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LAS CULTURAS PRECOLONIALES

ANDINAS

DIETER ALLKÄMPER (*)

"Los pueblos del antiguo imperio incaico, situado en la costa occidental de


Suramérica, disfrutaban en el tiempo de la conquista española de una cultura muy
desarrollada. Esto no sólo lo testifican los informes de los antiguos cronistas, sino más
todavía los restos de los monumentos y los múltiples hallazgos de tumbas.
Descripciones sueltas de las antigüedades peruanas las han efectuado muchos viajeros,
trabajos más detallados los han realizado en primer término Rivero y Tschudi,
Castelnau, y últimamente Squier con su extraordinario trabajo sobre: las obras de los
peruanos. Pero incluso en la misma Europa nos podemos hacer una idea de aquélla
cultura, ya que nuestras colecciones disponen de ejemplares estupendos de los
hallazgos funerarios, sacados a la luz por los buscadores de tesoros españoles..."
(Reiss, 1879: 290).

INTRODUCCIÓN

Los investigadores alemanes Wilhelm Reiss y Alphons Stübel no sólo fueron conocidos
como geólogos destacados, no obstante haber sido dentro de su campo de actividades
especialmente exitosos en los Andes. Más que eso, las excavaciones arqueológicas a
gran escala realizadas en 1875 en el Cementerio de Ancón en Perú demuestran la gran
capacidad de observación y el talento analítico de los dos científicos habitual en la
tradición científica del siglo XIX, como ya la había puesto de presente uno de los
investigadores más conocidos y polifacéticos de su tiempo, Alexander von Humboldt,
en sus viajes por México, América Central y Suramérica, así como la amplitud de sus
ricas colecciones de material y estudios.

Reiss y Stübel perseguían como objetivo de sus trabajos en el ya incursionado campo de


las culturas funerarias, " [...] no sólo presentar el culto a los muertos habitual del país,
sino también retroceder a la vida y el quehacer, a la sensibilidad espiritual de la
población india antigua" (Reiss/ Stübel, 1880-87: Introducción). Estas formulaciones no
han perdido nada de su vigencia, y ya desde entonces se convirtieron rápidamente en el
lema común de las investigaciones arqueológicas y etnólogicas no sólo en América.

Las excavaciones de los dos geólogos alemanes en la necrópolis de Ancón eran de una
importancia capital también desde el punto de vista metodológico, a pesar de no
conocer todavía la estratigrafía, es decir la observación de los estratos, imprescindible
en las excavaciones contemporáneas, introducida sólo más tarde por el arqueólogo y
experto museísta Max Uhle. Richard Haas (1986: 7) señala insistentemente que antes de
las investigaciones de Reiss y Stübel no se habían realizado excavaciones de esta
envergadura en Suramérica. Aunque los trabajos de excavación en sí n0 respondían
todavía a las exigencias de hoy, los dibujos realizados y la cartografía del terreno sobre
todo, demuestran la mirada experta y la determinación de los geo-investigadores de que
para la documentación del lugar de excavación es imprescindible el retrato del entorno
y de su marco fisionómico y ecológico.

Entre las contribuciones de Reiss y Stübel a la entonces joven arqueología científica, se


encuentra la sistematización cuidadosa según temas y materiales de más de 2.000
objetos, de suerte que aún hoy se puede observar todo el panorama de la cultura
material de la costa norte y en parte de la costa central de Perú. De otro lado, las demás
colecciones precolombinas reunidas en sus expediciones a los otros países andinos:
Ecuador, Bolivia y Colombia forman un interesante contraste cultural con la colección
completa del cementerio de Ancón.

Todas las colecciones están clasificadas según sean recipientes y Figuras cerámicas,
textiles, herramientas para trabajar los textiles y otros objetos elaborados de conchas,
madera, huesos y metal, por lo general plata o cobre. Sin embargo, la colección
contiene también restos de cerámica y tela, cráneos de momias, momias animales,
plantas y frutos, es decir, objetos sin valor pecuniario, pero de tanto mayor valor
científico.

Un aspecto importante de su labor fue la vinculación de científicos reconocidos de otras


disciplinas en los trabajos de investigación, creando así prácticamente una temprana
manifestación de la investigación interdisciplinaria: "plantas y frutas" las investigó, por
ejemplo, el botánico L. Wittmack, "cráneos" el prestigioso médico R. Virchow, y
"mamíferos" el zoólogo A. Nehring.

El mayor logro de Reiss y Stübel es, según Richard Haas (1986: 71), haber completado
el dispendioso trabajo de integración de la documentación en tres tomos, compuesta de
numerosas Láminas de dibujos coloreados; realizada tras finalizar los trabajos de
excavación y que se difundió internacionalmente con una resonancia capital para la
exploración del Perú antiguo. Con la venta de la colección completa al Museo Real de
Etnología de Berlín (hoy: Museos Estatales Patrimonio Cultural Prusiano-Museo de
Etnología, Berlín-Dahlem) se pudo asegurar la financiación de la obra El cementerio de
Ancón en Perú. Un aporte para el conocimiento de la cultura e industria del imperio
incaico, según los resultados de excavaciones propias de W. Reiss y A. Stübel. Con la
ayuda de la administración general de los Museos Reales de Berlín (tres tomos, Berlín,
1880-1887).

Las excavaciones en la necrópolis de Ancón motivaron una gran cantidad de


investigaciones posteriores, que duran hasta hoy y que han hecho progresar
decisivamente la arqueología de los pueblos andinos. Al señor Roger Meyer le debo un
reportaje del periódico peruano El Comercio del 24 de julio de 1994, donde habla de las
últimas excavaciones en Ancón efectuadas por el arqueólogo peruano F. Kauffmann
Doig. Éste encontró otras veinte tumbas de momias, en perfecto estado, de las hasta
ahora más de tres mil sepulturas dejadas al descubierto. El número real de tumbas se
cifra entre tanto en más de cuarenta mil.
Al Cementerio de Ancón le siguió otra obra de dos tomos, que trataba también de la
arqueología y la etnología de Suramérica con el título Cultura e industria de pueblos
suramericanos según las colecciones en posesión del Museo Etnológico de Leipzig de
A. Stübel, W. Reiss y B. Koppel - texto y descripción de las Tablas por Max Uhle
(Berlín, 1889-1890). En el primer tomo, "Tiempo antiguo", están documentados
distintos objetos pequeños, que Reiss y Stübel pudieron reunir durante su viaje "por las
tierras montañosas de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y por la zona del río
Amazonas", mediante compra o como regalos. Además, el entonces cónsul general de
Dinamarca en Colombia, señor Bendix Koppel, puso a disposición de la documentación
dotada de 28 Láminas de ilustraciones coloreadas su pequeña, pero valiosa colección
precolombina, que incluía entre otras piezas joyas e instrumentos de oro. Ambas
colecciones las adquirió el Museo Etnológico de Leipzig, en donde están depositadas
hasta hoy.

Para la evaluación científica de las colecciones, es decir para la descripción atenta de


los objetos, se pudo conseguir la colaboración de Max Uhle. Este se desempeñaba
entonces como asistente en el museo y mantuvo en Dresde una intensa relación
científica con Alphons Stübel, quien le transmitió los tópicos más interesantes para las
posteriores investigaciones de Uhle, efectuadas sobre todo en Perú, y en parte también
en el cementerio de Ancón. Así, Max Uhle se convirtió rápidamente en uno de los
principales arqueólogos en América.

La colección de Leipzig no presenta, como tampoco la del cementerio de Ancón, ni


mucho menos todos los períodos y áreas culturales de los Andes, ni de la costa pacífica.
Ni siquiera están representadas todas las culturas regionales de los Andes centrales,
razón por la que se hace necesario para una comprensión de las culturas suramericanas
un breve resumen de su evolución y desarrollo.

