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EDITORIAL

Han transcurrido más de cuatro años desde que, el 11 de abril de 1974, un grupo de estu-
diantes adventistas, procedentes de todas las iglesias del Estado español, se reunía por
primera vez para constituirse en AEGUAE. Era nuestro primer congreso. Iniciada ya la cuen-
ta atrás para el comienzo del cuarto congreso, creemos positivo echar una mirada retro-
spectiva y hacer repaso del tiempo transcurrido entre ambos. Desempolvar los respec-
tivos archivos mentales e intentar averiguar qué han significado para nosotros estos encuentros
anuales llevados a cabo desde 1974.
Probablemente habrán sido ocasiones -más o menos logradas- para ayudarnos en el es-
tudio de temas que nos afectan a todos. Tal vez también habrán servido para conocernos
algo mejor unos a otros, para charlar con gente de ideología similar o las cincuenta mil co-
sas que queráis añadirle a esta lista. Pero ¿nos hemos planteado alguna vez por qué se
convocó el primer congreso, a qué necesidades de fondo respondía y qué fines pretendía
alcanzar? Sonaría a tópico si empezásemos diciendo aquello tan gastado de que este he-
cho surgió de la base, que no nació por ningún “real decreto”, ni cualquier otra iniciativa ofi-
cial de la Iglesia. Sonaría a tópico y, por ello, queremos decirlo en otras palabras. Diremos,
sencillamente, que no fue más que la cristalización de unos deseos bastante anteriores a
esta fecha, nacidos de la experiencia diaria de una parte de la comunidad adventista, que
tenía que resolver unas cuestiones concretas e ineludibles, dentro de un marco ambiental
dado.
Fue esto. El primer paso. La materialización de unas anhelos que debían traducirse en
futuras realidades. Nació como un MEDIO “para”, no como un fin en sí. Han transcurrido
más de cuatro años y, analizándolos en el conjunto global de los distintos ámbitos que cons-
tituyen AEGUAE, vemos que, al menos hasta ahora, parecería ser como si, para muchos,
fuera un fin por sí sólo.
Sabemos que partimos de realidades distintas y, por tanto, no se trata ahora de hacer jui-
cios de valor sobre el posible grado de calidad o validez respecto a la labor desarrollada en
cada distrito, por ejemplo. Partimos de realidades distintas y no tenemos por qué pretender
trasplantar soluciones prefabricadas, que pueden ser muy válidas en un lugar concreto y,
tal vez, inviables en otro. Por este motivo, pensamos que nadie debe creerse con derecho
a poder dar lecciones “magistrales” a nadie. Las respectivas soluciones -necesarias y ur-
gentes soluciones, por cierto- han de ser autóctonas, nacidas de una realidad que no se da
en abstracto, sino en un contexto material muy concreto y definido con el que hay que
contar, al que hay que respetar.
Nadie puede jactarse de nada y AULA 7, concretamente, tampoco. Pero aprovechando el
privilegio de ser nexo de unión entre todos, permitidnos lanzar este tercer ejemplar a mo-
do de señal de atención, de grito de alarma, de opción a la esperanza todavía no perdida.
No permitamos que este congreso sea la única actividad de AEGUAE en todo un año. Tan
sólo tendrá un auténtico sentido si logramos hacer de él un real INTERCAMBIO entre gen-
te que, en distintos sitios, trabaja en equiparable nivel. Por ahora esto no ha sido así, y
hay que invertir el mecanismo; si no, corremos el riesgo del colapso del proceso, o bien, el
de tolerar que nuestro encuentro anual no pase del folklorismo colorista, de un congreso
más. Desatemos pues amarras. Sin miedo. Rememos mar adentro, que vamos por las mis-
mas aguas hacia el mismo puerto.

La Redacción. Barcelona, octubre de 1977

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¿POR QUÉ AHORA?
José López Gutiérrez

¿Por qué estudiar en nuestra convención el tema de la Filosofía Cristiana de la Historia?


Si la Historia no sólo trata de darnos un resumen de los acontecimientos trascendentales
del devenir humano, sino también una explicación de ellos para que tengan un significado
a nuestros ojos, es indudable que la historia, como resultado final del trabajo del histo-
riador, es prácticamente imposible que no refleje el punto de vista de éste. Es imposible
una historia objetiva en términos absolutos.
Si el mundo científico actual es el resultado del siglo de las luces, en una medida mucho
más grande de lo que pensamos, fruto de una filosofía materialista de la vida, es innegable
que, como cristianos, no podemos aceptar sin discutir los conceptos que la historia nos
vierte actualmente.
Por otro lado, no existe un solo libro de texto de historia, que se use en nuestras escuelas
y universidades, que valore o estudie con seriedad los elementos espirituales de la histo-
ria.
Se da un valor definitivo a los elementos políticos, económicos, sociales, etc., pero lo espir-
itual es sistemáticamente ignorado y apenas alcanzan a estudiarse los aspectos culturales.
Ideas evolucionistas impregnan la historia con conceptos del inevitable progreso de la
humanidad que nos conducen del hombre-mono, de hombre de las cavernas, pastor, a-
gricultor, industrial, hasta el modelo más perfecto de hombre, que es el hombre actual.
No hace falta recordar que hechos fundamentales como la creación, la caída del hombre,
son ignorados; que acontecimientos de tremenda importancia como el diluvio, son, rele-
gados al concepto de mitos y que, finalmente, se pierde en la historia todo sentido de direc-
ción para quedarse en un concepto de ciclos que se repiten, pero para los que no se ve
una salida ni clara ni optimista.
¿Puede el cristiano aceptar todo esto sin cuestionarlo? ¿Dónde quedan sus conceptos de
caída, redención y segunda venida? ¿Puede conciliar su fe en la Palabra de Dios con los
conceptos económico-sociales que actualmente predominan en la historia que se escribe?
¿Puede hacer frente a la filosofía evolucionista, materialista de la historia?
Por otro lado, si el estudio de la historia ha de ser útil, no podemos soslayar las dos pre-
guntas más inquietantes que se ha hecho el género humano: ¿De dónde venimos? ¿A
dónde vanos?
La Escritura nos da sin lugar a dudas un sentido lineal de la, Historia, con un principio pre-
ciso, un final concreto y, además, un Dios que actúa y conduce los acontecimientos entre
los dos extremos, para que finalmente se haga su divina voluntad y al fin la historia del
hombre sea la historia de su salvación.
Todo esto muestra de forma muy resumida, las serias razones que, como cristianos, ten-
emos para ocuparnos del tema.
En profundidad y con la presencia de un especialista en la materia como es el Dr.
Schwantes, esperamos no sólo construir bases sólidas para nuestra fe universitaria, sino,
además, gozarnos en el hecho de que nuestra fe nos permite afrontar con solvencia cien-
tífica el mundo de nuestros días y dar el simple testimonio personal de nuestra fe en el
Señor Jesucristo, gran consumador de la Historia.

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VIVIR EN LA IGLESIA
Carlos Puyol Buil

Éste es el título de una conferencia pronunciada por el eminente cardenal francés Jean
Danielou, el 26 de abril de 1972, en la Catedral de Buenos Aires, a una multitud de católi-
cos argentinos reunidos allí para escuchar la palabra viva y profunda de este príncipe de
su iglesia.
Al parecer, vivir en la iglesia, se ha hecho hoy día bastante incómodo para muchos
católicos modernos, renovadores e inquietos, que parecen permanecer en ella sólo a
través de una difícil fidelidad. Su conferencia, publicada con algunas otras en un libro de
Emecé titulado ‘Cardenal Danielou, su mensaje a la Argentina’, contiene algunas declara-
ciones dignas de ser comentadas, al pretender definir y situar cuál es el lugar y la actitud
que corresponden al universitario adventista, dentro de la atmósfera cultural que le circun-
da por una parte y de la comunidad religiosa por otra, porque entiendo que sois vosotros,
los universitarios adventistas que podéis protagonizar y personificar ese diálogo necesario
entre la cultura contemporánea y la fe cristiana, que permitirá la permanencia fiel y respon-
sable dentro de nuestro medio de los espíritus exigentes e inquietos que están pisando o
han pisado las aulas universitarias.
Es evidente que el primer problema que se plantea al universitario adventista es la con-
frontación entre la civilización y la cultura contemporáneas y su identidad religiosa. En el
conjunto de la sociedad en general y en el mundo científico en particular, asistimos hoy día
a una profunda crisis de religión que está sustituyendo con explicaciones de tipo racional
las explicaciones de tipo sobrenatural que ha informado la fe cristiana Al decir del carde-
nal Danielou, «la explicación científica elimina la explicación religiosa, considerara como
producto de una cultura extinta». Esta secularización de la fe y de la vida religiosa, nos
podrá llevar a la desaparición de la religión, a la muerte de Dios, a una sociedad desacra-
lizada, donde, en el mejor de los casos, el amor de Dios ha sido reemplazado por el amor
al prójimo y el cristianismo convertido en una doctrina social. Danielou dice que «la here-
jía fundamental es el secularismo en todos sus grados» y yo pienso que no faltan hoy día
profetas desmitificadores del mundo moderno que en alas de un cientismo excluyente y de
un actualismo superador de todo lo tradicional, han comenzado a cantar el requiem de la
fe cristiana y de las instituciones eclesiásticas.
Si en el plano de la vida intelectual, la cultura científica ha venido a ocupar el lugar de la
cultura religiosa y, en el plano de la civilización, se anuncia la desaparición de la religión
como expresión específica y realidad colectiva de la sociedad, no es extraño que, en este
contexto resulte incómodo pertenecer a una iglesia. En efecto, por eso, algunos intelec-
tuales adventistas han caído en la tentación de convertir su experiencia religiosa en algo
puramente personal, en una inspiración interior, sin verdadero arraigo a una comunidad o
a una estructura eclesiástica. Pero esto, aunque pretenda salvar el fenómeno religioso per-
sonal, me parece absolutamente contrario a la esencia misma de la religión que, junto a
una apelación a la conversión personal, trata de constituir los conversos en un pueblo,
como acabamos de estudiar en las lecciones de la Escuela Sabática.
La crisis de religión que hoy se cierne sobre la cultura y, como consecuencia, sobre la
civilización, es, en un análisis más profundo del problema, una crisis de humanismo, de
disminución de los valores del hombre. Pertenece a la naturaleza del hombre y de la
sociedad, dentro de una antropología integral, presentar una esfera que sea lo sagrado.
Una civilización donde el positivismo tiende a convertirse en el único tipo de cultura, es una
civilización pobre, incompleta, que a la larga deshumaniza porque no responde al desar-
rollo total de todas las dimensiones humanas. Esto ha hecho decir a Jean Danielou que
«la idea de una sociedad puramente secular le parece profundamente antihumana».

