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Psicoanaí ftica
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Biblioteca: Grandes Obras del Psicoanálisis

1- Erik H. Erikson: ÉTICA y PSICOANÁLISIS

2- D. W. Winnicott: CLÍNICA PSICOANALÍTICA INFANTIL

3- D. W. Winnicott: EL NIÑO Y EL MUNDO EXTERNO

4- Karl Abraham: ESTUDIOS SOBRE PSICOANÁLISIS Y PSIQUIATRÍA

5- Erik H. Erikson: INFANCIA y SOCIEDAD

6- Karl Abraham: PSICOANÁLISIS CLÍNICO

7- D. W. Winnicott: LA FAMILIA Y EL DESARROLLO DEL INDIVIDUO

8- W. R. Bion: VOLVIENOO A PENSAR

9- D. Meltzer: EL PROCESO PSICOANALÍTICO

10- Ernest Jones: VIDA y OBRA DE SIGMUND FREUD. TOMO I


11- Ernest Jones: VIDA y OBRA DE SIGMUND FREUD. TOMO II
12- Ernest Jones: VIDA y OBRA DE SIGMUND FREUD. TOMO III
13- W. R. Bion: ELEMENTOS DE PSICOANÁLISIS
14- P. Heimann- S. Isaacs- J. Riviere: DESARROLLOS EN PSICOANÁLISIS
15- Sandor Ferenczi: SEXO y PSICOANÁLISIS
16- Sandor Ferenczi: TEORÍA y TÉCNICA DEL PSICOANÁLISIS
17- Sandor Ferenczi: PROBLEMAS y MÉTODOS DEL PSICOANÁLISIS
18- W. Ronald D. Fairbairn: ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD

VOLUMEN

18
Presentación de la edición castellana .. .. .. .. ., .. " .. .. 7

Prefacio .. .. .. .. ., .. .. .. .. .. .. .. II

Introducción " ., .. .. ., ., .. .. .. " ., 13

PARTE PRIMERA

UNA TEORÍA DE LAS RELACIONES OBJETALES DE LA PERSONALIDAD

CAPÍTULO I

Factores esquizoides en la perwnalidad (1940) .. .. .. .. .. 19

1. La tendencia a la orientación hacia un objeto parcial

(órgano corporal) .. .. .. .. .. .. .. ., .. .. 27

2. Predominio del tomar sobre el dar en la actitud li­


bidinosa .. .. .. .. .. " .. .. .. .. .. ,.. 29

3. El factor incorporativo en la actitud libidinosa 32

4. Vaciamiento del objeto como una implicación de la

actitud libidinosa '. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 37

CAPÍTULO 11

Revisión de la psicopatología de las psicosis. y psiconeuro­


sis (1940) , ., ., .. '.. .. .. .. .. 41

Introducción .. .. .. .. .. .. ,. ., .. .. " .. .. .. 41

Limitaciones intrínsecas de la teoría de la libido .. .. .. 42

Teoría del desarrollo de las relaciones de objeto, basada en

el tipo de dependencia del objeto .. .. .. .. .. .. 47

La etapa de transición entre la dependencia infantil y la

adulta, sus técnicas y su psicopatología .. " .. 53

La etapa de dependencia infantil y su psicopatología .. ., 57

4 ÍNDICE DE MATERIAS

CAPÍTULO 111
.La represión y el retorno de los objetos malos .. .. .. 69
Con especial referencia a las "neurosis de guerra" (1943) 69
1. La importancia de las relaciones de objeto 69
2. La naturaleza de lo reprimido .. " .. .. 70
3. Los objetos reprimidos .. .. .. .. .. .. 72
4. La defensa moral contra los objetos malos 74
5. La dinámica de la influencia de los objetos malos .. 76
6. La culpa como defensa contra la liberación de los objetos
malos .. " , .. .. .. .. .. .. .. .. 77
7. Un pacto con el diablo .. .. .. .. .. .. .. ., " .. 79
8.- Las catexis libidinosas de los objetos malos como fuente
de resistencia .. .. " .. " .. .. .. ., .. .. 80
9. Disolución de la catexis del objeto malo ... , .. .. .. 82
10. El retorno psicopatológieo de los objetos malos .. .. .. 83
11. La liberación traumática de los objetos malos con espe­
cial referencia a los casos militares .. .. .. .. .. 84
12. Nota sobre la compulsión a la repetición " ., .. 86
13. Nota sobre los instintos de muerte .. 86
14. Las psiconeurosis y psicosis de guerra .. .. .. 87

CAPÍTULO IV
Las estructuras endopsiquicas consideradas en términos de re­
laciones de objeto .. .. .. .. " .. " .. .. .. .. .. .. 91
La psicología de las relaciones de objeto como principio ex­
plicativo de la internalización de los objetos .. .. .. 91
La psicología del impulso y sus limitaciones .. .. .. .. ., 93
La psicología de la estructura y la represión de las estruc­
turas .. .. .. " .. .. .. .. 9(j
La posición esquizoide .. .. 9a
"De vuelta a la histeria" .. 99
Una multiplicidad de yos .. 101
Las relaciones de objeto del yo central y de los yos sub­
sidiarios .. .. .. .. .. .. " .. " .. .. .. .. .. 101
La situación endopsíquica básica y revisión de la teoría de
la estructura mental así establecida .. .. .. .. .. .. 11]
La disociación del yo y la represión consideradas como as­
pectos de un idéntico proceso de actuación en los esta­
dos 'esquizoides e histéricos .. .. .. .. .. .. " .. 1U
El origen de la situación endopsíquica básica y de la mul­
tiplicidad de yos .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .... 114
La técnica de "Divide et impera" para la distribución de la
libido y de la agresión.. .. .. .. .. .. .. .. .... lIt
ÍNDICE DE MATERIAS 5

La represron directa, la resistencia libidinosa y la repre­


sión indirecta .. .. .. .. .. .. .. .. 119

El significado de la situación edipica .. .. .. .. 122

Angustia neurótica y sufrimiento histérico .. .. 127

La psicología de estructura dinámica y su base científica

general •. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 127

La psicología de estructura dinámica como sistema expli-

cativo .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 129

La cualidad dinámica de los objetos internalizados 132

Addendum (1951) .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 135

CAPÍTULO V

Relaciones objetales y estructura dinámica (1946) .. .. .. .. 139

CAPÍTULO VI

Estadios en el desarrollo de una teoría de relaciones ob[etales

de la personalidad (1949) .. ., .. .. .. .. .. .. .. ., 153

CAPÍTuLO VII

Sinopsis del desarrollo de las ideas del autor sobre la estruc­


tura de la personalidad (1951) .. .. .. .. .. .. .. .. .. 163

PARTE SEGUNDA

ARTÍCULOS CÚNICOS

CAPÍTULO I

Notas sobre las fantasías religiosas de una paciente (1927) 181

Nota suplementaria (1951) .. .. .. .. .. .. .. .. 189

CAPÍTULO II

Aspectos en el análisis de una paciente con una anormalidad

física genital (1931) '. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 193

CAPÍTULO III

El efecto de la muerte de un rey sobre pacientes en aruili­


sis (1936) .. .. .. . 215

6 ÍNDICE DE Mll.iERIAS

PARTE TERCERA
MISCELÁNEA DE ARTÍCULOS

CAPÍTULO 1

La significación sociológica del comunismo considerada a la luz

del psicoanálisis .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ., 223

Postcriptum (1951) .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ., 233

CAPÍTULO 11

La psicología como tema prescripto y proscripto (1939) 235

CAPÍTULO III

Las neurosis de guerra: Su naturaleza y significación (1943) 243

El factor traumático .. .. .. .. .. .. .. 243

El factor de dependencia infantil " .. .. 246

Angustia de separación .. .. .. .. .. ., .. 251

Pseudo-independencia " .. .. .. .. .. ., 252

La compulsión a regresar al hogar .. .. .. .. .. .. 256

Identificación emocional .. .. .. .. .. .. .. " 259

El factor de la moral 262

Observaciones finales .. ., .. " .. .. .. .. .. .. 269

CAPÍTULO IV

Tratamiento y rehabilitación de delincuentes sexuales ., 271

íNDICE ANALÍTICO •• •. .• •• •• •• •. •• •• .• •• •• •• •• 285

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CASTELLANA


Por el doctor JORGE M. MOM

ESTE UBRO de Fairbairn, recopilación cronológica de contribuciones


efectuadas en casi un cuarto de siglo. representa, especialmente en su
parte primera ("Una teoría de las relaciones objetales de la personalidad")
"no la elaboración de un punto de vista ya establecido, sino el desa­
rrollo progresivo de una línea de pensamiento".
Entendemos esta aclaración del autor como básica para la lectura
de este libro. Fairbairn es un autor complejo, valioso en muchas de sus
ideas y que enfrenta, como el lector al leerlo, un problema muy especial
tal cual es la tentativa de modificación de algunas de las concepciones
~n ocasiones, quizás, las más tempranas-- de Freud y de algunas de las
figuras más importantes en la historia y evolución del pensamiento ana­
lítico. El lector interesado en la disciplina psicoanalítica pero posible­
mente más familiarizado con los conceptos de Freud y Abraham y,
ulteriormente con las importantes aportaciones de Melanie Klein, encono
trará seguramente, en la lectura de esta obra, afirmaciones y conceptos
que podrán --quizás de entrada- someterlo a una dura prueba. Pero
creemos que no es fácil apreciar las contribuciones de Fairbairn al psico­
análisis sin tomar en cuenta que lo que expresa a través de su libro
es una "línea de pensamiento" que precisa, para su comprensión, un estu­
dio detenido de sus ideas tratando de ver qué quiere comunicar con y
a través de ellas. No es fácil, tan sólo, de un fragmento de su obra.
y esto es especialmente cierto en Fairbairn, motivo por el cual nos pa­
rece de sumo valor la aparición de este libro, que reúne y ordena su
obra.
El principio primero del que derivan las ideas de Fairbairn es que
la libido no es primariamente búsqueda de placer sino búsqueda de ob­
jetos. Sobre esta base -y apoyado en consideraciones y reflexiones clí­
nicas a partir del análisis de enfermos esquizoides-- cuestiona los con­
ceptos freudianos de fin, objeto y zona erógena y la teoría de Abraham
sobre el desarrollo libidinoso basado en la concepción de zonas eróge­
nas. En el capítulo 11 de la parte 1 el lector encontrará una detallada
descripción crítica de la teoría de Abraham y la exposición de uno de
7
8 W. RONALD D. FAIRBAIRN

los puntos capitales del pensamiento de Fairhairn tal cual es la "Teoría


del desarrollo de las relaciones do objeto". Es éste un capítulo que reco­
mendamos especialmente por la clarídad en la exposición del tema y
porque integra -señalando, también, algunas diferencías- conceptos de
Freud, Abraham y M. Klein, no siempre al alcance de una rápida ubicación.
El énfasis puesto por Fairbairn en las relaciones objetales (y el hecho
de que la base de su concepción y de su crítica esté ubicado allí) podría
sug-erir equivocadamente al lector, que ni Freud ni Abraham tomaron
en cuenta la importancia de este concepto. Nada más erróneo, ya que
como el mismo Fairbairn destaca, la importancia de las relaciones obje­
tales es evidente en todo el trabajo de Ahraham y, por otro lado, "el
entero sistema de pensamiento de Freud se ocupaba de relaciones obje­
tales". Aunque eso sí, Ahraham habla de fases libidinosas cuando en
opinión de Fairbairn habría que hablar, en algunas de dichas fases, de
técnicas empleadas por el individuo en sus relaciones objetales y Freud,
por otro lado, se adhería al concepto de que la libido no tiene dirección
mientras que Fairbairn sostiene que la libido es primariamente búsqueda.
Es evidente que en el pensamiento de Fairbairn han influido de
manera notable los esclarecedores conceptos de M. Klein (algo similar
ocurrió también a la inversa) sobre la decisiva importancia de los obje­
tos internalizados y la posibilidad, sobre esa base, de comprender las
relaciones objetales del individuo. A tal punto que sostiene que la des­
ventaja de Abraham fue el haber formulado su teoría antes de la apari­
ción de las ideas de M. Klein, a través de las cuales es posible reconocer
la verdadera significación de los fenómenos que Abraham interpretó en
función de fases.
Otro de los conceptos básicos de Fairbairn es el que se refiere a la
posición esquizoide (ampliada y desarrollada ulteriormente por M. Klein
con su ya clásica posición paranoide-esquizoide), antecesora de la posi­
ción depresiva de M. Klein y base última -para Fairbairn- de todo
desarrollo psicopatológico. Creemos decídidamente que este concepto de
posición esquizoide que Fairbairn desarrolla en el capítulo IV de la parte
primera es de fundamental importancia en sí y en las implicaciones que
encierra.
A través de la lectura de la parte primera el lector tiene ocasión de
ir penetrando, paulatinamente, en el pensamiento de Fairbairn y en las
similitudes y diferencias con Freud, Ahraham y M. Klein. En esta pri­
mera parte de la obra hay una serie de importantes aportaciones y
revisiones, entre las que, quizás lo más destacado sea el concepto de la
Psicología de Estructura Dinámica, cuya postulación exige, por un lado,
la revisión crítica de la concepción de Freud del Aparato Mental en
términos de ELLO, Yo y SUPERYÓ, y por otro, la consideración del Yo
como una estructura original -a diferencia de Freud- que es, ella
misma, fuente de tensión impulsiva. Esta Psicología de Estructura Di­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 9

namica provee --en opinión del autor- una base mejor para la como
prensión de los fenómenos de Grupo que cualquiera otra psicología.
Aunque compartimos el valor de algunos de estos conceptos en el estu­
dio de la Psicología de Grupos, creemos que, infortunadamente, esta últi­
ma e importante afirmación de Fairbairn no es avalada por material
demostrativo.
La parte segunda, "Artículos clínicos", no requiere, en opinión de
su autor, ningún comentario especial, salvo "Aspectos del análisis de una
paciente con una anormalidad física genital", escrito en 1931 y consi­
derado por el mismo Fairbairn como preanunció de algunas de sus más
recientes ideas contenidas en la parte primera. Aunque el artículo parezca
no ofrecer motivos para especiales comentarios, entendemos que las refe­
rencias finales a los casos de personalidad múltiple, a la constitución
del SUPERYÓ y a la estructura del aparato mental, como asimismo algunas
hipótesis sobre la génesis de la envidia femenina y sobre la manía en su
relación con el Yo y el ELLO, merecen detenida atención.
En la parte tercera, "Miscelánea de artículos", que comprende una
serie de temas de diferente valor, Fairbairn, sobre la base de los previos
estudios de Freud en el orden sociológico, incursiona en los fenómenos
grupales y en los problemas político-ideológicos. "La significación so­
ciológica del comunismo considerada a la luz del psicoanálisis" es un
ejemplo en tal sentido. Aunque en el estudio de tales temas complej os
podamos pensar en la necesidad de la concurrencia de varias disciplinas
científicas, entendemos que se trata, sin duda, de un propósito valioso
de Fairbairn ya que ningún intento de explicación de tales fenómenos
puede ser considerado seriamente si no incluye el estudio de las moti­
vaciones de la conducta humana, descubiertas a través de la investigación
psícoanalítica.
"La psicología como tema prescripto y proscripto" constituye una
aportación al estudio de las resistencias humanas a la comprensión de
8US propias motivaciones. Asimismo, destaca la manera como el grupo
social, al limitar la libre indagación, busca proteger su integridad cul­
tural, en la medida que ella se ha erigido como defensa contra "las
fuerzas oscuras y peligrosas que yacen escondidas en las profundidades
de la naturaleza humana". Este artículo, escrito en el año 1939, bajo
circunstancias, por tanto, muy especiales, tiene con todo el gran valor de
mostrar cómo, pese a ciertas aparentes modificaciones, el fondo del pro­
blema, la posibilidad de cambio, continúa siendo un complejo tema de
muy difícil solución.
No cuesta ver que este libro de Fairbairn no es cosa de todos los
días. Es imposible no llegar a la conclusión que el pensamiento y la
creación de Fairbairn -tal como señala Jones en el prefacio de esta
obra- son decididamente originales.
Los artículos de Fairbairn han promovido discusiones, sin duda
debidas, en gran parte, a la complejidad y por momentos a una no muy
10 w. RONALD D. FAIRBAIRN

clara expOSlClon del tema, a la inmediata reacción afectiva que las ideas
nuevas pueden provocar y a la magnitud emocional de las personas
cuyos conceptos revisiona. Pero más allá de esto podemos estar ciertos que
muchas de sus investigaciones ampliaron y abrieron cauces nuevos en el
pensamiento analítico. Y en no pocas oportunidades resultaron precur­
soras de conceptos hoy día fecundos en la teoría y en la práctica psico­
analítica.
PREFACIO

LA. SITUACIÓNdel doctor Fairbaimeñ el campo del psicoanálisis es muy


especial y de gran interés. Por vivir a cientos de millas de sus colegas
más próximos, con los que rara vez se encuentra, tiene grandes ventajas,
y también algunas desventajas. La ventaja principal es que, no estando
sujeto a ninguna distracción ni interferencia, ha podido concentrarse en­
teramente en sus propias ideas a medida que éstas se desarrollan con
su diaria experiencia de trabajo. Esta es una situación que conduce a la
originalidad, y.la originalidad del doctor Fairbairn es indiscutible. Por
otra parte, requiere muy especiales capacidades de autocrítica pasarse sin
la valiosa discusión de los colaboradores, que dado el carácter de los
temas, deben ser capaces de señalar consideraciones no advertidas por un
trabajador solitario, o modificar el riesgo de un curso unilateral de pensa­
miento, No soy yo quien va a anticipar el juicio que se hará sobre el
contenido de este libro, pero puede permitírseme expresar la firme opi­
nión de que seguramente resultará muy estimulante para el pensamiento.
Si fuera posible condensar las ideas nuevas del doctor Fairbairn en
una frase, podría hacerse más o menos como sigue: En vez de empe­
zar, como hizo Freud, de la estimulación del sistema nervioso procedente
de la excitación de diversas zonas erógenas de la tensión interna que
surge de la actividad .de las gónadas, el doctor Fairbairn empieza en
el centro de la personalidad, el yo, y describe sus tentativas y dificultades
eh su intento de alcanzar un objeto en el que pueda encontrar apoyo.
El doctor Fairbairn ha elaborado este tema en las páginas que siguen,
y ha trabajado sobre sus implicaciones tanto biológicamente, con respecto
a los problemas del instinto, como psicológicamente, en el desconcertante
intercambio de objetos internos y externos. Todo esto constituye un nuevo
enfoque en psicoanálisis, que debe llevar a una muy provechosa dis­
cusión.
ERNEST JONES la.
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11
PREFACIO

L& SITUACIÓN del doctor Fairbairneñ el Cldt1po del psicoanálisis es muy


especial y de gran interés. Por vivir a cientos de millas de sus colegas
más próximos, con los que rara vez se encuentra, tiene grandes ventajas,
y también algunas desventajas. La ventaja principal es que, no estando
sujeto a ninguna distracción ni interferencia, ha podido concentrarse en­
teramente en 8US propias ideas a medida que éstas se desarrollan con
su diaria experiencia de trabajo. Esta es una situación que conduce a la
originalidad, y.la originalidad del doctor Fairbairn es indiscutible. Por
otra parte, requiere muy especiales capacidades de autocrítica pasarse sin
la valiosa discusión de los colaboradores, que dado el carácter de los
temas, deben ser capaces de señalar consideraciones no advertidas por un
trabajador solitario, o modificar el riesgo de un curso unilateral de pensa­
miento. No soy yo quien va a anticipar el juicio que se hará sobre el
contenido de este libro, pero puede permitírseme expresar la firme opi­
nión de que seguramente resultará muy estimulante para el pensamiento.
Si fuera posible condensar las ideas nuevas del doctor Fairbairn en
una frase, podría hacerse más o menos como sigue: En vez de empe­
zar, como hizo Freud, de la estimulación del sistema nervioso procedente
de la excitación de diversas zonas erógenas de la tensión interna que
surge de la actividad .de las gonadas, el doctor Fairbairn empieza en
el centro de la personalidad, el yo, y describe sus tentativas y dificultades
en su intento de alcanzar un objeto en el que pueda encontrar apoyo.
El doctor Fairbairn ha elaborado este tema en las páginas que siguen,
y ha trabajado sobre sus implicaciones tanto biológicamente, con respecto
a los problemas del instinto, como psicológicamente, en el desconcertante
intercambio de objetos internos y externos. Todo esto constituye un nuevo
enfoque en psicoanálisis, que debe llevar a una muy provechosa dis­
cusión.
ERNEST IONES li

,
11
INTRODUCCIÓN

ESTE LIBRO es una recopilación de diversas contribuciones que he hecho,


poco a poco, durante el curso de casi un cuarto de siglo de prosecución,
del punto de vista psicoanalítico, tal como yo lo entiendo. La mayoría de
estas contribuciones ya han sido publicadas en forma de artículos en re­
vistas científicas, sea médicas, psicológicas, o estrictamente psícoanalíticas.
Sin embargo, algunas no han sido previamente publicadas. Puede agre­
garse que muchas de las contribuciones incluidas en esta recopilación
fueron primero presentadas verbalmente; pero en esos casos la versión
oralmente presentada era en general un resumen de la versión escrita,
que por consiguiente debe ser considerada como la original. Tal como están
ahora presentadas, en forma de artículos reunidos, las contribuciones
consisten en las versiones originales escritas, sujetas a la revisión que
luego pareció necesaria o conveniente.
Como la Galia de Julio César, este libro está dividido en tres partes.
La parte 1 comprende una serie de artículos que representan la evolución
de un punto de vista que extrae sus rasgos distintivos de la formulación
explícita de a) una teoría de relaciones objetales de la personalidad,
y b) una psicología de estructura dinámica. Esta serie particular de
artículos ha sido titulada Una teoría de relaciones objetales de la per­
sonalidad, para indicar su tema principal; y el título del libro mismo
fue elegido teniendo en cuenta especialmente los artículos comprendidos
en estas series, ya que los considero como los más importantes de toda
la colección. La parte 11, titulada "Artículos Clínicos", contiene tres estu­
dios clínicos. No se requiere aquí ningún comentario especial, excepto
para el caso del artículo titulado Aspectos del análisis de una paciente
con una anormalidad física genital. Este artículo es de interés especial
porque, aunque en realidad fue escrito hace tiempo, en 1931, puede
considerárselo ahora como preanuncio de algunas de las ideas formula­
das en la serie reciente de artículos contenidos en la parte I. La parte III,
titulada "Miscelánea de Artículos", comprende cuatro artículos que tienen
poco en común, aparte de su orientación psicoanalítica general. Estaban
dirigidos a audiencias de diversos tipos; y el tipo de estas audiencias
requería que fueran menos técnicos que los artículos comprendidos en las
otras partes de este libro.
13
14 W. RONALD D. FAIRBAIRN

El lector observará en todo el libro que los artículos no están or­


denados cronológicamente, pero dentro de cada parte el orden es crono­
lógico. Este método de ordenamiento me pareció adecuado sobre la base
de que tanto la comunidad de tema (como en la parte 1) Y la forma de
tratarlo (como en la parte II) debían tener preferencia sobre consi­
deraciones exclusivamente cronológicas, ya que de otro modo la continui­
dad de interés debía ser sacrificada y el efecto general sería el de un
rompecabezas no resuelto. Me parece que el ordenamiento adoptado
tiene ventajas especiales en lo que respecta a los artículos de la parte 1.
Estos artículos constituyen una serie, y me parece muy necesario llamar
la atención sobre el hecho de que esta serie de artículos representa, no la
elaboración de un punto de vista ya establecido, sino el desarrollo pro­
gresivo de una línea de pensamiento. En otras palabras, la serie abarca
la elaboración de un punto de vista, paso a paso. Una de las consecuen­
cias inevitables de esto es que algunas de las ideas presentadas en las
últimas partes de la serie estarán en conflicto con ideas presentadas antes,
y esto es seguramente una desventaja. Pero una vez que se ha reconocido
el carácter evolutivo de la serie, muy pocas de las contradicciones que
hayan surgido serán consideradas de gran importancia, ya que en la
mayoría de los casos las razones para reemplazar una opinión por otra
están claramente formuladas en el argumento en pro de la última opinión.
Por desgracia esto no es así en todos los casos, y cuando me ocupé de
revisar estos artículos para su publicación, encontré una o dos contra­
dicciones serias que han permanecido no resueltas. He tratado de reme­
diar esto tanto en el "Agregado" a la "Estructura endopsíquica considerada
en función de relaciones objetales", como en el párrafo final de "Sinopsis
del desarrollo de las ideas del autor sobre la estructura de la personalidad",
y espero haber tenido éxito en mi intento. Otra consecuencia desafor­
tunada, aunque menos seria, del hecho de que esta serie de artículos
representa realmente la elaboración de un punto de vista, es que ha
aparecido cierta repetición. En algunos casos esta repetición es, por su­
puesto, necesaria para el carácter del artículo en que aparece, como en el
caso de la Sinopsis, a la que acabo de referirme, y como en el caso de
Estudios en el desarrollo de una teoría de relaciones objetales de la per­
sonalidad. Pero en otros casos, la repetición es relativamente incidental y
surge del carácter ocasional de los artículos, tal como fueron originalmente
escritos (y sólo ahora recopilados en una serie). A primera vista puede
parecer una tarea fácil la eliminación de tal repetición. Pero los intentos
de emprender esta tarea pronto me demostraron que destruiría el equi­
librio de los artículos en los que tal intento parecía conveniente, incluso
cuando la repetición no estaba tan inextricablemente ligada con el tema
como para hacer imposible su eliminación. Pronto se me ocurrió que la
aparición tanto de contradicciones como de repeticiones sólo podía evitarse
si desechaba toda la serie de artículos en su forma actual y englobaba
sistemáticamente su contenido en un trabajo nuevo. Esto habría impli­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 15
cado mayor tarea, que me era imposible emprender en ese momento.
Por consiguiente, decidí contentarme con someter a estos artículos a una
revisión menor, y fui influido en esta decisión por la benevolente presión
de pedidos de diversos sectores, de que mis artículos fueran más accesibles
que hasta entonces.
Me siento en cierta medida reconciliado con esta "elección hobso­
niana", del curso más fácil, por la reflexión de que, en lo que respecta
al desarrollo de una línea especial de pensamiento, el estudio de los
diversos pasos por los que se ha desarrollado gradualmente no es sólo
cuestión de interés histórico, sino que en realidad ayuda a comprender
las conclusiones a que se ha llegado, y a sopesar su valor.
Finalmente deseo expresar mi gratitud para con los propietarios y
editores de las siguientes revistas, por su permiso para incorporar a este
volumen artículos que habían aparecido en ellas: The lntemational l ournal
01 Psycho-Analysis, The British l ournal 01 Medical Psychology, el British
Medical lournal y el Edinburgh Medical lournal. También quisiera re­
conocer mi gratitud por lo que hizo el Instituto Tavistock de Relaciones
Humanas para promover la publicación de este libro.
PARTE PRIMERA

UNA TEORIA DE LAS RELACIONES OBJETALES

DE LA PERSONALIDAD

CAPÍTULO 1

FACTORES ESQUIZOIDES

EN LA PERSONAUDAD (1940) 1

ÚLTIMAMENTE LOS PROCESOS mentales de carácter esquizoide han ocupa·


do mi atención cada vez más; y los casos en los que tales procesos son
lo bastante marcados como para impartir un tipo reconociblemente esqui.
zoide a la personalidad, ahora me parece que proporcionan un material
muy interesante y fructífero en el campo íntegro de la psicopatología.
Entre las diversas consideraciones que apoyan este punto de vista, pueden
seleccionarse las siguientes para mencionarlas en especial: 1 ) Ya que
las condiciones esquizoides constituyen las más profundamente enraizadas
entre todos los estados psicopatológicos, proveen una oportunidad sin igual
para estudiar no sólo los cimientos de la personalidad, sino también de los
procesos mentales más básicos. 2) El análisis terapéutico del caso esqui.
zoide provee oportunidad de estudiar la gama más amplia de procesos
psicopatológicos en un solo individuo, ya que en tales casos es común
que se llegue al estado final después que se han utilizado todos los mé­
todos disponibles para defender la personalidad. 3) Contrariamente a
la creencia común, los individuos esquizoides que no han hecho una gran
regresión son capaces de mayor insight psicológico que cualquier otro tipo
de persona, normal o anormal; esto es debido, por lo menos en parte, a
que son introvertidos (esto es, que se ocupan tanto de la realidad interna),
y que están familiarizados con sus propios procesos psicológicos más pro·
fundos (procesos que, aunque no ausentes en individuos que ordinaria­
mente serían clasificados como simples "psiconeuróticos", están sin
embargo excluidos de la conciencia de estos individuos por las defensas
más obstinadas y las resistencias más tenaces). 4) También contraria­
mente a la creencia común, los individuos esquizoides se muestran ca­
paces de transferencia en grado notable, y presentan inesperadas posibi­
lidades terapéuticas favorables.
En lo que respecta a condiciones esquizoides manifiestas, pueden
diferenciarse los siguientes grupos:
1) Esquizofrenia propiamente dicha.

] Una versión abreviada de este artículo fue leída ante la Filial Escocesa de la
Sociedad Psicológica Británica el 9 de noviembre de 1940.
19
20 W. RONALD D. FAIRBAlRN

2) Personalidad Psicopática de Tipo Esquizoide; grupo que bien


puede comprender la mayoría de los casos de personalidad psicopática
(sin excluir las personalidades epilépticas).
3) Carácter esquizoide; amplio grupo que comprende individuos cu­
ya personalidad abarca definidos rasgos esquizoides pero que razonable­
mente no podrían ser considerados como psicopáticos.
4) Estado esquizoide, o episodio esquizoide transitorio; categoría
bajo la que cae, en mi opinión, considerable proporción de "derrumbes
nerviosos" de la adolescencia.
Pero, aparte de estas condiciones esquizoides manifiestas, es frecuente
encontrar rasgos de una naturaleza básicamente esquizoide, manifestados
por pacientes en los que los síntomas que se presentan son esencialmente
psiconeuróticos (por ejemplo, histéricos, íóbicos, obsesivos, o simplemente
ansiosos). Tales rasgos, cuando están presentes, están por supuesto espe­
cialmente predispuestos a surgir cuando las defensas psiconeuróticas por
las que la personalidad ha estado protegida se debilitan en el curso (y
por acción) del tratamiento psicoanalítico; pero la mayor familiaridad
con el trasfondo esquizoide subyacente hace posible al analista detectar
la presencia de rasgos esquizoides en la entrevista inicial. En relación
con esto es interesante anotar la incidencia de síntomas histéricos y obse­
sivos en la historia previa de treinta y dos esquizofrénicos, incluidos en
una serie de 100 casos psiquiátricos estudiados por Masserman y Carmi­
chael (!ournal o/ Mental Science, vol. LXXXIV, págs. 893-946). Estos
autores encontraron que "en no menos de quince de los treinta y dos
pacientes, había una definida historia de síntomas histéricos que prece­
dieron al desarrollo del síndrome más francamente esquizofrénico", y con
respecto a la incidencia de obsesiones y compulsiones señalan: "Éstas
también aparecían con la mayor frecuencia en los esquizofrénicos"; se
encontraron presentes obsesiones en dieciocho y compulsiones en veinte
de los treinta y dos casos. Puede ser de interés agregar que, en una
serie de casos de militares que he observado, cincuenta por ciento de los
que fueron finalmente diagnosticados como "Esquizofrenia" o "Persona­
lidad esquizoide", fueron sometidos a la investigación con un diagnóstico
provisional de "neurosis de ansiedad" o "histeria". En tanto que tales
cifras son sugestivas como indicación de la extensión en que el paciente
francamente esquizoide emplea defensas psiconeuróticas en un vano intento
de defender su personalidad, no dan ninguna indicación de la extensión
en que la tendencia esquizoide subyacente pueda haber quedado enmas­
carada por el éxito de tales defensas.
Una vez que ha sido reconocida la predominancia de rasgos esencial­
mente esquizoides en casos en que los síntomas que se presentan son
ostensiblemente psiconeuróticos, se hace posible en el curso del trata­
miento psicoanalítico detectar la presencia de rasgos similares en indi­
viduos que buscan ayuda analítica a causa de dificultades a las que es
difícil adj udicar cualquier rótulo psicopatológico definido. Pueden ser
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 21

incluidos en este grupo muchos de los que consultan al analista a causa


de perturbaciones tales como inhibiciones sociales, incapacidad para concen­
trarse en el trabajo, problemas de carácter, tendencias sexuales perversas
y dificultades psicosexuales, como impotencia y masturbación compulsiva.
El grupo incluye también la mayoría de los que se quejan de síntomas
aparentemente aislados (por ejemplo, temor a la locura o angustia exhi­
bicionista) o que manifiestan deseo de tratamiento analítico sobre bases
aparentemente inadecuadas (por ejemplo, "porque siento que me haría
bien", o "porque sería interesante"). Incluye igualmente a todos los que
entran al consultorio con aire misterioso o perplej o, y que abren la con­
versación con una cita de Freud o con una observación como "en realidad
no sé por qué he venido".
Sobre la base de un estudio analítico de casos pertenecientes a las
diferentes categorías que acabo de mencionar, se hace posible reconocer
como esencialmente esquizoides fenómenos tales como completa desper­
sonalización y sensación de irrealidad, pero también perturbaciones re­
lativamente menores o transitorias del sentido de realidad, por ejemplo
sensaciones de artificialidad (referidas a sí mismo o al ambiente), expe·
riencias como la "sensación del vidrio", sensaciones de extrañeza ante
personas o ambientes familiares, y sensaciones de familiaridad con lo
extraño. Vinculada a la sensación de familiaridad con lo desconocido
está la experiencia de déja vu, interesante fenómeno que igualmente
debe ser considerado como involucrando un proceso esquizoide, Debe
tomarse un enfoque similar de fenómenos disociativos tales como sonam­
bulismo, fuga, doble personalidad, y múltiple personalidad. En lo que
respecta a manifestaciones de doble y múltiple personalidad, su carácter
esencialmente esquizoide puede inferirse de un estudio cuidadoso de
los numerosos casos descritos por Janet, William James, y Morton Prince.
y aquí es oportuno señalar que muchos de los casos descritos por J anet
como manifestación de fenómenos disociativos, sobre Ia base de los cua­
les formuló su clásico concepto de "Histeria", se comportaban sospecho­
samente como esquizofrénicos, hecho que yo interpreto en apoyo de la
conclusión ya lograda sobre la base de mis propias observaciones, de
que la personalidad del histérico contiene invariablemerlte un factor es­
quizoide en mayor o menor grado, por más profundamente que pueda
estar sepultado.
Cuando la connotación del término "esquizoide" se extiende de este
modo gracias a la ampliación de nuestra concepción de los fenómenos
esquizoides, la connotación del término sufre inevitablemente una ex­
tensión correspondiente; y se ve entonces que el grupo esquizoide resul­
tante se vuelve muy amplio. Se encuentra que, por ejemplo, incluye alto
porcentaje de fanáticos, agitadores, criminales, revolucionarios, y otros
elementos destructores de toda comunidad. Son también comunes las
características esquizoides, aunque en forma menos pronunciada, entre
miembros de las clases ilustradas. Así el desdén de los de clase alta por
22 W. RON ALD D. F AIRBAIRN

la burguesía y el desprecio del artista esotérico por el filisteo pueden


ser considerados como manifestaciones menores de una naturaleza es­
quizoide. Debe notarse además que las ocupaciones intelectuales como
tales, sean literarias, artísticas, científicas o de otro tipo, parecen ejercer
atracción especial para individuos que poseen características esquizoides
en uno u otro grado. En lo que respecta a empresas científicas, la atrac­
ción parecería depender de la actitud de desapego del individuo esqui­
zoide, no menos que de su sobrevaloración de los procesos de pensa­
miento, pues ambas características se prestan fácilmente a capitalizarse
en el campo de la ciencia. Por supuesto que hace mucho que se ha reco­
nocido la atracción obsesiva por la ciencia, basada como está en la
presencia de una necesidad compulsiva de ordenamiento cuidadoso y
corrección meticulosa, pero la atracción esquizoide está menos definida
y requiere por lo menos igual reconocimiento. Finalmente puede aven­
turarse la afirmación de que muchas figuras históricas sobresalientes se
prestan a la interpretación de que eran o personalidades esquizoides o
caracteres esquizoides; y realmente parecería que a menudo fueran éstos
los que dejan sus huellas en la Historia.
Entre las diversas características comunes al grupo aparentemente
conglomerado de individuos que caen bajo la categoría esquizoide, tal
como ha sido enfocada ahora, tres son lo bastante prominentes como
para merecer la atención especial. Éstas son: 1) una actitud de omnipo­
tencia, 2) una actitud de aislamiento y desapego, y 3) una preocupa­
ción por la realidad interna. Sin embargo, es importante tener en cuenta
que de ningún modo estas características están necesariamente manifies­
tas. Así la actitud de omnipotencia puede ser consciente o inconsciente,
en cualquier grado. Puede también estar localizada dentro de ciertas
esferas de actuación. Puede estar sobrecompensada y oculta bajo una
actitud superficial de inferioridad o humildad, y puede ser consciente­
mente acariciada como un precioso secreto. En forma similar la actitud
de aislamiento y desapego puede estar enmascarada por una fachada de
sociabilidad o de adopción de papeles específicos; y puede estar acom­
pañada por considerable emotividad en ciertos contextos. En lo que
respecta a la preocupación por la realidad interna, ésta es indudable­
mente la más importante de todas las características esquizoides; y no
deja de estar presente cuando la realidad interna es sustituida por la
realidad externa, identificada con la realidad externa o sobrepuesta a
la realidad externa.
No dejará de advertirse que el concepto de "Esquizoide" que surge
de las consideraciones precedentes se corresponde en forma notable,
particularmente en lo que respecta a su denotación, con el concepto de
tipo "Introvertido" tal como fue formulado por Jung; y es significativo
que en uno de sus primeros escritos (Collected Papers on. Analytical
Psychology, 1917, pág. 347) Jung expresó la opinión de que la inci­
dencia de esquizofrenia (dementia praecox) se limitaba al tipo intro­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 23

vertido, indicando así que había reconocido una asociación entre el


desarrollo de la introversión y el de la esquizoidia. La correspondencia
entre el concepto de J ung de "introvertido" y el concepto de "esquizoi­
de" tal como es encarado ahora, no deja de tener interés en la medida
en que provee confirmación de la existencia real del grupo descrito,
particularmente ya 'que los dos conceptos fueron alcanzados por caminos
completamente independientes. El reconocimiento de esto no implica,
por supuesto, ninguna aceptación por mi parte de la teoría de lung de
los tipos psicológicos fundamentales. En realidad., por el contrario, mi
concepción del grupo esquizoide, está basada sobre una consideración,
no de factores temperamentales, sino estrictamente psicopatológicos. Al
mismo tiempo, puede parecer a algunos que, para el propósito de des­
cribir al grupo en cuestión, el término "introvertido" sería preferible al
de "esquizoide" en vista de las asociaciones algo siniestras que se han
enlazado con este último como resultado de su utilización original. Sin
embargo, de los dos términos, el de "esquizoide" tiene la ventaja ines­
timable de que, a diferencia del término "introvertido", no es simple­
mente descriptivo, sino que es explicativo en sentido psicogenético.
La crítica para la que debo ahora prepararme es que, según mi
modo de pensar, todos sin excepción deben ser considerados como esqui­
zoides. En realidad estoy bastante preparado para aceptar esta crítica,
pero sólo con una limitación muy importante, en ausencia de la cual
mi concepto de "esquizoide" sería tan amplio que casi no tendría sen­
tido. La limitación que confiere sentido al concepto es que todo depende
del nivel mental en que se lo considere. El fenómeno esquizoide funda­
mental es la presencia de disociaciones en el yo; y se necesitaría un hom­
bre audaz para proclamar que su yo está tan perfectamente integrado
que es incapaz de revelar ninguna prueba de disociación en los nive­
les más profundos, o que tal prueba de disociaciones en el yo en nin­
guna circunstancia se manifestaría en niveles más superficiales, incluso en
circunstancias de extremo sufrimiento, penalidades o privación (por ejem­
plo, en condiciones de grave enfermedad, o cuando se está en una
exploración en el Ártico, o expuesto al peligro en un bote en medio
del Pacífico, o a persecución inexorable, o a sujeción prolongada a los
horrores de la guerra moderna). Aquí el factor más importante es la
profundidad mental que es necesario sondear antes de que se revelen
pruebas de disociación del yo. En mi opinión, de cualquier modo, cierto
grado de disociación del yo está invariablemente presente en el nivel
mental más profundo, o (para expresar 10 mismo en términos tomados
de Melanie Klein) la posición básica de la psique es invariablemente
una posición. esquizoide. Por supuesto que esto no sería cierto en el
caso de una persona idealmente perfecta, cuyo desarrollo haya sido óp­
timo, pero no hay realmente nadie que goce de tal suerte. Es realmente
difícil imaginar una persona con un yo tan unificado y estable en sus
niveles más altos, que en ninguna circunstancia, sea cual fuere, apare­
24 W. RONALD D. FAIRBAIRN

cería en la superficie en forma reconocible una prueba de disociación


básica 2. Hay probablemente pocas personas "normales" que en ningún
momento de su vida hayan experimentado un estarlo antinatural de
calma y desapego ante alguna crisis seria, o una sensación transitoria
de "mirarse a sí mismo" en alguna situación embarazosa o paralizadora,
y probablemente la mayoría de la gente ha tenido alguna experiencia
de esa extraña confusión de pasado y presente, o de fantasía y realidad,
conocida como déja vu. Y estos fenómenos, me aventuro a sugerir,
son esencialmente fenómenos esquizoides. Hay un fenómeno universal,
empero, que prueba en forma bastante concluyente que todos sin excep­
ción somos esquizoides en los niveles más profundos: el sueño, ya que,
como han mostrado las investigaciones de Freud, el soñador mismo está
comúnmente representado en el sueño por dos o más figuras distintas.
Aquí puedo decir que la concepción que yo mismo he adoptado ahora es
que todas las figuras que aparecen en el sueño representan: o 1) alguna
parte de la personalidad del paciente, o 2) un objeto con el que alguna par­
te de su personalidad tiene una relación, generalmente basado en la
identificación, en la realidad interna. Sea como fuere, el hecho de que
el soñador esté típicamente representado en el sueño por más de una
figura no puede interpretarse de otro modo que, en el nivel de la con­
ciencia del sueño el yo del soñador está disociado. El sueño representa
así un fenómeno esquizoide universal. El fenómeno universal del "su­
peryó", como lo describió Freud, debe interpretarse también como invo­
lucrando la presencia de una disociación en el yo; porque, en la medida
en que "el superyó" es considerado como una estructura yoica capaz de
diferenciarse del "yo" como tal, su existencia misma ipso lacto provee
pruebas de que se ha establecido una posición esquizoide.
El concepto de disociación del yo, del que extrae su significado el
término esquizoide sólo puede ser considerado como concepto esclare­
cedor cuando se lo considera desde una perspectiva psicogenética. Es
por consiguiente necesario considerar muy brevemente lo que está invo­
lucrado en el desarrollo del yo. La función del yo que' Freud más
ha subrayado es su función adaptativa, la función que lleva a cabo al
relacionar la actividad instintiva primaria con las condiciones prevale­
cientes en la realidad externa, y más especialmente con las condiciones
sociales. Sin embargo, debe recordarse que el yo también realiza funcio­
nes integradoras, entre las cuales las más importantes son: 1) la inte­
gración de las percepciones de la realidad, y 2) la integración de la
conducta. Otra función importante del yo es la discriminación entre
la realidad interna y la externa. La disociación del yo tiene el efecto
de comprometer el desarrollo progresivo de todas estas funciones, aun­
que, por supuesto, en grados y proporciones variadas. De acuerdo con
esto, debemos reconocer la posibilidad de que el desarrollo resulte en
2 En este trabajo la palabra disociación traduce el término inglés splitting,
[N. de la T.]
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 25
todos los grados de integración del yo, y podemos concebir una escala
teórica de integración tal, que una punta de la escala represente com­
pleta integración y la otra punta represente completo fracaso en la
integración, con todos los grados intermedios. En tal escala los esquizo­
frénicos tendrían su lugar en el límite inferior, las personalidades es­
quizoides en un lugar más alto, los caracteres esquizoides en un lugar
aún más alto, etc.; pero el lugar en el tope mismo de la escala, que re­
presentaría la integración perfecta y ausencia de disociación, debe ser
considerado sólo como una posibilidad ideal. Si tenemos en la mente tal
escala, debería ayudarnos a comprender cómo es posible para cualquier
individuo manifestar algún rasgo esquizoide bajo condiciones suficien­
temente extremas, y cómo es que algunos individuos manifiestan pruebas
de disociación del yo sólo en situaciones que implican readaptaciones
tales como las que involucra la adolescencia, el casamiento, alistarse en
el ejército durante la guerra; mientras que otros pueden manifestar tales
pruebas incluso en las condiciones más ordinarias de la vida. Por su­
puesto que en la práctica real, la construcción de una escala tal como la
que acaba de imaginarse implicaría dificultades casi insuperables, una
de las cuales es la que surge de que bastantes manifestaciones esquizoides,
como Freud en realidad señaló, son realmente defensas contra la disocia­
ción del yo. Pero si imaginamos una escala de esta clase, esto nos ayuda
a apreciar la posición general con respecto a la disociación del yo.
Aunque, en conformidad con las implicaciones del concepto clásico
de Bleuler de "esquizofrenia", debemos considerar la disociación del yo
como el fenómeno esquizoide más característico, los psicoanalistas se han
ocupado siempre más (en realidad han limitado mucho su atención) de
la orientación libidinosa implicada en la actitud esquizoide; y bajo la
influencia de la teoría psicogenética de Abraham del desarrollo libidinoso,
las manifestaciones clínicas de orden esquizoide han llegado a ser con­
sideradas como originándose en una fijación en la primera fase oral. Es
presumiblemente durante la primera fase de la vida, y bajo la influencia
de sus visicitudes sobre el bebé no desarrollado e inexperto, que empieza
a ocurrir la disociación del yo; y así debe haber una asociación muy
estrecha entre la disociación del yo y una actitud libidinosa de incorpo­
ración oral. En mi opinión, los problemas implicados en la disociación
del yo merecen mucha más atención que la que hasta ahora han recibido;
y cierta indicación de la importancia que adjudico a estos problemas puede
deducirse de lo que hasta ahora se ha dicho. Sin embargo, en lo que
sigue, me propongo considerar algunos de los desarrollos que parecen
depender de, o estar poderosamente influidos por, una fijación en la
primera fase oral, y que juegan así un papel prominente para determinar
la pauta de la actitud esquizoide.
El yo del bebé puede describirse ante todo como un "yo bucal";
y en tanto que este hecho ejerce una profunda influencia sobre el desa­
rrollo siguiente de todo individuo, su influencia es particularmente mar­
26 W. RONALD D. FAIRBAIRN

cada en el caso de los que posteriormente manifiestan características


esquizoides. En lo que respecta al bebé, la boca es el órgano principal
de deseo, el principal instrumento de actividad, el principal medio de
satisfacción y frustración, la principal vía de amor y odio, y, lo más
importante de todo, el primer medio de contacto social íntimo. La
primera relación social establecida por el individuo es la relación con
la madre; y el centro de esta relación es la situación de succión, en la
que el pecho de la madre es el punto central del objeto libidinoso, y
la boca el punto central de la propia actitud libidinosa. De acuerdo
con esto, el carácter de la relación así establecida ejerce una profunda
influencia sobre las relaciones siguientes del individuo y sobre su si­
guiente actitud social en general. Cuando las circunstancias son tales
que originan una fijación libidinosa en la temprana situación oral en
cuestión, persiste en forma exagerada la actitud libidinosa apropiada a
la primera fase oral y da lugar a efectos de gran alcance; y la naturaleza
de estos efectos puede quizá ser considerada mejor a la luz de los aspectos
principales que caracterizan la temprana actitud oral misma. Estos pue­
den resumirse como sigue:
1) Aunque la relación emocional involucrada es esencialmente una
relación entre el niño y su madre como una persona, y aunque debe
reconocerse que su objeto libidinoso es realmente su madre como un
todo, sin embargo su interés libidinoso está esencialmente localizado en
el pecho; y el resultado es que, en la proporción en que ocurran pertur­
baciones en la relación, el pecho mismo tiende a asumir el papel de
objeto libidinoso, esto es, el objeto libidinoso tiende a asumir la forma
de un órgano corporal u objeto parcial (en contraste con el de persona
u objeto total).
2) La actitud libidinosa es esencialmente una actitud en la que
predomina el aspecto .de tomar sobre el de dar.
3) La actitud libidinosa se caracteriza, no sólo por tomar, sino tam­
bién por incorporar e insernolizor,
4) La situación libidinosa es una situación que confiere tremenda
significación a los estados de plenitud r vacío. Así, cuando el niño está
hambriento, está, y presumiblemente se siente, vacío; y cuando ha sido
alimentado hasta satisfacerse, está, y presumiblemente se siente, lleno.
Por otra parte, el pecho de la madre, y presumiblemente desde el punto
de vista del niño, la madre misma, está normalmente llena antes de la
mamada y vacía después, condiciones maternas que el niño debe ser
capaz de apreciar en función de su propia experiencia de estar Deno
o vacío, En circunstancias de privación, el vacío llega a asumir para
el niño un significado bastante especial. No sólo se siente él mismo
vacío, sino que también interpreta la situación en el sentido de que ha
vaciado a su madre, particularmente, ya que la privación tiene el efecto
no sólo de intensificar su necesidad oral, sino también de impartirle una
cualidad agresiva. La privación tiene el efecto adicional de aumentar
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 27

el campo de su necesidad incorporativa, de modo que llega a incluir


no simplemente los contenidos del pecho, sino también el pecho mismo,
e incluso su madre como un todo. La ansiedad que experimenta ante
la posibilidad de vaciar el pecho da así origen a -la ansiedad de destruir
su objeto libidinoso: y el hecho de que habitualmente la madre lo deje
después de la mamada debe tener el efecto de contribuir a esta impre­
sión. Consecuentemente su actitud libidinosa adquiere pa!a él la impli­
cación de que involucra la desaparición y destrucción de su objeto líbidi­
noso; una implicación que tiende a ser confirmada en un estado posterior
cuando aprende que el alimento que es comido desaparece dei mundo
externo, y que no puede al mismo tiempo "comerse la torta y tenerla" 3.
Estos diversos aspectos de la actitud libidinosa que caracterizan la
temprana fase oral se intensifican y perpetúan en la proporción en que
ocurre una fijación a esta fase; y todos actúan como factores en la deter­
minación de la caracterología y sintomatología esquizoide. En lo que
sigue se consideran algunos de los desarrollos a los que estos factores, a
su turno, parecerían dar origen.

1. - LA TENDENCIA A LA ORIENTACIóN HACIA UN OBJETO PARCIAL


(ÓRGANO CORPORAL)

Consideremos primero la influencia de este factor en la primera


actitud oral. Su efecto es promover la tendencia esquizoide .a tratar a
los otros no como personas con un valor intrínseco propio. Esta ten­
dencia puede ilustrarse con el caso de un hombre muy inteligente de
tipo esquizoide, que vino a consultarme porque sentía que no podía hacer
verdadero contacto emocional con su esposa, era indebidamente criticón
con ella y se irritaba en ocasiones en las que hubiera sido más adecuada
una manifestación de afecto. Luego de describir su egoísta actitud hacia
su esposa, agregó que sus costumbres eran en general insociables, y que
trataba a las otras personas más o menos como si fueran animales infe­
riores. De esta última observación no era difícil detectar una fuente de
sus dificultades. Se recordará que los animales generalmente figuran en
los sueños como símbolos de órganos corporales; y esto sólo sirve para
confirmar que su actitud hacia su mujer, tanto como hacia otras personas,
era una actitud hacia un objeto parcial, y no hacia una persona. Una
actitud similar se reveló en un paciente francamente esquizofrénico, que
describió su actitud hacia la gente con la que se encontraba, como la de un
antropólogo entre una tribu de salvajes. Algo análoga era la actitud ma­
nifestada por un soldado cuya historia mostraba que siempre había sido
una personalidad esquizoide, y que pasó a un estado esquizoide agudo
durante el curso del servicio militar en tiempo de guerra. Su madre había
muerto en su temprana infancia; y sólo podía recordar a su padre. Ha­
3 Expresión idiomática inglesa similar a "tener la chancha y los veinte" en la
Argentina pero más gráfica por su connotación oral. [N. de la r.]
28 W. RONALD D. FAIRBAIRN

bía dej ado su hogar poco después de terminar la escuela; y nunca se


había comunicado con su padre desde entonces. En realidad no sabía si
su padre estaba vivo o muerto. Durante años vivió una vida errante e
inestable, pero eventualmente se le ocurrió que le haría bien asentarse
y casarse. Consecuentemente, hizo esto. Cuando le pregunté si había sido
feliz en su matrimonio, apareció en su rostro una expresión de sorpresa,
seguida de una sonrisa bastante desdeñosa: "Para eso me casé", replicó
en tono de superioridad, como si eso proporcionara una respuesta sufi­
ciente. En tanto que, por supuesto, esta réplica provee un ejemplo del
fracaso esquizoide para discriminar adecuadamente entre la realidad in­
terna y la externa, sirve también para ilustrar la tendencia de los que
tienen características esquizoides al tratar a los objetos libidinosos como
medios para satisfacer sus propias necesidades, más que como personas
que poseen un valor intrínseco; y ésta es una tendencia que brota de
una orientación oral temprana hacia el pecho corno objeto parcial.
Aquí puede señalarse que la orientación hacia objetos parciales en
individuos que manifiestan rasgos esquizoides, es en gran medida un
fenómeno regresivo determinado por una relación emocional insatisfac­
toria con los padres, y en particular con la madre, en un estadio de la
infancia siguiente a la temprana fase oral en la que se origina esta
orientación. El tipo de madre especialmente apta para provocar esta re­
gresión es la madre que fracasa en convencer a su hijo por medio de
expresiones espontáneas y sinceras de afecto, de que lo quiere como
persona. Tanto las madres posesivas como las indiferentes caen dentro
de esta categoría. La peor de todas es quizá la madre que produce la
impresión tanto de dominación como de indiferencia: por ejemplo,
la madre devota que está determinada a toda costa a no echar a perder
a su único hijo. El fracaso por parte de la madre en convencer a su hijo
de que realmente lo ama como persona, hace difícil para él sostener una
relación emocional con ella sobre una base personal, y el resultado es
que, para simplificar la situación, tiende regresivamente a restaurar la
relación en su forma anterior y más simple, y a revivir su relación con
el pecho de la madre como objeto parcial. Una regresión de este tipo
puede ser ilustrada por el caso de un adolescente esquizofrénico que,
en tanto que evidenciaba el más amargo antagonismo hacia su madre
real, soñaba con yacer en la cama en una habitación de cuyo cielo raso
manara leche; siendo la habitación en cuestión una que había en su
hogar y que quedaba justo debajo del dormitorio de su madre. Este
tipo de proceso regresivo puede ser quizá mejor descrito como [Iesper­
sotuilizacioti del Objeto; y está típicamente acompañado por una regre­
sión en la cualidad de la relación deseada. Aquí otra vez el movimiento
regresivo va en interés de una simplificación de las relaciones; y toma
la forma de una sustitución de contactos afectivos por corporales. Puede
quizá ser descrita como una Des-afectivizacíón de la relación objetal.
- - - - - -_.­ -----

ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 29


2. - PREDOMINIO DEL TOMAR SOBRE EL DAR EN LA ACTITUD
LIBIDINOSA

En conformidad con la predominancia del tomar sobre el dar en la


temprana actitud oral, los individuos con tendencia esquizoide experi­
mentan considerable dificultad ante dar en el sentido emocional. En
conexión con esto es interesante recordar que, si la tendencia incorpo­
rativa oral es la más fundamental de todas las tendencias, las próximas
en importancia para el organismo son las actividades excretorias (defe­
cación y micción). El fin biológico de las actividades excretorias es, por
supuesto, la eliminación de sustancias inútiles y nocivas para el cuerpo;
pero aunque en conformidad con su fin biológico, el niño pronto apren­
de a considerarlas como el medio clásico de tratar a los objetos libidi­
nosos malos, su primera significación psicológica parecería ser el de
actividades creativas. Representan las primeras actividades creativas del
individuo, y su producto. son sus primeras creaciones; los primeros con­
tenidos internos que externaliza, las primeras cosas que le pertenecen
y que da. En este aspecto las actividades excretorias contrastan con la
actividad oral, que esencialmente implica la actitud de recibir. Este
contraste particular entre los dos grupos de actividad libidinosa no debe
ser tomado como que excluye la coexistencia de otro contraste entre ellos,
en un sentido opuesto, porque hay, por supuesto, también un aspecto en
el que la actitud incorporativa oral hacia un objeto implica valora­
ción del objeto, en tanto que la actitud excretoria hacia un objeto
implica su desvalorización y rechazo. Pero lo que es significativo para
el propósito inmediato es que, en un nivel mental profundo, tomar es
emocionalmente equivalente a acumular contenidos corporales, y dar
es emocionalmente equivalente a perder contenidos corporales. Es ade­
más significativo que, en un nivel mental profundo, hay una equivalen­
cia emocional entre los contenidos mentales y corporales, con el resul­
tado de que la actitud del individuo hacia estos últimos tiende a refle­
jarse en su actitud hacia los primeros. En el caso del individuo con
una tendencia esquizoide, de acuerdo con esto, hay una sobrevaloración
de los contenidos mentales correspondientes a la sobrevaloración de los
contenidos corporales implicada en la actitud incorporativa oral de la
temprana infancia. Esta sobrevaloración de los contenidos. mentales se
muestra, por ejemplo, en la dificultad que experimenta el individuo.
con una tendencia esquizoide, para expresar emoción en un contexto
social. Para este individuo, el elemento de dar que está involucrado en
la expresión de afecto hacia otros tiene la significación de perder con­
tenidos, y es por esta razón que tan a menudo encuentra agotadores los
contactos sociales. Así, si está mucho en compañía de otros, está dis­
puesto a sentir que "ha perdido su valor", y que requiere un período
de quietud y soledad después para que el almacén interno de emociones
tenga oportunidad de volver a llenarse. Así uno de mis pacientes se
sentía incapaz de hacer citas con la que esperaba que llegaría a ser su
30 W. RONALD D. FAIRBAIRN

novia en días consecutivos sobre la base de que, cuando la encontraba


demasiado a menudo, sentía empobrecida su personalidad. En los casos
en que la tendencia esquizoide es marcada, la defensa contra la pérdida
emocional da lugar a represión del afecto y una actitud de desapego que
lleva a los otros a verlos como distantes; y en casos más extremos, incluso
como inhumanos. Tales individuos son comúnmente descritos como
"personalidades cerradas"; y en vista de la extensión en que guardan
encerrados sus contenidos emocionales, la descripción es singularmente
adecuada. La angustia por la pérdida emocional a veces se manifiesta
en formas curiosas. Tómese, por ejemplo, el caso de un joven que bus­
caba analizarse, en el que detecté en la primera consulta aquel aire
vagamente misterioso que he llegado a considerar patognómico de una
tendencia esquizoide subyacente, y que tan a menudo está acompañado
de incapacidad para describir ningún síntoma concreto. Este paciente
era un estudiante universitario; y en su caso el problema obj etivo con­
sistía en fracaso repetido para pasar los exámenes. Los exámenes orales
presentaban para él una dificultad especial, y un rasgo notable de esta
dificultad era que, incluso cuando realmente sabía la respuesta correcta
a una pregunta, generalmente era incapaz de darla. Será obvio, por su­
puesto, que estaban involucrados problemas en su relación con su padre;
pero la forma que asumió esta dificultad particular extraía su significación
del hecho de que, en lo que a él se refería, dar la respuesta correcta re­
presentaba dar al examinador algo que él sólo había adquirido (o sea,
internalizado) con dificultad, y así separarse de algo demasiado precioso
como para perderlo. En un intento de superar las dificultades implicadas
para ellos en el dar emocional, los individuos con propensión esquizoide
se procuran diversas técnicas de las que aquí pueden mencionarse dos.
Son: a) la técnica de representar roles, y b) la técnica del exhibicionismo.

a) La técnica de representar roles


Al representar un rolo actuar un papel adoptado, el individuo esqui­
zoide es a menudo capaz de expresar bastante sentimiento y hacer lo que
parecen contactos emocionales bastante notables; pero al hacerlo, en reali­
dad no está dando nada ni perdiendo nada, porque ya que como sólo
está representando un papel, su propia personalidad no está involucrada.
Secretamente no reconoce como propio el papel que está representando, y
así busca preservar su propia personalidad intacta e inmune a todo com­
promiso. Debe agregarse, empero, que en tanto que en algunos casos se
representan papeles bastante conscientemente, en otros casos el individuo
está bastante inconsciente del hecho de que está representando un papel, y
sólo llega a darse cuenta de esto en el curso del tratamiento analítico. La
representación consciente de un rol puede ilustrarse con el caso de un joven
marcadamente esquizoide que entró a mi consultorio para la primera entre­
vista con una cita de Freud en sus labios. Buscaba así desde el principio
establecerse ante mis ojos como un devoto del psicoanálisis, pero mi sos­
ESTUDIO PSICOANAÚnCO DE LA PERSONALIDAD 31
pecha inmediata de que sólo estaba representando un papel quedó plena­
mente confirmada en cuanto comenzó el tratamiento analítico. El rol adop­
tado era en realidad una defensa contra un verdadero contacto emocional
conmigo, y contra un dar emocional verdadero.
b) La técnica exhibicionista
Las tendencias exhibicionistas juegan siempre un papel prominente
en la mentalidad esquizoide, y, por supuesto, están estrechamente rela­
cionadas con la tendencia a adoptar roles. Pueden ser en gran medida
inconscientes, y a menudo están enmascaradas por la angustia. Pero inclu­
so así emergen bastante claramente en el curso del tratamiento analítico;
y la atracción de las actividades literarias y artísticas para los individuos
con disposición esquizoide se debe en parte al hecho de que estas activi­
dades proveen medios exhibicionistas de expresión sin implicar contacto
social directo. La significación de la utilización del exhibicionismo como
defensa yace en el hecho de que representa una técnica para dar sin dar,
por medio de la sustitución de "dar" por "mostrar". Pero este recurso
para intentar resolver el problema de dar sin perder, no deja de tener
sus dificultades concomitantes, porque la ansiedad originalmente conec­
tada con el acto de dar está predispuesta a ser transferida al acto de mos­
trar, con el resultado de que "mostrar" asume el carácter de "mostrarse".
Cuando esto sucede, las situaciones exhibicionistas pueden tornarse extre­
madamente dolorosas, y "ser visto" puede entonces dar lugar a aguda
auto-observación. La conexión entre dar y mostrar puede ilustrarse por
la reacción de una paciente soltera con un componente esquizoide en su
personalidad, luego de leer en un periódico por la mañana, en 1940, que
una bomba alemana había caído en la vecindad de mi casa durante la
noche. Era claro para ella, por lo que decía el períodico, que la bomba
había caído a suficiente distancia de mi casa como para estar segura
de que yo estaría a salvo; y se sintió muy agradecida por esto. Pero su
reserva emocional era tal que no podía obligarse a sí misma a dar ex­
presión directa de sentimientos sobre mí que, sin embargo, ella quería
expresar. Lo que hizo, en un intento de bordear la dificultad, fue darme
en la sesión siguiente un papel en el que había escrito, con considerable
esfuerzo, cierta información sobre ella misma. Así, me dio realmente
algo, pero lo que me dio fue una visión de ella, por así decirlo, reflej ada
en papel. En realidad, en esta oportunidad se registró cierto progreso
desde la actitud de mostrar hacia la actitud de dar; porque después de
todo, en forma indirecta me dio realmente contenidos mentales, a los que
atribuía gran valor narcisístico, y de los que le resultaba un esfuerzo
desprenderse. También se advirtió cierto progreso desde una evaluación
narcisística de sus propios contenidos mentales hacia la valoración de mí
como objeto externo y como persona. A la luz de este incidente no es
sorprendente que el análisis haya revelado en este caso un tremendo con­
flicto para desprenderse de contenidos corporales.
32 W. RONALD D. FAIRBAIRN