Pero antes no podemos pasar por alto un problema central de la historiografía


americana: a pesar de todos los progresos que ha logrado la arqueología en el doble
continente americano, sobre todo en los ámbitos de las culturas desarrolladas de
América Central y del Sur con la ayuda de modernos métodos científicos y de técnica
de medición, quedan todavía numerosos vacíos en la investigación que impiden llegar a
conclusiones científicas fiables. Importantes preguntas sobre la historia de la cultura
india tampoco se podrán responder en el futuro. Esto se debe en gran parte a los robos y
saqueos de los lugares de población y de entierro. La obra de "huaqueros" tiene en
América Central y del Sur una larga tradición, y ha producido destrozos inmensos. Los
"paisajes de la luna" resultantes del saqueo de los tesoros de las tumbas en los áreas de
fácil acceso, como en Chancay, Paracas o Nazca, forman la triste pero cotidiana imagen
de todas las zonas arqueológicas de América. Durante sus expediciones Reiss y Stübel
también conocieron estos desmanes, de los que culparon solamente a los conquistadores
españoles y a los posteriores dueños de los terrenos de asentamiento de estas culturas,
una acusación no del todo ajustada a las circunstancias, como lo sabernos hoy.

CULTURAS PRECERÁMICAS

A las culturas desarrolladas en las épocas incaica y preincaica las antecedió un largo
período, en el que grupos de cazadores y recolectores recorrían las zonas costeras y las
estepas de montaña. Aunque numerosas investigaciones de los estratos geológicos y
culturales en cuevas y techos formados de roca han probado la presencia episódica de
los llamados cazadores paleoindios sobre todo por los hallazgos de restos óseos de caza
y utensilios de piedra, y a veces también de madera y hueso, una fijación exacta de la
fecha del comienzo de la población de los Andes sigue siendo una tarea ardua. Así, las
indicaciones temporales oscilan entre los todavía no probados definitivamente 22.000
años a. C. (hallazgos en cuevas cercanas a Ayacucho en Perú) y los 12.000 años a. C.,
fechados con más precisión por las mejoradas mediciones radiocarboníferas (cuevas en
Venezuela, el norte de Chile y los Andes centrales). Estos períodos de tiempo se pueden
asignar geológicamente a la Glaciación Wisconsin (Pleistoceno superior), que equivale
aproximadamente a la Glaciación Vístula en Europa (70.000 - 10.000 años a. C.). Para
los grupos de cazadores que llegaron en dirección sur hasta la Tierra del Fuego fueron
decisivos, fenómeno parecido al sucedido en Europa, los llamados interestadiales, es
decir episódicos períodos calurosos, en los que pudieron formarse áreas libres de hielo
que podrían haber servido como zonas de pastaje para los animales de caza.

Los depósitos de huesos animales de las cuevas habitadas dan una imagen precisa de las
piezas cazadas y con ello del cariz económico de los cazadores de la época glacial y
posglacial. Se han encontrado, por ejemplo, restos de una extinguida especie grande del
perezoso (Megatherium), que alcanzaba casi el tamaño de los elefantes de hoy en día.
También el armadillo gigante (Glyptodon), la especie de elefante "mastodon" que al
parecer no fue tan importante como pieza de caza, así como el machairodus
(Homotheriurn), el más grande animal carnívoro de la antigüedad, y finalmente el
caballo menor (Equus sp.) desaparecieron poco a poco al final de la época glacial. En
cambio, se extendieron especies animales como el ciervo real blanco (Odocoileus
virginianus), el ciervo andino (Hippocamelus antisensis) y camélidos menores como el
guanaco (Lama guanicoe) y la vicuña (Lama vicugna), así como mamíferos menores,
como el roedor vizcacha (Lagidium peruanum). Ganó en importancia, sobre todo, la
caza de camélidos, de los que nacieron después las especies domesticadas de la llama y
la alpaca. Esto lo confirman sobre todo pinturas rupestres repartidas por toda la zona
andina, que representan, sin lugar a dudas, escenas de caza de manadas de camellos
menores.

En la zona costera, sobre todo en la desembocadura de ríos y lagunas, la rica oferta en


alimentos la conformaban peces, mamíferos del mar, mariscos, cangrejos y otros frutos
del mar, así como aves acuáticas, oferta alimenticia que se podía completar en las zonas
montañosas con plantas y frutos silvestres. Dado que los restos de alimentos e
instrumentos o adornos de material orgánico sólo se conservaban en las zonas áridas o
semiáridas, la investigación se concentró en especial en el análisis de los artefactos de
piedra de los pueblos indios antiguos. Sobre todo las puntas de proyectiles están sujetas
frecuentemente a cambios fisiognómicos debidos a las modificaciones en las técnicas
de fabricación; por lo que se les considera muchas veces como "fósiles guía" de
períodos concretos. Así, las puntas lanceoladas, pedunculadas, trabajadas en una o dos
caras (mono o bifaciales) o los proyectiles "en forma de cola de pescado" se asignan a
las primeras épocas culturales en Suramérica.
51. Cronología de las culturas andinas (según Gagern, 1969).

Por desgracia, la colección de Reiss, Stübel y Koppel sólo contiene una modesta
selección de utensilios de piedra, de los cuales algunos tienen una forma arcaica, pero
que no obstante sólo pueden ordenarse cronológicamente con reservas, ya que tampoco
está registrado el lugar exacto del hallazgo.

En cambio, la gran punta de proyectil de la Lámina 7 (centro izquierda) sí que merece


atención. La punta tripolar del proyectil, de nueve centímetros de longitud, con los
lados ligeramente doblados, tiene ranuras en ambos lados. Se trata aquí de una técnica,
conocida en el suroeste de Estados Unidos. Las puntas denominadas Clovis, según su
primer lugar de hallazgo, pueden fecharse aproximadamente en el período hacia 10.000
años a.C.

El instrumento de caza más importante de la época paleoindia fue la lanza, hasta que
mucho más tarde se impusieron la flecha y el arco, de mucha mayor precisión. En las
lanzas difundidas por los Andes se trata por lo general de una vara en forma de barra
con un macho en la parte posterior, que sirve de arbotante. Este tipo de proyectil "[ ...]
funciona aprovechando la función de palanca que hace las veces de un brazo
prolongado y que debe conseguir una mayor amplitud del lanzamiento y una mayor
eficacia de penetración" (Hirschberg,1988: 422 y sigs.).

Con la flecha y el arco surgió, como ya se ha indicado, un instrumento mucho más


eficaz, que se impuso utilizando varias clases de flechas en la caza de mamíferos
menores, pájaros y, como se puede observar aún hoy en las tierras bajas tropicales, de
peces. Pero curiosamente el arco se dió a conocer muy tarde en los pueblos andinos,
probablemente sólo hasta la época incaica, de manera que las puntas "microlíticas"
encontradas en la montaña y en la costa occidental de Suramérica pertenecen o bien a
esta época o a la colonial, 0 bien se trata de refuerzos para los proyectiles de lanza
pequeña de fecha más antigua. En las puntas de las flechas representadas en la Lámina
7 que, al igual que los demás objetos descritos por Max Uhle no están fechadas
cronológicamente, se trata de tipos básicos ampliamente difundidos: puntas triangulares
con base "subtriangular" de mango y/o aladas. Sobre todo aquellas puntas de flecha
fabricadas de diversas clases de piedra dura como la calcedonia, el cuarzo o el cristal
volcánico u obsidiana, que no llegan a veces a un centímetro de largo; como también
los adornos de piedra en forma de perlas minúsculas perforadas cónicamente,
demuestran el alto nivel de las técnicas de trabajo de la piedra de los pueblos
precolombinos. Los demás artefactos de la Lámina 7 son instrumentos simples de hoja,
en la mayoría de obsidiana, que podrían haber servido de raspadores, alisadores de
flechas, cuchillos o taladradores.

La evolución de los pueblos cazadores nómadas hacia los más especializados de


cazadores, pescadores y recolectores de vegetales, y finalmente a los pueblos de
agricultores asentados, que crearon las bases para el desarrollo de las conocidas
civilizaciones andinas, se produjo de forma parecida a la situación en Europa, esto es,
paso en paso. A los "períodos líticos" siguió en primer lugar, a partir del año 5.000 a. C.,
el "período arcaico" (Lumbreras, 1974), que fue sustituido a partir del 1.300 a. C. por el
llamado "período formativo".

