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Cooperativismo, hoy

Por Pedro Aguer (*)

En esta nota se destaca la grave situación que viven las mayorías y la


importancia de promover actividades basadas en la solidaridad y la
cooperación, como alternativas superadoras al capitalismo dominante.

La realidad mundial nos muestra calamidades por doquier. La amenaza de


la guerra asecha sin cesar. Los gobiernos ignoran qué hacer con la
economía que hace agua por todos lados. Los poderosos son cada vez más
poderosos, los pobres son cada vez más pobres y los trabajadores deben
enrejar sus viviendas mientras los delincuentes deambulan libremente.

En el terruño, “la Patria del corazón”, definida así por José Ingenieros, la
macroeconomía invisible hace estragos mediante la microeconomía visible.
Los precios no paran de subir por el ascensor mientras los salarios van al
ritmo de la escalera. A veces más lentamente, paradójicamente hablando.

Estamos viviendo tiempos para la solidaridad.

Todavía muy discretamente algunos políticos lo ven, mientras una


aplastante mayoría mira para otro lado.

Pero, es cuestión de insistir para que el cooperativismo sea abordado con


responsabilidad por los partidos políticos, los cultos religiosos y la sociedad
en su conjunto. Primero por la carencia de alternativas capitalistas que
nunca son emancipadoras y es sabido que si el trabajo no libera, esclaviza.

Las experiencias cooperativas en el mundo son testimonio inapelable de la


eficiencia de la democracia administrando la economía. No se trata de una
panacea, pero cuando se plantea este tema con la debida responsabilidad y
con una observancia de los principios universales que rigen a las entidades
solidarias, los resultados tienden a ser positivos.

En las poblaciones medianas y pequeñas que son mercados que no


interesan a las grandes cadenas de supermercados o de autoservicios, los
habitantes podrían asociarse para encarar sus diversas actividades
gestionando las operaciones comerciales, de servicios y de vivienda,
mediante las organizaciones de carácter solidario.
Para avanzar con esta orientación, los gobiernos provinciales y los
municipales pueden impulsarlas mediante una política extensionista que
genere grupos decididos a tomar conocimiento de la importancia que
adquiere la solidaridad organizándose para abordar los problemas que
provienen de las injusticias de la acumulación capitalista.

El consumo, la construcción, la producción, la provisión, electricidad, agua


potable, transporte urbano de pasajeros, salud, educación, crédito… como
se ve son muchos los rubros que se pueden encarar autogestionariamente.

Existen actividades agropecuarias en frecuente estado de crisis, como por


ejemplo la producción tambera, la frutihortícola, en general las llamadas
economías regionales.

Las cooperativas tamberas se ocupan de la industria de la leche y de la


distribución del producto original. Muchas podrían salvarse, de las que
corren peligro, mediante la organización de tambos cooperativos,
reduciendo gastos y aumentando la calidad del proceso de extracción, y del
manejo empresarial, concentrando la cría de terneros, y la de las vaquillas
que sustituirán a las lecheras que dejen de producir, organizando la
praderización y fabricando el alimento, administrando centrales de
inseminación artificial, creando autoservicios para los asociados, creando
mutuales que se ocupen de la salud de la familia, etc.

Es momento de poner en práctica las leyes de educación cooperativa en las


escuelas y de reunir los esfuerzos vinculantes al desarrollo de la actividad
solidaria en la ruralidad.

Dejar pasar el tiempo esperando que nos salven las inversiones extranjeras
es casi un crimen por parte de políticos y gobernantes.

El tiempo del pueblo está ligado permanentemente a la solidaridad. Es la


manera más segura para proponer un futuro previsible, con las
potencialidades de la comunidad, estimulando su creatividad infinita.

Para esta tarea es imprescindible que no olvidemos que las cooperativas


deben nacer de necesidades sentidas, siempre; jamás por necesidades
políticas partidarias. Sólo la solidaridad podrá liberar a los pueblos,
dejando definitivamente a un lado las intenciones clientelistas.

Hoy el cooperativismo está en condiciones de promover la economía desde


la democracia, la igualdad, la equidad, la inclusión y la educación, en el
ejercicio pleno de la libertad.
* Cooperativista, autor de la obra “El poder de la solidaridad”. Miembro de
la Junta Abya yala por los Pueblos Libres.

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