que sélo lo que hemos dicho sobre los profetas y la profecia, concierne directamente al fin que busco, es decir, a separar Ia filosofia de la teologia; como he abordado esta cuestién en términos universales, me parece oportuno investigar, ademés, si ‘1 don profético sélo fue peculiar de los hebteos o si fue més bien comtin a todas las naciones, y preguntarme, a la vez, qué hay que decir sobre la vocacién de los he- ‘breos. Sobre estos temas, véase el capitulo siguiente. Cap. III, De la vocacién de los hebre y de si el don profético i fue peculiar de los hebreos 4 La verdadera felicidad y beatitud de cada individuo consiste exclusivamente en la fruicién del bien y no en la gloria de ser uno solo, con exclusién de los dems, el que goza del mismo. Pues quien se considera més feliz, Porque es mis feliz y mas afortunado que ellos, desco. roce Ia verdadera felicidad y beatitud; ya que la alegtia % que con ello experimenta, si no es puramente infantil ‘no se deriva més que de la envidia o del mal corazén. Por ejemplo, la verdadera felicidad y beatitud del hombre consiste Gnicamente en la sabidurfa y en el conocimiento de la verdad y no, en absoluto, en ser mis sabio que los démas 0 en que éstos careacan del verdadero conoc ‘miento; puesto que esto no aumenta en nada su sabi- dlurfa, es decir, su felicidad. De ahi que, quien disfrta de eso, disfruta del mal de otro y, por consiguiente, es envidioso y malo, y no ha conocido ni la verdadera sabidurfa ni la tranguilided de la vida verdadera © Che E,W, 27, 32, 41-2. Adverse, no_obstante, eh sig feado peyote, aoclado a envidias gue pinot da ‘ag a término judeo-cristiano «gloriay, on ae La eleccién de los hebreos uy ‘Asi, pues, cuando Ia Escritura, para exhortar a los hhebteos a la obediencia de Ia ley, dice que Dios los ha clegido, con preferencia a las demés naciones (ver Deu feronomio, 10, 15); que estd cerca de ellos y no de los, demés (Ib., 4, 4 y'7); que s6lo a ellos les ha prescrito leyes justas (Ib., 4, 8); en fin, que sélo a ellos, pospo- niiendo a los demas, se les dio @ conocer (Ib., 4, 32), eC habla adapténdose ‘a su capacidad. Ahora bien, los he: breos, como hemos probado en el capitulo precedente ® y como el mismo Moisés confirma (Ib., 9, 67), no hhabjan conocido la verdadera felicidad. Porque es evi- dente que ellos no hubieran sido menos felices, si Dios hubiera llamado a todos por igual a Ia. salvacién; ni Dios les hubiera sido menos propicio, si hubiera estado igualmente cerca de los demés; ni sus leyes hubieran sido menos justas ni ellos menos sabios, porque hubie- ran sido prescritas a todos; ni los milagros hubieran mani- festado menos el poder de Dios, aunque también hubie- tan sido hechos para otras naciones; ni, finalmente, estarfan los hebreos menos obligatlos ‘a~rendir. culto a Dios, si él hubiera concedido a todos por. igual todos ‘estos dones. En cuanto a que Dios dice @ Salomén (ver T Reyes, 3, 12) que nadie, en lo sucesivo, seré més sabio que él, no parece ser més que una forma de expresar su eximia sabidurfa. En cualquier caso, no hay que treet, en modo alguno, que Dios haya prometido a Sa fomén, para su mayor felicidad, que El-no otorgeia a nadie, en lo sucesivo, una sabiduria igual; puesto que es no acrecentaria nada Ia inteligencia de Salomén, ni tampoco ese prudente rey hubiera agradecido menos a Dios tan gran don, si él le hubiera dicho que conce- deria 2 todos la misma sabidurfa ‘Cuando decimos que Moisés, en los pasajes del Pen- Jtateuco que acabamos de citar, hablé adaptindose a Ia capacidad de los hebreos, no pretendemos, sin embargo, negar que Dios les haya prescrito a ellos solos esas I del Pentatenco, ni que sélo les haya hablado a clios, % Supra, p. 41/414 0 wo 18 Capitulo Ut ni, en fin, que los hebreos hayan visto cosas tan admi- rubles como a ninguna otra nacién le han sucedido. Sélo queremos decir que Moisés, hablando en esos_términos y aducigndo esas razones, quiso amonestar a los hebreos a ue se unieran mas a Dios mediante un culto acorde con, su mentalidad infantil. Quiero