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TEOLOGÍA BÁSICA
1. Definición general de teología
La palabra teología está compuesta de dos vocablos griegos: Theos, Dios, y
Logos, conocimiento. Teología es conocimiento de Dios, de Quien provienen y
para Quien son todas las cosas, tal como lo entendemos bien los cristianos.
La manera en que los hombres conciben a la divinidad determina la aparición
de variados sistemas teológicos que obedecen entonces a diferentes y sendos
esfuerzos humanos para acercarse a la realidad de Dios. Precisemos los más
destacados:
1.1. Henoteísmo
Es la creencia en varios dioses coexistentes y en competencia, entre los
cuales sobresale uno a quien los individuos de una comunidad eligen y cu-
yo favor buscan brindándole adoración exclusiva (por eso también algunos
llaman al henoteísmo monolatría) porque se le considera el más fuerte y
digno de todos y el más dispuesto a favorecerlos. Esta concepción de la di-
vinidad es muy característica de pueblos primitivos (tanto de la antigüedad
como de la actualidad) que no han superado aún (muchos de ellos nunca
lograron superarlo) un nivel de desarrollo cultural muy básico y precario,
distante aún de los niveles asociados con las llamadas civilizaciones anti-
guas. Justamente debido a ello, no encontramos aquí sistemas teológi-
cos propiamente dichos, pues no existe en estos pueblos una re-
flexión racional y sistemática alrededor de sus dioses, sino que todas
sus consideraciones de la deidad son de carácter eminentemente
práctico y utilitario.
1.2. Politeismo
Es la creencia en varios dioses debidamente organizados en una estructura
jerárquica con identidades, jurisdicciones, poderes y funciones muy defini-
dos. Si bien aquí también se reconoce a un dios en la cúspide de la estruc-
tura jerárquica, no se le concibe necesariamente en permanente oposición
o competencia con los demás dioses subordinados de modo tal que el indi-
viduo puede buscar alternativamente el favor del dios que más le convenga
en unas circunstancias determinadas, cambiando de lealtades a través de
su vida sin tener que sentirse culpable por ello o asumiendo lealtades sos-
tenidas hacia un dios en particular que pueden diferir sin problema de las
lealtades de otros de sus compatriotas que, no obstante, reconocen tam-
bién la existencia y jurisdicción de todos los demás dioses.
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Lamentablemente, la universalidad propia del cristianismo terminó degenerando en antisemitismo,
olvidando así sus innegables y necesarias raíces judías imprescindibles para comprender el surgi-
miento del cristianismo en su contexto religioso y cultural original e incluso llegando a renegar de
ellas en censurable actitud que no toma en cuenta el papel del pueblo judío en el marco del cristia-
nismo, aunque hay que decir que últimamente esta actitud ha declinado bastante y hay un redes-
cubrimiento por parte de los cristianos de sus raíces judías.
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lación (el Corán). La relación entre este monoteísmo y los dos prime-
ros ya mencionados no es, pues, de continuidad, sino de ruptura y
oposición.
Para este monoteísmo Moisés y Jesucristo son únicamente profetas
malinterpretados por sus seguidores, siendo Mahoma el mayor entre
todos los profetas, y el que viene a corregir las malas interpretacio-
nes que se hicieron de lo dicho por sus predecesores, incluyendo a
Abraham, el primero de sus profetas y padre de los pueblos árabes
(a través de sus hijos Ismael y Madián), entre quienes surge origi-
nalmente el islamismo. Es bueno tener esto en cuenta pues el punto
común entre islamismo y judeocristianismo es la creencia en un
solo Dios verdadero (monoteísmo), pero el carácter del Dios ju-
deocristiano revelado en la Biblia y en Jesucristo difiere osten-
siblemente del carácter del Alá musulmán revelado en el Corán,
por lo que decir que el Dios judío o cristiano es el mismo Dios
musulmán es una peligrosa inexactitud si con ello se pretende
señalar algo más que la simple coincidencia monoteísta.
De hecho, los judeocristianos concordamos en nuestra creencia de
que, en el mejor de los casos, los musulmanes han pervertido el
carácter del único Dios vivo y verdadero revelado en la Biblia; y en el
peor de los casos creemos que lo han reemplazado por un plagiario y
pobre sustituto que no difiere en mucho de los ídolos combatidos en
las Escrituras. Valga decir que, partiendo del Corán, ellos nos acu-
sarían de lo mismo por lo cual, aún a riesgo de simplificar en exceso,
las coincidencias entre judeocristianismo e islamismo no deben verse
más allá de la mera concepción monoteísta de Dios.
Una vez identificadas y reseñadas brevemente estas dos ramas del monoteísmo,
vamos a abordar ahora si la que nos interesa y compete en el marco de esta ma-
teria que no es otra que el cristianismo y su correspondiente teología.
