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Migraciones en la Patagonia

Subjetividades, diversidad y territorialización


Aperturas

Migraciones en la Patagonia

Subjetividades, diversidad y territorialización

Ana Inés Barelli y Patricia Dreidemie


Compiladoras

Comité evaluador

Prof. Azcoitia, Alfredo (unrn/bariloche)


Dra. Barelli, Ana Inés (iidypca: conicet/unrn/bariloche)
Dr. Bonnin Juan (ceil/conicet/buenos aires)
Dra. Domínguez Mon, Ana (uba/buenos aires)
Dra. Dreidemie, Patricia (unrn/conicet/bariloche)
Mg. González, Myriam Susana (unsjb/comodoro rivadavia)
Dra. Mallimaci, Ana Inés (uba/conicet/buenos aires)
Dra. Méndez, Laura (unco/bariloche)
Dra. Nicoletti, María Andrea (iidypca: conicet/unrn/bariloche)
Dra. Ockier, Cecilia (uns/bahía blanca)
Dra. Pacagnini, Ana (unrn/bariloche)
Dr. Perren, Joaquín (unco/conicet/neuquén)
Dra. Zusman, Perla (uba/conicet/buenos aires)
Migraciones en la Patagonia : subjetividad, diversidad y territorialización / Ana Inés
Barelli... [et al.] ; compilado por Ana Inés Barelli; Patricia Dreidemie. -1a ed .-
Viedma: Universidad Nacional de Río Negro, 2015.

226 p. ; 15 x 23 cm. - (Aperturas)

isbn 978-987-3667-19-0

1. Antropología. 2. Geografía. 3. Migración. I. Barelli, Ana Inés II. Barelli, Ana Inés,
comp. III. Dreidemie, Patricia, comp.
cdd 304.8

© Universidad Nacional de Río Negro, 2015.


© Ana Inés Barelli y Patricia Dreidemie 2015.

Coordinación editorial: Ignacio J. Artola


Edición de textos: Cecilia Soto y Natalia Barrio
Diagramación y diseño de internas: Sergio Campozano y Gastón Ferreyra
Diseño de tapa: Gastón Ferreyra
Foto de tapa: Emilia, Licor de mandarina (24/07/2008)
https://www.flickr.com/photos/recorremundos/2698010475/

Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723

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blicamente la obra Migraciones en la Patagonia : subjetividad, diversidad
y territorialización, bajo las condiciones siguientes:
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Argentina License.

Licencia Creative Commons Reconocimiento–NoComercial–SinObraDerivada 2.5 Argentina.


Índice
Prólogo...................................................................................................... 9
Ana Inés Barelli y Patricia Dreidemie

Primera parte
Desplazamientos y dinámicas migratorias en la Patagonia

Composición migratoria y complejidad en un área urbana


fronteriza. Cambios y permanencias en Bariloche.................................. 15
Brenda Matossian

Las migraciones desde Chile y Bolivia a Bahía Blanca. Delimitar un


campo e identificar las prácticas en la historia oral (2007-2013)................ 31
Graciela Hernández, Belén Bertoni, Juan Canoni,
Bruno Fernández y Laura Orsi

Segunda parte
Configuraciones productivas, relaciones laborales
y trayectorias familiares en diferentes regiones patagónicas

Movimientos migratorios y configuraciones productivas en los valles


irrigados patagónicos. Aportes desde una perspectiva sociológica
de la conformación de los mercados de trabajo........................................ 53
Marcela Crovetto y María Eugenia Aguilera

Familias migrantes hortícolas en el Valle Medio del río Negro.


Cruces identitarios en las experiencias de vida y de trabajo.................. 71
Ana Ciarallo y Verónica Trpin

Tendencias de la movilidad poblacional en la cordillera neuquina.


La constitución de mercados de trabajo en torno al turismo.................. 87
Verónica Trpin y María Daniela Rodríguez

Mujeres centroamericanas en Bariloche. Recorridos laborales,


trayectorias migratorias y maternidad .................................................... 103
Melisa Cabrapán Duarte
Tercera parte
Representaciones sociales y experiencias colectivas

Organización barrial y representaciones en Bariloche entre la


dictadura y la democracia. Los migrantes del barrio
10 de Diciembre, un caso emblemático...................................................... 127
José Daniel Benclowicz

«No soy de aquí… ni soy de allá». Aportes para la reflexión


en torno a la problemática migratoria limítrofe
en Comodoro Rivadavia............................................................................. 143
Brígida Baeza, Natalia Barrionuevo y Miguel Becerra

Saudíes en San Carlos de Bariloche. Un análisis de sus


motivaciones para migrar y su cotidianidad en la Argentina................ 167
Daiana Lis Webb

Cuarta parte
Prácticas religiosas y procesos identitarios

Estrategias de visibilización. Los migrantes


paraguayos y la devoción a la Virgen de Caacupé
en San Carlos de Bariloche (1970-2013) .................................................... 179
Ana Inés Barelli

Protestantes y pentecostales en Comodoro Rivadavia. Cruces


entre religión, procesos migratorios e identidades étnicas
en los grupos bóers y chilenos (siglo xx)................................................... 205
Luciana Lago
Prólogo

La presente publicación se realiza en el marco del proyecto «Lenguas indígenas


de migrantes limítrofes: contacto, relaciones históricas y etnografía del que-
chua y el guaraní hablados en la región andina-norpatagónica» llevado a cabo
en la Universidad Nacional de Río Negro, sede Andina, San Carlos de Barilo-
che, y constituye su cierre. El proyecto se organizó en torno a los conceptos
de comunalización (Brow, 1990) y territorialización simbólica comunitaria
(Grossberg, 1992) y tuvo como principal objetivo explorar de modo preliminar
las prácticas culturales específicas –en particular comunicativas, pero también
religiosas y sanitarias– que reproducen y (re)crean vínculos étnico-identitarios
en contextos de migración en el espacio patagónico.
Con el objetivo de profundizar y enriquecer el estudio de las dinámicas mi-
gratorias patagónicas, el equipo de trabajo decidió convocar a investigadores
de diversas disciplinas, pertenecientes a diferentes centros de investigación
académica abocados a estos temas en el ámbito patagónico, con el objetivo no
sólo de reunir estudios que se encuentran en curso sino, fundamentalmente,
dar inicio a un diálogo fluido que pueda promover futuros encuentros.
La publicación se organiza en cuatro apartados temáticos centrados en el
análisis de los desplazamientos y dinámicas migratorias; en las configuracio-
nes productivas, con el énfasis puesto en las relaciones laborales, las trayecto-
rias familiares y las cuestiones de género; las representaciones sociales a través
de diferentes experiencias locales y barriales; y finalmente, la construcción de
sentidos de pertenencia de los sujetos migrantes a partir de sus prácticas re-
ligiosas en los lugares de destino. Estos apartados temáticos ofrecen al lector
una variedad de propuestas parciales que articulan análisis y abordajes teóri-
co-metodológicos diversos.1
La primera parte se titula «Desplazamientos y dinámicas migratorias en
la Patagonia». La sección se inicia con el estudio de fuentes demográficas que
realiza, desde la Geografía, Brenda Matossian. En su artículo hace un reco-
rrido por las dinámicas migratorias en la ciudad de San Carlos de Bariloche y
focaliza en los cambios de los tiempos más recientes. Desde otra perspectiva de
análisis, el trabajo etnográfico de Graciela Hernández y su equipo de investiga-
ción, Belén Bertoni, Juan Canoni, Bruno Fernández y Laura Orsi, proporciona
una reconstrucción histórica de los desplazamientos migratorios de chilenos y
bolivianos a la ciudad de Bahía Blanca; como también acerca una puesta al día
de los diferentes trabajos de campo que se realizan desde el 2007 en el espacio
local y regional bahiense.
El segundo apartado, denominado «Configuraciones productivas, relacio-
nes laborales y trayectorias familiares en diferentes regiones patagónicas», es

1 Lo expresado en cada uno de los artículos es responsabilidad de los autores corres-


pondientes, y no refleja necesariamente el pensamiento de las compiladoras.

Prólogo | 9
integrado por cuatro trabajos que abordan las problemáticas laborales desde
diferentes escalas y perspectivas de análisis. En este sentido, Marcela Crovetto
y Eugenia Aguilera presentan las conformaciones de los mercados locales de
trabajo en torno a las configuraciones productivas agropecuarias predominan-
tes en el Valle Inferior del río Chubut, Alto Valle y Valle Medio del río Negro.
En esta misma línea, Ana Ciarallo y Verónica Trpin abordan la construcción de
identidades migrantes en el territorio, desde la recuperación de experiencias
de vida y de trabajo de familias hortícolas bolivianas vinculadas a circuitos de
comercialización locales, regionales e internacionales en el Valle Medio del río
Negro. Del lado neuquino, Verónica Trpin y Daniela Rodríguez analizan los
desplazamientos de migrantes internos y migrantes limítrofes como chilenos
y paraguayos en la localidad de Villa Pehuenia a través de la inserción laboral en
actividades vinculadas al turismo. Finalmente, esta sección se enriquece con
el aporte de Melisa Cabrapán Duarte, quien ofrece una mirada antropológica
sobre la maternidad en los discursos de mujeres provenientes de Colombia,
Venezuela y República Dominicana, y hace especial foco en la autoadscripción
a categorías como la de migrantes y trabajadoras sexuales.
La tercera parte, titulada «Representaciones sociales y experiencias colec-
tivas», está integrada por dos propuestas de análisis que abordan a los sujetos
migrantes desde sus propios relatos y acciones comunitarias en diferentes es-
pacios locales. José Benclowicz, por ejemplo, aborda el estudio de los procesos
de migración y conformación de los barrios populares de San Carlos de Barilo-
che a través de un estudio de caso en donde analiza tanto las representaciones
sociales como las experiencias asociativas de los vecinos de un barrio, en su
mayoría migrantes chilenos, que gestionaron colectivamente mejoras habita-
cionales. Por su parte, Brígida Baeza junto con Natalia Barrionuevo y Miguel
Becerra reflexionan, en el marco de un proyecto de extensión universitaria, so-
bre los relatos y representaciones de los migrantes en el cine latinoamericano,
y resaltan los debates vinculados a los derechos de los migrantes en relación
con el acceso a la vivienda, la salud, la educación, el trabajo, entre otros. Fi-
nalmente, Daiana Lis Webb expone las características específicas de un grupo
migrante invisibilizado hasta la actualidad, constituido por jóvenes ingenieros
arabófonos, provenientes de zonas urbanas de Arabia Saudita, que arriban a la
ciudad de San Carlos de Bariloche para realizar cursos de posgrado en el Insti-
tuto Balseiro e invap, y hace hincapié en las dinámicas intra e interculturales
que se establecen en la vida cotidiana de este grupo en nuestro país.
El cuarto apartado, «Prácticas religiosas y procesos identitarios», aborda
las dinámicas migratorias desde las prácticas religiosas colectivas que, atra-
vesadas por factores de clase, etnicidad y nacionalidad, se proyectan en una
historia local. Ana Inés Barelli recorre las prácticas religiosas y especialmen-
te analiza la devoción a la Virgen de Caacupé, propia de los migrantes para-
guayos de San Carlos de Bariloche, con el objetivo de investigar cómo dicha
devoción se transforma en una estrategia que genera, por un lado, cohesión
interna y, por otro, un proceso de visibilización comunitaria que pone en ten-
sión el discurso dominante de exclusión social presente en el espacio local. Des-
de otra perspectiva, Luciana Lago ofrece una caracterización de la presencia

10 | Migraciones en la Patagonia
protestante y pentecostal en Comodoro Rivadavia, en donde explora los víncu-
los existentes entre estas formas de religiosidad y las identidades étnicas de los
grupos bóers de tradición protestante frente a los grupos chilenos vinculados
al pentecostalismo.
A partir de la concepción de la migración como un derecho humano uni-
versal incuestionable, y con el objetivo fundamental de preservar la diversidad,
la presente compilación de estudios busca realizar un aporte al conocimiento
social y (etno)cultural de la Patagonia, como modo de avanzar en la compren-
sión de la compleja trama social de este territorio, y favorecer la participación
ciudadana de la población migrante (en particular, migrante limítrofe), histó-
ricamente invisibilizada y poco valorada. Para ello, acerca una pluralidad de
miradas sobre trayectorias, experiencias, prácticas y configuraciones socio-
productivas de parte de la población migrante que actualmente circula, trabaja
y (en algunos casos) reside en la región patagónica.

Ana Inés Barelli y Patricia Dreidemie

Prólogo | 11
Primera parte

Desplazamientos y dinámicas migratorias


en la Patagonia
Composición migratoria y complejidad en un área urbana
fronteriza. Cambios y permanencias en Bariloche

Brenda Matossian (conicet-imhicihu)

Introducción

El estudio de la movilidad humana desde las distintas ciencias sociales y en


particular, para el caso de este trabajo, desde la demografía, emerge como una
necesidad que ayuda a describir, analizar e interpretar procesos cada vez más
vertiginosos, dinámicos y complejos. Desde esta perspectiva, los esfuerzos
realizados desde el mundo de las ciencias se han abierto a un amplio abanico
temático. Así, dentro de los estudios migratorios pueden encontrarse aborda-
jes acerca del mundo laboral, socioeconómico, de la salud, educativo, cultural,
demográfico y político. En cuanto a los estudios de caso recortados territorial-
mente, en particular aquellos que analizan la inserción de los migrantes en
destino, la mayoría ha dado cuenta de situaciones metropolitanas, en parti-
cular en las grandes ciudades globales (Pries, 1999; Portes, 2001; Sassen, 2006;
Singer, 2004). En este sentido, las ciudades medias y los espacios fronterizos
se encuentran comparativamente menos estudiados.
El objetivo de este capítulo es indagar en los procesos de transformación
que la migración internacional ha experimentado en San Carlos de Bariloche.
Esto se realizará a partir del estudio de fuentes censales desde dos enfoques:
uno de largo plazo y otro que analiza y desarrolla los cambios más recientes de
la composición migratoria (2001-2010).
Para el primer enfoque se analizará la evolución de la población según la
condición de su lugar de nacimiento en el departamento Bariloche. Se trata de
una serie que abarca 115 años y nueve censos nacionales (1895, 1914, 1947, 1960,
1970, 1980, 1991, 2001, 2010). El análisis se inicia en el segundo censo nacional
(1895), ya que fue a partir de este registro que la cobertura alcanzó a la región
patagónica. Cabe aclarar que para los censos de 1947 y 1991 los datos utilizados no
corresponden a los del departamento, sino a los de la localidad. A pesar de que
esto significa que estos valores muestran sólo lo comprendido dentro del ejido
municipal, levemente menores de lo que comprende el total del departamento
(que incluye la localidad de El Bolsón y la población rural dispersa), los valores de
la localidad representan aproximadamente el setenta por ciento del total depar-
tamental (Matossian, 2012). Por ello, a pesar de no representar precisamente las
mismas unidades espaciales, y si se considera la falta de datos departamentales,
se utilizan estos valores en la búsqueda de no interrumpir la serie comparativa y
utilizar valores relativos con miras a reducir las imprecisiones.
El segundo enfoque se centrará en el abordaje de los registros correspon-
dientes a los dos últimos relevamientos de los años 2001 y 2010. El nivel de

Composición migratoria y complejidad en... | 15


desagregación nos permite analizar los cambios en la composición migratoria
según el país de nacimiento a escala departamental.
De manera complementaria al análisis de las fuentes censales se problemati-
zará, desde una perspectiva histórica, el rol de los no nativos en la composición
de la población barilochense. En este sentido, cabe señalar que conceptos tales
como no nativo y extranjero son utilizados en este capítulo en tanto categorías
de análisis tomadas de los propios relevamientos estadísticos, más precisamen-
te de los censos nacionales, para indicar a la población nacida en un país distinto
a aquel donde es censada. Se respeta esta categoría de análisis al utilizar infor-
mación censal pero este uso no es en términos esencialistas, sino que es resigni-
ficado en el reconocimiento de estos conceptos en tanto construcciones sociales
vinculadas a la conformación de los Estados nacionales. Su empleo como cate-
gorías de análisis se enmarca en el aprovechamiento de la cobertura espacial y
temporal que brindan los censos, aún con sus limitaciones y riesgos.

Migraciones en San Carlos de Bariloche: más allá de la población no nativa

San Carlos de Bariloche es uno de los principales centros de atracción de po-


blación entre las ciudades intermedias de la Patagonia. Núcleo urbano de
jerarquía regional, su economía se encuentra altamente concentrada y glo-
balizada en torno al turismo. Presenta una compleja y heterogénea compo-
sición social. Esta heterogeneidad deriva en fuertes tensiones en torno a la
construcción de su pasado (Fuentes y Núñez, 2007; Kropff, 2001; Matossian,
2010; Méndez e Iwanow, 2001; Núñez, 2004, Méndez, 2005; Navarro Floria,
2008 y Navarro Floria y Vejsbjerg, 2009). Los conflictos entre las varias histo-
rias tienen un trasfondo étnico-cultural latente. En principio con la Campaña
del Desierto, que en el sector del Nahuel Huapi se concretó entre 1881 y 1885, el
ejército argentino controló las tierras indígenas, asesinó y desplazó a distintos
grupos que habitaban la región para incorporar esas tierras a la lógica econó-
mica dominante y para promover un poblamiento blanco y europeo. De allí
que la complejidad y la heterogeneidad poblacional de esta localidad existen,
en cierto modo, desde su origen.
Dado que el poblamiento tiene sus propias dinámicas, difícilmente contro-
lables por el Estado nacional, la movilidad humana se expandió y avanzó más
allá de las pretensiones homogeneizadoras y sus fronteras. Desde la perspec-
tiva de la incipiente presencia del Estado nacional en la región, se comprende
lo problemático de la presencia de ciertos extranjeros al constituirse la Colonia
del Nahuel Huapi en 1902. Del conjunto de los nacidos fuera de la Argentina, el
nacido en Chile ha sido, como se verá más adelante, el grupo más importante
en términos absolutos. En cuanto a la construcción de un imaginario migrato-
rio los chilenos poseen una imagen social negativa, construida por prejuicios
y estereotipos (el chilote) que suele contraponerse con la del buen migrante (de
origen centroeuropeo). Para comprender estos imaginarios es necesario tam-
bién remontarse al año 1934 cuando se crea el Parque Nacional Nahuel Huapi,

16 | Migraciones en la Patagonia
cuya concepción primera estaba íntimamente vinculada al ideal de San Carlos
de Bariloche como la Suiza argentina (Navarro Floria, 2008).
La composición de la población se ha complejizado más aún desde media-
dos del siglo xx con el aumento de los migrantes recientes (argentinos y ex-
tranjeros), a los que se suman residentes de temporada y una gran cantidad
de población flotante de turistas. Entre los migrantes internos se destacan
los procedentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la provincia de
Buenos Aires; en menor proporción, los nacidos en la Línea Sur de Río Negro
(ámbito rural) y de otras grandes ciudades de la Argentina (Rosario, Córdo-
ba, Neuquén, entre otras) (Matossian, 2012). Esta ciudad muestra con clari-
dad que distintos tipos de desplazamientos participan simultáneamente en
la constitución de lugares (Zusman, Lois, Castro, 2008): migrantes, turistas,
intelectuales o empresarios insertos en distintas redes pueden confluir y re-
configurar un único espacio.
Desde este punto de partida se propone desarrollar, en primer término, un
recorrido histórico de las migraciones en Bariloche desde la demografía, para
luego avanzar, en segundo término, hacia un análisis de la situación actual acer-
ca de la composición de la población según origen.

Presencia extranjera en el departamento Bariloche a lo largo de los censos

La presencia extranjera fue proporcionalmente más importante que la nativa


durante los primeros años de San Carlos de Bariloche como poblado. Fue así
como para 1895 el porcentaje de extranjeros ascendía a más de las tres cuar-
tas partes de la población total, que apenas alcanzaba los 126 habitantes y en
1914 era el 40○% de la población (Figura 1). Para 1914, uno de cada tres habi-
tantes (34,1○% de la población total) había nacido en Chile. Sobre el total de los
extranjeros, los chilenos componían el 84○% y los europeos, apenas un 11○%. Si
bien existía un flujo de chilenos de origen alemán que circulaba motivado por
el comercio hacia un lado y otro de la cordillera (Méndez, 2005), la importan-
cia del conjunto chileno por sobre el total de los europeos (no sólo alemanes)
cuestiona, al menos, el imaginario de los pioneros europeos como colectividad
casi exclusiva dentro del grupo de los denominados primeros pobladores, fuer-
temente sedimentado en numerosos sectores de la sociedad.
Así, el peso relativo de la población extranjera sobre el conjunto de los habi-
tantes de San Carlos de Bariloche fue descendiendo a un cuarto del total en
1947. A partir de entonces ese porcentaje continuó reduciéndose gradualmente
hasta alcanzar el 10,08○% en 2001 y un mínimo de 8,81○% en el último censo
realizado en 2010.
El crecimiento de la ciudad entre 1947 y 1960 se nutrió también de migra-
ciones internas, entre las cuales se destacaron los llegados desde áreas rurales
del mismo departamento de Bariloche, del resto de los departamentos rione-
grinos y migrantes urbanos arribados desde la ciudad de Buenos Aires y otras
ciudades del país.

Composición migratoria y complejidad en... | 17


Respecto de la migración internacional, los chilenos fueron la primera mi-
noría en la ciudad ya en el censo nacional de 1914 y en el censo del Territorio
Nacional de Río Negro de 1920. En 1960 un 21,3○% de población en San Carlos de
Bariloche era extranjero; sobre ese conjunto un 64,9○% era americano, un 34○%
europeo y 1,1○% del resto de los continentes.
Según De Civit y Velasco (1970) la actividad laboral de los chilenos en la ciu-
dad que hasta entonces había sido de carácter temporario, cambia hacia el fin
de la década del setenta para dar paso a un afincamiento permanente en la ciu-
dad. Esta circunstancia favoreció la regularización de su situación legal, sobre
todo durante el período 1964-1968 (tercera regularización migratoria) con un
total de 1300 nuevos chilenos documentados.
En cuanto a la estructura de la población, en 1960 (Miatello, 1970, p. 179)
analiza los datos censales y describe la pirámide de población extranjera para
el departamento Bariloche, que mostraba una típica forma de urna, su gravi-
dez, en ambos sexos, se acentúa desde los 14 años y alcanza su máxima expre-
sión desde los 30/34 a los 55/59 años. Se observa equilibrio de sexos; más allá de
los 40 años el número de mujeres baja bruscamente y recién con posterioridad
a los 65 años vuelve a insinuarse la paridad. El grupo de varones adultos jóve-
nes tenía alta proporción de extranjeros, estructura típica de población activa
nutrida por migraciones laborales.

Fig. 1. Departamento Bariloche – Población argentina y extranjera a través


de los censos 1895-2010

*Población mayor de 14 años | ºDatos para la localidad


Fuente: elaboración personal sobre la base de información de censos nacionales

18 | Migraciones en la Patagonia
En ese mismo trabajo se analiza la composición por origen de los extranje-
ros en San Carlos de Bariloche. Por ejemplo, considera que las reminiscencias
alpinas se apoyan en la «cuota alemana, europea central, más alta que para el
conjunto rionegrino» (Miatello, 1970, p. 179). A la vez que la proximidad con
Chile se reconoce en que «la localización fronteriza ha acentuado su influencia
en ambientes circundantes multiplicando la ingresión chilena que considera el
área como un zona natural de expansión; se agrega la novedad de una concu-
rrencia cada vez mayor de la mujer chilena» (Miatello, 1970, p. 179). Estas obser-
vaciones dejan traslucir las maneras de referirse a cada uno de estos conjuntos
aún desde los trabajos académicos: mientras la migración centroeuropea se
vincula con las características del paisaje alpino, la presencia chilena se relacio-
na con la frontera y con una imagen amenazante cuando se habla de ingresión
y del carácter expansivo.
En otro de los trabajos publicados en 1970 se reconocían tres grupos bien de-
finidos: argentinos, chilenos y europeos, al tiempo que se afirmaba que la socie-
dad de San Carlos de Bariloche «no cuenta con unidad histórica ni étnica y que
las divergencias que surgen les impiden constituir una sociedad cultural» (De Ci-
vit y Velasco, 1970, p. 249). Sin embargo, esta falta de integración social y cultural
ya conformaba un sello de heterogeneidad desde el mismo origen de la ciudad.
La composición social de San Carlos de Bariloche de los años ochenta era
relativamente más joven que la del resto de la provincia de Río Negro y cerca
de la mitad de los residentes era migrante (internos e internacionales), proce-
dente principalmente de la región pampeana o de Chile (Jujnowsky, 1982). La
Figura 2 muestra la composición de la población tanto por origen como por
grupos etarios para 1980. Como sucede con frecuencia, la población infantil, el
grupo de menores de 15 años, posee un bajo porcentaje de población extranje-
ra: el 8○% corresponde a nacidos en país limítrofe, grupo reducido compuesto
por aquellos que llegaron traídos por sus familias. Dentro del segundo grupo
etario (15-64 años), el de población económicamente activa, se distingue el au-
mento entre los nacidos en países limítrofes. Este rango etario también mues-
tra una mayor participación de migrantes internos, mayor aun que la de los
nacidos en la provincia de Río Negro, y un pequeño porcentaje de nacidos en
países no limítrofes.
Finalmente, el grupo de pasivos definitivos, comprendido por la población
de 65 años y más, muestra una composición distribuida de modo similar en-
tre las cuatro categorías. Allí la población de origen no limítrofe ostenta poco
más de un cuarto del conjunto, los migrantes internos componen la mayoría
con casi un tercio y los rionegrinos, junto con los nacidos en países limítrofes,
representan un 21○% cada uno. Estos valores permiten inferir que la llegada
de migrantes fue intensa y sostenida no sólo en aquellos años, sino también
durante las décadas anteriores, ya que en este grupo podrían encontrarse mi-
grantes que ya llevaban varias décadas como residentes.

Composición migratoria y complejidad en... | 19


Fig. 2. San Carlos de Bariloche: origen de la población por edades, 1980

Fuente: elaboración personal sobre la base de información publicada en Abalerón


y Del Popolo (1994)

Esta composición de la población según su origen se modifica en el año


1991, principalmente en las edades extremas, según los datos publicados en
Abalerón y Del Pololo (1994, p. 67). Entre los menores de 15 años, un 81,4○% es
nacido en Río Negro y el porcentaje de nacidos en países limítrofes es de 2,93,
considerablemente menor al de 1980. En el grupo de los mayores de 65 años, los
rionegrinos y el resto de los argentinos toman más participación, ya que alcan-
zan un 26○% y un 39,9○%, respectivamente. Mientras tanto, los nacidos en países
limítrofes descienden al 16,3○% y los nacidos en países no limítrofes, al 17,6○%.
Esto indica la relativa desaceleración de las migraciones internacionales en la
década del noventa.

Extranjeros en Bariloche: el protagonismo de los chilenos

La Argentina se ha constituido como destino principal de la emigración chile-


na hasta principios de los noventa y aún para 2003, el 80○% de los chilenos en
el exterior residía en este país (Ine-Dicoex, 2005, p. 245). La Patagonia y dentro
de ella San Carlos de Bariloche recibieron gran parte de esta migración. Desde

20 | Migraciones en la Patagonia
una perspectiva histórica, el arribo de chilenos a la región patagónica argenti-
na ha mantenido una lógica estrechamente vinculada a los vaivenes políticos y
económicos de cada uno de los Estados.
En 1895 los chilenos constituían el 92○% del conjunto de los extranjeros en
Bariloche, el 84○% a principios de siglo XX para luego descender a poco más del
sesenta por ciento en 1960 y luego retomar su predominio a raíz de los sucesos
sociopolíticos y económicos suscitados en la década del setenta. En 1978, en un
clima de constante tensión a partir de la disputa por el canal de Beagle, ambos
países casi llegan a un enfrentamiento bélico. En ese contexto, el flujo migrato-
rio se intensificó como consecuencia de la violencia y el desequilibrio político
generados a partir del golpe militar al gobierno de Salvador Allende en 1973.
Además de las razones políticas, las cuestiones económicas también fueron un
motivo de emigración: en 1975 Chile alcanzó niveles de desocupación cercanos
al veinticinco por ciento (Paredes, 2003). El proceso migratorio por razones po-
líticas se mantuvo hasta mediados de la década de los ochenta.
Aun con esta reducción del flujo, la cantidad de chilenos asentados a lo lar-
go de varias décadas en Bariloche queda reflejada en el conjunto de la pobla-
ción extranjera. Así para el año 2001 los nacidos en Chile representaron una
amplia mayoría, con el 81○% del conjunto de los extranjeros, tal como se indica
en la Figura 3. En el registro censal siguiente, del año 2010, este porcentaje
descendió nuevamente hasta alcanzar el 70 por ciento sobre el total de los no
nativos (Figura 4). En el apartado siguiente se analizará a qué otros factores,
además del freno del flujo chileno y del normal envejecimiento de la pobla-
ción de dicho origen, responde esta disminución de su importancia relativa
en el conjunto de los extranjeros. Dicho de otro modo, la pregunta es cómo se
compone ese porcentaje de población extranjera, distinta a la chilena, que ha
aumentado en el último período intercensal y cuáles son los motivos por los
cuales han decidido asentarse en Bariloche.
El retorno a la democracia, el 11 de marzo de 1990, constituyó un hito en
la historia de Chile. La inmigración hacia San Carlos de Bariloche, y hacia la
Argentina en general, disminuyó a partir de esos años pues las condiciones po-
líticas y socioeconómicas en Chile se habían tornado más favorables, haciendo
que los antiguos motivos para emigrar fueran superados (Consulado General
de Chile en la Argentina, 1995).

Composición migratoria y complejidad en... | 21


Fig. 3. Población extranjera según país de nacimiento
Departamento Bariloche, 2001

Fuente: elaboración personal sobre la base de datos del Censo Nacional


de Población, Hogares y Viviendas 2001

Fig. 4. Población extranjera según país de nacimiento


Departamento Bariloche, 2010

Fuente: elaboración personal sobre la base de datos del Censo Nacional


de Población, Hogares y Viviendas 2010

22 | Migraciones en la Patagonia
Los cambios en el perfil migratorio

La migración internacional fue modificando en las últimas décadas su perfil


desde una presencia casi exclusiva de población chilena hacia dos tipos de flujos
bien diferenciados no sólo por su origen, sino también por las motivaciones di-
ferenciales que impulsaron su migración. Así, en rasgos generales, se distinguen
por un lado los migrantes de países vecinos con motivaciones netamente labo-
rales y, por el otro, los migrantes provenientes de países desarrollados atraídos
por factores especialmente relacionados con una mejora en su calidad de vida.
En la Figura 5 se identifican los cambios en este perfil. Tal como se demos-
tró en el apartado anterior, la migración chilena sigue siendo la principal por
un muy amplio porcentaje, su peso histórico continúa siendo predominante
aunque muestra una tendencia al descenso. Ahora cabe destacar qué sucede
con la migración de otros países de nacimiento, poco estudiados en la histo-
riografía local.
Se destaca el aumento de la población nacida en el Paraguay, España, Bo-
livia, Brasil, Estados Unidos y Colombia (censo 2010). Todos estos grupos han
aumentado en más de un uno por ciento su participación en el conjunto de la
población extranjera. En un sentido inverso, han disminuido la participación
de los nacidos en Italia, Alemania, Polonia, Austria y Eslovenia respecto del
censo 2001. Estas últimas son poblaciones envejecidas de antiguos migrantes
que han ido reduciéndose.
Estos valores muestran un cambio en la composición de los extranjeros en
el departamento Bariloche con una tendencia al aumento del protagonismo de
los nacidos en países de América Latina. Esta tendencia se asemeja a la de otras
localidades medias de la Patagonia argentina tales como Comodoro Rivadavia
o Puerto Madryn (Sassone et al., 2011) cuyos flujos migratorios han ido modi-
ficándose en los últimos cincuenta años desde un perfil relativamente homo-
géneo (o más precisamente compuesto en su mayoría por población chilena)
hacia uno que avanza aceleradamente en su diversificación. Esta población
arriba a estas localidades por motivos principalmente laborales y se insertan
en sus pujantes economías, tales como la industria del petróleo en el caso de
Comodoro Rivadavia, o del turismo y la pesca en el caso de Puerto Madryn.
Asimismo, debe indicarse que dado su carácter turístico, Bariloche se pre-
senta como un destino atractivo para un tipo de movilidad reconocido como
migración de amenidad o migración por estilo de vida (Zunino et al., 2012).
La literatura sobre migración de amenidad (González et al., 2009; Moss, 2008,
2006) pone el acento analítico en la migración de personas desde las metrópo-
lis a ciudades pequeñas o pueblos rurales en el interior, sobre todo hacia desti-
nos de montaña, cuya calidad ambiental y cultural es percibida como superior
a la de sus lugares de residencia anteriores. Otro cuerpo teórico es el referido
a la migración por estilo de vida (O’Reilly, 2000) el cual describe aquella relo-
calización como producto de una actitud reflexiva de los individuos sobre sus
propias vidas y las posibilidades que el migrante visualiza en la comunidad
receptora, por ejemplo: una vida relajada y tranquila gastos más bajos en vi-
vienda, clima, beneficios para la salud y sentimiento de vivir en comunidad.

Composición migratoria y complejidad en... | 23


Para el caso de Bariloche, tal podría ser el motivo que explica el aumento de los
nacidos en España y Estados Unidos de América del Norte.

Fig. 5. Población extranjera por país de nacimiento (sin Chile)


Departamento de Bariloche 2001-2010

Fuente: elaboración personal sobre la base de datos de los censos


nacionales de 2001 y 2010

Estructura demográfica del conjunto extranjero en 2010

La posibilidad de desagregación que brindan los registros censales permite


analizar en detalle la composición de conjunto aparentemente homogéneo
como puede llegar a ser el total de la población nacida en determinado país que
reside como grupo migrante en una localidad. Para rastrear desde un enfoque
demográfico estas diferencias es que se procesaron datos para el departamen-
to Bariloche1. Así, es posible distinguir las heterogeneidades en la estructura
por sexo de la población extranjera (Tabla 1).

1 Los datos para la localidad y los datos desagregados por fracción y radio censal para
2010 aún no se encontraban disponibles al momento de realizar este trabajo.

24 | Migraciones en la Patagonia
Tabla 1.  Estructura por sexo de la población según país de nacimiento.
Departamento Bariloche, 2010
Índice de
País de nacimiento Total Varones Mujeres
Masculinidad
Chile 8265 3695 4570 80,85
España 408 209 199 105,03
Paraguay 335 199 136 146,32
Italia 331 159 172 92,44
Bolivia 317 195 122 159,84
Brasil 247 106 141 75,18
Uruguay 232 118 114 103,51
Alemania 198 83 115 72,17
Francia 91 50 41 121,95
Perú 67 37 30 123,33
Total extranjeros 11761 5497 6264 87,76
Total argentinos 121739 60489 61250 98,76
Total 133500 65986 67514 97,74

Fuente: elaboración personal sobre la base de datos del Censo Nacional


de Población, Hogares y Viviendas 2010

El índice de masculinidad es un indicador de la distribución de la población


según sexo. Para el total de la población en el departamento el índice es de 97,74
hombres por cada 100 mujeres, lo cual refleja una situación equilibrada frente
al mismo indicador para los extranjeros, grupo en el que predominan las mu-
jeres con un total de 6264 frente a 5497 varones, lo cual arroja un índice de mas-
culinidad de 87,76. Ahora bien, si se ajusta el análisis según país de nacimiento
se destaca que los nacidos en Bolivia, Paraguay y Perú muestran poblaciones
significativamente más masculinizadas con índices de masculinidad que van
desde 123 hasta casi 160 varones por cada 100 mujeres. Por su parte, los nacidos
en Alemania, Brasil y Chile muestran una tendencia de mayor proporción de
mujeres por sobre varones.
Si se avanza aun más en el análisis se distingue que estas condiciones de
las poblaciones se explican también por la distribución por edades (Tabla 2).

Composición migratoria y complejidad en... | 25


Tabla 2. Composición de la población extranjera por edad y sexo, valores
porcentuales. Departamento Bariloche, 2010

Varones Varones Varones Mujeres Mujeres Mujeres


  Total
0-14 15-64 65 y más 0-14 15-64 65 y más
Chile 0,96 35,77 7,99 0,99 45,21 9,09 100
España 9,80 27,21 14,22 7,11 25,98 15,69 100
Paraguay 3,58 53,13 2,69 2,99 30,15 7,46 100
Italia 0,60 18,73 28,70 2,42 16,92 32,63 100
Bolivia 11,36 45,74 4,42 12,30 25,24 0,95 100
Brasil 3,64 34,01 5,26 3,64 46,15 7,29 100
Uruguay 2,16 43,53 5,17 1,72 37,93 9,48 100
Alemania 2,53 27,27 12,12 7,07 29,29 21,72 100
Francia 5,49 29,67 19,78 7,69 18,68 18,68 100
Perú 1,49 50,75 2,99 1,49 40,30 2,99 100
Total 2,21 35,74 8,79 2,24 41,02 10,00 100

Fuente: elaboración personal sobre la base de datos del Censo Nacional


de Población, Hogares y Viviendas 2010

Los europeos constituyen, en rasgos generales y tal como sucede en otras


partes del país, una migración envejecida, ya que se trata de la antigua migra-
ción de ultramar mayormente llegada hasta mediados del siglo xx. Así se reco-
noce en la situación barilochense, donde especialmente los italianos de más de
65 años representan un tercio del total de este grupo migratorio. Cabe señalar
que para el caso de los nacidos en España, esta distribución se encuentra más
equilibrada a partir de la llegada de nuevos migrantes españoles en los últimos
años, razón por la cual responde a una dinámica diferente a la italiana.
En contraposición, los flujos migratorios más recientes tienden a mostrar
composiciones etarias jóvenes y presencia de porcentajes relativamente altos
de pasivos transitorios (entre 0 y 14 años). El caso emblemático para Bariloche
es el de la población nacida en Bolivia que ostenta altos porcentajes no sólo
en edades activas (45,75 la masculina), sino también entre 0 y 14 (11,36 para
varones y 12,30 para mujeres). Los peruanos y los paraguayos despliegan una
distribución similar pero con más peso aun que las poblaciones activas y mascu-
linas que componen más de la mitad del total de los conjuntos de sus respectivos
orígenes. Se trata en estos casos de una migración de tipo laboral que busca en
los últimos años oportunidades de trabajo principalmente en el ámbito urbano.

Reflexiones finales

En San Carlos de Bariloche el peso de la migración chilena en el conjunto de los


extranjeros todavía mantiene un fuerte predominio, tanto en valores absolutos

26 | Migraciones en la Patagonia
como relativos. Aun así se ha registrado un lento pero constante cambio en
ésta desde una presencia casi exclusiva de nacidos en Chile hacia una compo-
sición más heterogénea. Esta diversificación puede sintetizarse en dos tipos de
flujos bien diferenciados. Por un lado, aquel representado por los migrantes de
otros países vecinos y del resto de América del Sur, con motivaciones principal-
mente laborales; es decir, ya no sólo llegan chilenos, sino también bolivianos,
paraguayos y colombianos. Por el otro, han arribado migrantes provenientes
de países desarrollados atraídos por factores especialmente relacionados con
una mejora en su calidad de vida, a quienes los estudios de las ciencias sociales
sobre la temática suelen llamar migrantes por estilo de vida o por amenidad.
Esta tendencia a la mayor diversificación migratoria se asemeja a la de
otras localidades medias de la Patagonia argentina, en particular a la de Puerto
Madryn, cuyos flujos migratorios han ido modificándose desde hace al menos
una década, antes que para el caso barilochense, desde un perfil relativamente
homogéneo hacia uno que comienza a complejizarse más aún.
Aun teniendo presentes las limitaciones propias de los análisis basados en
registros censales se ha podido mostrar esta tendencia desde una escala departa-
mental que permite tener una visión general de todo el conjunto de la población
no nativa. Cabe mencionar que este trabajo se presenta como complemento de
otros que abordarán aspectos propios de la experiencia subjetiva de los procesos
migratorios, analizados a través de otras estrategias teóricas y metodológicas.
El conjunto de la población no nativa lejos de ser un todo homogéneo pre-
senta significativas diferencias internas, no sólo según país de nacimiento,
sino también según antigüedad de la migración y composición por edad y
sexo. Esta heterogeneidad debe ser reconocida para un mejor abordaje desde
la gestión pública de la diversidad cultural. Se busca así avanzar en la com-
prensión de procesos complejos y altamente dinámicos como lo son aquellos
que combinan múltiples tipos de desplazamientos en un mismo espacio ma-
terial y simbólico.

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Composición migratoria y complejidad en... | 29


Las migraciones desde Chile y Bolivia a Bahía Blanca.
Delimitar un campo e identificar las prácticas
en la historia oral (2007-2013)
Graciela Hernández (conicet-uns)
Belén Bertoni (cic-uns, uba)
Juan Canoni (uns)
Bruno Fernández (uns)
Laura Orsi (conicet-uns)

Introducción

El presente trabajo tiene como objetivo realizar la historia de los procesos mi-
gratorios desde países limítrofes (en este caso desde Chile y Bolivia) a Bahía
Blanca, una ciudad ubicada en las puertas de la Patagonia argentina. Tales
flujos han sido y continúan siendo estigmatizados. El tema que abordamos,
con sus genealogías difusas y difíciles de encuadrar, en los pares argentino/
extranjero, indio/blanco, negro/blanco, queda excluido del relato oficial de la
constitución del Estado nacional y tiende a hacerse invisible en los lugares en
los que se produce.
Aunque en este breve trabajo prácticamente no transcribiremos entrevis-
tas –las cuales permiten hacer más audibles las voces que narran desde su ex-
periencia y conocimientos las vivencias de las migraciones– queremos señalar
que ese es nuestro principal objetivo, pensar la investigación etnográfica desde
el concepto de reflexividad que genera un tipo de conexión con la situación de
investigación y la impregna desde sus preguntas, la dinámica del trabajo de
campo y el análisis de los datos. Pretendemos una aproximación a estos proce-
sos migratorios a partir de trabajos de campo realizados en distintos lugares y
con distintas actividades, ya que hemos trabajado en la generación de talleres,
publicaciones de circulación interna y sectorial, entrevistas en profundidad y
distintas formas de observación participante.
Partimos de la idea de que la historia oral se realiza sobre el terreno. Es de-
cir, en los propios contextos de producción y reproducción cultural, desde las
instituciones, las viviendas particulares hasta los lugares de encuentros oca-
sionales. Allí se ponen en práctica y se conjugan de distinta manera las técnicas
y estrategias propias de la historia oral, como la entrevista etnográfica, que
puede dar lugar a historias y relatos de vida, la observación participante en sus
distintos formatos y los grupos focales.
A partir del análisis de nuestras prácticas de investigación, en un trabajo
que espera dar cuenta de procesos migratorios específicos (las migraciones
desde Chile y Bolivia a Bahía Blanca), proponemos reflexionar acerca de cómo
delimitar un campo en tanto espacio construido por el/a investigador/a para
hacer etnografía.

Las migraciones desde Chile y Bolivia a... | 31


Dentro de la planificación del trabajo en historia oral, al igual que en los
trabajos antropológicos, sociológicos y lingüísticos, investigadores e investiga-
doras deben planificar, tanto temporal como espacialmente, su permanencia
y el impacto que ocasionará su presencia en el lugar. Seleccionamos a Rosa-
na Guber (2004) y tomamos sus lineamientos y recomendaciones para pensar
esta etapa, tan importante en el armado de la investigación etnográfica.
Esta autora problematiza y completa la etapa de delimitación de la base
empírica. Comienza por preguntarse ¿a qué campo nos dirigimos? ¿Cuáles son
sus límites? ¿Dónde?, sin dudas, se trata de un ámbito físico o lugar de estudio
que a pesar de su materialidad no es sólo una caracterización geográfica, sino
también sociológica. Señala que, muchas veces, el campo puede estar clara-
mente delimitado y constituido por unidades manifiestas, mientras que en
muchos casos encontramos unidades latentes, no tan visibles directamente,
identificadas a partir de la construcción de un objeto teórico. Las unidades ma-
nifiestas son las que detentan claros límites naturales geográficos o políticos
definidos por los propios actores, mientras que las unidades latentes son identi-
ficadas por el/la investigador/a (2004, p. 109).
En nuestro caso, debido al armado que hemos realizado, estamos en pre-
sencia de una unidad latente que construimos a partir de las prácticas de inves-
tigación. No estamos en un espacio, en una unidad de estudio que los protago-
nistas delimitaron, sino que responde a nuestras prácticas, a nuestra elección
de espacios e instituciones en los cuales trabajamos, pensando siempre que
nuestra presencia en el lugar no pasará inadvertida y que tenemos que dar
cuenta de ello a nuestros interlocutores e interlocutoras.
Además, la citada autora, preocupada por problematizar las complejidades
de delimitar este campo, se pregunta ¿adónde y con quiénes? y analiza lo que
considera una etapa preliminar de reformulaciones destinada a la planificación,
para la que es necesario delimitar las unidades de estudio, es decir, el ámbito físico
en el que se desarrollarán las tareas propias de la investigación y las unidades de
análisis o identificación de las personas con las cuales se va a trabajar.
En este sentido, realizamos una tarea de armado en la que damos cuenta de
nuestros estudios de las migraciones desde Chile y Bolivia. Unimos todos los
campos que han delimitado los investigadores y las investigadoras del equipo
que escribe este capítulo para construir uno que contenga y entrelace en un
entramado artesanal las distintas unidades de estudio y las unidades de análisis
que dieron lugar a las reflexiones sobre los procesos estudiados. Hablamos de
trabajo artesanal porque con mucha frecuencia se ha asociado –entre ellos Lin-
coln y Denzin– a la investigación cualitativa con las prácticas artesanales del
bricoleur, tal como lo definió Lévy-Strauss para explicar el pensamiento salvaje.
Esto significa que quienes trabajan con esta metodología resuelven problemas
con los elementos disponibles, buscando soluciones con antiguas piezas, con
partes en desuso disponibles en derredor. Por su parte, María Cecilia de Sou-
za Minayo habla directamente de la «artesanía de la investigación cualitativa»
debido a que entiende que se trata de una modalidad de trabajo intelectual en
la cual la inmersión de lo/as cientistas en el campo, con sus equipos de investi-
gación recuerda una actividad artesanal.

32 | Migraciones en la Patagonia
Las estrategias de investigación en historia oral, con las metodologías de
la etnografía cualitativa, tienen un gran componente artesanal que requiere
de una planificación, un diseño de investigación que suele identificarse como
diferente al de las investigaciones cuantitativas. Ruth Sautu (2003) destaca la
necesidad de encontrar concordancia entre los objetivos de la investigación y
las perspectivas metodológicas y epistemológicas elegidas y señala que no hay
metodologías mejores, lo que debe haber es coherencia entre objetivos, méto-
dos y prácticas de investigación. La autora afirma:

El investigador enfoca el mundo desde su propia comunidad científica y


desde su práctica, de las cuales extrae reflexiones acerca de su labor, ideas
para aproximarse a la realidad y modos y estrategias de producir y/o reco-
ger y analizar la evidencia empírica. En ellos se nutre para definir teorías y
especificar los objetivos y los métodos. (p. 73)

Los vínculos epistemológicos y metodológicos entre historia –no sólo en la


historia oral, sino en la historia en general– y metodologías cualitativas confor-
man un complejo entramado al que trataremos de dilucidar. En primer lugar
–salvo en sus variantes económico-sociales en las que se realizan estadísticas y
otras estrategias de investigación cuantitativas– la historia es básicamente cua-
litativa, busca comprender el sentido de las acciones humanas, de los procesos
sociales, a partir de datos singulares, generalmente encontrados en fuentes es-
critas, convertidos en documentos históricos. En segundo lugar, el surgimiento
y afianzamiento de la historia oral, que permitió que las voces de distintos su-
jetos sociales se convirtieran en testimonios y luego en documentos para la his-
toria, ubicó a estos investigadores/as en otros ámbitos de trabajo. En efecto, se
dejan por momentos archivos, bibliotecas, gabinetes de investigación, espacios
relativamente íntimos y cerrados para ir al campo e interactuar en el lugar en el
que se producen los hechos que analizan. Souza Minayo entiende que este tipo
de trabajo produce un determinado tipo de investigación a la que denomina in-
vestigación social: «Entiendo por investigación social los diversos tipos de investi-
gación que tratan del ser humano en sociedad, de sus relaciones e instituciones,
de su historia y de su producción simbólica» (2009, p. 39).

Las migraciones desde Chile

La ciudad de Bahía Blanca ha sido un importante destino para los migrantes que
dejaron Chile para venir a la Argentina. A veces llegaron directamente y otras
después de diversos destinos migratorios, generalmente en distintos lugares de
la Patagonia argentina y a través de redes armadas por familiares, antiguos ve-
cinos e instituciones como iglesias protestantes y pequeñas iglesias evangélicas
pentecostales y neopentecostales que se ubicaron en la periferia de la ciudad.
Estas migraciones tienen su explicación en profundas razones estratégicas
enraizadas en la historia del área, ya que la Cordillera de los Andes no es un
límite natural en el sur de América del Sur, sino creado junto con los Estados

Las migraciones desde Chile y Bolivia a... | 33


nacionales, pero que los migrantes, tanto por razones laborales como políticas,
han sabido transitar de diferentes modos. Para analizar estos procesos hemos
interactuado con los distintos sujetos sociales en talleres en ámbitos de alfabe-
tización, iglesias pentecostales y en trabajos de campo lingüísticos en distintas
áreas urbanas.

Los talleres de Historia y Memoria en escuelas primarias de adultos y


centros municipales de alfabetización en el área urbana de Bahía Blanca
Desde el año 1996 comenzamos a realizar talleres de Historia y Memoria en
distintas instancias de alfabetización de adultos y aún seguimos con esta tarea,
en algunos casos hemos vuelto a los mismos lugares, muchas veces a pedido de
las maestras o de las alumnas (el alumnado de las etapas iniciales es mayori-
tariamente femenino). Las instituciones en las cuales trabajamos son escuelas
provinciales de adultos y Centros Municipales de Alfabetización, dependientes
de la municipalidad de Bahía Blanca.1
El ámbito de realización de estos talleres son los sectores populares urba-
nos con un pasado rural, la mayoría migrantes llegados desde Chile y desde la
Patagonia argentina, muchos salieron de Chile hacia distintos destinos pata-
gónicos y finalmente se radicaron en esta ciudad. En el inicio, nuestro objetivo
no era estudiar la migración chilena, sino la cultura mapuche, pero recopila-
mos mucha información sobre este proceso migratorio que queremos analizar
en esta oportunidad.
Comenzamos con estos talleres en el barrio Noroeste, reconocido por la mi-
gración chilena. Este es el lugar donde está radicada la Asociación Chilena de
Cultura y donde tradicionalmente se realizan –cada vez más pequeñas– las en-
ramadas por las festividades del 18 de Septiembre; y Villa Rosario, identificado
como el primer barrio pobre surgido como producto de la migración chilena
en la década del 60 (Bróndolo, 1994, p. 38) y luego seguimos abriendo un gran
abanico que permitiera un muestreo de la ciudad, en distintos barrios y zonas.
Tratamos de incluir testimonios acerca de las valoraciones de su lugar de ori-
gen, las causas para migrar y la forma de trasladarse a Bahía Blanca, hasta re-
copilamos relatos que dan cuenta de traslados a pie a través de la Cordillera.
En general, en los talleres no insistíamos en que las asistentes contaran
las razones por las cuales migraron, ya que esto provocaba mucha angustia;
sin dudas, los testimonios que recogimos dan cuenta de que muchas de las
asistentes a los talleres dejaron su lugar de origen debido a los cambios econó-
micos producidos en Chile y con la promesa de un futuro brillante en la Argen-
tina. Estamos hablando de los años sesenta y setenta. Recordaron, entre risas
y gestos de decepción, que sus esposos les dijeron que cuando llegaran a este
país de riqueza no tendrían ni «que lavar la ropa». El desarrollo desigual de
América Latina generó estos mitos. En estos talleres nunca nos encontramos

1 Estos centros tienen su origen en el Plan Nacional de Alfabetización del gobierno de


Raúl Alfonsín.

34 | Migraciones en la Patagonia
con la problemática de la migración por motivos políticos, temática que sí en-
contramos en otros ámbitos. También recopilamos testimonios de mujeres
migrantes que llegaron con sus familias cuando eran niñas. Ellas hicieron hin-
capié en los problemas que tuvieron en la escuela, motivo por el cual la aban-
donaron y que dio lugar a que ahora se encuentren en establecimientos educa-
cionales para adultos.
Asimismo, recopilamos los relatos de vida de mujeres que migraron solas,
muchas veces escaparon de sus familias, de un esposo violento o de un padre
que quería casarlas contra su voluntad. Con el tiempo supimos que varias de
las alumnas tenían hijos en Chile, en ocasiones producto de maternidades ado-
lescentes. La migración desde países limítrofes permite a las mujeres migrar
solas, simplemente con una referencia de trabajo (por ejemplo en el servicio
doméstico), con un dato de un familiar o, simplemente, porque partieron para
visitar a un pariente y ya no volvieron.
Arauco, Lota, Curacautín, Concepción, Valdivia y Osorno son los lugares
que se repiten con más frecuencia, los sitios desde donde partieron para llegar
a la Argentina y asentarse a las orillas del arroyo Napostá –del que, recuerdan,
no estaba contaminado– y en la zona inundable de Noroeste, desde allí se fue-
ron extendiendo a distintos lugares. Recopilamos cómo hicieron sus primeras
viviendas de adobe, cómo construyeron sus primeras iglesias (muchas veces
hicieron antes la iglesia que su propia casa), que era además lugar para alojar a
otros chilenos recién llegados.
No sólo hablamos de las complicaciones que tuvieron con el sistema educa-
tivo, del que se sentían excluidas, sino también del sistema de salud. A la mayo-
ría de nuestras interlocutoras les era familiar consultar a las machis, chamanes
mapuches; además, muchas cuestiones que hoy están medicalizadas eran he-
chos de la vida familiar que se atendían en el ámbito doméstico, especialmente
los partos. Los pocos varones asistentes a los talleres también recordaron po-
sitivamente a las machis de Chile y añoraban sus atenciones en las tareas de
equilibrar la salud e, incluso, contrarrestar daños producto de la brujería.
En estos talleres dialogamos acerca de las migraciones, los espacios transi-
tados, los recuerdos con valores y datos. Tratamos de profundizar en diversas
problemáticas para encontrar elementos que nos permitieran ahondar en los
complejos procesos de hibridación cultural. También trabajamos el tema del
universo simbólico expresado a través de relatos de antiguas creencias que aún
siguen vigentes y que se van re-significando en la ciudad (generalmente en
relación con la participación en iglesias evangélicas pentecostales).

Las migraciones desde Chile y Bolivia a... | 35


Las iglesias evangélicas pentecostales2

Es frecuente observar cómo los recuerdos de la migración y la instalación en


el ámbito urbano están muy ligados al origen material de las iglesias. La co-
munidad religiosa no sólo ofrecía a los que recién llegaban posibilidades de
alojamiento temporal, sino también los contactos necesarios para encontrar
trabajo. Un gran número de chilenos pasó de trabajar en el área rural a ser
empleado de la construcción, en este caso el ingreso de uno de los miembros
de una comunidad religiosa posibilitó el de otros hermanos. El aprendizaje en
albañilería les fue muy útil para construir sus propios templos.
Coincidentemente con la expansión pentecostal en Chile se produjo el mo-
vimiento migratorio hacia Bahía Blanca, en muchos casos con escalas interme-
dias en distintas ciudades patagónicas o en la producción fruti-hortícola en los
valles de las provincias de Río Negro y Neuquén. Nuestro trabajo en estas igle-
sias fue una continuación de los talleres y lo realizamos en los barrios Noroeste
y Villa Rosario; identificamos todas las instituciones religiosas, entrevistamos a
pastores, observamos rituales y reuniones de mujeres (damas o dorcas).
A través de los testimonios recopilados y de nuestras observaciones de
campo sobre las características del entramado de las iglesias evangélicas pen-
tecostales de Chile y Argentina vimos que la ley de migraciones 25871 (sancio-
nada en 2003 y reglamentada por decreto 616/2010) facilita los trámites cuando
los motivos son religiosos.
También realizamos observación participante en rituales, en los que pudi-
mos contemplar las características de los lugares de reunión y de ciertas prácti-
cas pentecostales que nos permitieron ahondar en los vínculos entre religión y
migración. En algunos casos, la propia denominación de la congregación reli-
giosa recuerda el origen trasandino, por ejemplo la Misión Ejército Evangélico
se llamaba originariamente Misión Ejército Evangélico Chileno y perdió parte
de la antigua denominación porque «tenían que hacerse argentinos» ­aunque
aún el himnario que utilizan para el culto conserva el nombre completo.

2 En América Latina el protestantismo siempre ha sido minoritario, mientras que


el catolicismo impregnaba las instituciones civiles surgidas con los movimientos
independentistas del siglo xix. En Chile la secularización de la sociedad civil se dio
recién en los últimos años de este siglo, aunque a mediados de éste ya habían llega-
do los primeros cultos protestantes. Se establecieron en América Latina distintas
ramas del protestantismo vinculadas a los llamados protestantismos históricos.
Mientras en la Argentina se establecieron metodistas, presbiterianos (alrededor de
1870), anglicanos y episcopales (1881), en Chile la ley de colonización de 1845 ofrecía
a las familias alemanas la posibilidad de instalarse en su país, al sur del río Bío-Bío.
Ante este ofrecimiento llegaron entre 1848 y 1875 los contingentes migratorios de
protestantes alemanes. En la década del sesenta surgieron congregaciones evangé-
licas y se erigieron templos en ciudades como Valparaíso, Osorno y Puerto Montt.
Pero en los primeros años del siglo xx se produjo una serie de hechos que cambió
el rumbo del movimiento protestante en América Latina. En el seno de la Iglesia
Metodista de Valparaíso surgió una manifestación de la nueva expresión religiosa
surgida en los Estados Unidos: el pentecostalismo.

36 | Migraciones en la Patagonia
Asimismo, las pinturas, que con muchísima frecuencia encontramos en
las paredes de estas iglesias, remiten a un paisaje cordillerano pensado como
puente hacia la Argentina, por ejemplo la Primera Iglesia Evangélica Wes-
leyana tiene un gran fresco en la pared central, en el cual sobre un fondo de
cordillera y sol saliente hay una cruz envuelta en una bandera argentina. Nos
explicaron que la presencia de la bandera tiene el fin de demostrar que «son
argentinos». En cuanto a los rituales propiamente dichos, hemos presenciado
con mucha frecuencia que a través de prácticas como la glosolalia –muy fre-
cuente entre los pentecostales– los migrantes sienten que se han comunicado
con sus familiares de Chile, supieron de sus problemas y hasta de las catás-
trofes que se dieron en el vecino país.3
También las políticas públicas fueron un camino para abordar el tema en
cuestión, durante nuestro trabajo de campo pudimos documentar el origen de
una ong de base evangélica pentecostal denominada Acción Bahiense Comu-
nitaria (abc) dedicada a articular planes sociales y otro tipo de ayudas econó-
micas para enfrentar la crisis del 2000-2001. Vinculamos esta ong –que llegó
a ser considerada la Cáritas de los protestantes– con el estudio de las migraciones
debido a que trabajaron en los sectores más afectados por el aumento de la
pobreza, y allí se encontraban muchos migrantes y sus descendientes. abc tra-
bajaba en el ámbito municipal y tuvo un lugar destacado en la distribución y
generación de recursos en la periferia de la ciudad. El trabajo con esta ong
nos permitió interiorizarnos en el entramado de políticas públicas, religión y
migración, dado que vimos convertidos en importantes actores sociales a mi-
grantes chilenos llegados a Bahía Blanca con la dictadura de Augusto Pinochet.

Los estudios lingüísticos

Desde las teorías del lenguaje, una de las maneras de entender el discurso es
como un fenómeno práctico, social y cultural. En este sentido, los usuarios del
lenguaje emplean el discurso, por un lado, para realizar actos sociales a través
de la interacción social (en la conversación y en otras formas de diálogo ancla-
dos en diversos contextos sociales y culturales) y, por el otro, como miembros
de categorías sociales, comunidades o culturas a partir del establecimiento
de complejas combinaciones de estos roles e identidades sociales y culturales
(Van Dijk, 2000, p. 21).
Uno de los modos de interacción social es el que ocurre en la situación de
entrevista que permite al entrevistado construir y mostrar activamente roles
e identidades y establecer un lugar nodal según las situaciones particulares.
En este caso, cada entrevista realizada a inmigrantes de procedencia chilena
presenta una naturaleza simbólica, en tanto su narración se constituye como

3 Para los creyentes pentecostales, la glosolalia es la capacidad de «hablar en lenguas»


de manera similar a la descrita en el Nuevo Testamento, consideran que el don de
hablar en lenguas les es otorgado por el Espíritu Santo y les permite formas alterna-
tivas de conocimiento.

Las migraciones desde Chile y Bolivia a... | 37


significante (a la vez que transmite significados) y se convierte en uno de los
modos posibles para relevar rasgos identitarios.
Para ello, se utilizarán las herramientas analítico-discursivas propuestas
por Ruth Wodak (2003), en particular las implicadas en la presentación posi-
tiva o negativa de uno mismo o los otros que subyace a la construcción de los
discursos de la identidad y la diferencia, atendiendo a dos estrategias discursi-
vas4 para realizar el análisis lingüístico: por un lado, las estrategias de referen-
cia o modos de nombrar que apuntan a la construcción de grupos internos y
externos y que responde a la pregunta ¿de qué modo se nombra a las personas?
Y, por el otro, las estrategias predicativas a través de las cuales se atribuye una
serie de rasgos, características y cualidades a individuos o grupos y responde
a la pregunta ¿qué rasgos, características, cualidades y particularidades se les
atribuyen?, con el fin de establecer el modo en que construyen su identidad.
Los inmigrantes de procedencia chilena que entrevistamos inician sus
relatos en primera persona del singular («llegué» –y variantes–) en los casos
en que viajaron solos o del plural («llegamos» –y variantes–) si migraron acom-
pañados por su familia. Este inicio prefigura, de alguna manera, el relato y la
experiencia migratoria. Establece un momento de detención y quiebre, que
focaliza el relato en la experiencia migrante y alude a una división temporal
entre el antes y el después. Asimismo, prefigura, de alguna manera, dos tipos
de experiencias distintas relacionadas, la mayoría de las veces, con las causas
que provocaron la inmigración: el inmigrante que es expulsado de su país por
una crisis económica y el que decide irse por cuestiones políticas.5
En el primer caso la experiencia migratoria resulta más traumática que en
el segundo, ya que a las dificultades económicas y de inserción laboral se agre-
gan las de índole personal: la familia sostenedora, distante. Aun cuando los
relatos presentan diferencias originadas en la experiencia personal, los modos
de autorreferencia coinciden. Los inmigrantes se inscriben en el discurso a
partir del uso de términos de referencia genérica o colectivos de identificación
que no admiten fragmentación y remiten a una clase de individuos, son, por
lo tanto, abarcadores. Este es el caso del inmigrante, la persona inmigrante, seres
humanos que emigran–y variantes–. El primer término alude a individuos que
emigraron, de una manera si se quiere neutra, en tanto que sólo se explicita
un cambio de radicación. Diferente de lo que sucede con los otros dos en los
que no se refiere exclusivamente al cambio de un país a otro, sino que puede
interpretarse que se agrega y precisa a la condición una adscripción por la cual

4 Wodak define estrategia como «un plan de prácticas más o menos preciso e inten-
cional (incluyendo las prácticas discursivas) que se adopta con el fin de alcanzar
un determinado objetivo social, político, psicológico o lingüístico» y estrategia dis-
cursiva como «las formas sistemáticas de uso del lenguaje, se pueden clasificar en
diferentes niveles de organización y complejidad lingüística» (Wodak, 2003, p. 115).
5 Si bien relevamos una tercera posibilidad, la del inmigrante que dejó en Chile a su
familia para reunirse con ella luego de establecerse y conseguir trabajo, la narración
que se presenta posee características similares a las de quienes viajaron solos, mo-
tivo por el cual se analizan dentro del mismo grupo.

38 | Migraciones en la Patagonia
se señala que los sujetos poseen una característica distintiva, característica en
la que subyace la idea de que un inmigrante es una persona o un ser humano.
Desde esta primera identificación las estrategias predicativas que pudie-
ron relevarse se relacionan principalmente con campos semánticos relaciona-
dos con la sencillez, la humildad, la honestidad, el esfuerzo y el trabajo. Por otro
lado, considera que la sociedad receptora los representa con campos semánti-
cos vinculados con la pobreza, la deshonestidad y la desocupación. Se puede
apreciar que los rasgos que se atribuyen a sí mismos establecen una oposición
con aquellos que consideran que la sociedad receptora les asigna y generan
una relación de atenuación o refutación. En este sentido se cree que es a partir
de la mirada del otro, en este caso de la sociedad bahiense, la que preestablece
esta autopresentación positiva por la tensión existente entre las dos visiones.

Las migraciones desde Bolivia

Las migraciones desde Bolivia a las provincias del Noroeste Argentino (noa)
son de muy larga data, pero nosotros queremos identificar los procesos mi-
gratorios de los siglos xx y xxi. Consideramos que hay muchas migraciones
bolivianas en distintos tiempos, desde distintos lugares geográficos de Bolivia
y hacia distintos nichos productivos. En general, se destaca la importancia que
tuvo la zafra del azúcar, la vendimia y las actividades frutihortícolas en Men-
doza y para los años 1960-70 y el arribo posterior a nuestra área de estudio, en
la zona centro-sur de la Argentina, pero también hay otras donde el destino no
fue la producción hortícola en los cinturones verdes de las ciudades, sino que
fueron los hornos de ladrillos, los talleres textiles, el trabajo doméstico y los
oficios vinculados a la construcción y la petroquímica.
Nosotros hemos trabajado con talleres en ámbitos escolares en el sector
Quintas cercano a Bahía Blanca, en salas médicas próximas a la zona de pro-
ducción de ladrillos, en las festividades de la Virgen de Urkupiña y en trabajos
lingüísticos en espacios urbanos.

