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¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones?

¿LA MASCULINIDAD EN
CRISIS O LA CRISIS DE LOS
ESTEREOTIPOS DOMINANTES
DE VARONES?

Lic. Carolina Far-


ías – Patricia Piriz
Mtra. Patricia 1
¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones?

L
a definición de masculinidad -lo que significa para un hombre
ser varón- ha sufrido cambios dramáticos, los hombres se en-
frentan a nuevos imperativos: ser expresivos, ser amantes y es-
posos emocionales, ser amigos cálidos y afectivos, ser padres
devotos e involucrados. Atrapados en el centro de estos cambios, encontramos
varones muy confundidos. ¿Qué tipo de realidad y qué tipo de vivencia nueva
tienen que construir a partir de la ruptura del modelo patriarcal?
Los cambios en la subjetividad masculina son producto de una serie de
cambios que se han venido produciendo en nuestro siglo.
Las mujeres hemos ido incorporado proyectos vitales diferentes a la
maternidad, por esto, de alguna manera, tenemos más práctica social de repensarnos como perso-
nas, algo que todavía no sucede con muchos varones.
Cuando hablamos de lo masculino y lo femenino, se nos representan roles atribuídos, lo que
debe ser, cómo se deben comportar, pero también un ámbito específico, el público y el privado. La
producción de subjetividad de esta sociedad está dirigida a generar las diferencias de género: la mu-
jer en su rol de madre-esposa quedándose en casa (primero paterna y luego conyugal) para la crian-
za de l@s hij@s y la alimentación de la familia; el hombre, cumpliendo sus deberes fuera de estos
muros. Las mujeres ganan derechos en la esfera pública, los hombres ya están en esa esfera, pero…
¿que pasa con el ámbito privado?
La mujer es criada con lo que la prepara para su “rol” – muñec@s, ropitas, hornitos -. Al
varón, no se le permiten estos juegos pues su rol será desarrollado en el ámbito público, donde lo
necesario es la incentiva, la competitividad, la superación, el llegar a más. Esta distinción, ámbito
público y privado, está íntimamente conectada con la distinción intelectualidad - afectividad, res-
pectivamente.

¿En qué medida el varón está también atrapado por el modelo patriarcal?, ¿cómo es este
modelo para él?
Patriarcado (palabra de origen griego-“mandar”) está relacionado
con los conceptos de patria y familia, se le otorga al varón “el derecho de
mandar basándose en la supuesta superioridad biológica y social que se
ha impuesto de proveedor, protector, existe una dominación tanto
psicológica como de origen sexual que asegura así el control de la mujer,
el patriarcado separa afecto de sexualidad” 1
A partir del siglo XVIII, cuando la Revolución Industrial cambió
la organización de la producción económica, se instaló un nuevo modelo
de masculinidad, sin generar cambios en el modelo patriarcal. Así como al
varón le había tocado ir a los campos de batalla, ahora se lo convocaba a las fábricas, sería el
encargado de producir y por tanto, aportar económicamente al hogar, mientras la mujer se dedicaría
a la crianza, la educación, la salud de l@s hij@s y la administración del hogar.
Para dedicar toda su energía, y disponibilidad a la producción el varón "debía" disociarse de
su mundo emocional. El miedo, la tristeza, la duda, la emoción, distraen, quitan fuerzas; son, desde
entonces más que nunca, "debilidades femeninas".
Un principio de explicación, según Foucault, refiere a que “si el sexo es reprimido con tanto
rigor, se debe a que es incompatible con una dedicación al trabajo general e intensiva: en la época
en que se explotaba sistemáticamente la fuerza de trabajo, ¿se podía tolerar que fuera a
dispersarse en los placeres, salvo aquellos, reducidos a un mínimo, que le permitiesen
reproducirse?”2.

1 http://home.planet.nl/~pearaya/patriar.htm
2 Foucault, Michel: “Historia de la Sexualidad, Volumen 1: La voluntad de Saber”, pág. 12

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¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones?

Definitivamente instalado en el mundo público (fuera del hogar, fuera de sus emociones) el
varón debió hacerse competidor, calculador, controlador, ejecutivo, decidido, físicamente fuerte,
racional, insensible, acorazado.
Una vez instalado este modelo, se comenzó a llamar "masculino" a todo esto que lo
representaba y "femenino" a su contracara: la ternura, la receptividad, la sensibilidad, el miedo, la
pasividad, la vulnerabilidad, la intuición.

