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INTRODUCCIÓN (II)
La distopía en los laberintos discursivos del capital y la nueva
morfología del trabajo1
Alberto L. Bialakowsky2
Ricardo Antunes3
Nota inicial
La presente Introducción (II) ensaya colocar en debate cuestiones críticas del proceso
de trabajo capitalista y proyecciones sobre el cambio social, al mismo tiempo que
expresa estrecha continuidad en su desarrollo teórico con la “Introducción (I):
Hipótesis y notas críticas sobre el trabajo y el capitalismo actual” elaborada por los
autores Alberto L. Bialakowsky y Ricardo Antunes para la presentación del Primer
Tomo“Trabajo y capitalismo entre siglos en Latinoamérica. El trabajo entre la
perennidad y superfluidad”, editado por la Universidad de Guadalajara - Centro
Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades y la Asociación Latinoamericana de
Sociología (ALAS), Guadalajara - Jalisco, México, 2005.
El objetivo inicial de esta Introducción II, pensando que los términos conceptuales
encierran una visión del pasado, un diagnóstico y una proyección social, es desmadejar
(deconstruir) el fetichismo que involucran ciertos conceptos utilizados por el capital,
que siempre encierran interpretaciones de la realidad y de su (dis)topía, como así
colocar la interrogación sobre el trabajo en el borde analítico de la nueva época en el
marco de una teoría de la transición. De ahí que las hipótesis en esta circunstancia
constituyen un inicio para el recorrido del laberinto discursivo del capital, para ofrecer
hipótesis sobre la recuperación teórica y para descubrir, si fuera posible, el trasfondo
con que pueden ser interrogados y comprendidos los esfuerzos investigativos e
interrogativos que se presentarán a lo largo de este Segundo Tomo.
Temas en desarrollo
1
Agradecemos las contribuciones de traducción de Raúl Perea.
2
Profesor Titular de la Carrera de Sociología e Investigador Director Proyecto Ubacyt S015, Instituto de
Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
3
Profesor Titular de Sociología, Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de
Campinas (Unicamp), Brasil.
demarcación histórica y el inicio de una nueva fase histórica, porque las
raíces de las nuevas tendencias fundamentales se remontan a las
profundidades de las determinaciones pasadas y porque transcurre largo
tiempo antes de que ellas se desarrollen en todas sus dimensiones y se
hagan valer a cabalidad a todos los niveles de la vida social.”
(Mészáros, 2001: 1086-1088).
Comencemos por señalar, ¿cuál es el significado de hablar de trabajo material?, por una
parte para referirlo a una praxis simultánea la subjetiva y la social, y por la otra para
hacer referencia a la producción del ser colectivo, el ser social del cambio. Esa
trascendencia teleológica que intenta producir la propia teoría como labor sobre el
conocimiento. Así atribuirles a la materialidad de las comunicaciones y la cibernética, o
aún a la praxis intelectual, un carácter inmaterial es conceder la razón al idealismo de
antemano. Así puede interpretarse que: “Si se considera el trabajador colectivo en el
taller consiste, su actividad combinada se realiza materialmente (materialiter) y de
manera directa en un producto total que al mismo tiempo es una masa total de
mercancías, y aquí es absolutamente indiferente el que la función de tal o cual
trabajador, mero eslabón del trabajador colectivo, esté más próxima o más distante del
trabajo manual directo.” (Marx, 1997: 79).
4
Hardt y Negri dirán al respecto: “Podemos comprender más fácilmente la relación entre la producción
social y el biopoder en la obra de un grupo de autores marxistas italianos contemporáneos, quienes
reconocen la dimensión biopolítica atendiendo a la nueva naturaleza de la labor productiva y a su
desarrollo vivo en la sociedad, utilizando expresiones tales como `intelectualidad de masas´, `trabajo
inmaterial´ y el concepto marxista de `intelecto general´ (...) (Uno de estos proyectos) consiste en el
análisis de las transformaciones recientes del trabajo productivo y su tendencia a hacerse cada vez
menos material. El lugar central en la producción del superávit, que antes correspondía a la fuerza
laboral de los trabajadores de las fábricas, hoy está siendo ocupado progresivamente por una fuerza
intelectual, inmaterial y comunicativa.” (2002: 42-43). “Sostendremos (...) que entre las diversas
figuras de la producción activa actual, la figura de la fuerza laboral inmaterial (dedicadas a tareas
relacionadas con la comunicación, la cooperación y la producción y reproducciónde afectos) ocupa una
posición cada vez más central, del proletariado.” (2002: 64). “Puesto que la producción de servicios da
por resultado un bien no material y durable, definimos los trabajos implicados en esta producción como
trabajo inmaterial – esto es, un trabajo que produce un bien inmaterial, tal como un servicio, un
producto cultural, conocimiento o comunicación-.” (2002: 270). Sin embargo estos autores reconocerán
al propio tiempo que: “El trabajo que interviene en toda la producción inmaterial, subrayémoslo una vez
más, sigue siendo material; involucra nuestros cuerpos y mentes, igual que cualquier clase de trabajo. Lo
que es inmaterial es su producto. Admitimos que, en este aspecto, la expresión de `trabajo inmaterial´ es
muy ambigua. Quizás sería preferible interpretar la nueva forma hegemónica como `trabajo biopolítico´,
es decir, un trabajo que no sólo crea bienes materiales, sino también relaciones y, en última instancia, la
propia vida social. (...)Pero por otra parte... la noción de inmaterialidad, aunque ambigua, facilita la
comprensión inicial y además indica mejor la tendencia general que revisten las transformaciones
económicas.” (2004: 137-138)
tanto la concentración como la propiedad de la producción capitalista privada como así
sus métodos productivos se encuentran bajo “patentes” que las monopolizan.
Lo intangible podría no ser postulado como inmaterial ya sea por su sustancia temporo-
espacial y empírica como y especialmente porque una interpretación in-materialista
podría impulsar a un cierre sobre las proyecciones críticas para generar un cambio
social. Estas concepciones, podrían no develar suficientemente, por un lado, la
sustentabilidad infraestructural5, y por el otro, los procesos de trabajo y sus métodos de
producción maquínica (de Gaudemar, 1991).
Guardando convergencias y diferencias con las tesis de Negri y Hardt, otro autor que
trató recientemente el tema del trabajo inmaterial es Andre Gorz. Dada la amplitud de
su obra, sus múltiples fases y momentos, tomaremos aquí sus formulaciones presentes
en sus libros Metamorfosis del Trabajo (2003) y especialmente Inmaterial (2005).