Talleres Comer y compartir y Proyecto Puentes en establecimientos


escolares rurales en el paraje Alférez San Martín
Una de las formas de permanecer en el campo y realizar actividades vinculadas
con la investigación-acción fue realizar talleres en una de las escuelas y jardín de
infantes ubicada en el área de producción hortícola cercana a Bahía Blanca, en
la Escuela General Básica n. 41 y el Servicio Educación Inicial Matrícula Mínima
(Seimm) n. 3, del paraje Alférez San Martín. Durante el año 2006 trabajamos en
el marco del programa ProHuerta del inta y nos sumamos a un proyecto ins-
titucional diseñado por el equipo docente con el objetivo de propiciar la inter-
culturalidad. Denominamos a nuestra propuesta taller Comer y compartir, allí
intercambiamos relatos de experiencias vividas por los niños y las niñas y sus
madres y padres, haciendo hincapié en los alimentos y todas sus connotaciones

Las migraciones desde Chile y Bolivia a... | 39


subjetivas y simbólicas. Mientras tanto, desde el ProHuerta se alentaba y daba
información, asesoramiento y los elementos necesarios para realizar una huerta
escolar. También se trataron temáticas relacionadas con el uso de fertilizantes y
las características del agua de la zona. Trabajamos con un títere llamado Chuñi-
ta, una papa conversadora que contaba cuentos y a la que le gustaba escuchar las
historias que narraban los niños y las niñas. También tuvimos en cuenta recetas
de cocina que nos transmitieron algunas madres y abuelas de los alumnos de la
escuela y el jardín y con todo este material confeccionamos cuadernillos.
Durante los años 2007-2009 seguimos realizando talleres de relatos, en
este caso ya en el marco del «Proyecto Puentes de la Universidad con la Comu-
nidad» del Ministerio de Educación.6 La permanencia en el campo nos permi-
tió conocer este proceso migratorio, en especial nos llamó la atención la gran
movilidad poblacional, ésta se reflejaba en la matrícula de la escuela. Con la
sequía de los años 2009-2010 muchas familias migraron a Hilario Ascasubi y
Pedro Luro. A partir de los relatos del alumnado y de las entrevistas realizadas
a sus padres y madres supimos que ha sido frecuente un recorrido por distin-
tos medios rurales hasta la radicación en este espacio. Generalmente el lugar
de expulsión de población es el occidente de la República de Bolivia, en especial
Cochabamba, Potosí, Oruro y La Paz. También supimos que dos de las fami-
lias que actualmente se han convertido en propietarias de sus tierras, durante
mucho tiempo vivieron y trabajaron alternativamente en distintos oficios en
Ingeniero White y en la cosecha de la fruta en Río Negro, además en varias
ocasiones volvieron a Bolivia.
Pudimos comprender cómo fue la llegada al lugar a través de vínculos pa-
rentales, de compadrazgo y por contratos de aparcerías, observar cómo estos
pequeños productores siguen reproduciendo el sistema y emplean a sus con-
nacionales a cambio de alojamiento y comida, las tensiones que esto genera y
cómo de este nicho productivo suelen dirigirse a otros, especialmente los hor-
nos de ladrillos y a distintos trabajo urbanos. Las parejas pioneras en ser las
propietarias de la tierra ya son mayores y no trabajan la tierra, ellos se dedican
a vender verduras en sus negocios, sus hijos –los padres y madres del alumna-
dos son quienes producen y tienen puestos en los mercados de la ciudad.
Además de internarnos a través de nuestra experiencia en las relaciones en-
tre actividades económicas y migración, también pudimos observar y estudiar
los vínculos entre religión y migraciones. Cuando llegamos al campo creíamos
que nos íbamos a encontrar con fieles de la Virgen de Urkupiña –sobre la que
volveremos–, debido a que consideramos a estas festividades como el principal
espacio de reunión de los migrantes bolivianos alrededor de Pastoral Migra-
toria; sin embargo pudimos comprobar que las familias que se han radicado
en el área se reconocen a sí mismas como mormonas. Con el tiempo supimos
que casi todos los niños y las niñas que asistían a la escuela y al jardín y eran
hijos de migrantes bolivianos eran mormones, es decir fieles de la Iglesia de

6 Se trata del proyecto «Desde Bolivia a Bahía Blanca. La Identidad en cuestión» del
Programa Promoción de la Universidad Argentina «Un Puente entre la Universidad
y la Comunidad», convocado por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.

40 | Migraciones en la Patagonia
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; en estas instituciones no se habla-
ba del tema y además actuaban como si todo el alumnado fuese católico debido
a que se rezaba antes del almuerzo a la manera católica.
Pudimos documentar la conversión del catolicismo al mormonismo y nos
parece que en los relatos podemos encontrar datos para analizar estos entra-
mados migratorios. A través de entrevistas a distintos miembros de la comuni-
dad educativa supimos que la conversión a esta religión de origen norteameri-
cano se había producido en Río Negro, en Villa Regina. Desde el momento del
ingreso a esta iglesia comenzaron a ocupar lugares en la institución religiosa y
tienen profundos lazos con la iglesia mormona de General Cerri, en la cual uno
de nuestros entrevistados es el presidente de la rama, y con otra ubicada en Bahía
Blanca, en un barrio periférico en el sector noroeste de la ciudad.

Historia de la Cooperativa Eléctrica Colonia La Merced


en el partido de Villarino
La permanencia en el campo en el sector Quintas nos dio una visibilización
particular, tanto para la población migrante como para los no migrantes. Tal
es así que, a mediados de 2010, la Cooperativa Eléctrica Colonia La Merced,
que se encuentra en los límites del área hortícola de Villarino y Bahía Blanca,
próxima a celebrar un nuevo aniversario de su fundación, pide a los integran-
tes del equipo de investigación que narren la historia de la Cooperativa en un
libro conmemorativo.
Este hecho nos permitió acceder a un tipo de fuentes que hasta el momento
no habíamos utilizado, los documentos escritos. Más precisamente las actas y
los libros de memoria de la Cooperativa, que cumplía 40 años de sus primeros
esbozos de conformación y 38 de concreción definitiva. Accedimos entonces a
información acerca de las transformaciones del espacio. Desde su demografía
y las diferentes corrientes migratorias, hasta sus usos, apropiaciones y vínculos
entre los sujetos, las instituciones y la producción.
De esta manera comprendimos que la zona de la Colonia tuvo dos grandes
movimientos migratorios. El primero de ellos, proveniente de Europa, hacia prin-
cipios del siglo xx; el segundo, durante las últimas décadas, desde países limítro-
fes. En el primer movimiento migratorio llegaron las familias tradicionales de
la región, en su mayor parte de origen italiano. Muchas de ellas, que aún habi-
tan la Colonia, fueron las impulsoras de la Cooperativa. Con el seguimiento de
los apellidos que figuraban en las actas, intentamos localizarlas para registrar
sus recuerdos, visiones del mundo y enmarcarlas en la memoria del lugar.
Así, accedimos a un «tiempo de los sueños iniciales», donde los narrado-
res y narradoras identificaban como posible la idea de crear una cooperativa
que proveyera de corriente eléctrica a la Colonia. El tendido de las primeras
líneas fue un hito para todos los que formaron parte de la Cooperativa Eléc-
trica; al punto que el tiempo de los habitantes de la Colonia (su percepción),
se divide en un antes y un después de la llegada de la electricidad. El funcio-
namiento de la cooperativa alteró no sólo la vida cotidiana, sino también el

Las migraciones desde Chile y Bolivia a... | 41


sistema productivo de la zona. A su vez, tanto una como el otro, se enmarcaron
en transformaciones socioeconómicas globales.
El segundo movimiento migratorio fue protagonizado por familias prove-
nientes de Bolivia y provincias del Noroeste Argentino (noa) –que, en general,
se dio a través de relaciones parentales–. Su llegada fue producto del desarrollo
desigual en América Latina, las transformaciones económicas consecuencia de
la globalización, y del capitalismo neoliberal que se sirve de la re-significación
de tradiciones culturales de larga data, como es la capacidad de traslado de los
pueblos andinos hacia distintos nichos productivos, aunque estos estén alejados
del lugar de origen.
Las transformaciones demográficas en la colonia marcan instancias espe-
cíficas en la historia del sistema de acumulación. Esas transformaciones son
hitos en la memoria colectiva. Entre todos recordaron que «antes» había mu-
chos pobladores en las quintas, pero después del 2001 cambió todo y «produ-
cir ya no fue lo mismo». Después de los años noventa la política cambiaria no
favoreció a los pequeños productores, ya que los insumos se multiplicaron por
tres y las verduras siguieron vendiéndose al mismo precio. Las experiencias
individuales reafirman la memoria compartida.
Los pequeños productores bolivianos establecen sus vínculos laborales ba-
sados en la palabra. Predominan los acuerdos de mediería y, en algunos ca-
sos, se establecen contratos de alquiler. En el interior de algunas familias se
conservan pautas alimenticias propias del altiplano, como el mote y el chuño.
Tales pautas se vinculan, negocian e intercambian con otras, tradicionales de
la zona, que son reproducidas por las familias de origen italiano.
Debido a las características de producción actuales, el riego de las quintas
se hace con bombas y para ello se necesita corriente eléctrica. Esta situación
produce una fluida relación entre los empleados de la Cooperativa, los miem-
bros de la comisión directiva y los productores.
A lo largo de los años, el río Sauce Chico se integró al espacio productivo de
distintas formas. En efecto, primero fue pensado como proveedor de agua para
el frigorífico; luego para las quintas. De esta manera, el espacio sigue cambian-
do en la medida en que cambian las formas de producir, de vender y de pensar.
Nuestros entrevistados y entrevistadas nos hicieron ver permanentemente
que en estos días los procesos de cambio cultural son muy rápidos y que se
manifiestan en todos los órdenes de la vida, desde la forma de trabajar, produ-
cir, comercializar, hasta la vida cotidiana en todas sus dimensiones. En estos
procesos la migración desde Bolivia ocupa un lugar muy importante.

Las instituciones de salud

Las instituciones públicas de salud constituyen espacios interesantes desde


donde estudiar las migraciones desde Bolivia a Bahía Blanca. Esto se debe a
que, si bien el proceso de salud-enfermedad-atención-cuidado es un universal
que está presente y opera estructuralmente en todas las sociedades (Menén-
dez, 1994), las particularidades de las respuestas, las prácticas y significaciones

42 | Migraciones en la Patagonia
sobre dichos procesos se producen coyunturalmente por los conjuntos sociales
determinados, en condiciones siempre relacionales de diversidad y desigual-
dad. Creemos que emprender un abordaje etnográfico que releve las prácticas
concretas y los discursos que transitan en las instituciones de salud, tanto des-
de la población migrante como desde los profesionales que intervienen sobre
ella, es pertinente en el marco de una relectura de los procesos migratorios
limítrofes en Bahía Blanca y la región. La síntesis que presentaremos en esta
ocasión refiere a un trabajo preliminar de entrevistas en profundidad a dife-
rentes agentes públicos trabajadores del campo de la salud en instituciones
por las que transitan, en diferentes condiciones, las/os migrantes.
El sistema de salud en Bahía Blanca se conforma por diferentes estamentos
institucionales privados y públicos. El aspecto público contiene dos hospitales:
uno de incumbencia municipal, el Hospital Municipal de Agudos Dr. Leónidas
Lucero. Éste no cuenta con algunos servicios de alta complejidad y, por otro
lado, los profesionales de salud entrevistados refieren que la población llegada
desde Bolivia no accede al hospital debido a que se les solicita documento de
identidad con domicilio en la ciudad. Asimismo, desde las Unidades Sanita-
rias (us) –que luego retomaremos– se suele derivar directamente al Hospital
Interzonal General de Agudos Dr. José Penna, el otro hospital público en el
partido. Éste atiende situaciones que requieran de alta complejidad y, al ser de
incumbencia provincial7 también recibe migrantes residentes en otras zonas,
principalmente aquellos del partido de Villarino,8 donde las/os migrantes tra-
bajan estacionalmente en el cultivo de la cebolla para el mercado interno y para
exportar, principalmente a Brasil.
El aspecto comunitario del campo de salud bahiense se corresponde con
una división en áreas programáticas donde tienen lugar las distintas us, según
la división geográfica de la zona, la historia, el barrio, etcétera. Las us constitu-
yen el primer nivel de atención que se caracteriza por la promoción y la preven-
ción de la salud, lo cual posibilita abordajes comunitarios e intervenciones de
la institución en los lugares de residencia y desarrollo de actividades cotidia-
nas de la población. Por su parte, las us no poseen equipos de alta complejidad.
Generalmente es este el primer sector institucional por el que las comunidades
migrantes transitan y sobre el cual se presupone una actitud «más abierta y
predispuesta» desde los profesionales, con posicionamientos menos distantes
y asimétricos para con las/os pacientes.
Localizamos que las us que presentan mayores relaciones con la población
llegada desde Bolivia son las ubicadas en los barrios periféricos de Villa Har-
ding Green y General Daniel Cerri. Esto tiene que ver con las características
del campo laboral, conformado también como su espacio residencial. En los

7 El Hospital Penna cubre la Región Sanitaria I que está ubicada en el sur de la provin-
cia de Buenos Aires y contiene 15 partidos; Adolfo Alsina, Adolfo Gonzáles Chávez,
Bahía Blanca, Coronel Rosales, Coronel Dorrego, Coronel Pringles, Coronel Suárez,
Guaminí, Monte Hermoso, Patagones, Puán, Saavedra, Tornquist, Tres Arroyos y
Villarino.
8 Al sur del partido de Bahía Blanca.

Las migraciones desde Chile y Bolivia a... | 43


hornos de ladrillos ubicados en las afueras del barrio periférico de Villa Har-
ging Green, y por otro, en el cultivo de hortalizas, principalmente en la zona de
quintas de General Daniel Cerri y en el partido de Villarino. Los relatos releva-
dos en entrevistas semi-estructuradas a agentes de salud destacan que el tra-
bajo que realizan los migrantes es intensivo, con jornadas laborales diarias de
12 horas, por los cuales reciben pagos mínimos y resulta necesaria la presencia
de familiares, niñas/os, mujeres, ancianos con su colaboración para cubrir con
el trabajo requerido, aún en situaciones de enfermedad.
La relación entre el trabajo y los procesos de salud/enfermedad de la po-
blación migrante refieren a diferentes cuestiones. Por un lado, la exposición a
la intemperie y a extremos climáticos produce problemas de deshidratación e
insolación, y por otro, las condiciones y demandas laborales producen el des-
gaste del cuerpo, la columna y problemas respiratorios, entre otros. Asimismo,
se refiere que las condiciones habitacionales de residencia producen mayor
vulnerabilidad para la emergencia de enfermedades, como la tuberculosis y el
Chagas, aunque existen programas municipales de saneamiento ambiental y
concientización acerca de dichas enfermedades. La lejanía a las us y la esta-
cionalidad en la migración son señalados como factores que complejizan el
seguimiento de los tratamientos, los procesos de curación, o bien la atención
de situaciones de emergencia.
Como ya se describió en la introducción, en las zonas más urbanizadas,
las/os migrantes ejercen actividades laborales en verdulerías, negocios, trabajo
doméstico, polo petroquímico (Hernández, 2010), o en la construcción (yesería
y pintura, principalmente). Sin embargo, profesionales del campo de la salud
destacan que existe una diferencia entre «los recién llegados» y los que «ya es-
tán hace algún tiempo». Se destaca que, si bien los dueños de los hornos y las
quintas son argentinos, con el tiempo las/os migrantes suelen volverse capa-
taces o medieros, contratan a sus paisanos y «renuevan el círculo». Asimismo,
esto se releva en los comportamientos en salud, debido a que son mayores las
estrategias que los/as migrantes desarrollan para acceder a los servicios públi-
cos de salud, o bien las demandas a éste, como el caso de medicación.
El trabajo etnográfico realizado hasta el momento releva la existencia de
distintos momentos en las relaciones entre el campo de la salud y el campo de
las migraciones. En los últimos años se han realizado intervenciones en los
hornos de ladrillos, se hicieron censos, chequeos de vacunación, se completó el
calendario de vacunas, electrocardiogramas, se evaluó la circulación del bacilo
de Koch y se realizó un saneamiento ambiental de la zona. Actualmente, se
promociona la educación respecto de las enfermedades y condiciones de salud,
se continúa con los chequeos y, así como para la zona de Quintas, se produjo
una vinculación con el área de educación en el municipio, lo que posibilitó el
transporte de los niños y las niñas a la escuela más cercana.
Aunque no es objetivo de este trabajo profundizar en los diferentes aspec-
tos que reseñan las complejidades que atraviesa la población migrante llegada
desde Bolivia en los diferentes espacios del campo de salud en Bahía Blanca,
queremos destacar que la aproximación etnográfica preliminar nos permitió
visibilizar la importancia de la labor en el campo de la salud para revisar el

44 | Migraciones en la Patagonia
proceso migratorio: se evidencian las relaciones entre las condiciones de resi-
dencia y trabajo, tanto en los hornos como en el sector de producción hortícola
con las probabilidades de contagio de enfermedades, pero a su vez podemos
ver como las construcciones de sentido sobre la población migrante limítrofe
interpelan las acciones e intervenciones en salud.

Las festividades de la Virgen de Urkupiña

Las festividades de la Virgen de Urkupiña son un espacio en el cual trabajamos


la migración desde Bolivia a la región. Si bien hemos realizado distintos traba-
jos sobre estas fiestas marianas en las que analizamos las performances rituales,
para este trabajo priorizamos la importancia de los relatos de vida como estra-
tegias de investigación en historia oral.
En términos generales todos coinciden en señalar que el nombre proviene
del quechua y significa que la virgen apareció en el cerro, «que está en el cerro»,
Orkopiña. La tradición señala que la virgen se le había aparecido a una pastor-
cita en el cerro Orko, en las cercanías de Quillacollo, próximo a la capital de
Cochabamba. Existe una leyenda que todos repiten porque la escucharon en
su infancia o porque han buscado material édito para tener información sobre
el tema. Cuentan que la virgen se le presentó a una niña pastora de ovejas y le
dijo: «Levanta unas piedras y llévalas a tu casa», la niña obedeció, llevó las pie-
dras en su llijilla (manto) hasta su casa, allí las piedras se convirtieron en plata.
Es difícil precisar el origen de las creencias vinculadas con esta figura, pero
sabemos que desde el siglo xvii España impuso el culto de la virgen en el marco
de la evangelización agresiva de la Contrarreforma religiosa. En la actualidad
las celebraciones se realizan el día 15 de agosto de cada año.
Más cercano a nuestros días pudimos saber que la Virgen de Urkupiña
es considerada la virgen de la integración. El 8 de diciembre de 1998, se declaró
«santuario de la integración nacional» a la Basílica de Urkupiña. Podemos ase-
gurar que como símbolo de la integración en las celebraciones que se realizan
en Bahía Blanca se ha incluido el uso de la bandera de los pueblos andinos,
wiphala, tanto en la iglesia como en la fiesta, en muchos casos la bandera es
portada por los grupos de danza, en especial los que bailan tinku.
Para acercarnos a este proceso migratorio y desentrañar las causas del
origen de la festividad nos propusimos focalizar en los relatos de vida de distin-
tos actores sociales, en especial de la pareja de migrantes que fue la que viajó a
Bolivia para realizar rituales de agradecimiento a la virgen en cuestión, adquirió
una estatua de ésta y la llevaron a Bahía Blanca. Tomamos la idea de relatos de
vida tal como la planteó Denzin9 y continuó Daniel Bertaux. Este sociólogo fran-
cés trabajó desde una perspectiva etnosociológica en el estudio de fragmentos

9 Este sociólogo norteamericano está ubicado en la tradición interpretativista de la


investigación sociológica denominada interaccionismo simbólico. El interaccio-
nismo simbólico es una de las orientaciones de la etnometodología fundada por
Harold Garfinkel.

Las migraciones desde Chile y Bolivia a... | 45


de la realidad histórico-social. La recopilación de relatos de vida no propone
conocer toda la vida de los sujetos, en cambio espera aprehenderlos incorpo-
rando la reflexividad de los/as narradores/as. Para Bertaux los relatos de vida
se relacionan con las life stories, diferentes de las historias de vida (1999, p. 61).
El relato de vida es el fragmento de lo narrado, pero da cuenta de aque-
llos temas que nos hemos propuesto conocer, y es el tema el que condiciona
el carácter de las preguntas que realizamos. Para el caso de las entrevistas en
las que el objeto es del tipo relaciones socio-simbólicas se aconseja emplear una
escucha atenta y asumir una actitud no directiva, mientras que cuando se in-
daga para adquirir conocimientos sobre marcos sociales se aconseja una mayor
direccionalidad, esto implica mayor número de preguntas y un minucioso es-
tudio de éstas para que no se anulen entre sí (Bertaux, 1999, p. 91). En nuestro
caso seguimos el consejo de la no direccionalidad, esto permitió que surgieran
aspectos de la problemática que nos eran desconocidos.
Durante las entrevistas realizadas en el 2007 consultamos a nuestros inter-
locutores acerca del origen de la fiesta, supimos que tanto ellos como Pastoral
Migratoria son los custodios de la virgen. Desde la primera entrevista ya nos
habían dado algunos datos sobre el origen de las festividades, pero después
de observar y conocer más los hechos que nos preocupaban pudimos dimen-
sionar la importancia de los relatos de vida recopilados; en ellos hay muchos
elementos que nos permiten comprender el origen de una fiesta culturalmente
muy distante de la del entorno católico bahiense.
Las entrevistas etnográficas que dieron lugar a la identificación de los relatos
de vida nos permitieron comprender la importancia de Pastoral Migratoria en
la concreción de estos rituales festivos. Pudimos ver la trascendencia que tuvo el
apoyo institucional para que las celebraciones de Urkupiña se realicen de la ma-
nera en que se hacen en Bahía Blanca. Pastoral Migratoria pasó a coordinar las
fiestas que se realizan en esta ciudad, en Punta Alta y en las localidades de Pedro
Luro e Hilario Ascasubi, todas con una importante migración boliviana dedicada
mayoritariamente a la producción hortícola en el valle del río Colorado, lugares
en los cuales se realizaban fiestas en honor a la Virgen de Copacabana.
Las festividades de la Virgen de Urkupiña tal como se realizan en Bahía Blan-
ca –diferentes en su organización a las de la vecina ciudad de Punta Alta– bus-
can recuperar pautas culturales andinas, tratando de revitalizar mecanismos
de intercambio a través de la designación de padrinos, pasantes y donantes en-
cargados de asegurar que en los encuentros festivos esté todo previsto, no falte
comida, bebida, música, fotos, videos, estandartes, souvenirs y todo lo atinente a
la fiesta. También se busca articular estas prácticas con el catolicismo, es así que
la novena tiene un lugar muy importante. Cada día de la novena la imagen de
la virgen es llevada a la casa de una familia de bolivianos, el novenario se puede
realizar en forma bastante independiente de la presencia del sacerdote, ya que
cuentan con una publicación de la propia Pastoral Migratoria que sirve de guía
para la actividad. Después de la novena se realizan la misa y la fiesta.
En suma, estas festividades nos permitieron, entre otras cosas, trabajar
con los migrantes que llegaron desde Bolivia al ámbito urbano de la ciudad y
ver sus conexiones con el medio rural y otras localidades.

46 | Migraciones en la Patagonia
Los estudios lingüísticos

Los inmigrantes bolivianos que pudimos entrevistar inician su narración en pri-


mera persona del singular, refiriéndose por medio de descripciones nítidas al
modo en que vivían en Bolivia. En la mayoría de los casos, la decisión de inmi-
grar se presenta en el discurso como un escape de la pobreza y la explotación en
un contexto socio-económico que no les presentaba ninguna posibilidad.
Así, en el desarrollo de las entrevistas, en la mayoría de los casos se puede ob-
servar un cambio en las estrategias de referencias, si se excluye la primera per-
sona que focaliza el discurso en la persona migrante. Así ocurren distintas au-
torreferencias: las que se utilizan para mencionar la vida en Bolivia que pueden
ejemplificarse con expresiones como el indio nada a que aspirar tenía, un cholo y,
menos frecuente, los collas y las utilizadas para el presente, el inmigrante boliviano
–y variantes– o el boliviano. A partir de estas referencias relevadas (similares en
la estructura gramatical), se puede inferir que la posibilidad de migrar no sólo
representa un cambio económico, sino también un cambio de rasgos identita-
rios, en tanto la polarización existente entre la denominación peyorativa cons-
tituida en campos semánticos relacionados con clase, raza y etnia se modifica-
ría en el país receptor que ignora la conformación y valoración de los distintos
grupos al interior de Bolivia. Esta inferencia se corrobora cuando el relato se
centra en la vida como inmigrante, donde se utilizan términos de referencia
genérica o colectivos de identificación que reemplazan las viejas etiquetas y
refieren su condición migrante valorada de manera positiva.
Asimismo, se puede apreciar que esta valoración se encuentra en las dis-
tintas atribuciones autoasignadas. Así, entre las estrategias predicativas se
encuentran adscripciones positivas vinculadas principalmente a tres esferas.
La primera de ellas relacionada con rasgos personales se constituye por dos
características ser cerrado en tanto explican que frente a alguien desconocido
cuesta relacionarse. Esta dificultad para la socialización valorada negativamente
se encuentra en el discurso asociada y, seguida de manera recurrente, por la
segunda característica ser respetuoso que funciona como un atenuante de valo-
ración positiva. Esto se puede enunciar en una estructura adversativa cerrado
pero respetuoso que sustenta la autorrepresentación. La segunda esfera se cons-
tituye por atribuciones relacionadas con el trabajo. Generalmente referida al
colectivo, se autodefinen trabajadores atribuyéndose este rasgo como inherente
tanto a la condición migrante como a la boliviana, sustantivo que se adjetiva
por medio de una constelación de calificaciones positivas como muy hábil, ma-
ñoso, detallista. En este sentido, se puede apreciar la existencia de un valor sim-
bólico atribuido al trabajo que es concordante con el que presenta la sociedad
receptora. Finalmente, la tercera esfera se vincula con la educación a la que
refieren no como una posibilidad sino en términos de su accesibilidad sea a la
educación formal, sea a la de adultos. Así el campo semántico relacionado con
la educación es asociado a términos como importante, futuro, progreso, cultura
y se presenta en emisiones que enaltecen al país receptor no sólo porque allí
ven una posibilidad de interacción considerada tan necesaria como difícil por

Las migraciones desde Chile y Bolivia a... | 47


etiquetarse como cerrados, sino también porque consideran que sus hijos ten-
drán mejores oportunidades de inserción laboral y social.
En este breve desarrollo puede vislumbrase el complejo entramado de facto-
res que incide en la conformación de rasgos identitarios que implica la posibili-
dad de radicarse en la Argentina y la posibilidad de un cambio en la atribución de
nuevos rasgos propios. Entendemos que la polarización entre el allá y antes y el
aquí y ahora lo deja traslucir. Así, la construcción discursiva de la identidad se pre-
senta condicionada por la situación previa a la inmigración, a la vez que por el de-
seo de modificación, de ahí las rupturas y la valoración positiva de ciertos rasgos.

Reflexiones finales

Pretendimos dar cuenta del armado de un campo para el estudio desde la his-
toria oral de las migraciones desde Chile y Bolivia a Bahía Blanca y la zona. Este
campo se construyó con las siguientes prácticas de investigación:
1. Abordamos las investigaciones sobre migraciones desde Chile a Bahía
Blanca a partir del análisis del material recopilado en:
a. Talleres de historia y memoria en escuelas primarias de adultos y cen-
tros municipales de alfabetización en el área urbana de Bahía Blanca.
b. Trabajo de campo de reconocimiento de las iglesias evangélicas pente-
costales e identificación de procesos migratorios.
c. Estudios lingüísticos sobre lengua e identidad realizados en el ámbito
urbano a través de entrevistas.
2. Para conocer y analizar las características de las migraciones des-
de Bolivia diseñamos e implementamos las siguientes estrategias de
investigación:
a. Talleres Comer y compartir y Proyecto Puentes en establecimientos
escolares rurales en el paraje Alférez San Martín ubicado en el sector
hortícola cercano a Bahía Blanca.
b. Realización de la historia de la Cooperativa Eléctrica Colonia La Mer-
ced en el partido de Villarino, donde evaluamos la importancia de la
migración desde Bolivia en el área de producción de vegetales, lugar
que tradicionalmente había sido un nicho productivo de los migrantes
italianos.
c. Trabajo etnográfico-antropológico para analizar los procesos de salud-
enfermedad-atención-cuidado, por los que atraviesa la población mi-
grante en la región, en este caso, aquella llegada desde Bolivia.
d. Estudio de las festividades de la Virgen de Urkupiña en el ámbito ur-
bano de Bahía Blanca, en tanto espacio de reunión de los migrantes
llegados desde Bolivia y de vínculo con Pastoral Migratoria.
e. Estudios lingüísticos sobre lengua e identidad realizados en el ámbito
urbano a través de entrevistas.
Tomamos las propuestas teóricas de Guber acerca de la complejidad de de-
limitar el campo en el cual se va a trabajar, ya que este no es un espacio dado,
sino que se trata de una construcción, en este caso planteamos que los distintos

48 | Migraciones en la Patagonia
lugares en los que trabajamos y en los que realizamos distintas actividades cons-
tituyen nuestro campo, aunque se trate de espacios rurales y urbanos. En suma,
se trata de un campo que une distintos momentos y espacios que da cuenta de
los procesos migratorios estudiados y de nuestras prácticas de investigación.

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50 | Migraciones en la Patagonia
Segunda parte

Configuraciones productivas, experiencias


laborales y trayectorias familiares en
diferentes regiones patagónicas
Movimientos migratorios y configuraciones productivas
en los valles irrigados patagónicos. Aportes desde una
perspectiva sociológica de la conformación
de los mercados de trabajo1
M. Marcela Crovetto (igg-fsoc-uba)
M. Eugenia Aguilera (unlu igg-fsoc-uba)

Introducción

La llamada Patagonia Norte de la Argentina es una zona árida que comprende


áreas de las provincias de Neuquén y Río Negro. A pesar de ser árida, la zona
cuenta con importantes ríos que fueron fundamentales para su transforma-
ción productiva, a partir de la construcción de un sistema de riego. Lo mismo
ha sucedido en la zona litoral de la provincia de Chubut, una zona árida cuyo
desarrollo productivo estuvo ligado desde los inicios de la colonización a los
avatares de la dominación del curso y caudal de agua del río Chubut. Estos
procesos en los tres valles irrigados –Alto Valle del río Negro, Valle Medio del
río Negro2 y Valle Inferior del río Chubut– inicialmente promovieron la confor-
mación de núcleos productivos y poblacionales con base en las labores agrope-
cuarias. Con procesos históricos de poblamiento que encuentran ciertas simi-
litudes, fueron diferenciándose hasta nuestros días.
En distintos niveles de análisis, los procesos migratorios caracterizan la
construcción de los mercados de trabajo en estas regiones. Producto de una
tarea de reconstrucción y de interpretación se propone presentar, con base
tanto en sus conformaciones históricas, como en el análisis de fuentes secun-
darias y la producción de datos primarios, las conformaciones de los mercados
de trabajo locales, especialmente desde la perspectiva de los estudios sociales
agrarios y la demografía social.
En este artículo confluyen los resultados de trabajos de investigación rea-
lizados durante más de diez años en las zonas mencionadas. Desde entonces,
se han realizado procesadomientos de datos demográficos de fuentes oficiales,

1 Este capítulo presenta información producto de numerosos trabajos en campo que


dieron sustento a las tesis de maestría y de doctorado de las autoras. Estos se enmar-
can en las labores del Equipo de Estudios sobre los Mercados de Trabajo Agropecua-
rios del igg-fsoc-uba y han sido financiados con fondos de subsidios de investigación
ubacyt y conicet en proyectos dirigidos por Susana Aparicio y Roberto Benencia.
2 Un ex funcionario del Ministerio de la Producción de Río Negro afirmó al ser entre-
vistado que en toda la provincia actualmente hay 180 000 hectáreas regadas, que el
potencial es de aproximadamente 900 000 hectáreas regables, que por lo tanto la
deuda en infraestructura de riego es grande y que buena parte de la provincia de Río
Negro está ligada al desarrollo de los valles.

Movimientos migratorios y... | 53


operativos de encuestas a hogares, entrevistas en profundidad y semi-estruc-
turadas a informantes calificados como funcionarios, docentes, investigado-
res y técnicos de distintas áreas (educación, salud, trabajo, producción de los
sectores público y privado), trabajadores, migrantes recientes y descendientes
de los principales grupos fundacionales. Asimismo, se ha analizado bibliogra-
fía, especialmente la producida en el área por historiadores.
Se presenta la conformación histórica de los mercados de trabajo locales en
torno a las configuraciones productivas agropecuarias predominantes en los
valles Inferior del río Chubut, Alto y Medio del río Negro.

El Valle Inferior del río Chubut

El Valle Inferior del río Chubut (virch)3 cuenta con un proceso de poblamiento
que nunca ha sido negativo y con población previa a la etapa de colonización
del siglo xix, principalmente de los pueblos mapuches y tehuelches. El territo-
rio que integra la provincia de Chubut tuvo su primera incursión con intento
de ocupación –por parte de las autoridades de la entonces colonia española– en
el año 1778, al mando del virrey Vértiz.
La historia de su poblamiento incluye una serie de hitos significativos entre
los que se destaca la aprobación nacional para instalarse en la Patagonia a un
grupo de galeses que huía de la opresión de Gran Bretaña. No sin resistencias
políticas, finalmente, el 28 de julio de 1865 llega el primer contingente de gale-
ses a bordo del velero Mimosa y desembarca en las costas de lo que hoy se co-
noce como Puerto Madryn, más específicamente en Punta Cuevas. Su primer
asentamiento se cristalizó en la fundación de la ciudad de Rawson, seguido
por la fundación de las localidades de Gaiman (1874) y Trelew (1888).
Luego de innumerables esfuerzos por superar las inclemencias derivadas
de la hostilidad del suelo, del río y del clima, lograron desarrollar la agricultu-
ra en el actual territorio de virch teniendo como producciones principales el
trigo (y su molienda) y, posteriormente, la cría de ovinos orientada a la pro-
ducción lanera (Bandieri, 2009). La colonia galesa afianzó su crecimiento con
el inicio de la construcción del ferrocarril que –recorriendo el Valle– llegaba a
Puerto Madryn (las obras se iniciaron en 1886 y se finalizaron en 1888), lo que
permitió una mejor circulación de la excelente producción de trigo que se lo-
graba cosechar en el Valle.
Las primeras colonias galesas a fines del siglo xix no instauraron inicial-
mente una forma capitalista avanzada, ni tampoco desarrollaron grandes em-
presas agrarias. La colonización, tanto del Valle como del resto de la provincia,
estuvo marcada por fuertes procesos de integración entre pueblos nativos y
colonos europeos inicialmente galeses.

3 Comprende una región geográfica y socioeconómica integrada por las localidades


de Rawson, Trelew, Gaiman, Dolavon, la Comuna Rural 28 de Julio y una extensa
zona rural, ubicadas en las márgenes del río Chubut cuya desembocadura en el mar
Argentino se sitúa en la localidad de Rawson.

54 | Migraciones en la Patagonia
El trigo de Gaiman, cuando superó las necesidades de autoconsumo, co-
menzó a destinarse a la venta. Contribuyó al desarrollo del capitalismo agrario
impulsando la promoción de los sistemas de transporte, materializado en la
llegada del ferrocarril.4 Posteriormente, la sustitución del trigo encuentra su
origen en los molinos harineros pampeanos, cuyo importante desarrollo vol-
vió inviable el sostenimiento de los costos de producción y puesta en venta del
trigo patagónico. Además de trigo, en época de los galeses se producía cebada,
forrajeras y hortalizas.
El principal obstáculo para la producción agraria estaba en construir un
sistema de riego, ya que las tierras tienen un componente salino muy alto,
napas freáticas profundas y un río que se desbordaba e inundaba los predios
intempestivamente; todo lo cual fue dominado, inicialmente, con un sistema
de riego por canales y compuertas (que subsiste hasta la actualidad) y con la
construcción del Dique Florentino Ameghino posteriormente.
En la zona hay una fuerte y marcada coexistencia de actividades no agríco-
las con diversos tipos de explotaciones y productores –un empresariado local
que vuelca sus recursos a producciones agropecuarias en una clara acción de
diversificación de sus actividades económicas, generalmente disociadas de
sus profesiones u ocupaciones primarias. Se puede encontrar a productores
de forrajes y papas, frutícolas (en particular los dedicados a la producción de
cerezas) y hortícolas, a los que se dedican al engorde, faena y esquila de ovinos
y engorde de bovinos; actores no agropecuarios en el espacio rural/agrario de-
dicados a la producción de pórfidos y al turismo rural (Crovetto, 2012).
La cría de ovejas está presente desde los inicios de la historia del virch5
y generó un mercado de trabajo con dinámicas particulares. En tiempos de
los colonos galeses, se identifica un proceso con alta participación del trabajo
familiar (especialmente frente a la ausencia tanto de población, como de re-
cursos e infraestructura, razón por la cual la mayoría de las veces el trabaja-
dor era el mismo poblador de la chacra) y presencia ocasional de trabajadores
temporarios (Berenguer, 2003). Con el auge de la mecanización del proceso
de esquila, a partir de los años 40 hubo una tendencia marcada a la reducción
del empleo permanente, lo cual llevó la dinámica laboral a la contratación de
trabajadores de temporada. Al constituirse la actividad agropecuaria como la
más importante de la provincia, la cría de ganado ovino –basada en la raza
merino–6 para la venta de lana se convirtió en el mayor volumen del ingreso del
establecimiento pecuario (Berenguer, 2003).

4 El ferrocarril está fuera de funcionamiento desde la primera mitad del siglo pasa-
do, ya que fue desplazado por las bondades económicas del transporte automotor
(Dumrouf, 1996).
5 Los colonos galeses que arribaron al virch actual dieron inicio a la explotación
pecuaria en la región. Lo hicieron con ganado criollo mestizado con ejemplares de
merino que procedían de otra región argentina conocida como la Pampa Húmeda
(Berenguer, 2003).
6 Las lanas provenientes de esta raza son consideradas finas, de acuerdo al rendi-
miento y a la calidad que alcanzan una vez lavadas e hiladas. (Berenguer, 2003).

Movimientos migratorios y... | 55


La zafra lanera impone un ciclo productivo largo, en el que el momento de
la esquila es el que convoca anualmente la mayor demanda de trabajadores
eventuales. Durante el resto del ciclo, se registran etapas en las que también
es necesario incorporar mano de obra temporaria, especialmente para la rea-
lización de las llamadas tareas de campo. Los productores, salvo los de menor
tamaño, recurren a la contratación de puesteros y a la de encargados –cuando
se trata de explotaciones de dimensiones importantes y el productor no reside
ni permanece en ella durante el proceso productivo.
Todos los estratos de productores7 de lana ovina contratan mano de obra
extrapredial para el momento de la esquila, salvo los productores de subsisten-
cia. Estos últimos perciben un magro ingreso por el producto de sus lanares,
razón por la cual combinan esta actividad con labores extraprediales, trabajo
asalariado y otras fuentes de ingreso (Berenguer, 2003).
Asimismo, la cadena productiva de la lana genera otra serie importante de
puestos de trabajo en la industria, con posterioridad a la esquila, agregándo-
le valor al producto primario. Actividades que involucran el lavado, secado y
peinado de las lanas, el teñido y la confección de prendas textiles como último
eslabón de la concatenación productiva; la demanda de fuerza de trabajo en la
industria es satisfecha con la población local.
De todos modos, la provincia exporta mayormente lanas tanto lavadas
como sucias y suelen ser tejidas y utilizadas para la confección de prendas y
objetos textiles en los destinos a los que fueron vendidas. Los trabajadores que
se emplean en la producción de lana, especialmente en la esquila, provienen
de pequeños pueblos, áreas rurales o periurbanas de esta misma provincia,
entre otras. En otras etapas ha sido común encontrar grupos de esquiladores
procedentes de otras regiones del país, especialmente del Litoral (Corrientes y
Entre Ríos, donde los tiempos de esquila no coinciden con los de la Patagonia)
y del sur de la provincia de Río Negro; también han llegado esquiladores de
Uruguay, altamente calificados, y en general con el objetivo de capacitar a los
esquiladores argentinos en las nuevas técnicas.
Actualmente, en palabras de un funcionario del Laboratorio de Lanas de
inta-Chubut, la mayoría proviene más bien de zonas rurales y, excepcional-
mente periurbanas, del Valle Inferior y de aglomerados de la meseta central,
aunque aún se puedan encontrar trabajadores provenientes del Litoral, pero
cuya magnitud está disminuyendo.8

A nosotros hoy nos cuesta mucho conseguir esquiladores, encontrar para


clasificado de lana o para peones rurales […] El problema es que hoy por
hoy la renta que tiene la actividad rural, especialmente el esquilador, si vos

7 Berenguer identifica la existencia de pequeños productores, productores familiares


y empresarios, de acuerdo a la clasificación que propone inta.
8 La película Querida Mara, cartas de un viaje por la Patagonia muestra los principales
rasgos del mercado de trabajo de la esquila para el año 2004 y constituye un docu-
mental relevante para el conocimiento de condiciones de trabajo, orígenes, papel
del intermediario, etc.

56 | Migraciones en la Patagonia
lo comparás con otras actividades como la petrolera, la pesquera, no tiene
punto de comparación. Entonces […] hay un alto nivel de rotación. Noso-
tros tenemos que estar capacitando casi permanentemente para mantener
un sistema mínimo de funcionamiento […]. (Entrevista a funcionario del
Laboratorio de Lanas, 2009, Chubut. En Crovetto, 2012)

Se trata de gente más joven que en el pasado, de familias de origen rural que
deben sacrificar cinco meses del año –de julio a noviembre– en un trabajo en
condiciones sumamente precarias. En palabas del mismo funcionario, «venían
en general de cuna rural. […] Se está despoblando el campo y todos vienen, van
a parar a la periferia urbana donde tienen mayores oportunidades de trabajo…».
Actualmente, en la provincia de Chubut se registra una mayor presencia de
dos de los pueblos originarios de la zona: los tehuelches y los mapuches. Hay
personas auto-identificadas con estos pueblos que viven en comunidades indí-
genas y muchas otras integradas a la comunidad chubutense. Entre las princi-
pales actividades agrarias en las que se desempeñan se cuentan los crianceros
de ovejas y de chivas en tierras tanto colectivas como individuales, los tejedores
artesanales y la agricultura para autoconsumo. Entre los que se emplean en
mercados de trabajo agrarios, se destacan el trabajo temporario en la esquila
y el empleo como asalariado permanente en estancias o en establecimientos
agrícola-ganaderos (Crovetto, 2012).
En el virch también se produce alfalfa y papa, producciones que involu-
cran escasa inversión de capital, demandan muy pocos trabajadores externos
permanentes y ocasional empleo transitorio. En épocas de cosecha su deman-
da de mano de obra es casi imperceptible, trabajan algunos miembros de la
familia y suelen brindarse colaboraciones entre vecinos (Crovetto, 2012).
Luego de los galeses, el espacio del Valle fue explotado por representantes
de otros grupos sociales inmigrantes, como fue el caso de los españoles, los por-
tugueses y otros grupos europeos a principios del siglo xx, chilenos durante los
años 70 y, finalmente, la última ola migratoria internacional recibida en el virch
provino de Bolivia, «con el asentamiento de bolivianos se observa […] una trans-
formación en el mercado de trabajo rural a partir de la difusión de la mediería
como nueva forma de contrato laboral» (Owen, Hughes y Sassone, 2007, p. 8-9).
Las redes de parentesco y el empleo familiar componen las relaciones pro-
ductivas de este colectivo migrante. Se asientan, luego compran las tierras y,
actualmente, muchos de ellos no residen en el predio, sino en los barrios de
las localidades del virch, más cercanos a las zonas de chacras. Producen para
vender, aunque no todos participan de los mismos circuitos de comercializa-
ción. Los miembros de las primeras familias de origen boliviano residentes en
la zona tienen acceso a comercializar con las cadenas de supermercados, otros
lo hacen en negocios minoristas, ferias locales y en el propio predio. Asimismo,
los miembros de familias productoras más pequeñas en las épocas de cosecha
de la fruta fina, como la mora o la cereza, se emplean en otras chacras para com-
plementar los ingresos (Crovetto, 2012).
La fruticultura del Valle es reciente y altamente capitalista desde el inicio.
Tiene un desarrollo de aproximadamente 15 años y se encuentra en etapa de

Movimientos migratorios y... | 57


expansión. En la etapa inicial, la mano de obra local proviene de sectores ur-
banos locales y no tiene ninguna tradición agraria. Frente a la expansión de la
actividad, la mano de obra local no es suficiente, por lo que actualmente se re-
curre a cosecheros de otras provincias del norte (proceso similar al atravesado
por la fruticultura del Alto Valle y actualmente del Valle Medio). Las superficies
de producción son pequeñas, el promedio de productores tiene de cuatro a seis
hectáreas, y están en producción actualmente 210 hectáreas con cerezas, de las
cuales se exporta gran parte del volumen cosechado. Otra característica impor-
tante es que casi todos los productores son dueños de la tierra (Crovetto, 2012).

El Alto Valle del río Negro

El área frutícola del Alto Valle del río Negro9 es una zona árida, donde hacia
principios del siglo xx, predominaban las grandes explotaciones ganaderas y
las dedicadas al cultivo extensivo de alfalfa. Fue hasta fines del siglo xix un
área de frontera interna, que se integró al territorio bajo soberanía del Estado
argentino, como consecuencia de la Campaña al Desierto.
La fisonomía productiva fue transformada por un sistema de riego, cuyo
primer canal fue construido en 1884 y cobró impulso con la llegada del ferro-
carril de la mano de la empresa británica Ferrocarril del Sud. Esta empresa
resultó vital ya que a partir de 1911 construyó la red de canales y desagües que
completaron el sistema integral de riego, finalizado hacia fines de la década del
20 (Bandieri y Blanco, 1997; Sacroisky, 2003).
El objetivo de la empresa era incrementar el tráfico ferroviario, por lo que
se convirtió en promotora del desarrollo general de la región. Así también creó
la Compañía de Tierras del Sud en 1913, puso en funcionamiento la Estación
Agronómica de Cinco Saltos en 1918 y organizó el sistema de comercialización
a través de la Argentine Fruit Distributors (afd) en 1928 (Bandieri et al., 2003;
Sacroisky, 2003).
El fraccionamiento de las chacras que inició la Compañía de Tierras del
Sud avanzó en el mismo sentido y al mismo ritmo que lo hacían las obras de
riego. Accedieron a la propiedad de la tierra, especialmente pobladores ya
asentados ligeramente capitalizados por haber sido técnicos y obreros de las
obras de riego y del ferrocarril. Asimismo accedieron a la tierra algunos in-
migrantes, «grupos seleccionados de familias agricultoras inmigrantes como
es el caso de los italianos de Villa Regina o la Colonia Rusa de General Roca»
(Bandieri y Blanco 1997, p. 125).
El capital británico controlaba el cincuenta por ciento del empaque, el ciento
por ciento del transporte, una importante franja de la conservación en frío loca-
lizada en Buenos Aires y, en forma prácticamente absoluta, la comercialización
de la fruta. Es decir, la estrategia de la afd se basó en garantizar la obtención

9 General Roca, Cipolletti, Villa Regina, Allen, Cinco Saltos, Ingeniero Huergo, Ge-
neral Fernández Oro, General Godoy, Cervantes, Chichinales, Mainqué, Barda del
Medio, Contralmirante Cordero, Ferri y Barrio Mosconi.

58 | Migraciones en la Patagonia
por parte de los pequeños productores de una tasa de ganancia que le asegurara
a ella misma y al Ferrocarril del Sud los beneficios de liderar el subsistema.
En 1948 los ferrocarriles y sus empresas subsidiarias fueron nacionalizados
y aparecieron diversas empresas nacionales vinculadas a centros de distribu-
ción mayorista del país, como por ejemplo el mercado de Abasto de Buenos
Aires, con una estrategia distinta de acumulación que cambió el destino del
pequeño productor (Sacroisky, 2003).
Además, la aparición de fuertes competidores en el Hemisferio Sur, como
Sudáfrica y Chile, impuso exigencias respecto de la calidad de la fruta que no
pudieron ser afrontadas por gran parte de los pequeños productores, ya afec-
tados por el incremento del costo de la producción y la disminución del precio
internacional.
En un trabajo previo (Aguilera, 2007), se procesó y analizó información de
cinco ondas de la Encuesta Permanente de Hogares rural-urbana del Alto Valle
que cubren la década 1995-2005. La encuesta se aplica en la zona desde 1977,
en una segunda etapa orientada al medio rural. El objeto de estudio ya no es
exclusivamente la población urbana del aglomerado y, por lo tanto, el mercado
de trabajo no presenta las mismas características en cuanto a homogeneidad y
uniformidad que el mercado de trabajo urbano.
Es muy poco lo que puede decirse, desde la eph, de los que fueron denomi-
nados migrantes estacionales que son aquellos captados por la encuesta en el
aglomerado Alto Valle y que declaran un lugar de residencia habitual distinto
de éste. Entre lo poco que puede decirse y tomándolos como casos es que su
presencia sólo se nota en las ondas de marzo (cosecha) y que esta presencia
declina mucho en la década en estudio. Se pudo observar que los asalariados de
esta condición migratoria trabajan en promedio más horas que el resto de los
asalariados. También que estos pocos casos se insertan mayoritariamente en
la rama cultivos y una cantidad muy pequeña en galpón de empaque.
En la región frutícola del Alto Valle se ha ido configurando un mercado de
trabajo local en cierto sentido autosuficiente; en el que evidentemente fue ne-
cesaria la atracción de población no nativa en edades y condiciones activas.
Esos flujos no parecen continuar ni detectarse durante la década estudiada
con las características que tuvieron hasta mediados de los años 80.
La población inmigrante al área se caracteriza por estar envejecida, y en
este envejecimiento parece posible encontrar la explicación de las relativas di-
ferencias que se observan según condición migratoria, en los indicadores de
inserción ocupacional.
En esta conformación como mercado de producción y trabajo local importa
tener presentes acciones y omisiones llevadas a cabo por actores privilegiados
como el Estado nacional y los provinciales y el sector empresario ligado a la
exportación; estas acciones u omisiones según corresponda, se encuadran in-
dudablemente en el contexto económico nacional e internacional en relación
al mercado de consumo de frutas frescas.
El creciente dinamismo de cultivos de exportación en Chile que favoreció la
migración estacional interna en el propio país y demandó trabajadores que antes
migraban al Alto Valle; las restricciones implementadas por el Estado argentino

Movimientos migratorios y... | 59


para la incorporación de trabajadores temporarios extranjeros y la disminución
del salario real en la Argentina que hace menos atractivo el desplazamiento, son
algunas causas que explican la disminución de los flujos de trabajadores estacio-
nales desde Chile (Radonich, Steimbreger y Ozino Caligaris, 1999).
A comienzos de la década del 80, Adriana Marshall y Dora Orlansky en un
trabajo que analizaba la inmigración limítrofe entre 1940 y 1980 al país, y en
base a datos censales de los años 1960 y 1970, concluían:

A pesar de la sensibilidad que los flujos mostraron a las contracciones o ex-


pansiones en la demanda de mano de obra, el rol histórico de la inmigra-
ción en el mercado de trabajo argentino, especialmente en las economías
regionales, tendió hacia una creciente «residualidad», pasando la fuerza de
satisfacer una demanda excedente a sustituir trabajadores nativos que aban-
donaron las economías regionales por el área metropolitana para ser poste-
riormente ella misma «desplazada» por la mano de obra local. Esta última
etapa tuvo lugar en un contexto de lento crecimiento del empleo global en re-
lación al cual aparentemente el propio incremento en la mano de obra nativa
resultó suficiente. En esta etapa se acentúa, además, el carácter subordinado
de la inmigración limítrofe con respecto a la migración interna… (p. 55-56)

También los trabajadores del interior del país declaran desde Entre Ríos
o Tucumán una mayor complicación y menor incentivo para emprender des-
plazamientos estacionales a partir de los primeros años de la década del 90 a
medida que las condiciones de desempleo y precariedad comienzan a genera-
lizarse en el país (Giarracca, coord., 2000; Tadeo, coord., 2006).
El asentamiento de población chilena e interna en el Alto Valle, atraída por
la necesidad de trabajadores de una región muy escasamente poblada y que
dio origen a los primeros aglomerados, está también muy documentado en la
región. Estos asentamientos fueron favorecidos por acciones promotoras del
Estado, especialmente en la etapa de la provincialización del territorio nacio-
nal de Río Negro. Ello implicó el desarrollo de servicios urbanos (Bendini y
Pescio, 1998; Merli y Nogués, 1996; Radonich, 2003)10.
Población chilena:
• desde fines del siglo xix;
• sin tierra propia;
• empleada en ganadería extensiva y cultivo de alfalfa;
• mayor flujo poblacional para empleo temporario coincidente con auge
de la fruticultura, 1955-1980;
• finalmente asentada en el área rural del Alto Valle.
• Población interna, también coincidente con la expansión frutícola:

10 Inicialmente, por ocupación de tierras fiscales cercanas a las explotaciones en las


que se empleaban; esos espacios son actuales barrios de algunas localidades que
son las llamadas tiras de viviendas situadas en las márgenes de canales, desagües
de riego o caminos vecinales rurales.

60 | Migraciones en la Patagonia
• asentamiento de pobladores del interior de las provincias de Neuquén
y Río Negro;
• migración estacional temporaria de trabajadores rurales de las provin-
cias del norte argentino, asentada paulatinamente debido a las posibi-
lidades que se generan para completar el ciclo ocupacional anual en la
zona, con mejores condiciones que en sus lugares de origen.
En algunos casos, el empleo en estas ocupaciones agrícolas también ha
respondido a estrategias de reproducción de hogares no necesariamente de
origen rural, sino que incluye hogares urbanos empobrecidos.
La región del Alto Valle del río Negro, que fue creciendo en población es-
table y en urbanización al ritmo de la expansión en la producción de frutas de
pepita básicamente de exportación, parece responder a la tendencia descripta
por Marshall y Orlansky. En este sentido se propone la idea de mercado de
trabajo local, relativamente autosuficiente. La población migrante limítrofe e
interna se encuentra establecida y envejecida, y su descendencia responde a la
condición de mano de obra nativa.
Se facilita entonces, el establecimiento definitivo en zonas o espacios que
suelen denominarse rur-urbanos, por un lado cercanos a las ciudades y con
ellas a las posibilidades de acceso a los servicios de infraestructura básica y
de refugio para actividades en la época de baja demanda en la fruticultura; y
por otro lado, a los lugares de trabajo con fuerte demanda estacional como las
fincas y los empaques, típicamente rurales.

El Valle Medio del río Negro

La configuración productiva del Valle Medio del río Negro11 atraviesa un pro-
ceso similar en muchos aspectos al del Alto Valle, aunque aquel presenta una
marcada diversificación productiva y el segundo es mucho más próspero. En
diferentes etapas marcadas por el desarrollo del sistema de riego y del ferro-
carril, el Valle Medio ha configurado una región socio-productiva. De acuerdo
a la documentación historiográfica y a los relevamientos propios, los primeros
cultivos de la región estuvieron vinculados a la producción de forrajeras que
incorporó en el tiempo a la trama productiva, frutales, horticultura y ganade-
ría. Todo ello acompañado por la llegada de diferentes grupos migrantes y con
un proceso de conformación del mercado de trabajo local muy relacionado con
el proceso migratorio de asentamiento de nuevos pobladores, pero también
con una importante recurrencia a migración temporaria en los picos de alta
demanda de fuerza de trabajo, especialmente en el momento de las cosechas.
La intervención del Estado, como en el resto de los valles irrigados analizados,
es determinante para el desarrollo productivo y demográfico de estas zonas. El
agua, el ferrocarril y la energía son las obras propulsoras de la región.

11 Esta región integra el departamento Avellaneda de la provincia de Río Negro y está


compuesta por las localidades de Choele-Choel (ciudad cabecera del departamen-
to), Luis Beltrán, Chimpay, Lamarque, Pomona, Belisle y Darwin.

Movimientos migratorios y... | 61


En base a entrevistas en profundidad se pudo reconstruir el proceso de de-
sarrollo del sistema de riego en el área. En consonancia con los procesos des-
criptos por Susana Bandieri (2005), todos ubican el comienzo del desarrollo del
Valle Medio del río Negro con la llegada de los galeses entre los últimos años
del siglo xix y los primeros del xx.12 Eran 100 familias galesas que buscaban
nuevos espacios para asentarse, como consecuencia de los importantes des-
bordes del río Chubut. Llegaron al Valle Medio para construir un canal de riego
que les permitiera desarrollar la actividad agropecuaria que habían intentado
en el virch. El canal comienza a funcionar en 1903, tuvo dos problemas serios
que hicieron que saliera de funcionamiento.13
En 1945 con la llegada de la empresa del Estado, Agua y Energía Eléctrica, se
inicia la construcción del sistema de riego, por falta de repuestos para las máqui-
nas por la Segunda Guerra Mundial, la obra se detiene en 1946 hasta 1948 que se
retoma y se concluye en 1952.14 Hay dos sistemas de riego centrales con dos boca-
tomas, una en la margen norte del río que va desde Chelforó hasta Choele Choel,
y la otra en la isla en la localidad de Luis Beltrán, sobre la margen sur del río.
Lo primero que comienza a producirse a partir del riego es semillas de al-
falfa, pero como había experiencia previa de producción de frutales en las már-
genes del río por el acceso al agua, a partir de la implementación de los canales
de riego comienza a extenderse la producción frutícola. De todas maneras los
volúmenes son menores y el desarrollo de la actividad es mucho más tardío y
lento que en el Alto Valle. El principal impedimento, según algunos entrevis-
tados de la zona, no tiene que ver con la menor calidad o productividad de la
tierra y el agua, sino con deficiencias en las comunicaciones, en el transporte
y las dificultades de implementar un sistema de comercialización que conecte
productores de la zona con consumidores de los centros urbanos del norte del
país. No obstante, otros entrevistados entienden que los suelos son mejores a
medida que se sube por el río.15

12 «En el valle medio, la isla de Choele Choel, reservada como colonia luego de que
Rosas, quien la había recibido como premio por su campaña de 1833, la canjeara por
tierras bonaerenses, se convirtió en punto neurálgico de la primera colonización
agrícola-ganadera. Grupos de galeses provenientes de Chubut, como ya dijimos,
se establecieron en el área por iniciativa del gobernador rionegrino José Eugenio
Tello. En las inmediaciones se desarrolló otro sector de chacras en las localidades
de Chimpay, Belisle, Darwin y General Conesa. Los primeros cultivos de forrajeras
habrían coincidido con la llegada de los colonos galeses en 1898; poco después se
construyeron las primeras obras de riego, todavía muy rudimentarias. Mucho más
adelante, avanzado el siglo xx, también el cultivo de alfalfa, característico del área,
derivó hacia la fruticultura, la horticultura y la vid» (Bandieri, 2005, p. 206).
13 El canal no tenía drenaje para evitar la salinización de las tierras y, además, el río
cambió su recorrido, se alejó y actualmente el canal «de los galeses» está seco y las
tierras circundantes están improductivas por salinizadas.
14 Con la experiencia sufrida por los galeses, ahora los sistemas de riego se construyen
con conectores para drenaje a 1,5 metros de profundidad para evitar la salinización
superficial de la tierra.
15 Se describe la forma de la trayectoria del río como si fuera un embudo, angosto en el

62 | Migraciones en la Patagonia
Respecto a las producciones en el Valle Medio las entrevistas recogen de
manera constante testimonios de la diversidad productiva de la región, tal que:

llegando al Valle Medio, se mezcla todo, somos madereros, somos ganade-


ros, frutícolas... está todo mezclado. Hoy hay una fuerte tendencia a ir a la
ganadería como consecuencia de que es uno de los pocos negocios rentables
que está quedando, porque los precios de la carne son altos, también son
altos los precios de reposición de la ganadería que va a invernada, entonces
no es tan sencillo, pero muchas empresas frutícolas han salvado este año
haciendo ganadería, sobre todo haciendo feedlot. […] Te vas a encontrar con
productores hortícolas, no tanto criollos, la mayoría son de origen boliviano.
(Entrevista a ex-funcionario de la provincia de Río Negro, Valle Medio, 2012)

Respecto de la horticultura, en manos de descendientes de bolivianos, to-


dos los entrevistados coinciden en que son los productores exclusivos de toma-
te para las empresas procesadoras, y de cebolla. Arriendan las chacras que deja
la fruticultura en quiebra de entre 5 y 20 hectáreas, hacen un uso intensivo por
no más de dos años de la tierra con esas dos producciones. Luego, la tierra que-
da libre para recuperar vía la roturación, la oxigenación y la rotación con forra-
jeras. Se describe la actividad hortícola que desarrolla la comunidad boliviana
con exclusivo trabajo familiar y de redes de amistad y parentesco con el lugar
de origen. Esta organización de la producción genera tanto asentamiento de
población, como migración temporaria para la época de cosecha del tomate.
La producción de tomate, desde fines de la década del 40 y hasta 1960, cuan-
do se instaló la primera procesadora, se embalaba y comercializaba en fresco.
La producción crecía, evidentemente la zona ya con riego asegurado era muy
apta, pero los problemas en el transporte y las comunicaciones perjudicaban
la comercialización de este producto perecedero. En 1960 se forma la primera
procesadora en Fray Luis Beltrán a partir de una asociación de productores
con apoyo estatal, posteriormente se fueron estableciendo empresas procesa-
doras de tomate de distinta composición accionaria en otras ciudades como
Lamarque, Choele Choel y Chimpay.
La producción de frutales de pepita en el Valle Medio cuenta con grandes
productores con 2000 o 3000 ha dedicadas a manzanas y peras. Por su parte,
Expofruit tiene 10000 ha en el Valle Medio del río Negro y una planta de empa-
que en Lamarque con capacidad para recibir el producto de 5000 ha de peras y
manzanas (1000 ha de producción propia).
Hay algunas buenas experiencias con nogales, no tan buenas experiencias
con frutales de carozo como ciruelas, pelones y duraznos, respecto de las cua-
les los locales dicen que con la fruta de carozo el Valle Medio llegó tarde y está

nacimiento, en la confluencia, a la altura de la ciudad de Cipolletti (A. V.), con mucha


energía que va lavando los suelos de salinidad, lo que los hace fértiles. Cuanto más
cerca está de la desembocadura y del mar, de donde recibe la influencia de la marea
que lo aplaca, los suelos del Valle Inferior son menos fértiles y más salinos que los del
Valle Medio, y estos que los del Alto Valle.

