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"El Lugar Del NiÑo Y Su Implicancia En La ClÍnica (i)"

(*)trabajo Presentado En El Marco De La 15 Jornada Anual De Prosam. Xv Jornada Anual De Prosam En El Hotel Sheraton
El 9 De Noviembre Del 2013 “el Proceso Terapéutico Hoy: Cómo Prevenimos, Cómo Diagnosticamos”

Ana Arce

Desde mi entrada a esta Institución como prestadora, hace cuatro años, he tenido muchas
ganas de participar en estas Jornadas anuales que organiza PROSAN, tan propicias para el
intercambio y el lazo social entre colegas. Esta vez me sentí muy causada por la convocatoria
por lo que la decisión de mi participación no se hizo esperar. El tema que me propongo
pensar es: EL LUGAR DEL NIÑO Y SU IMPLICANCIA EN LA CLÍNICA
El título de esta presentación contiene una ambigüedad en su estructura gramatical. Es
una estructura de dos lugares y una relación. Por un lado el lugar del niño como agente en
relación a su implicancia en la clínica y los destinos de la cura y por el otro el niño como objeto
en relación al lugar que le otorga el analista y su implicancia en las consecuencias de la cura.
Es decir, el del de la estructura gramatical viene a indicar, como genitivo subjetivo, el lugar en
la clínica de un niño implicado y, como genitivo objetivo, el lugar otorgado al niño en la clínica
por parte del terapeuta. Uno u otro lugar dependerán de la operatoria del analista.
La práctica con niños nos confronta a una multiplicidad de demandas que hacen a la
particularidad de esta clínica: la demanda de los padres, de la escuela, de los docentes, de
los médicos, de las instituciones, de los orientadores. Los niños no vienen solos a la
consulta, son traídos por los padres. Los padres tampoco llegan solos, portan con su
demanda la demanda de todos esos otros que tienen que ver con el niño pero también con
ellos, con su ideal, con su síntoma o su fantasma. Desde la primera consulta ellos llegan y
hablan, nos hablan del niño. Si escuchamos con atención y no nos perdemos nos percatamos
que no necesariamente nos hablan de ese niño . Nos tendremos que preguntar entonces ¿de
qué niño se trata? ¿Qué niño resuena en el discurso de esos padres? (1) ¿con qué niño
vamos a trabajar?.
Rápidamente advertimos la fascinación que produce dejarnos llevar por la historia que se
nos ofrece y nadar en ese océano de significaciones para buscar algún soporte que nos
rescate del naufragio. Debemos evitar perdernos, no se trata de eso. “Se trata entonces
del niño como significante, del lugar del niño en el mito familiar, de su historia, de su
prehistoria pero también de la realidad concreta de ese niño que es traído a la consulta, de su

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entorno familiar y escolar”.(1). El significante no viene con un significado abrochado sino
que arrastra efectos de significación que son imponderables. No vale porque designe
inequívocamente cierto significado, sino por las significaciones que se van generando” “Hay
significantes que se repiten bajo transformaciones de generación en generación. En ese
sentido hay significantes que marcan al sujeto y con los que se identifica que auguran
diferentes destinos”. (2)

Una colega juega con su paciente en presencia de la mamá, una chiquita de ocho o nueve
años. La escena transcurre en el hospital, juega a cargarla sobre sus espaldas a caballito.
Antes había tenido lugar una serie de relatos de la madre en relación a la historia de adopción,
de las dificultades y tropiezos en la crianza de la niña. La niña tiene una tendencia al
aislamiento por lo que el juego y las risas que éste le suscita son toda una novedad. Al
finalizar el encuentro, al despedirse de la terapeuta, le madre dice: “ella es así, es una bolsa
de cemento”. Se trata de una niña con sospechado diagnóstico de psicosis y con algunos
rasgos de autismo. Sabemos de los riesgos de hablar prematuramente de un diagnóstico en
la infancia temprana pero hay cosas como estas que no podemos dejar de escuchar y nos
orientan en la clínica. Podemos pensar que no es alentador el destino para esta niña. Esta
niña viene al lugar que le es asignado al hijo en la constelación familiar. Para esta madre un
hijo es como un objeto pesado, algo a cargar sin que se le suponga alguna subjetividad.
“Las entrevistas preliminares nos permiten desplegar todo lo que tenga que ver con el mito
que se irá extrayendo de a poco, muestran la tendencia dominante del lugar que ocupa el
niño en ese mito” (3) En este sentido, tendemos a darle consistencia a la demanda de los
padres y a darle estatuto de patología a los motivos por los que consultan, o a tomar esos
significantes como los significantes que representan al niño. Inmediatamente indagamos con
técnicas con el fin de encontrar alguna fantasía o extraer datos significativos que confirmen
esa nominación, ese problema o esa enfermedad. Por el contrario, se trata de entender la
etapa diagnóstica o la llamada Orientación Diagnóstica como lo que es, la posibilidad para el
analista de orientarse y de orientar la consulta, de poder ir más allá del enunciado
preconsciente del motivo de consulta y dar lugar a la enunciación, a la apertura del
inconsciente que se pone en juego en el discurso. Será responsabilidad del analista, con su
operatoria, conducir estas entrevistas hasta las puertas del tratamiento en la medida que se
dé lugar a la demanda del niño. Se trata de que el niño pueda subjetivar su síntoma,
desplegar las significaciones que dieron respuesta a lo enigmático del deseo del Otro.

