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Calveiro, Pilar (2013). Política y/o violencia. Buenos Aires, Siglo XXI.

“Todo acto de memoria se interroga por su fidelidad, sin hallar jamás respuestas

definitivas. Lejos de la idea de un archivo, que fija de una vez y para siempre su

contenido, la memoria se encarga de deshacer y rehacer sin tregua aquello que evoca.

Y, sin embargo, no deja de inquietarse, con razón, por la fidelidad de su recuerdo”

(2013:11).

La reorganización global a la que asistimos, basada en la valorización de la sociedad

civil y lo privado, por oposición al Estado y sistema político, casi siempre satanizados,

reivindica la concertación y, con cierta hipocresía, condena toda forma de violencia

abierta.

“reconstruir la historia de un militante desaparecido desde la ‘normalidad de una vida

plena injustamente truncada’ desconoce plenamente lo que fue su intención: no ser un

sujeto ‘normal’ […] sino un revolucionario” (2013:15).

A fines de 1973 se formó la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), con un personal

formado a partir de oficiales de las FF.AA. y de la Policía –en actividad o retirados- y

con militantes de la derecha del peronismo. En 1974 se instala en Tucumán un foco

guerrillero, la Compañía del Monte, que ‘justificó’ la intervención directa del Ejército,

“fue entonces cuando se crearon los primeros catorce campos de concentración del

país, en la misma provincia, todavía durante el gobierno constitucional de Isabel

Perón” (2013:81).

“la reducción de lo político a la dimensión exclusivamente militar, la asimilación de uno

y de otro, que se operó en vastos sectores más allá de la guerrilla, llevaría a la

aceleración cada vez mayor de la violencia” (2008: 89).


Con una historia política que, desde 1930, está signada por una creciente presencia

militar y por el uso consistente de la violencia para imponer desde el Estado lo que no

se puede consensuar con la política, tropezada en los sucesivos golpes militares —

1955 con fusilamientos y bombardeos en la Plaza de Mayo, 1966 con una política

represiva que desencadena levantamientos insurreccionales, todo ello genera que la

guerrilla considere que respondía a una violencia ya instalada de antemano en la

sociedad.

“Los jóvenes radicalizados de la década de los 70 habían aprendido el valor político de

la violencia en una sociedad que se valía de ella desde muchos años antes, y

militarizaron su práctica al influjo de las teorías foquistas del Che” (2013:100). Son un

fenómeno consistente con su momento histórico.

El proceso de militarización de las organizaciones generó, por un lado, como prioridad

el construir un ejército regular y, por el otro, empujó a que se perdiera paulatinamente

el trabajo de base.

“La intención de crear un ejército regular llegó a sus expresiones más formales y

exageradas […] lo superfluo ocupaba el lugar de lo importante, colocándose en primer

plano” (2008:103). Este acartonamiento puede verse, por ejemplo, en la reivindicación

del uso del uniforme.

“el proceso de militarización creciente, a la vez que aisló a las organizaciones de su

entorno, propició su debilitamiento interno, al reforzar los lazos de autoridad en

detrimento de los vínculos de compañerismo que históricamente habían ligado a la

militancia” (2008:103)

“La AAA fue el embrión de lo que poco después sería el terrorismo de Estado […]

Inauguró la práctica de la ‘desaparición’ de personas, el secuestro de militantes […]


[La metodología] era semejante a la que a partir de 1976 emplearon los Grupos de

Tareas de las Fuerzas Armadas” (2013:107)

“Cuando se produjo el golpe, al desgaste interno de las organizaciones y a su

aislamiento, se sumaban las bajas producidas por la represión paramilitar que habían

mermado su fuerza; sin embargo, tanto ERP como Montoneros se consideraban a sí

mismas indestructibles y concebían el triunfo final como parte de un destino histórico”

(2013:107).

“es preciso buscar en la lógica y la dinámica de Montoneros las razones de su derrota

política y su desaparición. El desastre político y militar que sufrió fue fruto de una

organización atrapada en las concepciones y prácticas militarizadas, burocráticas,

pragmáticas y autoritarias que […] de manera creciente, le escamotearon el más

elementar sentido de realidad” (2013:109).

“con la destrucción de las agrupaciones de base, Montoneros fue perdieron sus canales

de comunicación, y comenzó a girar en el vacío de su propia lógica, cada vez más

desconectada y autosuficiente” (2013:115).

“la contraofensiva que ordenó la conducción montonera en 1979, y que sólo podía

llevar al exterminio de sus participantes, merecía haber sido producto de la mente

maquiavélica de un agente infiltrado. Lo impresionante es que, aun sin necesidad de

ello, la pobreza política, la militarización, el organizativismo, la centralización despótica

de una conducta torpe y obstinada permiten explicar sobradamente el fenómeno”

(2013:134)

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