Está demostrado que a partir del año 8.000 a.C. aumentó la porción vegetal en la gama
alimenticia de los pueblos andinos. Probablemente a partir del cuarto milenio a. C. se
puede hablar de una domesticación de ciertos vegetales como las habas, la quinua
(conocidos como "cereales incas"), algunas especies de calabazas o la pimienta chili. En
la zona costera se produjo el algodón a partir del 3.500 a. C., en los altos valles de los
Andes el maíz a partir del 3.000 a. C. y diversas clases de papas desde el año 2.500 a.
C., es decir vegetales que alcanzaron importancia mundial como alimentos base o
materias primas industriales a través del camino a Europa por intermedio de los
conquistadores españoles. En las zonas costeras áridas de Suramérica se han producido
textiles de algodón desde el "arcaico superior'; como abrigos, mantas, bolsos y redes de
pescar anudadas, cuyas muestras minuciosamente trabajadas pueden servir como
indicios del insuperado arte textil de las épocas precolombinas más próximas en los
Andes centrales y en la costa pacífica.

La domesticación de animales comenzó seguramente ya en el séptimo o sexto milenio


a.C., pero no alcanzó ni de lejos el nivel del cultivo vegetal indio. De la mayor
importancia fueron solamente la llama y la alpaca, camélidos nacidos de especies
silvestres, así como la cobaya, que se criaba como animal de carne, rico en proteínas.
La alpaca y la llama ofrecían en cambio múltiples posibilidades de aprovechamiento
como suministradores de lana, pieles, huesos para los utensilios de uso y adornos.
Incluso los excrementos se empleaban como abono y material combustible. Pinturas
rupestres de caravanas de llamas testifican su importancia temprana como animal de
carga. Debido a su resistencia frente a las austeras condiciones ecológicas y de los
lugares de pastaje aún hoy se encuentran frecuentemente manadas de llamas a casi
5.000 metros de altura las llamas eran v son animales domésticos ideales e
imprescindibles en las montañas andinas y disfrutan todavía de una adoración casi
mágico-religiosa. Las llamas y alpacas no sirven como animales de tiro, por lo que los
pueblos indios no conocieron los carros, arados, bueyes, caballos y asnos hasta la
llegada de los europeos al Nuevo Mundo.

Al final del período arcaico se había desarrollado un complejo de poblaciones


extraordinariamente especificado en la forma de "lugares de población permanente
como centros de cultivo de papas, maíz, habas y calabazas" (Meyers,1980: 367).
También el comercio exterior aumentó en importancia y llevó a un vivo intercambio de
mate-rías primas y bienes elaborados: madera, obsidiana, piedra de chispa, lana y otros
productos de la montaña se intercambiaban por mariscos o algodón de la costa pacífica.

La población se asentaba, según comprobaciones arqueológicas, en pequeños grupos de


caseríos y en pueblos. La muy desarrollada agricultura, la cría de animales,
complementada con la caza, la pesca y las actividades recolectoras garantizaban una
base económica sólida. Hallazgos de ruinas de templos de piedra y adobe, como por
ejemplo el "Templo de las manos cruzadas" cerca de Kotosh en la zona alta central,
testifican la presencia de pequeños centros religiosos, pero que todavía no se pueden
comparar a las obras monumentales de las épocas posteriores.

PERÍODO INICIAL

Alrededor del año 1.800 a. C. según otros autores ya incluso en el 2.100 a. C. (Prem,
1989) comenzó el llamado Período inicial o Período formativo1. A partir de entonces la
alfarería se convirtió en una rama importante de la actividad artesanal, como lo prueban
impresionantemente los ricos hallazgos de cerámica en las poblaciones indias. En
Valdivia, un lugar de pescadores en la costa suroccidental de Ecuador, se encontraron
probablemente los más viejos objetos de arcilla cocida. Las mediciones con
radiocarbono (C-14) arrojaron una edad de 3.100 y 2.700 años a. C. (Hartmann,1982:
294). La ubicación de los hallazgos de Valdivia llamó la atención sobre todo por la
cantidad de estatuillas femeninas de pocos centímetros de altura. La fuerte acentuación
de los pechos y la vulva caracteriza las Figuras de modo parecido a las Figuras de las
glaciaciones en el Viejo Mundo como utensilios de sacrificio o tumbas, y en especial
como ídolos de fertilidad relacionados con cultos agrarios hasta ahora desconocidos.

Esto deja ver que la agricultura se convirtió muy pronto en el centro de la vida
económica de los pueblos indígenas. Precisamente las difíciles condiciones ecológicas
ambientales del costado occidental de Suramérica, como las áridas zonas costeras o los
lugares elevados con su amenaza de heladas, han exigido siempre a los agricultores
indígenas los máximos esfuerzos técnicos, que han podido cumplir y cumplen todavía
con instrumentos muy simples. También es cierto que los ríos, que siguen la empinada
pendiente occidental de los Andes con su declive correspondiente, ofrecían condiciones
ideales para la creación de superficies de riego artificial y, a la vista de una población en
rápido crecimiento, la posibilidad de ampliaciones considerables del área cultivable
también en espacios secos.

HORIZONTE TEMPRANO

Con el comienzo del Horizonte temprano se extendió en grandes zonas de Perú un estilo
artístico, que tuvo su origen en la zona de Chavín de Huantar, una pequeña ciudad
situada en la montaña andina del norte a 3.000 metros de altura. Como motivo central
aparece en las cerámicas o losas de piedra entre otras cosas un "ser humano-animal" en
diversas variantes, una Figura que, dotada de atributos de gato montés y garras de
águila, se interpreta como una deidad (Willey, 1974). Entre los ejemplos más conocidos
de la iconografía del Horizonte temprano se encuentran la Estela Raimondi descubierta
en 1840 en Chavín y denominada según el historiador italiano, una losa de 1.98 m de
altura de granito claro con el bajorrelieve de la citada deidad en forma de barra, así
como el obelisco designado según el arqueólogo peruano Tello. En el Obelisco Tello la
Figura central está representada en forma de reptil, en contraste con la Figura central
antropomórfica de la Estela Raimondi. Otros componentes importantes del estilo
artístico Chavín son representaciones altamente estilizadas de félidos, monos, serpientes
y otros reptiles, así como de seres tipo murciélago, complementados frecuentemente
con flores, árboles u otros modelos de vegetación.

Según las últimas investigaciones (Meyers, 1990), no se puede hablar de un surgimiento


repentino de la cultura Chavín, como se había supuesto antes. Más que eso, en otras
partes de Perú aparecen elementos de estilo más antiguos, que se repiten de manera
modificada en la época Chavín.

Un problema todavía no resuelto del todo es la cuestión del significado funcional de


Chavín, que no estaba considerado tan sólo como centro religioso y al mismo tiempo
como una especie de sitio de peregrinación, sino también como un lugar de población
urbano o algo parecido. Probablemente se trataba en el caso de Chavín de una de las
primeras formaciones imperiales precolombinas. Independientemente de cómo podrán
aclarar posteriores investigaciones los problemas no resueltos, los conocimientos
actuales, comprobados arqueológicamente, permiten afirmar que Chavín refleja con
insistencia las estructuras complejas de esta cultura de desarrollo temprano. Sólo la
imponente arquitectura monumental con sus muros de piedra picados o afilados en el
mismo Chavín, o las cerámicas de bellas formas y decoraciones halladas sobre todo en
la zona costera, así como los trabajos de oro y textiles hilados de colores hacen suponer
un oficio de artesanía especializado y de gran esmero artístico, que caracteriza también
todas las posteriores culturas andinas.

También por las tumbas dotadas de distintos objetos se puede reconstruir claramente el
cambio sucedido entre las sociedades pueblerinas, simples y bastante homogéneas, y los
asentamientos de población urbanos culturalmente diferenciados, con una élite
aristocrática a la cabeza y una amplia base campesina.