Una madre consulta por su hija de once años, no deja de meter bocado, mete cuchara en
toda conversación, es ansiosa y está un poco excedida de peso. Decido conocerla. Su
ansiedad es uno de los motivos por lo que la niña justifica su pedido de ayuda. Habla de un
próximo campamento que compartirá con sus compañeras. Se disputan los lugares en las
carpas, la excluyen o la incluyen a su antojo, se pelean entre ellas. Cuando intenta mediar o
tomar alguna decisión le dicen que cierre la boca. Se declara ansiosa por querer que llegue

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pronto el momento del campamento. Le muestro que en realidad las ansiosas son sus
amigas que no la dejan ni hablar, sus ganas parecen ser tan legítimas como su ansiedad.
Pide que la ayude a calmar su ansiedad.
El papá está ofendido con ella desde que “le sacó pesos” de un frasco lleno de monedas
que él deja en los estantes de su escritorio a la vista de todos. También le robó golosinas
que almacena en un baúl en su dormitorio. Según su papá “ella se tiene que cuidar con la
comida y come lo que no tiene que comer”. El es el que prohíbe y tienta a la vez. Aunque
está excedido de peso, parece el único autorizado a comer y a tentarse. No atina a
suponer ninguna otra motivación al acto de su hija que no fuera el de comprarse golosinas o
comida. Piensa que” no hay nada que pueda buscar que no tenga en su casa”. Uno ahí
se pregunta : si tiene todo lo que necesita en su casa : ¿ por qué tendría que robar en ese
mismo lugar?. o ¿por qué necesitaría comprar golosinas afuera?.
Continúan las entrevistas con la niña. Cada vez que finaliza la sesión me hace la
advertencia que viene porque los padres se lo piden, porque están preocupados y no porque
ella lo esté. Lo dice al finalizar cada sesión, en plena despedida. Considera que su
ansiedad la puede manejar. Pone al tratamiento en las coordenadas necesidad y obligación.
En lugar de asistir a sesión preferiría ir a tela, actividad que hace tres veces por semana.
-Se abre así un tiempo transferencial donde se pone en juego su división: ¿tendrá que
comerse lo que el tratamiento le presenta como necesidad o podrá acceder afuera a lo que le
gusta? Esta es la escena transferencial que se ofrece a desplegar.- Se dice golosa, querría
poder ver la caja de bombones del papá abierta , con luces y brillos, poder acercar su mano y
decir no debo, no debo” (hace el gesto de acercarse a una caja de juego del consultorio). Me
pregunta cuánto tiempo más tendrá que venir. Deja planteada así una encrucijada entre dos
alternativas. Le propongo la posibilidad de considerar al tratamiento también como un lugar
elegido. Lejos de estar obligada a venir la dejo librada a la posibilidad de elegir. Se sumerge
en un largo silencio sin poder responder. Le doy tiempo para pensarlo hasta la próxima
sesión. Finalmente elige continuar porque dice que le hace bien.

