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ANFITRIÓN
LA COMEDIA DE LOS ASNOS
LA COMEDIÁDE LA OLLA
Traducción
José M.a Guinot Galán
Edición
Gregorio Hinojo
COLECCIÓN AUSTRAL
ESPASA CALPE
Primera edición: 15-X-I994
Segunda edición: 4-1-1995
B ib l io g r a f ía .............................................................. 47
Impreso en España/Printed in Spain
Impresión: NO TIG RAF, S. A.
ANFITRIÓN
(AMPHITRUO)
Introducción ........................................................... 53
Argumento I ......................................................... 61
Argumento II ........................................................ 61
Prólogo ................................................................. 63
Editorial tspasa Calpe, S. A . Acto I ..................................................................... 69
Carretera de Irún, km 12,200. 28049 Madrid
Acto II ................................................................... 91
Acto III ................................................................. 109
Acto IV ................................................................. 117
A ctoV ................................................................... 119
Í ' - a ú v
INTRODUCCIÓN
char de todo el que entra en su casa. Cuando su viejo y plautmo logra imponerse de forma un tanto forzada en
acaudalado vecino, M egadoro, viene a solicitarle la una tram a complicada y de difícil solución, pro b ab le
mano de su hija Fedria, piensa que ha advertido la exis mente por la intervención y ayuda de Lar, encargado
tencia del tesoro y que sólo le mueve el interés por el de velar por la protección del hogar y el bienestar de la
dinero; da, sin embargo, su consentimiento con la con casa.
dición de que el pretendiente renuncie a que su hija Se puede afirmar que el carácter y la psicología del
lleve dote. M egadoro, satisfecho y orgulloso, inicia los avaro no constituyen el hilo conductor de la comedia y
preparativos de la boda y alquila los cocineros para que son un mero pretexto para entremezclar historias pa
organicen el banquete. El viejo Euclión, angustiado ralelas y acumular escenas y situaciones cómicas. Con
por la pérdida o el robo del tesoro, busca un lugar se razón la ha calificado F. D ella C orte 1 de com edia
guro en el que ocultarlo; lo deposita, en prim er lugar, «compleja», composita, ya que a la doble y divergente
en el templo de la Bona Fides y, posteriormente, en el tram a se une la caricatura y la burla del viejo atorm en
bosque de Silvano, pero es descubierto, pese a sus in tado que acumula, junto con los defectos y rasgos del
numerables precauciones, por el esclavo de Licónides, avaro tradicional, los de un enloquecido y misántropo
que lo roba con la pretensión de com prar su libertad. personaje, temeroso y desconfiado de todos los que le
Paralela y entrecruzada con la historia de la olla dis rodean.
curre tam bién la de Fedria, la hija de Euclión, violada Aunque la crítica tradicional ha sido persistente y te
en las fiestas de Ceres por su am ante Licónides, so naz en propugnar alguna obra de M enandro, más con
brino de M egadoro, el acaudalado pretendiente acep cretam ente el Dyskolos, como modelo de la Aulularia,
tado por el padre. Cuando ya se acercan las fechas del basada en el paralelismo de algunos versos y en la exis
parto, el joven enam orado se decide a explicar a su fu tencia. de un cierto análisis de caracteres, la publicación
turo suegro su acción anterior y se compromete a ca del Díscolo ha desbaratado la hipótesis2, aunque no ha
sarse con su hija. El pobre padre se halla en un mo impedido que se siga reclamando la autoría de M enan
mento de turbación y de nerviosismo, próximo a la lo dro para el original griego. Ello no es óbice para que
cura, por el robo del tesoro, e interpreta como alusivo nuestro com ediógrafo, deudor de toda la Comedia
a la olla todo lo que Licónides le comunica sobre su Nueva, lo sea también de su más cualificado represen
hija. tante.
U na desgraciada laguna en la transm isión m anus También la datación de la comedia resulta compro
crita nos ha privado de las últimas escenas y del final de metida y difícil de precisar. Por argumentos de índole
la obra, pero gracias al prólogo del Lar familiar, a los interna se atribuye, con casi total unanimidad, a la úl
dos argumentos o resúmenes iniciales y a los fragm en tima etapa del autor, a la de madurez. El factor deci
tos de gramáticos y eruditos tardíos podemos conocer sivo, como ha señalado E. P arato re3, lo constituye la
el desenlace. Euclión accede gustoso a los esponsales y presencia de diversos cantica de refinada estructura y
a las pretensiones de Licónides, quien a su vez consigue
que su esclavo devuelva la olla, después de conseguir su
libertad, y el viejo regala el tesoro casi encantado, ya ‘ F. Della Corte, Da Sarsina a Roma, Florencia, 1967, pág. 242.
que sin la preocupación y la angustia por conservar y Rebatida, a nuestro juicio, con concluyentes argumentos por
F. Della Corte, ibíd. supra, págs. 153-157.
proteger su dinero vivirá plácidamente. El happy end 3 E. Paratore, Planto. Tutte le commedie, Roma, 1976, pág. 252.
