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Sátira hecha por Mateo Rosas de Oquendo a las

cosas que pasan en el Perú,año de 1598


Sepan quantos esta carta
de declaraciones graues
y descargos de consiencia
vieren, como el otorgante
Mateo Rosas de Oqucndo,
que otro tiempo fue Juan Sanchez.
vezino de Tucuman
donde oi un curso de artes
y aprendí nigromancia
para alcanzar cosas grandes,
puesto ya el pie en el estribo
para salir dcstas partes
a tomar casa en el mundo
dexando los arrabales,
en lugar de despedida
determino confesarme
y descargar este pecho
antes que vaia a embarcarme,
porque si en la mar rebiento
al tiempo del marearme,
para salir de sus ondas
sera pequeña la nave.
Dcxen todos sus ofisios
y vengan luego a cscuchanne;
los casados, sus muxeres,
las muxeres sus axuares,
los poetas sus consetos,
los músicos sus compases,
los yndios sus sementeras,
sus libros los colcsialcs,
las damas sus exersisios,
sus paseos los galanes,
sus silletas los comunes
y sus estrados los graues;
dexen el gato las negras, ,
los negros sus atabales,
los pulperos sus medidas,
las pulperas sus dedales,
la justicia sus corchetes,
los corchetes sus maldades.
los alguasiles su ronda
la ronda sus disfrazes.
Venga todo el pueblo junto,
no dexe de oírme nadie,
que no abra vno entre todos
a quien no le alcance parte.
y los que su propio onor
por el inicies trocaren,
dando en sus casas lugar
para que otros las reparen,
Vengan a oír mis sermones
y sabrán, si no lo saben,
que el mas amigo se rie
de su proseder infame.
Oiganme con atension, .
ninguno tosa ni parle,
que en cada rason que pierden
pierden un amigo grande.
…………………………..
Una vez fui en Tucuman
debajo del estandarte,
atronado de trompetas
de pifanos y atabales,
y caminamos tres dias
unos llanos adelante,
fundamos una ciudad,
si es ciudad cuatro corrales,
y quando el Gobernador
tuvo nombrados alcaldes,
hizome juez oficial
de las haciendas reales.
Xuntamonos en cabildo
todos los capitulares
escribimos al Virrcv
un pliego de disparates,
que por franquear el sitio
para pueblos y heredades,
fuimos con mucho trabajo
para romper adelante ;
que peleamos tres dias
con veinte mil capaianes,
salimos muchos heridos
sin haber quien nos curase;
que en pago deste servicio
nos acudiese y honrase
enviandonos esenciones,
ió franquezas y libertades.
Mas pues viene la cuaresma,
y tengo de confesarme,
yo restituyo la honra
a los pobres naturales,
que ni ellos se defendieron,
ni dieron tales señales,
antes nos dieron la tierra
con muy buenas voluntades,
y partieron con nosotros"
de sus haciendas y ajuares ;
y no me de Dios salud
si se saco onza de sangre.
Y en esto de pretensiones,
si tiene de aprovecharme,
como a otros valen mentiras,
válganme a mi las verdades ;
aunque con haber tan pocas,
son muy poco lo que valen.
Vosotros, soldados pobres,
solos, tristes, miserables;
los que sin ir a Palacio
andáis por los arrabales,
y en conservar vuestras vidas
mostráis ingenios mas graves
que Juanelo en su artificio
y en los reloxes que haze,
que el saca el agua del rio,
vosotros el pan del aire ;
aborrecidos del mundo,
corridos por las ciudades,
hechos fantasmas de noche.
y de dia mendigantes ;
de los casados celosos
enemigos capitales,
perdonaldes su rencor,
que al fin coméis de sus carnes :
ellos abrieron la tienda
en quo vosotros comprastis.
en sus despensas comistis,
en sus saguanes scnastis,
bestistis a costa de unos
\ a costa de otros calsastis,
y alguna vez que faltaron
en su cama os acostastis,
y viniendo de la guerra,
en su casa dcsarmastis,
\ os saludaron las aguas
quando a sus fuentes llegastis.
Oid deste compañero
mil avisos importantes
que a rompido todo el mundo
para alcansar lo que sabe.
O que trabaxosa vida !
que lastima tan grande !
