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Las contradicciones de la “sociedad punitiva”

El caso británico1 2

David Garland *
New York University

Un punto de vista que Friedrich Nietzsche namental y de la retórica política. Buscaré


comparte con Emile Durkheim –el único sin aquí identificar las debilidades y los límites
duda entre estos pensadores tan diferentes– que están en el origen de este fenómeno y
es que los regímenes políticamente fuertes llamaré la atención sobre algunos problemas
no tienen ninguna necesidad de apoyarse de poder y autoridad que oculta.
sobre sanciones especialmente punitivas. La Igualmente deseo analizar las diferentes
represión puede pasar por un símbolo de estrategias, en materia de política penal, que
fuerza, pero puede también interpretarse resultan de estas mismas debilidades y que
como el síntoma de una ausencia de autori- emergen, más bien discretamente, junto al
dad y como una coerción injustificada recurrente recurso a los dispositivos puniti-
(Nietzsche, 1956:205; Durkheim, 1974). vos. Estas estrategias son “adaptaciones” a
El fenómeno más visible e inquietante de la situación actual, caracterizada por un fuer-
la política penal reciente en Gran Bretaña es te crecimiento delictivo, mientras que la es-
esta suerte de “punitividad” que caracteriza trategia punitiva se presenta más bien como
aspectos importantes de la política guber- una “negación” simbólica de esta misma si-

1 2
Publicado originariamente en francés como “Les Este artículo sintetiza dos publicaciones preceden-
Contradictions de la Société Punitive. Le Cas tes (Garland; 1996b, 1997). Mis agradecimientos a
Britannique”, en Actes de la Rechérche Sociale, Pa- Loïc Wacquant por sus comentarios y sugerencias.
*
rís, 1998, pp. 49-67. Traducción de Magdalena Candioti y Máximo Sozzo
(Universidad Nacional del Litoral).
94 David Garland

tuación. Este tipo de política penal dualista, ba a una presa atada –con esposas y una
ambivalente y frecuentemente contradicto- larga cadena sujetándola a su guardia– mien-
ria es sostenida por unas maneras de pensar tras traía su hijo al mundo. Esta imagen de
en el terreno de la criminología también crueldad penal chocó a numerosos especta-
dualistas y ambivalentes, disociadas entre dores, los comentadores críticos vieron allí
lo que designaré una “criminología del sí mis- un ejemplo bastante representativo de la exa-
mo” y una “criminología del otro”. Este dua- geración actual en materia de seguridad que
lismo contradictorio expresa un conflicto que se desarrolla a expensas de consideraciones
está en el corazón mismo de la política crimi- humanitarias y de una política de rehabilita-
nal contemporánea y no una respuesta lógi- ción3.
camente diferenciada para diversos tipos de Todo esto ha provocado numerosos aná-
criminalidad. lisis en los periódicos y revistas especializa-
Actualmente, se acepta cada vez más la das. Si ciertos comentaristas ligaron esta po-
idea de que, en el curso de los años noven- lítica punitiva a ciertos políticos –el “efecto
ta, Gran Bretaña ha devenido manifiestamen- Howard” en este caso–, otros han visto en
te punitiva en su respuesta a la criminalidad, ella la aparición de una “nueva política de la
como lo atestigua, entre otras, la línea políti- crueldad” apoyada por el primer ministro,
ca del ministro del Interior, Michel Howard, John Major, a fin de apaciguar el ala derecha
quien declaró repetidas veces su intención del partido conservador. Comentaristas,
de hacer al régimen carcelario más austero, como John Gray o Will Hutton, han interpre-
de construir prisiones “de shock”, de hacer tado esta nueva política punitiva como la
votar leyes que permitan efectivas privacio- reacción inevitable de sociedades –y aquí
nes de la libertad inmediatas para los delin- los Estados Unidos representan el caso más
cuentes reincidentes (ciertos delitos, con re- ejemplar– en las que la tasa de criminalidad
petirse una sola vez, pueden acarrear prisión es muy elevada, las divisiones sociales tien-
perpetua), de limitar y eventualmente supri- den a agravarse, la inseguridad personal y
mir las libertades anticipadas y de hacer sa- económica se acrecienta y las políticas so-
ber alto y fuerte que “la prisión funciona”. ciales existentes están desacreditadas. En
Tal declaración se apoya en una voluntad este contexto, la compasión hacia los delin-
de castigar y de neutralizar a los delincuen- cuentes es progresivamente suplantada por
tes antes que de corregirlos. una preocupación exclusiva por las víctimas,
El ejemplo sin duda más extremo que ilus- los políticos de todos los partidos son esti-
tra esta política penal, fue aquel programa mulados a tomar medidas duras, no despo-
de televisión, en 1996, donde se pudieron jadas de connotaciones populistas4.
ver las secuencias de una filmación realiza- Si bien este análisis puede parecer exacto
da en una sala de parto en las que se mostra- a grandes rasgos, también es cierto que la

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Resta ver si la política del gobierno del Nuevo Ver, por ejemplo, el reciente libro blanco del
Laborismo diferirá fundamentalmente de la de la Ministerior del Interior (Home Office, 1996) y del
precedente administración conservadora. Los pri- ministerio escocés (Scotish Office, 1996).
meros signos –y en particular The Crime and
Disorder Act de 1998– dejan entrever que no habrá
cambios sustanciales.
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punitividad no es más que “una dimensión” te ligado a un régimen político y demanda


de un tipo de política criminal más complejo ser resituado en una evolución más general.
y contradictorio5 que no está exclusivamen-

La “normalidad” de las elevadas tasas de criminalidad

Luego de treinta años, las elevadas tasas formado en un riesgo cotidiano que se trata
de delito contra la propiedad, históricamente de evaluar y administrar de una manera ruti-
sin precedentes, han dejado de ser conside- naria –de la misma manera que tratamos el
radas como anormalmente altas. De este riesgo de accidentes de tránsito. En los
modo, la tasa actual de delitos denunciados buses británicos hay carteles que recomien-
y registrados por la policía en Inglaterra y dan la compra de cerrojos de seguridad dado
Gales es diez veces superior a la de 1950. Y si que ”se produce un robo de auto por minu-
bien la tasa de crecimiento en Escocia parece to”. La publicidad de seguros de tarjetas de
inferior, se ha quintuplicado en el curso de crédito afirma que “una tarjeta de crédito es
este período (Smith, 1995; Young, 1996). En extraviada o robada en Gran Bretaña cada
el mismo, el aumento de robos de auto de- diez segundos”. En resumen, el delito ahora
nunciados se ha multiplicado por veintiocho forma parte del entorno cotidiano.
y el de lesiones denunciadas por cuarenta y Si estas tasas de criminalidad son consi-
ocho. Comparadas con esta tendencia fuer- deradas “normales”, no es sólo porque es-
te, las ligeras bajas en las cifras del conjunto tamos habituados a ellas, sino también por-
de las formas de criminalidad que han podi- que ellas son consideradas como una suerte
do constatarse en el Reino Unido en los años de dato sociológico, como un trazo distinti-
noventa son totalmente insignificantes6. vo de sociedades similares en un estadio si-
A pesar del hecho de que la criminalidad milar de desarrollo7. Esto significa que ellas
está socialmente distribuida de forma des- no son ya una aberración de la que podría-
igual , el delito y el miedo al delito hoy son mos deshacernos por medio de la aplicación
vividos comunmente como hechos norma- de nuevas políticas o mayores recursos, sino
les de la vida moderna. Poco a poco, para las que son la contrapartida de nuestras liberta-
generaciones actuales, el delito se ha trans- des individuales y de nuestros mercados