probar, ademés, que los hhebreos no han superado a las demas naciones en ciencia y en piedad, sino en algo totalmente distinto; 0 (para hablar, como la Escritura, segiin su capacidad) que los hebreos no han sido elegidos por Dios, con preferencia, a los ottos pueblos, para la verdadera vida y las subi mes especulagiones, aunque si han sido reiteradamente amonestados, sind para algo totalmente distinto. Qué 0 sea eso, sin embargo, lo explicaré siguiendo un orden. Pero, antes de empezar, quiero explicar brevemente ‘qué entiendo, en lo sucesivo, por gobierno de Dios y qué Por auxilio divino, externo’e interno, qué por eleccién de Dios y qué en fin, por fortuna, Por gobierno de Dios, entiendo el orden fijo ¢ inmutable o la concatenacién de 4s las cosas naturales; puesto que ya antes hemos dicho y lo hemos probado en otro lugar, que las leyes univer: sales de la naturaleza, conforme a las cuales se hacen y determinan todas las cosas, no son més que los eternos decretos de Dios, que implican siempre una verdad y una necesidad etetnas. Es, pues, lo mismo que digamos que todas las cosas se hacen segsin las leyes de la natu- raleza 0 que son ordenadas por el decreto de Dios y su gobierno. Y como, ademés, el poder de todas las cosas naturales no es més que el’ mismo poder de Dios, tinico ‘que todo lo hace y determina, se sigue que toda’ ayuda que el hombre (que también es una parte de la natu- taleza) aporta a su propia conservacién, o la que le ofrece 10 la naturaleza sin su colaboracién, todo ello le es ofrecido an igre, eu la, desi, del pcb eid a simple laptcion o amonestaign, et desir, a jgnoransi'w orgullo P'Spipoee puede. refeive « obtas yu" publcads. for ciem- plo: GMI, ap. 811, 0 a obras todvis no pbliadas, pero ms eedactads « Inlon’conaidas de mation” Eel 157, S36, Rui Tcap 38, ee supra pp. 28/1 a, La elecci6n de los hebreos ng por el solo poder divino, en cuanto que actéa por la Aeturaleza humana o por las cosas extetiores a ella. Con 826n, pues, podemos llamar auxilio interno de Dios a cuanto la naturaleza humana puede aportar, por su solo poder, a la conservacidn de su propio ser; y auxilio externo de Dios, a toda utilidad que pueda’ provenitle, ademés, del poder de Jas causas externas", De lo ante rior se desprende fécilmente qué hay que entender por eleccién divina. Dado, en efecto, que nadie puede hacer nada, sino en virtud de un orden predeterminado de la naturaleza, es decit, por el gobierno y el decreto eterno de Dios, se sigue que nadie elige para si una forma de vida ni hace nada, sino es por una singular vocacién e Dios, que eligié éste, y no a otros, para esta obra © pata esta forma d= vida. Finalmente, por fortuna no entiendo otra cosa qu: el gobierno de’Dios, en cuanto que dirige los asuntos umanos a través de cosas externas « inesperadas Hechas estas aclaraciones, volvamos ya a nuestro tema y,veamos por qué.se ha dicho que la nacién hebrea fue elegida por Dios con preferencia a las demas. Para pro- barlo, procedo de la forma siguiente. Todo cuanto deseamos honestamente, se reduce a es- tos tres objetos principales, a saber, entender las cosas Por sus primeras causas, dominar las pasiones o adquirit el habito de la vietud y, finalmente, vivir en seguridad y con un cuerpo sano.’ Los medios que sirven directa. mente para el primero y el segundo objetivo y que pueden ser considerados como sus causas proximas eficientes, residen en la misma naturaleea humana; sa adquisicién depende, pues, principalmente de nuestro propio poder 0 de las leyes de la naturaleza humana. Por este motivo, hay que afirmar categéricamente que estos dones no son peculiares de ninguna nacidn, sino que han sido siempre pattimonio de todo el género humano, © Cir. OM, 1, cap. 3 (contingentenecesaro, posibeimposi ble) KV, T, cap’ 6 (predestinuciny Erle 4a, ee De huevo (eft, pp. 1/10) indica Spitors Is doble dimen. ‘ibn del tratado:tecogia(virtad) y polite (sepuidad coxpord, 1m » 120 Capitulo I 44 menos que queramos sofiar que la naturaleza ha engen- drado desde antiguo diversos géneros de