Partiendo de las formulaciones presentes en las teorías del “capital humano” y por las
tesis que propugnan la intangibilidad del “valor” generado por la producción y por el
trabajo inmaterial, Gorz termina confluyendo con la idea de que el trabajo no es más
mensurable según padrones y normas preestablecidas (Gorz, 2005: 18).
De este modo, en clara sintonía con las formulaciones de Habermas (1980) el saber
acaba tornándose en la más importante fuente de creación de valor, toda vez que está en
la base de la innovación, de la comunicación, de la auto-organización creativa y
continuamente renovada. Lo que lleva a concluir que el “trabajo del saber vivo no
5
Verbi gratia, los ordenadores, no poseen un diseño neutral, se encuentran diagramados para procesar
especialmente códigos encriptados protegidos bajo licencias privadas y operan con paquetes de
programas, diseñados intrínsecamente según su propia lógica de operación y vertiginosa obsolescencia
con la concentración y la enajenación productiva que ello implica social y subjetivamente.
produce nada materialmente palpable. El es, sobretodo en la economía de red, el
trabajo del sujeto cuya actividad es producirse a sí mismo" (Gorz, 2005: 20, subrayado
de los autores).
Valor sin medida, trabajo sin plus-trabajo, es inevitable una descompensación y una
desmedida en la teoría del valor, ahora fortalecida por la tesis de la inmaterialidad del
trabajo.
Se postula aquí que la hipótesis de que las formas del trabajo "inmaterial"6, mantiene
sus evidentes vínculos con la materialidad, y expresan las distintas modalidades del
trabajo vivo, necesarias para la valorización contemporánea del valor. En la fase laboral
donde el saber científico y el saber laboral se mezclan todavía más directamente, la
potencia creadora del trabajo vivo asume tanto la forma (dominante) del trabajo
material como la modalidad del trabajo inmaterial (Antunes, 2005).
6
El significado de trabajo inmaterial se asimila en lo que sigue al concepto de "producción no material"
Así Karl Marx se pronuncia al respecto del rnodo que sigue: "(En el caso de la producción no material,
aun cuando se le efectúe exclusivamente con vistas al intercambio y cree mercancías, existen dos
posibilidades:
1) Su resultado son mercancías que existen separadamente del productor, o sea que pueden circular
como mercancías en el intervalo entre la producción y el consumo; por ejemplo libros, cuadros, todos los
productos artísticos que existen separadamente de la actividad artística de su creador y ejecutante. La
producción capitalista sólo se puede aplicar aquí en una medida muy limitada. Estas personas, siempre
que no tomen oficiales, etc. ,... una relación que constituye tan sólo una forma de transición hacia el
modo de producción sólo formalmente capitalista...
2) El producto no es separable del acto de producción. También aquí el modo capitalista de producción
sólo tiene lugar de manera limitada, y no puede tenerlo, conforme a la naturaleza de la cosa, sino en
algunas esferas... Casos similares no deben ser tenidos en cuenta cuando se analiza el conjunto de la
producción capitalista). (Marx, 1997: 88-89, párrafo 486). Este concepto se refiere a una fase del
capitalismo en transición donde el trabajo para la producción de conocimientos se incluye en una
transición hacia el modo de producción formalmente capitalista, en el caso contemporáneo se deduce
entonces irá perdiendo su carácter anterior de "producción no material" en contexto de adquirir
crecientemente, dentro del conjunto de la producción realmente capitalista, una proporción más que
significativa de compra-venta de trabajo intelectual. En ese caso no será el inmaterialismo el que domine
como forma de trabajo mercancía la producción material sino inversamente, ya que podrá redefinirse en
este nuevo contexto como trabajo materialmente productivo.
trabajo cada vez más complejo, asimilándolos a la nueva fase de la producción del
valor.
Por lo tanto, menos que una descompensación de la ley del valor, resultante de la
inmaterialidad, presenciamos, en el mundo del capital y de las mercancías, una creciente
imbricación entre trabajo material e inmaterial, dada por la ampliación de las
actividades dotadas de mayor dimensión intelectual, tanto en las actividades industriales
más informatizadas, así como también en las esferas comprendidas por el sector de
servicios o en las comunicaciones, se configura así un agregado fundamental para poder
comprender los nuevos mecanismos de la teoría del valor.
Lo que es intangible para tantos, es también claramente asimilado por la Toyota, como
se desprende del slogan adoptado en la entrada de la unidad de Takaoka: “Yoi kangae,
yoi shina” (“buenos pensamientos significan buenos productos”), fijado en la bandera
que flameaba en la entrada de la unidad productiva. (Business Wek, 18/11/2003).
Efectivamente la montadora japonesa (así como la Manpower) sabe cuantificar y
contabilizar el plus-valor que extrae del trabajo cualitativo.
Al contrario, por lo tanto, de la desmedida del valor del trabajo, esta sufre una alteración
cualitativa que fortalece y le da vitalidad al capital, tanto en su proceso de valorización,
como en sus embates contra el mundo del trabajo. Menos que una reducción o pérdida
de relevancia de la teoría del valor-trabajo, esta vive una alteración sustantiva, dada por
la ampliación de las formas y mecanismos de creación y valorización del capital,
proceso fuertemente marcado, todavía, por la ampliación de las formas y mecanismos
de la extracción del plus-trabajo.
Por lo tanto, el trabajo inmaterial (o no-material, como plantea Marx en el Capítulo VI,
inédito) expresa la vigencia de la esfera informacional de la forma-mercancía (Vincent,
1993 y 1995 y Tosel, 1995), experimentando las mutaciones del trabajo en el interior de
las grandes empresas industriales y de servicios que son dotadas de tecnología de punta,
centralmente subordinadas a la lógica de la producción de mercancías del capital. Son
formas de trabajo (intelectual) abstracto, y no de su finitud.
Finalmente, es preciso acentuar que la inmaterialidad es una tendencia en transición,
mientras que la materialidad es largamente prevaleciente, especialmente cuando se mira
el capitalismo a escala global, mundializado, diseñado por la (nueva) división
internacional del trabajo, donde, vale recordar una vez más, dos tercios de la humanidad
que trabaja se encuentra en los países del Sur. La explosión china (para no hablar de la
India) en la última década, anclada al mismo tiempo en una enorme fuerza sobrante de
trabajo y en la incorporación de tecnología informática, todo esto articulado con un
control socio-técnico de los trabajadores, viene permitiendo una explotación
desmesurada de la fuerza de trabajo y, como consecuencia, una expansión monumental
del valor, que invalida (empírica y teóricamente) la teoría de la irrelevancia del trabajo
vivo en el mundo de la producción de valor. Y parece debilitar entonces la tesis de la
inmaterialidad del trabajo como forma de superación o inadecuación de la ley del valor.