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Varios autores han discutido ciertos aspectos del Insignificantes con relación al argumento que aquí
esquema, más específicamente M. Feeley y J. Simon, expongo. Para volver a los niveles de criminalidad
en los Estados Unidos, quienes han presentado un de los comienzos de los años cincuenta, estas reduc-
modelo de nueva penología actuarial, a la que han ciones deberían continuar durante décadas y, sin em-
calificado posteriormente en diversos aspectos de bargo, los indicadores muestran que no continuarán
“posmoderna”. Para una discusión crítica de este el próximo año. A pesar de ello, las reducciones en
modelo, ver Garland, (1995). En un ensayo recien- las tasas de criminalidad producidas luego de mucho
te, Simon y Feeley (1995) han buscado ligar el desa- tiempo en los Estados Unidos, tienen un gran inte-
rrollo de la “nueva penología” con la persistencia de rés político.
7
un discurso punitivo sobre el delito. La idea de “hecho social normal” es propuesta por
E. Durkheim (1997a).
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desregulados, la dimensión exterior de nues- tra cultura de consumo desenfrenado, un


tras decisiones económicas, un derivado de efecto de nuestra preferencia general por un
nuestros estilos de vida móviles y de nues- estilo de control social no autoritario.

Los cambios en el discurso

¿Cómo han respondido los gobiernos y los ha abandonado esta actitud optimista. Se ha-
otros actores a esto que es percibido como bla mucho menos de la “guerra contra el deli-
un nuevo hecho social normal8? Mi hipóte- to” –la expresión fue categóricamente deste-
sis es que se produjeron una serie de trans- rrada del Ministerio del Interior en los años
formaciones en la percepción oficial del deli- 1980– y, si bien esta retórica ha sido breve-
to, en el discurso de la criminología, en los mente retomada en los 1990, ha devenido ar-
modos de acción del gobierno y, finalmente, caica9. Las declaraciones del Estado en mate-
en la estructura de las organizaciones de la ria de política penal se han vuelto más mo-
justicia criminal. destas y vacilantes. Concuerdan en reconocer
Ante todo, el discurso oficial ha cambiado. los límites del poder del Estado y se compla-
Si se comparan los documentos políticos del cen en citar una estadística, producida por
gobierno de los años 1950 y 1960 con los de una unidad de investigación del Ministerio
la actualidad, se puede percibir una sutil pero del Interior, según la cual menos del 3% de las
importante transformación. Documentos infracciones son finalmente castigadas penal-
como el White Paper de 1959, “Práctica pe- mente; la gran masa de víctimas y culpables
nal en una sociedad en movimiento” (Home quedan fuera del alcance del sistema penal
Office, 1959), o aquel de 1964, titulado La (Home Office, 1995 :25). Desde mediados de
guerra contra el delito (Home Office, 1964), los años 1980, en los documentos guberna-
reconocían que había tenido lugar un “recru- mentales, en los informes parlamentarios, en
decimiento del delito y la delincuencia” des- los informes anuales de policía y también en
pués de la segunda mitad de los años 1950. los manifiestos de los partidos políticos, de-
Pero entonces se estaba persuadido de que vino corriente subrayar que los organismos
la inversión de esa tendencia era sólo una gubernamentales no pueden lograr por sí so-
cuestión de tiempo y no se dudaba aún de la los controlar la criminalidad (Home Office,
capacidad del Estado para administrar el pro- 1986 ; Comissioner of the Police of the
blema. Se pensaba que el Estado “ganaría la Metropolis, 1987, Conservative Party, 1987).
guerra contra el delito” de la misma manera La “guerra contra el delito” –como la guerra
en que había ganado la “guerra contra Hitler”. fría– ha caducado en la actualidad, pero con-
En los años 1980 y 1990 el discurso oficial tinuamos escuchando discursos de guerra

8
En un artículo titulado “Crime control and culture” Unido (ver Home Office, 1996; Scotish Office,
(a publicar) he explorado la forma en que los indivi- 1996). Esta nueva guerra contra el delito tiene el
duos, las familias y las organizaciones de la sociedad aspecto de una represalía guiada por la urgencia de
civil se han adaptado a las tasas de criminalidad ele- afirmar la soberanía y eludir toda tentaliva de conci-
vadas. liación. La idea de que se trata de una guerra que se
9
Ha habido un retorno a esta metáfora de la guerra puede ganar no logra, sin embargo, convencer.
el año pasado en los documentos políticos del Reino
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entre algunos políticos. De todos modos, los La difícil situación a la que deben hacer
objetivos han cambiado: se propone una me- frente los gobiernos radica en el hecho de
jor gestión de los riesgos y de los recursos, que no pueden ser más los proveedores prin-
una reducción del miedo y de los costos de la cipales de seguridad y protección, pero sa-
criminalidad y de la justicia penal, un mayor ben que, en el corto plazo, semejante confe-
apoyo a las víctimas y otros tantos objetivos sión pública tiene todas las probabilidades
poco heróicos y difíciles de exponer en la re- de ser políticamente desastrosa. De allí nace
tórica clásica del discurso político. un esquema de desarrollo político notable-
Este nuevo estado de cosas tiene implica- mente ambivalente: por un lado, la preocupa-
ciones profundas. Admitir el carácter “nor- ción de hacer frente al problema y desarrollar
mal” de las altas tasas de criminalidad y los nuevas estrategias racionalmente adaptadas
límites de los organismos de justicia penal es a éste; pero, por el otro, junto a estas nuevas
poner en jaque uno de los mitos fundaciona- y a veces dolorosas adaptaciones, una ten-
les de las sociedades modernas, a saber, el dencia recurrente a una suerte de “negación”
mito del Estado soberano capaz de asegurar histérica y a una reafirmación enfática del vie-
la seguridad y el orden y de controlar el deli- jo mito de la soberanía del Estado. El signo
to al interior de sus fronteras. Este desafío a de nuestro tiempo no es la “punitividad” sino
la ley del Estado y a la mitología del orden es más bien la ambivalencia. Oscila erráticamen-
tanto más significativo por cuanto se produ- te entre la “adaptación” y la “negación”, en-
ce en un momento en el que la noción más tre las tentativas de enfrentar la situación y
amplia de “soberanía estatal” se encuentra las de hacerla desaparecer mágicamente.
fuertemente amenazada (Hirst, 1994 ; Lash-
Urry, 1987 ; Paterson, 1994).