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GREGORIO HINOJO
INTRODUCCIÓN
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perfección formal, como la prim era escena del acto se
gundo, la prim era y segunda del acto tercero y el mo criterios y categorías históricas, las instituciones socia
nologo de Euclión tras el robo de la olla. La compleji les y políticas.
dad de la trama, la variedad y riqueza de motivos y un En esta comedia, la transmisión manuscrita nos pre
a e rto interés en la psicología de los personajes avalan senta dos personajes con el mismo nombre. Se trata de
también la tesis de un Plauto ya maduro en las técnicas los esclavos de M egadoro y Licónides, ambos designa
dramaticas. dos con el nombre de Estrobilo. Puede tratarse de un
error de copistas, pero también puede ser una homo-
Los argumentos de índole externa son más discuti
bles, ya que las alusiones a costumbres o instituciones nimia, buscada intencionadam ente por Plauto para
multiplicar la confusión y aum entar la comicidad. No
de la época aparecen desdibujadas por su ubicación en
puede descartarse tampoco que algún empresario pos
escenarios y am bientes griegos o pueden responder
terior, deseoso de economizar actores, unificara los
mas que a la realidad circundante a su existencia en el
dos personajes asignándoles idéntica denominación.
modelo original. Hay, con todo, algunos datos intere
La mayoría de los editores, apoyados en el testimonio
santes, especialmente válidos porque vienen a confir
de algunos códices, dan al esclavo de M egadoro el
mar las conclusiones de los precedentes. Así, la presen
nom bre de Pitódico, aunque ello puede obedecer a una
cia del término colonia (v. 576) es un indicio de que la mala lectu ra6.
o bra es p o sterio r a 195, puesto que las colonias se
El éxito y fortuna han acompañado a la Aulularia
crean a partir de esta época. Asimismo, las frecuentes desde los tiempos antiguos. Ya en época rom ana (s. v)
alusiones al lujo femenino y a los gastos que ocasionan se escribió el Querolus, su continuación. En esta obra
as m ujeres 4 dan a entender que ya se había derogado tardía, probablem ente más que en la plautina, se ins
la Lex Oppm (195). También las fiestas de Ceres se ci piró la Aulularia de Vítale de Blois, autor también de
tan repetidas veces en la obra y se identifican con el otra comedia, Geta, inspirada en el Amphitruo, y en
leiunium Cernís, instituido el 191, que sería la fecha lí otra obra perdida, coetánea del Querolus, cuyo título
mite, el térm ino post quem debe datarse la obra. La sería también el de Geta. La obra ha sido imitada con
inequívoca referencia a las Bacanales 3 nos obliga a de posterioridad en numerosas ocasiones, como lo de
fender que la comedia es anterior al famoso Senatus muestra la Aridosia de Lorenzo de Médicis (1521) La
consultum de Bacchanalibus, prom ulgado en el 186. sporta de G. B. Gelii (1543) o The Case is altered de Ben
Todo ello nos inclina a situar la obra entre 191 y 186 Johnson (1597), y junto al ya citado Avare de M oliere
con la debida prudencia que aconseja el empleo de ar (1668) hay que recordar L Avaro de Goldoni (1756).
gumentos deducidos de unos testimonios dispersos por Pero la figura e idiosincrasia del avaro no sólo han ins
un texto literario cuya finalidad es divertir y entretener, pirado comedias y obras teatrales, sino que se han con
no reflejar el mundo contemporáneo ni describir, con vertido en un arquetipo de la literatura posterior, tanto
4 Especialmente, w. 494-533. -v' De^*a ^ 01í e (°P- Cíí-> Pág-157) deriva el nombre Pitodicus de
_ Ñeque egoumquam msi hodie ad Bacchas vertí in Bacchanal co- fitodw sw servas, fitodiosus, fitodicus. En la presente traducción, por
qumatum (v 408), «Nunca hasta hoy había venido a una bacanal a co ndelidad a la transmisión, se ha mantenido el mismo nombre para los
cinar entre Bacantes.» dos esclavos. Como nunca aparecen juntos en escena, los lectores po-
urán distinguir con facilidad de (jue esclavo se trata.
200 GREGORIO HINOJO
E l d io s L a r , prólogo.
E u c l ió n , anciano.
E s t á f i l a , vieja esclava de Euclión.
E u n o m ia , herm ana de M egadoro, m adre de Licónides.
M e g a d o r o , anciano.
E s t r o b i l o , esclavo.
Á n t r a x , cocinero.
C o n g r ió n , cocinero.
F r i g i a y E le u s ia , tocadoras de flauta.
E s t r o b i l o , esclavo de Licónides.
L ic ó n id e s , am ante de Fedria.
F e d r ia , hija de Euclión.
A R G U M E N TO I
A R G U M EN TO II
(En acróstico)
PRÓLOGO
El d io s Lar 1
S S S iS iS S
d e q u e el sed u cto r se case con ella m ás fácilm en te
ACTOI
que'laforv!^ ' V i ™ POT £"Sd oven
q a forzo en las fiestas nocturnas de Ceres2 Mac
ESCENA I
b« " S h a 0 ¡ K V £ W c lo ^ c o s S
a la cnada Para que no se entere E u c l ió n y E s t á f il a
C r i q u e q m e re v e r el te so ro P„ o A q u e ^ V ta ^
te lo mande, ¡por Hércules!, te entregaré inm ediata E s t á f il a .— ¿Cómo no? ¿Que yo haga guardia den
m ente al torm ento para que aprendas. Estoy seguro de tro? ¿Para que nadie se lleve la casa? Pues en nuestra
no haber visto nunca una vieja peor que ésta, y temo casa no hay ningún otro botín para los ladrones, tan va
mucho que, espiando, me coja palabras cuando yo esté cía está y tan llena de arañas.
descuidado y llegue a descubrir dónde está escondido E u c l i ó n .—Es maravilloso que por tu cara bonita
el oro, pues esta mala mujer tiene también ojos en la Júpiter no me convierta en el rey Filipo o Darío, gran
nuca. A hora voy a revisar si el oro está como lo dejé, hechicera4, Las arañ as 5 quiero guardármelas. Soy po
cosa que me ocasiona muchas preocupaciones. bre; lo confieso, lo sufro con resignación; lo que los
dioses dan, lo soporto. Ve dentro, cierra la puerta. Yo
entro allí al momento. No introduzcas en casa a ningún
ESCENA II
extraño. Y si alguien busca fuego, quiero que éste esté
E s t á f il a apagado, para que no sea ocasión para sonsacarte; y si
el fuego está encendido, tú apágalo en seguida. Luego
E s t á f il a .— No puedo com prender nada, ¡por Cás- dices que el agua se ha derram ado si alguien te la pide.