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Y aquí encuentro yo uno de los primeros temas del diálogo entre los universitarios
adventistas y la cultura. No se trata tanto de defender a Dios ante una ciencia descreída,
sino de defender al hombre. Un hombre, sea intelectual o no, moderno o primitivo, rural o
urbano, un hombre sin adoración, es un hombre mutilado. Junto a un desarrollo técnico o
científico de alta competencia, junto a una participación con autoridad en el dominio de la
cultura, el universitario adventista ha de mostrar que ha desarrollado también en él el hom-
bre moral y religioso, haciendo de esta manera perfectamente compatibles la fe cristiana
y la preparación intelectual y técnica, demostrando que se puede crear una cultura que
incluya la fe, como una categoría más e insustituible de un humanismo auténtico.
Pero la fe cristiana tiene un contenido, y ese contenido se funda, en lo que a la iglesia
adventista se refiere, en las declaraciones y en los hechos objetivos que nos son presen-
tados por la palabra de Dios. Aquí vuelve a surgir un nuevo tema de diálogo con el mundo
moderno. El problema es saber si la palabra de Dios puede insertarse en la realidad del
pensamiento actual. En suma, y después de las ideas de Bultmann, el problema hoy se
plantea acerca de la significación objetiva de los hechos y afirmaciones que la Palabra de
Dios hace en el plano de la historia de la salvación. Bultmann, y con él todos los partici-
pantes de la Teología del encuentro, minimizan la-objetividad histórica de los hechos de la
historia de la salvación, reconociéndolos simplemente como experiencias subjetivas que
expresan esencialmente el encuentro del alma con Cristo. Esta “deshistorización” como la
llama Danielou citando a Gullmann, de las realidades objetivas de la fe cristiana, vuelve a
considerar el fenómeno religioso como una experiencia interior, como un subjetivismo rel-
ativista que convierte la fe en una opinión más, en una opinión propia. Así, la resurrección,
la encarnación, son simplemente los signos y los símbolos de la fe de los apóstoles, pero
no la crónica de algo que haya real y materialmente ocurrido en el mundo objetivo de la
historia.
Si el secularismo hemos visto que mutilaba un auténtico humanismo en la cultura mod-
erna, la desmitificación o deshistorización mutilan y minimizan la fe. En efecto, la fe
supone, ante todo, la existencia de acontecimientos objetivos, supone intervenciones
históricas de Dios. La fe cristiana no es un deísmo, es el reconocimiento de la realidad
objetiva de las intervenciones de Dios en el plano de la historia humana. A esto le lla-
mamos historia de la salvación. La fe así entendida nos plantea una concepción del hom-
bre y de Dios susceptibles de insertarse en el dominio de una revelación, de una comuni-
cación perfectamente asimilable en la realidad del pensamiento.
Esta revelación y comunicación inteligibles que reconocemos con el nombre de verdad,
constituye el fundamento de la fe. La verdad de la fe no es resultado de interpretaciones
individuales, es una revelación de Dios a la iglesia que el Espíritu Santo ha preservado
como el único criterio para juzgar cualquier manifestación humana que tenga relación con
su contenido.
Puede parecer a algunos universitarios adventistas que afirmar que la iglesia es deposi-
taria de la fe es algo así como una soberbia, pero la experiencia religiosa no se puede fun-
dar en incertidumbres, la incertidumbre es contraria a la naturaleza de la inteligencia
humana, creada para captar la realidad. La alegría de la inteligencia es reposar en la ver-
dad. Dios, por otra parte, no puede someter la base de su relación con el hombre a través
de la historia ni a subjetivismos ni a relativismos, por eso fundó la iglesia que es recono-
cida como columna y apoyo de la verdad. La iglesia, depositaria de la verdad, insisto, no
depende sin embargo de interpretaciones humanas particulares, ni aun de un sector priv-
ilegiado de la misma; la asistencia y dirección del Espíritu Santo es prometida a «toda la
iglesia», a la iglesia como institución, como cuerpo de Cristo, como pueblo de Dios. La
seguridad en el contenido de la fe cristiana definida por la iglesia, es aún otro de los
determinantes de la actitud del universitario adventista frente a la cultura moderna.
Vivir en la iglesia es, pues, reconocer su carácter de institución depositaria de la verdad
como contenido de la fe. Y aquí entramos en otra de las cuestiones planteadas por la civ-
ilización moderna al universitario adventista. La iglesia, aunque de origen divino, es una
organización humana y, por tanto, cuestionable en su realidad concreta, sociológica.

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Muchos han comenzado a sentirse con el derecho de dudar de la iglesia y de atacar sus
instituciones, pero al criticar algunas de sus realidades decepcionantes han dado al traste
con el concepto mismo de organización fundada por Dios. El universitario debe compren-
der cuál es la crítica que edifica y cuál es la que destruye. He aquí cómo presenta el car-
denal Danielou esta alternativa: «Son espíritus amargados que pretenden ver en la duda
la marca, misma de la inteligencia y en la certeza no sé qué búsqueda sospechosa de con-
fort. Es su inteligencia la que está enferma por su gusto morboso de la sospecha, que es
lo contrario de la sana y gozosa crítica, que desde el interior de la adhesión, es el impulso
mismo del progreso. Pero existe también una sospecha malsana que paraliza la adhesión,
quebranta la certeza, esteriliza la contemplación» y, yo añadiría, impide la comunión.
Reconozco que una de las características del mundo actual, es una mayor toma de con-
ciencia para el conjunto de los hombres, de su autonomía, de su libertad y de su dignidad.
Esto ha venido a terminar con esa obediencia pasiva a la autoridad que caracterizó otros
tiempos de la iglesia. El deseo de participación es hoy un elemento positivo que, bien
orientado, puede ayudar y enriquecer el sentido democrático de la comunidad cristiana. La
iglesia adventista sabe que en esta responsabilización general de sus miembros se
encuentra el secreto de su misión en el mundo. No es menos cierto, sin embargo, que el
deseo de participación implica un espíritu crítico respecto a las decisiones de la. iglesia.
Este espíritu crítico, si está mal inspirado, puede conducir al individualismo y a la indisci-
plina y nunca debemos olvidar que Jesucristo estableció una iglesia, una sociedad, que
para asegurar su orden y su seguridad necesita reconocer una cierta autoridad.
La autoridad de la iglesia nunca debe ser coercitiva de la libertad, pero la libertad debe
proceder con amor. Cuando la crítica se torna destructora de la sustancia de las cosas y
cuando pretende horadar la roca, entonces, dice el cardenal Denielou, «la detesto y sien-
to cómo crece mi amor a la iglesia». La brecha, que a veces se produce entre los in-
telectuales y los pastores de nuestra iglesia, se debe a que muy generalmente la crítica no
se expresa con amor, ni desde el interior de la adhesión ni de la confianza, produciendo,
como consecuencia, una reacción de autoridad.
Dios espera de vosotros, universitarios adventistas, que améis a la iglesia, porque ella
es la depositaria de vuestra fe, la que os libera de la ola de secularismo, que os libera en
el mundo intelectual, porque ella defiende la auténtica justicia, el auténtico amor, la autén-
tica inteligencia, y ella defiende en un mundo que prescindiría de Dios, la dimensión reli-
giosa constitutiva del hombre y de la sociedad, sin la cual los demás valores humanos no
pueden encontrar fundamento ni justificación.

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MARXISMO Y PROFECÍA-III
Antolín Diestre

I. CONCEPTOS SOBRE MATERIALISMO HISTÓRICO

Hemos intentado en los dos artículos precedentes exponer una panorámica de la relación
que podría existir entre el marxismo y la profecía. Convendría en este tercer artículo de la
serie, que hemos titulado Marxismo y Profecía, que procuráramos comprender mejor cier-
tos conceptos marxistas.
A Marx, que llegó a darse cuenta de su importancia en la historia de la humanidad, no le
quedó otro camino que ir “cargándose” todo aquello que había constituido la base de so-
ciedad actual. Si la situación del hombre era tal, era sin duda por una concepción e inter-
pretación errónea de la Filosofía, de la Historia y de la Política.
Ya en una de las tesis sobre Feuerbach1 Marx nos indicaba que no era necesario hacer
filosofía pare interpretar el mundo, que lo importante era transformar el mundo.
En otro lugar nos dirá que no es la religión la que hace al hombre, sino el hombre la reli-
gión. El Estado, esa forma de Estado y de sociedad producen la religión, una conciencia in-
vertida del mundo2. Todo esto que está inspirado en aquella famosa frase de Feuerbach, en
la que dice «no es Dios quien ha hecho al hombre, sino el hombre a Dios», trae consigo
no sólo la necesidad de la abolición de la religión, sino del propio Estado, y de una sociedad
que es sustentada por ella3.
Pero para descartar a Dios “del ser humano”, es preciso arrojarlo de la Historia; y para
ello es preciso fundamentar un materialismo histórico. Marx formuló del siguiente modo
la tesis de la que parte el materialismo histórico: «No es la conciencia de Ios hombres la que
determina su ser, sino que, a la inversa, es su ser social el que determina su conciencia4
[...] y el ser social es la vida material de la sociedad [...]. A, la vida material de la sociedad
le es propia, sobre todo, la actividad laboral del hombre, orientada [...] a la producción de
los objetos y los bienes de primera necesidad5. Los medios de producción [...], con cuya
ayuda se crean los bienes materiales, y los hombres que realizan el proceso de producción,
constituyen las fuerzas de producción de la sociedad»6.
Según un manual del materialismo histórico acreditado en el sector soviético, la finali-
dad de esta doctrina «es la investigación de las leyes que determinan la evolución de la so-
ciedad humana»7. Queda claro en Marx y Engels, que son los hombres mismos los crea-
dores de su historia, no existen, para ellos, fuerzas misteriosas sobrenaturales de ningún
tipo8.
Por otra parte, el materialismo histórico está inseparablemente unido al materialismo dia-
léctico, y no es conciliable con ninguna otra filosofía, ya que para Marx el trabajo es el pro-
ceso dialéctico por el que el hombre se autoproduce. Producir significa que el hombre en-
ajena sus fuerzas esenciales, convirtiéndolas en objeto, en el producto de su trabajo,
produciendo de este modo su propia vida9.

1 Tesis 11 sobre Feuerbach, pág.150, Filosofía 4. Marxismo y Democracia. Mew. Tomo 3, pág. 7.
2 Marx, Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, Wertre I, Berlín, 1958, págs.
378-391.
3 En un próximo artículo se tratará el problema de la religión en Marx.
4 Mew., t. 13, pág. 9 (Mew = Marx-Engel: Wertre, Berlín Oeste, 1956).
5 Osnovy,
6 Ibid., pág. 139.
7 Ibid., pág. 132.
8 Ibid., pág. 137.
9 Manuscritos: Mega, 1932, 1ª, t.3, pág. 122.