3. - EL FACTOR INCORPORATIVO EN LA ACTITUD LIBIDINOSA

La actitud oral temprana es una actitud caracterizada, no sólo por


tomar, sino también por incorporar o internalizar. El reestablecimiento
regresivo de la actitud oral temprana parecería ser rápidamente provo­
cado por una situación de frustración emocional en la que el niño llega
a sentir: a) que la madre no lo quiere realmente por él mismo como
persona, y b) que su propio amor por su madre no es realmente valo­
rado y aceptado por ella. Esta es una situación muy traumática que da
lugar a una situación consiguiente caracterizada por:
a) El niño llega a considerar a su madre como un objeto malo en
la medida en que no parece amarlo.
b) El niño llega a considerar las expresiones exteriores de su propio
amor como malas, con el resultado de que, en un intento de mantener
su amor tan bueno como es posible, tiende a retenerlo dentro de sí.
e) El niño llega a sentir que las relaciones de amor con objetos
externos en general son malas, o por lo menos arriesgadas.
El resultado neto es que el niño tiende a transferir sus relaciones
con sus objetos al reino de la realidad interna. Este es un reino en el
que su madre y el pecho ya han sido instalados como objetos internali­
zados, bajo la influencia de situaciones de frustración durante la tem­
prana fase oral; y bajo la influencia de situaciones de frustración si­
guientes, la internalización de los objetos es luego utilizada como técnica
defensiva. Este proceso de internalización no está promovido, sino insti­
gado, por la naturaleza misma de la actitud oral, ya que el fin inherente
al impulso oral es la incorporación. La incorporación en cuestión es por
supuesto originalmente incorporación física, pero debemos creer que el
estado emocional que acompaña los impulsos incorporativos tiene en sí
mismo una coloración incorporativa. De ahí que cuando ocurre una fija­
ción a la fase oral temprana, la actitud incorporativa se entrelaza inevita­
blemente en la estructura del yo. En el caso de individuos con un com­
ponente esquizoide en su personalidad, de acuerdo con esto, hay una
gran tendencia a que el mundo externo extraiga su sentido demasiado
exclusivamente del mundo interno. En verdaderos esquizofrénicos esta
tendencia puede llegar a ser tan fuerte que la distinción entre realidad
interna y externa está muy oscurecida. Aparte de esos casos extremos,
sin embargo, hay una tendencia general por parte de individuos con un
componente esquizoide a acumular sus valores en el mundo interno. No
sólo sus objetos tienden a pertenecer al mundo interno más que al ex­
terno, sino que tienden a identificarse a sí mismos demasiado intensa­
mente con sus objetos internos. Este hecho contribuye esencialmente a
la dificultad que experimentan para dar afectivamente. En el caso de
sujetos cuyas relaciones objetales están predominantemente en el mundo
externo, dar tiene el efecto de crear y fortificar valores, y de promover
• ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 33

el respeto por sí mismos; pero en el caso de individuos cuyas relaciones


objetales están predominantemente en el mundo interno, dar tiene el
efecto de desvalorizar valores, y de disminuir el respeto por sí mismos.
Cuando estos sujetos dan, tienden a sentirse empobrecidos, porque cuan­
do dan, dan a expensas de su mundo interno. En lo que respecta a una
mujer de este tipo, esta tendencia puede conducir a tremenda ansiedad so­
bre el parto, porque para ella el parto significa no tanto ganar un hijo,
como perder contenidos con el vacío resultante. He tenido pacientes mu­
jeres de este tipo, en cuyo caso el profundo rechazo a separarse de sus
contenidos originó un parto extremadamente dificultoso. En estos casos,
por supuesto, se trata realmente de separarse de contenidos corporales,
pero un fenómeno análogo dentro de una esfera más mental puede ilus­
trarse con el caso de un artista que, luego de terminar un cuadro, sentía
no que había creado o ganado algo como resultado, sino que había per­
dido su propio valor. Este fenómeno explica ampliamente los períodos
de esterilidad y descontento que siguen a los períodos de actividad creati­
va en el caso de ciertos artistas, y que explicaron el caso del artista
al que me refería.
Para mitigar la sensación de empobrecimiento que sigue al dar y
crear, el individuo con un componente esquizoide emplea a menudo una
interesante defensa. Adopta la actitud de que lo que ha dado o creado
no tiene valor. Así el artista cuyo caso acabo de citar perdía todo interés
por sus cuadros una vez que los había pintado, y trataba típicamente a
sus cuadros terminados como simples mercancías o los abandonaba en un
rincón del estudio. En la misma forma, las mujeres de mentalidad simi­
lar a veces pierden todo interés por sus hijos luego de que éstos han
nacido. Por otra parte, una forma de defensa completamente opuesta
contra la pérdida de contenidos puede ser adoptada por individuos con
rasgos esquizoides, ya que pueden intentar preservarse a sí mismos con­
tra la sensación de pérdida tratando lo que han producido como si aún
formara parte de sus propios contenidos. Así, lejos de ser indiferente a
su hijo luego de que éste ha nacido, una madre puede seguir considerán­
dolo como a sus propios contenidos y sobrevalorarlo por esto. Estas ma­
dres son indebidamente dominadoras con sus hijos e incapaces de adjudi­
carles el status de personas separadas, con penosas consecuencias para los
desafortunados niños. En forma similar, aunque con resultados menos
penosos, un artista puede defenderse de la sensación de perder sus con­
tenidos, persistiendo en considerar sus cuadros como su propia posesión,
en un sentido no realista, incluso luego de que han sido adquirido.. por
otros. En conexión con esto podemos referirnos otra vez a esa forma
de defensa que consiste en una sustitución de mostrar por dar. El artista
"muestra" o exhibe sus cuadros, por supuesto, al hacerlo se revela a sí
mismo indirectamente. En forma similar, el autor se revela a sí mismo
al mundo, a la distancia, por intermedio de sus libros. Las diversas artes
proporcionan así canales muy favorables para la expresión de individuos
34 W. RONALD D. FAIRBAIRN

con una tendencia esquizoide. Por medio de la actividad artística pueden


tanto sustituir dar por mostrar, y al mismo tiempo, producir algo que aún
pueden considerar como parte de sí mismos, incluso después que ha
pasado del mundo interno al externo.
Otra manifestación importante de la ocupación por el mundo interno
es una tendencia a la intelectualizacián ; y éste es un rasgo esquizoide
muy característico. Constituye una técnica defensiva extremadamente po­
derosa; y esta sobrevaluación del pensamiento está relacionada con la
dificultad que experimentan los individuos con tendencia esquizoide para
establecer contactos emocionales con otras personas. Debido a la ocupa­
ción con el mundo interno y la represión del afecto que le sigue. tiene
dificultad para expresar con naturalidad sus sentimientos hacia otros. v
para actuar natural y espontáneamente en sus relaciones con ellos. Esto
los lleva a hacer un esfuerzo para elaborar intelectualmente sus problemas
emocionales en el mundo interno. Parecería que, en lo que respecta a
la intención consciente, ~ us intentos para resolver intelectualmente sus
problemas emocionales tienen en primer lugar el propósito de preparar el
camino para una conuucta auaptativa en relación con los objetos exter­
nos. Pero como los conflictos emocionales que surgen de fuentes profun­
das en el inconsciente desafían esta solución, tienden cada vez más a
sustituir con soluciones intelectuales de sus problemas emocionales, los
intentos de lograr una solución práctica de ellos. dentro de la esfera
afectiva de sus relaciones con los otros en el mundo externo. Esta ten­
dencia esta, por supuesto, fuertemente reforzada por la catexia libidinosa
de los objetos internalizados. La búsqueda de soluciones intelectuales para
lo que son propiamente problemas emocionales da lugar así a dos impor­
tantes desarrollos: 1) los procesos de pensamiento se tornan altamente
Iibidinizados ; y el mundo del pensamiento tiende a convertirse en la esfe­
ra predominante de actividad creativa y autoexpresión ; y 2) las ideas
tienden a sustituir a los sentimientos, y JOS valores intelectuales a los afec­
tivos.
iSn lo que respecta a verdaderos esquizofrénicos, la sustitución de sen­
timientos por ideas es llevada a grados extremos. Cuando, en tales casos,
los sentimientos llegan a imponerse, generalmente no están bastante en
conformidad con el contenido ideativo, y son inadecuados a la situación; o
alternativamente, como en el caso de la catatonia, la expresión emocional
asume la forma de estallidos súbitos y violentos. La adopción del término
"esquizofrenia" se basó, por supuesto, en primer lugar, en la observación
de este divorcio entre el pensamiento y el sentimiento, sugestivo como es de
una disociación dentro de la mente. Pero ahora debe reconocerse que la
disociación en cuestión es fundamentalmente una disociación en el yo. Lo
que se manifiesta en la superficie como un divorcio entre el pensamiento
y el sentimiento debe por consiguiente ser interpretado como el reflejo de
Urnl disociación entre: 1) una parte más superficial del yo que representa
sus niveles superiores y que incluye la conciencia, y 2) una parte más
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 35

profunda del yo que representa sus niveles inferiores y que incluye los
elementos que están más altamente dotados de libido y que por eso son
la fuente del afecto. Para el enfoque psicoanalítico dinámico, esta disocia­
ción sólo puede ser explicada en función de la represión; y sobre esta
suposición, sólo podemos deducir que la parte más profunda y más libio
dinal del yo es reprimida por la parte más superficial del yo, en la que
los procesos de pensamiento están más desarrollados.
En el caso de individuos en los que los rasgos esquizoides están pre·
sentes en menor grado, el divorcio entre pensamiento y sentimiento es por
supuesto menos marcado. Sin embargo, hay una tendencia característica
no sólo a sustituir los valores emocionales por los intelectuales, sino tamo
bién a una alta libidinización de los procesos de pensamiento. Estos
individuos están a menudo más inclinados a construir sístemas intelectuales
de tipo elaborado que a desarrollar relaciones emocionales con los otros
sobre una base humana. Hay además una tendencia de su parte a con­
vertir en obj etos libidinosos a los sistemas que han creado. "Estar enamo­
rado del amor" parece un fenómeno de esta naturaleza; y los enamora­
mientos esquizoides a menudo tienen un elemento de este tipo. Los
enamoramientos de esta clase pueden conducir a consecuencias bastante
displacenteras para el objeto de amor ostensible; pero cuando encontramos
una personalidad realmente esquizoide enamorada de alguna filosofía polí­
tica extremista, las consecuencias se hacen más graves, porque entonces
la tasa de víctimas puede sumar millones. Una personalidad de este tipo,
cuando está enamorada de un sistema intelectual que interpreta con rigidez
y universalmente, tiene toda la estructura del fanático, que en verdad es
lo que realmente es. Cuando además tal fanático tiene a su vez la incli­
nación y la capacidad para dar un paso e imponer despiadamente su
sistema a los otros, la situación puede tornarse catastrófica, aunque a veces
puede reconocerse que es potente tanto para el bien como para el mal. Sin
embargo, no todos los que están enamorados de un sistema intelectual
tienen el deseo o la capacidad de imponer de este modo su sistema en el
mundo externo. En realidad es mucho más frecuente que se mantengan
aparte, por lo menos en cierta medida, de la vida del mundo cotidiano,
y que miren desde sus refugios intelectuales a la humanidad común con
una actitud de superioridad (la actitud adoptada, por ejemplo, por miem­
bros de las clases altas hacia la burguesía).
En este punto es conveniente llamar la atención hacia el hecho de
que, en lo que respecta a sujetos con una tendencia esquizoide, está
siempre presente en algún grado, la sensación interna de superioridad, in­
cluso cuando, como es frecuente, sea ampliamente inconsciente. Es bastante
común que haya que superar considerables resistencias antes de que en
el curso del tratamiento analítico se revele su presencia, y una resistencia
aún más formidable se encuentra cuando se hacen esfuerzos para analizar
las fuentes de las que brotan. Cuando se descubren sus fuentes, empero, se
encuentra que esta sensación de superioridad está basada en: 1) una se·
36 w. RONALD D. FAIRBAIRN

creta sobrevaloración general de los contenidos personales, tanto mentales


como físicos; y 2) una inflación narcisística del yo que surge de la po­
sesión secreta de, y de considerable identificación con, objetos libidinosos
internalizados (por ejemplo, el pecho materno y el pene paterno). Aquí
sería difícil exagerar la importancia del elemento de secreto, Es esto lo
que explica el aire de secreto y misterio que con tanta frecuencia desplie­
gan los individuos marcadamente esquizoides; pero incluso en el caso de
aquellos en los que el componente esquizoide juega un papel relativamente
menor, sigue siendo un factor importante en la situación inconsciente. La
necesidad interna de secreto, está por supuesto determinada en parte por
la culpa por la posesión de objetos internalizados, que son en cierto
sentido "robados"; pero también, y en no poca medida, está determinada
por el miedo a la pérdida de los objetos internalizados que parecen infi­
nitamente preciosos (incluso tan preciosos como la vida misma) y cuya
internalización es una medida de su importancia y del grado de depen­
dencia de ellos. La posesión secreta de esos objetos internalizados tiene
el efecto de llevar al individuo a sentir que es "diferente" de los otros, si
no, es que como sucede a menudo, se siente realmente excepcional o único.
Cuando se investiga esta sensación de ser diferente de los otros, sin em­
bargo, se encuentra que está estrechamente asociada con una sensación
de ser "el que está demás"; y en los individuos en que está presente
aparecen a menudo sueños con el tema de ser dejado fuera. A menudo
se encuentra que ese sujeto ha sido el hijo que, aunque aparentemente en
su casa era el nene de mamá, era todo menos un varón para los otros
varones del colegio, y que dedicaba a la realización personal en el estudio
toda la energía que los niños más comunes dedican a la participación
en los juegos escolares. A veces, es cierto, puede buscarse la realización
personal en el campo del deporte. Pero incluso cuando es así, generalmente
hay pruebas de que ha habido dificultad en las relaciones afectivas con
el grupo; y en cualquier caso, sigue siendo cierto que es hacia las reali­
zaciones en la esfera intelectual que se dirigen más comúnmente los in­
tentos para evitar esas dificultades. Aquí ya podemos detectar pruebas
de la actuación de la defensa intelectual; y es llamativo cuán a menudo
la historia previa de un verdadero esquizofrénico revela que él (o ella)
fue considerado como un alumno prometedor durante por lo menos alguna
parte de su carrera escolar. Si indagamos más aún en las fuentes de esa
sensación de ser diferente de los otros que caracteriza a los individuos
con un elemento esquizoide en su personalidad, encontramos pruebas de
lo siguiente, entre otros rasgos: 1) que en su vida temprana lograron
la creencia, sea a través de aparente indiferencia o aparente dominación
por parte de la madre, de que ella no los quería y valoraba realmente
como personas con derechos propios; 2) que influidos por la resul­
tante sensación de privación e inferioridad, quedaron profundamente fija­
dos a su madre; 3) que la actitud libidinosa que acompañaba a esta fija­
ción no sólo estaba caracterizada por extrema dependencia, sino también
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 37

convertida en altamente autoconservadora y narcisista por la angustia ante


una situación que se presentaba portadora de una amenaza para el yo;
4) que a través de la regresión a la actitud de la temprana fase oral, no
sólo se intensificó la catexia libidinosa de un "pecho-madre" ya internali­
zado, sino que también el proceso de internalización misma se extendió
demasiado a relaciones con otros objetos; y 5) que resultó una sobrevalo­
ración general del mundo interno a expensas del externo.

4. - VACIAMIENTO DEL OBJETO COMO UNA IMPLICACIÓN


DE LA ACTITUD LIBIDINOSA

El vaciamiento del objeto es una implicación del carácter incorpora­


tivo de la temprana actitud oral; y cuando antes se llamó la atención
hacia este rasgo (pág. 26) se dio cierta explicación de sus consecuencias
psicológicas en el niño. Así se señaló cómo, en circunstancias de privación,
la angustia que surge en la mente del niño por su propia vaciedad origina
angustia porque la vaciedad pueda afectar al pecho de la madre. Se
señaló también cómo llega ,a interpretar cualquier aparente o real vacie­
dad del pecho de la madre como debida a sus propios intentos de in­
corporación, y así llega a albergar angustia por ser responsable de la
desaparición y destrucción, no simplemente del pecho de la madre, sino
de la madre misma; angustia considerablemente incrementada por el efec­
to de la privación, que imparte una tonalidad agresiva a su necesidad
libidinosa. Esta angustia encuentra una expresión clásica en el cuento de
Caperucita Roja. Como se recordará, en la historia la niñita encuentra,
horrorizada, que la abuela que ama ha desaparecido, y que está sola con
su propia necesidad de incorporación en la forma del lobo devorador. La
tragedia de Caperucita Roja es la tragedia del niño en la temprana fase
oral. Por supuesto, el cuento de hadas tiene un final feliz, como tienen
los cuentos de hadas. Y por supuesto, el bebé descubre. que la madre, a
la que teme haber comido, eventualmente reaparece otra vez. Sin em­
bargo, a los niños en su infancia, aunque no les falta inteligencia, les
falta, empero, la experiencia organizada, de la que de otro modo podrían
extraer el reaseguramiento contra su angustia. A su debido tiempo ad­
quieren suficientes conocimientos conscientes como para darse cuenta de
que en realidad la madre no desaparece a consecuencia de la aparente
destructividad de sus necesidades de incorporación, y se reprime la ex­
periencia entera de la situación traumática que surgía de la privación
durante la fase oral temprana. Al mismo tiempo, la angustia ligada a esta
situación persiste en el inconsciente, lista para ser reactivada por cual­
quier experiencia siguiente de tipo análogo. En presencia de una mar­
cada fijación a la temprana fase oral, la situación traumática está parti­
cularmente predispuesta a reactivarse si el niño llega a sentir después que
no es realmente amado y valorado como persona por la madre, y que ella
realmente no aprecia ni acepta su amor como bueno.
38 w. RONALD D. FAIRBAIRN

Es importante tener en cuenta la distinción entre la situación que


surge en la fase oral temprana y la que surge durante la fase posterior,
cuando emerge la tendencia a morder y toma su lugar j unto a la de suc­
cionar. En el estadio oral posterior aparece una diferenciación entre el
amor oral, asociado con succionar, y el odio oral, asociado con morder;
y el desarrollo de la ambivalencia es una consecuencia de esto. La tem­
prana fase oral es preambivalente, y esto es especialmente importante a
la luz del hecho de que la conducta oral del niño durante esta fase pre·
ambivalente representa la primera forma de expresar amor del individuo.
La relación oral del niño con la madre en la situación de succión repre­
senta su primera experiencia de relación amorosa, y es por consiguiente
el fundamento sobre el que se basan todas sus futuras relaciones con obje­
tos de amor. Representa también su primera experiencia de una relación
social, y por consiguiente forma la base de su actitud siguiente hacia
la sociedad. Teniendo en cuenta estas consideraciones, volvamos a la si­
tuación que surge cuando el niño fijado a la fase oral temprana llega a
sentir que su madre no lo ama ni valora realmente como persona. Lo
que sucede en estas circunstancias es que la situación traumática original
de la fase oral temprana se reactiva y reinstala emocionalmente; y el
niño siente entonces que el motivo de la aparente falta de amor de su
madre hacia él, es que ha destruido su afecto y lo ha hecho desaparecer.
Al mismo tiempo siente que el motivo de su aparente rechazo en aceptar
su amor es que su propio amor es malo y destructivo. Esta es, por su­
puesto, una situación infinitamente más intolerable que la situación com­
parable que surge en el caso del niño fijado a la fase oral posterior. En
este último caso, el- niño, esencialmente ambivalente, interpreta la situa­
ción en el sentido de que es su odio, y no su amor, lo que ha destruido
el afecto de su madre. Es entonces en su odio donde le parece que reside
su maldad; y así su amor puede permanecer bueno ante sus ojos. Esta
es la posición que parecería subyacer a la psicosis maníaco-depresiva, y
constituir la posición depresiva. En contraste, la posición subyacente a
los desarrollos esquizoides parecería surgir en la temprana fase oral pre­
ambivalente, posición en la que el sujeto siente que su amor es malo por­
que parece destructivo hacia sus objetos libidinosos; y esto puede ser
adecuadamente descrito como la posición esquizoide. Representa una si­
tuación esencialmente trágica; y provee el tema de muchas de las grandes
tragedias de la literatura, tanto como un tema favorito de la poesía (como
en el caso de los poemas Lucy de Wordsworth). No debe extrañar entono
ces que individuos con considerable tendencia esquizoide experimenten
tantas dificultades para mostrar amor; porque siempre tienen la profunda
ansiedad expresada por Osear Wilde en La balada de la cárcel de Reading
cuando escribió: "Todo hombre mata lo que ama". Tampoco es de ex­
trañar que experimenten dificultad en el dar emocional; porque nunca
pueden escapar enteramente al temor de que sus regalos sean mortíferos,
como los de un Borgia. De ahí la observación de uno de mis pacientes,
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 39

que luego de traerme algunas frutas como regalo, empezó la sesión del
día siguiente con la pregunta: "¿Ha sido usted envenenado?"
Estamos ahora en situación de apreciar que el individuo con una
tendencia esquizoide tiene otro motivo para guardar su amor dentro de
sí, además del que surge de la sensación de que es demasiado precioso
como para separarse de él. También mantiene encerrado su amor porque
siente que es demasiado peligroso como para descargarlo en sus objetos.
Así no sólo guarda su amor en una caja fuerte, sino que hasta lo guarda
en una prisión. Pero la cuestión no termina ahí. Como siente que su
propio amor es malo, está dispuesto a interpretar el amor de los otros
en términos similares. Esta interpretación no implica necesariamente pro­
yección por su parte, pero por supuesto está siempre predispuesto a recu­
rrir a esta técnica defensiva. Queda ilustrada, por ejemplo, en el cuento
de Caperucita Roja, al que ya nos hemos referido, porque aunque, como
hemos visto, el lobo representa su propio amor incorporativo oral, la
historia nos dice también que el lobo toma el lugar de la abuela en
la cama, lo que significa, por supuesto, que atribuye su propia actitud
incorporativa a su objeto libidinoso, que parece entonces convertirse en
un lobo devorador. Así resulta que el individuo con características esqui­
zoides está predispuesto a sentirse impulsado a erigir defensas, no sólo
contra su amor por los otros, sino también contra el amor de ellos hacia
él, y fue a causa de esto que una joven bastante esquizoide, paciente mía,
solía decirme a veces: "Haga usted lo que hiciere, nunca debe quererme".
Cuando, acorde con esto, el individuo con tendencia esquizoide renuncia
a contactos sociales, es ante todo porque siente que no debe amar ni ser
amado. Pero no siempre se contenta con un mero distanciamiento pasi­
vo. Por el contrario, a menudo toma medidas activas para alej ar de él a
sus obj etos. Para este propósito tiene a mano un instrumento dentro de
él mismo en la forma de su propia agresión diferenciada. Moviliza los
recursos de su odio, y dirige su agresión contra los otros, y particular­
mente contra sus objetos libidinosos. Así, puede pelearse con la gente,
ser censurable, rudo. Al hacerlo, no sólo sustituye amor por odio en sus
relaciones con sus objetos, sino también que los induce a odiarlo en vez
de amarlo; y hace todo esto para mantener a distancia a sus objetos
libidinosos. Como los trovadores (y quizás también los dictadores) sólo
puede permitirse amar y ser amado desde lejos. Esta es la segunda gran
tragedia a la que están expuestos los individuos con tendencia esquizoide.
La primera es, como hemos visto, que siente que su amor es destructivo
para los que ama. La segunda surge cuando está sujeto a una cornpul­
sión a odiar y ser odiado, en tanto que todo el tiempo anhela, muy en
lo profundo, amar y ser amado.
Pero hay dos motivos más por los que el individuo con tendencia
esquizoide puede ser impulsado a sustituir amor por odio; es curioso que
uno sea un motivo inmoral y el otro moral y, entre paréntesis, éstos
parecerían ser motivos especialmente poderosos en el caso del revolucio­
40 W. RüNALD D. FAIRBAIRN

nario y el quinta-columnista. El motivo inmoral está determinado por la


consideración de que, ya que el placer de amar parece vedado para él sin
esperanzas, le está permitido entregarse al placer de odiar y obtener de
él toda la satisfacción que pueda. Hace entonces un pacto con el diablo
y dice: "Malo sé tú, mi bien". El motivo moral está determinado por la
consideración de que, si amar implica destruir, es mejor destruir por
el odio, que es abiertamente destructivo y malo, que destruir por el amor,
que es creativo y bueno por derecho. Cuando por consiguiente entran en
juego estos dos motivos, nos enfrentamos con una impresionante inversión
de valores morales. Se convierte en cuestión, no sólo de "Malo sé tú. mi
bien ", sino también de "Bueno sé tú, mi mal". Esta es una inversión oc
valores, debe agregarse que raramente se acepta conscientemente, pero
no deja por eso de jugar a menudu un papel extremadamente importante
en el inconsciente; y que esto sea así la tercera gran tragedia a la que
están expuestos Jos individuos con tendencia esquizoide.
CAPÍTULO II

REVISIÓN DE LA PSICOPATOLOGÍA

DE LAS PSICOSIS Y PSICONEUROSIS (1940) 1

INTRODUCCIÓN

EN LOS ÚLTIMOS AÑOS, me he interesado vivamente y he prestado especial


atención a los problemas que presentan los pacientes esquizofrénicos y
esquizoides 2. Como consecuencia, he llegado a un punto de vista que, si
está bien fundamentado, tendrá necesariamente amplias repercusiones, tan­
to en la psiquiatría en general como en el psicoanálisis en particular.
Mis diversos hallazgos y conclusiones, involucran no sólo una considera­
ble revisión de las ideas predominantes con respecto a la naturaleza y la
etiología de los estados esquizoides, sino también, de las ideas relacio­
nadas con el predominio de los procesos esquizoides y una correspondien­
te modificación en las concepciones clínicas actuales sobre las varias
psiconeurosis y psicosis. Involucran también una reforma y reorientación
de la teoría de la libido, juntamente con una modificación de diversos
conceptos psicoanalíticos clásicos.
Por varias razones este trabajo se limitará, en su mayor parte, a la
consideración de los aspectos más generales del punto de vista al que he
llegado por medio del estudio de los estados esquizoides. Sin embargo,
es necesario aclarar que gran parte de los conceptos que expondré surgen
principalmente de la conclusión de que el grupo esquizoide es mucho más
amplio de lo que hasta ahora se ha supuesto, y de que un alto porcentaje de
los estados de angustia y de los síntomas paranoides, Ióbicos, histéricos y ob­
sesivos, tienen una base definidamente esquizoide. El amplio significado
que he llegado a atribuir al concepto de "esquizoide", será posiblemente
mejor entendido si establecemos que, de acuerdo con mis hallazgos, el gru­
po esquizoide comprende a todos aquellos a los que sería aplicado el
concepto jungiano de "introvertido". El rasgo fundamental de un franco
estado esquizoide (tal como lo implica el término), lo constituye una

1 Fue publicado originariamente en The lnternational [ournal o/ Psycboanalvsis,


vol. XXII. Ahora contiene modificaciones de poca monta.
2 El capitulo anterior se ocupa de este tema.

41
42 W. RONALD D. FAIRBAIRN

disociación del yo, y lo común es que un análisis profundo: revele iaa di­
sociación, no sólo en individuos que padecen condiciones francamente
psicopatológicas, sino también en aquellos que recurren a~ análisis por
perturbaciones a las que no han sido- atribuidos definidos rasgos psicopa­
tológicos. El significado de disociación del yo puede apreciarse en su
totalidad sólo cuando se lo enfoca desde el. punto de vista del desarrollo.
(Tal como lo ha descrito Edward Glover [1932, J. Ment. Sci<? 73. 819­
842], el yo se establece gradualmente en el curso del desarrollo, a raíz
de un número de primitivos núcleos del yo, y debemos suponer que éstos
constituyen el resultado de un proceso de integración, La formación de
los núcleos componentes puede concebirse como un proceso de cristali­
zación psíquica. localizada, que tiene lugar no sólo dentro de la esfera
de las zonas erógenas, sino también en varios otros terrenos funóoEales.
De este modo, surgirán dentro de la psique no sólo núcleos orales, anales
y genitales, sino también núcleos masculinos y femeninos, activos y pasi­
vos, de amor y de odio, de dar y de tomar, como también núcleos de
perseguidores y jueces internos [núcleo del superyó]. Por tanto. podemos
aun establecer, que la superación y combinación de estos varios núcleos
y clases de núcleos, que forman la base de ese particular proceso de
integración que da lugar a la formación de los estados esquizoides del yo,
se llevan a cabo en forma característica en individuos en los qu.e este
proceso de integración nunca ha sido satisfactoriamente realizado y en
aquellos en los que ha tenido lugar una desintegración regresiva del yo.]

LIMITACIONES INTRíNSECAS DE LA TEORíA DE LA LIBIDO

Existe una obvia relación entre el desarrollo del yo, tan brevemente
descrito, y la primaria formulación freudiana de la teoría de la libido.
Por supuesto, lo que hemos dicho sobre la formación de los núcleos del
yo, cae dentro de la concepción de Freud, de que la libido es original­
mente distribuida sobre un número de zonas corporales, algunas de las
cuales son de gran importancia y erógenas de por sí. Existe también un
elemento común entre el concepto de que el desarrollo exitoso del yo
depende de una adecuada integración de los núcleos del yo, y el concepto
de Freud, de que un exitoso desarrollo libidinoso depende de la integra­
ción de las varias distribuciones libidinosas, bajo la supremacía del im­
pulso genital. Sin embargo, como ya veremos, la teoría de la libido con­
tiene una limitación intrínseca, lo que hace desear que la misma sea
reformada de manera tal, que esté más de acuerdo con el modelo del
desarrollo del yo que hemos esbozado. Empero, la limitación intrínseca
de la teoría de la libido se aprecia mej or si la enfocamos de acuerdo a
como surge de la revisión hecha por Abraham. POi' supuesto, Abraham
adjudicó a cada una de las zonas libidinosas más importantes un lugar
especial en el desarrollo psicogenético, )' estableció una serie de fases del
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 43

desarrollo, caracterizadas por la supremacía de una zona específica. De


acuerdo con este esquema, cada una de las clásicas psicosis y psiconeuro­
sis pasa a ser atribuida a la fijación a una fase específica. N o hay ninguna
duda sobre la exactitud que implica relacionar los' estados esquizoides
con una fijación a la fase oral primaria (incorporativa y preambiva­
lente), que se caracteriza por el predominio del acto de succionar. Tam­
poco puede haber duda alguna con respecto a la exactitud de atribuir
los estados maníacos-depresivos a una fij ación a la fase oral secundaria
(ambivalente), caracterizada por el surgimiento del acto de morder. En
el esquizoide y en el maníaco-depresivo, los núcleos del yo corresponden,
en carácter, a estas respectivas atribuciones. Sin embargo, en lo que se
refiere a las dos fases anales y a la primera fase genital, la situación no
es tan sencilla. N o hay duda, como lo ha establecido Abraham tan clara­
mente, que el paranoico utiliza una primitiva técnica anal para rechazar
sus objetos, que el obsesivo utiliza una técnica anal más desarrollada para
obtener el control de los suyos, y que el histérico intenta mej orar su
relación con el objeto, por medio de una técnica que implica la renuncia
de los órganos genitales. N o obstante, mis propias investigaciones no me
dejan lugar a duda de que los estados paranoides, obsesivos e histéricos,
a los que puede agregarse el fóbico, representan, en esencia, no los pro·
duetos de fijaciones a fases libidinosas específicas, sino simplemente, una
variedad de técnicas utilizadas para defender al yo de los efectos provo­
cados por conflictos de origen oral. Esta convicción se basa en dos hechos:
a) que el análisis de síntomas paranoides, obsesivos, histéricos y fóbicos
revela en forma invariable la presencia de un conflicto oral subyacente, y
b) que los síntomas paranoides, obsesivos, histéricos y fóbicos son acom­
pañantes y precursores usuales de los estados esquizoides y depresivos.
Por contraste es imposible considerar corno una defensa a los estados es­
quizoides y depresivos, a pesar de que tengan una etiología de base oral.
Por el contrario, estos estados poseen todo el carácter de condiciones con­
tra las que debe defenderse el yo 3.
El examen de la modificación hecha por Abraham a la teoría de la
libido, nos hace pensar si las "fases anales" no son sino un artificio, plan­
teándose la misma situación con respecto a la "fase fálica". Por supuesto,
las fases establecidas por Abraham, intentaban representar no sólo etapas
de la organización libidinosa, sino también etapas en el desarrollo del
amor objetal. Sin embargo, no deja de ser significativo que la nomen­

3 Sin embargo, debe reconocerse que existen defensas más o menos específicas
asociadas con los estados esquizoide y depresivo que actúan en función del estado en
sí mismo más que por los conflictos subyacentes. Por ejemplo en lo que se. refiere
al estado depresivo, la defensa maníaca. Estas defensas específicas parecen empezar a
actuar cuando las técnicas no específicas mencionadas (paranoide, obsesiva, histérica
y fóbi.ca) fracasan en su finalidad de defender al yo contra el comienzo de un estado
esquizoide o depresivo. Sin embargo, las defensas específicas deben ser diferenciadas
de los estados esquizoide y depresivo básicos que las motivan.
44 W. RONALD D. FAIRBAIRN

c1atura utilizada para describir las diversas fases, se base en la natura­


leza del fin libidinoso y no en la naturaleza del objeto. De este modo, en
vez de hablar de fases de "pecho", Abraham habla de fases "orales", y
en vez de hablar de fases de "heces", habla de fases "anales". Al sustituir
"fase anal" por "fase de heces", se hace evidente la limitación del esque­
ma del desarrollo libidinoso formulado por Abraham, porque, mientras el
pecho y los órganos genitales son objetos naturales y biológicos del im­
pulso libidinoso, las heces no lo son, sino que por el contrario sólo son un
objeto simbólico. Constituyen únicamente, por así decir, la arcilla con la
que se elabora un molde del obj eto •.
No necesitamos comentar la importancia histórica de la teoría de
la libido y lo mucho que ha contribuido al progreso del conocimiento
psicoanalítico; el mérito de la misma ha sido comprobado por su propio
valor heurístico. Sin embargo, parecería como si hubiéramos llegado a
un punto en el que, por interés del progreso, la clásica teoría de la libido
debiera ser transformada en una teoría del desarrollo, basada esencial.
mente en las relaciones de objeto. La mayor limitación de la actual
teoría de la libido, como sistema explicativo, reside en el hecho de que
confiere el status de actitudes libidinosas a varias manifestaciones que só­
lo son técnicas del yo, para regular las relaciones de objeto. Claro está
que la teoría de la libido está basada en el concepto de las zonas erógenas.
Empero, debe reconocerse que, en primer lugar, las zonas erógenas son
simplemente canales por los que fluye la libido, y que una zona sólo
se hace erógena cuando la libido fluye por ella. El propósito final de la
libido es el objeto, y en esta búsqueda de objeto, la libido es determinada
por leyes similares a las que determina la energía eléctrica, es decir, busca
el camino de menor resistencia. Por tanto, la zona erógena debiera ser
considerada simplemente, como un camino de menor resistencia, y su
erogeneidad real podría ser comparada con el campo magnético esta­
blecido por el flujo de una corriente eléctrica. La situación es entonces
la siguiente. Durante la infancia, debido a la constitución del organismo
humano, el camino de menor resistencia hacia el objeto, radica casi en

4 Es interesante meneionar que la nomenclatura adoptada por Abraham para


describir las fases del desarrollo libidinal, difiere de la que se empleaba para descri­
birlo antes de que prevaleciera su revisión de la teoría de la libido. En el esquema
anterior se reconocían tres estadios que se denominaban respectivamente: 1) autoeró­
tico, 2) narcisista y 3) aloerótico. Esta nomenclatura implica que el esquema ante­
rior se basaba esencialmente en relaciones de objeto y no a la naturaleza del fin
libidinal. Dejando la cuestión de terminología de lado, por supuesto que la modifica­
ción de Abraham esencialmente se caracterizó por la interpolación de dos fases anales
entre la narcisista (más tarde oral) y la aloerótica (genital). El propósito de esta
interpolación fue introducir el estadio de "amor parcial" en el esquema del desarrollo
libidinal. Sin embargo, cualquiera que sea el valor que se le asigne a su modificación,
es de significación el hecho que la introducción de las fases anales por Abraham,
haya sido acompañado por un cambio en la nomenclatura que eliminó toda referencia
al objeto en los términos utilizados para describir las fases en su esquema modificado.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 45

forma exclusiva en la boca, y, por lo tanto, ésta pasa a ser el órgano


libidinoso predominante. Por otra parte, en el adulto (y debido tam­
bién a la constitución del organismo humano) los órganos genitales le
proveen un camino de menor resistencia hacia el objeto, pero, en este
caso, sólo paralelamente con otros caminos. El hecho real en el adulto,
es que la actitud libidinosa no es esencialmente genital, sino que, la
actitud genital, es esencialmente libidinosa. Existe entonces una diferen­
cia genuina entre las actitudes libidinosas infantiles y las maduras, que
surge en el hecho de que mientras en el niño la actitud libidinosa debe
ser por la fuerza predominante oral, en el adulto emocionalmente maduro
la libido busca el objeto a través de una serie de canales entre los que
el genital desempeña un papel importante, pero de ninguna manera ex­
clusivo. Por tanto, mientras es correcto describir la actitud libidinosa del
niño como característicamente oral, no es correcto describir la actitud
libidinosa del adulto como característicamente genital. Debiera sin duda
ser descrita como "madura". Debe entenderse que este término implica
que los canales genitales son valederos para una relación libidinosa sa­
tisfactoria con el objeto. Al mismo tiempo, debe señalarse que las rela­
ciones de objeto no son satisfactorias por el hecho de que haya sido
alcanzado el nivel genital, sino que, por el contrario, es debido a las rela­
ciones de objeto satisfactorias que se logra la verdadera sexualidad ge­
nital ".
De lo expuesto se deduce que las "fases orales" de Abraham están
ampliamente justificadas por los hechos, pero esto no sucede con su "pri­
mera fase genital o fálica". Su "segunda fase genital" se justifica por el
hecho de que los órganos genitales constituyen el canal natural para la
libido madura; pero, al igual que las "fases anales", su "fase fálica"
es sólo un artificio introducido por influencia del concepto erróneo de
las zonas erógenas fundamentales. El análisis profundo de la actitud fá­
lica revela siempre la presencia de una fijación oral subyacente relacio­
nada con fantasías de [ellatio, La actitud fálica es por tanto, el resultado
de una identificación de los órganos genitales con el pecho, como objeto
parcial primario de la actitud oral, y que está característicamente acom­
pañada por una identificación de los órganos genitales con la boca, como
órgano libidinoso. Concordantemente, no debe considerarse a la actitud

5 Es necesario establecer que al comparar la etapa "genital" con la etapa oral, no


tengo intención de menospreciar la importancia de la primera. Mi propósito es señalar
que la verdadera importancia de la etapa "genital", radica en la madurez de las rela­
ciones de objeto, y que una actitud genital, es sólo un elemento de esta madurez. Tam­
bién sería exacto afirmar que la importancia real de la etapa oral, radica en la
inmadurez de las relaciones de objeto, y que la actitud oral, es sólo un elemento de
tal inmadurez; pero, en las relaciones de la etapa oral, y debido a la dependencia
del niño, la importancia del elemento físico, en contraposición al psíquico, es más
marcada que en la etapa "genital".
46 w. RONALD D. FAIRBAmN

fálica como representante de una fase libidinosa, sino como una técnica,
debiendo prevalecer la misma idea con respecto a las actitudes anales.
El concepto de las zonas erógenas fundamentales, es una base insa­
tisfactoria para cualquier teoría del desarrollo de la libido, debido a que
parte del error de no reconocer que el placer libidinoso es, fundamental.
mente, sólo un jalón para la obtención del objeto. De acuerdo con el
concepto de las zonas erógenas, el objeto es considerado como un jalón
para la obtención del placer libidinoso, lo que significa poner el coche de­
lante de los caballos. Tal inversión de la posición real debe atribuirse
al hecho de que en las primeras épocas del pensamiento analítico no se
comprendió suficientemente la importancia capital de la relación de ob­
jeto. Nos enfrentamos así, con un malentendido que surge por el hecho
de confundir una técnica con una manifestación libidinosa primaria. En
toda situación existe un' ejemplo crítico, y en ésta, lo constituye la succión
del pulgar. -¿Por qué un lactante succiona su pulgar? En esta simple
pregunta yace todo el destino del concepto de las zonas erógenas y la
forma de la teoría de la libido en él basada. La contestación de que el
lactante succiona su pulgar porque su boca es una zona erógena y que
el succionar le proporciona placer erótico, es conveniente, pero en rea­
lidad, nos aparta del tema. Para enfocar el problema nos debemos pre­
guntar: "¿Por qué su pulgar?", y la respuesta será: "Porque no tiene
un pecho para succionar". Hasta el lactante necesita un objeto libidinoso,
y si se lo priva de su objeto natural (el pecho), se busca un objeto él
solo. La succión del pulgar representa, pues, una técnica para enfrentar
una relación de objeto insatisfactoria, pudiéndose decir lo mismo con
respecto a la masturbación. Sin duda, se les ocurrirá que la succión del
pulgar y la masturbación debieran ser descritas, no simplemente como
actividades "eróticas", sino más específicamente como actividades "auto­
eróticas", lo que en realidad es cierto. Empero, también es cierto que
el concepto de zonas erógenas está basado en el fenómeno del autoerotis­
mo, lo que es debido en gran parte a una interpretación errónea del
verdadero significado de este fenómeno. El autoerotismo es esencialmente
una técnica por medio de la cual el individuo busca no sólo proveerse lo
que no puede obtener del objeto, sino proveerse un objeto que no puede
obtener. '. Las "fases anales" y la "fase fálica" representan meramente
actitudes basadas en esta técnica, la que se origina en un contenido oral,
conservando siempre las señales de su origen oral. Por tanto, está inti­
mamente relacionada con la incorporación del objeto, que, después de
todo, es sólo otro aspecto del proceso por medio del cual el individuo
intenta hacer frente a las frustraciones de las relaciones orales. De acuer­
do con esta estrecha relación, vemos que en el comienzo, la succión del
pulgar, como actividad autoerótica (o erótica), adquiere el significado
de una relación con un objeto internalizado. No es exagerado afirmar
que todo el curso del desarrollo libidinoso depende de hasta que punto
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONAUDAD 47
son incorporados los objetos y de la naturaleza de las técnicas que se
emplean para tratar a los objetos incorporados. Estas técnicas son las que
discutiremos. Por el momento basta señalar que la importancia de las
actitudes anal y fálica radica en el hecho de que representan los aspectos
libidinosos de las técnicas utilizadas para tratar a los objetos que han
sido incorporados, Sin embargo, debe tenerse siempre en cuenta que la
actitud libidinosa no es lo que determina la relación de objeto, sino que
la relación de objeto es la que determina la actitud libidinosa.

TEORíA DEL DESARROLLO DE LAS RELACIONES DE OBJETO,

BASADA EN EL TIPO DE DEPENDENCIA DEL OBJETO

Una de las principales conclusiones a las que he llegado por medio


del estudio de los casos esquizoides es que el desarrollo de las relaciones
de objeto es esencialmente un proceso por el cual la dependencia infantil
del objeto da lugar, en forma gradual, a la dependencia madura del
mismo. Este proceso de desarrollo se caracteriza: a) por el abandono
progresivo de una relación de objeto primaria, basada en la identifica­
ción primaria 6 y b) por la adopción gradual de una relación de objeto,
basada en la diferenciación de este último. Este paulatino cambio que
tiene lugar en la naturaleza de la relación de objeto, va acompañado por
un cambio similar en el fin libidinoso, de manera que un fin oral pri­
mario de succión, de incorporación y de "tomar", pasa a ser reemplazado
por un fin maduro, no incorporativo, y de "dar", compatible con la
sexualidad genital desarrollada. La etapa de la dependencia infantil com­
prende dos fases reconocidas: la fase oral primaria y la secundaria; - la
etapa de la dependencia madura, corresponde a la "segunda fase genital"
de Abraham. Entre las dos etapas de dependencia infantil y la de depen­
dencia madura, existe una etapa de transición que se caracteriza por la
tendencia progresiva a abandonar la actitud de dependencia infantil y
la tendencia gradual a adoptar la actitud de dependencia madura. Esta
etapa de transición corresponde a tres de las etapas de Abraham: las dos
fases anales y la primera fase genital (fálica).
La etapa de transición sólo comienza a apuntar cuando la ambiva­

o Empleo aquí el término "identificación primaria" para denominar la catexis


de un objeto que aún no ha sido diferenciado de aquel que lo catectiza. Por supuesto
el término "identificación" a veces es utilizado en ese sentido, pero mucho más co­
rrientemente significa el establecimiento de una relación basada en una no diferen­
ciación con un objeto que ya ha sido diferenciado por lo menos en alguna medida.
Este último proceso representa una renovación del tipo de relación comprendido en la
"identificación secundaria". Esta distinción es importante desde el punto de vista
teórico y debe tenerse en cuenta. Mientras no se la olvide, puede utilizarse el término
identificación por conveniencia, sin hacer referencia a la naturaleza primaria o secun­
daria del proceso; y así lo utilizo en lo que sigue. El mismo término es también
utilizado en otro sentido para describir la equivalencia emocional entre objetes
esencialmen te distintos (v. g. pene y pecho).
48 w. RONALD D. FAmBAIRN

lencia de la fase oral secundaria empieza a dar lugar a una actitud


basada en la dicotomía del objeto. La dicotomía del objeto puede defi­
nirse como un proceso por el cual el objeto primario hacia el que se
orienta el amor y el odio es reemplazado por dos objetos: uno aceptado,
hacia el que se dirige el amor, y uno rechazado,' hacia el que se dirige
el odio. Pero debe agregarse que de acuerdo con los desarrollos que han
tenido lugar durante las fases orales, ambos objetos, el aceptado y el
rechazado, tienden a ser tratados, en gran parte, como objetos interna­
lizados. En lo que se refiere al abandono de la dependencia infantil
durante la etapa de transición, vemos que es inevitable que el rechazo
del objeto desempeñe un papel importantísimo. Por tanto, la actuación
de las técnicas rechazantes constituye el rasgo característico de la etapa de
transición, y es a este rasgo al que parece haberse aferrado Abraham
cuando introdujo el concepto de las fases anales. Por supuesto, que en
BU naturaleza biológica la defecación es esencialmente un proceso recha­
zante, y en virtud de este hecho, pasa por lógica a ser explotado como un
símbolo de rechazo emocional del objeto, estructurando con rapidez las
bases de técnicas mentales rechazantes, Lo señalado con respecto a la
defecación, se aplica también a la micción, y existen razones para creer
que la importancia de la micción como función de rechazo simbólico, ha
sido subestimada en el pasado, especialmente por el hecho de que por
razones anatómicas, la función urinaria proporciona un enlace entre la
función excretoria y la genital.
De acuerdo con el punto de vista adoptado, la paranoia y la neu­
rosis obsesiva no deben ser consideradas como expresiones de una fija­
ción a las fases anal primaria y secundaria, respectivamente. Por el
contrario, deben ser consideradas como estados resultantes de la utili­
zación de técnicas defensivas especiales que derivan sus patrones de
procesos excretorios rechazantes. No obstante, la técnica paranoide y la
obsesiva, no son técnicas exclusivamente rechazantes. Ambas combinan
la aceptación del objeto bueno con el rechazo del objeto malo. Expon­
dremos en forma breve la diferencia esencial que existe entre ambas.
Entretanto, señalaremos que la técnica paranoide representa el más alto
grado de rechazo, porque, extemalizando el objeto rechazado, el indi­
viduo paranoide lo trata como a algo franca y activamente malo, como
a un perseguidor 7. Por otra parte, los actos excretorios representan para
el obsesivo, no sólo el rechazo del objeto, sino también una separación
de los contenidos 8. Así, encontramos en la técnica obsesiva una transac­

7 La técnica paranoide debe distinguirse de la de proyección, con la que se la


suele confundir. La proyección consiste en atribuir a objetos exteriores 108 impulsos
interiores y, si bien es cierto que se ve con mayor claridad en los paranoicos, su
utilización no indica necesariamente la presencia de una tendencia paranoíde, Por
otra parte, la técnica paranoide consiste en la extemalización de objetos internali­
zados, que han sido rechazados.
8 Esto de acuerdo con el hecho que si bien las funciones excretoras son de
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 49

cion entre la actitud de tomar, de la dependencia infantil, y la actitud de


dar, de la dependencia madura. Tal actitud de transacción es completa­
mente ajena al individuo paranoide, para quien los actos excretorios re­
presentan sólo el rechazo.
La histeria constituye otro ejemplo de un estado que se ongma por
el empleo de una técnica rechazante especial, contra un estado que surge
por una fijación a una etapa específica del desarrollo de la libido, es
decir, la etapa fálica. De acuerdo con el esquema de Abraham, el estado
histérico es atribuido al rechazo de los órganos genitales durante la fase
fálica, como consecuencia de una excesiva culpa en la situación edípica.
Mis descubrimientos recientes no confirman este punto de vista. Por el
contrario, parecería ser un concepto erróneo al que ha contribuido, en
gran parte, la sobreestimación de la situación edípica.
Una de las conclusiones a las que he arribado es que la situación
edípica constituye, en esencia, un fenómeno sociológico más que psico­
lógico. Desde el punto de vista sociológico, sería difícil exagerar su im­
portancia. Empero, desde el punto de vista psicológico es un fenómeno
relativamente superficial, cuya mayor importancia radica en el hecho
de que representa una diferenciación del único objeto de la fase ambi­
valente (fase oral secundaria), en dos objetos, siendo uno el objeto
aceptado, identificado con uno de los padres, y el otro el objeto rechazado,
identificado con el otro padre. Así, la culpa atribuida a la situación
edipica no deriva tanto del hecho de que esta situación sea triangular,
sino: l) de que el deseo incestuoso representa el robo del amor que no
es libremente otorgado, cometido a uno o a ambos padres, y 2) de que
el niño siente que su amor es rechazado porque es malo. Esta situación
se vio con claridad en una de mis enfermas, quien durante su infancia
atravesó por circunstancias que estimularon sus fantasías incestuosas hasta
un grado máximo. Sus padres, debido a desacuerdos existentes entre ellos,
pasaron a ocupar dormitorios separados. Las alcobas estaban comuni­
cadas por un cuarto de vestir donde la madre hizo dormir a la niña para
protegerse del esposo. Recibió de ambos poco afecto. A una edad muy
temprana contrajo una enfermedad que la dejó tullida y que la tornó
mucho más dependiente de los demás, de lo que es un niño común. Su in­
capacidad fue considerada como algo denigrante por la madre, cuyos prin­
cipios de educación consistieron en compulsada a hacerse independiente lo
antes posible. Su padre fue una persona retraída e inaccesible, resultán­
dole más difícil a la niña establecer un contacto emocional con él que con
la madre. Después de la muerte de la madre, ocurrida durante la adoles­
cencia de la enferma, hizo desesperados esfuerzos para establecer un
contacto emocional con el padre, pero todo fue en vano. Entonces pensó:

rechazo por naturaleza, también en un cierto sentido son productoras y por lo


tanto adquieren fácilmente para el niño el significado psicológico adicional de
actividades creadoras o de dar.
50 W. RONALD D. FAIRBAIRN

": Seguramente todo andaría bien si le ofreciera acostarme con él!" Su


deseo incestuoso representó, por tanto, un último intento desesperado de
establecer un contacto emocional con su objeto, para atraer su amor y
demostrar que el suyo propio era aceptable. Esto parecería ser la ver­
dadera necesidad oculta detrás del deseo incestuoso, necesidad muy poco
afectada por algún contenido edípico. Por supuesto, mi enferma renunció
a su deseo incestuoso que, como era de esperar, fue seguido por una
intensa reacción de culpa. Sin embargo, la culpa no fue distinta a la que
surgió por sus infructuosas demandas de expresiones de amor por parte
de la madre, y cuya carencia le señaló que su propio amor era malo. La
insatisfactoria relación emocional con la madre dio lugar a una regresión
a la fase oral primaria en virtud de la cual el pecho fue reinstalado como
objeto, y como consecuencia, uno de sus síntomas principales fue la inca­
pacidad de comer en presencia de otros sin sentir náuseas. De este modo,
su rechazo del pene del padre disfrazaba el rechazo del pecho de la ma­
dre, evidencia de una definida identificación de pene y pecho.
Este caso demuestra que a pesar de que no se puede negar el rechazo
que de los órganos genitales hace el histérico, es superfluo introducir
una situación edípica específica para explicarlo. Por el contrario, la
explicación radica en el hecho de que el histérico identifica los órganos
genitales como objeto parcial, con el objeto primario del impulso libio
dinoso de la etapa de dependencia infantil, es decir, el pecho. El rechazo
de los órganos genitales por parte del histérico, se resuelve así en un
intento inexitoso de abandonar la actitud de dependencia infantil. Esto
también es así con respecto al rechazo del objeto que involucra la téonica
paranoide y la obsesiva. No obstante, el externalizar el objeto rechazado,
no forma parte de la técnica histérica. Por el contrario, éste permanece
incorporado. Como consecuencia, tenemos la característica disociación
histérica cuya importancia radica en que representa el rechazo de un
objeto incorporado. Al mismo tiempo, la técnica histérica, al igual que
la obsesiva, representa una aceptación parcial de la actitud de dar de la
dependencia madura, ya que es característico del individuo histérico el
estar dispuesto a entregar todo a sus objetos de amor, excepto sus órga­
nos genitales y lo que éstos representan para él. Esta actitud va acompa­
ñada de una idealización del objeto motivada en parte por un deseo de
establecer una dependencia sobre una base más tranquilizadora.
La importancia de la paranoia, la neurosis obsesiva y la histeria,
parece entonces radicar en el hecho de que cada una representa un estado
resultante del empleo de una técnica específica, debiéndose considerar al
estado fóbico en forma similar. Cada una de estas técnicas debe ser in­
terpretada como un método específico de intento de enfrentar el conflicto
característico de la etapa de transición, en la medida en que éste no ha
sido resuelto. El conflicto resulta de: a) una necesidad de desarrollo para
lograr una actitud de dependencia madura con el objeto, y b) una reluc­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 51
tancia regresiva a abandonar la actitud de dependencia infantil con el
objeto.
De acuerdo con lo que precede, el desarrollo de las relaciones de
objeto se ajusta al siguiente esquema:
1. Etapa de dependencia infantil, caracterizada por la actitud de
tomar.
1) Fase oral primaria: Succión e incorporación. Preambivalente.
2) Fase oral secundaria: Morder e incorporación. Ambivalente.
11. Etapa de transición entre la dependencia infantil (tomar) y la
dependencia madura (dar) o etapa de cuasi independencia. Dico­
tomía y exteriorización del objeto incorporado.
II]. Etapa de dependencia madura, caracterizada por la actitud de
dar.
Objetos aceptados y rechazados, exteriorizados.

El rasgo distintivo de este esquema es que está basado en la naturaleza


de la relación de objeto y en que la actitud libidinosa es relegada a
segundo término. El análisis de los enfermos esquizoides fue lo que me
convenció de la importancia capital de las relaciones de objeto, porque
en ellos se ven con mayor claridad las dificultades que surgen al res­
pecto. Durante el curso del análisis exhiben con claridad meridiana un
conflicto entre una extrema reluctancia por abandonar la dependencia
infantil y un desesperado anhelo por renunciar a ella, y es fascinante y
patético observar cómo el enfermo, al igual que un ratoncito tímido, se
escurre en forma alternada del refugio de su cueva para espiar el mundo
de los objetos exteriores, y se retira luego apresuradamente. También
es esclarecedor ver cómo, en sus infatigables intentos por salir de un
estado de dependencia infantil, recurre, por turno, a alguna o a las cuatro
técnicas de transición que han sido descritas: la paranoide, la obsesiva, la
histérica y la fóbica. Es muy instructivo ver actuar a cada una de estas
técnicas dentro de un contenido en el cual la situación edípica tiene una
mínima contribución. Lo que se hace más evidente en el análisis de un
esquizoíde, es que la mayor necesidad de un niño consiste en obtener la
seguridad decisiva: a) de que es amado por sus padres, y b) de que éstos
aceptan su amor. Su capacidad para renunciar sin desconfianza a su
dependencia infantil, radica en la medida en que obtiene tal evidencia, en
forma lo suficientemente convincente corno para capacitarlo a depender
sin peligro de los objetos reales. Si tal evidencia falta, su relación con
sus objetos, en lo que se refiere a la separación, está cargada con dema­
siada angustia como para capacitarlo a renunciar a la actitud de depen­
dencia infantil, dado que tal renunciamiento sería equivalente a perder
toda esperanza de obtener alguna vez la satisfacción de sus necesidades
emocionales insatisfechas. El mayor trauma que puede experimentar un
niño es la frustración de su deseo de ser amado y de que su amor sea
.52 W. RO~ALD D. FAIRnAIRN

aceptado, y, desde e! punto de vista del df~"arrol1o. es el únicu que tiene


realmente importancia. r'~ste trauma es el que establece fijaciones a las
varias formas de la sexualidad infantil a las qUf' es conducirlo el niño
f'll su intento de compensar por medio de "ati"fac('ilH1es sustitutivas el
fracaso de sus relacioue- «rnoc ionales con :-u" objetos exter io res. Estas
satisfacciones sustitutivas (por ejemplo. la masturbación y el erotismo
anal) representan [undamentalmente relacione" con objetos internalizados
a las que el individuo está compulsado a dirigirse por falta de una relación
satisfactoria con objetos del mundo exterior. Cuando las relaciones con
los objetos exteriores son insatisfactorias. encontramos fenómenos tale"
como el exhibicio nisrno , la homosexualidad, el sadismo y el masoquismo.
los que deben ser considerados comu intentos de preservar las relaciones
emocionales naturales que han sido destruidas. A pesar del valor que
tiene comprender el carácter de estas "relaciones por falta", tal compren­
sión es mucho menos importante que el conocimiento de los factores qu~
comprometen las relaciones naturales. Sin duda, el más importante de
estos factores 10 constituye una situación en la infancia que hace pensar al
individuo que sus objetos ni lo aman ni aceptan su amor. Cuando surge
tal situación, la tendencia intrínseca de la libido hacia el objeto, con­
duce al establecimiento de relaciones aberrantes y a las varias actitudes
libidinusas que las acompañan.
El esquema del desarrollo delineado en la tabla anterior se ha bao
sado en el tipo de la dependencia del objeto, porque e! análisis de casos
esquizoides ha demostrado que éste es el factor más importante en las
relaciunes tempranas. Sin embargo, es necesario establecer con claridad
la naturaleza del objeto apropiado para cada etapa de! desarrollo. En
este sentido, es importante distinguir entre el objeto natural (biolóuico l ,
y el objeto tal como se presenta en los casos psicopatológicos. Por su­
puesto, los objetos pueden ser ya objetos parciales o totales, y cuando
se considera la historia biológica de la primera infancia, se hace evi­
dente que sólo existe un objeto parcial natural, es decir, el pecho, y
que el objeto total más importante es la madre, siendo el padre un
segundo objeto de menor importancia. Como ya ha sido señalado, las
heces no son un objeto natural. Constituyen un objeto simbólico. pu­
diéndose decir lo mismo de los órganos genitales. ASÍ, mientras en la ha·
mosexualidad el factor inmediato más importante es la búsqueda del
pene del padre, este objeto es sólo un sustituto del padre mismo. Lo
que determina primariamente la sustitución es el hecho de que el amor
paternal está negado. Al mismo tiempo, la sustitución de un objeto par­
cial por un objeto total, es un fenómeno regresivo que involucra un
reavivamiento de la relación primaria (oral) con el objeto parcial prima­
rio (el pecho). La búsqueda del pene del padre por parte del hornose­
xual se resuelve, por así decir, en una búsqueda del pecho del padre. La
persistencia del pecho como obj eto parcial es bien notable en los histéricos,
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 53

para quienes los órganos genitales conservan siempre un significado oral.


Esto se vio en el caso de una mujer histérica, quien al describir su "dolor"
pélvico dijo: "Es como si algo adentro quisiera ser alimentado". Tam­
bién es significativa la frecuencia con que los soldados histéricos se que·
jan de síntomas gástricos.
De acuerdo con lo expuesto, los objetos naturales adecuados para
las varias etapas del desarrollo, pueden indicarse de la manera siguiente:
1. Dependencia infantil.

1) Fase oral primaria: Pecho (objeto parcial).

2) Fase oral secundaria: Objeto total (madre), tratado como


pecho.
n. Cuasi independencia (de transición).

Objeto total tratado como contenidos.

111. Dependencia madura.


Objeto total (incluyendo los órganos genitales del objeto) 9.