PERÍODO INTERMEDIO TEMPRANO

Alrededor del año 500 a. C. se ubica posiblemente por influencia bélica la desaparición
de la cultura Chavín, y el abandono de los grandes centros religiosos. Pero esto no
significaba en absoluto el declive de los procesos culturales o económicos en las zonas
influidas por Chavín, sobre todo si se observan las florecientes culturas regionales del
Período intermedio temprano (aproximadamente 100 años a. C. -600 d. C., véase la
tabla cronológica, Ilustración núm. 51), cuando se fabricaron productos de alfarería,
textiles y trabajos de metal: de oro, plata y cobre, de la mayor perfección técnica y
artística. Solamente las vasijas cerámicas de la cultura Moche, cuya zona de
asentamiento comprendía la franja costera del norte de Perú en una extensión de
aproximadamente 250 x 50 kilómetros, forman parte del legado más impresionante de
los pueblos precolombinos de la América antigua, y de los objetos de exposición más
valiosos de muchos museos etnológicos. Artesanos especializados crearon vasos con
Figuras y retratos, así como vasijas pintadas con escenas ejecutadas en la técnica de
molde o de aplicación dominada magistralmente.

Las vasijas permiten forjarse una idea de las formas de vida y del imaginario religioso
de las personas de entonces, gracias a las detalladas escenas: una breve selección de los
temas representados abarca: engendramiento, nacimiento, muerte, cura de enfermos,
lucha, toma de prisioneros, caza, agricultura, embriaguez por consumo de coca,
representaciones de demonios animales y deidades. De importancia especial parecen
haber sido las "vasijas cabeza"; fabricadas con la ayuda de moldes. Probablemente se
trataba de la representación de personajes de alto rango, tal vez de jefes tribales o
sacerdotes. La mayoría de las vasijas de retrato muestran facciones idealizadas, sobre
todo de personas y por ello puede considerárselas como una "línea genealógica"
conFigurada en arcilla.

La colección de Reiss, Stübel y Koppel contiene curiosamente sólo una vasija de la


cultura Moche, cuyas piezas suelen ser frecuentemente el centro de las colecciones de la
América antigua en los museos etnológicos. Esta "Figura obscena masculina" (Lámina
6), como la describe Max Uhle, muestra una Figura en posición agachada. La cabeza es
a la vez gollete y boca de la vasija, la vestimenta y los adornos indican una posición de
rango destacado. Llama la atención la sonrisa de la persona, que Max Uhle interpreta en
su texto correspondiente de la Lámina 6 (1889-1890: Lámina 10) como expresión de
"sensualidad". La vasija está incompleta en la zona genital, por lo que sólo se puede
denominar en parte como "eroticon".

La sexualidad y el erotismo ya se encuentran como tema artístico, sobre todo en las


vasijas de arcilla, en las culturas tempranas de los Andes, pero están especialmente
extendidos en las culturas regionales de Moche, Virú, Vicús y más tarde en la época del
imperio Chimú, e incluyen todas las formas de la sexualidad imaginables. Pero esta
representación muchas veces atrevida no se debe malinterpretar como signo exagerado
de "sensualidad y lascividad" (Hoyle, 1979: 97) o de decadencia moral. Como
ornamentos funerarios las vasijas son parte del culto a la muerte, en el que se tematizan
el dualismo y el círculo de la vida y la muerte, la fertilidad y la descomposición, que
tienen un valor elevado, como es fácil de suponer en pueblos agricultores.

Aproximadamente al mismo tiempo que los mochica, en la costa norte, se extendió en


la costa sur peruana sobre la base de la cultura Paracas, otra importante cultura regional:
la cultura Nazca, la que carece de los monumentos de culto enormes y los retratos
realistas de la vida de la cerámica moche, lo que no mengua en absoluto el nivel de
dominio artístico, artesano-técnico y agrario de este pueblo afincado en espacios
desérticos extremos. Las sobredimensionadas pinturas, llamadas "raspadas" algunas
tienen un diámetro de más de 100 metros en la "pampa" de Nazca son los legados
seguramente más conocidos y espectaculares. La matemática alemana Maria Reiche
trató durante varios decenios, con la ayuda de trabajos de medición intensivos, de
investigar y salvar las Figuras de animales y signos geométricos amenazados, que
tenían probablemente un significado de culto astronómico.

El arte cerámico de la época nazca se caracteriza sobre todo por su pintura de pared fina
y polícroma. Una sola vasija puede tener hasta once colores diferentes, entre los cuales
predominan los tonos rojos brillantes. La interpretación iconográfica de las pinturas de
las vasijas con temas de culto religioso sigue siendo contradictoria. Como motivo
principal de la pintura aparece una Figura personificada con los atributos de un félido,
que se denomina "dios o demonio gatuno" y es interpretado frecuentemente como
deidad del tiempo. No pocas veces se encuentran entre los atributos los "trofeos cabeza"
y la maza, indicios probablemente de los rasgos bélicos y amenazantes de esta Figura
de culto. Sobre todo en la época temprana nazca (100 a. C.-200 d. C.) se representa al
demonio gatuno como doble ser "Félido y serpiente serrada", lo que subraya una
interpretación de esta Figura como guía del crecimiento y la fertilidad.

Un amplio espacio temático en la formación y pintura de las vasijas lo ocupa la


representación de plantas útiles, frutos y animales de la costa pacífica, entre los que
destacan pájaros acuáticos y peces. El Museo de Etnología de Berlín posee un gran
número de vasijas de Figuras, que muestran de manera realista la caza y la pesca. En
una pared de vasija se observa por ejemplo una Figura humana nadando, con una red en
la mano; otra vasija representa hombres con proyectiles y lanzas, así como los animales
de caza (Eisleb, 1977)

En la época nazca tardía aparece otra Figura mítica, denominada según Eduard Seler
(1849-1922) "demonio de vara serrada" Uno de los atributos más llamativos, pero de
difícil interpretación es una barra varias veces angulada, adornada con pares de dientes.
Motivo acompañante vuelven a ser trofeos de cabezas enteras o por lo menos de parte
con mechones de cabello.

HORIZONTE MEDIO

A partir del año 600 d. C. se vislumbra el comienzo del Horizonte medio. Una gran
parte de las regiones centrales andinas, además de zonas del norte de Chile y el
noroccidente de Argentina fueron influidas por una nueva corriente, de manera similar a
la época chavín. El centro fue sin duda Tiahuanaco (en la grafía boliviana: Tiwanaku),
uno de los lugares político-religiosos más grandes de Suramérica. El complejo de ruinas
se encuentra aproximadamente a 20 kilómetros al sur del lago Titicaca en territorio
boliviano.

El extenso lugar de culto con sus numerosos monumentos megalíticos había despertado
muy pronto el interés de los investigadores. También Alphons Stübel le dedicó un
amplio estudio, provisto de dibujos minuciosos, de planos y mapas, bajo el título: El
lugar de ruinas de Tiahuanaco en el altiplano del Perú antiguo - Un estudio de historia
cultural basado en tornas propias (Breslau, 1892).

El estado de las excavaciones, todavía muy fragmentario y menguado


considerablemente por el uso que se le ha dado al lugar como cantera, da como
resultado, aparte del propio centro de ceremonias de medio kilómetro cuadrado de
extensión, un territorio de población de aproximadamente tres kilómetros cuadrados.
Investigaciones más recientes han probado además la existencia de una superficie de
más de 81 metros cuadrados, dedicada a campos de riego.

De los importantes monumentos de Tiahuanaco se ha comenzado a evaluar


arqueológicamente hasta ahora sólo el complejo del templo piramidal Acapana, cuya
superficie en plano abarca aproximadamente 2.500 metros cuadrados, con una altura de
15 metros. El nombre todavía en uso proviene de un estudio del investigador el suizo
Johann Jakob von Tschudi (1818-1889), mientras que Alphons Stübel y Max Uhle
emplearon esta denominación para el complejo del templo Kalasassaya (1892, lla parte:
16), rodeado de piedras megalíticas, que Tschudi había interpretado como El Fuerte.