Movimientos migratorios y... | 63


muy lejos de los consumidores. También hay producción de vinos en dos bode-
gas chicas y de tipo artesanal.
Como el origen del pequeño productor es el del productor primario fami-
liar –que sabe, puede y quiere producir fruta y venderla–, queda a merced de
quien se la compre que es quien generalmente le pone el precio al producto,
una vez que toda la inversión ya está realizada. Sin embargo, los grandes pro-
ductores, con gran capacidad de inversión, siguen en la actividad y se expan-
den desde el Alto Valle hacia el Valle Medio; son empresas que integran varias
etapas productivas que basan la producción en mano de obra asalariada y que
tienen como destino final la exportación en fresco.
Finalmente, desde el año 2000 se encuentra en la zona lo que los locales lla-
man «el laboratorio de Mc Cain», sólo producción primaria de papa y almacena-
miento para el traslado a la planta industrial de Balcarce. Mc Cain tiene 24000
ha en el Valle Medio, 350 de ellas con producción de papa, la cosecha abarca
desde mediados de marzo hasta mediados de mayo; en 2012 produjo 14000 to-
neladas de papa. Tienen unas 400 ha más arrendadas con maíz y el resto con ga-
nadería. En la campaña 2012 sólo contrató a 35 personas, la gran mayoría venía
como flota de las máquinas cosechadoras de Balcarce en la provincia de Buenos
Aires, todo el proceso es mecanizado. Por otro lado, así como le aporta poco a la
zona en materia social, laboral y económica, demanda mucho riego y energía.
Son muy pocos los trabajadores locales permanentes técnicos, profesionales,
personal de mantenimiento y administrativo. Entre todos, no llegan a diez per-
sonas que responden directamente a la planta central radicada en Balcarce.
Pero, ¿quiénes son los asalariados que trabajan en las distintas produccio-
nes estacionales que se describieron en el Valle Medio del río Negro?
Hay acuerdo en que la horticultura en manos bolivianas se basa en las re-
des de parentesco y amistad para abastecerse de la mano de obra necesaria
para realizar las labores culturales (Benencia, 1997; Benencia y Karasik, 1994;
Benencia y Gazzotti, 1995; Benencia y Quaranta, 2006). Estas redes van confi-
gurando, en contacto permanente con los distintos lugares del país de origen,
espacios de asentamiento de población migrante, que en términos tradicionales
sería considerada migración definitiva, aunque estos casos no incluyen asimila-
ción o integración social, cultural o política en la sociedad receptora. Canales y
Zlolniski (2001) se refieren a estos movimientos de población particulares como
«migración transnacional».
La llegada de este colectivo al Valle Medio del río Negro suele ser situada en
la década de 1980, aunque los testimonios de sus representantes dan cuenta de
que los primeros migrantes que se asentaron lo hicieron a principios de 1970 y
señalan que muchos de los productores hoy afincados, de alrededor de 40 años
de edad, han nacido en Choele Choel. Hay producción hortícola en todas las lo-
calidades del Valle Medio, cada ejido tiene una comunidad de productores de
origen boliviano con diferentes niveles de capitalización, producción y diferen-
ciales de acceso al circuito comercializador.
Los pequeños productores que subsisten o se reconvierten en general a la
ganadería, a la producción de pasturas o a frutas no tradicionales en la zona
como cereza y nogales, tienen muchas dificultades para contratar mano de

64 | Migraciones en la Patagonia
obra adicional en momentos de necesidad puntual (exige altísimos costos la-
borales a quien contrata peones rurales).
Quedan los grandes (1000 ha o más) con producciones para venta en fresco
como la fruta de pepita, con destino principal al mercado externo, o también
con producción para industria como el tomate. En estos casos sí se registra
incapacidad de cubrir con mano de obra local los momentos de mayores reque-
rimientos que son cosecha y empaque de peras y manzanas; y procesamiento y
envasado de tomate. En el caso de peras y manzanas hay algunas labores pre-
vias a la cosecha como el raleo (selección de fruta que va a quedar en la planta)
para las que tampoco alcanza con los locales. En el caso del tomate, la empresa
La Campagnola mayoritariamente compra a productores independientes, mu-
chos de los bolivianos en la zona se dedican a producir tomate para industria.
La necesidad estacional de mano de obra para estas dos producciones se cubre
con trabajadores golondrina del norte de país, mayoritariamente tucumanos.
Las entrevistas describen cómo el ciclo anual de la fruticultura es acompañado
por la llegada y partida de importante cantidad de trabajadores y cómo eso
impacta en ciudades pequeñas, como las del Valle Medio del río Negro, modifi-
cando el paisaje y la dinámica de los pueblos –esto es notorio en la localidad de
Chimpay, epicentro de la fruta de pepita de la zona.
Noviembre es época de raleo, para ese momento comienzan a llegar los
norteños, el relato indica que se quedan hasta las fiestas y parten de regreso
a sus provincias para volver, ahora sí en mucha mayor cantidad, el 15 de enero
que es cuando comienza la cosecha que se extiende entre 60 y 90 días. Des-
criben a los trabajadores que «vienen y van» como mayoritariamente varones
jóvenes con destino principal Chimpay y Lamarque, que son las dos zonas de
explotaciones grandes, con empresas basadas en mano de obra asalariada y
muy ligadas al mercado externo. Hay testimonios que señalan nuevos barrios
para trabajadores rurales que incluyen la construcción de viviendas por par-
te del municipio, especialmente en Chimpay, así como iniciativas privadas de
autoconstrucción por etapas donde nuevamente aparece el municipio para co-
laborar, con los materiales o directamente con subsidios para pagar el alquiler
durante la etapa de la construcción. Poco a poco van notando que todas las
ciudades del Valle están más urbanizadas, Beltrán, Chimpay y Lamarque han
incorporado antiguas chacras al ejido urbano, son las ciudades que tienen más
espacio disponible en el perímetro del entramado urbano. Sin embargo, en
Choele Choel, la localidad más poblada, esta demanda de viviendas no encuen-
tra espacio físico en la malla urbana, lo que provoca la ocupación de terrenos
inundables sobre las bardas del río.
Los entrevistados ubican el comienzo de esta inmigración laboral en el
Valle Medio del río Negro hacia fines de la década del 80. Precisamente, hay
trabajos que ubican en esos mismos años el momento en que la migración
golondrina hacia el Alto Valle desde el interior del país comienza a disminuir
(Giarracca coord., 2000; Tadeo coord., 2006).

Movimientos migratorios y... | 65


Reflexiones finales

La producción de frutales de pepita en el Valle Medio atraviesa en este momen-


to la doble crisis que el Alto Valle atravesó a fines de los años 90. Sin embargo,
se describen algunas situaciones a seguir profundizando, grandes producto-
res con 2000 o 3000 ha dedicadas a manzanas y peras, alguna empresa con
origen en el Alto Valle que cuando evalúa crecer expandiéndose elige el Valle
Medio por la disponibilidad de tierras contiguas, esta empresa tendría en pro-
piedad 4000 hectáreas en Chimpay (al norte del Valle Medio), 1000 de ellas con
fruta de pepita, el resto con pasturas y ganadería.
En síntesis, el Valle Medio se presenta productivamente muy diversifica-
do, con pocas posibilidades del sector de pequeños productores que ellos mis-
mos atribuyen a una crisis en la fruticultura, que recuerda mucho a la crisis
de fines de los años 90 y primeros años de este siglo en el Alto Valle. En ese
momento se hablaba de la sobrevaluación del peso por la ley de convertibilidad
y entonces decían en el Valle Medio: «... si el dólar sigue así de bajo, la actividad
frutícola va a desaparecer» (fragmento de entrevista a informante calificado,
mayo de 2012).
También es muy parecida la referencia a la incapacidad de los pequeños
productores a la reconversión y modernización tecnológica en cuanto a varie-
dades, sistemas de conducción (cambio de monte libre por espaldera), manejo
de heladas por sistemas ecológicamente sustentables, renovación de maqui-
narias y parque de tractores, renovación de plantas que ya tienen entre 30 y 50
años en producción, lo que implica una inversión importante a la espera de la
etapa de plena producción del nuevo monte frutícola.
Todas estas situaciones ocurrieron en el Alto Valle cuando los migran-
tes internos o chilenos más antiguos se fueron quedando y conformaron un
mercado de trabajo localmente asentado, capaz de cubrir las altas demandas
de mano de obra estacional y con posibilidades de refugio en otras ramas de
la economía, más o menos informales, en los momentos de baja demanda de
mano de obra por la producción frutícola (Aguilera, 2007; Bendini y Pescio,
1998; Merli y Nogués, 1996; Radonich, 2003; Steimbreger, 1999). Hay investi-
gaciones y evidencias acerca de un corrimiento hacia el Valle Medio del río
Neuquén, tanto de la lógica productiva como de la dinámica del mercado de
trabajo en una primera etapa, nutrido de migrantes golondrina y una paulati-
na segunda etapa de asentamiento (Preiss et al., 2005).
En otros lugares del país en los que una producción agropecuaria estacio-
nal marca el ritmo productivo, también hay evidencias de fomento estatal al
asentamiento paulatino de población migrante, como es el caso de la produc-
ción de tabaco y caña de azúcar en la provincia de Jujuy, limítrofe con Bolivia
(Sala, 2000 y 2002).
Por otra parte, la horticultura presenta similares formas organizativas tan-
to de la producción como de la satisfacción de la demanda de mano de obra
para los picos estacionales de las cosechas. En manos de productores de origen
boliviano, las redes familiares y de parentesco siguen siendo la principal fuen-
te proveedora de mano de obra estacional. A medida que las obras de irrigación

66 | Migraciones en la Patagonia
de los valles avanzan, surgen posibilidades de diversificar la producción, lo que
incluye a la horticultura en tanto actividad agrícola que consume importantes
volúmenes de agua. Sin ello, la horticultura en la Patagonia sería imposible. Y
sin ella, posiblemente las migraciones de bolivianos no hubieran tenido el im-
pacto, la presencia y la importancia que adquirieron en las economías locales.
Aunque en menor escala de producción y con mayores costos de transac-
ción para la migración de mano de obra (el virch no integra ninguno de los
circuitos migratorios por cosechas del país, entre otros motivos, por la baja
escala de producción y por la lejanía respecto de los circuitos tradicionales),
la fruticultura del litoral chubutense también se expande y empieza a deman-
dar mano de obra no local. Los motivos son varios: necesidad de acompañar
los incrementos en los volúmenes de producción y la ausencia de trabajadores
especializados en la región que puedan satisfacer en tan corto tiempo (15 a 20
días de cosecha al año) los estándares de producción propios de la fruta que se
exporta en fresco a mercados exigentes.
Riego, ferrocarril al inicio, caminos y rutas asfaltadas luego, y energía fue-
ron los puntapiés de inicio a circuitos productivos locales de alcance nacional,
regional e internacional que en base a sus necesidades productivas confor-
maron y consolidaron mercados de trabajo locales con origen en trabajadores
migrantes nacionales e internacionales. Población que se asienta en los valles
a medida que las producciones se consolidan. En el caso del virch, el más inci-
piente en fruticultura, el proceso todavía está en su fase inicial, aunque las ten-
dencias actuales indicarían que seguirá un proceso similar, en menor escala.

Lista de referencias bibliográficas

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Movimientos migratorios y... | 69


Familias migrantes hortícolas en el Valle Medio del río
Negro. Cruces identitarios en las experiencias de vida
y de trabajo
Ana Ciarallo (gesa-fadecs-unco)
Verónica Trpin (conicet-gesa-unco)

Introducción

Este trabajo se enmarca en estudios1 iniciados recientemente en el Valle Medio


del río Negro, que tienen como propósito explorar la dinámica de la horticul-
tura de pequeña, mediana y a gran escala, vinculada a circuitos de comerciali-
zación locales, regionales e internacionales.
Se destaca que la horticultura se ha constituido en una actividad produc-
tiva caracterizada por la conjunción de trayectorias migratorias y laborales,
en las que las familias forman parte de redes que sostienen la producción y la
territorialización. Estos procesos son protagonizados por familias y trabajado-
res en su mayoría provenientes de Bolivia.
Las familias bolivianas llegan, circulan o se establecen en el valle, luego de
haber transitado itinerarios migratorios a lo largo de los cuales van desplegan-
do prácticas y acumulando experiencias en el saber migrar y en el saber hacer-
se horticultores. Como investigadoras, enmarcamos las decisiones y proyectos
de partir o de quedarse desde un análisis situacional dinámico que dé cuenta
de las interseccionalidades de diversas identidades y jerarquías relacionadas
con los géneros, las generaciones, la etnicidad, la condición migratoria y la cla-
se, en contextos de desigualdad. Desde esta perspectiva, el artículo propone
describir y analizar la construcción de identidades migrantes en el territorio,
desde la recuperación de experiencias de vida y de trabajo de las familias hor-
tícolas bolivianas.
Estas inquietudes reflejan una continuidad en las líneas de estudio antes
desarrolladas, en las cuales se abordaron las relaciones entre mercado de tra-
bajo y migración en la producción agraria en la provincia de Río Negro, así
como la reestructuración productiva en la fruticultura y su impacto en la or-
ganización laboral y residencial de los trabajadores rurales, con énfasis en la
vinculación entre la movilidad de las poblaciones y la construcción de terri-
torios (Radonich, Ciarallo y Trpin, 2011). Por otro lado, en el Alto Valle del río
Negro se abordó la construcción de territorios hortícolas por parte de familias

1 Proyectos «Mercado de trabajo en la horticultura del Valle Medio de Río Negro» di-
rigido por Ana Ciarallo y «Movilidad y territorio: condiciones de vida y de trabajo
de familias hortícolas en el Valle Medio de Río Negro», dirigido por Verónica Trpin;
ambos aprobados y financiados por la Universidad Nacional del Comahue.

Familias migrantes hortícolas en... | 71


migrantes bolivianas, indagando en sus trayectorias laborales y migratorias
(Ciarallo, 2011). Señalamos que este capítulo se basa en el trabajo de campo,
la elaboración de registros y entrevistas a informantes calificados2 y en datos
secundarios provenientes de estudios anteriores realizados en el área de inves-
tigación y estadísticas de organismos estatales.

La horticultura y los territorios migratorios

Estudios relevantes a nivel nacional dan cuenta de una tendencia creciente de


expansión de la horticultura en diferentes puntos del país. El aumento del con-
sumo interno en fresco de verduras, así como la incorporación de tecnologías y
cambios en las formas de comercialización, han sido factores que, según Piza-
rro (2011a), favorecieron la dinámica del sector y la movilidad socio-productiva
ascendente de las familias dedicadas a esta actividad. Benencia sostiene que
las familias bolivianas han tenido un papel central en estas transformaciones,
ya que «constituyeron una pieza clave de la estrategia productiva necesaria
para sostener el proceso de acumulación capitalista que se dio en este tipo de
cultivos» (2006, p. 138).
Consideramos que la relevancia de estudiar este proceso productivo y su
organización, así como su impacto en las condiciones de trabajo y de vida de
quienes llevan adelante la horticultura se enmarca, en primer lugar, en la im-
portancia de esta actividad para la economía nacional en diferentes puntos de
la Argentina, los cuales aún distantes se hallan relacionados por la circulación
de familias bolivianas que no tuvieron una migración lineal, sino más bien que
construyen territorios migratorios (Tarrius, 2000) en torno a esta actividad.
Las transformaciones del sistema agroalimentario de hortalizas comen-
zaron a expandirse dentro de los estudios agrarios, y resultan una referencia
aquellas investigaciones socio-antropológicas que analizan la vinculación en-
tre las migraciones de origen boliviano y la conformación y expansión de áreas
hortícolas en Córdoba y Buenos Aires, entre otras provincias (Benencia, 2006;
Benencia y Quaranta, 2006; García y Mierez, 2007; Pizarro 2007, 2011a, 2011b;
Rivera Sierra, 2008), destacándose para Río Negro el estudio de Ciarallo (2011).
En segundo lugar, se trata de una actividad en la que se conjugan trayec-
torias migratorias y laborales, en la que las familias constituyen parte de redes
que sostienen la producción y la territorialización, en tanto mantenimiento
de relaciones que contribuyen a la llegada, el asentamiento, el acceso y el uso
de la tierra, así como a la organización del trabajo estacional. La construcción
social del territorio hortícola que nos proponemos estudiar se ve atravesada
2 En el año 2013 se realizaron cuatro salidas de campo al área de estudio, en las que se to-
maron cinco entrevistas semiestructuradas a funcionarios públicos y tres a represen-
tantes del inta. Por otro lado, se han tomado registros de un encuentro con personal je-
rárquico de una empresa procesadora de tomate. Con diez productores y productoras
relacionados con la actividad hortícola se han mantenido charlas durante sus jornadas
de trabajo, las cuales constituyeron parte de los registros. Uno de dichos horticultores
fue organizador de la Asociación de Productores Hortícolas del Valle Medio.

72 | Migraciones en la Patagonia
por la movilidad espacial de la población con condiciones de trabajo y de vida
que responden a una organización familiar particular. En este sentido, pro-
ponemos una profundización de la comprensión de la familia como red social
primaria y abierta, o sea, como un sistema de reciprocidades y de pertenencias
que involucra a sujetos unidos por lazos consanguíneos o culturales en la reso-
lución de los problemas de la cotidianeidad (Martins, 2012).
El abordaje de la movilidad de las poblaciones ha sido una constante a lo
largo del siglo xx. En las últimas décadas, el papel de las cadenas protagoni-
zadas por los migrantes y sus familias en el mercado laboral, así como en los
circuitos transnacionales, se convirtió en una temática que visibilizó procesos
antes no considerados por los estudios migratorios a nivel mundial.
Conocer cómo los distintos desplazamientos poblacionales conforman
terri­torios migratorios implica entenderlos como procesos de «apropiación real o
simbólica de los lugares por donde transitan, se instalan o simplemente imagi-
nan como posibilidad de un futuro» (Lara, 2010, p. 54). Es decir, esos territorios
construidos forman parte de las posibles respuestas de los hombres y mujeres
y de las familias ante sus condiciones estructurales de existencia en sus lugares
de origen así como ante su condición migrante, étnica y de pobreza (Pedreño,
2011). El territorio migratorio (Lara, 2010) constituye un espacio conformado
por los y las migrantes desde sus prácticas laborales y cotidianas, desde su his-
toria familiar, comunitaria; es el espacio diseñado y sostenido en forma mate-
rial o simbólica, abarca los lugares que transitan los migrantes y los saberes
referidos al desplazamiento, la residencia, el enganche; en definitiva para saber
moverse, circular, quedarse (Tarrius, 2000).
A pesar de los escasos márgenes de opciones para estos trabajadores y sus
familias, la movilidad espacial, su ir y venir de un lugar a otro son estrategias
sustentadas en iniciativas individuales y colectivas y en la consolidación de
redes sociales. Desde miradas contrahegemónicas, las redes son entendidas
como dispositivos fenoménicos y discursivos de emancipación de conocimien-
tos y prácticas, en los que cobran valor los elementos intersubjetivos y la expe-
riencia de lo cotidiano (Martins, 2012)3.
La modalidad que adopta la movilidad está asociada fundamentalmente a
la dinámica ocupacional, a cambios o combinación de ocupaciones en zonas
rurales y urbanas, a cambios de residencia o residencias dobles, a transforma-
ciones en el espacio de vida y de trabajo. Sin embargo, aun siendo desplaza-
mientos por razones laborales, «las migraciones de trabajo son hechos de movi-
lidad, que incorporan distintas dimensiones, no sólo económicas sino también

3 No nos situamos en una postura «celebratoria de las redes», en tanto consideramos


las consecuencias duales, e incluso contradictorias, que la acción de las redes puede
tener sobre las personas en los mercados de trabajo. Por un lado, resultan una ayuda,
pero también pueden propiciar el enclaustramiento en puestos de trabajo de baja
calidad debido a la inexistencia de lazos débiles (en el sentido de Mark Granovetter
[1973], son aquellas que se establecen con el Estado y con otros agentes externos al
grupo familiar y de paisanaje) que permitan el acceso a otros nichos de trabajo capa-
ces de ofrecer mejores condiciones laborales (Herrera Lima, 2005).

Familias migrantes hortícolas en... | 73


sociales, culturales y políticas, movilizando redes sociales e intercambios de
distinta índole» (Lara, 2010, p. 7). En este sentido, la territorialidad construida
desde la movilidad se define como la estrategia espacial de sujetos o grupos
sociales para el acceso a los recursos a través de la delimitación y el control de
áreas específicas denominadas territorios.
Así como la modernidad está marcada por el sedentarismo y el nómade era
una figura amenazadora que rompía con un modelo de vida previsible, estos
sujetos migrantes construyen su territorialidad en la propia movilidad espa-
cial. En consecuencia, la territorialización engloba al mismo tiempo aquello
que es fijo (enraizamiento) y aquello que es movilidad; en otras palabras, in-
cluye tanto los itinerarios como los lugares. Controlar el espacio indispensable
para la reproducción social no significa sólo controlar áreas o definir fronteras,
sino sobre todo vivir en redes, donde las propias identificaciones y referencias
espaciales y simbólicas están hechas tanto en el enraizamiento y en la siempre
relativa estabilidad, como también en la propia movilidad. Territorializarse
significa también hoy construir y/o controlar flujos o redes y crear referencia-
les simbólicos en un espacio en movimiento (Haesbaert, 2004, p. 280).
El dominio de fuentes de reproducción social como la tierra, o la correla-
ción entre los valores auto-atribuidos a un grupo social y las condiciones de
posibilidad que ofrece un ambiente local para su reproducción, suscitan, por
oposición, la construcción de identidades territoriales de resistencia. Este tipo
de identidades es movilizado por grupos que, conscientes de la situación de
desigualdad en la cual están inmersos, pasan a hacer referencia al territorio
como fuente de significado. El migrante hace uso con frecuencia de un arsenal
de múltiples identidades para hacer valer sus intereses, aun de sus identidades
territoriales (Haesbaert y Santa Bárbara, 2001, p. 50), resignificadas por ejem-
plo y tal como desarrollaremos, en celebraciones y festejos colectivos.
En los últimos años son relevantes los estudios que contribuyen a pensar
las movilidades laborales desde miradas descoloniales. Dentro de esta perspec-
tiva, Quijano (2000) sostiene que en los mercados de trabajo con presencia de
migrantes, se evidencia una división del trabajo en la que el género y las per-
tenencias étnico-nacionales replican la histórica colonialidad que atraviesa la
propia dinámica del capitalismo. Centrando el análisis sobre la forma en que
los sujetos vivencian la opresión múltiple, Florya Anthias –desde los conceptos
de interseccionalidad y de translocalización–, contribuye a visualizar la conver-
gencia entre distintas formas de opresión y la necesidad de conectar entre sí las
divisiones y las identidades de género, etnicidad y clase social, al sostener que
no se trata de adicionar subordinaciones en tanto éstas no se experimentan de
manera separada, por lo tanto «ocupar un lugar es situarse en una intersec-
ción» (2008, p. 14). Posicionada en esta complejidad analítica, la autora señala
que en contextos migratorios las identidades colectivas y las pertenencias se
construyen de acuerdo a las posibilidades y a los límites que ofrece el contexto.
En tanto las pertenencias son relacionales y se expresan a través de las prácticas
y los procesos experienciales, se desplazan y cambian dependiendo de las loca-
lizaciones por donde transitan y se asientan los grupos migratorios en momen-
tos concretos, en términos de clase, género, momento del ciclo de vida.

74 | Migraciones en la Patagonia
El Valle Medio del río Negro y la producción hortícola

El área en la que centramos el estudio se denomina Valle Medio del río Negro
y está localizada en la cuenca media de dicho río, en el departamento Avella-
neda, provincia de Río Negro. La región abarca aproximadamente unos 2000
kilómetros cuadrados. El valle presenta dos subsectores de características pro-
ductivas bien diferenciadas. Uno de ellos, el área irrigada, se desarrolla sobre
la margen izquierda del río Negro; representa una unidad socioeconómica en
la cual se ha desarrollado una intensa actividad agrícola bajo riego y donde en
los últimos años se advierte una importante expansión de la fruticultura para
exportación. El otro sector corresponde a un área de secano destinado a la cría
de ganado vacuno y lanar (Kloster, Steimbreger, 2001).
Según el último censo realizado en el año 2005 en áreas bajo riego de la pro-
vincia de Río Negro, la superficie cultivada en el Valle Medio sumó 20064 ha,
6334 ha son aptas no utilizadas, mientras que 30478 ha se destinan a otros usos
(pastizales naturales, bosques, no apta, etcétera). El número de productores es
de 1069, de los cuales el 78,2○%, tiene una superficie menor a las 50 ha.

Imagen 1. Localización del área de estudio - Valle Medio del río Negro

Fuente: Pérez, Germán, 2013

La diversidad que presenta el Valle Medio no se circunscribe sólo a aspectos


productivos, sino también poblacionales, si se considera que dada la circulación
de hombres y mujeres de origen boliviano y del Noroeste de la Argentina, se
constituye en un espacio de exploración privilegiado para analizar trayectorias
migratorias y laborales de familias que en algún período de sus vidas han tran-
sitado por alguna de las experiencias productivas vinculadas con la horticultura.

Familias migrantes hortícolas en... | 75


Según datos de los censos nacionales, la provincia de Río Negro ha expe-
rimentado en el período intercensal 2001-2010 un aumento del número de
población extranjera nacida en Bolivia,4 sin embargo, la distribución espacial
de esta población no es homogénea ya que más del setenta y cinco por ciento
se localiza en sólo tres departamentos (Brouchoud, 2013).
En el Cuadro 1 se observa que los departamentos General Roca, Avellaneda y
Adolfo Alsina concentran a más de tres cuartas partes de la población boliviana
que vive en Río Negro, siendo el primero el más representativo con un 45,89○%.

Cuadro 1. Provincia de Río Negro. Población total nacida en Bolivia por sexo
según departamento
Población
Departamento total nacida en Total varones Total mujeres % del total
Bolivia
Avellaneda 746 392 354 18,34
Adolfo Alsina 449 258 191 11,04
Bariloche 317 195 122 7,79
Conesa 336 192 144 8,26
El Cuy 4 2 2 0,10
General Roca 1867 1012 855 45,89
9 de Julio 0 0 0 0,00
Ñorquinco 0 0 0 0,00
Pichi Mahuida 175 97 78 4,30
Pilcaniyeu 7 5 2 0,17
San Antonio 136 68 68 3,34
Valcheta 4 2 2 0,10
25 de Mayo 27 16 11 0,66
Total provincial 4068 2239 1829 100 %

Fuente: elaboración de Brouchoud (2013) en base a datos del Censo Nacional de


Población, Hogares y Vivienda, 2010

Se destaca que los tres departamentos con mayor porcentaje de población


de origen boliviano coinciden con los tres valles irrigados del río Negro, lo cual
señala la relación entre la expansión hortícola en esos espacios y la presencia de
migrantes bolivianos.

4 «Dentro del grupo de migrantes provenientes de América, los bolivianos ocupan


el segundo lugar luego de los chilenos. Con respecto al censo de 2001, se observa
un importante aumento de la población oriunda de Bolivia, la cual casi se duplica
(pasando de 2099 a 4068 personas). Este aumento se observa de forma homogénea
tanto en hombres como mujeres: los hombres pasan de ser 1204 a 2239 y las mujeres
de 895 a 1829» (Brouchoud, 2013, p. 3).

76 | Migraciones en la Patagonia
La horticultura de la provincia de Río Negro se encuentra diferenciada por
diversos niveles de desarrollo y de especialización. Por un lado, se distingue una
producción especializada, concentrada en las zonas del Valle Medio y del Valle
Inferior del río Negro, y con menor incidencia en algunas áreas hortícolas de
los valles de Conesa, Río Colorado y en segmentos del Alto Valle. Los principales
cultivos –en cuanto a superficie y volumen de producción– son aquellos desti-
nados a la exportación tales como la cebolla y el zapallo, o los relacionados con
la industria procesadora: tomate y papa. Por otro lado, existe un conjunto de
producciones diversificadas para el consumo en fresco y destinado al mercado
local y regional que se distribuye en todos los valles mencionados.
Datos de la Comisión Hortícola5 integrada por productores de Viedma, Río
Colorado y Valle Medio informan que en la temporada 2009/10 se implantaron
2676 ha con cebollas, 1895 ha con tomates, 1121 ha con zapallo y 500 ha con
papas. Estos cultivos superan ampliamente a otras especies y, tal como fuera
señalado, están destinadas a exportación o industrialización.

Cuadro 2. Provincia de Río Negro. Superficie cultivada con especies hortícolas


en la temporada 2009/10. En hectáreas y porcentaje
Especie Hectáreas Porcentaje
Cebolla 2676 33,45 %
Tomate 1895 23,68 %
Zapallo 1121 14,01 %
Papas 500 6,25 %
Otras especies 1835 22,61 %
Total 8027 100 %
Fuente: elaboración propia en base a datos de la Comisión Hortícola Río Negro

Desde los últimos diez años, la horticultura viene registrando una lenta y
constante evolución en cuanto a superficie sembrada en los valles de la provin-
cia de Río Negro. Si bien este crecimiento es más importante en el Valle Medio
y en el Valle Inferior, el aumento de hectáreas dedicadas a la horticultura ha
sido sostenido en todas las regiones de la provincia. El Censo Provincial de
Agricultura bajo Riego (car, 2005) reconocía un total de 8027 ha dedicadas a la
horticultura en el conjunto de los valles rionegrinos. Las evaluaciones realiza-
das por técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (inta) es-
timan que en las últimas temporadas, la horticultura en la provincia mantuvo
una tendencia ascendente.

5 Esta comisión se propone incentivar el desarrollo sustentable de la actividad hortíco-


la en la provincia mediante la implementación de programas de interés para el sector,
que integren los esfuerzos de distintas instituciones que actualmente se encuentran
trabajando en la provincia (inta, entes locales, oficinas de desarrollo, municipios, et-
cétera). Desde el año 2003 se lleva adelante el Programa de Vigilancia Fitosanitaria en
Cultivos Hortícolas orientado a promover la exportación de los productos.

Familias migrantes hortícolas en... | 77


Los datos son de relativa fiabilidad debido, fundamentalmente, a la debili-
dad de las políticas públicas orientadas tanto a la fiscalización como a la pro-
moción de la producción hortícola en la región.6 A las razones expuestas, debe
sumarse el carácter informal de la actividad y la constante movilidad geográfica
de los agentes que practican horticultura. La información que merece mayor
confiabilidad es la que refiere al ingreso y egreso de productos registrados tanto
por la barrera de la Fundación Barrera Patagónica (Fun.Ba.Pa.)7 como por el
Control de Ingreso Provincial de Productos Alimenticios (cippa) en el abasteci-
miento de verduras a la provincia del Neuquén.
En referencia a la estructura productiva, para todo el territorio de Río Ne-
gro, el car 2005, último censo agrícola realizado en la provincia,8 arroja infor-
mación sobre la estratificación de las explotaciones por superficie dedicada a
la horticultura:
• El 64○% de los productores cultiva en superficies inferiores a las cinco ha,
y representan el 16○% de la superficie total cultivada con especies hortí-
colas, concentrándose mayoritariamente en el Alto Valle, donde se han
registrado 239 explotaciones dedicadas a la actividad.
• El 22○% de los productores maneja superficies entre cinco y 15 ha, ocupan
el 25○% de la superficie total cultivada, concentrándose mayoritariamente
en el Valle Inferior, Conesa y el Valle Medio, con predominio de las explo-
taciones de diez ha, y en general dedicados al cultivo de una sola especie.
• El 14○% cultiva en superficies mayores a las 15 ha, representando el 59○% de
la tierra cultivada. El 95○% de estos productores se encuentra en el Valle
Medio, Conesa y el Valle Inferior.

6 En este aspecto hay evidentes diferencias entre la provincia de Río Negro y la de


Neuquén. En esta última, en los últimos años se diseñó un Plan Hortícola Provincial
que incluye capacitación, gestión y ayuda crediticia.
7 Desde el 1 de enero de 2015 el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimenta-
ria (Senasa) se hizo cargo del Sistema Cuarentenario Patagónico, en cumplimiento
de la resolución 422/2014, de acuerdo a lo establecido por el Ministerio de Agricul-
tura, Ganadería y Pesca de la Nación. Fue así que Senasa tomó las funciones que
cumplía la Fun.Ba.Pa.
8 El Censo Provincial de Agricultura bajo Riego constituye una herramienta funda-
mental en términos de diagnóstico de la situación agropecuaria de la provincia de
Río Negro. Sin embargo, se considera necesaria la implementación de un censo
hortícola específico.

78 | Migraciones en la Patagonia
Cuadro 3. Distribución de superficie hortícola neta cultivada y cantidad
de productores, según rango de superficie y subregión.

Superficie neta Cantidad de


Sub-región Rango de superficie
cultivada (%) productores (%)
0,1 a 5 ha 61 % 88 %
Alto Valle 5,1 a 15 ha 34 % 11 %
15,1 y más ha 4% 1%
0,1 a 5 ha 9% 51 %
5,1 a 15 ha 20 % 27 %
Valle Medio 15,1 y más ha 71 % 22 %
0,1 a 5 ha 14 % 58 %
5,1 a 15 ha 32 % 31 %
15,1 y más ha 55 % 11 %
0,1 a 5 ha 11 % 49 %
Conesa-Valle 5,1 a 15 ha 27 % 30 %
Inferior 15,1 y más ha 62 % 21 %

Fuente: Santagni, A. (2009). inta eea, Alto Valle en base a datos del car 2005

El Cuadro 3 muestra claramente el perfil de los productores hortícolas del


Valle Medio, con una marcada presencia de unidades productivas medianas y
grandes para el desarrollo de cultivos de carácter extensivo orientados a la ex-
portación y a la industria. Cabe remarcar que el 51○% de los productores cultiva
en superficies de hasta 5 ha, los cuales ocupan sólo el 9○% de la superficie hor-
tícola. Las observaciones de campo permitieron constatar que estos pequeños
horticultores combinan la producción de verdura en fresco con el cultivo de
cebolla para ser entregada a los agentes acopiadores, quienes comercializan en
el mercado nacional e internacional.
Un relevamiento realizado por técnicos de la Agencia del inta de Luis Bel-
trán calculaba, para la temporada 2010, una cantidad de 170 productores en el
Valle Medio; aunque este número varía cada temporada porque «siempre se
están moviendo, trasladando, porque no son propietarios de la tierra, tienen
contratos informales» (Pablo, entrevista de marzo de 2013). La mayoría está en
Lamarque y Luis Beltrán.
Por otra parte, un informe de la «Red Tecno-Económica para el cambio téc-
nico en el cultivo de tomate para industria en el Valle Medio del Río Negro»
(2011) plantea que la horticultura es dinamizada por una serie de actores loca-
les e inmigrantes principalmente de origen boliviano, quienes desarrollan sus
cultivos mayoritariamente en tierras de terceros. Esta actividad demanda una
importante cantidad de mano de obra para atender las tareas básicas como la
siembra y/o el replante, los cuidados culturales y la cosecha (Villegas Nigra et
al., 2011; Villegas Nigra, s/f).
Resulta llamativa la falta de datos acerca de la cantidad de trabajado-
res que participan anualmente en los diferentes circuitos productivos de la

Familias migrantes hortícolas en... | 79


horticultura. A pesar de la existencia de maquinaria para la cosecha de tomate,
técnicos del inta señalan que los productores mantienen una preferencia por
la cosecha manual, que es altamente demandante de mano de obra. Asimismo,

el cultivo de cebolla requiere de una gran cantidad de mano de obra, ya que


la cosecha se realiza en forma manual y actualmente los pequeños y media-
nos productores deben cosechar, armar parvas para que se seque y luego se
clasifica para embolsar. En algunos casos se realiza una pre-clasificación
manual por tamaño y en pocos casos se cuenta con alguna máquina clasifi-
cadora antes de realizar el embolsado. (Diario La Mañana de Neuquén, 10 de
septiembre de 2013)

Sujetos que se mueven, festejos que circulan

La horticultura en el Valle Medio presenta una complejidad de la que partici-


pan familias de origen migrante que cultivan para diferentes circuitos: tomate
para las plantas procesadoras, cebolla para la exportación o para el mercado in-
terno y verduras para el consumo en fresco. Las opciones son dirimidas anual-
mente y se destaca que en sus trayectorias productivas han experimentado la
vinculación con alguna de estas producciones, tanto en el Valle Medio como en
otros puntos de la Argentina.
En los últimos años, la posibilidad de participar en ferias, venta de canas-
tas de verduras, intercambiar semillas y ser asesorados por agentes del inta o
de los municipios, da cuenta de la presencia y de la relación de organismos y
entidades del Estado con los pequeños productores. Estas iniciativas abren el
fortalecimiento de la producción en pequeña escala, a pesar de que los propios
agentes estatales manifiestan la limitación de sus formaciones y de la direc-
ción de la mayoría de los financiamientos provinciales y nacionales concen-
trados en la fruticultura y en los productores establecidos y los propietarios de
la tierra. La reciente organización de la Asociación de Horticultores del Valle
Medio, integrada en su mayoría por tomateros de origen boliviano, habilita un
marco institucional de negociación con las empresas procesadoras de tomate
y de relaciones con el Estado que está en proceso de construcción. Los feriantes
comenzaron a integrarse a la Asociación también como un modo de represen-
tatividad de sus demandas particulares.
Por otro lado, observamos que la movilidad territorial y la construcción
de un territorio hortícola trascienden los parámetros locales. Las familias
migrantes contactadas no llegaron para asentarse definitivamente a la zona
estudiada, están siendo móviles al participar en ferias de distintas localidades,
al arrendar tierras con menores valores en el precio por hectárea, al solicitar
asesoramiento a organismos del Estado con representatividad en distintas
ciudades, al contactar distribuidores y proveedores de diferentes zonas.
En los territorios migratorios los horticultores experimentan la circulación
como un modo de sostener una horticultura, ellos conocen cómo moverse en

80 | Migraciones en la Patagonia
los términos planteados por Tarrius (2000), se mueven en circuitos producti-
vos no exclusivos dentro de la actividad.
En un contexto en el que el nicho hortícola está asegurado por la presencia
de migración boliviana, las redes posibilitan la emergencia y expansión de este
fenómeno que involucra a familias migrantes y a trabajadores estacionales en
situaciones de gran vulnerabilidad. Sin embargo, esta capacidad de circula-
ción y sostenimiento de redes no sería eficaz sin la construcción de espacios
que se refuerzan más allá de los vínculos económicos: las celebraciones como
momentos de encuentro y festejo reflejan la posibilidad de moverse también
para bailar, rezar, agradecer por las cosechas, compartir comidas y reforzar los
lazos familiares y de amistad.
En el Valle Medio, dos celebraciones suelen convocar a las familias de ori-
gen boliviano: el Día de la Independencia y la Virgen de Urkupiña. En agosto
del año 2013 ambas se conmemoraron el mismo fin de semana y distintos inte-
grantes de las familias circularon durante el sábado y el domingo a lo largo de
las localidades para participar de uno u otro evento. En el marco de los festejos
del Día de la Independencia de Bolivia, durante el fin de semana se disputó el
Torneo de Fútbol y el sábado por la noche, el Festival de Saya en la localidad de
Chimpay; mientras que la celebración de la Virgen de Urkupiña se concentró
en Luis Beltrán, a 80 kilómetros de la localidad anterior.
Durante el Torneo de Fútbol, los equipos que disputaban la copa represen-
taban a distintas localidades del Valle Medio, del mismo modo que en el festi-
val de Saya, donde estuvieron representadas las mismas localidades y al que se
sumó un grupo de caporales de la ciudad de Cipolletti, ubicado en otro de los
valles irrigados del río Negro.
En el campeonato de fútbol, las banderas de la Argentina, la nacional de
Bolivia y la Wipala fueron izadas y dieron color a las canchas agrestes rodeadas
de polvo. Las camionetas, cual improvisadas tarimas, rodeaban el predio y las
mujeres aguardaban en su interior los resultados de los partidos.9 Un puesto de
venta de comida armado con maderas anunciaba en carteles pintados a mano
el menú: «Venta de chicharrón con mote y pollo picante»; mientras en el baúl
de un auto otro cartel promocionaba «Tamales envueltos en chala». El público
circulaba conversando, comiendo y tomando, comentando la continuidad del
festejo con el Festival de Saya.
A la noche, las familias de origen boliviano de Chimpay y de otras localida-
des se convocaron en el gimnasio de un colegio secundario, engalanadas para
el festejo nocturno. Funcionarios municipales y vecinos de la localidad tam-
bién se sumaron al espectáculo que desbordaba de música y color al compás de
los grupos caporales y una demostración de tinku. El chicharrón con mote, el
pollo picante y las empanadas circulaban por las mesas forradas en papel junto
a cervezas y gaseosas, mientras los niños y las niñas corrían por el salón explo-
tando los globos con los colores de las banderas de la Argentina y de Bolivia. La
fiesta avanzó en la noche y el baile luego del anuncio de los ganadores convocó
a los espectadores.

9 Registros similares han sido descriptos por Fulvio Rivera Sierra (2008) en la provincia
de Tucumán.
Familias migrantes hortícolas en... | 81
Ese mismo día, a 80 kilómetros, los vecinos y padrinos del barrio Fernández
–más conocido en la localidad como Barrio de los Bolivianos10– realizaban la
vigilia de la Virgen y terminaban de ordenar el salón en el que se realizaría el
almuerzo convocado después de la misa de la Virgen de Urkupiña. Una libreta
detallaba los compromisos asumidos hace un año por los distintos padrinos:
«padrinos de pollo», «padrinos de decoración», «padrinos de pan», deberes que
garantizaban la celebración y el almuerzo para todos los paisanos. El domingo,
en la capilla de Luis Beltrán las mujeres concentraron el protagonismo: la pre-
sentación de la Virgen de Urkupiña ubicada a un costado del altar de la iglesia,
era vigilada para arreglar cuidadosa y permanentemente el vestido, el pelo, los
adornos. A la salida de la iglesia, los petardos y los aplausos se combinaron con
los cánticos religiosos que se sucedieron a lo largo de varias cuadras en las que
se extendió la procesión hasta el barrio Fernández. La caravana –compuesta
casi exclusivamente por mujeres– avanzó en forma lenta por las calles de la
localidad llamando la atención de los vecinos que circulaban.
Una vez en el salón, algunas vecinas cantaron en quechua y con cuidado,
entre bocanadas de incienso, ubicaron a la virgen con sus arcos adornados en un
rincón, junto a suvenires y velas encendidas. Algunas personas se acercaban a la
virgen para orar, mientras el resto comenzaba a ubicarse en las mesas prepara-
das con los platos, vasos, pan y recipientes con picante. Todos los paisanos y las
paisanas disponían de lugares para el almuerzo, quienes llegaban más tarde se
ubicaban en los espacios que quedaban desocupados al rotar los comensales. Las
bandejas con pollo, carne asada y ensaladas circulaban por las mesas, así como
las bebidas. Algunas mujeres almorzaban mientras aguardaban a los hombres
de su familia que en Chimpay disputaban la final del campeonato de fútbol.
Tal como describimos, los integrantes de las familias permanecían en uno
u otro evento compartiendo con familiares, vecinos y paisanos los festejos del
fin de semana. Las responsabilidades asumidas por los organizadores del cam-
peonato de fútbol, el Festival de Saya y por los distintos padrinos de la cele-
bración de la Virgen de Urkupiña denotaban una dedicación impregnada de
valoración social: todo estaba preparado con programación y con tiempo de
trabajo. Así como comprar camisetas para un equipo de fútbol refleja cierto
poder adquisitivo asociado a la producción hortícola,11 los compromisos de los
padrinos son evaluados, en palabras de un productor «según cómo me vaya a
ir con las verduras, a veces se puede, otras no tanto» (entrevista, agosto 2013).
Martha Giorgis, en su análisis de la celebración de Urkupiña en la ciudad
de Córdoba, señala que participar de la organización de las celebraciones
involucra asumir responsabilidades y refleja «un “camino” ascendente que
lleva cada individuo hasta alcanzar su plena madurez y aceptación dentro del

10 El barrio se localiza en un sector difuso entre lo rural y lo urbano de la localidad


de Luis Beltrán. Las familias que lo habitan provienen en su mayoría de la misma
región cercana a Tupiza, Potosí. Las trayectorias migratorias y laborales de estas
familias serán objeto de indagación en el presente estudio.
11 Uno de los equipos de fútbol es nombrado con el apellido de una de las familias de
origen boliviano de mayor prestigio.

82 | Migraciones en la Patagonia
grupo» (2004, p. 100).12 ¿Qué reconocimientos se dirimen en estas festividades
replicadas en el Valle Medio?
La construcción de territorios migratorios involucra, tal como desarrolla-
mos, saber moverse, en el que el reconocimiento es valorado en vinculación
a la producción: las mujeres comentaban en el almuerzo de la festividad de
Urkupiña que siempre hay que agradecer a la virgen por la temporada13 y que los
paisanos a los que les fue bien «se van hasta Cochabamba a agradecer», ciudad
de origen de la virgen de Urkupiña.
Ese saber moverse, dar para en algún momento recibir, también se expresa
en la celebración: el traslado por diversas localidades de la región a lo largo de
kilómetros para alentar al equipo de fútbol, o acompañar a los caporales de la
localidad en Chimpay y a la mañana siguiente participar de la procesión. Sus
organizadores y participantes en uno u otro evento se encuentran en la sema-
na en las ferias, en las reuniones de la Asociación o del inta, en las negociacio-
nes de precios con los compradores de tomate.
Sin embargo, en la celebración se recuperan responsabilidades que los ubi-
can como sujetos productivos y como hombres y mujeres atravesados por ex-
periencias culturales que se resignifican en el encuentro, en el camino para ser
reconocidos. Los hombres que en la semana curvan sus cuerpos en los bordos
plantando o cosechando verduras componen los equipos de fútbol junto a sus
hijos, sus sobrinos, mientras que en los caporales las hijas e hijos de bolivianos
muestran las destrezas en el baile, la alegría en los rostros. Por otro lado, las
mujeres que se encuentran semanalmente en la feria marchan con devoción
pidiendo a la virgen «porque ella siempre te da», cantando en quechua, pro-
pagando incienso, agradeciendo la cosecha que tuvieron o pidiendo por una
mejor, en el próximo cultivo.

Reflexiones finales

En el mercado productivo y laboral de la horticultura del Valle Medio del río Ne-
gro, la etnicidad y el origen nacional se convierten en instrumentos de segmen-
tación de la fuerza de trabajo. La condición inmigrante (Pedreño, 2011) de estos
trabajadores agrícolas constituye una particular configuración modelada por la
inserción de mano de obra extranjera en la sociedad receptora, que ha venido a
satisfacer las necesidades expansivas de trabajo en este sector de la economía,
por lo tanto, como señala Pierre Bourdieu, «no es el trabajador quien elige el
trabajo, sino el trabajo quien elige al trabajador» (2006, p. 73). En consecuencia,
el cruce de condiciones tales como el origen nacional, la etnia, la clase y las redes

12 Para la autora, las responsabilidades asumidas por los organizadores de los eventos,
o por los padrinos denota la circulación de «dones y contradones», en tanto que sis-
tema de reciprocidad en el que «los contratantes no verbalizan sus deudas y todos
actúan como si se tratara de actos de cortesía, espontáneos y desinteresados» (Ibí-
dem, p. 100).
13 Por la producción que se obtuvo en una temporada de cosecha.

Familias migrantes hortícolas en... | 83


sociales, sobredeterminan la inserción de los migrantes en los contextos de las
sociedades de recepción, al menos en la primera generación.
En el análisis de la construcción del territorio hortícola protagonizado por
las familias bolivianas en el Valle, hemos recopilado elementos que nos permi-
ten asegurar que el complejo entramado de relaciones sociales juega un papel
fundamental en el surgimiento, consolidación y reconfiguración de los espa-
cios en los que se localizan las familias migrantes. Las redes migratorias son el
principal mecanismo por el cual la migración es un fenómeno que se sostiene
a sí mismo más allá de las causas que llevaron al desplazamiento inicial. En la
tensión y el manejo estratégico y combinado de las redes parentales y otros
agentes del entorno, estos sujetos son capaces de potenciar los recursos econó-
micos, culturales, sociales y simbólicos que detentan.
Así, los horticultores bolivianos que han migrado y están asentados en el
Valle mantienen una vinculación activa y estratégica con los integrantes de
la familia que quedan en el lugar de origen y también con aquellos residentes
en otras regiones de la Argentina. En los momentos de mayor demanda de
mano de obra –trasplante y cosecha– se convoca a integrantes de las familias
que viven en otras provincias para sumar su trabajo a la red; así como otros
miembros viajan directamente desde Bolivia para incluirse como trabajadores
tanteros. También ocupan un lugar central los agentes que, aun sin desplazarse,
vinculan las necesidades de mano de obra en el Valle Medio con la disponibi-
lidad de trabajadores en las localidades de origen en Bolivia. De esta manera,
los migrantes están situados dentro de diversos campos sociales en múltiples
grados y lugares, lo que permite incorporar tanto a los que migran como a los
que se quedan en el lugar de origen.
En consecuencia, los hechos de movilidad por motivos laborales compleji-
zan la definición de migrante, que ya no puede fundarse exclusivamente en el
concepto de residencia habitual. La condición migratoria se define más bien
a partir de la incorporación y participación de sujetos en un sistema de redes
sociales, en el cual la migración es un aspecto constitutivo en la reproducción
social de estos agentes. La red, como experiencia, invita a valorar su carácter
innovador en tanto marco interpretativo de las nuevas expresiones de movili-
dad territorial para dar cuenta de la complejidad de las prácticas sociales.
La construcción de identidad de los sujetos en contextos de migración re-
sulta un dispositivo en el intento de buscar «raíces imaginarias para tener un
refugio seguro» (Anthias, 2008, p. 5), en tanto se refuerza el sentido de per-
tenencia como sujetos étnicos o nacionales en situaciones de segregación. La
creación de institucionalidad, materializada en asociaciones culturales y pro-
ductivas, encuentros deportivos, celebración de fiestas religiosas y patronales
entre otras, es una manifestación de prácticas transnacionales tendientes a
hacer visible la bolivianidad en situación de migración y de constituirla en un
dispositivo eficaz para posicionarse en el campo social. En la actualidad, estas
estrategias organizativas también se presentan como herramientas válidas
para poder acceder a los recursos financieros, asistenciales y tecnológicos dis-
ponibles en el sistema institucional estatal.

84 | Migraciones en la Patagonia
En síntesis, el desarrollo de estas prácticas es resultado de una combina-
ción de elementos como la apropiación de un espacio físico, la construcción de
un territorio productivo y laboral y el uso que los migrantes le dan a ese terri-
torio. Así, ese territorio va adquiriendo una identidad específica que permite
ser reconocida por los otros.

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86 | Migraciones en la Patagonia
Tendencias de la movilidad poblacional en la cordillera
neuquina: la constitución de mercados de trabajo en torno
al turismo
Verónica Trpin (conicet-gesa-unco)
María Daniela Rodríguez (conicet-gesa-unco)

Introducción

El artículo propone presentar una caracterización de la movilidad poblacional


constituida por argentinos y argentinas y por migración de origen limítrofe
en la cordillera neuquina, específicamente en la localidad de Villa Pehuenia, a
partir de la inserción de trabajadores y trabajadoras en actividades vinculadas
al turismo. Se mostrará la migración interna y de origen chileno y paraguayo
en dicha región de la provincia de Neuquén, que se emplea en la construcción
y en los servicios hoteleros.
Se presentan algunas discusiones sobre la movilidad de la población, con
el propósito de realizar un aporte a la descripción de mercados de trabajo seg-
mentados, atendiendo a sus singularidades. La reconstrucción de la movili-
dad de estos trabajadores, provenientes de Chile y de Paraguay, compone una
oportunidad para acercarnos a debates teóricos y aportes interdisciplinares
que ofrecen claves para analizar ciertos circuitos laborales de alta demanda de
mano de obra en una región específica de la Argentina.
Se considera que diferentes contribuciones de investigadores en el estudio de
la movilidad de las poblaciones abarcan actualmente un abanico de opciones te-
máticas, disciplinares y metodológicas. Una de ellas está relacionada con el abor-
daje de los territorios, analizados como una construcción de los grupos migrantes
y no como definiciones provenientes exclusivamente de los Estados nacionales.
La circulación de población chilena en la Patagonia es fiel reflejo de estas ten-
dencias: la cordillera de los Andes no ha constituido una barrera y menos aún los
controles fronterizos. La presencia de chilenos y chilenas ha configurado parte
de la población en el sur de la Argentina y se renueva al compás de nuevas po-
sibilidades laborales (Baeza, 2006; Matossian, 2013; Perren, 2007; Trpin, 2004).
El trabajo de campo en territorios vertebrados por el turismo en Neuquén
permite sumergirnos en trayectorias laborales de migrantes de origen limí-
trofe, insertos en la construcción de alojamientos turísticos y en los servicios
hoteleros. Este artículo propone exponer la configuración de circuitos a partir
de nichos laborales específicos, teniendo en cuenta la particularidad regional
y los debates actuales en los que asoma la inquietud de problematizar las vin-
culaciones entre las desigualdades de género, clase y etnia, clasificaciones pre-
sentes en el mundo laboral abordado.

Tendencias de la movilidad poblacional en... | 87


La cordillera como territorio de circulación de población vertebrado
por el turismo
El proceso de penetración del Estado-nación a partir de la conquista militar
de la sociedad indígena en territorios patagónicos fue lento y continuado. En
esta época, las relaciones económicas entre la sociedad mapuche y la hispano-
criolla fueron fluidas y basadas en la ganadería (cría de animales vacuno, ovino
y caprino), actividad principal de la época (Bandieri, 2006). Según la autora,
la ganadería patagónica se diferenció en un área andina que comercializaba
vacunos para satisfacer a mercados chilenos y un área atlántica que comercia-
lizaba lana y carne ovina a frigoríficos chilenos o a puertos patagónicos.
No obstante, las relaciones de esta actividad fueron pasando de un vínculo
basado en el trueque, a una penetración capitalista de los sectores dominan-
tes –con la atlantización de la economía y ruptura de la economía regional con
Chile– (Bandieri, 2006). Este proceso se desarrolló en conjunto con una políti-
ca de ocupación de capitales extranjeros en el marco de la estrategia de inver-
sión regional de origen inglés, germano y por último de Chile, acompañada
por el despojo violento de la tierra y la reducción de población nativa.
En la cordillera, entrado el siglo xx con la creación del Parque Nacional Lanín
(pnl) en 1934, se delimitó su jurisdicción y la efectivización de la presencia estatal
en la zona. La creación implicó la política de ocupación y reparto de las tierras
más fértiles. Nuevamente, esta política impactó en las comunidades mapuches
directamente con el desplazamiento de sus asentamientos a zonas marginales.1
Con la provincialización de Neuquén (1955), el Estado comienza a diseñar
y ejecutar políticas públicas en consonancia con el desarrollo económico y el
crecimiento poblacional, priorizando actividades económicas como la mine-
ría, los hidrocarburos (gas y petróleo) y en menor medida la ganadería, la fo-
restación y el turismo. Estas actividades constituyen la matriz productiva de la
provincia con preponderancia de cada una en las diferentes zonas en relación
a sus potencialidades y productividad.
En relación a la actividad turística, su interés estatal como actividad econó-
mica de servicios se expresó en proyectos del Consejo de Planificación y Acción
para el Desarrollo (copade, 1964) que fomentaron la expansión del turismo –por
ejemplo la creación de hoteles y hosterías en lugares agrestes de la provincia
como nodos para el impulso de la actividad–, en consonancia con un interés
nacional previo.
Estas tendencias de promoción del desarrollo a través del turismo y de la
disputa de territorios mapuches –que cobraron valor paisajístico– se reflejan
en el departamento de Aluminé, en el centro oeste de la provincia del Neu-
quén. Este departamento se caracteriza por la conflictividad y complejidad

1 En Neuquén, el Estado provincial reconoce las comunidades mapuches y sus terri-


torios mediante los decretos 737/1964, 1608/1964 y 1039/1966 en el marco de la incor-
poración del espacio indígena a la potestad de los Estados nacionales. Por medio de
dichos decretos otorga reservas de tierras a favor de 23 comunidades –legalmente
reconocidas por el régimen de personas jurídicas de la provincia.

88 | Migraciones en la Patagonia
relacionadas con el dominio del territorio y su uso. Éste está constituido por
una zona rural donde se asientan, en su mayoría, comunidades indígenas y
criollos; el pueblo de Aluminé a pocos kilómetros de la cordillera de los Andes;
y una zona recientemente urbanizada a partir de la creación de Villa Pehuenia,
la villa turística en la que se realiza actualmente el trabajo de campo y que es el
foco de análisis de este artículo.2
Con la intervención del Estado, este departamento se caracteriza históri-
camente por una conflictividad creciente ante el despojo violento de tierras
comunitarias, el dominio y uso del territorio por parte de agentes privados,
estatales (nación, provincia y municipio) y la definición de tierras de jurisdic-
ción inter-estadual (compartidas de manera desigual entre nación, provincia y
comunidades mapuches). Según Nievas, en 2007,

en el Departamento Aluminé el 32 % de la superficie es de propiedad privada,


el 7 % corresponde a las reservas de ley –dominio en propiedad comunitaria
o con derecho de uso sin escritura– el 13 % corresponde a jurisdicción de Par-
ques Nacionales y el 48 % al fisco provincial. (2012, p. 47)

De esta manera, las políticas estatales vigentes en este territorio tienen


como prioridad habilitar la inversión de capitales regionales y nacionales en
áreas cordilleranas con alto valor rentístico, lo cual afecta a las comunidades
indígenas. Por otro lado, nuevos sujetos asentados en sectores urbanizados de
Villa Pehuenia complejizan esta dinámica, al tratarse de grupos migrantes que
llegaron centralmente en la última década para emplearse. Además, en este
área, la actividad turística resulta actualmente la más importante por fuera del
empleo público.3 La inexistencia de un plan productivo estatal de diversifica-
ción de la economía regional, sumada a una decisión política estratégica de fo-
mentar el desarrollo del turismo en áreas cordilleranas como actividad econó-
mica y única opción alternativa, genera problemas de rentabilidad económica
y subsistencia en la población indígena a mediano plazo. Esta dificultad está
dada por varios factores, entre ellos la concentración de los servicios turísticos,
las tensiones territoriales vinculadas a la tierra y en consecuencia al desarrollo
de la actividad y también a la estacionalidad que caracteriza al turismo en la
cordillera neuquina.
A continuación, el siguiente cuadro expresa el aumento poblacional del depar-
tamento y la localidad en función de los censos nacionales realizados en el país.

2 En esta área se desarrolla la investigación «Configuraciones socio-territoriales y mi-


gración en áreas turísticas: trabajadores y trabajadoras en la cordillera neuquina» de
Daniela Rodríguez y dirigida por Verónica Trpin, en el marco de una Beca Tipo I de
conicet y el Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Quilmes.
3 El empleo resulta significativo en localidades pequeñas. En el caso de Villa Pehuenia a
partir de la inserción en entidades como la escuela, el Banco Provincia, el municipio,
el hospital y el vivero provincial.

Tendencias de la movilidad poblacional en... | 89


Tabla 1. Cantidad de habitantes

Cantidad de habitantes Localidad de Villa Departamento Aluminé


según censos nacionales Pehuenia
1991 155 [1] 4946
2001 743 [2] 6308
2010 *[3] 8306

Fuente: elaboración propia a partir de datos suministrados por la Dirección


Provincial de Estadística y Censos de la provincia del Neuquén en base a los Censos
Nacionales de Población, Hogares y Viviendas 1991, 2001 y 2010, indec
[1] Para 1991 incluye además La Angostura y Lago Aluminé.
[2] La información censal corresponde a un área aproximada a la del ejido debido a que la
delimitación de éste es posterior a la segmentación realizada para el censo nacional 2001.
[3] No se encontraron datos oficiales del censo nacional 2010.

En la localidad en la que se focaliza el estudio se evidencia un significativo


crecimiento de población que coincide con un período de expansión del turis-
mo. El dinamismo poblacional ha sido registrado en el trabajo de campo desde
la observación de la circulación de trabajadores, especialmente relacionados
a la construcción de alojamientos turísticos. En general, la mano de obra de
este tipo de actividades es ofrecida por sujetos foráneos, a partir de ello se re-
conoce la existencia de grupos migrantes limítrofes (paraguayos y chilenos) y
regionales (con mayor énfasis migrantes de las ciudades de Rosario y Posadas
y localidades de la provincia de Neuquén).
En este sentido se construyen circuitos de migrantes para el mercado de
trabajo que no se satisface con la mano de obra local. Es decir, la actividad tu-
rística se constituye como un nicho demandante de mano de obra en la cons-
trucción de cabañas, hosterías y complejos, así como en diversos tipos y moda-
lidades de tareas propias del servicio turístico.
La relación entre migración y mercados de trabajo se entreteje en este te-
rritorio determinado y definido no sólo por políticas públicas, sino también
a partir de la configuración de espacialidades protagonizadas por hombres y
mujeres que se movilizan en busca de trabajo. Los grupos migrantes –internos
y limítrofes– confluyen en el territorio y complejizan las relaciones sociales
preexistentes entre comunidades indígenas y Estado.

90 | Migraciones en la Patagonia
La constitución de mercados de trabajo en el territorio cordillerano

Inicialmente, el mercado de trabajo turístico y de la construcción comienza a


constituirse con mano de obra local,4 así como plantea Karasik en otra región
argentina «ese proceso se apoyó en sus comienzos en la incorporación de mano
de obra aborigen ligada a formas de vida en parte mercantiles, delineando
mercados de trabajo con rasgos que pueden caracterizarse como étnicamente
tipificados» (2013, p. 232). No obstante, estos mercados fueron aumentando su
demanda de mano de obra, y los migrantes se conformaron en la alternativa de
consolidación de nichos laborales.
De esta manera, la histórica presencia de población chilena en la zona cor-
dillerana expresó, como plantea Karasik (2013), una «diferenciación funcional
entre migrantes y nativos»: sectores poblacionales heterogéneos se presentan
en los mercados de trabajo marcados por la precariedad de las condiciones de
cada sector. La población indígena se visibiliza en la cordillera y en algunos
empleos marcada por la historia de despojo territorial, mientras que, para los
trabajadores migrantes, el despojo se expresa a partir de su fragilidad social.
Según Pedreño Cánovas (2012) «este régimen –de explotación de población
migrante– no sólo opera en las fronteras del Estado nacional, sino hacia el in-
terior del espacio nacional» (Karasik, p. 234).
En la región neuquina de estudio, los migrantes constituyen parte de la
mano de obra estacional vinculada a la temporalidad de la actividad turística
(con fluctuaciones de mayor dinamismo según la época del año) y a la disconti-
nuidad de las posibilidades laborales que ofrece la construcción de alojamien-
tos turísticos, dadas las características climáticas de la cordillera.
Los migrantes constituyen movimientos que se renuevan y flujos que tran-
sitan por el territorio y la frontera, sujetos que construyen relaciones interét-
nicas, que están atravesados por marcas nacionales, étnicas y económicas. La
reciente presencia de diversos migrantes puede agruparse de acuerdo a su
posición en la estructura social, origen, motivaciones de la migración, entre
otras. Se identifican migrantes internos y limítrofes que trabajan en Villa Pe-
huenia de manera temporaria y permanente, así como inversores que llegaron
a vivir a la villa.
Las posibilidades laborales que ofrece la expansión del turismo se reflejan
en el aumento de la oferta de alojamientos. Según el último informe de la Sub-
secretaría de Turismo (2012 y primer semestre 2013), Villa Pehuenia y su área
de influencia –comprendida por las zonas de Moquehue y Pulmarí–, poseen
una capacidad total de establecimientos y campamentos turísticos habilita-
dos para 1300 personas, lo que representa el 5,18 % del total de la oferta habi-
litada provincial. Asimismo, de la capacidad total se desagregan dos grandes
categorías: establecimientos y campings turísticos. Los establecimientos están

4 En la región cordillerana neuquina determinados programas fomentaron el turis-


mo en manos de comunidades indígenas, pero no compiten con las actividades pri-
vadas y no absorben trabajadores migrantes.

Tendencias de la movilidad poblacional en... | 91


representados por el 78,15 % y los campings por el 21,85 % del total de la capaci-
dad ofrecida habilitada.
Según este informe respecto de la oferta de alojamiento en Villa Pehuenia,
se reconoce que el total de establecimientos de alojamientos es de 44, de los
cuales se diferencian 28 establecimientos categorizables5 y 16 de categoría úni-
ca.6 Asimismo, en los datos brindados por el organismo provincial se identifica
que el tipo de alojamiento más desarrollado es la cabaña y hacia el interior de
este tipo de alojamiento, la categoría de cabañas de tres estrellas. Por otro lado,
la capacidad total de plazas es de 792, de las cuales las cabañas constituyen 319
plazas en capacidad de turistas alojados. Lo que implica, en valores porcentua-
les, que el tipo de alojamiento cabaña es el que tiene la disponibilidad de al-
bergar el 40 % de las plazas que se ofrece en la localidad. Este dato se relaciona
con las posibilidades de absorción de mano de obra. La expansión de cabañas
en relación a otros tipos de alojamiento implica en su funcionamiento menos
mano de obra permanente en la atención y el servicio en relación a otras tipolo-
gías y mayor variación en la frecuencia de solicitud de servicios. Sin embargo,
genera una dinámica y activación mayor en el mercado de la construcción.
De esta manera se puede observar la variación creciente que registra la lo-
calidad respecto de unidades y plazas en los últimos años. Este cuadro muestra
el aumento de alojamientos entre los años 2008 y 2012.

Tabla 2. Evolución de la oferta de alojamiento por plazas y establecimientos


habilitados entre los años 2008 y 2012 en la localidad

826
100 782 792 900

800

80
598 700
550
CANT. DE PLAZAS .
CANT. ESTABLEC.

600
60
500
826
100 782 792 900
400
40 800
43 43 44 300
80
598 700
550 34
826 200
20 30
CANT. DE PLAZAS .

100 900
CANT. ESTABLEC.

600 782 792


60 100
500 800
0 80 0
2008 2009 2010 598 2011 2012 400 700
550
40
CANT. DE PLAZAS .
CANT. ESTABLEC.

43 44 300 600
43
Establecimientos
60 AÑO Camas
34 500
200
20 30

100 400
40
43 43 44 300
0 0
2008 2009 2010 2011
34 2012
200
30
5 Hacia el interior de esta 20
categoría se diferencian seis hosterías, un hotel, quince
100
cabañas, tres apart hotel y tres dormis.
AÑO

6 Un albergue turístico y quince


0 viviendas de alquiler turístico. 0
2008 2009 2010 2011 2012

92 | Migraciones en la Patagonia AÑO


Variación
Año
V.A. %
2008 + 86 -18,53
2009 + 48 + 8,73
2010 + 228 + 38,13
2011 - 44 - 5,33
2012 + 10 + 1,28

Fuente: Subsecretaría de Turismo de la provincia de Neuquén (2013)

Por otro lado, se presenta la variación en ascenso de manera continua que


han tenido las camas y los establecimientos habilitados en Villa Pehuenia en
los últimos cinco años. Esto representa un aumento considerable en mano de
obra para la construcción de nuevos alojamientos, así como para la atención en
el servicio turístico de pernocte.
En el trabajo se campo se observa que las tareas en alojamientos y en la
construcción no son resueltas por trabajadores y trabajadoras de la zona, sino
por migrantes. La migración hacia Villa Pehuenia tiene una composición he-
terogénea: algunos y algunas migrantes venden su fuerza de trabajo en forma
fluctuante y se consideran trabajadores temporarios que se insertan en dife-
rentes mercados de trabajo sin una residencia definitiva en la villa. Otros y
otras, en cambio, migran por una mejor calidad de vida, generalmente desde
grandes núcleos urbanos del país y optan por permanecer en forma definitiva.
Esta es una principal división de los migrantes que llegan a Villa Pehuenia, la
mayoría llega como mano de obra, sin embargo hay migrantes que eligen la
localidad para invertir y residir en forma permanente.
Se observó que en esta localidad aparecen nichos productivos en función de
la actividad central (turística) y actividades vinculadas, básicamente la cons-
trucción de hosterías y cabañas, como se mencionó anteriormente. La mano de
obra de este tipo de actividades está compuesta por sujetos migrantes de ori-
gen interno y limítrofe. En el caso de las migraciones limítrofes, predominan
personas de origen chileno y paraguayo. A pesar de que estas migraciones se
caracterizan por no estar programadas por el Estado, en este espacio el Estado
no es un actor ajeno a la dinámica del turismo, ya que es un agente central de
la actividad turística y de esta manera contribuye a la reconfiguración y expan-
sión del mercado de trabajo.
A continuación se presenta un cuadro que expone la cantidad de población
de países limítrofes en el departamento Aluminé (dentro del cual se localiza
Villa Pehuenia) diferenciada por cantidad de varones y mujeres.

