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Migraciones en la Patagonia
Comité evaluador
isbn 978-987-3667-19-0
1. Antropología. 2. Geografía. 3. Migración. I. Barelli, Ana Inés II. Barelli, Ana Inés,
comp. III. Dreidemie, Patricia, comp.
cdd 304.8
Primera parte
Desplazamientos y dinámicas migratorias en la Patagonia
Segunda parte
Configuraciones productivas, relaciones laborales
y trayectorias familiares en diferentes regiones patagónicas
Cuarta parte
Prácticas religiosas y procesos identitarios
Prólogo | 9
integrado por cuatro trabajos que abordan las problemáticas laborales desde
diferentes escalas y perspectivas de análisis. En este sentido, Marcela Crovetto
y Eugenia Aguilera presentan las conformaciones de los mercados locales de
trabajo en torno a las configuraciones productivas agropecuarias predominan-
tes en el Valle Inferior del río Chubut, Alto Valle y Valle Medio del río Negro.
En esta misma línea, Ana Ciarallo y Verónica Trpin abordan la construcción de
identidades migrantes en el territorio, desde la recuperación de experiencias
de vida y de trabajo de familias hortícolas bolivianas vinculadas a circuitos de
comercialización locales, regionales e internacionales en el Valle Medio del río
Negro. Del lado neuquino, Verónica Trpin y Daniela Rodríguez analizan los
desplazamientos de migrantes internos y migrantes limítrofes como chilenos
y paraguayos en la localidad de Villa Pehuenia a través de la inserción laboral en
actividades vinculadas al turismo. Finalmente, esta sección se enriquece con
el aporte de Melisa Cabrapán Duarte, quien ofrece una mirada antropológica
sobre la maternidad en los discursos de mujeres provenientes de Colombia,
Venezuela y República Dominicana, y hace especial foco en la autoadscripción
a categorías como la de migrantes y trabajadoras sexuales.
La tercera parte, titulada «Representaciones sociales y experiencias colec-
tivas», está integrada por dos propuestas de análisis que abordan a los sujetos
migrantes desde sus propios relatos y acciones comunitarias en diferentes es-
pacios locales. José Benclowicz, por ejemplo, aborda el estudio de los procesos
de migración y conformación de los barrios populares de San Carlos de Barilo-
che a través de un estudio de caso en donde analiza tanto las representaciones
sociales como las experiencias asociativas de los vecinos de un barrio, en su
mayoría migrantes chilenos, que gestionaron colectivamente mejoras habita-
cionales. Por su parte, Brígida Baeza junto con Natalia Barrionuevo y Miguel
Becerra reflexionan, en el marco de un proyecto de extensión universitaria, so-
bre los relatos y representaciones de los migrantes en el cine latinoamericano,
y resaltan los debates vinculados a los derechos de los migrantes en relación
con el acceso a la vivienda, la salud, la educación, el trabajo, entre otros. Fi-
nalmente, Daiana Lis Webb expone las características específicas de un grupo
migrante invisibilizado hasta la actualidad, constituido por jóvenes ingenieros
arabófonos, provenientes de zonas urbanas de Arabia Saudita, que arriban a la
ciudad de San Carlos de Bariloche para realizar cursos de posgrado en el Insti-
tuto Balseiro e invap, y hace hincapié en las dinámicas intra e interculturales
que se establecen en la vida cotidiana de este grupo en nuestro país.
El cuarto apartado, «Prácticas religiosas y procesos identitarios», aborda
las dinámicas migratorias desde las prácticas religiosas colectivas que, atra-
vesadas por factores de clase, etnicidad y nacionalidad, se proyectan en una
historia local. Ana Inés Barelli recorre las prácticas religiosas y especialmen-
te analiza la devoción a la Virgen de Caacupé, propia de los migrantes para-
guayos de San Carlos de Bariloche, con el objetivo de investigar cómo dicha
devoción se transforma en una estrategia que genera, por un lado, cohesión
interna y, por otro, un proceso de visibilización comunitaria que pone en ten-
sión el discurso dominante de exclusión social presente en el espacio local. Des-
de otra perspectiva, Luciana Lago ofrece una caracterización de la presencia
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protestante y pentecostal en Comodoro Rivadavia, en donde explora los víncu-
los existentes entre estas formas de religiosidad y las identidades étnicas de los
grupos bóers de tradición protestante frente a los grupos chilenos vinculados
al pentecostalismo.
A partir de la concepción de la migración como un derecho humano uni-
versal incuestionable, y con el objetivo fundamental de preservar la diversidad,
la presente compilación de estudios busca realizar un aporte al conocimiento
social y (etno)cultural de la Patagonia, como modo de avanzar en la compren-
sión de la compleja trama social de este territorio, y favorecer la participación
ciudadana de la población migrante (en particular, migrante limítrofe), histó-
ricamente invisibilizada y poco valorada. Para ello, acerca una pluralidad de
miradas sobre trayectorias, experiencias, prácticas y configuraciones socio-
productivas de parte de la población migrante que actualmente circula, trabaja
y (en algunos casos) reside en la región patagónica.
Prólogo | 11
Primera parte
Introducción
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cuya concepción primera estaba íntimamente vinculada al ideal de San Carlos
de Bariloche como la Suiza argentina (Navarro Floria, 2008).
La composición de la población se ha complejizado más aún desde media-
dos del siglo xx con el aumento de los migrantes recientes (argentinos y ex-
tranjeros), a los que se suman residentes de temporada y una gran cantidad
de población flotante de turistas. Entre los migrantes internos se destacan
los procedentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la provincia de
Buenos Aires; en menor proporción, los nacidos en la Línea Sur de Río Negro
(ámbito rural) y de otras grandes ciudades de la Argentina (Rosario, Córdo-
ba, Neuquén, entre otras) (Matossian, 2012). Esta ciudad muestra con clari-
dad que distintos tipos de desplazamientos participan simultáneamente en
la constitución de lugares (Zusman, Lois, Castro, 2008): migrantes, turistas,
intelectuales o empresarios insertos en distintas redes pueden confluir y re-
configurar un único espacio.
Desde este punto de partida se propone desarrollar, en primer término, un
recorrido histórico de las migraciones en Bariloche desde la demografía, para
luego avanzar, en segundo término, hacia un análisis de la situación actual acer-
ca de la composición de la población según origen.
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En ese mismo trabajo se analiza la composición por origen de los extranje-
ros en San Carlos de Bariloche. Por ejemplo, considera que las reminiscencias
alpinas se apoyan en la «cuota alemana, europea central, más alta que para el
conjunto rionegrino» (Miatello, 1970, p. 179). A la vez que la proximidad con
Chile se reconoce en que «la localización fronteriza ha acentuado su influencia
en ambientes circundantes multiplicando la ingresión chilena que considera el
área como un zona natural de expansión; se agrega la novedad de una concu-
rrencia cada vez mayor de la mujer chilena» (Miatello, 1970, p. 179). Estas obser-
vaciones dejan traslucir las maneras de referirse a cada uno de estos conjuntos
aún desde los trabajos académicos: mientras la migración centroeuropea se
vincula con las características del paisaje alpino, la presencia chilena se relacio-
na con la frontera y con una imagen amenazante cuando se habla de ingresión
y del carácter expansivo.
En otro de los trabajos publicados en 1970 se reconocían tres grupos bien de-
finidos: argentinos, chilenos y europeos, al tiempo que se afirmaba que la socie-
dad de San Carlos de Bariloche «no cuenta con unidad histórica ni étnica y que
las divergencias que surgen les impiden constituir una sociedad cultural» (De Ci-
vit y Velasco, 1970, p. 249). Sin embargo, esta falta de integración social y cultural
ya conformaba un sello de heterogeneidad desde el mismo origen de la ciudad.
La composición social de San Carlos de Bariloche de los años ochenta era
relativamente más joven que la del resto de la provincia de Río Negro y cerca
de la mitad de los residentes era migrante (internos e internacionales), proce-
dente principalmente de la región pampeana o de Chile (Jujnowsky, 1982). La
Figura 2 muestra la composición de la población tanto por origen como por
grupos etarios para 1980. Como sucede con frecuencia, la población infantil, el
grupo de menores de 15 años, posee un bajo porcentaje de población extranje-
ra: el 8○% corresponde a nacidos en país limítrofe, grupo reducido compuesto
por aquellos que llegaron traídos por sus familias. Dentro del segundo grupo
etario (15-64 años), el de población económicamente activa, se distingue el au-
mento entre los nacidos en países limítrofes. Este rango etario también mues-
tra una mayor participación de migrantes internos, mayor aun que la de los
nacidos en la provincia de Río Negro, y un pequeño porcentaje de nacidos en
países no limítrofes.
Finalmente, el grupo de pasivos definitivos, comprendido por la población
de 65 años y más, muestra una composición distribuida de modo similar en-
tre las cuatro categorías. Allí la población de origen no limítrofe ostenta poco
más de un cuarto del conjunto, los migrantes internos componen la mayoría
con casi un tercio y los rionegrinos, junto con los nacidos en países limítrofes,
representan un 21○% cada uno. Estos valores permiten inferir que la llegada
de migrantes fue intensa y sostenida no sólo en aquellos años, sino también
durante las décadas anteriores, ya que en este grupo podrían encontrarse mi-
grantes que ya llevaban varias décadas como residentes.
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una perspectiva histórica, el arribo de chilenos a la región patagónica argenti-
na ha mantenido una lógica estrechamente vinculada a los vaivenes políticos y
económicos de cada uno de los Estados.
En 1895 los chilenos constituían el 92○% del conjunto de los extranjeros en
Bariloche, el 84○% a principios de siglo XX para luego descender a poco más del
sesenta por ciento en 1960 y luego retomar su predominio a raíz de los sucesos
sociopolíticos y económicos suscitados en la década del setenta. En 1978, en un
clima de constante tensión a partir de la disputa por el canal de Beagle, ambos
países casi llegan a un enfrentamiento bélico. En ese contexto, el flujo migrato-
rio se intensificó como consecuencia de la violencia y el desequilibrio político
generados a partir del golpe militar al gobierno de Salvador Allende en 1973.
Además de las razones políticas, las cuestiones económicas también fueron un
motivo de emigración: en 1975 Chile alcanzó niveles de desocupación cercanos
al veinticinco por ciento (Paredes, 2003). El proceso migratorio por razones po-
líticas se mantuvo hasta mediados de la década de los ochenta.
Aun con esta reducción del flujo, la cantidad de chilenos asentados a lo lar-
go de varias décadas en Bariloche queda reflejada en el conjunto de la pobla-
ción extranjera. Así para el año 2001 los nacidos en Chile representaron una
amplia mayoría, con el 81○% del conjunto de los extranjeros, tal como se indica
en la Figura 3. En el registro censal siguiente, del año 2010, este porcentaje
descendió nuevamente hasta alcanzar el 70 por ciento sobre el total de los no
nativos (Figura 4). En el apartado siguiente se analizará a qué otros factores,
además del freno del flujo chileno y del normal envejecimiento de la pobla-
ción de dicho origen, responde esta disminución de su importancia relativa
en el conjunto de los extranjeros. Dicho de otro modo, la pregunta es cómo se
compone ese porcentaje de población extranjera, distinta a la chilena, que ha
aumentado en el último período intercensal y cuáles son los motivos por los
cuales han decidido asentarse en Bariloche.
El retorno a la democracia, el 11 de marzo de 1990, constituyó un hito en
la historia de Chile. La inmigración hacia San Carlos de Bariloche, y hacia la
Argentina en general, disminuyó a partir de esos años pues las condiciones po-
líticas y socioeconómicas en Chile se habían tornado más favorables, haciendo
que los antiguos motivos para emigrar fueran superados (Consulado General
de Chile en la Argentina, 1995).
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Los cambios en el perfil migratorio
1 Los datos para la localidad y los datos desagregados por fracción y radio censal para
2010 aún no se encontraban disponibles al momento de realizar este trabajo.
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Tabla 1. Estructura por sexo de la población según país de nacimiento.
Departamento Bariloche, 2010
Índice de
País de nacimiento Total Varones Mujeres
Masculinidad
Chile 8265 3695 4570 80,85
España 408 209 199 105,03
Paraguay 335 199 136 146,32
Italia 331 159 172 92,44
Bolivia 317 195 122 159,84
Brasil 247 106 141 75,18
Uruguay 232 118 114 103,51
Alemania 198 83 115 72,17
Francia 91 50 41 121,95
Perú 67 37 30 123,33
Total extranjeros 11761 5497 6264 87,76
Total argentinos 121739 60489 61250 98,76
Total 133500 65986 67514 97,74
Reflexiones finales
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como relativos. Aun así se ha registrado un lento pero constante cambio en
ésta desde una presencia casi exclusiva de nacidos en Chile hacia una compo-
sición más heterogénea. Esta diversificación puede sintetizarse en dos tipos de
flujos bien diferenciados. Por un lado, aquel representado por los migrantes de
otros países vecinos y del resto de América del Sur, con motivaciones principal-
mente laborales; es decir, ya no sólo llegan chilenos, sino también bolivianos,
paraguayos y colombianos. Por el otro, han arribado migrantes provenientes
de países desarrollados atraídos por factores especialmente relacionados con
una mejora en su calidad de vida, a quienes los estudios de las ciencias sociales
sobre la temática suelen llamar migrantes por estilo de vida o por amenidad.
Esta tendencia a la mayor diversificación migratoria se asemeja a la de
otras localidades medias de la Patagonia argentina, en particular a la de Puerto
Madryn, cuyos flujos migratorios han ido modificándose desde hace al menos
una década, antes que para el caso barilochense, desde un perfil relativamente
homogéneo hacia uno que comienza a complejizarse más aún.
Aun teniendo presentes las limitaciones propias de los análisis basados en
registros censales se ha podido mostrar esta tendencia desde una escala departa-
mental que permite tener una visión general de todo el conjunto de la población
no nativa. Cabe mencionar que este trabajo se presenta como complemento de
otros que abordarán aspectos propios de la experiencia subjetiva de los procesos
migratorios, analizados a través de otras estrategias teóricas y metodológicas.
El conjunto de la población no nativa lejos de ser un todo homogéneo pre-
senta significativas diferencias internas, no sólo según país de nacimiento,
sino también según antigüedad de la migración y composición por edad y
sexo. Esta heterogeneidad debe ser reconocida para un mejor abordaje desde
la gestión pública de la diversidad cultural. Se busca así avanzar en la com-
prensión de procesos complejos y altamente dinámicos como lo son aquellos
que combinan múltiples tipos de desplazamientos en un mismo espacio ma-
terial y simbólico.
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Introducción
El presente trabajo tiene como objetivo realizar la historia de los procesos mi-
gratorios desde países limítrofes (en este caso desde Chile y Bolivia) a Bahía
Blanca, una ciudad ubicada en las puertas de la Patagonia argentina. Tales
flujos han sido y continúan siendo estigmatizados. El tema que abordamos,
con sus genealogías difusas y difíciles de encuadrar, en los pares argentino/
extranjero, indio/blanco, negro/blanco, queda excluido del relato oficial de la
constitución del Estado nacional y tiende a hacerse invisible en los lugares en
los que se produce.
Aunque en este breve trabajo prácticamente no transcribiremos entrevis-
tas –las cuales permiten hacer más audibles las voces que narran desde su ex-
periencia y conocimientos las vivencias de las migraciones– queremos señalar
que ese es nuestro principal objetivo, pensar la investigación etnográfica desde
el concepto de reflexividad que genera un tipo de conexión con la situación de
investigación y la impregna desde sus preguntas, la dinámica del trabajo de
campo y el análisis de los datos. Pretendemos una aproximación a estos proce-
sos migratorios a partir de trabajos de campo realizados en distintos lugares y
con distintas actividades, ya que hemos trabajado en la generación de talleres,
publicaciones de circulación interna y sectorial, entrevistas en profundidad y
distintas formas de observación participante.
Partimos de la idea de que la historia oral se realiza sobre el terreno. Es de-
cir, en los propios contextos de producción y reproducción cultural, desde las
instituciones, las viviendas particulares hasta los lugares de encuentros oca-
sionales. Allí se ponen en práctica y se conjugan de distinta manera las técnicas
y estrategias propias de la historia oral, como la entrevista etnográfica, que
puede dar lugar a historias y relatos de vida, la observación participante en sus
distintos formatos y los grupos focales.
A partir del análisis de nuestras prácticas de investigación, en un trabajo
que espera dar cuenta de procesos migratorios específicos (las migraciones
desde Chile y Bolivia a Bahía Blanca), proponemos reflexionar acerca de cómo
delimitar un campo en tanto espacio construido por el/a investigador/a para
hacer etnografía.
32 | Migraciones en la Patagonia
Las estrategias de investigación en historia oral, con las metodologías de
la etnografía cualitativa, tienen un gran componente artesanal que requiere
de una planificación, un diseño de investigación que suele identificarse como
diferente al de las investigaciones cuantitativas. Ruth Sautu (2003) destaca la
necesidad de encontrar concordancia entre los objetivos de la investigación y
las perspectivas metodológicas y epistemológicas elegidas y señala que no hay
metodologías mejores, lo que debe haber es coherencia entre objetivos, méto-
dos y prácticas de investigación. La autora afirma:
La ciudad de Bahía Blanca ha sido un importante destino para los migrantes que
dejaron Chile para venir a la Argentina. A veces llegaron directamente y otras
después de diversos destinos migratorios, generalmente en distintos lugares de
la Patagonia argentina y a través de redes armadas por familiares, antiguos ve-
cinos e instituciones como iglesias protestantes y pequeñas iglesias evangélicas
pentecostales y neopentecostales que se ubicaron en la periferia de la ciudad.