tor! ¿Q ué desgracia, diré, o qué locura ha caído sobre El cuchillo, la segur, la mano del almirez, el mortero,
mi amo? Así, de esta manera, pobre de mí, muchas ve los vasos que los vecinos suelen pedir siem pre para
ces me envía de casa diez veces en uno solo día. ¡Por usarlos, di que han entrado los ladrones y se los han lle
Pólux!, 110 sé qué clase de manía se ha apoderado de él. vado. Está claro que en mi casa, estando yo ausente, no
Vigila d u ran te toda la noche; luego, durante el día, quiero que entre nadie, y hasta esto te digo: aunque la
perm anece sentado en casa como un zapatero cojo. Y diosa Fortuna venga, no la dejes entrar.
ya no sé cómo ocultar la deshonra de la hija del dueño, E s t á f il a .— ¡Por Pólux! ya tiene ella buen cuidado
a la cual se aproxima la hora del parto; creo que lo m e de no ser introducida, pues a nuestra casa nunca ha ve
jor para mí será que haga de mí una letra I mayúscu nido, con lo cerquita que e s tá 6.
la 3, cuando apriete mi cuello en la horca. E u c l ió n .—Calla y vete dentro.
E s t á f il a .— Callo y voy adentro. (Se va.)
ESCENA III
E s t á f il a y E u c l ió n
E u c l ió n .— Por fin ahora salgo de casa con el ánimo
tranquilo, después que he visto dentro que está todo 4 Tanto Filipo II y Filipo V, reyes de Macedonia, como Darío III,
seguro. Vuelve, criada; entra dentro. rey de Persia, eran considerados como prototipos de riqueza, espe
cialmente por haber acuñado monedas con su efigie.
5 La mención de las arañas puede justificarse por el interés de ri
3 Se trata de una metáfora para indicar el suicidio del ahorcado. La diculizar al máximo los temores y las angustias del viejo Euclión,
figura colgada y estirada de éste se asemeja a la I longa (alargada) que pero no debe olvidarse la superstición popular, extendida entre los
representaba la i larga latina. Como la grafía / para ésta es de la época romanos, según la cual las arañas traían buena suerte.
de Sila, se ha señalado que se trata de un fragmento añadido con pos 6 La proximidad de la Bona Fortuna puede aludir a la existencia
terioridad, El suicidio por ahorcamiento estaba desprestigiado entre de un templo cercano o la vecindad de la casa de Megadoro, viejo
los romanos y por ello es la forma que se le asigna a la esclava. acaudalado.
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PLAUTO
ESCENA IV
E u c l ió n
ACTO II
d e un” " 65 “ 65 Crefl>le ‘5Ue un ho”nbreUp Ó b rd °esp “
ESCENA I
paran conmigo me p^tr^rh-in in ísitan, se E u n o m ia y M e g a d o r o
con frecuencfa c ó m o “ ‘\ ™ n o ’ me, P eg u n tan
manos. Ahora me vov I)u?J tenS0 entre E u n o m i a .— Q uisiera que creyeses, herm ano mío,
volveré a casa o,ra vez! que yo digo estas palabras en interés tuyo y sincera
mente, tal como debe hacerlo una verdadera hermana;
aunque no me engaño y sé que nos tienen manía por
que con razón nos tienen a todas por muy habladoras;
y ciertamente, ni en el presente ni en ningún siglo ha
sido encontrada m ujer que fuese muda. Pero, sin em
bargo, piensa solamente en esto, hermano: que yo soy
pariente tuyo y tú mío. Así que es justo aconsejarnos
uno y otro y procurar lo que juzguemos interés de am
bos y no ocultarnos las cosas callándonos por miedo, ni
dejando de comunicárnoslas lo mismo yo a ti que tú a
mí. Yo te he apartado aquí fuera en secreto con el fin
de hablar contigo de tus asuntos domésticos.
M e g a d o r o .— D am e la m ano, eres muy b u en a
mujer.
E u n o m i a .— ¿D ónde está ella? ¿Quién es esa «muy
buena»?
en’e s íé 7 c,eí ¿ “t P f & a romana, „„ haWa M e g a d o r o .— Tú.
labras deL odelo griego ° y PlaUt° 6Sta reP™duciendo las pa- E u n o m i a .—Has dicho «tú».
M e g a d o r o .—Si lo niegas, yo también.
212 PLAUTO LA COMEDIA DE LA OLLA
213
M e g a d o r o .—Te lo agradezco. Sobre lo que te pe U na vez unido a ti, cuando no pudiera soportar la carga
diré, te ruego que no tengas inconveniente en decirme como tú, yo, el asno, me revolcaría por el fango, y tú, el
2iü lo que quieras. buey, me mirarías como si nunca hubiera sido tu pa
E u c l ió n .—Siempre que no me pidas algo que no riente. No sólo estaría a tu lado en desventaja, sino que
me guste comentar. tam bién mi clase social se burlaría de mí. Ni en un lado
M e g a d o r o .—Dime, ¿en qué concepto tienes a la ni en otro tendría una vivienda estable, si hubiere al
familia a la que pertenezco? guna divergencia; los asnos me desgarrarían a mordis
E u c l ió n .—Buena familia. cos, los bueyes me em prenderían a cornadas. Este es el
M e g a d o r o .— ¿Y en cuanto a confianza? gran peligro de pasar de los asnos a los bueyes 12.