Tendencias de la movilidad poblacional en... | 93


Tabla 3. Población nacida en el extranjero proveniente de países limítrofes
en el departamento Aluminé de la provincia de Neuquén

Población
Varones Mujeres TOTAL
Países limítrofes
Bolivia 6 4 10
Brasil 1 - 1
Chile 134 104 238
Paraguay 9 2 11
Uruguay 6 5 11
TOTAL 156 115 271

Fuente: elaboración propia en base al Censo Nacional de Población,


Hogares y Viviendas 2010, indec

En el departamento es notoria la cantidad de migrantes chilenos en el te-


rritorio en relación a otras nacionalidades, así como la importante cantidad de
mujeres chilenas. Posteriormente se ejemplificará con mayor detalle la pobla-
ción chilena y paraguaya en relación a la edad y el sexo.

Tabla 4. Población chilena y paraguaya por sexo y edad en el departamento


Aluminé en la provincia de Neuquén

Población por sexo y edad Varones Mujeres


Países limítrofes 0-14 15-64 65 y más 0-14 15-64 65 y más
Chile 3 117 14 8 79 17
Paraguay - 9 - - 2 -
TOTAL 3 126 14 8 81 17

Fuente: elaboración propia en base al Censo Nacional de Población,


Hogares y Viviendas 2010, indec

Particularmente, los migrantes chilenos tienen una histórica presencia


en la zona. La frontera argentino-chilena en la provincia de Neuquén ha sido
muy permeable en décadas anteriores, y este poblado, con un paso fronterizo
a 12 km, ha sido parte de un circuito para el ingreso de migrantes chilenos de
manera temporaria y permanente. En general, estos migrantes se han inser-
tado tempranamente en las actividades vinculadas al turismo en los puestos
más precarios, informales y menos visibles. Concretamente, tareas del servi-
cio turístico, como por ejemplo mucama, cocinera, mantenimiento de los hos-
pedajes e instalaciones han sido realizadas por hombres y mujeres chilenas.

94 | Migraciones en la Patagonia
En­el caso de la construcción, actividad donde trabajan predominantemente
hombres, se trata de migrantes que llegan solos o en duplas y que trabajan du-
rante la temporada de septiembre a abril (momento en que el clima posibilita
este trabajo). La tendencia observada es que se emplean durante la semana y
el fin de semana regresan a Chile. Centralmente provienen de localidades cer-
canas como Melipeuco, Cunco, Curacautín y Lonquimay, zona rural limítrofe
a la Argentina y, en algunos casos, de ciudades cercanas de mayor dimensión
como Villarrica y Pucón. Un grupo de ellos permanece durante la temporada.
Los migrantes paraguayos, en cambio, resultan un nuevo grupo que se ob-
serva en los últimos años, a partir de la expansión de la oferta de infraestructu-
ra de alojamiento y la necesidad de mano de obra para la construcción, llevada
a cabo por empresas constructoras.
Este mercado de trabajo vinculado directamente al crecimiento del turis-
mo presenta algunas particularidades en esta localidad. Las temperaturas y el
clima constituyen una limitante para un trabajo estable: los meses más cálidos
representan la temporada favorable para dicha actividad. El reclutamiento de
hombres de origen limítrofe es temporario y en algunos casos los circuitos la-
borales son Buenos Aires-Villa Pehuenia a partir de intermediarios regionales.
La llegada es individual con contactos previos con capataces o constructoras,
pero en la villa suelen residir en un mismo predio donde alquilan habitaciones
de manera grupal, para regresar a sus lugares de origen u otros destinos una
vez finalizadas las obras de construcción para las cuales los contrataron.
La caracterización de esta migración está atravesada por dinámicas parti-
culares orientadas por la expansión de la demanda laboral y los requerimien-
tos diferenciados de mano de obra en función de la consolidación de nichos
laborales atravesados por pertenencias étnico-nacionales, aspectos que serán
profundizados en próximos estudios.
Por su parte, los migrantes internos o nacionales también responden a
flujos poblacionales relativamente recientes: hay quienes inicialmente obtie-
nen trabajos temporarios para luego obtener empleos de mayor calificación y
continuidad que les permiten asentarse en la villa de manera permanente. A
diferencia de los migrantes limítrofes, llegan en familia o pareja.
En función de la calificación personal y épocas del año las actividades ro-
tan, desde mantenimiento y jardinería, hasta administración hotelera. Los
trabajadores y las trabajadoras argentinas suelen ocupar cargos en los que se
relacionan cara a cara con los y las turistas, en los que se requiere, según las
empresas de recursos humanos, «buena presencia». Por esto, los orígenes en
términos étnicos y nacionales definen posibilidades de circulación en el mer-
cado de trabajo y mayores proyecciones de movilidad social determinados por
el turismo y las exigencias simbólicas acerca de lo que se puede mostrar y no de
un destino turístico.
Los migrantes internos arriban desde ciudades de la provincia de Neuquén
(Zapala, San Martín de los Andes, Junín de los Andes) aledañas a Villa Pehue-
nia y Aluminé, así como también del Gran Buenos Aires, Capital Federal, Rosa-
rio (Santa Fe) y Posadas (Misiones).

Tendencias de la movilidad poblacional en... | 95


Movilidad y segmentación en el mercado de trabajo de Villa Pehuenia

La movilidad poblacional a partir de los mercados de trabajo turístico y de la


construcción en Villa Pehuenia está trazada por diferencias y desigualdades,
ya que refleja segmentaciones por el origen de los trabajadores y las trabajado-
ras. Al visibilizarse la movilidad poblacional, se evidencian las diferencias y las
desigualdades y con ellas el lugar étnico en el que son colocados los migrantes
en el mercado de trabajo.
La diversidad de origen de los actores sociales presentes en la actividad tu-
rística en Villa Pehuenia está marcada por la movilidad de población, especial-
mente la referida como migración laboral. Según Pedreño Cánovas (2005), los
flujos migratorios sólo pueden comprenderse en el marco de la fragmentación
de las sociedades capitalistas, en las que es cada vez más frecuente la presen-
cia de sectores subalternizados en los cuales la etnicidad se constituye en un
marcador de posibilidades y de posiciones en la distribución de recursos. Por
ello, las categorías migratorias no contienen a todos los sujetos de igual modo
en la circulación inter-fronteriza o dentro de un Estado nacional: los que re-
presentan al capital y los trabajadores tendrán destinos diferenciales (Pizarro,
2011). En palabras de Sassen «no es solo la transmigración de capital la que
tiene lugar en esta grilla global, sino también la de las personas, tanto ricas –la
nueva fuerza de trabajo profesional transnacional– como pobres –la mayoría
de trabajadores migrantes–» (2003, p. 31), tendencias que se reflejan en el es-
pacio estudiado.
La relación entre migración y mercado de trabajo se entreteje con un terri-
torio determinado y definido no sólo por políticas públicas, sino también a par-
tir de actores que interactúan de maneras diferenciales en la disputa de poder y
de los recursos disponibles. Por ello, la importancia de conocer y comprender la
construcción social del territorio como «la expresión de la sociedad y su trabajo
en un contexto determinado refleja usos, identidad, relaciones de poder, en el
que se inscriben objetos materiales e inmateriales ». El territorio es considerado
desde la geografía crítica como fuente de recursos al tiempo que es incorporado
a la lucha entre clases sociales y en la relación capital/trabajo, como producto de
la división territorial del trabajo (Radonich, Trpin et al. 2012, p. 239).
En Villa Pehuenia se observa una dinámica económica basada en el turis-
mo que conlleva la activación de la construcción. Tal como fue descripto, las
posibilidades de insertarse en dichas actividades no son ajenas a las disputas
territoriales de este espacio. Históricamente los pueblos originarios ocupa-
ron los puestos de empleo precarizados y de poca calificación y valoración;
y constituyen una novedad de los últimos años los emprendimientos turís-
ticos organizados y gestionados por las comunidades mapuches, sin que ello
modifique totalmente la amplia fragmentación social que, en los términos
señalados por Cánovas, se trasluce en una fragmentación étnica. Según este
investigador «la etnicidad […] se convierte en un instrumento de cierre de las
posibilidades de movilidad, y de segmentación de la fuerza de trabajo» (2011,
p. 10). Sin embargo, las opciones laborales gestadas como parte del turismo

96 | Migraciones en la Patagonia
con identidad7 y la expansión sin precedentes del turismo privado ya no ubica a
los miembros de las comunidades mapuches como la exclusiva mano de obra
precarizada del turismo y la construcción, sino que la demanda incorpora la
circulación de trabajadores y trabajadoras migrantes. Es decir que los trabajos
precarios no son realizados por indígenas solamente, y a esta situación se le
reconocen dos causas. En primer lugar se debe a que la actividad se expandió
y la demanda no logra satisfacerse con los nativos. Y en segundo lugar, los na-
tivos comenzaron a tener otras opciones laborales vinculadas a la autogestión
de emprendimientos turísticos.
En el mercado de trabajo de la actividad turística y de la construcción, los
grupos migrantes –internos y limítrofes– confluyen en el territorio estudiado y
complejizan las relaciones sociales preexistentes entre comunidades indígenas,
Estado y privados, definidas en términos étnicos. Nuevos grupos se insertan en
una trama de relaciones de poder y de disputas por la tierra en las que la activi-
dad se expande y ofrece trabajo a costa del avance sobre el territorio indígena. A
su vez, los migrantes expresan la desigual distribución social y espacial del capi-
tal y del trabajo, en tanto se presentan conflictividades sociales y espaciales. En
palabras de Courtis y Pacecca (2008), hay diferencias en la migración en función
de la situación del país de origen y de la accesibilidad a los mercados de trabajo.
La migración contemporánea –a partir de la idea de movimiento de flujos–
adopta formas: desde la migración de mano de obra en carácter de obreros/as,
pasando por especialistas calificados o inversores económicos de mediana y
gran escala. En Villa Pehuenia, los nuevos sujetos de origen limítrofe paraguayo
e interno resultan de migraciones recientes; mientras que la de origen chileno
es más antigua y arraigada, en relación a la cercanía de los pasos fronterizos y
la histórica relación de las poblaciones de un lado y otro de la cordillera. Tam-
bién se reconoce, retomando a Guarnizo (2010), un grupo de migrantes de tipo
empresarial, es decir, representa inversores en la localidad de origen argentino
que optaron por invertir y/o vivir en la villa o emprender la construcción de alo-
jamientos. Tales migraciones vinculadas a las inversiones de capital han sido
promovidas y alentadas por el Estado provincial.
Por su parte, las migraciones limítrofes se caracterizan por no estar planifi-
cadas por el Estado y por la búsqueda de nichos laborales considerados de poco
prestigio, colocándose en una situación subordinada en relación a migrantes
de otros orígenes. De igual manera, expresan Trpin y Vargas (2004) que las
relaciones sociales a partir del trabajo involucran una variedad de actores que
representa a diferentes sectores de diverso origen nacional. Tomando a Guar-
nizo se puede considerar que «el modo de incorporación específico que el mi-
grante experimenta está determinado por sus conexiones a las redes sociales
relacionadas con las migración, a sus características personales y recursos ma-
teriales y a la estructura de oportunidades» (2010, p. 56).
7 En estos términos es definido el turismo en los últimos años luego de debates y po-
sicionamientos respecto de la actividad. Las comunidades mapuches ubicadas en la
Cuencas Quillen, Ruca Choroy y Puel –asentadas en el actual Departamento Alumi-
né– consideran al turismo como la forma que éste adquiere en relación al resguardo
territorial.

Tendencias de la movilidad poblacional en... | 97


Reflexiones finales. Apertura de desafíos

El trabajo de campo realizado en Villa Pehuenia ha permitido indagar en la


dinámica y expansión del turismo, en los últimos años, promovido por el Es-
tado provincial e inversores privados en el marco de disputas territoriales con
comunidades mapuches. En la última década emergen como experiencias
novedosas, en la zona, la gestión de un parque de nieve (Batea Mahuida) y el
emprendimiento Kechulafken en territorio mapuche, bajo la premisa de cons-
trucción de un turismo con identidad.
En el abordaje de la actividad turística se visibilizó la presencia de pobla-
ción migrante que circula desde países limítrofes y de diferentes zonas de la
Argentina, al compás del crecimiento sostenido de la construcción de aloja-
mientos turísticos, lo cual genera demandas en ese sector y luego en tareas
de servicios, mantenimiento y atención de los hospedajes. La ampliación de
nichos laborales precarios y temporarios, antes cubiertos exclusivamente por
población mapuche, comienza a demandar mano de obra migrante.
La novedad de este proceso en la zona conlleva a una profundización e in-
dagación etnográfica de la configuración y complejidad de esos circuitos mi-
gratorios temporarios que involucran a mujeres y varones de Chile, Paraguay y
diferentes zonas de la Argentina. Las primeras observaciones permitieron, en
este trabajo, sostener algunas aproximaciones que habilitan desafíos de nue-
vas indagaciones.
En primer lugar se observa que los migrantes calificados como internos
–es decir, provenientes de distintas provincias de la Argentina– suelen ocupar
puestos laborales de mayor visibilidad y exposición del cuerpo en la relación
con los turistas: en los alojamientos son recepcionistas, promotores/as de des-
tinos turísticos y excursiones o administran hoteles u hosterías, mientras que
en los restaurantes son los o las chef reconocidos o valorados por su prestigio.
El turismo se muestra como una pieza con población nacional en un área de
frontera con Chile y de disputa territorial con mapuches, como un modo de
promocionarse en un territorio en el que el Estado ve la necesidad de reafir-
marse en términos nacionales. Es decir que el turismo funciona como una he-
rramienta que acentúa la consolidación del Estado-nación iniciada hace más
de un siglo en territorio patagónico.
Por otro lado, los trabajadores y las trabajadoras que realizan tareas des-
valorizadas, fluctuantes y precarizadas son migrantes chilenos y chilenas, pa-
raguayos o población mapuche. Los cuerpos que no se ven en la cocina, en la
limpieza, en el mantenimiento de los jardines o las instalaciones, circulan silen-
ciosamente y no se relacionan cara a cara con los y las turistas. Los trabajadores
y las trabajadoras migrantes limítrofes (sean chilenos o paraguayos) regresan
a sus lugares de origen, su escasa visibilidad a partir de la no permanencia en
la villa todo el año los sitúa en condiciones laborales de mayor vulnerabilidad,
dada la informalidad que predomina en este tipo de vínculos sin control del
Estado o de los sindicatos. En estos circuitos las posibilidades de movilidad so-
cial son estrechas, a diferencia de los migrantes nacionales que, al contar con

98 | Migraciones en la Patagonia
puestos laborales de mayor valoración y visibilidad, aspiran a asentarse en la
localidad y pueden proyectar cierta movilidad social.
La fragmentación y subalternización étnica tiene una larga historia en esta
zona desde el despojo territorial indígena, la privatización de la tierra pública
y la conformación de la nueva estructura de la tenencia. A las clasificaciones
sociales presentes en el territorio se suma, en la última década, la presencia re-
ciente de migrantes limítrofes integrados como mano de obra en los mercados
de trabajo descriptos. Según Bruno (2011), la estrechez sectorial en el acceso al
mercado de trabajo y la informalidad de las relaciones laborales se conciben
como plusvalía étnica: «Ese grado avanzado de extracción del plusvalor (lógi-
ca económica) se explica por la construcción de identidades (lógica cultural),
fusionándose ambas esferas analíticamente y expresadas empíricamente en
la noción de “etnización de las relaciones de producción”» (Halpern, en Bruno
2011, p. 3). En términos de Bruno, la asociación de la condición migratoria con
actividades de la construcción responde a construcciones de identidades vincu-
ladas a adscripciones étnicas y posicionamientos laborales subalternos.
En resumen, los procesos de formación de clase y etnicidad se cruzan en
el territorio y en la conformación de un sujeto. Se ponen en juego las corpo-
ralidades hegemónicas a la hora de seleccionar trabajadores y trabajadoras en
determinados puestos laborales vinculados al mercado turístico. Aquí emer-
gen criterios étnico-nacionales dominantes en área de frontera y de presencia
indígena, los cuales operan como clasificatorios de la mano de obra. Por su
parte, en la actividad de la construcción, los patrones de corporalidad que se
expresan se relacionan con marcas que dan cuenta de la fuerza y el sosteni-
miento del trabajo pesado. Tal como señala Gabriela Karasik en relación a los
trabajadores y las trabajadoras en Jujuy, «la segmentación laboral y el conjunto
de desplazamientos ligados a la pobreza […] se asocian con marcas ancladas en
la corporeidad que articulan orígenes socio-geográficos y formas culturales,
trayectorias y posiciones de clase» (2013, p. 251).
Consideramos que observar la presencia de los trabajadores y las trabaja-
doras migrantes en la dinámica del turismo y la construcción implica conti-
nuar profundizando la propia historicidad de las condiciones en las que los
trabajadores y las trabajadoras se insertan. Ser un trabajador de la construc-
ción o una trabajadora en un alojamiento turístico involucra establecer rela-
ciones sociales con la patronal, con otros trabajadores, con agentes estatales y
sindicales y con turistas. Dichas relaciones deben enmarcarse en las actuales
dinámicas de la actividad, al tiempo que observarse las experiencias y prácticas
que los trabajadores y las trabajadoras transitan como pertenecientes a una
clase social en diferentes momentos y espacios de su circulación migratoria.
En este sentido, para abordar la construcción de lo que implica ser un tra-
bajador o una trabajadora migrante como perteneciente a una clase, no pueden
desconocerse los aportes que E. P. Thompson (1979, 1989) realizó desde la his-
toria al desestructurar la categoría de clase y usarla en diálogo con la cultura.
Aunque las reflexiones de Thompson fueron realizadas para el siglo xix en In-
glaterra, no dejan de inspirar a las investigadoras que buscamos incorporar la
tensión entre las estructuras, la acción cotidiana de los sujetos y las experiencias.

Tendencias de la movilidad poblacional en... | 99


En este sentido, Claudia Fonseca sostiene que «colocar la experiencia en el meo-
llo de la teoría de la cultura es una manera de introducir no solamente carne y
hueso sino, también, conflicto, movimiento, ambivalencia dentro del análisis.
En suma: presentar diferencias sin reificarlas» (2005, p. 133).
Desde la antropología son varios los investigadores y las investigadoras
que rescatan el uso de la categoría clase social para pensarla en relación con
otras clasificaciones como género, étnica y generación (Grimson, 2004; Kara-
sik, 2013; Smith, 1984; Wallman, 1979). Esta perspectiva permite analizar cómo
se constituyen sistemas combinados que definen identidades y relaciones de
desigualdad enmarcados históricamente. Las clasificaciones no se conciben
como categorías per se, sino como punto de partida para rastrear «la mutabili-
dad de las estructuras ideológicas de dominación que se construyen a partir de
estas distinciones» (Briones, 1998, p. 41).
Los diálogos interdisciplinares abren así la posibilidad de observar la con-
formación de las clases desde la perspectiva etnográfica, atendiendo esa «sen-
suous human praxis, con sus luchas y contradicciones implícitas» (Fonseca,
2005, p. 133), involucrando la interlocución de una variedad de actores sociales.
Esta mirada en torno a, tanto lo que la gente hace para reproducir y confrontar
las relaciones sociales en las que se inserta como trabajadores y trabajadoras,
así como a las configuraciones de territorios definidos por la movilidad labo-
ral, permite indagar sobre las formas de movilidad, negociación y organiza-
ción que construyen los trabajadores y las trabajadoras, anclados en las parti-
cularidades que presenta la dinámica de la actividad turística en este territorio
de frontera y de presencia indígena.

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100 | Migraciones en la Patagonia


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Tendencias de la movilidad poblacional en... | 101


Mujeres centroamericanas en Bariloche. Recorridos
laborales, trayectorias migratorias y maternidad

Melisa Cabrapán Duarte (unrn-conicet)

Introducción
En este capítulo quiero presentar las experiencias de un grupo de mujeres pro-
venientes de Colombia, Venezuela y República Dominicana que viven y traba-
jan en San Carlos de Bariloche, haciendo énfasis en sus trayectorias migrato-
rias y en las formas de inserción laboral en el lugar de destino.1 La metodología
que utilicé responde a la perspectiva etnográfica que privilegia no sólo el uso
del método de trabajo de campo y de las técnicas propias como la observación
participante, entrevistas en profundidad, registros de interacciones y notas de
campo, sino también un enfoque que intenta dar cuenta de las perspectivas de
los actores en cuestión (Guber, 2011).
Mi objetivo es analizar el modo en que el tema de la maternidad fue apare-
ciendo en los discursos de las mujeres que entrevisté y cómo la categoría madre
expresó y asumió sentidos particulares al estar vinculada con la experiencia
migratoria y con la experiencia del trabajo sexual,2 tendiendo relaciones signi-
ficativas entre ambas. De esta manera, en determinados momentos, me refe-
riré a ellas como madres, poniendo el foco en esta autoadscripción, aunque a lo
largo del texto haré mayor o menor énfasis en su vínculo con otras categorías
como la de migrantes y trabajadoras sexuales, según el eje de análisis.
Organizaré el trabajo de la siguiente forma: en primer lugar, introduciré
cuáles son las discusiones actuales acerca de la migración femenina y cómo

1 Este trabajo se dio en el marco de la realización de mi tesina de licenciatura en Cien-


cias Antropológicas (Cabrapán Duarte, 2014) que consistió en conocer los sentidos y
subjetividades que se articulan en torno del trabajo sexual de migrantes centroame-
ricanas en un espacio particular, un edificio céntrico de la ciudad llamado Bariloche
Center. En esta ocasión no me centraré en este espacio y en sus significados, sino
en las experiencias de las interlocutoras.
2 Elijo utilizar el término de trabajo sexual en vez de prostitución por dos razones. En
primer lugar, dicha práctica aparece nombrada como trabajo por parte de las inter-
locutoras, lo cual lo hace un término nativo. En segundo lugar, el carácter aparente-
mente voluntario le asigna a la práctica y a sus ejecutoras una mayor agencia y de-
cisión y en ese sentido la distingue de la trata de personas con fines de explotación
sexual. Por otra parte, considero que referir a trabajo sexual y no a prostitución,
reposiciona la identificación de estas mujeres –por parte de otros– al no tratarlas
como prostitutas, calificativo que deviene de la acción de prostituir, cuyos sinóni-
mos son: corromper, pervertir o degradar, entre otros.

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 103


interviene el análisis del género en estos estudios. Luego, pretendo contextua-
lizar los flujos migratorios centroamericanos en el país y en la ciudad, a partir
del uso de datos demográficos y estadísticos de distintas fuentes. Luego, me
centraré en los relatos de las interlocutoras para interpretar sus experiencias
migratorias y laborales, y el modo en el que el aspecto de la maternidad apare-
ce en sus discursos, en la toma de decisiones, y en el desenvolvimiento de sus
prácticas. Por último, analizaré cómo el mercado sexual puede configurarse
como un lugar y trabajo disponible para las centroamericanas.

Migración femenina: ¿vulnerabilidad o empoderamiento?

Cuando nos referimos a las mujeres migrantes se nos hace indispensable traer
a la discusión la perspectiva de género, no tanto porque consideramos a las
mujeres como uno de nuestros actores fundamentales sino, particularmente,
porque los procesos migratorios en los cuales están inmersas están atravesa-
dos por relaciones de poder donde la variable de género se resignifica y tam-
bién la subjetividad de la mujer migrante.
Landry (2012) señala que la carencia de estudios en Latinoamérica que in-
cluyan en el análisis al género, contribuye a la invisibilización de la migración
femenina y, en este sentido, la autora aboga por un enfoque y un compromiso
verdadero que visibilice, disminuya la vulnerabilidad y la discriminación de la
mujer migrante y contribuya al desarrollo de políticas públicas para la defensa
de sus derechos. En este marco, nos encontramos con dos enfoques sobre la
migración femenina. Si bien ambos se articulan con los estudios de género,
poseen perspectivas distintas.
Una es la perspectiva victimista o de la vulnerabilidad que tiende «a ver a los
hombres como viajeros y aventureros que se mueven por iniciativa propia y a las
mujeres como estáticas y ligadas al hogar que sólo abandonan en condiciones
extremas» (Juliano, 2012, p. 530). Juliano expresa que es necesario romper con
el prejuicio que subraya sistemáticamente la explotación y el engaño más que
las estrategias que las mujeres son capaces de desenvolver como gestoras de sus
propios proyectos migratorios. Por ejemplo, desde el discurso de distintos or-
ganismos o espacios de encuentro tanto regionales como internacionales que
tratan diversos aspectos de la temática de la migración, como la Organización
Internacional para las Migraciones, la Organización de Naciones Unidas, la Con-
ferencia Sudamericana de Migraciones o el Encuentro Iberoamericano sobre
Migración y Desarrollo, entre otros, las mujeres migrantes son concebidas y tra-
tadas como grupos vulnerables (Magliano y Romano, 2011). A su vez, las autoras
observan cómo a la par del discurso de la vulnerabilidad, se expresa un discurso
del desarrollo: «[que se basa] fundamentalmente en una lógica costo-beneficio
[y] que enfatiza las ventajas que posee la migración femenina en términos de
contribución al desarrollo para los países de origen y destino, asociado principal-
mente a la cuestión de las remesas» (2011, p. 50).
Así, el discurso desarrollista también da lugar a una segunda perspectiva
que difunde la posibilidad de empoderamiento de las migrantes, no sólo en un

104 | Migraciones en la Patagonia


nivel económico, sino en términos de prácticas y roles de género, donde la expe-
riencia migratoria de las mujeres permite disputar las desigualdades existen-
tes. Pero Magliano y Romano analizan cómo esta concepción de la agencia que
puede llegar a adquirir el grupo femenino, está impregnada de una visión et-
nocéntrica y colonialista que supone que los flujos migratorios hacia los países
centrales –desde los periféricos– permitirían lograr autonomía e independen-
cia respecto del lugar de origen tradicional, atrasado y patriarcal, legitimando
y reproduciendo así una estructura de poder claramente demarcada entre el
centro y la periferia, entre los países desarrollados y los no desarrollados, y en-
tre el Norte y el Sur. En este sentido, opera y se reproduce una ideología que
oculta procesos de explotación, de exclusión y de dominación de las migrantes
en destino basados en diferencias étnicas, de clase y también de género.
De todos modos, más allá de la crítica, Magliano (2012) sostiene que la in-
fluencia de los estudios de género en las investigaciones sobre procesos mi-
gratorios ha permitido resignificar el papel de la mujer, discutiendo su «pa-
sividad» y «dependencia» (en tanto «acompañante del hombre/marido» o en
su condición de «madre»). Le ha otorgado a la mujer migrante un peso fun-
damental, no meramente por la multiplicación de emigraciones de mujeres
(solas o acompañadas por sus hijos) o por el aumento de la participación feme-
nina en estos procesos, sino también por la importancia de su rol dentro del
grupo familiar en el lugar de destino como, por ejemplo, en el desarrollo de la
economía doméstica.
Así, observamos que se presentan visiones polarizadas respecto de la vul-
nerabilidad o del empoderamiento de las mujeres migrantes o de la mayor o
menor autonomía de las mujeres que emprenden sus proyectos migratorios.
La opción que propongo en este análisis es la de buscar los matices que permi-
tan mediar entre extremos postulados como antagónicos para, de esta mane-
ra, comprender mejor las experiencias de estas mujeres.

A modo de contextualización: la migración centroamericana


en la Argentina y Bariloche
El último censo poblacional muestra que la población de Bariloche nacida en
el «Resto de América», de «Países no limítrofes», donde podríamos ubicar a
las nacionalidades colombiana, venezolana y dominicana, pero no exclusiva-
mente a éstas, es de 613 personas. Por su parte, las estadísticas de la Dirección
Nacional de Migraciones nos ofrecen un ranking de radicaciones permanen-
tes en la Argentina, resueltas por nacionalidad, en el período 2004-2012, pero
donde no hay distinción y especificación por provincia o región, por lo que no
podemos conocer el impacto de esta migración en la ciudad.
Sin embargo, podemos observar en estos cuadros un aumento progresi-
vo en las radicaciones de migrantes centroamericanos,3 principalmente de
colombianos y venezolanos y, en menor dimensión, de dominicanos, a nivel

3 Utilizo el masculino como convención, pero refiere a hombres y mujeres.

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 105


nacional. Cabe decir que, según esta misma fuente, el porcentaje de incremen-
to de radicaciones de la migración colombiana le sigue al incremento de radi-
caciones de paraguayos, bolivianos y peruanos, lo que da cuenta de la política
migratoria que tiene la Argentina con los países que forman parte del Merca-
do Común del Sur (mercosur) (como Venezuela) o con los que son Estados
asociados al bloque regional (como Colombia). Los migrantes de estos países
tienen beneficios sólo por su origen nacional para obtener la residencia tempo-
raria de dos años, prorrogable y con entradas y salidas múltiples.
La situación de los migrantes dominicanos es distinta. Si bien se aprecia
también un incremento en las radicaciones de esta población en la Argentina,
el porcentaje es muy bajo, y quizás podemos entender que se debe a las exi-
gencias que presentan este tipo de trámites. Tal como se aprecia en la nueva
ley 25871 de Migraciones, las categorías a partir de las cuales puede efectuarse
la admisión de cualquier migrante al país presentan mayores exigencias para
este grupo. Para obtener la residencia permanente, la admisión se basa en:
a. ser cónyuge, progenitor o hijo de argentino nativo, naturalizado o por
opción;
b. ser cónyuge, progenitor, hijo soltero menor de 18 años no emancipado o
mayor con capacidad diferente, de un residente permanente;
c. tener arraigo por haber gozado de residencia temporaria por dos años
continuos o más, si fuere nacional de los países mercosur o Estados
asociados y tres años continuos o más, en los demás casos;
d. haberse desempeñado como funcionario diplomático, consular o de or-
ganismos internacionales, o
e. tener la condición de refugiado o asilado.
Otra opción es tramitar la residencia temporaria, la cual requiere, como ca-
tegoría más destacada, ser trabajador migrante. Para esto, debe acreditarse que
el migrante ingresa al país para ejercer alguna actividad lícita, remunerada,
con autorización para permanecer en el país por un máximo de tres años, pro-
rrogables, con entradas y salidas múltiples y con un permiso para trabajar bajo
relación de dependencia. También se le otorga esta residencia a migrantes del
mercosur o de Estados asociados, beneficio que no posee la población domi-
nicana. Por último, la categoría más común a partir de la cual pueden obtener
los migrantes la residencia transitoria es en calidad de turistas y con un plazo
de permanencia de hasta tres meses (dnm, 2010).
A nivel local también se refleja un incremento en las radicaciones de cen-
troamericanos. El período inter-censo 2001-2010 exhibe un incremento de
personas nacidas en países limítrofes (Chile, Paraguay, Bolivia y Brasil), pero
también la presencia de peruanos, colombianos y venezolanos; se destaca que
la composición migratoria de la ciudad ha cambiado (Matossian, 2013). Por
otro lado, los registros de la delegación Bariloche de la dnm sobre radicaciones
de los últimos cuatro años en su área de jurisdicción4 señalan un total de 3269
radicaciones temporarias y permanentes de migrantes latinoamericanos.

4 El área de jurisdicción de la delegación Bariloche comprende las ciudades de San Mar-


tín de los Andes, Junín de los Andes, Villa La Angostura, Bariloche, El Bolsón y Esquel.

106 | Migraciones en la Patagonia


Cuadro 1. Población latinoamericana por país de nacimiento.
Área de jurisdicción de la delegación Bariloche de la dnm, 2009-2014
1.200
1.000
800
600
400
200 Número de radicaciones
0

Fuente: elaboración personal sobre la base de datos de la delegación Bariloche, dnm

Podemos observar que las personas nacidas en Chile (32○%), Paraguay


(22○%) y Bolivia (19○%), representan la mayor cantidad de radicaciones en la
zona, mientras que radicaciones de colombianos (7○%), uruguayos (4○%), brasi-
leños (4○%), dominicanos (3○%), peruanos (3○%) y venezolanos (2 %), le siguen en
número a éstas. Por último, la categoría «otros países» (4○%) refiere al conjun-
to representado por migrantes de Cuba, México, Ecuador, Guatemala, Costa
Rica, Honduras, Nicaragua, Haití y Puerto Rico. De esta manera, la presencia
de migrantes centroamericanos en la región es visible.
En cuanto a la distinción entre sexo de la población migrante centroameri-
cana en la Argentina, el banco de datos del Centro Latinoamericano y Caribeño
de Demografía (celade) nos brinda cuadros de la población colombiana y vene-
zolana en la Argentina, a partir del censo realizado en el 2001, según sexo y gru-
pos de edad. En ellos observamos que la cantidad de mujeres de ambos grupos
supera la cantidad de hombres. Esta diferencia se acentúa a partir del rango de
edad 20-24, dándose una mayor concentración de mujeres, respecto de hom-
bres, entre los 20 y 55 años. Por ejemplo, el número de hombres colombianos
de entre 25 y 29 años de edad es de 158, mientras que el de mujeres es de 227.
En el caso de los migrantes venezolanos de entre 25 y 29, las diferencias no son
grandes entre la cantidad de hombres y mujeres pero sí empiezan a visualizarse
a partir de los 30 años de edad.
Por su parte, el documento de la dnm, «Estadística de radicaciones resuel-
tas (permanentes y temporarias) por nacionalidad Período 2004-2011», destaca
como dato relevante en las radicaciones de dominicanos que el 78 % del total es
de sexo femenino. A nivel regional, también observamos estadísticamente una
feminización de la migración centroamericana. Por ejemplo, del total de radica-
ciones de personas nacidas en Colombia, el 69○% está representado por mujeres,

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 107


mientras que este porcentaje asciende al 86 % en las radicaciones de migrantes
dominicanos. En el caso de Venezuela, el porcentaje de mujeres respecto del de
hombres parece equipararse.5
Lejos de pretender generalizaciones sobre la migración centroamericana
con estas cifras demográficas, intento mostrar que la presencia femenina ca-
racteriza a estos flujos migratorios en la Argentina y a nivel local. Una informa-
ción cuantitativa más acabada sería de suma utilidad para conocer con mayor
exactitud su dimensión, tanto en la Argentina como en la región. De todas ma-
neras, en función de los intereses puntuales de este trabajo basta decir que esta
migración se ha hecho visible en los últimos años en Bariloche, mostrando una
predominancia de mujeres y acompañando claramente una mayor visibilidad
en todo el país como consecuencia de un incremento poblacional real.

Experiencias en primera persona: la migración y el trabajo sexual

En este apartado voy a trabajar con los relatos de dos mujeres migrantes cen-
troamericanas. Cabe decir que concibo los relatos como construcciones que le
dan forma a lo vivido y, en este sentido, «no remite[n] exclusivamente al indivi-
duo sino también a formas sociales, históricas, genéricas, de organización y de
expresión de lo individual, pero también a dimensiones subjetivas» (Chirico,
1992, p. 20). Así, el relato se constituye como una herramienta o recurso para
explorar y comprender los sentidos y representaciones que los sujetos les atri-
buyen a acciones, acontecimientos o procesos.
La selección de dos historias se debe, en primer lugar, a que ambas inter-
locutoras accedieron a que pudiera grabar las entrevistas,6 lo que me permite
traer su propia voz a este texto. Por otro lado, sus experiencias resultaron sig-
nificativas ya que las dos son madres que han dejado a sus hijos en sus países
de origen y ambas trabajan en el comercio sexual. Lejos de considerar sus re-
latos como representativos de todas las migrantes centroamericanas que se
dedican al trabajo sexual, creo que estas dos historias permiten recoger sub-
jetividades que pueden ser compartidas por otras mujeres. Como sostiene Fe-
rrarotti, el problema de la representatividad y del número tiene poco sentido
ya que «nuestro sistema social está todo entero en cada uno de nuestros actos,
en cada uno de nuestros sueños, delirios, obras, comportamientos. Y la histo-
ria de este sistema está toda entera en la historia de nuestra vida individual»
(Ferraroti citado en Reséndiz García, 2001, p. 144).

5 Fuente: elaboración personal sobre la base de datos de la delegación Bariloche, dnm.


6 Quiero destacar la dificultad de entrevistar a las migrantes, más aún si practican el
trabajo sexual, y de grabar las conversaciones. En mi experiencia de campo, recibí
más rechazos de las mujeres dominicanas que de migrantes de otros países. Posi-
blemente se deba a la mayor dificultad que encuentran para obtener la residencia
permanente e insertarse laboralmente, a diferencia de las colombianas o las vene-
zolanas que poseen mayores beneficios en términos migratorios.

108 | Migraciones en la Patagonia


Dos madres, dos historias

La primera de las entrevistadas es Ana. Es venezolana, de Caracas, y llegó a la


Argentina y a Bariloche hace seis años y hace cinco que vive y trabaja en el edifi-
cio. Su primer destino migratorio fue Chile, pero cuenta que no le gustó porque
la policía persigue mucho a las trabajadoras sexuales. Tiene tres hijos que que-
daron a cargo de su madre en Venezuela. El mayor tiene 24 años y lo tuvo a los 15
años. Los otros dos, una mujer y un varón, tienen 22 y 11 años, respectivamente.
La segunda es Lucía. Tiene 29 años y llegó a Bariloche hace cuatro años,
directo desde Cali, Colombia. Dejó a su hijo de nueve años a cargo de la familia
del padre inicialmente, pero, al momento de entrevistarla, el niño se encontra-
ba al cuidado de su hermana. Emprendió su viaje con una amiga de la infancia
y cuando le pregunté qué la motivó a venir, me contestó:

porque yo estaba con mi esposo, viste, y las cosas estaban mal. Yo tengo un
hijo. Y estaban mal, estaban mal y, bueno, él no quería cambiar las cosas que
él hacía. Y bueno, hasta que yo me cansé y, bueno, y dije… Y ya no daba más
y para dejarme de él, porque nos dejábamos y volvíamos, nos dejábamos y
volvíamos. Entonces, para que la cosa es parida aquí, me voy. Y yo, como las
chicas estaban por acá, me voy, las cosas están así, así, yo me quiero ir […]. Y
por qué me vine, porque, bueno, porque el alquiler en Colombia se lo come
mucho a uno, viste. Y cuando uno no tiene un papá, no tiene una mamá, no
tiene quién lo apoye a uno, bueno, uno tiene que salir a la aguerrida, porque
a morir de hambre no. (Lucía, 2013)

Ana, en cambio, llegó a la ciudad sola. Expresa que siempre fue indepen-
diente, y que buscando en internet surgió la posibilidad de venir a trabajar acá.
Cuando hablábamos de los motivos de la migración, me contaba:

no es por el dinero directamente, es porque tu hija pudo ir a la universidad,


aunque le faltó un año para terminar, ¡es un desastre ecológico mis hijos!
Pero bueno, mi hijo pudo estudiar, mi hijo más chico va al colegio, tiene su
transporte, viste bien […] Yo me puedo comer acá con mis amigas un buen
asado, un plato de comida y yo sé que mis hijos tienen un mejor plato de
comida. Todo pasa por la salud, por la educación, por todo, por vestirte, por
todo. Acá podés hallar la diferencia a cambio del sacrificio de no estar con
ellos. (Ana, 2013)

Ana y Lucía expresaron ser el principal sostén económico de sus familias,


ser «madre y padre de sus hijos». No sólo durante la experiencia migratoria,
sino también previamente. De hecho, continúan manteniendo económica-
mente a la unidad doméstica de origen o colaborando en forma significativa
en su manutención a la distancia. Como veíamos, ambas expresaron haber mi-
grado sin sus hijos, dejándolos al cuidado de un pariente próximo. A eso agre-
garon que sólo durante algún período los hijos quedaron a cargo de sus respec-
tivos padres, en ambos casos exparejas de las migrantes, aunque finalmente

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 109


otro familiar cercano se ocupó de ellos. La percepción de que sus países o luga-
res de origen no les brindaron ni les brindan las posibilidades suficientes para
ocupar ese rol de madre y padre, satisfactoriamente, es compartida.
La migración, además, parece ofrecerles una mayor autonomía que asume
un sentido específico cuando el aumento en sus ingresos posibilita el envío de
remesas y se traduce en la oportunidad de darles mejores condiciones de vida
a sus hijos, quizás mejores que las que ellas tuvieron a lo largo de sus trayec-
torias. Pero el aumento de poder económico de estas migrantes, que significa
poder garantizar la satisfacción de distintas necesidades (las propias y las de
sus hijos), también implica y exige el sacrificio de estar lejos de ellos y de ser, de
alguna forma, madres a distancia. En este sentido, Lucía dice:

La mayoría que viene por acá es porque necesitan algo, que no están bien,
porque si uno está bien económicamente uno pa’ qué va a venir por acá, vio.
Porque algunas, porque bueno, a veces es mejor quedarse en su casa con un
trabajo, con sus hijos, y todo, que venir a esta vida, salir de su país. Por qué,
porque uno se pierde muchas cosas, de su hijo, de la niñez de su hijo, todas
esas cosas se pierde uno, y que a veces ellos le dicen, cuando uno lo regaña,
y dicen: «Qué, qué me venís a decir algo vos», o «a mí no me regañes ningu-
na cosa, porque vos no sos mi mamá, vos nunca estuviste aquí conmigo»,
todas esas cosas, viste.

Así, la maternidad asume formas específicas al estar mediada por la ex-


periencia migratoria, que, en algún punto, reconfigura y transforma las rela-
ciones madre-hijo que se tenían en el país de origen. Si antes el cuidado de
los hijos era una constante para las migrantes y la interacción cara a cara con
ellos formaba parte de su cotidiano, como cuentan, hoy, a miles de kilómetros
de distancia, verse una vez por año y comunicarse con sus hijos, constituyen
eventos muy esperados por ellas. Las migrantes expresan que los reclamos de
los hijos hacia ellas por su ausencia física en el hogar son frecuentes, aunque
ellas dicen estar en constante comunicación con ellos y al tanto de todo lo que
sucede a diario. Observo el compromiso afectivo que Lucía tiene con su hijo
cuando, con ojos lagrimosos, expresa: «Me hace una falta pa’ dormir, pa’ co-
mer, pa’ levantarlo por la mañana, llevarlo a su colegio, pa’ estar con él, pa’ pe-
lear con él… [risas]. Ay, porque ese es más tremendo, tremendo».
Ella le promete a su niño que va a volver pronto y que «si dios quiere» ya
van a estar juntos. Que si vuelve a viajar lo llevará con ella, que no lo dejará
más. Y también quiere que su hijo entienda que por él está en la Argentina,
aunque el niño insiste en que él no la mandó a venir para acá y le pide constan-
temente que regrese de una vez por todas. Cuando la conocí a Ana, también
estaba triste por sus hijos y expresó las ganas que tenía de volver a Venezuela.
Su hija estaba desempleada y no tenía interés en conseguir trabajo. Ana creía
que el motivo era que ella la consentía mucho porque era su única hija mujer.
También se había enterado hacía un par de meses que su hijo mayor «había
caído en las drogas» y esto la tenía muy preocupada, más aun estando lejos, sin
poder hacer nada.

110 | Migraciones en la Patagonia


En los relatos, tanto de Lucía como de Ana, estaba presente el deseo de traer
a sus hijos a Bariloche o, en caso de realizar una nueva migración, llevárselos
con ellas. La situación de Ana era más complicada por la edad de sus hijos y por
la resistencia por parte de ellos a dejar su lugar de nacimiento y sus afectos. A
Lucía, en cambio, no se le presentaban mayores dificultades debido a la corta
edad de su hijo. Ella pretendía, en el momento en que la entrevisté, lograr una
situación estable en destino, no sólo socioeconómica, sino también conyugal y
sentimental, para que eso posibilitara traer al niño. Proyectaba ir a buscar a su
hijo, pero el plan original fracasó cuando su pareja falleció unos meses antes
de que yo la conociera.
Las lecturas acerca de la maternidad que enuncian que el ideal materno se
encuentra subordinado a la clase social y a los permisos y necesidades que el
estrato socioeconómico otorga (Badinter, 1981) se corresponden con la vida de
las migrantes que dejan a sus hijos en el lugar de origen convencidas de que
eso es lo que deben hacer para lograr una mejor calidad de vida para la familia.
En este sentido, el estereotipo y mandato de que una buena madre es quien
se hace cargo de forma directa de todos los cuidados y necesidades del niño,
entre ellos: la alimentación, la higiene y la salud, la educación, la compañía y el
afecto, no se ajusta a las circunstancias de estas madres. Como sostienen Clau-
dia Pedone y Sandra Gil Araujo (2008), la maternidad de las mujeres migrantes
se convierte en una maternidad trasnacional que implica nuevos espacios de cui-
dado en el lugar de origen y, por sobre todo, estrategias para sostener el vínculo
en un contexto donde las relaciones madre-hijo se resignifican como producto
de los desiguales accesos enmarcados, a su vez, en un mundo globalizado que
ofrece o impone determinadas movilidades.7

Las formas de inserción en el trabajo sexual

Como narra Lucía, su impulso de emigrar no estuvo acompañado por una de-
cisión premeditada de convertirse en trabajadora sexual en el lugar de destino,
sino que surgió en la ciudad receptora:

La mayoría cuando vienen saben. Bueno, yo no sabía, yo nunca había traba-


jado en esto. A lo primero me costó. «Uy qué vergüenza dios mío», y «no, yo
me quiero ir, me quiero ir», yo decía «me quiero ir para mi casa, no, yo no
soy capaz» […] Y bueno, yo a lo primero no trabajaba, porque me daba ver-
güenza, y yo al ver que mis amigas subían con su plata, subían contentas y
todo, y yo nada, yo nada. Y me puse las pilas, me tengo que poner a trabajar,

7 El artículo de Magalí Gaudio (2012) sobre la migración femenina paraguaya en el


Área Metropolitana de Buenos Aires nos aporta un panorama claro de las formas
que desenvuelven estas mujeres para vincularse y re-vincularse con sus hijos que,
en la mayoría de los casos, son dejados a cargo de un familiar en el país de origen.
Esta situación hace, además, que se tiendan lazos de reciprocidad y que surjan dis-
tintas obligaciones y conflictos entre las madres y los cuidadores.

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 111


y encima que yo tengo la deuda, cuando uno deja la deuda que le emprestan
a uno, vio, la plata para uno llegar hasta acá.

En este sentido, cuando Lucía me habló de una deuda le pregunté de dónde


provenían esos préstamos en general. Me contó que pueden ser de algún fami-
liar o de amigos, o quizás de un prestamista privado que «no le pregunta a uno
en qué va a usar la plata». Ella particularmente ya había saldado ese préstamo
inicial para migrar y contaba que su deuda actual era la que tenía por la cons-
trucción de su casa y por ese motivo estaba apurada para pagarla ya que eso
posibilitaría su regreso y reencuentro con su hijo.
Como sostiene Laura Oso Casas (2003), el endeudamiento suele producirse
para reunir el monto de dinero necesario para realizar el viaje, que puede ob-
tenerse tanto de algún familiar, de amistades, o de agencias privadas. Este es
uno de los primeros procedimientos para iniciar el plan migratorio, según la
autora. Sin embargo, el préstamo también forma parte del modus operandi del
reclutamiento de víctimas de tráfico y trata de personas.
El estudio realizado por la Organización Internacional para las Migraciones
sobre la migración, la prostitución y la trata de mujeres dominicanas en la Ar-
gentina (oim, 2003) expresa que es el reclutador (que puede ser hombre o mujer)
quien se encarga de convencer a las mujeres de las ventajas de migrar (como la
de tener sueldos en dólares y la seguridad de conseguir trabajo) y el que realiza
el contacto con el prestamista para solventar los gastos. Estos pueden ser en
pasajes, papeles (carta de invitación, por ejemplo), alojamiento y comida para
un mes. El reclutador también es quien ayuda a la migrante a insertarse laboral-
mente en el lugar de destino ya que posee los contactos. La investigación expre-
sa que es común que las mujeres hipotequen algún bien mueble para la obten-
ción del préstamo como una garantía y, en ese sentido, la presión de la deuda se
vuelve mayor ya que en la casa permanecen los hijos y/o familiares cercanos, y la
pérdida de la vivienda se convierte en una posibilidad ante el no pago.
Ninguna de estas situaciones han comentado las interlocutoras para em-
prender su migración. No han mencionado la figura de un reclutador, sino el
contacto de alguna amiga o familiar que ya residía previamente en la Argen-
tina y, específicamente, en Bariloche; exhibiéndose así un proceso de una ca-
dena migratoria.8 Tampoco han hablado de un préstamo con el que se hayan

8 Pedone define cadena migratoria como «la transferencia de información y apoyos


materiales que familiares, amigos o paisanos ofrecen a los potenciales migrantes
para decidir, o eventualmente, concretar su viaje. Las cadenas facilitan el proceso de
salida y llegada, pueden financiar en parte el viaje, gestionar documentación o em-
pleo y conseguir vivienda […].También en ellas se produce un intercambio de infor-
mación sobre los aspectos económicos, sociales y políticos de la sociedad de llegada».
A su vez, las cadenas migratorias forman parte de las redes migratorias, que están
más extendidas, afianzadas y desarrollan dinámicas propias sujetas a contextos polí-
ticos, económicos y sociales locales y/o globales (2002, p. 4). Por otra parte, la autora
sostiene que abordar el fenómeno de las migraciones internacionales en la actualidad
desde la perspectiva analítica de las cadenas y redes migratorias permite recuperar la
experiencia vivida por los sujetos sociales.

112 | Migraciones en la Patagonia


sentido estafadas o víctimas, sino que el endeudamiento inicial era un paso
necesario para poder viajar y algo que ya habían saldado durante los primeros
meses de trabajo.
Resulta complejo conocer con claridad estos mecanismos y las experien-
cias concretas de Ana, Lucía y de otras centroamericanas entrevistadas ya que
considero que, por un lado, la investigación encuentra límites en el acceso a la
cotidianeidad de las chicas o a su vida privada y, por otro, son sus narrativas las
que relatan sus trayectorias. De este modo, los análisis que realizo parten de oír
sus discursos y de interpretarlos. Pero lo cierto es que las entrevistas no expre-
san situaciones de fraude o engaño como las que se dan con el tráfico y la trata
de personas. Por ejemplo, en el caso de Ana, a diferencia de Lucía, sabía a lo que
venía, tenía claro qué tipo de trabajo realizaría. En relación a esto, me contaba
la anécdota de una chica colombiana que lloraba y decía que la habían traído
engañada. A ella, esta situación le causaba gracia y le parecía absurda:

me vas a decir que vas a un país ajeno y uno va a las que sea. Si me tocó esto
lo hago, si no te gusta me regreso, pego la vuelta. Los primeros días tengo el
pasaje de regreso, y allá pagas la deuda. De todas maneras se paga, pero no
vas a hacer algo que no te guste. (Ana)

Así, su percepción era que nadie está obligado a nada y que si una persona
no se siente cómoda con practicar el trabajo sexual, tiene la opción de no hacer-
lo. Cuenta que en los años que lleva en la actividad viviendo en Bariloche y en
el edificio, jamás vio o escuchó que hubiera chicas trabajando en contra de su
voluntad y estaba convencida de que todas tenían autonomía para continuar
con el trabajo sexual o dejarlo. Sin embargo, la referencia a la chica angustiada
expresa otro modo de experimentar la prostitución al resistirse a realizarla por
haber sido –supuestamente– engañada. Nuevamente, estas historias forman
parte del relato de Ana y es su subjetividad la que actúa como óptica para con-
tarnos el mundo de las migrantes que se dedican al trabajo sexual.
Por su parte, Lucía también se consideraba libre de hacer lo que quisiera,
elegir trabajar o no hacerlo, irse o quedarse. Decía que se manejaba sola, que
«nadie lo controla a uno porque ni en el boliche [cabaret] lo controlan a uno,
nadie, nadie. Uno hace lo que le da su gana». De esta manera, conversamos so-
bre la trata de mujeres con fines de explotación sexual, y opinaba lo siguiente:

eso, por eso es una de las partes que yo no he salido de acá, de Bariloche,
porque mis amigas, yo he escuchado que en otras partes hacen eso, viste,
hacen eso. Pero acá en Bariloche, viste que acá no se escucha hablar de esas
cosas, acá no. Yo he escuchado conversas, sí, viste que dicen que hay per-
sonas que hacen esas cosas, por eso es que me da miedo salir. Te imaginas
que venga un fiolo a ponerlo a que trabaje, uno teniendo que mantener su
trabajo, manteniendo uno a otro hombre acá. Es para que no, ¡no! No, yo
no, ojalá nunca me pase una cosa de esas. (Lucía)

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 113


Mi curiosidad estaba en qué precauciones tomaban para evitar una situa-
ción así al llegar a un lugar desconocido. Lucía me contaba que ella analiza bien
los lugares a los que llega, puede darse cuenta rápido si hay «gente pesada» o
no. Por otro lado, si decide irse a otra parte, avisa a un familiar de confianza y
da toda la información para que no surjan inconvenientes o para prevenir ese
tipo de problemas.

Sentidos y motivaciones

Cuando conversaba con Lucía sobre qué era lo que la motivaba a migrar y, de
alguna forma, trabajar en el comercio sexual, decía: «si yo no tuviera hijos, yo
no estuviera por acá, yo estuviera en mi Colombia, viviendo mi vida, viste. Dis-
frutando. Pero no, cuando uno tiene un hijo, ya no, ya es diferente la cosa».
Su percepción y conocimiento sobre otras compañeras migrantes es que: «la
mayoría tiene [hijos]. Y se vienen acá por el trabajo, no es porque quieren venir,
ni a coger. Porque uno para coger, coge en su país [risas de las dos]».
Así, los hijos y el mandato de madre volvían a aparecer en sus discursos.
Directa o indirectamente se convertían en la causa y justificación de sus deci-
siones. Pero lo que empecé a notar es que la opción de insertarse en el negocio
sexual no era una práctica que valoraran positivamente. Tampoco era algo que
pretendieran hacer para siempre y en cualquier lugar. Más bien proyectaban
este trabajo a corto plazo o el tiempo necesario para cumplir con un objetivo
específico. En el caso de Lucía, ella manifestó el deseo de que la realización del
trabajo sexual fuera temporal y, de alguna manera, esto expresaba lo que éste
significa para ella:

La deuda que tengo ahora es la de mi casa, que si dios quiere terminaré de


pagarla. Así me voy para mi casa, si dios quiere, me permite. Quisiera, quie-
ra que bueno, le pido mucho a dios que me ayude para yo salir de esta vida,
esto no es vida igual. ¡Ay no! Esto no es vida, esto no es vida. Hay gente que
dice que esta es la vida más fácil, pero ah, es la más dura.

Por otro lado, que el trabajo sexual fuera desarrollado por las migrantes
lejos de su lugar de origen no era un detalle menor. Esto refería nuevos senti-
dos. Cuando le pregunté a Lucía si cuando regresara a su país trabajaría en el
trabajo sexual, ella exclamó firmemente que no, que volvería a los servicios do-
mésticos, a trabajar a las casas de familia como lo hacía antes pero una vez que
hubiera conseguido tener una casa propia donde vivir sin que nadie pudiera
sacarla. Por su parte, Ana decía: «allá yo no trabajaba en lo mismo, allá tenía un
trabajo decente, por el tema de la familia, los hijos y eso».
Su madre y su hermano sabían en qué consistía su trabajo en la Argentina.
Pero, según ella, sus hijos no, ellos nunca le habían preguntado lo que hacía en
destino. La respuesta que me dio la sorprendió a ella misma e hizo que se que-
dara pensando en el tema. Se hizo un silencio en nuestra conversación y luego,

114 | Migraciones en la Patagonia


riéndose, expresó que sus hijos tampoco estaban esperándola a ella, sino que
estaban esperando que les mandara plata.
De esta forma, la migración o el dejar el país de origen les permite a estas
mujeres distanciarse de los probables juzgamientos del entorno social y fa-
miliar al que pertenecen. Como sostiene Juliano (2010), alejarse les permite el
silencio y el ocultamiento de lo que hacen, generar una vida fragmentada en-
tre lo laboral y lo familiar que vuelve inconmensurables estos aspectos de sus
vidas. La autora señala que las trabajadoras sexuales deben soportar el estigma
social que recae sobre ellas y, de esta manera, intentan compensar simbólica-
mente esa desvalorización al acentuar su rol materno o justificándose moral-
mente desde este lugar. Intentar ser una buena madre se conjuga con ser una
mala mujer o requiere de este atributo debido a las circunstancias. Ese es el ho-
rizonte de sentido que se encuentra en el relato de estas trabajadoras sexuales
migrantes: ellas emigran y trabajan en el mercado sexual por y para sus hijos.

Más que mercado étnico, mercado racializado y etnicizado

En este último acápite quiero reflexionar acerca de cómo el trabajo sexual se con-
vierte en un trabajo disponible para las migrantes centroamericanas, retoman-
do las experiencias laborales en destino de Ana y Lucía y de otras dos migrantes.
El estudio de la división del trabajo, como sostiene Narotzky, permite des-
cribir procesos de producción y distribución del trabajo y conocer los modos
a través de los cuales se les asignan distintas actividades a individuos o gru-
pos. Así, «los significados culturales asociados con determinadas tareas y con
identidades colectivas tales como el género, la edad, la casta o el grupo étnico
también contribuyen a configurar el proceso de trabajo» (Narotzky, 2003, p.
137). Si nos detenemos en la división étnica como organizadora del mercado la-
boral desembocamos en una terminología habitual donde nociones tales como
mercado, economía, empresariado o enclave, entre otras, están acompañadas
por la palabra étnica/co.
Más allá de lo que implica cada una de estas dimensiones, todas suponen
la existencia de un grupo étnico que se define –en su sentido más clásico y
primordial– como un grupo donde los integrantes comparten un origen bioló-
gico, valores culturales, interactúan, se auto-adscriben y son adscriptos por
otros. Sin embargo, este uso de lo étnico no cuestiona cómo se constituyen los
límites de esos grupos9 y, en consecuencia, si son factores estrictamente étni-
cos los que hacen a la segmentación del mercado de trabajo.
Como expresa Brah (2011 [1996]), pocas veces se han puesto en cuestión las
construcciones etnicizadas y racializadas de los mercados laborales, pese a ha-
berse incorporado al género en los estudios del trabajo como constitutivas de

9 Frederik Barth (1976) discute con las teorías predominantes previas que hacen una
lectura esencialista de lo étnico y propone analizar los límites étnicos como procesos
de simbolización donde los grupos seleccionan culturalmente diacríticos para mar-
car diferencias respecto de otros grupos y, al mismo tiempo, interactuar con ellos.

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 115


las relaciones laborales, a partir de la crítica feminista. Es decir, la distribución
del mercado de trabajo no opera ingenuamente asignándoles determinadas
tareas a determinados grupos étnicos, sino que se basa en procesos más com-
plejos como los de racialización y etnicización. El concepto de racialización es:

[un] metatérmino útil para circunscribir analíticamente aquellas formas so-


ciales de marcación de alteridad que niegan conceptualmente la posibilidad
de ósmosis a través de las fronteras sociales, y censuran en la práctica todo
intento por borronear y traspasar tales fronteras. (Briones, 2002, p. 4)

Por su parte, la etnicización circunscribe analíticamente marcaciones


basándose en divisiones en la cultura en vez de en la naturaleza y, de este modo, se
contempla la desmarcación/invisibilización y se promueve la posibilidad gene-
ral de pase u ósmosis. Sin embargo, como sostiene Briones, ambos procesos
no operan solos, sino que actúan imbricados. De esta manera, estas categorías
más que ser abordadas como cualidades tipológicas de grupos concretos que
materializan a estos en razas y/o etnias, deben servir al análisis de procesos
de alterización que van desagregando otros internos dentro de formaciones
sociales específicas (Briones, 2002). Es en este sentido que me pregunto cómo
las migrantes centroamericanas se configuran como mano de obra para el
mercado sexual trasladándose un proceso de alterización a la segmentación
del mercado laboral donde el trabajo sexual se vuelve disponible para estas
mujeres. Para observar cómo se manifiestan estos procesos, vayamos a la pre-
sentación de los casos.
Luz es una mujer colombiana, oriunda de Buenaventura, que vive con su
pareja barilochense con quien tiene un hijo pequeño. Cuando la entrevisté es-
taba estudiando para el examen final de un curso que le daría el título de Auxi-
liar de Farmacia. Tiene 34 años y decidió irse de Colombia porque había mucha
violencia, vinculada más que nada a los conflictos políticos de las guerrillas y
los grupos armados. Reside desde hace siete años en Bariloche y cuando llegó
a la ciudad comenzó a trabajar en una peluquería que en ese entonces tenía su
prima. Me contó que allá, en su país y alrededores, los conocimientos en pelu-
quería son comunes, que ellas nacen en ese ambiente, aprenden a peinarse y a
peinar, a hacerse extensiones, trenzas, etcétera. De hecho, ella traía un peina-
do con trencitas muy pequeñas teñidas de color cobre que combinaban con su
piel morena. Sus experiencias laborales siempre habían estado relacionadas
con la estética, inicialmente trabajando en el negocio de su prima y luego en
servicios a domicilio, que dejó de hacer cuando nació su hijo. En el momento
que hablábamos de las centroamericanas que viven y trabajan en el comercio
sexual en el Bariloche Center, y de lo que pensaba sobre ellas, me decía:

Yo conozco a algunas chicas que viven ahí, que trabajan viste, pero bueno,
esas son cosas que yo respeto. Y las veo, viste, y me saludan, yo las saludo.
Eso yo lo respeto. Las saludo cuando nos encontramos, porque viste que
cuando uno se encuentra entre piel negra una no anda preguntando qué

116 | Migraciones en la Patagonia


haces, qué no haces. «Hola cómo andas», ya ¿me entendés? Sí, conozco mu-
chas que viven ahí en el Center. (Luz)

Así, si bien Luz no era trabajadora sexual, expresó que respetaba la activi-
dad laboral que desarrollaban sus compañeras nacionales del Bariloche Cen-
ter, aunque no hizo referencia al país de procedencia sino a la característica
que comparten: la piel negra. En este caso, ésta se constituye como aquella
marca de la naturaleza que, al mismo tiempo que opera racializando al gru-
po, lo etniciza haciendo de esa negritud un diacrítico de identidad.10 Éste
refleja un origen similar, pero también podría estar remitiendo a trayectorias
de vida parecidas y movilidades estructuradas por la raza análoga. Es decir,
el ser una mujer negra en Bariloche daría lugar a una identidad compartida
y quizás a experiencias sociales comunes, aunque no necesariamente en el
sentido laboral. En este sentido, la referencia al contexto no es menor ya que
los procesos de racialización y etnicización operan según la matriz de alteridad
que intervenga. Ésta funciona a partir de la economía política de la diversi-
dad y, como sucede en el caso argentino, esa matriz ha estado basada en una
triangulación que contempla la presencia de indios, inmigrantes –europeos– y
criollos, otorgándole un lugar específico a cada uno, y dándole mayor o me-
nor visibilidad y pertenencia en la conformación del Estado-nación (Briones,
2004). Por lo tanto, la presencia de negros/as no puede más que remitir a la
extranjeridad de este grupo, pese a que los afrodescendientes forman parte de
la diversidad existente del país aunque hayan sido invisibilizados en la narra-
tiva de la construcción de la nación (Bidaseca et al. 2011; Monkevicius, 2012)11.
La segunda experiencia es la de Ana. Como ya vimos, se dedica el trabajo
sexual, pero cuando la entrevisté lo alternaba con el cuidado de ancianos. Esto
la tenía muy ocupada ya que de día atendía a los clientes, mientras que durante
la noche cuidaba a una señora mayor. Su objetivo era reunir el dinero suficien-
te para volver a su país, estar allá un tiempo y ver qué otro rumbo elegiría. Me

10 Restrepo, a partir de un estudio etnográfico sobre las comunidades negras en Co-


lombia, señala que la negridad ingresa en un proceso de etnicización donde los gru-
pos afro son constituidos y, al mismo tiempo, se constituyen como «grupos étnicos»
a través de un proceso que no involucra meramente al Estado, a las organizaciones
o a la academia, sino que son las apropiaciones locales, con sus múltiples interpre-
taciones, interpelaciones y rechazos, las que también hacen a la etnicización de la
negridad. Ésta refiere a discursos y prácticas de lo negro, y en este sentido, el autor
lo utiliza como un concepto análogo al de indianidad (2013, p. 22).
11 Las justificaciones que contribuyen a la omisión de los grupos afro en la Argentina
se observan en los relatos tales como «los negros iban al frente de las batallas por la
independencia del país para ganar su libertad» o «el brote de fiebre amarilla en los
años 20 los diezmó». Esta narrativa fue funcional al proyecto de blanqueamiento y
«civilización» iniciado en el siglo xix. Sin embargo, el Censo Nacional de Población
en la Argentina realizado en el 2010, donde se incorporó la pregunta por el reconoci-
miento afrodescendiente y el accionar de organizaciones de afrodescendientes per-
mitió que se visibilice este grupo, conformado tanto por migrantes africanos como
por afrodescendientes sudamericanos (Bidaseca et al., 2011; Monkevicius, 2012).