Estas migraciones tienen su explicación en profundas razones estratégicas
enraizadas en la historia del área, ya que la Cordillera de los Andes no es un
límite natural en el sur de América del Sur, sino creado junto con los Estados
34 | Migraciones en la Patagonia
con la problemática de la migración por motivos políticos, temática que sí en-
contramos en otros ámbitos. También recopilamos testimonios de mujeres
migrantes que llegaron con sus familias cuando eran niñas. Ellas hicieron hin-
capié en los problemas que tuvieron en la escuela, motivo por el cual la aban-
donaron y que dio lugar a que ahora se encuentren en establecimientos educa-
cionales para adultos.
Asimismo, recopilamos los relatos de vida de mujeres que migraron solas,
muchas veces escaparon de sus familias, de un esposo violento o de un padre
que quería casarlas contra su voluntad. Con el tiempo supimos que varias de
las alumnas tenían hijos en Chile, en ocasiones producto de maternidades ado-
lescentes. La migración desde países limítrofes permite a las mujeres migrar
solas, simplemente con una referencia de trabajo (por ejemplo en el servicio
doméstico), con un dato de un familiar o, simplemente, porque partieron para
visitar a un pariente y ya no volvieron.
Arauco, Lota, Curacautín, Concepción, Valdivia y Osorno son los lugares
que se repiten con más frecuencia, los sitios desde donde partieron para llegar
a la Argentina y asentarse a las orillas del arroyo Napostá –del que, recuerdan,
no estaba contaminado– y en la zona inundable de Noroeste, desde allí se fue-
ron extendiendo a distintos lugares. Recopilamos cómo hicieron sus primeras
viviendas de adobe, cómo construyeron sus primeras iglesias (muchas veces
hicieron antes la iglesia que su propia casa), que era además lugar para alojar a
otros chilenos recién llegados.
No sólo hablamos de las complicaciones que tuvieron con el sistema educa-
tivo, del que se sentían excluidas, sino también del sistema de salud. A la mayo-
ría de nuestras interlocutoras les era familiar consultar a las machis, chamanes
mapuches; además, muchas cuestiones que hoy están medicalizadas eran he-
chos de la vida familiar que se atendían en el ámbito doméstico, especialmente
los partos. Los pocos varones asistentes a los talleres también recordaron po-
sitivamente a las machis de Chile y añoraban sus atenciones en las tareas de
equilibrar la salud e, incluso, contrarrestar daños producto de la brujería.
En estos talleres dialogamos acerca de las migraciones, los espacios transi-
tados, los recuerdos con valores y datos. Tratamos de profundizar en diversas
problemáticas para encontrar elementos que nos permitieran ahondar en los
complejos procesos de hibridación cultural. También trabajamos el tema del
universo simbólico expresado a través de relatos de antiguas creencias que aún
siguen vigentes y que se van re-significando en la ciudad (generalmente en
relación con la participación en iglesias evangélicas pentecostales).
36 | Migraciones en la Patagonia
Asimismo, las pinturas, que con muchísima frecuencia encontramos en
las paredes de estas iglesias, remiten a un paisaje cordillerano pensado como
puente hacia la Argentina, por ejemplo la Primera Iglesia Evangélica Wes-
leyana tiene un gran fresco en la pared central, en el cual sobre un fondo de
cordillera y sol saliente hay una cruz envuelta en una bandera argentina. Nos
explicaron que la presencia de la bandera tiene el fin de demostrar que «son
argentinos». En cuanto a los rituales propiamente dichos, hemos presenciado
con mucha frecuencia que a través de prácticas como la glosolalia –muy fre-
cuente entre los pentecostales– los migrantes sienten que se han comunicado
con sus familiares de Chile, supieron de sus problemas y hasta de las catás-
trofes que se dieron en el vecino país.3
También las políticas públicas fueron un camino para abordar el tema en
cuestión, durante nuestro trabajo de campo pudimos documentar el origen de
una ong de base evangélica pentecostal denominada Acción Bahiense Comu-
nitaria (abc) dedicada a articular planes sociales y otro tipo de ayudas econó-
micas para enfrentar la crisis del 2000-2001. Vinculamos esta ong –que llegó
a ser considerada la Cáritas de los protestantes– con el estudio de las migraciones
debido a que trabajaron en los sectores más afectados por el aumento de la
pobreza, y allí se encontraban muchos migrantes y sus descendientes. abc tra-
bajaba en el ámbito municipal y tuvo un lugar destacado en la distribución y
generación de recursos en la periferia de la ciudad. El trabajo con esta ong
nos permitió interiorizarnos en el entramado de políticas públicas, religión y
migración, dado que vimos convertidos en importantes actores sociales a mi-
grantes chilenos llegados a Bahía Blanca con la dictadura de Augusto Pinochet.
Desde las teorías del lenguaje, una de las maneras de entender el discurso es
como un fenómeno práctico, social y cultural. En este sentido, los usuarios del
lenguaje emplean el discurso, por un lado, para realizar actos sociales a través
de la interacción social (en la conversación y en otras formas de diálogo ancla-
dos en diversos contextos sociales y culturales) y, por el otro, como miembros
de categorías sociales, comunidades o culturas a partir del establecimiento
de complejas combinaciones de estos roles e identidades sociales y culturales
(Van Dijk, 2000, p. 21).
Uno de los modos de interacción social es el que ocurre en la situación de
entrevista que permite al entrevistado construir y mostrar activamente roles
e identidades y establecer un lugar nodal según las situaciones particulares.
En este caso, cada entrevista realizada a inmigrantes de procedencia chilena
presenta una naturaleza simbólica, en tanto su narración se constituye como
4 Wodak define estrategia como «un plan de prácticas más o menos preciso e inten-
cional (incluyendo las prácticas discursivas) que se adopta con el fin de alcanzar
un determinado objetivo social, político, psicológico o lingüístico» y estrategia dis-
cursiva como «las formas sistemáticas de uso del lenguaje, se pueden clasificar en
diferentes niveles de organización y complejidad lingüística» (Wodak, 2003, p. 115).
5 Si bien relevamos una tercera posibilidad, la del inmigrante que dejó en Chile a su
familia para reunirse con ella luego de establecerse y conseguir trabajo, la narración
que se presenta posee características similares a las de quienes viajaron solos, mo-
tivo por el cual se analizan dentro del mismo grupo.
38 | Migraciones en la Patagonia
se señala que los sujetos poseen una característica distintiva, característica en
la que subyace la idea de que un inmigrante es una persona o un ser humano.
Desde esta primera identificación las estrategias predicativas que pudie-
ron relevarse se relacionan principalmente con campos semánticos relaciona-
dos con la sencillez, la humildad, la honestidad, el esfuerzo y el trabajo. Por otro
lado, considera que la sociedad receptora los representa con campos semánti-
cos vinculados con la pobreza, la deshonestidad y la desocupación. Se puede
apreciar que los rasgos que se atribuyen a sí mismos establecen una oposición
con aquellos que consideran que la sociedad receptora les asigna y generan
una relación de atenuación o refutación. En este sentido se cree que es a partir
de la mirada del otro, en este caso de la sociedad bahiense, la que preestablece
esta autopresentación positiva por la tensión existente entre las dos visiones.
Las migraciones desde Bolivia a las provincias del Noroeste Argentino (noa)
son de muy larga data, pero nosotros queremos identificar los procesos mi-
gratorios de los siglos xx y xxi. Consideramos que hay muchas migraciones
bolivianas en distintos tiempos, desde distintos lugares geográficos de Bolivia
y hacia distintos nichos productivos. En general, se destaca la importancia que
tuvo la zafra del azúcar, la vendimia y las actividades frutihortícolas en Men-
doza y para los años 1960-70 y el arribo posterior a nuestra área de estudio, en
la zona centro-sur de la Argentina, pero también hay otras donde el destino no
fue la producción hortícola en los cinturones verdes de las ciudades, sino que
fueron los hornos de ladrillos, los talleres textiles, el trabajo doméstico y los
oficios vinculados a la construcción y la petroquímica.
Nosotros hemos trabajado con talleres en ámbitos escolares en el sector
Quintas cercano a Bahía Blanca, en salas médicas próximas a la zona de pro-
ducción de ladrillos, en las festividades de la Virgen de Urkupiña y en trabajos
lingüísticos en espacios urbanos.
6 Se trata del proyecto «Desde Bolivia a Bahía Blanca. La Identidad en cuestión» del
Programa Promoción de la Universidad Argentina «Un Puente entre la Universidad
y la Comunidad», convocado por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.
40 | Migraciones en la Patagonia
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; en estas instituciones no se habla-
ba del tema y además actuaban como si todo el alumnado fuese católico debido
a que se rezaba antes del almuerzo a la manera católica.
Pudimos documentar la conversión del catolicismo al mormonismo y nos
parece que en los relatos podemos encontrar datos para analizar estos entra-
mados migratorios. A través de entrevistas a distintos miembros de la comuni-
dad educativa supimos que la conversión a esta religión de origen norteameri-
cano se había producido en Río Negro, en Villa Regina. Desde el momento del
ingreso a esta iglesia comenzaron a ocupar lugares en la institución religiosa y
tienen profundos lazos con la iglesia mormona de General Cerri, en la cual uno
de nuestros entrevistados es el presidente de la rama, y con otra ubicada en Bahía
Blanca, en un barrio periférico en el sector noroeste de la ciudad.
42 | Migraciones en la Patagonia
sobre dichos procesos se producen coyunturalmente por los conjuntos sociales
determinados, en condiciones siempre relacionales de diversidad y desigual-
dad. Creemos que emprender un abordaje etnográfico que releve las prácticas
concretas y los discursos que transitan en las instituciones de salud, tanto des-
de la población migrante como desde los profesionales que intervienen sobre
ella, es pertinente en el marco de una relectura de los procesos migratorios
limítrofes en Bahía Blanca y la región. La síntesis que presentaremos en esta
ocasión refiere a un trabajo preliminar de entrevistas en profundidad a dife-
rentes agentes públicos trabajadores del campo de la salud en instituciones
por las que transitan, en diferentes condiciones, las/os migrantes.
El sistema de salud en Bahía Blanca se conforma por diferentes estamentos
institucionales privados y públicos. El aspecto público contiene dos hospitales:
uno de incumbencia municipal, el Hospital Municipal de Agudos Dr. Leónidas
Lucero. Éste no cuenta con algunos servicios de alta complejidad y, por otro
lado, los profesionales de salud entrevistados refieren que la población llegada
desde Bolivia no accede al hospital debido a que se les solicita documento de
identidad con domicilio en la ciudad. Asimismo, desde las Unidades Sanita-
rias (us) –que luego retomaremos– se suele derivar directamente al Hospital
Interzonal General de Agudos Dr. José Penna, el otro hospital público en el
partido. Éste atiende situaciones que requieran de alta complejidad y, al ser de
incumbencia provincial7 también recibe migrantes residentes en otras zonas,
principalmente aquellos del partido de Villarino,8 donde las/os migrantes tra-
bajan estacionalmente en el cultivo de la cebolla para el mercado interno y para
exportar, principalmente a Brasil.
El aspecto comunitario del campo de salud bahiense se corresponde con
una división en áreas programáticas donde tienen lugar las distintas us, según
la división geográfica de la zona, la historia, el barrio, etcétera. Las us constitu-
yen el primer nivel de atención que se caracteriza por la promoción y la preven-
ción de la salud, lo cual posibilita abordajes comunitarios e intervenciones de
la institución en los lugares de residencia y desarrollo de actividades cotidia-
nas de la población. Por su parte, las us no poseen equipos de alta complejidad.
Generalmente es este el primer sector institucional por el que las comunidades
migrantes transitan y sobre el cual se presupone una actitud «más abierta y
predispuesta» desde los profesionales, con posicionamientos menos distantes
y asimétricos para con las/os pacientes.
Localizamos que las us que presentan mayores relaciones con la población
llegada desde Bolivia son las ubicadas en los barrios periféricos de Villa Har-
ding Green y General Daniel Cerri. Esto tiene que ver con las características
del campo laboral, conformado también como su espacio residencial. En los
7 El Hospital Penna cubre la Región Sanitaria I que está ubicada en el sur de la provin-
cia de Buenos Aires y contiene 15 partidos; Adolfo Alsina, Adolfo Gonzáles Chávez,
Bahía Blanca, Coronel Rosales, Coronel Dorrego, Coronel Pringles, Coronel Suárez,
Guaminí, Monte Hermoso, Patagones, Puán, Saavedra, Tornquist, Tres Arroyos y
Villarino.
8 Al sur del partido de Bahía Blanca.
44 | Migraciones en la Patagonia
proceso migratorio: se evidencian las relaciones entre las condiciones de resi-
dencia y trabajo, tanto en los hornos como en el sector de producción hortícola
con las probabilidades de contagio de enfermedades, pero a su vez podemos
ver como las construcciones de sentido sobre la población migrante limítrofe
interpelan las acciones e intervenciones en salud.
46 | Migraciones en la Patagonia
Los estudios lingüísticos
Reflexiones finales
Pretendimos dar cuenta del armado de un campo para el estudio desde la his-
toria oral de las migraciones desde Chile y Bolivia a Bahía Blanca y la zona. Este
campo se construyó con las siguientes prácticas de investigación:
1. Abordamos las investigaciones sobre migraciones desde Chile a Bahía
Blanca a partir del análisis del material recopilado en:
a. Talleres de historia y memoria en escuelas primarias de adultos y cen-
tros municipales de alfabetización en el área urbana de Bahía Blanca.
b. Trabajo de campo de reconocimiento de las iglesias evangélicas pente-
costales e identificación de procesos migratorios.
c. Estudios lingüísticos sobre lengua e identidad realizados en el ámbito
urbano a través de entrevistas.
2. Para conocer y analizar las características de las migraciones des-
de Bolivia diseñamos e implementamos las siguientes estrategias de
investigación:
a. Talleres Comer y compartir y Proyecto Puentes en establecimientos
escolares rurales en el paraje Alférez San Martín ubicado en el sector
hortícola cercano a Bahía Blanca.
b. Realización de la historia de la Cooperativa Eléctrica Colonia La Mer-
ced en el partido de Villarino, donde evaluamos la importancia de la
migración desde Bolivia en el área de producción de vegetales, lugar
que tradicionalmente había sido un nicho productivo de los migrantes
italianos.
c. Trabajo etnográfico-antropológico para analizar los procesos de salud-
enfermedad-atención-cuidado, por los que atraviesa la población mi-
grante en la región, en este caso, aquella llegada desde Bolivia.
d. Estudio de las festividades de la Virgen de Urkupiña en el ámbito ur-
bano de Bahía Blanca, en tanto espacio de reunión de los migrantes
llegados desde Bolivia y de vínculo con Pastoral Migratoria.
e. Estudios lingüísticos sobre lengua e identidad realizados en el ámbito
urbano a través de entrevistas.
Tomamos las propuestas teóricas de Guber acerca de la complejidad de de-
limitar el campo en el cual se va a trabajar, ya que este no es un espacio dado,
sino que se trata de una construcción, en este caso planteamos que los distintos
48 | Migraciones en la Patagonia
lugares en los que trabajamos y en los que realizamos distintas actividades cons-
tituyen nuestro campo, aunque se trate de espacios rurales y urbanos. En suma,
se trata de un campo que une distintos momentos y espacios que da cuenta de
los procesos migratorios estudiados y de nuestras prácticas de investigación.
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50 | Migraciones en la Patagonia
Segunda parte
Introducción
El Valle Inferior del río Chubut (virch)3 cuenta con un proceso de poblamiento
que nunca ha sido negativo y con población previa a la etapa de colonización
del siglo xix, principalmente de los pueblos mapuches y tehuelches. El territo-
rio que integra la provincia de Chubut tuvo su primera incursión con intento
de ocupación –por parte de las autoridades de la entonces colonia española– en
el año 1778, al mando del virrey Vértiz.
La historia de su poblamiento incluye una serie de hitos significativos entre
los que se destaca la aprobación nacional para instalarse en la Patagonia a un
grupo de galeses que huía de la opresión de Gran Bretaña. No sin resistencias
políticas, finalmente, el 28 de julio de 1865 llega el primer contingente de gale-
ses a bordo del velero Mimosa y desembarca en las costas de lo que hoy se co-
noce como Puerto Madryn, más específicamente en Punta Cuevas. Su primer
asentamiento se cristalizó en la fundación de la ciudad de Rawson, seguido
por la fundación de las localidades de Gaiman (1874) y Trelew (1888).
Luego de innumerables esfuerzos por superar las inclemencias derivadas
de la hostilidad del suelo, del río y del clima, lograron desarrollar la agricultu-
ra en el actual territorio de virch teniendo como producciones principales el
trigo (y su molienda) y, posteriormente, la cría de ovinos orientada a la pro-
ducción lanera (Bandieri, 2009). La colonia galesa afianzó su crecimiento con
el inicio de la construcción del ferrocarril que –recorriendo el Valle– llegaba a
Puerto Madryn (las obras se iniciaron en 1886 y se finalizaron en 1888), lo que
permitió una mejor circulación de la excelente producción de trigo que se lo-
graba cosechar en el Valle.
Las primeras colonias galesas a fines del siglo xix no instauraron inicial-
mente una forma capitalista avanzada, ni tampoco desarrollaron grandes em-
presas agrarias. La colonización, tanto del Valle como del resto de la provincia,
estuvo marcada por fuertes procesos de integración entre pueblos nativos y
colonos europeos inicialmente galeses.
