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La calidad del aire se deteriora por la conjunción de varios factores, algunos de origen
natural y otros antrópicos (provocados por el hombre), que participan en los grandes
complejos urbanos o industriales. Dentro de los factores naturales destaca la capacidad
de ventilación que presenta la atmósfera, lo que redunda en una mayor o menor
dispersión de los contaminantes; en
cambio, en los factores antrópicos figuran
las emisiones generadas en la operación de
procesos productivos o las de origen
natural, como el caso de la contaminación
por material particulado en el valle central
de Chile.
Los factores que originan los problemas de la calidad del aire del Gran Santiago no han
variado significativamente en las últimas décadas.
Antes de la década de 1980, las acciones fueron muy limitadas. Sin embargo, una serie
de estudios realizados durante los años ochenta permitieron tener un diagnóstico
bastante elaborado sobre las causas y las fuentes de contaminación atmosférica.
Después de los noventa, se intensificaron las medidas, en particular con las fuentes
móviles, incorporándose el catalizador de tres tiempos en los nuevos automóviles,
licitándose vías de locomoción colectiva, eliminando el plomo de la gasolina, etcétera.
Los principales desafíos para mejorar la calidad del aire del país están en el diseño y
aplicación tanto de medidas correctivas como preventivas. Con relación a las primeras,
la mayor prioridad la constituye la Región Metropolitana, tratando de reforzar y darle
efectiva aplicación al Plan de Descontaminación; al igual que las medidas para la
reducción de emisiones de CO2 en varias ciudades del sur del país, originadas en el
intenso uso de calefacción domiciliaria. Con relación a las medidas preventivas, el
desafío es hacer planes preventivos para las ciudades intermedias, y además encarar con
tiempo problemas emergentes, como la contaminación por ozono.