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 117


contaba que la situación laboral estaba mala, que no pasaba nada, que uno de
los cabarés donde trabajaba había cerrado porque tenía una mala administra-
ción y esto había hecho que sus ingresos decayeran y, sumado el encarecimien-
to de los dólares y el ajuste en el control de cambio, su economía no era la mis-
ma que la de hacía cinco o seis años atrás. Después de unos meses le pregunté
al conserje del edificio si Ana se había ido, ya que esa era su intención. Me dijo
que no y que, además, había alquilado otro departamento permanente a través
de la ayuda que él le había dado. Pasado un tiempo, me crucé a una de sus com-
pañeras y me contó que había viajado a Venezuela, pero que pensaba volver.
Esta situación de Ana, la de querer regresar a su hogar pero, al mismo tiem-
po, no poder hacerlo aún, me llevó a pensar en las limitaciones de la estructura
y en cuáles eran sus márgenes de agencia y movilidad; y me pregunté cuánto
les permite a estas mujeres la migración en cuanto a la mejora de su calidad
de vida, respecto de lo que les ofrece el lugar de origen.12 Es decir, los posibles
condicionamientos –de género, clase o raza, entre otros– que encuentran en la
sociedad de origen para conseguir un trabajo con una remuneración justa, ¿lo-
gran quedar atrás con la experiencia migratoria?, ¿o también viajan con ellas?,
¿logran resignificarse en la ciudad de destino? ¿o se suman a otras dificultades?
La tercera experiencia es la de María.13 Ella es una mujer dominicana de
30 años que vive en el barrio Alto de Bariloche y que ha migrado desde Santo
Domingo con una amiga y arribado a la ciudad hace dos años. Me contó que
fue una buena opción venirse a trabajar a Bariloche. Actualmente realiza tareas
domésticas por Los Kilómetros, un área específica de la ciudad de clase media
y media-alta. También trabaja de estilista a domicilio, principalmente cuando
una peluquera brasileña le pide ayuda. Cuenta que, además de eso, esporádica-
mente cuida a ancianos o a enfermos. Cuando yo indagaba acerca de sus tareas

12 Si bien durante el período 2002-2008 se evidencia un balance positivo en la lucha


contra la pobreza en Latinoamérica ya que ésta ha disminuido en países como Ar-
gentina, Venezuela, Perú, Nicaragua, Bolivia, Honduras y Brasil a largo del sexenio,
el caso de la República Dominicana (junto a El Salvador, Paraguay y Uruguay) ha
registrado menores reducciones y no ha logrado disminuir la tasa de indigencia.
Por otra parte, Colombia, Guatemala y la República Dominicana han registrado in-
crementos en la concentración del ingreso, según el índice de Gini –coeficiente que
mide la desigualdad en los ingresos– (Bárcena, 2010). En segundo lugar, la tasa de
desempleo de los países de donde provienen las interlocutoras durante el período
2011-2012 fueron mayores que la tasa de la Argentina (7,2/7,3). Venezuela registró
un índice de 8,3/8; Colombia un 11,5/11,6; mientras que la República Dominicana, un
14,6/14,3, presentando el mayor nivel de desempleo de Latinoamérica (oit, 2012).
13 María tiene tres hijos, dos varones de 15 y 10 años y una nena de siete que quedaron
al cuidado de su madre en su país de origen. Dice ser «mamá y papá» de ellos y su
trayectoria como madre ha sido la de una «madre soltera». Expresa que todos los
días habla con sus hijos, que «si no es hoy es mañana». Y más aun con la más pe-
queña, que le cuenta todo lo que hizo en la escuela durante la semana. María tenía
el deseo de viajar a ver a sus hijos, ya que desde que migró no ha regresado. Pero su
idea no era volver a vivir en la República Dominicana, sino estar allá unos meses y
luego retornar a Bariloche para trabajar.

118 | Migraciones en la Patagonia


laborales, ella misma sacó el tema del trabajo sexual. Me dijo que, en general,
ella en la noche no trabajaba, que lo hizo durante el primer año cuando llegó,
pero que no era algo que le gustara y que, además, ese no era su único ingreso.
Sin embargo, refirió que cuando surge la posibilidad, lo hace, no se niega, ya
que este tipo de trabajo le da un ingreso más, un dinero extra para sus hijos.
Expresó que tanto para ella como para las dominicanas en general, era una difi-
cultad conseguir un «trabajo decente», lo cual dio cuenta de que si bien el tra-
bajo sexual era algo que María realizaba, éste no representaba una opción que
ella valorara positivamente, como vimos en los relatos de Ana y Lucía en el apar-
tado anterior. En este sentido, insinuó que el trabajo sexual específicamente no
era un trabajo decente, pero que se configuraba para las dominicanas como un
trabajo disponible. La pregunta es ¿por qué? Veamos el último caso para luego
esbozar una respuesta entre, probablemente, muchas otras.
Cuando indagaba acerca de las opciones laborales de Lucía, además del tra-
bajo sexual, me contestó:

No, no había otra posibilidad, porque si uno, un ejemplo, quiere trabajar en


una casa de familia, trabajar en, cuidando a alguien, un viejito, en algo así,
no le van a dar bola a uno por ser morocha viste, y así no más lo discriminan
a uno. Imagínate.

De esta manera, expresó que la inserción laboral en la sociedad receptora


en otros ámbitos distintos al mercado sexual no era un problema menor para
ella. Así, al igual que María, que vinculó el «ser dominicana» con la dificultad de
conseguir fácilmente otro tipo de empleo, Lucía sugirió que el «ser morocha» le
impedía realizar otro trabajo diferente al sexual.
Por lo tanto, creo que una de las causas que hace que el comercio sexual
interpele a las migrantes centroamericanas negras es la alterización e hiper-
sexualización que se produce sobre este colectivo. La primera consiste en
la marcación de una otra inmigrante, mujer y negra, respecto de un nosotros
argentino/a y blanco/a, mientras que el segundo proceso pone el acento en el
carácter sexual de esa otredad. De esta manera, al mismo tiempo que se exo-
tiza la identidad caribeña negra, se la erotiza.14 Resulta interesante la reflexión
que realiza Rodríguez Velázquez desde su lugar de puertorriqueña negra ya
que expresa sentirse hipersexualizada al transitar por las calles de la capital
porteña. Sostiene que «el cuerpo de una mujer negra carga con la accesibilidad
y la explotación sexual atribuida y fijada a su cuerpo […] [y esta cosificación y
opresión] debe encontrar su génesis en la institución de la esclavitud africana
y en el colonialismo» (2011, p. 154-155). De esta manera, señala que en el caso
de las mujeres negras, la sexualización naturalizada que experimentan está en
directa vinculación con el racismo.15
14 Cabe decir que estos mecanismos no son realizados solamente por quienes perci-
ben a este grupo, sino que los mismos migrantes los utilizan reapropiándoselos y
resignificándolos a su favor para competir en el mercado sexual. En esta ocasión no
puedo desarrollar este aspecto que trabajo en mi tesis.
15 Esta vinculación entre el racismo y la hipersexualidad me remite al argumento de

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 119


Por su parte, Díaz Barrero, a partir del estudio de casos de latinoamerica-
nas que migran a Canadá en calidad de bailarinas o stripers y en función de eso
obtienen visa y contrato de trabajo temporal, analiza cómo el mismo gobierno
habilita esa figura basándose en su exotización a partir de un conjunto de re-
presentaciones. Una de ellas es la que liga a la mujer al Caribe y a la «Isla de la
fantasía» retomando su pasado colonial y esclavista. El Estado construye a la
migrante como una mujer servil, exótica y salvaje para el consumo: «Mujer de
piel sedosa y canela con apetito insaciable para el sexo, mujer de piel oscura
pero sonrisa amplia» (Díaz Barrero, 2005, p. 141)16.
En este sentido, al proceso de racialización al que son sometidas las iden-
tidades de este grupo de mujeres centroamericanas, se le suma el de hiper-
sexualización que las vuelve aptas para el trabajo sexual. Por un lado, se las
representa como dispuestas a dar estos servicios y, por el otro, se las define
como capaces de cumplir las fantasías de los clientes de manera satisfactoria,
poniendo en juego sus aptitudes sexuales naturales –y naturalizadas–. Esto las
convierte en la mano de obra ideal en un contexto etno-blanco-céntrico que, al
mismo tiempo que las alteriza volviéndolas otras –raciales, nacionales, sexua-
les– hace uso de esa exotización para satisfacer un placer sexual que, a su vez,
encarna relaciones de género patriarcales, nacionalistas, clasistas y racistas.
Es en esta línea que puedo reflexionar acerca de cómo el trabajo sexual de
las migrantes centroamericanas se constituye como un mercado racializado
que luego se etniciza y se confunde con un mercado étnico. Es decir, el proceso
consiste en que a un diacrítico racial, como el color de la piel, se le atribuyen
rasgos hipersexualizados como innatos y, luego, esas características son con-
vertidas en elementos culturales. A su vez, esa culturalización o etnicización
se refleja en la segmentación del mercado donde se les asigna a las migrantes
centroamericanas el trabajo sexual ya que están calificadas cultural y étnica-
mente para este rubro. De este modo, se invisibiliza el proceso que efectiva-
mente las convierte en mano de obra.
No niego que estén interviniendo otras construcciones en la configura-
ción del mercado sexual de estas mujeres. Es probable que la clase también
esté operando en la división del trabajo, al igual que el género y las relaciones
de poder que éste manifiesta. Sin embargo, continúo sosteniendo que esas
desigualdades se reducen a distinciones étnicas o a simples diferencias cultu-
rales y, de esta manera, terminan por naturalizar esa fragmentación laboral
que le asigna a las centroamericanas el trabajo sexual.
Quizás la confusión se deba a la sustitución de raza por el concepto de
etnicidad que tuvo por finalidad evidenciar que las discriminaciones racistas
son en realidad políticas e ideológicas más que fundamentaciones de la dife-
rencia biológica. Como dice Stolcke, este procedimiento tendió a minimizar o

Brah, donde sostiene que una forma de racismo puede articularse con otra o con
otros modos de diferenciación según el contexto y las relaciones de poder.
16 La autora analiza el programa de bailarinas exóticas extranjeras lanzado por el go-
bierno canadiense –y su impacto– que forma parte del Programa Autorización de
Empleo para el no-inmigrante, es decir, para trabajadores temporales.

120 | Migraciones en la Patagonia


esquivar el racismo realmente existente encubriéndolo con eufemismos polí-
ticamente ambiguos. En este sentido, el desafío está en «desentrañar las dife-
rencias que son inevitables de aquellas que son elegidas y de aquellas otras que
son simplemente impuestas» (2000, p. 55).

Reflexiones finales

Como sostiene Rose (2003), la subjetividad responde a dos mecanismos: por


un lado, a la relación que un sujeto establece consigo mismo a partir de trayec-
torias y sentidos personales o individuales y, por otro, a las formas de control y
poder externos que intentan moldear esa relación. De esta manera, es posible
percibir cómo la vida de las interlocutoras está claramente atravesada por esta
tensión. A partir de recorrer sus relatos vimos que una de las principales y más
fuertes motivaciones migratorias está constituida por los hijos. En la mayo-
ría de los casos, estos permanecen en el lugar de origen, pero la intención de
reagrupamiento de la familia es algo presente en los discursos de las madres.
Aunque el deseo de estar con ellos lo antes posible es un sentimiento compar-
tido, se desconocen los tiempos en los que esto podrá concretarse realmente.
De este modo, podemos pensar la migración de las centroamericanas como
una experiencia diaspórica (Brah, 1996; Clifford, 1994), ya que no estamos ha-
blando de una desvinculación social y menos emocional con el lugar de origen,
sino que está presente la intención de retorno y de reencuentro con los hijos.
El término diáspora significa «dispersar desde» y, en este sentido, supone un
centro, un locus o un origen. Pero creo que en nuestro caso ese centro refiere
menos al espacio físico en sí que a su connotación simbólica. Los niños y los
jóvenes que estas madres han dejado representan su centro.
Así, mientras nuestras interlocutoras venezolanas, colombianas y domini-
canas se encuentran dispersas en un lugar de la Patagonia argentina, viven en
la espera de un futuro que ellas sueñan como mejor. Un futuro en el que las
necesidades propias y las de sus hijos están satisfechas, y donde no ingresan de
ninguna forma las situaciones que hoy atraviesan ante la realización del traba-
jo sexual. En ese futuro está el anhelo de volver a la decencia y de volver al rol
de madres que «corresponde». En ese anhelo dejan de lado las distancias, las
tristezas, el sufrimiento y, sobre todo, la espera, que se proyecta a corto plazo
pero que quizás no muestra límites ni posibilidades claras.
Por lo tanto, es esa espera la que configura un lugar de transición que las
vuelve liminales, en el sentido que propone Turner (1980 [1964]). La experien-
cia migratoria y el trabajar en el comercio sexual pueden considerarse fases
liminales que suceden y anteceden dos estados determinados bien distintos:
uno es un estado de pobreza material impregnado de angustias, y el otro es un
estado de satisfacción que puede dar lugar a una vida mejor. En el momento en
el que conocí a las chicas y las entrevisté asumí que sus proyectos en el presente
y sus proyecciones para el futuro las colocaban en un proceso de cambio, en un
rito de pasaje que las dotaba de cierto poder que, a su vez, producía intersti-
cios en la estructura habilitando ciertos espacios y volviendo disponibles otras

Mujeres centroamericanas en Bariloche | 121


posibilidades. Sin embargo, al mismo tiempo, ese espíritu parecía impregnar-
se de opresiones y expresaba profundas desigualdades.
Creo que sólo ellas y sus destinos saben y sabrán cuánto han desafiado,
cuánto han logrado, y cuánto han podido cambiar.

Lista de referencias bibliográficas

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Mujeres centroamericanas en Bariloche | 123


Tercera parte

Representaciones sociales y experiencias colectivas


Organización barrial y representaciones en Bariloche
entre la dictadura y la democracia. Los migrantes del
barrio 10 de Diciembre, un caso emblemático1
José Daniel Benclowicz (iidypca: conicet/unrn)

Introducción
Como es habitual en las ciudades patagónicas, San Carlos de Bariloche se en-
cuentra fuertemente atravesada por distintas corrientes migratorias. Entre las
décadas de 1960 y 1980, en particular, el centro urbano experimentó un acele-
rado incremento demográfico, alentado por el crecimiento de la demanda de
mano de obra, el aumento de la actividad y la infraestructura turísticas. De
15995 habitantes en 1960, pasó a albergar a 26 799 en 1970, a 48 222 en 1980 y a
81 001 en 1991, convirtiéndose en la ciudad más poblada de la provincia de Río
Negro desde 1980.2 Buena parte de los migrantes de este período arribaron de
las áreas circundantes, tanto de la Argentina como de Chile, y engrosaron las
filas de los sectores populares (Benclowicz, 2012a).
Los trabajos publicados sobre estos procesos migratorios son escasos. Kropff
(2002 y 2005), Fuentes y Núñez (2007 y 2008), Barelli (2012 y 2013), Benclowicz
(2012a y 2012b), entre otros, han indagado en torno de las experiencias popula-
res y advertido sobre la puesta en circulación de informaciones e imágenes que
presentan a Bariloche como la Suiza argentina, que ignoran esa experiencia. A
su vez, se ha identificado el desarrollo de patrones socio-geográficos de asenta-
mientos, que refuerzan las carencias de amplios sectores (Matosian, 2010 y 2011;
Sánchez y otros, 2007).
En esa línea, el presente artículo se propone aportar al estudio de los pro-
cesos de migración y conformación de los barrios populares de San Carlos de
Bariloche, atendiendo especialmente a las experiencias colectivas que protago-
nizaron los migrantes sin recursos económicos. Para eso, me centro en un caso
emblemático: el de los primeros vecinos del asentamiento 10 de Diciembre
que, tras protagonizar un importante proceso organizativo, lograron negociar
colectivamente con el poder político municipal su traslado al barrio 28 de Abril,
donde reside actualmente buena parte de ellos.

1 Este trabajo forma parte de las indagaciones llevadas adelante en el marco del pro-
yecto picto 2010-0184. Agradezco a los vecinos que gentilmente nos abrieron las
puertas de sus casas y sus experiencias; y especialmente a Solange Achon y Mariel
Wörner, que colaboraron con la investigación realizando una parte significativa de
las entrevistas.
2 Las cifras corresponden a los censos nacionales de población de 1960, 1970, 1980 y 2010.

Organización barrial y representaciones en... | 127


El barrio 10 de Diciembre se desarrolla y crece como tal durante los años
70. A finales de esa década comienza la historia de organización barrial que
se reconstruye en este trabajo, donde me propongo a su vez estudiar las re-
presentaciones que circularon y circulan entre los vecinos que participaron
de ese proceso. En tanto componentes de diferentes visiones del mundo, las
representaciones delinean los límites de lo que se considera que existe, que es
justo, que es posible (Therborn, 1987). Teniendo esto en cuenta, se analizan en-
trevistas a informantes clave, boletines barriales y actas vecinales, atendiendo
particularmente a los discursos de los vecinos sobre sí mismos y sus acciones,
y sobre el poder político con el que se enfrentan/negocian y al que reclaman/
peticionan. Así, el trabajo pretende, a partir de este estudio de caso, aportar al
conocimiento de las representaciones y las prácticas de los sectores populares
de Bariloche.
El artículo está organizado del siguiente modo: en el primer apartado se
contextualiza la historia del asentamiento; en el segundo se aborda la primera
etapa de organización barrial, momento en que se conforma la Junta Vecinal;
en el tercero se examinan los rasgos de la acción barrial en el contexto de la
negociación por el traslado colectivo de los vecinos al barrio 28 de Abril. En el
último apartado se exponen las reflexiones finales.

Emergencia y desarrollo del 10 de Diciembre

La finalización de los trabajos de asfaltado de la ruta nacional 237, que llega


hasta Bariloche desde el norte, favoreció hacia finales de la década del 60 el
flujo de personas y mercancías, aportando un renovado impulso de las acti-
vidades turísticas. Asociada a ellas, se incrementó la demanda de mano de
obra, que fue satisfecha en base a una nutrida migración proveniente en gran
medida de las zonas rurales cercanas, tanto de la Argentina como de Chile. Por
su parte, la valorización inmobiliaria asociada al turismo y al crecimiento de
la ciudad en general, junto a un patrón de larga data de concentración de la
tierra urbana,3 generaron severas dificultades para el acceso a la propiedad de
aquellos pobladores sin recursos materiales que migraron ante la posibilidad
de acceder a un empleo asalariado (Benclowicz, 2012b).
Esta situación dio lugar a la creación de un conjunto variado de asenta-
mientos ubicados en general en terrenos fiscales, caracterizados por la ausen-
cia de cualquier tipo de servicio urbano y por la extrema precariedad de las
viviendas. La política de los sucesivos gobiernos municipales, en principio per-
misiva en cuanto a la existencia de los asentamientos y completamente reacia

3 Una política común que implementaron todas las administraciones estatales en la


ciudad, especialmente a partir de la creación del Parque Nacional Nahuel Huapi,
fue la de habilitar el loteo de una enorme cantidad de hectáreas independientemen-
te de la ocupación efectiva de las tierras. Así, hacia 1964, en 40 loteos realizados en
décadas anteriores, se contabilizaban 4202 lotes de los cuales sólo 286 estaban cons-
truidos, es decir, el 93,6 % permanecía como terrenos baldíos (Hardoy, 1964, p. 49).

128 | Migraciones en la Patagonia


a desarrollar una infraestructura urbana acorde a la ocupación del territorio,
viró a medida que los límites del casco céntrico se extendían al calor del creci-
miento económico de la ciudad.
El viraje comenzó a manifestarse con claridad hacia finales de los años
70. A medida que el precio de mercado de los lotes aumentaba, la intendencia
impuesta por la dictadura militar impulsó distintas iniciativas de erradicación
y relocalización de asentamientos ubicados en áreas que se valorizaban econó-
micamente.4 Por ese entonces, el asentamiento que más adelante fue bauti-
zado 10 de Diciembre por los propios vecinos, perdió paulatinamente su carác-
ter periférico y se convirtió en un territorio afectado por las políticas públicas
asociadas a la especulación inmobiliaria.
El barrio 10 de Diciembre está ubicado en dos manzanas entre las calles 25
de Mayo, Emilio Frey, John O’Connor y Anasagasti, enfrente a un supermerca-
do de cadena llamado La Anónima, que hacia la década del 70 pertenecía a la
firma Lausen. La conformación del asentamiento data de los años 60, en el con-
texto del proceso migratorio al que antes se hizo referencia. Para 1970, los regis-
tros indican una ocupación más densa (Abalerón, 1993). Las tierras en cuestión
pertenecían al Banco Hipotecario Nacional y fueron compradas junto a dos
hectáreas contiguas por la municipalidad de San Carlos de Bariloche en 1981. El
propósito era construir el Centro Administrativo municipal tal como lo indica
la ordenanza 167-I-83 de 1983.5 Sin embargo, ese proyecto nunca fue ejecutado.
En cambio, el mismo año el municipio cedió gratuitamente parte de los
lotes al Estado provincial para la construcción de viviendas a través del Insti-
tuto de Planificación y Promoción de la Vivienda de Río Negro (ippv), en una
curiosa triangulación que implicó una transferencia de recursos invertida, en
la que la administración municipal entregó al Estado nacional y al provincial
parte de su acotado patrimonio. El ippv construyó 30 de las 70 viviendas que
debía edificar,6 a las que no tuvieron acceso los vecinos del asentamiento.
El momento en que el municipio compró los terrenos al Banco Hipotecario
Nacional coincide con los primeros registros de organización colectiva a nivel
barrial, tema central de este trabajo. Durante toda la década del 80 se desarro-
lló un proceso organizativo que dio lugar a una victoria o derrota parcial para
los vecinos, según cómo se mire. Los pobladores originales del 10 de Diciembre
no lograron permanecer en sus terrenos. Negociaron, en cambio, un traslado
colectivo en función de lo cual obtuvieron títulos de propiedad y un plan de
viviendas en un barrio alejado del centro, el 28 de Abril, aunque la mayor parte
de los compromisos asumidos por el Estado municipal relacionados con la in-
fraestructura de las viviendas y del nuevo barrio fueron incumplidos.
El traslado fue concretado entre finales de los años 80 y principios de los 90,
en un contexto de desborde urbano en el que las autoridades fueron forzadas
a implementar medidas adicionales para ensayar respuestas a las necesidades

4 Véase, por ejemplo, diario La última, «Continúa la erradicación de viviendas preca-


rias», Bariloche, 5 de septiembre de 1980.
5 Municipalidad de San Carlos de Bariloche, ordenanza 1586-cm-06, 2006.
6 Ídem.

Organización barrial y representaciones en... | 129


y demandas de tierras y viviendas. Para esa época, fueron adquiridas 34 hectá-
reas al sudoeste del casco céntrico destinadas al desarrollo de planes de vivien-
da, a partir de lo cual se construyeron los actuales barrios Unión y 2 de Abril.7
Con todo, el barrio 10 de Diciembre fue rápidamente repoblado por otros
migrantes sin recursos materiales, evidenciando así la incapacidad del poder
político para solucionar un agudo cuadro de crisis habitacional que persiste
hasta nuestros días. Los nuevos vecinos del asentamiento protagonizaron otro
proceso organizativo que derivó, hacia 2003, en un proyecto de regularización
dominial. Pero esa es otra historia. Volvamos pues, a los primeros pobladores
del 10 de Diciembre.

Primeras etapas de organización barrial. Acciones y representaciones

Desde sus inicios, el barrio que más adelante quedaría conformado e identi-
ficado con el nombre 10 de Diciembre se nutrió notablemente de pobladores
de origen chileno. Esta corriente migratoria, que figura entre las principales
de la localidad y puede remontarse a los orígenes de San Carlos de Bariloche,
cobró un renovado impulso en el contexto del golpe de Estado encabezado por
Augusto Pinochet en 1973. Para la misma época existen testimonios acerca de
la llegada al barrio de migrantes de zonas rurales del interior de la provincia de
Río Negro, de paraguayos y de bolivianos. Esta población trabajadora, que no
contaba con la posibilidad de acceder a la compra de un lote donde asentarse,
se ubicaba generalmente en los márgenes de la ciudad, donde la permisividad
de las autoridades se alternaba con las amenazas de desalojo.
A medida que pasaban los años, el espacio se poblaba cada vez más, la man-
cha urbana de Bariloche se corría y acortaba las distancias con el centro de la
ciudad. De este modo, el valor inmobiliario de la zona se elevó y surgieron pro-
yectos de desalojo. La última dictadura militar en particular, es recordada por
distintos vecinos como un período de hostigamiento cotidiano e iniciativas de
desalojo que no se llegaron a concretar. La familia de L., por ejemplo, llegó a
Bariloche desde el interior de la provincia de Río Negro y se instaló en el 10 de
Diciembre. L. fue testigo durante su infancia y adolescencia del crecimiento
económico de la propia ciudad, que hacia la segunda mitad de la década del 70
ejercía fuertes presiones sobre el asentamiento:

En 1979, estaba en la intendencia de Bariloche el señor Barbieri y bueno, él sí


casi nos pasa las topadoras. Fue un momento muy crítico, muy difícil, gen-
te muy asustada, pero bueno, gracias a Dios, no se llevó a cabo. Entonces,
nosotros ya en el 79, 80 con E., mi amigo, con P., otro vecino: «No, tenemos
que hacer algo, vamos a armar una Junta Vecinal» y empezamos entonces
nosotros ya en el 80, 81 a armar la Junta Vecinal que la logramos concre-
tar en el 83. Antes de la democracia logramos concretar la Junta Vecinal.
7 Lo que a su vez involucró un proceso organizativo de distintos barrios afectados
para el traslado a las 34 hectáreas. Un relato de uno de sus protagonistas se encuen-
tra en Carfagnini, «La tierra: una utopía convocante» (mimeo, s/f).

130 | Migraciones en la Patagonia


Previamente a esto, tuvimos una reunión con el señor Barbieri, donde le
pedimos una audiencia porque era mucho el hostigamiento que estábamos
sufriendo, más los chicos, eh… nos armaron hospitales militares, la gente
que salía a trabajar en la mañana para ellos éramos todos ladrones, salía-
mos a trabajar y llegábamos hasta la esquina… con documentación, nos de-
moraban… El gobierno autoritario, prepotente, como fueron los gobiernos
de facto en nuestro país, así que bueno, nosotros luchamos. (L., Bariloche,
27 de agosto de 2013)

En este ejemplo, coincidente con otros testimonios, se visualiza una clara


orientación por parte del gobierno de facto, caracterizada por el amedrenta-
miento sistemático a los vecinos del barrio, que vivían bajo la constante ame-
naza del desalojo. Pero aquí, la percepción del trato denigrante, de las violen-
cias cotidianas, del tratamiento de los vecinos del barrio como delincuentes
–hechos ampliamente documentados en numerosos asentamientos populares
en distintos lugares del país– aparece acompañada de una respuesta que pue-
de describirse como contenciosa: la orientación de la intendencia militar es
cuestionada, discutida, resistida. Justamente, «nosotros luchamos» marca una
perspectiva de resistencia que está presente junto a otras representaciones que
circulan actualmente entre los vecinos. En este caso, la Junta nace entonces de
esa lucha, lo cual va a definir toda una línea de intervención y de percepción de
la acción barrial.
Bien diferente es el conjunto de representaciones sobre la época de la dicta-
dura que se desprende de la entrevista a otro de los vecinos que participó después
del restablecimiento de la democracia en las primeras comisiones vecinales:

Pregunta: —¿Qué recuerdo tiene de esa época?


Respuesta: —Yo, eh…
P.: —No se podía hacer reuniones, eso estaba…
R.: —Claro, eso por un lado. Junta en la calle no había. No como ahora…
ahora ves junta en todos lados. Pero… yo con los milicos… qué se yo… no
digo que soy partidario de los milicos pero tampoco nunca me molestaron
porque nunca fui un tipo así… de chico no fui maldadoso nunca. Pienso que
no porque nunca hice maldad. Así que… jamás me molestaron. Así que… no
sé qué puedo decir.
P.: —¿Y había otra gente que sí molestaba?
R.: —No sé…
P.: —Nunca vio.
R.: —Claro, eso tampoco, qué se yo…
P.: —Pero sí notó la diferencia entre un antes y un después de esa época
del 83.
R.: —Sí… diferencia no sé… sí, puede ser. ¿Qué diferencia puede ser que
me…? (B., Bariloche, septiembre de 2013)

El contraste entre esta representación del accionar de la dictadura resul-


ta llamativo porque ambos entrevistados vivieron en el mismo lugar, bajo

Organización barrial y representaciones en... | 131


condiciones materiales similares y participaron del proceso de organización
barrial. B. también nació en el interior de la provincia de Río Negro, en las
afueras de un pueblo. Empezó a trabajar desde niño y a los 19 llegó a Bariloche
para probar suerte. Un familiar los albergó en su casa del barrio 10 de Diciem-
bre y más tarde logró construir allí su propia vivienda. Su caso es, en líneas ge-
nerales, típico dentro de los migrantes sin recursos del interior de la provincia;
no se diferencia demasiado del de L.
Fuera de eso, en el relato de B, el hostigamiento militar oscila entre lo
inexistente y lo justificado, en la medida en que se aplica a sujetos maldadosos.
Teniendo en cuenta el amplio consenso que existe en la Argentina en torno a
la condena del accionar de la dictadura, no deja de llamar la atención una re-
presentación de estas características propuesta por un poblador que sin duda
experimentó esa violencia cotidiana. El ejemplo nos sugiere, por un lado, otro
tipo de representación sobre la vida cotidiana de los sectores populares bajo
la dictadura, que no favorece la acción colectiva; a su vez, el hecho nos habla
de la heterogeneidad de trayectorias presentes. Más allá de la aparente homo-
geneidad cultural, fueron migrantes con visiones del mundo diversas los que
confluyeron en el colectivo que se organizó en torno al pedido/reclamo de tie-
rra, vivienda y servicios. Entre el amplio margen que dejan los dos ejemplos
examinados, se puede ubicar el conjunto de representaciones sobre el accionar
propio y el del poder político, más allá de la dictadura militar.
Para L., entre otros, fue necesaria la lucha aún en el contexto de la dictadu-
ra, de ese modo obtuvieron una mínima satisfacción de sus necesidades. B., en
cambio, recuerda que:

Alumbrado no había, eso lo tuvimos que… nos cobraron una cuota no sé


qué, había que pagarla, qué se yo… la Cooperativa se encargó de cobrarlo,
no sé cómo fue el tema… yo no entiendo mucho de eso pero para que pon-
gan la luz tuvimos que hacer reuniones acá también. (Bariloche, septiem-
bre de 2013)

Siguiendo con el contrapunto, en este caso se evidencia un recuerdo-per-


cepción muy difuso del proceso, en donde se realizó un conjunto de acciones
cuyo sentido no termina de aclararse y que se piensan como un deber-hacer.
«Tuvimos que hacer reuniones» (para obtener la luz) indica una representación
alternativa a la de la lucha, en donde el mero hecho de reunirse es condición
suficiente para la satisfacción de las demandas. El hecho de que prácticamente
no existan registros de acciones de protesta relevantes, ni antes ni después del
restablecimiento de la democracia, robustece la representación de B.
Lo cierto es que el crecimiento poblacional propio del período acrecentó las
necesidades de contar con una mínima infraestructura. En efecto, el barrio no
contaba con los servicios para garantizar las necesidades básicas. A principios
de la década de 1980, los vecinos contaban con una única canilla para obtener
agua para todas las familias, no disponían de luz eléctrica ni de cloacas. Así,
el amedrentamiento sistemático y la preocupación ante la posibilidad de ser
desalojados, sumados a las necesidades de infraestructura figuraron entre las

132 | Migraciones en la Patagonia


principales motivaciones de la organización barrial, que se evidenció durante
los últimos años de la dictadura.

cayó el gobierno militar y se armó la Junta, antes ya estábamos medio for-


mados pasa que dos por tres teníamos a los milicos en la puerta de la casa
[…] O., un chileno que se fue a Chile… y bueno ellos ya tenían experiencia de
lo que era una Junta Vecinal en Chile; nosotros, U., O., G. y bueno, ellos nos
dieron una mano para formar la primer Junta Vecinal […] y así logramos
conseguir el agua porque anteriormente se iba a buscar el agua a una cani-
lla barrial que había, se traía en baldes, no había luz y juntándonos así entre
varios vecinos pudimos poner un pilar comunitario que teníamos para una
casa, para otra casa así que cruzábamos la cuadra entera con un solo pilar.
(E., Bariloche, octubre de 2013)

En este caso, la organización de los vecinos aparece como un elemento cen-


tral a la hora de pensar los logros. E. nació en un paraje ubicado a unos 100
km de Bariloche, pasó su infancia en el campo con sus abuelos y después de
casarse se vino a vivir a Bariloche. Para finales de los años 70 se asentó con su
familia en lo que más tarde sería el barrio 10 de Diciembre. Al igual que otros
entrevistados, destaca el papel que jugaron los vecinos chilenos, los más nume-
rosos en el asentamiento, en el proceso de organización barrial, y percibe, en
la línea de L., como intimidación la acción de «los milicos en la puerta de casa».
Evidentemente, el asentamiento contaba con un conjunto de vecinos activos
que impulsó una organización barrial en condiciones adversas.
Desde ese lugar, aun en un contexto represivo y autoritario, la organiza-
ción colectiva y por lo menos la petición a un gobierno de esas características
aparecen como posibles. En esa línea, a partir del restablecimiento de la de-
mocracia en 1983, la organización barrial desembocó en la conformación de la
Junta Vecinal 10 de Diciembre. G. recuerda:

nosotros un día nos juntamos, varios vecinos y dijimos «no, loco ya no po-
demos tener…». En el 83 cuando vino la democracia, asumió Raúl Alfonsín,
dijimos «ya no podemos tener, viste, ser “la villa de atrás del Lausen”» […]
Y bueno cuando nosotros nos juntamos, juntamos un grupo de vecinos y
decidimos hacer la… la Junta Vecinal viste. Y como salió viste justo el 10 de
diciembre del ‘83, y en 1983 fue la democracia, le pusimos 10 de Diciembre
al barrio, la primera reunión que hicimos ahí viste […] Por eso nosotros nos
empezamos a constituir como barrio viste, ya después se empezó a llamar
10 de Diciembre y ya teníamos una identidad viste, ya no éramos más villa,
como dicen ahora «villa», yo veo ahora, yo por ahí veo la televisión y dicen
«la villa 31 en Buenos Aires» entonces todo eso… todo eso queda mal, porque
toda esa gente tiene identidad viste. Nosotros queríamos buscar una iden-
tidad. (Bariloche, marzo de 2013)

En este fragmento aparece con fuerza la necesidad de construir una iden-


tificación propia, alternativa a la dominante. La identificación del barrio como

Organización barrial y representaciones en... | 133


una villa, rechazada por negativa, es reemplazada aquí por el que fuera proba-
blemente el símbolo político más influyente de la época: el restablecimiento de
la democracia, inscripta en la fecha de asunción del primer presidente electo
después de una década. La autoidentificación es tan fuerte, que en el testimo-
nio el nombre del barrio no responde sólo a ese evento trascendente a nivel
nacional, sino que se trata del evento también trascendente aunque a nivel ba-
rrial, el del día de la primera reunión de la Junta.
G. nació en las afueras de Bariloche. Su familia se instaló en la ciudad cuan-
do era un niño. Al poco tiempo su madre se quedó sola con once hijos y deci-
dió instalarse en un descampado donde se distinguían un puñado de casillas
precarias, que más adelante sería identificado como el barrio 10 de Diciembre.
Allí construyó su vida: se casó, tuvo hijos, procuró una identificación colectiva
de carácter alternativo a la que les reservan a los asentamientos precarios los
discursos dominantes.
Necesidad de sobrevivir, búsqueda de una identidad propia, demandas
de acceso a la tierra, a la vivienda y a infraestructura básica aparecen como
condiciones-motivaciones necesarias para los protagonistas. Ahora bien, para
la puesta en marcha del proceso de organización colectiva, existe otro factor
que resultó clave. Entre los pobladores del barrio, los inmigrantes chilenos se
destacaban numéricamente (algunos entrevistados hablan de hasta un setenta
por ciento de vecinos de ese origen) y una parte de ellos, entre los que figuran
exiliados con trayectorias de militancia, jugó un papel central en el proceso de
organización barrial:

Nosotros prácticamente no sabíamos nada de política, no sabíamos nada


de nada ¿viste? […]. Ahora recién están… pero nosotros de lucha, así, no sa-
bíamos nada. Yo te cuento que U., ellos venían de la lucha de la Universi-
dad, ellos sabían cómo… viste que hizo un boletín. Eso es porque la gente
sabía cómo era, pero nosotros éramos cero a la izquierda total. Nosotros
vivíamos, laburábamos, y dormíamos y hasta ahora que vos ves que yo… o
sea que nosotros no vivíamos, no sabíamos nada cómo era… lo que era una
ordenanza, lo que era una personalidad jurídica, lo que era una reunión,
una asamblea, lo que era un libro de acta, no sabíamos eso ¡nada! Yo te es-
toy hablando del noventa y cinco por ciento de las personas que vivían en el
barrio, no sabían […]. Y acá la gente chilena era toda de cada partido ¿viste?,
casi más eran los de izquierda que venían acá. Porque yo me acuerdo que
acá se peleaba… un hombre que era L. con G. y eran los dos de izquierda
pero se peleaban, no sabés cómo se peleaban, pero venía la rama de allá
de Chile. Los locos sabían lo que era una comisión, sabían lo que era un
barrio. Ellos están mucho más adelantados que nosotros los argentinos, en
ese sentido, mucho más. (G., Bariloche, marzo de 2013)

Así, la lucha por la construcción de un lugar, tanto material como sim-


bólicamente, aparece vehiculizada por actores empapados en la tradición
de izquierdas chilena que cuentan con un capital militante (Poupeau, 2007),

134 | Migraciones en la Patagonia


ausente en la mayor parte de los argentinos que residía en el barrio.8 Es posible
pensar que este saber-hacer permitió la canalización de expectativas variadas
y de actores ideológicamente heterogéneos en torno a un proceso que fue for-
mulando sucesivos reclamos y obteniendo parte de ellos durante los primeros
años de la presidencia de Raúl Alfonsín, entre los que se destacan la instalación
de nuevas canillas públicas de agua y la luz eléctrica domiciliaria.
Más allá de esos reclamos, la Junta Vecinal se convirtió en una verdadera
usina de actividades sociales y deportivas que contribuyeron a fortalecer la
identificación de los vecinos con el barrio. Entre las principales actividades
y proyectos, los vecinos del 10 de Diciembre organizaron un club de fútbol,
talleres y obras de teatro y un boletín de confección artesanal con información
sobre eventos, reclamos y gestiones que se llevaban adelante.
Estas actividades potenciaron una demanda que terminó por convertirse
en central: la adquisición de los lotes y la posibilidad de ser incluidos en un
plan de construcción de viviendas. Las amenazas de desalojo, que se reacti-
vaban en el contexto del alza del valor de la propiedad urbana, encontró a los
vecinos organizados y reclamando soluciones. Así, hacia mediados de los años
80, se inició una larga negociación entre el gobierno municipal y los vecinos,
que derivó en el traslado de la mayor parte de ellos al barrio 28 de Abril, ubicado
por entonces en las afueras de la ciudad, al sur del casco céntrico. El siguiente
apartado indaga en torno a ese proceso.

Hacia el traslado. Del reclamo al pedido y del pedido al reclamo

Corre el mes de agosto de 1986, el invierno hace sentir su rigor en Bariloche,


en particular en asentamientos como el 10 de Diciembre, caracterizados por
reunir un conjunto de viviendas sumamente precarias, nada aptas para el cli-
ma de la zona. Para el día 23 los vecinos del barrio organizan una asamblea,
la primera que queda asentada en el libro de actas de la Junta Vecinal, que ha
logrado ser reconocida como interlocutor válido del gobierno municipal de la
Unión Cívica Radical (ucr). Concurren 108 vecinos en representación de las
aproximadamente 140 familias que residen por ese entonces en el barrio. La
asamblea, que se hace en una escuela ubicada en las cercanías del barrio, cuen-
ta con la presencia de funcionarios municipales y concejales. El tema central
de la convocatoria es la propuesta de reubicación formulada por el municipio,
que pretende satisfacer las presiones inmobiliarias en un contexto caracteriza-
do por la organización de los vecinos.
La propuesta consiste en la venta de lotes y construcción de viviendas en
un plazo de dos años, que serán adquiridos con facilidades por los vecinos. Es
el actual barrio 28 de Abril, emplazado en las afueras de la ciudad en una zona
por entonces denominada Quinta 58; se trata de tierras altas ubicadas a cuatro

8 Entre los activistas de nacionalidad argentina que apuntalaron el proceso de or-


ganización colectiva, se menciona la participación de militantes del Movimiento
Socialista de los Trabajadores (mst), aunque no se trataría de vecinos del barrio.

Organización barrial y representaciones en... | 135


kilómetros al sur del centro. A partir de los reclamos de los vecinos, las autori-
dades se comprometen a instrumentar formas de pago acordes a los ingresos y
la escrituración sin cargo. A su vez, el gobierno garantiza que el nuevo espacio
contará con servicios, centro asistencial, áreas verdes, mobiliario para vivien-
das. Adicionalmente, los funcionarios se comprometen a atender los proble-
mas sociales más urgentes antes del traslado, a agilizar trámites, a apoyar con
recursos y servicios la construcción de viviendas, y a contratar a vecinos del
barrio (Junta Vecinal 10 de Diciembre, agosto de 1986).9
Los planteos y la masividad se sostienen en el tiempo. Un mes después, se
celebra otra asamblea a la que asisten 123 personas, en la que se demanda al
gobierno municipal que el nuevo barrio tenga capacidad para albergar a la tota-
lidad de los vecinos (Junta Vecinal 10 de Diciembre, septiembre de 1986). Posi-
blemente el nivel de organización y la masividad en la concurrencia, alentada
por la expectativa de solucionar el problema del acceso a la tierra y la vivienda,
explican al menos en parte la preocupación y la asistencia a las asambleas de los
funcionarios y concejales del municipio. El 23 de agosto de 1986, por ejemplo,
asistieron a la asamblea de vecinos, entre otros, el presidente del Consejo Muni-
cipal a cargo de la intendencia,10 Eduardo Gagliardi; el secretario de Gobierno,
Ricardo Spoturno; la directora de Acción Social, Tradición Beovide, el secretario
de Obras y Servicios Públicos, Pablo Mallorens, y el director general de Juntas
Vecinales, José Posaz (Junta Vecinal 10 de Diciembre, agosto de 1986). Es decir,
prácticamente todos los funcionarios involucrados en la cuestión.
Aun así, como se mencionó, no existen registros de acciones de lucha de
envergadura protagonizadas por los habitantes del 10 de Diciembre. Pareciera
que la sola organización, en el contexto del restablecimiento de una demo-
cracia pensada desde el gobierno nacional como capaz de alimentar, educar
y atender las necesidades sanitarias de la población,11 resultó suficiente para
visibilizar la problemática y forzar a un gobierno municipal con proyectos in-
mobiliarios en la zona a plantear soluciones que contemplen los intereses de la
población en cuestión.
Poco después empieza a editarse un boletín barrial, herramienta que juega
un importante papel en la visibilización del proceso de negociación con los fun-
cionarios tanto hacia afuera como hacia dentro del barrio. Como se mencionó,
el boletín ofrecía información sobre eventos, reclamos y gestiones que se lleva-
ban adelante, y era editado por los vecinos. Aun así, su financiamiento dependía
en ocasiones de la propia municipalidad, y entre sus páginas se reservaba un
amplio espacio para asistentes sociales y funcionarios. Los discursos del boletín
aportan datos interesantes para el análisis de las representaciones que circula-
ban entre los vecinos a propósito de las demandas y del proceso de traslado.
9 Hacia 2007 se inició en el barrio un plan de viviendas de la Fundación Madres de
Plaza de Mayo que retomó, quizás sin saberlo, la modalidad de autoconstrucción
planteada por los vecinos más de 20 años atrás.
10 Hasta 1987, el presidente del Consejo Municipal ejercía funciones ejecutivas del go-
bierno municipal.
11 Véase el famoso discurso de Raúl Alfonsín del 30 de octubre de 1983, después de ser
proclamado presidente electo.

136 | Migraciones en la Patagonia


Uno de los aspectos que llama la atención, si se tiene en cuenta el carác-
ter masivo de las asambleas, es el permanente reclamo dirigido a los vecinos
para incrementar su participación. Más allá de las reuniones, los boletines y las
actas dan cuenta de la organización de rifas, eventos sociales (chocolate por
el Día del Niño, locro comunitario para celebrar el 25 de Mayo, funciones de
títeres para niños, Centro de Alfabetización, etcétera). A pesar de eso, desde
el boletín se sugiere la falta de compromiso por parte de los vecinos. Así, por
ejemplo, se señala:

Aclaramos que Junta Vecinal, es un grupo de vecinos que viven en un barrio


y se han organizado para concretar objetivos comunes (en nuestro caso ‘vi-
viendas dignas’). Sí señor. Sí señora. Frente a alguna colaboración que usted
necesite de la Junta Vecinal, pídala a su vecino. Ese vecino es miembro de la
Junta Vecinal con sus mismos derechos y obligaciones y es allí donde se verá
el real sentido solidario. No debe ser el presidente o el secretario quienes ha-
gan todo. (Junta Vecinal 10 de Diciembre, agosto de 1987)

Este y otros fragmentos sugieren la presencia de un grupo de vecinos ac-


tivos que jugaron un papel dirigente, y un amplio sector que posiblemente no
distinguía a los anteriores de los funcionarios municipales. En este sentido, se
percibe la existencia de un abismo cultural que no todos estaban en condiciones
–o dispuestos– de salvar. Por momentos, los métodos de los dirigentes barriales
se confunden con los de los funcionarios municipales, especialmente en lo que
hace a formalidades y procedimientos. A esto se le suma que posiblemente por
una cuestión táctica, el municipio suele aparecer en las líneas del boletín como
un gobierno alerta y dispuesto a atender necesidades de la gente, por lo que no
es fácil distinguir una organización barrial independiente del poder. Así, des-
pués de una implementación marcadamente deficiente del llamado Plan Calor,
un programa de asistencia y abastecimiento municipal de leña para calefaccio-
nar las viviendas en el período invernal, desde el boletín se señala:

A pesar de haber hecho un llamado a los vecinos a participar de las activi-


dades de esta Junta Vecinal y del propio Boletín, esto no ha ocurrido como
hubiéramos deseado, salvo algunas excepciones. Por ejemplo, con la im-
plementación del «Plan Calor», aparte de los comentarios a favor, las crí-
ticas en contra no fueron canalizadas como corresponde […] todo vecino
que desee cuestionar las actividades de la Comisión Directiva, plantear sus
inquietudes o señalar actividades de trabajo, puede hacerlo por nota escrita
a la Comisión. Incluso, agregamos, pidiendo participar personalmente en
sus reuniones, dirigiéndose por intermedio de algún miembro de la comi-
sión. (Junta Vecinal 10 de Diciembre, agosto de 1987)

El mecanismo que se prevé en primer término para expresar el disenso –la


nota escrita– se asemeja a un procedimiento burocrático estatal. De hecho,
quien envía notas escritas que son publicadas en el boletín es el propio go-
bierno municipal. En la edición número 5, financiada por el Área de Obras y

Organización barrial y representaciones en... | 137


Servicios Públicos de la municipalidad, se publica un balance de una asistente
social municipal, donde se indica que:

si bien la leña no alcanzó para todos los barrios, debemos sí rescatar el es-
fuerzo que se ha hecho por parte de la Dirección de Juntas Vecinales para
que la entrega de leña y kerosene fuera más organizada que otros años.
(Junta Vecinal 10 de Diciembre, septiembre de 1987)

Todos estos elementos sugieren que tras la negociación por las condicio-
nes del traslado y los compromisos asumidos por los funcionarios, existía una
gran confianza por parte de la dirección de la Junta y del boletín hacia las au-
toridades, que no parecen ya ser objeto de reclamos, sino más bien de pedidos
debidamente encuadrados. Sin embargo, los números del boletín dejan ver
también la existencia de cierta oposición a los acuerdos con las autoridades,
que asumen la forma de una interna barrial. Entre otras críticas, se señala el
tamaño insuficiente de las viviendas que se proyecta construir en la zona de
Quinta 58 (Junta Vecinal 10 de Diciembre, agosto de 1987).
Para finales de 1987 asume una nueva directiva en la Junta Vecinal y se regis-
tra un cambio en la línea editorial del boletín, en función del cual el alineamien-
to con las autoridades se profundiza y el perfil contencioso propio del reclamo
y de la acción colectiva deja de aparecer. Esto no parece haber implicado una
disminución en lo que hace al nivel de visibilidad logrado por la organización
barrial. A principios de 1988, el gobernador Horacio Massaccesi, de visita en
Bariloche, concurrió al asentamiento 10 de Diciembre acompañado entre otros
por el intendente de la ciudad, lo cual habla de un espacio conquistado en la
agenda local por parte de los vecinos. En esa oportunidad, el boletín apunta que:

Después de escuchar diversas peticiones, el Gr. Massaccesi, dio respuestas


positivas, que levantaron la fe y la esperanza que hemos depositado en nuestras
autoridades, legalmente elegidas. En esta visita llegó acompañado por el Sr.
intendente Cdor. Edgardo Gagliardi […] y otras autoridades que pedimos
perdón por no acordarnos de sus nombres y cargos que desempeñan en nuestro
beneficio […]. Con anterioridad se comprometió a donar una máquina de
escribir y a cooperar en la edición de este boletín. (Junta Vecinal 10 de Di-
ciembre, febrero de 1988. [El destacado es mío])

El indisimulado alineamiento con el gobierno radical y el predominio del


pedido sobre el reclamo no parece dar lugar a grandes contraprestaciones, al
menos en lo inmediato. Tras la presencia del máximo mandatario provincial
en el barrio, y en un contexto de postergaciones sociales extremas, se exhibe
entre los principales logros la promesa de donación de una máquina de escri-
bir y de financiamiento del propio boletín, hecho que favorece que se consolide
como un órgano de propaganda del gobierno. Mientras tanto, las viviendas
comprometidas siguen siendo demoradas. De hecho, el boletín parece conver-
tirse en un canal de expresión de otros reclamos, los de las instituciones esta-
tales. Así, aparecen mensajes como el que sigue:

138 | Migraciones en la Patagonia


Con mucho pesar se recibió una nota de parte del Departamento Provincial
de Agua. En la cual se nos denunciaba que niños del barrio les destrozan los
vidrios de su edificio, y el gabinete de gas. Vecinos si queremos progresar no
tenemos que dañar, cuidemos que nuestros niños sean los mejores para sen-
tirnos orgullosos de ellos. (Junta Vecinal 10 de Diciembre, febrero de 1988)

Las acciones imputadas a los niños del barrio resultan particularmente in-
teresantes en la medida en que están dirigidas contra instituciones responsa-
bles de servicios que se retacean al barrio. En efecto, falta el agua en el barrio,
pero se propone que el progreso adviene tras un buen comportamiento. Para
esos momentos (principios de 1988) ya no existen registros de actividades so-
ciales o culturales en el boletín. Un año después, se ponía en marcha el traslado
de los vecinos al nuevo espacio, en las afueras de la ciudad.
Con largas dilaciones, el traslado se concretó en distintas etapas entre 1989
y 1992, bajo las intendencias de Eduardo Gagliardi (ucr) y de María del Rosario
Severino de Costa, del Partido Justicialista (pj). En el ínterin, se registró una
reactivación de la acción colectiva, que incluyó la elaboración de un petitorio
y una movilización al Centro Cívico, la plaza central de la ciudad y sede de la
intendencia, la acción de protesta más importante que aparece en los regis-
tros relevados.12 En el petitorio se planteaba, entre otras cosas, el «problema
de los vecinos que no han sido adjudicados, qué solución hay» y «que las casas
sean casas, por lo que se entregan totalmente sin nada» (Junta Vecinal 10 de
Diciembre, s/f). A diferencia de las últimas citas del boletín, en este fragmento
el perfil contencioso es claro. Finalmente, en medio de fuertes presiones, y sin
lograr una solución que satisficieran estas demandas, la mayor parte de los ve-
cinos se trasladó. Sobre este punto, G. recuerda: «Nos apretaron un poco viste,
porque nos dijeron “si ustedes no se van, pierden la casa de allá y más encima
los echamos de acá”» (marzo de 2013).
Con este mensaje de características extorsivas la intendencia justicialista
completó la tarea iniciada por la administración radical. Lo cierto es que más
allá del incumplimiento de los acuerdos por parte de las autoridades y de tener
que instalarse en terrenos alejados del centro, los vecinos del 10 de Diciembre
lograron el acceso legal a la tierra. Sin embargo, este resultado no es visuali-
zado necesariamente como una victoria. A propósito de esto, una pareja de
vecinos comenta:

Bueno, nosotros acá estuvimos bastante… bastante mal porque nos en-
tregaron únicamente el armazón de la casa, nada más que el armazón: no
teníamos piso, no teníamos puerta adentro, no había nada, estaba única-
mente el armazón […].
Yo vivía llorando, ¡dejamos la cabaña tan hermosa por esto!, estuvimos
limpiando 15 días porque yo no quería saber nada, veníamos a limpiar… Yo
lloraba de bronca, aparte tan aislada de todo, porque yo estaba acostum-
brada tres cuadras y ya tenía viste la… teníamos La Anónima, Lausen en ese

12 La magnitud de la movilización no pudo ser corroborada.

Organización barrial y representaciones en... | 139


entonces, pero yo sufrí tanto hasta que me adapté a andar en micro, no, y
con los nenes todos chiquitos, para conseguir escuela a mis hijos. (E. y S.,
Bariloche, octubre de 2013)

Al menos en una primera instancia, para distintos vecinos las condiciones


en las que se efectuó el traslado implicó un agravamiento de su situación: en el
28 de Abril no contaban con la infraestructura que existía en el 10 de Diciem-
bre, que se pretendía reservar para quienes pudieran pagarla. Pero curiosa-
mente, el espacio siguió rehuyendo de los intereses inmobiliarios: una vez con-
cretado el traslado, el barrio 10 de Diciembre fue ocupado por otros migrantes
sin techo, que siguieron su propio curso de acción. Por otro lado, en el barrio 28
de Abril, que debe su nombre a la fecha de la primera reunión vecinal, distintos
vecinos dieron su segundo y tercer paso en la experiencia de organización y
participación política a nivel barrial.

Reflexiones finales

A lo largo de este trabajo examiné el proceso de organización de los vecinos


del asentamiento 10 de Diciembre desde finales de la década de 1970 hasta el
traslado al barrio 28 de Abril, a principios de los años 90. La relevancia del caso
reside particularmente en el hecho de que permite ilustrar un conjunto de ras-
gos que caracterizan a una ciudad como Bariloche, donde la expansión de la
actividad turística oculta su contraparte, la afluencia masiva de migrantes sin
recursos materiales, cuyas experiencias son escasamente conocidas.
Visto el proceso de conjunto, puede pensarse que la organización vecinal
en el particular contexto del restablecimiento de la democracia dio lugar a la
obtención de importantes conquistas materiales: aún con muchas dilaciones,
los pobladores del 10 de Diciembre obtuvieron títulos de propiedad que les
permitieron un acceso a la tierra y a la vivienda sin amenazas de desalojo. Sin
embargo, la completa falta de infraestructura que predominó tras el traslado
que finalmente les fue impuesto a los vecinos, habilita lecturas que subrayan el
modo en que esa política incrementó al menos en ese contexto las condiciones
de precariedad. Por otra parte, la experiencia involucró la búsqueda de una
identidad propia, capaz de construir un lugar alternativo al propuesto por los
discursos hegemónicos. Más allá de las divergentes representaciones, en to-
dos los testimonios se hace patente la nostalgia del 10 de Diciembre, donde la
construcción de una identificación positiva aporta un importante ingrediente
para la acción colectiva.
Con relación también al desarrollo de esa acción, procuré identificar di-
ferentes representaciones que circulan y circularon entre los protagonistas,
sobre sí mismos y sobre el poder político. Sugerí que en ciertos casos se evi-
dencia una tendencia a naturalizar la subordinación de los primeros res-
pecto del segundo. Es posible pensar que cuando esta tendencia prevalece,
la petición agota el horizonte de acciones posibles. En otros casos, aparece
el ­reconocimiento-descubrimiento de una serie de derechos sociales. Este

140 | Migraciones en la Patagonia


segundo conjunto habilita, en cierto modo, el pensamiento crítico sobre las
condiciones de vida imperantes y la posterior acción colectiva de carácter con-
tencioso que involucra el reclamo. En este sentido, la participación de migran-
tes de origen chileno empapados en la tradición de izquierdas parece haber
sido relevante. Portadores de un saber-hacer en torno a la organización colec-
tiva, motorizaron los reclamos de un conjunto heterogéneo de vecinos, que en
muchos casos no visualizaban las condiciones de subordinación y violencia a
las que se encontraban sometidos como tales.
En este tipo de recorridos, una parte de los migrantes sin recursos materia-
les adquieren los recursos simbólicos necesarios para obtener los anteriores.
En otras palabras, la visualización de las relaciones de opresión por parte de los
sujetos constituye un paso fundamental en la puesta en marcha de procesos de
lucha. En este sentido, la historia de los primeros vecinos del 10 de Diciembre
se configura como un caso paradigmático de la lucha por la vivienda, problema
que continúa ocupando un lugar central en el Bariloche del siglo xxi.

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Organización barrial y representaciones en... | 141


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142 | Migraciones en la Patagonia


«No soy de aquí… ni soy de allá». Aportes para la reflexión
en torno a la problemática migratoria limítrofe en
Comodoro Rivadavia1
Brígida Baeza (uba/conicet/unpsjb)
Natalia Barrionuevo (unpsjb)
Miguel Becerra (unpsjb)

Introducción

Nuestro artículo está orientado a compartir una experiencia desarrollada a


partir de un proyecto de extensión, titulado «No soy de aquí… ni soy de allá.
Relatos y representaciones de los migrantes2 en el cine latinoamericano»3. En
dicha propuesta planteamos realizar un ciclo de cine temático sobre las repre-
sentaciones de los migrantes en el relato cinematográfico presente en el Nuevo
Cine Latinoamericano;4 y proponer un espacio de reflexión sobre los procesos
migratorios de países limítrofes en la región teniendo como disparador el re-
lato cinematográfico.
En este marco optamos por la proyección de las películas Las Acacias, bajo
la dirección de Pablo Giorgelli (2011) y Return to Bolivia del director Mariano
Raffo (2009). En ambos casos la narrativa de historias migrantes en el contex-
to de viajes forma parte del eje central de los relatos. A partir de la proyección
de los films en contextos de públicos diferentes –en una primera instancia
en un ámbito académico y en una segunda instancia en un espacio barrial–,
describimos, analizamos y problematizamos el debate que se generó luego de

1 Desarrollado en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, unpsjb y en el


marco del Proyecto de Investigación: «Migrantes bolivianos y paraguayos en Co-
modoro Rivadavia (Chubut). Diferenciaciones, identificaciones e interacción con la
sociedad comodorense (1958-2010)», Secretaría de Ciencia y Técnica, unpsjb. (2011-
2014). Resol. R/7 322-2011.
2 Utilizamos el género masculino por convención, pero refiere a ambos (masculino y
femenino), en ésta y otras nominaciones.
3 La actividad se enmarca en las actividades desarrolladas desde el proyecto de inves-
tigación «Migrantes bolivianos y paraguayos en Comodoro Rivadavia (Chubut). Di-
ferenciaciones, identificaciones e interacción con la sociedad comodorense (1958-
2010)», Secretaría de Ciencia y Técnica, unpsjb.
4 La denominación Nuevo Cine Latinoamericano refiere a la surgente generación de
cineastas y dialoga con el tiempo social y político a partir de reiteradas coordenadas
temáticas que recuperan las iniciativas del lenguaje de los ochenta, a través de ejes
temáticos tales como la memoria, la pobreza, la exclusión, las migraciones, los mo-
vimientos sociales y la periferia, en propuestas formales cuya comprensión pone de
manifiesto los escenarios de crisis en la expresión local y/o regional; y de conflictos
y dilemas que están también instalados en las sociedades globalizadas y masivas.