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Sólo la supresión de la propiedad privada, por medio de la revolución del proletariado y
de la instauración del comunismo, significará la supresión de la autoalienación humana y la
apropiación real de la esencia del hombre por el hombre.
De todo ello y de la unión inseparable del hombre a la naturaleza, deducimos no sólo el
concepto «materialismo», sino que, además, nos aclara lo que significa para Marx «dia-
léctica»: el proceso de una autorrealización por medio de la autoalienación y de la supre-
sión de esa alienación.
En esta concepción de materialismo dialéctico se encuentran ideas fundamentales y de-
cisivas de la posterior concepción materialista de la historia: «la actividad económica, con-
cebida como expresión esencial de la vida humana, que condiciona todas las restantes ma-
nifestaciones de su vida, la historia concebida como proceso dialéctico...»10.
El que estemos hablando de materialismo, de dialéctica y de historia, es ni más ni menos
un método que propone Marx, influido en mayor o menor medida por filosofías anteriores,
en oposición a una filosofía más o menos teísta. «Con la expresión materialismo, se de-
signa un conjunto de doctrinas sobre la esencia de la realidad cognoscible, según las cua-
les la materia es la realidad fundamental o verdadera, y todo lo inmaterial o no existe en ge-
neral, o puede reducirse, de un modo o de otro, a la materia en cuanto a algo secundario
o dependiente»11.
La dialéctica, método por el cual se llegaba al conocimiento de las cosas, era un diálogo
que se mantenía confrontando, en el curso de una discusión, tesis e ideas contradictorias.
Según el sentido actual marxista «se trata de descubrir las contradicciones en la realidad,
a través de una investigación precisa ...»12, sin olvidar, por ello, la acepción primera.
Cuando tanto el materialismo y la dialéctica se aplican como método al estudio del hom-
bre y sus relaciones con los demás, se produce una concepción materialista de la historia.
En efecto, la filosofía de la historia de Hegel, rigurosamente determinista, y el materialis-
mo de Feuerbach tienen una evidente conexión con la axiomática del materialismo histórico.
Por otra parte, la hipótesis, decisiva más tarde para el materialismo histórico, según la
cual la determinación estricta de la historia de la humanidad está, en principio, determina-
da casualmente por la actividad humana económica y de producción material, es expresa-
da antes de Marx por Schlözer, Adelung, Möser, Fourier y Saint Simon13. Los críticos so-
ciales anteriores a Marx observan que el hombre está alienado, es decir, despojado de
sus posibilidades racionales. Pero observan también que la racionalidad del mundo le pro-
porciona al hombre un destino mejor. De este modo, la historia se convierte en un proceso
progresivo dentro de un marco de relaciones económicas14, en el que los pobres tienen que
luchar por una participación justa. De ahí que para Marx la historia de la sociedad humana
se convierta en una historia de lucha de clases.
El materialismo histórico es un método señalando el camino hacia el futuro15.
De acuerdo con un teorema del materialismo histórico, la clase última es el proletariado
y éste desaparecerá en la sociedad sin clases. A lo largo de la historia, el proletariado ad-
quiere un autoconocimiento de su situación; por eso sus acciones están dirigidas metódi-
camente por la comprensión del curso de la historia y determinadas, por tanto, por el con-
tenido teórico del materialismo histórico. Para lograr toda esto, es necesario una crítica
despiadada de todo lo existente16.

10 Marxismo y Democracia. Filosofía 4. Ediciones Río Duero, Madrid, 1975, pág. 127.
11 Ibid., pág. 110.
12 HENRI LEFEBVRE, Síntesis del pensamiento de Marx, Editorial Nova Terra, Barcelona, 1971, págs.
83-84.
13 Marxismo y Democracia, op. cit., pág. 149.
14 Ibid., pág. 149.
15 Así opinan: Engels, en una carta a Werner Sombart del 11/03/1895. Marxismo y Democracia,
op. cit., pág. 151. K. KAUTSKY, ibid anterior.
16 Mew., t. 1, pág. 344.

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Para el materialismo histórico, la moral, la religión, la metafísica, no tienen una historia
independiente, pues la única historia es la del hombre, es decir, la de los hombres en el con-
junto de sus relaciones17.
«Pero lo cierto es que la Historia no hace nada, no quiere nada, lo admite todo; lo cierto
es que el hombre es el que hace, vive, quiere, combate. No es la “Historia” la que utiliza a
los hombres como una providencia para sus fines. La Historia no es nada más que el hom-
bre que persigue sus propios objetivos, es decir, los hombres, los individuos en sus rela-
ciones”18.
¿Qué son los hechos históricos según el materialismo histórico? Son relaciones. ¿Qué
relaciones? Las relaciones históricas son relaciones sociales, las relaciones de los individuos
en su actividad viva19.
El primer hecho histórico, según Marx, es la producción de los medios que permiten sa-
tisfacer las necesidades de la vida material, «[...] esto es verdaderamente un hecho histó-
rico además de una condición fundamental de toda la historia, que debe cumplirse hoy co-
mo hace miles de años, en todos los momentos del día, simplemente para que los hombres
puedan seguir viviendo»20. En una palabra, para poder hacer historia es preciso que los
hombres puedan vivir, satisfacer sus necesidades elementales.
Resumiendo este apartado, diremos que el marxismo nos presenta una concepción ma-
terialista de la historia. Esto significa:

1º.- Una concepción determinante de la Historia. Todo está determinado en fun-


ción de una realización feliz del hombre cuando se suspende la propiedad privada,
cuando se le dan al hombre posibilidades para autorealizarse como persona. Cuando
se le ofrece lo necesario para vivir.
Esto necesario para vivir está limitado a aspectos materiales, no a morales ni mucho
menos espirituales. Aunque el marxismo se haya visto obligado a producir una cier-
ta «filosofía de la vida».

2°.- Una concepción materialista del mundo y del hombre. El hombre está rela-
cionado íntimamente con la naturaleza, y ésta con aquél, inseparablemente, y en con-
tinuo movimiento. De ahí que, como nos dice el marxista Lefebvre, al omitir las rela-
ciones reales de las cosas, las sustituirá por explicaciones imaginarias21.
«El método marxista propone al pensamiento humano la tarea más difícil, ante la cual
siempre habrá fracasado anteriormente: comprender el movimiento de las cosas,
es decir, comprender las cosas en movimiento, comprender las relaciones de las
realidades, evitando la ruptura y la deformación de estas relaciones, es decir, com-
prendiendo estas relaciones en sus contradicciones»22.

3º.- La dialéctica es el método propuesto para investigar esas relaciones y contra-


dicciones que se producen en la vida humana.

17 HENRI LEFEBVRE, op. cit., pág. 52.


18 Ibid, pág. 153.
19 Ibid.
20 Marx-Engels, Sagrada Familia, pág. 165.
21 Henri Lefebvre nos dirá que puede considerar separadamente el mar, el continente, el calle y el
río y olvidar que cada uno de estos elementos existe gracias al otro, y exclamar: ¡Qué grande es
la Providencia! Pero, según él, de ahí viene el error: considerar separadamente los aspectos o
elementos de un todo, prescindir de las contradicciones que operan en este todo y que determi-
nan su movimiento. HENRI LEFEBVRE, op. cit., pág. 83.
22 Ibid.

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II. OBSERVACIONES CRÍTICAS

A. ASPECTOS POSITIVOS

En principio, sin pretender justificar a Marx en ningún punto (entre otras cosas porque no lo
necesita), hemos de reconocer tres elementos que esencialmente se desprenden de su con-
cepción materialista de la historia:

1º.- Su análisis agudo, incluso certero y honesto, de una situación amarga del hom-
bre, del trabajador.
No había ninguna voz suficientemente potente que pudiera permitir un cambio social.
El cristianismo, en contradicción con lo que su fundador dijera, era indiferente y
contemporizador, lo que permitió a Marx crear una crítica de las más geniales, hu-
manamente hablando, de la religión.
Marx no podía comprender, ni se lo podemos exigir, que esta situación era fruto de
un cristianismo apóstata, un cristianismo que vendía la honra de Cristo al mejor pos-
tor, que había estado fornicando y continuaba haciéndolo con los gobernantes de es-
te mundo, despreocupándose de las más elementales necesidades del ser humano,
tanto materiales como espirituales.
Marx, al analizar la historia, no puede descubrir más que dos cosas: Una, que la pro-
piedad privada produce conflictos en varios seres humanos, que desprovistos de lo
necesario, anhelan poseer. Dos, que la religión, a lo largo de la historia, la que apa-
rentemente ha existido, no ha solucionado esos conflictos, sino que los ha agranda-
do y provocado.
2º.- El marxismo pone crudamente en la superficie un pseudo-espiritualismo que ha
pretendido justificar a lo largo de la historia este desorden, esta situación injusta. Lo
que genera, como contrapartida, un materialismo a ultranza.
3°.- La de recordar que la historia es la historia de unos hombres con necesidades
materiales, y que estas necesidades materiales eran las que hacían que unos, con
la religión, se aprovechasen y explotasen y otros se consolasen.

B. ASPECTOS NEGATIVOS

Estos aspectos los vamos a tratar desde dos perspectiva: una, teniendo en cuenta los
propios postulados marxistas; la otra, teniendo en cuenta nuestra propia concepción de la
historia basada en la Biblia como Palabra de Dios.
En principio, hay que conceder que los filósofos marxistas se hallan en una situación difí-
cil, en cuanto tienen que unir la afirmación de que no existe ninguna realidad que no de-
penda radicalmente de la materia, con la tesis de que entre la materia y la conciencia hay
una diferencia esencial. Esta tesis nos conduce a la afirmación de que la materia es capaz
de originar cualidades que no son materiales, para lo cual lo no material tiene en este caso
que significar algo más que «no idéntico a la materia». Por otra parte, siguiendo el método
propuesto por el marxista Henri Lefebvre de que «hemos de comprender las relaciones de
las realidades, evitando la “ruptura”, y la deformación de estas relaciones», ¿con qué rela-
ciono la existencia pensante del hombre? Porque si bien un valle me hace suponer la exis-
tencia de un río, ¿qué existencia me hace suponer la existencia pensante del hombre? ¿Qué
existe en la naturaleza o en el universo que se pueda relacionar con el pensamiento?
En un sentido ontológico, el materialismo marxista acepta ciertos campos de la realidad
como superiores (por ejemplo: la vida y el hombre). Cómo es posible, sin embargo, que una
realidad superior proceda de una realidad inferior, es un problema que tiene que demos-
trarlo la dialéctica. No obstante, esta dialéctica no justifica filosóficamente con profundidad
su postura materialista.
Al afirmar categóricamente que en el mundo no existen -«y no pueden existir»- más que
formas diferentes de materia en movimiento, el materialismo dialéctico arroja sobre sí el pe-