52. El lugar de ruinas Ak-kapana y el pueblo Tiahuanaco.

En cualquier caso, Stübel y Uhle no puedieron resistir la tentación de lanzar una


indirecta al científico rival: "[...] La descripción de las ruinas efectuada por Tschudi
confirma desgraciadamente en muchos apartes lo pasajero de su visita..." (1892, IIª
parte: 16). También rechazan la interpretación etimológica del nombre Acapana: "La
identificación del nombre con la palabra quechua `akapana' : franjas de nubes
impregnadas de luz o rojizas, no tiene ningún fundamento. La etimología de Tschudi,
proveniente de la lengua aimará (hapa, niño, ccana, luz) enlaza con la confusa forma
Apakana" (1892, IIª parte: 16).

53. La puerta monolítica de Ak-kapana (costado oriental).

Una investigación reciente, algo más imaginativa, de Jorge Miranda-Luizaga retoma


una consideración anteriormente difundida que ve en la pirámide de Acapana el "fuerte
de la ciudad del templo", en cuya "planta superior se encontraba un depósito de agua"
(1985: 93). Según Meyers, la profundidad del depósito no sería más que el resultado de
la "actividad de generaciones de buscadores de tesoros" (1982: 381).
54. La figura principal del relieve en la puerta monolítica de Ak-
kapana

Inmediatamente al norte de la pirámide Acapana se enlaza con otro complejo


ceremonial de arquitectura impresionante: la muralla exterior del Kalasassaya se
compone de una construcción de megalitos de varios metros de altura,, losas de piedras
volcánicas amoladas y pulidas. La muralla rodea un rectángulo de aproximadamente
15.00o metros cuadrados, en el que se encuentra el patio de un templo con ruinas de
edificios, que se consideran como los aposentos de los sacerdotes. El portal principal al
que conduce una gran escalera de bloques de piedra enormes lleva a un complejo más
pequeño, lindante al oriente, que Kauffmann Doig designa en razón de su ubicación
inferior como "Templete semi-subterráneo" (1978: 428). Alrededor de 1960 los
arqueólogos C. Ponce Sanginés y G. Cordero Miranda consiguieron despejar
completamente el complejo.

La plaza de culto, hoy completamente restaurada, está rodeada por una muralla de
piedra arenisca, a la que se encuentran integradas varias esculturas de cabezas. El centro
de la plaza lo ocupa una Figura monumental excavada en 1932 por Wedell C. Bennett y
conocida por su nombre: la estela de 2.50 metros de altura representa posiblemente a
una de las deidades desconocidas de la cultura Tiahuanaco, como lo insinúan
aplicaciones de gatos monteses y serpientes en el cuerpo de la Figura.

A 1.500 metros aproximadamente de la Acapana se encuentra Pumapuncu (Puerta del


puma), otra ruina de templo, conocida sobre todo por sus losas de piedra con relieves.
La enorme dimensión de las losas evitó un saqueo completo del lugar. Las ranuras
encontradas en las losas permiten observar un elemento técnico importante de la
construcción del complejo: los bloques fueron unidos con sujeciones de cobre o bronce.

La obra de arte monolítica precolombina más conocida de Suramérica es probablemente


la Puerta del Sol, cincelada con gran esmero de un bloque de andesita de 4 x 2.75
metros. Alphons Stübel también reconoció la importancia extraordinaria de la Puerta del
Sol durante sus trabajos de medición en Tiahuanaco y le dedicó sólo a este monumento
16 Láminas coloreadas y varias páginas del texto. Junto a la puerta se encuentra un
bajorrelieve dividido en tres escenas. Comienza con una greca escalonada, que rodea a
seres parecidos a los humanos, vistos de frente; luego siguen hacia arriba tres grecas
con Figuras zoomorfas aladas y dotadas de cetros, en vista lateral, que presentan
similitudes manifiestas con las Figuras demoníacas de la época chavín (Meyers,1990).
En el centro del friso aparece resaltada por su tamaño la escultura principal, interpretada
como el dios creador (Viracocha o Tunupa). La Figura, llamada también dios de
entrada, tiene en las manos dos varas con cuerpos de serpiente y cabezas de cóndor. La
cabeza está rodeada por una corona de rayos con elementos de jaguar y de pájaros.

Max Uhle fue el primero en señalar la difusión de algunos elementos típicos del estilo
clásico de Tiahuanaco en las zonas de la costa central de Perú. En sus excavaciones en
los campos de ruinas de Pachacamac (al sur de Lima), uno de los centros de culto más
importantes del Horizonte medio, Uhle encontró motivos correspondientes sobre todo
en cerámicas y textiles.

Para la explicación de la cerámica específica de Tiahuanaco sirven dos vasijas (véanse


Ilustraciones 55 y 56) pertenecientes a la colección del Museo de Etnología de Berlín,
presentadas modélicamente en un texto por Sttibel y Uhle:

VASO RICAMENTE ADORNADO DE TIAHUANACO

"El vaso es cilíndrico y se agranda con una ligera ampliación de sus paredes hacia
arriba. Un tono trabajado con cuidado y aplicado finamente le proporciona un vivo
color rojo.

"La ornamentación de la vasija conFigura una cara enmarcada por un peinado, de


manera que la vasija representa en cierto modo la cabeza. La cara está tratada en relieve
y pintada, el peinado sólo está pintado. En la representación predominan formas
rectangulares, que equivalen estilísticamente a las esculturas de piedra del lugar de las
ruinas.

"La cara sobresale en forma de cuadrado, con la nariz, la barbilla, la boca y los ojos más
que con las demás partes. La nariz tiene forma de vara y está en sentido perpendicular
con respecto a la superficie de la cara.

"Los ojos están pintados de negro y rodeados de un círculo amarillo, los labios son
amarillos y rodeados de negro. Una raya amarilla enmarca la cara por tres lados
indicando tal vez el cabello. Dos rayas amarillas horizontales adornan la barbilla. Un
pequeño aro amarillo en las mejillas, unido por una línea con el aro que rodea el ojo,
viene a ser un adorno análogo a los que decoran los ojos de las Figuras del relieve en el
portal de Ak-kapana (Nota del autor: Stübel y Uhle se refieren a los "demonios" de la
Puerta del Sol).

"El tocado se compone de un manojo de cabellos que cubre la frente y de lazos que
caen por los lados de la cara. El manojo insinúa en el centro sobre la frente, en negro y
amarillo, un penacho de tres piezas, como aparece frecuentemente, por ejemplo, en la
corona de rayos de la Figura principal de la puerta. Hacia los lados éste se oculta bajo
los lazos pendientes, ricamente adornados. El dibujo de los dos lazos se compone de
tres campos rectangulares, ordenados verticalmente uno encima del otro, completados
con una cabeza de cóndor, de manera que el fondo negro de los lazos sirve
prácticamente sólo para formar las líneas de contorno para las cabezas rojas de los
cóndores. El ojo tiene la forma de un círculo negro, delineado de amarillo, pintado hasta
la mitad de negro. Las mitades del pico las divide una línea amarilla: y otra igual,
quebrada dos veces en forma de rodilla, rodea la frente muy saliente sobre el pico, un
cuadrado amarillo insinúa la oreja, una línea arqueada un adorno en el cuello. La parte
más céntrica está conformada por un cuadrado amarillo. Un signo parecido a una rueda,
pintado de negro, y con cuatro rayos, se encuentra encima del penacho cerca del borde
de la vasija.

"La vasija está rodeada un poco por debajo del borde por una elevación abombada,
plana, pero ancha, que el artesano ha conseguido presionando con los dedos las paredes
hacia fuera. Esta ornamentación, que cumpliría seguramente también una función
práctica, se encuentra imitada también en los vasos de las estatuas de piedra descritas en
la Lámina 31: Figuras 1 y 2" (Stübel/Uhle, 1892, Primera parte: texto de su Lámina 41).

Los vasos llamados "kero" (otra grafía: keru) con sus paredes señalando hacia fuera y la
pintura polícroma pertenecen a las dos formas primarias de la cerámica de Tiahuanaco.
La forma cónica básica del cuerpo de la vasija sólo varía poco. Pero en cambio la
superficie del soporte puede ser muy reducida en relación a la boca de la vasija. Como
adorno se han modelado abombamientos en punta o semirredondos en el centro de la
vasija. La forma kero no sólo sobrevivió a la cultura de Tiahuanaco, desaparecida
alrededor del año 1.000 d. C., y al imperio Inca, nacido mucho después, sino que llegó a
ser incluso en la época colonial española una vasija muy popular como vaso de madera
pintada. Hasta el presente todavía son habituales en algunas zonas andinas ceremonias
agrarias con un vaso parecido al kero (Boetzkes/Gockel/Hohl, 1986: 64).

