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TEOLOGÍA BÁSICA
1. Definición general de teología
La palabra teología está compuesta de dos vocablos griegos: Theos, Dios, y
Logos, conocimiento. Teología es conocimiento de Dios, de Quien provienen y
para Quien son todas las cosas, tal como lo entendemos bien los cristianos.
La manera en que los hombres conciben a la divinidad determina la aparición
de variados sistemas teológicos que obedecen entonces a diferentes y sendos
esfuerzos humanos para acercarse a la realidad de Dios. Precisemos los más
destacados:
1.1. Henoteísmo
Es la creencia en varios dioses coexistentes y en competencia, entre los
cuales sobresale uno a quien los individuos de una comunidad eligen y cu-
yo favor buscan brindándole adoración exclusiva (por eso también algunos
llaman al henoteísmo monolatría) porque se le considera el más fuerte y
digno de todos y el más dispuesto a favorecerlos. Esta concepción de la di-
vinidad es muy característica de pueblos primitivos (tanto de la antigüedad
como de la actualidad) que no han superado aún (muchos de ellos nunca
lograron superarlo) un nivel de desarrollo cultural muy básico y precario,
distante aún de los niveles asociados con las llamadas civilizaciones anti-
guas. Justamente debido a ello, no encontramos aquí sistemas teológi-
cos propiamente dichos, pues no existe en estos pueblos una re-
flexión racional y sistemática alrededor de sus dioses, sino que todas
sus consideraciones de la deidad son de carácter eminentemente
práctico y utilitario.
1.2. Politeismo
Es la creencia en varios dioses debidamente organizados en una estructura
jerárquica con identidades, jurisdicciones, poderes y funciones muy defini-
dos. Si bien aquí también se reconoce a un dios en la cúspide de la estruc-
tura jerárquica, no se le concibe necesariamente en permanente oposición
o competencia con los demás dioses subordinados de modo tal que el indi-
viduo puede buscar alternativamente el favor del dios que más le convenga
en unas circunstancias determinadas, cambiando de lealtades a través de
su vida sin tener que sentirse culpable por ello o asumiendo lealtades sos-
tenidas hacia un dios en particular que pueden diferir sin problema de las
lealtades de otros de sus compatriotas que, no obstante, reconocen tam-
bién la existencia y jurisdicción de todos los demás dioses.
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El politeísmo es característico de las grandes civilizaciones antiguas,


tales como la egipcia, la asiria, la babilónica, la griega, la romana y subsis-
te aún en sistemas religiosos antiquísimos como el brahamanismo de
la India a través de la religión hindú y sus diferentes derivaciones. En
el politeísmo ya existe una reflexión racional y sistemática alrededor
de sus dioses, aunque de carácter eminentemente mitológico (es decir,
sin un sentido o conciencia clara de la realidad histórica), razón por la cual
esta reflexión corre generalmente a cargo de sus poetas épicos (como
Homero y Hesíodo dentro de los griegos), siendo entonces sus elaboradas
mitologías el equivalente politeísta de las teologías sistemáticas propias de
los sistemas religiosos monoteístas.
1.3. Monoteísmo
Esta es la creencia en un único Dios verdadero. Para marcar mejor las dife-
rencias con otras concepciones de la divinidad se le suele caracterizar más
específicamente como “monoteísmo profético” o, últimamente, como “mono-
teísmo creacional”. Pero estas precisiones más específicas y detalladas,
tanto dentro del monoteísmo como dentro del politeísmo o el henoteísmo
indistintamente y las relaciones históricas y de causa existentes entre ellos
(sin mencionar otras concepciones de la divinidad tales como el dualismo y
el panteísmo) se abordarán más adelante en la cátedra de El Fenómeno
Religioso contemplada dentro del programa de estudio.
Por lo pronto, para efectos de esta materia, basta con la breve y representa-
tiva relación que hemos hecho hasta ahora. De hecho, es dentro del mo-
noteísmo en sus variadas ramas en donde encontramos teología en
propiedad, con una racionalidad tan plenamente consciente de la realidad
histórica como tal que, sin desechar necesariamente sus aportes positivos,
sobre todo en el campo expresivo (y no explicativo) de los símbolos , de
cualquier modo supera y corrige de lejos las elaboraciones mitológicas pro-
pias del politeísmo.
El monoteísmo no es, sin embargo, monolítico, sino que se manifiesta
a través de tres grandes sistemas religiosos, llamados abrahámicos en
alusión al patriarca Abraham, quien fue llamado por Dios como depo-
sitario y beneficiario de su relevación a la humanidad después del Di-
luvio. Estas ramas son: Judaísmo, Islamismo y Cristianismo. Valga de-
cir que el primero de ellos está asociado casi con exclusividad a un pueblo:
los hebreos, israelitas o judíos; mientras que el segundo, si bien surgió en-
tre los árabes, a los cuales se encuentra vinculado en su origen y sigue
estándolo en buena medida actualmente, cada vez excede más este círculo
e incluye a personas de diferentes etnias y naciones procedentes principal-
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mente de África y Asia (y últimamente gana fuerza en Europa). Así mismo,