Que compasión os tendra
quien se llegare a escucharme !
Que batallas de fortuna,
que de golpes, que de sangre !
que de presunciones vanas,
fundadas en disparates !
Cuantas veces vais al rio
a ver si ay quien os labe !
De cuantas negras sois negros,
de cuantas mestizas paxes !
de cuantas feas escuderos !
de cuantas indias galanes !
De cuantas negras de noche
tomáis el plato en la calle
cuantas hurtáis juguetes
para dar en otras partes!
Que almidonados los cuellos !
las camisas sin lavarse,
porque tienen mas banderas
que el entierro de un Infante.
Desdichado el de vosotros
que para calificarse
gasta la vida en la guerra
sin dormir ni desnudarse.
y el bellacon que se ocupa
en exercicios infames,
canonizado del vulgo,
va el domingo a pasearse,
si a su lado os ponéis,
i dice que sois un bergante,
y todo el pueblo le acude
y a vos no os acude nadie.

La Sátira a las cosas que pasan en el Pirú es un romance satírico de más


de dos mil versos. Pedro Lasarte define el poema como: “...denuncia
satírica, que recae principalmente sobre las actividades sexuales de las
mujeres y la ostentación y oportunismo de la corte, llega[ndo] a crear una
imagen global denigrante de la vida virreinal” (Lasarte 1990: xix). La sátira
adopta la forma de sermón y testamento y comienza con la convocación de
todos los miembros de la sociedad limeña que tienen “ofisios”, desde los
casados y sus mujeres, pasando por poetas, músicos, indias, colegiales,
damas, comunes, negras y negros, pulperos y pulperas, hasta llegar a los
alguaziles y la rronda (vv. 23-42). El narrador tiene el objetivo de transmitir
de manera crítica una experiencia de la que él mismo participa,
convirtiéndose así en actor; tal convocación también tiene como propósito
explícito la despedida, ya que la voz narrativa anuncia su decisión de
abandonar el Perú.

Oquendo introduce en su lenguaje


voces caribes,
nahuas, que dan como resultado
un español
que ha dejado de ser ibérico
para pasar a ser netamente
americano.
juzgo pertinente convocar a
estas tablas universitarias a un poeta sui generis: Mateo
Rosas de Oquendo, para que nos ofrezca con su obra
una singular claraboya desde la cual podamos mirar al
mundo colonial de fines del siglo XVI y principios del
XVII desde una perspectiva inédita.
I
Aunque la obra de este poeta no es muy extensa (por
lo menos hasta donde se tiene noticia), hay en ella elementos
muy valiosos que nos ayudarán a comprender
tanto la vida cotidiana de la Ciudad de México de aquellos
días, como algunas particularidades de su devenir
social. Por ello, la producción que reviste mayor interés
para su comentario es aquella donde la sátira se erige
como el aliento vivificador del texto, dado que en ella
el poeta vuelca no sólo sus mejores aciertos estilísticos,
sino que lo lleva —quizá sin conocimiento de causa— a
fijar de manera literaria lo que bien podemos denominar
como albur primitivo.
Oquendo, como muchos autores de la época, es un
autor que presenta problemas desde que se intenta establecer
su identidad e historia, elementos que, en su
caso, serían de gran utilidad para enunciar con mayor
seguridad los juicios que se han de emitir sobre su obra.
Nace probablemente en Sevilla cerca de 1559 y en algún
momento de su vida viaja hacia América, sin que
se sepa la razón de este viaje, ¿placer?, ¿problemas con la
Inquisición?, ¿líos de faldas?, él mismo en uno de suspoemas dice “por
muxer perdí mi patria”. Su periplo en
el continente comienza en el Perú, a donde llega aproximadamente
en 1584, para después viajar hacia la Nu eva
España a principios del siglo XVII, lugar donde redacta
un documento seudo histórico cuya fecha es el último
signo que hay sobre la existencia de Oquendo: 1612;
posteriormente a esta fecha no se sabe nada de él. Si regresó
o no a España, el año y lugar de su muerte, y otros
datos de su existencia aún están por establecerse.
