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Tras la finalización del Cabildo abierto se colocaron avisos en diversos puntos de la ciudad que informaban de

la creación de la Junta y la convocatoria a diputados de las provincias, y llamaba a abstenerse de intentar


acciones contrarias al orden público.

Jueves 24 de mayo

Domingo French, uno de los líderes de los movimientos revolucionarios populares.

El día 24 el Cabildo, a propuesta del síndico Leyva, conformó la nueva Junta, que debía mantenerse hasta la
llegada de los diputados del resto del Virreinato. Estaba formada por:
Presidente y comandante de armas: Baltasar Hidalgo de Cisneros
Vocales: Cornelio Saavedra (criollo), Juan José Castelli (criollo), Juan Nepomuceno Solá (español) y José
Santos Incháurregui (español).

Dicha fórmula respondía a la propuesta del obispo Lué y Riega de mantener al virrey en el poder con algunos
asociados o adjuntos, a pesar de que en el Cabildo abierto la misma hubiera sido derrotada en las elecciones.
Los cabildantes consideraban que de esta forma se contendrían las amenazas de revolución que tenían lugar
en la sociedad.28 Asimismo, se incluyó un reglamento constitucional de 13 artículos, redactado por Leyva,
que regiría el accionar de la Junta. Entre los principios incluidos, se preveía que la Junta no ejercería el poder
judicial, que sería ejercido por la Audiencia; que Cisneros no podría actuar sin el respaldo de los otros
integrantes de la Junta; que el cabildo podría deponer a los miembros de la Junta que faltasen a sus deberes y
debía aprobar las propuestas de nuevos impuestos; que se sancionaría una amnistía general respecto a las
opiniones emitidas en el cabildo abierto del 22; y que se pediría a los cabildos del interior que enviaran
diputados. Los comandantes de los cuerpos armados dieron su conformidad, incluyendo a Saavedra y Pedro
Andrés García.

Cuando la noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo como las milicias volvieron a agitarse, y la plaza fue
invadida por una multitud comandada por French y Beruti. La permanencia de Cisneros en el poder, aunque
fuera con un cargo diferente al de virrey, era vista como una burla a la voluntad del Cabildo Abierto. El coronel
Martín Rodríguez lo explicaba así:
Si nosotros nos comprometemos a sostener esa combinación que mantiene en el gobierno a Cisneros, en muy
pocas horas tendríamos que abrir fuego contra nuestro pueblo, nuestros mismos soldados nos abandonarían;
todos sin excepción reclaman la separación de Cisneros.

Hubo una discusión en la casa de Rodríguez Peña, en donde se llegó a dudar de la lealtad de Saavedra. Castelli
se comprometió a intervenir para que el pueblo fuera consultado nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías
Irigoyen y Feliciano Chiclana se calmó a los militares y a la juventud de la plaza.

Por la noche, una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la residencia de Cisneros
informando el estado de agitación popular y sublevación de las tropas, y demandando su renuncia. Lograron
conseguir en forma verbal su dimisión. Una delegación de los patriotas reclamó en la casa del síndico Leyva
que se convocase nuevamente al pueblo, y pese a sus resistencias iniciales finalmente accedió a hacerlo.

Viernes 25 de mayo

Durante la mañana del 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la Plaza Mayor, actual Plaza de
Mayo, liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la
resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de una Junta de gobierno.
El historiador Bartolomé Mitre afirmó que French y Beruti repartían escarapelas celestes y blancas entre los
concurrentes; historiadores posteriores ponen en duda dicha afirmación pero sí consideran factible que se
repartieran distintivos entre los revolucionarios. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente comenzó
a agitarse, reclamando:
"¡El pueblo quiere saber de qué se trata!"

La multitud invadió la sala capitular, reclamando la renuncia del virrey y la anulación de la resolución tomada
el día anterior.

El Cabildo se reunió a las nueve de la mañana y reclamó que la agitación popular fuese reprimida por la fuerza.
Para esto se convocó a los principales comandantes, pero éstos no obedecieron las órdenes impartidas. Varios,
entre ellos Saavedra, no se presentaron; los que lo hicieron afirmaron que no sólo no podrían sostener al
gobierno sino tampoco a sí mismos, y que en caso de intentar reprimir las manifestaciones serían
desobedecidos.