el cristianismo es judío en su origen, pero de manera muy temprana (por
razones doctrinales) rompe las barreras y los límites étnicos y/o nacionales
del judaísmo para convertirse en la religión de alcance universal por exce-
lencia1.
1.1.1. Judaísmo
Es la estructura básica de la fe monoteísta. De este modo el Anti-
guo Testamento viene a ser algo así como “la estructura en obra ne-
gra” del monoteísmo cristiano. El cristianismo no erige una nueva es-
tructura, sino que la novedad del Nuevo Testamento hace referencia
más bien a los necesarios “terminados o acabados” provistos por Je-
sucristo en cumplimiento o consumación de las expectativas mesiá-
nicas generadas por los múltiples anuncios proféticos de redención
hechos en el Antiguo Testamento, corrigiendo en gran medida el en-
tendimiento que tenían de ellos las diversas escuelas rabínicas que
conformaban ya la tradición judía para la época del nacimiento de
Cristo.
Así, pues, por enconadas que puedan llegar a ser, las diferencias
entre el judaísmo rabínico tanto del primer siglo como de la ac-
tualidad , y el cristianismo no deben entonces hacernos perder
nunca de vista la clara línea de continuidad que existe entre el
monoteísmo judío y el monoteísmo cristiano, al punto de que en
muchos círculos se habla de la influencia conjunta de ambos
monoteísmos en la cultura por medio del término “judeocristia-
nismo”.
1.1.2. Islam o Islamismo
Nombre que recibe la religión iniciada por Mahoma. Sus seguidores
son llamados musulmanes o mahometanos. A diferencia de lo dicho
en relación con el judaísmo y el cristianismo, no existe en este mo-
noteísmo una línea de continuidad con ninguno de los dos ante-
riores, pues Mahoma es un iluminado nacionalista árabe que predicó
que los judíos pervirtieron la ley de Moisés, y los cristianos el evan-
gelio de Jesucristo y, por esta causa, fue necesaria una nueva reve-

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Lamentablemente, la universalidad propia del cristianismo terminó degenerando en antisemitismo,
olvidando así sus innegables y necesarias raíces judías imprescindibles para comprender el surgi-
miento del cristianismo en su contexto religioso y cultural original e incluso llegando a renegar de
ellas en censurable actitud que no toma en cuenta el papel del pueblo judío en el marco del cristia-
nismo, aunque hay que decir que últimamente esta actitud ha declinado bastante y hay un redes-
cubrimiento por parte de los cristianos de sus raíces judías.
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lación (el Corán). La relación entre este monoteísmo y los dos prime-
ros ya mencionados no es, pues, de continuidad, sino de ruptura y
oposición.
Para este monoteísmo Moisés y Jesucristo son únicamente profetas
malinterpretados por sus seguidores, siendo Mahoma el mayor entre
todos los profetas, y el que viene a corregir las malas interpretacio-
nes que se hicieron de lo dicho por sus predecesores, incluyendo a
Abraham, el primero de sus profetas y padre de los pueblos árabes
(a través de sus hijos Ismael y Madián), entre quienes surge origi-
nalmente el islamismo. Es bueno tener esto en cuenta pues el punto
común entre islamismo y judeocristianismo es la creencia en un
solo Dios verdadero (monoteísmo), pero el carácter del Dios ju-
deocristiano revelado en la Biblia y en Jesucristo difiere osten-
siblemente del carácter del Alá musulmán revelado en el Corán,
por lo que decir que el Dios judío o cristiano es el mismo Dios
musulmán es una peligrosa inexactitud si con ello se pretende
señalar algo más que la simple coincidencia monoteísta.
De hecho, los judeocristianos concordamos en nuestra creencia de
que, en el mejor de los casos, los musulmanes han pervertido el
carácter del único Dios vivo y verdadero revelado en la Biblia; y en el
peor de los casos creemos que lo han reemplazado por un plagiario y
pobre sustituto que no difiere en mucho de los ídolos combatidos en
las Escrituras. Valga decir que, partiendo del Corán, ellos nos acu-
sarían de lo mismo por lo cual, aún a riesgo de simplificar en exceso,
las coincidencias entre judeocristianismo e islamismo no deben verse
más allá de la mera concepción monoteísta de Dios.
Una vez identificadas y reseñadas brevemente estas dos ramas del monoteísmo,
vamos a abordar ahora si la que nos interesa y compete en el marco de esta ma-
teria que no es otra que el cristianismo y su correspondiente teología.
1.4. Teología cristiana
La teología cristiana tiene tres ramas principales, a saber:
1.4.1. Católica2
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En realidad, el término “católico” se aplicaba a toda la iglesia desde los primeros siglos del cristia-
nismo, de tal modo que el término ya está incluido en el Credo Apostólico del siglo II, el más anti-
guo de los credos de la iglesia, en la clausula que dice: “Creo… en la santa iglesia católica”, y se
reitera con el mismo significado en el Credo Niceno del siglo IV : Creo… en la iglesia que es una,
santa, católica y apostólica”; pero no tenía en ninguno de los dos el sentido que hoy tiene, sino
que se aplicaba a toda la iglesia en su sentido etimológico, que significa simplemente “uni-
versal”. Durante las controversias alrededor del arrianismo, herejía que negaba la divinidad de
Cristo y, en consecuencia, también la doctrina de la Trinidad; católico llegó a designar a los cris-
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En este sistema particular y con contadas y honrosas excepciones 3,