Esta nueva época del capitalismo neoliberal está signado por la inflexibilización7 de la
clase trabajadora, si bien se había registrado un impasse laboral en la postguerra, con el
avance de derechos sociales y universales para los trabajadores, compelidos tanto por
los socialdemócratas como por los socialismos reales, los 70 marcan el reingreso de la
acumulación originaria en gran escala y sus formas penetran incluso los procesos de
trabajo tayloristas-fordistas Se desmadejan las fuerzas industriales de masas, la
imposición de la producción magra, lean production, implica la fragmentación de las
plantas, offshore - outsourcing, y especialmente la distribución fragmentaria de los
trabajadores en redes, módulos y distanciamientos territoriales facilitados por las redes
comunicacionales. El poder consiste ahora en flexibilizar la producción, eliminar los
tiempos muertos, y reducir el poder colectivo y la proporción de la fuerza productiva
viva a su mínimo como horizonte productivo. Lo labilidad de la fuerza de trabajo luego
de estas tres décadas no es sólo el fruto de una desregulación sistemática sino de una de-
construcción y un montaje paralelo de una nueva rigidez extrema reguladora neoliberal,
que legaliza férreamente el proceso de flexibilización laboral, doblega la fuerza de
trabajo, la divide no la re-une, la desplaza, al propio tiempo que produce en masa la
subcategoría del subproletariado (Bourdieu, 1999; Borón, 2005; Antunes, 2005; Beud y
7
Respecto de la flexibilidad del trabajo en América Latina Enrique de la Garza Toledo concluía en el
2000 lo siguiente: “La flexibilidad del trabajo se ha extendido sobre todo en los países más desarrollados
de América Latina. Las formas principales que ha adoptado ha sido el cambio en las leyes laborales, la
transformación en la contratación colectiva y la ruptura o debilitamiento de los pactos corporativos
(cuando los hubo históricamente) entre sindicatos, Estado y empresas. En los países en que esta
flexibilización ha avanzado todavía hay una preferencia empresarial por la flexibilidad unilateral y su
traducción en desregulación, con intensificación del trabajo.” (2000: 176)
Pialoux, 2006) en cuyos extremos ocurre el desalojo y el desgranamiento productivo de
los trabajadores8.
El término o concepto de flexibilidad encubre, a modo de un guante que debe ser dado
vuelta para poder observar la trama de su tejido, un reverso desde el cual debe mirarse.
El método de regulación laboral se presenta en este modo de acumulación flexible con
la seducción de un fetiche, por medio del cual se oculta la realidad de sus fundamentos
operativos. La exigencia de los empleadores en esta nueva época es modelar y penetrar
biopolíticamente al trabajador. Pero ya no se trata de la implementación de formas
regladas disciplinariamente, con los reglamentos o códigos de trabajo convencionales,
sino utilizar legalmente la arbitrariedad unilateral, equivalente a micro-estados de
excepción (Agamben, 2004), que profundiza el dominio ejercido por la organización
antes regulada por los conceptos del binomio taylorista-fordista. La flexibilización
construye un doblegamiento del productor bajo la simulación de la libertad de contrato,
es una regresión dirigida a la disponibilidad total del productor, pero ahora bajo hilos
más invisibles aún que aquellas que sujetaban a los asalariados bajo relación de
dependencia de la etapa liberal keynesiana.
La lucha del capital por el dominio del cuerpo individual y colectivo de los productores
atraviesa distintos planos, uno de ellos es la ficción de la libre disponibilidad del tiempo
propio. El trabajador flexibilizado en realidad queda sujeto inerme a los vaivenes
productivos, a su costo, bajo una forma de ocupación plena encubierta. Desaparece la
8
Aquí puede encontrarse ese férreo lazo que ata al proletariado a la venta de su fuerza de trabajo: “La
continuidad de la relación entre el esclavo y el esclavista es tal que en ella el primero se mantiene por
la coerción directa. El trabajador libre, por el contrario, está obligado a mantener el mismo la relación,
ya que su existencia y la de los suyos depende de que renueve continuamente la venta de su capacidad de
trabajo al capitalista.” (Marx, 1997 (1863-1866): 68) Dicho lazo de coerción de perpetúa y agudiza en la
subcategoría.
9
Trabajadoras entrevistadas expresan significativamente esta duplicidad: “somos algo así como
eventuales de plantillla” (Castillo y Calle, 2005: 59)
macrofábrica y se extiende la red productiva invisibilizada en eslabones productivos,
núcleos y satélites, en las que se ejecutan ocupaciones subordinadas por medio de las
subcontrataciones tercerizadas, “aparentemente” temporales en lo individual y en lo
colectivo. Se establece por el método productivo de esta acumulación-contratación
flexible una malla férrea de dominación extendida, la cual posee eslabones
intercambiables de plantillas cuyo reemplazo homologan la mecánica de sustitución de
piezas modulares de la tecnología electrónica o astronáutica, cuyos equipos desgastados
o averiados son desechados, aquí también funciona la lógica de la economía del
descarte (Antunes, 2005).
Aunque pasando por una monumental reestructuración productiva, el capital, aún bajo
enorme impacto de las profundas mutaciones tecnológicas, no puede eliminar
cabalmente al trabajo vivo del proceso de mercancías. Él puede incrementar al máximo
el trabajo muerto corporizado en la maquinaria tecno-científica, aumentando de ese
modo la productividad del trabajo de modo de intensificar las formas de extracción del
sobretrabajo en tiempo cada vez más reducido, una vez que tiempo y espacio se
transforman en esta fase de los capitales globales y destructivos. Una nueva modalidad
de la forma del valor aparece para mostrar los límites y equívocos de aquellos que
habían decretado el fin de la teoría del valor-trabajo (Sotelo, 2003). Y se muestra como
responsable por la ampliación de la enorme destructividad que preside la sociedad del
capital. Esto porque en el plano microcósmico, en el plano de las empresas, hay una
necesidad intrínseca de racionalizar su modus operandi, de implementar el recetario y
la pragmática de lean production, de la empresa magra, buscando calificarla para la
concurrencia inter-empresas en disputa en el sistema global del capital.