LA ETAPA DE TRANSICIóN ENTRE LA DEPENDENCIA INFANTIL


Y LA ADULTA, SUS TÉCNICAS Y SU PSICOPATOLOG1A

Es de notar que en las tablas que preceden, la etapa de transición


ha sido descrita como una etapa de "cuasi independencia", y la razón
que nos ha llevado a adoptar tal descripción es lo suficientemente im­
portante como para merecer una explicación. Del estudio de los casos
esquizoides emerge, con la mayor claridad, que el rasgo más característico
de la etapa de dependencia infantil, es la identificación primaria con el
objeto. Por cierto, no sería aventurado decir que, hablando psicológica­
mente, la identificación con el objeto y la dependencia infantil consti­
tuyen en realidad el mismo fenómeno. Por otra parte, la dependencia
madura implica una relación entre dos individuos independientes, como
pletamente diferenciados como objetos mutuos 10. Esta distinción entre
las dos formas de dependencia, es idéntica a la distinción hecha por

9 Este cuadro intenta representar la norma del desarrollo libidinal, tanto como
puede ser observado; pero es importante tener en cuenta la diferencia entre esta
norma y el proceso real de desarrollo revelado por el análisis de un caso psico­
patológico. Debe explícitamente reconocerse por lo tanto, que el objeto real durante
la primera fase oral sigue siendo el pecho real de la madre más allá de cualquier
proceso mediante el cual el pecho es incorporado mentalmente y se convierte en
objeto interno. También que durante esta fase el individuo depende física y emo­
cionalmente del pecho como objeto externo más allá de cualquier dependencia emo­
cional de un pecho internalizado. También debe reconocerse que el pecho puede
persistir como objeto interno en fases libidinales posteriores en las que el objeto
real es otro que el pecho.
10 Un aspecto importante de la diferencia entre dependencia infantil y depen­
dencia madura es que mientras la primera es un estado que aún no ha sido aban­
donado la última es un estado que ya ha sido logrado.
54 W. RONALD D. FAIRBAIRN

Freud entre la elección narcisística y la anaclítica de los objetos. Por su­


puesto, la relación comprendida en la dependencia madura, es sólo posible
teorrcamente. No obstante, es bien cierto que cuanto más madura es
una relación menos caracterizada está por la identificación primaria,
dado que ésta representa esencialmente el fracaso en la diferenciación
del objeto. Cuando la identificación persiste, a costa de la diferenciación, se
introduce en la actitud del individuo hacia sus objetos, un marcado ele­
mento compulsivo. Esto se ve bien en la suficiencia de los esquizoides.
También puede observarse en el impulso casi incontrolable, tan común­
mente experimentado por los soldados esquizoides y depresivos, de re­
tornar a sus mujeres o a sus hogares cuando se los separa de ellos
debido a las obligaciones militares. El abandono de la dependencia infantil,
implica un abandono de las relaciones basadas en la identificación prima­
ria, en favor de las relaciones con objetos diferenciados. En los sueños
el proceso de diferenciación está frecuentemente representado por el tema
de tratar de cruzar un abismo, aunque el cruce intentado puede también
tener lugar en un sentido regresivo. El proceso va acompañado por lo
general por considerable angustia, la que encuentra su típica expresión
en sueños de caída, como también en síntomas tales como la acrofobia y
la agorafobia. Por otra parte, la angustia provocada por el fracaso del
proceso se refleja en pesadillas que giran sobre el tema de estar prisio­
nero o encerrado bajo tierra o hundido en el mar, como también en el
síntoma de claustrofobia.
El proceso de diferenciación del objeto se hace particularmente im­
portante por el hecho de que la dependencia infantil se caracteriza no
sólo por la identificación, sino por una actitud de incorporación oral.
En virtud de este hecho, el objeto con el que está identificado el indivi­
duo es también un objeto incorporado, o para expresarnos con mayor
propiedad, el objeto en el cual está incorporado el individuo, es incorpo­
rado en el individuo. Esta extraña anomalía psicológica puede ser la
clave para muchos enigmas metafísicos. Sin embargo, es común encono
trar en sueños una equivalencia completa entre estar dentro de un objeto
y tener el objeto adentro de uno mismo. Por ejemplo, un enfermo soñó
que estaba en una torre, y sus asociaciones revelaron con claridad que
este tema representaba para él no sólo una identificación con la madre,
sino también la incorporación del pecho de la madre, e, incidentalmente,
del pene del padre.
Siendo ésta la situación, la tarea de diferenciar el objeto se resuelve
en el problema de expulsar un objeto incorporado, es decir, se trans­
forma en un problema de expulsar contenidos. En esto radica lo racional
de las "fases anales" de Abraham y es en este sentido que debemos bus­
car el significado de las técnicas anales que desempeñan un papel de
tanta importancia durante la etapa de transición. Es necesario señalar
que no estamos tergiversando las cosas y reconocer que un individuo no
ESTUDIO PSICOANAÚTICO DE LA PERSONALIDAD 55
se preocupa en esta etapa por la expulsión de contenidos, porque sea
anal, sino que es anal porque se preocupa en esta etapa por la expulsión
de contenidos.
Podemos formular ahora el gran conflicto de la etapa de transición,
como un conflicto entre la necesidad progresiva de dominar a la actitud
infantil de identificación con el objeto y el apremio regresivo de mantener
esta actitud. De esta forma, durante este período, la conducta del indi­
viduo se caracteriza por sus esfuerzos desesperados por separarse del
objeto y por los de lograr una unión con él, es decir, intentos desespe­
rados "por escapar de la prisión" y "por volver al hogar". Aunque una
de estas actitudes puede predominar, existe en- el primer caso una cons­
tante oscilación entre ellas, debido a la angustia que las acompaña. La
angustia que acompaña a la separación se manifiesta como temor al aisla­
miento, y la que acompaña a la identificación, como temor a ser en­
cerrado o aprisionado ("enjaulado y encerrado"). Es de notar que estas
angustias son esencialmente angustias fóhicas. De manera similar puede
deducirse que para la explicación del estado jóbico debemos tener en
cuenta el conflicto entre el apremio progresivo de separación del objeto
y la demanda regresiva de identificacic)n con él.
Debido a la íntima relación que existe entre identificación primaria
e incorporación oral y, consecuentemente, entre separación y expulsión ex­
cretoria, el conflicto del período de transición se presenta también como
un conflicto entre una necesidad de expulsar y de retener contenidos.
Tal como entre separación y reunión, tiende aquí a haber una constante
oscilación entre expulsión y retención, aunque cualesquiera de estas ac­
titudes puede tornarse dominante. Ambas van acompañadas de angustia:
la actitud de expulsión por un temor de ser vaciado o secado, y la actitud
de retención por un temor de estallar (acompañado o reemplazado a
menudo por el temor de una enfermedad interna, como el cáncer). Tales
angustias son esencialmente obsesivas y en este conflicto entre la necesidad
de expulsar y la de retener los objetos como contenidos, es donde radica
el estado obsesivo,
Por tanto, la técnica fóbica y la obsesiva, representan dos metodos
distintos de encarar el mismo conflicto básico, y éstos, a su vez, corres­
ponden a dos actitudes diferentes hacia el objeto. Desde el punto de
vista fóbico, el conflicto se establece entre el abandono y la vuelta hacia
el objeto. Por otra parte, desde el punto de vista obsesivo, el conflicto
radica entre la expulsión y retención del objeto. Se hace así evidente
que la técnica fóbica corresponde a una actitud pasiva, mientras que la
técnica obsesiva es de naturaleza esencialmente activa. La técnica obsesiva
representa también un grado más elevado de agresión dirigida hacia el
objeto, porque ya sea éste expulsado o retenido, está sujeto a un enérgico
control. El individuo fóbico debe elegir entre escapar del poder del objeto
o someterse a él. En otras palabras, mientras la técnica obsesiva es de
56 W. RONALD D. FAIRBAIRN

naturaleza esencialmente sádica, la técnica fóbica es esencialmente maso­


quista.
En el estado histérico podemos reconocer la actuación de otra téc­
nica que intenta encarar el conflicto básico del período de transición.
En este caso, el conflicto radicaría simplemente, entre la aceptación o
rechazo del objeto. La aceptación del objeto se manifiesta en forma
clara en las intensas relaciones amorosas que son tan típicas del histé­
rico, pero la exageración de estas relaciones emocionales hace sospe­
char que se está sobrecompensando un rechazo. Esta sospecha se con­
firma por la propensión del histérico a fenómenos de disociación. No
es necesario decir que éstos representan un rechazo de los genitales, pero
tal como lo hemos señalado, el análisis puede siempre desenmascarar
una identificación de los genitales rechazados con el pecho, como objeto
primario de los impulsos libidinosos durante el período de dependencia
infantil. Siendo así, es notable que lo que disocia el histérico sea un
órgano o función dentro de él mismo. Este hecho sólo puede tener un sig­
nificado: el de que el objeto rechazado es un objeto internalizado en el
cual hay una considerable identificación. Por otra parte, la sobrevalo­
ración que hace el histérico de sus objetos reales, no deja lugar a dudas
de que en su caso el objeto aceptado es un objeto externalizado. De
manera que el estado histérico se caracteriza por la aceptación del objeto
externalizado y el rechazo del objeto internalizado, o alternativamente
por externalización del objeto aceptado e internalización del objeto re­
chazado.
Si comparamos ahora los estados paranoides y los histéricos, nos
encontramos con una diferencia significativa. Mientras el histérico so­
brevalora los objetos del mundo exterior, el paranoico los considera como
perseguidores; y, mientras la disociación histérica es una forma de auto­
desvalorización, la actitud del paranoico es de una exagerada grandiosi­
dad. Por tanto, el estado paranoide debe ser considerado como la repre·
sentación del rechazo del objeto externalizado y la aceptación del objeto
internalizado, o alternativamente externalización del objeto rechazado e in­
ternalización del objeto aceptado.
Habiendo interpretado las técnicas histéricas y paranoides en tér­
minos de aceptación y rechazo de los objetos, podemos obtener intere­
santes resultados aplicando una interpretación similar a las técnicas Ió­
bicas y obsesivas. El conflicto subyacente del estado fóbico puede ser
formulado en forma concisa como un conflicto entre la evasión hacia
el objeto y la evasión desde el objeto. Por supuesto, en el primer caso, el
objeto es aceptado, mientras que en el segundo, es rechazado. Sin embargo,
en ambos casos el objeto es tratado como externo. Por otra parte, en el
estado obsesivo, el conflicto radica entre la expulsión y la retención de
contenidos. De manera que, en este caso, se trata a los objetos aceptados
y a los rechazados como internos. Si en el estaao fóbico los objetos
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 57
aceptados y los rechazados son tratados como externos y en el estado
obsesivo como internos, la situación con respecto a los estados histéricos
y paranoides es que uno de estos objetos es tratado como objeto exter­
nalizado y el otro como internalizado. En el estado histérico, el objeto
externalizado es el aceptado, mientras que en el estado paranoide, el
objeto externalizado es el rechazado. La naturaleza de las relaciones de
objeto características de las cuatro técnicas, es la siguiente:

Técnica Objeto aceptado Objeto rechazado

Obsesiva Intemalizado Internalizado


Paranoide Internalizado Externalizado
Histérica Externalizado 1nternalizado
Fóbica Externalizado Externalizado

Podemos resumir ahora brevemente los rasgos principales de la etapa


de transición entre la dependencia infantil y la adulta. El período de
transición se caracteriza por un proceso de desarrollo por el cual las
relaciones de objeto, basadas en la identificación, dan lugar, en forma
gradual, a relaciones con un objeto diferenciado. Por tanto, el desarrollo
satisfactorio durante este período depende del éxito que acompaña al
proceso de diferenciación del objeto, el que a su vez, depende del resul­
tado del conflicto con respecto a la separación del objeto, situación que
es deseada y temida. El conflicto en cuestión puede echar mano de una
o de las cuatro técnicas características, es decir, la obsesiva, la para­
noide, la histérica y la íóbica, y si las relaciones de objeto son insatis­
factorias, estas técnicas forman la base de característicos desarrollos psi.
copatológicos de la vida posterior. Las diversas técnicas no pueden
clasificarse en forma que correspondan a presuntos niveles del desarrollo
libidinoso. Por el contrario, deben ser considerados como técnicas alter­
nativas correspondientes todas a la misma etapa en el desarrollo de las
relaciones de objeto. Cuál de las técnicas es empleada o hasta qué punto
es utilizada cada una de ellas, depende en gran parte de la naturaleza de
las relaciones de objeto establecidas durante la etapa anterior de depen­
dencia infantil. Parecería depender en particular del grado en que los
objetos han sido incorporados y de las relaciones establecidas entre el yo
en desarrollo y sus objetos internalizados.

LA ETAPA DE DEPENDENCIA INFANTIL Y SU PSICOPATOLOCíA


Habiendo ya considerado la naturaleza del período de transición y
las defensas que lo caracterizan, dirigiremos nuestra atención al período
de dependencia infantil y a aquellos estados psicopatológicos que surgen
en este período. El rasgo sobresaliente de la dependencia infantil lo
constituye su carácter incondicional. El niño depende completamente de
58 W. RONALD D. FAIRBAIRN

su objeto, no sólo para asegurar su existencia y bienestar físico, sino


también para la satisfacción de sus necesidades psicológicas. Por supues­
to que los individuos maduros dependen en forma similar unos de otros,
tanto por sus necesidades psicológicas como también físicas. Sin em­
bargo, desde el punto de vista psicológico, la dependencia de los individuos
maduros no es incondicional. Por el contrario, el desamparo del niño es
sufíciente como para hacerlo depender en un sentido incondicional. Tam­
bién percibimos que mientras en el adulto la relación de objeto tiene una
considerable amplitud, en el niño tiende a ser concentrada sobre un solo
objeto. De manera que en éste, la pérdida de un objeto es mucho más
desoladora. Si un individuo maduro pierde un objeto, no importa cuán
importante sea para él, le quedan aún otros objetos. Tiene muchas otras
posibilidades. Más aún, posee una serie de objetos y puede abandonar
uno por otro. Por el contrario, el niño no puede elegir. No tiene otra
alternativa que aceptar o rechazar su objeto, alternativa que está expuesta
a presentársele como una elección entre la vida y la muerte. Su depen­
dencia psicológica es aún acentuada por la misma naturaleza de su relación
de objeto, porque, como ya hemos visto, está basada esencialmente en la
identificación. En el estado intrauterino, la dependencia se exhibe en su
forma más extrema y podemos deducir legítimamente que, desde el punto
de vista psicológico, este estado se caracteriza por un grado absoluto de
identificación y ausencia de diferenciación. Por tanto, podemos considerar
que la identificación representa la persistencia, en la vida extrauterina,
de una relación existente antes del nacimiento. Dado que la identificación
persiste después del nacimiento, el objeto del individuo constituye no sólo
su mundo, sino también él mismo, y como ya lo hemos señalado, es a este
hecho al que debemos atribuir la actitud compulsiva que muchos indi­
viduos esquizoides y depresivos tienen hacia sus obj etos,
El desarrollo normal se caracteriza por un proceso en el que la
progresiva diferenciación del objeto va acompañada por una análoga dis­
minución de la identificación, Empero, hasta tanto persiste la depen­
dencia infantil, la identificación continúa siendo el rasgo más caracterís­
tico de la relación emocional del individuo con su objeto. La dependencia
infantil es equivalente a la dependencia oral, hecho que debiera ser inter­
pretado, no en el sentido de que el niño es intrínsecamente oral, sino en
el de que el pecho es su objeto primario. Por tanto, durante las fases
orales, la identificación continúa siendo el rasgo más característico de la
relación emocional del individuo con su objeto. La tendencia a la iden­
tificación, tan típica de las relaciones emocionales durante estas fases,
invade también la esfera cognoscitiva, con el resultado que ciertos indi­
viduos oralmente fijados, basta con que oigan que otra persona sufre al­
guna enfermedad dada, para creer que ellos mismos la padecen. Por otra
parte, en la esfera connativa, la identificación tiene su contraparte el) la
incorporación oral, y la fusión de la identificación emocional con la incor­
poración oral es la que confiere a la etapa de dependencia infantil sus
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 59

rasgos más precisos. Estos rasgos se basan en la equivalencia fundamental


que tiene para el niño el estar en los brazos de la madre y el incorporar
los contenidos de su pecho.
El fenómeno del narcisismo, que es una de las. características sobre­
salientes de la dependencia infantil, es un estado que surge de la identi­
ficación con el objeto. El narcisismo primario puede ser simplemente
definido como un estado de identificación con el objeto, y el narcisismo
secundario como un estado de identificación con un objeto internalizado.
Mientras el narcisismo constituye un rasgo común de la fase oral primaria
y secundaria, la última fase difiere de la primera por el cambio que
tiene lugar en la naturaleza del objeto. En la fase oral primaria el objeto
natural es el pecho, pero en la fase oral secundaria, lo es la madre. La
transición de una a otra fase está, pues, marcada por la sustitución de un
objeto total (o persona), por un objeto parcial. Sin embargo, el objeto
continúa siendo tratado como un obj eto parcial (el pecho), con el resultado
de que la madre se transforma en un objeto de incorporación. La tran­
sición de la fase oral primaria a la secundaria, se caracteriza también por
el surgimiento de la tendencia a morder. De manera que, mientras en la
fase oral primaria la actitud libidinosa de chupar monopoliza la situación,
en la fase oral secundaria está en competencia con la correspondiente ac­
titud de morder. Por tanto, el morder debe ser considerado como un
propósito esencialmente destructivo y como prototipo de toda agresión di­
ferenciada. Consecuentemente, el comienzo de la fase oral secundaria se
caracteriza por una gran ambivalencia emocional. Es correcto considerar
a la fase oral primaria como preambivalente; esto no excluye el simple
rechazo del objeto sin el morder agresivo que caracteriza la fase oral
secundaria. Este rechazo no implica ambivalencia. La primera necesidad
oral de incorporar es, en esencia, una necesidad libidinosa en la que no
interviene la agresión ni aun como factor componente. El reconocimiento
de este hecho es de gran importancia para comprender el principal pro­
blema subyacente en los estados esquizoides, Es cierto que la necesidad
incorporativa es de efectos destructivos, en el sentido de que el objeto
comido desaparece. No obstante, la necesidad no es de fin destructivo.
Cuando un niño dice que "ama" a la torta, queda implícito que la torta
desaparecerá y será ipso lacto destruida. Al mismo tiempo, la destrucción
de la torta no es el fin del "amor" del niño. Por el contrario, la desapa­
rición de la torta es, desde el punto de vista del niño, una consecuencia
lamentable de su "amor" por ella. Lo que desea en realidad es comer la
torta y al mismo tiempo conservarla. Empero, si la torta es "mala", la es­
cupe o se enferma. En otras palabras, la rechaza, pero no la muerde por­
que sea mala. Este tipo de conducta es especialmente característico de la
fase oral primaria. .Lo típico es que mientras el obj eto se presente como
bueno, es incorporado, y mientras que se presente como malo, es recha­
zado; pero, hasta cuando es malo, no se hace ningún intento por destruirlo.
Por el contrario, el que es "destruido" es el objeto bueno, aunque sólo
60 W. RONALD D. FAIRBAIRN

incidental y no intencionalmente 11. En la fase oral secundaria, la situa­


ción es distinta, porque en esta fase el objeto puede ser mordido mientras
se presente como malo. Esto significa que la agresión directa, tanto como
la libido, puede ser dirigida hacia el objeto. De aquí la aparición de la
ambivalencia que caracteriza a la fase oral secundaria.
De acuerdo con lo expuesto, es evidente que el conflicto emocional
que surge durante la fase oral primaria con respecto a las relaciones de
objeto, toma la forma de la alternativa "chupar o no", es decir, "amar
o no". Éste constituye el conflicto subyacente en el estado esquizoide.
Por otra parte, el conflicto que caracteriza a la fase oral secundaria se
resuelve en la alternativa "chupar o morder", es decir, "amar u odiar",
lo que constituye el conflicto subyacente en el estado depresivo. En forma
similar, se verá que el mayor problema del individuo esquizoide, es cómo
amar sin destruir con su amor, mientras que el mayor problema del indi­
viduo depresivo es cómo amar sin destruir con su odio. Son dos problemas
muy distintos. Por supuesto, el conflicto subyacente del estado esquizoide
es mucho más devastador que el del estado depresivo, y dado que la
reacción esquizoide tiene sus raíces en una etapa del desarrollo, más tem­
prana que la de la reacción depresiva, el individuo esquizoide es menos
capaz de encarar los conflictos que el depresivo. Es debido a estos dos
hechos que la perturbación de la personalidad que se encuentra en la
esquizofrenia, es mucho más profunda que la que se encuentra en la de­
presión. La naturaleza devastadora del conflicto relacionado con la fase
oral primaria radica en el hecho de que si a un individuo le parece algo
terrible destruir a su objeto por medio del odio, le parece algo más terrible
aún destruirlo por medio del amor. La gran tragedia del esquizoide es que
su amor parece ser el que destruye. y la enorme dificultad que tiene en
dirigir su libido hacia los objetos de la realidad exterior, es debida a la
apariencia tan destructiva de su amor. Teme al amor y por tanto erige
barreras entre sus objetos y él mismo. Tiende a mantenerlos a distancia
y a alejarse de ellos. Rechaza a sus objetos y (al mismo tiempo), sustrae
su libido de los mismos. Esta sustracción de la libido puede ser llevada a
cabo en todos los sentidos. Puede llegar hasta el punto de provocar la
renuncia a todos los contactos emocionales y físicos con otros individuos,
al extremo de hacer abandonar todos los enlaces libidinosos con la rea­
lidad exterior, a que se desvanezcan todos los intereses del mundo circun­
dante y a que todo carezca de sentido. En la proporción en que la libido
es sustraída de los objetos exteriores, es dirigida hacia objetos interna­
lizados, y en la proporción que esto acontece el individuo se torna intro­
vertido. Mi punto de vista de que el "introvertido" es esencialmente un
esquizoide, se fuudamenta en la observación de que este proceso de intro­
versión es típico de los estados esquizoides. Los valores del esquizoide
se encuentran, en esencia, en la realidad interior. En lo que a él respecta,

\~11 Esta situación es considerada extensamente en el capítulo anterior.


ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONAUDAD 61
el mundo de los objetos internalizados sobrepasa siempre al mundo de
los objetos exteriores y en la proporción en que esto acontece, pierde sus
objetos reales.
Si la pérdida del objeto real fuera el único trauma del estado esqui­
zoide, la posición del esquizoide no sería tan precaria. Sin embargo, es
necesario tener en cuenta las vicisitudes del yo que acompañan a la pérdida
del objeto. Ya nos hemos referido al narcisismo que procede de una
excesiva libidinización de los objetos internalizados, y tal narcisismo es
especialmente característico del esquizoide. Al mismo tiempo, encontramos
siempre una actitud de superioridad que puede manifestarse en la con­
ciencia con graduaciones variables, como un verdadero sentimiento de
superioridad. Empero, es de notar que esta actitud, se basa en una orien­
tación hacia los objetos internalizados y que en la relación con los
objetos del mundo de la realidad exterior, la actitud del esquizoide es
esencialmente de inferioridad. Es cierto que la inferioridad orientada ha­
cia el exterior puede estar oculta tras una fachada de superioridad que se
basa en la identificación de los objetos exteriores con los internalizados.
Sin embargo, está siempre presente y es evidencia de. una debilidad del
yo. Lo que más compromete al desarrollo del yo en el esquizoide, es el
dilema aparentemente insoluble que acompaña a la orientación de la li­
bido hacia los objetos. Por supuesto, el fracaso en dirigir la libido hacia
el objeto, es equivalente a la pérdida del mismo; pero, dado que desde el
punto de vista del esquizoide, la libido es destructiva, el objeto igual se
pierde cuando la libido es dirigida hacia él. De esta manera, resulta com­
prensible que si el dilema se torna lo suficientemente intenso, se produce
un completo impasse que reduce al yo a un estado de impotencia total. El
yo se vuelve incapaz de expresarse, y en la medida en que esto acontece,
se compromete su existencia. Las siguientes observaciones hechas por un
enfermo durante una sesión analítica, constituyen un buen ejemplo: "No
puedo decir nada. No tengo nada que decir. Estoy vacío. No hay nada
dentro de mí. .. Me siento inútil. No he hecho nada ... Me he tornado
frío e insensible. No siento nada. No puedo expresarme. Me siento fú­
til". Tales descripciones ilustran no sólo el estado de impotencia al que
queda reducido el yo, sino también el grado en el que su existencia queda
comprometida por el dilema esquizoide. La última observación del en­
fermo citado, es quizá particularmente significativa, como para llamar la
atención sobre el afecto característico del estado esquizoide, ya que el
afecto característico de este estado es, sin ninguna duda, un sentimiento
de futilidad.
Entre otros fenómenos esquizoides podemos mencionar el sentimiento
de estar destruido, de irrealidad, la intensa autoconciencia y un senti­
miento de autoobservación. En conjunto, estos distintos fenómenos indio
can claramente que una escisión real del yo ha ocurrido. Esta escisión es
más importante que la impotencia y el empobrecimiento ya señalados. Por
62 W. RüNALD D. FAIRBAIR:\"

tanto parecería que la sustracción de la libido de los objetos exteriores da


como resultado una intensificación de los efectos de la escisión y de la
escisión en sí misma. Este hecho es particularmente significativo como
evidencia del grado en que la integridad del yo depende de las relaciones
de objeto en contraste con las actitudes libidinosas.
1\0 es suficiente establecer que la escisión del yo que caracteriza a
los estados esquizoides agudos, sea sólo debida a una sustracción de la
libido de las relaciones de objeto, porque tal sustracción sigue aún actúan­
do. La libido puede ser sustraída en varios grados, hasta de aquella parte
de la psique que está, por así decir, más cerca de los objetos exteriores.
Puede ser sustraída del dominio de 10 consciente y dirigida hacia el incons­
ciente. Cuando esto sucede, es como si el mismo yo fuera retirado hacia
el inconsciente, pero la posición real parecería ser que cuando la libido
abandona la parte consciente del yo (tal como acontece), la parte incons­
ciente del yo es todo lo que queda para comportarse como un yo actuan­
te. En casos extremos, la libido parecería abandonar hasta la parte in­
consciente del yo y recaer en el ello primario, dej ando sólo en la superficie
el cuadro con el que nos ha familiarizado Kraepelin en su descripción
de la fase final de la demencia precoz. Constituye un problema debatible
si esta sustracción total de la libido puede apropiadamente ser atribuida
a la represión, si bien es cierto que puede dar esa impresión en los casos
en los que el proceso se restringe a una sustracción de las relaciones de
objeto. De todos modos, estoy seguro, por afirmacioncs de un enfermo
esquizoide muy inteligente. que el efecto de la sustracción de la libido "es
muy diferente" del de la simple represión. No obstante, no hay duda de
que la sustracción de la libido de la parte consciente del yo, tiene el efecto
de aliviar la tensión emocional y mitigar el peligro de violentas explosio­
nes de acción precipitada. En el caso del enfermo mencionado, tal sus­
tracción tenía lugar justamente después de una explosión violenta. Tam­
poco puede haber duda de que gran parte de la angustia de los individuos
esquizoides representa, en realidad, el temor por la ocurrencia de tales
explosiones. Este temor se manifiesta por lo común como el temor de en­
loquecer o de que suceda un desastre inminente. Por tanto. es posible que
una sustracción total de la libido tenga el significado de un esfuerzo
desesperado por parte de un yo amenazado con la desintegración, para
evitar toda relación con objetos exter io res, por represión de los impulsos
básicos libidinales que incitan al individuo a realizar contactos e.rnucio­
nales. Por supuesto, en el caso del esquizo ide, estos impulso- so n, en
esencia, orales. Cuando este esfuerzo c,;tá cerca de l()~rarse. el individuo
comienza a decirnos que siente como :-oi 110 fuera nada de él. o como si
hubiera perdido su identidad. o como si hubiera muerto. () corno si hubie­
ra dejado de existir. El hecho es que al renunciar a la lillido. el yo re­
nuncia a la energía que lo sustenta. v así se pierde. La [J(;nlida del yo
constituye el último desastre psicupatológico que trata dt· t'\ it a r el esqui­
zoide luchando constantemente. cun ma v»r tj menor éxito. utilizando lodas
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 63

las técnicas de valor (incluyendo las técnicas de la etapa de transición),


para control de su libido. Por tanto, en esencia, el estado esquizoide no
es una defensa, si bien es cierto que pueden hallarse defensas en él. Re­
presenta el mayor desastre que le puede acontecer a un individuo que ha
fracasado en el intento de superar la fase oral primaria de dependencia.
Si el gran problema con que se aboca el individuo en la fase
oral primaria, es el de cómo amar al objeto sin destruirlo con su amor, el
gran problema con que se enfrenta en la fase oral secundaria, es el de
cómo amarlo sin destruirlo con su odio. Así, dado que la reacción de­
presiva tiene sus raíces en la fase oral secundaria, la mayor dificultad
del individuo depresivo la constituye la disposición de su odio más que
la de su amor. Dado lo terrible de esta dificultad, el depresivo evita, de
cualquier modo, la experiencia devastadora de sentir que su amor es
malo. Ya que de cualquier forma su amor parece ser bueno, continúa
siendo intrínsecamente capaz de establecer una relación libidinosa con
objetos exteriores, en un sentido en el que no es capaz el esquizoide. Su
dificultad en mantener tal relación surge de su ambivalencia, la que 8
su vez se origina en el hecho de que durante la fase oral secundaria
pudo sustituir su agresión directa (morder), en forma más exitosa que
el esquizoide, por el simple rechazo del objeto. Sin embargo, a pesar
de que su agresión ha sido diferenciada, ha fracasado en cierto grado en
lograr el paso posterior del desarrollo representado por la dicotomía del
objeto. La realización de este paso lo hubiera capacitado a disponer de su
odio, dirigiéndolo, predominantemente, por lo menos hacia el objeto re­
chazado, y lo hubiera dejado en libertad de dirigirse hacia su aceptado
objeto de amor, que fue relativamente poco cargado de odio. En la me­
dida en que ha fracasado la realización de este paso, el depresivo continúa
en aquel estado que caracteriza su actitud hacia su objeto durante la fase
oral secundaria. Por supuesto, su objeto externo durante esa fase fue un
objeto total (la madre). No obstante, fue tratado como un objeto parcial
(el pecho), y su actitud libidinosa hacia él fue incorporativa. El objeto
incorporado del depresivo pasa a ser un objeto total indiviso, hacia el
que adopta una actitud ambivalente. En el depresivo, la presencia de tal
situación interior es menos inutilizante que en el esquizoide, en lo que
se refiere a las adaptaciones exteriores, porque no existe en él la terrible
barrera que obstruye la afluencia de la libido al exterior. Por tanto, el
depresivo establece con rapidez contactos libidinosos con otros seres, y
si estos contactos le son satisfactorios, su evolución a través de la vida se
realiza con suavidad. Empero, la situación interior está siempre presente
y si sus relaciones libidinosas son perturbadas, se reactiva con rapidez.
Cualesquiera de tales perturbaciones hace actuar de inmediato al elemento
de odio de su actitud ambivalente, y cuando éste es dirigido hacia el
objeto internalizado, sobreviene una. reacción depresiva. Claro está que
cualquier frustración en sus relaciones de objeto, equivale funcionalmen­
te a la pérdida parcial o total del objeto, y dado que la depresión aguda
64 W. RONALD D. FAIRBAIRN

suele ser comúnmente un resultado de la pérdida real del objeto (ya sea
por muerte de una persona amada o por cualquier otra forma), ésta debe
ser considerada como el trauma esencial que da origen al estado de­
presivo.
A primera vista puede parecer que lo expuesto deja sin explicar el
hecho de que una reacción depresiva sigue tan comúnmente a las injurias
físicas o a las enfermedades. Evidentemente, las injurias físicas y las
enfermedades representan una pérdida. Sin embargo, lo que se pierde en
realidad no es el objeto, sino una parte del individuo mismo. Decir que
tal pérdida, por ejemplo, de un ojo o una pierna, representa una cas­
tración simbólica, no nos adelanta en nada, ya que aun queda por ex­
plicar por qué una reacción que es característicamente provocada por la
pérdida del objeto, puede también ser provocada por la pérdida de una
parte del cuerpo. La verdadera explicación radica en el hecho de que el
individuo depresivo permanece aun en gran parte en un estado de iden­
tificación infantil con su objeto. Por tanto, para él la pérdida corporal
equivale funcionalmente a la pérdida del objeto, y esta equivalencia está
reforzada por la presencia de un objeto internalizado que, por así decir.
inunda el cuerpo del individuo y le confiere un valor narcisístico.
Queda aún por explicar el fenómeno de la melancolía involutiva. Por
supuesto, existen muchos psiquiatras que tienden a considerar la etiología
de este estado como por completo distinta a la de la "depresión reacti­
va". Sin embargo, ambos estados, desde un punto de vista clínico, tienen
lo suficiente en común como para justificar el que invoquemos el prin­
cipio de entia non sunt multiplicanda praeter necesitatem, y en realidad,
no es difícil explicarlos bajo principios similares. La melancolía involu­
tiva está, por definición, estrechamente relacionada con el climaterio, y
éste parecería ser evidencia de una definida disminución de apremios li­
bidinosos. Sin embargo, no puede decirse que haya una disminución
equivalente de la agresión. El equilibrio entre los apremios libidinosos y
los agresivos, es así perturbado, y lo que es más, en el mismo sentido
en que el odio de un sujeto ambivalente es activado por la pérdida del
objeto. Por tanto, en un individuo de tipo depresivo, el climaterio tiene
el efecto de establecer la misma situación que, en lo que se refiere a las
relaciones de objeto, provoca la pérdida real del mismo, y el resultado
es una reacción depresiva. No es difícil explicar que la perspectiva del
mejoramiento en la melancolía involutiva, es menos esperanzada que en
la depresión reactiva, porque mientras en el último caso la libido es aún
aprovechable para una restauración del equilibrio, en el primero no lo
es. La melancolía involutiva parece así ajustarse a la configuración ge·
neral del estado depresivo y no nos impone la necesidad de modificar la
conclusión ya encarada, de que en éste la pérdida del objeto constituye
el trauma básico subyacente. Al igual que en el estado esquizoide, no
constituye una defensa. Por el contrario, es un estado contra el que el
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 6S

individuo busca defenderse por medio de técnicas (incluyendo las de la


etapa de transición), que utiliza para controlar su agresión. Representa
el mayor desastre que puede sucederle al individuo que no ha logrado
superar la fase oral secundaria de la dependencia infantil.
De acuerdo con lo expuesto, nos enfrentamos con dos estados psico­
patológicos básicos, que surgen por el fracaso del individuo en establecer
una relación de objeto satisfactoria durante el período de dependencia in­
fantil. El primero, es decir, el estado esquizoide, está vinculado con una
relación de objeto insatisfactoria durante la fase oral primaria, y el
segundo, es decir, el estado depresivo, está vinculado con una insatisfac­
toria relación de objeto durante la fase oral secundaria. Sin embargo, del
análisis de los individuos esquizoides y del de los depresivos surge con
claridad que las insatisfactorias relaciones de objeto durante la fase oral
primaria y secundaria, sólo dan lugar a sus efectos psicopatológicos ca­
racterísticos cuando éstas continúan siendo insatisfactorias durante los
años siguientes de la temprana infancia. Por tanto, debe considerarse
que los estados esquizoides y depresivos dependen de una reactivación
regresiva, durante la temprana infancia, de situaciones surgidas, respec­
tivamente, durante la fase oral primaria y la secundaria. En cada caso, la
situación traumática es aquella en la que el niño siente que no es amado
como persona y que su amor no es aceptado. Si la fase en la que las
relaciones de objeto han sido preminentemente insatisfactorias, es la fase
oral primaria, este trauma provoca en el niño una reacción que estructura
la idea de que no es amado porque su propio amor es malo y destructivo
y esta reacción provee la base para una subsecuente tendencia esquizoide.
Si, por otra parte, la fase en la que las relaciones de objeto han sido
preminentemente insatisfactorias, es la fase oral secundaria, la reacción
provocada en el niño estructura la idea de que no es amado debido a la
maldad y destructividad de su odio, lo que provee la base para una sub­
secuente tendencia depresiva. Por supuesto, que el hecho de que en cada
caso dado una tendencia esquizoide o depresiva dé lugar eventualmente
a un real estado esquizoide o depresivo, depende de las circunstancias que
el individuo debe enfrentar en su vida posterior. Pero el factor deter­
minante más significativo es el grado en el que los objetos han sido
incorporados durante las fases orales. Las diversas técnicas defensivas
que caracterizan, a la etapa de transició n (es decir, la obsesiva, la para­
noide, la histérica y la fóbica), representan intentos para encarar las
dificultades y conflictos que acompañan a las relaciones de objeto, debido
a la persistencia de los objetos incorporados. Por tanto, estas técnicas de­
fensivas se resuelven en diferentes métodos para controlar una tendencia
esquizoide o una depresiva, de acuerdo a cómo fueron en la fase oral
tado esquizoide o depresivo, de acuerdo con el caso. ~hí donde está pre­
sente una tendencia esquizoide, las técnicas representan métodos designados
para evitar el desastre psicopatológico final que sigue a la pérdida del yo,
y donde está presente una tendencia depresiva, representan a los métodos
66 W. RONALD D. F AIRBAIRN

designados para evitar el desastre psicopatológico final que srgue a la


pérdida del objeto.
Naturalmente, debe reconocerse que nadie que haya nacido en este
mundo. es tan afortunado como para gozar de una relación de objeto pero
fecta durante el impresionable periodo de dependencia infantil o durante
el período de transición que le sigue. Por consecuencia, nadie se eman­
cipa por completo del estado de dependencia infantil o de algún grado
proporcionado de fijación oral, ni nadie tampoco ha escapado por com­
pleto a la necesidad de incorporar sus objetos primarios. Puede deducirse,
por tanto, que está presente en todos o bien una tendencia subyacente
esquizoide o una depresiva, de acuerdo a cómo fueron en la fase oral
primaria o en la secundaria las dificultades que principalmente han acom­
pañado a las relaciones infantiles de objeto. Nos introducimos así en el
concepto de que cada individuo puede ser clasificado como perteneciente
a uno de los dos tipos psicológicos básicos: el esquizoide y el depresivo.
Es necesario no conceder a estos dos tipos más que un significado feno­
menológico. Sin embargo, es imposible ignorar el hecho de que en la
determinación de estos dos tipos, el factor hereditario tiene alguna actua­
ción, por ejemplo, la relativa intensidad de las tendencias innatas a suc­
cionar y morder.
Esto nos recuerda la teoría dual de Jung de los tipos psicológicos,
para quien el "introvertido" y el "extrovertido" representan tipos tun
damentales en cuya constitución no intervienen primariamente los factores
psicopatológicos. Mi propia concepción con respecto a los tipos básicos
difiere de la de 1ung no sólo en el hecho de que describo a los dos tipos
básicos como "esquizoide" y "depresivo", respectivamente, sino en que
considero que un factor psicopatológico interviene en la constitución de
los tipos tratados. Sin embargo, existe otra concepción dualista esencial
de tipos psicológicos, que está mucho más de acuerdo con mi concepción
que con la de Jung, es decir, la expuesta por Kretschmer en sus trabajos
Physique and Character y The Psychologie o/ Men 01 Genius, y según II
cual los dos tipos psicológicos básicos son el "esquizotímico" y el "cicloti
mico". Tal como lo implican estos términos, considera al individuo ciclo
tímico como predispuesto a psicosis circulares o maníaco-depresivas, y a:
esquizotímico, a la esquizofrenia. Existe, por tanto, un sorprendente acuerde
entre las conclusiones de Kretschmer y mis propios descubrimientos, acuer
do tanto más sorprendente dado que mis puntos de vista, a diferencia d(
los suyos, han sido obtenidos por medio de un enfoque esencialmente
psicoanalítico. La única diferencia importante entre ambos, surge de
hecho de que Kretschmer considera la diferencia de temperamento entn
los tipos como basada esencialmente en factores constitucionales, y atri
buye sus propensiones psicopatológicas a esta diferencia de temperamentos
mientras que mi punto de vista es que los factores psicopatológicos qu.
surgen durante el período de dependencia infantil, contribuyen considera
blemente a la diferencia de temperamento. Sin embargo, hay suficienti
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 67

acuerdo entre los conceptos de Kretschmer y los expuestos en este trabajo,


como para proveer algún apoyo independiente a mis conclusiones de que
los estados esquizoide y depresivo representan dos condiciones psicopato­
lógicas fundamentales, en relación con los cuales todos los demás desa­
rrollos psicopatológicos son secundarios. Los puntos de vista de Kretsch­
mer proveen también un apoyo independiente a la conclusión de que tanto
la tendencia esquizoide subyacente como una depresiva, está presente hasta
cierto punto en todos los individuos, y que en lo que se refiere a sus
propensiones psicopatológicas, todos pueden ser clasificados sobre esta
base.
Toda teoría de tipos básicos se enfrenta inevitablemente con el pro­
blema de los "tipos mixtos". Kretschmer reconoce abiertamente la existen­
cia de los tipos mixtos y explica su determinación por el hecho de que
la estructuración de un tipo es gobernada por el equilibrio de dos gru­
pos de factores biológicos antagónicos (y quizá hormonales), que pueden,
no comúnmente, estar equilibrados. De acuerdo con los conceptos
presentados, la incidencia de tipos mixtos ha de ser explicada, no tanto
en términos del equilibrio de los elementos antagónicos, sino en términos
de la relativa intensidad de las fijaciones en las fases del desarrollo.
La tendencia esquizoide se establece allí donde las dificultades con respecto
a las relaciones de objeto tienen lugar, sobre todo, durante la fase oral
primaria, y las dificultades en las relaciones de objeto que tienen lugar
preminentemente durante la fase oral secundaria, dan lugar al estable­
cimiento de una tendencia depresiva. Sin embargo, en la medida en que
estas dificultades son distribuidas en forma imparcial entre las dos fases,
podemos esperar encontrar superimpuesta a una fijación en la fase oral
primaria, una fijación en la fase oral secundaria, y en este caso encono
traremos una tendencia esquizoide más profunda, subyacente a una ten­
dencia depresiva. No hay ninguna duda de que pueda ocurrir este fenó­
meno, y por cierto puede considerarse que hasta la persona más "nor­
mal" tiene potenciales esquizoides en los niveles más profundos. También
no hay duda de que la persona más "normal" puede deprimirse en ciertas
circunstancias. En forma similar, los esquizoides no son por completo
inmunes a la depresión y los depresivos exhiben a veces ciertas caracte­
rísticas esquizoides. El hecho de que se establezca en cada caso dado un
estado depresivo o uno esquizoide, depende sin duda, en parte, de si las
circunstancias precipitantes toman la forma de pérdida real del objeto o de
dificultades en las relaciones de objeto; y donde existe un equilibrio como
pleto entre fijaciones en la fase oral primaria y la secundaria, éste puede
ser el factor determinante. Sin embargo, el factor más importante continúa
siendo el grado de regresión provocado, determinado primariamente por
la relativa intensidad de las fijaciones. En última instancia, el grado de
regresión depende de si el problema del individuo radica en la colocación
de su amor o en la de su odio, y hay pocos individuos en quienes la co­
locación del amor y la del odio presentan las mismas dificultades.
CAPÍTULO III

LA REPRESIÓN Y EL RETORNO DE LOS

OBJETOS MALOS

CON ESPECIAL REFERENCIA A LAS "NEUROSIS DE GUERRA" 1

(1943)

1. LA IMPORTANCIA DE LAS RELACIONES DE OBJETO

EN LAS PRIMERAS ÉPOCAS del pensamiento analítico, Freud se interesó, en


forma particular, por la naturaleza y destino del impulso, hecho del que
es testimonio elocuente la formulación de su famosa teoría de la libido.
De esta manera, la psicopatología moderna se basó esencialmente en una
psicología del impulso, y la teoría de la libido continuó siendo una de
las piedras fundamentales del edificio del pensamiento psicoanalítico, si
bien es cierto que, en general, sólo se la acepta en la actualidad con las
modificaciones introducidas por Abraham, en deferencia a consideracio­
nes del desarrollo. Sin embargo, Freud nunca quiso dar a entender que
todos los problemas de la psicopatología podrían resolverse en términos
de la psicología del impulso. En sus últimas épocas, que pueden ubicarse
adecuadamente en el tiempo en que publicó- su trabajo El yo y el ello,
se interesó, en forma predominante, por el desarrollo y las vicisitudes del
yo. De esta manera, se superimpuso y pasó a formar· parte de una psico­
logía del impulso ya establecida, una psicología evolutiva del yo; y cuales­
quiera que hayan sido los desarrollos que en el pensamiento analítico
haya sufrido con posterioridad la psicología del yo, la teoría subyacente
de la libido no ha experimentado modificaciones de importancia, hecho
que considero muy lamentable. Desafortunadamente no podemos examinar
en esta ocasión las razones que me han conducido a esta forma de pensar.
Será suficiente con que diga que han influido en ello, tanto considera­
ciones clínicas y psicoterapéuticas, como teóricas. No obstante, expondré
en forma breve mi punto de vista. Creo que ya es tiempo de que la
atención del psicopatólogo, centralizada en el pasado, primero sobre el
impulso y luego sobre el yo, se concentre sobre el objeto hacia el que se

1 Publicado en el Britisli [ournal 01 Medical Psychology, vol. XIX, págs. 3 y 4;


ahora contiene correcciones de poca monta.
69
70 W. RONALD D. FAIRBAIRN

dirige el impulso. Para expresarme con mayor claridad, diré que ha lle­
gado el momento de que se establezca una psicología de las relaciones de
objeto. La obra de Melanie Klein ya ha preparado el terreno para tal
evolución del pensamiento, y por cierto que sólo a la luz de su concepto
de objetos internalizados, se puede esperar que el estudio de las rela­
ciones de objeto dé origen a importantes resultados para la psicopatología.
Desde mi punto de vista, puede decirse que la psicología comprende el
estudio de las relaciones del individuo con sus objetos, mientras que, en
términos similares, puede decirse que la psicopatología comprende, en for­
ma más específica, el estudio de las relaciones del yo con sus objetos
internalizados. He expuesto mis ideas por primera vez, en un artículo ti­
tulado "Revisión de la psicopatología de las psicosis y psiconeurosis", pu­
blicado recientemente en The Internacional [ournol o/ Psycho-Analysis.
(Capítulo 11).
Dos de las conclusiones más importantes formuladas en este artículo,
son las siguientes: 19 , que en comparación con las relaciones de objeto,
las actitudes libidinosas son relativamente de poca importancia, y 2 9 , que
el propósito final de la pulsión libidinosa lo constituye el objeto y no la
gratificación. Estas conclusiones implican una reforma completa de la clá­
sica teoría de la libido, tarea que he intentado realizar en el artículo men­
cionado. En el presente trabajo trataré de establecer cuáles son las reper­
cusiones que tiene sobre la clásica teoría de la represión, el punto de vista
de que la libido es esencialmente dirigida hacia los objetos. Sería difícil
exagerar la importancia de tal empresa, ya que aún hoyes exacto lo que
dijo Freud en 1914: "La doctrina de la represión es la piedra funda­
mental sobre la que descansa toda la estructura del psicoanálisis" 2. (Pre­
feriría substituir la palabra "doctrina" por "teoría",')

2. LA NATURALEZA DE LO REPRIMIDO
Es de notar, que cuando en las primeras épocas Freud dirigió su
atención en forma particular a los problemas relacionados con la natu­
raleza y el destino del impulso, estaba esencialmente interesado por lo
reprimido. Por otra parte, cuando en El yo yel ello se ocupó de los
problemas relacionados con la naturaleza y el desarrollo del yo, trans­
firió su interés, en forma deliberada, de ]0 reprimido al trabajo de la
represión. Empero, si es cierto que la libido (y el impulso en general),
es esencialmente dirigida hacia los obj etos (y no hacia la gratificación),
éste es el momento oportuno para volcar nuestra atención, una vez más,
hacia lo reprimido; porque si en 1923, Freud tuvo razón al decir que:
"La investigación patológica ha centralizado nuestro interés, en forma
demasiado exclusiva sobre lo reprimido" 3, en la actualidad nos asiste la

2 Collected Papers, 1, 1924, 297.

3 El yo y el ello, 1927, "Obras Completas", tomo IV, pág. 236.

ESTUDIO, PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 71

misma razón al establecer que nuestro interés está centralizado, en forma


demasiado exclusiva, sobre las funciones represoras del yo.
En El yo y el. ello, en su exposición sobre las funciones represoras del
yo, dice Freud: "Sabernos que, en general, el yo lleva a cabo las represio­
nes en provecho y al servicio del superyó" 4. Si las relaciones de objeto
son tan enormemente significativas como he llegado a creer, esta afir­
mación pasa a tener una particular importancia, ya que, si tal como lo
ha dicho Freud, el superyó representa un "residuo de las primeras elec­
ciones de objeto realizadas por el ello" 5, puede considerarse a esta estruc­
tura endopsiquica, como un objeto internalizado con el que el yo tiene
una relación. Como lo ha establecido Freud con tanta exactitud, esta
relación se basa en un proceso de identificación. Por supuesto que la
identificación del yo con el superyó es raramente completa, si es que
alguna vez se lleva a cabo. Pero, mientras exista, se debe considerar a la
represión como función de la relación del yo con un objeto internali­
zado, al que se acepta como "bueno". Me siento en la necesidad de con­
fesar que la última cita de Freud es una frase que he mutilado deliberada­
mente para poder formular un punto de vista. Sabemos que este tipo de
citas son perjudiciales y, por lo tanto, me apresuro a corregirla, ya que
la mutilación de la que soy responsable, ha cumplido con su cometido.
La oración completa dice: "Pero, el superyó no e3 sólo un residuo de las
primeras elecciones de objeto realizadas por el ello, sino también u.na
enérgica formación reactiva contra las misTTW.3" (bastardilla del autor) ..
Teniendo en cuenta la cita completa, se hace dudoso si las relaciones del
yo con los objetos internalizados pueden ser descritas, en forma com­
pleta, en términos de una relación entre el yo y el superyó. Es de notar,
que ya sea el caso de que la identificación sea fuerte y el yo se someta a
los requerimientos del superyó, o en el caso de que la identificación sea
débil y el yo se oponga a los requerimientos del superyó, éste continúa
siendo para el yo un objeto "bueno". Se plantea entonces el problema
de si no existen también objetos "malos" internalizados, con los que el
yo puede identificarse en grados variables. La obra de Melanie Klein
no deja lugar a dudas de que tales objetos malos se encuentran en la
psique. Por lo tanto, la necesidad de una psicología basada en las rela­
ciones de objeto, nos llevará a deducir que si la clave del trabajo de la
represión radica en la relación del yo con los objetos buenos interna­
liza dos, la clave de la naturaleza de lo reprimido ha de radicar en la
relación del yo con los objetos malos internalizados.
Recordemos que en su formación original del concepto de represión,
Freud describió a lo reprimido como el conjunto de recuerdos intolerables
contra cuyo displacer la represión provee al yo de un medio de defensa.
Freud descubrió que los recuerdos nucleares contra los que se dirigía esta

4 lbíd, pág. 273.

~ lbid, pág. 253.

72 w. RONALD D. FAlRBAlRN

defensa, eran de naturaleza libidinosa, y con el fin de explicar por qué


los recuerdos libidinosos, intrínsecamente placenteros, podían tornarse 00­
lorosos, recurrió al concepto de que los recuerdos reprimidos eran 0010­
rosos por ser culpables. Del mismo modo, para explicar por qué los re­
cuerdos podían ser culpables, recurrió al concepto de la situación edipica.
Cuando, subsecuentemente, formuló su concepto del superyó, lo describió
como a algo que afectaba la represión de la situación edipica y atribuyó
su origen a la necesidad, por parte del yo, de una defensa interior contra
los impulsos incestuosos. De acuerdo con este punto de vista, estableció
que lo reprimido estaba formado, esencialmente, por impulsos culpables, y
explicó que la represión de los recuerdos se debía a la culpa de los im­
pulsos que intervenían en las situaciones perpetuadas por tales recuerdos.
Sin embargo, teniendo en cuenta las consideraciones expuestas, se plantea
el problema de si la concepción original de Freud con respecto a la na­
turaleza de lo reprimido, no se acercaba más a la verdad, y de si la
represión de los impulsos no es un fenómeno más superficial que la re­
presión de los recuerdos. No obstante, me aventuro a formular el con­
cepto de que lo que se reprime primariamente, no son los intolerables
impulsos culpables ni los intolerables recuerdos desagradables, sino los in­
tolerables objetos malos internalizados. De esta manera, los recuerdos se
reprimen sólo porque los objetos comprendidos en tales recuerdos están
identificados con objetos malos internalizados, y los impulsos se reprimen
sólo porque los objetos con los cuales tales impulsos incitan al individuo
a tener una relación, son, desde el punto de vista del yo, objetos malos.
En realidad, la posición con respecto a la represión de los impulsos, sería
la siguiente. Los impulsos se tornan malos si se dirigen hacia objetos
malos. Si tales objetos son internalizados, se internalizan los impulsos
dirigidos hacia ellos, y la represión de los objetos malos internalizados,
implica, como fenómeno concomitante, la represión de los impulsos. Em­
pero, debe señalarse que lo que primariamente se reprime, son los objetos
malos internalizados.

3. Los OBJETOS REPRIMIDOS

Después de haber reconocido que la repreSlOn es primariamente di­


rigida contra los objetos malos, este hecho adquiere la complejidad de
uno de esos fenómenos evidentes que con tanta frecuencia se pasan por
alto y que son a menudo los más difíciles de aclarar. En una época, tuve
oportunidad de examinar a muchos niños difíciles, y recuerdo que lo que
me impresionó especialmente fue la mala disposición que tenían aquellos
que habían sido víctimas de ataques sexuales, de mencionar las experien­
cias traumáticas que habían sufrido. Lo que más me confundió' fue que
cuanto más inocente era la víctima, mayor era su resistencia a la anam­
nesis. En cambio, no tuve tales dificultades al examinar a individuos que
habían cometido delitos sexuales. Esta situación me llevó a pensar que estos
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 73

fenómenos sólo podían explicarse, presumiendo que la víctima de un ataque


sexual se resistía a revivir el recuerdo traumático, debido a la culpa sen­
tida por la inesperada gratificación de los impulsos libidinosos a los que
el yo había renunciado, y que habían sido reprimidos, mientras que el
ofensor sexual no tenía el mismo grado de culpa y, como consecuencia,
no manifestaba un tal grado de represión. Siempre dudé de la exactitud
de esta explicación. pero, entonces, me pareció la más acertada. En cam­
bio, desde mi punto de vista actual, es completamente fútil. Creo ahora
que la víctima del ataque sexual se resiste a revivir el recuerdo traumático,
porque éste constituye el testimonio de una relación con un objeto malo.
Con excepción de los individuos muy masoquistas, es difícil concebir que la
experiencia de ser violado, proporcione alguna gratificación. Para el tér­
mino medio de los indivduos, tal experencia no es culpable sino simple.
mente "mala". No es intolerable porque gratifique impulsos reprimidos,
sino por la misma razón por la que un niño se sobrecoge de terror ante
un extraño que entra a su casa. Es intolerable porque un objeto malo
siempre lo es, y una relación con un tal objeto nunca puede ser encarada
con ecuanimidad.
Es interesante señalar que el niño vive la relación con un objeto
malo, no sólo como algo intolerable sino también como algo vergonzoso.
Por lo tanto, puede inferirse que si un niño se siente avergonzado de
sus padres (como sucede con tanta frecuencia), es porque éstos son para
él objetos malos. En este mismo sentido es en el que debemos buscar
la explicación de por qué la víctima de un ataque sexual se siente aver­
gonzada por haber sido atacada. El hecho de que la relación con un
objeto malo sea vergonzosa, sólo puede ser satisfactoriamente explicado
presumiendo que en la temprana infancia todas las relaciones de objeto
están basadas en la identificación 6. Deducimos así, que si al niño le
parecen malos sus objetos, él mismo se considera malo, y podemos esta­
blecer, en forma categórica, que si un niño se siente malo es, invaria­
blemente, porque tiene objetos malos. Lo mismo podemos decir si se
porta mal, y esta es la razón de por qué un niño delincuente tiene siem­
pre (desde el punto de vista del niño), padres malos. Nos encontramos
así frente a otro de esos fenómenos que a pesar de muy evidentes tan
raras veces se perciben. En una época tuve el privilegio de examinar
un gran número de niños delincuentes que provenían de hogares que
cualquiera podía reconocer con facilidad como "malos", en su sentido
más estricto, es decir, hogares en los que reinaba el alcoholismo, las
riñas y la violencia física. Sin embargo, sólo raramente (en casos de

6 Freud reconoció que todas las relaciones de objeto están primariamente


basadas en la identificación, al decir que: "Originariamente, en la primitiva fase
oral de la existencia del individuo, no es posible diferenciar la catexis de objeto,
de la identificación". (El yo y el ello, 1927, pág. 247.) Este tema está desarro­
lIado con cierta amplitud en mi artículo "Revisión de la psicopatología de la psicosis
y psiconeurosis", y forma. por cierto. la hase de mi revisión de la psicopatología.
74 w. RONALD D. FAIRBAIRN

completa desmoralización y colapso del yo}, el mno llegó a admitir,


y no por propia voluntad, que sus padres eran objetos malos. Por lo
tanto, es evidente que en estos casos el niño ha internalizado y reprimido
sus objetos malos. Lo expuesto con respecto a los niños delincuentes,
se puede aplicar también tanto al delincuente adulto como a los psico­
neuróticos y a los psicéticos. Por esta razón, se aplica también al indivi­
duo ostensiblemente "normal". Es imposible atravesar la infancia sin tener
objetos malos que se internalizan y reprimen 7. Por consiguiente, en
todos nosotros se encuentran en los niveles más profundos de nuestra
psique, objetos malos internalizados. El hecho de que un individuo dado
se torne delincuente, psiconeurótico, psicótico o simplemente "normal",
parecería depender, sobre todo, de la actuación de tres factores: 19 ) del
grado en .que los objetos malos han sido ubicados en el inconsciente y
del grado de maldad que los caracteriza; 29) del grado en que el yo
está identificado con los objetos malos internalizados, y 39 ) de la natu­
raleza y poder de las defensas que protegen al yo, de estos objetos.

4. LA DEFENSA MORAL CONTRA LOS OBJETOS MALOS

Si bien es cierto que el niño delincuente rehúsa admitir que sus pa­
dres son objetos malos, no sucede lo mismo cuando se trata de aceptar
que él mismo lo es. Por lo tanto, es evidente que el niño preferirá ser
malo él, a tener objetos malos, y de esta manera nos asiste razón al
suponer que uno de los motivos que lo llevan a ser malo, es el deseo de
tornar "buenos" a sus objetos. Al hacerse malo, carga con el peso de la
maldad que parecen tener sus objetos. En esta forma, busca despojarlos
de su maldad, y en la medida en que lo consigue, es recompensado con
el sentimiento de seguridad que confiere en forma tan característica, un
ambiente de objetos buenos. Por supuesto, decir que el niño carga con
el peso de la maldad que tienen sus objetos, equivale a decir que ínter­
naliza sus objetos malos. Pero, el sentimiento de seguridad exterior. a
que da origen este proceso de internalización, está sujeto a ser seria­
mente comprometido por la resultante existencia dentro de él, de objetos
malos internalizados. La seguridad exterior se obtiene así, a costa de la
inseguridad interior y de esta manera su yo queda a merced de una
banda de quintacolumnistas o perseguidores internos, contra los que pri­
mero deben erigirse defensas en forma aceleradas, que luego son laborio­
samente consolidadas.
La forma más precoz de defensa a la que recurre el yo en desarrollo
en su esfuerzo desesperado para enfrentar a los objetos malos interna­

7 Esta constituye la verdadera explicación de la clásica amnesia total de los


sucesos de la temprana infancia, la que 5610 está ausente en los individuos que
tienen un yo desintegrado (es decir, en los esquizofrénicos, que con frecuencia
muestran gran capacidad para revivir incidentes traumáticos de la temprana infan­
cia, por ejemplo el caso de la pág. 85).
ESTUDIO PSICOANAllTICO DE LA PERSONALIDAD 75
lizados, es, por lógica, la más simple y la más rápidamente útil, es decir,
la represión. Los objetos malos son simplemente relegados al inconscien­
te 8. Sólo cuando la represión no constituye una defensa adecuada contra
los objetos malos internalizados y éstos comienzan a amenazar al yo,
entran a actuar las cuatro defensas psicopatológicas clásicas, es decir, la
fóbica, la obsesiva, la histérica y la paranoide 9. Empero, existe otro tipo
de defensa que apoya en forma invariable al trabajo de la represión y a la
que pasaremos a referirnos. Es aquélla a la que se puede llamar "defensa
del superyó", "defensa de la culpa" o "defensa moral".
Ya me he referido al niño que "carga con el peso de la maldad que
parecen tener sus objetos", situación que he equiparado a la internali­
zación de los objetos malos. Sin embargo, deben distinguirse dos tipos
de maldad que propongo describir, respectivamente, como maldad "in­
condicional" y "condicional". Debo señalar que al referirme a un objeto
como "incondicionalmente malo", quiero significar que es "malo desde
un punto de vista libidinoso", y al referirme a un objeto como "condi­
cionalmente malo", quiero significar que es "malo desde un punto de
vista moral". Los objetos malos que el niño internaliza, son incondi­
cionalmente malos, porque sólo se trata de perseguidores internos (dado
que las relaciones infantiles se basan en la identificación) o, en la medida
en que su yo establece una relación con ellos, él también es incondi­
cionalmente malo. Con el fin de reparar este estado de maldad incon­
dicional, realiza lo único que es de esperar: internaliza sus obj etos buenos
que entonces asumen el papel de superyó. Una vez establecida tal situa­
ción, se presenta el fenómeno de la maldad y de la bondad condicional.
En la proporción en que el niño se apoya en sus objetos malos interna­
lizados, se torna condicionalmente (es decir, moralmente) malo, frente a
sus objetos buenos internalizados (es decir, su superyó), y en la propor­
ción en que resiste los requerimientos de sus objetos malos internalizados,
se torna condicionalmente (es decir, moralmente) bueno, frente a su su­
peryó. Por cierto que es preferible ser condicionalmente bueno que con­
dicionalmente malo, pero, cuando falta la bondad condicional, es prefe­
rible ser condicionalmente, que incondicionalmente malo. Si planteamos el
problema de cómo es que es preferible la maldad condicional a la incon­
dicional, la fuerza lógica de la respuesta se apreciará mejor, si la formu­
lamos en términos religiosos, ya que, para la mente adulta, son éstos los
que mejor representan la forma en que se le plantea al niño tal situación.

B Al explicarles a mis enfermos el concepto de represión, creí útil referirme


a los objetos malos, diciendo que éstos están como enterrados en el sótano del
cerebro tras una puerta cerrada que el enfermo tiene miedo de abrir, por temor,
ya sea de descubrir esqueletos en el armario, o de ver fantasmas con los que está
encantado el sótano o de liberar a los malos espíritus.
9 La naturaleza e importancia de estas defensas, como también sus mutuas
relaciones, están descritas en mi artículo "Revisión de la psicopatologfa de las psico­
sis y psiconeurosis",
76 W. RONALD D. FAIRBAIRN

Formulada en tales términos, responderemos que es mejor ser pecador en


un mundo f!:obernado por Dios, que vivir en un mundo regido por el
Di ablo. En un mundo gobernado por Dios, un pecador puede ser malo:
pero. siempre existe un cierto sentimiento de seguridad. que deriva del
hecho de que el mundo circundante es bueno - " i Dios está en su cielo.
. Todo el mundo marcha bien!"- Y de cualquier manera hay siempre una
esperanza de redención. En un mundo regido por el Diablo, el individuo
puede escapar a la maldad de ser un pecador: pero es malo porque lo es
el mundo que lo rodea. Más aún. puede no tener un sentimiento de se­
guridad ni esperanza de redención.
La única perspectiva es la muerte y la destrucción 1U.