54 | Migraciones en la Patagonia
El trigo de Gaiman, cuando superó las necesidades de autoconsumo, co-
menzó a destinarse a la venta. Contribuyó al desarrollo del capitalismo agrario
impulsando la promoción de los sistemas de transporte, materializado en la
llegada del ferrocarril.4 Posteriormente, la sustitución del trigo encuentra su
origen en los molinos harineros pampeanos, cuyo importante desarrollo vol-
vió inviable el sostenimiento de los costos de producción y puesta en venta del
trigo patagónico. Además de trigo, en época de los galeses se producía cebada,
forrajeras y hortalizas.
El principal obstáculo para la producción agraria estaba en construir un
sistema de riego, ya que las tierras tienen un componente salino muy alto,
napas freáticas profundas y un río que se desbordaba e inundaba los predios
intempestivamente; todo lo cual fue dominado, inicialmente, con un sistema
de riego por canales y compuertas (que subsiste hasta la actualidad) y con la
construcción del Dique Florentino Ameghino posteriormente.
En la zona hay una fuerte y marcada coexistencia de actividades no agríco-
las con diversos tipos de explotaciones y productores –un empresariado local
que vuelca sus recursos a producciones agropecuarias en una clara acción de
diversificación de sus actividades económicas, generalmente disociadas de
sus profesiones u ocupaciones primarias. Se puede encontrar a productores
de forrajes y papas, frutícolas (en particular los dedicados a la producción de
cerezas) y hortícolas, a los que se dedican al engorde, faena y esquila de ovinos
y engorde de bovinos; actores no agropecuarios en el espacio rural/agrario de-
dicados a la producción de pórfidos y al turismo rural (Crovetto, 2012).
La cría de ovejas está presente desde los inicios de la historia del virch5
y generó un mercado de trabajo con dinámicas particulares. En tiempos de
los colonos galeses, se identifica un proceso con alta participación del trabajo
familiar (especialmente frente a la ausencia tanto de población, como de re-
cursos e infraestructura, razón por la cual la mayoría de las veces el trabaja-
dor era el mismo poblador de la chacra) y presencia ocasional de trabajadores
temporarios (Berenguer, 2003). Con el auge de la mecanización del proceso
de esquila, a partir de los años 40 hubo una tendencia marcada a la reducción
del empleo permanente, lo cual llevó la dinámica laboral a la contratación de
trabajadores de temporada. Al constituirse la actividad agropecuaria como la
más importante de la provincia, la cría de ganado ovino –basada en la raza
merino–6 para la venta de lana se convirtió en el mayor volumen del ingreso del
establecimiento pecuario (Berenguer, 2003).
4 El ferrocarril está fuera de funcionamiento desde la primera mitad del siglo pasa-
do, ya que fue desplazado por las bondades económicas del transporte automotor
(Dumrouf, 1996).
5 Los colonos galeses que arribaron al virch actual dieron inicio a la explotación
pecuaria en la región. Lo hicieron con ganado criollo mestizado con ejemplares de
merino que procedían de otra región argentina conocida como la Pampa Húmeda
(Berenguer, 2003).
6 Las lanas provenientes de esta raza son consideradas finas, de acuerdo al rendi-
miento y a la calidad que alcanzan una vez lavadas e hiladas. (Berenguer, 2003).
56 | Migraciones en la Patagonia
lo comparás con otras actividades como la petrolera, la pesquera, no tiene
punto de comparación. Entonces […] hay un alto nivel de rotación. Noso-
tros tenemos que estar capacitando casi permanentemente para mantener
un sistema mínimo de funcionamiento […]. (Entrevista a funcionario del
Laboratorio de Lanas, 2009, Chubut. En Crovetto, 2012)
Se trata de gente más joven que en el pasado, de familias de origen rural que
deben sacrificar cinco meses del año –de julio a noviembre– en un trabajo en
condiciones sumamente precarias. En palabas del mismo funcionario, «venían
en general de cuna rural. […] Se está despoblando el campo y todos vienen, van
a parar a la periferia urbana donde tienen mayores oportunidades de trabajo…».
Actualmente, en la provincia de Chubut se registra una mayor presencia de
dos de los pueblos originarios de la zona: los tehuelches y los mapuches. Hay
personas auto-identificadas con estos pueblos que viven en comunidades indí-
genas y muchas otras integradas a la comunidad chubutense. Entre las princi-
pales actividades agrarias en las que se desempeñan se cuentan los crianceros
de ovejas y de chivas en tierras tanto colectivas como individuales, los tejedores
artesanales y la agricultura para autoconsumo. Entre los que se emplean en
mercados de trabajo agrarios, se destacan el trabajo temporario en la esquila
y el empleo como asalariado permanente en estancias o en establecimientos
agrícola-ganaderos (Crovetto, 2012).
En el virch también se produce alfalfa y papa, producciones que involu-
cran escasa inversión de capital, demandan muy pocos trabajadores externos
permanentes y ocasional empleo transitorio. En épocas de cosecha su deman-
da de mano de obra es casi imperceptible, trabajan algunos miembros de la
familia y suelen brindarse colaboraciones entre vecinos (Crovetto, 2012).
Luego de los galeses, el espacio del Valle fue explotado por representantes
de otros grupos sociales inmigrantes, como fue el caso de los españoles, los por-
tugueses y otros grupos europeos a principios del siglo xx, chilenos durante los
años 70 y, finalmente, la última ola migratoria internacional recibida en el virch
provino de Bolivia, «con el asentamiento de bolivianos se observa […] una trans-
formación en el mercado de trabajo rural a partir de la difusión de la mediería
como nueva forma de contrato laboral» (Owen, Hughes y Sassone, 2007, p. 8-9).
Las redes de parentesco y el empleo familiar componen las relaciones pro-
ductivas de este colectivo migrante. Se asientan, luego compran las tierras y,
actualmente, muchos de ellos no residen en el predio, sino en los barrios de
las localidades del virch, más cercanos a las zonas de chacras. Producen para
vender, aunque no todos participan de los mismos circuitos de comercializa-
ción. Los miembros de las primeras familias de origen boliviano residentes en
la zona tienen acceso a comercializar con las cadenas de supermercados, otros
lo hacen en negocios minoristas, ferias locales y en el propio predio. Asimismo,
los miembros de familias productoras más pequeñas en las épocas de cosecha
de la fruta fina, como la mora o la cereza, se emplean en otras chacras para com-
plementar los ingresos (Crovetto, 2012).
La fruticultura del Valle es reciente y altamente capitalista desde el inicio.
Tiene un desarrollo de aproximadamente 15 años y se encuentra en etapa de
El área frutícola del Alto Valle del río Negro9 es una zona árida, donde hacia
principios del siglo xx, predominaban las grandes explotaciones ganaderas y
las dedicadas al cultivo extensivo de alfalfa. Fue hasta fines del siglo xix un
área de frontera interna, que se integró al territorio bajo soberanía del Estado
argentino, como consecuencia de la Campaña al Desierto.
La fisonomía productiva fue transformada por un sistema de riego, cuyo
primer canal fue construido en 1884 y cobró impulso con la llegada del ferro-
carril de la mano de la empresa británica Ferrocarril del Sud. Esta empresa
resultó vital ya que a partir de 1911 construyó la red de canales y desagües que
completaron el sistema integral de riego, finalizado hacia fines de la década del
20 (Bandieri y Blanco, 1997; Sacroisky, 2003).
El objetivo de la empresa era incrementar el tráfico ferroviario, por lo que
se convirtió en promotora del desarrollo general de la región. Así también creó
la Compañía de Tierras del Sud en 1913, puso en funcionamiento la Estación
Agronómica de Cinco Saltos en 1918 y organizó el sistema de comercialización
a través de la Argentine Fruit Distributors (afd) en 1928 (Bandieri et al., 2003;
Sacroisky, 2003).
El fraccionamiento de las chacras que inició la Compañía de Tierras del
Sud avanzó en el mismo sentido y al mismo ritmo que lo hacían las obras de
riego. Accedieron a la propiedad de la tierra, especialmente pobladores ya
asentados ligeramente capitalizados por haber sido técnicos y obreros de las
obras de riego y del ferrocarril. Asimismo accedieron a la tierra algunos in-
migrantes, «grupos seleccionados de familias agricultoras inmigrantes como
es el caso de los italianos de Villa Regina o la Colonia Rusa de General Roca»
(Bandieri y Blanco 1997, p. 125).
El capital británico controlaba el cincuenta por ciento del empaque, el ciento
por ciento del transporte, una importante franja de la conservación en frío loca-
lizada en Buenos Aires y, en forma prácticamente absoluta, la comercialización
de la fruta. Es decir, la estrategia de la afd se basó en garantizar la obtención
9 General Roca, Cipolletti, Villa Regina, Allen, Cinco Saltos, Ingeniero Huergo, Ge-
neral Fernández Oro, General Godoy, Cervantes, Chichinales, Mainqué, Barda del
Medio, Contralmirante Cordero, Ferri y Barrio Mosconi.
58 | Migraciones en la Patagonia
por parte de los pequeños productores de una tasa de ganancia que le asegurara
a ella misma y al Ferrocarril del Sud los beneficios de liderar el subsistema.
En 1948 los ferrocarriles y sus empresas subsidiarias fueron nacionalizados
y aparecieron diversas empresas nacionales vinculadas a centros de distribu-
ción mayorista del país, como por ejemplo el mercado de Abasto de Buenos
Aires, con una estrategia distinta de acumulación que cambió el destino del
pequeño productor (Sacroisky, 2003).
Además, la aparición de fuertes competidores en el Hemisferio Sur, como
Sudáfrica y Chile, impuso exigencias respecto de la calidad de la fruta que no
pudieron ser afrontadas por gran parte de los pequeños productores, ya afec-
tados por el incremento del costo de la producción y la disminución del precio
internacional.
En un trabajo previo (Aguilera, 2007), se procesó y analizó información de
cinco ondas de la Encuesta Permanente de Hogares rural-urbana del Alto Valle
que cubren la década 1995-2005. La encuesta se aplica en la zona desde 1977,
en una segunda etapa orientada al medio rural. El objeto de estudio ya no es
exclusivamente la población urbana del aglomerado y, por lo tanto, el mercado
de trabajo no presenta las mismas características en cuanto a homogeneidad y
uniformidad que el mercado de trabajo urbano.
Es muy poco lo que puede decirse, desde la eph, de los que fueron denomi-
nados migrantes estacionales que son aquellos captados por la encuesta en el
aglomerado Alto Valle y que declaran un lugar de residencia habitual distinto
de éste. Entre lo poco que puede decirse y tomándolos como casos es que su
presencia sólo se nota en las ondas de marzo (cosecha) y que esta presencia
declina mucho en la década en estudio. Se pudo observar que los asalariados de
esta condición migratoria trabajan en promedio más horas que el resto de los
asalariados. También que estos pocos casos se insertan mayoritariamente en
la rama cultivos y una cantidad muy pequeña en galpón de empaque.
En la región frutícola del Alto Valle se ha ido configurando un mercado de
trabajo local en cierto sentido autosuficiente; en el que evidentemente fue ne-
cesaria la atracción de población no nativa en edades y condiciones activas.
Esos flujos no parecen continuar ni detectarse durante la década estudiada
con las características que tuvieron hasta mediados de los años 80.
La población inmigrante al área se caracteriza por estar envejecida, y en
este envejecimiento parece posible encontrar la explicación de las relativas di-
ferencias que se observan según condición migratoria, en los indicadores de
inserción ocupacional.
En esta conformación como mercado de producción y trabajo local importa
tener presentes acciones y omisiones llevadas a cabo por actores privilegiados
como el Estado nacional y los provinciales y el sector empresario ligado a la
exportación; estas acciones u omisiones según corresponda, se encuadran in-
dudablemente en el contexto económico nacional e internacional en relación
al mercado de consumo de frutas frescas.
El creciente dinamismo de cultivos de exportación en Chile que favoreció la
migración estacional interna en el propio país y demandó trabajadores que antes
migraban al Alto Valle; las restricciones implementadas por el Estado argentino
También los trabajadores del interior del país declaran desde Entre Ríos
o Tucumán una mayor complicación y menor incentivo para emprender des-
plazamientos estacionales a partir de los primeros años de la década del 90 a
medida que las condiciones de desempleo y precariedad comienzan a genera-
lizarse en el país (Giarracca, coord., 2000; Tadeo, coord., 2006).
El asentamiento de población chilena e interna en el Alto Valle, atraída por
la necesidad de trabajadores de una región muy escasamente poblada y que
dio origen a los primeros aglomerados, está también muy documentado en la
región. Estos asentamientos fueron favorecidos por acciones promotoras del
Estado, especialmente en la etapa de la provincialización del territorio nacio-
nal de Río Negro. Ello implicó el desarrollo de servicios urbanos (Bendini y
Pescio, 1998; Merli y Nogués, 1996; Radonich, 2003)10.
Población chilena:
• desde fines del siglo xix;
• sin tierra propia;
• empleada en ganadería extensiva y cultivo de alfalfa;
• mayor flujo poblacional para empleo temporario coincidente con auge
de la fruticultura, 1955-1980;
• finalmente asentada en el área rural del Alto Valle.
• Población interna, también coincidente con la expansión frutícola:
60 | Migraciones en la Patagonia
• asentamiento de pobladores del interior de las provincias de Neuquén
y Río Negro;
• migración estacional temporaria de trabajadores rurales de las provin-
cias del norte argentino, asentada paulatinamente debido a las posibi-
lidades que se generan para completar el ciclo ocupacional anual en la
zona, con mejores condiciones que en sus lugares de origen.
En algunos casos, el empleo en estas ocupaciones agrícolas también ha
respondido a estrategias de reproducción de hogares no necesariamente de
origen rural, sino que incluye hogares urbanos empobrecidos.
La región del Alto Valle del río Negro, que fue creciendo en población es-
table y en urbanización al ritmo de la expansión en la producción de frutas de
pepita básicamente de exportación, parece responder a la tendencia descripta
por Marshall y Orlansky. En este sentido se propone la idea de mercado de
trabajo local, relativamente autosuficiente. La población migrante limítrofe e
interna se encuentra establecida y envejecida, y su descendencia responde a la
condición de mano de obra nativa.
Se facilita entonces, el establecimiento definitivo en zonas o espacios que
suelen denominarse rur-urbanos, por un lado cercanos a las ciudades y con
ellas a las posibilidades de acceso a los servicios de infraestructura básica y
de refugio para actividades en la época de baja demanda en la fruticultura; y
por otro lado, a los lugares de trabajo con fuerte demanda estacional como las
fincas y los empaques, típicamente rurales.
La configuración productiva del Valle Medio del río Negro11 atraviesa un pro-
ceso similar en muchos aspectos al del Alto Valle, aunque aquel presenta una
marcada diversificación productiva y el segundo es mucho más próspero. En
diferentes etapas marcadas por el desarrollo del sistema de riego y del ferro-
carril, el Valle Medio ha configurado una región socio-productiva. De acuerdo
a la documentación historiográfica y a los relevamientos propios, los primeros
cultivos de la región estuvieron vinculados a la producción de forrajeras que
incorporó en el tiempo a la trama productiva, frutales, horticultura y ganade-
ría. Todo ello acompañado por la llegada de diferentes grupos migrantes y con
un proceso de conformación del mercado de trabajo local muy relacionado con
el proceso migratorio de asentamiento de nuevos pobladores, pero también
con una importante recurrencia a migración temporaria en los picos de alta
demanda de fuerza de trabajo, especialmente en el momento de las cosechas.
La intervención del Estado, como en el resto de los valles irrigados analizados,
es determinante para el desarrollo productivo y demográfico de estas zonas. El
agua, el ferrocarril y la energía son las obras propulsoras de la región.
12 «En el valle medio, la isla de Choele Choel, reservada como colonia luego de que
Rosas, quien la había recibido como premio por su campaña de 1833, la canjeara por
tierras bonaerenses, se convirtió en punto neurálgico de la primera colonización
agrícola-ganadera. Grupos de galeses provenientes de Chubut, como ya dijimos,
se establecieron en el área por iniciativa del gobernador rionegrino José Eugenio
Tello. En las inmediaciones se desarrolló otro sector de chacras en las localidades
de Chimpay, Belisle, Darwin y General Conesa. Los primeros cultivos de forrajeras
habrían coincidido con la llegada de los colonos galeses en 1898; poco después se
construyeron las primeras obras de riego, todavía muy rudimentarias. Mucho más
adelante, avanzado el siglo xx, también el cultivo de alfalfa, característico del área,
derivó hacia la fruticultura, la horticultura y la vid» (Bandieri, 2005, p. 206).
13 El canal no tenía drenaje para evitar la salinización de las tierras y, además, el río
cambió su recorrido, se alejó y actualmente el canal «de los galeses» está seco y las
tierras circundantes están improductivas por salinizadas.
14 Con la experiencia sufrida por los galeses, ahora los sistemas de riego se construyen
con conectores para drenaje a 1,5 metros de profundidad para evitar la salinización
superficial de la tierra.
15 Se describe la forma de la trayectoria del río como si fuera un embudo, angosto en el
62 | Migraciones en la Patagonia
Respecto a las producciones en el Valle Medio las entrevistas recogen de
manera constante testimonios de la diversidad productiva de la región, tal que:
64 | Migraciones en la Patagonia
obra adicional en momentos de necesidad puntual (exige altísimos costos la-
borales a quien contrata peones rurales).
