Sei sulla pagina 1di 3

Sobre el autor

Historiador español, profesor de la Universidad de La Laguna. Es reconocido por sus aportes a la formulación de
una novedosa teoría de la historia, siendo parte de la generación de historiadores que ha intentado una ruptura con
la historia social y sociocultural, sobre todo. Cabrera editó Ayer y Más allá de la historia social (2006);
coordinando junto a Marie McMahon La situación de la historia: Ensayos historiográficos (2002).

En la breve introducción Cabrera esboza que el texto es un ensayo historiográfico y que producto de la
reconsideración crítica a la que se han sometido los supuestos teóricos sobre los que se sustentaba la investigación
histórica, había nacido una nueva teoría de la sociedad, que era diferente de lo hasta ahora conocido. Era una
forma cualitativamente distinta de entender el modo en que la sociedad funcionaba, de explicar objetiva y
subjetivamente al mundo. A lo que se asiste, pues, es a un cambio de paradigma. El libro, entonces, se propone
exponer las características que ha tenido esta nueva incursión historiográfica de la teoría social, ofreciendo una
detallada descripción de esta emergente teoría de la sociedad.

La primera parte del texto es Los antecedentes: de la historia social a la nueva historia cultural, hace un
recorrido donde plantea que el legado de la historia social fue dar un paso del subjetivismo y factualismo de la
historia tradicional hacia una noción de causalidad, que hacía una transición del sujeto hacia la sociedad, como
modo de construir la historia. Su premisa era que la esfera socioeconómica constituía una estructura objetiva.
Dicha objetividad era contenedora tanto de una expresión autónoma como del funcionamiento propio y de las
posibilidades de cambio sociales, por lo que el individuo, a través de sus acciones, se encontraba determinado por
las condiciones materiales de existencia y la posición que ocupaba en las relaciones sociales. A partir de allí se
establece un vínculo con la historia cultural, donde se plantea que esa lógica de la estructura objetiva, irradiaba un
valor directamente sobre la esfera cultural. El cambio historiográfico de esa decisión intelectual, fue que existiera
un desplazamiento desde las estructuras a las prácticas culturales, desde la realidad objetiva hacia las categorías
con las cuáles se percibía aquella. Un paso desde el ser social al orden simbólico, en palabras de Cabrera.

El argumento principal de la historia cultural es que la cultura es portadora de una autonomía relativa, que
produce una mediación simbólica entre las relaciones sociales de orden estructural y la subjetividad. Para esta
historiografía, los cambios sociales y económicos operan sobre una subjetividad que se construye colectivamente,
sobre individuos que portan valores culturales que tienen una acumulación simbólica. Su búsqueda es por impedir
que la estructura social asfixie a los sujetos, aunque no hay un rechazo o abandono de la causalidad social,
optando por una reformulación crítica del modelo dicotómico y objetivista, entendiendo que tanto la estructura
como la acción guardan una interrelación ineludible. Lo anterior supuso un paso en las investigaciones de la
esfera social y económica hacia la experiencia y las representaciones, o en una palabra, delas prácticas como el
punto de partida del análisis social. De esta situación se desprende que luego de esta emergencia crítica, se
instituyeran tres referentes historiográficos: la historia tradicional, la historia social-sociocultural y la historia
cultural.

El segundo capítulo La nueva historia: realidad, discurso, diferencia, que sitúa la cuestión en las décadas de 1980
y 1990, partiendo de la explicitada crisis y decadencia del motor teórico que estaba asociado a la realidad objetiva.
La erosión del concepto de realidad social fue lo que posibilitó el nacimiento de la nueva historia, que contenía
una visión de la sociedad diferente. Según Cabrera, los exponentes de esta novedad historiográfica, plantean que
el carácter objetivo de la realidad social no es tal en sí mismo sino que existe la mediación de la conceptualización
de ello, como modo de aprehensión; o dicho de otra manera, que el contexto social tiene influjo subjetivo en la
medida que los individuos lo han conceptualizado o significado de alguna manera. En síntesis, lo relevante al
respecto, para Cabrera, es que los conceptos se refieren “al hecho de que en toda situación histórica existe un
sistema establecido de reglas de significación que media activamente entre los individuos y la realidad social” 1.