Otra dificultad en la clínica es la del lugar que ocupamos en la cura. Si encarnamos el lugar
del ideal tendemos a calificar en términos de positivo o negativo las conductas o las
dificultades del niño o a aliarnos con los padres o la escuela en relación a esa valoración.
Pasamos a ocupar el lugar del padre o la madre ideal y hacemos así una sustitución de lugar.
De una u otra forma la cura queda teñida de una tonalidad moral. Entran a jugar los
prejuicios o ideales en lugar del deseo del analista que, como operador, promueve el vacío
que propicia la elaboración del síntoma.

Recibo el pedido de una madre joven que consulta por su hijo de tres años por indicación
de su pediatra. Es madre soltera de una relación casual, no mantuvo un vínculo con el papá ni
le dio una existencia simbólica para su hijo. El abuelo es el que ejerce fallidamente la
necesaria función paternal..

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El niño aún toma mamadera y usa pañales. Al momento de defecar es una condición tener
el pañal puesto y estar desnudo para no ensuciarse. Es inquieto y no cesa de deambular
cesa en su deambular, no hace caso, nadie lo puede parar.
A las primeras sesiones lo traen los abuelos ya que la madre se ve impedida por su horario
laboral. Estos abuelos se dirigen al niño llenándolo de palabras que resultan tan vacías e
invasivas como la intromisión del niño por los objetos del consultorio. Deambula sin detenerse
en ninguno. Se muestran resistentes a cualquier intervención, resistencia que también se
pone en juego para que el niño acceda a la escolaridad. La consulta se hace efectiva en el
momento en que la cultura los interpela a producir una separación, tener que incluirlo en
alguna institución escolar. Sólo asistió unos pocos meses a una sala de Jardín.-
Poco a poco la madre toma su lugar en la cura, se empieza a poner en juego su dificultad
en asumir su función, a poderse autorizar, a ir más allá de la descalificación que le viene de
su mamá. Hace sus preguntas, formula su pedido, participa de las sesiones con su hijo.
Mis intervenciones frente al niño tienen que ver con hacer cortes a su deambular, que pueda
elegir con qué jugar, que la elección lo confronte con poder perder o renunciar, a dar lugar a la
palabra, que pueda simbolizar.-
Mientras hablo con su mamá, el niño deambula de un lado a otro del consultorio, cuando de
pronto dice : “oigan, escuchen, doctora escuche”, (tiene un revolver de juguete que encontró
en un canasto) apunta con él a su madre en la cara mientras dice “vos mira acá que yo
disparo”. Intenta captar con su demanda el deseo de la madre ofreciendo su pistola como
señuelo. Al desviar su atención intenta escapar y encontrar una salida a su alienación. La
demanda se hace escuchar en presencia del analista siendo una oportunidad para orientar la
cura. El juego aparece como una alternativa diferente. De sus escapadas del consultorio o
su deambular loco, se pasó al juego del escondite, a poder sustraerse, a contar y a ser
contado, a tolerar la espera, a buscarme y encontrarlo.

Se trata de interrogar el estatuto de la demanda en la clínica. No sólo es importante tener


en cuenta el lugar de los padres sino la respuesta del niño a sus demandas. Considerar al
niño en su papel activo, dar lugar al sujeto, a su estructura subjetiva en sus tres registros,
tanto real, simbólico como imaginario.
Niño no es un concepto de la teoría psicoanalítica, tampoco tiene un lugar en la estructura
por lo que sólo es posible abordarlo si lo suponemos sujeto. No debemos olvidar que
tendemos a sustancializar al sujeto y confundirlo con el niño al que le asignamos
determinados atributos, intenciones o deseos. Si hablamos de sujeto hablamos de un sujeto
dividido entre lo que cree decir y lo que dice, un sujeto que no sabe lo que dice. Para hablar
del sujeto tenemos que hablar del significante, un significante es lo que representa al sujeto
para otro significante. El sujeto es falta en ser, no hay significante que lo represente. El deseo
del sujeto es el deseo del Otro. Frente a la falta de lo simbólico buscará identificarse al objeto
que al Otro le falta por estructura y consistir en ese lugar.
Cuando recibo a los padres en la primera entrevista y luego de escucharlos les hago saber