1.4. Teología cristiana
La teología cristiana tiene tres ramas principales, a saber:
1.4.1. Católica2
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En realidad, el término “católico” se aplicaba a toda la iglesia desde los primeros siglos del cristia-
nismo, de tal modo que el término ya está incluido en el Credo Apostólico del siglo II, el más anti-
guo de los credos de la iglesia, en la clausula que dice: “Creo… en la santa iglesia católica”, y se
reitera con el mismo significado en el Credo Niceno del siglo IV : Creo… en la iglesia que es una,
santa, católica y apostólica”; pero no tenía en ninguno de los dos el sentido que hoy tiene, sino
que se aplicaba a toda la iglesia en su sentido etimológico, que significa simplemente “uni-
versal”. Durante las controversias alrededor del arrianismo, herejía que negaba la divinidad de
Cristo y, en consecuencia, también la doctrina de la Trinidad; católico llegó a designar a los cris-
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tianos trinitarios, por contraste con los arrianos. Pero lo que definimos aquí como “iglesia
católica” corresponde más a la acepción actual del término que surge de la división de la igle-
sia occidental ocurrida en el siglo XVI entre quienes afirman que el obispo de Roma es la máxima
autoridad de la iglesia en su condición de papa y lo siguen, y quienes critican y no reconocen ni a
la institución papal ni sus pronunciamientos contrarios a la Biblia, como lo hizo la vertiente protes-
tante del cristianismo a partir del siglo XVI con al advenimiento de la Reforma en cabeza de Lutero.
De esto se deduce que los protestantes tenemos una larga historia y un pasado común con los
católico romanos de hoy, pues hasta el año 1517 en que Lutero dio inicio a la Reforma con la pu-
blicación de sus 95 tesis cuestionando y condenando el sistema penitencial de Roma, nuestro pa-
trimonio histórico es el mismo.
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Se habla hoy ya de dos tipos de “catolicismo romano”. El catolicismo ilustrado en el que militan
una minoría de católicos preparados, estudiosos y conocedores de las Escrituras y que, como ta-
les, son críticos de muchas de las creencias y prácticas de sus propios correligionarios, en especial
de quienes forman parte o estimulan las creencias del mayoritario grupo designado como catoli-
cismo popular, ignorante de las Escrituras y dado a todo tipo de prácticas crédulas, supersticiosas
y de doble moral contrarias a la Biblia.
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El sincretismo es una mezcla indiscriminada de creencias de la más diversa y disímil procedencia,
dando como resultado una cuestionable y engañosa “colcha de retazos” en el campo religioso.
Volveremos con este término en la materia Historia del Cristianismo I de segundo semestre y en In-
troducción a la Teología Integral en séptimo semestre, en donde lo examinaremos bajo el nombre
que el pastor Darío Silva-Silva le ha dado a este viejo concepto, designándolo como “mestizaje es-
piritual”.
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La palabra “ortodoxa” hace aquí referencia a la ortodoxia o doctrina correcta o comúnmente acep-
tada en el contexto protestante y no a la ya reseñada Iglesia Ortodoxa Oriental, ambos significados
diferentes pero aceptados para la misma palabra en cualquier diccionario. Por lo tanto, no es lo
mismo hablar de la Iglesia Ortodoxa que hacerlo de la doctrina ortodoxa del Protestantismo (o del
Catolicismo, si se quiere), pues, por decirlo así, tanto la Iglesia Católica como la Protestante y asi-
mismo la Ortodoxa tienen su propia ortodoxia, constituyendo entonces ortodoxias particulares y
propias de cada una de estas tres ramas que difieren entre sí, a pesar de lo cual, como se estable-
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cerá más adelante, las tres comparten lo que se conoce como ortodoxia cristiana a secas (numeral
1.6.), en la cual no se abordan todavía las distinciones que caracterizan a las tres ramas relaciona-
das en este estudio.
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Como se verá con algo más de detalle en el capítulo inicial de la materia de Introducción al Pen-
samiento Cristiano (quinto semestre), la teología puede expresarse de diversas maneras diferen-
tes, pero siempre debe obedecer a un método claramente establecido para que sea inteligible, es-
clarecedora y constructiva, pero sobre todo, fiel a las Sagradas Escrituras. El método sistemático
es tal vez, a nuestro modo de ver, el más adecuado para examinar e interpretar las Sagradas
Escrituras desde el punto de vista de la dogmática. En ejercicio de este método deben identifi-
carse, agruparse y abordarse en un orden lógico todos los temas tratados en las Escrituras y cada
tema debe analizarse procurando hallar todas las concordancias, armonizaciones y contextualiza-
ciones posibles en el marco de la Biblia para llegar a la conclusión correcta. Después de todo, la
misma Biblia da pie y fomenta tácitamente su estudio desde una perspectiva sistemática e integral
al hacer afirmaciones como ésta: “La suma de tus palabras es la verdad” (Sal. 119:160). Y el
apóstol Pablo salvaba así su responsabilidad apostólica magisterial: “porque sin vacilar les he pro-
clamado todo el propósito de Dios” (Hc. 20:27). Es por ello que hemos escogido para nuestro
programa de estudio el enfoque sistemático de la teología, decisión reforzada por el hecho de que
este método es muy afín con el movimiento integral que suscribimos y por la disponibilidad de una
ya prestigiosa y ampliamente reconocida bibliografía teológica de corte sistemático como lo son las
clásicas Teología Sistemática de Charles Hodge, o la Teología Sistemática de Chafer (ambas en
dos volúmenes), o también el enciclopédico volumen de la famosa Teología Sistemática de Berkoff
(entre otras), a las que es obligatorio acudir actualmente en cualquier estudio teológico en contexto
protestante, así no se esté del todo de acuerdo con sus autores en algunos aspectos. Pero lo que
no se puede es ignorar su universalmente reconocido trabajo.
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