E u c l ió n .— B ien. M e g a d o r o .—Cuanto más estrechamente te unas
M e g a d o r o .— ¿En cuanto a conducta? en parentesco con hombres de bien, tanto mejor. Tú
E u c l ió n .—Ni mala ni denigrante. acepta mi petición; escúchame y prométemela.
M e g a d o r o .—¿Sabes la edad que tengo? E u c l ió n .— ¡Pero si no tengo ninguna dote que
E u c l ió n .—Sé que mucha, como tu riqueza. darle!
M e g a d o r o .— En verdad,, ¡por Pólux!, siempre he M e g a d o r o .—No se la des. Con tal de que venga
creído que eras un ciudadano sin ninguna mala nota, y bien educada, está bien de dote.
sigo creyéndolo. E u c l ió n .—Lo digo para que no creas que yo he en
E u c l i ó n .— (Aparte.) É ste está oliendo el oro. contrado algún tesoro.
Ahora, ¿qué quieres? M e g a d o r o .—Ya lo sé. No intentes demostrarlo.
M e g a d o r o .— Porque tú me conoces a mí y yo a ti y Prométela.
que la cosa sea para bien mío, tuyo y de tu hija, te pido E u c l ió n .—Te la prometo. (Aparte.) Pero, ipor Jú
que me des a tu hija en matrimonio. Prom ete que lo piter!, estoy perdido.
harás. M e g a d o r o .— ¿Qué te pasa?
220 E u c l i ó n . — Vaya, M egadoro, no es digna de ti tu E u c l ió n .— ¿Qué es lo que ha producido un ruido
m anera de proceder, ¡burlarte de mí, pobre e inofen como de hierro? (Se va a verlo.)
sivo para contigo y para con los tuyos! Pues ni de pala M e g a d o r o .—M andé cavar el huerto de mi casa.
bra ni de o b ra he m erecido de ti que hagas lo que Pero, ¿dónde está este hombre? Se marcha sin decir
haces.
M e g a d o r o .— ¡Por Pólux! Ni he venido a burlarme,
ni me burlo de ti. No lo creo digno. 12 Son numerosas las fábulas y cuentos populares que narran las
E u c l i ó n .— ¿Por qué me pides, pues, p ara ti, mi desgracias y calamidades del animal que quiere cambiar su especie o
hija? se mezcla con los superiores a él; probablemente hubiera una, hoy
perdida, que tratara de bueyes y asnos. Queremos subrayar la ideo
M e g a d o r o .— Para que tú estés mejor gracias a mí, logía —defensora del statu quo— que subyace en estas narraciones.
y yo lo esté gracias a ti y los tuyos. Los antiguos pensaban que el orden social era como el natural, ina
E u c l ió n .— Estoy pensando, M egadoro, que tú eres movible e inmodificable. El que había nacido asno debía vivir y morir
un hom bre rico, poderoso, al mismo tiempo que yo soy como asno, y el que había nacido esclavo, noble, rico, artesano, debía
vivir y morir como tal. Esta filosofía justificaba la situación social do
pobre, paupérrim o. A hora bien, si casara a mi hija con minante, impedía el ascenso de clase y condenaba a los estratos in
tigo me ocurriría que tú serías el buey y yo el asnillo. feriores de la sociedad al inmovilismo y a la pobreza perpetua.
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PLAUTO LA COMEDIA DE LA OLLA 219
m e m e ? R,ÓN-“ ¿CreeS qiK ^ *“ parca y ” is^ b l e - C o n g r i ó n — ¡Pardiez!, los has repartido desigual
ESTROBILO— Un milano le robó hace tiempo un pe mente: ésos tienen el cordero más pingüe.
dazo de carne: el hombre se fue lloriqueando al pre E s t r o b il o .—Pero ahora a ti se te dará una flautista
tor . comienza a pedirle llorando y gimiendo que le más gorda. Anda, pues, con él, Frigia. Tú, Eleusia, en
tra aquí con nosotros.
E o o d r f a cnnt m Ü a n a C e n te n a re s d e co C o n g r i ó n .— ¡Oh, astuto Estrobilo!, me has traído
sas p o d n a c o n ta rte si h u b iese tiem po, m as, ¿q u ién de
vosotros es más rápido? Dímelo. aquí, a casa de un viejo tacaño, donde, si pido algo, pe
A n t r a x .— Y o, y m u ch o m ejor. diré hasta quedarm e ronco antes que me den nada. >
if™ BILO- ~ P re «u n to <<cocinero » , n o «lad ró n » 20 E s t r o b i l o .—Es necio e ingrato obrar bien cuando
á n t r a x .— P ues co cin ero digo yo lo que haces es inútil.
E s t r o b il o .— ¿T ú q u é dices? C o n g r i ó n .— ¿Por qué?
C o n g r ió n .— Soy com o ves. E s t r o b il o .— ¿Me lo preguntas? A nte todo, en la
sll^ ,TR^ X' ~ ^ quél es cocinero de día de mercado, casa no tendrás gente a tu alrededor: si quieres apro- 340
suele guisar cada nueve d ía s 21. vecharte de algo, llévatelo a casa, no te esfuerces en pe
dirlo. Pero aquí, entre nosotros, hay gran muchedum
le t S ? ^ ™ ” e df f r.ed¡tas>hombre de tres
É m in ifí Á? vez ladrón, tres veces ladrón. bre de siervos, m obiliario, oro, vestidos, vajillas de
D in X deÍ p los dos y éntralo
-°? C, enya y cogecasa
el “ «tero más plata; en estas circunstancias, si desaparece algo (por
pingue nuestra que sé que fácilmente puedes robar, si nada lo impide),
A n t r a x .— Está bien.
dirán: los cocineros lo han robado; cogedlos, atadlos,
E st ro m lo . - T ú, Congrión, coge éste y vete allí azotadlos, encerradlos en un p o z o 23. D e todo esto ahí
dentro, y vosotros acompañadle. Vosotros los demás no te pasará nada, puesto que no hay nada que coger.
venid aquí a nuestro lado. ’ ’
Sígueme por aquí.
