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EL ORIGEN DE LOS AUTOMATISMOS

Desde la antigüedad, el hombre se ha sentido fascinado por las máquinas que se


mueven por sí solas, y en la antigua cultura egipcia se las describió por primera
vez como autómatas. En la historia clásica, a los autómatas que mostraban un
comportamiento similar al ser humano se les consideró animales míticos o dioses.

En la Grecia de Aristóteles, aparecieron los primeros mecanismos que se movían


a través de dispositivos hidráulicos, poleas y palancas. Pero no fue hasta mucho
más tarde cuando el perfeccionamiento de la mecánica permitió construir
autómatas complejos. Principalmente se construyeron en cinco áreas:
monumentos religiosos e históricos, modelos de astronomía, dispositivos para el
entretenimiento, mesas decorativas y androides (hombres mecánicos). El primer
autómata digno de mención fue el gallo de la catedral de Estrasburgo (construida
en 1354) que aparece, al dar la hora, batiendo las alas y cantando.

Los siglos XVII y XVIII fueron la edad de oro de los autómatas por el desarrollo de
la mecánica de precisión requerida en la fabricación de relojes. Uno de los
mayores logros fue realizado por J.Vaucanson que, no contento con la
construcción de un modelo de telar mecánico, en 1738 expuso en París una serie
de autómatas entre los que destacaba un pato que según la propaganda bebía,
comía digiriendo y evacuando el alimento, chapoteaba sobre el agua y graznaba.

A partir del siglo XVII, empezaron a aplicarse las ideas de los autómatas a las
primeras máquinas de la industria textil. Desde ese momento se puede decir que
había empezado la mecanización y automatización de los procesos industriales.

LA PRIMERA EPOCA DE LA AUTOMATIZACION DE LOS PROCESOS


INDUSTRIALES

La era de los autómatas destinados a entretener a las cortes acabó pronto y las
ideas plasmadas por ellos fueron recogidas por los industriales del siglo XVIII, que
se dieron cuenta de la importancia de la automatización de las fábricas, es decir,
la producción sin intervención humana.

Fue en ese momento cuando se empezaron a desarrollar los dos elementos


básicos que inciden en la automatización de los procesos industriales: los
sistemas de control que permiten gobernar el funcionamiento de las máquinas y
las máquinas automáticas que realizan las operaciones de producción. Veamos a
continuación una breve panorámica histórica de la evolución de la primera época.
El control automático

La automatización de los procesos industriales comenzó con la necesidad de


almacenar la secuencia de operaciones y de los tiempos de aplicación de las
mismas. El primer método no se hizo esperar, y uno de los que alcanzó mayor
fama por tu simplicidad fue la programación por levas. Se crearon diversos
dispositivos, y entre los más corrientes destaca un cilindro al que se colocan
piezas metálicas según la secuencia que se quiera programar. Al rodar el cilindro
ajusta mecánicamente las posiciones de las palancas o elementos de la máquina.
La primera de ellas a la que se aplicó dicha programación es el torno de T.
Blanchard (1822), que producía piezas de armas de fuego a partir de unos
patrones.

La utilización de este tipo de mecanismos se extendió rápidamente y aún ahora


los podemos ver en diversas industrias, por ejemplo en las textiles. El control del
programa mediante dispositivos mecánicos como el comentado, tiene limitaciones
importantes cuando se exige alta velocidad, diversos grados de movimientos,
sensibilidad y reducido tamaño. Por estas razones a finales del siglo XIX se
modificaron los dispositivos de control mecánico por otros basados en sistemas
eléctricos, hidráulicos y neumáticos.

En los procesos industriales se requiere uniformidad y calidad en la fabricación de


productos. Para ello se deben tomar medidas de las variables críticas y modifica el
proceso cuando existen divergencias con los valores prefijados. A este principio -
se le denomina realimentación (feedback), y es el elemento neurálgico de todo
sistema de control automático. Está claro que no en todos los casos se requiere,
pero es imprescindible cuando se busca precisión y calidad.Los primeros estudios
sobre regulación automática (la incorporación de realimentación en los procesos)
empezaron en el siglo XVIII, y fue Watt en 1769, el que demostró su utilidad al
diseñar y aplicar un regulador centrífugo de velocidad, en el control de máquinas
de vapor. A partir de este momento se utilizaron masivamente reguladores, pero
pronto se detectaron problemas al querer aumentar la precisión. El problema
provenía de las oscilaciones que presentaba el regulador en funcionamiento. La
solución tardó cierto tiempo, debido a la falta de una teoría sobre control. El primer
estudio serio fue realizado por J.C. Maxwell en 1868.

Desde los comienzos de nuestro siglo hasta la Segunda Guerra Mundial la


aparición de grandes sistemas de generación eléctrica y de industria química,
acrecentó la demanda de sistemas de regulación y control. En este período los
criterios de estabilidad de Routh y Hurwitz, de finales del siglo XIX, adquirieron
gran importancia y además se empezaron a utilizar los reguladores del tipo PID
(proporcional, integral y derivativo).
En 1932 Nyquist, marcó un hito en la teoría de controlpermitiendo con su método
determinar el comportamiento de un sistema realimentado, mediante su respuesta
frecuencias en anillo abierto (sin realimentación). A este estudio se añadieron los
de Bode y Black, con lo que se logró el asentamiento completo de los métodos de
análisis frecuencial.