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 143


las proyecciones. A partir de la riqueza que generaron tales discusiones obser-
vamos la necesidad de problematizar la experiencia para darla a conocer me-
diante la escritura de este artículo, ya que el momento en que fue desarrollada
se produjo en el contexto de brotes xenófobos y de una sociedad que trata de
reacomodarse a los cambios que provocó la profundización de la llegada de
grupos migrantes limítrofes e internos.
Consideramos que la discusión de la problemática en torno a las migra-
ciones limítrofes en una ciudad patagónica, en un contexto de expansión po-
blacional, se constituye en un espacio propicio para el análisis de las distintas
representaciones sociales que confluyen en intercambios caracterizados por
las discusiones que cotidianamente se generan en la sociedad comodorense, a
partir de los debates vinculados a los derechos de los migrantes al acceso a la
vivienda, la salud, la educación, el trabajo, entre otros aspectos que polemizan
en torno a la figura del migrante. Esta situación resulta ilustrativa también de
otros centros urbanos patagónicos, tales como Río Gallegos (Rincón Gamba,
2012), San Carlos de Bariloche (Matossian, 2010; Nuñez y Barelli, 2013), entre
otros. Esto demuestra las dificultades que existen a nivel de las interacciones
sociales en el contexto de sociedades receptoras de poblaciones migrantes,
donde se generan espacios de diferenciación constante entre los distintos gru-
pos sociales, de acuerdo a su composición nacional, de clase y étnica.
Desde una perspectiva interdisciplinaria proveniente de la confluencia de
la antropología, la sociología y la comunicación audiovisual, nos proponemos
brindar un análisis crítico de las opiniones, silencios y discusiones que se pro-
dujeron luego de proyectadas las mencionadas películas en dos contextos de
públicos diferentes. Partimos de la idea de que es imposible no comunicar; y en
el caso de las imágenes, las posibilidades que brindan pueden ser recuperadas
en la investigación sociocultural como recurso central, o bien complementa-
rias de otras fuentes documentales.
Metodológicamente nos inspiramos en los aportes de la foto-elucidación,
la cual forma parte de un tipo de abordaje utilizado en las Ciencias Sociales,
que hace uso de la fotografía para provocar, activar y generar/rememorar
hechos, anécdotas, opiniones, recuerdos, ideas… entre los protagonistas de
la investigación (Meo y Davenigno, 2011). Las imágenes que nos presenta el
cine constituyen un elemento con vastas potencialidades, al igual que el resto
de los medios audiovisuales, sea para conocer ciertos fenómenos sociales, sea
para difundir esos conocimientos (Colombres, 1985). En el lenguaje simbóli-
co presente en el video documental, en una película, en una publicidad, entre
otros soportes audiovisuales, podemos encontrar conflictos, interpretaciones,
resistencias, luchas, realidades, mundos, representaciones, acerca de los pro-
blemas socioculturales que nos preocupan. El cine surge con un planteo ideo-
lógico que se prolonga hasta la actualidad, lo cual lo presenta como generador
de enunciados con amplio significado social.
En nuestro caso utilizamos como disparador dos películas que abordan la
temática migratoria desde el plano de lo cotidiano en esas pequeñas historias de
migrantes que ven en la Argentina la posibilidad de proyectar su futuro. Nues-
tro propósito fue incursionar en el análisis de las representaciones sociales que

144 | Migraciones en la Patagonia


subyacen en los discursos individuales de quienes participaron en las proyec-
ciones fílmicas. Si entendemos que las representaciones individuales devienen
en sociales por medio de la comunicación entre todos los miembros de una co-
munidad, de modo similar, las representaciones sociales devienen también en
individuales por el mismo mecanismo comunicativo. Aunque no todas las re-
presentaciones individuales pueden convertirse en sociales, pero las sociales sí
pueden convertirse en individuales. Es más, las representaciones sociales, como
tales, trabajan como marco para la formación de las individuales (Raiter, 2006)5.
Nos proponemos compartir la experiencia del debate que generó cada pro-
yección fílmica, dado que nos permitió incursionar en las características de las
representaciones sociales que es posible observar en algunos grupos –diferen-
tes entre sí– de la sociedad comodorense. Lo cual generó la posibilidad de com-
plejizar diversas expresiones de xenofobia que frente a determinados hechos de
violencia contra los grupos migrantes limítrofes nos llevan a reflexionar acerca
de la representatividad –o no– que posee el móvil de «odio al extranjero». Los
análisis en torno a la xenofobia en la Argentina afirman que se recrudece en
contextos de crisis y competencia por los puestos laborales (Grimson, 2006, p.
90), pero en el caso de Comodoro Rivadavia no podemos afirmar que ese sea el
contexto. Por el contrario, los índices de desocupación descendieron a 3,5 % en
el primer semestre de 2012 y a 4,2 % en la última parte del 2013; y se da un fenó-
meno característico de la zona por los altos costos de vida: la sobreocupación del
­51 % de la población del conglomerado Comodoro Rivadavia-Rada Tilly.6
La situación en torno a las posibilidades de empleo que continúa generan-
do la ciudad de Comodoro Rivadavia provoca que se prolongue la llegada de
grupos migratorios. Sumado a la excepcionalidad de salarios que superan la
media del país, brinda un rasgo distintivo a la ciudad petrolera, lo cual resul-
ta atractivo para múltiples grupos migratorios. En este contexto, la inserción
5 El concepto de representaciones sociales posee un extenso debate que sería impo-
sible agotar en esta cita, pero mencionaremos que desde los aportes de Durkheim
(1982) a partir del estudio de las representaciones colectivas desde un punto de vista
objetivista, fueron muchos los estudios que problematizaron este concepto, tales
como los realizados por Pierre Bourdieu, quien sostiene: «las representaciones de
los agentes varían según su posición (y los intereses asociados), según sus habi-
tus, como sistemas de esquemas de percepción y de apropiación, como estructuras
cognitivas y evaluativas que se adquieren a través de la experiencia duradera de
una posición en el mundo social […]» (1990, p. 134). En consonancia con esta visión,
Roger Chartier pone énfasis en rescatar la dinámica de las representaciones y sus
articulaciones con los sistemas ideológicos y con las condiciones socio-políticas de
quienes las usan, crean y ponen en acción (1996, p. 59).
6 Dirección de Investigación Territorial, Subsecretaría de Bienestar Social y Familia,
Secretaría de Desarrollo Humano y Familia, municipalidad de Comodoro Rivadavia.
Actualizado el 8 de octubre de 2013. Para una nota periodística sobre el tema, ver: «De
los 32 conglomerados que analiza el indec, el de Comodoro-Rada Tilly tiene el 51,9 %
de sus trabajadores sobreocupados. Comodoro tiene la tasa más alta de sobreocupa-
ción del país». Diario El Patagónico, 29 de diciembre de 2013. Recuperado de http://
goo.gl/evDv3H

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 145


laboral es relativamente sencilla, no así la interacción cotidiana y los vínculos
que se constituyen en relación a determinados sectores de la sociedad. Existen
múltiples hechos cotidianos donde los migrantes deben enfrentar situaciones
de discriminación no sólo mediante el empleo de violencia simbólica, sino
también física.
Quizás, dos de los momentos de mayor y abierta xenofobia se produjeron
sobre las poblaciones migrantes de un asentamiento informal ubicado en la
zona sur de la ciudad. El primero con la quema de viviendas de migrantes in-
ternos y bolivianos7 por parte de grupos de jóvenes de un complejo de viviendas
de la zona sur de la ciudad8 y otro hecho reciente de septiembre de 2013 cuan-
do se produjo el feminicidio9 de una niña por el cual fue culpado un migrante
paraguayo y cientos de pobladores del barrio aledaño pretendieron atacar al
asentamiento entero. En este hecho se concentró la xenofobia que comenzó a
construirse a partir de la llegada de los «nuevos migrantes».10

El contexto migratorio comodorense

Poblamiento y migración en Comodoro Rivadavia


Comodoro Rivadavia es una ciudad portuaria cuya principal economía, desde
1907, gira en torno a la extracción de petróleo. Alrededor de este mineral se
constituyó poblacional y urbanísticamente. En cada período de expansión de
la explotación petrolera, se produjo la afluencia de población migrante, en sus
inicios ultramarina desde diversos lugares de Europa, de migrantes internos
provenientes de Catamarca y La Rioja y, sobre todo desde la década del 60, de

7 Cabe aclarar en esta introducción que no ahondaremos –por cuestiones de espacio–


en una línea de análisis que consideramos fundamental para problematizar el tema
migratorio en Comodoro Rivadavia, y se encuentra ligada a las marcaciones étnicas
que refieren a lo boliviano y lo paraguayo en términos nacionales. Es válido recuperar
aquí la observación de Cardoso de Oliveira en el sentido de que la adversidad que
encuentran los migrantes, «perceptible a nivel de identidades estigmatizadas, es un
hecho que apenas varía en su intensidad, y con el cual los inmigrantes tienen que
aprender a convivir. Y es precisamente debido a esta adversidad que los inmigran-
tes tienden a asumirse –y muchas veces a organizarse– como etnias, aislándose en
espacios sociales específicos» (2007, p. 221).
8 Ante los primeros ataques de incendio de las viviendas los grupos migrantes deci-
dieron quemar lo que quedaba de sus pertenencias. Ver nota: «La extensión del 30
de octubre es tierra de nadie. Jóvenes con causas penales que residen en las 1008
viviendas despojan de sus precarias edificaciones a vecinos de la extensión». Diario
El Patagónico, 24 de noviembre de 2011. Recuperado de: http://goo.gl/WPVQ85
9 Optamos por la utilización de la categoría feminicidio, aunque sabemos que forma
parte de un debate complejo (ver Segato, 2006).
10 Ver nota: «Un equipo de Diario Patagónico recorrió el sector de la extensión del 30
de Octubre donde el lunes fue hallado el cuerpo de Yasmin Chacoma. “Barrio de los
paraguayos”, el lugar que hoy está en el ojo de la tormenta». Diario El Patagónico, 22 de
septiembre de 2013. Recuperado de: http://goo.gl/EddJg9

146 | Migraciones en la Patagonia


Chile y en las últimas décadas migrantes de Bolivia, Paraguay, Perú, República
Dominicana entre otros grupos que, sumados a la llegada de migrantes inter-
nos del noroeste y noreste del país, se incorporaron a una trama poblacional
caracterizada por su heterogeneidad y complejidad en lo que refiere a la inte-
racción social cotidiana.
La población extranjera proveniente de países europeos en su mayor parte
se asentó en el espacio ocupado por las empresas petroleras, la zona norte de la
ciudad, mientras que los grupos de migrantes limítrofes lo hicieron en el radio
perteneciente al pueblo de Comodoro Rivadavia. En los inicios, un rasgo básico
de la composición de los grupos migrantes era su heterogeneidad nacional y
étnica. Básicamente, la ciudad se pobló con migrantes de origen europeo, pero
hacia la última parte del siglo xx fueron desplazados por los migrantes de paí-
ses limítrofes (ver Cuadro I).

Cuadro I. Población de Comodoro Rivadavia de acuerdo al lugar de nacimiento

Total de En país
Años Total Argentinos En otro país
extranjeros limítrofe
Años Total % Total % Total % Total % Total %
1960 56○777 100 38○258 67,38 18○519 32,61 - - - -
1970 78○236 100 58○615 74,92 19○621 25,07 - - - -
1980 100○997 100 82○472 81,65 18○525 18,34 13○622 73,53 4903 26,46
1991 129○229 100 110○955 85,85 18○238 14,11 14○813 81,22 3425 18,78
2001 137○061 100 122○302 89,23 14○759 10,76 - - - -

Fuente: censos nacionales de población de los años 1960, 1970, 1980, 1991 y 2001

Al considerar los datos de las últimas décadas, en el censo del 2001 –aunque
no contamos con los datos discriminados por tipo de extranjeros–, podemos
observar que estos disminuyen en la población de Comodoro Rivadavia, dado
que representan un 10,76 %. Por otra parte, al no contar con datos discriminados
por nacionalidad no podemos calcular el porcentaje de chilenos y bolivianos,
pero cabe aclarar que entre las décadas de 1960 y 1990 prácticamente la totali-
dad de los migrantes limítrofes refieren a chilenos por ser en aquel momento
la única comunidad de migrantes de países limítrofes presente en la ciudad.
Entre 2004-2008 se produjo el último boom petrolero que por varios años
provocó efectos de expansión en distintos rubros del mercado de trabajo regio-
nal. De acuerdo a los datos del Censo Nacional de Población del año 2010, las
cifras obtenidas arrojaron un total de 180○000 habitantes en la ciudad. De 16○653
migrantes, 14○544 corresponden a migrantes limítrofes, resultando mayoritario
el número de chilenos, 10○682; seguido por el de bolivianos, 2421; 1221 paragua-
yos y 385 peruanos, entre otros. Lo cual demuestra que el grupo de migrantes
proveniente de Chile continúa siendo el más numeroso (ver Cuadro II).

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 147


Cuadro II. Total de población nacida en el extranjero, censo 2010
Total población nacida en el extranjero 16○653 personas Porcentaje
América 15○456 92 %
Países limítrofes 14○544 87 %
Bolivia 2421 14 %
Brasil 77 0,004 %
Chile 10○682 64 %
Paraguay 1221 0,07 %
Uruguay 143 0,01 %
Países no limítrofes (América) 912 0,05 %
Perú 385 0,02 %
Resto de América 527 0,03 %
Europa (Alemania, Francia, Italia, España) 1159 0,07 %
Resto de Europa 461 0,02 %
Asia 42 0,002 %
África-Oceanía 9 0,003 %
Fuente: elaboración propia en base a los datos de «Población total nacida en el
extranjero». Departamento Escalante. Censo nacional del año 2010

El ascenso de las cifras censales muestra la profundización de la brecha en-


tre migrantes no-limítrofes y los limítrofes (y otros grupos latinoamericanos).
Los chilenos, los bolivianos y los paraguayos figuran entre los grupos cuan-
titativamente mayoritarios actualmente, aunque a sabiendas de excluir otros
grupos migrantes, historizaremos la presencia y principales características de
la migración de los dos grupos mencionados. El caso particular de la presencia
de migrantes chilenos en la ciudad se registra desde los inicios de su pobla-
miento. Provenían de diversas regiones del sur de Chile y se ocupaban como
peones en las tropas de carros que trasladaban la lana destinada a embarcar en
el puerto de Comodoro Rivadavia.
Sin embargo, la mayor afluencia de chilenos a Comodoro Rivadavia se ge-
neró a partir de dos períodos de expansión económica de la ciudad. El primero,
con la instalación de la gobernación militar (1944-1955) que otorgó a la ciudad el
estatus de capital, con lo cual se generó una ampliación de la demanda laboral
para los emprendimientos en torno a las obras públicas, la expansión petrolera
y la ejecución del gasoducto a Buenos Aires. El segundo período corresponde
al denominado boom Petrolero (1958-1963), con la aprobación de la ley de Hidro-
carburos y un nuevo Estatuto Orgánico de Yacimientos Petrolíferos Fiscales
(ypf) que favorecía la instalación de empresas extranjeras. Durante esta etapa
se expandió la contratación de trabajadores chilenos por su carácter de ilegales,
porque de esta forma las empresas abarataban los costos en mano de obra.
La finalización del período del boom petrolero en 1963 generó la compe-
tencia por los puestos de trabajo en la sociedad comodorense y acrecentó la
discriminación de distintos grupos sociales respecto de la población migrante

148 | Migraciones en la Patagonia


chilena (Márquez y Palma, 1993). Si bien los migrantes europeos de larga data
en la ciudad atribuían elementos de inferioridad racial a los chilenos para ex-
plicar su marginalidad social, no todos los chilenos compartían la misma situa-
ción de inferioridad. Hacia la década del 60 se destacaban tres estratos dife-
renciados: los comerciantes que se podrían englobar como burguesía chilena,
los obreros afiliados a sindicatos que interactuaban con grupos no chilenos y,
por último, los obreros no afiliados con mayor sentimiento de marginalidad y
apego a su nacionalidad.
Hacia las décadas de 1960-1970, las poblaciones asentadas en los bordes re-
presentaban para los sectores medios comodorenses, las molestias típicas de
grupos sociales anómicos, molestos y al margen de la ley. Parte de las explicacio-
nes figuran en «Comodoro Rivadavia, sociedad enferma» de Lino Marcos Bu-
diño, donde se deposita en los grupos de migrantes chilenos de sectores popu-
lares gran parte del desorden predominante en la ciudad. Las explicaciones ante
este fenómeno social fueron de carácter organicista-funcionalista, este autor
caracterizó a los migrantes chilenos como un «grupo-problema» asociado a la
criminalidad, la marginalidad, la desorganización familiar, etcétera, además
de ser poseedores de valores tradicionales que no les permiten vislumbrar las
posibilidades de cambio social (Budiño, 1971).
En la década del 70 se produce una ruptura en cuanto a las características del
tipo de migrantes, finaliza la llegada de migrantes económicos y se inicia una
segunda etapa de llegada de chilenos por causas políticas como consecuencia de
la implantación de la dictadura pinochetista (Pereyra, 2000, p. 9-10). En algunos
casos, Comodoro Rivadavia funcionó como punto de encuentro entre familias
que habían sido separadas como consecuencia de la persecución política.
Sin embargo, quienes elegían vivir en Comodoro Rivadavia debían enfren-
tar una serie de situaciones que los posicionaba como chilenos invasores. Esta
imagen negativa de la migración chilena está vinculada a uno de los postulados
de la Doctrina de Seguridad Nacional que sostenía la posibilidad de enfrenta-
mientos bélicos con los países vecinos. En este sentido, el conflicto por el Canal
del Beagle en 1978 aumentó las tensiones y actitudes discriminatorias hacia el
chileno invasor. La reglamentación acerca de la prohibición de poseer propie-
dades por parte de los chilenos, además de los rígidos controles de admisión y
las dificultades para obtener los papeles de legalización brindan un claro ejem-
plo de la discriminación a la cual se veían sometidos los migrantes chilenos.11
La situación de conflictividad social que provocaba la inserción de los dis-
tintos grupos de migrantes chilenos en la sociedad comodorense se asemeja
en algunos aspectos a la situación actual en torno a la llegada de los grupos de
migrantes nuevos, en particular con las problemáticas que se generan alrede-
dor de los migrantes bolivianos que deben enfrentar situaciones problemáti-
cas en torno a sus manifestaciones asociativas (Baeza, 2011), de discriminación

11 Las últimas dictaduras militares de Chile y Argentina emprendieron sendas perse-


cuciones –por diferentes motivos: políticos, legales, etcétera– en ambos lados de la
frontera. Lo chilenos de Comodoro Rivadavia recuerdan las deportaciones realiza-
das sobre todo en 1978 (Baeza, 2001, p. 401).

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 149


laboral (Baeza, 2013a, 2013b) y diversas dificultades para sostener prácticas
vinculadas a sus modos de concebir el cuerpo y la salud (Baeza, 2014).
En una apretada síntesis podemos mencionar que en el caso de los mi-
grantes bolivianos, si bien no poseen una permanencia de larga data, como
los chilenos, sí es posible distinguir dos principales grupos en Comodoro Ri-
vadavia. Al primero pertenecen quienes llegaron a la ciudad por intermedio de
las empresas petroleras y contratistas norteamericanas que se ubicaron en la
región en la época del boom petrolero (1958-1963). La mayor parte de este grupo
migratorio proviene de Santa Cruz de la Sierra, un lugar de tradición en la
explotación petrolera. Una segunda etapa que comenzó en las últimas décadas
del siglo xx, con la llegada de inmigrantes bolivianos que se emplean en las em-
presas pesqueras, emprendimientos comerciales, como es el caso de las muje-
res con sus verdulerías (González, 2009 y 2012) y tiendas, o bien los hombres
como trabajadores o contratistas en el ramo de la construcción. Actualmente
continúan arribando bolivianos con experiencias previas de haber residido en
otros lugares del país, pero también un importante número de migrantes que
tiene como primer destino la ciudad de Comodoro Rivadavia.
Y una caracterización similar podríamos proponer para el caso paragua-
yo, que posee dos corrientes diferenciadas, iniciada la primera en el contexto
del primer boom petrolero. Y la segunda sobre todo en el período de expansión
económica de 2004-2008. Sin embargo, un rasgo que diferencia ambos grupos
migratorios es que en el caso de los migrantes paraguayos se trata básicamen-
te de hombres o mujeres que emprenden la migración de modo individual. A
diferencia del carácter familiar que posee la migración boliviana.
En general, tanto bolivianos como paraguayos residen en su mayor parte
en los sectores periurbanos de la ciudad, en aquellos lugares que carecen de
servicios básicos y demás signos de urbanización. Junto al resto de los habitan-
tes de los bordes de la ciudad, son objeto de estigmatización y tipificados como
bolitas o paraguas, según el caso. Con recurrencia aparecen como víctimas o
victimarios de diversos hechos de violencia y discriminación.
Ambos grupos migratorios son estigmatizados y objeto de violencia en
sus lugares de tránsito cotidiano, sumado a estas situaciones son vistos como
competencia por parte de los migrantes chilenos que ven afectado su lugar he-
gemónico en el mercado de trabajo de la construcción (Baeza, 2013a, 2013b).
Tanto las autoatribuciones como las atribuciones al grupo de migrantes boli-
vianos y paraguayos, profundizan su estigmatización y la búsqueda de estrate-
gias de aceptación dentro de la sociedad receptora por parte de los migrantes.
Las características del fenómeno actual en la ciudad nos hacen reparar en
la dinámica que poseen las alteridades existentes a nivel de las interacciones
en distintos espacios sociales, el lugar del peldaño más bajo de las jerarquías
sociales, anteriormente ocupado por chilenos y sobre todo chilotes como gru-
po étnico estigmatizado, vemos que comienza a diluirse y ser ocupado por los
nuevos migrantes, sobre todo bolivianos que por sus marcaciones étnicas son
tipificados como un grupo al que se le otorga el lugar del trabajo y la sumisión,
pero no el estatus social (Baeza, 2013a).

150 | Migraciones en la Patagonia


Entre las celebraciones y el desprecio al migrante

En este contexto de afluencia permanente de grupos migratorios nuevos, y las


diversas problemáticas que genera la interacción en distintas esferas de la vida
cotidiana, en Comodoro Rivadavia se produce paralelamente otro proceso que
por el contrario celebra la figura de quienes optan por residir en la ciudad.
A raíz de la trama fundacional ligada a la presencia de diversos grupos mi-
grantes, se generó una serie de eventos que se viene desarrollando desde hace
27 años, la denominada Feria de las Comunidades Extranjeras, que erigió a
Comodoro Rivadavia en el año 2012 como Capital Nacional de Comunidades
Extranjeras (ley nacional 26810). En el contexto del Día del Inmigrante se reali-
za una serie de eventos conmemorativos, que oscilan entre los números artís-
ticos y gastronómicos, entre otros y que poseen un carácter celebratorio sobre
la figura del inmigrante.12 Sin embargo, estos acontecimientos que se repiten
año tras año y que rinden culto al extranjero contrastan con las situaciones de
violencia y discriminación en relación a los nuevos extranjeros, representados
básicamente por los grupos migratorios limítrofes de bolivianos, paraguayos,
peruanos, dominicanos, entre otros, incluidos los migrantes internos.
Diversos hechos delictivos, problemas habitacionales, entre otras situacio-
nes que se suscitan en Comodoro Rivadavia, renuevan el debate en torno a los
problemas que causan los nuevos migrantes. Y la violencia se dirige a quien
encarna corporalmente al enemigo: el extranjero. En su figura se concentra
quien aparece como culpable de la disolución de lazos en la comunidad y de la
integridad cultural de la ciudad. Entonces, este nuevo extranjero que se instaló
en la ciudad en los últimos tiempos, para gran parte de la sociedad comodoren-
se remite al pasado indígena latinoamericano, al mestizaje entre lo originario
y lo europeo, a la falta de pureza que históricamente fue vista como un proble-
ma para las elites nacionalistas.
Tal como expusimos anteriormente, hasta la década del 80 lo chileno fue
representante de la migración-problema que ocupaba terrenos, que traía ma-
les a la ciudad, entre otros tantos dichos similares a los que actualmente se
reproducen sobre bolivianos, paraguayos, dominicanos, peruanos, entre otros
grupos alejados del modelo migratorio civilizado y blanco que nuestros gober-
nantes supieron legitimar a través de la historia argentina. La situación resulta
ser un revival de la xenofobia en torno a la figura del chileno y, en particular, en
relación al chilote. Es el terror étnico13 que resurge actualmente, no sólo desde
12 También los migrantes internos poseen su propia celebración desde 1990, en un
evento denominado Feria Nacional de las Provincias, en una escala menor a la
Feria de las Colectividades Extranjeras, se desarrolla la elección de la Reina, feria
gastronómica y diversos números artísticos, a fin de cada año.
13 Laura Segato explicita: «Las elites políticas se propusieron crear un “sujeto nacional”
que tiene unas particularidades que son completamente argentinas […]. Hubo un
laboratorio hecho por los médicos, los novelistas, los políticos de la Argentina que
trabajaban para producir la imagen de nación, que querían generar un sujeto que no
tenga el rostro de las etnias derrotadas […]. Y las élites criollas se propusieron cons-
truir un sujeto nacional que no fuera ni gringo ni vencido, que no tuviera el rostro del

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 151


las clases medias, sino entre los mismos sectores populares que conviven coti-
dianamente con los grupos migrantes.
Comodoro Rivadavia posee una escala de jerarquías étnicas, que ubica en
primer término a los descendientes de europeos, luego algunos grupos de mi-
grantes internos, y por último a los migrantes limítrofes, ubicando a paragua-
yos, dominicanos y bolivianos, en último término.
Actualmente es sobre todo en lo boliviano donde resulta directa la asocia-
ción con los estereotipos de lo que es indeseable y se debe apartar y evitar la
convivencia, en cambio con lo paraguayo es más difícil su tipificación inmedia-
ta, sus rostros no son oscuros y sus formas de vestir les permiten ingresar a
mercados de competencia directa con los nativos comodorenses: de mujeres,
de hombres, de sociabilidad, el laboral, entre otros. Podríamos decir que por
mucho tiempo paraguayos y paraguayas fueron prácticamente invisibles, esto
se modificó a partir de la búsqueda de quienes representan la encarnación de
todos los males y delitos del área de los asentamientos aledaños al barrio 30 de
Octubre, ante el caso de feminicidio relatado anteriormente.
En este contexto de convulsión discursiva y violencia contra la figura de
los grupos migratorios recientes, decidimos emprender la proyección de las
películas de nuestro cine migrante.

Lenguaje, cine y realidad en el caso migratorio

Acordamos con la siguiente afirmación:

La impresión de realidad experimentada por el espectador durante la visión


de una película, proviene primero de la riqueza perceptiva de los materiales
fílmicos, de la imagen y del sonido. Respecto a la imagen cinematográfica,
esta riqueza se debe, a la vez, a la definición amplia de la imagen fotográfica
[…] que presenta al espectador un gran lujo de detalles de esa totalidad que
es lo que define el campo visual. (Aumont et al., 2005, p. 148-149)

Desde los inicios el cine tuvo como principal objetivo contar historias que
involucraran al público, ya sea por su carácter verosímil, fantástico o tan sólo
por la delgada línea entre el concepto de realidad y ficción. Sea cual fuera el gé-
nero o la temática abordada en un film, los relatos funcionan porque apuestan
y provocan una identificación social por parte del espectador, cuyas dimensio-
nes transpolan contextos mediatos o inmediatos que van desde las problemá-
ticas sociales hasta el cuento o la fábula instaladas en los imaginaros colectivos.
El lenguaje cinematográfico recupera la idea de construir sentido a tra-
vés de diferentes formas narrativas mediadas por estructuras propias como el

colonizador español ni tampoco el rostro del derrotado africano o indio. En nuestros


países nos inculcaron, nos atornillaron la cabeza con el “crisol de razas”[…]. El “terror
étnico” en la Argentina se refiere a todo lo que se diferencia de ese clon, de esa síntesis
nacional que procuramos ser por mucho tiempo» (2008).

152 | Migraciones en la Patagonia


montaje, además de los procedimientos tecnológicos que lo definen. El montaje
es el leitmotiv del lenguaje audiovisual y se constituye principalmente por tres
procesos, en principio la selección del material fílmico previamente registrado,
el ordenamiento en secuencias como unidades de sentido y el tiempo o duración
de los fragmentos seleccionados en función de una unidad total. También, y a
posteriori, no dejan de ser menos importantes las diferentes intervenciones que
se realizan en el montaje, ya sean sonoras o estéticas, y que tienen como función
recrear atmósferas o proponer distintos climas que generan emotividad o sus-
penso y están íntimamente vinculadas con la psicología del espectador.
Todo film propone en principio una manera de mirar, es lo que algunos
teóricos del cine denominan la visión de mundo, la idea del mensaje como ob-
jetivo de la obra, ya sea en el género de la ficción o en el documental. En este
sentido, la base del lenguaje audiovisual es el encuadre, y la forma de definirlo
es un proceso subjetivo, el campo visual se define por un límite que el pro-
pio director enmarca, generando un plano determinado y un fuera de campo
algunas veces inimaginable. Existe una complicidad implícita entre el relato
y el espectador, que descifra códigos comunes y no tanto, que complementa
identidades e identificaciones, y que promueve espacios reflexivos y transfor-
maciones en el pensamiento humano.

El viaje como eje narrativo

Las formas y estructuras del relato cinematográfico tienen como condición


la coherencia y el equilibrio de los personajes dentro de las historias, un re-
lato funciona cuando en su interior la trama evoluciona, crece y se transfor-
ma, estos procesos son propios de la narrativa que pretende la atención de los
espectadores.
Tiempo y espacio son categorías intrínsecas del lenguaje audiovisual, el
tiempo tiene una relación directa con el plano sonoro, oír o percibir la sonori-
dad es una condición de tiempo, de la misma manera que el espacio se traduce
en una imagen. Estas categorías son las que condicionan las operaciones de
sentido en el lenguaje audiovisual, pues hablar de tiempo y espacio cinemato-
gráfico no se reduce a lo primario o escénico, en cine, el tiempo y el espacio se
expresan como tiempo y espacio de significación.
Otro de los componentes necesarios para que los relatos funcionen comu-
nicacionalmente es el conflicto: todo se expresa a partir de una diferencia o
una lucha, contraste y oposición, la fuerza narrativa necesita de las relaciones
de poder, el centro y la periferia, los incluidos y los excluidos, las historias se
introducen, los personajes son parte del todo que proyecta y devela realidades
ocultas, latentes y cercanas.
Los viajes son formas narrativas por naturaleza,

es que en realidad (como lo expresara Baudelaire) los verdaderos viajeros


son quienes parten, para partir. Ahora bien ¿qué puede resultar exóti-
co (idea unida al espacio, a otro espacio) en el mundo de hoy? En la Edad

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 153


Media el viaje era vertical (jerárquico), en el Renacimiento se vuelve hori-
zontal. Hoy lo exótico se mudó del espacio al tiempo. El viaje se hizo más
sombrío y hacia adentro. (Freire, 2007, p. 12)

Hacia adentro o hacia fuera, el viaje funciona como agente transformador


de la historia, el tiempo se acentúa y el espacio se modifica, en la medida que
las historias avanzan y los relatos toman forma. Los viajes narran historias de
traslados de personas, de grupos o de comunidades, que van de un espacio y
tiempo de significación a otro, con el sello de los viajeros, sus crónicas y sus
leyendas. Los movimientos migrantes no están ajenos a esta capacidad y cuali-
dad narrativa, y fueron fuente de inspiración del cine en una multiplicidad de
historias tanto de ficción como documentales.
La industria del cine vincula a las películas que cuentan un viaje con el sub-
género denominado road movie, películas de camino. Estas historias pretenden
narrar el cambio interno de un personaje en correspondencia con la transfor-
mación y movimiento constante del tiempo y espacio de significación, que cru-
za una idea de realidad en un contexto de crisis y luchas sociales en la región.
Desde esta perspectiva se seleccionaron los films para el ciclo de cine migrante
que llevamos adelante en el año 2013.

Relatos y representaciones de los migrantes en dos películas del cine


latinoamericano
Las Acacias, del director argentino Pablo Giorgelli
Guión: Pablo Giorgelli y Salvador Roselli
Género: ficción. Duración: 82 minutos. Año 2011

En Las Acacias, Rubén es un camionero solitario que hace años recorre la ruta
entre Asunción y Buenos Aires llevando madera. Pero el viaje que está por ini-
ciar será diferente. Esa mañana, Jacinta llega a la cita una hora más tarde. Y
viene con alguien, su hija de ocho meses, Anahí. Para Rubén no es el mejor
comienzo. Con el correr de los kilómetros, la relación entre Rubén, Jacinta y
Anahí crecerá. Lentamente, cada uno irá intuyendo al otro. Ninguno cuenta
demasiado sobre su vida. Ninguno pregunta demasiado tampoco. Es un viaje
de pocas palabras, pero no silencioso. Cuando están por llegar a su destino,
ambos tienen el mismo deseo: que el viaje no termine.
El film narra el viaje en su totalidad, y el espacio de significado se reduce
a la cabina del camión, la ruta y algunos parajes intermedios, mientras que el
tiempo hace culto del silencio.
Las Acacias es un film que se ubica en el límite entre lo real y lo ficticio, los pro-
cesos de identificación de los personajes parten de ese tiempo subjetivo, que evo-
luciona en la medida en que ellos comienzan a conocerse y reconocerse. Nada es-
capa a ese paralelismo constante entre un vínculo que crece y la ruta que avanza.
¿Y cuáles serían los elementos que ubican el relato en el límite entre lo fic-
cional y lo documental? En principio el perfil de los personajes, su ocupación,

154 | Migraciones en la Patagonia


sus expresiones de deseo, su clase social y su mirada sobre la vida. Se identifica
un camionero que recorre la Mesopotamia argentina, transportando rollizos
de madera, y una mujer, madre soltera que viene de Paraguay a iniciar una
nueva vida. Los diálogos humanizan aun más el relato y posicionan los roles de
ambos personajes. El conflicto narrativo está siempre latente y muchas veces
se ubica en el fuera de campo que traspasa el límite de encuadre. Y aquí la na-
rrativa adquiere otra dimensión, otra línea, en el espectador que reconoce las
formas que utilizan muchos migrantes paraguayos para venir a la Argentina.

Return to Bolivia, del director argentino Mariano Raffo


Género: documental. Duración: 95 minutos. Año 2009

Relata el viaje a su país de origen de una familia boliviana que vive en Liniers,
Buenos Aires, y atiende una verdulería. Con el propósito de conseguir emplea-
dos para su negocio viajan a Bolivia luego de ocho años de ausencia. Durante el
viaje van encontrándose con sus familiares, sus amigos y sus tradiciones aban-
donadas. Contada como una película de estilo road movie, la historia se desarro-
lla con el trasfondo del viaje. En ella la cámara sigue a una pareja de bolivianos
con sus tres hijos, hacia el cruce de la frontera entre Jujuy y Tarija, para luego ir
a un caserío en el altiplano entre Oruro y La Paz.
Return to Bolivia es un documental que plantea el viaje de una familia bolivia-
na que regresa a su origen. Es un viaje de ida y vuelta, en el que es necesario de-
tenerse en determinados puntos intermedios, porque no existen los lugares de
paso, sino por el contrario, actúan como espacios de significación, causa y efecto
de las decisiones de estos migrantes bolivianos en la cotidianeidad de su viaje.
El tiempo de la realización documental se explicita en la relación que es-
tablecen los testimoniantes con la cámara, esa complicidad es el resultado del
tiempo y del reconocimiento, el registro se naturaliza y se entremezclan los
realizadores con los documentados. El género documental desde su génesis
está ligado a la representación de una realidad determinada, el documental
es lo particular, pero también es lo universal, y en este punto se identifican a
partir de una historia o un relato de vida predeterminado, procesos sociales
individuales o colectivos. Los protagonistas que documentan y dan cuerpo a
las historias tienen vida más allá del relato audiovisual.
En los últimos años las migraciones sociales en países como México, Boli-
via, Paraguay, Chile y Argentina han puesto de manifiesto la necesidad de con-
tar historias que representen la relevancia social, no de una manera descripti-
va, sino profundizando en las crisis y sus consecuencias, las transformaciones
culturales, sus lógicas e hibridaciones, en regiones diversas interpelando la po-
lítica pública. El vínculo entre las representaciones culturales y el imaginario
político (imaginario que entendía la política en un sentido de partidos, de ins-
tituciones, de Estado, de poder) que en los años sesenta y setenta había marca-
do decididamente el cine, igual que la literatura y otras artes, tuvo un viraje de-
cisivo en los años ochenta, con nuevos temas y problemáticas que emergían en
el campo cultural y solicitaban nuevas posiciones de intelectuales y de artistas.

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 155


Quienes se ocupan del debate sobre las nuevas formas de conflictividad
social que caracterizan a las sociedades actuales han incorporado durante las
tres últimas décadas una variedad de movimientos que incluye el ecologismo,
el feminismo, los movimientos gay-lésbicos, los movimientos de jóvenes, los
pacifistas y los movimientos étnicos.14 Desde las Ciencias Sociales nos vemos
en la necesidad de analizar estas nuevas formas de desigualdades sociales, aún
más cuando nos encontramos en una ciudad como Comodoro Rivadavia, don-
de el ingreso económico no indica igualdad social, por el contrario se da un
desacople entre el nivel de ingresos y el prestigio social, tal como es el caso de
«los petroleros» (Grimson y Baeza, 2011, p. 337-363).
Es interesante rescatar que:

la idea de intereses que responde a situaciones actuales donde las diferen-


cias se expresan en la desigualdad reflejada en la distribución de la autori-
dad, entre personas y grupos, mostrando la insuficiencia estructural de las
sociedades, o bien en la desigualdad en la distribución de reconocimiento
entre los diferentes grupos e individuos que conforman una sociedad. (Fe-
menías, 2007, p. 56)

Históricamente, y desde el planteo de la teoría social, el concepto de diferen-


cia ha connotado inferioridad. Lo diferente fue entendido como una desviación
a la norma, que aleja e irrumpe en el orden público establecido. Sin embargo, y
desde mediados de los años sesenta, este mismo planteo presenta modificacio-
nes, a partir de un reconocimiento positivamente entendido y valorado, donde
se atraviesan las categorías de sexo-género con las variables de la etnia y de la
cultura en sí misma.
El multiculturalismo reivindica el valor de la identidad en un sentido gru-
pal, sobre todo en tanto identificación como un miembro de un grupo a partir
de un rasgo diferenciador.

Esto ocurre sobre todo para grupos sociales subordinados en donde la suma
de identificaciones es muchas veces una estrategia para obtener reconoci-
miento. Estos movimientos cubren una amplia gama del espectro sociopo-
lítico y sus miembros reivindican derechos a partir de una auto-afirmación
identitaria que gira en torno a un rasgo definido como fundamental a partir
del cual se exige reconocimiento. (Femenías, 2007, p. 56)
14 Considerados estos como los Nuevos Movimientos Sociales, se suman o se asocian
con la lucha de clases identificada a lo largo de la historia con las luchas obreras y
que fueron eje fundamental en algunas transformaciones del mundo. «En el ám-
bito del conflicto social nos hallamos ante el hecho de que al lado de las viejas y
renovadas formas de conflicto propias de las sociedades industrializadas, aparecen
nuevos conflictos, producto de las nuevas dimensiones de la conciencia moderna
[…]. A diferencia de la perspectiva anterior no se sostiene sólo que los conflictos de
clase se vertebren de forma nueva. Sino que otros conflictos, como pueden ser los
de género y los conflictos raciales, han logrado una entidad teórica, un campo de
investigación propio» (De Miguel, 2004, p. 19-20).

156 | Migraciones en la Patagonia


De esas identidades surgen los llamados nuevos agentes sociales que a par-
tir de rasgos diferenciados, entendidos como reales o construidos, se tornan
elementos activos de los diversos movimientos sociales de autoafirmación. Es-
tos procesos implican un involucramiento particular dentro de los diferentes
contextos sociales, y muchas veces los sujetos no encuentran espacios de con-
tención, dependiendo de su propia voluntad o indiferencia.
Entender los órdenes simbólicos de la cultura permite definir la identidad
como el soporte de las redes sociales y sus acciones. Estos procesos forman parte
de la vida cotidiana y de los acontecimientos socio-históricos que los pueblos vi-
vencian, registran y resemantizan en el tiempo. El capital cultural está integrado
por todas las representaciones simbólicas que fluctúan constantemente en una
dinámica en la cual el ser humano y sus grupos de referencia son protagonistas.
En la actualidad, la comunicación electrónica, el flujo de mensajes audio-
visuales y el acceso a estos medios, hacen que el lenguaje audiovisual forme
parte de la cotidianeidad en todos los ámbitos. Los circuitos culturales de la
imagen crean y producen posturas subjetivas. Los signos también regulan la
vida cotidiana. En este contexto es necesario pensar a los medios audiovisuales
y sus posibilidades como herramientas complementarias para la construcción
de nuevas prácticas comunicacionales, en nuestro caso en las vinculadas con
el ámbito en que interactúan los y las migrantes. Y por ende, otro modo alter-
nativo en la investigación social de los procesos migratorios, y en nuestro caso
particular, la indagación en las representaciones sociales que genera la presen-
cia e interacción de múltiples grupos migrantes.
Por lo general las prácticas presentan un grado de voluntariedad al momen-
to de seleccionar los temas de realización, sin que se desvirtúe el objetivo de la
construcción de mensajes audiovisuales como formas o estrategias que lleven
a una transformación de todos los integrantes, es decir las formas de ver y de
resignificar una realidad migratoria. A su vez, los esquemas de realización im-
plican y consideran al otro, ya sea un testimoniante o entrevistado, como parte
del acto comunicacional, de allí que no se produce sobre los otros, sino que por
el contrario se produce con los otros en pos de un nosotros.
Las dos películas seleccionadas corresponden a esta línea de producción au-
diovisual, donde personajes y equipo de producción –como en el caso de Return
to Bolivia– aparecen interactuando y formando parte de la historia. Y en am-
bos films es posible observar cómo ninguna etapa de realización está librada al
azar, todos y cada uno de los componentes del relato tienen una justificación
lógica en cuanto a su construcción discursiva. Desde el primer guión hasta el
montaje final.
Los espacios de construcción del relato audiovisual involucran cada vez
más a los realizadores desde sus experiencias y perspectivas personales. Los
contextos inmediatos generan influencias importantes y abren otras posibili-
dades, otras búsquedas, otros caminos hacia el conocimiento, la denuncia, la
legitimación o el nuevo conflicto. Las historias de allegados, los archivos de fo-
tografías familiares, los mitos y las tradiciones, el saber popular se convierten
en fuentes referenciales.

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 157


La experiencia del cine migrante en el contexto de un público
académico y un público barrial
El concepto de mediaciones que Barbero presenta en su libro de 1987, De los me-
dios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía, resulta pertinente para
pensar los procesos de recepción de mensajes de los espectadores de nuestras
películas, y abre el campo a las consideraciones del vínculo de aquellos con las
representaciones sociales en juego. Una de las definiciones de mediaciones allí
presente refiere a los lugares de los que provienen las constricciones que deli-
mitan y configuran la materialidad social y la expresividad cultural de la tele-
visión (Sandoval, 2013), medio que en nuestro caso podemos extender a otros
formatos audiovisuales como lo es el cine. Habría, para Barbero, tres lugares
de mediación: la cotidianeidad familiar, la temporalidad social y la competen-
cia cultural. Podemos pensar en nuestros espectadores, incluidos los propios
integrantes del proyecto, atravesados por estas variables.
Otro investigador mexicano, Guillermo Orozco Gómez, busca traducir esas
cuestiones a un nivel empírico que permita investigar, a través de su modelo
de mediación múltiple. Así, existen diferentes mediaciones que hacen a la ela-
boración final de sentido en la recepción y la enmarcan: mediaciones indivi-
duales, institucionales, massmediáticas, situacionales y de referencia. Orozco
Gómez llega a afirmar que las predisposiciones inconscientes de las audiencias
(al placer, al deseo, al morbo, al chisme, etcétera) también median significati-
vamente la recepción (Sandoval, 2013).
Es así como debemos considerar, en nuestro caso, diversas mediaciones a
partir de las cuales los espectadores visionaron las películas propuestas, que
en sí mismas poseen características estructurales propias, en tanto produc-
tos audiovisuales con un lenguaje propio al que ya se ha referido. Mediaciones
consideradas no sólo en tanto esquemas mentales individuales, sino también
en el marco de instituciones donde los films fueron proyectados (ya sea una
universidad, una cátedra o una unión vecinal).
Además, el encuentro con los textos se produce en situaciones particulares,
como la del denominado cine-debate, donde en un primer momento docentes
y estudiantes se reunieron, no sin la compañía de participantes externos a la
comunidad universitaria, y en un segundo momento los universitarios com-
partieron con habitantes de un barrio distante geográfica y socialmente de la
universidad. A la vez hay mediaciones de referencia –como la edad, el género,
la etnia y la clase de los participantes– que también influyen en la recepción.
De acuerdo a Abu-Lughod (2006), la televisión –y otra vez lo hacemos
extensivo al cine– es un medio extraordinario para traspasar las fronteras e
intensificar y multiplicar encuentros entre mundos de vida, sensibilidades e
ideas; y vincula, en la experiencia analizada, a esos públicos distintos. La de-
cisión de proyectar los films en espacios diferentes responde a esa expectativa
de encontrar como efectos discusiones diversas y relaciones sociales heterogé-
neas en el público asistente.
En la universidad la proyección tuvo lugar en el marco de una cátedra de Co-
municación Audiovisual y del proyecto de investigación de origen, entendiendo

158 | Migraciones en la Patagonia


que el público de docentes y estudiantes contaba con herramientas críticas
para el análisis fílmico de la película, pero también en cuanto al problema social
planteado. Sin embargo, no podemos desconocer que esos grupos son parte de
la sociedad que pretenden analizar, sean migrantes o no, aunque es muy fre-
cuente en gran parte de los habitantes de la ciudad haber atravesado por una
experiencia migrante, directa o indirectamente a partir de familiares y amigos.
El barrio, por su parte, fue elegido más deliberadamente a partir de esa
intención, luego de caracterizarlo como un espacio con fuerte presencia de po-
blación de origen boliviano. El objeto allí, entonces, fue contar con migrantes
bolivianos como espectadores en la proyección de una película sobre migra-
ción boliviana, con el objeto de fomentar el debate desde ese ángulo, y conocer
sus lecturas y prácticas migrantes.
Más allá del grado de cercanía de los espectadores con experiencias mi-
grantes, consideramos que habitar la ciudad de Comodoro Rivadavia implica
estar en contacto con toda una serie de representaciones sociales previas sobre
la temática, que las películas pueden hacer emerger. Una de ellas indica que
los nacidos y criados (nyc) tienen privilegios frente a los migrantes internos
y limítrofes, en lo que refiere a derechos al trabajo, a la salud, a la educación y
a la vivienda (Baeza, 2013c). O, lo que es lo mismo, implica que estos derechos
básicos de los migrantes son fuertemente cuestionados y ellos estigmatizados
por considerar que llegan a la ciudad a hacer uso indebido de servicios sociales
y puestos laborales ajenos, en tanto recursos que se consideran escasos.
En segundo lugar, ubicamos otro conjunto de discursos vinculados al «mito
del desarraigo», construcción asociada a la desintegración social que provoca-
ba la presencia de los grupos migrantes chilenos de la década del 60 (Budiño,
1971), que también contribuye en el imaginario de rechazo al migrante en tér-
minos genéricos. Estas representaciones están vinculadas a la idea de Como-
doro como ciudad de paso, donde los foráneos vendrían a aprovechar oportu-
nidades económicas coyunturales, es decir, «a juntar plata e irse», mientras
serían los nycs quienes defienden cotidianamente la ciudad y hacen frente a
los tiempos de crisis. Esto redundaría, además, en la existencia de una ciudad
descuidada y desorganizada, sin espacios verdes y colapsada en sus servicios,
una ciudad sin sentido de pertenencia, donde se vive el hoy sin proyectar un
futuro. Una ciudad para trabajar, no para vivir.
Desde Stuart Hall –y los estudios culturales británicos– el proceso de comu-
nicación de masas puede ser entendido como la articulación de una serie de
prácticas sociales cuyo objeto es el significado, es decir, las representaciones.
Esas prácticas no están exentas de estructuras, y es allí donde retomando a
Pierre Bourdieu habría un tipo de habitus específico que intervendría en la re-
cepción mediática. Siguiendo a Abu-Lughod (2006), las prácticas de visionado
lograrían incluso crear un habitus nacional o transnacional, a la vez que propor-
cionan material que es insertado, interpretado y mezclado con conocimientos,
discursos y sistemas de significado locales diferenciados socialmente.
De modo similar a lo que ocurre con la lectura del libro donde quien lee un
texto no pretende el sitio del autor, sino que inventa en los textos algo distinto
de lo que era su intención (De Certeau, 1996, p. 52), cuando se proyecta un film

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 159


los agentes sociales atraviesan por un proceso de generación de ideas, recuer-
dos, opiniones, alternativas, enojos, emociones, entre otros, que refieren a la
multiplicidad de sensaciones posibles. Sin embargo, es posible establecer cier-
tas diferenciaciones de acuerdo a las representaciones de públicos diferencia-
dos por el lugar de emisión del film, sus historias de vida, pertenencia etaria,
de clase, género, entre otras cuestiones, que nos llevaron a trazar algunos ejes
de análisis que aquí compartiremos.
En el caso del cine,

la visión fílmica nos permite captar configuraciones que no son idénticas a


los elementos que las componen y que, simultáneamente, se integran entre
sí. Por ello, es normal que la película (o partes de ella) provoque diversas in-
terpretaciones entre espectadores del mismo nivel cultural o intelectual. De
hecho, […] los elementos materiales de la imagen proyectada no coinciden
generalmente con lo que el cineasta ha visto en la realidad o en su propia
psiquis, ni tampoco se corresponden con lo que el espectador capta de esa
imagen adaptándola a su propia experiencia. (Fernández, 1985, p. 172)

Esa multiplicidad de miradas que dispara la proyección fílmica es lo que in-


tentaremos captar, pero paralelamente nos interesa observar los componentes
de determinadas representaciones sociales para poder explicar similitudes y
diferencias, encuentros y desencuentros entre públicos diferentes.

El público académico: el saber autorizado

Partiendo de considerar el cine como práctica cultural que surge del marco de
procesos sociales determinados, a fines de agosto de 2013, el film Las Acacias fue
proyectado en el aula de Comunicación Audiovisual de la Facultad de Humani-
dades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan
Bosco (unpsjb), situada en km 3-General Mosconi de Comodoro Rivadavia; eje
histórico de la ciudad por ser sede de la administración de ypf, hoy barrio re-
sidencial. Asistieron diecisiete participantes al cine-debate, entre integrantes
del proyecto de investigación, estudiantes y docentes universitarios y, en me-
nor medida, público externo a la Universidad. No obstante eso, la proyección
se realizó en un espacio académico, con presencia de la Universidad aunque
fuera de ella, ya que esta aula se encuentra en un edificio anexo al central.
Una vez proyectada la producción argentina de 2011, el debate giró en
torno a los siguientes ejes: simpleza/intensidad de la película, conflicto de la
historia (la pregunta fue dónde ubicarlo), la ausencia de diálogos y el silencio
como forma de comunicación. Estos puntos se ubican dentro del análisis más
técnico del film, al que los estudiantes de Comunicación aportaron mayores
datos sobre la primacía de planos secuencia y la existencia de una cámara fija.
Interrelacionados con esos aspectos, aparecen otros vinculados pun-
tualmente al contenido que gira en torno a la problemática del migrante, en
este caso, paraguayo. Allí surgió la idea de los árboles talados/exportados/

160 | Migraciones en la Patagonia


transportados como fuerte metáfora del migrante, como así también la de la
colectividad. Sobre el final de la película, los protagonistas llegan a Buenos Aires
luego de un largo viaje desde la frontera Argentina-Paraguay y cuando Rubén
deja a Jacinta en la casa de los parientes que la esperan, podemos ver la alegría
con la que es recibida junto a su beba, en una casa de la que no termina de salir
gente. Lo que nos da la pauta que otros ya llegaron antes que ella, que son mu-
chos y que están nucleados transitando la nueva experiencia. Incluso en una
parada de descanso en la ruta, donde Jacinta y Rubén comparten un almuer-
zo improvisado con otros camioneros, la mujer se encuentra con un compa-
triota con quien enseguida comienza a charlar del país de origen y los códigos
compartidos.
El debate también recuperó la idea del viaje como transformación, y del mi-
grante que al viajar se transforma. Como road movie, Las Acacias plantea no sólo
el cambio constante de la historia y los personajes durante el viaje, sino tam-
bién del espacio que los rodea y que los espectadores podemos observar por la
ventana del camión: el bosque talado va dando paso lentamente a la ciudad.
Jacinta y su pequeña hija Anahí van dejando su lugar atrás, y Rubén también lo
va haciendo, a su modo.
Dos temas fuertes surgidos en la charla entre los participantes fueron el
dolor y el desarraigo como parte del viaje, tanto en la mujer como en el hombre
(y sus formas de manifestarlo: el llanto y el cigarrillo) y la figura de la mujer
migrante. Los espectadores se mostraron conmovidos por su sensibilidad y
determinación a emprender un viaje hacia lo desconocido, con una persona
desconocida, sola, cargando la beba y todos los bolsos. A lo largo de la historia,
que tiene más silencios que palabras, sabemos –de boca de Jacinta– que Anahí
«no tiene padre», lo que deriva en otras representaciones acerca de la madre
soltera. También surgieron relatos hipotéticos acerca de si este film road mo-
vie concluyó en una historia de amor entre el camionero y la mujer migrante,
quizás para restar tragedia a la experiencia migrante en la que tal como en Las
Acacias predomina el dolor y la esperanza.
Como podemos ver, el cine y las Ciencias Sociales son dos modos de inter-
pretar la realidad que nos rodea, y más de una vez suelen preguntarse por los
mismos problemas al posar la mirada sobre la sociedad. En ese sentido ambas
son representaciones que los grupos humanos tienen de sí en épocas determi-
nadas, a la vez que imágenes que hacen a la conformación de los sujetos.

El público barrial: la desinhibición y la posibilidad de compartir


experiencias migrantes
Las integrantes de la biblioteca popular del barrio “San Cayetano, Elum Du-
ham”, recepcionaron con agrado la propuesta de desarrollar una instancia del
cine migrante en sus instalaciones. Finalmente el encuentro se realizó el día
viernes 25 de octubre de 2013, a las 17. Nos sorprendió la convocatoria que tuvo
dicha actividad. En los días previos repartimos carteles en diversos negocios
del barrio como medio para invitar a la comunidad. En muchas verdulerías

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 161


bolivianas se sorprendieron por la actividad y por la existencia de una película
cuyos protagonistas fueron paisanos de la comunidad boliviana.
La tarde en que finalmente se proyectó Return to Bolivia asistieron niños,
niñas, jóvenes, mujeres y hombres adultos y de la tercera edad del barrio y de
otros sectores aledaños. Además de integrantes de la Fundación Compromiso
Accesible que se acercaron para compartir el espacio y poder difundir un pro-
yecto de plaza integradora en un predio del barrio. En cuanto a la composición
poblacional de los asistentes se trataba en su mayor parte de migrantes chile-
nas o segunda generación de chilenos, migrantes internos de la provincia de
Buenos Aires, La Pampa y del interior de la provincia de Chubut. También los
investigadores que asistieron a la proyección pertenecen a este último grupo
de migrantes mencionados, lo cual generó una sensación de estar compartien-
do historias de migrantes por todos y todas conocidas.
Luego de finalizada la proyección de la película se generó un amplio debate,
en el cual uno de los jóvenes presentes orientó la discusión a la discriminación
barrial porque es así como él percibe las diferencias que existen en la ciudad.
Esta opinión dio lugar a una lluvia de ideas que los integrantes del equipo de-
bieron orientar y guiar para que todos los asistentes pudiesen participar. Por
momentos sentimos que los relatos de las historias individuales poseían una
riqueza que no queríamos perder, pero que sin embargo podíamos agrupar en
un tipo de representación social que refiere al dolor, a la pérdida, pero también
a la ilusión que ha provocado y sigue provocando Comodoro Rivadavia como
ciudad elegida. Una de las mujeres presentes en el debate manifestó:

A mí personalmente me sentí tocada, representantes, […] yo soy de La Pam-


pa vine cuando tenía doce años en una situación […] me toco volver a La
Pampa y ver la casa de mi abuela abandonada, desmoronada, algo muy im-
pactante […] dijo una palabra cuando se iba en bicicleta, daba mucha pena…
no es tanto el querer irse sino el tener que irse […] por mucha gente que uno
charla y vienen familiares, ellos mismos necesitan el apoyo de sus pares
para poder enfrentar ciertos trabajos como en el caso que vimos en la ver-
dulería. (Octubre de 2013)

A diferencia del público académico que asistió a la proyección de Las Aca-


cias, el público barrial relató sus propias experiencias en primera persona, pero
a la vez como parte del colectivo migrante barrial, porque nos hicieron notar
que ellos y ellas interactúan cotidianamente con el que recién llega a la ciudad,
que porta miedos, temores, sorpresas y diferencias. Tal como cuando las in-
tegrantes de la Biblioteca nos relataron cómo conocen las historias de héroes
patrios latinoamericanos los niños chilenos, bolivianos o peruanos, a modo de
diferenciar que el conocimiento de la historia patria en la Argentina es menor
que en los casos señalados.
Una de las asistentes sintetizó estas vivencias cotidianas diciendo que la
historia de la familia migrante que viaja a Bolivia para ver sus familiares le
permitió ver cómo es «ponerse en la piel del otro para poder entender al otro…
La película sirve para poder entender lo nuestro».

162 | Migraciones en la Patagonia


Sin duda Return to Bolivia generó en los espectadores un modo de reflexio-
nar sobre sus propias prácticas migrantes donde el tiempo transcurrido y el
porvenir se entremezclan con el presente, donde las experiencias –en su mayor
parte rurales– fueron rememoradas con nostalgia, pero también confronta-
ción y conflicto con la vida urbana e industrial de una ciudad como Comodoro
Rivadavia. Para quienes residen en los barrios de la zona sur, significa convivir
con episodios de violencia extrema contra el extranjero, entonces se entiende
la tarea pedagógica que esta biblioteca desarrolla diariamente, tal como mani-
festó una de las mujeres que participó en el cine migrante:

De algún modo somos todos inmigrantes, más acá en la Patagonia pero


algunos más que otros… por ejemplo los chicos vienen acá a la biblioteca
a buscar cosas y dicen: «Nosotros somos de acá». Y yo les digo: «¿Pero no
tienen algún abuelo, algún pariente que haya venido de otro lugar?». Y ahí
dicen «Ah sí… mi abuelo vino de Chile». Ya es una generación, como me
paso a mí. (Noemí Zapata, octubre de 2013)

A lo largo del debate pudimos observar que se produjo en el público asisten-


te una constante confrontación con los relatos propios de sus experiencias, de
querer analizar el significado de sus trayectorias migratorias a partir de nues-
tra propuesta, al punto de cuestionar la pertinencia del modo en que titulamos
la experiencia de nuestro cine migrante. Una de las asistentes manifestó:

yo que soy migrante digo: el tema no es de que si uno es de aquí o es de allá,


sino qué pasa porque cuando uno vuelve. A mí me pasa que yo voy a Chile y
tampoco me siento de allá porque ya son muchos años, si tengo que hacer
algún trámite… en cambio acá no. (Lidia Troncoso, octubre de 2013)

Esta dinámica social que nos mostró esta migrante chilena, al expresar la
transformación no sólo de quien partió, sino también del lugar de origen, de
«lo que dejaron» y de lo que vendrá. Como proyecto extensionista pudimos
rescatar la dinámica social que debería estar de modo constante en nuestras
prácticas de investigación.
Sin duda, la proyección de Return to Bolivia en el contexto del público ba-
rrial recuperó imágenes previas a la proyección que se encuentran vinculadas
a representaciones que refieren al esfuerzo y la lucha cotidiana del migrante, a
lo que significa convivir cotidianamente con la diferencia, imágenes totalmen-
te alejadas del discurso xenófobo que es posible observar a escasos metros de
donde debatimos acerca de la película.

«No soy de aquí... ni soy de allá» | 163


Reflexiones finales

Las narrativas de la identidad son las que intentan un discurso descentrado,


equilibrante de la asimetría que pone en el otro las marcas de la inferioridad.
Porque el discurso hegemónico en general propone, qué es legítimo y qué no;
quién participa en el lenguaje significativo y quién no. Es preciso entonces,
atravesar las redes y los códigos de quienes construyen y proponen discursos.
Tomar iniciativas conjuntas para dar crédito a las voces alternativas, reconocer
la dinámica de las tradiciones, siempre desarrolladas en un tiempo y espacio, y
admitir una visión más ajustada de la realidad, el saber y la ciencia.
Tal como manifestamos en el artículo, el cine y las ciencias sociales inter-
cambian saberes y miradas que deberíamos seguir profundizando. En ambas
producciones fílmicas pudimos observar el protagonismo de las mujeres, en
consonancia con la denominada feminización de las migraciones. No sólo desde
una posición de agenciamiento cuando están en soledad con su maternidad,
sino cuando se encuentran en parejas, comparten decisiones, inquietudes y
proyectos con el hombre de la familia. En los relatos –sobre todo del público ba-
rrial–, predominaron también los recuerdos de mujeres que asumieron solas
la migración o las tienen como protagonistas del proceso migratorio familiar.
Si recuperamos una mirada comparativa entre los dos públicos académi-
cos, debemos considerar el modo en que un contexto académico condiciona
las opiniones, ideas y saberes, a partir de la relación docente-estudiante, ya que
algunos de los integrantes del equipo de investigación-extensión son docentes
de quienes asistieron a las proyecciones. Y en el caso de docentes que se acer-
caron a la proyección de Las Acacias, pusieron en juego sus saberes acerca del
film y el contexto en el cual se enmarca.
En cambio, entre el público barrial, la película Return to Bolivia ofició de
marco de confianza no sólo para compartir sus propios relatos migrantes, sino
también para lograr un tipo de empatía con los protagonistas que les permitió
proyectar sus propias vidas y la idea del propio viaje. ¿Qué significaría regresar
a la casa de sus abuelos? ¿Cómo es la experiencia del familiar que queda en
el lugar de origen? Entre tantas cuestiones que consideramos que de modo
similar a las road movies, siguieron viajando por las mentes del público barrial a
partir de la experiencia del cine migrante.
También pudimos notar que por ser Comodoro Rivadavia una ciudad ur-
banísticamente escindida entre un norte con raigambre ypefiana y un sur en
permanente expansión con población migratoria limítrofe e interna, las vi-
vencias y experiencias, también están signadas por el modo en que se perci-
be el problema migratorio. Básicamente, el público académico de la zona norte
problematizó a través del saber científico un fenómeno que conocen por su
complejidad y magnitud, pero el público barrial de la zona sur nos mostró que
el problema migratorio forma parte de las trayectorias de sus vidas y de la coti-
dianeidad del espacio que transitan diariamente.
Esencialmente pudimos percibir que en la mirada académica predomina la
observación y la búsqueda de objetividad ante la problemática migratoria; y en

164 | Migraciones en la Patagonia


el público barrial, predominan las emociones, enojos, broncas y por supuesto
alegrías en un contexto de movilidades y migraciones constantes, donde las
distintas generaciones de migrantes conviven en un contexto de conflictividad
permanente para quien ingresa recientemente a la ciudad e intenta con caute-
la comenzar a encontrar su lugar.
De estas situaciones no quedan excluidos los grupos de migrantes internos,
sobre todo los que por cercanías por lazos socio-históricos son emparentados
con los grupos bolivianos, tales como salteños y jujeños o bien correntinos y
misioneros con los grupos de migrantes paraguayos. Esta línea de análisis con-
sideramos que debería profundizarse en posteriores investigaciones.

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166 | Migraciones en la Patagonia


Saudíes en San Carlos de Bariloche. Un análisis de sus
motivaciones para migrar y su cotidianidad en la Argentina
Daiana Lis Webb (unrn)

Introducción
El presente trabajo se enmarca en mi proyecto final de tesina dedicado al estu-
dio, a nivel fonético-fonológico, del contacto lingüístico entre el español rio-
platense y la variedad saudí del árabe. Su pertinencia radica, por un lado, en el
desconocimiento de estudios anteriores que traten el contacto entre estas dos
variedades lingüísticas y, por el otro, en las características del grupo migrante.
Se trata de un grupo de jóvenes ingenieros arabófonos provenientes de
zonas urbanas de Arabia Saudita, llegados a la ciudad de San Carlos de Bari-
loche por un acuerdo establecido entre el instituto de investigación en el que se
desempeñan e instituciones argentinas con el objeto de que cursen parte de sus
estudios de posgrado o cursos de especialización en esta ciudad patagónica. Se
trata, como puede desprenderse de lo hasta aquí enunciado, de una población
que no ha sido estudiada en su calidad de migrante, no sólo en la región patagó-
nica, sino también a nivel nacional.1 En consecuencia, el presente trabajo tiene
como objetivo exponer las características específicas de este grupo migrante,
sus razones para desplazarse hasta la Argentina y la dinámica puesta en prác-
tica durante su cotidianeidad en un país con una cultura totalmente diferente a
la propia. Para la consecución de estos fines, comenzaré por presentar genera-
lidades del país de origen, para luego introducir su particular economía y, más
precisamente, la crisis que dio origen a los acuerdos ya mencionados. Final-
mente, se mostrará un modesto análisis de su vida en la Argentina.

Arabia Saudita, un Estado muy joven

El Reino de Arabia Saudita se extiende a lo largo de 2 149 690 kilómetros cuadra-


dos y surca los cuatro desiertos de la península Arábiga. De hecho, la influencia
del desierto (accidente geográfico predominante) es una constante en esta zona,
no sólo por su ascendente en la mayoría de los aspectos culturales, sino también
en lo lingüístico: a diferencia de otros países árabes como Argelia, el desierto
ha impuesto una protección natural inquebrantable, además de resultar poco
atractivo para las potencias imperialistas que rondaron la región por siglos y

1 Se trata de una minoría de cuya presencia ni los censos nacionales dan noticia. Es
etiquetada como «Resto de Asia». El censo 2010 indica que en Bariloche el 0,1 % de
la población extranjera es «asiática», contabilizándose 109 personas. Sin embargo,
este dato no es funcional a la presente investigación por su inexactitud: en esta cifra
se incluyen múltiples nacionalidades y rangos etarios sin distinción de géneros.

Saudíes en San Carlos de Bariloche | 167


ha evitado que la variedad saudí entre en contacto con lenguas ajenas a este
territorio. En cuanto a sus fronteras, linda con Jordania e Irak al norte, Omán y
Yemen al sur; al oeste limita con las costas del mar Rojo y al este con las del golfo
Pérsico, junto con los países de Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Catar.
Con una población estimada en 27 136 977 habitantes (Saudi e-Government
Portal) en el año 2010, el territorio donde actualmente se emplaza el Reino de
Arabia Saudita cuenta con excavaciones arqueológicas que datan de 15 000 a
20 000 años atrás, por lo que se considera que sus primeras instalaciones se
remontan a la Edad de Hielo.
Sin embargo, a excepción de algunos períodos más o menos estables, desde
el siglo x hasta el xx, los habitantes vivieron bajo el régimen de sociedades tri-
bales nómades. Esta situación se sostuvo pese a los distintos intentos de uni-
ficación que obtuvieron resultados dispares (Brittanica Online Encyclopedia),
entre los que se incluye el llevado a cabo en 628 por el profeta Mahoma, de
origen saudí y fundador del Islam, que culminó con una expansión territorial
liderada por sus descendientes, cuya principal consecuencia fue el aislamiento
de la península Arábiga. De hecho, durante muchísimo tiempo los únicos asen-
tamientos urbanos estables que permanecieron en el territorio fueron La Meca
y Medina, hogar de las dos mezquitas sagradas.
En consecuencia, el país estableció como su fecha oficial de fundación el 23
de septiembre de 1932, cuando Abdulaziz Ibn Abderramán Al Saud, pertene-
ciente a la antigua y aristocrática familia Saud, decretó por orden real la unifi-
cación de Hiyaz y Nejd, luego de una campaña que había comenzado en 1902
con la reconquista de Riad y que incluyó extensas negociaciones y favores mili-
tares para con los británicos, especialmente durante la Primera Guerra Mun-
dial. De esta manera, el rey Abdelaziz bin Saud fundó una de las últimas cuatro
monarquías absolutistas,2 la cual se convirtió en teocrática y a la que pertenece
su hijo, Abdalá bin Abdelaziz al-Saud,3 el actual rey.
Como puede observarse, la religión juega un rol crucial en el ejercicio del
Estado. La monarquía se basa en los preceptos islámicos, con una de las in-
terpretaciones del Islam más ortodoxas del planeta. El artículo uno de la Ley
2 Los otros Estados son el Reino de Suazilandia (ubicado en África Austral), la Sul-
tanía de Omán (península Arábiga, colindante con Arabia Saudita) y el Estado de
Brunéi Darussalam (ubicado en la isla de Borneo, sudeste asiático). Podría hablarse
de una quinta monarquía absoluta si se toma en cuenta la Ciudad del Vaticano,
dirigida por el líder de la Iglesia Católica.
3 El rey Abdalá bin Abdelaziz al-Saud no es el primogénito de Abdulaziz Ibn Abderra-
mán Al Saud, fundador del actual Reino de Arabia Saudita, sino que es, al menos, el
quinto hijo (se desconoce el número exacto de hijos que tuvo Abdulaziz Ibn Abderra-
mán Al Saud, pero se sospecha que fueron 37). Un cambio en la ley de sucesión del
país luego de la muerte del primogénito estableció que la corona pasaría de hermano
a hermano, en vez de padre a hijo. Así, desde Abdulaziz Ibn Abderramán Al Saud,
Arabia Saudita ha tenido cinco reyes: Saud bin Abdelaziz (recibió el trono en 1953
pero fue depuesto en 1964), Faisal bin Abdelaziz (asesinado en 1975), Jalid bin Abde-
laziz (reinó desde 1975 hasta 1982), Fahd bin Abdelaziz (monarca desde 1982 hasta
2005) y, finalmente, Abdalá bin Abdelaziz (en ejercicio desde el 1 de agosto de 2005).