Los problemas con su identidad no terminan aquí,
ya que incluso la veracidad del nombre por el cual lo
conocemos hoy día se encuentra en tela de juicio por
dos razones fundamentales: que ni en el Archivo de Indias
(1577-1584), ni en las actas de pasajeros a Indias
(1575-1577) se han encontrado indicios de nadie llamado
Mateo Rosas de Oquendo, y que por el uso reiterado
de seudónimos en su obra (Andronio, Lucino,
Jerónimo, Juan Sánchez) se puede sostener la hipótesis
en la cual el susodicho precisa de la máscara para poder actuar,
entonces, por extensión, Mateo Rosas de Oq u e n d o
puede también ser un seudónimo.
Una vez que ha quedado en claro (¿?) la condición
“fantasmal” y por tanto proteica de nuestro poeta, hay
que considerar varios aspectos particulares de la escritura
oquendiana. En primer lugar, es preciso comentar
que los originales de los poemas que cito en este ensayo
se encuentran en un manuscrito catalogado con el
número 19387 ubicado en la Biblioteca Nacional de
Madrid bajo el título Papeles varios de varios poetas.1 Si
bien los textos se encuentran escritos de manera homogénea
en cuartetas octosilábicas (con ciertas excepciones,
producto del descuido), la ortografía presenta u n a
anarquía tal, que sólo podemos atribuirla a una conciencia
transgresiva radical, o a que nuestro poeta era un
analfabeta funcional.
Los comentarios a su obra los comenzaremos con un
breve recorrido por la parte “seria” de ella, para que, a
través de la comparación, podamos aquilatar la valía de
sus textos satíricos.
Entre sus crónicas encontramos la Memoria de las
cosas notables y de memoria que an susedido en esta ciu -
dad de la Nueba España desde el año de 1611 asta hoy,
sinco del mes de mayo de 1612 (sic). Este texto se encuentra
enmarcado en una “moda” muy de la época:
redactar relaciones de sucesos notables. Por lo quecuando en 1612 hubo un
levantamiento de negros y
mulatos, Oquendo registra este hecho desde la pretendida
objetividad que otorga el estar presente en el suceso
histórico, la óptica desde la cual parte para redactar
su crónica, a diferencia de la hecha por su contemporáneo
Mateo Alemán, tiene todos los elementos de lo
que hoy día denominaríamos como amarillismo periodístico.
Es decir, que la prosa de Oquendo hace alarde
en el uso de la hipérbole en cuanto a la descripción de
las acciones que observa, así como de los elementos
que las constituyen; por otro lado, explota el morbo de
la gente al presentar en detalle los sucesos sangrientos.
Veamos un ejemplo: el miércoles 18 de abril la ciudad
es anunciada de que mil negros van por la calzada de la
Piedad, por lo que “salió todo México a pie y a caballo
con grandísimo ánimo (...) ubo muchas luces (...) porque
hasía muy escuro y estaba lloviendo” (nótese cómo
prepara psicológicamente al lector por medio de la ambientación)
continúa: “(...) los pobres españoles (iban)
por el lodo, y las muxeres y los niños llorando a las
puertas y ventanas, que daban gran dolor”, (si Goya
hubiera estado ahí) la tragedia está ya cerca... la matanza
sanguinaria de niños y mujeres a manos de
negros endemoniados
se acerca, pero... “no
ubo negro ninguno” ni
mártires, ni nada.
II
Existe un texto que si bien está ya escrito
bajo la inspiración de la sátira,
aún no llega a ser el punto álgido
de la expresión lúdica de
Oquendo. Me refiero a la
Sátira2 que hizo un galán a
una dama criolla que le alaba -
ba mucho a México (en adelante
Sátira ) donde el poeta toma el
papel de parodiador desmitificador.