Cisneros seguía resistiéndose a renunciar, y tras mucho esfuerzo los capitulares lograron que ratificase y
formalizace los términos de su renuncia, abandonando pretensiones de mantenerse en el gobierno. Esto, sin
embargo, resultó insuficiente, y representantes de la multitud reunida en la plaza reclamaron que el pueblo
reasumiera la autoridad delegada en el Cabildo Abierto del día 22, exigiendo la formación de una Junta.
Además, se disponía el envío de una expedición de 500 hombres para auxiliar a las provincias interiores.

Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros, "prestándose á ello con la mayor generosidad y
franqueza, resignado á mostrar el punto á que llega su consideración por la tranquilidad pública y precaución
de mayores desórdenes".30 La composición de la Primera Junta surge de un escrito presentado por French y
Beruti y respaldado por un gran número de firmas. Sin embargo, no hay un criterio unánime entre los
historiadores sobre la autoría de dicho escrito. Algunos como Vicente Fidel López sostienen que fue
exclusivamente producto de la iniciativa popular. Para otros, como el historiador Miguel Ángel Scenna, lo más
probable es que la lista haya sido el resultado de una negociación entre tres partidos, que habrían ubicado a
tres candidatos cada uno: los carlotistas, los juntistas o alzaguistas, y el "partido miliciano". Belgrano, Castelli
y Paso eran carlotistas. Los partidarios de Álzaga eran Moreno, Matheu y Larrea. No hay duda de que Saavedra
y Azcuénaga representaban al poder de las milicias formadas durante las invasiones inglesas; en el caso de
Alberti, esta pertenencia es más problemática.31

Los capitulares salieron al balcón para presentar directamente a la ratificación del pueblo la petición formulada.
Pero, dado lo avanzada de la hora y el estado del tiempo, la cantidad de gente en la plaza había disminuido,
cosa que Leiva adujo para ridiculizar la pretensión de la diputación de hablar en nombre del pueblo. Esto colmó
la paciencia de los pocos que se hallaban en la plaza bajo la llovizna. A partir de ese momento (dice el acta del
Cabildo),
...se oyen entre aquellos las voces de que si hasta entonces se había procedido con prudencia porque la ciudad
no experimentase desastres, sería ya preciso echar mano a los medios de violencia; que las gentes, por ser hora
inoportuna, se habían retirado a sus casas; que se tocase la campana de Cabildo, y que el pueblo se congregase
en aquel lugar para satisfacción del Ayuntamiento; y que si por falta del badajo no se hacía uso de la campana,
mandarían ellos tocar generala, y que se abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta
entonces se había procurado evitar.30

Cabe señalar que el badajo de la campana del cabildo había sido mandado retirar por el virrey Santiago
de Liniers tras la Asonada de Álzaga de 1809. Ante la perspectiva de violencias mayores, el petitorio fue leído
en voz alta y ratificado por los asistentes. El reglamento que regiría a la Junta fue, a grandes rasgos, el mismo
que se había propuesto para la Junta del 24, añadiendo que el Cabildo controlaría la actividad de los vocales y
que la Junta nombraría reemplazantes en caso de producirse vacantes. La Primera Junta estaba compuesta de
la siguiente manera:

Presidente
Cornelio Saavedra

Vocales
Dr. Manuel Alberti
Cnel. Miguel de Azcuénaga
Dr. Manuel Belgrano
Dr. Juan José Castelli
Domingo Matheu
Juan Larrea

Secretarios
Dr. Juan José Paso
Dr. Mariano Moreno

La Junta estaba conformada por representantes de diversos sectores de la sociedad: Saavedra y Azcuénaga
eran militares, Belgrano, Castelli, Moreno y Paso eran abogados, Larrea y Matheu eran comerciantes, y Alberti
era sacerdote.

Acto seguido, Saavedra habló a la muchedumbre reunida bajo la lluvia, y luego se trasladó al Fuerte entre
salvas de artillería y toques de campana.

El mismo 25, Cisneros despachó a José Melchor Lavín rumbo a Córdoba, para advertir a Santiago de Liniers lo
sucedido y reclamarle acciones militares contra la Junta.