¿Qué pasa con la crisis de la masculinidad dentro de los muros del mundo privado?
Las luchas feministas por la igualdad sólo parecen remitir al ámbito público. Su premisa ra-
dicaba en que las mujeres no son diferentes a los hombres, por lo que tenían el mismo derecho a
participar en la vida pública. Fue así que se logró el voto femenino, integrando a la mujer a la vida
ciudadana de los países, el acceso a trabajos remunerados fuera del hogar, siendo reconocido el im-
pacto que el control de la natalidad generó en la posibilidad de insertarse en ese ámbito que hasta el
momento le estaba siendo vedado.
En la lucha por ocupar el espacio público, se asoció el espacio privado con la esclavitud, la
invisibilidad, el ámbito del “no poder”, del sometimiento. Se puso en la cocina y en l@s niñ@s el
arma de sometimiento, cuando en realidad este venía dado por una sociedad determinada y una este-
reotipación de roles. La desvalorización que se hizo del espacio privado hizo que, cada vez más,
este espacio se viera vacío, falto de todo valor.
Sin embargo, vemos claramente, cuando nos reunimos con mujeres que participan en el es-
pacio público (trabajan, están organizadas, etc.), que siguen considerando el espacio privado como
de su propiedad. Muchas veces escuchamos, o incluso, nosotras mismas enunciamos, el “doble”
trabajo de la mujer: trabaja afuera y trabaja adentro, viene de su trabajo y al llegar a su casa se en-
carga de la comida, la limpieza, l@s niñ@s.
Nos preguntamos, ¿cuánto hay de imposición social y de roles de género y cuánto de no
querer ceder su condición de poder en éste ámbito?
El varón queda en una posición de “ayuda” en las tareas domésticas, pero una ayuda que ca-
si siempre es vista como intrusiva, realizada por aquél “que no sabe”. Puede ser verdad, no sabe,
porque no se lo formó para ello, no se lo educó, desde pequeño no se le permitió ser parte de este
mundo.
Si revisamos, por ejemplo, la literatura que hay al respecto de la violencia de género, nos
encontramos que hace referencia a la violencia física o psicológica que el varón ejerce sobre la mu-
jer, por la sola idea de creer que tiene poder sobre ella. Estamos de acuerdo en que eso debe cam-
biar. Pero, también creemos que hay violencia de género, cuando un hombre al que le gusta cocinar,
limpiar y pasar tiempo en su casa se le considera un “dominado” y debe soportar chanzas crueles de
varones y mujeres por hacer lo que le gusta; cuando la maestr@ cita a la madre por un problema de
su hij@ o cuando el/la pedíatra le habla a la madre por la enfermedad de su hij@, desconociendo e
invisibilizando al padre.
Nos preguntamos entonces ¿existe algún cambio en la historia reciente que permita pensar
que el ingreso del varón al ámbito privado, en todo sus facetas, es posible? Creemos que sí, por los
menos hay tres factores que lo permiten.
En primer lugar, como mencionamos anteriormente, las luchas feministas han ido dejando la
puerta abierta de este espacio, aunque “nos quejemos”, los hombres están entrando, están “ayudan-
do” y los nuevos varones, l@s niñ@s hij@s de éstas familias ya no son criad@s tan rígidamente en
cuanto a los roles asignados, vivencian los cambios de modelos. Claro que no pasa en todas las
casas, ni en todas las familias, sin embargo es un proceso que no podemos negar y aunque lento en
su avance, está instalado.
Como segundo factor, encontramos el aumento de los divorcios, tanto en nuestro país como
en el mundo en general. Tradicionalmente la familia “debía ser unida”, no importaba lo mal que se
llevara la pareja, siempre existía un motivo para mantenerse juntos: tradición, dependencia econó-
mica, l@s hij@s, etc. Luego de los ´60 la situación comenzó a cambiar, tanto, que hoy en día no