Las “criminologías de la vida cotidiana”

La adaptación más explícita a este nuevo te de sus delitos son oportunistas y que la
estado de cosas se encuentra en un nuevo mejor respuesta es hacerles difícil las cosas
tipo de discurso criminológico cada vez más aumentando los controles (Clarke-Cornish,
influyente en los círculos gubernamentales 1986; Heal-Laycock, 1986; Clarke-Mayhew,
del Reino Unido, desde mediados de la dé- 1980; Felson, 1994).
cada de 1970. Este discurso se construyó Lo que es sorprendente, a propósito de
sobre un conjunto de elementos teóricos, estas criminologías, es que todas ellas par-
más bien similares, que incluyen la “teoría ten de la premisa de que el delito es un as-
de la elección racional”, la “teoría de la acti- pecto normal, común de la sociedad moder-
vidad rutinaria”, el “delito como oportuni- na. Esta premisa, significativamente, no se
dad” y la “prevención situacional de la cri- apoya sobre datos provenientes del sistema
minalidad”; conjunto que podríamos definir de justicia penal sino sobre los datos de en-
como “las nuevas criminologías de la vida cuestas dirigidas hacia las víctimas y sobre
cotidiana”. Estas teorías son simples e in- el análisis cualitativo de testimonios a partir
sisten sobre el hecho de que los delincuen- de las experiencias de victyimización. El de-
tes calculan sus acciones, que la mayor par- lito es un acontecimiento que no requiere
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ninguna motivación o disposición especial, buscan influenciar la conducta de las poten-


ninguna patología u anormalidad, sino que ciales víctimas, proteger los blancos vulne-
se inscribe en las rutinas de la vida econó- rables, mejorar la seguridad en las zonas pe-
mica y social contemporánea. Contrariamente ligrosas y reorganizar las rutinas de la vida
a las criminologías anteriores, fundadas so- cotidiana que tengan por consecuencia
bre el postulado de que el delito era una des- indeseada la creación de oportunidades para
viación de la conducta normal, civilizada, que la comisión de delitos. Esta criminología
se explicaba en términos de una patología expeditiva busca, en efecto, modificar las ru-
individual o de una mala socialización, las tinas cotidianas de la vida social y económi-
nuevas criminologías ven al delito como la ca hacia direcciones que limiten las oportu-
prolongación de una interacción social nor- nidades, redistribuyendo los costos y crean-
mal y como algo explicable sobre la base de do efectos disuasivos. Busca instaurar
esquemas de motivación típicos de la escuela controles en el desenvolvimiento de la inte-
clásica. El delito no es más el signo de que racción normal, más que suspenderla com-
algo ha andado mal, de que el individuo está pletamente bajo la forma de un mandato so-
subsocializado o no tiene recursos o, más berano 10. Pero en lugar de la idea de repre-
aún, de que tiene un defecto de carácter: el sión “interna” que remitía al dominio del sí
delito es, en adelante, aquello que acontece mismo y a la civilidad de los humanos parti-
en el curso normal de las cosas. Para el indi- cipantes en el escenario social, hoy se apela
viduo que lo lleva adelante el delito es una a tecnologías de seguridad y vigilancia, ten-
oportunidad, una elección de carrera, un me- dientes a mantener a las personas lejos de la
dio de proveerse de sensaciones fuertes o tentación (Garland, 1996ª ; Davies, 1990).
de “vengarse”. Para la víctima o para el pú- De este modo, en lugar de contar con el
blico (que, desde este punto de vista, son azar de las penas disuasivas, con la incierta
poblaciones que se superponen ampliamen- capacidad de la policía de arrestar a los delin-
te con la población de los delincuentes) el cuentes o con el deseo desesperado de que
delito es un “riesgo” a calcular o un “acci- los jóvenes ciudadanos logren dominarse a
dente” a evitar más que una aberración mo- sí mismos, el nuevo enfoque se orienta a re-
ral que necesita explicaciones particulares. emplazar el dinero por las tarjetas de crédito,
Estas teorías no dejan de tener repercu- incorporar los cerrojos de seguridad en los
siones prácticas. Las recomendaciones para volantes de los autos, emplear vigilantes en
la acción que de ellas se desprenden no se las playas de estacionamiento y cámaras de
dirigen a los organismos del Estado, como la circuito cerrado de televisión en los centros
policía, los tribunales y la prisión, sino “más de las ciudades, coordinar los horarios de cie-
allá” del aparato del Estado, a las organiza- rre de discotecas rivales, poner buses en ser-
ciones, instituciones e individuos de la so- vicio tarde por la noche, aconsejar a los co-
ciedad civil. Son teorías que dan por senta- merciantes sobre la seguridad, incitar a las
da la capacidad limitada del Estado. Los nue- autoridades locales a coordinar a los diferen-
vos programas de acción que promueven tes organismos que tienen que ver con la cri-

10
Para una discusión de esta suerte de control social
subterráneo, ver Shearing y Stenning (1984).
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minalidad y, por supuesto, alentar a los ciu- dejan lugar a un consumidor hedonista ra-
dadanos a alistarse para realizar rondas en cional, completamente normal, un “hombre
los barrios y participar de grupos de situacional” que carece totalmente de barre-
autodefensa. En este nuevo enfoque el Esta- ras morales o de controles internos, fuera de
do no pretende ser el actor principal en mate- una capacidad limitada para el cálculo racio-
ria de control de la criminalidad. Pero tampo- nal y la búsqueda del placer. Es simplemente
co pretende el renacimiento de la represión una visión estilizada del individuo moderno
social y del dominio de sí mismo. En lugar de cuya “identidad” depende de una elección
ello, busca promover un nuevo estilo de “in- de consumo y de imágenes de sí mismo más
geniería situacional” allí donde ha fracasado que de una formación moral, de compromi-
la “ingeniería social” (Cornish-Clarke, 1986:4). sos de valor o del autocontrol.
Las nuevas criminologías de la vida coti- Oportunista, sensible a las motivaciones
diana también comprenden al delincuente de situacionales y relativamente excento de con-
una nueva manera. El inadaptado sub-so- troles internos o externos, él (es habitual-
cializado, víctima de privaciones afectivas y mente un hombre) toma lo que puede tomar
sociales o el individuo peligroso y anormal, sin preocuparse por los otros.