En este poema escrito a su llegada a
la Ciudad de México, Oquendo se burla de la
fisonomía de la ciudad, de las costumbres y sus
gentes. La pluma del poeta desacraliza la visión
idílica de México propuesta por Bernardo
de Balbuena, todo lo alto, lo “noble”, lo que los poetas
cultos suelen cantar con la mano en el pecho y la
pluma de ganso en el sombrero es puesto por los suelos,
mientras que lo socialmente condenable es elevado
a alturas mal vistas por las buenas conciencias y las
normas de comportamiento.3 Veamos el asunto con
m a yor detenimiento, la dama “Mi señora mexicana” es
amenazada de ser golpeada “que si le doy coplas hoy
/mañana le daré azotes” si persiste en su afán de loar a
México, y Oquendo nos dice que “ Yo no vine de Cast illa
/ a beber cacao pinole /ni a ver en México damas, /
sus plazas, calles, ni coches”. En este texto, a través de la
c o mparación constante con España, Oquendo nos
muestra una ciudad donde la ve rdad es excepción y la
mentira gobierna holgadamente, donde sus casas son
tan sólo “cuatro adobes” infestadas de chinches y ratones,
inclusive uno de los productos culinarios que
América le dio al mundo, el cacao, es duramente vituperado
pues “caca no se come”. Para Oquendo, en la
época en que escribe la Sátira, la Nueva España no es
más que el reflejo de los vicios de la península, todos
ellos están aquí y de manteles largos, a éstos habría que
sumarle los vicios propios de los naturales, entre los
que se encuentra la homosexualidad: “(...) en la misma
miseria / do se afeminan los hombres / y los hijos que
producen / ellos de serlo se corre n”. Es curioso observar
la burla que hace del lenguaje indígena, para él son
nombres dignos “de la barca de Aqueronte”, sin embargo
usa estos vocablos a lo largo de su producción poética,
y no pre c i s a m e nte desde el ángulo de la sátira, sino como
un elemento lingüístico necesario e intrínseco a su
escritura, cuya asimilación tiene como resultado un
lenguaje mestizo.
III
Hay en la producción oquendiana verdaderas joyas de
lo que se puede llamar el estilo popular o, por lo menos,
obras profundamente influenciadas por éste, debido
quizás a que él, en su vida de poeta diletante, conoció
los arrabales, las pulquerías y los callejones tapizados
con multicolores prostitutas; lo importante no es sólo
que conociera a esa gente y su entorno, sino sus usos
del lenguaje. Para Oquendo la escritura no era sólo un
g o zo estético o un oficio pagado por la nobleza, era fundamentalmente
una forma de sobrevivir, componiendo
coplas y jugando a las cartas como todo un lazarillo sanguinolento.
Gracias a las razones anteriores y seguramente a su interés
lingüístico (probablemente inconsciente) Oquendo
i n t roduce en su lenguaje voces caribes, nahuas, que dan
como resultado un español que ha dejado de ser ibérico
para pasar a ser netamente americano.
Existe un romance que amén la riqueza de vocabulario
mexicano utilizado y sus referencias gastronómicas,
tiene como protagonista por vez primera a un mestizo,
de ahí que sea de suma importancia comentarlo. El
texto comienza con una suerte de exordio: “ ¡Hay, señora
Juana! / Busarsé perdone / y escuche las quexas / de
un mestiso pobre;4 / (...) hidalgo y noble, (y de padres)
hixos, / de conquistadores” el mestizo, llamado Juan de
Diego (nótese la semejanza con el Juan Diego al que se
le aparece supuestamente la Virgen María) pretende
conquistar a una mujer llamada Juana.
Si bien el texto está escrito siguiendo los cánones
clásicos pertinentes al caso, el uso de los tiempos de la
primera y la tercera persona es muy original, ya que
en primera instancia parece ser que el yo poético le
h abla a un tú, y nosotros escuchamos directamente al
yo dialogar, pero en verdad sabemos de sus cuitas gracias
a un tercer personaje que se encuentra fuera de la
escena como testigo: “Aquesto cantaba / Juan de Diego
el noble”.
Ahora bien, este mestizo es valiente, puesto que capa
toros, y no le tiene miedo a los españoles que en su
boca pasan a ser “esos” es decir, los otros, algo completamente
ajeno, de aquí podemos deducir que la conciencia
de ser americano, ya no indio, ya no español, está ya
más que en ciernes.
Entre la variedad de referencias gastronómicas que
contiene el texto encontramos: “tamales”, “elotes”, “xolote”,
“camotes”, etcétera, pero hay una en especial que
llama la atención por su permanencia desde los tiempos
de la Conquista en las crónicas, me refiero al “chismole”.
