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TEMA:
HUANCAYO – PERU
2017
INTRODUCCION
Después de haber tenido eventos naturales como inundaciones, huaycos (año 2017); hoy el
Estado quiere dar un nuevo enfoque de la importancia de contar con una planificación de
Ordenamiento Territorial, ya que permitirá que los gobiernos regionales y locales busquen
el desarrollo sostenible y que la restauración de un pueblo no perjudique económicamente
a todo el estado peruano.
Por tal razón es importante que el Estado trabaje con de manera consensuada con los Ministerios y
los gobiernos Regionales y locales para encontrar un punto de vinculación hacia el desarrollo
Sostenible, porque hasta ahora solo se trabaja de manera individual y el que tenga apego político
es el que tiene mayor apertura económica a sus proyecto, por lo cual debe cambiar para que todos
los sectores tengan la misma prioridad.
CAPITULO I
PLANEACION AMBIENTAL
1.1. Planeación Ambiental
Participación Sostenibilidad
social y equidad económica
Sostenibilidad
ecológica
La planeación ha sido entendida de distintas formas, entre ellas como una actividad humana
fundamental, como una herramienta que nos ayuda a considerar posibles resultados antes
de que nos comprometamos con un curso de acción especıfico (Catanese & Zinder, 1988) y
como un proceso que precede y preside la acción (Matus, 1992).
La planeación ambiental como conjunto de maniobras, esta busca articular acciones para
lograr el desarrollo en armonía con la conservación de la naturaleza, haciendo uso de cuatro
tipos de estrategias denominadas por Ahern (1995) como: de protección (p.e. la
declaratoria de las Áreas Naturales Protegidas), defensiva (p.e. el programa de verificación
vehicular), ofensiva (p.e. el desarrollo de Unidades de Manejo Ambiental) y oportunista
(cualquiera de las anteriores dependiendo de las oportunidades de aplicación).
1.1.2. Ámbito de acción
En los años 60’s y 70’s alredor del mundo habían protestas de orden ambientalista, es por esto
que emergió la planeación ambiental “como una área funcional dentro del campo m á s amplio
de la planeación, y como una actividad desarrollada por individuos y organizaciones relacionados
con problemas surgidos de la interface sociedad-naturaleza, con el fin de crear cursos de acción
para resolverlos” (Briassoulis, 1989).
En el Perú cuenta con el Instrumento de Plan Nacional de Acción Ambienta (211-2021), el cual
se formula a partir de un diagnóstico situacional ambiental y de la gestión de los recursos
naturales, así como de las potencialidades del país para el aprovechamiento y uso sostenible de
dichos recursos; del mismo modo, se basa en el marco legal e institucional del Sistema Nacional
de Gestión Ambiental.
Las metas que se han definido como prioritarias responden a la magnitud de los problemas
ambientales y de gestión de los recursos naturales identificados en el país; reflejan los cambios
esperados al 2021 en materia de: agua, residuos sólidos, aire, bosques y cambio climático,
diversidad biológica, minería y energía, y gobernanza ambiental; que por su repercusión en la
calidad de vida y el desarrollo del país, resultan de vital importancia. Cada una de estas metas se
podrá alcanzar mediante acciones estratégicas y actividades que ejecutarán las entidades
responsables y la sociedad en su conjunto en los tres niveles de gobierno, las cuales serán
evaluadas mediante indicadores de gestión e indicadores ambientales, bajo la supervisión del
MINAM.
La Política Nacional del Ambiente es de cumplimiento obligatorio para las entidades que
conforman el Sistema Nacional de Gestión Ambiental (SNGA), estando las autoridades del
Gobierno en sus tres niveles, nacional, regional y local, obligadas a establecer metas concretas e
indicadores de desempeño en sus propios planes ambientales, los mismos que deben ser
concordantes con sus programas multianuales, sus estrategias de inversión y gasto social
asociados, así como con las metas prioritarias y acciones estratégicas contenidas en el Plan
Nacional de Acción Ambiental - PLANAA Perú: 2011-2021.