La estrategia de “responsabilización”

Si bien estas nuevas criminologías están sino indirectamente, a través de la acción


lejos de hegemonizar la política gubernamen- preventiva de las organizaciones no estata-
tal, ya se puede observar su impacto. En par- les. Varias organizaciones de prevención de
ticular, se ha venido desarrollando una nue- la criminalidad recientemente creadas juegan
va manera de gobernar el delito –la estrate- un rol clave en el desarrollo de esta estrate-
gia de la “responsabilización”– que opera gia, como en una gran parte de aquello que
buscando imponer y delegar responsabili- llamamos “el mantenimiento del orden de la
dades a grupos o individuos que anterior- comunidad” o “el mantenimiento del orden
mente se orientaban hacia el Estado en la de la participación”11.
búsqueda de protección contra el delito. Esta La estrategia de la responsabilización esti-
estrategia de responsabilización busca im- mula al Estado a intentar delegar su respon-
plicar al gobierno central en una acción con- sabilidad en el control del delito a organiza-
tra el delito que no se ejerce directamente ciones e individuos privados insitándolos a
por medio de los organismos del Estado (po- conducirse en diversas formas susceptibles
licía, tribunales, prisiones, trabajo social, etc.) de reducir el volúmen las infracciones12. Se

11
Ver Bayley (1994). Sobre el mantenimiento del precauciones rutinarias por parte de los ciudadanos
orden de cooperación, ver Her Majesty’s y las familias. En efecto, el gobierno procura forta-
Inspectorate of Constabulary (1995, 3). lecer y acrecentar un abanico de controles sociales
12
Esta estrategia de ‘responsabilización’ ha sido ela- dirigidos por el sector privado que se ha desarrollado
borada y hecha posible por la reemergencia, en los a la sombra del sistema de justicia penal –en gran
años 1970 y 1980, de una industria de la seguridad medida, como un resultado de los límites y errores
privada y por la adopción ampliamente difundida de de dicho sistema.
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habla de “activar las comunidades”, de po- vados” a la coordinación de intereses y la


ner en marcha una “cooperación interagen- puesta en marcha de cadenas de acción coo-
cial” y de crear una nueva generación de “ciu- perativa, todas cosas más complejas que el
dadanos activos”. La primera etapa es “iden- método tradicional que consiste en dar órde-
tificar las personas y las organizaciones que nes a los funcionarios del Estado14.
tienen la capacidad de reducir eficazmente Estas nuevas formas de control del delito
las oportunidades delictivas, y... evaluar... implican la reorganización del desenvolvi-
si ellas deben hacerlo y si esto puede deve- miento de la vida cotidiana en el seno mismo
nir obligatorio” (Hough-Clarke-Mayhew, del campo social. Aunque estos proyectos
1980:16). En otros términos, identificar quién sean –en su mayoría– modestos, modera-
está verdaderamente en posición de contro- dos y limitados en sus objetivos y la “teo-
lar el delito e inventar formas de obligar a ría” sobre la que se fundan sea a veces
hacerlo. extremamente banal, la estrategia global es,
El mensaje recurrente es que la responsa- en principio, ambiciosa y de gran enverga-
bilidad por la prevención y del control del dura. Allí donde el Estado ya ha tratado de
delito no solamente le incumbe al Estado sino transformar a los delincuentes individuales,
también a los residentes, los comerciantes, ahora aspira a aportar cambios, por cierto
los industriales, los urbanistas, las autorida- marginales pero eficaces, en las normas, las
des escolares, las compañías de transporte, rutinas y la conciencia de “cada uno”. Como
los empresarios, los padres, etc. Semejante afirma un reciente documento gubernamen-
mensaje suscita mucha resistencia dada la tal, la prevención del delito debería devenir
historia de la pretensión de monopolio del “parte integrante de la práctica y la cultura
Estado en este dominio y la inevitable cultu- rutinaria y cotidiana de todos los organis-
ra de dependencia que de ella resulta13. Los mos y de todos los individuos” (Home
críticos han respondido a estos desarrollos Office, 1993 :16).
acusando al Estado de “pasar la responsabi- No se trata sólo de la diseminación o de la
lidad a otros” o de “lavarse las manos” con “privatización” del control del delito, aun-
respecto a la criminalidad. Sin duda esta afir- que ciertamente se apoya en controles so-
mación es cierta y, sin embargo, ello no debe- ciales de origen privado y además estimula
ría cegarnos sobre el hecho de que, al movi- el mercado de la seguridad privada, ya en
lizarse en este sentido, el Ministerio del Inte- expansión. Se trata más bien de una nueva
rior y los otros organismos del Estado se manera de regular a la distancia, una nueva
comprometen en un nuevo rol. Generan for- manera de gobernar el delito, con sus pro-
mas de acción a distancia, desde la cesión de pias formas de saber, sus propios objetivos,
poderes gubernamentales a organismos “pri- sus propias técnicas y sus propios apara-

13 14
Esta dependencia hacia el Estado –que se ha alen- A propósito de la ‘acción a la distancia’, ver Latour
tado activamente durante gran parte del siglo XX– (1987). Estas maneras de ejercer la regulación en
ha creado eso que, en el campo económico y del otros campos de la política social y económica han
análisis del riesgo, se llama frecuentemente “la sido analizados como una forma de “gubernamenta-
conpensación del riesgo” o el “riesgo moral”, es lidad”. (Burchell, Gorden y Miller, 1991; Barry,
decir la parte asegurada por estar precisamente cu- Gordon, Rose, 1996).
bierta por el seguro se dispensa de los esfuerzos por
prevenir el mal.
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tos. Una gran parte de lo que hoy pasa en el remplazada por un contrato comercial entre
Reino Unido como criminología no es sino comprador y proveedor. En este cuadro, el
una descripción anecdótica de los proble- lenguaje de la ley, los derechos y la igualdad
mas concretos generados por la aplicación tiene poco que aportar. En materia de con-
de esta estrategia. trol del delito, como en las políticas de “re-
Esta tendencia deja a la máquina de Esta- forma de la asistencia social” de los años
do central más poderosa que nunca, al mis- 1990, la responsabilización de los individuos
mo tiempo que mina la noción de Estado pro- tiene por efecto reducir la dependencia res-
videncia, limita las competencias de los ser- pecto del Estado, pero simultáneamente au-
vicios públicos, disminuye los derechos menta la dependencia con respecto al mer-
sociales de la ciudadanía y acrecienta la in- cado y al capital privado. La inversión en la
fluencia del mercado sobre los aspectos fun- criminalidad y los mecanismos de seguridad
damentales de la salud y el bienestar de la son pues, cada vez más, impuestas por las
población. La relación política entre el ciu- fuerzas económicas.
dadano y el gobernante es progresivamente