La versión de Cisneros
El depuesto virrey Cisneros brindó su versión de los hechos de la semana de mayo en una carta dirigida al rey
Fernando VII con fecha 22 de junio de 1810:
Había yo ordenado que se apostase para este acto una compañía en cada bocacalle de las de la plaza a fin de
que no se permitiese entrar en ella ni subir a las Casas Capitulares persona alguna que no fuese de las citadas;
pero la tropa y los oficiales eran del partido; hacían lo que sus comandantes les prevenían secretamente y éstos
les prevenían lo que les ordenaba la facción: negaban el paso a la plaza a los vecinos honrados y lo franqueaban
a los de la confabulación; tenían algunos oficiales copia de las esquelas de convite sin nombre y con ellos
introducían a las casas del Ayuntamiento a sujetos no citados por el Cabildo o porque los conocían de la
parcialidad o porque los ganaban con dinero, así es que en una Ciudad de más de tres mil vecinos de distinción
y nombre solamente concurrieron doscientos y de éstos, muchos pulperos, algunos artesanos, otros hijos de
familia y los más ignorantes y sin las menores nociones para discutir un asunto de la mayor gravedad.32

Circular a los cabildos de las provincias

En el acta del cabildo de Buenos Aires del 25 de mayo, se indicaba a la Junta que enviara una circular a los
cabildos de las provincias para que envíen diputados a la capital:
Apartado X: que los referidos SS. despachen sin perdida de tiempo ordenes circulares a los Xefes de lo interior
y demas a quienes corresponde, encargandoles muy estrechamente baxo de responsabilidad, hagan que los
respectivos Cabildos de cada uno convoquen por medio de esquelas a la parte principal y mas sana del
vecindario, para que formando un congreso de solos los que en aquella forma hubiesen sido llamados elijan
sus representantes y estos hayan de reunirse á la mayor brevedad en esta Capital.33

La Junta envió una circular el 27 de mayo solicitando la elección de los diputados:


Asimismo importa que V. quede entendido que los diputados han de irse incorporando en esta junta, conforme
y por el orden de su llegada á la capital, para que así se hagan de la parte de confianza pública que conviene al
mejor servicio del rey y gobierno de los pueblos, imponiéndose con cuanta anticipación conviene á la
formación de la general de los graves asuntos que tocan al gobierno. Por lo mismo, se habrá de acelerar el
envío de diputados, entendiendo deber ser uno por cada ciudad ó villa de las provincias, considerando que la
ambición de los extranjeros puede excitarse á aprovechar la dilación en la reunion para defraudar á Su Majestad
los legítimos derechos que se trata de preservar.

Intenciones revolucionarias

Artículo principal: Máscara de Fernando VII

La Revolución de Mayo fingió lealtad al rey español Fernando VII.

Aunque el gobierno surgido el 25 de mayo se pronunciaba fiel al rey español depuesto Fernando VII, los
historiadores coinciden en que dicha lealtad era simplemente una maniobra política.35 36 37 La Primera Junta
no juró fidelidad al Consejo de Regencia de España e Indias, un organismo de la Monarquía Española aún en
funcionamiento, y en 1810 la posibilidad de que Napoleón Bonaparte fuera derrotado y Fernando VII volviera
al trono (lo cual ocurrió finalmente el 11 de diciembre de 1813 con la firma del Tratado de Valençay) aún
parecía remota e inverosímil. El propósito del engaño consistía en ganar tiempo para fortalecer la posición de
la causa patriótica, evitando las reacciones que habría motivado una revolución aduciendo que aún se respetaba
la autoridad monárquica y que no se había realizado revolución alguna. La maniobra es conocida como la
"Máscara de Fernando VII" y fue mantenida por la Primera Junta, la Junta Grande, el primer, segundo y Tercer
Triunvirato y los directores supremos, hasta la declaración de independencia de 1816.

Cornelio Saavedra habló privadamente del tema con Juan José Viamonte en una carta del 27 de junio de 1811.
Dicha carta fue rescatada con posterioridad.
...las Cortes extranjeras y muy particularmente la de Inglaterra, nada exigen, más que llevemos adelante el
nombre de Fernando y el odio a Napoleón; en estos ejes consiste el que no sea (Inglaterra) nuestra enemiga
declarada... la Corte de Inglaterra... no se considera obligada... a sostener una parte de la monarquía española
contra la otra... a condición que reconozcan su soberano legítimo... luego, si nosotros no reconociésemos a
Fernando, tendría la Inglaterra derecho... a sostener a nuestros contrarios... y nos declararía la guerra... En
medio de estas poderosas consideraciones quiere el... ciudadano Zamudio se grite: ¡Independencia!
¡Independencia! ¿Qué (se) pierde en que de palabra y por escrito digamos: ¡Fernando! ¡Fernando!38