S. LA DINÁMICA DE LA INFLUEl'\CIA DE LOS OHJ ETOS MALOS

Es de interés considerar de dónde deriva el poder que los objetos


malos tienen sobre el individuo. ¿, Cómo es que el niño internaliza sus
obj etos, si éstos son malos <! ¿, Por qué no los rechaza simplemente. tal
como puede hacerlo con un budín de harina de maiz "malo" o con un
aceite de ricino "malo"? En realidad, como muchos sabemos por propia
experiencia, el niño suele tener dificultades en rechazar el aceite de ri­
cino. Si pudiera, lo rechazaría. pero no se le da oportunidad de hacer­
lo. Lo mismo podemos decir con respecto a sus objetos malos. A pesar
de lo mucho que pueda desear rechazarlos, no puede librarse de ellos.
Éstos se le imponen y no se puede oponer a ellos porque ejercen poder
sobre él. Por consiguiente, estará compulsado a internalizarlos para po­
der controlarlos. Mas al intentar controlarlos por este medio. internaliza
objetos que en el mundo exterior tienen el poder de gobernarlo. poder
que conservan en el mundo interior. En una palabra, está "poseído"
por ellos como espíritus malignos. Pero esto no es todo. El niño no
sólo internaliza sus objetos malos porque se le imponen y trata por este
medio de controlarlos, sino también, y sobre todo, porque los necesita.
Si los padres son objetos malos, no puede rechazarlos, ni siquiera cuando
no se le imponen, porque sin ellos no puede hacer nada. No puede
rechazarlos ni aun en el caso de que lo ignoren, porque si lo ignoran,
aumenta su necesidad por ellos. Uno de mis pacientes tuvo un sueño que
ilustró a la perfección el dilema básico del nifio, En el sueño, estaba

10 Es interesante observar cuán común es que en el curso de un análisis pro­


fundo, los enfermos hablen de la muerte cuando se debilita la resistencia y se en­
frentan con la perspectiva de la liberación de los objetos malos del inconsciente.
Debemos tener siempre en cuenta que, desde el punto de vi-sta del enfermo, el mano
tenimiento de la resistencia se presenta (literalmente). como un caso de vida y de
muerte, La resistencia sólo puede ser superada cuando la situación de transferencia
ha llegado a un punto en el cual el analista se torna para el enfcrmo un objeto
tan bueno, que éste está dispuesto a arriesgarse a liberar a los objetos malos del
inconsciente.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 77
parado al lado de la madre, y en la mesa, frente a él, había una fuente
con un budín de chocolate. Estaba vorazmente hambriento, y sabía que
el budín contenía un veneno mortal. Sintió que si comía el budín mo­
riría envenenado, y que si no lo comía, moriría de hambre. Éste era el
problema. ¿Cuál fue el desenlace? Comió el budín. Debido a que su
hambre era enorme, incorporó los contenidos del pecho envenenador. Te­
niendo en cuenta este sueño, no nos sorprenderá saber que uno de los
síntomas de los que sufría este enfermo cuando vino a verme, era el temor
de que estaba siendo envenenado por toxinas intestinales que habían afec­
tado su corazón a tal punto que temía una enfermedad cardíaca. Sin
embargo, lo que en realidad le pasaba a su corazón, se reveló en forma
elocuente en otro sueño, en el que lo veía sobre un plato y a su madre
que lo levantaba con una cuchara (es decir, para comerlo). Fue a raíz de
haber internalizado a su madre como objeto malo, que sintió que su co­
razón estaba afectado por una enfermedad fatal, y la internalizó a pesar
de ser para él un objeto malo, porque cuando niño la necesitó. Lo que
compulsa al niño a internalizar objetos malos, es, sobre todo, la necesidad
que tiene de sus padres, a pesar de los malos que puedan ser para él, y
dado que esta necesidad permanece unida a éstos en el inconsciente, no
puede desligarse de ellos. Esta misma necesidad es la que les confiere el
poder real que tienen sobre él.

6. LA CULPA COMO DEFENSA CONTRA LA LIBERACIÓN DE LOS OBJETOS MALOS

Volvamos a ocuparnos de la defensa moral. El rasgo típico, y por


cierto, el principal fin de esta defensa, lo constituye la transformación
de un estado primario en el que el niño se encuentra rodeado de objetos
malos, en una nueva situación en la que los objetos son buenos y él
mismo es el malo. El resultante estado moral pertenece, por supuesto,
a un nivel del desarrollo mental, superior al del de la situación primaria,
constituyendo un nivel característicamente "civilizado". Es aquél en el
que actúa el superyó y al que pertenece el interjuego entre yo y superyó.
Sólo se aplican en él las interpretaciones analíticas en términos de culpa
y de la situación edípica, y parecería ser el nivel sobre el que se basa,
en gran escala, la psicoterapia contemporánea. Según mi criterio es su­
mamente erróneo basar la psicoterapia en este nivel, dado que tal como
se desprende de los conceptos expuestos, el fenómeno de la culpa debe ser
considerado (desde un punto de vista estrictamente psicopatológico) como
parte integrante de la estructura de una defensa. En una palabra, en
psicoterapia la culpa actúa como resistencia. El enfermo utiliza las inter­
pretaciones en términos de culpa para aumentar su resistencia. Es natural
flue las formas de psicoterapia coercitiva y moralizadora tengan este efecto,
ya que un psicoterapeuta coercitivo y moralizador, se torna inevitable­
mente para el enfermo, o un objeto malo o un representante del superyó.
Si sólo pasa a ser un objeto malo, el enfermo lo abandona con sus sin­
78 W. RONALD D. FAIRBAIRN

tomas probablemente intensificados. Empero, si se transforma en un re­


presentante del superyó, puede provocar un mejoramiento temporario de
los síntomas debido a que apoya al propio superyó del enfermo y porque
intensifica la represión. Por otra parte, el propósito de los psicoterapeutas
con mayor visión analítica, es el de mitigar la severidad del supervó del
paciente y disminuir así la culpa y la angustia. Tal empresa suele ser
recompensada con excelentes resultados terapéuticos. Sin embargo. no
puedo dejar de pensar que estos resultados deben atribuirse, en gran
parte, al hecho de que la situación de transferencia proporciona al enfermo
un objeto bueno poco común. La resultante catexis de objeto, permite
que una gran cantidad de libido sea retirada de los objetos malos que
yacen en el inconsciente. Al mismo tiempo, la bondad del analista, corno
objeto, le confiere al enfermo un sentimiento de seguridad suficiente que
lo capacita para tolerar la liberación de sus objetos malos del inconsciente
y permitir, al fin, que sean "exorcizados". Empero, situado el analista en
un nivel de culpa o de superyó, puede dar origen. con facilidad, a una
reacción terapéutica negativa, ya que la remoción de la defensa de culpa
del enfermo, puede ir acompañada por un compensatorio acceso de repre·
sión que torna impenetrable la resistencia. Estoy seguro que, j unto con
otro factor que mencionaré más adelante, la mayor fuente de resistencia
la constituye el temor a la liberación de los objetos malos del incons­
ciente, porque cuando estos objetos malos son liberados, el mundo que
rodea al enfermo se puebla de demonios que lo aterrorizan. Esta es la
razón de por qué un enfermo bajo tratamiento, es tan sensible y sus
reacciones son tan extremas. Es en este hecho en el que debemos buscar
también la explicación de las "neurosis de transferencia". No dudo de
que el propósito que debe lograr el psicoterapeuta, aun a costa de una
aguda "neurosis de transferencia", es la liberación de los objetos malos
del inconsciente, porque sólo cuando se liberan del inconsciente los oh­
jetos malos internalizados, puede abrigarse la esperanza de que sean al
fin eliminados. Sin embargo, la liberación de los objetos malos sólo puede
realizarse con seguridad, si el analista se convierte para el enfermo en un
objeto bueno. De lo contrario, la inseguridad que tiene lugar, se hace
insoportable. Creo que en una situación de transferencia satisfactoria,
sólo se puede lograr un abandono de los objetos malos, terapéuticamente
exitoso, si se evitan las interpretaciones en un nivel de culpa o de superyó.
Si bien estas interpretaciones pueden aliviar la culpa, no contribuyen a
desalojar a los objetos malos internalizados que yacen ocultos en el in­
consciente y no liberan sus catexis 11. Estoy convencido de que el origen
de Íos desarrollos psicopatolóaicos dehe atribuirse al dominio de estos
objetos malos y no al del superyó, ya que al referirnos a todos los psico­
neuróticos y psicóticos, podernos decir, que si en el presbiterio se lleva a

11 El que el alivio de la cul pa se acompañe de intensificacié n dc la repre­


sion se explica por el hecho que defensa del superyó y represión son diferentes.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 79

cabo una Misa Santa, en la cripta tiene lugar una Misa Negra. Es entonces
evidente que el psicoterapeuta constituye un verdadero suceeor del exoro
cista. Su misión no es perdonar los pecados, sino desaloj ar los demonios.

7. UN PACTO CON EL DIABLO

Debo resistir a la tentación de embarcarme en el estudio de los


misterios de la posesión demoníaca y del exorcismo. Tal esrudio, aparte
de ser interesante, demostraría que me asiste razón al afirmar que los
fundamentos de la psicopatología, debemos buscarlos en la liberación de
los objetos malos internalizados y no en la liberación de los objetos
buenos intemalízados ( es decir, en la liberación del superyó). Es de
lamentar que las circunstancias presentes no permitan una incursión tan
placentera, pero no puedo dej ar de recomendar a todo aquel que desee
leer un buen cuento antes de dormir, el fascinante trabajo de Freud tita­
lado Una neurosis demoníaca del siglo XVII 12. Expone, con su corres­
pondiente comentario psicoanalítico, la historia de un artista desamparado,
Cristóbal Haitzmann, quien, en un estado de melancolía desencadenado
por la muerte de su padre, hizo un pacto con el Diablo. Desde el punto
de vista de una psicopatología basada en las relaciones de objeto, el pacto
realizado ilustra, en forma admirable, lo difícil que le resulta al psiconeu­
rético o al psicótico, el separarse de sus objetos malos, porque tal como
lo establece Freud, el Diablo con quien se firmó el pacto estaba íntima­
mente relacionado con el padre muerto de Cristóbal. También es inte­
resante señalar, que los síntomas de Cristóbal sólo se aliviaron cuando
invocó la ayuda de un objeto bueno, siendo recompensado por la devo­
lución del pacto profano, que le fue entregado por la Santísima Virgen, en
la capilla de Mariazell, hecho añicos. Empero, siguió sufriendo recaídas
hasta que fue recibido por una hermandad religiosa, reemplazando así su
pacto con el Diablo, por votos solemnes al servicio de Dios. Presumible­
mente, esto constituyó un triunfo de la defensa moral, pero el comentario
de Freud no hace justicia al significado de la cura ni al de la enfer­
medad (que yace en el hecho de que el pobre pintor estaba "poseído" por
objetos malos internalizados). Freud está en lo cierto al expresar en la
introducción a su trabajo que: "La teoría demonológica de aquellos tiem­
pos tenebrosos ha demostrado tener razón frente a' todas las concepciones
somáticas elaboradas en el período de la ciencia cexactaa. Los estados de
posesión corresponden a las neurosis de nuestra era". Sin embargo, se
pierde el punto principal de la relación que establece Freud, cuando
agrega: "Los demonios de entonces son para nosotros los deseos bajos y
malos, los productos de impulsos que han sido rechazados y reprimidos".
No puede quedar mejor demostrada la influencia perniciosa que ejerce la
teoría dé la libido, pues hasta el mismo Freud no apreció el verdadero

12 Obras Completas, lomo XVIII, págs. 233·268.


80 W. RONALD D. F AIRBAIRN

significado de la posesión demoníaca, estando tan cerca de él. La pecu­


liaridad del pacto con el Diablo radica en el hecho de que comprende una
relación con un objeto malo. Esto es perfectamente nítido en el ligamen
de Cristóbal, porque, en lo profundo de su depresión, lo que buscaba de
Satán, en forma patética, no era el poder de gozar del vino, las mujeres
y el canto, sino, en términos del pacto mismo, permiso para sein. leibeigner
Sohn zú ·sein ("para ser hijo de su propio cuerpo"). De ahí que vendió
su alma eterna, no para obtener gratificación, sino un padre, a pesar de
que fue para él, durante su infancia, un objeto malo. Mientras su ver­
dadero padre vivió, .la siniestra influencia de la mala figura paterna que
había internalizado en su infancia, estaba evidentemente subsanada por
medio de algunos rasgos redimidores de la persona real, pero después de
su muerte, quedó a merced del padre malo internalizado a quien debía
aceptar o, de lo contrario, permanecer sin objeto y abandonado 13.

8. LAs CATEXIS LIBIDINOSAS DE LOS OBJETOS MALOS COMO FUENTE DE RE­


SISTENCIA

Ya me he referido a mi intento de reformar la teoría de la libido y a


las conclusiones que me han inducido a realizar tal empresa. Opino que
la forma de la teoría, basada en las conclusiones expuestas, es de impe­
riosa necesidad. Si bien sería difícil exagerar tanto su importancia heu­
rística como histórica, hemos llegado a un punto en el que se ha agotado
su utilidad y en vez de impulsar a nuevos progresos dentro del campo
del pensamiento psicoanalítico, lo obstruye. En su forma actual pueden
demostrarse muchos conceptos erróneos, proporcionándonos el caso de
Cristóbal Haitzmann una excelente oportunidad para ilustrar uno de ellos,
el que repercute en forma importante sobre el concepto de represión. La
forma clásica de la teoría de la libido, establece, sin ninguna duda, que
ésta busca expresarse, invariablemente, en actividades determinadas por
propósitos relacionados con las zonas erógenas, y que si no siempre lo
logra, es por alguna inhibición y, en última instancia, por la represión,
De acuerdo con este punto de vista, la libido reprimida sólo puede mani­
festarse de un modo disfrazado, ya sea en síntomas o sublimaciones, o por
algún medio determinado por formaciones del carácter (es decir, en una
manera que constituye una mezcla de sublimación y dé síntoma). Más
aún, se deduce que la forma asumida por cualesquiera de estas manifes­
taciones, estará determinada por la naturaleza del propósito de la zona
original. Pero, si el propósito final de la libido es el objeto, lo buscará
por medio de los canales que son más rápidamente útiles, de un modo
que no es determinado primariamente por ninguna supuesta finalidad condi­
cionada por un origen de zona. Sobre esta base, la importancia. de las
13 No quiero decir que los sentimientos de culpa por sus impulsos agresivos
contra su padre no tuvieran importancia en la depresión de Cristóbal, sino que
etiológicamente eran de importancia secundaria.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 81

zonas erógenas queda reducida al hecho de que pasan a ser posibles cana­
les, por medio de los cuales la libido busca al objeto. Asimismo, las
barreras erigidas contra la expresión libidinosa, no se resolverán en inhi­
biciones contra una forma dada de propósito libidinoso, sino en inhibicio­
nes contra la búsqueda de objeto. De esta manera, cuando el objeto ha
sido internalizado y reprimido, se plantea una situación peculiar, ya que
en tales circunstancias nos enfrentamos con el caso de que la libido busca
un objeto reprimido. No es necesario señalar la repercusión que tiene este
hecho sobre el concepto del narcisismo. El fenómeno sobre el cual quiero
llamar la atención, es que en las circunstancias mencionadas, la libido, en
lo que se refiere a propósitos prácticos, actúa en el mismo sentido que
la represión. Es seducida por el objeto reprimido, y en virtud a la ten­
tación que éste ejerce, es reprimida por el mismo ímpetu de su propia
búsqueda de objeto. De esta forma, cuando el objeto es un objeto repri­
mido, la catexis de objeto actúa como una resistencia, y la resistencia que
se presenta en la terapia analítica, se mantiene, no sólo por medio de la
represión, sino también por las cualidades dinámicas de la misma libido.
Este último concepto está en franco desacuerdo con la afirmación de
Freud de que: "Lo inconsciente, es decir, el material «reprimido», no ofre­
ce resistencia alguna a la labor curativa; no tiende por sí mismo a otra
cosa que a abrirse paso hasta la conciencia o a hallar un exutorio por
medio del acto real venciendo la coerción a que se halla sometido" 14.
Sin embargo, nuestro último concepto surge como corolario forzoso del
punto de vista de que el propósito de la libido, es el objeto, y posee la
ventaja especial de explicar satisfactoriamente la reacción terapéutica ne­
gativa. De esta manera, el significado de la reacción terapéutica negativa
debe buscarse en el hecho de que en tanto el objeto sea un objeto repri­
mido, el propósito libidinoso está en conflicto directo con el propósito
terapéutico. En una palabra, la reacción terapéutica negativa se debe, en
última instancia, a un rechazo por parte de la libido a renunciar a sus
objetos reprimidos, y, aun en ausencia de una reacción terapéutica nega­
tiva, la explicación de la extrema terquedad de la resistencia debe buscarse
en el mismo sentido. Sólo a través de la creciente intensidad de la trans­
ferencia (es decir, a través del desplazamiento gradual de la libido de un
objeto internalizado reprimido a un objeto exterior), se puede eliminar la
fuente principal de la resistencia. Por otra parte, en la difícil labor del
analista, la superación real de la represión parece ser menos complicada
que la superación del culto del enfermo por sus objetos reprimidos, cul­
to que es dificilísimo de superar, debido a que estos objetos son malos y
el enfermo teme liberarlos de su inconsciente. Podemos entonces abreviar
diciendo que el tratamiento analítico del pobre Cristóbal hubiera sido una
empresa terrible en un consultorio del siglo xx. Con seguridad que no
hubiera sido tarea fácil disolver su pacto con el Diablo, y no es difícil

14 Obras Completas. Más allá del principio del placer. Tomo Il, pág. 292, 1922.
82 W. RONALD D. FAIRBAIRN

entrever la emergencia de una reacción terapéutica negativa. Ni aun la


intervención de la Santísima Virgen pudo establecer su cura sobre bases
sólidas. Sólo quedó libre de síntomas después que el pacto con el Diablo
fue reemplazado por el pacto con Dios. La moralej a parecería ser que
sólo por medio de un objeto bueno, la libido puede ser inducida a aban­
donar sus objetos malos. La importancia de la situación transferencial se
deriva en parte de ese hecho 15.

9. DISOLUCIÓN DE LA CATEXIS DEL OBJETO MALO

De lo que antecede se deduce que los propósitos de la técnica analí­


tica deberían ser: 19 , capacitar al enfermo a liberar de su inconsciente
los objetos malos "sepultados" que han sido internalizados porque en
un comienzo fueron indispensables y que han sido reprimidos porque
primariamente fueron intolerables, y 2 9 , promover una disolución de los
lazos libidinosos que ligan al enfermo a esos objetos malos, hasta entono
ces indispensables. El logro del segundo de estos propósitos sigue en
forma más o menos automática (aun cuando algo tardíamente) al logro
del primero, siempre que se haya establecido una situación de transferencia
satisfactoria y que el analista sea en realidad para el enfermo, un objeto
bueno. Para el logro del primero de estos propósitos es indispensable
también una situación de transferencia satisfactoria. En caso contrario,
el enfermo nunca adquirirá un suficiente sentimiento de seguridad que 10
capacite a arriesgarse a liberar sus sepultados objetos malos. Empero, la
sola existencia de una situación de transferencia satisfactoria no es sufi­
ciente para permitir tal liberación, y es en la liberación del inconsciente
de los objetos malos sepultados, donde los problemas de técnica analítica
asumen su mayor importancia. Para resolver estos problemas de técnicas,
deben tenerse en cuenta los siguientes principios: 19 , que todas las situa­
ciones deben ser interpretadas, no en términos de gratificación, sino en tér­
minos de relaciones de objeto (incluyendo, por supuesto, las relaciones
con objetos internalizados}; 2 9 , que las pulsiones de la libido son dictadas
por el amor objeta! y que, por lo tanto, son básicamente "buenas"; 3 9,
que la libido sólo se torna "mala" cuando es dirigida hacia objetos malos
(considerando siempre el "pecado", de acuerdo con la concepción hebraica,
como la búsqueda de dioses extraños, y de acuerdo con la concepción
cristiana, corno la sumisión al Diablo); 4 9 , que todas las situaciones de
"culpa" deben ser transformadas en situaciones de "objeto malo"; 59, que
las interpretaciones en términos de agresión deben hacerse con cuidado,
excepto, quizás, en los melancólicos, quienes presentan a la técnica analítica
un problema muy especial 16.
15 Desde que escribí este trabajo, el tema del pacto con el Diablo surgió
explícita y espontáneamente en varios casos que he tratado.
16 Las interpretaciones en términos de agresión tienen el pernicioso efecto de
hacer sentir al enfermo que el analista piensa que él es "malo". De todas maneras,
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 83

10. EL RETORNO PSICOPATOLÓCICO DE LOS OBJETOS MALOS

Es sumamente paradójico el hecho de que mientras el propósito de la


técnica analítica es promover la liberación de los objetos malos del incons­
ciente, sea justamente el temor a tal liberación, lo que en primer lugar
incita al enfermo a buscar la ayuda analítica. Es cierto que lo que desea
conscientemente es aliviarse de sus síntomas y que una considerable pro­
porción de síntomas patológicos constituyen, en esencia, defensas contra
el "retorno de lo reprimido" (es decir, el retorno de los objetos malos).
Empero, por lo común, el enfermo busca la ayuda analítica cuando sus
defensas se debilitan y no son adecuadas para protegerlo de la angustia
que provoca la amenazadora liberación de los objetos reprimidos. En
cuanto a aquellos síntomas que no SOl) defensas en su naturaleza, deben
ser considerados como reacciones a una liberación real del inconsciente
(aunque sólo sea parcial), de objetos malos. Desde el punto de vista del
enfermo, el resultado inmediato de un tratamiento analítico eficaz, es pro­
vocar la situación de que trata de huir 17. Por lo tanto, el fenómeno de
la neurosis de transferencia constituye en parte una defensa contra, y en
parte una reacción a la liberación de los objetos reprimidos. No obstante,
la liberación de objetos malos sepultados que se obtiene en el tratamiento
analítico, difiere de su liberación espontánea, en el hecho de que implica
un propósito terapéutico, y, en última instancia, un efecto terapéutico, de­
bido a que se trata de una liberación controlada por el analista y prote­
gida por la seguridad que proporciona la situación de transferencia. Sin
embargo, el enfermo no puede en un comienzo apreciar estas sutiles dis­
tinciones, pero luego pasa a comprender que es curado por el pelo de la
cola del perro que lo muerde. Sólo cuando los objetos malos liberados
comienzan a dej ar de aterrorizarlo, empieza realmente a apreciar las viro
tudes de la terapia de inmunización mental.
Pasemos ahora nuestra atención, de la liberación terapéutica de los
objetos malos que se lleva a cabo en el tratamiento analítico, a la ame­
nazante o verdadera liberación de objetos malos, responsables, en primera
instancia, de los síntomas del enfermo. Por supuesto que gran parte de
los síntomas psicopatológicos, deben considerarse como la expresión

en caso de que se liberen los objetos reprimidos éstas serán innecesarias, ya que, en
tales circunstancias, el odio del enfermo se hace evidente. La tarea del analista será
entonces señalarle al enfermo, el amor que yace escondido detrás de su odio.
17 Este hecho es nítido en un sueño de una de mis enfermas. En él veía a un
amigo de su padre cavando un terreno de turba. Al mirar una de Ias superficies
cortadas, le llamó la atención la naturaleza floja y fibrosa del terreno. Luego, al
mirar más de cerca, se horrorizó al ver escurrirse a una multitud de ratas por los
intersticios existentes entre las raíces y las fibras. Aparte de todo lo demás que
pueda significar este sueño, representaba, por cierto, los efectos del tratamiento analí­
tico. El hombre del sueño era yo cavando en su inconsciente, y las ratas eran los
objetos malos reprimidos (por supuesto, penes) que yo había liberado con mi actitud
de cavar.
84 W. RONALD D. FAIRBAlRN

de defensas contra el retorno de lo reprimido, es decir, contra la liberación


del inconsciente de los objetos malos, lo que se aplica, en particular, a los
síntomas obsesivos, fóbicos, histéricos y paranoides. No obstante, debe­
mos hacer una salvedad con respecto a un grupo de síntomas cuya clasifi­
cación como tales no es adecuada. El denominado ataque "histérico" no
constituye en realidad un fenómeno histérico. La técnica histérica consiste
esencialmente en la localización y aprisionamiento de los objetos reprimi­
dos, en un órgano o función corporal que es entonces disociada y aban­
donada. De esta manera, el ataque histérico representa un fracaso de la
técnica histérica. Constituye el resultado de una huida del objeto reprimido
de la prisión en que se lo ha confinado por autopreservación. El ataque
histérico sirve así para ilustrar la condición precaria de las clásicas téc­
nicas defensivas, como protectoras contra la liberación del inconsciente de
los objetos malos. En oposición a los síntomas atribuibles a la actuación
de las clásicas técnicas defensivas, los estados esquizoide y depresivo re­
presentarían reacciones a (y no defensa contra) la liberación de los obj etos
reprimidos. Por lo tanto, hemos de notar que la referida liberación de
los objetos reprimidos debe ser cuidadosamente diferenciada de la activa
externalización de objetos malos internalizados, que constituye el rasgo
característico de la técnica paranoide 18. El fenómeno al que me refiero,
consiste en la huida de los objetos malos de las ataduras impuestas por la
represión. Cuando esto sucede, el enfermo se ve abocado a situaciones
aterrorizantes, hasta ese momento inconscientes. Las situaciones exter­
nas adquieren entonces para él el significado de situaciones reprimidas que
implican relaciones con obj etos malos. El fenómeno no es entonces de
proyección sino de "transferencia".

11. LA LIBERACIÓN TRAUMÁTICA DE LOS OBJETOS MALOS CON ESPECIAL RE­


FERENCIA A LOS CASOS MILITARES

La liberación espontánea y psicopatológica (a diferencia que la indu­


cida y la terapéutica), de los objetos reprimidos, se observa con parti­
cular provecho en los pacientes militares, entre quienes este fenómeno
puede estudiarse en gran escala en época de guerra. Debo señalar que
cuando me refiero a la liberación "espontánea" de los objetos reprimidos,
no pretendo excluir la actuación de los factores desencadenantes que se
encuentran en la realidad. Por el contrario, la influencia de tales factores
es de gran importancia. De esta manera, una situación inconsciente que
incluye objetos malos internalizados, puede ser activada por una situación
de la realidad exterior, de acuerdo con un patrón que la hace emocional­
mente significativa basado en la situación inconsciente. Tales situaciones

ISLa técnica paranoide no consiste, como se suele suponer, en la proyección


de los impulsos reprimidos, sino en la proyección de los objetos reprimidos bajo la
forma de perseguidores.
--------

ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 85

desencadenantes de la realidad exterior, deben ser consideradas como si­


tuaciones traumáticas. Por supuesto que la intensidad y especificidad emo­
cional que se requiere para que una situación externa sea traumática,
varía de acuerdo con factores económicos y dinámicos en el estado endo­
psíquico. En los militares, es común que la situación traumática la cons­
tituya, independientemente de las conmociones cerebrales, la explosión de
una granada o bomba o los accidentes automovilísticos. Entre las situaciones
traumáticas que he observado se pueden escoger al azar las siguientes:
ser atrapado en la cabina de un barco de guerra bombardeado; ver acri­
billar desde el aire o bombardear en una plaza atestada de gente a refu­
giados civiles; tener que estrangular a un centinela alemán para poder
huir; ser descendido de categoría por un oficial; ser acusado de homose­
xualidad o el no obtener licencia para acompañar a su mujer en trance
de parto. En muchos casos, la misma vida militar constituye una expe­
riencia traumática, próxima, en naturaleza, a la situación traumática y
puede conferirle la cualidad de tal a algunos pequeños incidentes de la
misma. Es notable la frecuencia con que los soldados psiconeuróticos y
psicóticos se quejan diciendo: "No soporto que se me grite" y "No puedo
comer la comida del ejército" (queja que suele ir acompañada por la
frase: "Puedo comer todo lo que mi mujer cocina para mí"). Los sueños
de los enfermos militares son los que mej or demuestran el efecto que
tales situaciones y experiencias traumáticas tienen en la liberación de los
objetos malos del inconsciente. Tal como era de esperar, entre los sueños
más comunes se encuentran las pesadillas que giran alrededor del tema
de ser perseguido o matado por los alemanes y de ser bombardeado por
aeroplanos alemanes (descritos a menudo como "grandes aeroplanos ne­
gros"). Sin embargo, la liberación de los objetos malos puede represen­
tarse también de otras maneras, es decir, en pesadillas en las que se es
aplastado por grandes pesos, estrangulado, perseguido por animales pre­
históricos, visitados por fantasmas y reprendido por el sargento mayor.
Estos sueños van a veces acompañados por un reavivamiento de recuerdos
infantiles reprimidos. En mi experiencia, uno de los casos más notables
fue el de un soldado psicopático quien al poco tiempo de ser llamado a
las filas, cayó en un estado esquizoide y comenzó a soñar con monstruos
prehistóricos, con objetos deformes y con ojos de mirar fijos que lo
atravesaban. Su conducta se tornó muy infantil y, simultáneamente, su
conciencia fue inundada por numerosos recuerdos infantiles olvidados,
preocupándole especialmente el recordar estar sentado es una estación fe­
rroviaria y ver entrar a un vagón, a su madre con su hermano mayor.
En realidad la madre había ido a despedir a este hermano del enfermo,
pero él tuvo la impresión de que aquélla también se iba en el tren, aban­
donándolo. Por supuesto que el reavivamiento del recuerdo reprimido de
una madre que abandona, representaba la liberación de los objetos malos
del inconsciente. Pocos dias después de 'relatarme este recuerdo, un nego­
cio de su pertenencia fue destruido por las bombas y se le concedieron
86 W. RONALD D. FAIRBAIRN

veinticuatro horas para solucionar los problemas provocados por el suceso.


Al ver su negocio destruido cayó en un estado de autismo esquizcide,
Pero esa noche, al acostarse, sintió como que lo ahogaban y experimentó
un intenso impulso de destrozar su casa y de asesinar a su mujer e hijos.
Sus objetos malos retornaron vengándose.

12. NOTA SOBRE LA COMPULSIÓN A LA REPETICIÓN

Lo que hemos expuesto con respecto al papel que desempeñan las si­
tuaciones traumáticas en el desencadenamiento de las condiciones psico­
patológicas de los soldados, recuerda naturalmente lo que Freud estableció
con respecto a las neurosis traumáticas en Más allá del principio del pla­
cero Empero, si los puntos de vista expresados en el presente artículo están
bien fundamentados, no necesitamos ir "más allá del principio del placer"
y postular una "compulsión a la repetición" para explicar la persisten­
cia de escenas traumáticas en la vida mental de aquellos que las han vi­
vido. Si es cierto que el fin de la libido no es la gratificación, sino el
objeto, no existe, pues, principio del placer al que sobrepasar. Sin em­
bargo, independientemente de esto no se requiere ninguna compulsión a
la repetición para explicar el restablecimiento de las situaciones traumá­
ticas. Por el contrario, si el efecto de una situación traumática es liberar
a los objetos malos del inconsciente" lo difícil será ver cómo el enfermo
,puede huir de estos objetos malos 19. La verdad es que éstos lo persi­
guen y dado que son estructurados por el suceso traumático, éste también
pasa a perseguirlo. En ausencia de una psicoterapia efectiva de orden
exorcista, sólo puede liberarse de esta persecución si sus objetos malos
son confinados otra vez al inconsciente por medio de un aumento de la
represión. La actitud de aquellos soldados en quienes los recuerdos trau­
máticos han desaparecido de la vida de vigilia, si es que no también de
la vida de los sueños, revela que ésta es la forma en que se suelen ins­
talar los fantasmas. Es muy típica la observación que hizo uno de ellos
al ser interrogado: "No deseo hablar de estas cosas. Quiero irme a casa
y olvidar todo".

13. NOTA SOBRE LOS INSTINTOS DE MUERTE

Lo que hemos señalado con respecto al concepto de la compulsión a


la repetición establecido por Freud, se aplica también a su concepto de
los instintos de muerte, íntimamente relacionados con el primero. Si el
fin de la libido lo constituye el objeto, este concepto se torna superfluo.
Hemos visto que la libido no sólo está ligada a objetos buenos sino tam­
bién a objetos malos (oomo lo atestigua el pacto que Cristóbal hizo con
19 No puede ser por casualidad que Freud haya establecido que las manifesta­
ciones de la compulsión a la repetición, no sólo tienen un carácter instintivo, sino
también "demoníaco". (Más allá del principio del placer, 1922, pág. 311.)
ESTUDIO PSICOANAÚTICO DE LA PERSONALIDAD 87

el Diablo). Más aún, hemos visto que la libido puede estar ligada a ob­
jetos malos que han sido internalizados y reprimidos. De manera que
una relación con un objeto malo, puede difícilmente escapar a la alternativa
de ser, o bien de naturaleza sádica o masoquística. Lo que Freud des­
cribe como "instintos de muerte" son, en su mayor parte, relaciones maso­
quísticas con objetos malos internalizados. Una relación sádica con un
objeto malo internalizado, presentará también el aspecto de un instinto de
muerte. En realidad, tales relaciones suelen ser de naturaleza sadomaso­
quística, con predisposición al masoquismo, pero, de cualquier manera,
son manifestaciones esencialmente libidinosas. Esta situación fue muy ní­
tida en una de mis enfermas, la que acudió al análisis porque se sentía
perseguida por objetos malos que se manifestaban bajo la forma de penes.
Con el correr del tiempo, los pechos comenzaron a rivalizar con los pe­
nes en el papel de objetos malos perseguidores. Luego los objetos malos
adquirieron la forma de figuras grotescas que eran, sin ninguna duda,
personificaciones de pechos y de penes. Más adelante, las figuras grotes­
cas fueron reemplazadas por formas diabólicas, las que a su vez fueron
sucedidas por numerosas figuras de carácter parental, reemplazadas luego
por reconocidas imágenes de sus padres. "Ellos", tal como solía expre­
sarse la enferma, parecían prohibirle, bajo pena de muerte, expresar sus
sentimientos, y decía con frecuencia: "Me matarán si manifiesto mis sen­
timientos". La situación de transferencia era intensa, pero estaba en cons­
tante competición con los requerimientos directos, por parte de los padres
como objetos malos intemalizados. Es interesante observar que a medi­
da que comenzó a resolverse el ligamen libidinoso con sus objetos malos,
empezó a pedirme que la matara. "Si usted me apreciara, me mataría",
gritaba, añadiendo, "si no me quiere matar, es porque no le importo".
Esto indicaba que su relación con los objetos malos estaba siendo aban­
donada en favor de la transferencia; pero el hecho de que me pidiera
que la matara, no se debía a la actuación del instinto de muerte sino a la
transferencia de la libido, a pesar de que ésta conservaba aún el carácter
masoquístico de las relaciones con sus objetos primarios (malos).

14. LAs PSICONEUROSIS y PSICOSIS DE GUERRA

No nos sería posible concluir este trabajo sin una nota final sobre
las psiconeurosis y psicosis de guerra. Mi experiencia con respecto a los
casos militares, no me deja ningún lugar a dudas de que el principal fac­
tor que predispone a la determinación del colapso nervioso de un soldado
(ya sea marinero o aviador), lo constituye la dependencia infantil de sus
objetos 20. Además me he convencido de que el rasgo más característico

20 En realidad. esto se aplica también a los casos civiles, tanto en épocas de


guerra como de paz, y por cierto que una de las tesis principales de mi trabajo
"Revisión de la psicopatología de las psicosrs y psiconeurosis", es que todos los
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 89

al individuo una defensa contra los objetos malos, realiza otras funciones.
Es sobre todo por medio de la autoridad del superyó que se forjan y con­
servan los lazos que unen a los individuos de un grupo. Al mismo tiempo
debemos insistir en que el superyó se origina como un medio de defensa
contra los objetos malos. Hemos señalado que el desarrollo de los sin­
tomas psicopatológicos está determinado por el retorno de los objetos
malos que han sido reprimidos, y hemos demostrado que este hecho puede
observarse con especial preponderancia entre los enfermos militares. De
esta manera, el retorno de los objetos malos implica en forma evidente
un fracaso de la defensa de represión, como también de la defensa moral
y un derrumbamiento de la autoridad del superyó, El soldado que sufre
un colapso nervioso durante épocas de guerra se caracteriza, no sólo por
la angustia de separación sino también por un estado en el que la actua­
ción del superyó que le ordena servir a su patria bajo armas, es reempla­
zada por la gran angustia que provoca la liberación de los objetos malos.
Del mismo modo, ]0 que sucede desde un punto de vista práctico, es que
el ejército deja de realizar la función de superyó y retrocede a la condi­
ción de un objeto malo. Esta es la razón de por qué el soldado psiconeu­
rótico o psicótico no puede soportar que el sargento mayor le grite ni
la comida del ejército. Cada orden equivale a un ataque del padre malo,
y cada cucharada de estofado "grasiento" es una gota de veneno del pecho
de la madre mala. j No es raro, pues, que las "neurosis de guerra" sean
tan recalcitrantes! Y quizá tampoco sea raro que después de haber adqui­
rido experiencia sobre los soldados psiconeuróticos y psicóticos en masse,
haya señalado que "lo que estos seres precisan no es un psicoterapeuta
sino un evangelista", porque desde un punto de vista nacional, las "neu­
rosis de guerra" no constituyen en realidad un problema de psicoterapia,
sino de moral colectiva.
CAPÍTULO IV

LAS ESTRUCTURAS ENDOPSÍQUICAS

CONSIDERADAS EN T~RMINOS DE RELACIONES

DE OBJETO (1944) 1

LA PSICOLOGíA DE LAS RELACIONES DE OBJETO COMO PRINCIPIO

EXPLICATIVO DE LA INTERNALIZACIÓN DE LOS OBJETOS

EN UN ARTÍCULO ANTERIOR (1941), intenté formular una nueva versión de


la teoría de la libido y esbozar Jos rasgos generales que podrían presumir
una psicopatologia sistemática basada en tal reformulación. El concepto
básico que establecí en esa oportunidad, y al que aún hoy me adhiero, es
el de que la libido busca primariamente al objeto (en vez del placer, como
- lo postula la teoría clásica), y que el origen de todas las condiciones psi­
copatológicas deben buscarse en las perturbaciones de las relaciones de ob­
o jeto del yo en desarrollo. Creo que este concepto no sólo está más de
acuerdo con los factores psicológicos y con los datos clínicos que la ori­
ginal teoría de la libido de Freud, sino que representa también una con­
secuencia lógica del actual pensamiento psicoanalítico y un paso necesa­
rio en el desarrollo de la teoría psicoanalítica. En particular, me parece
que constituye una derivación inevitable del esclarecedor concepto de los
objetos internalizados, que tan fructuosamente ha desarrollado Melanie
Klein, pero cuyo origen científico yace en la teoría del superyó expuesta
por Freud (estructura endopsíquica que estimó creada por la intemali­
zación de los obj etos ) .
Independientemente de las consideraciones expuestas en mis trabajos
anteriores u otras que se podrían aducir, puede establecerse que la intro­
yección psicológica de objetos y, en particular, la perpetuación de objetos
introyectados en la realidad interior, constituyen procesos que por su
misma naturaleza, implican que la libido busca esencialmente a los obje­
tos, ya que la sola presencia de impulsos orales es insuficiente para ex­
plicar el culto tan intenso por los 'objetos que involucra este fenómeno.
Una derivación similar surgiría de la sola posibilidad de que una situa­
ción edípica fuera perpetuada en el inconsciente, ya que la devoción in­
cesante a un objeto constituye la esencia misma de esta situación. Sin ern­

1 Publicado en The International [ournal 01 Psy choanalysis, vol. XXV, Pts, 1 y ?


91
92 W. RONALD D. FAIRBAIRN

bargo, el concepto de objetos internalizados se ha desarrollado sin que


tuviera lugar ninguna modificación significativa de la teoría de la libido,
hecho harto incompatible. El mismo Freud nunca vio la necesidad de
realizar una reformulación sistemática de su primitiva teoría de la libido,
ni aun después de haber introducido su teoría del superyó. Al mismo
tiempo, encontramos en sus trabajos numerosos pasajes que parecen dar
por sentado que la libido busca específicamente al objeto. Por cierto, es
fácil encontrar fragmentos en los que este punto de vista implícito se torna
explícito, como por ejemplo, cuando dice simplemente (1929): "El amor
busca a los objetos" 2. Esta aseveración se encuentra en un párrafo en el
que, refiriéndose a su original teoría de los instintos sostiene: "Surgió
así por primera vez el contraste entre los instintos del yo y los instintos
del objeto. Debido a la energía de estos últimos y exclusivamente para
ellos, introduje el término libido; se formó- entonces una antítesis entre
los instintos del yo y los instintos libidinosos dirigidos hacia los objetos".
Tal como Freud lo señaló en esa oportunidad, se abandonó la distinción
entre estos dos grupos de instintos por su "introducción del concepto del
narcisismo, es decir, la idea de que la libido carga al mismo yo". Pero,
basado en los pasajes citados, no dejaría de parecer un paso muy revolu­
cionario establecer que la libido busca primariamente al objeto, y tanto
más, si como lo he sugerido en mi trabajo anterior, consideramos al nar­
cisismo como un estado en el que el yo está identificado con los objetos 3.
No obstante, la progresiva concentración de ]a investigación psico­
analítica sobre las relaciones de objeto no ha modificado la primitiva
teoría de que la libido busca primariamente el placer y con ello el con­
cepto paralelo de que: "el curso de los procesos mentales es automática­
mente regulado por cel principio del placer»" (Freud, 1920; 4). La pero
sistencia de este punto de vista ha dado origen a varios problemas que,
de otra manera, hubieran sido más fáciles de solucionar. Entre éstos se
destaca aquél al que Freud señaló una solución en Más allá del principio
del placer (1920), es decir, cómo es que los neuróticos se adhieren con
tanta constancia a las experiencias dolorosas. La dificultad de explicar
este fenómeno en términos del principio del placer, fue lo que condujo a
Freud a retornar al concepto de "compulsión a la repetición". Empero,
si consideramos que la libido busca primariamente al objeto, no es nece­
sario recurrir a este medio. En un artículo reciente (1943) intenté de­
mostrar que la tendencia a adherirse a experiencias dolorosas puede
explicarse en términos de relaciones con objetos malos. Intenté demostrar

2 El malestar en la cultura.
s Independientemente de esta sugestión, no hay incompatibilidad entre el punto
de vista de que la libido busca primariamente al objeto y el concepto de que la
'libido carga al yo, ya que existe siempre la posibilidad de que una parte de la es­
tructura del yo trate a otro como a un objeto, posibilidad que, en base a lo que
expondremos con respecto a la disociación del yo, no puede ser ignorada.
4 Más allá del principio del placer.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 93

también que podían evitarse las dificultades comprendidas en el concepto


de los "instintos de muerte" primarios (en contraste con el de los instintos
agresivos primarios), si se toman en cuenta todas las derivaciones de las
relaciones libidinosas con los objetos malos.

LA PSICOLOGíA DEL IMPULSO Y SUS LIMITACIONES

En realidad, el concepto de "relaciones de objeto" que he adoptado,


ha tenido su origen en un intento, impuesto por las circunstancias, de
comprender mejor los problemas presentados por los pacientes que exhi­
ben ciertas tendencias esquizoides, es decir, una clase de individuos para
quienes las relaciones de objeto presentan una dificultad especial. Apro­
vecho esta oportunidad para aventurarme a expresar la opinión de que
en sus últimas épocas, la investigación psicoanalítica se ha preocupado
con exceso por los problemas melancólicos. Sin embargo, antes de llegar
a este punto de vista, me impresionaban mucho las limitaciones de la "psi­
cología del impulso" y era algo escéptico con respecto al valor explicativo
de todas las teorías del instinto en las cuales se considera que éstos existen
per se. Las limitaciones de la psicología del impulso se hicieron eviden­
tes en un sentido práctico dentro del campo terapéutico, porque si una
cosa es revelarle al enfermo la naturaleza de sus "impulsos" por medio
de un análisis esmerado, el capacitarlo a saber qué hacer con estos "im­
pulsos", es otra. Qué es lo que debe hacer el individuo con sus "impul­
sos" constituye nítidamente un problema de las relaciones de objeto. Tam­
bién es un problema de su propia personalidad, pero "( dej ando de lado
los factores constitucionales), los problemas de la personalidad están li­
gados a las relaciones de objeto. Estos problemas están vinculados a las
relaciones del yo con objetos internalizados o, como preferiría decir por
razones que se comprenderán en breve, a las relaciones de varias partes
del yo con objetos intemalizados y a las de una con otra, como objetos.
En una palabra, los "impulsos" no pueden considerarse separados de las
estructuras endopsíquicas a las que dan energía y de las relaciones de ob­
jeto que permiten establecer a estas estructuras. Del mismo modo, los
"instintos" no pueden sino ser considerados como formas de energía, las
que constituyen la dinámica de tales estructuras endopsiquicas.
Desde un punto de vista psicoterapéutico práctico, el análisis que
considera a los impulsos separados de las estructuras, constituye un pro­
cedimiento singularmente estéril, sobre todo en los enfermos con tenden­
cias esquizoides bien definidas. Por medio de interpretaciones basadas
más o menos en forma exclusiva en término de impulsos, es a veces muy
fácil liberar un torrente de asociaciones (por ejemplo, en forma de fan­
tasías sádico-orales) que son singularmente impresionantes como mani­
festaciones del inconsciente, pero que pueden ser indefinidamente mante­
nidas sin una acción real en la dirección de integración y sin un desarro­
llo terapéutico significativo. La explicación de este fenómeno parecería
w. RONALD D. FAIRBAmN

radicar en el hecho de que el yo (O como sería preferible decir, el yo cen­


tral) no participa en las fantasías descritas, excepto como agente regis­
trador. Cuando se produce tal situación, el yo central se instala, por así
decir, detrás de la grada principal y describe, sin participación afectiva,
los dramas que ~ representan en el escenario de la realidad interior. Al
mismo tiempo, obtiene una considerable satisfacción narcisística del hecho
de ser el registrador de sucesos importantes y debido a que en su iden­
tificación con el analista, como observador, asevera una superioridad so­
bre éste que no es más que un observador, mientras que él no sólo observa
sino que proporciona el material de observación. Este procedimiento es,
en realidad, una obra maestra de técnica defensiva a la que los esquizoides
sólo recurren raramente, pero que constituye para ellos una tentación
irresistible en términos de "impulsos". Tal técnica proporciona el mejor
de los medios para capacitar al paciente a eludir el problema terapéutico
central, es decir, para liberar en la realidad aquellas cargas dinámicas co­
nocidas como "impulsos". Dentro del orden social éste constituye clara­
mente un problema de las relaciones de objeto.
Mi punto de vista con respecto a la imperfección de la psicología del
impulso, quedará ilustrado refiriéndome a uno de los casos que han dado
origen a mis conceptos actuales. La enferma era una mujer soltera con
rasgOB esquízoídes, estando también dominado el cuadro clínico por mar­
cados síntomas fóbicos e histéricos y por angustia generalizada. Su re­
presión era proporcional a un alto grado de tensión libidinosa sin des­
cargar. Cuando esta tensión libidinosa surgía durante una sesión, solía
quejarse de que se sentía nauseabunda. Sin ninguna duda esta sensación
de náuseas era un fenómeno de transferencia basada en una actitud di­
rigida hacia la madre y hacia su pecho, enmascarada por el padre y por
su pene, como objetos intemalizados, que se prestaba inmediatamente a
una interpretación en términos de impulsos orales ya que sus asociacio­
nes se caracterizaron desde un comienzo por gran cantidad de material
oral. Sin embargo, el principal significado de BU8 náuseas parecía radicar,
no tanto en la naturaleza oral de la reacción, sino en la influencia que
ésta ejercía sobre sus relaciones de objeto, 1 Q, por una fijación libidinosa
con el pecho de 'la madre, y 2 Q, por una actitud de rechazo hacia el
objeto de su necesidad libidinosa. Por supuesto que la naturaleza oral
de IU reacción estaba relacionada con una fuerte represión de su sexualidad
genital y probablemente tenía razón cuando, en más de una oportunidad,
aventuró la opinión de que sería frígida en el coito, si bien la exacti­
tud de esta conjetura nunca fue confirmada. Al mismo tiempo, su difi­
cultad en lograr una actitud genital, parecía comprenderse mej or no en
términos de una fijación a una etapa oral, Bino más bien en términos de
un rechazo del pene del padre, basado en parte, en una identificación
de este objeto con el pecho malo, en parte, en una preferente fijación
al pecho, y en parte, en la "maldad" emocional de su padre como objeto
total. Los platillos de la balanza se inclinaron posteriormente más aún,
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 95

contra una actitud genital por el hecho de que una actitud oral implica
un grado menor de compromiso con el objeto, al mismo tiempo que
confiere un mayor poder sobre él. Con frecuencia la enferma decía du­
rante una sesión: "Deseo ir al baño". A primera vista esto tiene un
significado bastante literal, pero, en el curso del análisis, pasó a significar
que experimentaba el deseo de expresar sentimientos libidinosos movili­
zados por la situación de transferencia. Una vez más, el principal signi­
ficado del fenómeno no radicaba en la naturaleza del "impulso" consi­
derado en términos de fases (en este caso urinaria y anal). Yacía en la
cualidad de la comprendida relación de objeto. El "ir al baño" al igual
que el "sentirse nauseabunda", significaban, sin ninguna duda, el rechazo
del objeto libidinoso considerado como contenidos. No obstante, compa­
rado con el "sentirse nauseabunda" era una medida menor de rechazo,
porque si bien en ambos casos estaba incluida una descarga catártica
de tensión libidinosa, la descarga de contenidos representada por "ir al
baño", siendo una descarga de contenidos asimilados, manifestaba un
mayor deseo de expresar sentimientos libidinosos frente a un objeto ex­
terior, a pesar de ser deficiente la descarga directa de sentimientos hacia.
un objeto, que caracteriza a la actitud genital.
Por supuesto que el valor científico de una teoría psicológica no
puede señalarse sólo en términos de éxitos o fracasos psicoterapéuticos,
ya que la importancia científica de los resultados terapéuticos puede ser
juzgada sólo cuando se sabe con exactitud cómo han sido obtenidos. La
psicología del impulso no constituye una excepción a esta regla, pero es
significativo que, en lo que se refiere al psicoanálisis, en la actualidad
se reconozca generalmente que los resultados terapéuticos están íntima­
mente relacionados con el fenómeno de la transferencia, es decir, con el
establecimiento por parte del enfermo, de un tipo especial de relación
de objeto con el analista. Por otra parte, es un punto aceptado de la
técnica psicoanalítica que el analista sea desuaadamente neutral. Sabemos
que, por su parte, tiene buenas razones que lo llevan a adoptar tal actitud,
pero desde el punto de vista del enfermo tiene inevitablemente el efecto
de tornar subjetiva la relación de objeto entre éste y el analista, contribu­
yendo así a la resistencia. Por supuesto que es inherente a la situación
analítica una cierta parcialidad en la relación entre enfermo y analista,
pero parecería que cuando la actitud neutral del analista está combinada
con un tipo de interpretación basada en la psicología del impulso, se im­
pone una considerable tensión sobre la capacidad del enfermo de establecer
una relación de objeto satisfactoria (capacidad que ya debe ser considerada
comprometida en virtud del hecho de que el enfermo, es un enfermo). Por
otra parte, se lo tienta a adoptar, entre otras defensas, aquélla a la que ya
nos hemos referido, es decir, la técnica de describir escenas que se repre­
sentan en el escenario de la realidad interior sin que el yo central tenga
participación significativa, ya sea en las escenas o en una relación de
objeto efectiva con el analista. Uno de mis enfermos que fue maestro en
96 W. RONALD D. FAIRBAIRN

esta técnica, después de suministrar una comprensiva descripción intelec­


tual del estado de la tensión del impulso en el que sentía que se encon­
traba, me dijo un día: "¿Y bien, qué piensa usted hacer?" Como respuesta
le expliqué que el verdadero problema radicaba en lo que él mismo pensaba
hacer. Esta contestación le resultó muy desconcertante, lo que en realidad
trataba de ser. Lo desconcertó porque lo enfrentaba bruscamente con el
verdadero problema del análisis y el de su vida. La forma en que el indi­
viduo ha de utilizar la tensión del impulso constituye evidentemente un
problema de relaciones de objeto, pero también lo es de la personalidad,
ya que las relaciones de objeto incluyen tanto un sujeto como un objeto.
La teoría de las relaciones de objeto nos conduce así, inevitablemente, a
una posición en la que si no se pueden considerar a los impulsos separados
de los objetos, ya sean éstos exteriores o interiores, del mismo modo es
imposible considerarlos separados de las estructuras del yo. Por cierto que
es aún más imposible considerar a los impulsos separados de las estructu­
ras del yo, dado que sólo éstas son las que pueden buscar relaciones con
los objetos. De esta manera, retornamos a la conclusión ya expuesta de
que los "impulsos" son aspectos dinámicos de las estructuras endopsíquí­
cas y que no puede considerarse que existan en ausencia de tales es­
tructuras, a pesar de lo prematura que pueda parecer esta opinión. POI
último, los "impulsos" deben ser simplemente considerados como las foro
mas de actividad en que consiste la vida de las estructuras del yo.

LA PSICOLOGtA DE LA ESTRUCTURA Y LA REPRESIÓN

DE LAS ESTRUCTURAS 5

Habiendo llegado a la posición señalada estamos evidentemente ante


la obligación de volver a revisar nuestra teoría sobre el aparato mental.
En particular, se nos plantea el problema de hasta qué punto puede man­
tenerse sin modificar la descripción que ha hecho Freud de la estructura
mental en términos de ello, yo y superyó. Por supuesto que el momento
en que surge este problema está en relación con las dudas que tienen lugar
con respecto al status del ello, pues si es cierto que no se puede considerar
que los "impulsos" existan en ausencia de una estructura del yo, ya no
será posible mantener ninguna distinción psicológica entre el ello y el-yo.
De esta manera, el concepto de Freud sobre el origen del yo, como una
estructura que se desarrolla en la superficie de la psique con el propósito
de regular los impulsos del ello en relación con la realidad, dará lugar al
concepto de que el yo es, desde UD comienzo, la fuente de la tensión del
impulso. Por cierto que esta inclusión del ello en el yo, no afecta el con­
cepto de Freud con respecto a la función que realiza el "yo", regulando
la descarga de la tensión del impulso en deferencia a las condiciones de la
5 Retrospectivamente es obvio que algunas conclusiones de este trabajo estaban
ya en germinación en mi trabajo titulado "Aspectos en el análisis de una paciente
con una anormalidad física genital". Parte segunda, cap. II de este libro.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 97

realidad exterior. Empero, involucrará el punto de vista de que los "im­


pulsos" están orientados hacia la realidad, lo que desde un comienzo está
determinado en cierta forma por el "principio de la realidad". De esta
manera, se considerará por ejemplo, que la primitiva conducta oral del
niño, está orientada, ab initio, hacia el pecho. De acuerdo con este punto
de vista el principio del placer dejará de ser estimad,o como el principio
fundamental de la conducta y pasará a ser considerado como un princi­
pio secundario de la conducta que incluye un empobrecimiento de las rela­
ciones de objeto y que actúa en la proporción en que fracasa el principio de
la realidad, ya sea por inmadurez de la estructura del yo o por un fracaso
de su desarrollo. Los problemas que se plantean con respecto al grado en
que el principio de la realidad ha reemplazado al principio del placer. da­
rán origen a problemas relacionados con el grado en que un principio de
realidad primariamente inmaduro, ha evolucionado hacia la madurez; y
los problemas con respecto a la capacidad del yo para regular los impulsos
del ello en deferencia a la realidad, darán origen a problemas relacionados
con la medida en que la estructura del yo, dentro de la que surge la
tensión del impulso, ha sido organizada de acuerdo con el principio de
realidad, o, a falta de éste, ha recurrido al principio del placer como medio
de organización.
¿Si debemos considerar por consiguiente que el "impulso" está desde
un principio íntimamente relacionado con una estructura del yo, qué es
lo que sucede entonces con el concepto de Freud de que la represión es la
función que ejerce el yo al enfrentar los impulsos que se originan en el
ello ? Ya me he referido (l943) a las implicaciones que mi teoría de las
relaciones de objeto tiene sobre el concepto de represión. Entonces, expuse
mi punto de vista de que la represión se ejerce primariamente, no contra
los impulsos que se han tornado dolorosos o "malos" (como lo establece
el último punto de vista de Freudl , o contra los recuerdos dolorosos (según
su primitivo punto de vista), sino contra los objetos internalizados que
han pasado a ser tratados como malos. Me siento aun justificado al con­
siderar que este punto de vista es correcto, pero, en otros aspectos, mi
concepto sobre represión ha sufrido un cambio. Estimo que la represión
no sólo se ejerce contra los objetos internalizados (los que deben ser con­
siderados como estructuras endopsíquicas aunque no como estructuras del
yo), sino también contra aquellas partes del "yo" que buscan establecer
relaciones con estos objetos internos. Se podría objetar que si la represión
es una función del "yo", este concepto establece la anomalía de que el yo
se reprime a si mismo. ¿ Cómo puede concebirse que el yo reprima al yo?
La respuesta es que mientras resulta inconcebible que el yo como un todo
se reprima a sí mismo. no resulta inconcebible que una parte del "yo"
con su correspondiente carga dinámica, reprima a otra parte del "yo" con
su carga dinámica. Por supuesto que ésta es una situación distinta a aque­
lla de que un grupo de impulsos repriman a otro grupo. concepto que
Freud rechazó inmediatamente cuando estuvo abocado a la tarea de Iorrnu­
98 W. RONALD D. FAIRBAIRN

lar su teoría sobre el aparato mental. Con el fin de explicar la represion,


Freud se vio compulsado a postular la existencia de una estructura capaz
de provocarla, es decir, el superyó. Por tanto, sólo falta un paso para
postular la existencia de estructuras que son reprimidas. Independiente­
mente de las razones teóricas que ya han sido expuestas, existen muy bue­
nas razones clínicas que permiten hacer tal presunción. Entre ellas se
destaca la dificultad que se experimenta para llevar a cabo la sublimación
de los "impulsos" libidinosos. Esta dificultad no puede ser adecuadamente
explicada diciendo que es debida a la arraigada e inherente obstinación
de los "impulsos" mismos, especialmente después que hemos pasado a
considerar a los "impulsos" como formas de energía que están a dispo­
sición de la estructura del yo. Por el contrario, sólo puede ser satisfac­
toriamente explicada presumiendo que los "impulsos" reprimidos son inse­
parables de una estructura del yo con un patrón definido. La exactitud
de esta presunción se confirma por el fenómeno de la personalidad múlti­
ple en la que es evidente 1'1 relación de los "impulsos" reprimidos con una
sepultada estructura del yo; pero tal relación puede también descubrirse
en las formas menos extremas de disociación, tan características de los
histéricos. De esta manera, para explicar la represión, nos vemos abo­
cados a la necesidad de presumir una cierta multiplicidad de yos. Para
aquellos familiarizados con los problemas que exhiben los enfermos esqui­
zoides este concepto no ha de presentar particular dificultad. No podemos
dej ar de recordar las limitaciones que la teoría psicoanalítica ha sufrido
en algunos de sus últimos desarrollos debido a la importancia que se le
ha dado al fenómeno de la melancolía.