La reducción del ámbito y la consideración de la gravedad de la desviación

La tercera adaptación consiste en reducir es igualmente la nueva política policial que


el ámbito y la consideración de la gravedad ha decidido que la policía no tiene más tiem-
de la desviación15, método que toma múlti- po que perder en investigaciones condena-
ples formas. En primer lugar, es el recurso das al fracaso.
ampliamente difundido en la investigación Reduciendo el ámbito y la consideración
policial que constituye actualmente una res- de la gravedad de la desviación, se tiende a
puesta normal a la delincuencia de niños y marginar a la criminología crítica en benefi-
jóvenes, pero también representa una deri- cio del Ministerio de Finanzas y de la Comi-
vación del caso más allá del proceso judicial sión de Verificación de las Cuentas y de las
(por ejemplo, en Escocia, los fiscales no pro- Iniciativas de Gestión Financiera del gobier-
ceden ya a la persecución penal más que en no –para quienes la preocupación funda-
el 50% de los casos que han sido objeto de mental es encontrar vías para reducir el gas-
una indagación policial); es el establecimien- to público y mejorar la performance del go-
to de penas fijas y de procesos abreviados bierno–. Así, en un informe reciente, la
para delitos que previamente recibían penas Comisión de Verificación de Cuentas le ad-
más severas; es el uso de multas para deli- virtió al servicio de probation que evite “ti-
tos que antes acarreaban penas de prisión y rar de la cuerda”, según la expresión de
la descriminalización de conductas que eran, Cohen –no porque esto incorpore más per-
en otros tiempos, regularmente perseguidas; sonas al sistema penal y aumente la red de la

15
Esta frase es tomada a préstamo y adaptada de D.
P. Moynihan (1992).
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represión penal, sino porque tales prácticas imponer un castigo y proteger al público por
se tienen por financieramente poco renta- el simple hecho de encerrar a los delincuen-
bles (Aufit Comisión, 1989. tes, pero no hacen más el esfuerzo de com-
A pesar de esta tendencia a reducir el ám- prometerse con la rehabilitación o, si man-
bito y la consideración de gravedad de la tienen esta esperanza –como es frecuente
desviación, las cifras monetarias que han cir- en el servicio penitenciario escocés–, se cui-
culado en el seno del aparato de Estado han dan de no hacer de ello un indicador de per-
aumentado sensiblemente en el curso de los formance17.
últimos veinte años. Esto es imputable so- En el mismo momento, el discurso de es-
bre todo al creciente nivel de la criminalidad tos organismos desplaza progresivamente la
y al hecho de que esta tendencia ha sido responsabilidad por los resultados hacia los
contrabalanceada por un proceso inverso “clientes” con los que ellos tratan. Por ejem-
que ha ampliado la esfera de la desviación y plo, se dice del prisionero –o del “cliente”
ha enfatizado la gravedad de algunas de sus como ya se lo llama en las prisiones escoce-
formas –los delitos sexuales, los actos de sas– que es libre de utilizar toda ocasión de
violencia o los actos vinculados a las dro- corregirse que la prisión pudiera ofrecerle.
gas ilegales. De la misma manera, la policía pone el acen-
El último ejemplo de adaptación consiste to sobre el hecho de que es necesario com-
en la “redefinición del éxito y el fracaso”. portarse de forma prudente y que es respon-
Los organismos de la justicia penal han re- sabilidad propia de la potencial víctima pro-
accionado a la crítica revisando moderando teger su propiedad evitando situaciones
sus aspiraciones, redefiniendo sus fines y peligrosas. Cada vez más, las organizacio-
buscando cambiar los criterios sobre los que nes buscan ser evaluadas por objetivos in-
se los evaluaba. La policía, por ejemplo, con- ternos, organizacionales, que ellas contro-
tinua proclamando su éxito en la lucha con- lan, más que en función de objetivos exter-
tra el delito grave y en la captura de impor- nos o sociales, como la reducción de las
tantes delincuentes, pero exhibe simultánea- tasas de criminalidad, el arresto de delin-
mente ambiciones menores en lo que cuentes o la corrección de los presos, todas
respecta al control de todo lo relativo al de- cosas que implican demasiadas contingen-
lito “normal”16. Las autoridades carcelarias cias e incertidumbres. Se termina por pre-
insisten cada vez más en su capacidad para sentar los objetivos que, en el origen, eran

16 17
Es necesario resaltar, contra esta posición, el re- Los programas terapéuticos y de reinserción so-
ciente enfoque adopatado por los servicios de policia cial han seguido siendo implementados en la prisio-
de New York. Las reformas de las cuales tanto se ha nes británicas en el curso de los años 1980 y 1990;
hablado y que han sido presentadas por el comisario sin embargo, se los ve cada vez más como “servicios
William Bratton se dirigen hacia el pasao, como lo especializados” que como la vanguardia de una polí-
sugieren sus nuevos eslóganes: “Tolerancia Cero”, tica general de rehabilitación y sus caracteristicas
“No somos oficinistas, somos la policia”. Ver atípicas de regimen especial, justamente, eviden-
Bratton (1998) y Kelling y Coles (1996). Es verda- cian que constituyen más la ideologia general del
deramente interesante preguntarse en que medida sistema.
una policia financiada por los impuestos y política-
mente influenciable puede mostrarse “derrotista”
frente al delito y al desorden.
Las contradicciones de la “sociedad punitiva”. El caso británico 103

la “razón de ser” de la organización como plazar el objetivo social de la reducción de la


objetivos fuera de su alcance. Los nuevos criminalidad, que era el fin inicial del sistema
indicadores de performance miden los penal –y de su poder–. El sistema penal, fra-
“outputs” más que los “outcomes”, lo que casando en las metas que se había dado, en
la organización “hace” antes que –y a falta una suerte de defensa organizacional buro-
de– aquello que “logra”. De esta manera, los crática, cambia sus objetivos y se da otros
nuevos objetivos de la tendencia en materia nuevos que le convienen más y que puede
de racionalización, rentabilidad y relación realizar.
con los clientes vienen poco a poco a reem-