la religión ha tomado el lugar de Dios como objeto de la teología (ri-
tualismo). Es decir que, de manera contradictoria, se enfatiza la reli-
gión en detrimento del Dios que fundamenta a la religión. La religión
es, pues, más importante que Dios, quien es el término de ella. Dios
termina sirviendo a la religión y no lo contrario. La causa de ello pue-
de estar en buena medida en el hecho de que el catolicismo roma-
no ha transculturizado de forma gradual y creciente al cristia-
nismo con creencias ajenas e incompatibles a sus contenidos
esenciales y característicos, en una práctica recurrente que se
conoce por el nombre de “sincretismo”4 o más recientemente,
como “mestizaje espiritual”.
1.4.2. Ortodoxa-oriental o griega
Se identifica con este nombre la teología propia de la rama cristiana
oriental del antiguo imperio romano con su centro en Constantinopla
(de pensamiento y habla griegos, por contraste con el pensamiento y
habla latinos de Roma y occidente en general), que después de sos-
tener relaciones oficiales o formales salpicadas por importantes des-
acuerdos con la iglesia occidental durante la mayor parte del primer
milenio d.C., rompe definitivamente con ella en el año 1054 d.C. en el
llamado “Cisma de Oriente” debido en gran medida (aunque no de
manera exclusiva), a la pretensión de Roma de subordinar a todos
los obispos cristianos de todo el mundo (incluyendo a los patriarcas

tianos trinitarios, por contraste con los arrianos. Pero lo que definimos aquí como “iglesia
católica” corresponde más a la acepción actual del término que surge de la división de la igle-
sia occidental ocurrida en el siglo XVI entre quienes afirman que el obispo de Roma es la máxima
autoridad de la iglesia en su condición de papa y lo siguen, y quienes critican y no reconocen ni a
la institución papal ni sus pronunciamientos contrarios a la Biblia, como lo hizo la vertiente protes-
tante del cristianismo a partir del siglo XVI con al advenimiento de la Reforma en cabeza de Lutero.
De esto se deduce que los protestantes tenemos una larga historia y un pasado común con los
católico romanos de hoy, pues hasta el año 1517 en que Lutero dio inicio a la Reforma con la pu-
blicación de sus 95 tesis cuestionando y condenando el sistema penitencial de Roma, nuestro pa-
trimonio histórico es el mismo.
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Se habla hoy ya de dos tipos de “catolicismo romano”. El catolicismo ilustrado en el que militan
una minoría de católicos preparados, estudiosos y conocedores de las Escrituras y que, como ta-
les, son críticos de muchas de las creencias y prácticas de sus propios correligionarios, en especial
de quienes forman parte o estimulan las creencias del mayoritario grupo designado como catoli-
cismo popular, ignorante de las Escrituras y dado a todo tipo de prácticas crédulas, supersticiosas
y de doble moral contrarias a la Biblia.
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El sincretismo es una mezcla indiscriminada de creencias de la más diversa y disímil procedencia,
dando como resultado una cuestionable y engañosa “colcha de retazos” en el campo religioso.
Volveremos con este término en la materia Historia del Cristianismo I de segundo semestre y en In-
troducción a la Teología Integral en séptimo semestre, en donde lo examinaremos bajo el nombre
que el pastor Darío Silva-Silva le ha dado a este viejo concepto, designándolo como “mestizaje es-
piritual”.
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orientales, dirigentes de las cuatro principales sedes eclesiásticas de