La consecuencia más negativa para el mundo del trabajo, está dada por la destrucción,
precarización y eliminación de puestos de trabajo, resultando un desempleo estructural
explosivo. Según Mészáros hay, hoy "… más de 40 millones de desempleados en los
países industrialmente más desarrollados. De este número, Europa cuenta con más de
20 millones y Alemania -otrora elogiada por producir el 'milagro alemán'- sobrepasó
la marca de los 5 millones. En un país como la India -reverenciado por los organismos
económicos tradicionales por sus realizaciones en la dirección del desarrollo- hay no
menos de 336 millones de personas desempleadas y otros millones bajo condiciones
inadecuadas de trabajo, cuyos datos no fueron registrados. Más allá de eso, la
intervención del FMI, organización de los EUA que dicta órdenes, pretendiendo
mejorar las condiciones económicas de los países 'en desarrollo' más afectados por la
crisis han, en verdad, empeorado las condiciones de los desempleados (…). Al mismo
tiempo, los antiguos países pos-capitalistas pertenecientes al sistema de tipo soviético,
de Rusia a Hungría -que en el pasado no sufrían altos índices de desempleo, aunque
administrasen sus economías con altos niveles de subempleo-, ante la presión directa
del FMI, están sufriendo con las condiciones deshumanizadoras del desempleo masivo"
Y agrega: "El Japón es un ejemplo particularmente importante, pues no estamos
hablando de un país del llamado 'Tercer Mundo' en relación a los cuales, aún las más
intensas prácticas de explotación del trabajo, siempre fueron consideradas normales.
Al contrario, el Japón representa la segunda más poderosa economía del mundo: un
paradigma de los avances capitalistas. Y ahora, aún en tal país, el desempleo está
creciendo peligrosamente. Sin contar con las condiciones de trabajo que se deben
tornar aún peores que en la época del largo período de desarrollo de posguerra y de
expansión del capital, incluyendo no sólo la gran intensificación de la explotación por
los cronogramas de trabajo en nombre de la 'flexibilidad' como también -para muchos
bastante incomprensible- la prolongación de la semana de trabajo forzado" (2004: 4-
8).
Más allá del desempleo estructural, en franca expansión, se amplían y esparcen por
todas partes del llamado "Primer Mundo" los trabajadores/as inmigrantes (gastarbeiters
en Alemania, lavoro nero en Italia, los chicanos en Estados Unidos de América, los
dekaseguis en Japón, etc.), configurando un cuadro de enorme explotación del trabajo
en expansión a escala global. Estas modalidades de trabajo precarizado -trabajo atípico,
según la definición de Vasopollo y Martufi- se encuentran en franca expansión también
en Italia y España.
El trabajo estable se torna, entonces, (casi) virtual. Se está viviendo, por lo tanto, la
erosión del trabajo estable y reglamentado, dominante desde mediados del siglo XX, y
observando su sustitución por las tercerizaciones, por gran parte de las flexibilizaciones,
por las formas de trabajo part-time, por las diversas formas de “emprendedorismo”,
“cooperativismo”, “trabajo voluntario”, tercer sector, etc. De aquello que Luciano
Vasapollo (2003) denominó como trabajo atípico.
El ejemplo de las cooperativas tal vez sea todavía más elocuente, toda vez que, en su
origen, ellas nacieron como instrumentos de la lucha obrera contra el desempleo y el
despotismo del trabajo. Hoy, contrariamente, los capitales vienen creando falsas
cooperativas, como forma de precarizar aún más los derechos del trabajo. Las
“cooperativas” patronales tienen, entonces, sentido contrario al proyecto original de las
cooperativas de trabajadores, toda vez que ellas son verdaderos emprendimientos para
destruir derechos y aumentar todavía más las condiciones de precarización de la clase
trabajadora. Similar es el caso del "emprendedorismo", que cada vez más se configura
como asemejado a una forma oculta de trabajo asalariado y que permite que proliferen,
en este escenario abierto por el neoliberalismo y por la reestructuración productiva, las
distintas formas de flexibilización salarial, de horario, funcional u organizativas.
Es en este cuadro de precarización del trabajo que los capitales globales están
exigiendo, a los gobiernos nacionales, el desmonte de la legislación social protectora del
trabajo. Y flexibilizar la legislación del trabajo significa, no es posible tener ninguna
ilusión sobre eso a pesar de su envoltura discursiva, pues tienden a aumentar todavía
más los mecanismos de extracción de plus-trabajo, ampliar las formas de precarización
y destrucción de los derechos sociales que fueron arduamente conquistados por la clase
trabajadora, desde el inicio de la Revolución Industrial.
3. La hipótesis sobre la nueva morfología del trabajo. Ese cuadro configura una nueva
morfología del trabajo: más allá de los asalariados urbanos y rurales que comprenden
a los obreros industriales, rurales y de servicios, la sociedad capitalista moderna viene
ampliando enormemente el contingente de hombres y mujeres tercerizados,
subcontratados, part-time, ejerciendo trabajos temporarios, entre tantas otras formas
semejantes de informalización del trabajo, que proliferan en todas partes del mundo.
En su aspecto perenne, se puede ver que cada vez menos hombres y mujeres trabajan en
continuidad, en ritmo e intensidad que se asemejan a la fase pretérita del capitalismo,
casi similarmente a la época de la Revolución Industrial. Y, en su aspecto de
superfluidez, cada vez más hombres y mujeres encuentran menos trabajo, esparciéndose
a la búsqueda de trabajos parciales, temporarios, sin derechos, "flexibles", cuando no
vivenciando el flagelo de los desempleados (Antunes, 2005).
Dentro de este contexto, se puede constatar una nítida ampliación de las modalidades de
trabajo más desreglamentadas, alejadas de la legislación laboral, generando una masa de
trabajadores que pasan de la condición de asalariados con cartera hacia trabajadores sin
cartera assinada10. Si en los años 80 era relativamente pequeño el número de empresas
tercerizadas, locadoras de fuerza de trabajo de perfil temporario, en las décadas
siguientes ese número aumentó significativamente, para abarcar la gran demanda de
trabajadores temporarios, sin vínculo laboral, sin registro formalizado. O sea, en plena
era de la informatización del trabajo, del mundo maquinal y digital, se está conociendo
la época de la informalización del trabajo, de los tercerizados, precarizados,
subcontratados, flexibilizados, trabajadores de tiempo parcial, etc.
Pero hay aún otra contradicción que se evidencia, cuando la observación se vuelve a la
(des)sociabilidad contemporánea en el mundo productivo: cuanto mayor es la incidencia
del ideario y de la pragmática en la llamada "empresa moderna", cuanto más
racionalizado es su modus operandi, cuanto más las empresas laboran en la
10
Carteira assinada: un sistema que en Brasil permite el registro legal de los trabajadores, similar a lo que
era la libreta del fondo de desempleo en los trabajadores de la construcción argentinos.
implantación de las "competencias", de la llamada "calificación", de la gestión del
"conocimiento", más intensos parecen tornarse los niveles de degradación del trabajo.