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so de tener que demostrarlo, lo cual nos parece imposible. Por otra parte, el materialismo
dialéctico se aferra a la eternidad de la materia, lo cual, aun pudiéndose basar en ciertos
aspectos en la ciencia, se revela como un sistema apriorístico, que hace ciertas afirmacio-
nes fundamentales basadas no en una justificación racional, sino en un prejuicio volunta-
rista.
Decimos con Wetter que «el defecto fundamental de la doctrina del materialismo dialéc-
tico sobre la dialéctica, está en que, por una parte, se rechaza el principio hegeliano de la
identidad entre el pensamiento y el ser, aunque, por otra parte, se aceptan diversas concep-
ciones hegelianas en problemas concretos que sólo tendrían un sentido en virtud de ese
principio de identidad»23.
Marx goza inventando frases que por sí solas explican toda una filosofía de protesta ha-
cia un mundo constituido: «La idea de Dios existe mientras el mundo esté invertido». Pero
esta frase, como otras que quizás veamos, son aceptables por cuanto se rebelan contra una
línea de pensamiento que oprimía y asfixiaba y no ofrecía soluciones a la angustia y nece-
sidades humanas. Pero esa frase, como tantas otras, no prueba ni demuestra nada. Nosotros
también podríamos decir la frase de otra manera: Por cuanto el mundo sigue estando in-
vertido, por cuanto en el mundo, tanto en el socialista como el capitalista, sigue reinando
la injusticia social, Dios sigue existiendo.
Marx formuló también aquella citada frase de la que parte el materialismo histórico: «No
es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino que es su ser social el que
determina su conciencia». Nosotros la entendemos mejor de esta otra manera: Por cuanto
para ser un ser social es preciso saber a dónde se dirige tu persona, cuáles son los objeti-
vos de tu ser, cómo lograr tu realización, se necesita, en primer lugar, tomar conciencia li-
bre y voluntariamente de cuáles han de ser tus primeros pasos para alcanzar ese objetivo
último de ser social. Ser un ser social no viene dado por el nacimiento, sino que es preciso
activar el pensamiento y darte cuenta de tu situación en el mundo, como persona y en re-
lación con los demás.
Limitar la existencia del hombre a una actividad productora, a una lucha por obtener «lo
necesario para vivir», y concretar que eso necesario para vivir supone una vida sin propie-
dad privada, en la que el individuo pueda satisfacer su materialismo, es ignorar la existen-
cia de la maldad en el hombre, su ambición y egoísmo. ¿No hay nada más fuera de todo
esto? ¿Es él trabajo, la producción, la supresión del Estado, el comunismo lo único y ver-
dadero? ¿Cómo explicar el alcoholismo en Rusia, la rebelión de trabajadores en los propios
países comunistas, el terrorismo y la ambición por el poder? ¿Cómo explicar la masa de
descontentos entre los intelectuales y la clase trabajadora? ¿Cómo explicar la existencia de
la clase burocrática en esos países socialistas, de esos que pueden comprarse un traje equi-
valente al sueldo de varios meses de un trabajador? ¿Cómo es que la religión y el Estado
siguen existiendo en Rusia? ¿Qué falla en todo esto?
¿No será que la historia no es simplemente una lucha de clases? ¿No habrá que descu-
brir en la evolución de la sociedad algo exterior a la voluntad de los hombres?
Pensar que las invasiones de la Alemania de Hitler pueden ser incluidas en aquella ex-
presión de Engels que, inspirado por Marx, escribía categóricamente «todas las luchas his-
tóricas, ya se desarrollen en el terreno político, en el religioso, en el filosófico o en otro te-
rreno ideológico cualquiera, no son en realidad sino la expresión más o menos clara de
luchas entre clases sociales”24, es querer ignorar la verdadera marcha de la historia y des-
conocer el corazón humano. Querer incluir las invasiones colonialistas del siglo XIX y XX
en esa concepción de Marx, y quererla comparar con la rebelión de los campesinos del tiem-
po de Lutero, o con la de Espartaco del tiempo de los Césares, o con el 18 Brumario de Luis
Bonaparte, o con cualquier lucha que el proletariado ha sostenido, es querer ocultar un
hecho trascendental: Que hay una fuerza por encima de la voluntad humana.

23 Marxismo y Democracia, op. cit., pág. 140.


24 KARL MARX, El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Ediciones Ariel, Barcelona, 1968, pág. 10 (perte-
nece al prólogo de la 3ª edición alemana, escrito por Engels).

10
Nosotros, los que hemos experimentado el poder de la Palabra, a los que la Palabra
nos ha confirmado la existencia de un Padre celestial, no podemos más que admitir que la
historia, por un lado, está determinada por la libertad de los hombres, que en los hombres
reside la facultad no sólo de decidir, sino algo mucho más profundo que no reside en lo in-
animado o en la naturaleza o en el cosmos, sino sólo en el hombre, que consiste en tribu-
tar honor y alabanza a un ser amoroso que nos creó y se nos reveló.
La Palabra también me habla de una lucha, de una lucha que ni es la que refleja la mito-
logía griega o inca, ni la de un dualismo que enfrenta el Bien con el Mal, ni la que propug-
na Marx en su ideario, sino más bien la lucha entra la libertad y el amor, por un lado y,
por otro, el de la criatura que se rebela como fruto de esa libertad y amor.
La Palabra me dice que el problema de esa rebelión consistió en querer independizarse
de Dios, y que ese problema ha sido trasladado a nuestro mundo, y que la vuelta a la nor-
malidad, la superación de una sociedad sin clases, la implantación de un comunismo no se
realizará mientras no nos volvamos a ese Dios.
Por otra parte, la Palabra me asegura, y lo compruebo por la historia ya realizada, el prin-
cipio, el desarrollo y el final de la historia humana.
La Palabra hecha letra me explica la marcha y el comportamiento de las naciones. Me ex-
plica la oposición de esas naciones respecto al reino de Dios y me ofrece suficientes evi-
dencias de las auténticas causas de la existencia de la historia tal y como la hemos cono-
cido. No sólo esto, sino que, como trataremos de comprobar en artículos sucesivos, esa
Palabra me expresa lo que en estos momentos se está gestando: la implantación de una
dictadura de ámbito universal.
Por último, la Palabra me presenta como prueba irrefutable de que la Historia humana no
es simplemente humana, la venida histórica del Hijo de Dios. Él nos explicó el origen y el fi-
nal de la tragedia humana.

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FORUM
ESCAPA AL MONTE
Jorge Pamplona

Lot está indeciso. Está convencido de que Dios va a destruir su ciudad, pero le duele dejar
sus comodidades. Se hace el remolón: ¿Quién sabe (pensaría) si a última hora Dios cam-
bia de idea, o si por un milagro permite que me salve sin tener que abandonar mi confor-
table casa? Después de todo, la cosa no es para tanto, y es posible que la gente cambie y
todo se arregle.
Los ángeles que hospeda tienen que sacarle de la cama y, hasta el último momento, du-
da. Dice el texto: «Y deteniéndose él, los varones le asieron de su mano y le sacaron fue-
ra de la ciudad.»
Y es ya fuera de la ciudad donde recibe las instrucciones para su rescate: «Escapa por
tu vida, no mires tras de ti ni pares en toda esta llanura. Escapa al monte, no sea que pe-
rezcas» (Gen. 19: 16,17). Pero Lot sigue dudando, y esta vez de él mismo. Les dice a los
ángeles que él no puede escapar al monte; que él huirá de Sodoma, pero que quisiera ir a
otra ciudad de la llanura, aunque sea más pequeña. Así es como se dirige a Zoar, donde lle-
ga poco después de la salida del sol. Y Zoar, que debía ser destruida también junto con
las otras ciudades de la llanura, no lo es, como prueba de la paciencia y condescendencia
que Dios tiene con él.

LOS RÍOS TAMBIÉN PIERDEN SU BRAVURA AL LLEGAR AL LLANO

¿Por qué no quiere Lot ir al monte? Él pone como excusa: «No sea que me alcance el mal
y muera» (Gen. 19:19). Da a entender que no le dará tiempo a escapar suficientemente
lejos como para no ser quemado. Pero él sabe que Dios quiere salvarle y que, si le ha or-
denado «escapa al monte» es porque no hará llover el fuego y azufre hasta que no se en-
cuentre a salvo. Más bien da la impresión de que Lot no quiere ir al monte porque le tiene
miedo. Recuerda ya con dificultad lo que aprendió en los años que pasó con Abraham pas-
toreando. Le asusta tener que dormir al raso, o tener que andar varios días sin encontrar
agua; pasar frío o no hallar qué comer. Sí, los años que ha pasado en la ciudad le han de-
bilitado.
Y, sin embargo, parece que aún conserva algunas de las buenas costumbres de los hom-
bres de la montaña. Cuando la tarde anterior está sentado a las puertas de Sodoma y ve
llegar a dos hombres desconocidos, no duda en ofrecerles un lavado de pies, comida y te-
cho (Gen. 19:1-3). Esta hospitalidad, que aprendió con Abraham en sus años de andadura
por las montañas, le valió su salvación. Sus huéspedes eran, sin él saberlo, ángeles.
Lot no está preparado para escapar al monte, aunque le cuesta reconocerlo y se inven-
ta una excusa. Tampoco está preparada su mujer, sobre todo en lo que a actitud mental
se refiere. Le duele dejar esa vida tan agradable. Piensa que la están tratando muy dura-
mente, que exageran. ¡Qué pesimista es esta gente! Es una típica habitante de la ciudad.
Su mente y su corazón están invertidos allí. Y allí se quedó.
Lot se queda en Zoar. Dios no la destruye para complacerle en su ruego de seguir viviendo
en una ciudad del valle (según The Seventh Day Adventist Bible Comentary, tomo I, pág.
335, las únicas ruinas encontradas por los arqueólogos en la llanura de Sodoma parecen
corresponderse con el asentamiento de esta ciudad), Pera algún tiempo después, Lot re-
flexiona y se prepara para asentarse en el monte. Dice en Genésis 19:30: «Tuvo miedo de
quedar en Zoar, y se alojó, en una cueva él y sus dos hijas.»