oriente), a la autoridad del Obispo de Roma o papa.
Su teología, usos litúrgicos y organización eclesiástica tiene
muchas similitudes con la católica-romana, pero también tiene
notables diferencias con ella que no pueden soslayarse y que
justifican de cualquier modo su tratamiento histórico como rama
teológica cristiana independiente de las demás. El grueso de sus
seguidores se encuentra en el este de Europa, en Rusia, y a lo largo
de la costa este del Mediterráneo, países y regiones en donde la
iglesia ortodoxa es la fe cristiana predominante, aunque muy dismi-
nuida respecto de otras épocas por el creciente asedio y consecuen-
te dominio musulmán iniciado durante la edad media y consumado
con la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453 d.C.,
evento considerado el inicio de la llamada “Edad Moderna”. En el si-
glo XX también han tenido que padecer los masivos regimenes co-
munistas en la mayor parte de estos territorios.
1.4.3. Protestante evangélica
Esta es la teología que proviene de la llamada “Reforma Protes-
tante”, propiciada por eminentes teólogos de la propia Iglesia Roma-
na e partir del siglo XVI d.C., entre los que se destacan Lutero y Cal-
vino, quienes buscaron un regreso a las creencias y prácticas esen-
ciales de la iglesia cristiana primitiva, con base en este lema o con-
signa no negociable para ningún cristiano protestante o evangé-
lico: “Sola gracia, sola fe, sola Escritura y solo Gloria de Dios”.
En el fondo del planteamiento expresado en este lema se encuentra
un patrimonio irrenunciable del protestantismo: la llamada “libertad de
examen y de conciencia” que fomenta el acceso libre, directo y cons-
ciente del creyente raso a las Escrituras, lo cual inevitablemente ge-
nera de manera natural el surgimiento de variadas denominaciones
dentro del Protestantismo tales como: Luteranos, Calvinistas o Re-
formados, Metodistas, Anglicanos, Episcopales, Bautistas, Congre-
gacionales, Presbiterianos, Pentecostales, Carismáticos, etc., las
cuales, si bien conservan y suscriben una doctrina ortodoxa5 común

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La palabra “ortodoxa” hace aquí referencia a la ortodoxia o doctrina correcta o comúnmente acep-
tada en el contexto protestante y no a la ya reseñada Iglesia Ortodoxa Oriental, ambos significados
diferentes pero aceptados para la misma palabra en cualquier diccionario. Por lo tanto, no es lo
mismo hablar de la Iglesia Ortodoxa que hacerlo de la doctrina ortodoxa del Protestantismo (o del
Catolicismo, si se quiere), pues, por decirlo así, tanto la Iglesia Católica como la Protestante y asi-
mismo la Ortodoxa tienen su propia ortodoxia, constituyendo entonces ortodoxias particulares y
propias de cada una de estas tres ramas que difieren entre sí, a pesar de lo cual, como se estable-
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a todo el protestantismo por contraste con los dos ramas anteriores


de la cristiandad, han desarrollado no obstante teologías con énfasis
particulares y diferencias de interpretación en temas no esenciales
de la fe cristiana que, sin embargo, no obran en perjuicio de la comu-
nión entre ellas, por lo cual esta variedad denominacional no pue-
de juzgarse a la ligera como división, del mismo modo que las di-
ferentes ordenes en el catolicismo romano, tales como Agustinos,
Benedictinos, Franciscanos, Dominicos, Jesuitas, Capuchinos, Fili-
penses, etc., no se juzgan como división al interior del catolicismo.
1.4.3.1. Integral. Dentro de la amplia gama denominacional del pro-
testantismo, podría decirse que los cristianos integrales
son los que, como nosotros , adhieren a un movimiento
teológico que estaría ubicado históricamente en este
cruce de siglo y de milenio cuyo propósito es el llama-
do “integralismo” (no confundir de ningún modo con “inte-
grismo”), que no sería más que la sistematización 6 de lo
alcanzado a través de un método designado como
“esencialismo” que busca conservar la esencia o, lo que
es lo mismo, los verdaderos fundamentos de la fe cristiana
más allá de interpretaciones meramente coyunturales y
al margen de asuntos doctrinales marginales, adiafóri-
cos o periféricos que fomentan innecesarias divisiones y