168 | Migraciones en la Patagonia


Básica de Arabia Saudita dispone que el poder del monarca sólo está limitado
por el Corán y el Sunnah:

The Kingdom of Saudi Arabia is a sovereign Arab Islamic State. Its religion
is Islam. Its constitution is Almighty God’s Book, The Holy Qur’an, and the
Sunna (Traditions) of the Prophet (pbhu). Arabic is the language of the
Kingdom. The City of Riyadh is the capital. (Royal Embassy of Saudi Arabia
in Washington DC)

Asimismo, los artículos ocho y once de esta ley establecen que «el Gobierno
en el Reino de Arabia Saudita se basa en la justicia, la shura (consulta) y la igual-
dad de acuerdo con la Sharia4 islámica»5 y, además, que «la sociedad saudí está
basada en la total adherencia a la guía de Dios»6. De hecho, según datos de
la Central de Inteligencia norteamericana, los musulmanes conforman del
ochenta y cinco al noventa por ciento de la población de Arabia Saudita, dada
la prohibición de otorgar la ciudadanía saudí a los no profesantes y la proscrip-
ción de rendir culto a cualquier otro dios que no sea Alá. El Corán, el Sunnah y
la Sharia, en conjunto con la Ley Básica, forman la constitución del país.

El renacer del desierto. El oro negro

La Ley Básica de Arabia Saudita también establece en su artículo 14 que todos los
recursos naturales que Alá ha colocado en el territorio son propiedad del Estado:

All natural resources that God has deposited underground, above ground,
in territorial waters or within the land and sea domains under the authori-
ty of the State, together with revenues of these resources, shall be the pro-
perty of the State, as provided by the Law.
The Law shall specify means for exploitation, protection and develop-
ment of these resources in the best interest of the State, and its security and
economy. (Royal Embassy of Saudi Arabia in Washington DC)

4 La Sharia o Ley Islámica es un código de conducta y no un sistema de justicia.


Dictamina, entre otras cosas, las plegarias que un musulmán debe llevar a cabo, las
donaciones a realizar a los más necesitados y que hombres y mujeres deban vestirse
modestamente, lo cual en algunos países (entre los que se incluye Arabia Saudita)
se ha traducido en la obligación de que las mujeres no se muestren en público sin
taparse por completo y en la prohibición del contacto entre hombres y mujeres no
pertenecientes a la misma familia hasta antes del matrimonio. El cumplimiento de
la Sharia en Arabia Saudita está a cargo de la policía religiosa (Steiner, 2002).
5 «Governance in the Kingdom of Saudi Arabia is based on justice, sharia (consultation)
and equality according to Islamic Sharia» [La traducción es nuestra].
6 «Saudi society is based on full adherence to God’s guidance» [La traducción es nuestra].

Saudíes en San Carlos de Bariloche | 169


Demás está decir que esto incluye el petróleo, descubierto en marzo de 1938
en Dhahran por la filial en Arabia de la compañía norteamericana Standard Oil
of California (SoCal)7.
En el año 2010, Arabia Saudita (a través de la Saudi Arabian Oil Company
-Saudi Aramco) ya estaba consolidada como el primer productor y exportador
de petróleo líquido a nivel mundial, ocupaba el segundo lugar en las exporta-
ciones de petróleo crudo (siendo superada sólo por Rusia) y sus reservas proba-
das representaban un cuarto de las reservas mundiales (Norton Rose Fulbright,
2012). En consecuencia, hoy en día el petróleo no sólo supone de un ochenta a un
noventa por ciento de los ingresos saudíes y aproximadamente el cuarenta por
ciento de su Producto Bruto Interno, sino que también fortalece su relación his-
tóricamente amigable con ee. uu. al ser una de sus mayores fuentes de petróleo
y proveerle, de acuerdo con el Departamento de Estado Norteamericano, más de
un millón de barriles por día (u. s., Department of State, 2013).
Ahora bien, Arabia Saudita también es uno de los más grandes consu-
midores de energía: el consumo de energía primaria per cápita (sesenta por
ciento, del cual proviene del petróleo) y el resto, de gas natural, superan en
cuatrocientos por ciento el promedio mundial. Si a esto se le suma, tal como
agrega la revista Forbes (Farsazas, 2008), el importantísimo salto en cuanto a
demanda energética que trajo aparejada la industrialización de China, India,
Brasil y demás economías emergentes, así como el requerimiento de petróleo
en constante crecimiento del resto del mundo, el cuadro se completa con las
advertencias de muchos que señalan el inminente advenimiento de una crisis
energética global.
En un estudio publicado en 2004, Matthew Simmons (Institute for the
Analysis of Global Security, 2004), presidente de Simmons and Company In-
ternational, una firma especializada en inversiones energéticas, alertaba sobre
la imposibilidad de que Arabia Saudita duplicara su producción para alcan-
zar los 19.5 millones de barriles por día que se estimaba serían necesarios en
2020. Su análisis se centraba en el paulatino vaciamiento de los pozos saudíes:
si bien Arabia Saudita aún hoy cuenta con trescientos reservorios reconocidos,
7 En 1933 la Standard Oil of California (SoCal) firmó un acuerdo de concesión con
Arabia Saudita que le permitía explorar territorio saudí en busca de petróleo. Sin
embargo, tras una búsqueda infructuosa, en 1936 la Texas Oil Company (Texaco)
adquirió la mitad de SoCal, la cual en 1944, seis años después del descubrimiento
de petróleo, cambiaría su nombre a Arabian American Oil Company (Aramco). En
1938 la lista de inversores de Aramco se acrecentó tras la incorporación de Standard
Oil of New Jersey (luego, Exxon) y Socony Vacuum (Mobil). Tras la amenaza del
rey Abdulaziz en 1950 de nacionalizar las instalaciones petroleras del país, Arabia
Saudita consiguió el traslado de la sede central de Nueva York a Dhahran y una par-
ticipación del cincuenta por ciento en las ganancias obtenidas por Aramco, lo que
se tradujo en una eximición fiscal por parte del gobierno de Estados Unidos a las
compañías accionistas equivalente al dividendo cedido. Finalmente, en 1980 y tras
una paulatina compra de acciones, el gobierno de Arabia Saudita logró el control to-
tal y definitivo de la empresa, cambiándole el nombre a Saudi Arabian Oil Company
(Saudi Aramco) en 1988 (Aramco Services Company).

170 | Migraciones en la Patagonia


el noventa por ciento de su producción se obtiene de cinco pozos descubiertos
entre 1940 y 1965, de los cuales el más importante es Ghawar, que produce del
cincuenta y cinco al sesenta por ciento del total y que, según el análisis llevado
a cabo por Simmons, está prácticamente agotado.
El estudio desembocó en el viaje de directivos y ejecutivos de Saudi Aramco a
Washington para desmentir los dichos de Simmons y asegurar que, si fuera ne-
cesario, la producción podía incrementarse de un veinte a un cincuenta por cien-
to con la inversión correspondiente, a la vez que anunciaron una mejor y mayor
utilización de pozos como Qatif y Abu Safah. Claro está que existen razones por
las que no se les ha brindado demasiada atención hasta ahora: el primero resulta
peligroso por la alta concentración de ácido sulfhídrico, un gas con un alto nivel
de toxicidad, mientras que Abu Safah sobrelleva constantes inundaciones.
Asimismo, en las distintas entrevistas mencionadas en un artículo de The
New York Times de febrero de 2004 (Gerth, 2004), se hace evidente la preocupa-
ción de varios representantes de Saudi Aramco en torno a las expectativas del
mundo de contar con Arabia Saudita para la obtención de más petróleo. Así, el
doctor Sadad al-Husseini, geólogo líder de la compañía, advirtió en una con-
ferencia en Yakarta en 2002 que «natural declines in existing capacity are real
and must be replaced», mientras que Edward Price, ex vicepresidente de explo-
ración y producción de Saudi Aramco, admitió que el pozo de North Ghawar
había sido presionado demasiado en el pasado, lo cual aceleró el ritmo de caída
de producción hasta arribar a una declinación incontrolable. Esta disminución
rondaría el ocho por ciento anual, según declaraciones de un ejecutivo del pe-
tróleo saudí, tal es la identificación que se le proporciona en el artículo.
De todas maneras, a la fecha resulta imposible hablar de preocupaciones
infundadas, puesto que, desde hace unos años, Arabia Saudita efectivamente
puso en práctica una política energética diferente, la cual busca disminuir la
dependencia interna del petróleo. Es decir, en la sencilla ecuación del porcen-
taje de petróleo destinado al consumo energético y a exportación, un menor
consumo de los hidrocarburos se traduce en más crudo para exportar. Por ello,
y además de lanzar campañas de concientización sobre el uso responsable de
electricidad impulsadas por el Ministerio de Agua y Electricidad, el Estado ha
comenzado a buscar fuentes alternativas de energía: solar, eólica y nuclear.
Es precisamente a raíz de la necesidad de este país (sin tradición en inves-
tigaciones nucleares y, de hecho, con rústicos conocimientos sobre el tema) de
formar profesionales en el área que se ha producido el contacto con la Comi-
sión Nacional de Energía Atómica argentina y la empresa de tecnología com-
pleja radicada en San Carlos de Bariloche, Instituto de Investigaciones Aplica-
das (invap), Sociedad del Estado.

Dos décadas, dieciséis reactores nucleares

Actualmente, Arabia Saudita cuenta con un plan energético a largo plazo, con-
siderado de vanguardia. En agosto de 2013 el diario Arab News informó acer-
ca del plan del Estado saudí de construir dieciséis reactores nucleares para el

Saudíes en San Carlos de Bariloche | 171


año 2030. Con un costo aproximado de cien billones de dólares, este ambicioso
proyecto supone una producción de electricidad de 22 gw, es decir, un cin-
cuenta por ciento del consumo energético interno de Arabia Saudita. Ahora
bien, el primer pilar formal de esta nueva etapa de abordaje de energías alter-
nativas data de la creación por decreto real (A/35, del 17 de abril de 2011) del
King Abdullah City for Atomic and Renewable Energy (kacare), cuya misión
es el desarrollo atómico de Arabia Saudita a través de la ciencia, la investiga-
ción y la industria. De esta manera, el kacare aúna esfuerzos con el longevo
King Abdulaziz City for Science and Technology (kacst) y su instituto de in-
vestigación, el Atomic Energy Research Institute. Fundado en 1977, el kacst es
la agencia nacional científica saudí y es la institución a cargo de los contratos
establecidos con la Argentina. Es, asimismo, la compañía en la que se desem-
peñan laboralmente los ingenieros que llegaron a esta región patagónica.
La ciudad de San Carlos de Bariloche, ubicada al sur de la República Argen-
tina, a 698 km de Viedma, capital de la provincia de Río Negro, fue construida
en torno al turismo, base de su economía y principal fuente de ingresos. Sin
embargo, ha logrado posicionarse como polo tecnológico de la región, debido
a la presencia de dos instituciones con prestigio internacional. Por un lado,
cuenta con una sede de la Comisión Nacional de Energía Atómica (cnea): el
Centro Atómico Bariloche (cab), poseedor de un pequeño reactor nuclear de
investigación, que convierte al Instituto Balseiro (dependiente de la Univer-
sidad Nacional de Cuyo y de la cnea) en una institución de mucho prestigio
dentro del país para el cursado de varias carreras de Ingeniería, siendo la Inge-
niería Nuclear su logro distintivo. Por otro lado, en la ciudad también se ubica
invap s. e., cuyo nombre original (Investigación Aplicada) da cuenta de su ori-
gen: desprendida del cab, comenzó especializándose en la práctica de la Inge-
niería Nuclear hasta expandirse a áreas como la de Defensa, o la Aeroespacial.
La primera mención de algún intercambio con Arabia Saudita que aparece
en las Memorias y Estados Contables de invap se encuentra en el balance 2008-
2009, en el que se hace mención a una Propuesta Técnica en la que se aborda
no sólo el diseño, puesta en marcha y construcción de un reactor nuclear, sino
también a «un programa de educación que incluye la capacidad de desarro-
llo de recursos humanos para la industria nuclear y la comunidad de investi-
gación de Arabia Saudita» (p. 13). Este programa de formación finalmente ha
adquirido dos formas: por un lado, se realizaron acuerdos para que los jóve-
nes cursaran sus maestrías en Ingeniería Nuclear en el prestigioso Instituto
Balseiro. Sin embargo, no fueron muchos los que aprobaron la totalidad de los
exámenes de ingreso. El examen de admisión fue realizado en inglés, pero los
saudíes se sorprendieron cuando les anunciaron que las cursadas, a excepción
de ciertas materias que se dictan durante el primer semestre, se llevarían a
cabo en idioma español.
Por otra parte, invap desarrolló un programa educativo de un año de du-
ración que fue, en definitiva, el que con más estudiantes contó, debido a las
dificultades lingüísticas y de contenido que suponía la maestría en la conae.
En Memoria y Balance (2010-2011) se especifica que «en este país [Arabia Saudita]
se produjeron cambios de carácter institucional que han demorado las acciones

172 | Migraciones en la Patagonia


desplegadas para una proyección de largo plazo» (p. 12). Se refiere, por supues-
to, a la creación del kacare. Asimismo cabe mencionar que el 27 de junio de
2011 se produjo la firma del Acuerdo Bilateral entre la Argentina y Arabia Saudi-
ta, el cual estableció un marco legal para la cooperación económica, científica y
tecnológica en relación con los usos pacíficos de la energía nuclear. En el mismo
balance (Memoria 2010-2011) se hace referencia a los tres contratos vigentes en
ese momento; el último nos interesa particularmente, ya que menciona a los
estudiantes saudíes:

En relación al acuerdo para que estudiantes saudíes cursen en el Institu-


to Balseiro sus maestrías en ingeniería nuclear, a los 16 jóvenes ingenieros
que estaban en 2010 se les agregaron 5 más en febrero/2011. Seis estudian-
tes continúan el programa de maestría. (p. 13)

En la Memoria y Balance 2011-2012 de invap se estima en cuatro el número


de estudiantes que aún no ha finalizado sus estudios (p. 11), en tanto que en
el balance del período siguiente se indica la fecha estimada de graduación de
cada uno de ellos (p. 9). En este último balance (Memoria 2012-2013) también se
informa que dichos estudiantes «probablemente luego de concluir la maestría,
se integren en calidad de participantes a los equipos de trabajo de los profe-
sionales de invap que se dedican a las ingenierías del proyecto lprr» (p. 9).
El Low Power Research Reactor, llamado lprr en la Memoria, es un reactor de
investigación multipropósito cuya construcción estuvo a cargo de la empresa
barilochense en junio de 2013 y que tuvo como comitente al kacst.8

La cotidianeidad en un país extraño

De acuerdo con lo señalado en apartados anteriores acerca de las caracterís-


ticas de los estudiantes, nuestros informantes son todos hombres solteros de
hasta 30 años de edad, los cuales se han desplazado a casi 13000 km de distancia
de su país de origen para desarrollar su carrera. Se trata de jóvenes ingenieros
con educación universitaria completa, provenientes de una clase acomodada
de un país que en 2011 supo alcanzar un superávit fiscal de 81600 millones de
dólares (Diario El Mundo, diciembre 2011). Aquí radica la principal diferencia
respecto de otros trabajos que han analizado el habla de migrantes arabófo-
nos en países de habla hispana, cuya población de estudio está principalmente
compuesta por inmigrantes que huyen de sus países de origen en búsqueda
de una mejora económica, característica que los distingue diametralmente de
nuestros informantes.
En cuanto a su vida cotidiana en la Argentina, se establece una diferen-
cia muy marcada entre los que realizan el curso en invap y los que cursan la

8 El comitente es el mandante en un contrato de comisión mercantil, es decir, el que


encarga al comisionista que ejecute determinados actos de comercio por nombre y
cuenta del comitente (ver artículos 222 y 273 del Código de Comercio).

Saudíes en San Carlos de Bariloche | 173


Maestría en el Instituto Balseiro, en permanente contacto con otros argenti-
nos y con la necesidad inmediata de alcanzar cierto nivel umbral9 de fluidez en
español. Así, si bien en un comienzo los encuentros sociales fueron sólo intra-
comunitarios, en poco tiempo el círculo social de los maestrandos se fue diver-
sificando, lo que provocó una disminución en el contacto con el resto de los
árabes. Esta situación se intensificó a medida que los estudiantes del Instituto
Balseiro observaron la sucesión de distintas camadas de árabes que arribaban
al país para realizar el curso corto.
Esto no implica que el quiebre con la comunidad árabe haya sido total.
Además de reuniones esporádicas, los partidos de fútbol constituyen una cita
semanal obligada; pero, por sobre todo, los migrantes árabes se reúnen con el
objeto de compartir fechas importantes dentro de su cultura. Entre dichas fes-
tividades, la más importante es el Ramadán (la cual se lleva a cabo en el noveno
mes del calendario lunar islámico) que muchos de ellos pasan en Bariloche,
pese a sus deseos de regresar a su país durante ese mes.
El quiebre entre estos dos grupos también se hace evidente en su interés
por aprender nuestra lengua. Como hemos mencionado, los estudiantes de la
conae tienen una necesidad más imperiosa de aplicar las cuatro destrezas en
español (producción y comprensión oral y escrita) frente al cuasi-desinterés de
quienes sólo vienen por un período no muy extenso de tiempo. El interés por
estudiar español, junto con la importancia que esto le otorga a su currículum
vítae, determina que muchos de ellos soliciten formalizar sus estudios con el
fin de acreditar su nivel de proficiencia a través de exámenes internacionales.
De esta manera, en la escuela de idiomas donde se realizó el contacto, solicita-
ron información sobre los Diplomas de Español como Lengua Extranjera, del
Instituto Cervantes, de España y acerca del Certificado de Español: Lengua y
Uso, del Consorcio Interuniversitario Argentino. Dos estudiantes llegaron a
rendir este último examen de dominio.
Esta diferencia en el manejo del idioma local se traduce en una dependen-
cia de los miembros de la comunidad hacia aquellos que cursan en el Instituto
Balseiro y que pueden desenvolverse en español, a quienes podríamos llamar
traductores. Estos, tanto por sus conocimientos idiomáticos como por la expe-
riencia adquirida en un plazo mayor de residencia en nuestro país, pasan a ser
considerados referentes de la comunidad y su ayuda suele ser solicitada fun-
damentalmente en la realización de trámites. Por ejemplo, un traductor debió
ayudar a inscribir en el Registro Civil de Bariloche a la hija del único matrimo-
nio que se trasladó hasta nuestra ciudad.
En resumidas cuentas y, como se desprende de lo anteriormente desarro-
llado, se trata de un grupo nuevo en la ciudad, nunca estudiado antes en el
país. Por otra parte, su migración presenta características que la distinguen.
Se trata de jóvenes de clase social acomodada que migran temporalmente para
desarrollar su carrera profesional y, al abandonar su país en grupo, una vez
llegados a destino, ponen en práctica estrategias de interacción inusuales dado
su cuasi-desinterés por integrarse.
9 El nivel umbral corresponde al B1 del Marco Común Europeo de Referencia para las
Lenguas.

174 | Migraciones en la Patagonia


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Saudíes en San Carlos de Bariloche | 175


Cuarta parte

Prácticas religiosas y procesos identitarios


Estrategias de visibilización. Los migrantes paraguayos
y la devoción a la Virgen de Caacupé en San Carlos de
Bariloche (1970-2013)
Ana Inés Barelli (iidypca: conicet/unrn)

Introducción
La construcción identitaria de lo barilochense, desde los orígenes de la ciudad,
estuvo estrechamente asociada a la migración europea que constituyó la Suiza
argentina y la tierra de pioneros europeos, como imágenes recurrentes en el discur-
so hegemónico local. Estas representaciones sociales se forjaron en diferentes
momentos históricos y sedimentaron imaginarios que ocultaron la relevancia
que tuvieron los migrantes latinoamericanos1 en el entramado social, econó-
mico y cultural de la ciudad (Barelli, 2013).
Yosef Yerushalmi (1989) ha llamado la atención sobre la importancia del
reconocimiento de los olvidos en el análisis histórico, y el camino de las migra-
ciones latinoamericanas en San Carlos de Bariloche cubre, precisamente, la
ruta del ocultamiento social. Sin embargo, lejos de acomodarse en los lugares
asignados por esos discursos, las comunidades migrantes han llevado adelante
una multiplicidad de estrategias tendientes a lograr reconocimiento y visibi-
lidad en la ciudad, entre las cuales se destacan las vinculadas con la construc-
ción de capillas barriales,2 como también el traslado de prácticas devocionales
marianas3 (Barelli, 2013).
La migración paraguaya en San Carlos de Bariloche responde, al igual que
en otros momentos y en otras zonas de la Argentina, a la situación histórica
de pobreza estructural que vive hace décadas la República del Paraguay y a las
ofertas laborales que presenta la ciudad en el rubro de la construcción. En este
sentido, identificamos dos etapas de arribo de los migrantes paraguayos a la
ciudad: la primera durante las décadas de 1970-1990 y la segunda después de la
crisis económica argentina del 2001.
1 Grupos históricamente constituidos por chilenos y desde los años setenta, por boli-
vianos y paraguayos, entre otros (Barelli, 2013).
2 Los migrantes chilenos en el año 1969/1970 junto con la Junta Vecinal del barrio La
Cumbre (barrio conocido en esa época como el «barrio de los chilenos») y el apoyo
de la Congregación Salesiana llevaron a cabo la construcción de una capilla bajo
la advocación mariana de Nuestra Señora del Carmen por su patronazgo chileno
(Barelli, 2013).
3 Durante los años noventa tanto los migrantes paraguayos como los bolivianos lleva-
ron a cabo el traslado de sus devociones marianas. La Virgen de Urkupiña y la Virgen
de Caacupé se transformaron en dispositivos identitarios que generaron pertenen-
cia en el lugar de destino y construyeron nuevos espacios sagrados (Barelli, 2013).

Estrategias de visibilización | 179


Durante la primera etapa, los desplazamientos migratorios se caracteri-
zaron por ser acotados e inestables. La mayoría de los paraguayos que llega-
ron en esa época a Bariloche estuvo relacionada con las obras de las represas
­hidroeléctricas4 (Balazote y Radovich, 2003), que se llevaron a cabo sobre los
ríos Limay y Neuquén. El proceso de asentamiento se realizó de forma dis-
persa en diferentes espacios barriales de la época como Malvinas, Frutillar,
Omega, entre otros. Durante la década de 1990 se produjo una disminución de
ingresos tanto a nivel provincial como local. Este impasse en los flujos migra-
torios se puede atribuir a la caída de la construcción que estuvo íntimamente
ligada con las dificultades en la actividad turística.5
En relación a la segunda etapa, la migración paraguaya presentó un nue-
vo impulso. Esto se debió a que durante esos años la modificación cambiaria
benefició directamente al turismo y, en consecuencia, reactivó la actividad de
la construcción y generó nuevamente la atracción de migrantes. Según los
datos ofrecidos por la Delegación Nacional de Migraciones de San Carlos de
Bariloche, la comunidad paraguaya creció en forma exponencial durante los
últimos años.6 Actualmente, se la ubica como la segunda nacionalidad que más
trámites realiza en la ciudad, después de Chile.
En cuanto a las características migratorias, si bien continuaron predomi-
nando las trayectorias con escala en ciudades capitales como Buenos Aires, se
incorporó desde principios del siglo xxi una migración directa desde Para-
guay con importante presencia de jóvenes migrantes de entre 20 y 30 años
de edad. El cambio puede vincularse con la puesta en funcionamiento de las
redes transnacionales, que fueron construyéndose entre familiares y amigos, y
con las agrupaciones de migrantes. Este flujo continuo de población se asienta
en la periferia de la ciudad en situaciones de extrema precariedad, principal-
mente en el barrio Nahuel Hue.7
A la comunidad migrante paraguaya, desde sus primeros ingresos a San
Carlos de Bariloche a fines de los años setenta, se la ha englobado dentro del
colectivo que se conoce en la ciudad como la zona del Alto,8 identificándola con

4 Represas hidroeléctricas de los ríos Limay y Neuquén: Chocón y Cerros Colorados


(1968-1972), Alicurá (1979-1983), Empresa Hidronor s. a.
5 Producto de la recesión económica, la paridad cambiaria, el cuasi-monopolio del tu-
rismo estudiantil, los grandes incendios del verano de 1996 y la aparición en escena
del hantavirus en los últimos meses de 1996, la situación de la actividad se transfor-
mó en crítica, y con ello, «el de aquella población que directa o indirectamente tiene
su principal fuente de recursos en el turismo (El Comercio, la Industria Manufac-
turera, la Construcción y el Servicio Doméstico –conjuntamente con la Hotelería y
la Gastronomía– explicarían más del 54 % de la demanda laboral en San Carlos de
Bariloche)» (Abaleron, 1998, p. 416).
6 Se pasó de un total de 95 nacidos en Paraguay, registrados en 2001, a un total de 335
en 2010, con lo cual se presenta un crecimiento del 252 %, mientras que la población
total lo hizo a un 16 % (censo 2001 y censo 2010).
7 Barrios conformados a través del proceso de tomas espontáneas de tierras.
8 Término utilizado por los barilochenses para referirse a los espacios más humildes
que se encuentran en las zonas más elevadas de la ciudad.

180 | Migraciones en la Patagonia


los sectores subalternos de la ciudad. Sin embargo, desde mediados de los años
ochenta hasta la actualidad, si bien los migrantes paraguayos se reconocen como
parte de ese colectivo social, han dado muestras a través de diversas actividades
de su necesidad de visibilidad y reconocimiento diferencial dentro de la ciudad.
El presente trabajo recorre las prácticas religiosas con el objetivo de anali-
zar cómo la devoción a la Virgen de Caacupé se transforma en una estrategia
de cohesión interna y de visibilización que pone en tensión el discurso hege-
mónico de exclusión social en San Carlos de Bariloche. Para ello, hemos orga-
nizado el artículo en tres partes. En la primera recorremos las bases sobre las
que se construyó y consolidó el discurso hegemónico local. En la segunda abor-
damos los inicios de las dos asociaciones paraguayas y los primeros intentos
de exteriorización que emplearon los migrantes en busca del reconocimiento
social. Para finalmente adentrarnos en el análisis de la devoción mariana como
estrategia de cohesión, visibilización y reconocimiento social de los migrantes
paraguayos en el espacio local.
La metodología que utilizamos, debido a la escasa presencia de registro
escrito,9 es la que se desprende de la historia oral (Frasser, 1993; Portelli, 1991;
Schwarzstein, 2001) a través de entrevistas personales (realizadas a represen-
tantes de instituciones estatales religiosas, referentes paraguayos en la ciudad
y a paraguayos devotos de la Virgen de Caacupé y no devotos)10 y de la obser-
vación participante del culto. Estas fuentes orales han sido construidas como
una forma «para comprender las maneras en que la gente recuerda y construye
memorias» (Delrío, 2005; Schwarzstein, 2001, p. 73).
Estos testimonios que entendemos como filtrados por la memoria indivi-
dual y colectiva son abordados desde sus diversas narrativas obtenidas a partir
de, en algunos casos, entrevistas profundas a referentes clave, o de entrevis-
tas semi-estructuradas (individuales o grupales) con una guía de temas, en su
mayoría, y conversaciones espontáneas, durante los eventos religiosos. Mos-
trando, de alguna manera, «la importancia de revalorizar y nominar a las histo-
rias personales como formas de acción con sentido en lugares y contextos, y en
habitus específicos» (Mallimaci y Giménez Béliveau, 2006, p. 180). Acordamos
en que los testimonios «no son los hechos del pasado sino la manera en que
las memorias fueron construidas y reconstruidas por parte de una conciencia

9 Algunos artículos publicados en diarios locales, folletería de los festejos por el Bi-
centenario y archivos del Obispado de San Carlos de Bariloche.
10 Entrevistas a funcionarios estatales (delegado de la Dirección Nacional de Migra-
ciones, secretaria del Ministerio de Desarrollo Social, delegado de la Dirección de
Estadísticas y Censos); entrevistas a miembros de la agencia religiosa (jerarquía
eclesial, presbiterio y religiosos); entrevistas a referentes de instituciones no guber-
namentales (Asociación de Residentes Paraguayos arpa y Agrupación Nativa Gua-
raní angu-a, Círculo Chileno Gabriela Mistral, Centro Cultural Boliviano, Pastoral
de Migraciones y Equipo Pastoral Paraguayo en la Argentina epa); entrevistas a
migrantes devotos de la Virgen de Caacupé (diez) y no devotos (cinco) y entrevistas
a feligreses católicos no migrantes que participaron y participan de las prácticas
religiosas de los migrantes (cinco).

Estrategias de visibilización | 181


contemporánea» (Schwarzstein, 2001, p. 75). Es por ello que somos conscientes
del diálogo entre el entrevistado y el historiador, y tenemos en cuenta

las diversas mediaciones que separan el pasado de su posible inteligibili-


dad: mediación de la memoria, que es siempre una reconstrucción, media-
ción del historiador, cuyas elecciones son parte del proceso de investiga-
ción, mediación del documento, gobernado por características específicas
que rigen su existencia y naturaleza». (Schwarztein, 2001, p. 76)

Imaginarios, identidades sociales y discurso hegemónico


barilochense (siglo xix-2013)
Los imaginarios sociales «designan su identidad elaborando una representa-
ción de sí misma; marcan la distribución de los papeles y las posiciones so-
ciales» los cuales construyen y fijan modelos formadores y creencias (Baczko,
1991, p. 28). Abordamos la noción de identidad desde el planteo de Stuart Hall
(1996), quien la analiza desde el concepto de identificación en tanto proceso de
construcción socio-histórica, atrapado en la contingencia y alejado de toda no-
ción esencialista. Proceso en el que también se destacan discursos, prácticas y
posiciones a menudo intersectadas y antagónicas que son construidas desde
la diferencia, desde la relación con el otro, con lo que uno no es o con lo que
precisamente nos falta, debido a que cada identidad designa como necesario a
un otro, incluso uno silenciado e indecible (Hall, 1996).
Es decir, la identidad se encuentra atravesada por los discursos y las prácti-
cas que nos interpelan, por los procesos o prácticas discursivas que intervienen
en la construcción de nuestra subjetividad y por las posiciones o lugares que
tenemos o que se nos asignan en un contexto determinado. En otras palabras,
la construcción de una identidad colectiva no sólo implica marcar territorio y
fronteras, definir relaciones con los otros, formar imágenes de amigos y enemi-
gos, de rivales y de aliados sino que también se trata de «conservar y modelar
los recuerdos del pasado, así como proyectar hacia el futuro sus temores y es-
peranzas» (Baczko, 1991, p. 28).
Desde sus orígenes11 hasta mediados de la década del treinta, las repre-
sentaciones sobre Bariloche se condensaron en la imagen que identificó a la
ciudad como la Suiza argentina. Esta construcción simbólica se registra desde
las primeras exploraciones de viajeros que recorrieron la Patagonia a fines del
siglo xix. En estos primeros avistajes empezaron a asociarse las características

11 Los inicios de San Carlos de Bariloche se remontan a fines del siglo xix cuando se
instala en las zonas próximas al río Limay y al lago Nahuel Huapi una colonia agrícola
pastoril y un núcleo urbano en torno a una casa comercial, Don Carlos, que inició un
tráfico vía lacustre con Chile. Esta casa fue construida el 8 de febrero de 1895 por Car-
los Widerhold, un chileno de origen alemán, que se transformó en el primer poblador
y, la fundación de la casa comercial, en la fecha fundacional de la localidad.

182 | Migraciones en la Patagonia


paisajísticas locales a las europeas, acuñando la expresión de la Suiza sudame-
ricana para referirse a la zona donde se emplazaría la ciudad de San Carlos de
Bariloche. En esta evocación de imágenes propias de la campiña europea se
inscribió el pionero como el sujeto preponderante de este marco de referencias
(Navarro Floria, 2008; Navarro Floria y Vejsberg, 2009).
Durante la década del treinta se produjeron cambios importantes como el
proceso de turistificación, el aumento de la migración y el crecimiento urbano.
La creación del Parque Nacional Nahuel Huapi (1934) a través de su primer di-
rector, Exequiel Bustillo (1934-1944), dio impulso a estos procesos encuadrados
en una política de nacionalización de la frontera. En este marco se produjo una
resignificación de la representación de la ciudad tendiente a aristocratizar y
reforzar la imagen de campiña europea (Navarro Floria, 2008). Durante este
período, la figura del pionero sufrió una metamorfosis y fue el Estado el que
tomó su lugar en tanto descubridor e impulsor del valor simbólico del paisaje.
Desde ese lugar se dio forma a una construcción material y simbólica que hizo
mella en la identidad barilochense a través de la reformulación de la represen-
tación social de la Suiza argentina, que, de una temprana referencia a valles
con producción vacuna, pasó en esos años a evocar a una migración europea y
nórdica en un paisaje asumido como «intocado» (Diegues, 2005).
Con la irrupción del peronismo en Bariloche resultó disruptiva la imple-
mentación del turismo social por parte del gobierno, el cual vino a cuestionar el
carácter elitista que tuvo esta actividad durante el período anterior12 (Bessera,
2006; Lolich, 2011). Se abrió una nueva etapa en la Suiza argentina signada
por una tensión entre representaciones vinculadas a Bariloche. La pervivencia
del contenido centro-europeo y aristocratizante que le imprimió la gestión de
Bustillo al frente de Parques Nacionales, comenzó a ser interpelada por una
representación de contenido popular generada por la política peronista de
inclusión de las masas trabajadoras.13
El creciente protagonismo que adquirió la actividad turística a partir de
la década del treinta resignificó el imaginario de la Suiza argentina y apeló a
lógicas de exclusión que posicionaron al pionero europeo como paradigma del
poblador barilochense. Esta situación se agudizó durante la última dictadura
militar (1976-1983) con la progresiva pretorización del Estado14 y la consecuente
exacerbación de las diferencias nacionales y los conflictos territoriales.15 En
12 En consonancia con el Primer y Segundo Plan Quinquenal, se introdujo un cambio ar-
quitectónico, a través de la construcción de hoteles sindicales que debían hacer frente
a la obligatoriedad de otorgar vacaciones a todos los trabajadores (Lolich, 2011, p. 9).
13 En 1944 la Dirección de Parques Nacionales dejó de estar en manos de Exequiel Bus-
tillo, marcando así una nueva etapa en la que se propiciaron nuevas estrategias de
desarrollo y se dio inicio al turismo social (Bessera, 2006, p. 5).
14 A partir de 1955 se produce un creciente avance de las ffaa sobre diferentes esferas
del ámbito estatal, situación que se agudiza después de los golpes de 1966 y 1976.
15 Durante los setenta, especialmente con la dictadura de Juan Carlos Onganía, «se
incrementaron las manifestaciones discriminatorias que se sumaron a una base
de xenofobia antichilena, preexistente en ciertos sectores sociales barilochenses»
(Fuentes, 2008, p. 70). El conflicto de 1978 por el Canal de Beagle evidenció una

Estrategias de visibilización | 183


este escenario, el migrante chileno, si bien se consideraba un elemento necesa-
rio en tanto fuerza de trabajo, empezaba a percibirse desde las esferas estatales
como problema, como una potencial amenaza a la soberanía nacional, profun-
dizando el prejuicio antichileno16 y la xenofobia (Barelli y Azcoitia, 2014).
Así fue como en la provincia en general y en Bariloche en particular, se fue-
ron justificando y naturalizando las lógicas de exclusión. Adquirió centralidad
la actividad turística incrementando al sector privado, lo que golpeó directa-
mente a los espacios más vulnerables. En este contexto, la ciudad se recons-
truyó material y simbólicamente desde sus sitios menos visibles, al mismo
tiempo que el propio espacio de la postal se rediseñó (Núñez y Barelli, 2013).
Desaparecieron las chacras y huertas que rodeaban el área urbana hacia el sur,
y crecieron los cinturones de pobreza en las periferias, mediante la creación
de nuevos barrios17 o las relocalizaciones de otros existentes que consolidaron
las divisiones internas de la ciudad (Matossian, 2012). Durante este período
también ingresaron nuevos flujos migratorios, provenientes de otros países
limítrofes (bolivianos y paraguayos, entre otros). Se ubicaron en la periferia de
la ciudad y alimentaron de esta manera el proceso de invisibilización de los mi-
grantes latinoamericanos, del cual los chilenos fueron sus primeras víctimas.
Con el advenimiento de la democracia en la Argentina creció fuertemente
la afluencia de migrantes latinoamericanos. En este contexto se incorporó al
imaginario local una nueva representación sobre la ciudad: las dos caras de Ba-
riloche. Esta forma de concebir a la ciudad incluyó a la Suiza argentina, pero
no desde su pretendida mirada totalizadora sino, por el contrario, como la cara
que se busca mostrar para invisibilizar a los excluidos de la postal. Por otro lado,
esta representación «aportó fundamentos lógicos y discursivos para fortalecer
la dicotomía estructurante atravesada por formas de clasificación asociadas a
la clase, por miradas racializadoras […] polarizaciones entre blancos y negros de
las que se desprende otra serie de oposiciones: ricos/pobres, visibles/invisibles»

«exaltación de los sentimientos nacionalistas hacia ambos lados de la cordillera,


fomentados por los gobiernos militares de turno como por algunos medios de co-
municación» (Matossian, 2012, p. 120).
16 «Una de las primeras señales “antichilenas” fue el cambio de fecha de fundación
de la ciudad. En noviembre de 1968 se llevó a cabo el 1º Congreso de Historia de Río
Negro en el que se decidió cambiar la fecha de la fundación de Bariloche que pasó
del 8 de febrero al 3 de mayo. Esta fecha tuvo en cuenta la expedición de Julio A.
Roca que, por decreto del 3 de mayo de 1902, había dispuesto la reserva de tierras del
paraje San Carlos para la fundación de un pueblo. En relación al 8 de febrero, día en
que anteriormente se tomaba como fundacional, la misma rememoraba cuando, en
1895 un chileno de origen germano, Carlos Wiederhold, había fundado el comercio
Don Carlos, en torno al cual se había asentado la población. Esta información en
1968 se deja de lado, en función de una construcción del “olvido” que se institucio-
nalizó en 1969 y de una lógica de exclusión que operó en clave de quienes son los
considerados “pioneros” de la ciudad» (Barelli y Azcoitia, 2014).
17 Según Matossian (2012), la conformación de los barrios populares se realizó a partir
de cuatro modalidades, a saber: impulso privado, programas de viviendas naciona-
les, políticas de erradicación forzadas y ocupaciones irregulares de terrenos.

184 | Migraciones en la Patagonia


(Kropff, 2002, p. 224), migración europea/migración latinoamericana; los del
centro/los del Alto.
Estos binarismos discursivos operaron también en una dimensión espacial,
marcaron lugares de pertenencia y establecieron criterios de visibilización. Es
decir, no alcanzaron la misma visibilidad la ciudad del centro/turística, «que
mira al lago y que goza de mejores condiciones socioeconómicas anclada en la
actividad turística», que la ciudad del Alto/marginal, «de espaldas al lago con
una población que vive en condiciones desfavorables y en algunos casos de ex-
trema marginalidad» (Matossian, 2012, p. 147-148). En esa misma línea, Laura
Méndez e Wladimir Iwanow definen a «Bariloche como una ciudad, una y di-
versa: centro turístico y de miseria, de colectividades mapuches, americanas
y europeas: Bariloche continúa siendo espacio social de contraste y pueblo de
frontera» (2001, p. 179).
En la actualidad, si bien el discurso público reconoce la existencia de la po-
breza y la marginalidad, en la que se inscribe a la migración latinoamericana,
no por ello se plantea la integración como objetivo sino que se los visibiliza
como la otra cara que debe ocultarse a la mirada del visitante, ya que no forma
parte de la identidad barilochense hegemónica.

Los migrantes paraguayos en San Carlos de Bariloche (1982-1993)

Las asociaciones de migrantes paraguayos en San Carlos de Bariloche: arpa y angu-a


Las prácticas asociativas de los migrantes paraguayos se registraron desde los
primeros años de su ingreso a la ciudad (1970-1980), cuando un grupo reducido
de migrantes empezó a juntarse y a organizar lo que podríamos denominar
la primera Comunidad paraguaya de Bariloche. Así, por ejemplo, lo explicaba
Juan de Dios, uno de los migrantes más antiguos en la ciudad y el primer y
actual presidente de arpa, a un diario de Paraguay:

Somos todos una gran familia paraguaya. La mayoría de los residentes


aquí tienen mi oficio (albañil), algunos son gastronómicos. Si alguno de
nosotros necesita un ayudante, un carpintero, un profesional, un albañil
para trabajar lo elige entre nuestros compatriotas. O sea que formamos una
familia, que se reúne para trabajar, para los días patrios y para festejar…
(Diario Noticias, 1996)

En consonancia con la idea de James Brow, entendemos a la comunidad como


«un grupo de gente (que comparte un) sentido de pertenencia» y que «combi-
na típicamente tanto componentes cognitivos como afectivos, tanto un sen-
timiento de solidaridad como una comprensión de la identidad compartida»
(1990, p. 22). De acuerdo a este autor, observamos en este colectivo un pro-
ceso de comunalización donde los migrantes construyen pautas de pertenen-
cia y consolidan una comunidad en el destino. Es decir, un grupo que opera
como una gran familia, en donde sus integrantes se reconocen, comparten

Estrategias de visibilización | 185


singularidades, se cuidan y se ayudan mutuamente (Figura 1). En función de
ello, Juan de Dios comentaba:

Era para ayudarnos mutuamente, aquel que lo necesitaba le dábamos una


mano, para ayudarnos entre nosotros y yo siempre iba a las obras y los con-
vocaba. La mayoría no se quedaba. Pero en aquella época éramos fijos 70 pa-
raguayos los que estábamos. (Bariloche, abril de 2013)

Fig. 1. Comunidad migrante paraguaya de Bariloche (1980)

Fuente: a-arpa, 1980

La primera agrupación paraguaya se fundó en 1982 con el nombre Asocia-


ción de Residentes Paraguayos con el objetivo de «formar a la colectividad»
(Juan de Dios, abril de 2013), «unirse, recordar y difundir los aspectos de la
cultura paraguaya»18 y «bregar por la efectiva unión y fraternal convivencia de
la familia paraguaya y ser hogar y amparo común de todos los paraguayos resi-
dentes y transeúntes en la ciudad»19. El primer y único presidente de arpa fue
Juan de Dios, migrante oriundo de Asunción que llegó a Bariloche a fines de
1970. En 1982 organizó a la colectividad y a partir de ese momento pasó a ser el
principal referente de la comunidad paraguaya de la ciudad. Este liderazgo se
reforzó en el ámbito laboral, debido a su desempeño como contratista de obra,
rubro de importante desarrollo en Bariloche, en el que trabaja la mayoría de los
migrantes paraguayos. Así por ejemplo comentaba:

La mayoría que viene se dedica a la construcción. Yo de mi parte si le puedo


dar trabajo se lo doy, yo soy contratista de obra, le doy trabajo o los aseso-
ramos, o le recomendamos a otro y así nos ayudamos mutuamente. (Abril
de 2013)

18 Reseña histórica de arpa presentada en el folleto por los festejos de los 200 años de
Paraguay, Bariloche, 2011.
19 Reseña histórica de arpa.

186 | Migraciones en la Patagonia


Es decir, Juan de Dios se constituyó como referente de la comunidad mi-
grante en base a relaciones que generaron y generan gratitudes y lealtades que
le dan prestigio dentro de la comunidad y, en consecuencia, profundizaron
ese liderazgo personal. Sin embargo, este liderazgo fue cuestionado a fines de
2010, cuando un grupo de mujeres se autoconvocó y organizó una asociación
paralela a arpa con el nombre Asociación Nativa Guaraní (angu-a)20. En la actua-
lidad, esta agrupación cuenta con la adhesión de un importante número de
jóvenes migrantes, recientemente llegado a la ciudad.
angu-a se autodefine como transparente, ocupada de las problemáticas par-
ticulares de los paraguayos (documentos, vivienda, trabajo) y horizontal donde
todos tienen voz y voto (Valentina, presidenta de angu-a, Bariloche, diciembre
de 2011). Esta nueva asociación, en sus dos años de vida, realizó varios eventos
en la ciudad. Algunos se organizaron para recaudar fondos para la agrupación
con el fin de ayudar a compatriotas con problemas de salud, dificultades eco-
nómicas, y otros para celebrar fechas patrias o fiestas religiosas separados de la
agrupación arpa. Estos últimos no sólo materializaron la división de la colec-
tividad paraguaya, sino que también instalaron el conflicto permanente entre
ambas asociaciones.

Fig. 2. arpa Aniversario de Bariloche (1988)

Fuente: a-arpa, 1988

20 Palabra en guaraní que significa mortero.

Estrategias de visibilización | 187


Fig. 3. angu-a Aniversario de Bariloche (2011)

Fuente: gentileza de Héctor

Estrategias tradicionales de visibilización (1982-1993)

Desde los inicios de arpa (1982), la agrupación llevó a cabo una serie de even-
tos que tuvo como objetivo fundamental lograr un reconocimiento por parte
de la sociedad barilochense. Una de las primeras actividades en las que parti-
cipó la agrupación fue el Torneo local de fútbol realizado en 1982 denominado
El Mundialito.21 Este evento forma parte de los recuerdos más queridos de los
migrantes, debido a que constituyó el primer evento social en el que la agrupa-
ción participó en tanto colectividad con un equipo denominado Guaraní. Así lo
recuerda Juan de Dios: «Se hizo acá en Bariloche, a nosotros nos invitaron, ar-
mamos el equipo y ¡salimos campeones invictos!, fue todo un orgullo presentar
un equipo» (abril de 2013). Sin embargo este evento sólo quedó en la memoria
de los migrantes, debido a que no se volvió a repetir y la organización no tuvo
fondos para sostener el equipo en los torneos que se organizan a nivel local.
Otras actividades en las cuales también participó la agrupación fueron
el aniversario de la fundación de la ciudad y la Fiesta Nacional de la Nieve.22
Ambos constituyeron y constituyen los eventos más significativos de la ciudad
tanto desde el punto de vista social, como desde el simbólico. Es decir, no sólo
por el caudal de gente que participa año a año, sino también por la impronta

21 Torneo de Fútbol infantil organizado por el gobierno municipal y que convocó a


todas las colectividades.
22 Fiesta que se inicia en 1954 organizada por Parques Nacionales durante el mes de
agosto y que en 1978 se declara Fiesta Nacional.

188 | Migraciones en la Patagonia


que tienen en la construcción del relato identitario local. El festejo por el ani-
versario de la ciudad consiste en un desfile cívico-militar que se lleva a cabo el 3
de mayo23 por la mañana, al que concurren diferentes agrupaciones sociales de
Bariloche, las cuales caminan por la calle Mitre, arteria principal de la ciudad.
La fuerte presencia de las colectividades europeas en este desfile y la caracte-
rización de los estereotipos que construyen la narrativa histórica local como el
misionero, el pionero europeo, el indígena y el militar, refuerzan el imaginario
de la Suiza argentina y la tierra de pioneros europeos. Sobre este relato iden-
titario que construye la sociedad es que la comunidad migrante paraguaya
intentó incorporarse, al igual que otras agrupaciones latinoamericanas, sin lo-
grar modificar el espíritu de los festejos totalmente apegados a los discursos24
de un poblado con reminiscencia europea.
Según los registros de la prensa25 y los relatos de los migrantes, durante
la década de los ochenta y parte de los años noventa, la colectividad paragua-
ya participó más activamente de los desfiles, mientras que en los últimos diez
años lo hizo de forma más esporádica. La causa no sólo se puede atribuir a los
problemas internos de la misma agrupación que generaron dispersión y divi-
siones, sino también a una fuerte desilusión que los migrantes sintieron en
relación al reconocimiento que esperaban en el espacio local.
El otro festejo en el que también participó arpa fue la Fiesta Nacional de
la Nieve26 que, en el marco del advenimiento de la democracia, volvió a reedi-
tar ciertas prácticas populares realizadas en los primeros años de los festejos,
como era el desfile de carrozas que desde el año 1984 a 1989 convocaba a to-

23 Desde 1968 se celebra el 3 de mayo.


24 En cada uno de los festejos, además de los discursos oficiales, es habitual incluir
el discurso de un pionero que siempre es de origen europeo (Diario Bariloche 1978-
1982/Prensa Bariloche 1982-1991). En la prensa local durante esas fechas suelen incor-
porar notas ilustrativas que apuntan a fomentar la identidad barilochense donde,
por ejemplo en el Diario Bariloche (1978-1982), a fines de la década de 1970 se enfati-
za la idea de los pioneros europeos con artículos especiales a familias barilochenses
como los Tiehieneman, Goyes, Runge, Otto Meiling, Tutzauer, entre otros.
25 Diarios locales relevados: El Diario de Bariloche (1978-1952); Prensa Bariloche (1982-
1990); Diario El Cordillerano (1993-2002); El Diario Digital Bariloche (2002-2014).
26 «En el año 1954, por iniciativa de Parques Nacionales, se organizó por primera vez la
Fiesta de la Nieve. Según la memoria local este evento social se transformó en un gran
festejo que convocaba a toda la ciudadanía barilochense. En el año 1971, la Fiesta de la
Nieve por “Decreto 1580/71 del Poder Ejecutivo de la Nación, se convirtió en la I Fiesta
Nacional de la Nieve, quedando a cargo exclusivamente de la Dirección Municipal de
Turismo”. De esta forma, se instaló el festejo, como un elemento altamente signifi-
cativo, porque no operó solamente como construcción interna de pertenencia, sino
que también cristalizó la idea de una ciudad para los visitantes, donde el turismo y la
reminiscencia de la “aldea europea”, se transformaron en los elementos constitutivos
de la identidad barilochense. Idea que se profundizó, a fines de 1978, cuando la orga-
nización de la fiesta pasó a ser manejada por una Comisión Permanente de la Fiesta
Nacional de la Nieve, de iniciativa privada que le dio un viraje más comercial, ligado
muy fuertemente con la actividad turística» (Barelli y Azcoitia, 2014).

Estrategias de visibilización | 189


das las colectividades de la ciudad (Figuras 4 y 5). Es así que, durante los años
ochenta, la agrupación participó activamente de la fiesta con carrozas y bailes
típicos. Esto nos contaba Juan de Dios y lo reafirman Valentina, Andresa (mi-
grante paraguaya e integrante de angu-a, Bariloche), Tuti (migrante paragua-
ya e integrante de angu-a, Bariloche) y Lucio (hijo de inmigrante paraguayo,
integrante de la comisión de arpa, Bariloche):

¡No te das una idea lo que era esa carroza! ¡Ganamos el primer premio!,
armamos una choza paraguaya dentro del camión, un lugar donde se bai-
laba, una mesa donde se amasaba chipa, un horno de barro, un aljibe y un
mortero donde se pisaba el maíz. Al final del camión pusimos una planta
radal que es muy parecida a la naranja, ahí pusimos una hamaca paragua-
ya y ahí iba Nicolás Martínez tomando tereré. Después compramos dos o
tres cajones de naranjas y con un hilito muy finito colgamos en la planta y
le tirábamos a la gente naranjas, fue un espectáculo un trabajo tremendo!
(Juan de Dios, abril de 2013)

Sin embargo, la participación de la colectividad fue breve ya que en 1989


las autoridades municipales no volvieron a convocar a las colectividades lati-
noamericanas y quedaron totalmente excluidas de los festejos, percibiendo la
discriminación de la sociedad barilochense. Esta situación se advirtió en de-
nuncias de los propios afectados en un diario regional:

A pesar de «haber sido excluidos por segunda vez de la Fiesta Nacional de la


Nieve» representantes de la Asociación de las Colectividades Latinoameri-
canas informaron que entre el 18 y 20 de octubre se realizará aquí la fiesta
de la música, la danza y costumbres latinoamericanas con «más fervor que
nunca, con el firme deseo de seguir mostrando nuestra cultura». El anun-
cio fue efectuado en oportunidad de manifestar «el pesar de la agrupación
ante el olvido de las autoridades y de la Comisión organizadora de la Fiesta
de la Nieve». Agregaron que «tenemos ante nosotros la desilusión de saber
que nuestras autoridades y comisión organizadora de la Fiesta Nacional de
la Nieve han olvidado dónde viven y cuáles son sus verdaderas raíces cul-
turales, perdiendo la oportunidad de mostrar al mundo nuestro folklore»
[…] «no queremos pensar siquiera se sientan avergonzados de mostrarnos,
puesto que el folklore argentino y latinoamericano está y sigue triunfando
a nivel mundial y nos sentimos orgullosos por ello». (Entrevista a Nicolás
Martínez y Gladys Catalán en el diario Río Negro, 1991)

190 | Migraciones en la Patagonia


Fig. 4. Desfile por el Aniversario de Bariloche (1987)

Fuente: Archivo de arpa

Fig. 5. Carrozas en Fiesta de la Nieve (1988)

Fuente: Archivo de arpa

Debido a que esta estrategia de visibilización se vio truncada tanto por


prácticas discriminatorias del municipio, como por la restricción de las
agrupaciones latinoamericanas a la Fiesta de las Colectividades,27 fue que la

27 «La Fiesta de las Colectividades se inició en plena dictadura militar ligada a una fuer-
te reivindicación de la migración europea. En el año 1980, debido a la gran respuesta
de la población, la misma se independizó de la Fiesta Nacional de la Nieve e intentó
transformarse en una fiesta nacional, apelando nuevamente al turista como destina-
tario y a los “pioneros europeos” como constitutivos de la “identidad barilochense”.

Estrategias de visibilización | 191


a­ grupación paraguaya, junto con el resto de colectividades excluidas, decidie-
ron organizar la Fiesta de las Colectividades Latinoamericanas. Este festejo
surgió en el año 1985, producto del quiebre entre los migrantes de procedencia
europea y los migrantes latinoamericanos, motivado por las visiones xenófo-
bas de los primeros en relación con los segundos:

Antiguamente se hacía la Fiesta de las Colectividades, después de la noche


a la mañana la fiesta se hace argentina-europeo ¡lindo nombre para desvin-
cular a las otras! Por el año ochenta y tantos se dejó de hacer en conjunto.
Bariloche es una sociedad que discrimina eso es más que evidente. (Entre-
vista a Germán González, presidente del Círculo Chileno Gabriela Mistral,
Bariloche, agosto de 2012)

Lo interesante de esta fiesta es que estuvo bajo la iniciativa de la asociación


paraguaya, contó con la presencia de varias colectividades y tuvo una impor-
tante difusión radial, televisiva y de prensa escrita28 (Figura 6). Sin embargo, la
fiesta no pudo quebrar las lógicas de exclusión presentes en la ciudad. Es decir,
a pesar de la difusión y la logística empleada en los eventos, la respuesta de la
ciudadanía fue escasa a diferencia de la fiesta de los europeos que se caracte-
riza por contar con una gran afluencia de público. Esta situación hizo que la
celebración no pudiera perdurar en el tiempo. Esto, por ejemplo, nos comen-
taba Juan de Dios:

yo llegué hasta llorar de bronca una vez cuando me hicieron una entrevista
después de la fiesta en Canal 6. Hable muy mal, ¡cómo puede ser!, ¡es nues-
tra tierra, qué es lo que pasa con la gente de Bariloche! ¡Y lo peor es que
sigue pasando hoy! (Abril de 2013)

En este marco, la única colectividad latinoamericana convocada durante los pri-


meros años de la década del ochenta, a pesar de algunas negativas internas, fue la
chilena. Esta situación sólo se mantuvo hasta 1985, año en el que los organizadores
del evento decidieron circunscribir la fiesta exclusivamente a las colectividades eu-
ropeas, incluyendo en el colectivo al “país anfitrión”» (Barelli y Azcoitia, 2014).
28 Diario Prensa Bariloche, «Tercera edición de la Fiesta de las colectividades latinoame-
ricanas», octubre 1987; Diario Bariloche, «Tres días de vivencias latinoamericanas»,
miércoles 14 de octubre de 1992, p. 6; Diario Río Negro, «Colectividades latinoameri-
canas. Fiesta de música, danzas y costumbres en Bariloche», domingo 20 de octubre
de 1991.

192 | Migraciones en la Patagonia


Fig. 6. 4° Fiesta de las Colectividades Latinoamericanas (1988)

Fuente: a-arpa, 1989

En síntesis, todas estas prácticas o estrategias de visibilización que, de una


u otra manera, emplearon los migrantes paraguayos entre 1982-1993, fueron
presa de las lógicas de exclusión y sufrieron el ocultamiento y el olvido del con-
junto social de Bariloche y de las agencias estatales, como es el caso del muni-
cipio de la ciudad.

La Virgen de Caacupé como estrategia de integración y visibilización


(1993-2012)
La década de 1990 marcó un cambio significativo en la forma en que la agrupa-
ción decidió relacionarse con la sociedad barilochense. Luego de ciertas diferen-
cias entre sus miembros y fracasos en eventos públicos, como la participación
en la Fiesta de la Nieve y el intento de instalar en la ciudad la Fiesta de las Colec-
tividades Latinoamericanas, observamos otro modo de vinculación tanto hacia
dentro de la comunidad migrante, como en relación con la sociedad local. En
donde la Virgen de Caacupé funcionó como artefacto de cohesión interna, en
tanto símbolo de paraguayidad29 y como estrategia de visibilización que apeló a
la agencia religiosa como medio de integración. La Virgen de Caacupé30 si bien
29 Término utilizado por los propios migrantes para referirse a ese conjunto de
elementos identitarios (simbólicos, discursivos, lingüísticos y materiales) que
integran lo que ellos identifican como la cultura paraguaya (Barelli, 2013).
30 «El origen de la “Virgen de Caacupé”, también llamada “Virgen de los Milagros de
Caacupé”, se entrecruzó con leyendas y relatos populares que fueron transmitidos
de boca en boca en Asunción, ciudad capital de Paraguay. A diferencia de otras ad-
vocaciones marianas, la “Virgen de Caacupé” no fue producto de una aparición,
sino que surgió en el siglo xvii como una imagen de una Inmaculada tallada en
madera por un artista nativo guaraní que la realizó después de haber presenciado
un “milagro”. Este acontecimiento le confirió a la advocación una identidad local

Estrategias de visibilización | 193


es una Virgen Inmaculada31 que conserva su iconografía colonial tradicional, los
migrantes paraguayos en San Carlos de Bariloche no la vincularon con la Virgen
Inmaculada local32 sino que, a través de su título, Caacupé, la identificaron como
la Virgen de los paraguayos y la relacionaron con advocaciones locales ligadas a los
sectores más humildes de la ciudad. Esto, por ejemplo nos decía Juan de Dios,
en relación a la peregrinación de la Virgen Inmaculada que se realiza en la zona
del centro de la ciudad:

—La gracia nuestra es compartir el almuerzo después [de la peregrina-


ción], no es el baile en sí, es poder compartir en familia lo poco o mucho
que llevamos, es compartir con las familias y con los amigos.
—¿Por qué no peregrinan con la Virgen Inmaculada del centro?
—No, es que te imaginas que nosotros salimos de arriba y terminamos en
el centro.
—¿Y? ¿Qué pasaría?
—Se terminaría todo, en cambio nosotros acá el que se quiere quedar se queda
y la mayoría se queda, es nuestro lugar. (Abril de 2013)

Desde esta concepción, observamos el acercamiento de Caacupé a dos advoca-


ciones locales como la Virgen Misionera33 y la Virgen de las Nieves.34 La elección

propia debido a que “particularizada por una fuente, un árbol o un determinado


castillo con una vista panorámica (se diferencia) de cualquier otra Virgen”. De esta
manera, la advocación pasó a reconocerse con el nombre de Caacupé que significa
en guaraní “detrás del monte” en alusión al lugar en el que se construyó el primer
oratorio en honor a la Virgen» (Barelli, 2013).
31 «La Inmaculada Concepción es la imagen teológica más sofisticada en el arte maria-
no. El imaginario resume los pasajes de las Escrituras que en la exégesis católica se
aplican al carácter inmaculado de la Virgen. La imagen se representa sin Niño, ves-
tida por el sol y de pie sobre la luna en la que se prefigura la Asunción de la Virgen»
(Warner, 1991, p. 322).
32 La Virgen Inmaculada es la advocación mariana más antigua de San Carlos de Ba-
riloche, patrona de la primera capilla del poblado en el año 1908 y centro histórico
como punto de referencia para la población en general y para la feligresía católica
en particular.
33 «Advocación creada por el obispo Miguel Hesayne (1975-1993) en el año 1978 como
Patrona de la provincia de Río Negro. Una Virgen peregrina cuya iconografía re-
mite a una campesina pobre con rasgos mapuches que refleja en su rostro el sufri-
miento del pueblo» (Nicoletti y Barelli, 2012).
34 La Virgen de las Nieves, en San Carlos de Bariloche, surgió previamente a su patro-
nazgo oficial diocesano (1993), a través de la Escuela Militar de Montaña que instaló
su imagen para ser venerada en una gruta natural a 15 km del centro de la ciudad.
El inicio de la devoción, desde 1940 a 1980, estuvo fuertemente ligado al Ejército de
Montaña por su patronazgo y a la sociedad barilochense vinculada tempranamente
al desarrollo de la actividad turística con la Fiesta Nacional de la Nieve (1960-1980).
A partir de la década de 1980 con la vicaría su patronazgo se amplía e instituciona-
liza, fundamentalmente en 1993 con la creación de la diócesis y la incorporación de
la feligresía de los barrios más vulnerables de ciudad, donde también se encuentran
los migrantes latinoamericanos (Nicoletti y Barelli, 2013).

194 | Migraciones en la Patagonia


de la primera puede relacionarse con la pertenencia social35 a la que adscribe
la comunidad migrante, mientras que la segunda constituye lo que podríamos
definir como la matriz identitaria local que se imprime desde su masividad y
capacidad de «aunar en la diversidad» (Nicoletti y Barelli, 2013).

La Virgen de Caacupé como símbolo de paraguayidad

En San Carlos de Bariloche, como en otros lugares del país, la devoción se


trasladó junto con la imagen de bulto, la novena, la peregrinación, la misa y
los festejos. La primera imagen de la advocación de Caacupé llegó a Bariloche
en el año 1993 como obsequio a la agrupación arpa por parte de una mujer
paraguaya que se encontraba de visita por la ciudad. Esta primera imagen,
de aproximadamente 30 cm, se entronizó en un altar de madera de similar
tamaño al que la agrupación decoró con flores, velas y cintas de la bandera
paraguaya y desde esa fecha hasta la actualidad dieron inicio a la práctica reli-
giosa en la ciudad. Los primeros festejos eran exclusivamente religiosos y poco
concurridos. Se realizaba una novena donde se reunían algunas familias nueve
días antes donde se preparaban espiritualmente para el 8 de diciembre. Ese
día se hacía la peregrinación hasta la gruta de la Virgen de las Nieves36 (a 10 km
del centro de la ciudad), donde llevaban ofrendas y realizaban sus pedidos y
promesas (Barelli, 2014). Así lo comentaba Lucio:

Nosotros empezamos hace 17 años con esto y ahí teníamos una réplica chi-
quita […]. Al principio íbamos y rezaban unas oraciones entre dos o tres
familias ahí a los pies de la Virgen de las Nieves. Después hacíamos un al-
muerzo a la canasta […] y bueno y así fue creciendo y hoy hace como más
de diez años consecutivos que venimos haciéndolo con misa, fiesta y baile.
(Diciembre de 2010)

Con el paso del tiempo, la fiesta de Caacupé se convirtió en una celebra-


ción muy importante para la comunidad migrante paraguaya de San Carlos de
Bariloche. Se transformó en un espacio que hoy posibilita el encuentro de la co-
lectividad, la unión de sus integrantes y el reconocimiento de la cultura para-
guaya (Barelli, 2014). La peregrinación en honor a Caacupé hacia la gruta de la
Virgen de las Nieves se hizo más concurrida, más difundida en la ciudad y más
valorada por sus compatriotas. Se incorporó una misa al aire libre y un almue-
rzo comunitario con comidas típicas y música a la vera del río G
­ utiérrez, donde
los migrantes actualmente no sólo establecen un contacto religioso individual
y colectivo, sino también construyen lo que podríamos definir como un espa-
cio de identificación mutua. En este espacio los integrantes de la comunidad
35 Abordamos el concepto desde las formas de pertenecer de Levitt (2010) como aque-
llas prácticas y relaciones sociales concretas en las que los individuos afirman sus
identificaciones con un grupo particular.
36 Desde 1993, Patrona de la Diócesis de San Carlos de Bariloche. Archivo del Obispado
de la Diócesis de San Carlos de Bariloche, Carpeta «Virgen de las Nieves».