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NUEVAS AMENAZAS SOBRE LA CIUDAD

Hemos oído hablar muchas veces de la similitud existente entre los tiempos de Noé y Lot
y los nuestros. Jesús mismo lo advirtió hablando de la destrucción de Sodoma: «Como
esto será el día en que el hijo del hombre se manifestará» (Luc. 17:30). E insiste: «Acordaos
de la mujer de Lot» (Luc. 17:32).
Con los pocos datos sobre la vida de Sodoma que nos ofrece el relato del Génesis, po-
demos llegar a una aproximación de cuál era su situación social: violencia absurda, de-
gradación del sexo y holganza. Y como dijo Jesús (Mateo, cap. 24) es la misma que se nos
presenta hoy en nuestras ciudades. Pero además, nuevos elementos amenazan hoy nues-
tra civilización urbana. El creciente deseo de confort y comodidad (desplazamiento en me-
dios de transporte que no nos cuesten esfuerzo, calefacción, electricidad, gas, etc.) y el
incontrolado progreso industrial y económico de los últimos años, que trata de saciar el con-
sumismo compulsivo del habitante del asfalto, han traído dos consecuencias nefastas para
el equilibrio de nuestro ecosistema:

1ª.- Nos comemos la vaca. Ha hecho que tengamos que emplear a fondo todas
las reservas naturales y energéticas del planeta (madera, carbón, petróleo, gas, ura-
nio) sin dar tiempo a que éstas se regeneren. De forma que estamos viviendo del ca-
pital; con las rentas no tenemos suficiente para mantener un nivel constante de
desarrollo. Nos estamos comiendo la vaca.
2ª.- Más que ayer y menos que mañana. A la energía y materias primas derrocha-
das para nuestro confort y a la gran producción industrial, les sigue como una som-
bra un sinfín de subproductos y residuos, muy tóxicos algunos, pero todos ellos no-
civos para el delicado equilibrio que los seres vivos deben mantener con su medio
ambiente.
Estos residuos de las cosas que el hombre fabrica, usa y desecha aumentan en can-
tidad porque la población aumenta, y porque hay una ansiedad creciente por supe-
rar el estatus de vida, es decir, por vivir más comodonamente. Se fabrica más, se con-
sume más y se desecha más. El comité sobre contaminación de la Academia Nacional
de Ciencias de los Estados Unidos advirtió ya en 1966: «Conforme la tierra se pue-
bla más y más, no quedan ya lugares para desechar: El cubo de basura de unos, ocu-
pa el espacio vital de otros».
Esta alteración desfavorable que el hombre ha causado en su medio vital, además
de afectar directamente a su salud, hace que la agricultura y ganadería se vuelvan
perezosas para entregar sus frutos y poco resistentes a las plagas y enfermedades.
Aquí, la técnica se encargará de cerrar el círculo vicioso: abonos químicos, herbici-
das, plaguicidas y piensos compuestos tratan de apuntalar esta precaria estructura
ecológica, consiguiendo desestabilizar aún más el orden natural previsto por el Creador.

CASTILLOS DE ARENA

Asi, agotamiento de las reservas de energía y degradación del medio vital, son a mi juicio
las nuevas amenazas para el hombre de la ciudad, que se añaden a las ya existentes en
tiempos de Lot. ¿Y por qué digo para el hombre de la ciudad? La nueva situación afecta a
todo el planeta, pero se torna más grave en sus puntos flacos: las urbes. En ellas, la gran
especialización de funciones hace que las necesidades públicas estén centralizadas y con-
troladas por unos pocos. Esto ocurre con el agua, el gas, los alimentos, la electricidad, las
comunicaciones y el largo etcétera de las necesidades que nos hemos creado. Un peque-
ño altercado puede afectar a gran cantidad de gente, y no tenemos opción a elegir el ser o
no afectados. Contaminación de ríos que dan de beber a millones de seres, cortes de luz
como el de New York o explosiones en postes de tendido eléctrico como en España, pue-
den hacernos imaginar lo vulnerable que resulta la gran urbe. Es tan vistosa y frágil como
un castillo de arena, tan dependiente como un niño. Esta sensación de inseguridad, de no

13
poder elegir, de no ser dueño del propio destino, vivida por el hombre de la ciudad, le hace
hostil e insolidario con los otros, y deteriora las relaciones sociales, convirtiéndole en el te-
mido lobo humano. La alteración del equilibrio ecológico repercute también, desfavorable-
mente, sobre el equilibrio psicológico y social.

DE LOS MONTES VENDRÁ MI SOCORRO

El salmista sabía muy bien lo que decía. En la naturaleza volvemos a ser nosotros mismos.
El hombre descubre allí su individualidad y su cuerpo, su fuerza, su miedo y también su va-
lor. Decidir, conseguir algo por su propio esfuerzo: una cumbre, un largo recorrido, hacer su
comida, llevar su carga. Fortaleza, coraje, incomodidad, contemplación de lo bello, de lo
grande y de lo pequeño. Gusto por lo natural y afán de aventura. Soledad y amistad.
Acercamiento al Creador. Ésa es la montaña.

SOBREVIVE EL AUDAZ, NO EL FUERTE

Pero en la montaña no todo es bonito y sencillo. Hay que ser dueños de un cuerpo y un es-
píritu fuertes. Hay que estar entrenados y conocer muchas técnicas y métodos. Porque la
fuerza por sí sola no sobrevive: necesita de la audacia y de los conocimientos. Como al-
guien dijo: «El que se salva, sabe, y el que no, no sabe nada».
Así pensamos los que asistimos al campamento JMV de supervivencia en julio de este
año. ¡Magnifica la oportunidad para entrenarnos! Dos días solos en el monte, sin comida
ni techo. Supimos en nuestra carne lo que es el hambre y la soledad. Conocimos nuestro
miedo, nuestro valor y nuestras posibilidades. No es una simple aventurilla, no. El pastor
Martorell nos hizo sentir muy bien a los cincuenta jóvenes que allí fuimos, que la P.T.F.1 em-
pieza desde ahora mismo.

LA SOLUCIÓN ESTÁ EN CADA UNO: VIVIR ECOLÓGICAMENTE

No se trata de una visión romántica de “vuelta a la tierra”. Ni de ir a vivir como un ermita-


ño. Es buscar la estabilidad antes que el desarrollo. Trabajamos para conseguir dinero
con el que pagar a otras personas para que nos mantengan vivos y confortables. En vez de
esto, optemos por nuestra autonomía, trabajemos para nuestra supervivencia. Seamos me-
nos comodones; llegará el tiempo en que se hará imprescindible. En un medio rural es
técnicamente posible realizarlo. Hay libros escritos sobre ello y muchos que ya lo están con-
siguiendo en Europa y en U.S.A.
Tampoco se trata de vivir en una caverna renunciando a todas las comodidades. Se tra-
ta de obtener energía no contaminante (por ejemplo, del viento y del sol), de utilizar los re-
siduos, de ser autónomo en cuanto a energía y alimentos, de vivir más naturalmente. Así se
consigue sobre vivir y no ser una carga para el planeta. No se puede ya pensar aquello de
que «para lo que me queda de estar en el convento, me cago dentro».

¿ESTOY BUSCANDO YO UNA EXCUSA COMO LOT?

Como Iglesia, hemos hecho mucho hincapié en la preparación moral y espiritual para el tiem-
po del fin. Y quizá hemos dejado de lado la preparación física, pensando que todavía hay
tiempo, que Dios nos sostendrá. Pero ¿es que cuando lleguen los tiempos de angustia, de
hambre y de calamidades, Dios nos va a poner en una urna de cristal para que estemos a
salvo? ¿Es que nos va a mandar el maná todos los días? ¿Es que nos van a asir de la
mano los ángeles para salir de la ciudad, como le asieron a Lot?

1 P.T.F.: Preparación para el tiempo del fin. Era el lema del campamento.

14
Dios ayuda sólo al que se ha preparado según sus enseñanzas. Ayudó a Noé, pero a és-
te le costó muchos años y esfuerzos el construir el arca. El fin del mundo es ya incues-
tionable, y es tarde para dudar. Pero aún estamos a tiempo para prepararnos, para cons-
truir nuestra arca.

DADNOS DE VUESTRO ACEITE

Dios nos advierte una y otra vez: «entonces los que están en Judea, huyan a los montes»
(Mat. 24:16). «Huid de las ciudades» dice el espíritu de profecía. «Escapa al monte». Nos
da tiempo y oportunidades para que nos preparemos para sobrevivir. Pero cuando llegue la
crisis, no habrán enchufes ni proteccionismos. No nos confiemos esperando el milagro.
El Justo vivirá por su fe. Cada cual debe ir a buscar el aceite que necesite para su lámpa-
ra. Y a tiempo.

15
MESA REDONDA: ANÁLISIS

Por primera vez en España se realiza una auténtica simbiosis entre el cuerpo pastoral de
nuestra iglesia y varios de nuestros asociados (graduados en Medicina, fisioterapeutas,
jóvenes en último curso de Medicina, etc.) al llevar a cabo una campaña de evangelización
mixta, es decir, de doble vertiente: una pro-salud y otra espiritual.
Creemos muy interesante la experiencia; en primer lugar, porque el trabajo que realizaron
todos cuantos colaboraron en la campaña, al formar dos equipos muy compactos y bien
compenetrados, fue una verdadera oda a la unidad. Y, en segundo lugar, porque apreci-
amos sinceramente la búsqueda de formas nuevas de propagación del mensaje y, tam-
bién, a los hombres y mujeres que están dispuestos a llevarlas a cabo.
AULA7 quiere dejar registrada esta actividad misionera en la que han intervenido com-
pañeros muy conocidos y estimados por todos, invitando a asistir a una mesa redonda cel-
ebrada en nuestra redacción a todos cuantos actuaron como oradores. Ésta fue nuestra
charla.

AULA 7: ¿Cuál fue la idea que les llevó a organizar este ciclo?
PASTOR CODEJÓN: En primer lugar, hacer un trabajo de equipo entre los seis pastores del
distrito y no de forma piramidal. Yo, personalmente, creo que se ha conseguido el espíritu
cooperativo.
A7: ¿Por qué el título?
P.C.: Fue una trasnochada porque en inglés tenía otro título...
A7: ¿Entonces había antecedentes?
P.C.: Es una serie americana ‘Century XXI better live’ (Mejor vida para el siglo XXI) con 21
temas de salud, combinados con doctrinales, de los que escogimos 14. La serie nos gustó,
pero el título no, y el elegido fue una: evolución del utilizado el año anterior: ‘Una nueva
forma de vivir’.
A7: ¿A quién iba dirigida la campaña? ¿A público procedente de contactos personales, de
la publicidad en radio o prensa, de la publicidad con folletos o carteles...?
P.C.: A público que no nos conociese de nada, pues pensábamos que con el equipo con-
seguido, con la aportación de especialistas (en medicina, nutrición, etc.), podríamos sus-
citar la atención al presentar temas que interesan mucho hoy.
A7: ¿Qué imagen se quería dar?
P.C.: Que nos preocupamos de la humanidad, no sólo de su vida espiritual, sino también
de su vida física y mental: el ser total.
A7: Este planteamiento ¿es abiertamente así, o de lo que se trata en realidad es de que
vengan a escuchar la exposición religiosa atraídos por los temas no religiosos? ¿Es desin-
teresado el tratamiento de los aspectos médicos, nutricionales, sociales?
P.C.: Un pastor siempre piensa en la salvación de las personas, pero de antemano no nos
hemos preocupado de los resultados ni hemos trabajado bajo la presión de un blanco de
bautismos; no hubiésemos trabajado así. Era una posición común y creímos que, aunque
sólo hubiese sido por proporcionar una mejor forma de vivir, el ciclo valía la pena. Los re-
sultados no son nuestros: uno planta, otro siega y Dios da el crecimiento. Yo no puedo
convertir a nadie, pero puedo sembrar. El plan en sí sigue el consejo de la Sra. White, de
que la obra médica es el brazo derecho de la Iglesia Yo creo que hasta ahora hemos tenido
mucha cabeza pero no hemos tenido brazos.
JOSÉ MANUEL PRAT: Encuentro desafortunada la expresión “desinteresado”, pues es muy
difícil concretar si es interesado o desinteresado hacer un favor espiritual o material a una
persona.
A7: Pero es que a veces da la impresión de que estos temas se tratan como “gancho” y lo
cierto es que nuestro interés por la persona en su conjunto es una realidad profunda en
nuestra ideología.