55. Vaso de carámica de Tiahuanaco

También la vasija de la Ilustración 56 muestra la forma básica de kero pero está dotada
además de una cabeza de puma con chapa de adorno, una pieza de rabo y una asa. La
vasija se sitúa temporalmente en la llamada época decadente de la cultura de
Tiahuanaco, aproximadamente año 1000 d. C. (véase Eisleb/Strelow, 1980). El estilo
artístico geométrico de Tiahuanaco, pronunciadamente rígido y a veces en extremo
abstracto, se extendió también a Huari, un segundo centro importante del Horizonte
medio en el valle del río Vinaque cerca de la ciudad peruana de Ayacucho. Esta cultura
se desarrolló, bajo la influencia de las ideas religiosas de Tiahuanaco y de los
instrumentos propios de poder bélico militar, hacia un imperio expansivo, que abarcaba
las montañas del sur y centrales, además de todo el litoral peruano. El imperio pudo
apoyarse en una excelente red de caminos, comparable a la existente en la posterior
época Inca, así como en centros administrativos y religiosos como Pachacamac, al sur
de Lima.

56. Vaso estilizado de la isla Titicaca.

En el estilo típico Huari, que se puede reconocer fácilmente sobre todo en la cerámica
policroma, están fundidos varios estilos del arte regional de la costa sur, como por
ejemplo el de la época nazca tardía. También las excavaciones de Reiss v Stübel en el
cementerio de Ancón han proporcionado cerámicas que se pueden asignar, según Haas
(1986), al Horizonte medio y al mismo tiempo y la influencia estilística de Huari.

La vasija de arcilla arriba a la izquierda en la Lámina 14, puede servir como ejemplar
para ilustrar lo anterior: se trata de una vasija del siglo VIII d.C., quebrada, de forma
abombada, cónica en la parte inferior y de pintura polícroma. Disponía originalmente de
dos bocas y una asa plana que las unía. El rasgo más importante que permite señalar su
procedencia temporal y estilística son los adornos geométricos y figurativos, que
ocupan toda la vasija. De un lado presenta un rostro humano cuadrado, provisto de
extremidades, probablemente piernas; del otro muestra un ser gatuno. Dos serpientes
aparecen como elemento unificador frente a las dos "Figuras principales"
PERÍODO INTERMEDIO TARDÍO

Con el Período intermedio tardío (años 900-1476 d. C.) se creó un desarrollo cultural
como el vislumbrado hacia el final de la época chavín. Alrededor del año 850 d.C. se
hundió el imperio Huari, y se crearon las condiciones para la aparición de espacios
culturales de índole regional.

A unos 60 kilómetros al norte de la capital peruana se encuentra, por ejemplo, el centro


de la cultura Chancay, cuya extensa necrópolis, lamentablemente casi saqueada por
completo, rodea una parte del territorio orginario de poblamiento. Es obvio que también
la zona de Ancón estuvo expuesta a la influencia cultural inmediata de Chancay. Esto lo
testifican las numerosas vasijas y Figuras de arcilla excavadas en el cementerio de
Ancón. La Figura de la Lámina 12 es especialmente representativa: se trata de una de
las frecuentes esculturas de arcilla (cuchimilco) con su peculiar postura de los brazos/
muñones extendidos.

En el período más antiguo de la época Chancay los alfareros utilizaban los colores
negro, blanco, y amarillo rojizo; en el período más reciente, sólo el negro sobre fondos
claros. Pero llama la atención en general la despreocupación artesano-técnica de los
trabajos de cerámica. La decoración se aplicó con el pincel grueso sobre una superficie
áspera y no pulida. También las Figuras y esculturas de las vasijas, realizadas con la
ayuda de moldes, tienen un aspecto rudimentario, situación que contrasta radicalmente
con los extraordinarios trabajos textiles de la época chancay, de los cuales Reiss y
Stübel pudieron rescatar una cantidad considerable de piezas de las tumbas de Ancón.

El cementerio de Ancón testimonia de modo impresionante el variado culto a la muerte


de la América prehispánica. La construcción más conservada, sin duda, es la tumba de
pozo, una modalidad que se encuentra por ejemplo también en el valle del Cauca en
Colombia (Tierradentro) o en las culturas del occidente mexicano: Nayarit, Colima,
Guerrero o Jalisco. Allí se llegaron a excavar tumbas con pozos con una profundidad de
hasta 16 metros. El texto que describe las formas de las tumbas pertenece a los ejemplos
sobresalientes de descripciones de hallazgos tan minuciosamente detallados que
permiten ver la mirada experta que sobre el terreno poseían los geólogos Reiss y Stübel:

PERFILES DE LAS TUMBAS

" [...] Figura 1. Tumba de seis metros de profundidad a cuyo fondo conduce un pozo
que se estrecha en forma de embudo. La planta representa casi un círculo, con dos
pasillos laterales salientes de él, que se juntan en ángulo recto, en los que estaban
colocadas las momias en nichos de poca profundidad, bajo el techo protector de una
capa más resistente de guija. Uno de los pasillos laterales está representado aquí de
perfil longitudinal, y una momia, rodeada de vasijas de arcilla, losas de tumbas y cestos
de trabajo, se encuentra frente al visitante. La segunda de las momias visibles se
encuentra, en el perfil dibujado, en la pared lateral del otro pasillo, que transcurre en
dirección al observador, y en cuyo fondo se puede observar la parte superior de una
tercera momia. El dibujo está basado en las circunstancias de la tumba, de la cual
proviene la momia representada en las Láminas 11, 12 y 13.

"2. Dos tumbas colocadas muy juntas, de desigual profundidad, de las cuales una está
representada vaciada de la arena rellenante, mientras que la otra está todavía llena de
arena. En la pared trasera de la primera está sentada la momia representada en la
Lámina 16, rodeada de diversos objetos.

"3-3b. Visión en perspectiva, junto al perfil y plano de una tumba que contiene dieciséis
momias (núm. 11 del plano). Trece de las momias, provistas sólo en parte de cabezas
falsas, están sentadas en el fondo de la tumba, apoyadas en la pared, mientras que las
otras tres, entre ellas la de un niño, fueron sepultadas en posición horizontal en un nivel
superior de la tumba, ya rellenada hasta la mitad de arena. Vasijas de arcilla, losas de
tumba (Láminas 32 y 33) e insignias de honor en forma de estandarte (Lámina 31)
acompañan abundantemente a los muertos.

"4. Tumba muy profunda cuya parte inferior la ocupan dos momias con los
complementos respectivos, sobre las cuales se ha fijado un techo ligero de cañas y
esteras. En la arena colocada encima del techo protector se halló una momia provista
con sencillez, y en un nivel algo más elevado el cadáver bien envuelto de un niño. Un
objeto acompañante poco frecuente es el que se observa en la larga vara, colocada sobre
la arena, con una vasija de arcilla sobrepuesta (Lámina 31).

"5. Tumba tapiada cuidadosamente con piedras de rocalla. El suelo está cubierto de
arena desprendida e introducida por el viento, por lo que no se puede observar la
profundidad de la tumba. Al lado, el perfil de una tumba intacta perteneciente al parecer
a una persona pobre, cubierta con esteras.

"6. Tumba de las colinas centrales, que contienen dos conjuntos de momias presionadas
fuertemente entre sí, de los cuales el más grande está representado en la Lámina 26,
Figura 2.

"7. Manera de sepultura poco frecuente: el muerto extendido a lo largo, envuelto en


algunos trapos, está enterrado superficialmente.

"8. Tumba pequeña en cuyo fondo se encuentra una momia bajo un techo de protección,
parecido a la Figura 4" (Reiss/Stübel, 1880-1887: texto para la Lámina 10).