CAPITULO II
PLANIFICACION TERRITORIAL
2.1. Usos del suelo y Sostenibilidad Territorial: Entre el cambio global y la gobernanza
local
El conjunto de los impactos de los procesos humanos sobre el planeta, con una velocidad,
magnitud que no tienen precedentes, finalmente, dan lugar a la modificación de los sistemas
biofísicos que afectan a la sostenibilidad local, regional y mundial. Se configuran, así, las
dimensiones humanas del Cambio Global, dando paso a la nueva era del Antropoceno. El
denominado cambio global es un fenómeno complejo que presenta una dimensión ambiental
y otra social claramente interrelacionadas. En tanto que la dimensión ambiental se relaciona
con alteraciones acumulativas en los sistemas naturales que afectan al conjunto del Sistema
Tierra, la dimensión social se vincula al reciente proceso expansivo del sistema
socioeconómico y los avances técnicos, impulsado por el crecimiento poblacional y la
urbanización en un contexto de globalización económica y tecnológica (Jiménez Herrero,
2008)
Los cambios de usos del suelo forman parte de los llamados cambios acumulativos que
adquieren alcance global por la adición e interacción de fenómenos semejantes en diferentes
partes del mundo. Como señala Vitousek, “El cambio de usos del suelo no es la única fuerza
motriz del cambio en la biodiversidad, pero si es el más importante e interacciona con la
mayoría de los demás elementos del cambio global” (Vitousek, et al, 1997).
Las causas y consecuencias humanas de los cambios de usos y cubierta del suelo se
concretan en una serie de actividades que afectan a las características ecológicas de los
territories Turner (1995). La transformación de usos de suelo por la acción humana estaría
generando una pérdida de riqueza ecológica, medida en términos de servicios del capital
natural, que repercute y amplifica típico de este tipo de planteamientos se presenta en la
tabla 1.
La necesidad de centrar la atención tanto en las magnitudes físicas ligadas a los flujos de
materia, energía e información que afectan la funcionalidad de ecosistemas, como en las
opciones de estilos de vida sostenibles, el progreso económico y el bienestar social. Y es por
ello, que resulta de especial importancia que los análisis y las comparaciones se basen
principalmente en medidas centradas en la magnitud de los cambios a lo largo del tiempo y
en la determinación de tendencias y direcciones, en lugar de concentrarse en medidas
adsolutas de un conjunto de variables, por significativas que estas sean.
Por otra parte, siendo conscientes de que tampoco existen “verdades absolutas” en materia
de sostenibilidad. Seguramente, solo se puede hablar de sostenibilidades relativas, ya que
cada entorno tiene sus propias condiciones de partida y características estructurales.
Incluso, es sabido que existen distintas visiones, que van desde posiciones de “sostenibilidad
débil”, que no asume dicha sustituibilidad por otro tipo de capital, lo cual implica distintos
enfoques metodológicos y planteamientos operativos diferenciados en el uso de sistemas
de medición y en el diseño de los propios indicadores (Jiménez Herrero, 1996-2001;2002)
En este sentido la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA, 2010), señala cinco elementos:
Desarrollo armonioso y sostenible. Poner el desarrollo sostenible en el centro de diseño
de políticas.
Características inherentes de los territorios. Haciendo el mejor uso de los activ0os
territoriales, protegerlos para las generaciones futuras, y mantener y mejorar el capital
natural.
Concentración. Abordar las diferencias en la densidad y otras características naturales
para garantizar un desarrollo territorial sostenible y la cohesión social, con ello
reconocimiento de los servicios ambientales de ecosistemas.
Conectividad de los territorios. Fortalecimiento de cone3xiones naturales e
interacciones positivas entre territorios.
Cooperación. Abordar los problemas ambientales transfronterizos y requieren
esquemas de gobernanza para garantizar la cohesión territorial.
Sin duda, los datos espaciales son una fuente de información muy útil para la formulación
de políticas en el ámbito local y regional. Pero, para que los datos sean relevantes, la
información tiene que ser comparable con base en las normas acordadas dentro de un
marco coherente.
Los recientes avances tecnológicos, especialmente en cartografía digital, teledetección e
imágenes, teléfonos móviles y aplicaciones, están proporcionando elementos de cambio
para que los mejores datos espaciales aporten herramientas operativas a las políticas de
sostenibilidad y cohesión territorial.
Los análisis de los procesos de sostenibilidad territorial, a la grupos convencionales de
indicadores ambientales, socioeconómicos e institucionales, se van incorporando nuevas
generaciones de indicadores georreferenciados que se desarrollan por medio de las TIC, las
Tecnologías de información Geográfica (TIF), la teledetección y las infraestructuras de Datos
Espaciales (IDE), que tienen una especial relevancia para gestionar sosteniblemente el
capital territorial y los recursos naturales. También es evidente que necesitamos contar con
“territorio inteligentes” (Vergara, 2009).