16
J.M.P.: En el ciclo no se escondía nada, pues cada parte tenía su lugar en el programa.
P.C.: No se ha ocultado nada, pues se ha hecho en nuestros templos y en la publicidad no
se omitían referencias a la iglesia.
PERE LLORCA: Nadie ha engañado, porque empezando por el título, que yo no he sabido
nunca qué quería decir, se daba idea de que la reunión sería un poco de todo, aunque
“oliese” más a religión.
A7: ¿Cuál es la reacción de una persona que asiste a la reunión, ante el doble enfoque de
la misma?
J.M.P.: No se ha planteado ni como un acto religioso, ni como una cosa de tipo salutífero.
Se ha presentado como un conjunto de normas para mejorar la vida, tanto desde un punto
de vista físico como espiritual.
P.C.: La persona que viene para escuchar doctrina profunda no la ha recibido, ya que, por
ejemplo, temas como el sábado se han presentado con mucha “elegancia”, sin citas del
Antiguo Testamento o del Nuevo y hablando de Jesús creador, Jesús sanador en sábado,
etc. Si se quiere profundizar ha de ser en otra ocasión. Se trata de que vean la filosofía
adventista de preocupación por el ser total y que se interesen en profundizar en el men-
saje adventista.
J.M.P.: Yo creo que aunque la carga doctrinal no fuese profunda, se planteaba una serié
de preguntas interesantísimas que, a quien las escuchaba, le obligaban a profundizar en
el tema.
P.C.: También incidía sobre la parte doctrinal el factor tiempo, pues al ser la última, añadía
al hecho de que tenía que tratar temas propios de una hora o más en quince minutos, el
que debía compensar el retraso acumulado, que presionaba sobre orador, tema y público.
Se han tenido que traducir del inglés temas que abarcaban 20 ó 30 páginas, y condensar
todo ello en fichas para tratarlo en un cuarto de hora, incluyendo ilustraciones con el retro-
proyector, etc. Todo esto se ha notado y nos ha impedido utilizar ilustraciones propias.
A7: Hablemos de las ilustraciones.
P.C.: Ya sé que las utilizadas “allá”, “aquí” hacen reír, pero en lugar de criticar vamos a ha-
cerlas nosotros, pues hay personas capacitadas para ello y yo sé que en Barcelona hay
bastantes.
A7: La iglesia ha “actuado” o ha “apoyado”?
P.C..: Yo creo que la iglesia ha “actuado” porque se ha dado cuenta de los talentos
valiosísimos que tiene y los ha utilizado y apoyado. Se ha hecho en América y aquí lo
hemos hecho también con médicos y no médicos y se ha comprobado que esta simbiosis
con el cuerpo pastoral va muy bien.
A7: ¿Cuáles son las impresiones de los que habéis colaborado por primera vez en una
campaña de este tipo?
MARÍA LUISA TORAL: El balance es positivo, según mi opinión, pues ha habido personas que
se han, interesado y porque, aunque haya que modificar algo, ha sido un primer paso. En
mi intervención he hablado de temas muy problemáticos que son difíciles de tratar desde
el punto de vista médico.
P.C.: Sólo hay dos temas no propiamente médicos (hipnosis,y nuestro cuerpo como tem-
plo del Espíritu Santo) que fueron los tratados por María Luisa y que están al final de la
serie, cuando se enfoca la continuación. Posiblemente estos temas estaban más suave-
mente enlazados con el resto en el plan inicial, pues era más extenso.
J.M.P.: Yo creo que ha sido interesante, pues hemos respetado poco del plan original y
todos hemos aportado mucho, por lo que ha sido un trabajo de creación, en realidad. Yo
no he utilizado las ilustraciones que se me han proporcionado y, de acuerdo con el pastor,
hemos cambiado y diseñado temas que no había por dónde cogerlos.
ALBERTO DOMINGO: Yo había colaborado con el pastor Lozano en la continuación del ‘Plan
de 5 días’ del Palacio de los Congresos, y tengo mal recuerdo pues el poco tiempo del
que disponía no me permitió aportar casi nada. Ahora el planteamiento creo que ha sido
más proporcionado. Al ver los temas americanos me desilusioné, pero a medida que el
ciclo avanzaba lo fui adaptando a mi manera y pienso que mejoró. Creo que los planes

17
americanos sirven como idea, pero debemos coger lo bueno y adaptarlo a nuestra men-
talidad.
P.Ll.: He visto muy interesante la idea de la comisión organizadora de que, al expresarnos
como médicos, lo hagamos como médicos adventistas. Mis temas eran eminentemente
médicos, pero no he tenido dificultad en hallar una oportunidad de manifestarme como
adventista.
P.C.: La experiencia de trabajar por primera vez con un equipo tan completo ha sido muy
interesante y también lo ha sido el espectáculo de ver trabajar las iglesias con las corales,
los desplazamientos, etc.
A7: ¿Cómo surgieron los equipos de apoyo?
J.M.P.: Se trazó un plan, se señalaron unas personas y de acuerdo con ellas se han ido
modificando y adaptando el plan, los horarios, los temas, etc.
A7: ¿Qué testimonios habéis podido recoger?
J.M.P.: Dar un mensaje de salud basado en una filosofía más amplia es edificante para la
gente y para nosotros, porque al rebasar el campo estrictamente espiritual estamos man-
ifestando nuestra auténtica manera de ser. Estas cosas las oímos hoy en otros lugares,
pero es con otros propósitos y nosotros lo hacemos desde ha ce mucho tiempo.
A.D.: Yo puedo manifestar que ha habido mucho interés y que por nuestra forma de hablar
nos juzgaban como vegetarianos, lo que servía como de enlace ideológico con personas
asistentes que lo eran.
J.M.P.: A veces no nos damos cuenta del valor que tienen consejos que, además de ser
importantes internamente, aunque a veces nos parezcan duros, interesan a personas que
no comparten nuestra forma de pensar.
P.Ll.: Las personas que no nos conocían juzgaban muy diferentemente lo que se les decía
en referencia a la reforma pro-salud y temas similares al escucharlos de boca de especia-
listas.
M.L.T.: Presentar estos aspectos de la forma que se hizo, hace que sean aceptados con
mayor naturalidad por miembros y visitas, a la vez que aporta argumentos para que, una
vez aceptados, se puedan presentar ante extraños sin tener que pasar por “bichos raros”
al no poder defenderlos con base científica.
A7: ¿Qué cambios introduciríais de cara a una nueva campaña?
A.D.: Temas más candentes, tanto desde mi tema de colaboración (el nutricional) como el
médico y religioso.
A7: ¿Por ejemplo?
A.D.: El aborto, el divorcio, el estrés, la neurosis, etc.
M.L.T.: Otros temas a tratar, en mi opinión, serían la educación, las relaciones y la
comunicación padres-hijos, los problemas matrimoniales, etc. Un cambio fundamental
para mí sería ceñir muy estrictamente el programa a un horario que haga que ningún
apartado tome tiempo a otro y que se tenga siempre tiempo para dar un mensaje espir-
itual suficientemente claro como para que una persona que asista una sola vez no
marche sin una idea clara que lo estimule; todo ello con una gran puntualidad al inicio y
al final.
P.C.: Desde mi particular posición, enfocaría el plan de forma que los pastores participan-
tes no tengamos que abandonar la iglesia durante casi 5 meses. En relación con los
temas, suprimiría algunos como el cambio del sábado al domingo e introduciría otros como
la fe, etc.
P.Ll.: Muchos de estos planes fracasan incomprensiblemente por falta de continuidad.
Este aspecto me preocupa mucho pues creo que es una pena derrochar esfuerzos.
FRANCISCO CHÍA: Creo que deberían aprovecharse más las facilidades de utilizar locales no
religiosos que proporcionan más efectividad, sobre todo en lugares donde los templos son
pequeños.
P.Ll.: Habría que contar con la fatiga de los oradores que no pertenecen al ministerio y que
acumulan sobre sus ocupaciones habituales el hacer dos o tres reuniones semanales
durante tanto tiempo.

