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El suicidio.

Evaluación y prevención
del riesgo suicida
Por Dr. Alberto Soler Montagud

Estadísticamente, la mayoría de los intentos suicidas son un grito de desesperación en


busca de ayuda, tras el cual muchas veces es posible una intervención de rescate y por
tanto de evitar la muerte.

El suicidio. Evaluación y prevención del riesgo suicida

Evaluación y prevención del riesgo suicida.

La entrevista clínica

El profesional de la salud mental dispone de dos herramientas útiles para la evaluación


del riesgo de suicidio: las escalas de evaluación y la entrevista clínica.

Los instrumentos psicométricos diseñados para evaluar el riesgo o la intencionalidad


suicida deben contemplarse como una ayuda complementaria que nunca debe sustituir
al juicio clínico ni a la entrevista clínica, ambos esenciales ya que además de informar
sobre el riesgo suicida, posibilitan la interacción entre el paciente y el profesional a
través del vínculo terapéutico.

Mientras los tests sólo informan del riesgo suicida, la entrevista es una intervención
activa que no sólo informa, sino también interviene activa y determinantemente en la
reducción de dicho riesgo.

En los casos en los que se sospeche un riesgo suicida, la entrevista clínica debe llevarse
a cabo con sutileza, sin prisas y con un inmenso respeto a la dificultad que para el
paciente supone hablar de una parcela tan dolorosa e importante de su intimidad. No
cuidar estos detalles puede provocar que el paciente se cierre en banda y no podamos
prevenir el suicidio.

La entrevista debe incluir una evaluación psicopatológica y social que indague sobre las
probables causas de conducta suicida en lo referente a factores psicológicos y de
contexto, tales como intentos previos de suicidio, relaciones interpersonales,
acontecimientos vitales recientes, problemas actuales, situación social, características
psicológicas relacionadas con la conducta suicida y su motivación, y —obviamente— la
valoración diagnóstica de un posible trastorno mental concomitante.

El siguiente paso de la entrevista clínica consiste en evaluar la conducta suicida a partir


de las características del intento (método elegido si es que se ha pensado en él, indagar
la posible elaboración de un plan, valorar la intencionalidad), características personales
(edad, sexo, conducta suicida previa, desesperanza, posible trastorno mental asociado),
así como informarse de posibles circunstancias concurrentes como soledad,
marginación, enfermedad orgánica grave, estatus social, etc.

La preguntas deben ser sutiles y a la vez directas: «¿Se siente sin esperanzas para
enfrentarse al día a día? ¿Cree que no merece la pena vivir y siente deseos de
suicidarse? ¿Ha hecho planes para acabar con su vida o sabe de que modo lo haría? ¿Ha
hecho planes sobre cuándo piensa hacerlo?»

Siempre hay que asegurarse de que el paciente se siente cómodo y predispuesto para
confiar sus sentimientos al profesional.

Cualquier amenaza de suicidio debe ser tenida en cuenta

Estadísticamente, la mayoría de los intentos suicidas son un grito de desesperación en


busca de ayuda, tras el cual muchas veces es posible una intervención de rescate y por
tanto de evitar la muerte.

Estos intentos se dan con más frecuencia en quienes recurren a métodos no violentos
como la toma de altas dosis de fármacos o el envenenamiento, ambos más frecuentes en
el sexo femenino. Sin embargo, la posibilidad de evitar la muerte por suicidio es mucho
menor cuando se recurre a métodos violentos como el disparo, el ahorcamiento o la
precipitación, por lo general más frecuentes en varones y ancianos.

Como norma general, siempre hay que tomar en consideración las amenazas y los
intentos frustrados de suicidio. Es un error recurrir al lugar común de considerar los
intentos como una llamada de atención, y siempre que se tenga conocimiento de uno de
ellos (o se detecte cualquier signo de alarma), se debe facilitar inmediatamente una
intervención psiquiátrica y psicológica, muchas veces con un internamiento preventivo.
Las estadísticas informan de que un tercio de las personas que tratan de suicidarse, lo
intentarán de nuevo durante los doce meses siguientes. También es un hecho que
alrededor del 10% de las personas con un intento de suicidio —o amenazas de llevarlo a
cabo— acaban finalmente quitándose la vida.

Síntomas de alerta en el suicidio

Con frecuencia —pero no en todos los casos— antes de llevarse a cabo un intento de
suicidio el paciente da muestra de ciertos síntomas o comportamientos especiales.
Aunque no hay reglas fijas, la presencia de cualquiera de estos signos o debe ser
interpretada como una alerta que active los mecanismos de vigilancia y prevención.

Es un signo de alerta que la persona saque a relucir el tema del suicidio (o la muerte en
general), que enfatice en su desesperación o que verbalice sentimientos de culpabilidad.

Son llamativas algunas actitudes como que el paciente comience a regalar sus
pertenencias personales a los allegados sin motivo aparente. Que muestre un interés
repentino e injustificado por dejar en orden sus asuntos particulares. Que hable de su
intención de marcharse sin especificar cuando ni a donde.

Otras manifestaciones que deben ponernos en alerta son la pérdida de interés por
actividades que antes resultaban placenteras, la falta de atención y concentración, así
como una ansiedad desaforada o por el contrario inhibición y actitudes depresivas.
También la aparición de comportamientos autodestructivos inusuales (toma de alcohol
en exceso, consumo de drogas, infligirse heridas en el cuerpo), así como cambio de
hábitos en las comidas, en los horarios, en el patrón de sueño y también en el
rendimiento laboral o escolar.

Hay que estar atentos a conductas extrañas, alguna obvias como la adquisición de un
arma, o bien hacer un acopio desmesurado e innecesario de fármacos.

Prevención y tratamiento del suicidio

Por su multicausalidad, no hay una solución unidireccional ni unívoca en la prevención


del suicidio y el mejor modo de abordarla es un enfoque multidisciplinario asociado a
una actuación individualizada que enfatice en la detección, tratamiento y seguimiento
del aquellas enfermedades mentales susceptibles de inducir suicidio (sobre todo
depresión, esquizofrenia, drogodependencia y estrés).

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