Para Gran Bretaña el cambio era favorable, ya que facilitaba el comercio con las ciudades de la zona sin que
éste se viera obstaculizado por el monopolio del mismo que España mantenía con sus colonias. Sin embargo,
Gran Bretaña priorizaba la guerra en Europa contra Francia, aliada a los sectores del poder español que aún no
habían sido sometidos, y no podía aparecer apoyando a los movimientos independentistas americanos ni
permitir que la atención militar de España se dividiera en dos frentes diferentes. En consecuencia presionaron
para que las manifestaciones independentistas no se hicieran explícitas. Dicha presión fue ejercida por Lord
Strangford, embajador de Inglaterra en la corte de Río de Janeiro, que manifestó su apoyo a la Junta pero lo
condicionó "...siempre que la conducta de esa Capital sea consecuente y se conserve a nombre del Sr. Dn.
Fernando VII y de sus legítimos sucesores".39

Cabe señalar que los grupos que apoyaron o llevaron adelante la revolución no eran completamente
homogéneos en sus propósitos, y varios tenían intereses dispares entre sí. Los criollos progresistas y los
jóvenes, representados en la junta por Moreno, Castelli, Belgrano o Paso, aspiraban a realizar una profunda
reforma política, económica y social. Por otro lado, los militares y burócratas, cuyos criterios eran llevados
adelante por Saavedra, sólo pretendían una renovación de cargos: aspiraban a desplazar a los españoles del
ejercicio exclusivo del poder, pero heredando sus privilegios y atribuciones. Los comerciantes y hacendados
subordinaban la cuestión política a las decisiones económicas, especialmente las referidas a la apertura o no
del comercio con los ingleses. Finalmente, algunos grupos barajaron posibilidades de reemplazar a la autoridad
del Consejo de Regencia por la de Carlota Joaquina de Borbón o por la corona británica, pero tales proyectos
tuvieron escasa repercusión.

Estos grupos trabajaron juntos para el fin común de expulsar a Cisneros del poder, pero al conformarse la
Primera Junta comenzaron a manifestar sus diferencias internas.

En la revolución no intervinieron factores religiosos: todas las corrientes revolucionarias y realistas coincidían
en su apoyo a la religión católica. Aún así, la mayor parte de los dirigentes eclesiásticos se oponían a la
revolución. En el Alto Perú los realistas y las autoridades religiosas procuraron equiparar a los revolucionarios
con herejes, pero los dirigentes revolucionarios siempre impulsaron políticas conciliatorias en los aspectos
religiosos. Los curas y frailes, en cambio, estaban divididos geográficamente: los de las provincias "de abajo"
eran leales a la Revolución, mientras que los del Alto Perú prefirieron continuar leales a la monarquía.

Acontecimientos posteriores

La Primera Junta. Óleo de Julio Vila y Prades.


Artículo principal: Primera Junta

Ni el consejo de Regencia, ni los miembros de la Real Audiencia ni la población española proveniente de


Europa creyeron la premisa de la lealtad al rey Fernando VII, y no aceptaron de buen grado la nueva situación.
Los miembros de la Audiencia no quisieron tomar juramento a los miembros de la Primera Junta, y al hacerlo
lo hicieron con manifestaciones de desprecio. El 15 de junio los miembros de la Real Audiencia juraron
fidelidad en secreto al Consejo de Regencia y enviaron circulares a las ciudades del interior, llamando a desoír
al nuevo gobierno. Para detener sus maniobras la Junta convocó a todos los miembros de la audiencia, al obispo
Lué y Riega y al antiguo virrey Cisneros, y con el argumento de que sus vidas corrían peligro fueron
embarcados en el buque británico Dart. Su capitán Marcos Brigut recibió instrucciones de Larrea de no
detenerse en ningún puerto americano y de trasladar a todos los embarcados a las Islas Canarias. Tras la exitosa
deportación de los grupos mencionados se nombró una nueva Audiencia, compuesta íntegramente por criollos
leales a la revolución.

Con la excepción de Córdoba, las ciudades que hoy forman parte de la Argentina respaldaron a la Primera
Junta. El Alto Perú no se pronunciaba en forma abierta, debido a los desenlaces de las revoluciones en
Chuquisaca y La Paz de poco antes. El Paraguay estaba indeciso. En la Banda Oriental se mantenía un fuerte
bastión realista, así como en Chile.

Mariano Moreno, uno de los integrantes más notorios de la Primera Junta.


