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Hace no mucho visité la Alhambra, la Roja, en Granada, donde el eco
Yo puedo ver con estos ojos prestados secretos que plasmar en una
imagen y siempre me admiro una vez más de encontrar detalles donde no
los había. Es suerte y al mismo tiempo perseverancia, pero, como ya he
dicho, detrás del diafragma de la cámara me siento a salvo del mundo. Pero
a veces, como aquel día, otros ojos me miran, como los míos detrás del
cristal, y no sé explicarme el porqué.
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II
Me siento morir por dentro, hasta que por fin diviso unos ojos tristes
que me hablan de la agonía, de lo inhumano de una guerra. Tú sólo
comandarás ejércitos de luz, no sé cómo no lo vi antes, Gabrielle. No llores,
el dolor pasa, tú ya lo sabes, el dolor se cura de a poquito. Ahora estoy aquí.
La llave del Corazón – Atenea
III
callejuelas que bordean la Capilla Real y para mi sorpresa los mismos ojos se
posaron en los míos, sin el recurso defensivo de la cámara esta vez. Sin
parpadear, por temor a perderlos, me acerqué con la cordialidad de quien se
encuentra un amigo en otra ciudad.
Era una joven de estatura media, rubia, hablando español con acento 7
norteamericano, sonrisa clara de ángel y nombre de ángel. «Gabrielle», me
dijo, «estudiante de español y turista accidental». Me contó de su visita a
Granada y a la Alhambra, le conté de mis fotos y de la heladería de la
esquina.
IV
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No había sido fácil dejar el hogar familiar sin que nadie lo notara.
Gabrielle sabía que su padre no iba a estar del mejor humor cuando
descubriese su fuga, en su nota lo explicaba, cómo quería vivir en el mundo
real y escribir historias de aventuras... Todo aquello que como única hija de
Samuel, un judío acaudalado, le estaba vedado. Su padre la había mimado y
consentido, especialmente después de la muerte de Judith, su madre,
permitiéndole leer todos los libros, educándola con los mejores maestros... Y
ahora, en medio del conflicto entre el Reino de Granada y los Reyes
Católicos, había decidido que su futuro estaba en desposar un desconocido a
miles de kilómetros de distancia. Gabrielle no quería cambiar los amados
paisajes de su infancia por una boda concertada, por muy rico e interesante
que su padre creyese al pretendiente.
La llave del Corazón – Atenea
No importan los persas que acampan a sólo una milla, no importa la muerte
que acecha...
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VI
VII
tallada, obra de arte única, ribeteada y anudada por una cinta de cuero
gastado. Pero la caja contenía, para mi asombro, una llave, una simple llave
corroída por los años, vasta, grande, conservada con una extraña reverencia.
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—Es la llave de la casa de mis ancestros en Granada, —me explicó—, la
llave es todo lo que queda de la casa, para ser exactos.
aún conservaban las llaves de sus casas en Granada, cuando partieron hacia
el norte de África, previendo un eventual regreso que nunca se produjo.
—Esta ha sido la llave del corazón en mi familia desde hace cinco siglos.
Representaba el amor por una tierra que nunca conocimos, pero ahora que
estoy aquí, en nombre de todos los que me precedieron, no tiene mucho
sentido, —se lamentó Gabrielle—, ¡es una llave para la que no tengo
cerradura!, —sonrió.
—Es tan real que puedo sentir las cosas que ocurren como si las
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viviera... Aún a riesgo de que creas que me falta un tornillo... No hace
mucho yo misma pensé estar perdiendo la razón. En una ocasión viví la
expulsión de mi familia de Granada, —se disculpó—, pero investigué un poco
y por lo visto es más común de lo que parece, mi propia psiquiatra me lo
explicó: es la ley del Karma. Claro que me es imposible probar nada, al
menos no de la manera científica tradicional.
Según la ley del Karma, el alma humana evoluciona viviendo cada vez
una vida distinta, reencarnándose en un cuerpo nuevo y aprendiendo las
lecciones que necesita para poco a poco aspirar a la perfección como parte
del cosmos. Cada pensamiento, cada acción que emprendemos inicia una
causa que provoca un efecto, que en conjunto moldea nuestras vidas, para
bien o para mal.