LA POSICIÓN ESQUIZOIDE

Todo aquel que haya leído el trabajo de Freud El yo y el ello (1923),


difícilmente dejará de percibir que su teoría sobre la estructura mental,
cuya clásica exposición se encuentra en esta obra, está basada en gran parte
en la consideración del fenómeno de la melancolía. Además, en su trabajo
titulado Duelo y melancolía (1917), encontramos el último eslabón de la
cadena de pensamientos que culminaron con la referida exposición. Por
su parte, Melanie Klein y sus colaboradores, le confieren a la "posición
depresiva" una importancia básica. Debo confesar que la atribución de
un lugar tan prominente a la condición depresiva es difícil de conciliar
con mi propia experiencia.
Por supuesto que negar la importancia de la posición depresiva en
individuos que padecen verdaderas depresiones o en aquellos de tipo de­
presivo, sería fútil. Sin embargo, de acuerdo con mi experiencia, tales
individuos no constituyen una proporción apreciable dentro de la clientela
del analista, aunque si bien es cierto, son comunes en la práctica psiquiá­
trica habitual. En lo que se refiere al tipo común de enfermos que padecen
estados de angustia, síntomas neuróticos y perturbaciones del carácter, me
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 99

parece que en la gran mayoría de aquellos que se embarcan y persisten


en el tratamiento analítico, la posición central es más bien esquizoide que
depresiva; y sólo raramente encuentro que un enfermo bajo tratamiento
desarrolle lo que podría considerarse una reacción incontrovertiblemente
depresiva, es decir, melancólica. En cambio, tropiezo con relativa freo
cuencia con reacciones esquizoides.
Creo necesario referirme a la distinción que ya he establecido (1941)
entre el afecto característicamente melancólico de la "depresión" y el
"sentimiento de futilidad" que he llegado a considerar como el afecto
característicamente esquizoide. Desde el punto de vista del observador, la
similitud superficial que existe entre los dos afectos es suficiente para
dificultar en muchos casos la distinción y, en especial, por el hecho de que
el esquizoide suele describirse como "deprimido", En consecuencia, en
la práctica clínica suele aplicarse el familiar término "deprimido", a los
enfermos que debieran ser descritos como personas que sufren de sentí­
miento de futilidad. De esta manera se produce una confusión de clasifi­
cación, con el resultado de que muchos enfermos con síntomas psiconeu­
réticos pasan a ser incluidos dentro del tipo depresivo, cuando realmente
corresponden al esquizoide. No obstante, aparte de esta fuente de confu­
sión, -es común que en los "psiconeuróticos" pase inadvertida una posición
esquizoide básica debido a la fuerza de las defensas y a los resultantes
síntomas psiconeuróticos (es decir, histéricos) que se destacan en el cua­
dro clínico, Empero, cuando consideramos los casos que citó Janet para
ilustrar el, material sobre el que basó su concepto de que la histeria era
una entidad clínica, es difícil dejar de concluir que gran parte de los indio
viduos presentados exhibieron notables características esquizoides y, por
cierto, podemos resumir diciendo que si se presentaran en una clínica
psiquiátrica moderna, una considerable proporción sería en efecto diag­
nosticada como esquizofrenias francas, Puedo añadir que mis propias
investigaciones de enfermos con síntomas histéricos no dejan ninguna
duda de que el fenómeno de disociación de la "histeria" implica una diso­
ciación del yo, fundamentalmente idéntica a la que involucra el signifi­
cado etimológico del término "esquizoide",

"DE VUELTA A LA HISTERIA"

Es oportuno recordar que las primeras investigaciones de Freud den.


tro del terreno de la psicopatología, se ocupaban casi en forma exclusiva,
del fenómeno histérico (y no del melancólico), y que basado en este fe­
nómeno es que se estableció originariamente la teoría y práctica psicoana­
lítica. Sin duda sería fútil imaginar hasta qué punto el desarrollo de la
teoría psicoanalítica hubiera seguido un curso distinto si los fenómenos
histéricos hubieran conservado, en las investigaciones de Freud, el lugar
central que ocuparon en un comienzo, pero al menos podemos presumir
lOO W. RONALD D, FAIRBAIRN

que la posicion esquizoide hubiera asumido, en gran parte, la importan­


cia que adquirió luego la posición depresiva. Cuando Freud pasó del
estudio de lo reprimido al estudio del trabajo de la represión, los pro­
blemas de melancolía comenzaron a desalojar a los problemas de histeria
del lugar central que habían ocupado hasta entonces. Es fácil comprender
que haya sido así si tenemos en cuenta: a), por un lado, la estrecha rela­
ción que parece existir entre culpa y represión, y b) por el otro, la enor­
me importancia que asume la culpa en los estados melancólicos. De
cualquier modo, la teoría de Freud sobre el superyó constituye un intento
. de atribuir la génesis de la culpa y la producción de la represión a una
fuente común de la situación edípica. Esto da lugar a una seria incompa­
tibilidad entre el punto de vista de Freud sobre el origen de la represión
y la teoría de las "fases" del desarrollo libidinoso, formulada por Abraham.
Porque mientras Freud concibió a la situación edípica, a la que consideró
como la teorización de la represión, como una situación esencialmente
genital, su formulación sobre el origen del superyó, al que consideró como
el instigador de la represión, está concebido en términos de una situación
oral, es decir, una situación correspondiente a una etapa que, de acuerdo
con la teoría de las fases, debe ser necesariamente pregenital. Melanie
Klein sostiene que la situación edípica se origina en una etapa mucho más
temprana que la que se supuso anteriormente. Debe considerarse que esta
opin ión se obtuvo a expensas de la teoría de las "fases", teoría a la que
ya hice objeto de una crítica detallada (1941). Mi intención consiste
ahora en buscar la fuente de la represión, no sólo más allá de la acti­
tud genital, sino también más allá de la situación edípica y aún del
nivel en el que se establece el superyó. Por eso no sólo intenté demos­
trar (1943) que la represión surge primariamente como una defensa contra
los objetos "malos" internalizados (y no contra los impulsos, ya sean inces­
tuosos en un sentido genital o en cualquier otro), sino también que la
culpa surge como una defensa adicional contra situaciones que implican
objetos malos internalizados. De acuerdo con este punto de vista la culpa
se origina en el principio de que al niño le resulta más tolerable conside­
rarse condicionalmente (es decir, moralmente) malo, que considerar a sus
padres incondicionalmente (es decir, libidinosamente) malos. Para descri­
bir el proceso por el cual se produce el cambio de la segunda a la primera
actitud, introduje el término "defensa moral", y mi punto de vista es que
el superyó se establece sólo a instancias de la "defensa moral" 6. Por tanto,
6 Añadiré que, según mi criterio, lo que se internaliza siempre, en primera
instancia, son los objetos "malos", ya que es difícil encontrar un motivo adecuado
que justifique la internalización de objetos que son satisfactorios y "buenos", Por
tanto, constituiria ' un procedimiento insustancial que el niño internalice el pecho
de la madre con el que ya tuvo una perfecta relación en ausencia de tal inter­
nalízación y cuya leche fue suficiente para satisfacer sus necesidades de incorpora­
ción. De acuerdo con esta idea el niño necesita internalizar el pecho de la madre
sólo cuando éste no satisface sus necesidades físicas y emocionales; convirtiéndose
así en un objeto malo. Más adelante se internalizan objetos buenos para defender
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 101

el establecimiento del superyó representa el logro de un nuevo nivel de


organización estructural baj o el cual persiste el nivel anterior. De esta
manera, según mi opinión, bajo el nivel en el que el yo central se encuen­
tra frente al superyó como objeto interno de significado moral, yace un
nivel en el que algunas partes del yo se encuentran frente a objetos inter­
nos que no sólo están exentos de significado moral, sino que son, desde el
punto de vista libidinoso, incondicionalmente malos (es decir, perseguido­
res internos amorales de uno u otro tipo). De manera que, mientras puede
considerarse que el fenómeno de la melancolía es relativamente explicado
en forma satisfactoria en el nivel del superyó, algunos de los fenómenos que
lo acompañan no son tan fácilmente explicados. Así, los rasgos paranoides
e hipocondríacos que se manifiestan con tanta frecuencia en los melancó­
licos, representan una orientación hacia objetos internos que de ningún
modo son "buenos", sino que son incondicionalmente (es decir, libidinosa­
mente) malos. Esto mismo podemos establecer con respecto a los rasgos
obsesivos tan característicos en los individuos que se encuentran en las
etapas iniciales de la depresión, ya que la defensa obsesiva no es primaria­
mente moral. Por el contrario, es esencialmente una defensa conlra la
"mala suerte", es decir, contra situaciones que comprenden relaciones con
objetos (internos) incondicionalmente malos. La misma dificultad existe en
hallar una explicación satisfactoria de los síntomas de la "histeria" en un
nivel de superyó, ya que las inhibiciones libidinosas que tienen lugar no
están en proporción al monto de culpa presente. Por tanto, ya que el psico­
análisis se originó por el intento de Freud de explicar el fenómeno histé­
rico, no dej ará de tener sus ventajas volver a considerar este material,
alentándonos, si es que el incentivo es necesario, con el grito de combate
de: "De vuelta a la histeria."

UNA MULTIPLICIDAD DE YOS

Hemos llamado la atención sobre el hecho de que si bien Freud des­


cribió a lo reprimido como esencialmente formado por impulsos, al tratar
de explicar el trabajo de la represión creyó necesario recurrir a los con­
ceptos estructurales (el yo y el superyó}. El concepto de Freud sobre
represión se reduce en pocos términos a lo siguiente: a) que el agente de
la represión es el yo; h) que la represión es instigada y mantenida por la
presión que el superyó (una figura parental internalizada) ejerce sobre el
yo; e) que lo reprimido está formado esencialmente por impulsos libidino­
sos, y d) que la represión surge como un medio de defensa contra impulsos
comprendidos en la situación edípica, y que son tratados por el yo como
"culpables" debido a la presión que ejerce el superyó. El que se considere
al agente y al instigador de la represión como estructuras, y a lo reprimido

al yo del niño de los objetos malos que ya han sido internalizados, siendo el
superyó un "objeto bueno" de esta naturaleza.
¡02 W IWi'nLD D. FAIRBAIHN

corno el conjunto de impulsos, implica una ancmalin que parece haber


pasado inadvertida. Su magnitud "e comprenderá mejor si tenemos en
cuenta 'llJP e!) "Lperyo• que es descrito
-l' J
como ell "mc;t1~a( j or ne a I '•
r~preslO:1 e~
':'J gran parle inconsciente, dando éI~í oriaen al difícil problema de si f,i
superyó no está t amhién reprimido. Freud no olvidó este problema y encaró
la posibilidad ele que el superyó representaría, por supuesto, la represión
de una estructura. Parecería entonces que Freud admitiera la posibi­
lidad de que una estructura sea reprimida, y basado en las consideraciones
expuestas es razonable preguntar si lo reprimido no es invariable e in­
trínsecamente estructural. Én este caso ~e evitaría la anomalía a la que
me he referido.
En el punto de vista ya expuesto (1943) de que el efecto de la
represión es primariamente dirigido contra objetos internalizados que son
tratados como malos, queda implícito que lo reprimido es esencialmente
estructural, porque si no presumimos que los objetos internalizados son
estructuras, el concepto de la existencia de tales objetos carece completa­
mente de sentido. A raiz de mi experiencia posterior, el concepto de que
la represión es primariamente dirigida contra objetos malos internalizados,
ha requerido una considerable elaboración que me ha llevado a realizar
una revisión del concepto de la estructura psíquica. Lo que, en este sentido,
me proporcionó la oportunidad de realizar el paso principal fue un sueño
relatado por uno de mis enfermos. Se trataba de una mujer casada que
recurrió al análisis debido a su frigidez que era, sin ninguna duda, un
fenómeno de disociación histérica (anestesia histérica combinada con pa­
resis histéricas de la vagina); pero. al igual que todos los fenómenos,
representaba sólo una parte de un problema de la personalidad total. El
sueño en sí era muy sencillo, pero me impresionó por tratarse de una de
esas manifestaciones simples que tan a menudo, en la historia de la cien­
cia, han dado cuerpo a verdades fundamentales.
El sueño (manifiesto) al que me refiero, consistió en una breve
escena en la que la sofiante veía que era violentamente atacada por una
actriz famosa en un edificio respetado que durante generaciones había
pertenecido a su familia. Su esposo miraba. pero parecía imposibilitado
e incapaz de protegerla. Después de realizado el ataque, la actriz se ale­
jaba y volvía a desempeñar un papel teatral, que, según parecia estar im­
plícito, había abandonado momentáneamente con el fin de realizar el
ataque a modo de inLerludio. La soíiante se veía entonces contemplando su
cuerpo que yacía sangrante en el piso, pero, al contemplarlo, notaba que
por un instante se transformaba en un hombre. Luego alternaba siendo
ora ella ora ese hombre, hasta que por fin despertó con gran angustia.
Con sorpresa llegué a saber, por sus asociaciones, que el hombre, en
el que se transformaba su cuerpo, usaba un traje muy parecido a uno (¡tw
su esposo había comprado hacía poco tiempo, y mientras lo había adqui­
rido a instancias de la enferma, había llevado consigo, el día de la prue­
ba, "a una de sus rubias". Este hecho, unido al de que en el sueño el
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 103
marido era un espectador impotente del ataque, confirmó de inmediato la
sospecha natural de que el ataque no sólo era dirigido hacia ella, sino
también hacia él. Esta sospecha fue ampliamente ratificada por asocia­
ciones posteriores que no es necesario detallar. El curso de sus asociacio­
nes confirmó la sospecha adicional de que al igual que el cuerpo que era
atacado, la actriz que realizaba el ataque representaba también a la per­
sonalidad de la soñante. En realidad, la figura de una actriz era apropiada
para representar un cierto aspecto de ella misma, porque en esencia, era
una personalidad cerrada y retraída que manifestaba muy pocos sentimien­
tos verdaderos por los demás, pero que había perfeccionado la técnica de
presentar fachadas hasta el extremo de asumir una apariencia fuertemente
genuina y ql;lC la hizo muy popular..Tal afecto libidinoso que experimentó
desde la infancia, se manifestó predominantemente en una secreta vida
fantaseada de naturaleza masoquística; pero en la vida real se dedicó con
fervor a desempeñar papeles, es decir, el de una buena esposa, el de una
buena madre, el de una buena ama de casa y el de una buena mujer de
negocios. Basado en esto, la impotencia atribuida en el sueño a su esposo
adquirió una importancia adicional porque si bien ella desempeñaba con
mucho éxito el papel de buena esposa, su verdadera personalidad le era a
él inaccesible, y la buena esposa que conocía, era, en gran parte, sólo la
buena actriz. Esta situación existía no únicamente en la esfera de las
relaciones emocionales, sino también en la de las relaciones maritales,
porque al mismo tiempo que era frígida durante el coito, había adquirido
la capacidad de dar la impresión de excitación y satisfacción sexual. Tal
como el análisis lo reveló sin ninguna duda, su frigidez representaba no
sólo un ataque contra su componente libidinoso sino también una actitud
hostil hacia el marido, como objeto libidinoso. Por tanto, t81 como se reveló
en el sueño, el acto de asumir el papel de actriz implicaba UDa dosis
de oculta agresión contra el esposo. También es nítido que en una capa­
cidad libidinosa se identificaba con el esposo como objeto de su propia
agresión. Debemos señalar que cuando tuvo lugar el sueño, su e&p08O
era miembro de uno de los servicios de combate y estaba por volver al
hogar en goce de licencia. En la víspera de 8U retomo, y precisamente
antes de producirse el sueño, desarrolló un dolor de garganta. Esta serie
de acontecimientos había sucedido tan frecuentemente que no podía consi­
derarse en esa oportunidad como una coincidencia, y sirvió además para
confirmar su identificación con el esposo como objeto de su agresión. La
situación representada en el sueño es, pues una en la que la soñante en
una capacidad sin especificar, descarga su agresión directamente en otra
capacidad, es decir, libidinosa, mientras, al mismo tiempo, la descarga
indirectamente contra su esposo como objeto libidinoso. Por supuesto,
que en un nivel superficial y de acuerdo con el patrón melancólico, esta
situación se presta a ser interpretada como que la soñante, debido a su
ambivalencia con respecto al esposo, ha desviado el componente agresivo
de su actitud ambivalente, del esposo a ella misma, debido a la culpa
104 W. RüNALD D. FAIRBAIRN

sentida por su agresion. Sin embargo, durante la sesion en que fue rela­
tado el sueño no me pareció una interpretación exhaustiva, ni aún en un
nivel superficial.
Es evidente que la situación representada en el sueno se prestaba a
una interpretación más profunda que la que he referido. La he descrito
como una situación en la que la soñante, en una capacidad sin especificar,
descargaba su agresión directamente contra ella misma en una capacidad
libidinosa, mientras, al mismo tiempo, descargaba su agresión indirecta­
mente contra el esposo como objeto libidinoso. Por supuesto que esta
descripción es incompleta dado que dej a sin especificar la capacidad en la
que expresaba su agresión; y cuando pasamos a considerar la naturaleza
de esta capacidad inespecificada, el si~llificado profundo del sueño se con­
vierte en el problema del momento. De acuerdo con el contenido mani­
fiesto del sueño, realizaba el ataque en calidad de actriz, y ya hemos visto
lo bien que se adaptaba la figura de una actriz para representar un aspecto
de su hostilidad contra las relaciones libidinosas. Empero, el abundante
material que emergió durante el análisis reveló que la figura de una ac­
triz se ajustaba también para representar a la madre de la sofiante, mujer
artificial que no manifestó ningún afecto natural y espontáneo hacia sus
hijos ni recibió con agrado ninguna de tales manifestaciones por parte
de éstos hacia ella, y a quien el mundo elegante proporcionó un escena­
rio en el cual pasó su vida desempeñando papeles. Fue fácil ver que en
la capacidad de actriz, la soñante estaba íntimamente identificada con
su madre como figura represora. La introducción de su madre en el
drama aparentemente como una imagen del "superyó", plantea el proble­
ma de si la interpretación más profunda del sueño no debiera realizarse
en términos de la situación edipica, y es natural que preguntemos si el
padre no está también representado. Éste había muerto en servicio activo
durante la guerra de 1914-18 cuando la enferma tenía seis años de edad.
El análisis reveló la existencia de un considerable resentimiento con él
como objeto libidinoso que la había excitado y rechazado. (Este resen­
timiento se concentraba, en particular, en torno al recuerdo de una pre­
coz escena desarrollada en un camarín.) Por tanto, si buscamos en el
sueño una representación del padre, nuestra elección está evidentemente
limitada a una sola figura: el hombre que alternaba con la figura de la
soñante como objeto del ataque. Hemos visto que esta figura representaba
al esposo, pero el análisis reveló lo íntimamente que éste estaba identifi­
cado, por transferencia, con el padre. Por esta razón, como también por
otras que no es necesario detallar, pudo deducirse que el hombre involu­
crado en el ataque, representaba, en un nivel de interpretación más pro­
fundo, al padre. En este nivel, el sueño podría ser interpretado como una
fantasía en la que ella y el padre eran representados como muertos por
la madre debido a una relación incestuosa culpable. También podía ser
interpretado en términos de estructura psíquica como representando la re­
presión de su libido, realizada a instancias de un superyó modelado de
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE U. PERSOl\"ALIDAD 105
acuerdo con su madre, debido al ligamen incestuoso con el padre. Empe­
ro, ninguna de estas interpretaciones me pareció hacer justicia al mate­
rial, si bien la interpretación estructural era la que proporcionaba el ca­
mino más fructífero.
A esta altura del trabajo creo necesario hacer algunas observaciones
sobre el desarrollo de mis propios puntos de vista con respecto a la Ian­
tasía en general y a los sueños en particular. Hace muchos años tuve opor.
tunidad de analizar a una mujer muy poco común, quien, retrospecti­
vamente, reconozco como una personalidad esquizoide y que era una
soñadora de lo más fecunda 'jo Entre sus sueños, muchos desafiaron todos
los esfuerzos tendientes a hacerlos estar de acuerdo con la teoría de la
"realización de deseos", y ella misma los describió espontáneamente como
sueños de "estado de cosas", intentando significar con ello que represen­
taban realmente situaciones endopsíquicas presentes. Por supuesto que
esto me impresionó. De todos modos, mucho más tarde, después de ha­
berse hecho conocida la teoría de Freud sobre la estructura psíquica,
después que Melanie Klein elaboró los conceptos de realidad psíquica y
de objetos internos y después que yo mismo me hube impresionado por
la prevalencia e importancia de los fenómenos esquizoides, tenté formular
el punto de vista de que todas las figuras que aparecen en los sueño" re­
presentaban partes de la propia personalidad del soñante (concebida en
términos de yo, superyó y ello) o identificaciones por parte del yo. Un
desarrollo posterior de este punto de vista trajo como consecuencia el
concepto de que los sueños no son realizaciones de deseos, sino, esencial­
mente, instantáneas o más bien shorts (en la 'acención cinematográfica)
de situaciones existentes en la realidad interior. Con respecto al punto de
vista de que los sueños son esencialmente shorts de situaciones existentes
en la realidad interior, me adhiero aún a la línea general de pensamiento
seguido en este artículo; pero, en lo que se refiere a las figuras que en
ellos aparecen he modificado mi punto de vista en el sentido de que éstas
representan o partes del "yo", u objetos internalizados. Por tanto, de
acuerdo con mi concepto actual, las situaciones reflejadas en los sueños
representan relaciones existentes entre las estructuras endopsíquicas, pu­
diéndose decir lo mismo de las situaciones reflejadas en las fantasías diur­
nas. Esta conclusión constituye el resultado natural de la unión de mi
teoría de las relaciones de objeto con una verificación del hecho indudable
de que en caso que se les atribuya algún significado teórico, los objetos
internalizados deben considerarse como estructuras endopsíquicas.
Retornemos al sueño específico que estamos considerando, con el fin
de dar cuenta de las conclusiones a las que he llegado subsecuentemente

7 Este caso es descrito en el trabajo titulado "Aspectos en el análisis de una


paciente con una anormalidad física genital", parte segunda, cap. 11 de este libro.
También es el tercer caso descrito en "El efecto de la muerte de un rey sobre pa­
cientes en análisis". Aunque dicha paciente presentaba síntomas depresivos y maníacos
la considero una personalidad esquizoide,
106 w. RONALD D. FAIRBAIRN

como resultado de un intento realizado con el fin de resolver los proble­


mas teóricos que me planteó. Como ya lo he establecido, ninguna de las
interpretaciones evidentes me pareció por completo satisfactoria, si bien
el tipo de interpretación estructural pareció proporcionar la línea de en­
foque más provechosa. Por supuesto que deberemos tener presente lo que
ya he dicho con respecto a las estructuras psíquicas, y recordar el con­
cepto que he formulado de que todos los desarrollos psicopatológieos se
originan en una etapa anterior a aquella en la que se desarrolla el super·
yó. De manera que, en lo sucesivo, no haremos mención ni del superyó
ni del ello como conceptos explicativos. Por el contrario, basado en un
enfoque estructural, trataré de elucidar el significado del sueño simple­
mente en términos de los datos que proporciona.
En el sueño manifiesto el drama comprende cuatro figuras: 1\1-, la
de la soñante sometida al ataque; 2", la del hombre en quien se transfor­
ma y alterna con ella; 3", la de la actriz atacante, y 4~, la del esposo
de la soñante como espectador impotente. Sin embargo, con respecto al
drama, no debemos olvidar a nuestro único testigo del mismo: la propia
soñante, el yo observador. Incluyéndola, son cinco las figuras con las que
se puede contar. Ante esto me aventuro a sugerir que si el sueño hubiera
concluido algunos segundos antes, sólo hubiera habido cuatro figuras, aun
en el caso de que se tomara en cuenta el "Yo" del sueño, pues única­
mente en el quinto acto, por así decir, comenzó a alternar un hombre con
la figura de la soñante corno objeto del ataque. Esta constituye una re­
Bexión interesante, ya que debernos concluir, que hasta el momento en
que emergió este hombre, el objeto de ataque era una figura compuesta.
El interés especial de este fenómeno radica en d hecho de que, corno hemos
visto, existen razones para considerar como oompuesta a una segunda
figura, porque la actriz atacante representaba, sin ninguna duda, tanto a
la figura de la soñante como a la de su madre. Por eso me aventuro a
arriesgar la sugestión de que si el sueño hubiera durado unos cinco se­
gundos más hubieran podido haber seis figuras en lugar de cinco. De
todas maneras es exacto inferir que en el' contenido latente habían seis
figuras, lo que en realidad, después de todo, es lo que interesa a los fines
de interpretación. Presumiendo entonces que en el sueño están represen­
tadas seis figuras pasaremos a considerar la naturalesa de las mismas.
Al hacerlo, nuestra primera observación es que éstas se dividen en dos
clases: estructuras del yo y estructuras de objeto. Son muy interesantes
tres componentes de cada clase. Las estructuras del yo son: 1\l, el yo ob­
servador o "Yo"; 2\l, el yo atacado, y 3", el yo atacante. Las estructuras
de objeto son: }\1-, el esposo de la soñante como observador impotente;
2', el objeto atacado, y 3~. el objeto atacante. Esto nos conduce a realí­
zar otra observación: que las estructuras del yo se prestan naturalmente
a ser apareadas .con las estructuras de objeto. Hay tres pares de este tipo:
1Q, el yo observador y el esposo de la soñante que también figura como
observador; 2Q, el yo atacante y el objeto atacante que representa a su
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 107
madre, y 3Q, el yo atacado y el objeto atacado que representa a su padre
(porque en este sentido debemos adherirnos al nivel más profundo de in­
terpretación) .
Teniendo en cuenta estas dos observaciones importantes, las conclu­
siones a las que he llegado en mi intento de interpretar el sueño, a mi
entera satisfacción, son las siguientes: Las tres figuras del yo que apare·
cen separadas en el sueño, representan en realidad, a estructuras del yo
separadas en la mente de la soñante. Por tanto, el "yo" de la sofiante
está disociado de acuerdo con la posición esquizoide, y lo está en tres yos
separados: un yo central y otros dos subsidarios que, en términos gene­
rales, se forman del yo central. De estos dos yos subsidiarios uno es
objeto de agresión por parte del otro. Debido a que el yo que es atacado
está íntimamente relacionado con el padre de la sofiante (y por transfe­
rencia, con su esposo) es exacto deducir que este yo está muy cargado
de libido, pudiendo ser por tanto adecuadamente descrito como un "yo
libidinoso". Dado que el yo atacante está intimamente relacionado con
la madre de la sofiante como figura represora, su conducta está de acuer­
do con la que tradicionalmenle se atribuye al superyó en el estableci­
miento de la situación edípica. No obstante, debido a que el ataque exhi­
be todas las características de un acto de venganza, más que moral, y da
lugar a un afecto, no de culpa sino de simple angustia, no es justificado
(independientemente de los conceptos expuestos) igualar el yo atacante
con el superyó. De todos modos, como ya lo he señalado, existen razones
para atribuir una enorme importancia psicopatológica a un nivel más
profundo a aquel en el que funciona el superyó, Por otra parte, las cir­
cunstancias en las que tuvo lugar el sueño demostraron que las relaciones
libidinosas de la soñante con su esposo estaban seriamente comprometi­
das, y en lo que al sueño se refiere, el factor de compromiso debemos
buscarlo en la actuación del yo atacante. De esta manera, el yo atacante
puede quizá ser mejor descrito como un "saboteador interno". En el
intento de descubrir lo que este sueño expresaba y de determinar el sig­
nificado estructural de tal expresión, tuve que dejar de lado la tradicional
clasificación de la estructura mental en términos de yo, ello y superyó,
en favor de una clasificación basada en términos de una estructura del yo
disociado en tres yos separados: 19 , un yo central (el "Yo"); 29 , un yo
libidinoso, y 3 9 , un yo agresivo y perseguidor que denominé saboteador
interno. Mi experiencia posterior me ha llevado a considerar que esta
clasificación tiene una aplicación universal.

LAS RELAClONES DE OBJETO DEL YO CENTRAL

Y DE LOS YOS SUBSIDIARIOS

Habiendo expuesto mis conclusiones sobre las estructuras del yo re­


presentadas en el sueño, pasaremos a considerar mis conclusiones con res­
pecto a las relaciones de objeto de las mismas. Como ya se ha indicado,
108 w. RONALD D. FAIRBAIRN

cada uno de estos tres yos en cuestión se presta, naturalmente, a ser apa­
reado con un obj do especial. El obj eto especial del yo central era el
esposo de la soíiante y es conveniente que comencemos a considerar la
naturaleza de la actitud adoptada hacia él por el yo central de la misma.
Dado que el yo central era el "yo" observador del sueño. percibido como
continuado por pi "yo" despierto por medio del cual el sueño fue luego
relatado, es exacto deducir que este yo es en gran parte preconsciente,
lo que de cualquier manera es de esperar de un yo que merece el título
de "central", Esta deducción es confirmada por el heccho de que el reposo
de la soñante era un objeto de gran importancia en la realidad exterior
y que en la víspera del sueño ocupó los pensamientos conscientes de la
enferma. Si bien la figura que lo representaba debe considerarse como
un objeto internalizado, este objeto debe evidentemente ocupar en la
psique una posición mucho más superficial que los otros objetos repre­
sentados (obj etos parentales internalizados en la infancia) y debe corres­
ponder íntimamente al objeto pertinente de la realidad exterior. De manera
que la actitud de la soñante con respecto a su esposo como objeto externo
adquiere gran importancia en nuestros propósitos actuales. Esta actitud
era esencialmente ambivalente, en especial en lo que se refería a las rela­
ciones maritales. Sin emhargo, no existían manifestaciones activas de su
hostilidad hacia él. Del mismo modo, su ligamen lihidinoso con el esposo
estaba fuertemente reprimido y en las asociaciones del sueño se reprochó
su falta de sentimientos profundos hacia él y de su fracaso en abandonarse
a él, si bien su capacidad consciente para remediar estas deficiencias esta­
ba restringida al desempeño del papel de una "buena esposa". Se plantea
entonces el problema de si dado que su oculta agresión hacia él y su
oculta necesidad libidinosa de él no se manifestaron directamente en el
sueño, no pudieron haberse manifestado de alguna manera indirecta. No
bien surge este problema recordamos la metamorfosis sufrida por la figu­
ra del yo libidinoso después de haber sido atacado por la figura del sabo­
teador interno. El yo libidinoso se transformó y comenzó a alternar con
un hombre, que si bien en un nivel profundo representaba al padre de
la soñante estaba sin embargo íntimamente relacionado con su esposo. Es
entonces obvio que en vez de ser dirigida contra su esposo como objeto
externo, un gran montante de agresión fue absorbido en un ataque diri­
gido, no simplemente contra el ) o libidinoso. sino también contra un
objeto interno íntimamente relacionado con el yo libidinoso. También
es nítido que este caudal de agresión pasó a estar a disposicón, no del
yo central, sino del saboteador interno. ¿ Qué sucedió entonces con el
componente agresivo de su ambivalcncia ? Como hemos visto. su actitud
libidinosa hacia el marido exhibió un considerable empobrecimiento a
pesar de las buenas intenciones que tenia en un plano consciente. De esta
manera está sobreentendido que lo expuesto con respe.to a su agresión es
también exacto con respecto a su libido. Una considerable proporción
dej ó de estar a disposición dd yo ce-ntral. Ya no puede duda rse de cuál
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 109

es el objeto hacia el que se dirigió este montante de libido. En términos


del sueño debe ser seguramente el hombre que alternó con el yo libidinoso
como objeto de agresión. Empero, a diferencia de la agresión, esta libido
no está a disposición del saboteador interno. Por el contrario, debemos
considerarla a disposición del yo libidinoso y es justamente por esto que
he adoptado el término de "yo libidinoso". Es necesario formular la sos­
pecha -que ya todos debemos tener-, de que si bien en el sueño está
representado de otra manera, el ataque realizado por el saboteador interno
es sólo secundariamente dirigido contra el yo libidinoso y primariamente
contra el objeto libidinoso que alterna con este yo. Presumiendo que esta
sospecha sea exacta debemos considerar la ordalía a la que está sometido
el yo libidinoso como evidencia de una completa identificación, y, por
tanto, un ligamen libidinoso muy fuerte. con el objeto atacado por parte
del yo libidinoso. Constituye la prueba de la cantidad de "sufrimientos"
que el yo libidinoso está preparado a soportar debido a la devoción que
profesa a su objeto. La angustia que experimentaba la soñante en estado
de vigilia puede ser interpretada del mismo modo y, por cierto, que me
aventuro a sugerir que esta angustia representaba una irrupción en la
conciencia de tal "sufrimiento" por parte del yo libidinoso. Esto nos re­
cuerda el concepto original de Freud de que la angustia neurótica es la
libido convertida en sufrimiento, concepto que me presentó en una época
una gran dificultad teórica pero que ahora, a la luz de mis puntos de vista
actuales, he llegado a apreciar y a aceptar, prefiriéndolo a aquel punto
de vista modificado que luego (y creo que con reluctancia) adoptó Freud.
Hemos esclarecido un tanto el problema de las relaciones de objeto
de los tres yos representados en el sueño, pero este proceso de aclaración
es aún incompleto. A esta altura de los hechos la posición sería la si­
guiente: La actitud preconsciente de la soñante hacia su esposo, es am­
bivalente; y ésta constituye la actitud adoptada por el yo central tanto
hacia su objeto externo como hacia el representante internalizado de
este objeto. No obstante, los componentes libidinosos y agresivos en las
relaciones de objeto del yo central, son predominantemente pasivos. Por
otra parte, una considerable proporción de la libido activa de la soñante
está a disposición del yo libidinoso y es dirigida hacia un objeto inter­
nalizado el que con propósitos de nomenclatura, puede ser descrito como
"el objeto (interno) necesitado". Al mismo tiempo una considerable pro­
porción de su agresión está a disposición del saboteador interno y es
dirigido: a) hacia el yo libidinoso, y b) hacia el objeto necesitado (es
decir, hacia el objeto del yo libidinoso). Empero, no debemos dej ar
de notar que esta síntesis de la posición, dej a de considerar ciertas rela­
ciones endopsiquicas que puede presumirse que existan; en especial:
1) la relación del yo central con los otros yos, y 2) la relación del sa­
boteador interno con el objeto internalizado con el que se relaciona tan
íntimamente y que está representado por el componente maternal en la
figura de la actriz. Considerando la última de estas relaciones es fácil
no W. RONALD D. FAIRBAIRN

comprobar que, dado que la actriz del sueño era una figura compuesta
que representaba a la madre de la soñante y a ella misma, el sabotedor
interno está estrechamente identificado con su objeto y, por tanto, debe
considerárselo unido a éste por medio de un fuerte ligamen libidinoso.
Con propósitos de descripción debemos darle un nombre y propongo que
lo llamemos "objeto (interno) rechazante". He elegido este término por
una razón que luego se hará evidente, pero, mientras tanto, me justificaré
diciendo que la madre de la sofiante, que fue la que me proporcionó el
modelo original de este objeto internalizado, era en esencia, una figura
rechazante y que, por así decir, es en nombre de este objeto que la agre­
sión del saboteador interno es dirigida contra el yo libidinoso. Con res­
pecto a la relación del yo central con los otros yos nuestra pista más
importante, en cuanto a su naturaleza, radica en el hecho de que mien­
tras debe considerarse que el yo central comprende elementos preconscientes
y conscientes, como también inconscientes, los otros yos deben considerarse
esencialmente inconscientes. Podemos entonces deducir que el yo libidi­
noso y el saboteador interno son rechazados por el yo central, deducción
que es confirmada por el hecho de que, como ya hemos visto, el consi­
derable monto de libido y de agresión que ha cesado de estar a disposición
del yo central, pasa a estar a disposición de los yos subsidiarios. Presu­
miendo entonces que los yos subsidiarios son rechazados por el yo central,
se plantea el problema de la dinámica de este rechazo. Evidentemente la
dinámica del rechazo no puede ser la libido. De manera que no queda
otra alternativa que considerar que sea la agresión. Por tanto, la agre­
sión debe ser considerada como el determinante característico de la acti­
tud del yo central hacia los yos subsidarios.
He completado la descripción de mi intento de reconstruir, en tér­
minos de estructura dinámica, la situación endopsíquica representada en
el sueño de una enferma. La descripción ha sido hecha en forma de
sistema explicativo por lo que debiera servir para indicar qué es lo que
implica mi concepto de que los sueños son esencialmente shorts de la rea­
lidad interior (más que realizaciones de deseos). Sin embargo, no he
discurrido tanto sobre un mismo sueño con el propósito de verificar mis
puntos de vista sobre los sueños en general. Por el contrario, se ha debido
a que el sueño en cuestión me parece representar una situación endopsí­
quisa clásica y de carácter básico que lo autoriza a ser considerado como
un paradigma de todas las situaciones endopsíquicas. Por creerlo conve­
niente ilustraremos los rasgos generales de esta situación en el siguiente
diagrama:
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 111

Con.
••••••••
Pes•
• • ••
lnc,

REFERENCIAS

Y. e, Yo Central; S. l., Saboteador Interno;


Y. L., Yo Libidinoso; O. R., Objeto Rechazante;
O. N., Obj eto Necesitado; Con., Consciente; Pcs.,
Preconsciente ; Inc., Inconsciente; ~ Agresión;
=, Libido.

LA SITUACIÓN ENDOPS1QUICA BASICA y REVISIÓN DE LA TEORíA

DE LA ESTRUCTURA MENTAL ASí ESTABLECIDA

Estoy convencido de que la situación endopsíquica básica descrita


constituye la situación subyacente de la descripción que hizo Freud del
aparato mental en términos de yo, ello y superyó. La revisión de la
teoría de la estructura mental que expongo ahora en términos de yo
central, yo libidinoso y saboteador interno, la baso deliberadamente sobre
la situación endopsíquica. Como era lógico de esperar existe una relación
general entre los conceptos de Freud y los que he adoptado. En el caso
del "yo central" la relación con el "yo" de Freud es, desde un punto
de vista funcional muy estrecha, pero existen importantes diferencias entre
ambos conceptos. Contrariamente al "yo" de Freud, no se considera que
el "yo central" tenga otro origen (el "ello") o que constituya una estruc­
tura pasiva cuya actividad dependa de los impulsos que provienen de la
matriz en la que se origina y en cuya superficie descansa 8. Por el con­
trario, el "yo central" es considerado como una estructura primaria y
dinámica, de la que, como ya veremos, derivan las otras estructuras men­
tales. El "yo libidinoso" corresponde, por supuesto, al "ello" de Freud,
pero mientras de acuerdo con sus conceptos, el "yo" es un derivado del
"ello", de acuerdo con los míos el "yo libidinoso" (que corresponde al
"ello") deriva del "yo central" (que corresponde al "yo"). El "yo libi­
dinoso" difiere también del "ello" en el hecho de que es considerado, no
como un mero reservorio de impulsos instintivos, sino como una estruc­
tura dinámica comparable al "yo central", aunque se diferencia de éste en
8 Por supuesto que el concepto de Freud sobre el yo fue tomado de Groddeck,
pero si las conclusiones que pasaré a exponer encierran cierta verdad, se trata de
un concepto basado en una situación endopsíquica, producto de la represión, siendo
por tanto anómalo en términos de los conceptos del propio Freud, ya que implica que
la represión es responsable del origen del yo.
112 W. RONALD D. F AIRBAIRN

ciertos aspectos, como por ejemplo, en su carácter más infantil, en su grao


do menor de organización, en su menor adaptación a la realidad y en su
mayor devoción a los objetos internalizados. El "saboteador interno" di­
fiere del "superyó" en numerosos aspectos. No es considerado un objeto
interno. Es una estructura del yo, si bien, corno hemos visto, está íntima­
mente relacionado con un objeto interno. En realidad, el "superyó" no
corresponde tanto al "saboteador interno" sino a un compuesto de esta
estructura y de sus objetos (tal como la figura de la actriz en el sueño).
Además, el "saboteador interno" difiere del "superyó" en el hecho que es
considerado como exento de todo significado moral. Por eso no atribuyo
a su actividad el afecto de culpa a pesar de que esta actividad constituye
sin duda, una enorme fuente de angustia. Por supuesto, tal angustia pue­
de ir acompañada de culpa pero los dos afectos son teóricamente distintos.
Es de notar que al introducir el concepto de saboteador interno no estoy
en condiciones de abandonar el concepto del superyó como he llegado
a abandonar el del ello. Por el contrario, me resulta imposible dar una
explicación psicológica satisfactoria de la culpa sin la presencia del SIl­
peryó, pero debemos considerar que éste se origina en un nivel de la
organización mental, superior a aquél en el que actúa el saboteador inter­
no. La forma exacta de cómo se realizan las actividades de las dos
estructuras continúa siendo por el momento un problema debatible. Para
conocer la exposición más reciente de mis puntos de vista sobre el origen
y función del superyó debe recurrirse a uno de mis trabajos anteriores
(1943) .

LA DISOCIACIóN DEL YO Y LA REPRESIÓN CONSIDERADAS COMO

ASPECTOS DE UN IDÉNTICO PROCESO DE ACTUACIÓN EN LOS

ESTADOS ESQUIZOIDES E HISTÉRICOS

Antes de considerar el origen de lo que he llamado "situación endo­


psíquica básica", creo necesario recordar algunas conclusiones generales
que parecen surgir de la naturaleza intrínseca de la situación misma. La
primera, y más evidente, de estas conclusiones es que el yo está disociado.
Por tanto, la situación endopsíquica básica se aj usta al patrón de la po­
sición esquízoide de la que como ya hemos señalado, considero como ceno
tral (en vez de la posición depresiva). Por supuesto que la teoría de Freud
sobre el aparato mental se desarrolló basado en la posición depresiva. sobre
la que también Melaine Klein desarrolló sus puntos de vista. En cambio, la
teoría de la estructura mental que postulo, está basada en la posición es­
quizoide. Es de señalar que si bien la situación endopsíquica revelada
en el sueño de mi enferma estaba de acuerdo con el patrón de la posición
esquizoide, proporcionó también una explicación satisfactoria de la frigio
dez histérica de la soñante en términos de estructura dinámica. Esto nos
hace recordar la relación común de los síntomas histéricos con una actitud
esquizoide subyacente. relación a la que ya nos hemos referido. De esta
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 113

manera parecería que estamos bien fundamentados en nuestra segunda con­


clusión, es decir, que los desarrollos histéricos están intrínsecamente basa­
dos en una posición esquizoide subyacente y fundamental. Nuestra ter­
cera conclusión surge de lo que ya hemos dicho con respecto a la actitud
agresiva del yo central hacia los yos subsidiarios. Ésta establece que la
disociación del yo que se observa en la posición esquizoide se debe a la
actuación de un cierto montante de agresión que continúa a disposición
del yo central. Esta agresión es la que provee la dinámica de la separación
de los yo subsidiarios del yo central. Por supuesto que los yos subsidia
rios son por lo general inconscientes y sus status inconscientes nos hace
sospechar de inmediato que están sujetos a la represión. Esto es evidente
en el caso del yo libidinoso (que corresponde al ello de Freud); pero si
una de las estructuras subsidiarias del yo puede ser reprimida, no hay nin­
guna razón para considerar que las otras son inmunes a un trato similar
por parte del yo central. Por tanto, nuestra cuarta conclusión es que el
saboteador interno (que corresponde ampliamente al superyó de Freud en
función), está tan reprimido como el yo libidinoso. A primera vista pa­
recería que esta conclusión está en conflicto con la teoría que he expuesto
anteriormente (1943) de que la represión es dirigida primariamente con­
tra los objetos malos internalizados. Sin embargo, no existe una verdade­
ra contradicción, porque considero que la represión de los yos subsidiarios
es secundaria a la represión de los objetos malos internalizados. Encon­
tramos aquí una útil analogía en el ataque del saboteador interno contra
el yo libidinoso, porque, como hemos visto, la agresión comprendida en el
ataque, está primariamente dirigida contra el obj eto necesitado con el que
se relaciona el yo libidinoso y sólo en forma secundaria contra el yo li­
bidinoso mismo. De la misma forma, considero que la represión del yo
libidinoso por parte del yo central es secundaria a la represión del ob­
jeto necesitado. Sobre la base de lo que antecede, nuestra quinta conclusión
ya no necesita ser elaborada. Ésta establece que la dinámica de la represión
es la agresión. La sexta y última conclusión, que surge también de lo ya
expuesto, es que por una parte la disociación del yo y por la otra la re­
presión de los yo subsidiarios por parte del yo central, constituyen el mis­
mo fenómeno considerado desde distintos puntos de vista. Es oportuno
recordar que mientras el concepto de disociación del yo fue formulado por
Bleuler en el intento de explicar el fenómeno conocido como "demencia
precoz" hasta que introdujo en su lugar el término "esquizofrenia", el
concepto de represión fue formulado por Freud en el intento de explicar
el fenómeno de la histeria. Nuestra última conclusión sirve así para apo­
yar el punto de vista de que la posición subyacente en el desarrollo de
síntomas histéricos es, en esencia, una posición esquizoide.
ll4 W. RONALD D. FAIRBAIRN

EL ORIGEN DE LA SITUACIÓN ENDOPStQUICA BASICA


y DE LA MULTIPLICIDAD DE YOS

Volvamos a ocuparnos del origen de la situación endopsíquica básica


que en el sueño de mi enferma encontró clásica expresión. Sobre la base de
lo ya expuesto será evidente que cualquiera que sea la explicación que en­
contremos con respecto al origen de esta situación, servirá también como
explicación del origen de la posición esquizoide, de la represión y de la
diferenciación de las varias estructuras endopsíquicas fundamentales.
Como hemos visto, la paciente de cuyo sueño nos hemos ocupado tanto
era, en esencia, ambivalente hacia el esposo como objeto externo y debido
al establecimiento durante la infancia, de un estado de ambivalencia hacia
los objetos externos surgió la situación endopsíquica básica. Por supuesto,
el primer objeto del niño es el pecho de la madre, si bien no hay dudas de
que la figura de su madre como persona, comienza pronto a tomar forma
alrededor del núcleo original de este órgano materno. En condiciones teó­
ricamente perfectas la relación libidinosa del niño con su madre sería tan
satisfactoria que difícilmente podría producirse un estado de frustración
libidinosa, y por tanto, no habría ambivalencia por parte del niño hacia
su obj eto. Debo explicar que mientras considero a la agresión como un
factor primariamente dinámico porque no puede ser capaz de resolverse
en libido (como por ejemplo, lo creyó Jung) la considero también como
subordinada en último término a la libido, no sólo metafísica, sino, tam­
bién, psicológicamente. No creo, pues, que el niño dirija espontánea­
mente la agresión contra su objeto libidinoso si no existe frustración, y
las observaciones que he hecho sobre la conducta de animales confirman
este punto de vista. Debemos agregar que en condiciones naturales de nor­
malidad ideal el niño nunca experimentaría la separación de la que le es
impuesta en forma creciente por la civilización. Por cierto podría inferir­
se que en tales condiciones sería raro que se privara al niño del amparo
de los brazos de su madre y del libre acceso a su pecho hasta que,
en el curso común del desarrollo, él mismo se torne dispuesto a renun­
ciar a ello 9. Empero, estas condiciones perfectas sólo son teóricamente
posibles para el niño que nace dentro de un grupo cultural, y en realidad,
la relación libidinosa de éste con su madre está perturbada desde un co­
mienzo por un considerable montante de frustración, sihien el grado va­
ría en los diferentes casos. La experiencia de frustración libidinosa es la
que hace surgir la agresión del niño en relación a su objeto libidinoso,
dando así lugar a un estado ambivalente. Pero contentarnos con decir

9 Naturalmente debe reconocerse que bajo cualquier condición, el niño debe


experimentar al nacer un profundo sentimiento de separación y de pérdida de segu­
ridad, y debe presumirse que esta experiencia origina cierta cantidad de agresión
y angustia. Sin embargo, no existe razón que nos lleve a pensar que esta experiencia
ha de crear un estado de ambivalencia si falta durante la infancia una experiencia de
frustración libidinosa.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD llS
simplemente que el niño se torna ambivalente sería dar un cuadro incom­
pleto y parcial de la situación porque sería un cuadro concebido exclusi­
vamente desde el punto de vista del observador. Desde el punto de vista
del niño esto se debe a que su madre se torna un objeto ambivalente, es
decir, un objeto que es malo y bueno. Dado que le resulta intolerable
tener un objeto bueno que también es malo, intenta aliviar la situación
dividiendo la figura de la madre en dos objetos. Entonces en la medida en
que lo satisface libidinosamente, es un objeto bueno, y en la medida
en que no lo satisface libidinosamente, es un objeto malo. Pero la situa­
ción en la que entonces se encuentra colocado impone una fuerte tensión
sobre su capacidad de resistencia y su poder de adaptación. Dado que es
una situación de la realidad exterior, es impotente para controlarla y bus­
ca así mitigarla por los medios que tiene a su disposición. Estos son limi­
tados y la técnica que adopta está más o menos dictada por esta limita­
ción. Sigue entonces el único camino que tiene abierto y dado que la
realidad exterior parece inflexible, hace lo mej or que puede para transferir
el factor traumático de la situación al terreno de la realidad interior don­
de siente que las situaciones están más bajo su propio control. Esto signi­
fica que internaliza a su madre corno un objeto malo. Recordemos que,
según mi opinión, el objeto malo (es decir, el que no satisface) es el que
se internaliza siempre en primer lugar, porque (corno ya se ha indicado
en una nota al pie) creo difícil que tenga algún sentido la internalización
primaria de un objeto bueno, que, desde el punto de vista del niño, es un
objeto que lo satisface y al que puede tratar. Se podría objetar que sería
natural que el niño, en un estado de privación, internalice el objeto bueno
de acuerdo con el principio de la realización de deseos, pero según me pare­
ce a mí, la internalización de los objetos es esencialmente una medida
de coerción y el niño intenta coartar, no al objeto que lo satisface, sino al
que no lo satisface. Utilizo ahora "objeto que satisface" y "objeto que no
satisface" en vez de "objeto bueno" y "objeto malo", porque creo que en
esta situación los términos "objeto bueno" y "objeto malo" tenderían a
ser erróneamente interpretados porque están sujetos a ser comprendidos,
respectivamente, en el sentido de "objeto deseado" y "objeto indeseado".
Sin embargo, no hay duda de que un objeto malo puede ser deseado. Jus­
tamente debido a que el objeto malo del niño es deseado a pesar de ser
malo, se lo internaliza, El problema consiste en que continúa siendo malo
después de haber sido internalizado, es decir, permanece siendo un ob­
jeto que no satisface. A esta altura del trabajo surge una importante con­
sideración. A diferencia del objeto que satisface, el objeto que no satis.
face tiene, por así decir, dos facetas. Por una parte frustra y por la otra
tienta y atrae. En realidad, su verdadera "maldad" radica en que corn­
hina la atracción con la frustración. Más aún, conserva estas cualidades,
después de ser internalizado. Por tanto, después de internalizar el ob­
jeto que no satisface, el niño se encuentra en el dilema de "saltar de la
sartén al fuego". En sus esfuerzos por controlar al objeto que no satis­
ll6 W. RONALD D. FAIRBAIRN

face, ha introducido en la economía ínterna de su mente un objeto que no


sólo continúa frustrando sus necesidades, sino que también continúa agu­
zándolas. De esta forma se encuentra abocado frente a una situación in­
tolerable que esta vez es interna. ¿ Cómo se dispone a enfrentarla '! Ya
hemos visto que en su intento de encarar la intolerable situación exterior
con la que se enfrentó primeramente, su técnica consistió en dividir al ob·
jeto materno en dos objetos: al el "bueno", y b) el "malo", internali­
zando luego el objeto malo. Al intentar encarar la intolerable situación
interior que surge entonces, adopta una técnica muy similar. Divide al
objeto malo interno en dos objetos: a) el objeto tentador o necesitado,
y b) el objeto frustrador, reprimiendo luego a ambos (por supuesto,
por medio de la agresión como dinámica de la represión). Empero, la
situación se complica, ya que el ligamen libidinoso con el objeto indiviso
está compartido, aunque no en iguales proporciones por los objetos que
resultan de la división. Como consecuencia en el proceso de represión de
estos objetos, el yo desarrolla, por así decir, seudopodios por medio de los
cuales continúa teniendo ligámenes libidinosos con los obj etos que son
reprimidos. El desarrollo de tales seudopodios representa la fase inicial de
la división del yo. Cuando tiene lugar la represión de los objetos, la di­
visión del yo se torna un hecho consumado. Los dos seudopodios, debido
a sus relaciones con los objetos rechazados, son rechazados por la parte
del yo que continúa siendo central, y comparten con sus objetos el des­
tino de la represión. Es en esta forma que los dos yos subsidiarios, el
yo libidinoso y el saboteador interno, pasan a ser separados del yo central
y que surge una multiplicidad de yos.

LA TÉCNICA DE "DIVIDE ET IMPERA" PARA LA DISTRIBUCIóN


DE LA LIBIDO Y DE LA AGRESIóN

Se ha de notar que la situación que resulta de la secuencia de los


procesos descritos han asumido el patrón estructural de lo que he deno­
minado "la situación endopsíquica básica". También ha asumido el pa­
trón dinámico de esta situación excepto en un aspecto importante: que
la actitud agresiva adoptada por el saboteador interno hacia el yo libidi­
noso y su obj eto correspondiente (el objeto necesitado) está aún fuera
de enfoque. Para explicar el origen de este rasgo de la situación, debemos
retornar a la ambivalencia original del niño hacia su madre y encarar
desde un nuevo ángulo lo que esto implica. Consideraremos ahora las reac­
ciones del niño en un sentido menos connativo y más afectivo. Es natural
que el niño no sólo sea impulsivo sino que también exprese sus sentimien­
tos en términos precisos. Más aún, por medio de la expresión de sus sen­
ttimientos realiza su principal impresión sobre sus objetos. Sin embargo
una vez establecida la ambivalencia, la expresión de sus sentimientos hacia
su madre lo coloca en una posición que debe parecerle de lo más preca·
ria. Debemos señalar que lo que desde un punto de vista estrictamente
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 117

connativo le parece una frustración por parte de la madre, desde un punto


de vista estrictamente afectivo le parece algo muy distinto. Lo que expe­
rimenta en este caso es un sentimiento de falta de amor y por lo tanto
el rechazo emocional por parte d~ la madre. De esta manera, la expre­
sión de su odio por ella, como objeto rechazante, adquiere para él el ca­
rácter de un procedimiento muy peligroso. Por una parte traerá como
consecuencia que lo rechace aún más, aumentando así su "maldad" y ha­
ciéndola aparecer más real en su capacidad de objeto malo. Por la otra,
traerá como consecuencia que lo ame menos disminuyendo así su "bon­
dad" y haciéndola aparecer menos real (es decir, destruirla) en su ca­
pacidad de objeto bueno. Al mismo tiempo, también constituye un proce·
dimiento peligroso para el niño, expresar su necesidad libidinosa, es decir,
su amor naciente por la madre que lo rechaza, porque equivale a descar­
gar su libido en un vacío emocional. Tal descarga va acompañada por una
experiencia afectiva que es particularmente devastadora. En el niño ma­
yor, esta experiencia se manifiesta por una intensa humillación debido a
la desvalorización de su amor que parece incluir. En un nivel algo más
profundo (o en una etapa más temprana) se manifiesta por la vergüenza
que experimenta por la exhibición de sus necesidades que son desatendi­
das o ignoradas. Debido a estas experiencias de humillación y de ver­
güenza se siente reducido a un estado de inutilidad, de privación y de mi­
seria. El sentido de su propio valor está amenazado y se siente mal por
considerarse "inferior". Por supuesto que la intensidad de estas expe­
riencias están en proporción con la intensidad de su necesidad, lo que au­
menta su sentimiento de maldad porque le añade la impresión de que
"exige demasiado". Al mismo tiempo, ese sentimiento de maldad se com­
plica posteriormente, por el sentimiento de completa impotencia que tam­
bién experimenta. En un nivel aún más profundo (o en una etapa aún
más temprana) la experiencia del niño consiste, por así decir, en la explo­
sión ineficaz y en el vaciamiento absoluto de libido, constituyendo una
experiencia de desintegración y de inminente muerte psíquica.
Por tanto, podemos entender lo peligroso que se torna para el niño
expresar sus afectos agresivos o libidinosos hacia la madre cuando se en­
frenta con la experiencia de rechazo por parte de ésta. En términos más
simples, parecería estar situado en una posición en la que si expresa agre­
sión, está amenazado con la pérdida de su libido (que para él es su pro·
pia bondad), y finalmente con la pérdida de la estructura del yo, es de­
cir, él mismo. De estas dos amenazas, la primera (es decir, la pérdida del
objeto bueno) parecería ser la que da origen al afecto de depresión y la
que provee una base para el desarrollo subsecuente de un estado melan­
cólico en individuos para quienes la distribución de la agresión presenta
mayores dificultades que la distribución de la libido. Por otra parte, la
segunda amenaza (es decir, la pérdida de la libido y de la estructura del
yo), parecería ser la que da origen al afecto de futilidad y la que pro­
porciona la base para el desarrollo subsecuente de un estado esquizoide
118 w. RONALD D. FAIRBAIRN

en individuos para quienes la distribución de la libido presenta mayores di­


ficultades que la distribución de la agresión.
En L que se refiere a la etiología de los estados depresivos i~squi­
zoides y~ he desarrollado ampliamente conceptos similares a ést..s (j 941 \ ,
Pero en la actualidad nuestro interés inmediato lo constituyen LF proce­
dimientos que; el niño adopta para cercar los varios peligros que le
parece tener h expresión de afectos, ya sean Iihidinosos o agresivos hacia
su madre, cilliLr:;:} se siente rechazado por ella. Corno ya herr., s visto,
trata de enfrentar la siuación ambivalente: 19 , dividiendo la l~,~ma de
la madre en dos objetos, uno bueno y uno malo; 29 , Internalizando el
objeto malo para intentar controlarlo; 3 9 , dividiendo a su vez al obveto malo
internalizado en dos objetos, es decir: a) el objeto tentador y necesitado y
b) el objeto rechazante; 4.9, reprimiendo a estos dos objetos y utilizando en
este proceso un cierto montante de su agresión, y 59, empleando otra
cantidad de su agresión en la disociación del yo central y reprimiendo
dos yos subsidiarios que permanecen ligados a estos respectivos objetos
internalizados por medio de ligámcnes libidinosos. Estos diversos procedi­
mientos basados en las técn icas de internalización y división, sirven
para mitigar las asperezas de la situación provocada por la experiencia
de frustración que sufre el niño en su relación con la madre y por su
sentimiento de ser rechazado por ella; pero. salvo en los casos más extre­
mos, no logran eliminar la necesidad que el niño tiene de su madre
como objeto de la realidad exterior o despojarla de toda su importancia,
lo que, al final de cuentas, es lo mismo. De acuerdo con este hecho su li­
bido y su agresión están lejos de ser por completo absorbidas en los pro­
cesos descritos y, consecuentemente, los riesgos involucrados en la ex­
presión de afectos libidinosos y agresivos hacia su madre como objeto
rechazan te siguen aún subsistiendo. Por tanto, los procedimientos descri­
tos deben ser suplementados. En realidad, 10 están por una técnica muy
nítida íntimamente relacionada con el conocido principio de "Divide et
impera". El niño trata de cercar los peligros que encierra la expresión de
los afectos libidinosos y agresivos hacia su objeto, utilizando el máximo
de su agresión para someter a un máximo de su necesidad libidinosa. En
esta forma reduce el volumen del afecto, lihidinoso y agresivo, exigiendo
una expresión exterior. Como ya lo hemos señalado, no puede conside­
rarse que la libido ni la agresión existan separadas de la estructura. De
manera que lo que aún debemos decidir, es a cuál de las descritas estruc­
turas del yo se debe adjudicar respectivamente, el exceso de lihido y el
exceso de agresión del niño. Este problema no tiene sino una solución.
El exceso de libido es tomado por el yo libidinoso y el exceso de agresión
por el saboteador interno. La técnica del niño de utilizar la agresión para
someter la necesidad libidinosa, se resuelve así en un ataque al yo libidi·
noso realizado por el saboteador interno. A su vez, el yo libidinoso dirige
el exceso de libido con el que es cargado, hacia el objeto correspondien­
te: el objeto necesitado. Por otra parte" el ataque del saboteador interno,
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 119

sobre este objeto, representa la persistencia del resentimiento primario del


niño contra su madre como ser tentador que incita la necesidad que no
satisface reduciéndolo así a la esclavitud. Del mismo modo, el ataque del
saboteador interno sobre el yo libidinoso representa la persistencia del
odio que siente el niño por sí mismo debido a la dependencia que le dicta
su necesidad. Debemos añadir que los procesos descritos tienen lugar
simultáneamente con los que hemos establecido como suplementos, si bien,
por claridad de exposición, han sido expuestos por separado.

LA REPRESIÓN DIRECTA, LA RESISTENCIA LIBIDINOSA

Y LA REPRESIÓN INDIRECTA

Habiendo descrito el origen de 'la actitud agresiva que el saboteador


interno adopta hacia el yo libidinoso y hacia el objeto necesitado, nues­
tra exposición del proceso que determinara el patrón dinámico de la si­
tuación endopsíquica básica es completa. Sin embargo, debemos aun agre­
gar algo con respecto a la naturaleza y el origen de la represión. De acuer­
do con la línea de pensamientos desarrollada, la represión es un proceso
que se origina en el rechazo del objeto necesitado y del objeto recha­
zante por parte del yo indiviso. Este proceso primario de represión se
acompaña de otro secundario, por medio del cual el yo divide y rechaza
dos partes de sí mismo que permanecen unidas, respectivamente, a los
mutuos objetos internos reprimidos. Se provoca así una situación, en la
que el yo central (el residuo del yo indiviso) adopta una actitud de recha­
zo, no sólo contra el objeto necesitado y el objeto rechazante, sino
también contra los yos divididos y subsidiarios unidos a estos respectivos
objetos, es decir, contra el yo libidinoso y el saboteador interno. Esta
actitud de rechazo adoptada por el yo central constituye la represión, y la
dinámica del rechazo es la agresión. Hasta aquí todo va bien. Pero esta
explicación de la naturaleza y origen de la represión es incompleta, dado
que todavía no ha tomado en cuenta lo que está comprendido en la técnica
de reducción del monto de libido y de agresión útil para la expresión ha­
cia los objetos exteriores por medio de un máximo de agresión para so­
meter a un máximo de libido. Como hemos visto, esta técnica se resuelve
en un proceso por el cual a) el exceso de agresión, es tomada por el
saboteador interno y aplicada al ataque realizado contra el yo libidinoso,
y b) el exceso de libido, es tomado por el yo libidinoso y dirigido contra
el objeto necesitado. Cuando se considera la importancia total de este
proceso, se hace evidente que el ataque empedernido que realiza el sabo­
teador interno contra el yo libidinoso debe actuar como un factor, muy
poderoso en la promoción de los propósitos de la represión. En lo que se
refiere a la dinámica, parecería ser que éste es el factor más importante
en el mantenimiento de la represión. Evidentemente el concepto de Freud
sobre el superyó y sus funciones represoras está basado en este fenó­
meno, ya que la inflexible hostilidad que según Freud caracteriza la
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 119

sobre este objeto, representa la persistencia del resentimiento primario del


niño contra su madre como ser tentador que incita la necesidad que no
satisface reduciéndolo así a la esclavitud. Del mismo modo, el ataque del
saboteador interno sobre el yo libidinoso representa la persistencia del
odio que siente el niño por sí mismo debido a la dependencia que le dicta
su necesidad. Debemos añadir que los procesos descritos tienen lugar
simultáneamente con los que hemos establecido como suplementos, si bien,
por claridad de exposición, han sido expuestos por separado.