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nos sorprende escuchar que alguien se divorció, pasó a ser más que un número estadístico, es una
parte de nuestra cotidianeidad.
Irónicamente, lo que cambió fue la cotidianeidad de los esposos, ahora divorciados. Queda-
ron solos en una casa nueva, sin “esa otra” que les haga la comida, limpie la ropa o cuide a l@s
niñ@s, así que tuvieron que aggiornarse. Quedaron solos, excepto aquellos que volvieron a su hogar
de origen, comenzaron a realizar todas las tareas que antes no creían poder hacer, incluso tuvieron
que aprender a dedicarse en exclusividad a sus hij@s, aunque sea los fines de semana, teniendo que
reinventarse en su rol de padres.
Han pasado décadas desde el inicio de este cambio, l@s hij@s de aquellos padres divorcia-
dos, han aprendido que otros modelos son posibles, lo han visto, y aunque somos concientes de que
los cambios sociales no se producen de un día para otro, creemos que se visualizan pequeñas va-
riantes en la cotidianeidad.
En tercer lugar, y no por ello menos importante, se encuentran las crisis económicas de la
región y de nuestro país en particular. Las mismas han hecho colapsar los sistemas económicos de
muchas familias, las que debieron reorganizarse para seguir subsistiendo. Dentro de este colapso, se
dió un incremento del desempleo de los jefes de familias y como contrapartida, la mayor inserción
de la mujer en el ámbito laboral formal e informal (espacio público).
Muchos de los varones que fueron “obligados” a quedarse en sus casas, pasaron por crisis de
depresión al verse en una situación que nadie les había enseñando a sobrellevar, y no nos referimos
solo al hecho de quedarse sin empleo, sino también a cómo llevar adelante una casa (espacio priva-
do). Muchos otros, sin embargo, aceptaron paulatinamente el cambio, ahora sus esposas participa-
ban del espacio público y ellos del privado, reconocieron el esfuerzo que las mujeres hacían al lle-
var adelante una casa, pues lo vivieron en carne propia.
Cuando estos varones vuelven a trabajar, o incluso, cuando no lo hacen, ya no pueden ser
los mismos, y la familia tampoco, los roles familiares dejaron de ser tan estrictos y cada integrante
de la misma “ayuda”.
La exclusión del varón del espacio privado, no solo se realiza desde lo socio – cultural, sino
que también se ha materializado o, mejor dicho, se ha obviado, desde lo legal. La ley no parecería
reconocer la importancia del vínculo padre – hij@, por ejemplo no habilita una “licencia paternal” a
fin de establecer ese vínculo en el momento del nacimiento. Se le otorgan tres días de licencia, ne-
cesarios para cumplir los requerimientos legales -trámites en el registro civil, etc.-, pero no para
estar con su hij@.
Se piensa que la mujer tiene un instinto maternal que le permite llevar a cabo su rol de ma-
dre, sin embargo no existe tal correlato con el instinto paternal3, ¿madre se nace y padre se hace?
Nosotras creemos firmemente que esos “instintos” son constructos histórico-socio-culturales para
ambos sexos y para una relación de género determinada. Las madres no nacen esencialmente ma-
dres, tampoco se hacen por arte de magia o producto de un embarazo, son formadas así desde la
cuna; el varón, al no ser formado desde niño en este rol debe “hacerse padre” cuando tiene un/a
hij@ y aprender todo aquello que no se le permitió aprender hasta el momento.
Pensamos que como constructo, puede ser reconstruído, reaprendido, habilitando la posibi-
lidad de que mujeres y varones tengan la misma capacidad de decisión en cuanto a la maternidad –
paternidad. Educar a los varones para ser padres no significa criarlos menos “machos”, sino habili-
tarlos para una función a la que podrán optar, si así lo quisiesen, y puedan vivirla plenamente.

¿Cómo y bajo qué condiciones surge la subjetividad masculina? ¿Qué habilitación social
tiene la afectividad en el varón?
Con el establecimiento del patriarcado, se le robó la posibilidad de la ternura, la expresión
de sentimientos y la capacidad de crianza, clasificándolos como "débiles" por tener alguna de éstas
características y potencialmente "peligrosos" para la formación de sus hijos varones.

3 Nos remitimos a la investigación “Ser varón en el Dos mil dos” de Gomensor, Lutz, Guida y Corsino

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¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones?