La costumbre funeraria de envolver a los muertos en trozos de tela de longitudes


considerables, no estaba difundida sólo en las costas secas, sino también en la montaña
andina. No obstante, en las regiones climáticas más húmedas, y por eso mismo menos
propicias para la conservación, se ha mantenido un número mucho menor de tumbas de
momias. Desgraciadamente los cuerpos de las momias del desierto costero se
destrozaron y se siguen destrozando en la búsqueda afanosa de sus objetos
acompañantes, a veces de gran valor, y se han perdido para la investigación científica.

Las momias excavadas en Ancón se habían conservado de modo natural, como explica
Haas (1986: 42) por disecación en la arena salitrosa. No así los muertos del cementerio
de Paracas: luego de extraerles los intestinos, fueron momificados artificialmente,
asando los cadáveres sobre fuegos disecantes y rellenándolos después con arena
caliente. Después de su preparación se ataban con cuerdas de algodón, para conseguir la
posición sedente, que era una "posición de vida". contraria a la "posición de sueño" de
los enterrados boca abajo o de espaldas. Siguió la envoltura de los muertos con
"algodón, pieles animales 0 esteras" (Reiss/Stübel, 1880-1887: texto de su Lámina 19),
y después con un trapo de algodón sencillo, pero largo. La cabeza puede estar cubierta
además "con un trapo grande, de rayas coloreadas" (Reiss/Stübel, 1880-1887: texto de
su Lámina 19).

Otro rasgo común de algunos conjuntos de momias son las cabezas artificiales: "Todas
las cabezas consisten de un cojín cuadrado, de tela áspera de algodón, cosido en forma
de saco, y lleno de hojas o crin vegetal. La parte delantera, la cara, está pintada de rojo:
las narices talladas en madera están atravesadas por el centro y sujetadas con pocos
puntos; los ojos consisten en cáscaras o conchas diseñadas en forma de rombo, 0 de
trozos de una corteza blanca de árbol, o en menor grado de metal (plata); las pupilas de
una gota negra de resina. La boca está dibujada con unas pocas puntadas de gruesas
hebras de algodón; el pelo estaba simulado por lo general por fibras de áloe teñidas de
negro, pero se llegaron incluso a utilizar pelucas de cabello humano real, de trenzas
largas [...]. Un adorno frecuente en las cabezas artificiales consistía en palillos de
madera afilados unidos por un trozo de caña transversal. En cada palillo se encontraba
originalmente un grano de maíz; sólo se conservan algunas de las conchas" (Reiss/
Stübel, 1880-1887: texto de la Lámina 21).

Algunas de las cabezas artificiales (Lámina 9) están adornadas con uno o varios
"retículos": Son palitos de caña sencillos o cruzados con envolturas de hilo de colores,
que tienen al parecer un significado mágico como "ojos de los dioses" Una función
semejante debían tener en las descripciones de las losas de tumbas de Reiss y Stübel,
aquellos trozos de tela rectangulares y decorados de colores, cosidos a un palo de
madera, que se colocaban en el suelo de la tumba o se apoyaban en el conjunto de
momias.

La continuación de la vida en el más allá la aseguraban diversos objetos acompañantes


como vasijas para beber y cocinar, alimentos habituales de la zona costera, instrumentos
de artesanía y de caza, como cajas de costura con alfileres de cactus y verticilos, así
como ovillos de lana, anzuelos de cobre, agujas y mazas también de piedra, además de
lanzas y hondas.

La colección del cementerio de Ancón contiene una vasija de asa (Lámina 13: izquierda
abajo), ennegrecida por cocción reducida y pulida posteriormente, que pertenece al
estilo de cerámica chimú, repartido por toda la zona de la costa norte y en parte de la
costa central peruana. El centro de la cultura Chimú, sucesora de la cultura Moche, fue
Chanchán cerca de la ciudad portuaria de Trujillo, en el norte de Perú. La extensión
total de la capital chimú fue, según las últimas estimaciones, de aproximadamente 20
kilómetros cuadrados, y pertenece con sus instalaciones de palacios, templos y
viviendas de adobe y tapias de barro, así como con sus jardines de riego, a los
patrimonios más destacados de las culturas prehispánicas. Chanchán es al mismo
tiempo el testimonio arqueológico más importante de una cultura de desierto altamente
desarrollada, cuya base económica era un cultivo de riego complejo pero estrictamente
organizado. Los productos agrícolas, que probablemente eran de posesión estatal, se
conservahan en almacenes de la capital, construidos expresamente para ello, y se
repartían según las necesidades de la población. Más de 20.000 espacios documentados
arqueológicamente dentro de la ciudad de Chanchán no se consideran ahora, como
antes, parte de los edificios de viviendas, sino más bien talleres de artesanos. Su tarea
principal era cubrir la gran demanda de bienes de lujo por parte de la aristocracia
urbana, en especial de los mandatarios chimú. Así se calculó, según las últimas
hipótesis, un número aproximado de entre 25.000 y 30.000 habitantes, sólo una décima
parte de la cifra estimada anteriormente.

La cantidad de objetos acompañantes encontrados en buen estado en las tumbas de la


época chimú es extraordinariamente alta. Se trata sobre todo de vasijas de arcilla con la
denominada "boca de estribo" Están fabricadas, sin excepción, con la ayuda de moldes
pudiendo convertirse de esta manera en mercancía de masas. Ésto explica, en parte, su
difusión sorprendentemente amplia, ya que se encuentra también por fuera de los
propios territorios de los chimú.

Por su forma y ornamentación características se reconoce, sobre todo, la cerámica de la


temprana época chimú de Lambayeque, al norte de Chanchán. Son habituales las vasijas
dobles de asa común, que, llenas de agua, producen sonidos de silbidos, por lo que son
llamadas en español "silbato" También abunda la "vasija estribo", forma tradicional de
la costa norte con sus cabezas o Figuras enteras, trabajadas no muy artísticamente, casi
estereotipadas. El etnólogo Hans Dietrich Disselhoff estima acertadamente:"Las
escenas de género son frecuentemente las mejores, pero también ellas están trabajadas
según un modelo cualquiera. Las cabezas esculpidas no son comparables al arte del
retrato de los mochica. Los artistas han pasado a ser artesanos" (1979: 321).

La metalurgia se había desarrollado como la rama artesanal sobresaliente de la época


chimú, como lo atestiguan las valiosas joyas de oro, plata y cobre que se han
encontrado de las tumbas. Las habilidades de los orfebres chimú obligaron a
contrataciones forzosas de los artesanos metalúrgicos en Cuzco, tras la conquista del
imperio chimú por las tropas incas.

Sorprendentemente, Reiss y Stübel encontraron en la necrópolis de Ancón "metal


trabajado [... ] sólo en número relativamente pequeño" (Reiss/Stübel, 1880-1887: texto
de su Lámina 81). La mayoría de los objetos decorativos y de uso, de plata, cobre y
ocasionalmente de plomo, como las pinzas que se usaban para depilar la barba -,
pequeñas bandejas de plata o cobre, brazaletes, perlas de plata, anillos y collares,
Láminas decorativas, además de anzuelos y alfileres para coser, sólo se puede atribuir
en parte a la cultura chimú, debido a los escasos rasgos decorativos.