João Bernardo, al tratar de esa dimensión crucial del trabajo afirmó: "La
'desindustrialización', sobre la cual tanto se habla y se escribe hoy, es en verdad una
reindustrialización. Y la 'desaparición de la clase obrera' corresponde a una expansión
sin precedentes de la clase trabajadora, que sin embargo se reestructuró internamente.
Kim Moody puso la cuestión en los términos debidos al recordar que 'los cambios
ocurridos en las economías capitalistas desarrolladas no alteraron la condición
fundamental de la fuerza de trabajo, que continúa teniendo que vender a un patrón su
capacidad de trabajo y continúa teniendo que ejercer su actividad como participante en
un esfuerzo colectivo organizado por el capital, y en términos dictados en gran medida
por el capital" (2004: 105-106).
Mészáros sintetiza: “Dada la inseparabilidad de las tres dimensiones del sistema del
capital, que están completamente articuladas –capital, trabajo y Estado–, es
inconcebible emancipar al trabajo sin simultáneamente superar al capital y también al
Estado. Esto es así porque, paradójicamente, el material fundamental que sustenta al
capital no es el Estado sino el trabajo, en su continua dependencia estructural del
capital (...). Mientras que las funciones controladoras vitales del metabolismo social no
sean efectivamente tomadas y autónomamente ejercidas por los productores asociados,
mientras permanezcan bajo la autoridad de un control personal separado (es decir, un
11
Puede afirmarse que, para Mészáros, capital y capitalismo son fenómenos distintos y la identificación
conceptual entre ambos hace que todas las experiencias revolucionarias ocurridas en el siglo XX, desde la
Revolución Rusa hasta los intentos más recientes de constituir una sociabilidad socialista, se mostraran
incapacitadas para superar el “sistema de metabolismo social del capital”, es decir, el complejo
caracterizado por la división jerárquica del trabajo, que subordina sus funciones vitales al capital, bajo la
mediación del Estado. El capital, segundo el autor, antecede al capitalismo y también lo sobrevive. El
capitalismo es una de las formas posibles de realización del capital, una de sus variantes históricas, como
ocurre en la fase caracterizada por la subsunción real del trabajo al capital. Así como existía el capital
antes de la generalización del sistema productor de mercancías (ejemplificado por el capital mercantil), del
mismo modo se puede observar una presencia del capital después del capitalismo, a través de la
constitución de aquello que él denomina, por ejemplo, como el “sistema del capital poscapitalista”, que
tuvo vigencia en la URSS y en el resto de los países del este europeo durante varias décadas del siglo XX.
Estos países, a pesar de tener una configuración poscapitalista, fueron incapaces de romper con el sistema
de metabolismo social del capital. Al respecto Mészáros dice de la Unión Soviética: "La Unión soviética
no era capitalista, ni siquiera capitalista de estado. Pero el sistema soviético estuvo dominado por el
poder del capital: la división del trabajo se mantuvo intacta, la estructura de mando jerárquica del capital
se mantuvo. El capital es un sistema de mando cuyo modo de funcionamiento está orientado hacia la
acumulación, y la acumulación se puede asegurar en una cantidad de maneras diferentes. En la Unión
Soviética se extraía el plustrabajo de manera política y eso fue lo que entró en crisis en los años recientes"
(2001: 1133-1134).
nuevo tipo de personificación del capital), el trabajo en cuanto tal continuará
reproduciendo el poder del capital sobre aquél, manteniendo y ampliando
materialmente la regencia de la riqueza alienada sobre la sociedad” (2001: 567).
Siendo un sistema que no tiene límites para su expansión (al contrario de los modos de
organización social anteriores, que buscaban, en alguna medida, atender a las
necesidades sociales), el sistema del metabolismo social del capital se constituye como
un sistema social incontrolable. Fracasaron en la búsqueda por controlarlo tanto los
innumerables intentos efectuados por la socialdemocracia como la alternativa de tipo
soviético, toda vez que ambas terminaron siguiendo lo que el autor denomina la línea de
menor resistencia al capital. Para Mészáros, “La transformación en un modo de
metabolismo social incontrolable y el origen de sus propias contradicciones y defectos
estructurales se explican así:
Primero, la producción y su control están separados y se encuentran diametralmente
opuestos el uno al otro.
Segundo, en el mismo sentido y en presencia de las mismas determinaciones, la
producción y el consumo adquieren una independencia extremadamente problemática y
una existencia separada, de modo que el más absurdo y manipulado ‘consumismo’, en
algunas partes del mundo, puede encontrar su horrible corolario en la más inhumana
negación de las necesidades elementales para millones de seres.” (2001: 55-56).
La principal razón por la cual este sistema escapa de todo control se manifiesta,
precisamente, porque “emergió, en el curso de la historia, como una estructura de
control ‘totalizante’, de las más poderosas, (...) dentro de la cual todo, incluyendo los
seres humanos, deben ajustarse, poniendo a prueba su ‘viabilidad productiva’ o, por el
contrario, perecer. Es impensable otro sistema de mayor control e inexorabilidad –en
ese sentido ‘totalitario’– que el sistema del capital globalmente dominante”, que impone
“su criterio de viabilidad en todo, desde las menores unidades de su ‘microcosmos’
hasta las mayores empresas transnacionales, desde las más íntimas relaciones
personales hasta los más complejos procesos de toma de decisiones en los consorcios
monopólicos industriales, favoreciendo siempre al más fuerte contra el más débil”
(Mészáros, 2001: 47).
Es, “en este proceso de alienación, que el capital degrada al sujeto real de la
producción, el trabajo, a la condición de una objetividad reificada –un mero factor de
producción– (...) El trabajo debe ser realizado para reconocer a otro sujeto por encima
de él, aunque, en verdad, este último sea sólo un pseudo- sujeto” (2001: 76).
La conclusión es terminante: “bajo las condiciones de una crisis estructural del capital,
sus contenidos destructivos aparecen en escena, activando el espectro de una
incontrolabilidad total, de una forma que prefigura la autodestrucción, tanto del sistema
reproductivo social como de la humanidad en general” (Mészáros in Antunes, 2005:
14).
Como ejemplo de esta tendencia, agrega el autor, “es suficiente pensar en la monstruosa
asimetría entre la población de los EEUU –menos del 5% de la población mundial– y su
consumo del 25% del total de los recursos energéticos disponibles. No es preciso una
gran imaginación para calcular lo que ocurriría si el 95% restante adoptase el mismo
patrón de consumo” (Mészáros in Antunes, 2005: 14).