Como elemento adicional a los reguladores para el control de grandes máquinas,


apareció el concepto de servomecanismo. Fue introducido por J. Farcot en 1 873
para describir un sistema de regulación automático que se vale de un motor
controlado por el sistema, para transmitir la potencia necesaria a los mecanismos
bajo su control; un ejemplo es el control de las válvulas de motores marinos.
Aparte de los dispositivos mecánicos que permiten almacenar programas, se ideó
en 1725 un sistema que se basa en una cinta o tarjeta perforada. Fue utilizada por
primera vez por B. Bouchon, en Francia, para seleccionar de forma automática las
agujas de tejer de una máquina textil. Más tarde, Jacquard utilizó el mismo
sistema en telares industriales, máquinas que alcanzaron gran popularidad porque
permiten incluir dibujos en los tejidos lisos.

El siguiente avance en la utilización de cintas perforadas fue en un proyecto de


investigación de MIT (Massachusetts Institute of Technology) para las fuerzas
aéreas de los Estados Unidos (año 1950).

En este proyecto se desarrollaron las primeras máquinas de control numérico en


las que las posiciones sucesivas de las herramientas, mesas posicionadoras,
velocidades y alimentadores eran indicadas por agujeros en la cinta. Para ello se
usaron de cuatro a ocho dígitos (posiciones) que daban una discriminación
adecuada.

Las máquinas automáticas

Las primeras datan de principios del siglo XVIII y fueron principalmente


desarrolladas para la industria textil. Hasta 1802 no se dispuso de máquinas para
la producción de piezas discretas y una de éstas fue desarrollada por M. Brunel
para la fabricación de poleas. La máquina realizaba todas las operaciones hasta
obtener la polea y tuvo mucho éxito porque redujo el número de operarios a una
décima parte.

Uno de los hitos en el progreso de la automatización en la industria fue la máquina


transfer. Se basa en un número determinado de estaciones de trabajo, cada una
de las cuales realiza una tarea específica, montadas sobre una base común que
dispone de un sistema de alimentación integral que traslada automáticamente el
producto acabado de una estación a otra.
La máquina transfer integra dos partes esenciales en la automatización: la
máquina automática y el transporte del producto entre máquinas.

El principio de las transfer fue aplicado inicialmente por la compañía Waltham


Wacth en 1888, pero la primera máquina se utilizó en la industria del automóvil en
1924. A partir de 1930 se extendió su uso a todas las industrias de automóviles y
poco más tarde entró a formar parte en las industrias de dispositivos eléctricos y
en otras con gran volumen de elementos discretos.

Un importante paso en la automatización de procesos fue la introducción del


movimiento continuo, que permite procesar un producto mientras se traslada. Este
es un concepto que no se puede aplicar a cualquier tipo de industria, pero que
tiene gran importancia en determinados casos, por ejemplo en la fabricación de
productos químicos.

La industria del papel fue una de las primeras en introducir el movimiento continuo.
De 1804 a 1833, el Deptford Victualling Department de la British Navy modificó el
proceso de fabricación de papel, mecanizándolo e incorporando cintas
transportadoras propulsadas por motores a vapor, que servían para trasladar el
producto a los hornos.

No tardó mucho tiempo hasta que la idea del proceso continuo pasará a las
cadenas de ensamblaje.

Fue H. Ford quien en 1913 creó una cadena de montaje de magnetos.


Inmediatamente, gracias al éxito obtenido por la reducción de personal y la mejora
de calidad del producto, aplicó la misma técnica al montaje de chasis de
automóviles.

Al cabo de poco tiempo, en 1920, la demanda de productos de alto volumen de


producción se acrecentó, y definitivamente se implantó la cadena de ensamblaje
como elemento imprescindible.
El origen se remonta a los años 1750, cuando surge la revolución industrial.

1745: Máquinas de tejido controladas por tarjetas perforadas.

1817-1870: Máquinas especiales para corte de metal.

1863: Primer piano automático, inventado por M. Fourneaux.

1856-1890: Sir Joseph Whitworth enfatiza la necesidad de piezas intercambiables.

1870: Primer torno automático, inventado por Christopher Spencer.

1940: Surgen los controles hidráulicos, neumáticos y electrónicos para máquinas


de corte automáticas.

1945-1948: John Parsons comienza investigación sobre control numérico.

1960-1972: Se desarrollan técnicas de control numérico directo y manufactura


computadorizada.

A través de los siglos el ser humano ha construido máquinas que imitan las partes
del cuerpo humano. Los antiguos egipcios unieron brazos mecánicos a las
estatuas de sus dioses. Estos brazos fueron operados por sacerdotes, quienes
clamaban que el movimiento de estos era inspiración de sus dioses. Los griegos
construyeron estatuas que operaban con sistemas hidráulicos, los cuales se
utilizaban para fascinar a los adoradores de los templos.