La negación

Estas respuestas a las dificultades crecien- mayor a la prisión. Así los gobiernos, de los
tes del control de la criminalidad en la socie- años ’80 y ’90, han adoptado frecuentemen-
dad contemporánea se caracterizan por un te una posición punitiva que busca reafir-
cierto grado de racionalidad administrativa mar la aptitud del Estado para “gobernar”,
y de creatividad organizacional. De todas for- simplemente exhibiendo su poder de “casti-
mas, ellas no son más que una parte de una gar”. Este cambio implica un nuevo tipo de
reacción muy contradictoria. Al mismo tiem- representación y también señala la medida
po que la “máquina administrativa” del Es- en la que la justicia penal se ha desconecta-
tado ha tratado de adaptarse a sus límites y do de las ideologías de la solidaridad social.
terminar con las realidades que le generaban Estas políticas punitivas de “ley y orden”
malestar, el “brazo político” del Estado se ha son, al menos en parte, una manipulación
comprometido frecuentemente con una for- maligna y cínica de los signos del estado y
ma de “negación” que se manifiesta cada de las emociones de miedo e inseguridad que
vez más como “histérica” (en el sentido clí- dan su fuerza a estos símbolos. Tales símbo-
nico del término)18. los se revelan particularmente poderosos
Una de las respuestas frente a la criminali- cuando se expresa por todas partes un sen-
dad reside en penas severas19, nuevos po- timiento de inquietud como, evidentemente,
deres otorgados a la policía y un recurso en el actual clima económico y social. Michel

18
Lo que deseo decir con esto, es que el gobierno cir las tasas de criminalidad, como puede que ya
parece frenar activamente la difusión de informa- haya comenzado a sucedar en Estados Unidos.
ción que sabe verdaderas y actua sobre la base de Ver Massing (1996); Zimring-Hawkins (1995).
aquella que desea que fuese verdadera, actitud que Los costos sociales y financieros comprometidos
Freud identificaba en sus pacientes neuróticos y que en la reducción del delito por estos medios hace
representa ahora un riesgo del cargo de ministro del poco probable la emergencia de esta opcion política
Interior en el Reino Unido. seriamente hoy en el Reino Unido. Es, sin embargo,
19
Existen muchas razones para creer que una políti- posible deslizarse hacia un esquema de encarcela-
ca de encarcelamiento masivo concebida para inca- miento masivo sin que esto sea un objetivo político
pacitar un número muy importante de delincuentes planificado.
por periodos de tiempo prolongados, lograría redu-
104 David Garland

Foucault describió de qué forma particular- los Estados Unidos, son puestos en libertad
mente horrible el joven regicida Robert bajo palabra y reinciden o en el caso de los
Damiens fue asesinado en 1757 por haber jóvenes delincuentes que parecen gozar de
atacado al rey de Francia con un cuchillo una cierta inmunidad.
(Foucault, 1975). Partiendo de ello, Foucault El atractivo esencial de la respuesta puni-
mostró cómo se empleaban los castigos se- tiva es que se la puede presentar como una
veros como una demostración del poder so- intervención de la autoridad para tratar un
berano a fin de reafirmar la fuerza de la ley y problema grave, generador de angustia. Tal
actualizar el mito de la soberanía del Estado. acción genera la ilusión de que “se está ha-
El primer ministro John Major no es Luis XV; ciendo algo” aquí, ahora, bien y rápido. No
sin embargo, cada vez que él o sus ministros existe ninguna necesidad de cooperación,
sostiene una postura de endurecimiento de de negociación o siquiera de saber si fun-
la política penal, cada vez que deciden “ha- ciona o no. El castigo es un acto demostrati-
cer las prisiones más austeras”, “condenar vo del poder soberano, una acción eficaz que
más y comprender menos”, cada vez que es- ilustra lo que es realmente el poder absolu-
grimen nuevos poderes para enviar los de- to. Más aún, se trata de un acto soberano
lincuentes a trabajos forzados, prisiones “de que apunta a suscitar un amplio apoyo po-
schock” o cadena perpetua, adoptan delibe- pular, a relativamente bajo precio y, habitual-
radamente esta misma estrategia arcaica. Se mente, con poca oposición política real. Esta
utiliza una demostración de fuerza punitiva respuesta punitiva no es un gesto anodino.
contra el individuo condenado para recha- Este es, por ejemplo, el razonamiento que
zar toda confesión de incapacidad del Esta- está en la base de la pena de muerte. No en
do para controlar el delito. La prisa por con- vano los gobiernos británicos conservan
denar con penas severas a algunos indivi- bien vivaz el tema de la pena de muerte en el
duos oculta de hecho un fracaso en la discurso político autorizando regulares vo-
búsqueda de la seguridad para la población taciones parlamentarias sobre la cuestión de
en su conjunto. su reinstauración.
Esta punitividad tiene raíces complejas. En Esta respuesta punitiva tiene además un
la actualidad es un aspecto profundamente efecto directo e inmediato sobre la tasa de
anclado en la cultura británica. Tentativas encarcelamiento. En sociedades como las del
deliberadas de los actores gubernamentales Reino Unido o Estados Unidos donde se
por modificar esta cultura –por ejemplo la manifiestan divisiones sociales y raciales
tentativa de promover penas de trabajo so- profundas, que tienen la experiencia de ta-
cialmente útil a fines de los años ochenta sas de criminalidad y de niveles de inseguri-
(Home Office, 1988; 1990; Ress y Hall dad elevados, donde las estrategias socia-
Williams, 1991)– han mostrado la fortaleza les han sido desacreditadas políticamente,
de la demanda de penas de encarcelamiento donde hay pocas perspectivas de reinser-
severas. El público y los periodistas de la ción de los ex delincuentes en el trabajo o en
prensa popular han ejercido presión sobre la familia y donde –para completar este de-
el gobierno en estas ocasiones, en torno a primente cuadro– un sector comercial en ex-
ciertos temas, como en el caso de las fugas pansión alienta y favorece el crecimiento del
de presos del IRA, en el caso de delincuen- uso de la prisión, esta cultura punitiva está
tes violentos que, tal como Willie Horton en en tren de provocar un encarcelamiento ma-
Las contradicciones de la “sociedad punitiva”. El caso británico 105

sivo a una escala jamás alcanzada en los da en la mayor parte de los países totalita-
países democráticos y raramente encontra- rios (Christie, 1993).