Expansionista, destructivo e incontrolable en sus límites, el capital asume cada vez más
la forma de una crisis endémica, como un depressed continuum, una crisis acumulativa,
crónica y permanente: “crisis estructural cada vez más profunda, al contrario de su
mecánica anterior, cíclica, que alternaba fases de desarrollo productivo con momentos
de ‘tempestad’” (Mészáros in Antunes, 2005: 14). La falta de resolución de su crisis
estructural actual hace emerger en su horizonte visible el espectro de la destrucción
global de la humanidad. La única alternativa para evitar la destrucción es la
actualización histórica de la alternativa socialista.
6. Hipótesis sobre el cambio social y el socialismo. Con este cuadro de situación cabe
preguntarse sobre los desafíos del cambio social, si se despeja que los desafíos
históricos han consistido preferentemente en la socialización de los medios de
producción, la distribución del producto y la eliminación de la plusvalía, queda
entonces inicialmente pendientes de interrogación tres elementos básicos de nueva
época: a. la reconducción del avance de las fuerzas productivas cristalizadas
12
Dirá Atilio Borón respecto de esta categoría: “Esta decadencia, sin duda, se explica por las
transformaciones ocurridas en la "base social" típica de esos formatos organizativos debido a la
declinante gravitación cuantitativa del proletariado industrial en el conjunto de las clases subalternas y
a la aparición de un voluminoso "subproletariado" –denominado pobretariado por Frei Betto– que
incluye a un vasto conjunto de desocupados permanentes, trabajadores ocasionales, precarizados e
informales, cuentapropistas de subsistencia (...) y toda una vasta masa marginal a la que el capitalismo
ha declarado como "redundante" e "inexplotable" y que, por lo tanto, en una sociedad basada en la
relación salarial no tiene derecho a vivir; de ahí que el neoliberalismo practique una silenciosa, pero
efectiva, eutanasia de los pobres.”. Una noción cercana referida a los supernumerarios se encuentra en la
obra de Robert Castel, en el inicio de la misma ya explica: “... la situación actual está márcada por una
conmoción que recientemente ha afectado a la condición salarial: el desempleo masivo, y la
precarización de las situaciones de trabajo, la inadecuación de los sistemas clásicos de protección para
cubrir estos estados, la multiplicación de los individuos que ocupan en la sociedad una posición de
supernumerarios, `inenpleables´, desempleados o empleados de manera precaria, intermitente. Para
muchos, el futuro tiene el sello de lo aleatorio.” (1997: 13). Este concepto de supernumerario conlleva
el estigma asignado históricamente que se desliza a la excedencia como “inutilidad”. En esta línea
preferimos soslayar este término y utilizar el concepto de superfluidade, a partir del análisis Ricardo
Antunes e István Mészáros, pues recoge la complejidad de la contradicción metabólica del sistema
capitalista que opera en la mutación de la fuerza de trabajo.
destructivas, b. la disolución de la verticalidad sobre el trabajo, c. la distribución de la
producción del conocimiento y la creación científica.
Otro elemento que queda pendiente, el más duro históricamente quizás como lo
demuestra el gran ensayo soviético, es la utilización como herramienta del intelecto
colectivo para descubrir formas de trabajo no verticales, ya John Holloway se ha
detenido en la distinción entre el poder-hacer y el poder-sobre (2002)16, el poder-sobre
que se instala como dominación sobre el productor. Lo cierto es que los procesos de
trabajo adoptados universalmente han conservado como estructura la división extrema
especializada y la dominación vertical del trabajo. Aún no se ha desarrollado una
13
“la asociación de los obreros –la cooperación y división of labour en cuanto condiciones
fundamentales de la productividad del trabajo- se presenta, al igual que todas las fuerzas productivas del
trabajo (esto es, las que determinan el grado de intensidad y por tanto de su realización extensiva) como
fuerza productiva del capital. La fuerza colectiva del trabajo, su condición de trabajo social, es por ende
la fuerza colectiva del capital. Otro tanto ocurre con la ciencia.” Y más adelante Marx agrega “El
desarrollo del capital fixe revela hasta que punto el conocimiento o knowledge (saber) social general se
ha convertido en fuerza productiva inmediata, y, por lo tanto, hasta que punto las condiciones del
proceso de la vida social misma ha entrado bajo los controles del general intellect (intelecto colectivo) y
remodeladas conforme al mismo...” (Marx, 1972 (1953/1857-1858) V. 2: 86 y 230)
14
“Esa voluntad de apropiación privada obedece a la importancia que cobraron la ciencia y la
tecnología (el conocimiento como "fuerza productiva directa") en la competencia, y a la permanente
búsqueda –por parte del capital– de nuevos campos de valorización, con el objeto de aplazar el estallido
de sus crisis. Pero también corresponde a una de las más profundas tendencias del capitalismo, que lo
distinguen de todas las otras formas de organización social anteriores: el movimiento que lo impulsa
hacia una apropiación ‘total’ de todas las condiciones de la actividad social.” (Bihr, 2003).
15
Podría aplicarse aquí el razonamiento que hacía Federico Engels para señalar la contradicción básica
germinal del capitalismo al provocar por un lado extensivamente la producción social (cooperación
colectiva de productores) y por el otro la apropiación capitalista privada individual: “La contradicción
entre la producción social y la apropiación capitalista reviste la forma de antagonismo (se encierra, en
germen, todo el conflicto que seguirá) entre el proletariado y la burguesía”. (1880: 84)
16
“El poder-hacer existe en todo momento en y contra su forma capitalista, el poder-sobre. El valor de
uso en y en contra del valor. En todo momento existe una tensión en-y-contra entre nuestro hacer social y
el hecho que la socialidad de nuestro hacer esta mediada por el valor. No puede ser de otra manera. En
este sentido, en todo momento existe un choque entre el desarrollo de las fuerzas productivas (nuestro
poder-hacer) y su envoltura capitalista...” (Holloway, 2002: 275-276)
alternativa para el reemplazo de la síntesis organizativa gerencial taylorista y en este
núcleo radica la persistencia o el despliegue de un átomo que acumula y reproduce
poder en la praxis laboral. Quizás debe reflexionarse en la torsión en la dominación que
se ejecuta al aparentar, encubrir, con estos métodos capitalistas tayloristas la función del
colectivo, del hacer y del pensar colectivo. En este dilema se encierra también el
descubrimiento del co-trabajo. La existencia real, material, del coproductor. El trabajo
abstracto como mercancía, como valor de cambio, podría quedar entonces como una
categoría en disolución para pasar al trabajo concreto, ya que el trabajo concreto es
materialmente trabajo social. El ensayo que queda pendiente será utilizar el propio
recurso instrumental del intelecto colectivo para rediseñar el método organizativo al que
tiende pensamiento complejo y crítico del proceso de trabajo.