Por lo que tenemos que buscar el dialogo estratégico entre el campo y la ciudad, poniendo
en evidencia la enorme deuda ambiental de los “urbanistas” frente a los “ruralistas”. De
aquí que sea preciso establecer mecanismos de comp3nsacion para mejorar la cohesión
territorial como el “pago por servicios ambientales”, para compensar a los conservadores
del patrimonio natural y propietarios del capital cultural, o las recientes iniciativas
orientadas a la “custodia del territorio”, todo ello es importante para un planeamiento
estratégico de la sostenibilidad territorial, manteniendo la reserva de capital cultural como
base para la gestión sostenible del conocimiento local.
A partir del análisis de escenarios y, con participación de los diversos actores sociales, se
seleccionará el escenario posible a partir del contraste entre el escenario deseable y un
escenario probable (análisis de tendencias positivas y negativas), para alcanzar la visión de
desarrollo deseado en el horizonte planificado. Se constituye en la expresión espacial del
Modelo Territorial Futuro Posible o deseado.
Instrumentación
De acuerdo con MASSIRIS (1993), básicamente son cinco las cualidades que deben caracterizar
a las políticas latinoamericanas de Ordenamiento Territorial:
Carácter integral
Se concreta en la búsqueda de una coyuntura entre las actuaciones sectoriales (económicas,
sociales y ambientales) y las actuaciones territoriales.
En América Latina, esta coyuntura se ha dado de dos maneras a las que se puede denominar
integración operativa e integración orgánica.
Integración operativa
Integración orgánica
Visto así, la integración orgánica va más allá de las relaciones de complementariedad entre los
planes sectoriales y territoriales, para plantear la integración funcional de éstos, bajo criterios
estratégicos y formas distintas en función de la escala.
De este modo, en las escalas locales el eje será la política de usos del suelo en tanto que en las
escalas regional y nacional, el eje serán las políticas sectoriales, pero concebidas desde su origen
en su expresión ambiental y espacial.
El Ordenamiento Territorial es un proceso planificado y como tal se expresa mediante planes, los
cuales constituyen su principal instrumento.
El carácter planificado hace del ordenamiento territorial un proceso sujeto a los procedimientos
de la planeación que involucran a muchas instituciones y actores sociales.
Esto, más el carácter integral antes expuesto, hace necesario contar con una organización
institucional que haga viable su ejecución y garantice la fluidez interinstitucional de información,
la complementación de acciones y la coordinación estrecha en la elaboración de estudios
diagnósticos y prospectivos y en la formulación y ejecución de planes y proyectos.
Dicha organización incluye distintas acciones de organismos públicos del territorio a ordenar y
de organismos de jerarquía superior e inferior, lo cual plantea una necesaria coordinación
vertical y horizontal.
Reconocimiento de la diversidad del territorio en la formulación del plan
Todos los espacios geográficos o entidades territoriales de una Nación presentan diferencias en
sus cualidades naturales y culturales; diferentes potencialidades, limitaciones y problemas.
Del mismo modo, se presentan espacios sociales y culturales diversos: territorios indígenas,
espacios de empresas mineras, pesqueras, espacios de minifundios, zonas de colonos, etc.
También se presenta diversidad desde el punto de vista de las condiciones naturales del
territorio: unos con alta diversidad biológica y riquezas naturales, otros con serios procesos de
degradación y fuertes limitaciones de recursos naturales y entre ellos una gama de unidades
territoriales diversas.
Las políticas y planes del Ordenamiento Territorial, a diferencia de lo que ha ocurrido con las
políticas sectoriales, no pueden ignorar esta diversidad.
En esto radica una de las diferencias esenciales entre la visión sectorial y la territorial del
desarrollo.
El Ordenamiento Territorial al dar un marco territorial a los planes sectoriales indicará a éstos las
estrategias y proyectos más apropiados para cada unidad territorial particular.
Ello plantea la necesidad de que realice o adopte una zonificación del territorio que le permita a
las políticas de vivienda, de servicios públicos domiciliarios, de servicios sociales, de
infraestructura de transporte, así como las políticas de manejo ambiental, saber que usos dar al
territorio, donde localizar los equipamientos, cuáles son los problemas más críticos y prioritarios,
así como la naturaleza y dimensiones de la infraestructura.
No podrá, en este sentido, plantearse una política de vivienda popular o de interés social, por
ejemplo, con viviendas de iguales características físicas, ignorando si se trata de un espacio
urbano o rural, indígenas o de colonos, minero o de campesinos minifundistas, cada uno con una
historia, una experiencia, unas expectativas y un concepto de bienestar generalmente distintos
a los que los planificadores de las ciudades piensan.
Esto implica un esfuerzo por elaborar los escenarios futuros deseados y prepararlos desde este
presente.