Los varones que se identifican con el modelo hegemónico “dependen de la interiorización


de una gama de emociones y su transformación en ira. No sólo se enmudece el lenguaje emocional,
también nuestras antenas emocionales y capacidad de empatía se bloquean. Una gama de
emociones naturales se declaran inválidas y fuera de nuestros límites…es típico que los niños
aprendan desde pequeños a reprimir el dolor y el miedo. Por medio de los deportes enseñamos a
los muchachos a ignorar el dolor. En casa les decimos que no lloren y que actúen como hombres” 4
Todos hemos recibido, desde la cuna, una serie de valores, etiquetas e imposiciones que, en
mayor o menor medida y con diferente grado de conciencia, hemos transmitido y hecho perdurar.
En realidad, se culpabiliza a los hombres y ellos se auto-culpabilizan, por no tener interiorizado
algo que nadie les ha transmitido, se les pide lo que no tienen o, al menos, aún no tienen, porque
puede ser aprendido.
A un cierto nivel la mujer ha podido poner fuera al malo de la película, el sistema patriarcal
del hombre, pero él mismo lo tiene dentro, entonces una revolución masculina será,
fundamentalmente, interior, una difícil lucha contra sí mismo. De alguna manera, él también ha sido
y sigue siendo víctima del propio sistema, de la sociedad también, quizás los que menos conciencia
tienen de ello.
El ideal de masculinidad está muchas veces asociado con bravura, fortaleza, independencia
y actividad sexual, pero los varones no pueden considerarse un grupo homogéneo, las normas var-
ían, tanto entre distintas sociedades como dentro de una misma sociedad en función de diversos
factores socioeconómicos, culturales, étnicos, etc.
Es típico que los niños aprendan desde pequeños a “ser hombres”, reprimir el dolor y el
miedo, por medio de los deportes les enseñamos a ignorar estos sentimientos; en casa, se les dice
que no lloren y actúen como hombres. La formación de su carácter se basa en la distancia emocio-
nal respecto de l@s otr@s, en la disminución de su habilidad para la empatía y la incapacidad para
experimentar las necesidades y sentimientos de las demás personas.
A través de este potente, y a menudo violento, condicionamiento, aprenden a ocultar que
sienten tanto como las mujeres, pasan a ser "emocionalmente incompetentes", "emocionalmente
estreñidos".

¿Cómo estos valores se somatizan en sus cuerpos? ¿Cómo influyen éstas construcciones
en las prácticas sexuales y reproductivas?
“Se abrazan, se odian, se golpean, se acarician, se miden, se cruzan, se ignoran. La reali-
dad los pone en evidencia, les da vida y los construye. Son cuerpos y sujetos al mismo tiempo”. 5
La masculinidad es la posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales los
hombres y mujeres se comprometen con esa posición y los efectos de las mismas en sus cuerpos, la
personalidad y la cultura.
Se da un movimiento circular desde la fisiología de los sexos hacia estructuras socio-
culturales universales que los incluyen cerrándose con el retorno de estas estructuras sobre la
anatomía sexual: la “masculinización” del cuerpo masculino y la “feminización” del cuerpo
femenino se constituyen en procesos históricos que determinan una somatización de lo asociado al
género. Aunque las relaciones entre sexo y género son arbitrarias, los gestos, rasgos de personalidad
y otros elementos como la vestimenta o la distribución del trabajo, no se justifican por el sexo sino por
una relación dialéctica con el género.
La construcción del “ser mujer” y el “ser varón” se inicia desde el nacimiento, en el mo-
mento de ubicar los genitales (sexo): tener pene o tener vulva, asignándosele de entrada una identi-
dad desde lo biológico. Las personas reciben significados corporales pero también innovan sobre
ellos. La materialidad del cuerpo se concibe, entonces, como un efecto de la dinámica del poder,
desde el sistema regulatorio socio-cultural que la gobierna y dictamina.