LA REPRESIóN DIRECTA, LA RESISTENCIA LIBIDINOSA

Y LA REPRESIóN INDIRECTA

Habiendo descrito el origen de "la actitud agresiva que el saboteador


interno adopta hacia el yo libidinoso y hacia el objeto necesitado, nues­
tra exposición del proceso que determinara el patrón dinámico de la si­
tuación endopsíquica básica es completa. Sin embargo, debemos aun agre­
gar algo con respecto a la naturaleza y el origen de la represión. De acuer­
do con la línea de pensamientos desarrollada, la represión es un proceso
que se origina en el rechazo del objeto necesitado y del objeto recha­
zante por parte del yo indiviso. Este proceso primario de represión se
acompaña de otro secundario, por medio del cual el yo divide y rechaza
dos partes de sí mismo que permanecen unidas, respectivamente, a los
mutuos objetos internos reprimidos. Se provoca así una situación, en la
que el yo central (el residuo del yo indiviso) adopta una actitud de recha­
zo, no sólo contra el objeto necesitado y el objeto rechazante, sino
también contra los yos divididos y subsidiarios unidos a estos respectivos
objetos, es decir, contra el yo libidinoso y el saboteador interno. Esta
actitud de rechazo adoptada por el yo central constituye la represión, y la
dinámica del rechazo es la agresión. Hasta aquí todo va bien. Pero esta
explicación de la naturaleza y origen de la represión es incompleta, dado
que todavía no ha tomado en cuenta lo que está comprendido en la técnica
de reducción del monto de libido y de agresión útil para la expresión ha­
cia los objetos exteriores por medio de un máximo de agresión para so­
meter a un máximo de libido. Como hemos visto, esta técnica se resuelve
en un proceso por el cual a) el exceso de agresión, es tomada por el
saboteador interno y aplicada al ataque realizado contra el yo libidinoso,
y b) el exceso de libido, es tomado por el yo libidinoso y dirigido contra
el objeto necesitado. Cuando se considera la importancia total de este
proceso, se hace evidente que el ataque empedernido que realiza el sabo­
teador interno contra el yo libidinoso debe actuar como un factor. muy
poderoso en la promoción de los propósitos de la represión. En lo que se
refiere a la dinámica, parecería ser que éste es el factor más importante
en el mantenimiento de la represión. Evidentemente el concepto de Freud
sobre el superyó y sus funciones represoras está basado en este fenó­
meno, ya que la inflexible hostilidad que según Freud caracteriza la
120 W. RONALD D. FAIRBAIRN

actitud del superyo hacia los impulsos del ello, coincide exactamente con
la inflexible actitud agresiva adoptada por el saboteador interno hacia el
yo libidinoso. En forma similar, la observación de Freud de que los
autorreproches del melancólico son en última instancia reproches dirigi­
dos contra el objeto amado, corre parejas COIl la actitud agresiva que el
saboteador interno adopta hacia el objeto necesitado.
No es necesario repetir las objeciones hechas a los conceptos de
Freud sobre el superyó y el erío y sobre todo lo que éstos implican. Em­
pero, es necesario llamar la atención sobre el hecho de que al referirse a
la represión, Freud no consideró todo lo que está implícito en el fenóme­
no que he considerado como el ligamen del yo libidinoso con el objeto
necesitado. Como hemos visto, este ligamen absorbe una considerable
cantidad de libido. Más aún, el montante de libido está dirigido hacia un
objeto interno y reprimido y de acuerdo con este hecho está inevitable­
mente desviado de la realidad exterior, De esta manera, la búsqueda de
objeto del yo libidinoso actúa como una resistencia que refuerza podero­
samente a aquella que proviene directamente de la represión, y al igual
que ésta, se encuentra en conflicto con los propósitos terapéuticos. Este
tema mutatis mutandi ya lo he desarrollado (943). Incluyo aquí el re­
quisito de mutatis mutandi porque en la época en que escribí el referido
artículo no había formulado aún mis puntos de vista actuales con res­
pecto a las estructuras endopsíquicas, pero el efecto de estos puntos de
vista posteriores es darle mayor relieve al tema original. Éste está en
conflicto directo con la afirmación de Freud de que (1920) 10. "El in­
consciente, es decir, el material 'reprimido' no opone ninguna resistencia
a los esfuerzos curativos." Sin embargo, este tema surge naturalmente
del concepto de que primariamente la libido busca el objeto, después de
haber pasado a considerar lo que sucede cuando el objeto buscado es un
objeto interno reprimido; y de acuerdo con mis puntos de vista actuales
no hay duda de que el ligamen obstinado del yo libidinoso con el objeto
necesitado y su reluctancia a renunciar a éste, constituye una fuente par·
ticularmente importante de resistencia y que desempeña un papel igual.
mente importante en la determinación de la reacción terapéutica negativa.
Por supuesto, el ligamen en cuestión, de carácter libidinoso, no puede ser
considerado como un fenómeno represivo, sino que como es producto de la
represión ejercida por el yo central, actúa también como poderosa ayuda
de este proceso de represión. Naturalmente, el ataque del saboteador in.
terno contra el objeto del yo libidinoso (el objeto necesitado) sirve para
perpetuar el ligamen del yo libidinoso con su objeto, debido a que éste
está constantemente amenazado. Vislumbramos aquí el lobo bajo la piel
del cordero, es decir, la original situación ambivalente que persiste bajo
todos sus disfraces porque, lo que en realidad representa el ligamen obsti­
nado del yo libidinoso con el objeto necesitado y la igualmente obstinada

10 Má.5 allá del principio del placer.


ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 121

agresion del saboteador interno hacia el mismo objeto, es la obstinación de


la actitud ambivalente original. Lo cierto es que a pesar de lo bien que
puede estar disfrazada la situación, el individuo relucta mucho en aban­
donar tanto su odio primario como su necesidad primaria por sus origi­
nales objetos de la infancia. Esto es verdaderamente así en los psico­
neuróticos y en los psicóticos, sin mencionar aquellos que entran dentro
de la categoría de personalidades psicopáticas.
Si el ligamen del yo libidinoso con el objeto necesitado sirve de
ayuda poderosa a la represión, lo mismo podemos decir de la actitud
agresiva que el saboteador interno adopta hacia este objeto interno. No
obstante, en lo que al proceso de represión atañe, la última difiere del
primero en un aspecto importante porque, no sólo activa el propósito de
la represión, sino que actúa de la misma forma que ésta. En su ataque
contra el objeto necesitado realiza una función que la convierte en un
cobeligerante, aunque no en un aliado, del yo central, cuya represión del
objeto necesitado representa, como hemos visto, una manifestación de agre­
sión. Además, en el ataque que realiza sobre el yo libidinoso, el sabo­
teador interno actúa como cobeligerante del yo central, sirviendo este
ataque para suplementar lo que involucra la represión de este yo por
parte del yo central. Por tanto, podríamos decir que los ataques del
saboteador interno contra el yo libidinoso y contra sus objetos corres­
pondientes, representa una forma indirecta de represión por medio de la
cual la represión directa de estas estructuras por parte del yo central es
suplementada y facilitada.
Como ya hemos visto los yos subsidiarios deben su orrgen a una
disociación del yo indiviso; pero, como también hemos visto, lo que des­
de un punto de vista topográfico se presenta simplemente como una disocia­
ción del yo, desde un punto de vista dinámico se presenta como un
rechazo y represión activos de los yos subsidiarios por parte del yo ceno
tral. Se plantea entonces el problema de cómo mientras el yo libidinoso
y el saboteador interno comparten un destino común en lo que se refiere
a la represión directa, sólo uno de los yos subsidiarios, es decir, el yo
libidinoso, está sujeto al proceso de la represión indirecta. Al considerar
la diferencia entre represión directa e indirecta a la luz de lo ya expuesto,
se hace evidente que el proceso de represión descrito por Freud corres­
ponde mucho más a lo que he descrito como represión indirecta que a lo
que he descrito como represión directa. Sin embargo, al comparar el con­
cepto de represión de Freud con mis conceptos sobre el fenómeno total
de la represión, directa e indirecta, se encuentra el rasgo común de que
los componentes libidinosos están sujetos en la psique a una mayor repre­
sión que los componentes agresivos. Por supuesto no puede dudarse que
tenga lugar la represión de los componentes agresivos, pero es difícil ver
cómo puede explicarse adecuadamente este hecho en términos de la teoría
de Freud sobre el aparato mental. Esta teoría concebida en términos de
una separación fundamental entre impulso y estructura, parecería aceptar
122 w. RONALD D. FAIRBAIRN

sólo la repreSlOn de la libido, porque, en términos de la teoría de Freud,


la represión de la agresión involucraría la anomalía de que la agresión
es usada para reprimir la agresión. Por el contrario, si de acuerdo con
el punto de vista que propongo, concebimos al impulso como una estruc­
tura inseparable y como representante simplemente del aspecto dinámico
de la estructura, la represión de los componentes agresivos en la psique
es tan fácil de explicar como la represión de los componentes libidinosos.
Se transforma así no en un problema de agresión que reprime agresión,
sino de una estructura del yo que utiliza la agresión para reprimir otra
estructura del yo cargada de agresión. De esta manera, mi punto de vista
de que el saboteador interno, al igual que el yo libidinoso, es reprimido
por el yo central, proporciona una explicación satisfactoria de la repre­
sión de los componentes agresivos. Al mismo tiempo, el hecho de que los
componentes libidinosos están sujetos a una mayor represión que los com­
ponentes agresivos, se explica satisfactoriamente por medio del concepto
de la represión indirecta. Parecería entonces que si el principio de repre­
sión rige a la distribución del exceso de libido en mayor medida que a la
distribución del exceso de agresión, el principio de redistribución topo­
gráfica rige a la distribución del exceso de agresión en mayor medida que
a la distribución del exceso de libido.

EL SIGNIFICADO DE LA SITUACIÓN ED1PICA

Ya he establecido suficientemente que la técnica por medio de la


cual se emplea la agresión para el sojuzgamiento de la libido, constituye
un proceso que coincide' con el concepto de "represión" de Freud y con
el mío propio de "represión indirecta". Asimismo.... mis puntos de vista
con respecto al origen de esta técnica difieren de los de Freud. Según
Freud la técnica se origina como un medio de impedir la expresión de
impulsos libidinosos (incestuosos) hacia un padre y de impulsos agre­
sivos (parricidas) hacia el otro progenitor en el establecimiento de la
situación edípica. En cambio, desde mi punto de vista, la técnica se ori­
gina en la infancia como un medio de impedir la expresión de la libido
y de la agresión por parte del niño hacia su madre, la que en esta época
constituye su único objeto de importancia y del cual depende por com­
pleto. Esta discrepancia de conceptos se ha de interpretar con justeza
en el sentido de que me he apartado de Freud en mi valoración de la
situación edipica como concepto explicativo. Para Freud la situación edí­
pica es, por así decir, una causa fundamental, concepto con el que ya
no puedo estar de acuerdo. Por el contrario, considero que el papel de
causa fundamental que Freud atribuye a la situación edípica, debiera ser
adecuadamente atribuido al fenómeno de dependencia infantil. De acuer­
do con esto la situación edípica se presenta, no tanto como un fenómeno
causal, sirio como producto final. No constituye una situación básica, sino
el derivado de una situación que tiene prioridad no sólo en el sentido
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA. PERSONALIDAD 123

lógico sino también en el temporal. Esta situación de prioridad surge di­


rectamente de la dependencia física y emocional del niño de su madre y
se manifiesta en la relación de éste con aquélla, mucho antes que el padre
se convierta en un objeto significativo. No he de elaborar en este tra­
bajo, por no ser oportuno, mis conceptos sobre la situación edípica que
ya han sido delineados (1941), Empero, debido a la comparación esta­
blecida entre mi propio concepto de represión y el de Freud formulado
en términos de la situación edipica, es necesario que indique brevemente
la forma en que me propongo introducir esta clásica situación en el
esquema general que he esbozado. Es innecesario recordar que he hecho
caso omiso de la situación edipica como concepto explicativo, no sólo en
la formulación del origen de la represión, sino también en la de la génesis
de la situación endopsíquica básica y en la de la diferenciación de la
estructura endopsíquica. Estas descripciones han sido exclusivamente for­
muladas en términos de las medidas que adopta el niño en un intento de
enfrentarse con las dificultades intrínsecas de la situación ambivalente que
se desarrolla durante la infancia en la relación con la madre como obj eto
primario. Las diversas medidas que el niño asume en su intento de en­
carar su situación ambivalente son adoptadas antes de que tenga lugar
la situación edípica. Al instalarse la relación del niño con la madre es
cuando la situación endopsíquica básica se establece, cuando se lleva a
cabo la diferenciación de la estructura endopsíquica y cuando se origina
la represión; y sólo después que estos procesos tienen lugar, es cuando
el niño se enfrenta con las dificultades particulares de la situación edí­
pica. Por tanto, lejos de suministrar un concepto explicativo, la situación
edipica es más bien un fenómeno que debe ser explicado en términos de
una situación endopsíquica que ya se ha desarrollado.
La principal novedad que la situación edípica introduce en el mundo
del niño cuando ésta se materializa en la realidad exterior, es que a di­
ferencia de antes, se ve enfrentado con dos objetos parentales distintos
en vez de con uno solo. La relación con su nuevo objeto, es decir, con
su padre, está por supuesto inevitablemente cargada con vicisitudes simi­
lares a aquellas experimentadas con anterioridad en su relación con la
madre y en particular con las vicisitudes de necesidad, frustración y re­
chazo. De acuerdo con ella su padre se torna un objeto ambivalente,
mientras, al mismo tiempo, él mismo se hace ambivalente con respecto
a su padre. En su relación con éste se encuentra abocado con el mismo
problema de adaptación que tenía originalmente en su relación con la
madre. La situación original se reinstala aunque esta vez en relación con
un objeto nuevo y, como es natural, trata de enfrentar las dificultades que
ésta le crea por medio de la misma serie de técnicas que ha aprendido
a adoptar para hacer frente a las dificultades de la situación original.
Divide la figura de su padre en un objeto bueno y en uno malo inter­
naliza el malo y divide al objeto malo internalizado en a) un objeto
necesitado relacionado con el yo libidinoso. y b) un objeto rechazan te
124 W. RONALD D. FAIRBAIRN

relacionado con el saboteador interno. Es de señalar que el nuevo objeto


paterno necesitado está en parte superimpuesto y en parte fusionado con
el antiguo objeto materno necesitado y que, en forma similar el objeto
paterno rechazan te está en parte superimpuesto y en parte fusionado con
el objeto materno rechazante.
La adaptación que el niño debe hacer con respecto a su padre difiere,
naturalmente, en un aspecto importante, de aquello que ha debido realizar
previamente en relación con su madre. La diferencia radica en la medida
en que es lograda en un plano emocional. La nueva adaptación debe ser
casi exclusivamente emocional porque en su relación con el padre el niño
es necesariamente privado de la experiencia de ser alimentado al pecho.
Nos adentramos así en otro aspecto importante en el que su adaptación
al padre debe diferir de su adaptación anterior a la madre. Su padre es
un hombre, mientras que su madre es una mujer. Sin embargo, es muy
difícil que el niño aprecie desde un comienzo la diferencia genital entre los
padres. Parecería más bien que lo que aprecia realmente es la diferencia
de que el padre carece de pecho. El padre se le presenta primero como
un padre sin pecho, siendo ésta una de las razones principales por la que
su relación con él debe establecerse tanto más en un plano emocional que la
relación con la madre. Por otra parte, es debido a que el niño posee la
experiencia de una relación física con el pecho de la madre, experimentando
también un grado variable de frustración en esta relación, qué su necesi­
dad por la madre persiste con tanta obstinación debajo de la necesidad
por el padre y de todas las necesidades genitales subsecuentes. Cuando el
niño llega a apreciar, por lo menos en cierta medida, la diferencia genital
entre los padres, y como en el curso de su propio desarrollo sus necesi­
dades físicas tienden a fluir en forma aumentada (si bien en grados
variables) a través de canales genitales, su necesidad por la madre pasa a
incluir una necesidad por la vagina de la misma. Al mismo tiempo su
necesidad por el padre pasa a incluir una necesidad por el pene del mis­
mo. No obstante, la intensidad de estas necesidades físicas por los geni­
tales de los padres, varía en proporción inversa a la satisfacción de sus
necesidades emocionales. De manera que, cuanto más satisfactorias sean
las relaciones emocionales con sus padres, menos imperiosas serán las neo
cesidades físicas por sus genitales. Por supuesto, estas últimas nunca son
satisfechas, si bien pueden buscarse satisfacciones sustitutivas, como por
ej emplo, la curiosidad sexual. De esta manera, se desarrolla necesaria­
mente un cierto grado de ambivalencia en relación a la vagina de la madre
al pene del padre. En. forma incidental esta ambivalencia se reflej a
en las concepciones sádicas de la escena primaria. Empero, durante la
época en que se encarna la escena primaria, las relaciones entre sus pa·
dres tienen para el niño una gran importancia y comienzan a establecerse
los celos de uno de ellos en relación con el otro. Por supuesto, la princi­
pal causa de sus celos está determinada en parte por el sexo biológico
del niño y, en la misma proporción, por el estado de las relaciones erno­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 125

cionales con sus respectivos padres. De cualquier modo, el mno debe


enfrentar al mismo tiempo las dificultades de dos situaciones ambivalen­
tes, tratando de hacerlo por medio de las series de técnicas familiares. El
resultado es que internaliza una mala figura genital materna y una mala
figura genital paterna dividiendo a cada una de éstas en dos figuras que
están incluidas, respectivamente, en las estructuras del objeto necesitado
y del objeto rechazan te. Veremos así, que antes de que el niño sea mayor,
estos objetos internos han asumido ya la forma de complejas estructuras
compuestas. Son erigidas en parte sobre una base de la superirnposi­
ción de un objeto sobre otro y en parte sobre una base de la fusión de
objetos. La medida en la que los objetos internos son erigidos, respectiva­
mente, sobre una base de super imposición y sobre una base de fusión
difiere por supuesto en cada individuo, y la medida en que predomina
o bien la superimposición o bien la fusión constituye un problema de
igual importancia. De esta manera en conjunción con el proporcionamien­
to de los varios objetos componentes parecería desempeñar un papel im­
portante en la determinación de la actitud psicosexual del individuo en la
medida en que ésta no sea condicionada por factores sexuales biológicos.
En forma similar, en conjunción con el proporcionamiento de los objetos
componentes parecería ser el principal factor determinante en la etiología
de las perversiones sexuales. Por tanto, podemos enfocar una etiología de
las perversiones concebidas en términos de una psicología de relaciones
de objeto.
Ha de señalarse que en la exposición que precede se ha utilizado
para indicar al niño el pronombre personal masculino. Esto no significa
que lo expuesto deba aplicarse sólo al varón. Corresponde también a la
niña y se ha utilizado el pronombre masculino sólo porque las ventajas
que ofrece el uso de un pronombre personal dado parecen ser de más
peso que las del pronombre impersonal, a pesar del carácter reservado
que pueda tener. Se notará también que la clásica situación edípica no
ha emergido aún. La etapa que hemos recién descrito es aquella en la
que, mientras para el niño las relaciones entre sus padres han adquirido
importancia, su posición hacia ambos es esencialmente ambivalente. Sin
embargo, hemos visto que el niño trata de encarar las dos situaciones
ambivalentes por medio de una serie de procesos en virtud de los que
las figuras genitales de ambos padres pasan a estar incluidas en la estruc­
tura del objeto necesitado y en la del objeto rechazante. Debe recono­
. cerse, por supuesto, que el sexo biológico del niño debe desempeñar un
papel en la determinación de su actitud hacia los padres, pero la fre­
cuencia de situaciones edípicas invertidas y mixtas revela que éste está
lejos de ser el único factor determinante. Consideradas en términos de los
conceptos que he expuesto, estas situaciones edípicas invertidas y mixtas
deben ser necesariamente determinadas por la constitución del objeto ne­
cesitado y la del objeto rechazante. Por tanto, con sólo realizar un
paso en la misma dirección, deduciremos que idénticas consideraciones
126 W. RONALD D. FAIRBAIRN

se aplican a la situación edípica positiva. Parecería entonces que la situa­


ción edípica no es en realidad una situación externa sino una situación
interna, que puede ser transferida en grados variables a la situación ex­
terna real. Al considerar a la situación edípica como una situación esen­
cialmente interna no es dificil comprobar que los componentes maternos
de ambos objetos internos tienen, por así decir, una gran ventaja inicial
sobre los componentes paternos, lo que por supuesto se aplica a los niños
de ambos sexos. Naturalmente, la fuerte posición de los componentes
maternos se debe al hecho de que los núcleos de ambos objetos internos
son derivativos de la original madre ambivalente y de su pecho ambiva­
lente. De acuerdo con este hecho, un análisis suficientemente profundo
de la situación edípica revela en forma invariable que ésta se erige alre­
dedor de las figuras de una madre interna necesitada y de una madre
interna rechazante. Por supuesto, Freud formuló orginalmente su concep­
to de la situación edípica basado en el fenómeno histérico; y, de acuerdo
con la teoría de las "fases" de Abraham, el origen de la histeria debe
atribuirse a una fijación en la fase genital (fálica). Ya he realizado
algunas críticas a la teoría de las "fases" de Abraham (1941), de manera
que haré, de paso, una crítica ulterior y sólo por inferencia, al establecer
que no he analizado todavía un histérico, hombre o mujer, que en el
fondo no sea un buscador inveterado del pecho. Me aventuro a sugerir
que el análisis profundo de una situación edípica positiva puede consi­
derarse que tiene lugar en tres niveles principales. En el primer nivel el
cuadro se encuentra dominado por la situación edípica misma. En el nivel
siguiente está dominado por la ambivalencia hacia el padre heterosexual
y en el nivel más profundo está dominado por la ambivalencia hacia la
madre. En el clásico drama de Hamlet pueden hallarse rasgos de todas
estas etapas, pero no puede haber duda de que tanto en el papel de
objeto necesitado y tentador como en el de objeto rechazante, la Reina
es el verdadero villano de la obra. La posición sería entonces la siguien­
te. Al niño le resulta muy intolerable tener que enfrentarse con un solo
objeto ambivalente, pero cuando tiene que hacerlo con dos, le resulta
más intolerable aún. Intenta por tanto simplificar una situación compleja
en la que se encuentra abocado con dos objetos necesitados y dos objetos
rechazantes, convirtiéndola en una en la que sólo tendrá que hacer frente
a un solo objeto necesitado y a un solo objeto rechazante, 'propósito que
logra, por supuesto, con un grado variable de éxito concentrándose sobre
el aspecto necesitado de un padre y el aspecto rechazante del otro.' De
manera que con fines prácticos iguala a un objeto parental con el objeto
necesitado y al. otro con el objeto rechazante, y al hacerlo, el niiio cons­
truye para sí mismo la situación edípica. No obstante, la ambivalencia
hacia los dos padres persiste en el fondo, y en lo más profundo tanto el
objeto necesitado como el objeto rechazante permanecen siendo lo que
eran originalmente, es decir, figuras de la madre.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 127

ANGUSTIA NEURÓTICA Y SUFRIMIENTO HISttRICO

He considerado a la técnica de divide et impera como a un medio


de reducir el volumen de afecto (tanto libidinoso como agresivo) que
exige una expresión exterior. Y sería; ahora apropiado y provechoso con­
siderar en detalle qué sucede cuando el ataque del saboteador interno
sobre el yo libidinoso fracasa en dominar suficientemente la necesidad
libidinosa frente a las exigencias del ya central, es decir, en reducir sufi­
cientemente el volumen de afecto libidinoso útil, a proporciones que pue­
dan ser manejables. Empero, no nos es posible en la presente ocasión
embarcarnos en tan amplio tema. Bastará con que digamos que cuando
la técnica en cuestión no logra reducir suficientemente el volumen de
afecto libidinoso, fracasando así en la realización de su función primaria,
parece asumir una función secundaria por medio de la cual impone un
cambio de cualidad sobre tal afecto libidinoso, insistiendo también' en
hacer emerger y por lo tanto disfrazar, la cualidad del afecto original.
De esta forma, cuando la tensión dinámica dentro del yo libidinoso
sobrepasa un cierto valor límite y amenaza con establecer un exceso de
necesidad libidinosa, el afecto libidinoso emergente se convierte en ano
gustia (neurótica) por el impacto de la agresión que es dirigida por el
saboteador interno contra el yo libidinoso. Cuando la tensión dinámica
dentro del yo libidinoso continúa aumentando hasta que alcanza un valor
límite posterior, ya no es posible impedir una descarga libidinosa y el
ataque del saboteador interno sobre el yo libidinoso imparte entonces
una cualidad dolorosa al afecto libidinoso que acompaña a la inevitable
descarga. En todo caso, tal parecería ser el proceso incluido en la forma
histérica de expresión de afecto, proceso que requiere que la expresión
de la necesidad libidinosa sea experimentada como sufrimiento.

LA PSICOLOGíA DE ESTRUCTURA DINÁMICA Y SU BASE

CIENTíFICA GENERAL

De acuerdo con lo dicho respecto a la génesis de la angustia (neu­


rótica) ha de notarse que mi concepto sobre la naturaleza de la misma
está estrechamente relacionado con la concepción primaria de Freud. es
decir, que la angustia es una forma modificada de libido estancada. En.
contramos así un ejemplo del hecho un tanto notable de que si el punto
de vista general que he adoptado representa un desvío de los últimos
conceptos de Freud, ha tenido el efecto de reavivar algunas de sus pri­
meras concepciones (que, en algunos casos, han quedado luego en sus­
penso). La explicación de este fenómeno general parecería ser que mien­
tras en todos los aspectos existe una reconocible analogía entre mis
conceptos actuales y los de Freud, el desarrollo de mis puntos de vista
sigue un camino que diverge en forma gradual de los de este último por
la evolución histórica de los suyos. Esta divergencia de enfoque admite
128 W. RONALD D. FAIRBAIRN

una sola explicación: una diferencia en ciertos principios teoricos bási­


cos. Los dos puntos centrales de diferencia son fáciles de localizar. En
primer lugar, si bien todo el sistema de pensamientos de Freud estaba
vinculado con las relaciones de objeto. se adhirió teóricamente al princi­
pio de que la libido busca primariamente al placer. es decir. que no
tiene dirección. Por e! contrario, me adhiero al principio de que la libido
busca primariamente al objeto, es decir. que tiene dirección. Por eso
considero que la agresión también tiene dirección mientras que, de cual­
quier modo, por inferencia, F reud estima a la agresión como teórica­
mente sin dirección al igual que la libido. En segundo lugar, Freud
considera al impulso (es decir, la energía psíquica) como teóricamente
distinto de la estructura, mientras que yo no acepto esta distinción como
válida y me adhiero al principio de la estructura dinámica. De estos dos
puntos centrales de diferencia entre los conceptos de Freud y los que he
adoptado, el último es e! más importante y el primero parecería depen­
der de! segundo. Así, el concepto de Freud de que la libido busca prima.
riamente el placer surge directamente de la separación que hace entre
energía y estructura, porque una vez que la energía es separada de la
estructura, el único cambio psíquico que puede ser estimado como no
perturbador, o sea como placentero, es. el que se neva a cabo para el
establecimiento de un equilibrio de fuerzas, es decir, un cambio sin di­
rección. Por el contrario, si consideramos a la energía como inseparable
de la estructura, los únicos cambios inteligibles son los que se llevan a
caho en las relaciones estructurales y en las relaciones entre las estructu­
ras, siendo tales cambios esencialmente de dirección.
Ningún hombre, ni aun el más grande y el más original, puede per­
manecer por completo independiente del clima científico de sus días, y
ni hasta Freud puede decirse que haya sido una excepción a esta regla.
Debemos recordar la atmósfera científica del siglo XIX en la que se crió
Freud. Esta atmósfera estaba dominada por el concepto helrnholtz iano
de que el universo físico consistía en un conglomerado de partículas iner­
tes, inmutables e indivisibles, al que se confería movimiento por medio
de una cantidad fija de energía, separada de las partículas mismas. Se
concibió que la energía en cuestión había sido en un comienzo, por
una razón desconocida, desigualmente distribuida, sufriendo subsecuente­
mente un proceso gradual de redistribución, calculada para conducir en
forma eventual a un equilibrio de fuerzas y a una inmovilización de las
partículas sólidas. Siendo éste el concepto prevalente de los físicos con­
temporáneos, es fácil comprender, que cuando Freud, adelantándose a su
época, se impuso la difícil tarea de ordenar el' hasta entonces confuso
dominio de la psicopatología, haya permanecido en grado suficiente bajo
el influjo de la atmósfera científica de sus días concibiendo al impulso
(energía psíquica) como sepa raíl o de la estructura, lanzando su teoría de
la libido bajo un patrón de búsqueda de equilibrio. Sin embargo, creo
que este rasgo constituye una limitación él sus pensamientos impuesta por
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 129

influencias exteriores; pero, por otra parte, representó un adelanto his­


tórico con respecto a los conceptos predominantes en el terreno psicoló­
gico y estaba mucho más dentro del espíritu de la nueva visión científica
que emerge en la actualidad, ya que durante el siglo xx el concepto cien­
tífico del universo físico ha sufrido un cambio profundo. Las partículas
inertes e indivisibles o átomos de los cuales se creyó formado el universo
físico, son conocidos ahora como estructuras de la mayor complejidad
que involucran cantidades casi increíbles de energía, en cuya ausencia las
estructuras mismas serían ininteligibles, pero que también es difícil de
explicar en ausencia de ellas. Esta energía intraatómica tiene efectos que
no sólo determinan relaciones intraatómicas, sino que influyen sobre los
cuerpos a enormes distancias. El más notable de estos efectos es la ra­
diación y ha sido necesario recurrir a ésta para explicar ciertos fenó­
menos de luz que desafiaban la explicación en base a la teoría de la onda
de la época científica anterior. La radiación ha demostrado poseer por
10 menos una de las propiedades consideradas anteriormente como pre·
rrogativa de la materia sólida, es decir, la masa; y el desencadenamiento
de la radiación afecta tanto la estructura de los átomos emisores como de
los átomos receptores. Más aún, se considera que el universo mismo está
pasando por un proceso de modificación distinto al comprendido en el
establecimiento de un equilibrio dentro de un sistema cerrado. Parecería
así que el universo está expandiéndose a una velocidad aterradora. Las
mayores fuerzas en acción son la atracción y la repulsión (es decir, libido
y agresión); pero, si bien la atracción da lugar a condensaciones locales
de materia, la fuerza dominante, por lo menos durante la fase actual,
es la repulsión. Por tanto, lej os de estar pasando por un proceso de esta­
blecer un equilibrio sin dirección, el universo está atravesando por un
proceso de expansión hacia un límite en el que ya no será posible una
:futura expansión y todo estará tan atenuado que ya no tendrán lugar fu­
turas influencias mutuas y ya no podrá suceder nada más. El cambio
que está sufriendo el universo es, por tanto, un cambio de dirección.
Siendo éste el clima científico general de la actualidad, considero como
una exigencia de los tiempos, sino algo más, que nuestras ideas psicoló­
gicas sean reformuladas en términos de una psicología de relación con­
cebida en una base de estructura dinámica.

LA PSICOLOGíA DE ESTRUCTURA DINAMICA COMO

SISTEMA EXPLICATIVO

La psicología de estructura dinámica tiene como sistema explicativo


muchas ventajas, entre las que se encuentra el hecho de que provee una
base más satisfactoria que la que suministra cualquier otro tipo de psi­
cología, para explicar los fenómenos de grupo. Empero, éste es un tema
que al igual que otros tratados en este trabajo, debe diferirse para otra
oportunidad. En mis observaciones finales me queda aún por decir algo
130 W. RONALD D. FAIRBAIRN

con respecto a las ventajas que parecen surgir de la particular teoría


de la estructura mental que he formulado en lugar de la clásica teoría de
Freud. Por supuesto, es evidente que, desde un punto de vista topográ­
fico, la teoría de Freud admite sólo la actuación de tres. factores (ello, yo
y superyó ) en la producción de los diversos estados clínicos que nos son
familiares. En cambio, mi teoría admite la actuación de cinco factores
(yo central, yo libidinoso, saboteador interno, objeto necesitado y objeto
rechazante) aun cuando el superyó, tal como lo concibo, no es tomado
en cuenta. Por tanto, mi teoría ofrece un mayor campo de posibilidades
etiológicas. En la práctica real la diferencia entre ambas teorías, en lo
que se refiere a las posibilidades etiológicas, es aun mayor de lo que
parece a primera vista, porque de los tres factores englobados en la teoría
de Freud, sólo dos (el yo y el superyó) son estructuras propiamente di­
chas, mientras que el tercero (el ello), es sólo una fuente de energía.
Freud considera que la energía que procede del ello asume dos formas:
libido y agresión. Por tr nto, su teoría admite la actuación de sólo dos
factores estructurales y Jos dinámicos. Los dos factores dinámicos de
Freud encuentran ubicación en mi propia teoría pero, de acuerdo con
ésta, los factores estructurales no son dos, sino cinco. De esta manera,
contando con cinco factores estructurales y dos dinámicos, mi teoría
permite una mayor proporción de permutaciones y combinaciones de lo
que permite la teoría de Freud. Sin embargo, las posibilidades ofrecidas
por la teoría de Freud en lo abstracto se encuentran aún más limita­
das por su concepto con respecto a la función del superyó al que consi­
dera no sólo como característicamente agresivo, sino también como ca­
racterísticamente antilibidinoso. Por tanto, de acuerdo con Freud, el drama
endopsíquico se resuelve en gran parte en un conflicto entre el yo, en
una capacidad libidinosa, y el superyó, en una capacidad antilíbidinosa.
El dualismo original inherente a los primeros puntos de vista de Freud
con respecto a la represión, no ha sido pues substancialmente afectado
por su ulterior teoría de la estructura mental. Tal concepción del drama
endopsíquico limita sin duda no sólo en lo que se refiere a sus inferencias
en la psicología social (es decir, la de que las instituciones sociales son
primariamente represoras), sino también en lo que se refiere a su valor
explicativo dentro de los terrenos psicopatológico y caracterológico. Den­
tro de estas esferas la explicación se reduce a una descripción de las
actitudes adoptadas por el yo en una capacidad libidinosa vis-o-vis con el
superyó. Por el contrario, mi teoría posee todos los rasgos de un sistema
explicativo permitiendo que todos los fenómenos psicopatológicos y carac­
terológicos sean descritos en términos de los patrones asumidos por un
conjunto de relaciones entre una variedad de estructuras. Posee también
la ventaja de permitir explicar directamente los síntomas psicopatológicos
en términos de conformaciones estructurales y hacer así justicia al hecho
indiscutible de que, lejos de ser fenómenos independientes, los síntomas
no son sino expresiones de la personalidad como un todo.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 131

A esta altura, es necesario señalar (si es que aún no se ha hecho lo


suficientemente obvio) que la situación endopsiquica básica que he des­
crito y a la que he concedido tanta importancia, de ningún modo es
concebida como inmutable desde el punto de vista económico. Desde el
punto de vista topográfico debe ser estimada como relativamente inmu­
table, a pesar de que considero que uno de los principales fines de la
terapia psicoanalítica es el introducir algunos cambios en su topografía
por medio de adaptación territorial. De esta forma considero, como entre
las funciones más importantes de la terapia psicoanalítica: a) reducir
la disociación del yo original por medio de la restitución al yo central
de un máximo de los territorios cedidos al yo libidinoso y al saboteador
interno, y b) atraer todo lo que sea posible al objeto necesitado y al
objeto rechazante a la esfera de influencia del yo central. No obstante,
la medida en que pueden efectuarse tales cambios, parece estar estricta­
mente limitada. Por el contrario, en su aspecto económico, la situación
endopsíquica básica es capaz de grandes modificaciones. De acuerdo con
este hecho. considero como otro de los principales propósitos de la tera­
pia psicoanalítica, reducir a un mínimo: a) el ligamen de los yos subsi­
diarios con sus respectivos objetos; b) la agresión del yo central hacia
los yos subsidiarios y sus objetos, y c) la agresión del saboteador interno
hacia el yo libidinoso y su objeto. Por otra parte, la situación endopsí­
quica básica es indiscutiblemente capaz de una considerable modifica­
ción en un sentido psicopatológico. Como ya lo he señalado, el patrón
económico de la situación endopsíquica básica es el que prevalece en
los estados histéricos. Sobre esto no me queda la más mínima duda. Em­
pero, me he encontrado con casos de individuos histéricos que exhibían
en forma notable rasgos paranoides (hasta el punto de haber sido pre·
viamente diagnosticados como paranoides) y en los que el análisis reveló
una oscilación entre actitudes paranoides e histéricas. Tales oscilaciones
estaban acompañadas por cambios en el patrón económico de la situación
endopsíquica, caracterizándose las fases paranoides por una desviación del
patrón económico de lo que he llamado la situación endopsíquica básica.
No me siento en condiciones de establecer qué patrón económico asume
la situación endopsíquica en el estado paranoide, pero me aventuro a
sugerir que en correspondencia a cada estado clínico discernible existe
un patrón característico de estructura endopsiquica. Debe reconocerse,
por supuesto, que pueden existir varios patrones conjuntamente o estar
superirnpuestos unos sobre otros. También, que la 'patronización de la
situación endopsíquica puede ser o rígida o flexible, siendo tanto la rigi­
dez extrema como la flexibilidad extrema, rasgos desfavorables. Al mismo
tiempo, debe señalarse que la, situación endopsíquica básica (y original)
es aquella que se encuentra en los estados histéricos. De acuerdo con esta
consideración, creo que los síntomas psicopatológicos que se expresan más
tempranamente, Son de carácter histérico e interpreto los accesos de gritos
del niño en este mismo sentido. Si estoy en lo cierto, Freud demostró
132 W. RONALD D. F AIRBAIRN

una gran vision al elegir los fenómenos histéricos como material a partir
del cual construyó los fundamentos de la teoría psicoanalítica.
Sobre la base de las consideraciones expuestas, se comprenderá, por su­
puesto, que si bien la situación endopsíquica básica es la que yace en los esta­
dos histéricos, es asimismo producto de una disociación del yo original y
constituye por tanto un fenómeno esquizoide. De esta manera, si bien los
síntomas psicopatológicos más tempranos son histéricos, el proceso psico­
patológico más temprano es esquizoide. La represión misma es un proceso
esquizoide y la disociación del yo es un fenómeno universal, si bien, por
supuesto, el grado de tal disociación varía en los diferentes individuos.
Empero, no hay que deducir que los francos estados esquizoides sean los
estados psicopatológicos que se desarrollan más tempranamente. Por el
contrario, los más tempranos son de naturaleza histérica. Un verdadero
estado esquizoide es un desarrollo mucho más tardío y que sólo se mate­
rializa cuando el proceso esquizoide es apreciado hasta un punto en el
cual tiene lugar una violenta represión del afecto, impidiéndose hasta una
expresión histérica del mismo. De esta manera, sólo cuando tiene lugar
una tal represión en masa, el individuo se desconecta de la realidad y
experimenta un- profundo sentimiento de futilidad. Pero, en la presente
ocasión, no puede exponerse en mayor detalle lo que involucra el desarro­
llo de los estados esquizoides.

LA CUALIDAD DINAMICA DE LOS OBJETOS INTERNALIZADOS

No hemos mencionado aún el rasgo en el que la teoría de Freud


sobre el aparato mental presenta su mayor anomalía. Nos referimos al
hecho de que la única parte de la psique que describe en términos que
se aproximan a los de estructura dinámica, es el superyó. El ello es des­
crito como una fuente de energía sin estructura y el yo como una estruc­
tura pasiva sin energía, con excepción de la que lo invade desde el ello.
Por el contrario, el superyó es descrito como una estructura dotada con
un caudal de energía. Es cierto que considera a la energía en cuestión
derivada del ello, pero esto de ninguna manera altera el hecho de que
Freud atribuye al superyó una considerable proporción de actividad fun­
cional independiente. Tanto es así, que se refiere al superyó y al ello
como a instancias diametralmente opuestas entre sí, en lo que al propósi­
to de sus actividades atañe y considera al yo como a merced de estas dos
entidades endopsíquicas. Lo singular en todo esto es que el superyó es
realmente un aliado naturalizado dentro de la mente del individuo, un
inmigrante de la realidad exterior. Toda su importancia radica en que es
esencialmente un objeto internalizado. El hecho de que la única parte
de la psique que Freud considera como una estructura dinámica sea un
objeto internalizado, constituye para mí una anomalía suficiente como
para justificar mi intento de formular una teoría alternativa de estructura
psíquica. Se ha de observar, que al formular tal teoría alternativa, he
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 133

seguido un camino opuesto al seguido por Freud, porque mientras la um­


ca parte de la psique que éste considera como una estructura dinámica
es un objeto internalizado, los objetos internalizados que yo enfoco, son
las únicas partes de la psique que no he tratado como estructuras dinámi­
cas. He considerado a los objetos internalizados simplemente como obje­
los de las estructuras dinámicas del yo, es decir, como estructuras en­
dopsíquicas que no son dinámicas. Lo he hecho deliberadamente con el
fin de traer a luz la actividad de las estructuras del yo que he creído
necesario postular y con el fin de evitar todo riesgo de menospreciar la
importancia primaria de esta actividad, porque después de todo, es sólo
a través de ella que se internalizan los objetos. Sin embargo, para la
consolidación de mis conceptos debo extraer ahora la conclusión lógica
de mi teoría de estructura dinámica y reconocer que, dado que los objetos
internos son estructuras, deben ser necesariamente, por lo menos en cierta
medida, dinámicos. Al extraer esta conclusión y al hacer tal reconoci­
miento no sólo estaré siguiendo el ejemplo de Freud, sino que también
me ajustaré a las exigencias de tales hechos psicológicos tal como se
revelan por ejemplo en sueños y en los fenómenos de la paranoia. Este
paso posterior acrecentará el valor explicativo de mi teoría de la estruc­
tura mental introduciendo posibilidades adicionales en la situación en­
dopsíquica por medio de la permutación y la combinación. Empero, debe
reconocerse que en la práctica, es muy difícil diferenciar la actividad de
los objetos internalizados y la actividad de las estructuras del yo con las
que están relacionados y con miras de evitar cualquier aspecto de demo­
nología, parece más sensato errar, si es que es error, en el sentido de
sobreestimar la actividad de las estructuras del yo, que lo contrario. No
obstante, continúa siendo exacto que bajo ciertas circunstancias los obje­
tos internalizados pueden adquirir una independencia dinámica que no es
posible ignorar.
ADDENDUM
(1951)

TAL COMO expresé en el prefacio los trabajos de la primera parte de este


libro, del cual forma parte este último trabajo, representa el desarrollo
progresivo de una línea de pensamiento y no la elaboración sistemática
de un punto de vista estable. Es inevitable entonces que algunas conclu­
siones posteriores entren en conflicto y hasta contradigan algunos puntos
de vista expresados al comienzo. En verdad son pocas las contradiccio­
nes de monta, ya que en la mayoría de los casos el cambio de opiniones
está claramente expresado en los motivos para el último punto de vista.
Lamentablemente no siempre es así, y retrospectivamente no puedo dejar
de reconocer dos serias contradicciones entre los puntos de vista expre­
sados en este último trabajo y los de "Revisión de la psicopatología de
las psicosis y psiconeurosis". En el trabajo recién mencionado mi clasi­
ficación de las cuatro técnicas defensivas "transicionales" está basado en
la distinción entre dos objetos internalizados que denomino "el objeto
aceptado" y "el objeto rechazado" respectivamente; y los rasgos distin­
tivos de cada técnica se refiere al método característico de tratar a estos
dos objetos, ya sea juntos o separados; externos o internos. En el último
trabajo de la serie no hablo de "objeto aceptado" y de "objeto recha­
zado" sino de "objeto excitante" y de "objeto repelente" al describir el
establecimiento de "la situación básica endopsíquica". Debe señalarse que
al describir previamente objetos internos como "aceptados y rechazados",
consideraba la actitud que el yo adopta hacia ellos; mientras que al des­
cribir objetos internos como "excitantes y repelentes" considero el modo
en que se presentan a sí mismos al yo. Estos puntos de vista son diferen­
tes pero no irreconciliables dado que la actitud que adopta una estructura
del yo hacia un obj eto está necesariamente relacionada con el modo en
que el obj eto se presenta. Sin embargo, el contraste entre "aceptado" y
o no es paraII
" rec h aza d" e o a I contraste entre " excitan
. t"e y " repe Ien te"
e ;
porque SI. bilen " repeIente" e1
s de " rec haza d " "excitan
o, . te"e no
es lo de "aceptado", especialmente dado que "el objeto exci­
tante" es "malo" en el sentido de "insatisfactorio". Aquí es necesario para
una mejor sistematización un reaj uste de puntos de vista, pues mientras
135
136 w. RONALD D. F AIRBAIRN

que por una parte no me siento preparado a rectificar el concepto de oh­


jetos excitantes y repelentes no puedo abandonar la base general de
mi clasificación de mis técnicas de transición.
Creo apropiado ahora llamar la atención sobre la segunda y más
seria de las contradicciones a que me he referido. Recordarán que des­
cribí los objetos excitantes y repelentes como resultantes de una división
del objeto internalizado "malo" o insatisfactorio, al que consideré como
el primer objeto a internalizar y por lo tanto el objeto interno originari.o.
Sin embargo, al hablar de objetos "aceptados y rechazados" me basaba en
la presunción de que un objeto "bueno" tanto -como el "malo" ya habian
sido internalizados. Esta aparente inconsistencia podría ser explicada di­
ciendo que en los dos contextos yo estaba hablando de diferentes estados
de desarrollo, pues en el último trabajo reconocí que un objeto satisfac­
torio o "bueno" puede ser internalizado siguiendo la internalización del
objeto insatisfactorio o "malo" para compensar los efectos que ha pro­
ducido. Por supuesto el estado de desarrollo al que me refería cuando
hablaba de objetos "aceptados y rechazados" era el estado de "transición",
un estado subsecuente al que hablaba cuando describí la diferenciación de
objetos "excitantes y repelentes". Pero no es fácil relacionar estos dos
conceptos. A primera vista parecería que podría considerarse objetos
"insatisfactorios" y "repelentes" como equivalentes, pero el estado de des­
arrollo en el que pensaba al hablar de "objeto rechazado" corresponde al
que de acuerdo con mi trabajo posterior, "el objeto insatisfactorio" habría
sido dividido en "objetos excitantes y repelentes", de modo que no es posi­
ble solucionar esa dificultad siguiendo esa línea.
Sin embargo, se me ocurre que una solución podría hallarse en una
revisión del punto de vista de que el objeto originariamente internalizado
es un objeto que incluye exclusivamente aspectos insatisfactorios y "malos"
del objeto externo, sino un objeto preambivalente, y este es el punto de
partida de mi trabajo "Factores esquizoides en la personalidad" (Cap. 1
de este libro). La internalización del objeto preambivalente podría expli­
carse sobre la base de que se presenta en cierta medida como insatisfac­
torio y también en cierta medida como satisfactorio. La ambivalencia
sería entonces un estado que surgiría en un yo no escindido en relación
con un objeto internalizado preambivalente y no con el objeto externo.
El resultado de esta situación será un yo no escindido enfrentado con
un objeto interno ambivalente. Es necesario recordar ahora que en la
situación endopsíquica básica que he descripto tanto los objetos excitantes
y repelentes son "objetos rechazados" por un yo central, si bien el objeto
excitante es "aceptado" por el yo libidinal y el repelente "aceptado" por
el saboteador interno. Teniendo en cuenta esto podemos describir el pró­
ximo paso en el desarrollo de la situación interna, es decir la escisión del
objeto interno de la siguiente manera. Dado que tanto los elementos
sobreexcitantes como los sobrejrustrantes del objeto interno (ambivalente)
son inaceptables para el yo primario, estos elementos son escindidos del
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 137

objeto y reprimidos de modo tal, que dan lugar al "objeto excitante" y


al "objeto repelente". Las catexias libidinales de estos dos objetos persis­
ten pese al rechazo y darán lugar a una escisión del yo del modo descrito
en el último trabajo. Una parte del yo primario que carga al objeto exci­
tante será rechazada y reprimida por la parte central del yo y dará lugar
al "yo libidinal"; y una parte del yo primario que carga el objeto repe­
lente será rechazada y reprimida por la parte central del yo y dará lugar
al "saboteador interno". Sin embargo, una vez que los elementos sobre­
excitantes y sobrefrustrantes han sido escindidos del objeto interno ambi­
valente, queda un núcleo del objeto desprovisto de dichos elementos. Este
núcleo asume el status de "objeto aceptado" para el yo central, que man­
tendrá la carga de ese obj eto y lo retendrá para sí. Este concepto del
desarrollo de la situación endopsíquica básica me parece un progreso en
relación al expresado en el trabajo anterior y es la que actualmente acepto.
De acuerdo con este concepto, el "objeto aceptado" por el yo central
desprovisto de los elementos sobreexcitantes y repelentes asume la forma
de un objeto idealizado y desexualizado que el yo central puede amar con
seguridad luego de despojarse de los elementos que dan lugar al yo libi­
dinal y al saboteador interno. Por lo tanto es importante señalar que éste
es justamente el tipo de objeto en que el paciente histérico trata de con­
vertir al analista, y el tipo de objeto en que el niño trata de convertir a
sus padres generalmente con éxito. Por lo tanto éste es el objeto que
parece formar el núcleo del superyó en mi concepción (en contraste al
"saboteador interno"). Parecería, sin embargo, más apropiado a este obje­
to el nombre de "ideal del yo" que superyó (creo que convendría retomar
ese término).
Todavía queda el problema de relacionar los "objetos aceptados y
rechazados" de mis primeros trabajos a estos nuevos conceptos y encon­
trar un lugar para mi descripción de las técnicas defensivas de transi­
ción. Tomando todo esto en cuenta parece posible considerar al "objeto
aceptado" como equivalente del núcleo del objeto interno ambivalente,
que queda catectizado por el yo central después de la represión de los
objetos excitantes y repelentes, y al que considero ahora como el núcleo al­
rededor del cual crece el superyó. El término "objeto aceptado" parece ade­
cuado para describir este núcleo. Una vez establecida esta equivalencia es
necesario incluir los objetos "excitantes y repelentes" como formando parte
del concepto de "objeto rechazado" del primer trabajo, ya que ambos
objetos son rechazados por el yo central. Es decir que deberá sustituirse
en el primer trabajo el término "objeto rechazado" por su plural "objetos
rechazados". El uso del plural parece justificado dado que en el caso de
cada una de las técnicas "transicionales" tanto los objetos "excitantes"
como los "repelentes" son tratados de la misma manera. Así en las téc­
nicas paranoide y fóbica son tratados como externos y en las técnicas ob­
sesiva e histérica como internos. Además estas técnicas son las empleadas
por el yo central.
CAPÍTULO V

RELACIONES OBJETALES y ESTRUCTURA

DINÁMICA 1

(1946)

EL PROPÓSITO de la contribución presente es dar una expOSlClOn general


del punto de vista especial que he adoptado ahora, y que fue desarrollado
en una serie de artículos publicados duranLe el curso de la guerra de
1939-45. Estos artículos no representan tanto la elaboración de un punto
de vista definitivamente establecido, como el desarrollo progresivo de
una línea de pensamiento. Sin embargo, el principio primero del que de­
rivan todas mis ideas especiales puede ser formulado en la proposición
general de que la libido no es primariamente búsqueda de placer. sino
búsqueda de objetos. El material clínico en que se basa esta proposición
puede resumirse en la protesta de una paciente. que fue más o menos
así: "Usted está siempre hablando de que yo quiero tener satisfecho tal
o cual deseo, pero lo que yo realmente quiero es un padre". Fue la re­
flexión sobre las implicaciones de fenómenos como éste lo que constituyó
el verdadero punto de partida de mi presente línea de pensamiento. Su­
pongo que hay actualmente muy pocos analistas que no se sentirían indig­
nados si se los criticara sobre la base de que minimizan en la práctica la
importancia de las relaciones objetales. Pero no es fácil encontrar un
analista cuyo reconocimiento de la importancia de las relaciones ob jetales
haya influido en su adhesión al principio teórico en que se basa la teoría
clásica de la libido, o sea que la libido es primariamente búsqueda de
placer. Por supuesto, al lector se le ocurrirá inmediatamente que lo que se
quiere decir por "buscar placer" en la teoría clásica es realmente "alivio
de tensión libidinosa", pero lo que me propongo decir es que tal tensión
es intrínsecamente la tensión de las necesidades de búsqueda de objetos.
La afirmación de que la búsqueda de placer es inherente al estado de
tensión mismo me parece un argumento basado en el principio de que
post hoc necesariamente significa propter hoc. Al mismo tiempo, se puede
ver que esta afirmación se reduce al mero enunciado de que la tensión

1 Leído ante la Sociedad Psicoanalítica Británica el 5 de junio de 1916. y publi­


cado después en The l nternational [ournal of Psycho-Analv sis, Vol. XXVII, I'b. ] Y 2.
139
140 W. RONALD D. FAIRBAIRN

es la tensión, ya que la tensión naturalmente busca descarga, y la descarga


naturalmente trae alivio, y este enunciado dej a completamente sin respues­
ta a la cuestión de la naturaleza de las fuerzas bajo tensión, y la dirección
o fin de estas fuerzas. También deja sin explicar la cuestión de hasta
dónde el alivio de la tensión por sí misma implica la realización del fin
libidinoso. Freud habló, por supuesto, de fines libidinosos y los definió
en función de zonaserógenas, como fines orales, fines anales, etc. Pero lo
que describió de este modo, no son realmente fines; sino formas de tratar
con los objetos; y las zonas en cuestión deben considerarse adecuadamente,
no como dictadores de los fines, sino como sirvientes de los fines-órganos
corporales que sirven como canales por los que pueden realizarse los fines
personales. El verdadero fin libidinoso es establecer relaciones satisfacto­
rias con objetos; y de acuerdo con esto, es el objeto lo que constituye la
verdadera meta libidinosa. Al mismo tiempo, la forma que asume el acer­
camiento libidinoso está determinada por la naturaleza del objeto. Por lo
tanto, eS debido a la naturaleza del pecho que la tendencia incorporativa
innata en el bebé asume la forma de succionar con la boca. Por supuesto,
hablando estrictamente, el pecho de la madre y la dotación oral instintiva
del bebé han evolucionado en adaptación mutua; pero este hecho en sí
mismo implica que los fines libidinosos están intrínsecamente ligados a las
relaciones objetales. En verdad, algunas de las actividades a las que han
sido atribuidos los así llamados fines lihidinosos son actividades que yo
dudaría en describir como primariamente libidinosas; por ejemplo, las
actividades anales y urinarias; porque el fin inherente a estas actividades,
en común con el de vomitar, no es establecer una relación objetal, sino
rechazar objetos que, desde el punto de vista del organismo, constituyen
cuerpos extraños. Por supuesto que esto no impide que esas actividades
constituyan una fuente de placer, ya que el placer no tiene ninguna cone­
xión especial con la libido, sino que es un acompañante natural del alivio
de tensión, con independencia de la naturaleza de las fuerzas cuya tensión
es aliviada. La concepción de zonas erógenas suscita otras consideraciones
críticas, y a algunas de ellas debo referirme ahora 2.
El concepto de zonas erógenas está basado en una concepción ato­
mista y molecular del organismo: la concepción de que el organismo es
inicialmente un conglomerado de entidades separadas, que sólo pueden
llegar a relacionarse e integrarse como resultado de un proceso de des­
arrollo. Dentro de la esfera funcional, un atomismo correspondiente ha
originado la tendencia a describir procesos dinámicos en términos de im­
pulsos e instintos aislados. Ha llevado a la práctica común de hipostasiar
la "libido" dotándola con el artículo definido y describiéndola como "la
libido". Me parece que suhyace un atomismo similar a la "Teoría del
proceso" de Marjorie Brierley 3, como también a la epistemología adopta­
2 Véanse los tres artículos anteriores en este mismo volumen.
3 Marjorie Brierley, "Notes on Metapsychology as Procesa Theory", The lnter­
national [ournal 01 Psycho;Analysis, Vol. XXVI, Pts. 1 y 2 (1945).
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD

da por Adrian Stephen 4- en su "Nota sobre la ambivalencia", donde eligió


mis ideas como texto para una consideración crítica de la concepción de
"objetos buenos y malos". Este atomismo me parece un legado del pasado
bastante ajeno a las concepciones biológicas modernas, en las que se
considera que el organismo funciona como un todo desde el principio.
Cuando el organismo está funcionando normalmente, es sólo desde el arti­
ficial punto de vista del análisis científico que puede ser considerado como
constituido por partes que funcionan separadamente, y en casos en que las
partes realmente están funcionando separadamente, esto sólo sucede como
resultado de un proceso patológico. Igualmente es imposible lograr una
concepción adecuada de la naturaleza de un organismo individual si se lo
considera aparte de sus relaciones con sus objetos naturales: ya que es
sólo en sus relaciones con estos objetos que se manifiesta su verdadera
naturaleza. Fue el descuido de este factor lo que vició los experimentos de
los conductistas sobre niños aislados en habitaciones de cristal; ya que un
niño, aislado de su madre y en una habitación de cristal, ha dej ado de ser
un niño humano que funciona normalmente. desde el momento en que está
privado de su objeto natural. Muchos experimentos pavlovianos parecen
haber estado viciados en forma similar.
En segundo lugar. la concepción de zonas erógenas no hace justicia
a la capacidad del individuo para pasarse sin la satisfacción placentera.
Según las teorías clásicas esta capacidad debe ser atribuida a) a la re­
presión, o b) a la sustitución del principio de placer por el principio de
realidad. En lo que respecta a la represión. por supuesto que no puede
haber dudas de la influencia de esta técnica para capacitar al individuo
a pasarse sin el placer, y en realidad para promover el renunciamiento
al placer. Por otra parte, desde el punto de vista de la psicología de la
relación objetal, la búsqueda explicita de placer representa una deteriora­
ción de la conducta. Hablo aqui de una "deterioración" antes que de una
"regresión" de la conducta. porque si la búsqueda de objeto es primaria,
la búsqueda de placer difícilmente puede considerarse como regresiva; y
se la describe más adecuadamente como participando del carácter de dete­
rioración. La búsqueda explícita de placer tiene su fin esencial en aliviar
la tensión de la necesidad libidinosa por el mero hecho de aliviar esta
tensión. Este proceso, naturalmente, sucede con bastante frecuencia, pero
como la necesidad libidinosa es necesidad de objeto, el simple alivio de la
tensión implica alguna falla en las relaciones objelales. El hecho es que
el simple alivio de tensión es realmente un proceso de válvula de seguri­
dad. No es pues un medio de lograr fines libidinosos, sino un medio de
mitigar el fracaso de estos fines.
Como ya fue mencionado, la capacidad de pasarse sin satisfacción
placentera puede deberse, según la teoría clásica. no sólo a la represión,