Para desarrollar esta cualidad los procesos de Ordenamiento Territorial deben utilizar a cortes
conceptuales y metodológicos de la perspectiva territorial estratégica. Principalmente las
visiones alternativas de un futuro deseado, escenarios alternativos de futuros posibles y
métodos que permitan convertir las expectativas en imágenes objetivo que servirán de guía para
las actuaciones.
La elaboración de dicha imagen objetiva debe resultar de una reflexión prospectiva que involucre
a todas las regiones.
Una reflexión prospectiva también implica ubicar al territorio en estudio dentro de los procesos
globales que lo afecta (aprovechando fortalezas y oportunidades o superando las debilidades y
desventajas y formular objetivos y proyectos estratégicos mediante los cuales se dirijan hacia la
situación deseada).
Carácter democrático
Esta cualidad existe en las políticas de Ordenamiento Territorial en la mayor parte de los países.
Cabe decir que en la mayoría de los países latinoamericanos la participación social es de carácter
consultivo, por lo que no incide de manera significativa en las decisiones finales; por lo que es
necesario que en las política de Ordenamiento Territorial se conviertan a la participación social
en la formulación de los planes en un proceso de negociación democrática del poder sobre el
espacio.
Así, al regular el uso y ocupación del espacio de manera concertada implica el conjunto de
intereses económicos, políticos, sociales y ambientales defendidos por distintas fuerzas sociales.
CAPITULO III
RESPONSABILIDAD AMBIENTAL DE LA SOCIEDAD
El tema de la responsabilidad civil y más aún, la responsabilidad del Estado en materia ambiental se
encuentra en plena evolución y la razón es muy clara: con viejos esquemas no podemos solucionar
nuevos y trascendentales problemas vitales para la supervivencia del planeta y sus especies.
Tradicionalmente se ha examinado el tema desde un punto de vista ético y no jurídico, señalándose
con frecuencia que todos somos responsables:
"La preservación y conservación del ambiente, es una responsabilidad que compromete la acción
conjunta del Estado y de los particulares. El desarrollo de una labor productiva, así como la libre
iniciativa privada, dentro de un marco de legalidad, no pueden considerarse en términos absolutos,
pues visto está que la preservación del ambiente sano, además de ser un deber inalterable e
incondicional, es perenne, pues recae sobre algo necesario: la dignidad de la vida humana". (Corte
Constitucional, Sentencia SU 67/93)
Esta tendencia que podríamos denominar de "responsabilidad conjunta", no puede eludir la otra
visión del problema: la definición exacta de responsabilidades jurídicas para efectos de prevención
y reparación de los daños ambientales.
a. Principio de precaución.
Ante los avances de la ciencia y la tecnología, el hombre contemporáneo y los sistemas jurídicos
que han evolucionado, se resisten a soportar las catástrofes y calamidades sin reparación. Se
convierte en una necesidad, no sólo jurídica sino social, la búsqueda, no solamente de los
culpables de los daños, sino de quienes con su comportamiento han puesto en riesgo a las
comunidades, a sus integrantes o a la naturaleza.
"Por otro lado, ha habido un cambio profundo en la mentalidad del hombre. Hoy en día hay una
tendencia de los espíritus a exigir la seguridad. Por ello, ante cualquier daño se busca un
responsable a quien cargarle la obligación de repararlo. Allí donde antaño se soportaba el daño
causado inclinándose ante el azar nefasto, se intenta hoy encontrar al autor del daño".
En cuanto a la determinación de los responsables, nuestra nueva ley de acciones populares tiene
avances interesantes. El artículo 14 señala que "en caso de existir la vulneración o amenaza y se
desconozcan los responsables, corresponderá al Juez determinarlos". Se permite de esta forma
una labor judicial más amplia y protectora del ambiente y se eliminan los límites para el actor en
el sentido de que no tiene que estar necesariamente identificado el responsable, sino el daño al
medio ambiente o a los derechos colectivos.
Es evidente que la potencialidad del daño ambiental es cada vez mayor. Esto exige tomar
medidas claras y eficaces para señalar las responsabilidades que atañen, no sólo a quienes
desarrollan o ejecutan los proyectos, sino, a las autoridades ambientales o estatales que otorgan
las licencias para su realización.
c. Principios de la reparación plena del daño y de la protección de las víctimas
El paradigma de la responsabilidad civil y ambiental contemporánea es la reparación plena del
daño. Para que este supuesto se cumpla, surgen nuevas exigencias, antes impensables desde el
derecho tradicional. Uno de estos avances, es la consideración de la obligación de reparación por
actos lícitos. Se estima que no solamente existen daños injustamente causados, sino,
injustamente sufridos.