C o n g r i ó n .— Te sigo.
mano !°S ma&istrados superiores del mundo ro
mos indicado (véanse tas n ó t^ Í T d e 18
ESCENA V
' i 1108.0 de Palabras apoyado en el verso anterior, ya que celerior
E s t r o b il o , E s t á f i l a y C o n g r i ó n
ági 1es»*'«1adrones»C CahflCatlV0 Para los esclavos de «manos rápidas,
V
y escasa
escasa 'ccandad,
a í i d í dlos
^ l ndías
^ f ^ de^ mercado,
SÓ1° trabaJaban,
llamadosP°r su impericia
wiWmJL. E s t r o b il o .— ¡Ea!, Estáfila, sal y abre la puerta.
vtffl + f a j porque se celebraban cada nueve días. En esas ocasiones" E s t á f i l a .— ¿Quién llama?
<cudian a la ciudad numerosos campesinos y visitantes y se instala E s t r o b i l o .— Estrobilo.
ban en el mercado abundantes cocinas atendidas por cocineros t
competentes para un público poco exigente. « e n e ro s in-
c a s . H h n ' r . í p a la b r a ^ «ladrón», tiene tres letras. Todavía en
castellano se utiliza, aunque hoy ya muy poco, la expresión hiriente 23 Se trata del sótano de la casa romana, aljibe o pozo en el que
y eufemistica a la vez, «mujer de las cuatro letras». se recogían las aguas de la lluvia, y que se utilizaba como calabozo de
los esclavos.
224 PLAUTO LA COMEDIA DE LA OLLA 225
E s t á f il a .— ¿Q ué quieres? ESCENA VI
E s t r o b il o .— Que recibas a estos cocineros y a la
flautista y las provisiones para la boda. M egadoro or E u c l ió n y C o n g r ió n
dena enviar estas cosas a Euclión.
E s t á f il a .— ¿E sta boda se ha de hacer, Estrobilo, E u c l ió n .—Quise, por fin, animarme y pasármelo
como la de Ceres? 24. bien con ocasión de la boda de mi hija. Voy al mercado
E s t r o b il o .— ¿Por q u é? y pregunto el precio del pescado: me ponen un precio
caro; la carne de cordero, cara; la carne de buey, la ter
E s t á f il a .— ¿Por qué? Veo que no han traído nada
nera, el atún, el cerdo, todo caro. Tanto más caro por
de vino.
que no tenía dinero. Me voy desairado de allí porque
E s t r o b il o .—Pero ya lo traerán si él vuelve del foro. no tenía con qué comprar. De esta manera he atrapado
E s t á f il a .—No tenem os nada de lefia. a todos estos sinvergüenzas. Luego, en el camino, co
C o n g r ió n .— ¿Hay viguetas? mencé a reflexionar: el que derrocha en día de fiesta
E s t á f il a .— Sí, ¡por Pólux! tiene que escasear en día de trabajo, por no haber aho
C o n g r ió n .—Entonces ya tenem os leña, no la bus rrado. Después me di estas razones a mi vientre y a mi
ques fuera. conciencia, me incliné por esta opinión: hacer el menor
gasto para casar a mi hija. Acabo de com prar este poco
E s t á f il a .— ¿Qué dices, inmundo, aunque devoto
de incienso y coronas de flores, para ponerlas en nues
de V ulcano? ¿Q uieres quem arnos a nosotros y a la
tro hogar, para que nuestro Lar conceda a mi hija una
casa con motivo de la cena o por razón de tu paga?
boda afortunada. Pero, ¿cómo veo abiertas las puertas
C o n g r ió n .—No lo quiero. de mi casa? Hay ruido dentro. ¿O es que me roban, mi
E s t r o b il o .— Lleva a éstos dentro. serable de mí?
E s t á f il a .— Seguidme. C o n g r ió n .—Pide, si puedes, una olla mayor a tus
E s t r o b i l o .—T ened cuidado: yo inspeccionaré lo vecinos; ésta es pequeña, no tiene bastante capacidad.
que hacen los cocineros. Mi mayor preocupación hoy E u c l ió n .— ¡Ay de mí! ¡Muerto estoy! Me roban el
es vigilarlos. A menos que haga una cosa determinada: oro; buscan la o lla 25. Me muero del todo si no voy co
ordenarles que guisen la cena en el sótano. D e allí la rriendo ahí dentro. ¡Apolo, yo te lo ruego, socórreme,
subiremos después de guisada en cestas, porque, si se ayúdame! ¡Atraviesa con saetas a los ladrones de teso
comen abajo lo guisado, los de abajo cenarán, pero los ros, si es que tú anteriorm ente has ayudado en asuntos
de arriba se quedarán sin cenar. Pero estoy aquí ha como éste! Pero, ¿por qué me entretengo en vez de co
blando como si no hubiera nada que hacer, cuando hay rrer antes de arruinarm e del todo?
tanta cantidad de rapaces en la casa.