18
A.D.: Este problema hace que un mismo tema no se parezca en absoluto entre la primera
y la séptima vez que se repite.
A7: Y esto¿es positivo o negativo?
A.D.: Yo creo que es positivo, pues para mí es mucho más penoso repetir un mismo tema
que tratar uno totalmente nuevo.
P.Ll.: Pero es muy difícil renovar un tema siete veces.
A.D.: Para mí era un proceso de mejora.
F.Ch.: ¿Qué relación había entre el primer y el segundo ciclos?
P.C.: Era una continuación con temas religiosos más profundos.
P.Ll.: Teóricamente, el público tenía que ser el mismo.
P.C.: Yo puedo decir que en Guinardó sólo fallaron 6 personas, a pesar del lapsus entre
los dos ciclos que yo no pude ocupar en atender a los interesados.
A7: Hablemos de resultados.
P.C.: Yo tengo aquí 30 tarjetas, de las que he visitado personalmente 26 y les he entrega-
do libros, he iniciado estudios bíblicos y he inscrito en el curso ‘Tesoros de vida. Para mí es
muy importante que sea el mismo orador quien haga esta labor de continuidad, pues si se
le sustituye se pierde la comunicación orador-oyente y se malogran los esfuerzos. Estas vis-
itas son difíciles de hacer porque toman mucho tiempo de espera, visitas en vano, etc. y su
preparación se inicia cuando me sitúo a la puerta de salida del templo y de la forma más
discreta posible, intento conseguir la dirección de la persona que nos visita, abrir una ficha
con referencias personales, continuar en los saludos una relación de progresiva comuni-
cación, etc. El caso más espectacular es el de una señora que estaba decidida a suicidarse
y que oyó el programa ‘Directo’, en el que presentamos en una mesa redonda todo el plan;
al terminar el programa llamó y concertamos una entrevista a la que acudí con mi esposa y
en la que, después de desahogarse exponiendo su problema, aceptó unos consejos que le
permitieron superar la crisis. Éste solo caso justifica, en mi opinión, todo el plan.
A7: ¿Podría haber otros enfoques para una campaña similar?
P.C.: Yo he sugerido que venga un orador que haga la campaña y así los pastores
podríamos dedicarnos a atender las iglesias respectivas.
A7: Pero esto es volver al plan antiguo...
J.M.P.: Además tiene el inconveniente de que la persona que acude relaciona mensaje y
orador y, al marchar éste, es difícil mantener el hilo.
M.L.T.: Yo creo que podría solucionarse haciendo un trabajo de colaboración entre el pas-
tor local y el evangelista invitado y tiene la ventaja de que las iglesias colaboran más con
un orador de fuera.
J.M.P.: Por otro lado, al venir el programa dirigido por una persona determinada, se impi-
de que los que colaboren confeccionen su propio esquema de trabajo y esto creo que es
muy importante. Una posible solución sería hacer ciclos compactos en cada iglesia, con
espacios intermedios para atender los resultados
A7: En cualquier caso, sería importante conservar la idea de equipo, de distrito, etc., con
las ventajas de la colaboración interiglesias, etc. ¿Qué otros temas podrían tratarse,
además del espiritual?
P.Ll.: Uno de los que considero más importantes es el de la educación. El hermano Posse
nos comunicaba cómo principios defendidos desde siempre por la iglesia, hoy se aceptan
como descubrimientos recientes en la UNESCO. Yo creo que este tema es más fácil y pro-
porcionaría mejores resultados que otros como el del alcoholismo, con los que se obtienen
resultados muy discutibles.
A.D.: Hay un tema que me preocupa y es que los adventistas tratamos mucho de la ali-
mentación y, en cambio, nos estamos matando por falta de ejercicio. Yo soy un convenci-
do de lo importante que es complementar una buena alimentación con ejercicio físico, y lo
practico en mi vida, pero me apena ver la poca mención que hace de ello la Iglesia.
A7: Proyectos.
P.C.: Todo depende de los cambios que se realicen en el equipo. Muy vagamente se ha
hablado de hacer un plan en una zona de Barcelona (Poble Nou) y abrir una iglesia allí. En

19
cualquier caso, creo que los futuros proyectos deben programarse con tiempo y entablar
un coloquio fructífero entre los que participen.
M.L.T.: Creo que debería tenerse muy en cuenta el momento de hacer algo y el mejor es,
a mi entender, el primer trimestre del curso, o sea, el último del año.
PASTOR JOSÉ LÓPEZ: Hay mucho que pulir, que corregir y que añadir, pero creo que la expe-
riencia ha valido la pena y hay que trabajar en este campo, pues es rico.

20
UN MÉTODO PARA ESTUDIAR LA BIBLIA
Roberto Badenas

La Biblia, tomada en bloque, resulta un libro de comprensión relativamente fácil, general-


mente accesible a cualquier persona medianamente instruida de cualquier cultura. Y esta
accesibilidad tan universal no deja de ser una de sus características más sorprendentes.
Sin embargo, después de una lectura atenta tenemos que reconocer que no todo en la
Biblia es tan fácil de entender. A menudo se nos escapa el sentido de ciertas palabras,
expresiones, ideas e incluso pasajes completos. Y esto le ocurre incluso al lector estudioso
e iniciado. ¿Por qué?
Muchas de las dificultades provienen de la antigüedad de los libros, de la distancia en el
tiempo, lengua, cultura, medio de vida y mentalidad que nos separa de los hagiógrafos.
Otras dificultades de comprensión derivan de la naturaleza misma de los mensajes y de
nuestras deficiencias humanas. Las realidades sobrenaturales no siempre son fácilmente
abordables, en la totalidad y profundidad de su alcance, por nuestra mente, poco acos-
tumbrada a la reflexión espiritual y excesivamente habituada al mundo de lo inmediato que
nos rodea.
Ya el apóstol Pedro decía que «en las Escrituras» hay cosas difíciles de entender, las
cuales los indoctos e inconstantes tuercen... para su propia perdición1, reconociendo con
ello la importancia de un estudio profundo y continuado del texto bíblico. Ellen G. White ve
en las mismas dificultades de la Biblia una prueba de su origen sobrenatural: «Las dificul-
tades de la Escritura han sido presentadas por los escépticos como argumentos contra la
Biblia; pero lejos de serlo, constituyen una fuerte evidencia de su inspiración divina. Si
mencionase de Dios sólo aquello que se pudiese comprender fácilmente, si su grandeza y
majestad pudiesen ser comprendidas por las mentes finitas, la Biblia no llevaría las
inequívocas credenciales de la autoridad divina. La misma grandeza y el misterio de los
temas presentados, deben inspirar la fe en ella como Palabra de Dios.»2
Siendo la Biblia el más precioso documento histórico de la revelación de Dios a los hom-
bres, merece la pena esforzarnos por captar lo mejor posible el sentido de su mensaje y
no contentarnos con un acercamiento superficial que, si bien puede ser suficiente para
algunos, no debería dejar satisfecho al estudiante adventista. La correcta comprensión de
la Biblia determina nuestra correcta comprensión de la verdad divina, y en gran medida
nuestra fe. E. G. White es muy clara en este punto: «La enseñanza más valiosa de la Biblia
no se obtiene por medio de un estudio ocasional o aislado. La presentación de su gran sis-
tema de verdad no es tal que pueda discernirlo el lector apresurado o descuidado. Muchos
de sus tesoros están lejos de la superficie, y sólo pueden ser obtenidos por medio de una
investigación diligente y de un esfuerzo continuo. Las verdades que forman el gran todo
deben ser buscadas y reunidas “aquí un poco, otro poco allí”».3
Esta necesidad de interpretación es reconocida por Jesucristo mismo. El evangelio de
Lucas dice que Jesús “interpretó” (diermeneusen) a los discípulos de Emaús «en todas las
escrituras los pasajes que hablaban de él» (Luc. 24:27)4. Nosotros, como ellos y como el

1 2ª. Pedro 3:16.


2 E. G. WHITE, Joyas de los testimonios, vol. 2, págs. 304-305.
3 E. G. WHITE, Educación, pág. 119.
4 Traducción de P. AUSEJO, Ed. Herder.

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etíope evangelizado por Felipe, necesitamos ayuda para «entender lo que leemos»5. Esta
ayuda, evidentemente, debe venirnos en primer lugar, del Autor Supremo de las Escrituras.
Podemos alcanzar a comprender la Palabra de Dios únicamente por la iluminación de
aquel Espíritu por el cual fue dada la Palabra. «Nadie conoció las cosas de Dios, sino el
Espíritu de Dios», «porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios». Y la
promesa del Salvador a quienes le siguen es: «Cuando viniere aquel Espíritu de verdad,
él os guiará a toda verdad; ... porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.» (1ª. Cor.
2:11,10; Juan 16:13,14)6.
Sin la dirección del Espíritu Santo estaremos constantemente expuestos a torcer las
Escrituras o a interpretarlas mal. «Muchas veces la lectura de la Biblia no reporta prove-
cho, y hasta puede causar un daño positivo. Cuando la Palabra de Dios se abre sin rever-
encia ni oración; cuando los pensamientos y afectos no están fijos en Dios ni armonizan
con su voluntad, el intelecto está enturbiado por la duda; y el escepticismo se fortalece en
el mismo estudio de la Biblia. El enemigo rige los pensamientos y sugiere interpretaciones
que no son correctas.»7
«Esta luz debe inducirnos a un estudio diligente de las Escrituras, y a un examen muy críti-
co de las creencias que sostenemos. Dios quiere que se examinen cabal y perseveran-
temente, con oración y ayuno, las opiniones y los fundamentos de la verdad. Les creyentes
no han de confiar en suposiciones e ideas mal definidas de lo que constituye la verdad.»8
Se trata de descubrir lo que el escritor quería comunicarnos, determinar el alcance pro-
fundo de sus palabras y hacer accesible el fondo de la verdad bíblica al hombre moderno
a través de una correcta comprensión de las formas en que fue transmitida. No
deberíamos contentarnos nunca con “no entender” y abandonar el esfuerzo, aun sabien-
do que en esta tierra jamás llegaremos a comprenderlo todo.
«Cuando los hijos de Dios se sienten cómodos y satisfechos con su ilustración presente,
podemos estar seguros que él no los favorece. Es su voluntad que avancen siempre, para
recibir la abundante y siempre creciente luz que resplandece para ellos.»9
«El hecho de que no haya controversia ni agitación entre el pueblo de Dios, no debe con-
siderarse como evidencia concluyendo que retienen firmemente la sana doctrina. Hay
razones para creer que no disciernen claramente entre el error y la verdad. Cuando no sur-
gen nuevas preguntas por efecto de la investigación de la Escritura, cuando no se levan-
ta ninguna diferencia de opinión que induzca a los hombres a escudriñar la Biblia por su
cuenta para asegurarse de que poseen la verdad, habrá muchos, como en los tiempos
antiguos, que se aferrarán a la tradición y adorarán lo que no conocen».10
No hemos de olvidar que la Biblia que leemos ha sido traducida de lenguas que respon-
den a estructuras mentales muy diferentes de las nuestras. La mayoría de traductores ha
hecho un encomiable trabajo al hacernos accesible el texto sagrado con una fidelidad
extraordinaria. Pero todos los que conocen una lengua extranjera saben hasta qué punto
es difícil traducir cada palabra o expresión, por la sencilla razón de que no todas tienen
equivalencia exacta.
Como la barrera principal para la comprensión de los textos la presenta la lengua en que
fueron escritos, lo ideal seria poder leerlos en su lengua original, para captar así su senti-

5 Hechos 8:30-31.
6 E. G. WHITE, Joyas de los testimonios, vol. 2, pág. 308.
7 Ibid., págs. 321-313.
8 Ibid., pág. 309.
9 Ibid., págs. 313-314.
10 Ibid., pág. 312.

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do pleno. Ésta es la labor de la exégesis, a cuyos servicios debemos acudir cuando quer-
emos resolver problemas específicos de traducción y de interpretación de los originales.
Pero sin necesidad de saber griego y hebreo, también podremos mejorar nuestra com-
prensión de la Biblia aplicando principios básicos de interpretación.11
En este estudio vamos a considerar sólo dos cuestiones de base:

1. La finalidad primordialmente didáctica del texto bíblico,


2. La falta de intención sistemática en su presentación de las doctrinas.

1. CARÁCTER DIDÁCTICO PRÁCTICO DE LA BIBLIA

Lo primero que hemos de tener en cuenta al considerar los modos de expresión bíblicos
es que corresponden a la mentalidad hebraica y no a la nuestra. Herederos de unas
estructuras mentales moldeadas por el pensamiento griego, los occidentales estamos
acostumbrados a dar prioridad a la lógica racionalista, especulativa y teórica.
Nuestra mente está acostumbrada al raciocinio deductivo, del que es el mejor exponente
el silogismo. Sin embargo, el hebreo no razona tanto por deducción como por analogía.
Para explicar una cosa, no la analiza en sus partes o aspectos, sino que la compara con
otra. La Biblia está llena de comparaciones. Ignora las definiciones:

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”


“El reino de los cielos es... semejante a...”