cerá más adelante, las tres comparten lo que se conoce como ortodoxia cristiana a secas (numeral
1.6.), en la cual no se abordan todavía las distinciones que caracterizan a las tres ramas relaciona-
das en este estudio.
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Como se verá con algo más de detalle en el capítulo inicial de la materia de Introducción al Pen-
samiento Cristiano (quinto semestre), la teología puede expresarse de diversas maneras diferen-
tes, pero siempre debe obedecer a un método claramente establecido para que sea inteligible, es-
clarecedora y constructiva, pero sobre todo, fiel a las Sagradas Escrituras. El método sistemático
es tal vez, a nuestro modo de ver, el más adecuado para examinar e interpretar las Sagradas
Escrituras desde el punto de vista de la dogmática. En ejercicio de este método deben identifi-
carse, agruparse y abordarse en un orden lógico todos los temas tratados en las Escrituras y cada
tema debe analizarse procurando hallar todas las concordancias, armonizaciones y contextualiza-
ciones posibles en el marco de la Biblia para llegar a la conclusión correcta. Después de todo, la
misma Biblia da pie y fomenta tácitamente su estudio desde una perspectiva sistemática e integral
al hacer afirmaciones como ésta: “La suma de tus palabras es la verdad” (Sal. 119:160). Y el
apóstol Pablo salvaba así su responsabilidad apostólica magisterial: “porque sin vacilar les he pro-
clamado todo el propósito de Dios” (Hc. 20:27). Es por ello que hemos escogido para nuestro
programa de estudio el enfoque sistemático de la teología, decisión reforzada por el hecho de que
este método es muy afín con el movimiento integral que suscribimos y por la disponibilidad de una
ya prestigiosa y ampliamente reconocida bibliografía teológica de corte sistemático como lo son las
clásicas Teología Sistemática de Charles Hodge, o la Teología Sistemática de Chafer (ambas en
dos volúmenes), o también el enciclopédico volumen de la famosa Teología Sistemática de Berkoff
(entre otras), a las que es obligatorio acudir actualmente en cualquier estudio teológico en contexto
protestante, así no se esté del todo de acuerdo con sus autores en algunos aspectos. Pero lo que
no se puede es ignorar su universalmente reconocido trabajo.
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distanciamientos entre las diversas denominaciones protes-


tantes y cristianas en general.
Este movimiento teológico que suscribimos plenamente
como iglesia ha sido planteado de manera muy acertada
por el pastor Darío Silva-Silva en su libro El Reto de Dios y
su metodología será estudiada a fondo en la cátedra de In-
troducción a la Teología Integral contemplada en nuestro
programa de estudios. Pero como abrebocas y para ilustrar
el punto en un aspecto particular muy típico del medio ecle-
siástico evangélico de nuestros días, leamos algo del indis-
cutible diagnóstico llevado a cabo por el pastor Darío en su
ya aludido libro bajo el encabezado “La Raíz de las Raíces”
que da inicio al capítulo 24: “La imperiosa urgencia de com-
partir el Evangelio al mayor número de personas, en el mayor
número de lugares y en el menor tiempo posible, llevó a las
denominaciones noveles a valerse de neófitos para la obra
del ministerio, en tanto las históricas se encerraban en el
academicismo y la fría liturgia, como en una cartuja beatífica,
sin irradiar hacia el exterior. Estas menguaron, como someti-
das a un proceso bonsai, y aquéllas, crecieron desmesurada
pero anormalmente, en una especie de elefantiasis que sacri-
ficó la calidad en aras de la cantidad. Erudición cerrada e ig-
norancia abierta han sido catastróficas por igual y constituyen
fosos casi insalvables entre las dos corrientes -la histórica y la
contemporánea- que se miran de soslayo con mutuo recelo”.
Otra forma de referirse al mismo fenómeno la encontramos
en una porción del capítulo 29 del libro bajo el título “¿Una
Iglesia Integral?” que dice así: “En términos generales la
Iglesia Evangélica se ha alineado en dos grandes estilos:
bíblico y pentecostal, y todas las denominaciones, algunas
sin percatarse, se hallan afiliadas al uno o al otro. Los bíbli-
cos centran su atención en las Sagradas Escrituras, los pen-
tecostales ponen su énfasis en la acción del Espíritu Santo a
través de los carismas. Los primeros tienden a ser cerebra-
les; los segundos, emocionales. Ambas tendencias han incu-
rrido en exageraciones... La ineludible disyuntiva parece ser:
escrituralismo o manifestacionismo... La Iglesia Integral es
el nombre más adecuado para definir el movimiento que
caracteriza al cristianismo del inicio de siglo y milenio y
que está interpenetrando a todas las denominaciones. El
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Espíritu Santo quiere que los bíblicos avancen hacia el terre-