Tampoco la colección descrita en la obra Cultura e industria de pueblos suramericanos


parece contener objetos de la época chimú. Tanto más importante es la colección de
adornos y objetos votivos de oro y "tumbaga" (aleación de oro y cobre) de los pueblos
Chibcha, asentados antiguamente en Colombia, Panamá y Costa Rica. Las piezas
ejemplifican el alto nivel de los trabajos metalúrgicos, sobre todo del oro, en el norte de
los Andes. La mayoría de los objetos de oro y tumbaga representados en la Lámina 8
servían probablemente como ídolos u objetos de sacrificio; las Figuras dotadas de
ojetes, como piezas ornamentales del atuendo de las capas más elevadas de la sociedad.
Las Figuras planas antropomorfas, los llamados "tunjos" según la ciudad colombiana de
Tunja) se fabricaron según la técnica de la "cera perdida" y se adornaron además con
"filigrana falsa" Uno de los objetos de oro de mayor interés es la copia (realizada de la
pieza original) de la colección Koppel, encontrado en 1856 en Colombia, y que se
extravió en el traslado a Berlín. Está representada en el centro de la Lámina 8: la
imagen muestra una balsa trabajada en alambre de oro, en la que se agrupan ocho
acompañantes alrededor de la Figura central mucho más grande y destacada por ello (el
zipa), todas trabajadas en la técnica de fundición plana. La escena presenta
indudablemente las características de la cultura Muisca (siglos XIII-XVI d. C.), una de
las culturas desarrolladas en la Sabana de la actual capital colombiana, Bogotá (los
muiscas pertenecían a los grupos más importantes de los pueblos chibcha). Estos
objetos de metal, como también los demás de la colección Koppel, permiten apreciar
que al margen de la técnica de la fundición hueca los pueblos chibcha conocían todas
las demás técnicas de fabricación como la soldadura, el repujado, el remachado y el
cincelado.

Una técnica bastante impresionante engañó a los españoles que saqueaban los tesoros
indígenas respecto al contenido real de oro de algunos objetos, que se fundieron en su
mayoría. En la técnica conocida como "Mise en Couleur" se aplicaban savias vegetales
a la superficie de las obras de tumbaga que causaban una reacción química concreta.
Después de pulir se podía crear un brillo limpio de oro.

HORIZONTE TARDÍO

"A principios del siglo XVI, eran dos los estados civilizados en Suramérica que habían
alcanzado su plenitud. Ambos tenían su origen y ubicación en las montañas de la
cordillera que se extiende a lo largo de todo el continente; ambos se habían desarrollado
en el clima templado casi frío de las regiones montañosas más altas: el imperio de los
chibchas en el norte, el imperio de los incas en el sur. Las dos civilizaciones ya se
distinguían por su extensión territorial, pues mientras que en el norte, en la Colombia de
ahora, la civilización quedó reducida a un territorio relativamente pequeño, los
altiplanos y altos valles de Bogotá y Tunja, el imperio inca se extendió enormemente;
incluía el Perú de ahora, Ecuador, Bolivia y una parte considerable del norte de Chile;
desplegó su poder por un extremo hasta el litoral yermo en el océano Pacífico y por el
otro hasta la región de la selva cálida en la pendiente oriental de los Andes.

"Nuestro conocimiento de la cultura de los chibchas es bastante escaso: no se han


conservado monumentos de rango de la época precolombina, y raramente se encuentran
crónicas de los inicios de la conquista. No así en el caso de Perú. El Estado inmenso,
eficazmente organizado, sus monumentos poderosos y la industria altamente
desarrollada despertaron la admiración de los conquistadores y sus sucesores; ellos nos
han transmitido en crónicas y descripciones detalladas tanto la historia de los incas,
como también sus propias observaciones sobre la condición del país. En ello se ha
ofrecido y tomado alguna que otra leyenda como verdad histórica, alguna exageración
fantástica como descripción auténtica. Pero aunque la glorificación permanente, casi
adoradora del imperio inca gracias a las crónicas sacadas de los archivos españoles -
tenga que ceder a una consideración más realista, es cierto que aún así se nos presentan
mejor las circunstancias de manera humana, por lo que podemos comprenderlas mejor"
(Reiss/Stübel, 1880-1887: introducción).

Este pasaje de la introducción a la obra El cementerio de Ancón, caracteriza de modo


insuperable la consideración del imperio inca, aún vigente, aunque relativizada por los
expertos, del último gran Estado de la América indígena. Todavía existe una admiración
exagerada, de tendencia romántica, hacia los extraordinarios logros políticos, militares,
logísticos y arquitectónicos de esta civilización de significación universal. Esto tiene su
razón de ser en el hecho de que no sólo una cantidad infinita de testimonios
arqueológicos definen el particular estilo incaico o la influencia de su estilo, sino que
también por primera vez las fuentes escritas, pictóricas o narrativas de la primera época
de la conquista, son capaces de mejorar nuestros conocimientos del imperio inca.

La época incaica, con sus logros culturales, materiales, políticos, socioeconómicos y


otros, llena bibliotecas científicas enteras, por lo que los siguientes datos quedarán
reducidos a unas pocas líneas. El imperio de las "cuatro regiones del mundo"
(Tahuantinsuyu) sólo existió durante cien años, antes de caer en manos de los europeos.
En la zona de Cuzco se desarrolló el centro de poder de los incas. Partiendo de allí se
conquistaron muchos territorios, por lo que el imperio se extendió en su apogeo hasta la
frontera colombiana de ahora, e incluía además amplias zonas del centro de Chile,
Bolivia y el noroccidente de Argentina. No sólo avances de conquista, sino también una
política hábil y por cierto pacífica frente a los pueblos vencidos, caracterizan la historia
de la época incaica. El fundamento del Estado era una estructura social rígida,
jerárquica, con el inca dominando de manera absoluta en la cúspide y un sistema de
administración y control integrado por funcionarios y militares. Una red de caminos
muy ramificada y protegida por fuertes en los lugares de importancia estratégica, creó
las bases para una administración eficaz de los súbditos y al mismo tiempo la
posibilidad de realizar expediciones militares exitosas.

Debido a la ampliación considerable de la superficie para el cultivo agrario mediante


terrazas, todavía conservadas, canales de riego y sistemas de almacenamiento para
varios años, el imperio inca consiguió su base económica necesaria. Los "quipus" (en
quechua, khipu = nudo), lazos de nudos, de lana o de algodón, servían básicamente para
fines estadísticos, en especial para el registro numérico de las provisiones de alimentos.
El quechua fue el idioma obligatorio y el culto al sol fue elevado a una especie de
religión de Estado, al que se tenían que someterse los pueblos vencidos.

Podrá parecer todavía extraño que un imperio del tamaño del incaico, tan perfectamente
organizado y superior militarmente, haya podido ser conquistado por unos pocos
españoles. Pero esto sólo pudo suceder, como lo señalan todos los expertos en
concordancia, porque las "tribus indias se habían puesto en seguida de su lado [el de los
españoles, el autor]" (Oberem, 1982: 488). Es cierto que el dominio colonial de los
españoles, comenzado a partir del siglo XVI, sustituyó las estructuras de dominio de los
incas, destruyó el complejo tejido social y administrativo, y expropió a los pueblos
indios de una gran parte de sus valiosas extensiones agrarias. Los monumentos
religiosos y profanos también fueron víctima del ímpetu destructivo de los europeos. A
pesar de ello, una parte considerable de la cultura material y espiritual del tiempo
precolonial ha sobrevivido, sobre todo en los estados con un alto porcentaje de
población india como Perú, Bolivia y Ecuador. Sigue existiendo el quechua como
idioma del imperio inca, y también el aymará, que se habla sobre todo en la zona del
lago Titicaca. La forma imperante de producción agraria se asimila a la de los
campesinos de montaña de la época incaica e incluso algunos instrumentos de cultivo
agrario tradicionalmente prehispánicos, como por ejemplo la "tacha" (pala cuadrada
para cavar), se siguen utilizando. La arquitectura de adobe, piedra y paja de las
viviendas de patio de la población campesina se ha podido mantener hasta el presente.
También los elementos de la indumentaria tejida, abundante de símbolos, están basados
en modelos prehispánicos. Y lo mismo se puede afirmar en lo referente a las fiestas
religiosas y los cultos agrarios, que no han perdido su importancia original pese a la
cristianización impulsada por los nuevos gobernantes.

NOTA

(*) Doctor Dieter Allkämper


Miembro correspondiente del Centro Latinoamericano de Münster, docente en el Colegio Westfalia de
Dortmund.

1
La división cronológica se refiere a estilos artísticos particulares, sobre todo de la cerámica. Para los territorios de antiguas
civilizaciones desarrolladas, limitando al sur y al norte, en la zona actual del norte de :hile, noroccidente de
Argentina, Ecuador y Colombia, se han creado esquemas propios de las sucesiones de culturas.

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