4 http://www.ahige.org
5 http://www.efdeportes.com

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Comparemos las vestimentas “de mujer” con las “de varón”, aquellas tienen una inmensa
variedad de texturas, pesos, colores, diseños, frente a las limitadas opciones masculinas, la soltura
de movimiento que permite un vestido al lado de lo encorsetado de un pantalón, la variedad de colo-
res y diseños de calzado, ropa interior, accesorios, maquillaje, perfumes, generándose una gran
estimulación y habilitación para el desarrollo de los sentidos, el movimiento, la exploración, la sen-
sibilidad en el cuerpo femenino.
¿Qué expresiones corporales (gestos, movimientos, posturas, locuciones) se esperan en un
varón? ¡Hasta hay formas de saludo permitidas en varón y en mujer!
A las niñas se les permite jugar a cocinar, se les da juegos de enhebrado para hacer collares
y pulseras, etc., desarrollando su sensibilidad mediante el contacto con variedad de texturas, sabo-
res, olores, potenciando sus habilidades de motricidad fina. Los varones tienen permitido jugar a la
pelota, a las guerras, a los autitos, juegos que implican movimientos toscos, agresivos, se los aleja
de los movimientos delicados, graciosos, vinculados a lo estético o afectivo, considerados riesgo-
samente femeninos.
“Trabajo, violencia, sexualidad cobran sentido a través de un cuerpo de varón vivido como
herramienta con capacidad de modificar, de dominar, de ejercer el poder sobre los otros. El cuer-
po productor de masculinidad, la masculinidad inserta en un cuerpo. Alicia Fernández establece
la diferencia entre organismo y cuerpo, señalando que mientras que el primero se hereda el segun-
do se construye. El organismo referirá al equipo genético – infraestructura neurofisiológica de
todas las coordinaciones posibles, mientras que el cuerpo referirá a “una construcción realizada
sobre la materia prima que da el organismo, atravesado por la inteligencia y el deseo, en un mo-
mento histórico determinado” 6
Entre más aprenden los hombres a comprimir sus propios cuerpos más piensan que deben
comportarse de un modo determinado. Hay a menudo una tensión entre lo que experimentan
interiormente y la manera en que se comportan hacia el exterior.
El proceso de aprendizaje, adopción y desempeño de género, es un
proceso de “performar” 7, una puesta en escena, un proceso de personificación,
un intento de convertirse en alguien, a través de la repetición constante de
símbolos que se atribuyen, desde fuera, que terminan por ser vividos como
naturales, y sentido, más tarde, como si fueran parte de nuestra esencia.
La fuerza física con la que se caracteriza a los varones se instala en sus
cuerpos desde pequeños, la definición de hombre robusto, fuerte y varonil, no
solo se convierte en una imagen mental sobre el propio cuerpo o una fantasía,
sino que se plasma, en la tensión muscular, en la postura, en la sensación/textura
del cuerpo masculino.
Está presente en la “expresión corporal cotidiana”, el lenguaje de todos
los días, más o menos consciente, pero es con lo que se expresan a diario. Aún sin moverse volunta-
riamente, el cuerpo es fuente de información para el observador externo, incluso para el propio suje-
to, da idea de estados de ánimo, actitudes, procedencia, etc.
“…el cuerpo del hombre es la herramienta de trabajo. Los pocos trabajos destinados a los
hombres inmersos en una situación de pobreza económica, están generalmente relacionados con el
uso del cuerpo en su totalidad (construcción, carga y descarga, changadores, etc.),…visualizan el
tamaños de sus cuerpos como herramienta de trabajo”8
Asociamos al cuerpo de varón, la musculatura marcada, en busca de performar esta imagen
interiorizada por tod@s, ellos “hacen fierros” por ejemplo, mostrando a sí mismos y al mundo, su
fuerza física, prueba de su valor masculino.

6 López Gómez, Alejandra y Güida, Carlos: “Aportes de los Estudios de Género en la conceptualización sobre Mascu-
linidad”- Cátedra Libre en Salud Reproductiva, Sexualidad y Género
7 http://www.e-luis.net : “Retóricas de Género”
8 Espiga, Hernán : “Los valores de la masculinidad en adolescentes varones en situación de calle en la zona del centro y
cordón. Reflexiones sobre la práctica” -Gurises Unidos

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El metrosexual, aparece como nueva categoría, utiliza elementos tradicionalmente femeni-