hombres". En cambio, los medios que sirven para vivir en seguridad y para conservar el cuerpo, residen principalmente en las cosas externas; precisamente por eso, se llaman bie. nes de fortuna: porque dependen, sobre todo, del go. bietno de las cosas externas, que nosotros desconocemos; 3,0 este sentido, el necio es cas tan feliz 0 infelz como al sabio. No obstante, para vivir en seguridad y evitar los ata gues de los otros hombres y de los mismos brutos, nos puede prestar gran ayuda la vigilancia y el gobierno hu. mano. A cuyo fin, la razén y la experiencia no nos han ensefiado nada més seguro, que formar una sociedad regida por leyes fijas, ocupar una regién del mundo y reunir las fuerzas de’ todos en una especie de cuerpo, ‘que es el de la sociedad. Ahora bien, para formar y con” servar la sociedad, se requiere un ingenio y una vigilan- cia_no mediocre; 'y por tanto, la sociedad més segura y estable, y In menos expuesta a los embates de la for tuna, seré aquella que esté fundada y dirigida, en su mayor parte, por hombtes sabios y vigilantes; y a la inversa, aquella que estd formada por hombres torpes, depende, en su mayor parte, de la fortuna y es menos estable. 'Y, si acaso permanece largo tiempo, se debe a la direccién ajena y no a la propia; atin més, si lega 4 superar grandes peligros y las cosas le resultan favo- ables, no podré menos de admirar el gobierno de Dios y adorarle (en cuanto que Dios actéa a través de causes externas ocultas, no en cuanto que acta por la natte raleza y la mente humanas), puesto que le ha sucedido algo realmente inesperado, que incluso puede ser tenido por un milagro, Sean Gawlick (nim 17 y muestra nota), Spinoae pola refers 4 Tac de la Peytre (15944610) resdomta ioe cxerctatie.. (ne 12), bro que Ponta em ou ioe y ie exalt et (dl maf) ue incl to smo. autor: Systema teologicam, eS rocdamiarn bp pots La elecién de los hebreos en Por consiguiente, lo nico por fo que se distinguen las naciones entre si, es por la forma de su sociedad y de las leyes bajo las cuales, viven y son gobernadas. Y por lo mismo, la nacién hebrea no fue elegida por Dios, antes que las demés, a causa de su inteligencia y de’su serenidad de énimo, sino a causa de su organi- zacién social y de la fortuna, gracias a la cual logré formar un Estado y conservarlo durante tantos. aiios La misma Escritura lo hace constar con toda claridad, ya que basta una lectura superficial para ver claramente que los hebteos sélo superaron a las otras naciones en que dirigieron con éxito todo cuanto se refiere a la seguridad de la vide y en que lograron vencer grandes peligros, gracias, sobre todo, al auxilio externo de Dios; ten Io demés, fueron iguales’ a los otros pueblos, y Dios, fue igualmente propicio a todos. En cuanto al entendimiento, consta (como hemos mostrado en el capitulo precedente)" que tavieron pen- samientos sumamente vulgares sobre Dios y la natura leza; en este sentido, no fueron, pues, clegidos por Dios més que los otros. Ni tampoco en cuanto a la virtud y a la vida verdadera; puesto que en esto tam- bién fueron iguales a los demés pueblos, y poquisimos fueron elegidos. Su eleccién y vocacién consistié, pues, ‘exclasivamente en a felicidad temporal de su Estado yen sus comodidades. Ni vemos que Dios haya prome- tido algo mas a los patriarcas * y a sus sucesores, En Ia misma Ley, no se promete, a cambio de la obediencia, otra cosa que Ia continua felicidad del Estado y demés comodidades de esta vida; y, a la inversa, a cambio de la contumacia y de la ruptura del pacto, Se promete la ruina del Estado y: las méximas incomodidades. Nada 1 En Génesis, 15 se cuenta que Dios dijo a Abraham que ‘ga su_defensor ‘y que le daris una muy amplia. recompense, ‘Alo cual, Abraham le replieé que # dl ye no le quedaba gran Gove que ‘esperar, puesto que ert de evan edid y cafe ios. © Chr. nota 82 coy 122 Capitulo IL extrafio, por lo demés, ya que el fin de la sociedad en general y del Estado (como ya consta por lo dicho y ex- ppondremos més largamente después) es vivir segura y ‘cémodamente. Ahora bien, el Estado no puede subsis- tir més que con leyes que obliguen a todo el mundo; pues, si todos los miembros de una sociedad quieren eximirse de las leyes, disolverdn ipso facto la sociedad y destruirdn el Estado. De ahi que a Ia sociedad de los, hhebreos no se le pudo prometer otra cosa, a cambio de la constante observancia de las leyes, que la seguridad de la vida" y sus ‘comodidades; y, al revés, a cambio de la contumacia, no se le podia predecir ningin supli- cio mas seguro que la ruina del Estado y los males que de ahi suelen seguirse; a los que se afaditian otros especiales, derivados de la particular constitucién de su Estado. Pero no es éste el momento de hablar de esto ‘més largamente, Sélo afiadiré lo siguiente: que también las leyes del Antiguo Testamento slo fueron reveladas y prescritas «los judios; puesto que, como Dios sélo los habia ele- sido para formar una sociedad y un Estado singulares, fra necesario que tovieran también unas leyes especia. les. En cuanto a si Dios también prescribié a otras na- ciones leyes especiales y si se reveld a sus legisladores en forma de profecias, es decir, bajo aquellos atributos con los que ellos solfan imaginar a Dios, es algo que ‘no me resulta suficientemente claro. Pero una cosa, al menos, esta clara por la misma Es critura: que también las otras naciones recibieron el Es- taco y sus leyes particulares del gobierno externo de Dios, Sdlo_aduciré, para probarlo, dos pasajes de la Escritura, En Génesis, 14, 18-20, se cuenta que Mel- quisidee fue rey de Jerusalén y pontifice del Dios altf simo, y que, como incumbfa al pontifice (ver Niime- 105, 6, 23), bendijo a Abraham; y, finalmente, que Abraham, predilecto de Dios, entregé a este pontifice n* Que, para la vida eterna, no basta observar los preceptos del Antiguo Testamento, consta por Marcos, 10, 21. La elecci6n de los hebreoe 123 de Dios la décima parte de’ todo su botin. Todo lo cual muestra con suficiente claridad que Dios, antes de fun- dar la nacién israelita, constituyé reyes y pontifices en Jerusalén y les prescribié ritos y leyes; mas si hizo esto ‘en forma de profecias, no estdsuficientemente claro, ‘como acabamos de decir. Yo, al menos, estoy persus- ido de que Abraham, mientras vivié alli, observé reli siosamente aquellas leyes. Efectivamente, Abraham no tecibid de Dios ningsin rito especial; y, sin embargo, se dice en Génesis, 26, 5 que Abraham observé el cults, los mandatos, las instituciones y las leyes de Dios, lo cual hay que referir sin duda al culto, mandatos, institucio: nes y leyes del rey Melquisidec. ¥ Malaguias, 1, 10-11 inctepa a los judios con estas palabras: ¢Ouién ef el que, de entre vosotros, cerraré las puertas (del Templo) ara que no en vano se ponga el fuego sobre mi altar? No me complazco en vosotros, etc. Porque, desde el riente basta el poniente, mi nombre es grande entre las naciones, por todas’ partes se me sraen perfumes y oblaciones puras; porque grande es mi nombre entre las naciones, dice el Dios de los ejércitos. Dado que ‘estas palabras, a menos que queramos violentarlas, no tdmiten otto’ tiempo que el presente, son testimonio més que suficiente de que, en aquella’época™, los ju- dios no eran més queridos de Dios que las otras nacio- nes; que incluso Dios se dio a conocer a otras naciones con milagros més que a los judtos de entonces, los cua- les habfan recuperado parcialmente su Estado sin mila- tos; y que, ademds, las naciones tuvieron ritos y cere- monias con las que eran gratas a Dios. Pero dejo esto un lado, ya que para mi objetivo me basta con haber mostrado que Ja eleccidn de los judios no se referia mas que a la felicidad temporal del cuerpo y a la libertad La intencién de Spinoza, al clegis los dos personsics, Abraham (antes de Fondae In nacido hebies, pp. 99/4) y bla ‘uly (tag a reconstruecion del Templo, hac 513), es probar FRE ge a See Diy co et temp ame stado judlo (pp. 48/7, 49/29, 30/12: eralone import ct ello solo tempore.» ee

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