no pentecostal, y los pentecostales se muevan hacia el bíbli-
co, para que se abracen en el centro, bajo la cruz”.
Asimismo, el penúltimo capítulo del libro ”El Choque Gene-
racional” concluye de este modo en la misma línea de los
párrafos ya citados: “La agenda cristiana de la nueva cen-
turia... deberá buscar equilibrio y balance. Las disyuntivas
absolutas... han sido divisionistas o, cuando menos, pertur-
badoras”.
1.5. Trinitaria
Esta precisión será ampliada y expuesta un poco más adelante cuando tra-
temos la doctrina de la Trinidad en el momento en que estemos conside-
rando la doctrina de Dios, pero nos anticipamos a dejar establecida la
doctrina de Trinidad desde la misma introducción como un pilar no
negociable de toda teología auténticamente cristiana, dogma comparti-
do por las tres vertientes de la cristiandad ya identificadas previamente, sin
perjuicio de sus diferencias.
1.6. Ortodoxia cristiana
Antes de referirnos a lo que se conoce como “orodoxia cristiana”, podemos
hacer un alto a estas alturas para ubicar donde nos ubicamos teológica-
mente hablando. En efecto, la teología de Casa Sobre la Roca es: Mono-
teísta, cristiana, protestante, integral, sistemática y trinitaria. Suscribi-
mos entonces como nuestro marco teórico más amplio la llamada “ortodoxia
cristiana” a secas, mejor conocida en las Escrituras como “la sana doctrina”
tal como se encuentra contenida en:
1.6.1. La Santa Biblia
Los 39 libros del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo Testamento.
Los llamados “apócrifos” o “deuterocanónicos” no se consideran co-
mo pertenecientes a la ortodoxia cristiana por razones que serán
consideradas en la materia de Historia de la Biblia.
1.6.2. Los tres credos de la iglesia primitiva
Estos documentos son las declaraciones de fe esencialistas de la
Iglesia Primitiva producto de los primeros esfuerzos conjuntos de
sistematización y síntesis por parte de las más lúcidas mentes teoló-
gicas de esta temprana época aplicadas al estudio de las Escrituras.
Son tres: El Credo Apostólico o de los Apóstoles, el Credo Niceno o
de Nicea (llamado más exactamente Credo Niceno-
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Constantinopolitano) y el Credo Atanasiano o de Atanasio (conocido


técnicamente como el “Quicunque Vult”). El texto de estos credos
puede ser encontrado como apéndice al final de estas conferencias.
1.6.3. Los seis primeros concilios generales
También conocidos como “concilios ecuménicos” por convocar a re-
presentantes autorizados de la cristiandad de todo el mundo conoci-
do. La ortodoxia cristiana suscribe los acuerdos teológicos y cristoló-
gicos de estas seis primeras asambleas eclesiásticas deliberativas
por considerar que concuerdan bien con las Sagradas Escrituras.
Cuestionario de repaso
1. Defina la palabra “Teología”
2. Relacione y defina brevemente las tres concepciones de Dios más populares
3. Relacione las tres religiones más representativas del monoteísmo
4. ¿Cuáles son las principales vertientes históricas del cristianismo que subsisten
hoy en día?
5. ¿Cuál es el lema de la “Reforma Protestante”?
6. ¿Cuál es el patrimonio irrenunciable del protestantismo que se encuentra
detrás del lema de la Reforma?
7. ¿Qué se entiende por el término “integral” en el campo de las denominaciones
cristianas evangélicas?
8. ¿En dónde se encuentra contenida la “ortodoxia cristiana”?

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