Una criminología esquizofrénica

La retórica que acompaña estas políticas imagen normalizada del delito como una mo-
punitivas impone una criminología que pa- lestia rutinaria pero administrable. La icono-
rece diferente a las “criminologías de la vida grafía sufre un abrupto cambio de género,
cotidiana” de las que hablamos anteriormen- pasando de lo doméstico a lo demoníaco.
te. En lugar de describir al delincuente como Los delincuentes son descriptos como se-
un individuo oportunista y racional, poco res amenazantes y violentos por los que no
diferente de su víctima, la criminología invo- podemos tener simpatías y para los cuales
lucrada en el enfoque “punitivo” es mucho no hay ayuda concebible. La única respues-
más lombrosiana, mucho más “orientalista”: ta práctica es ponerlos “fuera de circuito”
el delincuente es “el otro, el extranjero”, al- para la protección del público, lo que, en el
guien que pertenece a un grupo social y ra- Reino Unido significa imponerles muy lar-
cial distinto, cuyas actitudes y culturas –y gas penas de prisión y en los Estados Uni-
quizá también sus genes– no tienen más que dos condenarlos a muerte.
pocas semejanzas con los nuestros. Es una La criminología oficial es así cada vez más
criminología que tiene un arsenal de imáge- dualista, polarizada y ambivalente. Hay una
nes, arquetipos, angustia y sugestión más “criminología del sí mismo” que hace del cri-
que de análisis prudentes y resultados de minal un consumidor racional, igual a noso-
investigación, es un discurso politizado del tros, y una “criminología del otro”, del paria
inconsciente más que una forma racional de amenazante, del inquietante extranjero, del
saber empírico. Este discurso, que opera en excluido agresivo. La primera es invocada
el contexto del debate público, está someti- para banalizar el delito, moderar los miedos
do a reglas semánticas muy diferentes de la desproporcionados y promover la acción
lógica analítica de la investigación o de la preventiva mientras que la segunda tiende a
administración. demonizar al delincuente, excitar los miedos
Las políticas punitivas se fundan sobre la y la hostilidad popular y sostener que el Es-
caracterización de los delincuentes como “lo- tado debe castigar más.
bos”, “predadores”, “monstruos sexuales”, Sería lógico que las autoridades adopta-
“malos”, “malvados”, miembros de una sen una visión diferenciada y multicausal de
“subclase”, “enemigos”, en una cultura do- la conducta delictiva y que estableciesen
minante que exalta los valores familiares, la esquema de sanciones diferenciadas. De he-
empresa individual y los límites de la ayuda cho, se propuso esta “bifurcación” en las
social. Cada una de estas caracterizaciones formas de pensar para justificar las reformas,
ilustra lo que Mary Douglas llama “los usos en los años 1980, que instauraron las “pe-
políticos del peligro” (Douglas, 1992:10). Es- nas de trabajo socialmente útil”. Aquellas
tas caracterizaciones sugieren una marea en reformas se dirigían al público de una mane-
alza de criminalidad que amenaza con engu- ra muy sofisticada, fundadas en un análisis
llir nuestro “modo de vida”, más que una complejo del problema de la criminalidad y
106 David Garland

de las respuestas penales adecuadas. Pero del riesgo de la criminalidad y de los recur-
esta estrategia de reforma fue invertida, al- sos públicos que se acababa de adoptar. Lo
gunos meses después de su puesta en mar- que hemos visto en los últimos años no ha
cha, en favor de una penología a la vez más sido más que un pensamiento en conflicto
primitiva y punitiva que socavó la diferen- consigo mismo, una verdadera criminología
ciación racionalmente fundada de la gestión esquizofrénica.

La paradoja de las reformas liberales de los años ochenta

Este pensamiento esquizofrénico –y la si- cierta ventaja política en el corto plazo pue-
tuación socialmente estructurada que sub- den tener mucho efecto.
yace en el mismo– ayuda a comprender cier- Esta situación compleja puede ayudar a
tos trazos de la situación actual. Explica el explicar la extraña paradoja de que las refor-
desarrollo, en el Reino Unido, de una políti- mas liberales de finales de los años ochenta,
ca penal volátil y contradictoria. Iniciativas que redujeron radicalmente las tasas de en-
políticas cuidadosamente planificadas, como carcelamiento e introdujeron medidas pro-
la ley de justicia penal de 1991 (que introdu- gresistas como “la unidad de multa” (unit
jo la proporcionalidad de la multa en función fines), fueran producidas por el gobierno de
de los ingresos, que impuso los principios derecha, políticamente seguro de sí mismo,
de la pena merecida y que promovió las pe- relativamente fuerte, mientras que las políti-
nas de trabajo socialmente útil antes que las cas punitivas predominantes desde enton-
de prisión) o el programa de reforma de la ces son obra de un gobierno más débil, me-
prisión que siguió al informe Woolf (que pro- nos seguro de si mismo en prácticamente
ponía reducir las penas de prisión y mejorar todas las esferas.
el régimen de los prisioneros), fueron brus- Las medidas que fueron adoptadas –tanto
camente reducidas a proporciones más mo- preventivas como punitivas– han dado naci-
destas por los frecuentes cambios del hu- miento a un discurso crítico que comenzó a
mor político20. Las tentativas de reducir los identificar los problemas que surgen en este
costos de la política criminal o bajar las ta- nuevo esquema de pensamiento y acción. Las
sas de encarcelamiento han sido súbitamen- razones que se oponen a un retorno de la
te abandonadas en beneficio de decisiones punitividad apenas tienen necesidad de ser
de incremento de la punitividad que han he- invocadas dado que ellas están en la base de
cho retroceder completamente el proceso. En la penología liberal que dominó la mayor par-
un cuadro tan conflictivo y ambivalente, te del siglo XX. Pero el análisis crítico referi-
datos contingentes como los escándalos do a los más recientes modos de gobierno de
producidos por la prensa, el nombramiento la criminalidad es importante porque permite
de un nuevo ministro o la búsqueda de una identificar peligros que podrían resultar me-

20
Para detalles sobre estas alteraciones políticas,
ver Reiner y Cross (1991), Ashworth y Gibson
(1994); Lord Winsdlesham (1993).
Las contradicciones de la “sociedad punitiva”. El caso británico 107