"Ni siquiera la ilicitud es aquí un temperamento, ya que al menos en relación con los particulares
perjudicados, como sienta la jurisprudencia intercontinental, no puede ser invocado para la
exoneración de responsabilidades el cumplimiento con las condiciones establecidas. Incluso para
la autoridad creadora de la situación puede ser indiferente la alegación del respeto del
clausulado inicial, si no se aplica la mejor tecnología posteriormente posible". (De Miguel Perales
Carlos, 2003)
Es muy interesante este avance, porque, en materia ambiental, nos permite entender por
ejemplo, dentro de un nuevo contexto los denominados impactos sociales, económicos y
culturales de los proyectos. Aspectos que se desdeñan, en muchas ocasiones, por quienes
elaboran los Estudios de Impacto Ambiental, y que exigen una mirada muy profunda sobre las
implicaciones que para una comunidad o para una región tiene la realización de un proyecto.
Examinemos un solo ejemplo: la construcción de la Hidroeléctrica de Urra en el departamento
de Córdoba. Frente a unos intereses políticos y económicos de construir dicha represa,
aduciendo que se constituiría en la salvación energética para la Costa Atlántica, se señalaron
reiteradamente por las comunidades y las organizaciones sociales, étnicas y ambientales de la
región y del país, los enormes perjuicios que traería. Las autoridades han permanecido sordas
ante los graves impactos en las culturas indígenas (Emberá y Zenú), en las comunidades de
pescadores del río Sinú, en los ecosistemas marinos especialmente los manglares, en las especies
en vía de extinción que se perderían por la inundación de gran parte del Parque del Paramillo,
en las especies del río, pues el tradicional bocachico no puede atravesar los diques que establece
el proyecto y muere en el intento de llegar a las zonas de desove.
Hoy la región atraviesa una enorme crisis: las víctimas no sólo son los indígenas, sino los
pescadores, los campesinos y en general la naturaleza que espera (con gran desesperanza) una
reparación, una solución que tal vez pueda ofrecer el derecho.
La visión de la responsabilidad debe pasar del autor del daño (visión tradicional) a la víctima del
perjuicio (nueva visión). Con esta transformación se humaniza el derecho y más aún se amplía a
esferas antes impensables como la de considerar a la naturaleza una víctima que igualmente
requiere reparación.
"Así, el derecho reacciona ante todo daño injustamente sufrido, mira a la víctima y desde su
ángulo juzga la justicia o injusticia del perjuicio. No busca un responsable a quien hacer un juicio
de reproche, busca un daño para indemnizar". (Vásquez Roberto, 1993)
Las nuevas formas de participación social, marcan el abandono de una ideología liberal clásica
cuya piedra angular era el interés directo e individual. Se abandona también la dicotomía
«interés público - interés privado» y surgen los llamados intereses colectivos o difusos,
pertenecientes a una pluralidad indeterminada de sujetos que en potencia pueden ser todos los
que integran una comunidad.
Las personas y las organizaciones a través de la participación, reconocen los problemas que
existen en la vida cotidiana y aprenden a comprenderlos más profundamente para buscar
soluciones. Consideramos que la participación no es sólo un ejercicio de nuestros derechos
políticos sino una experiencia pedagógica de enorme valor para las nuevas sociedades.
Frente al deterioro ambiental y los desastres que ocurren día a día, el ciudadano tiene la
exigencia ética y el deber de contribuir en la búsqueda de soluciones. Existirán múltiples
respuestas y propuestas individuales que puestas en común, sobre espacios de diálogo y
construcción como deben ser las audiencias públicas ambientales y las consultas, permitirán la
construcción colectiva de alternativas.
La participación permite asegurar el cumplimiento de las leyes y las regulaciones ambientales,
no sólo con intervención mediante mecanismos informativos o evaluativos, sino, con la
interposición de acciones en defensa del derecho al ambiente sano, que permiten determinar
responsabilidades concretas en su protección.
El requisito necesario para que operen los mecanismos de participación, entre los cuales
debemos considerarlos instrumentos judiciales, es fortalecer las oportunidades de capacitación
a las comunidades. La utilidad de estas nuevas herramientas que nos otorgan la Constitución y
las leyes sólo se entenderá cuando sean conocidas por el público.
Los procesos de educación ambiental deben enmarcarse en los nuevos procesos de formación
ciudadana democrática que se reclaman con urgencia en nuestros países. Los contenidos,
normas y procedimientos del derecho ambiental deben formar parte de los currículos de
nuestro sistema educativo y ser igualmente objeto de difusión a través de la educación no
formal.