4 Adrian Stephen, "A Note un Ambivalcncc", The l ntern ationul l ourn al o]


Psycho-Analvsis, Vol. XXVJ, Pts. 1 y 2 (945).
142 W. RONALD D. FAffiBAIRN

sino también a la sustitución del' principio de placer por el principio de


realidad. Sin embargo, si la libido es primariamente buscadora de obje­
tos, se sigue que la conducta debe estar orientada hacia la realidad externa,
y así determinada desde el comienzo por el principio de realidad. Si esto
no es evidente en el caso del bebé humano, se debe en gran parte a que
en el hombre, en contraste con los animales, las pautas de conducta
instintiva no son rígidas, sino que sólo están trazadas en un esquema
amplio. Así, los impulsos instintivos del hombre pueden asumir la forma
de tendencias generales; y éstas sólo adquieren una pauta más rígida y
diferenciada como resultado de la experiencia. Lo que al niño le falta
sobre todo es experiencia de la realidad, y es esto, más que cualquier
falta de orientación hacia la realidad, lo que da al observador adulto la
impresión de que la conducta del niño está primariamente determinada por
el principio de placer. Debe reconocerse, por supuesto, que la inexperiencia
del niño se acompaña de una tendencia a ser más emotivo e impulsivo, o
sea menos controlado que el adulto; y esto, combinado con el monto de
frustración con que tropieza, lo lleva a estar más predispuesto que el adulo
to a recurrir a la conducta de alivio de tensión. Pero en mi opinión, es
erróneo sacar la eonclusión de que su conducta está determinada prima.
riamente por el principio de placer, que debe ser luego reemplazado por
el principio de realidad. No puede trazarse esa distinción entre principios
de conducta para el caso de animales, cuya conducta instintiva sigue pautas
rígidas relativamente independientes de la experiencia, y para los que la
búsqueda de objetos representa entonces poca dificultad. El niño humano
husca sus objetos con no menos insistencia que el animal, pero en su caso
el camino hacia el objeto sólo está bosquejado a grandes rasgos, y por lo
tanto puede perderse. En este punto, el ejemplo de la polilla que busca
la llama, se puene citar como caso crítico. Puede parecer a primera vista
un caso desafortunado para citar, ya que puede decirse que, al buscar la
llama, la polilla revela una falta notable de sentido de realidad. Por otra
parte, difícilmente puede decirse que la polilla es conducida hacia la llama
por el placer. Por el contrario, su conducta es esencialmente buscadora de
objeto. Así, no está movilizada por el principio de placer, sino por un
sentido de realidad seriamente limitado, ya que no puede diferenciar entre
una fuente de luz y otra. El hecho es que el principio de realidad es
esencialmente una cuestión de grado. Es característico que el sentido de
realidad del niño sea de grado bajo comparado con el del adulto, pero no
por eso el niño dej a de movilizarse por el sentido de realidad desde el prin­
cipio, incluso aunque esté demasiado predispuesto, ante la frustración, a
desviarse hacia el alivio de tensión.
Surge otra reflexión con respecto a la concepción de las zonas eró­
genas y a la concepción asociada, de que la libido es primariamente bús­
queda de placer. Y es que estas concepciones hacen escasa justicia a la
especificidad de la búsqueda instintiva de objetos, que se observa mejor en
los animales, pero que en ningún sentido está comprometida, aunque puede
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 143

estar oscurecida, en la adaptabilidad humana. Los hábitos de construc­


ción del nido entre los páj aros pueden citarse en relación con esto. Los
objetos que los pájaros colectan como material para sus nidos son nota­
blemente específicos. Así una especie puede recolectar maderas, palitos;
otra paja y otra barro. En forma similar, los nidos terminados tienen una
estructura característica en el caso de cada especie. Y aquí debe recordarse
que un nido no deja de ser un objeto para un pájaro, así como una casa
no deja de ser un objeto para un hombre, porque sea un objeto que hay
que construir. Es un objeto buscado, incluso si para encontrarlo, tiene
primero que hacerlo. Por supuesto, las casas de los hombres despliegan
mucha mayor libertad de diseño y mucha mayor diversidad de material
que los nidos de cualquier especie de animales. Sin embargo, una casa e"
siempre una casa; y la variedad de casas humanas debe ser interpretada
como un signo de la adaptabilidad, que es la contraparte de la ausencia
de pautas rígidas en la dotación instintiva del hombre. La adaptabilidad
implica, naturalmente, la capacidad de aprender con la experiencia, esto
es, de mejorar el sentido de realidad inherente, en el interés de la búsque­
da de objetos. También pone a disposición de la búsqueda de objetos con­
siderable libertad de técnicas. Estas ventajas tienen sus peligros inevita­
bles. ya que implican un riesgo mayor de desviaciones de la normalidad;
pero no debe permitirse que esto oscurezca el principio de búsqueda de
objetos. En este morm-uto recuerdo a un hombre de cuya atención médica
fui responsable. y cuyos miembros estaban completamente paralizados a
consecuencia de una fractura de la espina cervical. Este hombre era un
asiduo lector cuyo acceso al mundo de la literatura dependía de la técnica
de volver las páginas del libro con la lengua. Esta conducta de su parte,
por supuesto, no se presta a ser explicada en función de una intensa
fijación oral o de la abrumadora predominancia de componentes orales
en su carácter. Usaba su boca para volver las páginas porque este órgano
era el único vehículo orgánico de que disponía para este propósito. Por un
principio en cierto modo similar. el niño usa su boca para buscar el pecho,
porque es el único órgano de que dispone para lograr este propósito. Está,
por supuesto, más dispuesto a hacer esto porque como resultado de un
largo proceso evolutivo su boca ha quedado especialmente adaptada para
servir a este mismo propósito a instancias de lo~ fines de búsqueda de ob­
jetos. Pari passu, por medio del mismo proceso evolutivo, el uso de su
boca para los propósitos de búsqueda del pecho ha quedado estahlecido
como una pauta dentro de su dotación instintiva. Pero, si a causa de esto
debe ser descrito como oral. debe reconocerse que es sólo oral porque está
buscando el pecho. y no uiceuersa, I.a situación general parecería entonces
ser que para la realización de sus fines libidinosos, esto es, para el estable­
cimiento de la deseada relación con sus objetos. el individuo emplea órgano5
corporales cuya elección está determinada por los siguientes principios, pUl'
orden de prioridad: (l) que el órgano sea apropiado al fin. \ prefer ihlemr-nte
uno que haya sido especialmente adaptado para la consecución del fin en el
144 W. RONALD D. FAIRBAIRN

curso del proceso evolutivo; b) que el órgano esté disponible (y cuando


digo "disponible", quiero decir, por supuesto) "tanto psicológica como bio­
lógicamente disponible"; c) que el órgano haya recibido la sanción de la
experiencia, y no menos si esa experiencia ha sido traumática. La forma
general de funcionamiento de estos principios puede ser ilustrado como
sigue: en lo que respecta al adulto, el órgano de elección para una relación
sexual con el objeto es el órgano genital; y normalmente el órgano genital
proporcionará la principal vía libidinosa en la relación. Pero, si por razones
psicológicas el órgano genital no está disponible, la libido tenderá a dirigirse
hacia otra vía o vías disponibles. Puede ser desviada, por ejemplo, a la boca,
que fue en la infancia el órgano de elección, y que recibió entonces la
sanción de la experiencia. O puede ser desviada al ano, que, aunque nunca
fue una vía de la elección, puede, sin embargo, haber recibido la sanción
de la experiencia en la infancia; quizás en forma traumática, como resul­
tado de la administración de enemas. Aquí puede quizá señalarse que, así
como la libido puede desviarse del genital a la boca en el adulto, así en
la infancia puede desviarse prematuramente de la boca al genital, si la
disponibilidad de la boca está comprometida por situaciones de frustra­
ción. Esta desviación particular se asocia con la masturbación infantil:
y parecería un rasgo importante de la psicopatología histérica.
, He tratado ahora de dar cierta explicación del motivo de mi insatis­
facción ante ciertos rasgos de la teoría clásica de la libido. He tratado
también de dar algunas indicaciones del sentido en que creo que la teoría
necesita ser modificada. El cambio principal por el que abogo es la adop­
ción del principio de que la libido es primariamente buscadora de obje­
tos; y todos los otros cambios se siguen directamente de éste. Se compren­
derá fácilmente que estos diversos cambios implican un punto de vista in­
compatible con la teoría de Abraham sobre el desarrollo libidinoso, basada
como está en la concepción de zonas erógenas, No me propongo en esta
ocasión entrar en una crítica detallada del esquema de Abraham, tal como
apareció en mi artículo: "Revisión de la Psicopatología de las Psicosis y
Psiconeurosis"; pero es evidente que si hay algo equivocado en la concep­
ción de zonas erógenas, habrá también algo equivocado en un esquema del
desarrollo basado en esta concepción. Esto no quiere decir que Abraham
fuera indiferente a la importancia de las relaciones objetales; pues el
reconocimiento de su importancia es evidente en sus escritos. Pero, en mi
opinión, cometió el error general de conferir el status de fases libidinosas
a lo que son realmente técnicas empleadas por el individuo en sus relacio­
nes objetales; y esto se debió principalmente a su aceptación sin crítica
-de la concepción de zonas erógenas. Aquí debe recordarse que, aunque
estaba lejos de ser indiferente a la importancia de las relaciones objetales,
sufrió una gran desventaja; porque había formulado su teoría antes de que,
gracias a la obra de Melanie Klein, se despertara la atención por la supre·
ma importancia de los objetos internalizados. A la luz de la obra de
Melanie Klein y de los desarrollos que la siguieron, es imposible hacer
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 145

justicia a las relaciones objetales del individuo, sin tener en cuenta sus
relaciones con obj etos internos, y adjudicarles la debida importancia. Es
sólo cuando se hace esto que es posible reconocer la verdadera significa.
ción de los fenómenos que Abraham interpretó en función de fases, pero
que a mi entender, deben ser en gran medida interpretados en función
de técnicas.
Desde el punto de vista de la psicología de relaciones objetales, es
axiomático que ningún esquema del desarrollo libidinoso puede ser satis­
factorio a menos que esté basado en la consideración de los objetos natu­
rales y biológicos del individuo en desarrollo, en los diversos estadios. No
puede discutirse, por supuesto, sobre el hecho de que en el primer estadio
el objeto natural del niño es la madre, y más específicamente su pecho,
aunque a medida que prosigue el desarrollo, el foco libidinoso se altera
de tal modo que el interés en un principio predominantemente dirigido al
pecho, se vuelve cada vez más diri~ido hacia la madre como un todo.
Puede haber igualmente poca discusión de que, en la otra punta de la
escala del desarrollo, los órganos genitales de un objeto heterosexual que
no sea un pariente, deben ocupar un lugar en el interés libidinoso co­
rrespondiente al que ocupó al principio el pecho de la madre, aunque
algo anda muy mal si el interés está tan predominantemente concentrado
en el órgano corporal en el último estadio como lo estuvo en el primero.
Aquí tenemos entonces dos estadios reconocibles (uno en el punto más
bajo de la escala, el otro en el más alto) que pueden ser fácilmente
distinguidos en términos del objeto biológico adecuado. Surge entonces la
cuestión de los pasos que el individuo atraviesa de un estadio al otro.
Ahora bien, es imposible encontrar un objeto biológico adecuado que jue­
gue un rol intermedio en el proceso evolutivo entre los objetos de los
estadios inicial y final. Se convierte entonces en cuestión de un proceso
de transición entre un estadio y el otro. Este proceso de transición es,
sin embargo, tan prolongado y complicado que debemos considerarlo como
representando un estadio intermediario especial entre los otros dos estadios.
llegamos así a una teoría del desarrollo libidinoso en la que se da cabida a
tres estadios: 1) un estadio en el que el obj eto biológico adecuado es el
pecho; 2) un estadio de transición y 3) un estad io en el que los órganos
genitales heterosexuales constituyen el objeto biológico adecuado. A tra­
vés de esta secuencia hay una expansión y desarrollo gradual de las rela­
ciones personales con objetos, empezando con una relación casi exclusiva
y muy dependiente con la madre, y madurando hacia un sistema muy corn­
plej o de relaciones sociales en todos los grados de intimidad. Estas rela­
ciones personales están profundamente influidas por, pero no dependen
exclusivamente de, las relaciones establecidas con los objetos biológicos
adecuados, aunque cuanto más joven sea el niño, mayor será la influencia
de los objetos sobre las relaciones. Naturalmente, desde el punto de vista
social, las relaciones personales son de importancia suprema, y por consi­
guiente deben ser tomadas en cuenta al sopesar la significación de los
146 W. RONALD D. FAIRBAIRN

diversos estadios. Además, su importancia es tal que reclama cierto reco­


nocimiento en la nomenclatura. En el primer estadio, la actitud del niño
hacia el pecho admite ser descrita como oral, pero es sólo oral porqu~
es incorporativa y el órgano de incorporación es la boca. El rasgo sobre­
saliente de la relación personal del niño con su madre es, sin embargo, la
extrema dependencia; y esta dependencia se refleja en U11 proceso patológico
de identifícación primaria ií por la cual al separarse de sus objetos se con­
vierte para el niño en la mayor fuente de angustia (al igual que, en mi
experiencia en psiquiatría de guerra, resultó ser la mayor fuente de angus­
tia para el soldado neurótico). A la luz de estas diversas consideraciones,
parece muy adecuado describir el primer estadio como uno de Dependen­
cia Infantil, sin prejuicio para con el hecho de que esta dependencia se
manifiesta principalmente en una actitud de incorporación oral para con
el objeto, y en una actitud de identificación emocional primaria con éL
En contraste, el estadio final parece mejor descrito como un estadio de
Dependencia Madura: "dependencia madura" más que "independencia"
ya que la capacidad de relación necesariamente implica dependencia de
cierto tipo. Lo que distingue a la dependencia madura de la dependencia
infantil es que no está caracterizada ni por una actitud unilateral de
incorporación ni por una actitud de identificación emocional primaria. Por
el contrario, se caracteriza por la capacidad por parte del individuo dife­
renciado, de relaciones cooperativas con objetos diferenciados. En lo que
respecta al objeto biológico adecuado, la relación es, por supuesto, genital;
pero es una relación que involucra equivalencia en el dar y recibir entre
dos individuos diferenciados que son mutuamente dependientes, y entre los
cuales no hay disparidad de dependencia. Además, la relación está earac­
terizada por ausencia de identificación primaria y ausencia de incorpora­
ción. Por lo menos, éste es el cuadro ideal, pero por supuesto nunca se
realiza completamente en la práctica, ya que no hay nadie cuyo desarrollo
libidinoso prosiga sin un tropiezo. El estadio intermedio ya ha sido
descrito como de Transición, y parece mejor denominarlo así, ya que es
un estadio de vicisitudes, que surgen de las dificultades y conflictos de
la transición. Por consiguiente, como podría esperarse, no es sólo carac­
terísticamente el estadio del conflicto, sino también característicamente el
estadio de las técnicas defensivas. Entre estas técnicas, sobresalen del resto
cuatro técnicas clásicas :la paranoide, la obsesiva, la histérica y la fóbica.
Pero, tal como yo lo veo, estas cuatro técnicas no corresponden a ninguna
fase libidinosa reconocible, sino. que son cuatro métodos alternativos de

5 Empleo aquí el término "identificación primaria" para significar la catexia


de un objeto que no ha sido aún diferenciado (o sólo ha sido diferenciado en parte)
de él mismo, por el sujeto del que parte la catexia. Este proceso difiere, por su­
puesto, del proceso comúnmente descrito como "identificación", o sea una tendencia
emocionalmente determinada a tratar un objeto diferenciado (o en parte diferenciado)
como si no fuera diferenciado, cuando está catectizado. El último proceso debe des­
cribirse adecuadamente como "identificación secundaria".
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 145

justicia a las relaciones obj etales del individuo, sin tener en cuenta sus
relaciones con objetos internos, y adjudicarles la debida importancia. Es
sólo cuando se hace esto que es posible reconocer la verdadera significa­
ción de los fenómenos que Abraham interpretó en función de fases, pero
que a mi entender, deben ser en gran medida interpretados en función
de técnicas.
Desde el punto de vista de la psicología de relaciones objetales, es
axiomático que ningún esquema del desarrollo libidinoso puede ser satis­
factorio a menos que esté basado en la consideración de los objetos natu­
rales y biológicos del individuo en desarrollo, en los diversos estadios. No
puede discutirse, por supuesto, sobre el hecho de que en el primer estadio
el objeto natural del niño es la madre, y más específicamente su pecho,
aunque a medida que prosigue el desarrollo, el foco libidinoso se altera
de tal modo que el interés en un principio predominantemente dirigido al
pecho, se vuelve cada vez más dir iaido hacia la madre como un todo.
Puede haber igualmente poca discusión de que, en la otra punta de la
escala del desarrollo, los órganos genitales de un objeto heterosexual que
no sea un pariente, deben ocupar un lugar en el interés libidinoso co­
rrespondiente al que ocupó al principio el pecho de la madre, aunque
algo anda muy mal si el interés está tan predominantemente concentrado
en el órgano corporal en el último estadio como lo estuvo en el primero.
Aquí tenemos entonces dos estadios reconocibles (uno en el punto más
bajo de la escala, el otro en el más alto) que pueden ser fácilmente
distinguidos en términos del objeto biológico adecuado. Surge entonces la
cuestión de los pasos que el individuo atraviesa de un estadio al otro.
Ahora bien, es imposible encontrar un objeto biológico adecuado que jue­
gue un rol intermedio en el proceso evolutivo entre los objetos de los
estadios inicial y final. Se convierte entonces en cuestión de un proceso
de transición entre un estadio y el otro. Este proceso de transición es,
sin embargo, tan prolongado y complicado que debemos considerarlo como
representando un estadio intermediario especial entre los otros dos estadios.
IJegamos así a una teoría del desarrollo libidinoso en la que se da cabida a
tres estadios: 1) un estadio en el que el objeto biológico adecuado es el
pecho; 2) un estadio de transición y 3) un estadio en el que los órganos
genitales heterosexuales constituyen el obj eto biológico adecuado. A tra­
vés de esta secuencia hay una expansión y desarrollo gradual de las rela­
ciones personales con objetos, empezando con una relación casi exclusiva
y muy dependiente eon la madre, y madurando hacia un sistema muy com­
plej o de relaciones sociales en todos los grados de intimidad. Estas rela­
ciones personales están profundamente influidas por, pero no dependen
exclusivamente de, las relaciones establecidas con los objetos biológicos
adecuados, aunque cuanto más joven sea el niño, mayor será la influencia
de los objetos sobre las relaciones. Naturalmente. desde el punto de vista
social, las relaciones personales son de importancia suprema, y por consi­
guiente deben ser tomadas en cuenta al sopesar la significación de los
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 147

tratar de enfrentarse con las dificultades del estadio de transición. En


este punto es necesario que recordemos la importancia de la parte que
juega la actitud incorporativa en el estadio a partir del que se intenta
hacer una transición. Esta actitud incorporativa se manifiesta, no sólo en
la ingestión de leche, sino también en la internalización psicológica de
objetos externos diferenciados, sino también llegar a un acuerdo con los ob­
jetos que ya han sido internalizados. La situación se complica por el
hecho de que la tarea del estadio de transición incluye también el renuncia­
miento a las relaciones establecidas durante el primer estadio. Se complica
aun más por el previo establecimiento de la ambivalencia V la disociación del
objeto, en objeto bueno y malo. Consecuentemente, los intentos de desem­
barazarse de objetos se "tornan un rasgo marcado del estadio de transición,
y esto se aplica no sólo a los objetos externos, sino también a los internos.
y es por esta razón, y no a causa de la emergencia de ningún estadio anal
innato, que las técnicas basadas en Jos ~rocesos expulsivos, e~cretorios,
llegan a ser tan libremente empleadas, especIalmente durante la pnmera fase
del período de transición. cuando el intento de desembarazarse de objetos
tempranos juega naturalmente un papel preeminente en la fase posterior.
Pero lo que debe subrayarse es que las diversas técnicas que forman la base
de desarrollos psicopatológicos durante el estadio de transición, representan
métodos variados y alternativos de tratar con los objetos iaternalizados ; mé­
todos, en realidad, de tratar de desembarazarse de objetos tempranos, que
han sido internalizados, sin perderlos.

Es imposible en la presente ocasIOn examinar los rasgos característi­


cos de las diversas técnicas transicionales, y por consiguiente debo con­
tentarme con la mera afirmación de que es en sus variados modos de
tratar con los objetos internos donde yace su diferencia esencial. Tampoco
es posible examinar en extensión los procesos que forman la base de los
desarrollos psicopatológicos durante el estadio de dependencia infantil.
Debe bastar que llame la atención sobre la suprema importancia que
atribuyo a los primeros desarrollos que tienen lugar durante este primer
estadio y que, en mi opinión, incluyen la siguiente serie de procesos:
1. La disociación del objeto malo internalizado en a) un objeto
excitante y b) repelente.
2. La represión de ambos objetos por el yo.
3. La disociación y represión de partes del yo que permanecen
apegadas a los objetos reprimidos y que, por así decirlo, lo siguen en la
represión, y que yo describo, respectivamente, como el yo libidinoso y el
saboteador interno.
4. Una situación resultante, que llamo la Situación Endopsíquica
148 W. RONALD D. FAIRBAIRN

Básica y en la que encuentro un Yo Central que emplea la agreslOn en


el ej ercicio de la Represión Directa: a) sobre el Yo Libidinoso, apegado
a un Objeto Excitante, y b) sobre el Saboteador Interno, apegado a un
Objeto Repelente.
5. La operación de un proceso que describo como Represión In­
directa, y que consiste en el ejercicio de la agresión por parte del sabotea­
dor interno, alineado con el objeto repelente, contra el yo libidinoso,
alineado con el objeto excitante.

El rasgo sobresaliente de la situación endopsíquica básica, a la que


me he referido tan brevemente, es que está producida por medio de una di­
sociación del yo, y por consiguiente implica el establecimiento de una
Posición Esquizoide. Esta posición se establece en la primera parte del
primer estadio y antecede a la posición depresiva que ha sido tan ca­
balmente descrita por Melanie Klein, y que sólo puede surgir luego de
que el yo unitario original ha sido disociado y se ha establecido la
posición esquizoide. En este punto se hace necesario explicar lo que no
he encontrado oportunidad de explicar antes, que considero que el primer
estadio cae dentro de dos fases, la última de las cuales se diferencia' de
la primera por la emergencia de una tendencia a morder lado a lado
con la tendencia original de succionar. Esta diferenciación de fases corres­
ponde, por supuesto, a la diferenciación de Abraham en fases orales pri­
mera y segunda. Es sólo durante la última de estas dos fases que puede
surgir la posición depresiva, esto es, cuando el niño se vuelve capaz de
concebir situaciones que surgen de mordeduras destructivas tanto como
situaciones que surgen de succión incorporativa. Lo que me siento dis­
puesto a sostener, empero, es que la posición esquizoide, tal corno está
representada en la situación endopsíquica básica, forma la base última de
todo desarrollo psicopatológico que pueda tener lugar posteriormente. Ya
que es sólo después de que tal posición se ha establecido que puede haber
una diferenciación de estructuras endopsíquicas tal como la que Freud
trató de formular en términos del yo, el superyó, y el ello.
Se verá que la concepción de estructura endopsíquica a la que he
llegado, difiere considerablemente de la que formulara Freud. Difiere
llamativamente, por supuesto, en que está basada en última instancia en
la represión de objetos internalizados. Pero si la represión de esos objetos
no se tiene en cuenta, es evidente que hay una correspondencia general.
Así el yo central se corresponde con el "yo" de Freud, el yo libidinoso
con el "ello" de Freud, y el saboteador interno con el "supervó" de
Freud. Sin embargo, subyacente a esta correspondencia hay una pro­
funda diferencia de concepción, ya que las estructuras yoicas que yo
concibo (esto es, el yo central y los dos yos subsidiarios) son concebidas
todas como estructuras intrínsecamente dinámicas, resultantes de la diso­
ciación de una estructura yoica dinámica, original y única, presente en
el comienzo. En contraste, las tres partes del aparato mental, tal como
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 149

las describe Freud, no son todas estructuras intrínsecamente dinámicas.


Porque el "yo" se concibe como una estructura sin energía por derecho
propio, y el "ello" se concibe como una fuente de energía sin estructura.
En lo que respecta al "superyó", su conducta es decrita, por cierto, en
términos que implican que es una estructura dinámica; pero ya que se
considera a toda la energía de la psique como proveniendo en última ins­
tancia del "ello", se vuelve obvio que el "superyó", como el "ello", es
realmente una estructura sin energía que extrae su energía de una fuente
externa. Un rasgo más de la teoría de Freud sobre el aparato mental es
que el "yo" no es una estructura matriz indiferenciada del "ello", de
la que continúa extrayendo su energía en la forma de los así llamados
"impulsos". En contraste, según mi teoría, todas las estructuras yoicas
se conciben como intrínsecamente dinámicas, y el yo central representa la
porción central de una estructura yoica dinámica, original y unitaria,
de la que siguientemente llegan a disociarse los yos subsidiarios. Así,
en tanto que Freud considera el "yo" como un derivado del "ello" ines­
tructurado, yo considero al yo libidinoso (que corresponde al "ello")
como una porción disociada del yo dinámíco original. El "superyó" fue
considerado siempre por Freud, por supuesto, como en cierto sentido un
derivado del "yo", de modo que en este aspecto no difiere de su vis-a-vis
saboteador interno, excepto, naturalmente, en la medida en que su energía
es derivada. Sin embargo, Freud también describe al superyó como un
objeto internalizado, y en este aspecto juega un papel algo similar al que
éste juega lo que yo describo como el objeto repelente (al que está ape­
gado el saboteador interno). Al mismo tiempo, yo no considero el con­
cepto del "superyó" Como englobado por los conceptos de saboteador
interno y objeto repelente; y en realidad yo introduciría el término "su­
peryó" en mi esquema para designar un objeto internalizado que perma­
nece catectizado y aceptado como "bueno" por el yo central, cuando re­
chaza y reprime los objetos excitante y repelente.
He llamado la atención sobre los diversos puntos de diferencia, algu­
nos más generales y otros más particulares, en mi propia teoría de la
estructura endopsíquica y la teoría de Freud del aparato mental. Pero
la diferencia fundamental es la que deriva del hecho de que en tanto
que yo por supuesto, empleo el método psicoanalítico de Freud de enfo­
que de los fenómenos en cuestión, he llegado a adoptar principios cientí­
ficos subyacentes que difieren de los de él. Es la conjunción de esta
similitud de método con una diferencia en los principios subyacentes lo
que explica el hecho de que mis ideas correspondan y difieran al mismo
tiempo de las suyas. La situación real parecería ser entonces que mis ideas
consisten en gran parte en una reinterpretación de las ideas de Freud so­
bre la base de un conjunto diferente de principios científicos subyacentes.
Los puntos centrales de diferencia son dos:
1. Aunque el entero sistema de pensamiento de Freud se ocupaba
con las relaciones obj etales, él se adhería teóricamente al principio de
150 W. RüNALD D. FAIRBAIRN

que la libido está primariamente interesada en la búsqueda de placer.


esto es, en el alivio de su propia tensión. Esto significa que para él la
libido teóricamente no tiene dirección, aunque algunos de sus enunciados
implican indudablemente lo contrario. En contraste, yo me adhiero al
principio de que la libido es primariamente búsqueda de objeto y que la
tensión que pide ser aliviada es la tensión de las tendencias de búsqueda
de objeto. Esto quiere decir que para mí la libido tiene dirección.
2. Freud encaró los problemas psicológicos desde el punto de vista
a priori de que la energía psíquica es esencialmente distinta de la estruc­
tura psíquica. Por otra parte, yo he llegado a adoptar el principio de
la estructura dinámica, en función del cual tanto la estructura separada
de la energía como la energía separada de la estructura son conceptos sin
sentido.
De los dos puntos centrales de diferencia, el último es el más funda­
mental, ya que el primero parecería depender del último. Así la idea de
Freud de que la libido es primariamente búsqueda de placer se sigue
directamente de su separación entre energía y estructura, ya que cuando
se separa la energía de la estructura, el único cambio psíquico que puede
considerarse corno otra cosa que perturbador es el que busca el estable­
cimiento de un equilibrio de fuerzas, esto es, un cambio sin dirección.
Pero si concebimos la energía como inseparable de la estructura, los úni­
cos cambios inteligibles son los cambios en relaciones estructurales y en
relaciones entre estructuras, y tales cambios son intrínsecamente direccio­
nales. Reflexionando se vuelve obvio, por supuesto, que la separación de
Freud entre energía y estructura representa una limitación impuesta a su
pensamiento por la atmósfera científica general de su tiempo. Es un
rasgo curioso de los tiempos modernos que la atmósfera científica de un
período parece estar siempre dominada por las concepciones corrientes
de la física. Sea como fuere la atmósfera científica de los tiempos de
Freud, estaba en gran parte dominada por la concepción helrnholtziana
de que el universo consistía en un conglomerado de partículas inertes,
inmutables e indivisibles a las que se les era impartido movimiento por
una cantidad fija de energía separada de estas partículas. Sin embargo,
la moderna física atómica ha cambiado todo eso, y si la psicología no
ha logrado aún abrir la marcha para la física, quizá no sea demasiado
esperar que por lo menos la psicología trate de mantenerse al ritmo de la
física. En lo que respecta al psicoanálisis, uno de los desafortunados re­
.sultados de la separación entre energía y estructura es que, en sus aspec­
tos dinámicos, la teoría psicoanalítica ha estado indebidamente permeada
con concepciones de hipotéticos "impulsos" e "instintos" que bombardean
estructuras pasivas, como si estuviera en marcha una invasión aérea. Así,
por tomar un ejemplo al azar, encontramos que Marjoríe Bierley i op,
cit.) habla del "instinto como el estímulo de la actividad psíquica". Pero
desde el punto de vista de la estructura dinámica, el "instinto" no es el
estímulo de' la actividad psíquica, sino que él mismo consiste en una
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 151

actividad caracteristica por parte de una estructura psiquica. En forma


similar, el "impulso" no es, por así decirlo, un puntapié caído del cielo
a un yo sorprendido, y quizás algo dolorido, sino una estructura psiquica
en acción; una estructura psíquica que hace algo a algo o a alguien. En
realidad, desde el punto de vista de la estructura dinámica, los términos
"instinto" e "impulso", como tantos otros términos usados en psicología,
son engañosas hipótesis que sólo sirven para confundir el asunto. Aún
más engañosas son las formas plurales "instintos" e "impulsos". El hecho
es que esos términos sólo sirven a un propósito útil cuando se los emplea
en forma adjetivada, cuando hablamos de "una tendencia instintiva" o de
"conducta impulsiva"; ya que es sólo entonces cuando implican referen­
cia a una estructura psíquica por una parte, y a una relación objetal
por la otra.
He tratado ahora de dar cuenta de las más fundamentales entre
las diversas conclusiones teóricas a las que he llegado durante los años
de la guerra de 1939-45, en circunstancias en las que encontré una opor­
tunidad especial de considerar problemas clásicos con un nuevo enfoque.
El enfoque que llegué a adoptar, deliberadamente, fue el de una psicolo­
gía explícita de relaciones obj etales; aunque, considerándolo retrospecti­
vamente, puedo ver que en este punto de vista ya tenía precursores en
algunos de mis primeros artículos. Pero sucedió que los resultados obte­
nidos mediante este enfoque suscitaron cuestiones que requerían otro cam­
bio de enfoque, lo que llevó a la adopción explícita de una psicología de
estructura dinámica. Sólo puedo esperar que el informe precedente pro­
porcionará cierta indicación, no sólo de mis conclusiones principales, sino
también del proceso por el que se desarrolló una psicología de estructura
dinámica a partir de una psicología de relaciones objetales.
CAPÍTULO VI

ESTADIOS EN EL DESARROLLO DE UNA TEORÍA

DE RELACIONES OBJETALES DE LA PERSONALIDAD 1

(949)

EN MI PRIMERA INTRODUCCIÓN al estudio académico de la psicología en


1909, me intrigó inmediatamente la perspectiva de adquirir cierto insight
en los fundamentos de la conducta humana; pero no me llevó mucho
tiempo observar algunas omisiones llamativas en la explicación de la vida
mental. En especial, advertí una falta casi completa de referencia a dos
importantes grupos de problemas que, incluso en esa época, me parecía
difícil creer que cualquier explicación de la vida mental podría ignorar.
Me refiero a los fenómenos respectivos del sexo y la conciencia. En los
años siguientes descubrí en Freud un psicólogo que difícilmente podría
ser acusado de tan llamativas omisiones; y posteriormente fue hacia el
camino abierto por sus investigaciones que mi interés psicológico se diri­
gió predominantemente; y más aún porque el campo de la psicopatología,
en donde se llevaron a cabo sus investigaciones, había llegado en el entre­
tanto a ocupar mi atención especial. Pero había un rasgo importante de
las teorías de F reud que siempre me resultó muy difícil aceptar: su
hedonismo psicológico. Esto era, en parte por lo menos, porque en el curo
so de un aprendizaje filosófico, yo me había familiarizado con el dilema
que enfrentaba la teoría del hedonismo tal como fue originalmente pro­
pugnada por J ohn Stuart Mill, y había observado el inconsistente pero
inevitable proceso de transición del pensamiento del autor desde el prin­
cipio psicológico de búsqueda de placer al principio ético de "la mayor
felicidad para el mayor número". Fue, por supuesto, en consideración
a los hechos inexorables de la vida social que fue efectuada esta transi­
ción; y su necesidad revela la dificultad de dar cualquier explicación
satisfactoria de las relaciones objetales en función del principio de bús­
queda de placer. En el desarrollo del pensamiento de Freud puede obser­

1 Conferencia dada en el Duodécimo Congreso Internacional de Psicología en


Edimburgo el 26 de julio de 1948, y publicada después en The British Journal o/
Medical Psychology, Vol. XXII, Pts. 1 y 2.
153
154 W. RONALD D. FAIRBAIRN

varse una transición similar, una transición desde la teoría de la libido,


en la que la libido se concibe primariamente como búsqueda de placer, a
la teoría del superyó, que tiene el objeto de explicar cómo la búsqueda
de placer se subordina a un principio moral bajo la presión de relaciones
objetales. Aquí otra vez fue la inexorabilidad de los hechos de la vida
diaria lo que reveló lo inadecuado de la teoría de la búsqueda de placer;
y fue sólo después de su formulación de la teoría del superyó que Freud
fue capaz de embarcarse en un intento sistemático de explicar los fenó­
menos de la vida de grupo en Psicología de las Masas y Análisis del Yo.
En esta obra explicó la cohesión del grupo social en función de la lealtad
común a un líder, concebido como funcionando de representante externo
del superyó del individuo. El líder del grupo era, naturalmente, conce­
bido también como una figura paterna; y éste es un reflej o del hecho de
que Freud ya consideraba al superyó como un representante endopsíqui­
co de figuras paternas internalizadas durante la infancia a instancias de
una necesidad interna, para el control de la situación edípica. Se obser­
vará que la situación edípica misma implica la existencia de relaciones
objetales y la existencia de la familia como grupo social. Al mismo tiem­
po el superyó es obviamente un producto de las relaciones objetales del
niño tanto como un medio de controlarlas; y por supuesto es él mismo
un objeto interno. Debe notarse, además, que la teoría de Freud del yo
está ligada con su teoría del superyó como instigador de la represión: ya
que fue sobre el estudio del agente de la represión que se basó su teoría
del yo. Se ve entonces que el progreso del pensamiento de Freud lleva
desde su teoría original de que la conducta está determinada por la bús­
queda de placer, a una teoría de la personalidad concebida en función de
relaciones entre el yo y objetos tanto externos como internos. Según esta
última teoría, la naturaleza de la personalidad está determinada por la
internalización de un objeto externo, y la naturaleza de las relaciones gru­
pales está a su vez determinada por la externalización o proyección de un
obj eto interno. Entonces, en este desarrollo detectamos el germen de una
teoría de "relaciones objetales" de la personalidad; teoría basada sobre
la concepción de que existen relaciones objetales dentro de la personali­
dad, tanto como entre la personalidad y los objetos externos.
Este desarrollo fue impulsado un paso más allá por Melanie Klein,
cuyas investigaciones analíticas la llevaron a adjudicar importancia cada
vez mayor a la influencia de los objetos internos en el desarrollo de la
personalidad. En la teoría de Freud el único objeto interno que se reco­
nocía era el superyó; y el papel atribuido a esta estructura era el de un
padre interno ejerciendo la función de una conciencia. Melanie Klein,
por supuesto, acepta el concepto de superyó; pero también encara la
presencia de una multiplicidad de otros objetos introyectados: objetos
buenos y objetos malos, objetos benignos y objetos persecutorios, obje­
tos totales y objetos parciales. Considera la introyección de estos diversos
objetos como resultado de fantasías de incorporación oral, que aparecen
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSO~ALIDAD 15S

pnmera y característicamente durante la fase oral de la infancia. Esta


concepcion ha originado controversias en las que no entraré; pero, a
mi parecer, Melanie Klein nunca ha explicado satisfactoriamente cómo
las fantasías de incorporar objetos oralmente pueden dar lugar al esta­
blecimiento de objetos internos como estructuras endopsíquicas ; y, a me­
nos que éstos sean tales estructuras, no puede hablarse apropiadamente
de ellas como de objetos internos, ya que de otro modo seguirán siendo
meras ficciones de la fantasía. Sea como fuere, Melanie Klein continúa
atribuyendo la bondad y la maldad de los objetos internos a componentes
de las propias actividades orales del niño. Su bondad es relacionada con
un factor libidinoso y su maldad con un factor agresivo, en conformidad
con la teoría dualista de Freud del instinto. Al mismo tiempo, mientras
desarrolla y amplía la concepción de objetos internos, Melanie Klein des­
arrolla y amplía también la concepción de la introyección y la proyec­
ción, en forma tal que representa la vida mental del niño en función de
un interjuego constante entre la introyección de objetos externos y la
proyección de objetos internalizados. Así la forma que asume el des­
arrollo de la personalidad del niño se explica en gran parte en función
de relaciones obj etales.
En general, me parecía en un principio que las ideas de Melanie
Klein representaban un progreso importante en el desarrollo de la teoría
psicoanalítica de la personalidad. Pero a su debido tiempo se me ocurrió,
con convicción creciente, que en ciertos aspectos importantes no había
llegado a conducir a sus ideas a las conclusiones lógicas. Primero y prin­
cipalmente, continuaba adhiriéndose sin críticas a la teoría hedonística
de Freud de la libido. Esto me parecía una inconsistencia: ya que si la
introyección de objetos y la perpetuación de estos objetos en el mundo
interno son tan importantes como lo implican sus ideas, es difícil quedar
satisfechos con atribuir esto simplemente a la presencia de impulsos ora­
les en el niño o la compulsión de la búsqueda de placer libidinoso. Por
el contrario, parece apuntar inevitablemente a la conclusión de que la
libido no es primariamente búsqueda de placer, sino búsqueda de objeto.
Esta es una conclusión que registré en un artículo publicado en 1941 2, Y
a la que me he adherido desde entonces. Es una conclusión que involucra
una modificación de la concepción de Freud de zonas erógenas; una mo­
dificación al efecto de que estas zonas no pueden ser consideradas apro­
piadamente ellas mismas como fuentes de los fines de búsqueda de placer
en el interés de las cuales los objetos son utilizados más o menos acci­
dentalmente, sino que constituyen más bien canales adaptados para la
realización de fines libidinosos que tienen su fuente en el yo, y que están
dirigidos hacia el establecimiento de relaciones satisfactorias con objetos.
Una segunda concepción que Melanie Klein ha retenido - a mi en­
tender inconsistentemente- es la teoría de Abraham del desarrollo libidi­

2 Incluido en el presente volumen.


156 W. RONALD D. FAIRBAIRN

noso. Esta teoría, basada como está en la teoría de Freud de las zonas
erógenas, postula una serie evolutiva de fases libidinales, caracterizada
cada una por la predominancia de una zona específica. Sería injusto para
con Abraham decir que él es indiferente a las relaciones objetales; ya que
cada una de sus fases tiene el objetivo de representar no sólo un estadio
de la organización libidinosa, sino también un estadio en el desarrollo
del amor objetal. Sin embargo, sus fases son descritas no en función de
objetos adecuados, sino en función de zonas erógenas. Así, en vez de ha­
blar de una fase del "pecho", habla de una fase "oral". Otro rasgo de
la teoría de Abraham es, por supuesto, que atribuye cada una de las
psicosis y psiconeurosis clásicas a la fijación a una fase específica. Estos
dos rasgos fueron criticados por mí en el artículo a que me he referido.
Al tiempo me aventuré a presentar otras ideas. En lugar de la teoría de
Abraham del desarrollo libidinoso, formulé una teoría basada sobre la
naturaleza de la dependencia de los objetos; y esbocé un proceso de
desarrollo en función del cual un estado original de dependencia infantil
da lugar a un estado final de dependencia madura, durante el curso de un
estadio intermedio de transición. También formulé la idea de que, con las
dos excepciones de la esquizofrenia y la depresión, los diversos estados
psicopatológicos clásicos representaban, no fij aciones a fases libidinales
específicas, sino técnicas específicas para regular las relaciones con obj e·
tos internos; y describí estas técnicas como originándose durante el esta­
dio evolutivo de transición desde la dependencia infantil a la dependencia
adulta, para el propósito de defender la personalidad en crecimiento con­
tra los efectos de los conflictos involucrados en las primeras relaciones
objetales. Por otra parte, interpreté la esquizofrenia y la represión como
representando la emergencia de estados psicológicos que estas técnicas te­
nían el propósito de evitar, y cuyo origen etiológico adjudiqué al estadio
primario de dependencia infantil.
La psicología instintiva que Freud adoptó originalmente y que nun­
ca abandonó, constituye otro rasgo de pensamiento psicoanalítico persis­
tente que Melanie Klein ha permitido permanecer sin cuestionarlo, pero
que yo he llegado a considerar un anacronismo a la luz de sus investiga.
ciones. Mirando retrospectivamente es fácil ver que el primer paso en mi
renunciamiento a la psicología de impulsos fue tomado cuando reformu­
lé la teoría de la libido en términos de búsqueda de obj etos, pero tomé
un paso más evidente en esta dirección cuando, en un artículo publicado
en 1943 3 , proseguí considerando las implicaciones de esta revisión de
la teoría de la libido sobre la teoría clásica de la represión. Al hacerlo,
tomé como texto el enunciado de Freud: "El superyó es, sin embargo, no
meramente un depósito dejado por las primeras elecciones de objeto del
ello, sino que representa también una enérgica formación reactiva contra
estas elecciones". Ahora bien, en tanto que al describir al superyó como

3 Incluido en el presente volumen.


ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 157

un depósito de elecciones objetales, Freud lo está describiendo como un


objeto interno, al describirlo como una formación reactiva contra eleccio­
nes objetales ro está describiendo, por supuesto, como el instigador de la
represión. Por consiguiente me pareció obvio que si la represión involu­
craba una reacción contra elecciones obj etales, debía estar dirigida contra
objetos-objetos que, como el superyó, eran internos, pero que, a diferen­
cia del superyó, eran rechazados por el yo. De acuerdo con esto proseguí
a dar una formulación explícita de esa idea, que me pareció una conclu­
sión más lógica de las premisas de Freud que su propia idea de que la
represión estaba dirigida contra impulsos culpables. Desde esta perspec­
tiva, la culpa, o la sensación de maldad moral personal, se volvían secun­
darias a la sensación de maldad del objeto, y parecía representar un pro­
ducto de la tensión proveniente de un conflicto entre la relación del yo
con el superyó como un objeto interno aceptado como bueno, y sus
relaciones con otros objetos internos considerados, pari passu, como ma­
los. La culpa se disolvía así en una defensa contra relaciones con objetos
malos. A la luz de estas conclusiones se volvía importante determinar
por qué el niño incorporaba objetos que se le presentaban como malos, y
la respuesta a esta pregunta me pareció ser que el niño internalizaba
obj etos malos en parte con el propósito de controlarlos (una motivación
agresiva), pero principalmente porque experimentaba una necesidad libi­
dinosa de ellos. De acuerdo con esto, dirigí la atención al papel repre­
sentado por apegos libidinosos positivos a objetos internos malos en el
fenómeno de la resistencia que se encuentra en psicoterapia, y al hacerlo,
por supuesto, me aparté del principio de Freud de que la resistencia es
exclusivamente una manifestación de la represión.
El tema de la represión es un tema al que volví en un artículo pu­
blicado en 1944 4 • En este artículo dirigí una atención más específica a
las debilidades de la psicología de los impulsos, adoptando el punto de
vista general de que es imposible aislar los así llamados "impulsos" de las
estructuras endopsíquicas que ellos activan, y de las relaciones que ellos
permiten a estas estructuras establecer con los objetos. Sugerí además
que se aplican consideraciones similares a los así llamados "instintos". En
conformidad con esta línea de pensamiento, enfoqué el reemplazo de una
anticuada psicología de impulsos, que una vez adoptada, Freud nunca
había abandonado, por una nueva psicología de estructura dinámica. Este
paso involucraba un examen crítico de la descripción de Freud de la
estructura mental en términos de ello, yo y superyó, Tal examen revela
desde el principio una incompatibilidad innata entre una psicología de
estructura dinámica y la concepción de Freud del ello como reservorio
de impulsos instintivos, y del yo como una estructura que se desarrolla en
la superficie del ello para la regulación de los impulsos del ello en rela­
ción con la realidad externa. Es evidente que el principio de estructura

4 Incluido en el presente volumen.


158 w. RONALD D. FAIRBAIRN

dinámica sólo puede ser mantenido si es abolida la distinción entre el ello


y el yo, y se considera al yo como una estructura original que es ella
misma la fuente de tensión impulsiva. Al mismo tiempo la tensión del
impulso en el yo debe ser considerada como orientada en forma innata
hacia la realidad externa, y así determinada inicialmente por el principio
de realidad. Desde este punto de vista, las inadecuaciones en la capaci­
dad del niño para la adaptación se explicarán como debidas en gran parte
a falta de experiencia, combinada con el hecho de que la dotación .instin­
tiva de la humanidad asume meramente la forma de tendencias generales,
que necesitan de la experiencia para adquirir una pauta más diferenciada
y rígida. La inexperiencia del niño se acompaña de una tendencia de su
parte a ser más emotivo e impulsivo, y menos tolerante a las muchas
frustraciones con las que se encuentra. Todos estos factores distintos de­
ben ser tenidos en cuenta, y es sólo en la medida en que las condiciones
de la adaptación se hacen demasiado difíciles para el niño, que el princi­
pio de realidad da lugar al principio de placer como un principio secun­
dario, y deteriorado (en contraposición a regresivo) de la conducta, dis­
puesto a aliviar la tensión y proveer de satisfacciones compensatorias.
Aquí podría agregar quizá que, en forma algo similar, he llegado a consi­
derar la agresión como secundaria a la libido, apartándome así de Freud,
que la consideraba como un factor primario independiente (es decir, como
un "instinto" separado).
La revisión de la concepción del yo que surge en este pUlUO implica
una reconsideración de la teoría de la represión. Según Freud, por su­
puesto, la represión estaba dirigida contra impulsos; pero para explicar
el agente de represión, se sintió obligado a postular la existencia de
una estructura (el superyó) capaz de instigar la represión. Fue sólo tomar
otro 'paso en la misma dirección, por consiguiente, el que yo postulara
la existencia de estructuras que están reprimidas, como hice al registrar la
conclusión de que los que están primariamente· reprimidos son objetos
internos malos. En la época en que di este paso yo consideraba que los
impulsos también se volvían sujetos a represión en un sentido secundario.
Luego de mi adopción de una psicología de estructura dinámica, sin em­
bargo) ya no podía mantener este punto de vista, y lo sustituí por el
punto de vista de que lo que se volvía sujeto a represión secundaria era
esa parte del yo que estaba más estrechamente involucrada en una rela­
ción con objetos' reprimidos. Esta concepción se nos presenta con el
fenómeno de una disociación en el yo caracterizado por la represión de
una parte dinámica del yo por otra parte dinámica, pero más central,
del yo. .
Aquí es conveniente observar que en tanto que las primeras inves­
tigaciones de Freud sobre la naturaleza de lo reprimido, estaban basadas
en el estudio de la histeria, sus últimas investigaciones sobre la naturale­
za del agente de la represión estaban basadas en el estudio de la melanco­
lía. En tanto que sería presuntuoso sugerir que este cambio de campo
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 159

ha resultado un error histórico, parece una lástima que Freud no haya


podido proseguir su estudio del agente de la represión en el mismo cam­
po de su estudio de lo reprimido, y hacer de este modo de los fenómenos
de la histeria la base de su teoría de la estructura mental. Éste es un
pesar que registré en el slogan "Vueltas a la Histeria" en mi artículo de
1944. A mi entender, lo que llevó a Freud a cambiar su campo fue un
impasse creado por el hedonismo psicológico y la psicología de los impul­
sos asociada, a los que se adhería, y que le impidieron encarar la presen­
cia de un proceso como la disociación del yo en la histeria. La disociación
del yo es, por supuesto, un fenómeno típicamente asociado con la es­
quizofrenia. Debe decirse que, en tanto que la concepción de Freud de la
represión estaba basada sobre lo que Melanie Klein describió después
como "la posición depresiva", mi concepción está basada sobre lo que
puede describirse como "la posición esquizoide". Por consiguiente, mi
concepción puede ser considerada como teniendo una base más funda­
mental que la de Freud, en la medida en que la esquizofrenia es un
estado más primario que la melancolía; y, al mismo tiempo, una teoría
de la personalidad basada sobre la concepción de la disociación del yo,
parecería más fundamental que una basada sobre la concepción de Freud,
de la represión de impulsos por un yo no disociado. La teoría que ahora
encaro está, por supuesto, evidentemente adaptada para explicar manifes­
taciones tan extremas como las que se encuentran en casos de múltiple
personalidad; pero, como ha señalado Janet, estas manifestaciones extre­
mas son sólo ejemplos exagerados de los fenómenos de disociación carac­
terísticos de la histeria. Así, con el slogan "Vuelta a la Histeria", nos
enfrentamos con el mismo fenómeno de disociación sobre el que se basa
mi teoría de la represión.
En este punto se hace esencial también advertir que, según Freud, el
superyó como instigador de la represión no es menos inconsciente que lo
reprimido mismo. Por qué el superyó debe ser inconsciente es un proble­
ma al que Freud nunca dio una respuesta realmente satisfactoria; y surge
·ahora la cuestión de si el superyó mismo está reprimido. Que una estruc­
tura correspondiente al "superyó" de Freud está realmente reprimida fue
otra de las conclusiones a las que llegué en mi artículo de 1944. La situa­
ción que enfoqué estaba basada sobre una disociación en el objeto malo
internalizado. Ya he explicado como llegué a la conclusión de que la
represión de un objeto malo internalizado conducía a la represión de esa
parte del yo que estaba más estrechamente ligada con vínculos libidinosos
al objeto en cuestión; pero, s-i el objeto es disociado, se sigue que dos
partes del yo serán también disociadas del yo central, apegadas cada una
a los objetos parciales. Según mi concepción, el objeto malo internaliza­
do tiene dos aspectos: un aspecto excitante y un aspecto repelente; y
esta dualidad de aspectos forma la base de una disociación- del objeto en
un objeto excitante y un objeto repelente. La represión del objeto exci­
tante se acompaña con la disociación y represión de una parte del yo
160 w. RONALD D. FAIRBAIRN

original, que he descrito como el "yo libidinoso"; y la repreSlOn del


objeto repelente se acompaña por la disociación y represión de otra parte
del yo original que he descrito como el "saboteador interno". La con­
cepción del saboteador interno no es de ningún modo idéntica a la del su­
peryó 5, pero, estando vinculada con el objeto repelente, esta parte del
yo tiene fines contrarios a los del yo libidinoso, que así se vuelve sujeto
a su hostilidad. Esta hostilidad del saboteador interno al yo libidinoso
actúa en la misma dirección que la represión ejercida sobre el yo libidi­
noso por el yo central; y consecuentemente lo he descrito como un pro­
ceso de "represión indirecta". Esta represión indirecta parecería ser el
aspecto de la represión sobre el que Freud se concentraba principalmente
y sobre el que ·basó su teoría de la represión en general.
La situación interna resultante de los procesos que acabo de esbozar
es la que he descrito como "la situación endopsíquica básica". Las tres
estructuras yoicas involucradas (el yo central y los dos yos subsidiarios)
se corresponden groseramente al yo, ello y superyó de Freud; pero están
todas concebidas como estructuras yoicas intrínsecamente dinámicas que
asumen una pauta dinámica en su relación mutua, y donde el ello es
concebido como una fuente de energía sin estructura, y el yo y el superyó
como estructuras sin energía, excepto la que extraen de segunda mano del
ello. El superyó es, por supuesto, concebido por Freud como un objeto
internalizado que logra un status casi como el del yo; pero, como el ello
primario no es concebido como fundamentalmente buscador de objetos, es
difícil ver cómo la internalización del superyó puede ser explicada con­
sistentemente por Freud sobre bases teóricas. Sin embargo, según la con­
cepción que yo he formulado, la internalización de objetos es la expresión
directa de las necesidades libidinosas de un yo original buscador de obje­
tos ante las vicisitudes de sus primeras relaciones objetales. La diferen­
ciación interna de estructuras dentro de la personalidad, a través de la
disociación del yo, se explica también en términos de relaciones con obje­
tos que han sido internalizados; y se considera que estas relaciones dan
lugar a relaciones entre las diversas partes en las que el yo original se ha
disociado. De acuerdo con esto, se apreciará cuán apropiado es que la
teoría cuya génesis y desarrollo he estado esbozando sea descrita como
"una teoría de las relaciones objetales de la personalidad".
Una palabra final sobre la situación endopsíquica básica a la que
acabo de referirme. Aunque, una vez que ha sido establecido, esta situa­
ción parecería ser relativamente inmutable desde una perspectiva topo­

5 Retengo el término "superyó" para describir un objeto. interno que está


catectízado y aceptado como "bueno" por el yo central, y que parece funcionar como
un ideal del yo en un nivel de organización establecido siguientemente al nivel
básico ahora bajo consideración. Considero la catexia de este objeto por el yo central
como una defensa contra la catexia de objetos malos internos por yos subsidiarios,
y como proveedor de la base para el establecimiento de valores morales en el mundo
interno.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 161

gráfica, desde una perspectiva económica parecería admitir una consi­


derable variedad de pautas dinámicas; y puede suponerse que las más
características de esas pautas corresponderán a las diversas condiciones
piscopatológicas descritas en textos de psiquiatría. Sin embargo, los de­
talles de estas pautas y su relación con la sintomatología sólo podrían
ser establecidos luego de considerable investigación. En el entretanto, es
en el caso de la histeria donde la configuración dinámica está más clara.
Sea como fuere, el relato general que yo he dado debe bastar para indicar
lo que se quiere decir con "una teoría de las relaciones objetales de la
personalidad"; y la forma histórica en que este relato ha sido presentado
justificará, espero, su finalidad, que es indicar la raison d' etre de una
teoría de este tipo, al describir las diversas consideraciones que han de­
terminado los pasos en su desarrollo progresivo.
CAPÍTULO VII

SINOPSIS DEL DESARROLLO DE LAS IDEAS

DEL AUTOR SOBRE LA ESTRUCTURA

DE LA PERSONALIDAD

(1951)

EN 1941 (Revisión de la psicopatología de las psicosis y psiconeurosiss


registré la observación de que la prueba de disociación del yo debía
encontrarse, no sólo en estados esquizoides manifiestos, sino también en
las psiconeurosis, y en realidad en las condiciones psicopatológicas en ge­
neral. Los datos en los que se fundaba esta observación me llevaron tamo
bién a la cuestión de la validez de la teoría de la libido de Freud, con
respecto al) su tesis de que la libido es esencialmente buscadora de
placer, y 2) la significación que atribuía a las zonas erógenas en la de­
terminación del desarrollo del yo. Se seguía inevitablemente que yo tenía
que cuestionar la validez de la teoría de las "fases" de Abraham del
desarrollo del yo, y la teoría etiológica basada en ella. Por eso intenté
reformular estos conceptos psicoanalíticos básicos (la teoría de la libido,
la teoría del desarrollo del yo, y la teoría etiológica) en forma de que
concordaran más con los datos clínicos observados, para acrecentar su
valor explicativo.
Los aspectos principales de mi reformulación eran que:
1. La libido es esencialmente buscadora de objeto.
2. Las zonas erógenas no son en sí mismas determinantes primarios
de los fines libidinosos, sino canales mediadores de los fines primarios de
búsqueda de objeto del yo.
3. Cualquier teoría satisfactoria del desarrollo del yo debe ser con­
cebida en términos de relaciones con objetos, y en especial relaciones con
objetos que han sido internalizados durante la vida temprana, bajo la
presión de la privación y la frustración.
4. Lo que Abraham describe como "fases" son, con excepción de
sus fases orales, en realidad técnicas empleadas por el yo para regular
las relaciones con objetos, y en particular con objetos internalizados.
163
164 W. RONALD D. FAIRBAIRN

5. Los estados psicopatológicos atribuidos por Abraham a fijaciones


a fases específicas son, con excepción de la esquizofrenia y la depresión,
en realidad, estados asociados con el empleo de técnicas específicas.

A la luz de estas consideraciones proseguí a esbozar una teoría del


desarrollo del yo concebida en función de relaciones objetales, y que
abarca los siguientes aspectos:
1. El desarrollo del yo está caracterizado por un proceso en el que
un estado original de dependencia infantil basado en la identificación
primaria con el objeto, es abandonado en pro de un estado de depen­
dencia adulta madura basada en la diferenciación entre el obj eto y uno
mismo.
2. El proceso de desarrollo del yo debe considerarse entonces como
un proceso de tres estadios, o sea:
a) Un estadio de dependencia infantil (que corresponde a las "fases
orales" de Abraham) :
b) Un estadio de transición; y
c) Un estadio de dependencia adulta o madura (correspondiente a
la "fase genital" de Abraham).
3. La esquizofrenia y la depresión están relacionadas etiológicamen­
te con perturbaciones del desarrollo durante el estadio de dependencia
infantil; la esquizofrenia relacionada con dificultades que surgen en las
relaciones obj etales sobre la succión (amor), y la depresión relacionada
con dificultades que surgen en las relaciones ohjetales con respecto a
morder (odio).
4. Los síntomas obsesivos, paranoides, histéricos y fóbicos derivan
su significación etiológica del hecho de que reflejan la actuación de cua­
tro técnicas específicas, empleadas. por el yo en un intento de manej ar
las dificultades que surgen sobre las relaciones obj etales durante el estadio
de transición, sobre la base de las situaciones endopsíquicas que han resul­
tado de la internalización de objetos con los que el yo ha tenido relaciones
durante el estadio de dependencia infantil.
5. Las cuatro técnicas transicionales actúan funcionalmente como de­
fensas contra la emergencia de tendencias esquizoides y depresivas, origi­
nadas durante el primer estadio del desarrollo del yo.
6. En tanto que el afecto característico de los estados depresivos, es,
por supuesto, la depresión, el afecto característico de los estados esquizoi­
des es una sensación de futilidad.
7. La persistencia de una tendencia preponderante esquizoide o de­
presiva, que surge durante el estadio de dependencia infantil se reflej a
en la emergencia de dos tipos contrastantes de individuos: a) el esqui­
zoide (c. f. "introvertido"), y b) el depresivo (c. f. "extrovertido").
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 165

En 1943 (La represión y el retorno de los objetos malos, con espe­


cial referencia a la neurosis de guerra) llamé la atención sobre la anoma­
lía que surge del hecho de que las últimas investigaciones de Freud sobre
la naturaleza y crecimiento del yo habían sido superpuestas a la psicologia
del impulso, que había surgido de sus investigaciones anteriores, sin ningún
intento de revisar su psicología del impulso a la luz de sus conceptos estruc­
turales siguientes. Al mismo tiempo expresé la idea de que era sólo
sobre la base de una psicología de las relaciones objetales, en la que se
tuvieran en cuenta tanto las relaciones del yo con los objetos internalizados
como con los externos, que podría lograrse una integración entre los con­
ceptos de impulso y estructura del yo. Recordé mi conclusión previa
(1941 ) de que la libido es esencialmente búsqueda de obj etos, y proseguí
a considerar sus implicaciones para la teoría de la represión. Recordé
también la afirmación de Freud de que, en tanto que el superyó es "un
depósito dejado por las primeras elecciones objetales del ello", representa
también "una enérgica formación reactiva contra esas elecciones". Con­
siderada en términos de una psicología de relaciones objetales, me parecía
que esta afirmación implicaba que -en tanto que el superyó es eviden­
temente un objeto internalizado con el que el yo tiene una relación que
involucra cierto grado de identificación- la represión debe estar dirigida
primariamente contra otros objetos internalizados, con los que el yo tiene
relaciones similares. Por consiguiente formulé explícitamente la idea de
que la represión representa una reacción defensiva por parte del yo, no
primariamente contra intolerables recuerdos displacenteros (como en la
primera concepción de Freud), o contra impulsos intolerablemente culpa.
bles (como en la concepción posterior de Freud), sino contra objetos inter­
nalizados que parecen al yo intolerablemente malos. Esta conclusión fue
apoyada por observaciones de reacciones de niños que habían sido viola­
dos. Introduje otro grupo de observaciones de reacciones de niños con
hogares insatisfactorios, en apoyo de la idea de que la internalización de
objetos malos representa un intento por parte del niño de hacer "buenos"
a los objetos de su ambiente, tomando sobre sí la carga de su aparente
"maldad", para hacer de este modo más tolerable su medio. Este intento
defensivo de establecer la seguridad externa se compra al precio de la
seguridad interna, ya que deja al yo a merced de perseguidores internos;
y es como defensa contra esa inseguridad interna que surge la represión
de los objetos malos internalizados. Habiendo descrito de este modo 1) la
internalización de objetos malos, y 2) su represión posterior a la interna­
lización, como dos técnicas defensivas empleadas por el yo para enfrentar
las dificultades encontradas en las relaciones objetales, llamé entonces la
atención sobre la significación de 3) otra técnica defensiva, que describí
como "la defensa moral", pero que es equivalente a "la defensa del super­
yó". Señalé que los objetos malos descritos hasta aquí eran "incondicio­
nalmente" (o sea libidinosamente), y no condicionalmente (o sea moral­
mente) malos, y que, en la medida en que el yo del niño está identificado
166 W. RONALD D. FAIRBAIRN

con estos objetos, él mismo se siente incondicionalmente malo. El fin


de la defensa moral es mej orar esta situación intolerable, presentando
al niño las posibilidades de bondad y maldad condicional (moral); y este
fin es efectuado por la internalización de objetos buenos compensatorios,
que por ende asumen un rol superyoico. La situación resultante es una
situación en que la bondad condicional depende de una identificación
preponderante con objetos internalizados malos, y cualquiera de estas
alternativas se presenta como preferible a la maldad incondicional, ya que
incluso la maldad condicional da cabida a la esperanza, por las posibili­
dades de arrepentimiento y perdón. Tales consideraciones conducen inevi­
tablemente a la conclusión de que la represión y la defensa moral (la
defensa del superyó) son técnicas defensivas separadas, aunque por su­
puesto, sucede la interacción entre ellos. Esto explica el hecho de que
las interpretaciones analíticas que mitigan la culpa tienen realmente el
efecto de intensificar la represión. Pero en la medida en que es superada
la resistencia debida a la represión, el resultado es un "retorno" de los
objetos malos reprimidos al campo de la conciencia. La amenaza de esto
es en gran medida la responsable de la neurosis de transferencia; pero es
terapéuticamente necesario para proporcionar oportunidad de que sean
disueltas las catexias de objetos malos internalizados, La disolución de tales
catexias asume importancia terapéutica especial en vista de otra conclu­
sión que surge de la perspectiva ahora adoptada, o sea que, en lo que
respecta a objetos malos reprimidos, la catexia objetal funciona ella misma
como resistencia. Esta conclusión está, por supuesto, en contradicción con
la idea de Freud de que "lo reprimido" mismo no ofrece ninguna resis­
tencia a los esfuerzos curativos; pero se sigue inevitablemente de la idea
de que la libido es buscadora de objetos, y que la represión está primaria­
mente dirigida contra objetos internalizados (no impulsos). Es en esta
dirección donde debe encontrarse una explicación de la reacción terapéu­
tica negativa; ya que en la medida en que los objetos malos int.ernalizados
y reprimidos están catectizados, el fin libidinoso está en conflicto con el
fin terapéutico. Debe reconocerse, por supuesto, que el retorno de los
objetos malos reprimidos no es terapéutico por sí mismo. En verdad es
realmente la amenaza del retorno de tales objetos, combinada con los
efectos de las defensas del yo contra ese retorno, lo que produce los sin­
tomas que llevan al paciente a buscar ayuda analítica. Una de las defensas
abiertas para el yo es, por supuesto, la técnica paranoide, que consiste en
la activa proyección de objetos malos reprimidos (por contraposición a
"impulsos reprimidos"); pero esto es diferente del retorno espontáneo
de objetos malos reprimidos, que es un fenómeno, no de proyección, sino de
transferencia. El paciente no tarda en sentir que el intento terapéutico
amenaza reproducir la situación contra la que están movilizadas sus defen­
sas; y es sólo por medio de la elaboración de la situación analítica de
transferencia, en el escenario de una relación real de "objeto bueno" con
el analista, que puede hacerse que sirva el retorno de los objetos malos
ESTUDIO PSICOANALÍnCO DE LA PERSONALIDAD 167

reprimidos para el propósito terapéutico. En lo que respecta al retorno


espontáneo de los objetos malos reprimidos, las situaciones traumáticas
juegan un papel importante como factores precipitantes, y es en esta
dirección que debemos buscar la comprensión de las neurosis de guerra.
Es también en el .retomo masivo de los objetos malos reprimidos que en
gran medida debemos buscar la explicación del fenómeno que Freud
describió como "compulsión de repetición", concepto que pierde mucho de
su valor explicativo una vez que se ha reconocido que no es tanto cuestión
de repetir compulsivamente situaciones traumáticas como la de ser perse­
guido por objetos malos contra cuyo retorno se han desbaratado todas las
defensas, y de los que ya no hay escape (excepto la muerte). El concepto
de Freud de "instintos de muerte" parecería también tornarse superfluo
una vez que se aprecian todas las implicaciones de la catexia libidinosa de
objetos malos internalizados, ya que en tanto que la catexia de tales obje­
tos inevitablemente llama a actuar a un factor dinámico antilibidinoso, este
factor puede ser explicado en función de las relaciones objetales sin recurrir
a ninguna teoría de "instintos de muerte" específicos. En lo que respecta a
las neurosis de guerra, quedan por agregar dos conclusiones más: 1) en
el caso de individuos en los que ha persistido un estado indebido de de­
pendencia infantil (caracterizado como está por una tendencia 8 la iden­
tificación), el servicio militar en sí mismo representa una situación trau­
mática dispuesta a favorecer el retomo de objetos malos internalizados, ya
que implica un grado especial de separación de objetos familiares, y rela­
tivamente buenos, con los que en la realidad se ha establecido 110a identi­
ficación (yen concordancia con esto, la angustia de separación es el rasgo
más distintivo de los derrumbes nerviosos entre el personal militar); y
2) el fracaso de la represión asociada con el retorno de objetos internali­
sados malos se acompaña por un fracaso en la defensa moral, con el
resultado de que la autoridad del superyó del que, como Freud ha mos­
trado, depende la moral de un grupo, cesa de funcionar y a través de una
disolución de la catexia libidinosa que liga al soldado al grupo militar,
dej a en su espíritu de ser un soldado.