Y mil otras comparaciones que están en la mente de todos, y que son las únicas explica-
ciones que la Biblia nos da acerca de los problemas de nuestra más vital importancia.12
Por ejemplo: Cuando el occidental reflexiona acerca de la naturaleza humana se lanza a
análisis filosófico científicos tendentes a resumir en una fórmula el resultado del estudio.
La Biblia (por su mentalidad hebraica) no ve mucho sentido en este esfuerzo, porque lo
encuentra inútil. Si en ella se pregunta también «¿qué es el hombre?»,13 es solamente con
una finalidad práctica, la de ayudarle a comprender su estado y a utilizar su presente en
vistas a decidir su porvenir eterno. Al autor inspirado le interesa saber no lo que es el hom-
bre en sí, sino el hombre en situación ante Dios, lo que puede llegar a ser, desde el punto
de vista existencial.
Y es que, en la mentalidad hebreobíblica la experiencia directa es valorada por encima de
la reflexión teórica. El conocimiento no es entendido como una aprehensión intelectual,
sino como un contacto, un encuentro, un descubrimiento, una experiencia personal, un
convencimiento experimental.
Todas las nociones, incluso abstractas, son explicadas por hechos concretos. El mundo de
la realidad nunca resulta disminuido por el mundo de las ideas.

11 El librito de D. HAMMERLY DUPUY, Guía para estudiar la Biblia, puede ser de ayuda para los prin-
cipiantes.
Una buena intrudcción a la hermenéutica adventista se encontrará en el libro editado por G. M.
HYDE y un equipo de profesores bajo los auspicios del Biblical Research Comitee de la
Conferencia General, titulado: A Symposium on Biblical Hermeneutics, Washington, 1974.
También es de interés material presentado con ocasión del Primer Seminario Bíblico de
Collonges, en julio de 1977.
12 Ver ANDRÉ CHOURAQUI, La pensée juive.
13 Salmos 8:4.

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La historia nos es mostrada bajo el punto de vista religioso y moral. Su explicación de los
hechos es siempre una referencia a la relación del hombre con Dios. Por eso no debemos
juzgar la Biblia con los mismos criterios que aplicaríamos a los actuales libros de historia.
El dato en sí mismo no le interesa, pues su finalidad no es transmitir datos, sino en-
señanzas.
Esta consideración no implica ni mucho menos que los elementos de Historia que la Biblia
contiene sean falsos. Son rigurosamente verídicos, como la Arqueología ha mostrado sufi-
cientemente, pero su finalidad no es la de darnos a conocer unos hechos o informaciones,
sino de enseñarnos algo a partir de esos hechos. Siempre hay una finalidad moral y reli-
giosa subyacente.
De aquí que, en la selección de hechos históricos citados por la Biblia, falten muchos que
nosotros consideramos “históricamente” muy importantes y, sin embargo, aparecerán re-
latados con todo detalle algunos muy secundarios, según nuestro modo de ver. Y los
hechos nunca son explicados con sus causas e implicaciones sociales, políticas o
económicas sino, únicamente, teniendo en cuenta su posible valor moral, ejemplar o
educativo dentro del marco de la historia del pueblo de Dios o de la intervención de Dios
en la historia. Esto no supone que los hechos hayan sido deformados o falseados, sino
simplemente expuestos bajo una óptica que podemos calificar de parcial, moralista y
didáctica14.

2. CARÁCTER NO SISTEMÁTICO DE LOS ESCRITOS BÍBLICOS

La Biblia, siendo la base de nuestra doctrina, es algo muy diferente de un manual de


teología sistemática. No hay apenas pasaje que desarrolle sistemáticamente ninguna de
nuestras doctrinas, ni siquiera las más fundamentales. De ahí que, para tener todos los
datos que la Biblia presenta sobre un punto cualquiera, haya que reunirlos picoteando de
entre todos sus libros. La Biblia es un mosaico con lagunas, más que una fotografía. Esta
despreocupación por el orden y el sistema nos desconcierta. De ahí que nunca debamos
sacar ninguna conclusión, a menos que hayamos recogido todos los datos que la Biblia
presente sobre un punto, en diferentes contextos.
Este aparente desorden no es más que el resultado del carácter ocasional de las revela-
ciones bíblicas. Así lo reconoce E. G. White cuando dice: «No hay siempre orden perfec-
to o aparente unidad en las Escrituras. Los milagros de Cristo no son presentados en
orden exacto, sino que son dados así como ocurrieron las circunstancias que demandaron
la revelación divina del poder de Cristo. Las verdades de la Biblia son como perlas ocul-
tas. Deben ser buscadas, extraídas mediante esfuerzos concienzudos. Los que tan sólo
dan un vistazo a las Escrituras, con un conocimiento superficial que piensan que es muy
profundo, hablan de las contradicciones de la Biblia y ponen en duda la autoridad de las
Escrituras. Pera aquellos que están en armonía con la verdad y el deber escudriñarán las
Escrituras con un corazón preparado para recibir impresiones divinas.»
El más claro ejemplo de esta presentación eventual y utilitaria de las doctrinas lo tenemos
en las epístolas. La diferencia de contexto explica el enfoque distinto del problema de la fe
y las obras, según leamos Santiago o Gálatas.

14 El episodio de la muerte de los espías, presentado en el pasaje de Números 14: 36-38 en un


estilo muy histórico, es explicado por su valor ejemplar y edificante en 1ª. de Corintios 10:10-
11. Del mismo modo, explica la midrash talmúdica la mayor parte de los pasajes históricos. Este
término hebraico, midrash, significa interpretación. Usado entre los judíos, enfatiza este méto-
do hermenéutico, sobre todo la necesidad de alimentar y edificar al pueblo de Dios.

24
Los textos que se oponen o parecen presentar ideas contrarias deben ser considerados
juntos, y veremos que en realidad simplemente se complementan.
Siempre quedarán textos difíciles por resolver. Pero como hemos dicho, en vez de decidir
nosotros qué es la verdad entre dos ideas que encontramos divergentes, es más prudente
“ponerlas entra paréntesis” hasta descubrir la clave de la solución. Hay que respetar los
misterios y las antinomias de la Biblia.
Y para terminar, sólo una última advertencia. Hemos de distinguir cuidadosamente entre
las verdades reveladas por Dios y las fórmulas de expresión, siempre más o menos
imperfectas y provisionales de las que tiene que servirse el hombre para traducir en su
lenguaje humano esas verdades.
No es lo mismo la doctrina bíblica (elemento objetivo) que nuestra comprensión o formu-
lación de ella (elemento subjetivo). De ahí que haya que usar mucho tacto y prudencia en
nuestras conjeturas y conclusiones. Hemos de tenerlas como hipótesis provisionales y
estar dispuestos a revisarlas permanentemente. Y no olvidar nunca que el arreglo sis-
temático de los temas es personal de cada teólogo o iglesia y depende de su punto de vista
particular.
La Biblia contiene la Palabra de Dios para nosotros. La Teología es el esfuerzo humano
para entenderla. El campo de investigación para el estudioso, después de tantos siglos de
esfuerzos, sigue siendo infinito. Al que se adentra en él guiado por la mano del divino
maestro, le espera una inmejorable recompensa. «Dios desea que el hombre ejercite sus
facultades de raciocinio; y el estudio de la Biblia fortalecerá y elevará el intelecto como
ningún estudio otro puede hacerlo. Es el mejor ejercicio intelectual y espiritual para la
mente humana.»

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BIBLIOGRAFÍA
José López

The Biblical Meaning of History


SIEGFRIED J. SCHWANTES
Pacific Press Publishing Association, Mountain View,
California (USA), 1970, 192 págs.

«La falta de significado es intolerable a la inteligencia humana. Los más nobles esfuerzos
del hombre le impulsan a buscar un sentido de universo y a definir su papel en él» (opus
cit. pág. 3).
Es en busca de este significado que dirige el autor su obra, partiendo del hecho de que
para el cristiano «la religión es la última preocupación del hombre y, por tanto, los acon-
tecimientos deben ser comprensibles desde el punto de vista religioso. Las otra explica-
ciones pueden ser válidas, pero sólo ésta es vital. Insistir que porque el hombre está inmer-
so en el fluir de la historia, todos los acontecimientos deben ser explicados desde el punto
de vista histórico, es ignorar el hecho de que el hombre es una criatura no sólo del tiem-
po, sino también de la eternidad» (pág. 5).
El autor no ignora que la mayor parte de las historias disponibles en la actualidad han
sido construidas con puntos de vista muy diferentes y que, por lo tanto, a los acontec-
imientos que se tienen por históricos (haría falta valorar si realmente lo fueron), se les ha
dado una explicación que refleja la propia filosofía del historiador.
Ante este problema, se estudia en tres capítulos, que a nuestro juicio son los mejores y
más originales de la obra, la búsqueda de significado en un acontecimiento de valor históri-
co y su dependencia del punto de vista del historiador; la casualidad y la providencia en la
historia, asunto discutido frente a una escuela histórica impregnada de determinismo, con-
secuencia de las conquistas realizadas por la ciencia en el mundo físico el siglo pasado y
muestra cómo las nuevas teorías físicas modernas dejan de nuevo lugar para la interven-
ción divina en la historia. Por último, estudia la relación entre providencia y libertad, y llega
a la conclusión clara de que «aunque la Escritura apoya inequívocamente el punto de vista
providencia de la historia, no le confiere a nadie el carisma de etiquetar algunos acontec-
imientos como providenciales y otros no. Podría estar más cerca de la verdad afirmar que
la providencia es una influencia silenciosa, compulsiva, que moldea todo el curso de la his-
toria, mejor que sólo una influencia cataclismática u ocasional, que no quiere decir que no
sea ambas cosas, solamente que es más fácil ver lo segundo que lo primero» (pág. 29).
Y partiendo de la base del Antiguo Testamento y del punto de vista de Pablo ante la his-
toria, en los subsiguientes capítulos analiza la historia que tiene relación con la Escritura,
para formular en esta comparación una filosofía cristiana de la historia.
Conciso, claro y fruto indudable de una clara convicción personal, nos parece un libro
que debe figurar en la biblioteca de todo adventista estudioso de la historia.

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