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que es muy importante que estén preocupados pero que no es suficiente. Es necesario que
algo le incumba al niño y que lo impulse a venir. Preparo así las condiciones para el primer
encuentro. Resulta una operación de corte que instaura distintos lugares: el lugar del niño
como diferente del lugar de los padres y el lugar de la palabra como una nueva dimensión. De
esta manera condiciono el inicio del tratamiento y su destino al lugar que ocupe el niño en la
cura.
Para los tratamientos que se llevan a cabo a través de Prosam, hay una “Planilla de
Objetivos” donde se escribe el motivo de consulta y objetivos del tratamiento. Se espera que
sea completada por los padres junto con el terapeuta. Propongo a modo lúdico que el niño
escriba en ella sus motivos.
Los que trabajamos con el niño, aunque necesitemos de muchos otros objetos para
mantener una relación con él como los juguetes, las hojas, los lápices o cualquier otro soporte
que hace a la especificidad de nuestra práctica, no debemos olvidar que se trata únicamente
de palabras y que es del sujeto de quien nos ocupamos. Como nos hace saber Lacan en su
texto “La Ciencia y la Verdad”, de nuestra posición de sujetos somos siempre responsables.
La posición del psicoanalista no deja escapatoria, puesto que excluye la ternura del alma
bella. Toda tentativa de hacer encarnar al sujeto es errónea. Del mismo modo hacer
desempeñar al niño el papel de subdesarrollado enmascara la verdad de lo que tiene de
original en la infancia. Original no en el sentido de origen o desarrollo sino lo original del
encuentro con lo real.

A modo de conclusión un breve recorte clínico:


Unos padres consultan por su hijo próximo a cumplir sus trece años: es único hijo, no puede
dormir solo, desde que era muy chico requiere de la presencia del padre al lado de su cama
para poder dormir. Esta condición no se cumple cuando está muy cansado o cuando se
queda a dormir algún amigo o compañero. Como contrapartida, es independiente o toma
decisiones que no le corresponde a un niño de su edad, como disponer de la plata y decidir
pagos sin la autorización de los padres (como pagar en la escuela un campamento)
Me propongo relatar un recorte de una sesión con el niño. Me pasa, en este caso en
particular, que no sé de qué manera nombrarlo mientras lo escribo, si referirme a él como
niño o como adolescente, creo que algo de esto es lo que está en juego. A poco de iniciado
el tratamiento, estamos jugando al cuatro en línea Me habla de sus otros tratamientos donde
lo único que hacía era jugar. Le muestro que en realidad es lo que el eligió hacer conmigo en
este momento. Me propone interrumpir el juego para poder hablar. Me dice que sus miedos
no son el único motivo por el que viene acá, hay otro motivo que aún yo no sé y que él quiere
resolver. Desde chiquito le da miedo las películas de terror pero él las ve igual, cuando eso
ocurría cuando era más chico gritaba llamando a su mamá. Dice, “ ¿Viste que lo que da
miedo es tentador? Uno está viendo una película, se tapa los ojos y abre los dedos de la
mano para seguir mirando. Ya te dije, los miedos son tentadores. Antes me daba miedo el
payaso asesino o los muertos vivos. Ahora eso no me da miedo, me da miedo cuando miro

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los programas que hablan de fenómenos paranormales, de los espíritus de los muertos que
nos siguen visitando. De noche me da miedo que los fantasmas estén por el pasillo que da a
mi dormitorio, que me quieran matar”. Durante su relato se acerca a mi oído y en tono más
bajo, en forma de confidencia o de secreto, dice sonriente: “no importa total el que duerme
más cerca de la puerta es mi papá. . .”. Da a saber el verdadero motivo que lo impulsa a
venir, el terror frente a la posibilidad de que ese deseo infantil que inviste a su fantasía se vea
alguna vez cumplido, con la angustia o la culpa que suscita. Culpa que justifica su pedido de
ayuda y subjetiva la consulta. Muchas Gracias por compartirlo.

Bibliografía :

(1). Rodulfo, Ricardo, “El Niño y el Significante”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1996.
Lacan, pág. 17
(2) Ídem pág. 25
(3) Ídem pág. 27
(4)
Lacan, Jacques “ La Dirección de la Cura y los principios de su poder”, Escritos 1, Siglo XXI
Editores, Buenos Aires, 1985.

Lacan, Jacques “La Ciencia y la Verdad” Escritos 2, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1985,
pág. 837
Miller, Jacques Alain, “Introducción al Método Psicoanalítico” Cap.I y II
1997, Edit. Paidos
Peusner, Pablo, “El sufrimiento de los niños”, Ediciones Psiqué, 1999

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