Quedan los grandes (1000 ha o más) con producciones para venta en fresco
como la fruta de pepita, con destino principal al mercado externo, o también
con producción para industria como el tomate. En estos casos sí se registra
incapacidad de cubrir con mano de obra local los momentos de mayores reque-
rimientos que son cosecha y empaque de peras y manzanas; y procesamiento y
envasado de tomate. En el caso de peras y manzanas hay algunas labores pre-
vias a la cosecha como el raleo (selección de fruta que va a quedar en la planta)
para las que tampoco alcanza con los locales. En el caso del tomate, la empresa
La Campagnola mayoritariamente compra a productores independientes, mu-
chos de los bolivianos en la zona se dedican a producir tomate para industria.
La necesidad estacional de mano de obra para estas dos producciones se cubre
con trabajadores golondrina del norte de país, mayoritariamente tucumanos.
Las entrevistas describen cómo el ciclo anual de la fruticultura es acompañado
por la llegada y partida de importante cantidad de trabajadores y cómo eso
impacta en ciudades pequeñas, como las del Valle Medio del río Negro, modifi-
cando el paisaje y la dinámica de los pueblos –esto es notorio en la localidad de
Chimpay, epicentro de la fruta de pepita de la zona.
Noviembre es época de raleo, para ese momento comienzan a llegar los
norteños, el relato indica que se quedan hasta las fiestas y parten de regreso
a sus provincias para volver, ahora sí en mucha mayor cantidad, el 15 de enero
que es cuando comienza la cosecha que se extiende entre 60 y 90 días. Des-
criben a los trabajadores que «vienen y van» como mayoritariamente varones
jóvenes con destino principal Chimpay y Lamarque, que son las dos zonas de
explotaciones grandes, con empresas basadas en mano de obra asalariada y
muy ligadas al mercado externo. Hay testimonios que señalan nuevos barrios
para trabajadores rurales que incluyen la construcción de viviendas por par-
te del municipio, especialmente en Chimpay, así como iniciativas privadas de
autoconstrucción por etapas donde nuevamente aparece el municipio para co-
laborar, con los materiales o directamente con subsidios para pagar el alquiler
durante la etapa de la construcción. Poco a poco van notando que todas las
ciudades del Valle están más urbanizadas, Beltrán, Chimpay y Lamarque han
incorporado antiguas chacras al ejido urbano, son las ciudades que tienen más
espacio disponible en el perímetro del entramado urbano. Sin embargo, en
Choele Choel, la localidad más poblada, esta demanda de viviendas no encuen-
tra espacio físico en la malla urbana, lo que provoca la ocupación de terrenos
inundables sobre las bardas del río.
Los entrevistados ubican el comienzo de esta inmigración laboral en el
Valle Medio del río Negro hacia fines de la década del 80. Precisamente, hay
trabajos que ubican en esos mismos años el momento en que la migración
golondrina hacia el Alto Valle desde el interior del país comienza a disminuir
(Giarracca coord., 2000; Tadeo coord., 2006).
66 | Migraciones en la Patagonia
de los valles avanzan, surgen posibilidades de diversificar la producción, lo que
incluye a la horticultura en tanto actividad agrícola que consume importantes
volúmenes de agua. Sin ello, la horticultura en la Patagonia sería imposible. Y
sin ella, posiblemente las migraciones de bolivianos no hubieran tenido el im-
pacto, la presencia y la importancia que adquirieron en las economías locales.
Aunque en menor escala de producción y con mayores costos de transac-
ción para la migración de mano de obra (el virch no integra ninguno de los
circuitos migratorios por cosechas del país, entre otros motivos, por la baja
escala de producción y por la lejanía respecto de los circuitos tradicionales),
la fruticultura del litoral chubutense también se expande y empieza a deman-
dar mano de obra no local. Los motivos son varios: necesidad de acompañar
los incrementos en los volúmenes de producción y la ausencia de trabajadores
especializados en la región que puedan satisfacer en tan corto tiempo (15 a 20
días de cosecha al año) los estándares de producción propios de la fruta que se
exporta en fresco a mercados exigentes.
Riego, ferrocarril al inicio, caminos y rutas asfaltadas luego, y energía fue-
ron los puntapiés de inicio a circuitos productivos locales de alcance nacional,
regional e internacional que en base a sus necesidades productivas confor-
maron y consolidaron mercados de trabajo locales con origen en trabajadores
migrantes nacionales e internacionales. Población que se asienta en los valles
a medida que las producciones se consolidan. En el caso del virch, el más inci-
piente en fruticultura, el proceso todavía está en su fase inicial, aunque las ten-
dencias actuales indicarían que seguirá un proceso similar, en menor escala.
Aguilera, M. E. (2007). ¿Se van para volver? Trabajadores migrantes y mercado de trabajo en el
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Introducción
1 Proyectos «Mercado de trabajo en la horticultura del Valle Medio de Río Negro» di-
rigido por Ana Ciarallo y «Movilidad y territorio: condiciones de vida y de trabajo
de familias hortícolas en el Valle Medio de Río Negro», dirigido por Verónica Trpin;
ambos aprobados y financiados por la Universidad Nacional del Comahue.
72 | Migraciones en la Patagonia
por la movilidad espacial de la población con condiciones de trabajo y de vida
que responden a una organización familiar particular. En este sentido, pro-
ponemos una profundización de la comprensión de la familia como red social
primaria y abierta, o sea, como un sistema de reciprocidades y de pertenencias
que involucra a sujetos unidos por lazos consanguíneos o culturales en la reso-
lución de los problemas de la cotidianeidad (Martins, 2012).
El abordaje de la movilidad de las poblaciones ha sido una constante a lo
largo del siglo xx. En las últimas décadas, el papel de las cadenas protagoni-
zadas por los migrantes y sus familias en el mercado laboral, así como en los
circuitos transnacionales, se convirtió en una temática que visibilizó procesos
antes no considerados por los estudios migratorios a nivel mundial.
Conocer cómo los distintos desplazamientos poblacionales conforman
territorios migratorios implica entenderlos como procesos de «apropiación real o
simbólica de los lugares por donde transitan, se instalan o simplemente imagi-
nan como posibilidad de un futuro» (Lara, 2010, p. 54). Es decir, esos territorios
construidos forman parte de las posibles respuestas de los hombres y mujeres
y de las familias ante sus condiciones estructurales de existencia en sus lugares
de origen así como ante su condición migrante, étnica y de pobreza (Pedreño,
2011). El territorio migratorio (Lara, 2010) constituye un espacio conformado
por los y las migrantes desde sus prácticas laborales y cotidianas, desde su his-
toria familiar, comunitaria; es el espacio diseñado y sostenido en forma mate-
rial o simbólica, abarca los lugares que transitan los migrantes y los saberes
referidos al desplazamiento, la residencia, el enganche; en definitiva para saber
moverse, circular, quedarse (Tarrius, 2000).
A pesar de los escasos márgenes de opciones para estos trabajadores y sus
familias, la movilidad espacial, su ir y venir de un lugar a otro son estrategias
sustentadas en iniciativas individuales y colectivas y en la consolidación de
redes sociales. Desde miradas contrahegemónicas, las redes son entendidas
como dispositivos fenoménicos y discursivos de emancipación de conocimien-
tos y prácticas, en los que cobran valor los elementos intersubjetivos y la expe-
riencia de lo cotidiano (Martins, 2012)3.
La modalidad que adopta la movilidad está asociada fundamentalmente a
la dinámica ocupacional, a cambios o combinación de ocupaciones en zonas
rurales y urbanas, a cambios de residencia o residencias dobles, a transforma-
ciones en el espacio de vida y de trabajo. Sin embargo, aun siendo desplaza-
mientos por razones laborales, «las migraciones de trabajo son hechos de movi-
lidad, que incorporan distintas dimensiones, no sólo económicas sino también
74 | Migraciones en la Patagonia
El Valle Medio del río Negro y la producción hortícola
El área en la que centramos el estudio se denomina Valle Medio del río Negro
y está localizada en la cuenca media de dicho río, en el departamento Avella-
neda, provincia de Río Negro. La región abarca aproximadamente unos 2000
kilómetros cuadrados. El valle presenta dos subsectores de características pro-
ductivas bien diferenciadas. Uno de ellos, el área irrigada, se desarrolla sobre
la margen izquierda del río Negro; representa una unidad socioeconómica en
la cual se ha desarrollado una intensa actividad agrícola bajo riego y donde en
los últimos años se advierte una importante expansión de la fruticultura para
exportación. El otro sector corresponde a un área de secano destinado a la cría
de ganado vacuno y lanar (Kloster, Steimbreger, 2001).
Según el último censo realizado en el año 2005 en áreas bajo riego de la pro-
vincia de Río Negro, la superficie cultivada en el Valle Medio sumó 20064 ha,
6334 ha son aptas no utilizadas, mientras que 30478 ha se destinan a otros usos
(pastizales naturales, bosques, no apta, etcétera). El número de productores es
de 1069, de los cuales el 78,2○%, tiene una superficie menor a las 50 ha.
Imagen 1. Localización del área de estudio - Valle Medio del río Negro
Cuadro 1. Provincia de Río Negro. Población total nacida en Bolivia por sexo
según departamento
Población
Departamento total nacida en Total varones Total mujeres % del total
Bolivia
Avellaneda 746 392 354 18,34
Adolfo Alsina 449 258 191 11,04
Bariloche 317 195 122 7,79
Conesa 336 192 144 8,26
El Cuy 4 2 2 0,10
General Roca 1867 1012 855 45,89
9 de Julio 0 0 0 0,00
Ñorquinco 0 0 0 0,00
Pichi Mahuida 175 97 78 4,30
Pilcaniyeu 7 5 2 0,17
San Antonio 136 68 68 3,34
Valcheta 4 2 2 0,10
25 de Mayo 27 16 11 0,66
Total provincial 4068 2239 1829 100 %
76 | Migraciones en la Patagonia
La horticultura de la provincia de Río Negro se encuentra diferenciada por
diversos niveles de desarrollo y de especialización. Por un lado, se distingue una
producción especializada, concentrada en las zonas del Valle Medio y del Valle
Inferior del río Negro, y con menor incidencia en algunas áreas hortícolas de
los valles de Conesa, Río Colorado y en segmentos del Alto Valle. Los principales
cultivos –en cuanto a superficie y volumen de producción– son aquellos desti-
nados a la exportación tales como la cebolla y el zapallo, o los relacionados con
la industria procesadora: tomate y papa. Por otro lado, existe un conjunto de
producciones diversificadas para el consumo en fresco y destinado al mercado
local y regional que se distribuye en todos los valles mencionados.
Datos de la Comisión Hortícola5 integrada por productores de Viedma, Río
Colorado y Valle Medio informan que en la temporada 2009/10 se implantaron
2676 ha con cebollas, 1895 ha con tomates, 1121 ha con zapallo y 500 ha con
papas. Estos cultivos superan ampliamente a otras especies y, tal como fuera
señalado, están destinadas a exportación o industrialización.
Desde los últimos diez años, la horticultura viene registrando una lenta y
constante evolución en cuanto a superficie sembrada en los valles de la provin-
cia de Río Negro. Si bien este crecimiento es más importante en el Valle Medio
y en el Valle Inferior, el aumento de hectáreas dedicadas a la horticultura ha
sido sostenido en todas las regiones de la provincia. El Censo Provincial de
Agricultura bajo Riego (car, 2005) reconocía un total de 8027 ha dedicadas a la
horticultura en el conjunto de los valles rionegrinos. Las evaluaciones realiza-
das por técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (inta) es-
timan que en las últimas temporadas, la horticultura en la provincia mantuvo
una tendencia ascendente.
78 | Migraciones en la Patagonia
Cuadro 3. Distribución de superficie hortícola neta cultivada y cantidad
de productores, según rango de superficie y subregión.
Fuente: Santagni, A. (2009). inta eea, Alto Valle en base a datos del car 2005
80 | Migraciones en la Patagonia
los términos planteados por Tarrius (2000), se mueven en circuitos producti-
vos no exclusivos dentro de la actividad.
En un contexto en el que el nicho hortícola está asegurado por la presencia
de migración boliviana, las redes posibilitan la emergencia y expansión de este
fenómeno que involucra a familias migrantes y a trabajadores estacionales en
situaciones de gran vulnerabilidad. Sin embargo, esta capacidad de circula-
ción y sostenimiento de redes no sería eficaz sin la construcción de espacios
que se refuerzan más allá de los vínculos económicos: las celebraciones como
momentos de encuentro y festejo reflejan la posibilidad de moverse también
para bailar, rezar, agradecer por las cosechas, compartir comidas y reforzar los
lazos familiares y de amistad.
En el Valle Medio, dos celebraciones suelen convocar a las familias de ori-
gen boliviano: el Día de la Independencia y la Virgen de Urkupiña. En agosto
del año 2013 ambas se conmemoraron el mismo fin de semana y distintos inte-
grantes de las familias circularon durante el sábado y el domingo a lo largo de
las localidades para participar de uno u otro evento. En el marco de los festejos
del Día de la Independencia de Bolivia, durante el fin de semana se disputó el
Torneo de Fútbol y el sábado por la noche, el Festival de Saya en la localidad de
Chimpay; mientras que la celebración de la Virgen de Urkupiña se concentró
en Luis Beltrán, a 80 kilómetros de la localidad anterior.
Durante el Torneo de Fútbol, los equipos que disputaban la copa represen-
taban a distintas localidades del Valle Medio, del mismo modo que en el festi-
val de Saya, donde estuvieron representadas las mismas localidades y al que se
sumó un grupo de caporales de la ciudad de Cipolletti, ubicado en otro de los
valles irrigados del río Negro.
En el campeonato de fútbol, las banderas de la Argentina, la nacional de
Bolivia y la Wipala fueron izadas y dieron color a las canchas agrestes rodeadas
de polvo. Las camionetas, cual improvisadas tarimas, rodeaban el predio y las
mujeres aguardaban en su interior los resultados de los partidos.9 Un puesto de
venta de comida armado con maderas anunciaba en carteles pintados a mano
el menú: «Venta de chicharrón con mote y pollo picante»; mientras en el baúl
de un auto otro cartel promocionaba «Tamales envueltos en chala». El público
circulaba conversando, comiendo y tomando, comentando la continuidad del
festejo con el Festival de Saya.
A la noche, las familias de origen boliviano de Chimpay y de otras localida-
des se convocaron en el gimnasio de un colegio secundario, engalanadas para
el festejo nocturno. Funcionarios municipales y vecinos de la localidad tam-
bién se sumaron al espectáculo que desbordaba de música y color al compás de
los grupos caporales y una demostración de tinku. El chicharrón con mote, el
pollo picante y las empanadas circulaban por las mesas forradas en papel junto
a cervezas y gaseosas, mientras los niños y las niñas corrían por el salón explo-
tando los globos con los colores de las banderas de la Argentina y de Bolivia. La
fiesta avanzó en la noche y el baile luego del anuncio de los ganadores convocó
a los espectadores.
9 Registros similares han sido descriptos por Fulvio Rivera Sierra (2008) en la provincia
de Tucumán.
Familias migrantes hortícolas en... | 81
Ese mismo día, a 80 kilómetros, los vecinos y padrinos del barrio Fernández
–más conocido en la localidad como Barrio de los Bolivianos10– realizaban la
vigilia de la Virgen y terminaban de ordenar el salón en el que se realizaría el
almuerzo convocado después de la misa de la Virgen de Urkupiña. Una libreta
detallaba los compromisos asumidos hace un año por los distintos padrinos:
«padrinos de pollo», «padrinos de decoración», «padrinos de pan», deberes que
garantizaban la celebración y el almuerzo para todos los paisanos. El domingo,
en la capilla de Luis Beltrán las mujeres concentraron el protagonismo: la pre-
sentación de la Virgen de Urkupiña ubicada a un costado del altar de la iglesia,
era vigilada para arreglar cuidadosa y permanentemente el vestido, el pelo, los
adornos. A la salida de la iglesia, los petardos y los aplausos se combinaron con
los cánticos religiosos que se sucedieron a lo largo de varias cuadras en las que
se extendió la procesión hasta el barrio Fernández. La caravana –compuesta
casi exclusivamente por mujeres– avanzó en forma lenta por las calles de la
localidad llamando la atención de los vecinos que circulaban.
Una vez en el salón, algunas vecinas cantaron en quechua y con cuidado,
entre bocanadas de incienso, ubicaron a la virgen con sus arcos adornados en un
rincón, junto a suvenires y velas encendidas. Algunas personas se acercaban a la
virgen para orar, mientras el resto comenzaba a ubicarse en las mesas prepara-
das con los platos, vasos, pan y recipientes con picante. Todos los paisanos y las
paisanas disponían de lugares para el almuerzo, quienes llegaban más tarde se
ubicaban en los espacios que quedaban desocupados al rotar los comensales. Las
bandejas con pollo, carne asada y ensaladas circulaban por las mesas, así como
las bebidas. Algunas mujeres almorzaban mientras aguardaban a los hombres
de su familia que en Chimpay disputaban la final del campeonato de fútbol.
Tal como describimos, los integrantes de las familias permanecían en uno
u otro evento compartiendo con familiares, vecinos y paisanos los festejos del
fin de semana. Las responsabilidades asumidas por los organizadores del cam-
peonato de fútbol, el Festival de Saya y por los distintos padrinos de la cele-
bración de la Virgen de Urkupiña denotaban una dedicación impregnada de
valoración social: todo estaba preparado con programación y con tiempo de
trabajo. Así como comprar camisetas para un equipo de fútbol refleja cierto
poder adquisitivo asociado a la producción hortícola,11 los compromisos de los
padrinos son evaluados, en palabras de un productor «según cómo me vaya a
ir con las verduras, a veces se puede, otras no tanto» (entrevista, agosto 2013).