Recordemos cómo los primeros cronistas, entre
ellos Bernal Díaz del Castillo, cuando temían perder la
vida a manos de la “costumbre antropofágica” de los
indígenas, siempre hacían referencia a que se los iban a
comer en chismole. In t e resante es observar cómo años
después, Juan de Diego lo utiliza de la misma manera,
cuando dice que no le teme a los arcabuces, ni a los perdigones
de los españoles sino que “de contento” se los
come en “chismole”.
IV
Después de los aperitivos anteriores es momento de abordar
un texto en prosa donde encontramos al Oquendo
alburero; en este escrito tenemos la primera referencia
fijada literariamente del albur mexicano tal como lo conocemos.
El albur en un principio se refería únicamente
al juego de cartas, posteriormente tomó el sentido de
juego de palabras con referencias a lo sexual donde se
busca burlar al otro, provocando al mismo tiempo la
risa. Este tipo especial de lenguaje precisa de un código
de desciframiento compartido entre el emisor y el receptor.
5 En este acto de comunicación encontramos
también cierto espíritu carnavalesco, en el tratamiento
de lo escatológico y de familiaridad en que se encuentran
los individuos que se alburean. El texto al que aludí
al principio de esta sección se titula Carta que enbia
un aperador a su señora. Es este escrito una relación del
estado en que se encuentran los bienes de cierta “señ
ora,” así como de un pequeño recuento del devenir
social del lugar. Sólo citaré los ejemplos que a mi juicio
representan la mejor muestra del primitivo albur mexicano
en voz de Antón Calco el Romo, 6 quien al dirigirse
a su señora le dice:
(...) (ha) abido buena cosecha, y os lo tengo todo adentro,
que no hay nada de enzerrar (...) el montón de las
bellotas eché xunto al de los garbansos, y como estava
uno cerca del otro, se rrebolvían. Yo os arrempujé todas
las bellotas hasía la parte de dentro, y os saqué el garbanso
un poco fuera...
Y un párrafo más abajo dice: “No falta, mi ama, otra
cosa sino que os metan este año más que os metieron en
el pasado, porque siendo ansí, estaréis más contenta, ya
mí no me pesará de ello”. Con los siguientes renglones
nos muestra Oquendo su agilidad en el manejo del equívoco
en el lenguaje. “Mi ama: buestros vinos están muy
buenos; sólo la cuba de medio se salía por el aguxero”.
Por otro lado tenemos el elemento grotesco- carnava l e sco
que es una suerte de relato inserto:
Con Antón Be r m e xo, que fue Alcalde el año pasado,
t uvo un fuerte pleito Pascual de Antoxa, sobre la burra
que le acreo; porque abía muerto una lechona de María
Alonso, la prieta. Descárgase al Alcallde con desir que
ay ley que quien mata muera; y asi me parece que ahorcarán
a la triste burra.
Al final de su misiva, cuando el lector ya no guard a
sospecha alguna de que remitente y destinatario no sólo
guardan relaciones laborales sino íntimamente sexuales,
el amante le dice a su segundo frente que “el motilón os
hará entender lo que se trabaxó en rro p e ros el pedaso de
enmedio, que cae entre el monte negro y la tierra del majuelo barbechado”.
La interpretación de estos textos es
obvia, mas, como en la sección de los griegos y los romanos
del Libro de Buen Amor, que cada quien interprete
según su sapiencia, su conciencia y su malicia.
Como hemos visto a través de este rápido recorrido
por la obra de nuestro poeta novohispano, su carácter
lúdico lo lleva a trastocar todas las reglas (gramaticales,
sociales); su actitud recuerda en más de una ocasión al
modelo del pícaro, y, por supuesto, al Arc i p reste de
Hita, ya que los dos, a través del equívoco y de la sátira,
toman determinada actitud crítica que se ve acentuada
gracias a que recurren a la risa. Risa que obliga al
que ríe y al que la provoca a llevar a cabo operaciones
mentales en las que dos elementos antitéticos chocan
frontalmente, produciendo un tercer elemento que contiene
en su seno una polisemia que supera la suma de
sus constituyentes.
Hasta aquí el periplo. Y como bien diría Oquendo
tras la máscara de Andronio “adiós, que la pluma es
mala, / y es torpe mi tosco inxenio”, vale.

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