Mészáros respecto del proyecto socialista expresa que exige: (a) “suprimir la relación
antagonística/adversarial sobre la cual es llevado adelante el proceso de trabajo bajo
la dominación estructural jerárquica del trabajo por el capital en todas sus formas
conocidas y factibles.” Y (b) “la superación del fetichismo de la mercancía –
necesariamente heredado por todas las sociedades poscapitalistas del pasado- es
inconcebible sin superar de manera progresiva la determinación adversarial del
proceso de trabajo. En la sociedad capitalista el control antagonista/adversarial del
metabolismo social es inseparable del fetichismo de la mercancía –el `poder de las
cosas´ alienado y mistificador- que les impone los imperativos materiales del orden
orientado hacia la expansión del capital a todos los miembros de la sociedad,
incluidas las personificaciones del capital.” (2001: 919-920)17
Con esta crítica de los núcleos (trabajo y fetichismo) que reproducen el capital no debe
olvidarse que éstos se encuentran enhebrados por la propia producción y distribución
del conocimiento: “Puesto que el control sobre la producción y la distribución le es
alienado al trabajo, el ejercicio de control por separado debe ser protegido mediante la
expropiación del conocimiento requerido por las funciones reproductivas sociales.”
(Mészáros, 2001: 919-920).
17
“Resulta obsceno llamar `libre y democrático´ a un sistema económico que tiene como su precondición
material absoluta alienar las relaciones de producción de los productores, y como su modo de operación
la imposición permanente de una estructura de mando autoritaria –tanto en el sitio de trabajo como en la
sociedad en general- mediante la cual se puede asegurar la continuada extracción de plustrabajo para
los propósitos de la reproducción ampliada del capital.” (Mészáros, 2002: 929)
18
“Numerosos trabajos históricos han mostrado el papel que han jugado los think tanks en la
producción y la imposición de la ideología neoliberal que hoy gobierna el mundo; frente a las
producciones de estos thinks tanks conservadores... debemos oponer las producciones de redes críticas
que agrupen a `intelectuales específicos´ (en el sentido de Foucault) en un verdadero intelectual
7. Situado el objetivo del cambio social la pregunta quizás más relevante debe
colocarse en la transición social que lleve al cambio.
Aquí surge otro conjunto central de tesis que, en la obra de Mészáros, promueven
importantes significaciones políticas: la ruptura radical con el sistema de metabolismo
social del capital (y no solamente con el capitalismo) es, por su propia naturaleza, global
y universal, siendo imposible su realización en el ámbito del socialismo en un sólo país.
Para el autor, el hecho de que las revoluciones socialistas hayan ocurrido en países
considerados como los eslabones más débiles de la cadena, países económicamente
atrasados, no altera la complejidad del problema ni la dificultad de la transición. La
necesidad de alterar radicalmente el sistema del metabolismo social del capital será, para
Mészáros, aguda e intensa también para los países capitalistas avanzados.
El desafío mayor del mundo del trabajo y de los movimientos sociales, que tienen como
núcleo la clase trabajadora, clase-que-vive-del-trabajo (Antunes, 2005), es crear e
inventar nuevas formas de actuación, autónomas, capaces de articular íntimamente las
luchas sociales, eliminando la separación, introducida por el capital, entre acción
económica (realizada por los sindicatos) y acción política parlamentaria (realizada por
los partidos políticos). Esta división favorece al capital, que fractura y fragmenta aún
más el movimiento sociopolítico de los trabajadores.
colectivo capaz de definir los objetos y fines de su reflexión y de su acción, es decir, autónomo.”
(Bourdieu, 2001: 40)
estructural y jerárquica del trabajo y su dependencia del capital en todas sus
determinaciones. Un nuevo sistema metabólico de control social debe instaurar una
forma de sociabilidad humana autodeterminada, que implica un rompimiento integral
con el sistema del capital, de producción de valores de cambio y con el mercado. El
desafío central, por lo tanto, está en encontrar, según Mészáros, un equivalente
racionalmente controlable y humanamente compensador de las funciones vitales de la
reproducción de la sociedad y del individuo, que serán realizadas, de una u otra forma,
por todo el sistema de intercambio productivo, donde es preciso asegurar finalidades
conscientemente escogidas por los individuos sociales, que les permita realizarse a sí
mismos como individuos y no como personificaciones particulares del capital o del
trabajo alienado. En esta nueva forma de sociabilidad o nuevo sistema de metabolismo
social reproductivo, la actividad humana se estructurará bajo el principio del tiempo
disponible, un modo de control autónomo, autodeterminado y autorregulado.
Desde nuestra perspectiva, por tanto, resulta clave comprender la transición actual para
poder proyectar. Más aún podría interrogarse ¿hasta qué punto el capitalismo no ha
entrado en crisis terminal?, pero no así el capital. Desde nuestra hipótesis varios pilares
del capitalismo se han fragilizado y este debilitamiento lo ha transformado en otro tipo
de sistema postcapitalista que aún no tiene denominación. Entre estos derrumbes se
destacan: a. la crisis de hegemonía del capitalismo para erigirse como sistema
distribuidor de trabajo y legitimarse como tal, b. el alto grado alcanzado en la
destructividad planetaria19, c. los límites a su expansión territorial, d. la gran
concentración capitalista y acumulación por medio de formas regresivas de tributación
directa, e. la segregación del sistema productivo de grandes fracciones de
subproletariado planetario como población excedente estructural, f. la exacerbación de
conflictos regionales concomitantes con la desarticulación de la pax bipolar que
establecía los bloques en la segunda mitad del siglo XX.
Así proyectar el cambio social implica considerar con seriedad el grado de mutación
capitalista y la capacidad de perpetuación del capital como núcleo reproductor de
sistemas de dominación, al mismo tiempo que contribuir a deconstruir la idea de que
existen secuencias preestablecidas que conducen a la reinstalación de la
socialdemocracia o del propio socialismo. En esta línea de razonamiento el capitalismo
podría fenecer y no dar lugar a variantes postcapitalistas y socialistas sino que dar lugar
antes, como se observa, a otras formas sociales más despóticas de control social sin que
la series de cambios progresistas se concrete en las secuencias previstas teóricamente.
8. Una teoría para la transición necesita distinguir atributos básicos del capitalismo
clásico para detectar los puntos de salida que exigen una crítica como contribución a
la transformación social. Los puntos claves del capitalismo clásico radican en la
compra venta de la fuerza de trabajo libre, la acumulación postoriginaria y la
hegemonía social.