Martha Giorgis, en su análisis de la celebración de Urkupiña en la ciudad
de Córdoba, señala que participar de la organización de las celebraciones
involucra asumir responsabilidades y refleja «un “camino” ascendente que
lleva cada individuo hasta alcanzar su plena madurez y aceptación dentro del
82 | Migraciones en la Patagonia
grupo» (2004, p. 100).12 ¿Qué reconocimientos se dirimen en estas festividades
replicadas en el Valle Medio?
La construcción de territorios migratorios involucra, tal como desarrolla-
mos, saber moverse, en el que el reconocimiento es valorado en vinculación
a la producción: las mujeres comentaban en el almuerzo de la festividad de
Urkupiña que siempre hay que agradecer a la virgen por la temporada13 y que los
paisanos a los que les fue bien «se van hasta Cochabamba a agradecer», ciudad
de origen de la virgen de Urkupiña.
Ese saber moverse, dar para en algún momento recibir, también se expresa
en la celebración: el traslado por diversas localidades de la región a lo largo de
kilómetros para alentar al equipo de fútbol, o acompañar a los caporales de la
localidad en Chimpay y a la mañana siguiente participar de la procesión. Sus
organizadores y participantes en uno u otro evento se encuentran en la sema-
na en las ferias, en las reuniones de la Asociación o del inta, en las negociacio-
nes de precios con los compradores de tomate.
Sin embargo, en la celebración se recuperan responsabilidades que los ubi-
can como sujetos productivos y como hombres y mujeres atravesados por ex-
periencias culturales que se resignifican en el encuentro, en el camino para ser
reconocidos. Los hombres que en la semana curvan sus cuerpos en los bordos
plantando o cosechando verduras componen los equipos de fútbol junto a sus
hijos, sus sobrinos, mientras que en los caporales las hijas e hijos de bolivianos
muestran las destrezas en el baile, la alegría en los rostros. Por otro lado, las
mujeres que se encuentran semanalmente en la feria marchan con devoción
pidiendo a la virgen «porque ella siempre te da», cantando en quechua, pro-
pagando incienso, agradeciendo la cosecha que tuvieron o pidiendo por una
mejor, en el próximo cultivo.
Reflexiones finales
En el mercado productivo y laboral de la horticultura del Valle Medio del río Ne-
gro, la etnicidad y el origen nacional se convierten en instrumentos de segmen-
tación de la fuerza de trabajo. La condición inmigrante (Pedreño, 2011) de estos
trabajadores agrícolas constituye una particular configuración modelada por la
inserción de mano de obra extranjera en la sociedad receptora, que ha venido a
satisfacer las necesidades expansivas de trabajo en este sector de la economía,
por lo tanto, como señala Pierre Bourdieu, «no es el trabajador quien elige el
trabajo, sino el trabajo quien elige al trabajador» (2006, p. 73). En consecuencia,
el cruce de condiciones tales como el origen nacional, la etnia, la clase y las redes
12 Para la autora, las responsabilidades asumidas por los organizadores de los eventos,
o por los padrinos denota la circulación de «dones y contradones», en tanto que sis-
tema de reciprocidad en el que «los contratantes no verbalizan sus deudas y todos
actúan como si se tratara de actos de cortesía, espontáneos y desinteresados» (Ibí-
dem, p. 100).
13 Por la producción que se obtuvo en una temporada de cosecha.
84 | Migraciones en la Patagonia
En síntesis, el desarrollo de estas prácticas es resultado de una combina-
ción de elementos como la apropiación de un espacio físico, la construcción de
un territorio productivo y laboral y el uso que los migrantes le dan a ese terri-
torio. Así, ese territorio va adquiriendo una identidad específica que permite
ser reconocida por los otros.
86 | Migraciones en la Patagonia
Tendencias de la movilidad poblacional en la cordillera
neuquina: la constitución de mercados de trabajo en torno
al turismo
Verónica Trpin (conicet-gesa-unco)
María Daniela Rodríguez (conicet-gesa-unco)
Introducción
88 | Migraciones en la Patagonia
relacionadas con el dominio del territorio y su uso. Éste está constituido por
una zona rural donde se asientan, en su mayoría, comunidades indígenas y
criollos; el pueblo de Aluminé a pocos kilómetros de la cordillera de los Andes;
y una zona recientemente urbanizada a partir de la creación de Villa Pehuenia,
la villa turística en la que se realiza actualmente el trabajo de campo y que es el
foco de análisis de este artículo.2
Con la intervención del Estado, este departamento se caracteriza históri-
camente por una conflictividad creciente ante el despojo violento de tierras
comunitarias, el dominio y uso del territorio por parte de agentes privados,
estatales (nación, provincia y municipio) y la definición de tierras de jurisdic-
ción inter-estadual (compartidas de manera desigual entre nación, provincia y
comunidades mapuches). Según Nievas, en 2007,
90 | Migraciones en la Patagonia
La constitución de mercados de trabajo en el territorio cordillerano
826
100 782 792 900
800
80
598 700
550
CANT. DE PLAZAS .
CANT. ESTABLEC.
600
60
500
826
100 782 792 900
400
40 800
43 43 44 300
80
598 700
550 34
826 200
20 30
CANT. DE PLAZAS .
100 900
CANT. ESTABLEC.
43 44 300 600
43
Establecimientos
60 AÑO Camas
34 500
200
20 30
100 400
40
43 43 44 300
0 0
2008 2009 2010 2011
34 2012
200
30
5 Hacia el interior de esta 20
categoría se diferencian seis hosterías, un hotel, quince
100
cabañas, tres apart hotel y tres dormis.
AÑO
Población
Varones Mujeres TOTAL
Países limítrofes
Bolivia 6 4 10
Brasil 1 - 1
Chile 134 104 238
Paraguay 9 2 11
Uruguay 6 5 11
TOTAL 156 115 271
94 | Migraciones en la Patagonia
Enel caso de la construcción, actividad donde trabajan predominantemente
hombres, se trata de migrantes que llegan solos o en duplas y que trabajan du-
rante la temporada de septiembre a abril (momento en que el clima posibilita
este trabajo). La tendencia observada es que se emplean durante la semana y
el fin de semana regresan a Chile. Centralmente provienen de localidades cer-
canas como Melipeuco, Cunco, Curacautín y Lonquimay, zona rural limítrofe
a la Argentina y, en algunos casos, de ciudades cercanas de mayor dimensión
como Villarrica y Pucón. Un grupo de ellos permanece durante la temporada.
Los migrantes paraguayos, en cambio, resultan un nuevo grupo que se ob-
serva en los últimos años, a partir de la expansión de la oferta de infraestructu-
ra de alojamiento y la necesidad de mano de obra para la construcción, llevada
a cabo por empresas constructoras.
Este mercado de trabajo vinculado directamente al crecimiento del turis-
mo presenta algunas particularidades en esta localidad. Las temperaturas y el
clima constituyen una limitante para un trabajo estable: los meses más cálidos
representan la temporada favorable para dicha actividad. El reclutamiento de
hombres de origen limítrofe es temporario y en algunos casos los circuitos la-
borales son Buenos Aires-Villa Pehuenia a partir de intermediarios regionales.
La llegada es individual con contactos previos con capataces o constructoras,
pero en la villa suelen residir en un mismo predio donde alquilan habitaciones
de manera grupal, para regresar a sus lugares de origen u otros destinos una
vez finalizadas las obras de construcción para las cuales los contrataron.
La caracterización de esta migración está atravesada por dinámicas parti-
culares orientadas por la expansión de la demanda laboral y los requerimien-
tos diferenciados de mano de obra en función de la consolidación de nichos
laborales atravesados por pertenencias étnico-nacionales, aspectos que serán
profundizados en próximos estudios.
Por su parte, los migrantes internos o nacionales también responden a
flujos poblacionales relativamente recientes: hay quienes inicialmente obtie-
nen trabajos temporarios para luego obtener empleos de mayor calificación y
continuidad que les permiten asentarse en la villa de manera permanente. A
diferencia de los migrantes limítrofes, llegan en familia o pareja.
En función de la calificación personal y épocas del año las actividades ro-
tan, desde mantenimiento y jardinería, hasta administración hotelera. Los
trabajadores y las trabajadoras argentinas suelen ocupar cargos en los que se
relacionan cara a cara con los y las turistas, en los que se requiere, según las
empresas de recursos humanos, «buena presencia». Por esto, los orígenes en
términos étnicos y nacionales definen posibilidades de circulación en el mer-
cado de trabajo y mayores proyecciones de movilidad social determinados por
el turismo y las exigencias simbólicas acerca de lo que se puede mostrar y no de
un destino turístico.
Los migrantes internos arriban desde ciudades de la provincia de Neuquén
(Zapala, San Martín de los Andes, Junín de los Andes) aledañas a Villa Pehue-
nia y Aluminé, así como también del Gran Buenos Aires, Capital Federal, Rosa-
rio (Santa Fe) y Posadas (Misiones).
96 | Migraciones en la Patagonia
con identidad7 y la expansión sin precedentes del turismo privado ya no ubica a
los miembros de las comunidades mapuches como la exclusiva mano de obra
precarizada del turismo y la construcción, sino que la demanda incorpora la
circulación de trabajadores y trabajadoras migrantes. Es decir que los trabajos
precarios no son realizados por indígenas solamente, y a esta situación se le
reconocen dos causas. En primer lugar se debe a que la actividad se expandió
y la demanda no logra satisfacerse con los nativos. Y en segundo lugar, los na-
tivos comenzaron a tener otras opciones laborales vinculadas a la autogestión
de emprendimientos turísticos.
En el mercado de trabajo de la actividad turística y de la construcción, los
grupos migrantes –internos y limítrofes– confluyen en el territorio estudiado y
complejizan las relaciones sociales preexistentes entre comunidades indígenas,
Estado y privados, definidas en términos étnicos. Nuevos grupos se insertan en
una trama de relaciones de poder y de disputas por la tierra en las que la activi-
dad se expande y ofrece trabajo a costa del avance sobre el territorio indígena. A
su vez, los migrantes expresan la desigual distribución social y espacial del capi-
tal y del trabajo, en tanto se presentan conflictividades sociales y espaciales. En
palabras de Courtis y Pacecca (2008), hay diferencias en la migración en función
de la situación del país de origen y de la accesibilidad a los mercados de trabajo.
La migración contemporánea –a partir de la idea de movimiento de flujos–
adopta formas: desde la migración de mano de obra en carácter de obreros/as,
pasando por especialistas calificados o inversores económicos de mediana y
gran escala. En Villa Pehuenia, los nuevos sujetos de origen limítrofe paraguayo
e interno resultan de migraciones recientes; mientras que la de origen chileno
es más antigua y arraigada, en relación a la cercanía de los pasos fronterizos y
la histórica relación de las poblaciones de un lado y otro de la cordillera. Tam-
bién se reconoce, retomando a Guarnizo (2010), un grupo de migrantes de tipo
empresarial, es decir, representa inversores en la localidad de origen argentino
que optaron por invertir y/o vivir en la villa o emprender la construcción de alo-
jamientos. Tales migraciones vinculadas a las inversiones de capital han sido
promovidas y alentadas por el Estado provincial.
Por su parte, las migraciones limítrofes se caracterizan por no estar planifi-
cadas por el Estado y por la búsqueda de nichos laborales considerados de poco
prestigio, colocándose en una situación subordinada en relación a migrantes
de otros orígenes. De igual manera, expresan Trpin y Vargas (2004) que las
relaciones sociales a partir del trabajo involucran una variedad de actores que
representa a diferentes sectores de diverso origen nacional. Tomando a Guar-
nizo se puede considerar que «el modo de incorporación específico que el mi-
grante experimenta está determinado por sus conexiones a las redes sociales
relacionadas con las migración, a sus características personales y recursos ma-
teriales y a la estructura de oportunidades» (2010, p. 56).
7 En estos términos es definido el turismo en los últimos años luego de debates y po-
sicionamientos respecto de la actividad. Las comunidades mapuches ubicadas en la
Cuencas Quillen, Ruca Choroy y Puel –asentadas en el actual Departamento Alumi-
né– consideran al turismo como la forma que éste adquiere en relación al resguardo
territorial.
98 | Migraciones en la Patagonia
puestos laborales de mayor valoración y visibilidad, aspiran a asentarse en la
localidad y pueden proyectar cierta movilidad social.
La fragmentación y subalternización étnica tiene una larga historia en esta
zona desde el despojo territorial indígena, la privatización de la tierra pública
y la conformación de la nueva estructura de la tenencia. A las clasificaciones
sociales presentes en el territorio se suma, en la última década, la presencia re-
ciente de migrantes limítrofes integrados como mano de obra en los mercados
de trabajo descriptos. Según Bruno (2011), la estrechez sectorial en el acceso al
mercado de trabajo y la informalidad de las relaciones laborales se conciben
como plusvalía étnica: «Ese grado avanzado de extracción del plusvalor (lógi-
ca económica) se explica por la construcción de identidades (lógica cultural),
fusionándose ambas esferas analíticamente y expresadas empíricamente en
la noción de “etnización de las relaciones de producción”» (Halpern, en Bruno
2011, p. 3). En términos de Bruno, la asociación de la condición migratoria con
actividades de la construcción responde a construcciones de identidades vincu-
ladas a adscripciones étnicas y posicionamientos laborales subalternos.
En resumen, los procesos de formación de clase y etnicidad se cruzan en
el territorio y en la conformación de un sujeto. Se ponen en juego las corpo-
ralidades hegemónicas a la hora de seleccionar trabajadores y trabajadoras en
determinados puestos laborales vinculados al mercado turístico. Aquí emer-
gen criterios étnico-nacionales dominantes en área de frontera y de presencia
indígena, los cuales operan como clasificatorios de la mano de obra. Por su
parte, en la actividad de la construcción, los patrones de corporalidad que se
expresan se relacionan con marcas que dan cuenta de la fuerza y el sosteni-
miento del trabajo pesado. Tal como señala Gabriela Karasik en relación a los
trabajadores y las trabajadoras en Jujuy, «la segmentación laboral y el conjunto
de desplazamientos ligados a la pobreza […] se asocian con marcas ancladas en
la corporeidad que articulan orígenes socio-geográficos y formas culturales,
trayectorias y posiciones de clase» (2013, p. 251).
Consideramos que observar la presencia de los trabajadores y las trabaja-
doras migrantes en la dinámica del turismo y la construcción implica conti-
nuar profundizando la propia historicidad de las condiciones en las que los
trabajadores y las trabajadoras se insertan. Ser un trabajador de la construc-
ción o una trabajadora en un alojamiento turístico involucra establecer rela-
ciones sociales con la patronal, con otros trabajadores, con agentes estatales y
sindicales y con turistas. Dichas relaciones deben enmarcarse en las actuales
dinámicas de la actividad, al tiempo que observarse las experiencias y prácticas
que los trabajadores y las trabajadoras transitan como pertenecientes a una
clase social en diferentes momentos y espacios de su circulación migratoria.
En este sentido, para abordar la construcción de lo que implica ser un tra-
bajador o una trabajadora migrante como perteneciente a una clase, no pueden
desconocerse los aportes que E. P. Thompson (1979, 1989) realizó desde la his-
toria al desestructurar la categoría de clase y usarla en diálogo con la cultura.
Aunque las reflexiones de Thompson fueron realizadas para el siglo xix en In-
glaterra, no dejan de inspirar a las investigadoras que buscamos incorporar la
tensión entre las estructuras, la acción cotidiana de los sujetos y las experiencias.
Introducción
En este capítulo quiero presentar las experiencias de un grupo de mujeres pro-
venientes de Colombia, Venezuela y República Dominicana que viven y traba-
jan en San Carlos de Bariloche, haciendo énfasis en sus trayectorias migrato-
rias y en las formas de inserción laboral en el lugar de destino.1 La metodología
que utilicé responde a la perspectiva etnográfica que privilegia no sólo el uso
del método de trabajo de campo y de las técnicas propias como la observación
participante, entrevistas en profundidad, registros de interacciones y notas de
campo, sino también un enfoque que intenta dar cuenta de las perspectivas de
los actores en cuestión (Guber, 2011).
Mi objetivo es analizar el modo en que el tema de la maternidad fue apare-
ciendo en los discursos de las mujeres que entrevisté y cómo la categoría madre
expresó y asumió sentidos particulares al estar vinculada con la experiencia
migratoria y con la experiencia del trabajo sexual,2 tendiendo relaciones signi-
ficativas entre ambas. De esta manera, en determinados momentos, me refe-
riré a ellas como madres, poniendo el foco en esta autoadscripción, aunque a lo
largo del texto haré mayor o menor énfasis en su vínculo con otras categorías
como la de migrantes y trabajadoras sexuales, según el eje de análisis.
Organizaré el trabajo de la siguiente forma: en primer lugar, introduciré
cuáles son las discusiones actuales acerca de la migración femenina y cómo
Cuando nos referimos a las mujeres migrantes se nos hace indispensable traer
a la discusión la perspectiva de género, no tanto porque consideramos a las
mujeres como uno de nuestros actores fundamentales sino, particularmente,
porque los procesos migratorios en los cuales están inmersas están atravesa-
dos por relaciones de poder donde la variable de género se resignifica y tam-
bién la subjetividad de la mujer migrante.