ESCENA VII
ÁNTRAX
C o n g r ió n
precio es mayor que el de los caballos, vayan más ba quineros, pasamaneros y fabricantes de arquetas. Os
ratos que los caballos castrados de G a lia 31. los presentan: les pagáis; creéis que han terminado y se
E u c l i ó n .— ¡Que los dioses me protejan tan cierto abalanzan tintoreros de azafrán, o siempre hay un mala
como escucho a éste con agrado! H a hablado de eco sombra que reclama alg o 33.
nomía m agníficamente. E u c l i ó n .— Le diría algo, pero tem o que deje de
M e g a d o r o . — Q ue ninguno diga: «Puesto que yo te enum erar las costumbres de las mujeres. Por ahora le
traigo mucho mayor dote que el dinero que tú tienes, dejaré hacer.
es justó que se me den púrpura y oro, criados, muías, M e g a d o r o .—Cuando uno se ha librado de todos
500 muleteros, séquito, recaderos y coches que me lleven.» estos portadores de bagatelas, al final se presenta un
E u c l i ó n .— ¡Qué bien conoce éste la realidad de las soldado y pide d in ero 34. Se va uno al banquero y con
mujeres! Quisiera que le nom brasen prefecto de m o cierta la operación con él. El soldado está allí en ayu
ralidad de las m ujeres32. nas creyendo que van a darle el dinero; cuando se ha
M e g a d o r o . —Ahora, adondequiera que vayas, en discutido el asunto con el banquero, se ve que el inte
contrarás más vehículos en las casas que en el campo resado está en deuda con el banquero. Se le dan con
cuando vas a la granja. Pero esto también es bonito, fianzas al soldado de que se le pagará al día siguiente.
salvo cuando te presentan la factura. Ahí están el lava Estas son las incomodidades, y otras muchas, en las do
dor, el bordador, el platero, el tejedor de lino, los ven tes importantes, y los gastos insoportables. Pues, la que
dedores de guarniciones, los cosedores de vestidos, los no tiene dote está a merced de su marido, pero las que
tintoreros en naranja, los tintoreros en violeta, los tin- tienen dote sacrifican a los maridos con males y perjui
510 toreros en am arillo, o fabricantes de m aniquíes, los cios. Mas he aquí mi pariente delante de casa. ¿Qué
perfumistas, los revendedores, vendedores de lencería, haces, Euclión?
zapateros rem endones, fabricantes de babuchas. Ahí
está el que hace sandalias, y el fabricante de tejidos en ESCENA VI
malva. Te acosan los bataneros, te acosan los sastres.
Ahí está el fabricante de fajas y cinturones. Suponga E u c l ió n y M e g a d o r o
mos que te has librado de éstos. Se acerca, pidiendo, un
E u c l i ó n .—Mucho he gozado escuchando tu pero
enjambre porque se m eten en el atrio tejedores, marro- ración.
M e g a d o r o .—¿Qué dices? ¿Has oído lo que decía?
31 Estos versos resultan difíciles de entender si no se conocen las
costumbres de las damas romanas. Megadoro piensa que debe mo 33 El monólogo de Megadoro tiene una riqueza léxica y semán
derarse el lujo de las mujeres y suprimir sus carrozas, tiradas por mu tica y una variedad de procedimientos de derivación y formación de
los; de esta forma estos animales, más caros que los caballos, bajarán palabras que nunca podrían reflejarse y conservarse en una lengua
de precio y su valor será inferior al de los pencos de la Galia. Todos distinta. Hay numerosas aliteraciones, ritmas internas y externas y
estos versos y los siguientes que hablan del lujo de las mujeres pare construcciones asindéticas trimembres que dotan al pasaje de una ex
cen indicar que ya se había derogado la Lex Oppia. (Véase la Intro quisita perfección formal y lingüística.
ducción.) 34 Se trataría de un impuesto militar, frecuente en Roma, pero
32 En Roma no existía ningún magistrado encargado de velar por que no se cobraba de esta forma, sino que lo recaudaba el Tribunas
la moralidad de la mujer, y la frase de Plauto, copiada del modelo aerarii. Puede que la escena sea inventada por Plauto o que la haya
griego, debe referirse al gunaikonómos heleno. tomado del modelo griego.
234
plau to LA COMEDIA DE LA OLLA 235
E uclión .—Todo, desde el principio. ella sola de secar la fuente Pirena de C o rin to 37 si de
ella mana vino. Finalmente, las provisiones...
un p o c ^ S í t e v I S 133^ 0’ 6nm i opinión’ obrarás M e g a d o r o .— ¡Pardiez!, hay bastante hasta para
boda de tu hija. C° n maS elegancia Para la una legión. También compré cordero.
„ ®UCLI1Ó,N- ~ La elegancia, según la posición de cada E u c l ió n .— Como dicho cordero —lo sé muy bien—
no se encontrará ninguna bestia tan mimada.
ab u n dian*cia^
TJAi / 4q u e s e ^ cu
u eerd
r d eenn d2^
de d o n d e ^pro vCStín
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la M e g a d o r o .—Quiero que me digas qué es un cor
ESCENA I
ESTROBILO 40
Ah0m me bafiaré Para ofrecer el sacrifi E u c l i ó n .— ¡Fuera, fuera, lombriz, que acabas de
c o y no hacer esperar al pariente; al contrario que surgir de debajo de la tierra y que hasta ahora nunca
su c a l° TiOh
oh Fe!, ‘5ihaz
pueda habías aparecido! A hora que compareces, m uere. ¡Por
su casa. que lleVar
puedaenretirar
se8uida
de ati^lai mar
^ a
Pólux, prestidigitador, te voy a arreglar de buena manera!
mita sana y salva! A tu fidelidad confío el oro en tu E s t r o b il o .— ¿Qué furia te acomete?, ¿qué tienes
bosque sagrado y en tu templo está colocado. que ver conmigo, anciano?, ¿por qué me atropellas?,
¿por qué me sacudes?, ¿por qué me azotas?