nos: erotismo, belleza y seducción; gusta de vestirse con ropa de colores, se pinta las uñas, se cuida
la piel, usa cremas, se pinta el pelo, puede ser homosexual, heterosexual o bisexual, de alguna ma-
nera parece liberado de la imagen de "macho" tradicional.
Los cuerpos masculinos son cuerpos destinados a funciones y usos que implican la nega-
ción de la sensibilidad en primera persona, el “Yo siento” de cada varón. Los varones son expropia-
dos sistemáticamente del derecho a hacerse cargo y decidir sobre sus cuerpos y sus vidas, son con-
finados a la productividad, la agresividad, la fuerza y la constricción de la sensibilidad.
En contra de lo que la mayoría de las mujeres piensan, ser hombre no es fácil, los varones
están obligados a probar/confirmar en todo momento, ante hombres y mujeres, en lo público y lo
privado, que son “verdaderos hombres”. “convenciéndose y convenciendo a los demás de que no es
una mujer, de que no es un bebé, de que no es un homosexual. … quien no logra cumplir con éxito
esa triple negación…, se hunde en la desesperación” 9
Desde el momento de su nacimiento entran en un rito de iniciación
tanto social como sexual. Los niños deben comportarse como niños: pelear
para demostrar quien manda, jugar a las guerras, etc.
Más adelante, ingresan a deportes rudos considerados como propios
de la masculinidad: fútbol, box, deportes extremos, que muestran claramen-
te la pérdida pública de distancias sociales de los cuerpos, la violencia que
implican entre los cuerpos masculinos tranquiliza al auditorio.
Estos deportes, con sus rituales y símbolos responden al modelo
masculino hegemónico, los varones, aún como espectadores, recrean actitu-
des y comportamientos que confirman los estereotipos, consideremos por
ejemplo el lenguaje que usan mientras miran un partido, las posturas adoptadas frente al televisor, la
competitividad.
De acuerdo a los modelos hegemónicos, “las mujeres son pequeñas y femeninas; los hom-
bres, grandes y masculinos. El pene de un hombre es la prueba visible de su virilidad. Los penes
son también los máximos símbolos de poder, eso sí: siempre y cuando sean penes grandes y erec-
tos” 10
La historia del arte, dentro de las estructuras sociales patriarcales, expone el desnudo feme-
nino como frágil y delicado, y generalmente el masculino no se muestra en estado de vulnerabili-
dad o debilidad pues sería “raro”, demasiado cercano a la mujer.
Actualmente, aceptamos el desnudo masculino, incluso con el pene al descubierto, pero
siempre fláccido porque el pene en erección sigue considerándose pornográfico. La imagen de otro
hombre con los genitales expuestos es causa de tensión o repulsión en el espectador masculino, la
cultura le prohíbe disfrutar al ver otro cuerpo de varón.
La sexualidad masculina está totalmente genitalizada, el pene aparece como instrumento
único de placer, en desmedro del resto del cuerpo, entendiendo por sexualidad solo el acto de pene-
trar y eyacular.
El erotismo de los varones se concentra en el pene, privilegiando la penetración por encima
de cualquier otra práctica erótica, marcando una cultura coitocéntrica. Un hombre “es” cuando su
pene está erecto. Cualquier dificultad con su pene es, por lo tanto, fuente de profunda humillación y
desespero.
“Los órganos sexuales del varón son objeto de una valoración obsesiva, “tenerlo o no te-
nerlo” parece ser la nueva versión de to be or not to be”11. El hombre no es si no lo tiene y la mujer
es, sin tenerlo.
Se le asigna al varón dar placer múltiple a su pareja sexual, pero ¿cómo hacerlo si no reco-
nocen el placer en ellos mismos? ¿Cómo puede el varón desarrollar su sexualidad y obtener el ma-