Landry (2012) señala que la carencia de estudios en Latinoamérica que in-
cluyan en el análisis al género, contribuye a la invisibilización de la migración
femenina y, en este sentido, la autora aboga por un enfoque y un compromiso
verdadero que visibilice, disminuya la vulnerabilidad y la discriminación de la
mujer migrante y contribuya al desarrollo de políticas públicas para la defensa
de sus derechos. En este marco, nos encontramos con dos enfoques sobre la
migración femenina. Si bien ambos se articulan con los estudios de género,
poseen perspectivas distintas.
Una es la perspectiva victimista o de la vulnerabilidad que tiende «a ver a los
hombres como viajeros y aventureros que se mueven por iniciativa propia y a las
mujeres como estáticas y ligadas al hogar que sólo abandonan en condiciones
extremas» (Juliano, 2012, p. 530). Juliano expresa que es necesario romper con
el prejuicio que subraya sistemáticamente la explotación y el engaño más que
las estrategias que las mujeres son capaces de desenvolver como gestoras de sus
propios proyectos migratorios. Por ejemplo, desde el discurso de distintos or-
ganismos o espacios de encuentro tanto regionales como internacionales que
tratan diversos aspectos de la temática de la migración, como la Organización
Internacional para las Migraciones, la Organización de Naciones Unidas, la Con-
ferencia Sudamericana de Migraciones o el Encuentro Iberoamericano sobre
Migración y Desarrollo, entre otros, las mujeres migrantes son concebidas y tra-
tadas como grupos vulnerables (Magliano y Romano, 2011). A su vez, las autoras
observan cómo a la par del discurso de la vulnerabilidad, se expresa un discurso
del desarrollo: «[que se basa] fundamentalmente en una lógica costo-beneficio
[y] que enfatiza las ventajas que posee la migración femenina en términos de
contribución al desarrollo para los países de origen y destino, asociado principal-
mente a la cuestión de las remesas» (2011, p. 50).
Así, el discurso desarrollista también da lugar a una segunda perspectiva
que difunde la posibilidad de empoderamiento de las migrantes, no sólo en un
En este apartado voy a trabajar con los relatos de dos mujeres migrantes cen-
troamericanas. Cabe decir que concibo los relatos como construcciones que le
dan forma a lo vivido y, en este sentido, «no remite[n] exclusivamente al indivi-
duo sino también a formas sociales, históricas, genéricas, de organización y de
expresión de lo individual, pero también a dimensiones subjetivas» (Chirico,
1992, p. 20). Así, el relato se constituye como una herramienta o recurso para
explorar y comprender los sentidos y representaciones que los sujetos les atri-
buyen a acciones, acontecimientos o procesos.
La selección de dos historias se debe, en primer lugar, a que ambas inter-
locutoras accedieron a que pudiera grabar las entrevistas,6 lo que me permite
traer su propia voz a este texto. Por otro lado, sus experiencias resultaron sig-
nificativas ya que las dos son madres que han dejado a sus hijos en sus países
de origen y ambas trabajan en el comercio sexual. Lejos de considerar sus re-
latos como representativos de todas las migrantes centroamericanas que se
dedican al trabajo sexual, creo que estas dos historias permiten recoger sub-
jetividades que pueden ser compartidas por otras mujeres. Como sostiene Fe-
rrarotti, el problema de la representatividad y del número tiene poco sentido
ya que «nuestro sistema social está todo entero en cada uno de nuestros actos,
en cada uno de nuestros sueños, delirios, obras, comportamientos. Y la histo-
ria de este sistema está toda entera en la historia de nuestra vida individual»
(Ferraroti citado en Reséndiz García, 2001, p. 144).
porque yo estaba con mi esposo, viste, y las cosas estaban mal. Yo tengo un
hijo. Y estaban mal, estaban mal y, bueno, él no quería cambiar las cosas que
él hacía. Y bueno, hasta que yo me cansé y, bueno, y dije… Y ya no daba más
y para dejarme de él, porque nos dejábamos y volvíamos, nos dejábamos y
volvíamos. Entonces, para que la cosa es parida aquí, me voy. Y yo, como las
chicas estaban por acá, me voy, las cosas están así, así, yo me quiero ir […]. Y
por qué me vine, porque, bueno, porque el alquiler en Colombia se lo come
mucho a uno, viste. Y cuando uno no tiene un papá, no tiene una mamá, no
tiene quién lo apoye a uno, bueno, uno tiene que salir a la aguerrida, porque
a morir de hambre no. (Lucía, 2013)
Ana, en cambio, llegó a la ciudad sola. Expresa que siempre fue indepen-
diente, y que buscando en internet surgió la posibilidad de venir a trabajar acá.
Cuando hablábamos de los motivos de la migración, me contaba:
La mayoría que viene por acá es porque necesitan algo, que no están bien,
porque si uno está bien económicamente uno pa’ qué va a venir por acá, vio.
Porque algunas, porque bueno, a veces es mejor quedarse en su casa con un
trabajo, con sus hijos, y todo, que venir a esta vida, salir de su país. Por qué,
porque uno se pierde muchas cosas, de su hijo, de la niñez de su hijo, todas
esas cosas se pierde uno, y que a veces ellos le dicen, cuando uno lo regaña,
y dicen: «Qué, qué me venís a decir algo vos», o «a mí no me regañes ningu-
na cosa, porque vos no sos mi mamá, vos nunca estuviste aquí conmigo»,
todas esas cosas, viste.
Como narra Lucía, su impulso de emigrar no estuvo acompañado por una de-
cisión premeditada de convertirse en trabajadora sexual en el lugar de destino,
sino que surgió en la ciudad receptora:
me vas a decir que vas a un país ajeno y uno va a las que sea. Si me tocó esto
lo hago, si no te gusta me regreso, pego la vuelta. Los primeros días tengo el
pasaje de regreso, y allá pagas la deuda. De todas maneras se paga, pero no
vas a hacer algo que no te guste. (Ana)
Así, su percepción era que nadie está obligado a nada y que si una persona
no se siente cómoda con practicar el trabajo sexual, tiene la opción de no hacer-
lo. Cuenta que en los años que lleva en la actividad viviendo en Bariloche y en
el edificio, jamás vio o escuchó que hubiera chicas trabajando en contra de su
voluntad y estaba convencida de que todas tenían autonomía para continuar
con el trabajo sexual o dejarlo. Sin embargo, la referencia a la chica angustiada
expresa otro modo de experimentar la prostitución al resistirse a realizarla por
haber sido –supuestamente– engañada. Nuevamente, estas historias forman
parte del relato de Ana y es su subjetividad la que actúa como óptica para con-
tarnos el mundo de las migrantes que se dedican al trabajo sexual.
Por su parte, Lucía también se consideraba libre de hacer lo que quisiera,
elegir trabajar o no hacerlo, irse o quedarse. Decía que se manejaba sola, que
«nadie lo controla a uno porque ni en el boliche [cabaret] lo controlan a uno,
nadie, nadie. Uno hace lo que le da su gana». De esta manera, conversamos so-
bre la trata de mujeres con fines de explotación sexual, y opinaba lo siguiente:
eso, por eso es una de las partes que yo no he salido de acá, de Bariloche,
porque mis amigas, yo he escuchado que en otras partes hacen eso, viste,
hacen eso. Pero acá en Bariloche, viste que acá no se escucha hablar de esas
cosas, acá no. Yo he escuchado conversas, sí, viste que dicen que hay per-
sonas que hacen esas cosas, por eso es que me da miedo salir. Te imaginas
que venga un fiolo a ponerlo a que trabaje, uno teniendo que mantener su
trabajo, manteniendo uno a otro hombre acá. Es para que no, ¡no! No, yo
no, ojalá nunca me pase una cosa de esas. (Lucía)
Sentidos y motivaciones
Cuando conversaba con Lucía sobre qué era lo que la motivaba a migrar y, de
alguna forma, trabajar en el comercio sexual, decía: «si yo no tuviera hijos, yo
no estuviera por acá, yo estuviera en mi Colombia, viviendo mi vida, viste. Dis-
frutando. Pero no, cuando uno tiene un hijo, ya no, ya es diferente la cosa».
Su percepción y conocimiento sobre otras compañeras migrantes es que: «la
mayoría tiene [hijos]. Y se vienen acá por el trabajo, no es porque quieren venir,
ni a coger. Porque uno para coger, coge en su país [risas de las dos]».
Así, los hijos y el mandato de madre volvían a aparecer en sus discursos.
Directa o indirectamente se convertían en la causa y justificación de sus deci-
siones. Pero lo que empecé a notar es que la opción de insertarse en el negocio
sexual no era una práctica que valoraran positivamente. Tampoco era algo que
pretendieran hacer para siempre y en cualquier lugar. Más bien proyectaban
este trabajo a corto plazo o el tiempo necesario para cumplir con un objetivo
específico. En el caso de Lucía, ella manifestó el deseo de que la realización del
trabajo sexual fuera temporal y, de alguna manera, esto expresaba lo que éste
significa para ella:
Por otro lado, que el trabajo sexual fuera desarrollado por las migrantes
lejos de su lugar de origen no era un detalle menor. Esto refería nuevos senti-
dos. Cuando le pregunté a Lucía si cuando regresara a su país trabajaría en el
trabajo sexual, ella exclamó firmemente que no, que volvería a los servicios do-
mésticos, a trabajar a las casas de familia como lo hacía antes pero una vez que
hubiera conseguido tener una casa propia donde vivir sin que nadie pudiera
sacarla. Por su parte, Ana decía: «allá yo no trabajaba en lo mismo, allá tenía un
trabajo decente, por el tema de la familia, los hijos y eso».
Su madre y su hermano sabían en qué consistía su trabajo en la Argentina.
Pero, según ella, sus hijos no, ellos nunca le habían preguntado lo que hacía en
destino. La respuesta que me dio la sorprendió a ella misma e hizo que se que-
dara pensando en el tema. Se hizo un silencio en nuestra conversación y luego,
En este último acápite quiero reflexionar acerca de cómo el trabajo sexual se con-
vierte en un trabajo disponible para las migrantes centroamericanas, retoman-
do las experiencias laborales en destino de Ana y Lucía y de otras dos migrantes.
El estudio de la división del trabajo, como sostiene Narotzky, permite des-
cribir procesos de producción y distribución del trabajo y conocer los modos
a través de los cuales se les asignan distintas actividades a individuos o gru-
pos. Así, «los significados culturales asociados con determinadas tareas y con
identidades colectivas tales como el género, la edad, la casta o el grupo étnico
también contribuyen a configurar el proceso de trabajo» (Narotzky, 2003, p.
137). Si nos detenemos en la división étnica como organizadora del mercado la-
boral desembocamos en una terminología habitual donde nociones tales como
mercado, economía, empresariado o enclave, entre otras, están acompañadas
por la palabra étnica/co.
Más allá de lo que implica cada una de estas dimensiones, todas suponen
la existencia de un grupo étnico que se define –en su sentido más clásico y
primordial– como un grupo donde los integrantes comparten un origen bioló-
gico, valores culturales, interactúan, se auto-adscriben y son adscriptos por
otros. Sin embargo, este uso de lo étnico no cuestiona cómo se constituyen los
límites de esos grupos9 y, en consecuencia, si son factores estrictamente étni-
cos los que hacen a la segmentación del mercado de trabajo.
Como expresa Brah (2011 [1996]), pocas veces se han puesto en cuestión las
construcciones etnicizadas y racializadas de los mercados laborales, pese a ha-
berse incorporado al género en los estudios del trabajo como constitutivas de
9 Frederik Barth (1976) discute con las teorías predominantes previas que hacen una
lectura esencialista de lo étnico y propone analizar los límites étnicos como procesos
de simbolización donde los grupos seleccionan culturalmente diacríticos para mar-
car diferencias respecto de otros grupos y, al mismo tiempo, interactuar con ellos.
Yo conozco a algunas chicas que viven ahí, que trabajan viste, pero bueno,
esas son cosas que yo respeto. Y las veo, viste, y me saludan, yo las saludo.
Eso yo lo respeto. Las saludo cuando nos encontramos, porque viste que
cuando uno se encuentra entre piel negra una no anda preguntando qué
Así, si bien Luz no era trabajadora sexual, expresó que respetaba la activi-
dad laboral que desarrollaban sus compañeras nacionales del Bariloche Cen-
ter, aunque no hizo referencia al país de procedencia sino a la característica
que comparten: la piel negra. En este caso, ésta se constituye como aquella
marca de la naturaleza que, al mismo tiempo que opera racializando al gru-
po, lo etniciza haciendo de esa negritud un diacrítico de identidad.10 Éste
refleja un origen similar, pero también podría estar remitiendo a trayectorias
de vida parecidas y movilidades estructuradas por la raza análoga. Es decir,
el ser una mujer negra en Bariloche daría lugar a una identidad compartida
y quizás a experiencias sociales comunes, aunque no necesariamente en el
sentido laboral. En este sentido, la referencia al contexto no es menor ya que
los procesos de racialización y etnicización operan según la matriz de alteridad
que intervenga. Ésta funciona a partir de la economía política de la diversi-
dad y, como sucede en el caso argentino, esa matriz ha estado basada en una
triangulación que contempla la presencia de indios, inmigrantes –europeos– y
criollos, otorgándole un lugar específico a cada uno, y dándole mayor o me-
nor visibilidad y pertenencia en la conformación del Estado-nación (Briones,
2004). Por lo tanto, la presencia de negros/as no puede más que remitir a la
extranjeridad de este grupo, pese a que los afrodescendientes forman parte de
la diversidad existente del país aunque hayan sido invisibilizados en la narra-
tiva de la construcción de la nación (Bidaseca et al. 2011; Monkevicius, 2012)11.
La segunda experiencia es la de Ana. Como ya vimos, se dedica el trabajo
sexual, pero cuando la entrevisté lo alternaba con el cuidado de ancianos. Esto
la tenía muy ocupada ya que de día atendía a los clientes, mientras que durante
la noche cuidaba a una señora mayor. Su objetivo era reunir el dinero suficien-
te para volver a su país, estar allá un tiempo y ver qué otro rumbo elegiría. Me
Brah, donde sostiene que una forma de racismo puede articularse con otra o con
otros modos de diferenciación según el contexto y las relaciones de poder.
16 La autora analiza el programa de bailarinas exóticas extranjeras lanzado por el go-
bierno canadiense –y su impacto– que forma parte del Programa Autorización de
Empleo para el no-inmigrante, es decir, para trabajadores temporales.
Reflexiones finales
Introducción
Como es habitual en las ciudades patagónicas, San Carlos de Bariloche se en-
cuentra fuertemente atravesada por distintas corrientes migratorias. Entre las
décadas de 1960 y 1980, en particular, el centro urbano experimentó un acele-
rado incremento demográfico, alentado por el crecimiento de la demanda de
mano de obra, el aumento de la actividad y la infraestructura turísticas. De
15995 habitantes en 1960, pasó a albergar a 26 799 en 1970, a 48 222 en 1980 y a
81 001 en 1991, convirtiéndose en la ciudad más poblada de la provincia de Río
Negro desde 1980.2 Buena parte de los migrantes de este período arribaron de
las áreas circundantes, tanto de la Argentina como de Chile, y engrosaron las
filas de los sectores populares (Benclowicz, 2012a).
Los trabajos publicados sobre estos procesos migratorios son escasos. Kropff
(2002 y 2005), Fuentes y Núñez (2007 y 2008), Barelli (2012 y 2013), Benclowicz
(2012a y 2012b), entre otros, han indagado en torno de las experiencias popula-
res y advertido sobre la puesta en circulación de informaciones e imágenes que
presentan a Bariloche como la Suiza argentina, que ignoran esa experiencia. A
su vez, se ha identificado el desarrollo de patrones socio-geográficos de asenta-
mientos, que refuerzan las carencias de amplios sectores (Matosian, 2010 y 2011;
Sánchez y otros, 2007).
En esa línea, el presente artículo se propone aportar al estudio de los pro-
cesos de migración y conformación de los barrios populares de San Carlos de
Bariloche, atendiendo especialmente a las experiencias colectivas que protago-
nizaron los migrantes sin recursos económicos. Para eso, me centro en un caso
emblemático: el de los primeros vecinos del asentamiento 10 de Diciembre
que, tras protagonizar un importante proceso organizativo, lograron negociar
colectivamente con el poder político municipal su traslado al barrio 28 de Abril,
donde reside actualmente buena parte de ellos.
1 Este trabajo forma parte de las indagaciones llevadas adelante en el marco del pro-
yecto picto 2010-0184. Agradezco a los vecinos que gentilmente nos abrieron las
puertas de sus casas y sus experiencias; y especialmente a Solange Achon y Mariel
Wörner, que colaboraron con la investigación realizando una parte significativa de
las entrevistas.
2 Las cifras corresponden a los censos nacionales de población de 1960, 1970, 1980 y 2010.
Desde sus inicios, el barrio que más adelante quedaría conformado e identi-
ficado con el nombre 10 de Diciembre se nutrió notablemente de pobladores
de origen chileno. Esta corriente migratoria, que figura entre las principales
de la localidad y puede remontarse a los orígenes de San Carlos de Bariloche,
cobró un renovado impulso en el contexto del golpe de Estado encabezado por
Augusto Pinochet en 1973. Para la misma época existen testimonios acerca de
la llegada al barrio de migrantes de zonas rurales del interior de la provincia de
Río Negro, de paraguayos y de bolivianos. Esta población trabajadora, que no
contaba con la posibilidad de acceder a la compra de un lote donde asentarse,
se ubicaba generalmente en los márgenes de la ciudad, donde la permisividad
de las autoridades se alternaba con las amenazas de desalojo.