Otra prioridad para el derecho ambiental es el diseño y desarrollo de instrumentos que
permitan el fortalecimiento de las organizaciones ambientales, comunitarias, étnicas y sociales,
para realizar tareas de protección del medio ambiente y ejercicio de los derechos colectivos.
Esta tarea exige, además de una labor directa de reconocimiento de su carácter de sujetos
actuantes en la realidad ambiental, formación concreta en los instrumentos jurídicos,
ambientales y sociales para defender tales derechos.
CAPITULO IV
POLITICA Y DERECHO AMBIENTAL
El problema ambiental se proyecta a la esfera jurídica del ciudadano, bien de manera colectiva o
bien de manera individual, afectando así el derecho a disfrutar de los parámetros de la biosfera en
condiciones adecuadas para el desarrollo de la persona. De allí que, ante el deterioro del medio
ambiente, se justifica la valoración jurídica de los parámetros de la biosfera. (Vid. Loperena Rota)
Esta valoración repercutirá en la respuesta jurídica al problema ambiental que, como en otros
campos del conocimiento, se basó en la información suministrada, especialmente, por la historia, la
biología, la botánica y la ecología. En todo caso, el interés de la cultura jurídica por los problemas
ambientales fue creando, progresivamente, las condiciones para el advenimiento del Derecho
Ambiental dentro de los respectivos ordenamientos jurídicos, siendo el derecho a disfrutar de los
parámetros de la biosfera en condiciones adecuada su institución emblemática. (López Ramón F.).
La Ecología es la ciencia que estudia los ecosistemas, es decir, las relaciones de los individuos
entre sí dentro de su respectivo entorno físico, o la ciencia que estudia las interacciones de los
seres vivos entre sí y su entorno. Actualmente “La Ecología puede definirse como el estudio de
las relaciones entre los organismos y el medio ambiente”.
La valoración del medio ambiente es una percepción dirigida a incrementar el bienestar físico y
emocional del ciudadano, traduciéndose en una mejor calidad de vida. Las sociedades actuales
tienden a considerar que el mayor nivel de vida, es directamente proporcional a la importancia
otorgada a su medio ambiente333, el cual desempeña un papel fundamental en la optimización
de las relaciones entre el hombre y su medio natural. (Vid. Aragones J . y Amerigo) “Hombre y
naturaleza son compañeros de viaje que comparten suerte y destino” (Cfr:Garcia Gomez, 1997).
De allí, la pertinencia de un antropocentrismo sabio o inteligente, que oriente la relación del
hombre con el medio ambiente.
El núcleo de los parámetros de la biosfera está representado por los bienes ambientales, como
el agua, suelo, bosque y fauna. El grado de intervención del hombre sobre dichos elementos,
define la humanización del medio natural. En este sentido, el grado de alteración del medio
ambiente por los niveles de intervención humana, determina su nivel de adecuación a las
expectativas del Derecho (Martin Mateo R., 1998). De esta manera, el problema ambiental se
convirtió en un hecho relevante y la sociedad le exigió al Derecho su intervención y regulación.
El entorno o espacio donde confluyen sus elementos componenciales nucleares (agua, suelo
bosque y fauna), con diferentes niveles de intervención humana; mientras que el ecosistema es
una categoría de la ecología. Esta es una disciplina científica, cuya matriz epistemológica es la
biología. Sin embargo, la ecología puede ser objeto de interés de las Ciencias Sociales, cuando se
pone de manifiesto que la actuación humana puede alterar los mecanismos de autorregulación
de los ecosistemas (Ramirez P. y Gonzzalez).
(Martín Mateo, 1981), uno de pioneros del Derecho Ambiental español, ha mantenido una
posición distante de las definiciones excesivamente amplias sobre el medio ambiente,
reduciendo el concepto a “los elementos naturales de titularidad común y características
dinámicas: en definitiva, el agua y el aire, vehículos básicos de transmisión, soporte y factores
esenciales para la existencia del hombre sobre la tierra”. Pero excluye a la tierra, porque
considera que bien puede reducirse al concepto de ordenación del territorio o incorporarse al
ciclo del aire y del agua358. Sin embargo, tanto las constituciones como las leyes, suelen incluir
en la rúbrica del ambiente, tanto el suelo como las más variadas realidades.