E u c l i ó n .—Digno de los mayores azotes, ¿aún lo
ESCENA III preguntas? No eres un ladrón, sino tres veces ladrón.
E s t r o b i l o — ¿Qué te he robado?
ESTROBILO E u c l i ó n .— ¡Devuélvemelo, aquí, en seguida!
E s t r o b il o .— ¿Qué tengo que devolverte?
ESTROBILO.— ¡Dioses inmortales! ¡Qué hecho más E u c l i ó n .— ¿Lo preguntas?
sorprendente oigo decir a este hombre!: ¿que ha es
condido una m arm ita llena de oro ahí dentro en el
templo de la Buena Fe? G uárdate tú de serle más fiel 41 Un cuervo cantando, especialmente por el lado izquierdo, era un
presagio fatídico y de mal agüero, según las creencias populares romanas.
40 PLAUTO LA COMEDIA DE LA OLLA 241
E s t r o b il o .—Yo en verdad nada te he quitado. E u c l ió n .— ¡Ah, malvado, qué mansito, para que
E u c l ió n .— ¡Pero, pronto, lo que has robado! ¿Qué crea que no has robado! Conozco tus tretas. ¡Ea!, otra
haces? vez; ¡muestra aquí tu mano derecha!
E s t r o b il o .— ¿Qué h ag o ? E s t r o b il o .—Toma.
E u c l ió n .—No puedes llevártelo. E u c l ió n .—Ahora muéstrame la izquierda.
E s t r o b il o .—Pero, ¿qué quieres? E s t r o b il o — Más aún, te las mostraré las dos a la vez.
E u c l ió n .— P o n lo ahí. E u c l i ó n — Ya he terminado de registrar. Devuél
E s t r o b il o .— ¡Pardiez!, creo que debes p o n értelo 42
velo aquí.
donde tienes costumbre, anciano. E s t r o b il o .— ¿Qué tengo que devolver?
E u c l ió n .—Ponlo, por favor. D eja de juegos; yo no E u c l i ó n — ¡Ah! Estás de broma. Seguro que lo
hago bromas ahora.
tienes.
E s t r o b il o .— ¿Q ué tengo que poner? Di las cosas
E s t r o b il o .— ¿Lo tengo? ¿Qué tengo?
por su propio nombre, pues, ¡pardiez!, en verdad nada
E u c l ió n .— No lo digo. Eso quisieras, oírlo decir. Lo
he cogido, ni siquiera tocado.
E u c l ió n .—Enséñam e las manos. que tengas mío devuélvemelo.
E s t r o b i l o — Tú estás loco, me has registrado todo
E s t r o b il o .—Tómalas, te las enseño; ahí tienes.
E u c l ió n .—Ya las veo, anda, enséñam e la tercera. a tu placer y no has encontrado en mi poder nada tuyo.
E s t r o b i l o .— Los espectros y las extravagancias E u c l ió n .—Espera, espera. ¿Quién es el otro que
trastornan a este anciano. ¿Ves cómo me tratas injus estaba aquí dentro contigo? (Aparte.) Estoy muerto,
tam ente? ¡pardiez!, aquel otro está ahí dentro armando camorra.
E u c l ió n .— Lo confieso, te hago una gran injusticia, Si yo suelto a éste, se marchará de aquí. Después de
porque no estás colgado. Y eso tam bién ocurrirá si no todo, ya lo he registrado y no tenía nada. (A E s t r ó
lo confiesas. b il o .) V ete donde quieras.
E s t r o b il o .— ¿Q ué tengo que confesar? E s t r o b i l o — ¡Que Júpiter y los dioses te pierdan!
E u c l ió n .— ¿Q ué te has llevado de aquí? E u c l ió n .—No está mal cómo me da éste las gracias.
E s t r ó b il o .— Q ue los dioses me confundan si yo me Voy corriendo ahí dentro y estrangularé en seguida a
he llevado algo tuyo. (Aparte.) Ni aunque hubiera que ese cómplice tuyo. ¿Te marchas de mi presencia? ¿Te
rido. vas, sí o no?
E u c l ió n .— ¡Ea!, pues, sacude tu manto. ESTROBILO— M e voy.
E s t r o b il o .— Como gustes. E u c l ió n .—Procura que no vuelva a verte.
E u c l ió n .— ¿No lo tendrás debajo de la túnica?
E s t r o b il o .—Registra a tu gusto.
ESCENA VI
ESTROBILO
42 El juego de palabras ocasiona un equívoco obsceno —aunque
se produzca en la escena—, ya que el viejo emplea pone como impe E s t r o b il o .—Preferiría morir de mala m uerte antes
rativo —«pon»—, mientras que el esclavo lo interpreta como adver
bio —«por detrás»—. Como en otras ocasiones, la ambigüedad es di que dejar de hacerle una mala pasada a este anciano.
fícil de conservar. El no se atreverá ya a tener escondido su oro aquí, creo
242
PLAUTO LA COMEDIA DE LA OLLA 243
E u c l i ó n .—D im e honradam ente, ¿tú me has ro L ic ó n id e s .—Y para mí también, que los dioses lo
bado ese oro? hagan. A hora escúcham e. Ningún hom bre que haya
L ic ó n id e s .— H o n ra d a m e n te . cometido una falta es tan vil que, al comprender que ha
E u c l ió n .— ¿No sabes q u ién lo ha robado? obrado mal, no procure la enmienda. Ahora te pido,
L ic ó n id e s .—Eso tam bién honradam ente. Euclión, por lo más sagrado, que si yo he pecado im
E u c l ió n .— Y si supieses q u ié n lo h a ro b ad o , ¿m e lo prudentem ente contra ti o contra tu hija, me perdones,
dirías? que me la des por mujer, como manda la ley. Confieso
L ic ó n id e s .— Lo diría. que ultrajé a tu hija en las vigilias de Ceres, pero fue
E u c l ió n .— ¿Y n o le to m arías u n a p a rte a q u ien lo por causa del vino y de la impulsividad de la juventud.
tu v iera y n o p ro te g e ría s al la d ró n ? E u c l ió n .— ¡Ay de mí!, ¿que estoy oyendo?