A medida que pasaban los años, el espacio se poblaba cada vez más, la man-
cha urbana de Bariloche se corría y acortaba las distancias con el centro de la
ciudad. De este modo, el valor inmobiliario de la zona se elevó y surgieron pro-
yectos de desalojo. La última dictadura militar en particular, es recordada por
distintos vecinos como un período de hostigamiento cotidiano e iniciativas de
desalojo que no se llegaron a concretar. La familia de L., por ejemplo, llegó a
Bariloche desde el interior de la provincia de Río Negro y se instaló en el 10 de
Diciembre. L. fue testigo durante su infancia y adolescencia del crecimiento
económico de la propia ciudad, que hacia la segunda mitad de la década del 70
ejercía fuertes presiones sobre el asentamiento:
nosotros un día nos juntamos, varios vecinos y dijimos «no, loco ya no po-
demos tener…». En el 83 cuando vino la democracia, asumió Raúl Alfonsín,
dijimos «ya no podemos tener, viste, ser “la villa de atrás del Lausen”» […]
Y bueno cuando nosotros nos juntamos, juntamos un grupo de vecinos y
decidimos hacer la… la Junta Vecinal viste. Y como salió viste justo el 10 de
diciembre del ‘83, y en 1983 fue la democracia, le pusimos 10 de Diciembre
al barrio, la primera reunión que hicimos ahí viste […] Por eso nosotros nos
empezamos a constituir como barrio viste, ya después se empezó a llamar
10 de Diciembre y ya teníamos una identidad viste, ya no éramos más villa,
como dicen ahora «villa», yo veo ahora, yo por ahí veo la televisión y dicen
«la villa 31 en Buenos Aires» entonces todo eso… todo eso queda mal, porque
toda esa gente tiene identidad viste. Nosotros queríamos buscar una iden-
tidad. (Bariloche, marzo de 2013)
si bien la leña no alcanzó para todos los barrios, debemos sí rescatar el es-
fuerzo que se ha hecho por parte de la Dirección de Juntas Vecinales para
que la entrega de leña y kerosene fuera más organizada que otros años.
(Junta Vecinal 10 de Diciembre, septiembre de 1987)
Todos estos elementos sugieren que tras la negociación por las condicio-
nes del traslado y los compromisos asumidos por los funcionarios, existía una
gran confianza por parte de la dirección de la Junta y del boletín hacia las au-
toridades, que no parecen ya ser objeto de reclamos, sino más bien de pedidos
debidamente encuadrados. Sin embargo, los números del boletín dejan ver
también la existencia de cierta oposición a los acuerdos con las autoridades,
que asumen la forma de una interna barrial. Entre otras críticas, se señala el
tamaño insuficiente de las viviendas que se proyecta construir en la zona de
Quinta 58 (Junta Vecinal 10 de Diciembre, agosto de 1987).
Para finales de 1987 asume una nueva directiva en la Junta Vecinal y se regis-
tra un cambio en la línea editorial del boletín, en función del cual el alineamien-
to con las autoridades se profundiza y el perfil contencioso propio del reclamo
y de la acción colectiva deja de aparecer. Esto no parece haber implicado una
disminución en lo que hace al nivel de visibilidad logrado por la organización
barrial. A principios de 1988, el gobernador Horacio Massaccesi, de visita en
Bariloche, concurrió al asentamiento 10 de Diciembre acompañado entre otros
por el intendente de la ciudad, lo cual habla de un espacio conquistado en la
agenda local por parte de los vecinos. En esa oportunidad, el boletín apunta que:
Las acciones imputadas a los niños del barrio resultan particularmente in-
teresantes en la medida en que están dirigidas contra instituciones responsa-
bles de servicios que se retacean al barrio. En efecto, falta el agua en el barrio,
pero se propone que el progreso adviene tras un buen comportamiento. Para
esos momentos (principios de 1988) ya no existen registros de actividades so-
ciales o culturales en el boletín. Un año después, se ponía en marcha el traslado
de los vecinos al nuevo espacio, en las afueras de la ciudad.
Con largas dilaciones, el traslado se concretó en distintas etapas entre 1989
y 1992, bajo las intendencias de Eduardo Gagliardi (ucr) y de María del Rosario
Severino de Costa, del Partido Justicialista (pj). En el ínterin, se registró una
reactivación de la acción colectiva, que incluyó la elaboración de un petitorio
y una movilización al Centro Cívico, la plaza central de la ciudad y sede de la
intendencia, la acción de protesta más importante que aparece en los regis-
tros relevados.12 En el petitorio se planteaba, entre otras cosas, el «problema
de los vecinos que no han sido adjudicados, qué solución hay» y «que las casas
sean casas, por lo que se entregan totalmente sin nada» (Junta Vecinal 10 de
Diciembre, s/f). A diferencia de las últimas citas del boletín, en este fragmento
el perfil contencioso es claro. Finalmente, en medio de fuertes presiones, y sin
lograr una solución que satisficieran estas demandas, la mayor parte de los ve-
cinos se trasladó. Sobre este punto, G. recuerda: «Nos apretaron un poco viste,
porque nos dijeron “si ustedes no se van, pierden la casa de allá y más encima
los echamos de acá”» (marzo de 2013).
Con este mensaje de características extorsivas la intendencia justicialista
completó la tarea iniciada por la administración radical. Lo cierto es que más
allá del incumplimiento de los acuerdos por parte de las autoridades y de tener
que instalarse en terrenos alejados del centro, los vecinos del 10 de Diciembre
lograron el acceso legal a la tierra. Sin embargo, este resultado no es visuali-
zado necesariamente como una victoria. A propósito de esto, una pareja de
vecinos comenta:
Bueno, nosotros acá estuvimos bastante… bastante mal porque nos en-
tregaron únicamente el armazón de la casa, nada más que el armazón: no
teníamos piso, no teníamos puerta adentro, no había nada, estaba única-
mente el armazón […].
Yo vivía llorando, ¡dejamos la cabaña tan hermosa por esto!, estuvimos
limpiando 15 días porque yo no quería saber nada, veníamos a limpiar… Yo
lloraba de bronca, aparte tan aislada de todo, porque yo estaba acostum-
brada tres cuadras y ya tenía viste la… teníamos La Anónima, Lausen en ese
Reflexiones finales
Introducción
Total de En país
Años Total Argentinos En otro país
extranjeros limítrofe
Años Total % Total % Total % Total % Total %
1960 56○777 100 38○258 67,38 18○519 32,61 - - - -
1970 78○236 100 58○615 74,92 19○621 25,07 - - - -
1980 100○997 100 82○472 81,65 18○525 18,34 13○622 73,53 4903 26,46
1991 129○229 100 110○955 85,85 18○238 14,11 14○813 81,22 3425 18,78
2001 137○061 100 122○302 89,23 14○759 10,76 - - - -
Fuente: censos nacionales de población de los años 1960, 1970, 1980, 1991 y 2001
Al considerar los datos de las últimas décadas, en el censo del 2001 –aunque
no contamos con los datos discriminados por tipo de extranjeros–, podemos
observar que estos disminuyen en la población de Comodoro Rivadavia, dado
que representan un 10,76 %. Por otra parte, al no contar con datos discriminados
por nacionalidad no podemos calcular el porcentaje de chilenos y bolivianos,
pero cabe aclarar que entre las décadas de 1960 y 1990 prácticamente la totali-
dad de los migrantes limítrofes refieren a chilenos por ser en aquel momento
la única comunidad de migrantes de países limítrofes presente en la ciudad.
Entre 2004-2008 se produjo el último boom petrolero que por varios años
provocó efectos de expansión en distintos rubros del mercado de trabajo regio-
nal. De acuerdo a los datos del Censo Nacional de Población del año 2010, las
cifras obtenidas arrojaron un total de 180○000 habitantes en la ciudad. De 16○653
migrantes, 14○544 corresponden a migrantes limítrofes, resultando mayoritario
el número de chilenos, 10○682; seguido por el de bolivianos, 2421; 1221 paragua-
yos y 385 peruanos, entre otros. Lo cual demuestra que el grupo de migrantes
proveniente de Chile continúa siendo el más numeroso (ver Cuadro II).
Desde los inicios el cine tuvo como principal objetivo contar historias que
involucraran al público, ya sea por su carácter verosímil, fantástico o tan sólo
por la delgada línea entre el concepto de realidad y ficción. Sea cual fuera el gé-
nero o la temática abordada en un film, los relatos funcionan porque apuestan
y provocan una identificación social por parte del espectador, cuyas dimensio-
nes transpolan contextos mediatos o inmediatos que van desde las problemá-
ticas sociales hasta el cuento o la fábula instaladas en los imaginaros colectivos.
El lenguaje cinematográfico recupera la idea de construir sentido a tra-
vés de diferentes formas narrativas mediadas por estructuras propias como el
En Las Acacias, Rubén es un camionero solitario que hace años recorre la ruta
entre Asunción y Buenos Aires llevando madera. Pero el viaje que está por ini-
ciar será diferente. Esa mañana, Jacinta llega a la cita una hora más tarde. Y
viene con alguien, su hija de ocho meses, Anahí. Para Rubén no es el mejor
comienzo. Con el correr de los kilómetros, la relación entre Rubén, Jacinta y
Anahí crecerá. Lentamente, cada uno irá intuyendo al otro. Ninguno cuenta
demasiado sobre su vida. Ninguno pregunta demasiado tampoco. Es un viaje
de pocas palabras, pero no silencioso. Cuando están por llegar a su destino,
ambos tienen el mismo deseo: que el viaje no termine.
El film narra el viaje en su totalidad, y el espacio de significado se reduce
a la cabina del camión, la ruta y algunos parajes intermedios, mientras que el
tiempo hace culto del silencio.
Las Acacias es un film que se ubica en el límite entre lo real y lo ficticio, los pro-
cesos de identificación de los personajes parten de ese tiempo subjetivo, que evo-
luciona en la medida en que ellos comienzan a conocerse y reconocerse. Nada es-
capa a ese paralelismo constante entre un vínculo que crece y la ruta que avanza.
¿Y cuáles serían los elementos que ubican el relato en el límite entre lo fic-
cional y lo documental? En principio el perfil de los personajes, su ocupación,
Relata el viaje a su país de origen de una familia boliviana que vive en Liniers,
Buenos Aires, y atiende una verdulería. Con el propósito de conseguir emplea-
dos para su negocio viajan a Bolivia luego de ocho años de ausencia. Durante el
viaje van encontrándose con sus familiares, sus amigos y sus tradiciones aban-
donadas. Contada como una película de estilo road movie, la historia se desarro-
lla con el trasfondo del viaje. En ella la cámara sigue a una pareja de bolivianos
con sus tres hijos, hacia el cruce de la frontera entre Jujuy y Tarija, para luego ir
a un caserío en el altiplano entre Oruro y La Paz.
Return to Bolivia es un documental que plantea el viaje de una familia bolivia-
na que regresa a su origen. Es un viaje de ida y vuelta, en el que es necesario de-
tenerse en determinados puntos intermedios, porque no existen los lugares de
paso, sino por el contrario, actúan como espacios de significación, causa y efecto
de las decisiones de estos migrantes bolivianos en la cotidianeidad de su viaje.
El tiempo de la realización documental se explicita en la relación que es-
tablecen los testimoniantes con la cámara, esa complicidad es el resultado del
tiempo y del reconocimiento, el registro se naturaliza y se entremezclan los
realizadores con los documentados. El género documental desde su génesis
está ligado a la representación de una realidad determinada, el documental
es lo particular, pero también es lo universal, y en este punto se identifican a
partir de una historia o un relato de vida predeterminado, procesos sociales
individuales o colectivos. Los protagonistas que documentan y dan cuerpo a
las historias tienen vida más allá del relato audiovisual.
En los últimos años las migraciones sociales en países como México, Boli-
via, Paraguay, Chile y Argentina han puesto de manifiesto la necesidad de con-
tar historias que representen la relevancia social, no de una manera descripti-
va, sino profundizando en las crisis y sus consecuencias, las transformaciones
culturales, sus lógicas e hibridaciones, en regiones diversas interpelando la po-
lítica pública. El vínculo entre las representaciones culturales y el imaginario
político (imaginario que entendía la política en un sentido de partidos, de ins-
tituciones, de Estado, de poder) que en los años sesenta y setenta había marca-
do decididamente el cine, igual que la literatura y otras artes, tuvo un viraje de-
cisivo en los años ochenta, con nuevos temas y problemáticas que emergían en
el campo cultural y solicitaban nuevas posiciones de intelectuales y de artistas.
Esto ocurre sobre todo para grupos sociales subordinados en donde la suma
de identificaciones es muchas veces una estrategia para obtener reconoci-
miento. Estos movimientos cubren una amplia gama del espectro sociopo-
lítico y sus miembros reivindican derechos a partir de una auto-afirmación
identitaria que gira en torno a un rasgo definido como fundamental a partir
del cual se exige reconocimiento. (Femenías, 2007, p. 56)
14 Considerados estos como los Nuevos Movimientos Sociales, se suman o se asocian
con la lucha de clases identificada a lo largo de la historia con las luchas obreras y
que fueron eje fundamental en algunas transformaciones del mundo. «En el ám-
bito del conflicto social nos hallamos ante el hecho de que al lado de las viejas y
renovadas formas de conflicto propias de las sociedades industrializadas, aparecen
nuevos conflictos, producto de las nuevas dimensiones de la conciencia moderna
[…]. A diferencia de la perspectiva anterior no se sostiene sólo que los conflictos de
clase se vertebren de forma nueva. Sino que otros conflictos, como pueden ser los
de género y los conflictos raciales, han logrado una entidad teórica, un campo de
investigación propio» (De Miguel, 2004, p. 19-20).
Partiendo de considerar el cine como práctica cultural que surge del marco de
procesos sociales determinados, a fines de agosto de 2013, el film Las Acacias fue
proyectado en el aula de Comunicación Audiovisual de la Facultad de Humani-
dades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan
Bosco (unpsjb), situada en km 3-General Mosconi de Comodoro Rivadavia; eje
histórico de la ciudad por ser sede de la administración de ypf, hoy barrio re-
sidencial. Asistieron diecisiete participantes al cine-debate, entre integrantes
del proyecto de investigación, estudiantes y docentes universitarios y, en me-
nor medida, público externo a la Universidad. No obstante eso, la proyección
se realizó en un espacio académico, con presencia de la Universidad aunque
fuera de ella, ya que esta aula se encuentra en un edificio anexo al central.
Una vez proyectada la producción argentina de 2011, el debate giró en
torno a los siguientes ejes: simpleza/intensidad de la película, conflicto de la
historia (la pregunta fue dónde ubicarlo), la ausencia de diálogos y el silencio
como forma de comunicación. Estos puntos se ubican dentro del análisis más
técnico del film, al que los estudiantes de Comunicación aportaron mayores
datos sobre la primacía de planos secuencia y la existencia de una cámara fija.
Interrelacionados con esos aspectos, aparecen otros vinculados pun-
tualmente al contenido que gira en torno a la problemática del migrante, en
este caso, paraguayo. Allí surgió la idea de los árboles talados/exportados/
Esta dinámica social que nos mostró esta migrante chilena, al expresar la
transformación no sólo de quien partió, sino también del lugar de origen, de
«lo que dejaron» y de lo que vendrá. Como proyecto extensionista pudimos
rescatar la dinámica social que debería estar de modo constante en nuestras
prácticas de investigación.
Sin duda, la proyección de Return to Bolivia en el contexto del público ba-
rrial recuperó imágenes previas a la proyección que se encuentran vinculadas
a representaciones que refieren al esfuerzo y la lucha cotidiana del migrante, a
lo que significa convivir cotidianamente con la diferencia, imágenes totalmen-
te alejadas del discurso xenófobo que es posible observar a escasos metros de
donde debatimos acerca de la película.
Introducción
El presente trabajo se enmarca en mi proyecto final de tesina dedicado al estu-
dio, a nivel fonético-fonológico, del contacto lingüístico entre el español rio-
platense y la variedad saudí del árabe. Su pertinencia radica, por un lado, en el
desconocimiento de estudios anteriores que traten el contacto entre estas dos
variedades lingüísticas y, por el otro, en las características del grupo migrante.
Se trata de un grupo de jóvenes ingenieros arabófonos provenientes de
zonas urbanas de Arabia Saudita, llegados a la ciudad de San Carlos de Bari-
loche por un acuerdo establecido entre el instituto de investigación en el que se
desempeñan e instituciones argentinas con el objeto de que cursen parte de sus
estudios de posgrado o cursos de especialización en esta ciudad patagónica. Se
trata, como puede desprenderse de lo hasta aquí enunciado, de una población
que no ha sido estudiada en su calidad de migrante, no sólo en la región patagó-
nica, sino también a nivel nacional.1 En consecuencia, el presente trabajo tiene
como objetivo exponer las características específicas de este grupo migrante,
sus razones para desplazarse hasta la Argentina y la dinámica puesta en prác-
tica durante su cotidianeidad en un país con una cultura totalmente diferente a
la propia. Para la consecución de estos fines, comenzaré por presentar genera-
lidades del país de origen, para luego introducir su particular economía y, más
precisamente, la crisis que dio origen a los acuerdos ya mencionados. Final-
mente, se mostrará un modesto análisis de su vida en la Argentina.
1 Se trata de una minoría de cuya presencia ni los censos nacionales dan noticia. Es
etiquetada como «Resto de Asia». El censo 2010 indica que en Bariloche el 0,1 % de
la población extranjera es «asiática», contabilizándose 109 personas. Sin embargo,
este dato no es funcional a la presente investigación por su inexactitud: en esta cifra
se incluyen múltiples nacionalidades y rangos etarios sin distinción de géneros.