Santiago de Liniers encabezó una contrarrevolución en Córdoba, contra la cual se dirigió el primer movimiento
militar del gobierno patrio. Montevideo estaba mejor preparada para resistir un ataque de Buenos Aires, y la
Cordillera de los Andes establecía una efectiva barrera natural entre los revolucionarios y Chile, por lo que no
hubo enfrentamientos militares con Chile hasta la realización del Cruce de los Andes por José de San Martín
y el Ejército de Los Andes algunos años después. Cabe señalar que, a pesar del alzamiento de Liniers y su
prestigio como héroe de las Invasiones Inglesas, la población cordobesa en general respaldaba a la revolución,
lo cual llevaba a que el poder de su ejército se viera minado por deserciones y sabotajes.43

El alzamiento contrarrevolucionario de Liniers fue rápidamente sofocado por las fuerzas comandadas por
Francisco Ortiz de Ocampo. Sin embargo, una vez capturados Ocampo se negó a fusilar a Liniersya que había
peleado junto a él en las Invasiones Inglesas, por lo que la ejecución fue realizada por Castelli.

Luego de sofocar dicha rebelión se procedió a enviar expediciones militares a las diversas ciudades del interior,
reclamando apoyo para la Primera Junta. Se reclamó el servicio militar a casi todas familias, tanto pobres como
ricas, ante lo cual la mayor parte de las familias patricias decidían enviar a sus esclavos al ejército en lugar de
a sus hijos. Esta es una de las razones de la disminución de la población negra en Argentina.

Consecuencias
De acuerdo al historiador Félix Luna en su libro Breve historia de los argentinos, una de las consecuencias
más importantes de la Revolución de Mayo en la sociedad que dejaba de ser un virreinato fue el cambio de
paradigma con el cual se consideraba la relación entre el pueblo y los gobernantes. Hasta aquel entonces,
primaba la concepción del bien común: si bien se respetaba completamente la autoridad monárquica, si se
consideraba que una orden proveniente de la corona de España era perjudicial para el bien común de la
población local, se la cumplía a medias o se la ignoraba. Esto era un procedimiento habitual. Con la revolución,
el concepto del bien común dio paso al de la soberanía popular, impulsado por personas como Moreno, Castelli
o Monteagudo, que sostenía que en ausencia de las autoridades legítimas el pueblo tenía derecho a designar a
sus propios gobernantes. Con el tiempo, la soberanía popular daría paso a la regla de la mayoría, que plantea
que es la mayoría de la población la que determina, al menos en teoría, al gobierno en ejercicio. Esta
maduración de las ideas fue lenta y progresiva, y llevó muchas décadas hasta cristalizarse de una manera
electoral, pero fue lo que llevó finalmente a la adopción del sistema republicano como forma de gobierno de
Argentina.

Otra consecuencia, también según el mencionado historiador, fue la disgregación de los territorios que
correspondían al Virreinato del Río de la Plata en varios territorios diferentes. La mayor parte de las ciudades
que lo componían tenían poblaciones, producciones, mentalidades, contextos e intereses diferentes entre sí.
Estos pueblos se mantenían unidos gracias a la autoridad del gobierno español; al desaparecer ésta, las
poblaciones de Montevideo, Paraguay y el Alto Perú comenzaron a distanciarse de Buenos Aires. La escasa
duración del Virreinato del Río de la Plata, de apenas 38 años, no logró que se forjara un sentimiento patriótico
que las ligara como una unidad común. Juan Bautista Alberdi también considera a la Revolución de Mayo una
de las primeras manifestaciones de las disputas de poder entre la ciudad de Buenos Aires y las del interior, uno
de los ejes alrededor del cual giraron las guerras civiles argentinas. Alberdi escribió en sus Escritos póstumos
lo siguiente:
La revolución de Mayo de 1810, hecha por Buenos Aires, que debió tener por objeto único la independencia
de la República Argentina respecto de España, tuvo además el de emancipar a la provincia de Buenos Aires
de la Nación Argentina, o más bien el de imponer la autoridad de su provincia a la nación emancipada de
España. Ese día cesó el poder español y se instaló el de Buenos Aires sobre las provincias argentinas.

Análisis historiográfico
La primera escuela notable de interpretación historiográfica de la historia de Argentina fue la fundada por
Bartolomé Mitre. Mitre consideraba a la Revolución de Mayo una expresión icónica del igualitarismo político,
el conflicto entre las libertades modernas y la opresión representada por la monarquía española, y el intento de
establecer una organización nacional sobre principios constitucionales en contraposición al liderazgo de los
caudillos.

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