nos evidentes (Blagg y Pearson, 1986; en una fase precedente, que apuntaban a
Bottoms, 1991; Kinsey et al., 1986). legitimar su monopolio, que predican la ne-
Uno de los problemas que ha sido frecuen- cesidad de dejar los problemas de desorden
temente subrayado es que la “responsabili- y desviación únicamente a los especialistas,
zación” de organizaciones no estatales y el a las “autoridades competentes”.
funcionamiento rutinario de la prevención de Una evaluación realista reconocería pro-
la criminalidad son susceptibles de provocar bablemente que las perspectivas de la estra-
enormes disparidades en el financiamiento y tegia de la responsabilización son de hecho
en la red de seguridad social. Una vez que la muy mediocres en este momento. En verdad,
“seguridad” deja de estar garantizada para el Estado no es bueno para actuar a distan-
todos los ciudadanos por un Estado sobera- cia; ni siquiera es siempre eficaz para hacer
no, deviene un producto cuya distribución aplicar sus políticas a sus propios organis-
está más bien a merced de las fuerzas del mos. A pesar de sus declaraciones, los go-
mercado que en función de las necesidades biernos de los años ’80 y ’90 no se resolvie-
reales. Los grupos que más sufren la crimina- ron decididamente a delegar el poder o a crear
lidad tienden a ser los miembros más pobres la suerte de democracia asociativa que ha-
y menos poderosos de la sociedad, aquellos bría podido hacer realizables estas políticas
que carecen de recursos para comprar el bien (Hirst, 1994; Durkheim, 1992). En lugar de
de la seguridad o de la flexibilidad necesaria esto, han tenido una tendencia a combinar
para adaptar sus vidas cotidianas y organi- los movimientos de responsabilización con
zarse eficazmente contra el delito. Esta dis- medidas concebidas para reforzar el poder
paridad entre ricos y pobres –que recubre central, dirigiendo las acciones de los otros
las divisiones entre clases propietarias y gru- de una forma más o menos coercitiva.
pos sociales que son considerados como una Las perspectivas de esta estrategia se ha-
amenaza para la propiedad– tiende a arras- cen menos optimistas por el hecho de que la
trarnos hacia una sociedad fortificada, carac- criminalidad no es una prioridad para la ma-
terizada por la segregación y el abandono de yoría de las organizaciones no gubernamen-
todo ideal cívico (Bauman, 1987; Davies, 1990; tales capaces de hacer algo en este terreno.
Bottoms y Wiles, 1994). En consecuencia, estas organizaciones ele-
También se ha dicho que las nuevas polí- girán generalmente perseguir sus principa-
ticas de prevención de la criminalidad han les objetivos (rentabilidad, distribución, etc.)
sido seriamente socavadas por las políticas sin preocuparse demasiado por las conse-
sociales y económicas de los dos últimos cuencias criminales en tanto la experiencia y
decenios, así como por las transformacio- los costos de la criminalidad no creen una
nes estructurales del mercado de trabajo y interrupción directa y sustancial de sus pro-
de la estratificación social (Simon, 1993). pias actividades) (Pease, 1994). Hasta ahora,
“Activar” las comunidades, las familias y los el Estado no ha avanzado mucho hacia la re-
individuos se ha vuelto mucho menos plau- distribución de los costos del delito median-
sible en el marco de su debilitamiento eco- te decisiones que modificarían estos cálcu-
nómico y la exclusión social. Tanto más cuan- los, pero esto podría cambiar considerable-
to que existen hábitos de pensamiento, es- mente en lo sucesivo. En efecto, en este
tablecidos desde hace mucho tiempo y momento, a pesar de los discursos, la crimi-
alimentados por los organismos del Estado nalidad no tiene nada de prioritario, aún para
108 David Garland

el gobierno central que continúa implemen- Finalmente, el Estado es más propenso a re-
tando políticas conocidas por ser criminóge- gresar a estrategias punitivas (más fáciles de
nas y fracasa en profundizar lo necesario las enunciar) que a sacrificar objetivos econó-
iniciativas de prevención del delito para ha- micos o sociales en beneficio de del control
cerlas realmente eficaces (Svensson, 1986). del delito.

Actualidad de Emile Durkheim

Se podría decir, en conclusión, que Gran nuestros días (Durkheim, 1997b). Durkheim
Bretaña desarrolla una criminología oficial advertía que los dispositivos de tipo puniti-
que concuerda con su sociedad profunda- vo eran un fenómeno autoritario y primitivo.
mente dividida e increíblemente angustiada. Y subrayaba, por el contrario, la importancia
Es la política de una sociedad bloqueada en de la prevención y de la reparación en el cam-
un período de transición. Una sociedad que po del delito en las sociedades modernas.
reconoce el fracaso del antiguo régimen y Igualmente, creía que cada vez devendría más
que se acerca no sin hesitación a nuevos imposible, para un Estado soberano centra-
estilos y formas de gobierno, pero que no ha lizado, gobernar sociedades complejas y plu-
desarrollado todavía la voluntad política o el ralistas con cierto tipo de autoridad o de sen-
contrapoder necesarios para realizar las re- sibilidad moral.
formas radicales que estos exigirían. Un código moral simple no podría ser im-
Todas las tentativas para crear nuevas ins- puesto viniendo desde arriba más que al pre-
tituciones y nuevas formas de gobierno – cio de una represión y un descontento masi-
sea en el dominio de la prevención del delito vos. De esto resultarían importantes niveles
y de la “responsabilización” o en otros do- de desviación (medidos con las tasas de deli-
minios, como los de la reforma constitucio- to y suicidio, Durkheim agregaría hoy día las
nal y económica– son minadas por el recha- de consumo de drogas), bajos niveles de
zo a estremecer los pilares del antiguo régi- arrestos y una sensación ampliamente expan-
men y a ceder un poder real a otras dida de anomia moral. Como podemos obser-
instituciones y por políticas económicas y var actualmente, tales predicciones se revela-
sociales que debilitan los recursos del con- ron como demasiado proféticas. La solución
trol social y destruyen la capacidad de fami- de Durkheim era delegar más poder a las aso-
lias y comunidades de motivar y moralizar a ciaciones y organizaciones de la sociedad ci-
sus miembros. Cada intento es igualmente vil, apoyar sus esfuerzos de autonomía de for-
socavado por una economía de libre merca- mas, a la vez, moralmente significativas y efi-
do que excluye del trabajo remunerado a ma- caces desde el punto de vista del
sas de población y que nutre activamente el comportamiento y desarrollar un Estado resi-
delito engendrando deseos y expectativas dual cuyo trabajo consistiera en asegurar los
de consumidor insaciable junto con nuevos derechos y las libertades individuales, tanto
niveles de pobreza infantil, disfuncionamien- como los niveles de igualdad y de inversión
tos en la familia y desigualdad social. requeridos para hacer de todo esto una reali-
El análisis de Durkheim realizado hace ya dad. Por encima de todo, buscaba introducir
un siglo revela ser aún más pertinente en cooperación y coacción moral en la vida eco-
Las contradicciones de la “sociedad punitiva”. El caso británico 109

nómica, un fin que les parece absurdo a los gobernar que se ajustaran a las característi-
pensadores del libre mercado y a los que co- cas de la sociedad moderna y pluralista, ase-
mienzan a interrogarse sobre las razones por gurándose que las personas libres estuvie-
las cuales países como Suecia, Alemania y ran al mismo tiempo moralmente contenidas y
Japón han sobrepasado largamente al Reino socialmente vinculadas. La tragedia contem-
Unido en la mayor parte de los indicadores poránea es que nuestros gobiernos comien-
económicos y sociales, incluida de la tasa de zan al fin a sentir la necesidad de esta suerte
criminalidad. La solución de Durkheim miraba de organización social, pero permanecen com-
más allá del Estado centralizado. Buscaba es- prometidos en una política y una económica
tablecer formas de solidaridad y maneras de que la vuelven imposible.

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