La llave del Corazón – Atenea
Y en el viaje tropezamos cada vez con más o menos las mismas almas,
kármicamente entrelazadas en la existencia, en una vida alguien es tu mejor
amigo, en otra es tu hija o tu marido. Muchas personas creen en la
existencia de las almas gemelas, dos almas totalmente conectadas entre sí,
cuya perfección es complementarse, que crecen juntas a través de las
sucesivas reencarnaciones, donde el alma habita cuerpos masculinos o
femeninos dependiendo de lo que se necesite aprender en la siguiente vida.
VIII
Más tarde, en la tienda que sirve de enfermería, Gabrielle abre los ojos. 14
Desorientada, el pánico le sacude por un segundo. Se palpa el vendaje en la
frente. Intenta erguirse, pero las fuerzas no le acompañan y la cabeza le da
vueltas.
—Hola, —le saluda una voz profunda y tierna—, ya estás despierta, —el
joven médico sonríe.
IX
puedo empezar a entender cómo el destino juega con nosotros así. Yo, que
siempre creí que éramos nosotros mismos quienes forjábamos lo que ha de
venir, ahora no me importa lo más mínimo, si significa volverte a encontrar
una y otra vez. Porque esto es tan fuerte como la rotación del planeta, como
la inmensidad del cosmos. Lo tengo escrito aquí dentro, en el DNA del alma.
Me explico ahora esa infinita necesidad de buscar sin saber qué. Siempre he
sido el rompecabezas cuya última pieza no encaja. Y sólo contigo siento que
el círculo se cierra. El fuego se consume como nieve de primavera en la
sierra y la paz se me lleva corriente abajo, con una lluvia de mariposas en el 15
estómago.
—Ví lo que hiciste esta mañana por el cristiano, —dijo Gabrielle, con los
ojos clavados en los de él—. Creí que en la guerra ya nadie se preocupaba
por nada que no fuera su propia subsistencia.
XI
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La luz del parque tenía algo de rojizo, el atardecer nos había dejado a
solas, los niños que jugaban alrededor de la fuente se habían ido.
La llave del Corazón – Atenea
—Nunca se supo con certeza a dónde o con quién se fue. Dicen que
emprendio viaje en un bajel argelino hacia el este, pero no es seguro que
arribara a ningún puerto en concreto. El Mediterráneo era un mar peligroso,
plagado de piratas, cualquier cosa pudo haber ocurrido.
y en el pozo de la soledad
te busqué en el corazón
te busqué en el corazón
y en silencio oí tu voz...
La llave del Corazón – Atenea
XII
—Gabrielle, ¿eres tú, niña?, —dijo la doncella, dejando caer sin estrépito
el cántaro que llevaba a la cintura.
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—¡Miriam!, —las dos amigas se besaron y se fundieron en un abrazo.
La Alhambra al amanecer enrojecía con la luz del sol, aún más que de
costumbre, mientras la corte castellana acampada en Santa Fe iniciaba la
rutina diaria. Dos sombras desaparecieron de camino a las montañas,
bordeando el río Genil.
XIII
—Te hice dejar la vía del amor, —Xena suspira débilmente—, yo tengo
la culpa.
La llave del Corazón – Atenea
—Lo sé.
XIV
—Contesto.
—¿Ves? No era tan difícil... ¡Oh, oh! Matiz de azul número seis. —Y
sigue.
No sé qué hora es, la última vez que miré el reloj eran las dos de la
mañana, pero se está tan bien aquí, charlando con ella a la luz de las velas,
es como encontrarme con una vieja amistad y querer ponerte al día en una
noche. Debe ser amor. ¿Quién te ha dado ese poder sobre mí? Tengo la
La llave del Corazón – Atenea
XV
«Cada noche veo cómo ocurre de nuevo. Cada mañana desearía que
—Se fue. Me dejó. ¿Cómo pudo hacer eso? Se fue. Y de verdad que quiero odiarla
por ello.
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Llorando en brazos de Iolaus, ya no puedo más.
—No, tú no la odias.
—Pero la echo de menos. ¡Hay tantas cosas que desearía poder decirle!.
¿Por qué no lo hice cuando tuve la oportunidad?
—Le hubiese dicho... Que mi vida estaba vacía antes de que ella
apareciese, le diría todas las cosas que he aprendido. Y que la quiero.
XVI
Fin
La llave del Corazón – Atenea
Nota de la autora
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