La referencia anterior, sitúa ese sistema relacionado al discurso, que es un sistema de significados o conjunto de
categorías mediante las cuales los individuos aprehenden y conceptualizan la realidad, y a partir de allí desarrollan
su práctica, es decir, que dotan de significado el contexto social y le confieren un sentido a su relación con él. Para

1
Cabrera, Miguel Ángel (2001) Historia, lenguaje y teoría de la sociedad. Frónesis Cátedra Universitat de València, Madrid. Pp.
51.
los nuevos historiadores, el lenguaje o discurso, no es simplemente correa de transmisión del pensamiento o a
reflejar sus significados, sino que también participa en la constitución de los mismos. Cabrera denomina esto la
nueva teoría de la producción de significados, que repercute directamente sobre la investigación histórica,
especialmente sobre los modos de construir teóricamente los fenómenos sociales, el carácter epistemológico de la
relación entre investigador y objeto de estudio y la mirada ontológica de la realidad, que no existe a priori sino
que se construye discursivamente. Así, lo que hace la nueva historia es afirmar que las condiciones sociales le dan
a los individuos un medio material para sus acciones pero no los elementos discursivos y los significados sobre
los que fundan sus prácticas.

El capítulo 3 Discurso, experiencia y construcción significativa de la realidad donde se hace un recorrido por los
elementos que instituyen el nuevo paradigma historiográfico. En primera medida planteará que la objetividad no
toma la forma de atributo propio del contexto social, sino que toma ese valor por medio del uso intencionado de
un patrón discursivo de significados, por lo que, aquello que sostiene la nueva historia, es que “aunque el
referente existe independientemente del lenguaje y su concurso es imprescindible para la creación de los
significados, la referencialidad es una atribución del lenguaje, no del referente”2. Es decir, es el discurso y no la
estructura social, la que delimita las condiciones de emergencia histórica de los objetos a estudiar; lo cual implica
que los objetos no son nunca existentes por sí mismos, sino que aparecen en el marco de configuraciones
discursivas. De esta manera, la nueva historia planteará que la sociedad es una construcción discursiva, en el
sentido que otorga significado a los fenómenos sociales.

Para Cabrera, también emerge una crítica al concepto de experiencia, donde se diluye su tradicional
categorización para dar plano a una novedosa. Para esta historiografía, la experiencia del mundo es el efecto de
una articulación, donde los individuos como tal no experimentan sus condiciones sociales de existencia sino que
las significan. Es el lenguaje el que construye la experiencia social, es el lenguaje el que hace inteligibles los
hechos históricos. Desde su perspectiva, la experiencia no puede ser el origen de la explicación, ni contener
verdad, sino que la experiencia es lo que debe estar sujeto a explicación y comprensión. Así, para muchos de los
historiadores e historiadoras de esta corriente, el análisis histórico se desplaza del supuesto de una sociedad
objetiva hacia el estudio de la formación categorial de lo social.

El siguiente capítulo Intereses e identidades, se plantea la reconstrucción de estos dos conceptos del análisis
histórico. Para la nueva historia, intereses e identidades de los individuos no se inscriben en su posición social
sino en el modo de constitución y construcción significativa de la misma. Sobre el interés, argüirán que éste no
emana de la posición social, sino del significado que esa posición social adquiere en una formación discursiva,
por lo que si existen modificaciones en las condiciones discursivas, a su vez debe existir una reconsideración de
los intereses y procurarse demandas nuevas, cuya existencia no esté anclada a un apriorismo. Intereses no son
objetivos, en tanto no están algo inscrito en la esfera social, que se hace explícito en la conciencia subjetiva, sino
que, en la nueva historia, los intereses son producto de la mediación de un patrón discursivo.

Con respecto a la identidad, el proceso de redefinición es semejante. En el caso de la historia social, la identidad
es una construcción social y una forma histórica que se modifica en función de las circunstancias sociales, esto es,
que los individuos obtienen una identidad por medio del lugar que ocupan en las relaciones sociales. Para la nueva
historia, que parte de un supuesto, y es que los sujetos o formas de identificación social, son entidades históricas y
no esencias universales que cuentan con grados de autonomía en su formación. Según esta historiografía, las
identidades no son estados sino posiciones, que son diferenciables o relacionales, por lo cual no se erigen sobre la
base de la homogeneidad sino de la pluralidad, por lo que toda identidad siempre se produce por medio de la
significación mediante un patrón de significados, nunca antes y nunca de manera continua e inmodificable. Así,
dice Cabrera que “habría que dejar de imputar a los individuos una cierta identidad por pertenecer a una cierta
categoría social, pues no es esa pertenencia la que les confiere su identidad, sino, en todo caso, el hecho de que
dicha pertenencia haya sido articulada como identitariamente relevante”3.