L ic ó n id e s .— A sí es. L i c ó n i d e s .— ¿De qué te quejas, si he hecho q ue
E u c l ió n .— ¿Y si me engañas? seas abuelo para las bodas de tu hija? Pues tu hija ha
L ic ó n id e s .— En ese caso, que el gran Júpiter haga dado a luz pasados los nueve meses. Haz cuentas. Por
d e mí lo q u e le plazca. eso mi tío ha enviado la renuncia; lo ha hecho por mí.
E u c l ió n .— M e basta. A h o ra di lo q u e q u ieras. Ve dentro y averigua si no es como te digo.
L ic ó n id e s .—Si me conoces poco, de qué familia he E u c l i ó n .—Estoy com pletam ente perdido. D e tal
nacido, escucha: ese M egadoro que está ahí dentro es m anera se me acumulan tantos y tantos males. Iré den
mi tío. Mi padre se llamó Antímaco, yo me llamo L i tro a ver lo que hay de cierto en todo esto.
cónides, mi m adre es Eunomia. L i c ó n i d e s .—Ya te sigo. Parece que la cosa está
E u c l ió n .— C o n o zco la fam ilia, m as, ¿q u é es lo que poco más o menos en puerto de salvación. Ahora no
q u ie re s? E so es lo q u e d eseo saber. puedo im aginar dónde estará mi esclavo Estrobilo.
L ic ó n id e s ,—Tú tienes una hija. Mas, esperaré aquí un poco, después iré a reunirm e
E u c l ió n .— M írala allí, e n casa está. con Euclión en su casa. M ientras tanto le daré tiempo
L i c ó n i d e s .— Según creo, tú se las has prom etido para que venga y averigüe de la anciana nodriza acom
por esposa a mi tío. pañante de su hija lo que he dicho: ella conoce bien el
E u c l ió n .— L o sab es to d o . asunto.
L ic ó n id e s .— É l m e h a e n ca rg ad o q u e v en g a aq u í a
d ecirte q u e re tire su p ro m esa.
E u c l i ó n .— ¿ R e tira su p ro m esa de m atrim onio
cuando todo está preparado y ordenado para la boda?
¡Que los dioses inm ortales y todas las diosas, todos
cuantos existan, le pierdan!, pues por culpa suya, hoy,
infeliz y m iserable de mí, he perdido tanta cantidad
de oro.
L ic ó n id e s .—Levanta tu ánimo y profiere palabras
benévolas. Ahora, que la cosa term ina en buena hora
para ti y para tu hija, di que los dioses lo hagan.
E u c l ió n .— A sí lo h ag an los dioses.
ACTO V
E s t r o b il o y L ic ó n id e s
E s t r o b il o .—No lo que los niños encuentran en las E s t r o b il o .— ¡Pardiez! Yo suelo gastar b ro m as.
habas gritando «lo enco n tré» 50. Hablo en serio...
L i c ó n i d e s .— ¿Y a estás haciendo burla como de L ic ó n id e s .—Pero ya sabes de qué manera... (Ame
costumbre? nazándole.)
E s t r o b il o .—Amo mío, no tengas prisa, te lo voy a E s t r o b il o .—M átame, si quieres, ¡pardiez! Nunca
82o explicar, escucha. conseguirás...51.
L ic ó n id e s .— ¡Ea, p ues, habla!
E s t r o b il o .— H e encontrado, amo mío, grandes ri
quezas.
L ic ó n id e s .— ¿ D ó n d e?
E s t r o b il o .— U n a m a rm ita d e c u a tro libras, digo,
llen a d e oro.
L ic ó n id e s .— ¿Qué portento te oigo decir?
E s t r o b i l o .— Se la r o b é a ese a n c ia n o , a E u
clión.
L ic ó n id e s .— ¿D ónde está ese oro?
E s t r o b il o .—En el arca, en mi poder. A hora quiero
emanciparme.
L i c ó n i d e s .— ¿Q u e te em ancipe, cúm ulo de c rí
menes?
E s t r o b il o .—Vete, amo mío, sé el asunto que llevas
entre manos. ¡Por Hércules!, te he puesto a prueba bo
nitam ente. Ya te disponías a quitármela. ¿Qué harías si
me la hubiese encontrado?
L ic ó n id e s .— No me convencerás de que se trataba
de una broma. Anda, restituye el oro.
E s t r o b il o .— ¿Q ue restituya el oro?
L i c ó n i d e s .— R estitúyelo, te digo, p ara que le sea
devuelto a éste.
E s t r o b il o .— ¿De dónde?
L ic ó n id e s .—El oro que acabas de decir que está en
83o tu arca.
50 Juego infantil que consistía en abrir la vaina del haba para en 51 Como hemos dicho en la Introducción, se han perdido las úl
contrar el germen o filamento. Al encontrarlo, se gritaba: «Lo en timas escenas de la obra y el final se ha reconstruido por los Argu
contré.» mentos y por el Prólogo.