En Europa en los siglos XVII y XVIII se construyeron muñecos mecánicos muy


ingeniosos que tenían algunas características de robots.

Jacques de Vauncansos construyó varios músicos de tamaño humano a mediados


del siglo XVIII. Se trataba de robots mecánicos diseñados para un propósito
específico: la diversión.

El suizo Henri Maillardet construyó en 1805 una muñeca mecánica que era capaz
de hacer dibujos. Una serie de levas se utilizaban como el programa para el
dispositivo en el proceso de escribir y dibujar. Estos inventos mecánicos de forma
humana deben considerarse como inversiones que reflejaron el genio de hombres
que se anticiparon a su época.
La fabricación automatizada surgió de la íntima relación entre fuerzas económicas
e innovaciones técnicas como la división del trabajo, la transferencia de energía y
la mecanización de las fábricas, y el desarrollo de las máquinas de transferencia y
sistemas de alimentación (McLuhan, 1996).

La división del trabajo o sea la reducción de un proceso de fabricación o de


prestación de servicios a sus fases independientes más pequeñas se desarrolló en
la segunda mitad del siglo XVIII, y fue analizada por primera vez por el economista
británico Adam Smith en su libro

Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776).


En la fabricación, la división del trabajo permitió incrementar la producción y
reducir el nivel de especialización de los obreros.

La mecanización fue la siguiente etapa necesaria para la evolución hacia la


automatización.

La simplificación del trabajo permitida por la división del trabajo también posibilitó
el diseño y construcción de máquinas que reproducían los movimientos del
trabajador. A medida que evolucionó la tecnología de transferencia de energía,
estas máquinas especializadas se motorizaron, aumentando así su eficacia
productiva. El desarrollo de la tecnología energética también dio lugar al
surgimiento del sistema industrial de producción, ya que todos los trabajadores y
máquinas debían estar situados junto a la fuente de energía.
La máquina de transferencia es un dispositivo utilizado para mover la pieza que se
está trabajando desde una máquina herramienta especializada hasta otra,
colocándola de forma adecuada para la siguiente operación de maquinado. Los
robots industriales, diseñados en un principio para realizar tareas sencillas en
entornos peligrosos para los trabajadores, son hoy extremadamente hábiles y se
utilizan para trasladar, manipular y situar piezas ligeras y pesadas, realizando así
todas las funciones de una máquina de transferencia. En realidad, se trata de
varias máquinas separadas que están integradas en lo que a simple vista podría
considerarse una sola.

En la década de 1920 la industria del automóvil cambió estos conceptos en un


sistema de producción integrado. El objetivo de este sistema de línea de montaje
era reducir los precios. A pesar de los avances más recientes, éste es el sistema
de producción con el que la mayoría de la gente asocia el término automatización.

La automatización Industrial

Muchas industrias están muy automatizadas, o bien utilizan tecnología de


automatización en alguna etapa de sus actividades. En las comunicaciones, y
sobre todo en el sector telefónico, la marcación, la transmisión y la facturación se
realizan automáticamente.

En comunicaciones y aviación dispositivos como los equipos automáticos de


conmutación telefónica, los pilotos automáticos y los sistemas automatizados de
guía y control se utilizan para efectuar diversas tareas con más rapidez o mejor de
lo que podría hacerlo un ser humano en el mismo tiempo.

La Automatización y la sociedad mundial

La automatización ha permitido incrementar la producción y reducir los costos,


poniendo autos, refrigeradores, televisiones, teléfonos y otros productos al alcance
de más gente.

El tema que mayor atención ha recibido últimamente es la relación entre la


automatización y el desempleo. Ciertos economistas defienden que la
automatización ha tenido un efecto mínimo, o ninguno, sobre el desempleo.
Sostienen que los trabajadores son desplazados, y que por lo general son
contratados para otras tareas dentro de la misma empresa, o bien en el mismo
trabajo en otra empresa que todavía no se ha automatizado.

Hay quienes sostienen que la automatización genera más puestos de trabajo de


los que elimina. Señalan que aunque algunos trabajadores pueden quedar en el
paro, la industria que produce la maquinaria automatizada genera más trabajos
que los eliminados.
Para sostener este argumento suele citarse como ejemplo la industria informática.
Los ejecutivos de las empresas suelen coincidir en que aunque las computadoras
han sustituido a muchos trabajadores, el propio sector ha generado más empleos
en fabricación, venta y mantenimiento de ordenadores que los que ha eliminado el
dispositivo.

Por el otro lado, hay líderes sindicales y economistas que afirman que la
automatización genera paro y que, si no se controla, llevará a la creación de un
vasto ejército de desempleados.

Sostienen que el crecimiento de los puestos de trabajo generados por la


administración pública y en los sectores de servicio ha absorbido a quienes han
quedado desempleados como consecuencia de la automatización, y que en
cuanto dichos sectores se saturen o se reduzcan los programas gubernamentales
se conocerá la auténtica relación entre la automatización y el desempleo.

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