9 Badinter, E: “XY la identidad maculina”, pág 62


10 Paley, Maggie: “El libro del pene”, pág. 31
11 Badinter, E : Obra citada, pág 223

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yor placer sexual cuando nunca se ha adentrado en su cuerpo, en su piel, en su capacidad de sentir
placenteramente algo más allá de lo genital?
La sexualidad masculina está íntimamente vinculada a la identidad de género masculina, el
desempeño físico exitoso de la misma es esencial para su confirmación. La experiencia del coito
pene-vagina actuaría a modo de verificación de esa identidad. “Un signo claro del enorme valor
que damos a las erecciones es la palabra que usamos para describir a un hombre que no es capaz
de tener o mantener una erección. Lo llamamos impotente, que significa “sin poder”. Y aunque
ahora disponemos de un eufemismo políticamente correcto para la impotencia –disfunción eréctil-,
todo el mundo sabe exactamente lo que eso quiere decir”12.
La sexualidad de los varones está caracterizada por ser:
 homofóbica
 vivida como obligación
 violenta
 competitiva
 vivida como fuente de poder
 mutilada, pues está centrada en los órganos genitales y
en el coito, como principales fuentes de satisfacción
 irresponsable, en la medida en que no deben responder
por sus consecuencias
“El pene no obedece la orden de su Maestro, quien trata de ponerlo rígido o no, a voluntad. Por el
contrario el pene se erecta por sí mismo mientras el maestro duerme. Se debe decir que el pene
tiene su propia mente y funciona a través del „estiramiento‟ de la imaginación”.
Leonardo Da Vinci
La base del modelo occidental dominante de la sexualidad masculina podría resumirse en los
siguientes mitos sexuales13:
 Los hombres siempre desean las relaciones sexuales y están preparados para ellas,
“siempre listos”
 Un "verdadero hombre" nunca pierde la erección.
 El pene debe ser grande, es la prueba visible de la virilidad, (“yo le susurraba –fuera
quien fuera- que tenía la polla más grande que había visto nunca”14)
 El hombre debe llevar a su mujer al orgasmo o, preferiblemente, a múltiples orgasmos.
 El sexo sólo involucra penetración seguida de orgasmo=eyaculación
 El varón siempre debe saber qué hacer en el sexo.
 Debe ser agresivo, todo contacto físico debe conducir al sexo.
 El sexo debe ser natural y espontáneo.
El proceso de identidad de los hombres es mucho más "dramático" que el de las mujeres,
según Badinter, puesto que la masculinidad se define como todo aquello que no es femenino “Tra-
dicionalmente la masculinidad se ha definido más “por el hecho de evitar algo… que por el deseo
de ser algo.” Ser hombre significa no ser femenino, no ser homosexual; no ser dócil, dependiente,
sumiso; no ser afeminado en la apariencia física o en los modales; no tener relaciones sexuales o
demasiado íntimas con otros hombres; no ser impotente con las mujeres"15.
Desarrollan una cultura en la cual se degrada todo lo percibido como "femenino" y evitan a
cualquier costa cuestiones tales como mostrar emociones, hablar sobre sentimientos, cuidar de otras
personas y del propio cuerpo (asumiendo conductas que ponen en riesgo la propia salud).
Es muy difícil que el varón hable de cómo hacer el amor, de cuáles son sus problemas y sus
miedos, sería como reconocer una parte muy frágil de sí.

12 Paley, Maggie: Obra citada, pág. 23


13 www.europrofem.org
14 Paley, Maggie: Obra citada, pág. 15
15 Badinter, E: Obra citada, pág. 192

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¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones?

La misma autora plantea que la identidad masculina se adquiere a costa de grandes sacrifi-
cios y pruebas de virilidad que implican: “la separación de la madre y del mundo femenino; la
transferencia a un mundo desconocido y el sometimiento a pruebas dramáticas y públicas”16
Por mucho tiempo, en nuestro país, el rito de iniciación masculino tradicional era el debut
sexual entre los 12 y 15 años, llevado a “cabo en un quilombo, en la “amueblada” con la prostituta
que el padre del novato levantaba en la calle unos minutos antes o en “la pensión de la francesa”,
especializada en el manejo de púberes ansiosos y atemorizados por la prueba.”17.
Las mujeres eran cuidadas y alejadas de la práctica sexual, controlando implícitamente sus
cuerpos; a los varones se les festejaba el inicio sexual y/o se los presionaba dejando de lado sus
propios deseos, la experiencia sexual era vista como necesidad u obligación social, prueba de su
virilidad, separando, por ende, el afecto de la coitalidad.
“En la actualidad, el rito de iniciación se esta descentrado del debut sexual y ha distribuido
el interés en diversos aspectos de la sexualidad como la capacidad de erección, el tamaño del pene,
el rendimiento masturbatorio y en el marco de la relación sexual, los jóvenes compiten con sus
anécdotas de cuantos “polvos” pueden alcanzar o cuantas veces la hicieron “acabar” en cierto
lapso con y a una mujer respectivamente. En este punto aparece claramente la necesidad de mos-
trar a sí mismo y a los otros, la potencia a través del rendimiento sexual”18.
Este proceso de convertirse en “hombre” también supone lo que Badinter llama pedagogía
homosexual, es decir, el aprendizaje de la virilidad a través de la vía homosexual. Dentro de este
proceso encontramos situaciones de contacto físico con el cuerpo de otros varones, incluso en algu-
nas de ellas con poca o ninguna ropa, como es el caso de los vestuarios y duchas de gimnasios. Las
mismas involucran diferentes niveles de contacto agresivo con el cuerpo del otro, juegos de manos,
la morta o chota, las palizas, la paralítica, el puente, donde apretan los genitales, golpean con puños
y/o pies el cuerpo del varón receptor.
Hay otras situaciones, que según Darío Ibarra19, pueden inscribirse en este proceso de peda-
gogía homosexual, situaciones exhibicionistas donde el varón da prueba visible de su hombría: co-
ito heterosexual en presencia de un par; masturbación en grupo, usando o no pornografía o chatean-
do con mujeres, a veces con la competencia de quien eyacula más rápido y/o más lejos, quien tiene
el período refractario más corto; recibir la felatio de un gay amanerado o travesti (marcando la “di-
ferencia entre “el macho” que recibe y “el puto” que lo practica...el sexo anal a travestis también
es una actividad permitida, algunos la perciben como divertida y transgresora, no se reconoce
como práctica homosexual”20)
Si observamos un grupo de varones durante las pruebas de virilidad nos daremos cuenta que
las viven como juegos, divertidos, aunque terminen sumamente encolerizados, cuando incluyen
contacto físico con el cuerpo del otro, no es de forma tierna o cariñosa, sino agresiva y violenta,
haciendo sentir su poder masculino sobre el cuerpo del otro; tienen prohibido mostrar alguna señal
de deseo o placer sexual hacia el otro varón, si en algún momento lo sienten, pueden interiorizar un
enorme grado de culpabilidad y nunca hablar de eso; tampoco pueden tener señal alguna de dolor,
el sufrimiento ante los golpes por ejemplo, será reprimido o sublimado a través de manifestaciones
también agresivas como la ira, el enojo, los insultos.