Estrategias de visibilización | 195


paraguaya se conocen, intercambian experiencias, toman tereré37 y fundamen-
talmente hablan guaraní, generando ligazones muy especiales y posibilitando
un ambiente de familiaridad muy particular.
Este sentido de pertenencia que se inició con el traslado y puesta en funcio-
namiento del culto a la Virgen de Caacupé se consolidó en el 2013 con la entro-
nización38 de su imagen en la parroquia Virgen Misionera (ubicada en la zona
del Alto de la ciudad, en el barrio también llamado Virgen Misionera). Como
dice Freedberg «la consagración nunca es una ceremonia vacía. Abarca un pro-
ceso al menos –como lavar, ungir, coronar o bendecir– que produce un cambio
buscado en el estatus sagrado de la imagen» (1992, p. 108), que en el caso de la
Virgen de Caacupé estaría dado por haber encontrado el lugar de residencia,
desde donde la imagen se proyecta a sus devotos y el punto de partida, desde
donde se inicia el circuito sagrado que los conecta con el lugar sagrado: la gruta
de la Virgen de las Nieves.
Esta ceremonia también estuvo marcada por la emoción de los devotos
migrantes paraguayos, los cuales manifestaron su alegría por el momento y
reactualizaron su identidad a través de la homilía en la que el sacerdote invitó
a que los fieles participaran. Una vez más los migrantes se conectaron con el
lugar de origen a partir de la devoción mariana, como lo manifestó con emo-
ción Juan, un migrante paraguayo que reside en El Bolsón:

yo dije que quería decir algo pero la verdad es que estoy muy emocionado
primeramente agradecer al amigo Juan de Dios. Para mí la familia uno la
hereda y los amigos uno los elige. Y doy gracias a Dios porque elegí al amigo
[lo señala a Juan de Dios] y gracias a él es que me estoy emocionando tanto,
por haber escuchado al canto de nuestra Virgen, de la Virgencita de Caacupé
[…] me costó una hora y media llegar acá pero valió la pena y doy gracias a
Dios ante todo, a ustedes hermanos paraguayos por haber compartido con
ustedes esta Santa Misa realmente estoy tan orgulloso de ser paraguayo y
pertenecer a la comunidad paraguaya. Espero que seamos más unidos y que
cada vez seamos más hermanos paraguayos. (Bariloche, mayo de 2013)

La práctica religiosa devocional, en sus diferentes momentos (Barelli,


2014), aparece para el migrante como un espacio de hermandad paraguaya a la
que todos sienten pertenecer y en la que se canaliza una identidad comunita-
ria o una paraguayidad que interpela y reivindica a los sectores populares,39 de

37 Bebida tradicional oriunda de la cultura guaraní, de amplio consumo en Paraguay.


Consiste en una mezcla de agua fría y hierbas refrescantes machacadas las cuales se
ceban en un recipiente que contiene yerba mate.
38 Ceremonia religiosa de consagración que dispone de un lugar de honor para la ima-
gen, a la que se le otorgan atributos de poder y autoridad.
39 «Abordamos a los “sectores populares” en tanto grupo social como “aquellas formas y
actividades cuyas raíces están en las condiciones sociales y materiales de determina-
das clases» (Hall, 1984, p. 6). Que «a pesar de toda su fragmentación y heterogeneidad
[…] comparten una situación común de subalternidad (y tensión) respecto de las élites
que han tenido y tienen el poder social, económico y político» (Adamovsky, 2012, p. 12).

196 | Migraciones en la Patagonia


los cuales forma parte (Barelli, 2014). Sectores sociales que no sólo transitan
su existencia material en las márgenes de una ciudad fragmentada40 en condi-
ciones de pobreza y vulnerabilidad, sino que también logran transformar dicha
situación en emergentes de «identidades colectivas novedosas que enriquecen
y pluralizan el tejido social» (Fuentes y Núñez, 2007, p. 15-16). Emergentes que
se contraponen a la imagen de la Bariloche postal, como ciudad de la alegría
permanente o como la Suiza argentina, de las bellezas del paisaje al alcance
de todos.
De esta manera, la Fiesta de la Virgen de Caacupé se transforma desde su
culto y ritual en un artefacto de cohesión interna, que construye «compone y
cimenta subjetividad» donde «las prácticas en su entorno conmemoran la his-
toria y la identidad de un pueblo, de una región, de una comunidad» (Levaggi,
2007, p. 68). Es decir, los festejos de la devoción generan pertenencia, debido a
que tienen el poder de recuperar una identidad paraguaya que, según relatos
de migrantes,41 se creía «perdida y […] Caacupé fue un salvataje […], fue una sal-
vación, fue una posibilidad de poder hacer algo» (Valentina, 2012). Es así que
la Virgen vuelve a convocar no sólo a aquellos paraguayos que se habían ido de
la agrupación por problemas internos, sino también al nuevo flujo migratorio
que llega a Bariloche a partir del 2002 sumando una fuerte presencia juvenil.
Sin embargo, el poder de la Fiesta de la Virgen de Caacupé no sólo se limitó
a la posibilidad de generar vínculos que apelaron a «la creación de un ima-
ginario colectivo que aunó los sentimientos y fervores de un pueblo entre su
gente y con su tierra» (García Redondo, 2010, p. 96), sino que también operó
como estrategia de integración y visibilización hacia la sociedad barilochense.
Desde ese lugar es que identificamos la participación de la agrupación arpa
con el estandarte de Caacupé en peregrinaciones locales que pusieron en juego
otro sentido de pertenencia. Es decir, no sólo podemos decir que se apuntó a
construir identidad desde un nosotros, sino también desde el vínculo con un
ellos en función de establecer un acercamiento diferente. Es en esta línea que
observamos la participación de arpa en la peregrinación de la Virgen de las
Nieves, advocación popular barilochense que registra una gran adhesión de los
sectores más vulnerables de la ciudad.

40 Adjetivo que utiliza Matossian cuando habla de las características de San Carlos de
Bariloche. En este sentido menciona que el «crecimiento acelerado y sin control,
con fuerte diferenciación social, ha devenido en mundos urbanos de exclusión» de
esta manera «la fragmentación espacial completa el par asociado, dicha noción ha-
bla de una ciudad que deja de ser orgánica y pasa a ser fragmentada» (2012, p. 185).
41 La mayoría de los migrantes, tanto de arpa como de angu-a, hacen hincapié en que
el traslado de la devoción es el motivo por el cual ambas agrupaciones logran unirse.

Estrategias de visibilización | 197


Fig. 8. Entronización de la Virgen de Caacupé en la parroquia
Virgen Misionera (2013)

Fuente: Ana Inés Barelli, 2013

La devoción mariana interpela la marginalidad

La devoción a la Virgen de las Nieves en Bariloche se manifiesta en dos pere-


grinaciones: una histórica que se realiza, actualmente, en el mes de octubre y
otra denominada Gaucha, que se lleva a cabo en el mes de marzo. La peregri-
nación histórica de la Virgen de las Nieves representa una devoción que si bien
tiene un origen castrense,42 posee una impronta fuertemente popular debido
a que convoca a una porción significativa de los sectores más pobres y vulne-
rables de la ciudad. De esta manera, no es casual que arpa haya elegido ese
espacio sagrado, para realizar la peregrinación anual de la Virgen de Caacupé
y que decida, todos los años, participar en su peregrinación con el estandarte
de Caacupé, como expresión devocional. Así lo comentaba Lucio: «Nosotros
cada día somos más y somos muy devotos de la Virgen, somos muy católicos
los paraguayos». Y se explayaba Andresa: «Es el hecho de estar hermanados
[…] hay algo muy fuerte entre nosotros, una pasión, es una comunicación muy
importante».

42 La devoción a la Virgen de las Nieves en San Carlos de Bariloche surgió a través de


la Escuela Militar de Montaña, cuando un teniente coronel de esa escuela, Napoleón
Irusta, en 1944 se salvó milagrosamente de un accidente el 5 de agosto, día de la Vir-
gen de las Nieves. Luego de este evento, el militar trajo una réplica de esta Virgen
desde Buenos Aires y la colocó en una gruta natural a 11 kilómetros de San Carlos de
Bariloche. Años más tarde, este lugar se transformó en un centro de peregrinación,
de devoción local y regional.

198 | Migraciones en la Patagonia


Lo interesante de este evento es que la agrupación, a través de sus referen-
tes, se hace presente en la ceremonia religiosa en donde observamos la búsque-
da de integración y visibilización desde su adscripción nacional y devocional.
Un ejemplo de ello fue la participación activa de la arpa en la misa de la Virgen
de las Nieves durante 2012. En este evento parte de la agrupación no sólo acom-
pañó la peregrinación y la misa con el estandarte de su devoción, sino que tam-
bién subió al escenario y le cantó, ante miles de fieles, a la Virgen de las Nieves
la canción de la Virgen de Caacupé con su banda de músicos (Figura 9).

Fig. 9. La Virgen de Caacupé en la peregrinación de la Virgen de las Nieves (2012)

Fuente: Ana Inés Barelli, 2012

La otra peregrinación de la Virgen de las Nieves de la que participa la arpa


es la Gaucha. Ésta se realiza hacia la gruta desde 2012, por iniciativa del lonko
Belisario Painefil. La comitiva sale de la Parroquia San Francisco del barrio Ñi-
reco, en la zona oeste de la ciudad, se hace a caballo con toda la ornamentación
y vestimenta gaucha. La imagen de la Virgen de las Nieves se traslada en carre-
ta, decorada con flores. Una vez en la gruta, se realiza una misa presidida por el
Obispo. Los fieles se distribuyen espacialmente en semicírculo frente al altar y
rodean la bandera argentina que se ubica en el centro de la ceremonia (Figuras
10 y 11). En este sentido, como dice Cristina Carballo,

los símbolos religiosos y nacionales toman forma en el mítico héroe: el gau-


cho; y conforman una mixtura de interpretaciones que se manifiestan en
la práctica peregrina, fuera de la tradicional misa, sino más bien como la
inclusión de prácticas más populares alrededor del núcleo de la doctrina
eclesiástica.(Carballo, 2009, p. 24)

Estrategias de visibilización | 199


Fig. 10 y 1. Peregrinación Gaucha de la Virgen de las Nieves (2012)

Fuente: María Andrea Nicoletti, 2012

El acompañamiento de arpa con el estandarte de la Virgen de Caacupé pue-


de leerse desde una perspectiva tanto social como simbólica. Desde lo social, en
el sentido de que se percibe, por parte del referente de arpa que busca hacerlo
extensivo a toda la agrupación, una fuerte identificación con un sector de la po-
blación local. Así, por ejemplo, lo manifiesta Juan de Dios en una entrevista que
le realiza un diario de la zona: «Somos una colectividad activa, llevamos muchos
años acá, yo hace 40 años que vivo en Bariloche y en Buenos Aires, 50. Así que soy
también argentino… soy chato de la zona» (Bariloche 2000, diciembre de 2009).
Esta inclusión de los paraguayos en una peregrinación que resalta las tra-
diciones del campo patagónico puede leerse como un interés por considerarse
parte, ya no dentro del colectivo de los pioneros migrantes de la ciudad, cuyo
espacio queda relegado exclusivamente a los europeos, sino a un colectivo que
se denomina en la jerga local como chato de la zona, expresión barilochense y

200 | Migraciones en la Patagonia


patagónica que alude a aquel baqueano de pertenencia rural, nacido en la re-
gión, que tiene un profundo conocimiento del territorio. Desde lo simbólico,
resulta interesante mencionar la vinculación, que hizo el mismo Juan de Dios:

el encuentro de la Virgen de Itatí y la Virgen de Caacupé en Corrientes, en


el río en canoa, que se produce todos los 8 de diciembre donde dos pueblos,
Argentina y Paraguay, se encuentran. Todo eso me hizo pensar mucho y
creo que es eso lo que me hace participar en las peregrinaciones de la Vir-
gen de las Nieves. (Abril de 2013)

Esta alegoría que explicita Juan de Dios, a nuestro entender, busca afianzar
la vinculación entre ambas devociones como una nueva estrategia de acerca-
miento e integración. Una estrategia que frente al continuo silencio de las agen-
cias estatales y sociales apela a la agencia religiosa como forma de inclusión.

Fig. 12. Encuentro en el río Paraná de la Virgen de Itatí y la Virgen de Caacupé

Fuente: Informe corrientes

De esta forma, la colectividad, a través de la agrupación arpa, logra reco-


nocimiento y visibilidad desde la agencia religiosa. La Iglesia católica reconoce
y acompaña la peregrinación a la Virgen de Caacupé como manifestación re-
ligiosa de los migrantes paraguayos devotos y, desde ese lugar, la agrupación
encuentra la posibilidad de mostrarse. Es decir, desde la agencia religiosa es
que arpa elige qué peregrinación y qué advocación les permite la visibilización
social que buscan.

Reflexiones finales

Los eventos realizados en la esfera pública conforman dispositivos que fijan


determinadas características sociales que se cristalizan en diferentes imáge-
nes sobre lo que se considera la identidad social de una ciudad. En relación
a la construcción de la identidad barilochense podemos señalar tres eventos

Estrategias de visibilización | 201


públicos que, desde fines de los años sesenta, se vincularon entre sí y repro-
dujeron fuertemente el discurso hegemónico en San Carlos de Bariloche: el
aniversario de la ciudad, la Fiesta de las Colectividades Europeas y la Fiesta Na-
cional de la Nieve. Eventos que durante esos años no sólo consolidaron dicho
discurso marginando y excluyendo a los grupos migrantes latinoamericanos
que pusieron en evidencia relaciones de poder, sino que también generaron la
búsqueda de nuevas estrategias de visibilidad y/o reconocimiento social.
En este sentido, la colectividad paraguaya, lejos de asumir el papel asignado
de formar parte de los excluidos históricos de la ciudad, diseñó una serie de
estrategias que apuntó a trascender el espacio barrial y, principalmente, a ob-
tener reconocimiento social. En función de ello identificamos dos momentos
significativos en donde la colectividad buscó implementar estrategias de inte-
gración y visibilización. Un primer momento (1982-1993) caracterizado por el
empleo de estrategias tradicionales de socialización, donde el objetivo de los
migrantes estuvo puesto en lograr hacerse un lugar en eventos considerados
históricos en la ciudad, como el aniversario de la fundación de Bariloche y la
Fiesta Nacional de la Nieve, y en intentar visibilizarse con iniciativas propias
como la Fiesta de las Colectividades Latinoamericanas.
Sin embargo, a principios de los años noventa, debido al fracaso y a la
imposibilidad de romper las lógicas de exclusión impuestas por la ciudad, se
produjo un cambio de estrategia de la comunidad, que nos lleva a plantear el
segundo momento. Este último, desde 1993 hasta el presente, se caracterizó
por la incorporación, por parte de arpa, de la devoción y el culto a la Virgen de
Caacupé. Devoción que no sólo se transformó en un dispositivo sagrado que
generó cohesión interna y construyó paraguayidad, sino que también se convir-
tió en una nueva estrategia de integración, en la que la agrupación apeló a la
Iglesia como agencia religiosa y, por su intermedio, a la sociedad barilochense
como devotos marianos paraguayos con el fin de obtener visibilidad y recono-
cimiento. Es así como, a decir de Nicoletti y Odone:

la tensión entre ambas agencias (la estatal y la religiosa), que apelan a di-
ferentes lógicas de reconocimiento y legitimación para sí mismas y para el
territorio, instalan en el espacio patagónico e incorporan sentidos alterna-
tivos donde la región se va configurando según las narraciones que se van
proponiendo y habilitando. (2013)

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204 | Migraciones en la Patagonia


Protestantes y pentecostales en Comodoro Rivadavia.
Cruces entre religión, procesos migratorios e identidades
étnicas en los grupos bóers y chilenos (siglo xx)1
Luciana Lago (conicet/iesyppat-unpsjb)

Introducción
Comodoro Rivadavia es una ciudad portuaria, donde la centralidad que ad-
quiere la explotación minera ligada al petróleo ha signado una serie de rasgos
particulares a lo largo de su historia, iniciada hacia 1901. Básicamente desde la
instalación de la ex-empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales y otras
de capitales extranjeros, se conformó un mercado de trabajo que atrajo a tra-
bajadores de origen europeo, migrantes internos y limítrofes de origen chile-
no. Esta heterogeneidad poblacional también se manifestó a nivel religioso,
generándose un tipo de pluralismo que, comparado con el de la sociedad ar-
gentina, resulta muy marcado y anterior al señalado en investigaciones que
toman como unidad de análisis la situación nacional.
En este sentido, nos pareció relevante presentar una caracterización de
la presencia protestante y pentecostal en Comodoro Rivadavia, partiendo de
reconocer los vínculos existentes entre estas formas de religiosidad y las iden-
tidades étnicas de los grupos bóers de tradición protestante y los grupos chile-
nos que introducen el pentecostalismo en la ciudad. Nos interesa en particu-
lar analizar las funciones que representaron estas Iglesias en el marco de sus
comunidades étnicas e indagar desde una perspectiva relacional los vínculos
y representaciones que se forjaron sobre estos grupos migratorios desde la co-
munidad de Comodoro Rivadavia.
Dado que la producción historiográfica sobre esta temática es sumamente
escasa, en el siguiente trabajo partimos de caracterizar estos procesos migra-
torios, señalando sus principales rasgos para centrarnos luego en los procesos
de institucionalización de sus religiones y así reflejar tensiones y contrastes
entre los dos casos presentados.
A nivel metodológico optamos por una perspectiva socio-histórica y cua-
litativa. Recurrimos a la consulta de fuentes propias de las instituciones reli-
giosas como libros de reuniones y fotografías, junto a la realización de entre-
vistas personales en profundidad a distintos actores (fieles, pastores, líderes
religiosos, entre otros)2. Igualmente tomamos otras fuentes públicas como los
archivos de la prensa periódica local.

1 Una versión previa de este trabajo fue presentada como ponencia en las xiv Jorna-
das Interescuelas/Departamentos de Historia, Universidad Nacional de Cuyo, del 2
al 5 de octubre de 2013.
2 Las entrevistas que realizamos fueron semi-abiertas y en profundidad, lo que nos

Protestantes y pentecostales en... | 205


Consideramos que un trabajo como el siguiente puede aportar al recono-
cimiento de la pluralidad y la diversidad del campo religioso en la Argentina,
ya que explora otras formas de religiosidad no católica y distingue a la vez las
particularidades de la Patagonia central como región, producto de complejos
procesos históricos entre los cuales las migraciones tienen un papel clave.

Cruces entre religión y etnicidad en la Patagonia

Un punto de partida para un trabajo de investigación como el siguiente fue


considerar las relaciones y cruces existentes entre las formas religiosas y la et-
nicidad, principalmente para el contexto patagónico –y en particular el caso
de Comodoro Rivadavia– donde los distintos procesos migratorios fueron sig-
nando una serie de rasgos particulares.
Como punto de partida tomamos los aportes de Fredrik Barth (1976), quien
propone superar la noción de identidad étnica como una sumatoria de rasgos,
para posibilitar la comprensión de la etnicidad como relacional, en la medida
en que ésta se construye en el contexto de los contactos interétnicos. A la vez,
sugiere también pensar a la etnicidad desde su carácter organizacional, puesto
que una vez establecida la relación, los grupos en contacto se reorganizan en
función de la misma. De esta forma consideramos a la identidad étnica como
la identificación generada en los procesos de contacto interétnico. Por lo tanto,
la identidad étnica no se define sólo en función de las diferencias culturales ni
de los rasgos perdurables, sino que es una construcción social que debe expli-
carse en el marco de las relaciones estructurales.
En torno a las Iglesias protestantes que surgieron del proceso migratorio
en la Argentina (y otros países americanos) éstas tradicionalmente fueron de-
finidas por autores como Lalive D’Epinay (1968/9) en términos de Iglesias in-
migratorias o Iglesias de trasplante. Esta idea sostiene que estas Iglesias fueron
trasladadas desde sus contextos de origen a otros territorios, sin mutaciones y

permitió en el proceso de encuentro con los entrevistados abrir nuevas preguntas


para repensar lo narrado y contrastar lo expresado. Respecto de los cuestionarios,
estos se prepararon relacionando el tema central de la investigación con las carac-
terísticas generales del grupo social investigado (migrantes bóers y chilenos). Tanto
las fuentes orales como las escritas fueron sometidas a una crítica interna y externa
en base a la premisa de que los hechos aportados por esas fuentes no son realidades
dadas, sino una construcción orientada por las preguntas que elaboramos como in-
vestigadores (Aróstegui, 2001, p. 379-385). Junto al trabajo de entrevistas y consulta
de fuentes, al avanzar en la indagación notamos que requeríamos otras formas de
acercamiento a nuestro objeto de estudio. Así incorporamos otras metodologías de
tipo cualitativo como el trabajo de campo en terreno, el registro etnográfico y la ob-
servación participante. Observar y participar en el marco del espacio de las iglesias
nos permitió una forma de acercamiento a las relaciones que se tejen en este lugar
durante la preparación y realización de las distintas actividades religiosas, cargadas
de sentidos que buscamos interpretar en relación a lo identitario.

206 | Migraciones en la Patagonia


allí habrían mantenido el idioma de origen hasta que lentamente fueron evo-
lucionando hacia su naturalización.
Autoras como Seiguer (2009) y Bianchi (2009) critican la noción de Iglesias
de trasplante dado que consideran que dicho concepto oculta las transforma-
ciones y redefiniciones que necesariamente ocurrieron en estas comunidades
religiosas al encontrarse en tierras lejanas y en condiciones muy diferentes a
las de los núcleos originarios. En estos nuevos contextos las Iglesias debieron
adaptarse y se transformaron en refugios de etnicidad, recreando una identidad y
preservando rasgos considerados propios –como el idioma– y las idiosincrasias
culturales y cumpliendo una función desconocida por las Iglesias en sus con-
textos de origen (Bianchi, 2009, p. 47). Así, estas Iglesias colaboraron en la for-
mación de una identidad colectiva que también era nueva, aunque pretendiera
consistir en la preservación de rasgos antiguos.
Al respecto, Seiguer (2009) plantea la necesidad de pensar estas Iglesias
como entidades complejas y llenas de conflictos internos, tanto cuando bus-
caban reinventar una nacionalidad, como cuando buscaban insertarse en la
realidad argentina. Por ello resulta clave indagar en el rol desempeñado por
estas instituciones religiosas respecto de la experiencia de los migrantes para
ampliar la percepción de la complejidad y la pluralidad del campo religioso. En
este sentido, los casos que presentamos intentan aportar a la comprensión de
dicha complejidad, más aun si se considera que para el caso de la región pata-
gónica esta temática ha sido escasamente abordada.
También es necesario considerar que a diferencia de otros espacios del país,
la Patagonia presentó un escenario socio-religioso disímil debido a la presencia
católica discontinua temporalmente y limitada geográficamente –por lo menos
hasta entrado el siglo xx–. La pluralidad confesional es una marca de la región
ya desde la creación de los territorios nacionales en 1884, a causa del estableci-
miento temprano y sostenido en el tiempo de la colonia galesa y las misiones
anglicanas (Morales Schmuker, 2013).
Al respecto es interesante recuperar el trabajo pionero de Lalive D’Epinay
(1970), quien de forma muy temprana y en base a censos nacionales, plantea
una primera cartografía del protestantismo en la Argentina, señalando que la
densidad evangélica más alta del país correspondía a los territorios de Chubut,
Santa Cruz y Tierra del Fuego, áreas que nuclearon a las congregaciones y mi-
siones reformadas de origen británico (citado en Morales Schmuker 2013, p.
42). En un sentido similar, si consideramos los datos aportados por la Encuesta
Nacional de Religión 2008 (ceil-piette), la región patagónica es la zona con
más alta concentración de evangélicos en el país (incluyendo bajo esta denomi-
nación a protestantes y pentecostales); alcanza el 21,6 % de la población, y es a la
vez la región menos católica.
Si se considera igualmente las limitaciones que puede tener este tipo de ins-
trumentos, estos datos nos hablan de la particularidad del campo religioso en la
Patagonia atravesado por complejos procesos de movilidad social y ocupación
territorial. A ello se debe la necesidad de ampliar nuestro conocimiento acerca
de estos procesos desde una perspectiva socio-histórica y en diálogo con otras

Protestantes y pentecostales en... | 207


producciones académicas, y de esta manera buscar un aporte al reconocimien-
to de la pluralidad y la diversidad del panorama religioso en el país.
Sobre estas bases iniciamos nuestra indagación sobre las relaciones entre
migraciones e identidades religiosas y nos propusimos incorporar junto al
análisis de los grupos protestantes de origen europeo y sudafricano, el caso
del pentecostalismo de origen chileno. Buscamos indagar en particular las ca-
racterísticas de los procesos migratorios de ambos grupos y las concepciones
sobre cada grupo migrante lo que claramente incidió en el modo en que fueron
concebidas y legitimadas –o no– sus prácticas religiosas.
Pensamos a la religión como una forma cultural producida socialmente y
en relación con las condiciones y limitantes de los contextos particulares en
que éstas se desarrollan, lo que da lugar a múltiples adaptaciones y resignifi-
caciones. Al respecto es clave considerar el estatus polivalente de la categoría
religión y el modo en que sus sentidos y usos están sujetos a la contingencia de
los contextos históricos, institucionales e ideológicos que ésta transita (Ceria-
ni Cernadas, 2013).

De Sudáfrica a la Patagonia: los colonos bóers

Desde 1860 se desarrolló en la Argentina una política oficial que fomentaba


la radicación de inmigrantes europeos. Esta política se incrementó particu-
larmente después de 1880, una vez concluida la campaña militar de Julio A.
Roca mediante la cual se buscó exterminar y segregar a la población nativa
en el territorio patagónico. En este contexto se dicta la ley 1532 de Territorios
Nacionales y la ley del Hogar de 1884 para tentar e incentivar la radicación de
posibles migrantes, mediante las cuales se pautaba la concesión de pequeños
lotes de tierras para la explotación agrícola, además de asegurarles la libertad
de culto y asociación. En el marco del fomento a la inmigración blanca, el mi-
nistro de Agricultura Wenceslao Escalante se interesa en la colonización de la
Patagonia, contando con el antecedente de la instalación de las colonias gale-
sas en el valle del territorio del Chubut. Dado el relativo éxito de las colonias
galesas, se buscaba grupos con fuertes lazos comunitarios considerando que
dichos lazos compensarían la falta de infraestructura económica.
A su vez, la situación en Sudáfrica tras la finalización del conflicto anglo-
bóer 1899-1902, fue determinante para que cientos de bóers tomaran la decisión
de migrar. Sobre las causas que motivaron la migración de estos contingentes,
distintos autores (Edwards, 1995; Facchinetti, 1998 y Pineau, 1996) concuerdan
en señalar que hubo una combinación de razones políticas y económicas rela-
cionadas con el resultado del conflicto anglo-bóer. El gobierno británico im-
puso duras condiciones a quienes habían formado parte de las milicias bóers,
además de la destrucción de sus tierras y bienes, se los obligaba a jurar lealtad a
la Corona británica y a someterse a juicios marciales por «deslealtad a la Coro-
na y promoción de hostilidades». En contraste, el gobierno argentino les brin-
daba la posibilidad de asentarse en nuevas tierras donde se les permitía man-
tener sus tradiciones y costumbres, donde iban a poder profesar libremente

208 | Migraciones en la Patagonia


su culto y contar también con libertad de asociación. En la situación en la que
se encontraban tras el fin del conflicto armado, estas condiciones resultaron
sumamente ventajosas.
En el caso del proceso migratorio del grupo bóer a la región patagónica, un
primer rasgo a destacar es que se trató de una migración planificada de grupos
familiares que llegaron en tres contingentes u oleadas. El primer grupo arribó
en 1902 y estuvo formado por unas pocas familias que traían consigo capita-
les y personal de servicio.3 Los otros dos contingentes llegan en 1903 y 1905,4
respectivamente; en estos años, dado el incremento en el número de colonos,
se consigue a través de tramitaciones con el gobierno nacional ampliar el perí-
metro de la colonia.5
El panorama para los recién llegados era sumamente desalentador, más
que nada si consideramos la escasez de agua y la nula infraestructura de los
lotes que les fueron otorgados. Así y todo para 1905 se estima que en la Colonia
Escalante –bautizada así en honor al Ministro de Agricultura, principal impul-
sor de la creación de la colonia– vivían unas 400 personas. Estos colonos se
dedicaron principalmente a la producción lanar y en menor medida agrícola,
que comerciaban luego en la ciudad de Comodoro Rivadavia.
La Colonia Escalante, situada al norte de la ya fundada Comodoro Riva-
davia, constituía un núcleo de población diferenciado, que intentó desde sus
inicios mantener sus características: idioma, religión, costumbres sociales, in-
tención que se vio ampliamente favorecida por el factor distancia. En este sen-
tido las pautas matrimoniales de grupo fueron marcadamente endogámicas,
lo cual se evidencia en los extendidos lazos de parentesco que muchas familias
conservan en la actualidad.
Los colonos bóers mantenían fuertes vínculos étnicos reforzados por un
lado, por compartir el mismo idioma (el afrikáans) y también por su adhesión
a la Iglesia Reformada, la cual marcó y pautó la vida asociativa de estos co-
lonos. Los colonos sudafricanos que llegaron a la Patagonia eran calvinistas
pero se diferenciaban en dos grupos: los Reformados Holandeses y los simple-
mente Reformados, ambos de origen holandés pero con pequeñas variantes.
El grupo minoritario de Reformados Holandeses contó por un tiempo con un
pastor estable, proveniente de Sudáfrica pero que a diferencia de los colonos,
estableció su residencia en la ciudad de Comodoro Rivadavia, hasta la década
del 30, cuando regresa a Sudáfrica. Mientras que el grupo de los reformados
3 Al respecto, este primer grupo trajo consigo dos esclavos africanos Damboi y Ko-
kkelas, quienes si bien no constan en las listas oficiales de los colonos arribados, sí
están presentes en fotografías y relatos de los descendientes. Dado que en la Argen-
tina la esclavitud había sido abolida, al llegar al país Damboi y Kokkelas obtienen su
libertad, aunque siguen al servicio de las familias bóers.
4 Alrededor de 1910 se interrumpe la llegada de nuevos migrantes bóers, debido a un
cambio en la situación política de Sudáfrica con la creación de la Unión Sudafrica-
na, lo que genera en algunos casos retornos individuales.
5 La colonia tenía una extensión de 60 leguas kilométricas, dividida en 50 lotes de
2500 ha cada uno, y fue ampliada entre 1905 y 1907 tanto en la zona norte, como
hacia el sur. Llegó a ocupar algo más de 300 000 ha.

Protestantes y pentecostales en... | 209


no contaba con un pastor estable, sino que era visitado esporádicamente por
algunos pastores mandados a llamar. Al respecto, descendientes del primer con-
tingente bóer nos relataban:

Los sudafricanos eran muy, muy creyentes, al llegar a la Patagonia traje-


ron sus biblias en afrikáans […] Antes de contar con el templo, los cultos
se realizaban en las mismas estancias oficiados por algún colono […]. En
ocasiones luego de alguna buena temporada de esquila por ejemplo, se jun-
taban fondos entre los mismos vecinos de la Colonia para traer un pastor
de Sudáfrica, se quedaban por una temporada y luego regresaban. (Martín
Blackie, septiembre de 2012)

Hubo un pastor que recuerdo en particular, Vanniker, que vino de Sudáfri-


ca que no sabía montar a caballo, y acá lo llevaban por los campos [risas].
Oficiaba misa en una estancia, se quedaba la semana y luego iba a otra es-
tancia, así semana a semana iba recorriendo las distintas estancias, bau-
tizaba, realizaba confesiones de fe. Terminó su visita en casa de la familia
Blackie donde tomó confesión a más de 50 niños y jóvenes, en esa ocasión
la celebración duro tres días, todos los visitantes debieron acampar ahí
mismo, entre los tamariscos que era el reparo que había en el campo. (Juan
Schlebusch, septiembre de 2012)

A grandes rasgos podemos señalar que la religión del grupo bóer pertenece
a la Iglesia Holandesa Reformada y posee una serie de características especia-
les, resultado de procesos históricos como fueron los desplazamientos territo-
riales que desarrollaron en el siglo xvi desde Europa a África del Sur, motiva-
dos por la búsqueda de autonomía y libertad religiosa. Entre estos rasgos se
encuentran su adhesión a los principios calvinistas, principalmente lo ligado
al puritanismo de las costumbres y la austeridad tanto en su culto, como en
sus discursos, junto a la idea de predestinación de su pueblo en lucha por su li-
bertad e independencia. Dueños de una tradición muy particular originada en
Holanda hacía siglos, reelaborada luego en el ambiente heterogéneo de África
del Sur, y nuevamente resignificada en la espacialidad patagónica, la fe de los
bóers puede ser interpretada como un calvinismo de frontera (Arduino, 2013)
centrado en la práctica de un cristianismo rigorista sustentado en la austeri-
dad y el retraimiento social en relación a los otros.
Un claro ejemplo de los modos en que se reflejó este distanciamiento res-
pecto de los otros fue el referido a la formación de las nuevas generaciones. La
educación de los niños fue una preocupación para los bóers desde los inicios
de la Colonia, para ello conformaron escuelas rurales que funcionaban en las
mismas estancias; en ellas, junto a los contenidos educativos, se desarrollaban
distintas prácticas religiosas. En los primeros tiempos oficiaron como maes-
tros algunos colonos, mientras que cuando se contaba con un pastor estable
era éste quien los educaba. Un rasgo destacado de estas escuelas es que en
ellas desde muy pequeños se les enseñaba a los niños en el idioma afrikáans, lo
cual significó una barrera para los otros niños de estancias cercanas, quienes

210 | Migraciones en la Patagonia


debido a las distancias no podían concurrir a las escuelas del pueblo de Como-
doro Rivadavia, pero tampoco podían participar en las escuelas bóers, debido
a su carácter cerrado. Esta situación respecto de la escuela, junto al compor-
tamiento social y principalmente económico de los colonos bóers, quienes se
volcaban hacia el interior de su grupo y establecían cierta distancia social con
los otros residentes en las áreas rurales circundantes a la colonia, generó una
actitud de recelo por parte de los criollos y otros inmigrantes respecto de los
bóers a quienes llamaban despectivamente los gringos.
A modo de suplir las necesidades religiosas, congregarse y a la vez recrear
un espacio de encuentro y sociabilidad entre los colonos bóers se desarrolló
una práctica religiosa tradicional que se conocía con el nombre de las visitas.
Debido a que las distancias geográficas hacían difícil reunir a la totalidad de
la Colonia, las familias más cercanas se reunían los días domingo, en esas oca-
siones se destinaba un espacio para la lectura e interpretación de los textos
bíblicos, que luego se consignaba en las biblias familiares.
Así en los espacios domésticos se buscaba conservar y mantener ciertas
prácticas religiosas, donde ante la ausencia de un pastor religioso los varones
como jefes de familia intentaban dirigir estas formas de encuentro. En la prác-
tica de las visitas podemos ver cómo la participación conjunta en este tipo de
encuentros refuerza la comunidad étnica y fortalece los lazos que contribuyen
a la identificación colectiva más allá de los contenidos propiamente religiosos.
Así la religión está presente en la vida cotidiana, enfatiza la experiencia de una
realidad común, pero también de un pasado compartido que se actualiza en el
presente y se proyecta hacia el futuro.
Desde los primeros años luego de su arribo, los colonos bóers buscaron
dotar de ciertas formas de institucionalidad a sus creencias religiosas.6 En el
año 1912 se instituyó la Iglesia Reformada en Comodoro Rivadavia, y allí ya se
planteó la necesidad de poder contar con un templo, y principalmente con un
pastor estable. Así, con el esfuerzo de los colonos, en el mes de marzo de 1934 se
inauguró la Iglesia Reformada bajo la frase «A la Gloria de Dios» (en afrikáans,
God alleen die eer), hoy llamada Iglesia Evangélica Reformada Sudafricana.
En la institucionalización de esta Iglesia se destaca el rol desempeñado por
las mujeres sudafricanas quienes conforman la Asociación de Mujeres Cris-
tianas en 1926. Esta asociación tomó para sí todas las tareas relacionadas con
atender las necesidades de los colonos –auxiliar ante emergencias tales como
enfermedades, accidentes y pérdidas económicas– y con la recaudación de los
fondos necesarios para la construcción de un templo. Para ello organizaba

6 Desde su llegada conformaron Consejos Eclesiásticos donde se designaron ancia-


nos o diáconos por zonas. La primera asamblea registrada data del 14 de febrero
de 1907, y fue celebrada en la estancia Cañadón Grande de W. Cook en Pampa de
Salamanca, donde se encontraban presentes 27 miembros. En esa oportunidad
fueron nombrados Conrado Visser como presidente y Piet Visser como secretario,
luego se cantó el salmo 146 y dicha comisión se hizo cargo de la organización de la
Congregación de la Patagonia. Datos obtenidos de los libros de registro de la Iglesia
Reformada de Comodoro Rivadavia.

Protestantes y pentecostales en... | 211


regularmente ferias de platos y kermeses, espacios en los cuales los colonos
se encontraban, donde se practicaban los llamados bailes típicos y también se
servían los platos de la gastronomía bóer junto al tradicional asado criollo.
Una característica marcada del grupo bóer fue que la organización de las ac-
tividades sociales y económicas estaba regida por la figura masculina, mientras
que respecto de las mujeres mantuvieron una actitud conservadora hacia su rol
y su desempeño fuera del ámbito de la familia (Edwards, 1998). Así, se conside-
raba que su función se centraba en la conservación de las costumbres, el idioma
y la educación de los hijos a través de la enseñanza de la lectura y escritura y,
por supuesto, el respeto hacia la religión de la Iglesia Reformada, en cuyas ac-
tividades halló su más fuerte expresión. Sin embargo, dentro de la Asociación
de Mujeres Cristianas se consolidó un lugar donde las mujeres bóers pudieron
conformar un espacio relativamente autónomo aunque en concordancia con
los roles que tradicionalmente se les había asignado en función de su género.
Visto en perspectiva, la experiencia de los colonos bóers en la Patagonia
central mantiene varios puntos de contacto y coincidencia con la historia de
los daneses en Tandil, reconstruida por Bjerg (2001). En ambos casos la perte-
nencia religiosa se transformó en un instrumento idóneo para la reinvención
de la identidad, oficiando de refugio étnico y a la vez de espacio de diferencia-
ción con los otros criollos o también migrantes pero católicos. En un sentido
similar también podemos encontrar puntos de contacto con la experiencia de
las colonias galesas en el valle del Chubut, donde también las capillas resulta-
ron refugios de etnicidad, al ser los principales espacios de sociabilidad y preser-
vación galeses junto a instituciones como escuelas y cooperativas. Este grupo
contó también con otros medios desde los cuales mantenían vínculos con Ga-
les como fueron los periódicos Ein Breiniad y Drafod (Jones, 2003).
Bjerg destaca en particular el rol desempeñado por las instituciones comu-
nitarias: Iglesia, escuela, Sociedad de Ayuda Mutua –en nuestro caso sería la
Asociación de Mujeres Cristianas– en la retención de la cultura danesa. En base
a lo expuesto podemos notar como los bóers, al igual que los daneses y galeses,
generaron en torno a estas instituciones espacios sumamente simbólicos don-
de además de la conservación y recreación de las pautas culturales se buscaba
familiarizar a las nuevas generaciones en dicho marco cultural. Así, hablar y
aprender el afrikáans, oír el culto de un pastor, comer ciertos platos conside-
rados típicos, formaban parte de un conjunto de experiencias comunitarias en
base a tradiciones culturales y religiosas bóers, desde las cuales se planteaba un
puente entre la Patagonia y Sudáfrica.

Caracterización general del pentecostalismo

Para avanzar sobre el caso de los chilenos pentecostales en la ciudad partimos


de reconocer las principales características del pentecostalismo como movi-
miento religioso. El pentecostalismo, una corriente que surge en el interior del
protestantismo norteamericano a principios del siglo xx, se desarrolla en Amé-
rica Latina de forma más acentuada a partir de la década de los sesenta. A nivel

212 | Migraciones en la Patagonia


general, se distingue de las Iglesias históricas por la reivindicación de la expe-
riencia pentecostal, que se define a partir de la manifestación del Espíritu San-
to el día de Pentecostés. Los miembros de este movimiento creen en la acción
directa del Espíritu Santo, en los carismas y dones espirituales mencionados
en el Nuevo Testamento: palabra de sabiduría, donde curación, de profecía, de
lenguas, de interpretación de las lenguas, etcétera (Wynarczyk y Semán, 1995).
Otro rasgo de esta corriente son sus formas de culto, las cuales se distinguen
del protestantismo histórico por su carácter festivo y la gran expresividad que se
manifiesta en el uso de distintos cánticos como forma de alabanza. A lo anterior se
agrega la rápida capacidad de conectarse con experiencias propias de la religiosi-
dad popular (Semán, 2008), aun adaptándolas a sus singulares interpretaciones.
Respecto de la presencia pentecostal en la Argentina, Semán y Wynarczyk
(1995) señalan dos momentos clave: el primero corresponde al período 1920-1940
y se vincula a misiones de Iglesias extranjeras de raíz estadounidense. El segun-
do momento lo sitúan en los años 50 y destacan en particular la campaña del
evangelista Tommy Hicks, dada su relevancia en términos numéricos. En la mis-
ma línea, Bianchi (2004, p. 223-228) señala los vínculos de Hicks con el presiden-
te Perón y el impacto que dejó su campaña en términos de repercusión social, lo
cual marcó una impronta distinta en los perfiles que a partir de allí adquirirían
los líderes pentecostales argentinos.
Si bien ambos autores coinciden en sus periodizaciones y en destacar la
campaña de Hicks como un momento clave en torno al desarrollo del pente-
costalismo en la Argentina, consideramos que ésta no puede generalizarse
para todo el territorio nacional. En el caso particular de la región Patagónica y
en base a nuestro trabajo de investigación con Iglesias pentecostales, encon-
tramos que la presencia de esta corriente se vincula en particular a los grupos
migratorios de origen chileno, donde el pentecostalismo se encontraba am-
pliamente extendido entre los sectores populares.7 Por lo que resulta clave in-
dagar en cómo la presencia pentecostal en la Patagonia se encuentra vinculada
a la experiencia pentecostal en Chile, y a las migraciones ocurridas desde allí.
En esta línea nos proponemos avanzar en el siguiente apartado.

7 El más difundido estudio sobre el movimiento pentecostal chileno es la obra de


Christian Lalive D’Epinay El refugio de las masas (1968), en la cual indaga en el creci-
miento del pentecostalismo en Chile, basándose en la historia de este país y destaca
el concepto de anomia ante el cual el pentecostalismo se presenta como una nueva
estructura que viene a reemplazar el modelo de la hacienda tradicional. Al respecto
es interesante el aporte de Hans Tennekes (1984) quien discute y profundiza el con-
cepto de anomia usado por D’Epinay y concibe al pentecostalismo como respuesta
a una búsqueda de comunidad. Señala, a la vez, que el éxito del pentecostalismo en
los sectores populares se debe a la existencia de ciertos rasgos de esta religión como
la preocupación por los problemas concretos de la existencia diaria, vinculados por
ejemplo a la búsqueda de salud y/o trabajo.

Protestantes y pentecostales en... | 213


Chilenos pentecostales en Comodoro Rivadavia

En el caso de los migrantes chilenos, estos han estado en la ciudad de Comodo-


ro Rivadavia desde sus comienzos, aunque migraron en número significativo a
partir de la década del 40 y en particular durante la Gobernación Militar (1946-
1955)8 , dada la demanda de mano de obra para la construcción de obras públicas
en el marco de los planes quinquenales del peronismo, incorporándose como
mano de obra no calificada.
En los espacios de encuentro más comunes en torno al mercado de tra-
bajo o el lugar de residencia los chilenos fueron vistos como competidores en
el mercado laboral e invasores en el imaginario nacionalista (Torres, 2001). La
sociedad comodorense comenzó a modificar su percepción y relación con los
chilenos –y los migrantes limítrofes en general– cuando estos se hicieron visi-
bles, su número se incrementó significativamente y se insertaron como mano
de obra que trabajaba por lo que fuera. Esto fue paralelo a un proceso de jerar-
quización económica, en el cual los que llegaron últimos –chilenos, bolivianos
y paraguayos– ocuparon los estratos más bajos de la escala social y se dio una
cierta correspondencia entre la condición socio-económica, la pertenencia na-
cional o étnica, y el tiempo de arribo, que en orden decreciente corresponde
a: europeos e hijos de europeos, argentinos nativos, chilenos y paraguayos y
bolivianos (Torres, 2001, p. 89).
Respecto de las representaciones construidas sobre los migrantes chilenos
tuvo mucho peso la cuestión de la frontera, el chileno fue considerado como un
migrante peligroso a ser observado. Así, por ejemplo, la llegada de contingen-
tes mayores de chilenos dio lugar a toda una serie de teorías ligadas a pensar
esta migración en términos de infiltración, basada en una supuesta vocación
expansionista de los chilenos sobre el territorio patagónico.9
En torno a la llegada de migrantes pentecostales, ésta se produce en el
contexto de la denominada migración económica (Baeza, 2006) y sobre todo en
épocas del primer boom petrolero (1958-1963). Las situaciones de conflictividad
se produjeron inmediatamente ya que los chilenos-pentecostales pretendieron
desarrollar una serie de prácticas que en Chile se encontraban naturalizadas,
tales como predicar en las esquinas de las cuadras, en plena calle. En una nota
periodística de un diario local quedó registrado un episodio que tuvo por pro-
tagonistas a un grupo de jóvenes pentecostales, quienes fueron desalojados
por las fuerzas policiales a causa de predicar en una plaza. La denuncia fue
8 En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, dada la consideración del valor
estratégico que poseía la zona, en particular por el recurso del petróleo, dentro de los
territorios nacionales de Chubut y Santa Cruz se creó la Gobernación Militar –con
capital en Comodoro Rivadavia–. Esta nueva forma de organización política y territorial
redundó en un importante crecimiento económico y poblacional de la ciudad.
9 En este punto se destaca una serie de ensayos periodísticos (Budiño, 1970; Gallegos,
1971 y Mármora, 1971) que contribuyó a sostener la idea de invasión centrándose en
marcar la imposibilidad de asimilación de estos migrantes debido a lo que conside-
ran ciertos rasgos negativos como su exacerbado patriotismo y su escaso respeto
hacia la soberanía argentina.

214 | Migraciones en la Patagonia


presentada por un grupo de maestras –dado que la plaza daba al patio de una
escuela– el cual consideraba que «estar predicando frente al busto del General
Roca es una falta de respeto al país» (diario Crónica, 10 de mayo de 1980). En
este caso en particular debemos reconocer varios aspectos, por un lado, que la
prédica se realizó por fuera de los llamados barrios de chilenos, al contrario, fue
en la plaza principal de la ciudad; a su vez, el reclamo de las maestras respecto
de la «falta de respeto» se basa en la consideración de Roca como uno de los re-
ferentes patrios de la Patagonia, dada su actuación en la Campaña del Desier-
to. También cabe considerar que en 1980 la Argentina aún se encontraba bajo
un gobierno dictatorial, por lo que prácticas que implicaran la concentración
de personas en la vía pública fácilmente podían ser reprimidas.
En base a lo anterior podemos notar cómo la población comodorense no
estaba habituada a las características del culto, la simbología y la liturgia de los
pentecostales. La práctica de ubicarse en las esquinas de las cuadras remite a
las popularizadas predicaciones callejeras realizadas en Chile hacia fines del
siglo xix, por el pastor metodista Juan Canut De Bont, lo que dio origen a la
denominación de los pentecostales como canutos, tanto del lado chileno como
argentino de la frontera. En el caso de los migrantes chilenos, al mote despec-
tivo de canutos se le sumó el término chilote, lo que implicó una estigmatización
en dos sentidos: étnico y religioso.
Junto con estas prácticas de evangelización en las calles,10 los mismos tem-
plos pentecostales en los inicios eran tan precarios que no inspiraban ninguna
consideración en comparación con los templos católicos. Una de estas iglesias
pentecostales pioneras, fundada por un pastor chileno en la década del 60, el Ta-
bernáculo de la Fe, es a la vez hoy una de las de mayor crecimiento en cantidad
de fieles, servicios religiosos y vinculaciones con la comunidad a través de dis-
tintas labores asistenciales. En diferentes eventos conmemorativos de la iglesia
donde desarrollamos trabajo de campo, en reiteradas ocasiones se hizo men-
ción a estos orígenes humildes en contraste con la situación actual, la cual es
interpretada como «signo de la prosperidad y bendición» de dicha comunidad.
En paralelo, desde el catolicismo se desarrolló una actitud despectiva y ten-
diente a ridiculizar el movimiento, en particular, esto se debió a que los barrios
donde se instalaron los migrantes chilenos eran asistidos por un grupo de la co-
munidad salesiana, liderado por un sacerdote muy carismático conocido como
el padre Corti. Los salesianos se propusieron llegar a la comunidad chilena im-
poniendo no sólo un conjunto de prácticas moralizantes y de corte higienista,
sino que también asumieron una tarea nacionalizadora, instruyendo en par-
ticular a los niños y los jóvenes chilenos en el respeto a los símbolos patrios y
la lealtad al país que los recibía (Baeza, 2012). Este perfil adoptado por los sale-
sianos se explica si consideramos en perspectiva histórica el rol desempeñado

10 La cultura callejera implicó una desacralización de los espacios religiosos ortodo-


xos, la inclusión del cuerpo y las emociones como expresiones legítimas de su re-
ligiosidad. Así el predicador callejero no se presentaba como un especialista de la
palabra, sino como un sujeto común, que puede expresar la palabra dado que ésta
ya no es un monopolio de los líderes religiosos.

Protestantes y pentecostales en... | 215


por estos en el marco de las tareas de evangelización desarrolladas en la Pata-
gonia ante los pueblos originarios, los cuales fueron sometidos a un esquema
civilizador y disciplinador acorde a los intereses del Estado nacional (Nicoletti
y Barelli, 2010). Este esquema luego se extendió a los otros (pobres, jóvenes,
chilenos), de esta forma los salesianos a través de sus distintas instituciones
(escuelas, iglesias, oratorios, capillas) y contando con el apoyo estatal buscaban
imponer sus modelos de regeneración moral y religiosa para formar a estos
sujetos al servicio de Dios y la Patria (Scharagrodsky y Cornelis, 2013).
En consecuencia y para afianzar su identidad, las comunidades pentecos-
tales promovieron una práctica disciplinante en torno a sus líderes y seguido-
res, así ciertas conductas fueron sancionadas y otras, en cierta forma, demo-
nizadas, como el consumo de alcohol. En uno de los pocos trabajos existentes
sobre migrantes chilenos pentecostales en la Patagonia –en particular para el
área de Bahía Blanca y su zona de influencia– Graciela Hernández (2011), abor-
da desde los testimonios de estos migrantes los sentidos que estos le dan a
su conversión religiosa. La autora señala cómo la superación de los problemas
vinculados al alcoholismo es vivida como una sanación en términos espiritua-
les, vinculada también a un tipo de inclusión social vivida por los migrantes a
partir de la participación en las actividades de la iglesia.
Al respecto durante una entrevista, uno de los fundadores de la iglesia
Tabernáculo de la Fe, comentaba:

Para poder llegar a ser pastor, una autoridad en la iglesia, o incluso un buen
siervo del Señor, hacen falta fe, estudios y condiciones. Cuestiones que te
llevan a superarte día a día. A estar más cerca de Dios […]. Uno debe modi-
ficar las relaciones sociales, poner un acento fuerte en la idea de familia, en
eliminar las tentaciones, los vicios… el alcohol, porque uno puede ser espejo
de todos. (Pastor Hernán Pérez, febrero de 2013)

En base a lo anterior es posible notar cómo, de cierta forma, entre los chilenos
pentecostales la evangelización era vista como una forma de civilizar, dado que se
buscaba generar un código de conducta entre los miembros de sus congregacio-
nes. En este punto podemos ver cómo operaba el estigma de chilotes canutos que,
junto a la posición del catolicismo de corte salesiano, reforzaron los lazos étnicos
entre los migrantes chilenos resignificando su adscripción al pentecostalismo.
Años más tarde, la llegada de migrantes internos y limítrofes también pente-
costales genera que el pentecostalismo como corriente religiosa se torne más
plural y diverso en su composición, y deje de ser una religión particular de los
grupos de chilenos. Luego del retorno a la democracia, el marcado y sostenido
crecimiento de las Iglesias pentecostales incidió en el desarrollo de vínculos
políticos que dio lugar a su legitimación pública, lo cual es notorio por ejemplo
en el desarrollo de campañas de evangelización en espacios públicos.

216 | Migraciones en la Patagonia


Reflexiones finales

En base a lo expuesto y si se considera a la etnicidad en perspectiva relacional,


podemos reconocer cómo las migraciones de los grupos bóers fueron y son
vistas de modo positivo, dado que se pensó a estos inmigrantes como agentes
de modernización del país, dinamizadores de la economía y de la cultura. En
el caso particular de la ciudad de Comodoro Rivadavia, esta situación cobra
aun más peso dado el carácter fundacional de estas migraciones respecto de la
historia de la comunidad.
Es decir, estos migrantes son además reconocidos en su condición de pio-
neros, lo que refuerza y revitaliza toda una serie de concepciones ligadas al es-
fuerzo y al valor de estos migrantes que llegan a una tierra donde está todo por
hacer. En cambio, las migraciones de los grupos chilenos fueron interpretadas
en términos de invasión, por lo que sobre estos migrantes recayó toda una se-
rie de prejuicios y preconceptos que redundaron en su segregación social. El
contraste entre los migrantes bóers y los grupos chilenos da cuenta de que la
percepción de la extranjeridad no es uniforme, no hay una imagen homogé-
nea del inmigrante, sino que esta categoría se concibe desde una perspectiva
temporal.
En torno a los cruces entre la etnicidad y la adscripción religiosa en la ca-
racterización de los procesos migratorios de los distintos grupos analizados
podemos observar contrastes y coincidencias en las funciones y los roles que
adquirieron sus Iglesias. En el caso del grupo bóer es claro cómo su Iglesia
representó un refugio étnico, desde donde se intentó conservar un conjunto
de pautas culturales desde las cuales se reforzó la identidad, a la vez que se
delimitó una diferenciación con los otros.
Sobre los chilenos pentecostales, en este caso el contexto de arribo claramen-
te incidió en la representación local sobre estos migrantes y sobre su religión, en
particular debido al carácter distinto de sus prácticas religiosas. En este caso la
etnicidad operó de modo negativo dando lugar a la generación del estigma chilo-
te canuto, el cual sólo fue modificándose en función de que el pentecostalismo se
tornó más plural y diverso a partir del aporte de otros grupos migrantes.
Por último, la intención de este trabajo fue presentar algunos de los ras-
gos que caracterizaron a los grupos protestantes y pentecostales en la ciudad
de Comodoro Rivadavia, entendiendo la necesidad de sumar producciones
locales para ampliar el conocimiento sobre otras regiones del país y, de esta
manera, aportar a discusiones más amplias respecto del lugar de las minorías
religiosas en el campo religioso argentino.

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Protestantes y pentecostales en... | 219


Sobre los autores

Patricia Dreidemie

Doctora en Antropología Lingüística (Universidad Nacional de Buenos Aires,


2011), y magíster en Análisis del Discurso (uba, 2008). Se desempeña como
profesora asociada regular e investigadora de la Universidad Nacional de Río
Negro, y como investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (conicet). Estudia procesos de comunalización y con-
formación de redes socio-productivas que se sostienen sobre recursos o prácti-
cas etno-culturales tradicionales en población campesina, indígena y migrante
en la Patagonia argentina. 

Ana Inés Barelli

Doctora en Historia, egresada de la Universidad Nacional del Sur de Bahía


Blanca. Se desempeñó como ayudante de Trabajos Prácticos de Historia La-
tinoamericana y Argentina e Historia Social General en las carreras de An-
tropología y Letras de la Universidad Nacional de Río Negro en San Carlos de
Bariloche. Actualmente es investigadora asistente de la carrera de Investiga-
dor Científico de conicet en el Instituto de Investigaciones en Diversidad
Cultural y Procesos de Cambio (conicet/unrn) en San Carlos de Bariloche
y se encuentra abocada a los estudios culturales vinculados con religiosidad y
migraciones.

María Eugenia Aguilera

Licenciada en Sociología (uba), especialista y magíster en Demografía Social


por la Universidad Nacional de Luján. Profesora adjunta regular de la unlu.
Directora de la Maestría en Demografía Social, unlu. Miembro del Equipo de
Estudios sobre Trabajo Agropecuario en el iigg-Facultad de Ciencias Sociales,
uba. Su área principal de investigación son las migraciones y los mercados de
trabajo rurales y rur-urbanos.

Brígida Baeza

Profesora en Historia (Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco,


1994) y licenciada en Historia (unpsjb, 1998). Magíster en Ciencias Sociales
(flacso, 2003) y doctora en Antropología (uba, 2008). Estudios postdoctorales
(conicet, 2008-2010). Investigadora adjunta del conicet. Profesora asociada en
la cátedra Ciencias Sociales Contemporáneas de la Facultad de Humanidades

Sobre los autores | 221


y Ciencias Sociales, unpsjb. Entre sus principales intereses de investigación
se encuentran los estudios sobre identidades, memorias y fronteras sociales.
­Posee numerosas publicaciones en artículos y libros sobre procesos migrato-
rios e identidades en la Patagonia. Es integrante de la Red de Investigadores
Argentinos sobre migraciones internacionales contemporáneas. Del Instituto
de Estudios Políticos y Sociales de la Patagonia/unpsjb es miembro y directora
de su publicación, Revista Identidades.

Natalia Barrionuevo

Licenciada en Comunicación Social, de la Universidad Nacional de la Patagonia


San Juan Bosco. Doctoranda en Sociología, en el Instituto de Altos Estudios So-
ciales de la Universidad Nacional de San Martín. Becaria doctoral del conicet,
en el Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Patagonia. Se desempeña
como docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la unpsjb,
como auxiliar de primera regular en la cátedra Módulo en Ciencias Sociales/So-
ciología. Sus intereses de investigación comprenden las formas de legitimación
de las desigualdades sociales en la actualidad de Comodoro Rivadavia, focali-
zando en las representaciones en torno a las desigualdades de clase y género del
grupo de los trabajadores petroleros de menor jerarquía y sus esposas.

Miguel Becerra

Licenciado en Comunicación, de la Universidad Nacional de la Patagonia San


Juan Bosco. Profesor adjunto regular en Comunicación Audiovisual II de la
carrera de Licenciatura en Comunicación Social, Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales, unpsjb. Sus intereses de investigación se vinculan al estudio
de las identidades sociales y el rescate de la memoria a través de la construcción
de comunicación audiovisual. Posee amplia trayectoria como productor de do-
cumentales testimoniales en forma individual y en trabajos colectivos.

José Daniel Benclowicz

Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires, profesor de la Universi-


dad Nacional de Río Negro e investigador adjunto del conicet. Autor de diver-
sos trabajos sobre la Historia Argentina reciente en publicaciones nacionales
e internacionales.

Belén Bertoni

Profesora en Antropología, uba/cic/uns. Becaria de la Comisión de Investiga-


ciones Científicas. Ha participado de equipos de investigación en la uba y en

222 | Migraciones en la Patagonia


la uns, referidos a problemáticas de diversidad cultural. Actualmente se en-
cuentra desarrollando su línea de investigación etnográfica sobre la temática
de la migración y los procesos de salud, enfermedad y atención en el sudoeste
bonaerense.

Melisa Cabrapán Duarte

Licenciada en Ciencias Antropológicas por la Universidad Nacional de Río


Negro. Becaria doctoral del conicet. Estudia temas de prostitución, trabajo
sexual y migración femenina centroamericana y en la actualidad circunscribe
su investigación a contextos petroleros en el norte de la provincia de Neuquén.

Juan Pablo Canoni

Licenciado en Turismo por la Universidad Nacional del Sur. Trabaja temáticas


de turismo religioso y comunitario, en especial las vinculadas con la migración
boliviana y festividades de la Virgen de Urkupiña, sobre las que realizó su tesis
de licenciatura. Ha participado en congresos, jornadas y publicó una parte de
libro sobre su tema de investigación.

Ana María Ciarallo

Doctora en Estudios Sociales Agrarios (cea-unc). Magíster en Sociología de la


Agricultura Latinoamericana (gesa-fadecs-uncoma), profesora asociada en
la Licenciatura en Servicio Social (fadecs-uncoma). Directora de las carreras
de postgrado Especialización y Maestría en Sociología de la Agricultura Lati-
noamericana (gesa-fadecs-uncoma). Integrante de la Red de Investigadores
Argentinos en Migraciones Internacionales Contemporáneas.

Marcela Crovetto

Socióloga, magíster en Investigación en Ciencias Sociales, doctora en Cien-


cias Sociales (uba). Becaria posdoctoral conicet. Auxiliar de investigación en
el Área de Estudios Rurales en el iigg-fsoc-uba. Auxiliar docente regular en
la Carrera de Sociología (uba). Las tesis de maestría y doctorado han versa-
do sobre la discusión de la dicotomía rural-urbano desde la perspectiva de la
construcción social de los territorios, con especial énfasis en el flujo cotidiano
trazado por las trayectorias laborales y migrantes de los actores sociales de la
región entre las zonas rurales y urbanas tradicionales en el Valle Inferior del
río Chubut. También estudia el Valle Medio de Río Negro.

Sobre los autores | 223


Bruno Leonardo Fernández

Periodista. Alumno avanzado de la Licenciatura en Historia de la Universidad


Nacional del Sur. Docente de nivel medio y superior. Integrante del proyecto
de investigación «Método Etnográfico, Historia Oral e Identidades». Ha par-
ticipado en congresos y jornadas con trabajos que abordan la temática de la
diversidad cultural –en especial sobre la migración desde Bolivia– y de género.

Graciela Hernández

Doctora en Historia en la Universidad Nacional del Sur. Diplomada en Género


en la Universidad de Chile. Profesora adjunta, docente de posgrado e investi-
gadora independiente del conicet. Ha desarrollado una línea de investiga-
ción en la que conjuga la historia oral con la metodología cualitativa etnográ-
fica sobre la temática de los pueblos originarios del centro-sur de la Argentina,
las migraciones y los procesos de hibridación cultural, muchos de ellos desde
la perspectiva de género.

Luciana Lago

Profesora en Historia (unpsjb). Docente investigadora (unpsjb). Becaria doc-


toral (conicet-iesyppat-unpsjb). Su línea de investigación aborda el cruce
entre las creencias religiosas y los sectores juveniles, centrada en los grupos
juveniles evangélicos y sus prácticas culturales en torno a la música, desde una
perspectiva socio-antropológica.

Brenda Matossian

Doctora en Geografía por la Universidad Nacional de Cuyo (2011). Actualmente


es investigadora asistente de la carrera de Investigador Científico del conicet
en el Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas. Ha escrito
distintos artículos y capítulos de libros sobre problemáticas vinculadas a las
migraciones y la ciudad, a diversas escalas y desde distintas metodologías, en
particular en San Carlos de Bariloche y otras ciudades patagónicas. Participa
de distintos proyectos de investigación en el país e internacionalmente.

María Daniela Rodríguez

Licenciada en Turismo en la Universidad Nacional del Comahue, magíster en


Ciencias Sociales orientación Sociología por la Universidad Nacional de Quil-
mes. Becaria doctoral de conicet en el Grupo de Estudios Sociales Agrarios
de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la uncoma. Estudiante de

224 | Migraciones en la Patagonia


Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nacional de Quil-
mes. Docente en la uncoma. Participa en proyectos de investigación y extensión
universitaria.

Verónica Trpin

Investigadora adjunta del conicet con lugar de trabajo en el gesa de la Uni-


versidad Nacional del Comahue, casa de estudios en la que ejerce como profe-
sora de grado y postgrado. Profesora en Historia (uncoma) y magíster y docto-
ra en Antropología Social (unam). Dirige y participa en diversos proyectos de
investigación referidos a mercados de trabajo y migración en espacios rurales,
desigualdades de género y transformaciones en la producción agraria.

Daiana Lis Webb

Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Río Negro. En su tesina


de licenciatura ha estudiado aspectos fonéticos y fonológicos de la interlengua
de migrantes arabófonos que realizan estudios de postgrado en instituciones
científicas y tecnológicas de Bariloche y adquieren el español como lengua
extranjera.

Sobre los autores | 225


Migraciones en la Patagonia
Subjetividades, diversidad y territorialización
fue compuesto con tipografías Alegreya, Alegreya Sans,
Alegreya SC y Liberation Sans Narrow.
Se imprimió en diciembre de 2015, en los talleres
de Integraltech, en la provincia de Buenos Aires,
República Argentina.
Migraciones
Migraciones en la Patagonia en la Patagonia

Ana Inés Barelli y Patricia Dreidemie Compiladoras


A partir de concebir la migración como un derecho humano Subjetividades, diversidad La presente publicación se
universal incuestionable, y con el objetivo fundamental de
preservar la diversidad, la presente compilación de estudios y territorialización realizó en el marco del proyecto
busca realizar un aporte al conocimiento social y de investigación «Lenguas
(etno)cultural de la Patagonia, como modo de avanzar en la indígenas de migrantes
Ana Inés Barelli y Patricia Dreidemie limítrofes: contacto, relaciones
comprensión de la compleja trama social de este territorio, y Compiladoras
favorecer la participación ciudadana de la población históricas y etnografía del
migrante (en particular, migrante limítrofe), históricamente quechua y el guaraní hablados
invisibilizada y poco valorada. Para ello, acerca una en la región andina
pluralidad de miradas sobre trayectorias, experiencias, norpatagónica», llevado
prácticas y configuraciones socio-productivas de parte de la adelante en la Universidad
población migrante que actualmente circula, trabaja y –en Nacional de Río Negro, sede
algunos casos– reside en la región patagónica. Andina.
La publicación se organiza en cuatro apartados
temáticos centrados en: el análisis de los desplazamientos y Las compiladoras son Ana Inés
dinámicas migratorias; las configuraciones productivas, con Barelli y Patricia Dreidemie.
el énfasis puesto en las relaciones laborales, las trayectorias En tanto que los autores de los
familiares y las cuestiones de género; las representaciones trabajos aquí reunidos son
sociales, a través de diferentes experiencias locales y Brenda Matossian, Graciela
barriales; y, finalmente, la construcción de sentidos de Hernández, Belén Bertoni,
pertenencia de los sujetos migrantes a partir de sus Juan Canoni, Bruno Fernández,
prácticas religiosas en los lugares de destino. Estos Laura Orsi, Marcela Corvetto,
apartados temáticos ofrecen, al lector, análisis y abordajes Eugenia Aguilera, Ana Ciarallo,
teórico-metodológicos diversos. Verónica Trpin, Daniela
Rodríguez, Melisa Cabrapán
Duarte, José Benclowicz,

Migraciones en la Patagonia
Brígida Baeza, Natalia
Barrionuevo, Miguel Becerra,
Daiana Lis Webb, Ana Inés
Barelli y Luciana Lago.

Aperturas
Sociales
CONICET

RÍO NEGRO RÍO NEGRO


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