Estos tres atributos en la etapa neoliberal han sido puestos en cuestionamiento al interior
del sistema capitalista. Por múltiples motivos (algunos de ellos han sido tratados en la
primer hipótesis) se ha tendido a la dilución y superfluidizacion de la fuerza de trabajo
19
“Otra contradicción básica del sistema de control capitalista es que no puede separar `avance´ de
destrucción, ni `progreso´ de desperdicio, sin que le importen lo catastróficos que pueden ser los
resultados.” (Mészáros, 2001: 1031)
como masa asalariada para pasar a formas de contratación desvinculantes, pero al
mismo tiempo materialmente vinculantes. Se ha pasado de formas biopolíticas de
dominación de las poblaciones trabajadoras a una combinación más subjetivo-política,
es decir de formas de regulación de hacer vivir combinadas con hacer extinguir
(tanatopolíticas) (Agamben, 2002; Bialakowsky et al, 2004). Así los modos de
producción precapitalistas esclavistas o serviles, tomaban todo el cuerpo del trabajador
inescindidos de su trabajo potencial, el neocapitalismo logra como nunca antes escindir
el trabajo del trabajador, operación que se perfecciona con el neoliberalismo y las
fuerzas productivas sociales que acelera con el desarrollo tecnológico. Como contracara,
a diferencia de las formas keynesianas precedentes, su objetivo político económico es
perseguir la reducción de la fuerza de trabajo en planta y su dispersión física. Este
proceso se acompaña de la reinstalación de violencia directa y formas ilegales de
acumulación a gran escala. El resultado es que ese doble juego del capitalismo clásico
entre coacción (represión) y hegemonía se alteran rotando a la coacción directa, rechazo
o expulsión de la fuerza de trabajo excedente y producción de subjetividades re-
signadas (Guattari y Rolnik, 2006).
Para Lukács, en su Ontología del Ser Social, obra de su madurez, se torna central la
recurrencia al universo de la vida cotidiana, cuando se quiere trascender del ámbito de
las acciones propias de la conciencia espontánea, contingente, más próximas de la
inmediatez, hacia las forma de conciencia más dotadas de valores emancipados, libres e
universales. Según Lukács: “La sociedad sólo puede ser comprendida en su totalidad,
en su dinámica evolutiva, cuando se está en condiciones de entender la vida cotidiana
en su heterogeneidad universal. La vida cotidiana constituye la mediación objetivo-
ontológica entre la simple reproducción espontánea de la existencia física y las formas
más altas del ser genérico ahora ya conscientes, precisamente porque en ella, de forma
ininterrumpida, las constelaciones más heterogéneas hacen que los dos polos humanos
apropiados de la realidad social, la particularidad y el ser genérico, actúen en su
interrelación inmediatamente dinámica.” (Heller, 1971: 11-12).
Así también, los recursos del método positivista tienden al opacamiento de los planos
incidentes en la conciencia, la conciencia resulta un efecto de una tensión constante
entre el inconsciente y lo conciente, tomar conciencia es un acto de rebelión creativa
frente a la represión de lo social. Así Erdheim sostiene: “La relevancia social del
inconsciente está determinada por su doble función. Por una parte, se presenta como
una especie de infierno, en el que desaparece todo aquello que no es apto para la
conciencia, y, por la otra, como un reservorio de fuerzas que alientan la creatividad del
ser humano... Esta clasificación coincide con la de Bloch, quien entiende el
inconsciente, por una parte, como lo reprimido y, por la otra, como lo `todavía-no-
consciente´, donde se origina lo utópico (1959: 130 ss.).” (2003: 185) Y más adelante
Erdheim señala: “El ello y el inconsciente han de ser considerados en el campo de
fuerzas de las estructuras de dominio típicas de una sociedad. Sólo así se puede ver
claramente que las funciones congelante y transformadora del inconsciente no sólo
están determinadas por procesos de maduración biológicamente dirigidos, sino
también por factores sociales, e incluso puede hacerse comprensible por qué la
inconsciencia aparece principalmente desde su lado negativo.” (2003: 187)
20
“Acerca de estas relaciones sociales escribió Freud: `Pero si una cultura no ha podido evitar que la
satisfacción de cierto número de sus miembros tenga por premisa la opresión de otros, acaso de la
mayoría (y es lo que sucede en todas las culturas del presente), es comprensible que los oprimidos
desarrollen una intensa hostilidad hacia esa cultura que ellos posibilitan mediante el trabajo, pero de
cuyos bienes participan en medida sumamente escasa´ (1927: 12)...” (Erdheim: 2003: 186)
acumulan seudo-petrificaciones del oprimido, lo reprimido socialmente obtura la
resistencia dirigida hacia el otro (opresor) y el sujeto reconduce esa violencia hacia sí o
hacia su próximo/a (Fanon, 1961). Este campo requiere ser develado pues no se trata de
adquirir “conciencia” sino también de co-descubrir la acumulación de negaciones en el
plano inconsciente colectivo-subjetivo. El co-descubrimiento es un acto creativo que no
puede –suponemos- delegarse subjetivamente.
En la sociedad del capital el tener sustituye al ser, -el mundo del cash nexus- según la
célebre expresión de Carlyle que Marx utiliza de acuerdo con Lowy (Antunes, 2005). El
valor de uso de los bienes socialmente necesarios se subordina a su valor de cambio.
Las funciones productivas básicas, así como el control y su proceso fueron radicalmente
separados entre aquellos que producen y aquellos que controlan. Como dice Marx, el
capital operó la separación entre trabajadores y medios de producción, entre el caracol y
su concha.
De este modo, la recuperación de una lógica vuelta hacia la atención de las necesidades
humano-societales es el primer desafío más profundo de la humanidad, en este nuevo
siglo que se inicia. El segundo principio societal imprescindible es el de convertir al
trabajo como actividad libre, auto-actividad, basado en el tiempo disponible. Lo que
significa decir que la nueva estructuración societal debe rechazar el funcionamiento en
base a la separación dicotómica entre tiempo de trabajo necesario para la reproducción
social y tiempo de trabajo excedente para la reproducción del capital, externas a la
relación dinero-mercancía, negadoras de la relación totalizante dadas por la forma-
mercancía y contrarias, por lo tanto, a la sociedad productora de mercancías.
El ejercicio del trabajo autónomo, eliminado el derroche del tiempo excedente para la
producción de mercancías, eliminado también el tiempo de producción destructivo y
superfluo (esferas estas controladas por el capital), posibilitará el rescate verdadero del
sentido estructurante del trabajo vivo, contra el sentido (des)estructurante del trabajo
abstracto para el capital. Si el trabajo que estructura al capital, des-estructura a la
humanidad, es imperioso decir que el trabajo que estructura a la humanidad, des-
estructura al capital. Emprendimiento este, para el siglo XXI ya en curso.
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