2
Ibíd., Pp. 78.
3
Ibíd., Pp. 115.
El capítulo final Mediación discursiva, acción social y construcción efectiva de la sociedad es un intento por
analizar la crisis del concepto de causalidad social. Para la nueva historia, la situación en que al observar una
conexión entre un fenómeno social y una forma de conducta subjetiva que se asocia a la segunda como causa de la
primera, es resultado de hábitos teóricos que no han demostrado la veracidad de dicha relación. Desde esa
perspectiva, la historia social nunca ha explicitado los fundamentos de su teoría social; de hecho, los historiadores
sociales, se han limitado a dar supuestos y considerar premisas incuestionadas del mecanismo de causalidad
social.

La nueva historia se va a distanciar con algo de radicalidad de la historia social, apelando a una innovación en el
marco causal y de inteligibilidad de lo social. Como la subjetividad se forma en el proceso de categorización y
aprehensión de la realidad a través del discurso, los individuos y sus acciones resultan comprensibles si se
reconoce y se tiene en cuenta esa matriz categorial. Por ello, el nuevo paradigma sostiene que las acciones son
respuestas a la presión del contexto social, pero esas reacciones son discursivamente mediadas. Esto da pie para
afirmar que “toda acción significativa está causalmente vinculada a las condiciones discursivas” 4. De esta manera,
los individuos que acceden al discurso no solamente como un medio de acción, sino que siendo el discurso la
propia mediación, contiene a su vez condiciones de posibilidad para la agencia. No existe, en todo caso, un
rechazo desde la nueva historia a que las condiciones sociales sean un factor que condicione la acción, sino que
comprenden que determinadas situaciones sociales, no deben implicar una exclusiva práctica o respuesta, sino que
tiene alto grado de contingencia.

La conclusión del texto, que se denomina Un nuevo orden del día para la investigación histórica Cabrera plantea
que la investigación histórica asiste a la experimentación de un nuevo paradigma. La nueva historia no es
simplemente una tendencia que busca conferir autonomía a la esfera cultural y a la acción humana, sino que hacen
un abandono del modelo dicotómico de la historia social, buscando dar un paso al frente y profundizar el legado.
De esta manera, esta naciente historiografía propone una renovación en el sentido de hacer una búsqueda de los
patrones categoriales de significados que se producen en el seno de los fenómenos sociales, analizando los
términos en que se produce la mediación entre individuos y condiciones sociales y materiales de existencia,
procurando hacer una evaluación de los efectos que tiene aquello en la configuración de las relaciones sociales.
Para ellos, al mirar con atención el lenguaje y su importante papel en la formación de significados, se amplía el
espectro investigativo, además de abrir nuevas posibilidades interpretativas que vayan más allá del que para ellos
es un modelo teórico y metodológico envejecido.

Comentario

Aunque resultan siempre valiosos los esfuerzos por ampliar el campo de la investigación histórica, y en cierto
sentido de la historia social, por medio de la vinculación de la nueva historia con elementos como el discurso, el
lenguaje, la identidad y el interés, no queda bastante claro el avance en términos de la historia novedosa que se
está construyendo. De hecho, gran parte de la obra de Cabrera está vinculada a importantes reflexiones sobre el
desgaste del modelo dicotómico, pero sus consideraciones están centradas en la resolución teórica, que en cierto
sentido ofrece el posestructuralismo, lo que resuelve parcialmente su objetivo. Por otro lado, no queda clara la
composición de este nuevo paradigma historiográfico y su radical diferencia con respecto a la historia social. En
todo caso, solamente del supuesto que un modelo teórico implicaría una historia distinta puede desprenderse que
exista una innovación, lo que no parece convincente. A la larga, pareciera ser que la renovación está atravesada
por incorporar a la historia social clásica, una serie de elementos que, a lo sumo, darían un mayor margen de
profundidad sobre lo investigado. Sin embargo, no sobra decir que la discusión que se traza resulta significativa
para la disciplina, en tanto expande los interrogantes de investigación.

4
Ibíd., Pp. 147.

Potrebbero piacerti anche