En términos generales, “Por medio ambiente se suele entender el conjunto de las condiciones
que permiten la existencia y la reproducción de la vida en el planeta tierra”. Concretamente, el
medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona entraña la idea de vivir dignamente,
lo que implica una nueva lectura del derecho a la vida. En este sentido, el medio ambiente se
vincula con la idea de salud, vida, integridad, bienestar y orden público. Desde esta la
perspectiva, el medio ambiente es objeto de un derecho y un deber de todos los ciudadanos
(Ruiz Rico G., 2000).
El Derecho es un instrumento social dentro del actual Estado de Derecho. El Derecho Ambiental
es un medio privilegiado para toda política protectora del medio ambiente adecuado. En este
sentido, esta disciplina jurídica tiene como objetivo final garantizar un medio ambiente adecuado
para el desarrollo de la persona. A partir de esta premisa, comienza a configurarse y estructurase
el actual Derecho Ambiental, cuya expresión dogmática está representada, tanto por los aportes
de la cultura jurídica clásica, como por los conceptos y principios que, de alguna manera, han ido
conformando el actual acervo doctrinario jurídico ambiental, tanto internacional como nacional
(Declaración de Limoges, 1990).
La Cumbre de Río de Janeiro (1992) adoptó la Agenda 21, el Convenio sobre Diversidad Biológica
y el Convenio Marco sobre el Cambio Climático. En este contexto, se logró comprometer a casi
todos los países con el principio del desarrollo sustentable o sostenible, sentándose así las bases
que el Estado Social de Derecho no sólo tomara en cuenta los aspectos cuantitativos, sino
también los cualitativos. A partir de allí, el medio ambiente se incorpora como un objetivo
estructural de la política general de los Estados nacionales, proliferando así los instrumentos
jurídicos ambientales que, sin duda alguna, han fortalecido al Derecho Ambiental como disciplina
jurídica.
El interés por el medio ambiente se apoya en la sensibilidad experimentada por la sociedad, ante
la capacidad del hombre de someter y modificar el medio natural en función de sus necesidades
e intereses existenciales, como lo ilustra la evolución de la agricultura y la dinámica de la vida
moderna industrializada. De allí que la ciencia jurídica haya decidido participar, desde las
distintas perspectivas o disciplinas, en la solución del problema ambiental. En este sentido, tanto
el Derecho Internacional como el Derecho Comunitario, han cumplido un papel de primera línea
(Cfr. Alvarez Alvarez L. 1978).
(Jonás H. 1995), el principio de responsabilidad ambiental que ha comprometido, tanto al
Derecho como a otras disciplinas, es el resultado del grado de sensibilidad despertado por
acciones promovidas por distintas organizaciones, tanto sociales como estatales. En todo caso,
el Derecho ha sido receptivo al efecto de sentido que ha provocado la dimensión ambiental. A
partir de allí, la nueva disciplina jurídica tiende a estructurarse en torno al derecho al medio
ambiente adecuado.
El Derecho Ambiental se presenta como un nuevo campo del ordenamiento jurídico, referido a
la protección del sistema ambiental: vinculado con la contaminación o con cualquier forma de
deterioro del ambiente, así como con la alteración del equilibrio biológico; en la medida en que
los componentes y los recursos de la naturaleza son objeto de la actividad productiva de los
hombres. De allí que la cultura jurídica deba conocer, tanto el complejo funcionamiento de los
ecosistemas como su fragilidad ante la acción del hombre, ya que esta información contribuye a
valorar el medio ambiente.
El Derecho Ambiental, concebido como el Derecho protector del medio ambiente430, conduce
inexorablemente al estudio de los instrumentos jurídicos de la política ambiental. Sin embargo,
atendiendo a la manera como se vertebran todos los ordenamientos jurídicos, el Derecho
Ambiental debe construirse en torno a la persona titular del derecho gozar y disfrutar de los
parámetros de la biosfera en condiciones adecuada. Este Derecho humano es la piedra angular
sobre la que debe construirse el edificio doctrinal del Derecho Ambiental.
Los principios generales del Derecho Ambiental son: Igualdad, Sostenibilidad, El que contamina
paga, Publicidad, Accionabilidad y legitimidad procesal, Restaurabilidad y Extraterritorialidad.
La igualdad y el derecho a la vida son principios claves del constitucionalismo español. De
allí que tanto el derecho al medio ambiente adecuado, como su correspondiente
protección, estén atravesados por el principio de igualdad. En este sentido, todas las
personas tienen igual derecho a gozar del medio ambiente adecuado.
La publicidad es un principio clave para ejercer los derechos de los ciudadanos. Cualquier
dato sobre actividades que afecten el medio ambiente, constituye una información
importante para que los ciudadanos puedan tener una opinión razonada que oriente sus
decisiones y concrete su derecho de participación.