¿Qué se pueden proponer los varones en este momento de ruptura de modelos


masculinos?
Lo ideal sería que cada varón reconozca su propia fuerza masculina y le de la forma que
desee, siendo más de sí mismo, encontrando quién es en forma genuina, generando su propio estilo.

16 Badinter, E: Obra citada, pág. 124


17 Ibarra, Dario: “Ritos de Acceso a la masculinidad a fines del siglo XX”.
18 Ibarra, Dario: “Ritos de Acceso a la masculinidad a fines del siglo XX”.
19 Ibidem
20 Ibidem

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¿La masculinidad en crisis o la crisis de los estereotipos dominantes de varones?

Nos parece que tendría que pasar por tres etapas: primero, darse cuenta de lo que le pasa, lo
que siente, lo que quiere, lo que aspira; segundo, poderlo expresar, no sólo que se dé cuenta a nivel
intelectual, sino que también lo pueda sacar de adentro suyo hacia la vida real, cotidiana e
inmediata; por último, que se apodere de esa energía, es decir que sepa
cuando usarla y cuando no. Este proceso modificaría su autopercepción y
conciencia, así como el control sobre su vida y sobre sus circunstancias,
sería, en fin, un proceso de empoderamiento.
Esta resignificación de “ser varón” sería irreversible, implicaría
una forma distinta de verse y posicionarse en su tiempo socio-histórico.
Pensamos en un varón autogestionándose en una perspectiva de equidad de
género, relacionándose con el/la otr@ en tanto sujeto igual pero diferente.
Este cambio debe darse en ese movimiento circular cuerpo-
sociedad-cuerpo, debe apropiarse de su cuerpo y su intimidad; sujeto de
derechos, este “varón” sería capaz de pensar sobre lo que siente y lo que
hace, sintiendo lo que hace y sabiendo lo que piensa, más allá de los condi-
cionamientos que recibe a lo largo de la vida, actuaría con autonomía siendo conciente de su inci-
dencia y decisión en lo público y lo privado, “concibiéndose como sujeto histórico-social: producto
y productor de su tiempo histórico, apropiándose de su historia -personal, familiar y social”21

“Las modificaciones en la percepción social de lo masculino y lo femenino como diferentes


pero no desiguales, implica un profundo cambio cultural que, al decir de J. Pitanguy “produce en
el marco de profundas transformaciones en las relaciones de género, y tiene efectos concretos en la
forma cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo, con nuestra afectividad, con nuestro placer,
nuestra vida sexual y reproductiva”22.

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21 López Gómez, Alejandra: “Empoderamiento: un enfoque en construcción” - Artículo publicado “Sin fronteras” -
Ediciones El Abrojo, Montevideo 2003
22 López Gómez, Alejandra y Quesada, Solana : Obra citada, pág. 34

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