The Kingdom of Saudi Arabia is a sovereign Arab Islamic State. Its religion
is Islam. Its constitution is Almighty God’s Book, The Holy Qur’an, and the
Sunna (Traditions) of the Prophet (pbhu). Arabic is the language of the
Kingdom. The City of Riyadh is the capital. (Royal Embassy of Saudi Arabia
in Washington DC)
Asimismo, los artículos ocho y once de esta ley establecen que «el Gobierno
en el Reino de Arabia Saudita se basa en la justicia, la shura (consulta) y la igual-
dad de acuerdo con la Sharia4 islámica»5 y, además, que «la sociedad saudí está
basada en la total adherencia a la guía de Dios»6. De hecho, según datos de
la Central de Inteligencia norteamericana, los musulmanes conforman del
ochenta y cinco al noventa por ciento de la población de Arabia Saudita, dada
la prohibición de otorgar la ciudadanía saudí a los no profesantes y la proscrip-
ción de rendir culto a cualquier otro dios que no sea Alá. El Corán, el Sunnah y
la Sharia, en conjunto con la Ley Básica, forman la constitución del país.
La Ley Básica de Arabia Saudita también establece en su artículo 14 que todos los
recursos naturales que Alá ha colocado en el territorio son propiedad del Estado:
All natural resources that God has deposited underground, above ground,
in territorial waters or within the land and sea domains under the authori-
ty of the State, together with revenues of these resources, shall be the pro-
perty of the State, as provided by the Law.
The Law shall specify means for exploitation, protection and develop-
ment of these resources in the best interest of the State, and its security and
economy. (Royal Embassy of Saudi Arabia in Washington DC)
Actualmente, Arabia Saudita cuenta con un plan energético a largo plazo, con-
siderado de vanguardia. En agosto de 2013 el diario Arab News informó acer-
ca del plan del Estado saudí de construir dieciséis reactores nucleares para el
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www.state.gov/r/pa/ei/bgn/3584.htm.
Introducción
La construcción identitaria de lo barilochense, desde los orígenes de la ciudad,
estuvo estrechamente asociada a la migración europea que constituyó la Suiza
argentina y la tierra de pioneros europeos, como imágenes recurrentes en el discur-
so hegemónico local. Estas representaciones sociales se forjaron en diferentes
momentos históricos y sedimentaron imaginarios que ocultaron la relevancia
que tuvieron los migrantes latinoamericanos1 en el entramado social, econó-
mico y cultural de la ciudad (Barelli, 2013).
Yosef Yerushalmi (1989) ha llamado la atención sobre la importancia del
reconocimiento de los olvidos en el análisis histórico, y el camino de las migra-
ciones latinoamericanas en San Carlos de Bariloche cubre, precisamente, la
ruta del ocultamiento social. Sin embargo, lejos de acomodarse en los lugares
asignados por esos discursos, las comunidades migrantes han llevado adelante
una multiplicidad de estrategias tendientes a lograr reconocimiento y visibi-
lidad en la ciudad, entre las cuales se destacan las vinculadas con la construc-
ción de capillas barriales,2 como también el traslado de prácticas devocionales
marianas3 (Barelli, 2013).
La migración paraguaya en San Carlos de Bariloche responde, al igual que
en otros momentos y en otras zonas de la Argentina, a la situación histórica
de pobreza estructural que vive hace décadas la República del Paraguay y a las
ofertas laborales que presenta la ciudad en el rubro de la construcción. En este
sentido, identificamos dos etapas de arribo de los migrantes paraguayos a la
ciudad: la primera durante las décadas de 1970-1990 y la segunda después de la
crisis económica argentina del 2001.
1 Grupos históricamente constituidos por chilenos y desde los años setenta, por boli-
vianos y paraguayos, entre otros (Barelli, 2013).
2 Los migrantes chilenos en el año 1969/1970 junto con la Junta Vecinal del barrio La
Cumbre (barrio conocido en esa época como el «barrio de los chilenos») y el apoyo
de la Congregación Salesiana llevaron a cabo la construcción de una capilla bajo
la advocación mariana de Nuestra Señora del Carmen por su patronazgo chileno
(Barelli, 2013).
3 Durante los años noventa tanto los migrantes paraguayos como los bolivianos lleva-
ron a cabo el traslado de sus devociones marianas. La Virgen de Urkupiña y la Virgen
de Caacupé se transformaron en dispositivos identitarios que generaron pertenen-
cia en el lugar de destino y construyeron nuevos espacios sagrados (Barelli, 2013).
9 Algunos artículos publicados en diarios locales, folletería de los festejos por el Bi-
centenario y archivos del Obispado de San Carlos de Bariloche.
10 Entrevistas a funcionarios estatales (delegado de la Dirección Nacional de Migra-
ciones, secretaria del Ministerio de Desarrollo Social, delegado de la Dirección de
Estadísticas y Censos); entrevistas a miembros de la agencia religiosa (jerarquía
eclesial, presbiterio y religiosos); entrevistas a referentes de instituciones no guber-
namentales (Asociación de Residentes Paraguayos arpa y Agrupación Nativa Gua-
raní angu-a, Círculo Chileno Gabriela Mistral, Centro Cultural Boliviano, Pastoral
de Migraciones y Equipo Pastoral Paraguayo en la Argentina epa); entrevistas a
migrantes devotos de la Virgen de Caacupé (diez) y no devotos (cinco) y entrevistas
a feligreses católicos no migrantes que participaron y participan de las prácticas
religiosas de los migrantes (cinco).
11 Los inicios de San Carlos de Bariloche se remontan a fines del siglo xix cuando se
instala en las zonas próximas al río Limay y al lago Nahuel Huapi una colonia agrícola
pastoril y un núcleo urbano en torno a una casa comercial, Don Carlos, que inició un
tráfico vía lacustre con Chile. Esta casa fue construida el 8 de febrero de 1895 por Car-
los Widerhold, un chileno de origen alemán, que se transformó en el primer poblador
y, la fundación de la casa comercial, en la fecha fundacional de la localidad.
18 Reseña histórica de arpa presentada en el folleto por los festejos de los 200 años de
Paraguay, Bariloche, 2011.
19 Reseña histórica de arpa.
Desde los inicios de arpa (1982), la agrupación llevó a cabo una serie de even-
tos que tuvo como objetivo fundamental lograr un reconocimiento por parte
de la sociedad barilochense. Una de las primeras actividades en las que parti-
cipó la agrupación fue el Torneo local de fútbol realizado en 1982 denominado
El Mundialito.21 Este evento forma parte de los recuerdos más queridos de los
migrantes, debido a que constituyó el primer evento social en el que la agrupa-
ción participó en tanto colectividad con un equipo denominado Guaraní. Así lo
recuerda Juan de Dios: «Se hizo acá en Bariloche, a nosotros nos invitaron, ar-
mamos el equipo y ¡salimos campeones invictos!, fue todo un orgullo presentar
un equipo» (abril de 2013). Sin embargo este evento sólo quedó en la memoria
de los migrantes, debido a que no se volvió a repetir y la organización no tuvo
fondos para sostener el equipo en los torneos que se organizan a nivel local.
Otras actividades en las cuales también participó la agrupación fueron
el aniversario de la fundación de la ciudad y la Fiesta Nacional de la Nieve.22
Ambos constituyeron y constituyen los eventos más significativos de la ciudad
tanto desde el punto de vista social, como desde el simbólico. Es decir, no sólo
por el caudal de gente que participa año a año, sino también por la impronta
¡No te das una idea lo que era esa carroza! ¡Ganamos el primer premio!,
armamos una choza paraguaya dentro del camión, un lugar donde se bai-
laba, una mesa donde se amasaba chipa, un horno de barro, un aljibe y un
mortero donde se pisaba el maíz. Al final del camión pusimos una planta
radal que es muy parecida a la naranja, ahí pusimos una hamaca paragua-
ya y ahí iba Nicolás Martínez tomando tereré. Después compramos dos o
tres cajones de naranjas y con un hilito muy finito colgamos en la planta y
le tirábamos a la gente naranjas, fue un espectáculo un trabajo tremendo!
(Juan de Dios, abril de 2013)
27 «La Fiesta de las Colectividades se inició en plena dictadura militar ligada a una fuer-
te reivindicación de la migración europea. En el año 1980, debido a la gran respuesta
de la población, la misma se independizó de la Fiesta Nacional de la Nieve e intentó
transformarse en una fiesta nacional, apelando nuevamente al turista como destina-
tario y a los “pioneros europeos” como constitutivos de la “identidad barilochense”.
yo llegué hasta llorar de bronca una vez cuando me hicieron una entrevista
después de la fiesta en Canal 6. Hable muy mal, ¡cómo puede ser!, ¡es nues-
tra tierra, qué es lo que pasa con la gente de Bariloche! ¡Y lo peor es que
sigue pasando hoy! (Abril de 2013)
Nosotros empezamos hace 17 años con esto y ahí teníamos una réplica chi-
quita […]. Al principio íbamos y rezaban unas oraciones entre dos o tres
familias ahí a los pies de la Virgen de las Nieves. Después hacíamos un al-
muerzo a la canasta […] y bueno y así fue creciendo y hoy hace como más
de diez años consecutivos que venimos haciéndolo con misa, fiesta y baile.
(Diciembre de 2010)
yo dije que quería decir algo pero la verdad es que estoy muy emocionado
primeramente agradecer al amigo Juan de Dios. Para mí la familia uno la
hereda y los amigos uno los elige. Y doy gracias a Dios porque elegí al amigo
[lo señala a Juan de Dios] y gracias a él es que me estoy emocionando tanto,
por haber escuchado al canto de nuestra Virgen, de la Virgencita de Caacupé
[…] me costó una hora y media llegar acá pero valió la pena y doy gracias a
Dios ante todo, a ustedes hermanos paraguayos por haber compartido con
ustedes esta Santa Misa realmente estoy tan orgulloso de ser paraguayo y
pertenecer a la comunidad paraguaya. Espero que seamos más unidos y que
cada vez seamos más hermanos paraguayos. (Bariloche, mayo de 2013)
40 Adjetivo que utiliza Matossian cuando habla de las características de San Carlos de
Bariloche. En este sentido menciona que el «crecimiento acelerado y sin control,
con fuerte diferenciación social, ha devenido en mundos urbanos de exclusión» de
esta manera «la fragmentación espacial completa el par asociado, dicha noción ha-
bla de una ciudad que deja de ser orgánica y pasa a ser fragmentada» (2012, p. 185).
41 La mayoría de los migrantes, tanto de arpa como de angu-a, hacen hincapié en que
el traslado de la devoción es el motivo por el cual ambas agrupaciones logran unirse.
Esta alegoría que explicita Juan de Dios, a nuestro entender, busca afianzar
la vinculación entre ambas devociones como una nueva estrategia de acerca-
miento e integración. Una estrategia que frente al continuo silencio de las agen-
cias estatales y sociales apela a la agencia religiosa como forma de inclusión.
Reflexiones finales
la tensión entre ambas agencias (la estatal y la religiosa), que apelan a di-
ferentes lógicas de reconocimiento y legitimación para sí mismas y para el
territorio, instalan en el espacio patagónico e incorporan sentidos alterna-
tivos donde la región se va configurando según las narraciones que se van
proponiendo y habilitando. (2013)
Adamovsky, E. (2012). Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1880 hasta
2003. Buenos Aires: Sudamericana.
Agüero Medina, A. (2012). Somos de acá. Una historia social desde abajo. Buenos Aires: Boverse.
Baczko, B. (1991). Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas. Buenos Aires:
Nueva Visión.
Introducción
Comodoro Rivadavia es una ciudad portuaria, donde la centralidad que ad-
quiere la explotación minera ligada al petróleo ha signado una serie de rasgos
particulares a lo largo de su historia, iniciada hacia 1901. Básicamente desde la
instalación de la ex-empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales y otras
de capitales extranjeros, se conformó un mercado de trabajo que atrajo a tra-
bajadores de origen europeo, migrantes internos y limítrofes de origen chile-
no. Esta heterogeneidad poblacional también se manifestó a nivel religioso,
generándose un tipo de pluralismo que, comparado con el de la sociedad ar-
gentina, resulta muy marcado y anterior al señalado en investigaciones que
toman como unidad de análisis la situación nacional.
En este sentido, nos pareció relevante presentar una caracterización de
la presencia protestante y pentecostal en Comodoro Rivadavia, partiendo de
reconocer los vínculos existentes entre estas formas de religiosidad y las iden-
tidades étnicas de los grupos bóers de tradición protestante y los grupos chile-
nos que introducen el pentecostalismo en la ciudad. Nos interesa en particu-
lar analizar las funciones que representaron estas Iglesias en el marco de sus
comunidades étnicas e indagar desde una perspectiva relacional los vínculos
y representaciones que se forjaron sobre estos grupos migratorios desde la co-
munidad de Comodoro Rivadavia.
Dado que la producción historiográfica sobre esta temática es sumamente
escasa, en el siguiente trabajo partimos de caracterizar estos procesos migra-
torios, señalando sus principales rasgos para centrarnos luego en los procesos
de institucionalización de sus religiones y así reflejar tensiones y contrastes
entre los dos casos presentados.
A nivel metodológico optamos por una perspectiva socio-histórica y cua-
litativa. Recurrimos a la consulta de fuentes propias de las instituciones reli-
giosas como libros de reuniones y fotografías, junto a la realización de entre-
vistas personales en profundidad a distintos actores (fieles, pastores, líderes
religiosos, entre otros)2. Igualmente tomamos otras fuentes públicas como los
archivos de la prensa periódica local.
1 Una versión previa de este trabajo fue presentada como ponencia en las xiv Jorna-
das Interescuelas/Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Cuyo, del 2
al 5 de octubre de 2013.
2 Las entrevistas que realizamos fueron semi-abiertas y en profundidad, lo que nos
A grandes rasgos podemos señalar que la religión del grupo bóer pertenece
a la Iglesia Holandesa Reformada y posee una serie de características especia-
les, resultado de procesos históricos como fueron los desplazamientos territo-
riales que desarrollaron en el siglo xvi desde Europa a África del Sur, motiva-
dos por la búsqueda de autonomía y libertad religiosa. Entre estos rasgos se
encuentran su adhesión a los principios calvinistas, principalmente lo ligado
al puritanismo de las costumbres y la austeridad tanto en su culto, como en
sus discursos, junto a la idea de predestinación de su pueblo en lucha por su li-
bertad e independencia. Dueños de una tradición muy particular originada en
Holanda hacía siglos, reelaborada luego en el ambiente heterogéneo de África
del Sur, y nuevamente resignificada en la espacialidad patagónica, la fe de los
bóers puede ser interpretada como un calvinismo de frontera (Arduino, 2013)
centrado en la práctica de un cristianismo rigorista sustentado en la austeri-
dad y el retraimiento social en relación a los otros.
Un claro ejemplo de los modos en que se reflejó este distanciamiento res-
pecto de los otros fue el referido a la formación de las nuevas generaciones. La
educación de los niños fue una preocupación para los bóers desde los inicios
de la Colonia, para ello conformaron escuelas rurales que funcionaban en las
mismas estancias; en ellas, junto a los contenidos educativos, se desarrollaban
distintas prácticas religiosas. En los primeros tiempos oficiaron como maes-
tros algunos colonos, mientras que cuando se contaba con un pastor estable
era éste quien los educaba. Un rasgo destacado de estas escuelas es que en
ellas desde muy pequeños se les enseñaba a los niños en el idioma afrikáans, lo
cual significó una barrera para los otros niños de estancias cercanas, quienes
Para poder llegar a ser pastor, una autoridad en la iglesia, o incluso un buen
siervo del Señor, hacen falta fe, estudios y condiciones. Cuestiones que te
llevan a superarte día a día. A estar más cerca de Dios […]. Uno debe modi-
ficar las relaciones sociales, poner un acento fuerte en la idea de familia, en
eliminar las tentaciones, los vicios… el alcohol, porque uno puede ser espejo
de todos. (Pastor Hernán Pérez, febrero de 2013)
En base a lo anterior es posible notar cómo, de cierta forma, entre los chilenos
pentecostales la evangelización era vista como una forma de civilizar, dado que se
buscaba generar un código de conducta entre los miembros de sus congregacio-
nes. En este punto podemos ver cómo operaba el estigma de chilotes canutos que,
junto a la posición del catolicismo de corte salesiano, reforzaron los lazos étnicos
entre los migrantes chilenos resignificando su adscripción al pentecostalismo.
Años más tarde, la llegada de migrantes internos y limítrofes también pente-
costales genera que el pentecostalismo como corriente religiosa se torne más
plural y diverso en su composición, y deje de ser una religión particular de los
grupos de chilenos. Luego del retorno a la democracia, el marcado y sostenido
crecimiento de las Iglesias pentecostales incidió en el desarrollo de vínculos
políticos que dio lugar a su legitimación pública, lo cual es notorio por ejemplo
en el desarrollo de campañas de evangelización en espacios públicos.
Patricia Dreidemie
Brígida Baeza
Natalia Barrionuevo
Miguel Becerra
Belén Bertoni
Marcela Crovetto
Graciela Hernández
Luciana Lago
Brenda Matossian
Verónica Trpin
Migraciones en la Patagonia
Brígida Baeza, Natalia
Barrionuevo, Miguel Becerra,
Daiana Lis Webb, Ana Inés
Barelli y Luciana Lago.
Aperturas
Sociales
CONICET