El principio de la accionabilidad y la legitimación procesal tiene que ver con la eficacia de los
derechos ambientales: todos somos titulares del derecho al medio ambiente adecuado y
del derecho a su protección. La eficacia de dichos derechos demanda una tutela judicial
menos restringida. Este principio, según Loperena Rota, debe ser la regla. “La razón es
simple: una actuación contra el medio ambiente es una agresión con implicaciones
generales para la sociedad, aunque no haya afectado de forma inmediata a la salud pública,
supuesto ante el que nadie duda reconocer el acceso a los tribunales”.
La calidad de vida se considera como uno paradigma dentro del actual Estado Social, cuya
dimensión ambiental la define el derecho a la medio ambiente adecuado y su protección
jurídica466. En todo caso, el medio ambiente y calidad de vida constituyen claves
orientadoras de la gestión política de este siglo467. Es decir, la calidad de vida es un
parámetro a considerar por las políticas ambientales.
El principio de precaución o tutela precautelativa484 “es una regla para tomar decisiones
ante determinados supuestos de hecho. En concreto, el presupuesto de hecho del principio
de precaución […] es la existencia de una incertidumbre científica sobre la relación de
causalidad, en sentido amplio, entre un fenómeno y un daño representa una nueva técnica
de protección del medio ambiente que se fundamentan en una visión global y horizontal”.
Estas medidas de precaución están orientadas a conseguir, en la medida de lo posible, el
anhelado desarrollo sustentable. Esta perspectiva articula, tanto las Declaraciones
internacionales, como las regulaciones comunitarias en materia ambiental. En este
contexto, cobra relevancia el derecho constitucional al medio ambiente adecuado para el
desarrollo como personas integrantes de un colectivo.
La Evaluación del Impacto Ambiental es la técnica utilizada para advertir los impactos
negativos que puedan desencadenar ciertas actividades, aportando las previsiones
necesarias para aminorar los efectos y señalar las medidas pertinentes para compensar la
degradación ambiental del caso concreto. Pero también el estudio puede indicar que, en
virtud de consideraciones técnicas, el proyecto es inviable486.
El principio de la realidad significa que la eficacia de las normas ambientales depende de las
consideraciones que se han realizado de la realidad ambiental en el nivel local, regional,
nacional e internacional. Según Jaquenod de Zsögön487, la conexión de este principio es
directa con los criterios técnico meta jurídico, ya que la aplicación de la normativa ambiental
debe permitir observar la situación concreta a la luz de aquellos límites y umbrales
señalados por los técnicos y especialistas, los cuales establecen las condiciones pertinentes
en que deben realizarse ciertas actividades.
Los principios jurídicos comunes a las normas ambientales permiten, sin duda alguna, reconocer
la existencia de un Derecho Ambiental objetivo que establece y tutela el derecho de todas la
personas, bien de manera individual o bien de manera colectiva, a disfrutar o gozar de los
parámetros de la biosfera en condiciones adecuada. En este contexto, los principios ambientales
gravitan sobre el núcleo duro de la biosfera (bienes ambientales), controlando las acciones y
omisiones de los agentes contaminantes.
El Derecho Ambiental actualmente es un sistema de normas determinadas por la expectativa y
presión social hacia un ambiente adecuado que, actualmente, tiende a girar en torno al derecho
al medio ambiente adecuado. Esta disciplina jurídica, si bien es cierto que está comprendida
dentro de la esfera del Derecho público, también es cierto que, actualmente, es cada vez más
tenue el límite que separa a éste del ámbito del Derecho privado561. En todo caso, el medio
ambiente es una dimensión que penetra todas las ramas del Derecho.
CONCLUSIONES
Todos los instrumentos interrelacionados permitirán que se tengan un panorama real de lo que
sucede con las problemáticas ambientales, ya que en el Perú no se trabaja de esa manera hay mucha
burocracia de parte de los ejecutivos, que se quedan estancados muchas problemáticas si soluciones
hasta ahora.
Las normativas Ambientales deben estar de acorde a la realidad de un sector y no solo ser copias de
normativas internacionales, por lo que deben dar más realce a los centros de investigación, para
que estos LMP y los ECAS cumplan su rol legislador y controlar la calidad Ambiental.
Los Ministerios no se deberían politizar para que todos los procesos y/o proyectos de mejora
continúen y no venga otro gobierno donde tenga que cambiar todo para volver a comenzar desde
un inicio todo, lo cual nunca se va a llegar a tener una mejora continua.
BIBILIOGRAFIA
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