En 1944 (Estructura endopsiquica considerada en función de relacio­


nes objetoles) llamé especialmente la atención sobre el hecho de que
(como en el caso de la concepción de Freud del yo) la entera concepción
de objetos internalizados, no menos que el concepto más limitado de
superyé de la que surgió, ha sido desarrollada sin ninguna modificación
importante de la psicología del impulso originalmente adoptada por Freud.
llamé también la atención sobre las limitaciones prácticas inherentes a
una psicología de impulsos por 8U incapacidad para esclarecer realmente
el problema de la utilización de los hipotéticos "impulsos" liberados en la
terapia analítica. Señalé entonces que la utilización de los "impulsos" es
esencialmente un problema de relaciones objetales, y que, en tanto que
168 W. RONALD D. FAIRBAIRN

es también un problema de la personalidad, los problemas de la per~o­


nalidad están ellos mismos enlazados con las relaciones de las estructuras
yoicas con los objetos internalizados. Prosegui expresando la idea de que.
en tanto que los "impulsos" involucran necesariamente relaciones ohje­
tales. no pueden considerárselos aparte de las estructuras yoicas. ya qUf' son
sólo las estructuras yoicas las que pueden buscar relaciones con objetos.
Los "impulsos" deben entonces ser considerados como representando sim­
plemente el aspecto dinámico de las estructuras yoicas ; y en consecuencia
surge la necesidad de reemplazar la vieja psicología de impulsos por una
nueva psicología de estructura dinámica. un paso que implica obviamente
el examen crítico de la descripción de Freud del aparato mental en término."
de ello, yo y superyó. Tal examen revela inmediatamente una incompatibili­
dad intrínseca entre cualquier psicología de estructura dinámica y las con­
cepciones de Freud de a) el ello como reservorio de impulsos instintivos. v
b) el yo como una estructura que se desarrolla en la superficie del ello
para la regulación de los impulsos del ello en relación con la realidad ex­
terna. ya que el principio de estructura dinámica sólo puede mantenerse si
se considera al yo como una estructura original que es ella misma la [uentc
de tensión impulsiva. Al mismo tiempo, la tensión instintiva en el yo debe
considerarse intrínsecamente orientada hacia los objetos de la realidad exter­
na, y de este modo determinada desde el comienzo por el principio de reali­
dad. Inicialmente, por supuesto, el principio de realidad es inmaduro; pero
esta inmadurez se debe en gran parte a falta de experiencia. Bajo condicio­
nes favorables a la adaptación, madura a medida que se amplía la experien­
cia. Pero en la medida en que las condiciones son desfavorables para la
adaptación, está expuesto a dar lugar al principio de placer como principio
secundario y deteriorado (no regresivo) de la conducta. que se propone
aliviar tensión y proporcionar satisfacciones compensatorias. El princi­
pio de estructura dinámica implica también una revisión del concepto de
represión que presenté en 1943, según el cual la represión se ejercía pri­
mariamente contra obj etos internalizados que se presentaban como malos:
y se hace necesario adoptar el concepto de que la represión se ejerce no
sólo contra objetos internalizados (que entre paréntesis sólo tienen sentido
cuando se los considera a la luz de las estructuras endopsiquicas ) sino
también contra estructuras yoicas que buscan relaciones con estos objetos
internos. Esta idea implica que debe haber una disociación del yo que
explique la represión. Freud encontró necesario. por supuesto, postular la
existencia de una estructura capaz de instigar la represión: el superyó; y
realmente es sólo un paso en la misma dirección postular la existencia de
estructuras que están reprimidas, y enfocar la represión de una parte del yo
dinámico por otra parte del yo dinámico. Tal concepto esclarecería no sólo
los fenómenos de múltiple personalidad y disociación histérica, sino también
las dificultades prácticas experimentadas ante el proceso descrito como "su­
blimación" en la psicología de impulsos (los "impulsos a sublimar" ya no
se consideran más como separados de la estructura yoica). La idea de que
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 169

la represión implica una disociación del yo no debe resultar difícil de acep­


tar para los que están familiarizados con los problemas que presentan los
pacientes esquizoides; pero aquí nos enfrentamos con las limitaciones im­
puestas a la teoría psicoanalítica en sus últimos desarrollos, por centrar
el interés en la melancolía. Fue sobre un estudio de la melancolía que se
basó en gran parte la teoría de Freud del aparato mental, y en conformidad
con esto, un puesto central es adjudicado a la "posición depresiva" en las
ideas de Melanie Klein. Sin embargo, fue sobre el estudio de la histeria que
Freud basó originalmente el concepto de represión; y fue sólo cuando volvió
su atención de la naturaleza de lo reprimido a la del agente de la represión,
que se ocupó de la melancolía. En mi opinión es de lamentar que no pro­
siguiera su estudio del agente de la represión en el mismo campo que su
estudio de lo reprimido, y que de este modo no hiciera de los fenómenos
de la histeria la base de su teoría del aparato mental. Si hubiera hecho esto,
estoy convencido de que su concepción de la represión estaría basada no
en lo que Melanie Klein describió después como "la posición depresiva"
sino sobre lo que puede describirse como "la posición esquizoide", o sea
que su concepción se habría basado en el reconocimiento de que la repre·
sión implica una disociación del yo. Aquí es oportuno llamar la atención
sobre la anomalía de que, en tanto que Freud concebía la situación edípica,
a la que consideraba el motivo de la represión, como una situación genital,
su explicación del origen del superyó, al que describía como instigador
de la represión, es concebida en función de una situación oral, o sea pre­
genital. El intento de Melanie Klein de resolver la dificultad adelantando
la época de la situación edípica a la infancia no proporciona una verdadera
solución, aunque sólo sea porque dej a sin explicar la posibilidad de que ocu­
rra la represión antes de que se formó el superyó. La solución parece estar
en busca de la fuente de la represión no sólo más allá de la actitud genital,
sino también más allá de la situación edípica, e incluso más allá del nivel
en que se instaura el superyó. Esta solución está en conformidad con mi
idea, registrada en 1943, de que la represión se origina primariamente como
defensa contra objetos malos internalizados, y que la instauración del su­
peryó representa una defensa adicional y posterior ("la defensa moral")
correspondiente al logro de un nuevo nivel de organización estructural, bajo
el cual persiste el nivel antiguo. Así, en mi opinión, bajo el nivel en que
un "yo central" se encuentra enfrentado con el superyó como objeto interno
de significación moral, yace un nivel en el que las partes disociadas del yo
encuentran enfrentadas con objetos internos que no sólo están desprovistos
de significación moral, sino que además son incondicionalmente (o sea li­
bidinosamente) malos, desde el punto de vista del yo central; obj etos inter­
nos que funcionan igualmente como perseguidores internos, sea que se
presenten a) como objetos excitantes, o b) como objetos frustrantes. Por
consiguiente, en tanto que los principales fenómenos de la melancolía recio
ben una explicación relativamente satisfactoria en el nivel del superyó, los
rasgos paranoides, hipocondríacos y obsesivos que tan a menudo los acorn­
170 w. RONALD D. FAIRBAmN

pañan, representan una orientación hacia los objetos internos malos. Los
fenómenos de la histeria son igualmente incapaces de ser satisfactoriamente
explicados en un nivel exclusivamente superyoico. La teoria de Freud de
la represión implica otra anomalía, la de que, en tanto que describe como
estructuras tanto al agente como al instigador de la represión (o sea el yo
y el superyó) describe lo reprimido como constituido por impulsos. La
extensión de esta anomalía se aprecia mejor a la luz del hecho de que el
superyó es concebido por Freud como en gran parte inconsciente, hecho
que suscita la cuestión de si el superyó mismo no está reprimido. Freud
mismo se daba bastante cuenta de este problema, como para concebir la
posibilidad de que el superyó estuviera sujeto a cierto grado de represión
(por ejemplo en la histeria), implicando así el reconocimiento del princi­
pio de que una estructura endopsíquica puede estar reprimida. A la luz de
consideraciones ya presentadas, es necesario concluir que lo que está repri­
mido es invariable e intrínsecamente estructural En este punto es oportuno
registrar ciertas conclusiones previas mías, no publicadas antes, sobre la
naturaleza de los sueños. Estas conclusiones resultaron de una cadena de
pensamientos iniciada durante el tratamiento de UD8 paciente, cuyos sue­
ños incluían muchos que no podían concordar con el principio de realiza­
ción de deseos, y que fueron descritos por ella espontáneamente como sueños
de "estado de cosas". El resultado de esta cadena de pensamientos fue que,
bajo la influencia de las concepciones de Melanie Klein sobre la realidad
psíquica y los objetos internos, llegué a considerar a los 8UOO08,y en ese
aspecto, también a las fantasías diurnas, esencialmente como dramatizacio­
nes de situaciones endopsiquicas que implican tanto a) relaciones entre es­
tructuras yoicas y obj etos internaIizados, como b) interrelaciones entre
las estructuras yoicas mismas. Posteriormente otro paciente tuvo un sueño
que implicaba problemas de interpretación, que me dieron oportunidad de
formular el concepto de una situación. endopsíquictJ básica, que involucra
tales relaciones, y cristalizar mis ideas sobre las estructuras endopsiquicas
básicas involucradas. La teoría resultante gira sobre la concepción de una
disociación en el objeto malo intemalizado. La idea de que la Intemaliea­
ción de obj etos libidinosos malos es una defensa primaria fue registrada
en 1943; pero ahora se toma importante reconocer que esos objetos tienen
dos aspectos: un aspecto excitante y un aspecto repelente. Esta dualidad de
aspectos forma la base de una disociación del objeto tWIlo internalizado en
a) un objeto excitante, y b) un objeto repelente. Cbndo la defensa de
represión entra en acción, estos dos aspectos son reprimidos por el yo origi­
nal, pero ya que este yo original está ligado a ambos objetos por una cate­
xia libidinosa que implica un alto grado de identificación, su represión
involucra una disociación y represión de partes del yo que permanecen estre­
chamente vinculadas entre sí. La represión del objeto excitante es así acorn­
pañada por la represión de una porción del yo que describo como el yo
libidinoso por parte de la porción central del yo; y la represión del objeto
repelente se acompaña de una represión similar de otra parte del yo que
ESTUDIO PSICOANAÚTICO DE LA PERSONALIDAD 171
describo como el saboteador interno. Se verá que la diferenciación resul­
tante de la estructura yoica se corresponde groseramente con la descripción
de Freud del aparato mental, correspondiendo el yo central al "yo" de
Freud, el yo libidinoso al "ello" de Freud, y el saboteador interno al "super­
yó" de Freud, Pero integra también mi concepción el que las tres estructu­
ras descritas son estructuras yoicas completamente dinámicas, que asumen
una pauta dinámica en relación mutua, en tanto que el "ello" de Freud es
concebido como una fuente de energía sin estructura, y su "yo" y "super­
yó" como estructuras sin energía, excepto la que extraen del "ello", siendo
sólo el "yo" una verdadera estructura yoica, ya que el "superyó" es con­
cebido en gran medida como un objeto internalizado. Es también parte
integrante de mi concepción que esta pauta dinámica de estructuras yoicas
subyace al nivel en el que el superyó, tal como lo concibo, se establece como
un objeto internalizado catectizado por un yo central, y es en este nivel
subyacente donde, en mi opinión, debe buscarse el origen último de todos
los estados psicopatológicos. Otros aspectos de mi concepción son 1) que
la diferenciación de la estructura yoica que yo concibo es el resultado de la
represión originalmente dirigida contra objetos malos internalizados, y 2)
que la dinámica de la represión es agresión dirigida por el yo central no
solo contra objetos malos internalizados, sino también contra los yos sub­
sidiarios por quienes estos objetos están catectizados, o sea el yo libidinoso
y el saboteador interno. Pero la agresión no permanece exclusivamente a
disposición del yo central. Juega un papel en la actitud adoptada por los
yos subsidiarios no sólo hacia el yo central, sino también entre sí, y juega
un papel de particular importancia en lo que respecta a la actitud del sabo­
teador interno para con el yo libidinoso. La intransigente actitud agresiva
del saboteador interno hacia el yo libidinoso está basada en la catectización
de este último del objeto excitante y en su propia catectización del objeto
repelente; y es entonces un reflejo de la ambivalencia original del individuo
hacia sus objetos libidinosos. A mi modo de ver, la ambivalencia no es en
sí misma un estado primario, sino que surge como reacción a la privación
y frustración. De este modo, no considero que en ausencia de frustración
el bebé dirigiría agresión directa espontáneamente hacia su objeto libidi­
noso. De acuerdo con esto, en tanto que considero la agresión como un
factor dinámico primario porque no parece capaz de resolverse en libido, la
considero también como subordinada en última instancia a la libido y re­
presentando esencialmente una reacción por parte del bebé a la frustración
y privación en sus relaciones libidinosas, y especialmente al trauma de sepa­
ración de la madre. Es entonces la experiencia de privación y frustración li­
bidinosa lo que originalmente provoca la agresión del niño hacia su objeto
libidinoso, y da lugar así a la ambivalencia. En este punto se vuelve im­
portante el aspecto subjetivo de la ambivalencia; ya que para el bebé ambi­
valente la situación se presenta como una situación en la que su madre fun­
ciona como un objeto ambivalente. Para mejorar esta situación intolerable,
disocia la figura de su madre en dos objetos: un objeto satisfactorio ("bue­
172 W. RONALD D. FAIRBAIRN

no") y un objeto insatisfactorio ("malo") ; y en vistas a controlar el objeto


insatisfactorio, emplea el proceso defensivo de internalización para sacarlo
de la realidad externa, donde escapa a su control, y ponerlo en la esfera de
la realidad interna, donde ofrece perspectivas de estar más sujeto a control
en el papel de objeto interno. El problema con ese objeto interno es que,
luego de la internalización, continúa siendo no sólo insatisfactorio, sino tam­
bién deseado (catectizado). Presenta así una dualidad de aspectos que cons­
tituye una dificultad tan grande en el mundo interno como la que antes
constituía la ambivalencia de obj etos en el mundo externo. Ya nos hemos
referido a esta dualidad de aspectos como la que provee la base de una
disociación del objeto malo internalizado en a) un objeto excitante, y b)
un objeto repelente; una disociación que se ve ahora efectuada por el yo
original en un intento de enfrentar las dificultades que siguen a la interna­
lización de objetos malos. Es en la prosecución de nuevos fines defensivos
por parte del yo que se reprimen los objetos internos excitante y repelente,
y que la represión de ambos es acompañada por una disociación y represión
de una parte correspondiente del yo mismo. Es así que el yo libidinoso
y el saboteador interno llegan a establecerse como estructuras yoicas sub­
sidiarias, independientes del yo central y sujetas a represión por parte de
éste. La actitud agresiva adoptada por el saboteador interno hacia el yo
libidinoso sigue, empero, necesitada de mayor explicación ya que no basta
decir simplemente que es un reflejo de la primera ambivalencia. En lo que
respecta a esta ambivalencia, la situación parecería ser que el niño siente
considerable ansiedad ante la expresión, no sólo de sentimientos agresivos,
sino también libidinosos, hacia su madre en el papel de objeto repelente.
El riesgo involucrado en expresar sentimientos agresivos hacia ella es que
esto hará que ella lo rechace más y lo ame menos, esto es, la hará parecer
más real como objeto malo y menos real como objeto bueno. Éste es el
riesgo (pérdida del objeto bueno) que, como concluí en 1941, tiende a pro­
vocar el afecto de depresión. Por otra parte, el riesgo involucrado para el
niño en la expresión de sentimientos libidinosos hacia su madre como objeto
rechazante, es que esto equivale en su mente a descargar libido en un vacío
emocional y da lugar a la sensación de ser inferior y de no valer nada.
Éste es el riesgo (pérdida de libido) que, como concluí en 1941, tiende a
provocar el afecto esquizoide de futilidad. Con el fin de impedir ambos
riesgos, el niño complementa los recursos defensivos ya descritos con una
técnica afín al principio Divide et ..impera. Emplea al máximo su agre­
sión para someter al máximo su necesidad libidinosa. En conformidad con
el principio de estructura dinámica, esta defensa es ejercida por un proceso
mediante el cual el saboteador interno toma a su cargo el exceso de agresión
y la dirige contra el yo libidinoso, que a su vez se hace cargo del exceso
de libido y la dirige hacia el objeto excitante. Obviamente el ataque del
saboteador interno sobre el yo libidinoso debe funcionar como un factor
muy poderoso en propulsar los fines de la represión y parecería que es en
este fenómeno que se hasa ampliamente el concepto de Freud del superyó
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 173

y de su función represora. Pero en función de los conceptos que yo he


formulado, la represión se origina como un ataque por el yo dividido tanto
sobre el objeto excitante como sobre el repelente; y este proceso, que des­
cribo como represión directa primaria, se acompaña de un proceso de repre­
sión directa secundaria por la que el yo disocia y somete a dos partes de sí
mismo (el yo libidinoso y el saboteador interno) que mantienen, respecti­
vamente, catexias de los dos objetos internos reprimidos. La catectización
del objeto excitante por el yo libidinoso constituye también una formidable
fuente de resistencia a la terapia; y este fenómeno está de acuerdo con una
observación que registré en 1943 antes de desarrollar el concepto de estruc­
tura dinámica. Pero, como la catexia en cuestión es libidinosa, no puede
considerársela en sí misma como fenómeno represivo. Otra cosa sucede,
empero, con el ataque del saboteador interno sobre el yo libidinoso; porque
esto no sólo funciona como resistencia, sino que contribuye activamente a la
represión del yo libidinoso por el yo central. De acuerdo con esto describo
este proceso como de represión indirecta. Cuando se tienen en cuenta tanto
los procesos de represión directa como indirecta, se vuelve evidente que los
componentes libidinosos de la psique están sujetos a un grado mucho
mayor de represión que los componentes agresivos. Puede por consiguiente.
deducirse que, en tanto que la utilización del exceso de libido está gober­
nada principalmente por el principio de represión, la disposición del exceso
de agresión está gobernada principalmente por el principio de distribución
topográfica. Mi concepción de la represión indirecta trae al foco la diver­
gencia de mis ideas de las de Freud en lo que respecta a la represión en
general. Según Freud, la represión se origina como medio de reducir la
expresión de libido hacia el progenitor del sexo opuesto, y de agresión ha­
cia el progenitor del mismo sexo, en el escenario de la situación edípica.
Según mi modo de ver, empero, tanto la represión directa como la indirecta
se originan en la infancia antes de que surja la situación edípica; y la
represión indirecta es una técnica especial adoptada por el niño para ro­
ducir la expresión tanto de la libido como de la agresión hacia su madre.
en un estadio en el que la madre es el único objeto significativo y él de­
pende casi por completo de ella. Por consiguiente, a mi entender el fenó­
meno de dependencia infantil asume el papel adj udicado por Freud a la
situación edípica en la génesis de la represión. La situación edípica deja
así de funcionar como concepto explicativo. y asume el status de una situa­
ción derivada con la que el niño se encuentra sólo después que ha tenido
lugar la diferenciación de la estructura endopsiquica y se ha originado la
represión. Se convierte asi en un fenómeno a ser explicado en función de
una situación endopsíquica que ya se ha originado. La novedad principal
introducida en el mundo del niño por la emergencia de la situación edípica
externa es que ahora está enfrentado con dos objetos paternos distintos en
vez de uno sólo. Como su relación con el padre como objeto nuevo implica
problemas de adaptación similares a los que ya ha experimentado en su
relación con la madre. emplea naturalmente técnicas similares. con el resul­
174 w. RONALD D. FAffiBAIRN

tado de que se establecen dos figuras internalizadas de su padre, como a)


objeto excitante, y b) objeto repelente. Esto parecería estar en parte super~
impuesto y en parte fusionado con las correspondientes figuras de su madre.
Pero la adaptación que el niño necesita hacer a su padre difiere de la
que originalmente necesitaba hacer a su madre, en el hecho de que tiene que
hacerse en un plano exclusivamente emocional. Esto se sigue del hecho
de que la experiencia de mamar del pecho está necesariamente excluida de
su relación con el padre. En verdad, es principalmente como un progenitor
sin pechos que el niño parecería considerar a su padre en primer lugar; y es
sólo después, que llega a apreciar la diferencia genital entre sus padres.
Cuando empieza a apreciar esta diferencia y su propia necesidad libidinosa
llega a manifestarse cada vez más a través de canales genitales, la necesidad
de su madre y de su padre llega a incluir necesidades físicas de sus genitales
respectivos. La fuerza de estas necesidades físicas varía en proporción in­
versa a la satisfacción de sus necesidades emocionales, pero, desde que no
están satisfechas, cierto grado de ambivalencia se desarrolla tanto hacia
la vagina de su madre como hacia el pene de su padre. Esto se reflej a en
concepciones sádicas de la escena primaria. Pero por esta época la relación
entre sus padres se ha vuelto importante para él, y se desarrollan celos de
cada progenitor en relación con el otro. La principal incidencia de estos
celos está determinada no sólo por el sexo biológico del niño, sino también
por el estado de sus relaciones emocionales con sus padres respectivos. Sin
embargo, está obligado a adaptarse a' dos situaciones ambivalentes al mismo
tiempo; y en su intento de hacerlo emplea otra vez la serie de técnicas ya
descritas, con el resultado de que imágenes genitales malas de ambos padres,
llegan a ser englobadas, en proporciones variadas, por ambos objetos inter­
nos malos ya existentes (el objeto excitante y el objeto repelente). Estos
objetos internos asumen así la forma de complejas estructuras compuestas,
construidas en parte basadas en capas y en parte basadas en fusión. La exten­
sión en que predominen las capas o la fusión, en conjunción con la propor­
ción en que entran los objetos componentes, parecería jugar no sólo una
parte importante en la determinación de la actitud psicosexual del individuo,
sino ser también un determinante principal en la etiología de las perversio­
nes sexuales. La constitución del objeto excitante y del repelente es tam­
bién (sexo biológico aparte) el factor más importante en la determinación
del carácter de la situación edípica que se desarrolle. Esto es evidente en
el caso de situaciones edípicas invertidas o mixtas; pero se aplica también
en el caso de la situación positiva. En verdad, la posibilidad de situaciones
edípicas invertidas y mixtas muestra que incluso la situación edípica posi­
tiva es esencialmente una situación interna, aunque sea transferida en gra­
dos variables a la situación externa real. Una vez que se concibe esto, es
fácil ver, como realmente lo revela un análisis profundo, que la situa­
ción edípica está esencialmente construida alrededor de las figuras interna­
lizadas de la madre excitante y la madre repelente. Pero, en su intento de
adaptarse a dos relaciones ambivalentes al mismo tiempo, el niño busca
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 175
simplificar una situación compleja concentrándose en el aspecto excitante
de uno de los padres y en el aspecto repelente del otro, y modificando así
el carácter de los objetos excitante y repelente; y al hacerlo el niño realmente
constituye la situación edípica por sí mismo.
No puede dejar de observarse que el esquema general que yo he esbo­
zado representa una considerable separación de las ideas de Freud, aunque
hay una analogía reconocible en todos los puntos. Esta combinación de
analogía y divergencia sólo puede explicarse en función de una diferencia
en principios teóricos básicos; y no es difícil localizar dos puntos centra­
les de diferencia. En primer lugar, aunque el entero sistema de pensamiento
de Freud se ocupaba de relaciones objetales, él se adhería teóricamente al
principio de que la libido es primariamente búsqueda de placer, o sea que
no tiene dirección. En contraste, yo me adhiero al principio de que la
libido es primariamente búsqueda de objeto, es decir, que tiene dirección.
En cuanto a eso, considero la agresión como teniendo también dirección,
en tanto que, por implicación en cualquier caso, Freud consideraba a la
agresión, como a la libido, sin direccción. En segundo lugar, Freud consi­
deraba al impulso (energía psíquica) como teóricamente distinto de la es­
tructura, en tanto que yo no acepto esta distinción como válida y me adhiero
al principio de la estructura dinámica. De estos dos puntos centrales de
diferencia, el último es el más importante, y en realidad el primero surge
del último. De este modo la idea de Freud de que la libido es búsqueda de
placer se sigue directamente de su separación entre energía y estructura;
ya que, una vez que se separa a la energía de la estructura, el único cambio
psíquico que se puede concebir como placentero (o sea que no sea pertur­
bador) es uno que produzca el establecimiento de un equilibrio de fuerzas.
o sea un cambio sin dirección. En contraste, una vez que concebimos la
energía como inseparable de la estructura, los únicos cambios inteligibles
son cambios en relaciones estructurales y relaciones entre estructuras; y
esos cambios son esencialmente direccionales. La separación de Freud de
la energía y la estructura debe ser considerada como reflejo del trasfondo
científico general del siglo XIX, dominado como estaba por la concepción
helmholtziana del universo físico; y constituye asi una limitación impuesta
a su pensamiento por influencias externas. En el siglo xx la física atómica
ha revolucionado la concepción científica del universo físico, y ha introdu­
cido la concepción de estructura dinámica; y las ideas que yo he esbozado
representan un intento de reformular la teoría psicoanalítica en función de
esta concepción. La psicología de estructura dinámica que yo encaro tiene
la ventaja especial de proporcionar una base más satisfactoria para la expli­
cación de fenómenos de grupo que cualquier otro tipo de psicología; pero
tiene también la ventaja de permitir que los fenómenos psicopatológicos
sean explicados directamente en función de conformaciones estructurales y
hacer así justicia al hecho incuestionable de que los síntomas son expresio­
nes de la personalidad como un todo. La situación endopsíquica básica que
yo he descrito parece ser relativamente inmutable desde una perspectiva to­
176 W. RONALD D. FAIRBAIRN

pográfica; pero desde una perspectiva económica debe ser considerada


capaz de extensa modificación, sea terapéutica o de otro tipo. Estoy con­
vencido de que la pauta económica que yo he descrito es la que prevalece
en los estados histéricos; y creo también que ésta es típicamente la pauta
original. En conformidad con esta creencia interpreto los primeros síntomas
manifestados por el niño (o sea accesos de llanto) como histéricos; y si
esto es correcto, Freud demostró notable insight al elegir los fenómenos his­
téricos como el material del que construyó los fundamentos del psicoaná­
lisis. Deben enmendarse ahora algunas aparentes inconsistencias de mi
exposición del principio de estructura dinámica. Aunque he hablado de
objetos internalizados como estructuras, los he tratado simplemente como ob­
jetos de estructuras yoicas dinámicas, y no a ellos mismos como diná­
micos. Lo he hecho en parte para evitar una exposición demasiado com­
plicada, pero principalmente para centrar la atención en la actividad de las
estructuras yoicas, que es, después de todo, lo más importante, especial­
mente desde que la internalización de los objetos es ella misma un producto
de esta actividad. En pro de la coherencia, empero, debo extraer la con­
clusión lógica de mi teoría y reconocer que, ya que los objetos internos
son estructuras endopsíquicas, deben ser ellos mismos en cierta medida di­
námicos; y debe agregarse que deben extraer su cualidad dinámica de su
catectización por estructuras yoicas. Esta conclusión parecería concordar
no sólo con fenómenos demonológicos, sino también con los fenómenos
observados en el caso de sueños y estados paranoides,

Hace poco, en 1951, he encontrado necesario introducir una modifi­


cación más a mi posición teórica, en un intento de eliminar la contradic­
ción no resuelta entre las ideas que formulé en 1941 y las que formulé
posteriormente. Mi clasificación de las cuatro técnicas defensivas de "tran­
sición" en: 1941, dependía de una distinción entre dos objetos intemalizados
que describí, respectivamente, como "aceptado" y "rechazado"; y los rasgos
distintivos de cada técnica se relacionaban con un método característico
adoptado por el yo para manejar a estos dos objetos, según que fueran tra­
tados, separadamente o j untos, como internos o externos. La suposición
subyacente a esta clasificación era que la ambivalencia hacia el objeto exter­
no llevaba en un estadio temprano a la internalización de un objeto bueno
y un objeto malo. En las ideas que formulé en 1944, empero, mi interés
principal eran las relaciones entre estructuras yoicas diferenciadas y objetos
malos internalizados, y la situación endopsíquica resultante; y esta formu­
lación estaba basada en la conclusión (la alcanzada en 1943) de que el
objeto a .internalizar es en primer lugar el objeto malo o insatisfactorio.
La internalización del objeto insatisfactorio fue considerada como una téc­
nica defensiva destinada a controlar el elemento traumático de una situación
que involucra la catexia de un objeto que fue insatisfactorio; y entonces no
pareció haber ningún motivo para internalizar un objeto completamente in­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 177

satisfactorio en primer lugar. Se consideró entonces que los objetos buenos


o satisfactorios sólo se internalizaban en un estadio posterior, para aliviar
la angustia que surge de la presencia de objetos malos o insatisfactorios en
el mundo interno, luego de su internalización. La suposición subyacente
seguía siendo, como en 1941, que la ambivalencia era un estado que surge
originalmente en relación con el objeto externo, y que el objeto externo era
disociado, en lo que respecta a las representaciones mentales, en objeto
bueno y objeto malo, antes de que surgiera ninguna cuestión de la interna­
lización del obj eto malo. Esta es una suposición que yo ahora (en 1951)
encuentro necesario revisar en pro de una idea que adopté previamente en
un artículo anterior, "Factores esquizoides en la personalidad" (194.0), la
idea de que el primer objeto a internalizar es el objeto preambivalente de
la fase oral temprana. Desde este punto de vista, la ambivalencia debe ser
considerada como un estado que surge primero en el yo original no diso­
ciado en relación con el objeto internalizado preambivalente; y el motivo
que determina la internalización del objeto ambivalente en primer lugar
será proporcionado por el hecho de que este objeto se presenta en cierta
medida como insatisfactorio, tanto como satisfactorio. La instauración de
la ambivalencia una vez que ha sido realizada, conduce a una situación
interna en la que el yo no disociado se enfrenta con un objeto internali­
zado ambivalente. El siguiente paso encarado es la disociación de este
objeto, no en dos objetos (bueno y malo) sino en tres objetos; y este resul­
tado se atribuye a la acción del yo, por la que tanto los elementos sobre­
excitantes como sobreirustrarues del objeto interno son disociados' de él y
reprimidos en tal forma que da lugar al objeto excitante y al objeto repe­
lente (en forma similar a la que describí en 1944). Se sigue de esta con­
cepción que, cuando son disociados los objetos excitante y repelente, persiste
un núcleo del objeto original, despojado de sus elementos sobreexcitantes y
sobrefrustrantes; y este núcleo asume entonces el status de un objeto dese­
xualizado e idealizado que está catectizado y retenido por sí mismo por un
yo central después de que éste (el yo central) se ha despojado de las par­
tes de sí que catectizaban a los objetos excitante y repelente, y que yo he
descrito, respectivamente, como "el yo libidinoso" y "el saboteador inter­
no". Se advertirá que el objeto nuclear en cuestión es un objeto aceptado
por el yo central, y de este modo no está sujeto a represión. Este es el ob­
jeto que considero ahora como proveedor del núcleo alrededor del cual se
construye el superyó, como he llegado a concebirlo; pero en vista de su
carácter, parecería adecuado revivir el término "ideal del yo" para desig­
narlo. Se corresponde, por supuesto, con lo que yo he descrito como "el
objeto aceptado" en mi exposición de las técnicas defensivas de "transi­
ción" en 1941; y es significativo que éste sea la clase de objeto en el que
el paciente histérico busca convertir al analista. En lo que respecta a lo
que he descrito como "el objeto rechazado" en mi exposición de las técni­
cas "transitorias" en 1941, será necesario ahora considerar este concepto
como incluyendo tanto "el objeto excitante" como "el objeto repelente", ya
178 W. RONALD D. FAIRBAIRN

que, según mi última concepción, estos dos objetos son ambos rechazados
por el yo central. De acuerdo con esto, el término "objetos rechazados"
(en plural) requerirá ser sustituido por el de "objeto rechazado' en sin­
guIar) en mi exposición de las técnicas "transitorias". Este término pare·
cería justificado, ya que la reflexión sugiere que tanto los objetos "ex­
citante" como "repelente" son tratados en forma similar por el yo central
en el caso de cada técnica transitoria. Así, por ejemplo, parecería que son
ambos tratados como externos en las técnicas paranoide y fóbica, y ambos
tratados como internos en las técnicas obsesiva e histérica. En contraste,
"el objeto aceptado" es tratado como externo en las técnicas fóbica e histé­
rica, y como interno en las técnicas paranoide y obsesiva.
PARTE SEGUNDA

ARTÍCULOS CLÍNICOS
CAPÍTULO 1

NOTAS SOBRE LAS FANTASÍAS RELIGIOSAS

DE UNA PACIENTE 1

(1927 )

EN LO QUE SIGUE ME PROPONGO describir algunos aspectos del caso de una


mujer cuyas experiencias incluían algunas fantasías notables de carácter
religioso. Mi relato está basado en datos obtenidos durante un breve curso
de tratamiento analítico emprendido con el propósito de mitigar la gravedad
de los síntomas de los que sufría. Estos síntomas presentaban principal­
mente una característica histérica; pero había también pruebas de un tras­
torno más profundo de definido carácter esquizoide. En conexión con esto
es quizá interesante registrar que, cuando en una oportunidad presenté dos
muestras separadas de su letra, mezcladas con otras muestras de escritura
de diferentes personas, al distinguido grafólogo Robert Saudek, él diag­
nosticó a una muestra como típicamente histérica y a la otra como típica­
mente esquizofrénica. Es muy significativo que la muestra "histérica" per­
tenecía al período analítico, mientras que la muestra "esquizofrénica" da­
taba de la época de un derrumbe nervioso, 10 años antes.
La paciente, a la que me referiré en este relato como X, tenía 31 años
cuando llegó a mi observación. Era soltera. y la menor de una gran fa­
milia constituida por un hijo y una serie de hermanas. Su madre habia
muerto cuando tenía 19 años. Su padre vivia. pero no recordaba haberlo
visto nunca, ya que él había vivido lejos de la familia desde que ella
nació. El padre tenía hábitos alcohólicos. y su esposa lo había dej ado, lle­
vando consigo a su familia, en cuanto pudo hacerlo luego del nacimiento
de X. X dej ó la escuela a la edad de 16 años, y a los 17 años empezó a
entrenarse para el puesto de maestra de arte. A pesar de las interrupciones
que trajeron una serie de derrumbes nerviosos, que comenzaron cuando
tenía 21 años, completó eventualmente su aprendizaje; y a la edad de 25
años obtuvo un buen puesto, que mantuvo con aparente éxito durante cinco
años, hasta que otro derrumbe nervioso la obligó finalmente a renunciar.

1 Artículo leído ante la Filial Escocesa de la Sociedad Psicológica Británica el


5 de noviembre de 1927.
181
182 W. RONALD D. FAIRBAIRN

Cuando la vi por primera vez, dio una historia de una serie de derrum­
bes nerviosos que se extendían sobre un período de 10 años. Estos derrumbes
nerviosos se caracterizaban principalmente por postración nerviosa, in­
somnio, sueños perturbadores e incapacidad para enfrentar las exigencias
de la vida. Atribuía retrospectivamente estos síntomas a dificultades que se
centraban alrededor de cuestiones de sexo; pero afirmó que en la época de
su primer derrumbe nervioso era completamente inocente de todo conoci­
miento sexual, aunque frecuentemente experimentaba claros deseos de aten­
ción masculina. Fue sólo dos años después, que el médico que la atendía,
percatándose de los peligros de su ignorancia, le dio cierto esclarecimiento.
Poco después empezó a permitirse la masturbación. El comienzo de esta
práctica parece datar de un examen médico realizado por un doctor que no
conocía, en una súbita enfermedad que tuvo en un lugar de veraneo. Sus
hábitos masturbatorios, una vez adquiridos, empezaron a provocarle consi­
derable inquietud mental, y eventualmente llegó a considerarlos como el
factor principal en la agravación de su estado nervioso. A esta fuente
adjudicaba, sin duda correctamente, la exacerbación de una sensación de
conflicto entre el espíritu y el cuerpo, que ya durante cierto tiempo la ha­
bía perturbado por las noches. A lo largo de esto su estado estaba com­
plicado por el hecho de que tenía visiones y fantasías de carácter absorbente.
Estas visiones, que ella misma generalmente describía como "imágenes",
eran casi invariablemente perturbadoras, y a veces de tal carácter que la
llenaban de repugnancia. Frecuentemente asumían una forma fálica, a pesar
de su falta de conocimientos sexuales conscientes; pero cuando esto sucedía
los genitales envisionados parecen haber sido infantiles. Había sido moles­
tada por tales imágenes antes de su derrumbe nervioso, e incluso en la
infancia. En lo que respecta a sus fantasías, algunas eran penosas mientras
que otras eran de carácter beatífico. Entre las diversas "imágenes" y fan­
tasías que ella describió había muchas que tenían un matiz religioso, y es
hacia este grupo al que deseo dirigir la atención. Entre las primeras de las
"imágenes" o visiones religiosas que recordaba haber visto, había una que
apareció cuando tenía 7 años. Estaba convaleciente luego de una enfer­
medad, y una noche le pareció ver al diablo parado al pie de su cama.
La aparición la aterrorizó, y sintió que había venido a llevársela. Se dio
cuenta de que la aparición era inmaterial; pero se explicó esto a sí misma
sobre la base de que el visitante venía del mundo espiritual. Puede notarse
aquí que, en su infancia, su mente estaba frecuentemente ocupada con pen­
samientos sobre Dios y Cristo, y sobre el Bien y el Mal. Estos pensamientos
se acompañaban con considerabde aprensión de su parte, y expresó que las
ideas sobre Cristo siempre le habían provocado angustia y depresión en
su infancia. Parece que la idea de Dios que se le había impartido era la
de un Jehová estricto, más que Ía de un Padre amante. Esta concepción
estaba muy influida por la instrucción religiosa que había recibido a los
4 años de un maestro evangelista de Escuela Dominical, cuyo ardor sobre­
pasaba su discreción, y cuyas descripciones espeluznantes de la resurrección
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 183

de Lázaro de entre los muertos recordó durante el análisis con dolorosa


emoción. A la edad de 22 años (en el segundo año de su derrumbe ner­
vioso) empezó a tener lo que describía como "visiones del lado espiritual".
El tema habitual de estas visiones era la cruxifición de Cristo; y era muy
frecuente en ella ser testigo de que el cuerpo de Cristo era bajado de la
cruz y ver las uñas desgarrando Su carne. Es significativo que, al describir
estos espectáculos, ella solía decir: "He sentido yo misma algo de la agonía
del espíritu que Él debe haber sentido".
Luego de indicar el carácter de las visiones de la paciente, pasaré a
la descripción de sus fantasías religiosas. Las más importantes de éstas
giraban alrededor de los temas del nacimiento virginal, la crucifixión y
resurrección; y a diferencia de sus visiones, estas fantasías sólo empezaron
a aparecer luego de haber recibido cierto esclarecimiento sexual. Sei án
mejor descritas en sus propias palabras, tal como se reflejan en las notas
que pude tomar en esa época. He aquí uno de sus relatos:
"Dos veces he pensado. .. que iba a tener un bebé, sin contacto, en
una forma espiritual. Sentí que no iba a estar mal durante 9 meses, y que
iba a tener un bebé porque estaba llena de una voluntad mayor que la
mía propia. Pensé que, si estaba mal durante esa época, pasaría otra vez.
Ahora, por supuesto, sé que ha sido una parte de mi estado mental anor­
mal. La primera vez que me doy cuenta de que algo así está pasando, es­
taba en casa para pasar el fin de semana. Estaba en cama todo el domingo.
La sensación física era mala, y en esa época yo soñaba con sueños de ca­
ballos salvajes. Estaba esperando el período ese día. Vino la sensación
física, que fue seguida de una tristeza terrible, como si un diablo estuviera
allí, haciéndome pensar toda clase de palabras malas y luchando contra
Dios. Entonces vino la paz; y pensé que ya nunca volvería a estar mal. No
pensé en un bebé en ese momento. Pensé que nunca más iba a ser una mujer
en el sentido físico. Entonces vino el período, y me sentí terriblemente
infeliz."
He aquí otro de sus relatos:
"Estaba a menudo deprimida entre los 13 y los 14 años y tenía varios
temores. Uno era que iba a terminar mal y me iban a ejecutar. Recuerdo
vagamente que mi mej or amiga en el colegio estaba una vez con un trozo
de piolín en la mano. Me lo mostró y dijo. que algún día me colgarían por
el cuello. Todavía tengo miedo de eso. Se mezcla con la idea de que me
van a crucificar. Ese domingo cuando se me ocurrió lo de que iba a tener
un bebé, yo había estado leyendo un libro de la Sociedad Británica Israe­
lita que trataba de las profecías. Justo después de eso, empezó la sensación
sobre el bebé. Recientemente me habían rechazado para el Seguro de Vida.
que tenía que vencer en 10 años. Yo me dije: .:Mi hijito tendrá entonces
diez años». Pensé que podía cumplir el texto: eUn niño pequeño los con­
ducirá», porque no había nacido en la forma habitual. Pensé que sería
crucificada o colgada. Sentí que estaría dispuesta a hacer el sacrificio;
pero pensé que ahora no crucifican a la gente como lo hicieron con Cristo.
184 W. RüNALD D. FAIRBAIRN

Entonces pensé que con la guerra, los bolcheviques me torturarían, y pasa­


ría de ese modo. Sentí que era inevitable, que no había forma de escapar.
Una señora francesa me dijo una vez que yo tenía una cruz mística en la
mano. Todo concordaba. Sentí deseos de no casarme, a causa de la cosa
mayor. .. tuve una especie de trance cuando estuve en una casa cuna; y
pensé que me estaban llenando de poder espiritual. Después apareció el
terror de ser enterrada viva. Creía que, cuando me crucificaran, me levan­
taría otra vez de entre los muertos. Pero antes de eso, yo creía que podría
curar a la gente. Hace pocos días apareció que, después de diez años, sería
torturada y condenada a muerte; pero resurgiría otra vez, y Cristo volvería
a la tierra, y que nos casaríamos y tendríamos un bebé. Todo eso me pare·
cía real, hasta que veía una imagen de mí misma j unto a Cristo con una
corona sobre mi cabeza, entonces supe que no concordaba con la humildad
de la cosa real. Entonces esto, sea lo que fuera, empezó a desvanecerse."
Otra cita:
"En la casa cuna tuve un clímax de las ideas de poderío espiritual, y
del poder de curación espiritual. Un día mi cuerpo parecía poseído por
algún espíritu durante media hora. No estaba consciente de mi cuerpo,
excepto de que el corazón estaba agitado, y nada más. Pensé que tenía un
influjo de poder espiritual que me permitiría curar. Cuando llegué- a eso,
había marcas rojas en mi brazo; y apareció la palabra «Estigmas» .. , Ha­
bía momento en que sentí que ya no iba a ser una mujer nunca más, y que
vendría un bebé; no un bebé común, sino un segundo Cristo. También
sentí que iba a ser un segundo Mesías y que sería crucificada. Era muy
real entonces, y aún no se ha ido del todo. .. Esta especie de ilusión en
la que vivía parecía realidad, hasta que mi hermano me dijo que yo siem­
pre me había creído ser todo, y casi todopoderosa. Me dijo que yo siempre
le daba órdenes a mi hermana, mientras que yo había pensado siempre que
ella no era buena conmigo."
Las fantasías descritas en estos relatos pueden ser clasificadas en
tres grupos:
1) Ftuuasias de identificación con la Madre de Cristo. - En este
grupo entran los elementos de la fantasía de X que abarcan los temas de
la Anunciación y del Nacimiento Virginal. La significación personal para
sus temas parece yacer, no tanto en la idea de ser la Madre de Cristo como
en lo que esto implica, o sea la idea de ser la Mujer sobre la que desciende
el Espíritu Santo, la Mujer a la que el Padre elige para ser la Madre de
Su Hijo. El Niño va a nacer "en una forma espiritual", y cierto énfasis es
colocado en la sensación de "estar llena de un poder espiritual", "estar llena
de una voluntad más grande que la mía".
2) Fantasías de idetuiiicación. con Cristo mismo. - Bajo este enca­
bezamiento entran los elementos en la vida de fantasía de X que abarcan
los temas de la crucifixión, resurrección y glorificación, y también lo rela­
tivo al Mesías. La significación personal de este grupo de fantasías es más
ESTUDIO PSICOANAllTICO DE LA PERSONALIDAD 185

compleja que la del grupo de la Madona; pero de estos factores se encuen­


tra en la influencia de la analogía de la filiación de Cristo. Como Cristo es
el Hijo de Dios, así ella se siente como la hija del Padre en un sentido es­
pecial, no en el sentido en que todos los hombres son los hijos de Dios,
sino en el que Cristo es El Hijo de Dios. Esto es evidente por el hecho
de que se considera a sí misma como un segundo Mesías; ya que este título
implica una filiación especial; para ella, presumiblemente, la de Hija. El
segundo factor subyacente a su identificación con Cristo es su adopción,
en un sentido muy personal, del sistema de ideas que abarca Culpa, Sacri­
ficio y Propiciación.
3) Fantasías de identificación con la Novia de Cristo. - El status de
Novia de Cristo es por supuesto acordado a la Iglesia en la teología cristia­
na. Pero su significación personal para X parecería yaéer en el hecho de
que para ella en el rol por ella misma adoptado de la hija de Dios, el
único posible Novio digno de su posición sería el Hijo mismo.
Cuando se considera la naturaleza de esta fantasía, es evidente que
no nos encontramos aqui con la experiencia religiosa normal del devoto
orientado en la realidad, sino con experiencias de un carácter inusual y
grandioso, en las que la imaginación ha sido exaltada a expensas de los
hechos de la vida real. No es cuestión de la experiencia cristiana común de
unión con Dios lograda por participación del pecador en el Sacrificio
de Cristo, sino una verdadera dramatización dentro del psiquismo indivi­
dual de los temas subyacentes a la experiencia religiosa. Así en sus fantasías
X no se contenta con tomar el papel de mera cultora o incluso iniciada, sino
que se siente la figura principal en los misterios religiosos. Este aspecto de su
experiencia debe ser atribuido a la presencia de la perturbación esquizoide
de su personalidad, a la que ya nos hemos referido; ya que la falta de dis­
criminación adecuada entre fantasía y realidad es un aspecto distintivo
de marcados estados esquizoides.
En lo que respecta a la psicología de la religión, el punto de vista
típico de la escuela psicoanalítica es buscar las fuentes de la necesidad
religiosa en el inconsciente dinámico del individuo. Es, por supuesto, en
la misma dirección, que esta escuela de pensamiento psicológico busca la
fuente de inspiración artística y de todas las realizaciones de la cultura hu­
mana en general, siendo el principio orientador que los fenómenos cultu­
rales representan la expresión simbólica y sublimada de deseos reprimidos
de carácter primario. Por supuesto que los fenómenos de la cultura humana
en general no son los que nos ocupan ahora; pero debe reconocerse que la
influencia de la religión ha tenido un papel mucho mayor y más importan­
te que cualquier otra influencia en el desarrollo de la cultura y en el pro­
greso de la civilización. En lo que respecta a las fuentes psicológicas de la
necesidad religiosa, hay dos factores en el inconsciente dinámico, a los que
la escuela psicoanalítica atribuye especial importancia. Estos son: 1) per­
sistencia de la actitud original hacia los padres, prevaleciente durante la
temprana infancia, y desplazamiento de esta actitud hacia seres sobrenatu­
186 W. RONALD D. FAIRBAIRN

rales a partir de su apego a los padres humanos, bajo la influencia de la


desilusión sobre sus poderes y capacidades, que no proporcionan apoyo
ilimitado; y 2) la persistente influencia de la situación empica reprimida
acompañada por conflicto, y una necesidad interna de lograr alivio de la
culpa asociada. Personalmente yo estoy muy lejos de ser uno de los que
consideran que los valores elevados pueden ser explicados completamente
en función de sus orígenes psicológicos; y en realidad, si fuera así, sería
una pobre perspectiva para la cultura humana. Sin embargo, los orígenes
psicológicos proporcionan un legítimo campo de investigación para la cien­
cia psicológica. En consecuencia, se convierte en un tema de interés deter­
minar hasta dónde los dos factores a los que el pensamiento psicoanalítico
atribuye importancia como fuente de la necesidad religiosa, se encuentran
presentes en un caso tan extremo como la mujer en consideración, carac­
terizada como estaba por fantasías religiosas de tipo casi delirante.
1) La actitud emocional de la paciente hacia sU! padres. - La ac­
titud de X hacia sus padres necesariamente tiene que haber estado influida
hasta un grado muy profundo por el hecho de que vivían aparte, y que
ella nunca había conocido a su padre como miembro del hogar. Conside­
remos en primer lugar su actitud hacia sus padres. Puede suponerse que
luego de que conoció por primera vez cómo era la situación tal como se la
explicaron, sus fantasías estarían, por lo menos en el plano consciente, del
lado de la madre. Quién tenía realmente razón en las disputas entre los
padres de X es difícil determinar por la falta de datos que ahora es impo­
sible obtener; pero, como la madre se había separado del padre debido a
sus hábitos de emborracharse, que habían arruinado sus negocios y traído
la desgracia al hogar, parecería natural que la madre fuera el objeto de
simpatía. .Sin embargo, debemos recordar que fue relativamente tarde en
su vida que X conoció los hechos concernientes a su padre. En sus prime­
ros días este tema era tabú; y, por supuesto, es en la temprana infancia
cuando se forma la actitud fundamental de un niño hacia su padre. En el
presente caso, X no necesitaria ser muy grande para darse cuenta de la
diferencia de las circunstancias de su hogar con los de los otros niños.
Otros niños tienen padres; pero ella parecía no tener ninguno. Incluso los
niños que habían perdido a sus padres parecían tener libertad de hablar
sobre ellos; pero en su circulo familiar su padre era un tema de conver­
sación prohibido. llegó a aprender que existía un padre en algún lado;
pero el tema entero estaba rodeado de un aire de completo misterio. Sería
de este modo difícil imaginar una situación más calculada para estimular
el desarrollo de la fantasía. Ella tenía un padre; pero no se lo veía. Aunque
no se lo veía, era evidentemente una persona de considerable influencia e
importancia, como lo revelaba en forma constante la marcada reacción pro­
vocada en la familia por la sola mención de su nombre, y la reacccién aún
mayor que seguía a cualquier amenaza de su reaparición. La idea infantil
común del padre como una figura todopoderosa, reverenciable, estaba así
intensamente reforzada en el caso de X por el misterio que rodeaba a una
ESTUDIO PSICOANAÚTICO DE LA PERSONALIDAD 187

figura casi mítica. Para su mente infantil su padre invisible se convirtió en


un poder infinitamente mayor que cualquier padre visible; y además la con­
cepción de él que X se formó no fue corregida, a medida que crecía, por
la percepción gradual de sus humanas limitaciones. De este modo, puede
apreciarse fácilmente que su concepción de la figura del padre como un
dios, se tornó, con los años, más firme sin ser corregida.
Consideremos ahora la actitud de X hacia su madre. Ésta es más difí­
cil de apreciar que su actitud hacia el padre; una razón es que el análisis
proporcionó menos datos para determinar la naturaleza exacta de esta re­
lación afectiva. Sin embargo, produjo considerable material relacionado
con su hermana mayor que, después de la muerte de su madre, se convir­
tió sin duda en un sustituto materno, y que, incluso en vida de la madre,
parece haber asumido para con ella la función de una figura materna. Esta
hermana era considerablemente mayor que X, y parece haberla dominado
siempre; pero luego de la muerte de la madre esta dominación se tornó
particularmente evidente. El resultado es que la muerte de la madre con­
virtió su vida de hogar especialmente infeliz; y su primer derrumbe ner­
vioso apareció 3 años después de este suceso. La hermana la trataba, in­
cluso después de que había alcanzado su mayoría de edad, como si fuera
sólo una niña; y aunque era indudablemente infantil, esta dominación pa­
rece haber afirmado su actitud infantil. Aparentemente no le estaba permi­
tido invitar a sus amigos a su casa, y apenas se le permitía visitarlos en sus
propias casas.
No puede haber dudas de que su hermana estaba sinceramente intere­
sada por su bienestar; pero la actitud dominante de la hermana la mantenía
en sujección y provocaba su hostilidad. Esta actitud hostil hacia la figura
materna funcionante dio lugar, luego del derrumbe nervioso de X, a un
temor obsesivo de que podría matar o lastimar a su hermana. Por consi­
guiente, es evidente que la actitud fundamental de X hacia la figura materna
era de odio velado hacia un poder despótico que poseía ante sus ojos todos
lo atributos de una diosa malevolente.
2) La influencia de la situación edípica. - Consideremos ahora la
importancia del papel' representado en la vida de X por la situación edípica;
el segundo de los factores a los que, como hemos visto, el pensamiento psi.
coanalítico atribuye especial importancia como fuente inconsciente de la
necesidad religiosa. Ya hemos visto que, debido a las circunstancias de su
vida temprana, su padre ausente debe haber llegado a ser considerado por
ella con sentimientos de reverencia y admiración adecuados a un dios. Pero
es difícil para la débil humanidad sostener la adoración de .un poder invi­
sible y espiritual en ausencia de un intermediario visible y representativo.
De ahí, quizás, la decadencia del cuaquerismo, que probablemente repre­
senta la interpretación más exclusivamente espiritual de la creencia cristia­
na. Existe siempre la tendencia a buscar un representante terrenal de los
poderes espirituales. Por consiguiente, en el caso de X esperaríamos encon­
trar una figura paterna importante en su vida, suponiendo que la situación
188 W. RONALD D. FAIRBAmN

edípica juegue un papel dominante en -ella. En realidad lo que encon­


tramos no es una figura paterna, sino muchas. Típicamente los sustitutos pa­
ternos se encuentran en general pertenecientes a una de dos clases de per­
sonas: 1) Hermanos, primos y tíos, individuos en cuyo caso se facilita la
transferencia de afecto por los vínculos familiares. 2) Personas como go­
bernantes, sacerdotes, médicos y maestros, que ejercen hacia otros una auto­
ridad semej ante a la autoridad paterna. ¿ Qué encontramos entonces en el
caso de X? Ante todo encontramos incorporada en una fantasía que yo no
he citado, la idea de que, si no se casaba con Cristo, una persona de la
realeza sería el sustituto más adecuado. Además, encontramos que había
urdido fantasías eróticas alrededor de las figuras de casi todos los muchos
médicos bajo cuyo cuidado estuvo en el curso de su larga enfermedad. Es­
tas fantasías eran más marcadas en el caso de siete doctores. Había urdido
también fantasías eróticas con las figuras de 2 sacerdotes, 2 maestros de
escuela, y por lo menos un primo. Pero la prueba más marcada de su
fijación a la situación edípica se encuentra en su actitud hacia un hermano
que, entre paréntesis, había sufrido de melancolía, e incluso de tendencias
suicidas. Evocó incidentes de su temprana infancia que sugerían fuerte­
mente la posibilidad de intimidades físicas entre elllos; y aunque quedaban
pocos detalles disponibles para su memoria consciente, tenía la sensación de
que algo de esto podía haber sucedido. Después, a los 15 años, empezó a
tener intensos deseos de ser abrazada y acariciada por él. Cuando, luego
de su primer derrumbe nervioso, vivió en la casa de él durante un tiempo,
estaba evidentemente muy celosa de su esposa y en esa época le pedía con
frecuencia que la dej ara sentarse en sus rodillas, y anhelaba que la besara.
Fuerte contraste con su actitud hacia figuras paternas tenía su actitud hacia
hombres jóvenes de su misma edad, hacia los que experimentaba una sen­
sación de desagrado mezclada con aprensión; y a causa de esto evitaba los
bailes y encontraba cualquier excusa lo bastante buena para justificarla a
rehusar invitaciones o cualquier compromiso social de este tipo. Sin em­
bargo, la importancia del papel representado por la situación edípica en
la vida de X se revela quizá más claramente por el hecho de que una ma­
ñana, durante el curso del análisis, se despertó de un sueño con la frase
"quizá me casaré con papá" en sus oídos. Esta frase fue tema de asocia­
ción libre; y del material proporcionado cito lo siguiente: "Tenía la sen­
sación de que era extraño que papá no se quedara con nosotros. Mi madre
lo dejó justo después que yo naciera. Yo era sensible de niña cuando ha­
cían preguntas sobre quién era mi padre. En la escuela había que llenar un
formulario; y había que dar el nombre del padre. Mi madre me dijo que
no lo diera. Esto me preocupaba mucho. .. Pensaba que era horrible para
él estar separado de todos nosotros; y a veces pensaba ir a buscarlo. Lo
que me preocupa es que todavía me importa mi hermano. No quiero abra­
zarlo físicamente ahora; pero no hay ningún otro hombre que tome su
lugar. A veces me da miedo. Sé que no es una sensación sana".
Esta cita revela en forma breve cómo se sentía conscientemente hacia
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 189

su padre cuando era niña, e indica no sólo la estrecha asociación en su


mente de su hermano con la figura paterna, sino también el conflicto que
le provocó la persistencia del vínculo edipico, Incluidas entre las otras aso­
ciaciones a las que condujo este fragmento de sueño, había fantasías eróti­
cas urdidas sobre la figura de cinco médicos, un ministro, un capitán reti­
rado, un viej o al frente de un negocio, un primo y el novio de una hermana,
todas figuras paternas para ella. Se registraron también pensamientos hos­
tiles hacia la hermana que, como ya se dijo, hahía sido para ella una figura
materna incluso antes de la muerte de su verdadera madre. Había también
descripciones de una lucha, de la que estaba frecuentemente consciente den­
tro de su personalidad, entre las fuerzas del bien y del mal, y entre el espí­
ritu y el cuerpo. Estas descripciones se acompañaban de pensamientos
ambivalentes sobre Dios, y un relato de sus visiones del diablo. La natu­
raleza de estas asociaciones, tomadas en relación con los hechos de su vida,
puede dejar pocas dudas sobre la presencia, en un grado bastante excep­
cional, de la situación edípica y del conflicto engendrado por ella.
Al haber obtenido pruebas de la presencia en X de una actitud mar­
cadamente infantil hacia las figuras de sus padres, y de una situación
edípica no resuelta de proporciones exageradas, estarnos ahora en posición
de apreciar la dinámica de sus fantasías religiosas. Como ya hemos visto,
el grupo de fantasías en las que se identifica con la Madre de Dios extrae
su significación personal del hecho de que la Madre de Cristo es la Mujer
sobre la que desciende el Espíritu del Padre. Estas fantasías representan
así una realización simbólica de sus deseos edipicos hacia su propio padre
como una figura a la que atribuía poderes divinos. Una significación simi­
lar debe ser atribuida al grupo de fantasías en las que se identifica con
Cristo como Hijo de Dios. Pero, en tanto que en el primer grupo de fanta­
sías se identifica con la madre en una relación única con el padre, en el
último grupo se representa a sí misma como disfrutando de una relación
única con él, aunque reteniendo aún el status de niña. La significación es-o
pecial del tercer grupo de fantasías en las que se identifica con la Novia
de Cristo, se vuelve clara también ya que podemos ver ahora que éstas
representan una realización simbólica de sus deseos libidinosos hacia su
hermano, que funcionaba en su mente como un sustituto paterno.

NOTA SUPLEMENTARIA (951)

A la luz de los sucesos posteriores, siento que es deseable agregar una


breve nota sobre el destino de la paciente cuyas fantasías religiosas forma­
ron el tema del artículo precedente. Al principio de mi artículo dije que
mi relato estaba basado sobre "datos obtenidos durante un breve curso de
tratamiento analítico emprendido con el propósito de mitigar la gravedad
de los síntomas de los que sufría". Como he aprendido de la experiencia
desde que emprendí el tratamiento de esta paciente en 1926, y como los
analistas en general han reconocido desde hace mucho, es extremadamente
190 W. RONALD D. FAIRBAIRN

temerario embarcarse en el tratamiento analítico de un caso con la esperanza


de lograr una disminución de los síntomas en poco tiempo. Por consiguien­
te, no será gran sorpresa para el lector saber que en el caso de esta paciente
particular, lo que anticipadamente prometía ser un "breve curso de trata­
miento analítico", resultó después no tan breve. En realidad, el tratamiento
estuvo sujeto a repetidas interrupciones debidas a diversas vicisitudes, que
no es necesario detallar, Sin embargo, sujeta a esta hmitación, la conti­
nuidad del tratamiento se mantuvo por más de dos años. En esta época, el
progreso clínico era suficientemente marcado como para justificar la con­
clusión de que el propósito que yo había formulado al principio había
sido logrado; y por esto se dio fin al tratamiento. Durante un período de
dos años consecutivos a la terminación del tratamiento, la paciente tomó una
serie de empleos, y en todos resultó incapaz de mantenerlos por un tiempo;
y durante este periodo me consultó ocasionalmente sobre los problemas que
surgían. Pero, al final de estos dos años, se hizo evidente que tenía una
recaída; y a su pedido, reasumí su tratamiento por otros tres meses, aun­
que las dificultades económicas obstaculizaban el tratamiento. Luego de un
intervalo posterior de seis meses, a su pedido se reasumió otra vez el trata­
miento durante alrededor de un año, a pesar de continuas dificultades eco­
nómicas; pero como sucedía siempre en este caso, ocurrían con frecuencia
interrupciones de origen externo. Después, durante más de un año, no supe
nada de ella. Durante los 15 meses siguientes, sin embargo, la vi de cuando
en cuando; y en el curso de estos 15 meses pasó algunas semanas como
paciente voluntaria en un hospital mental.
Este relato bastante alargado y algo descorazonador de las vicisitudes
de la paciente, sólo pueden justificarse como trasfondo para el desenlace,
que ahora voy a relatar. Durante el último período mencionado, de quince
meses, el estado de la paciente se deterioró lentamente; pero la deteriora­
ción asumió en su mayor parte una forma aparentemente física, estando
caracterizada en lo principal por creciente debilidad física y agotamiento,
que luego la obligaron a guardar cama. Ninguna enfermedad orgánica po­
día encontrarse para explicar esta debilidad y agotamiento; y creo que no
puede haber dudas de que era de carácter "neurasténico", y que estaba aso­
ciado con su intensa práctica de la masturbación. Esta práctica databa de
su primer derrumbe nervioso a la edad de 21 años; y no tenía recuerdos
conscientes de haberse permitido anteriormente el autoerotismo. La ocasión
que sirvió para introducirla en prácticas masturbatorias fue una en la que
se despertó del sueño para encontrar su mano presionando sus órganos
genitales y a sí misma sintiendo lo que describió como "una sensación es­
pantosa con dolor disparando hacia mi estómago y un resplandor ante mis
ojos". Esto, entre paréntesis, fue en una época en que tenía "visiones del
lado espiritual". Poco después de la experiencia que acabo de mencionar
el médico que la atendía durante su enfermedadIe preguntó si hahía algo
que la preocupaba, y ella le contó la inquietud que experimentaba a causa
de las visiones de Cristo siendo bajado de la Cruz. Según su relato, el mé­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 191

dico empezó a acariciar "bondadosamente" su cuello mientras escuchaba


sus confidencias, y cuando hubo terminado se inclinó y la besó. Desde en­
tonces empezó a experimentar un deseo abrumador de estar en brazos de
un hombre. Después empezó a experimentar un intenso deseo de tocarse
sus propios órganos genitales durante las visitas de otro médico. Algo des­
pués tuvo oportunidad de consultar a otro médico más, en un lugar en el
campo al que habia ido para recuperarse de su enfermedad. Explicó a este
médico algunos de los detalles de su enfermedad, y según 3H relato él des­
lizó su mano hasta sus órganos sexuales durante el curso de la consulta.
Esa noche se permitió abiertamente la masturbación, y al hacerlo sintió que
su espíritu dejaba su cuerpo. Desde ese momento se convirtió en una com­
pleta devota de la masturbación, y la experiencia que acompañaba al acto
era descrita por ella como "increíblemente exquisita".
Luego de haber hecho una disgresión con el relato del desarrollo de
las prácticas masturbatorias de la paciente, debo volver ahora al desenlace
que había empezado a relatar antes de la disgresión. He mencionado el estado.
de extrema debilidad y agotamiento al que había quedado reducida y que
la había obligado a guardar cama; y he registrado la opinión de que su
debilitamiento era de carácter esencialmente "neurasténico". En esta época
yacía en cama en la casa, bajo el cuidado de la hermana que siempre le
había parecido tan tirana. Fue su hermana quien me informó por teléfono
del estado a que había quedado reducida, y quien al mismo tiempo me
pidió como favor especial que fuera a verla. Cuando fui a la casa, la en­
contré en el estado de debilidad extrema que ya he descrito, y aunque ni
su propio doctor ni un médico al que habían consultado habían podido en­
contrar pruebas de enfermedad orgánica, era evidente que no iba a vivir
mucho tiempo. Durante los días siguientes la visité con bastante regula­
ridad, y mi última visita fue el día antes de que muriera. Tuve así la opor­
tunidad de verla en su lecho de muerte. No tengo registrado, ni tengo un
recuerdo muy claro de los detalles de la escena en su lecho de muerte.
También su voz era débil, y tenía que hacer un gran esfuerzo para hablar.
De este modo no pude aprender mucho sobre las experiencias por las que
estaba atravesando. Recuerdo, sin embargo, que estaba perfectamente ra­
cional y perfectamente orientada en el tiempo y en el espacio. Puedo
recordar también que no experimentaba ninguna visión estática u horripi­
lante; pero a menos que mi memoria me engañe, estaba realmente teniendo
fantasías sexuales. Sea como fuere, es bien seguro que estaba en un estado
de extremo deseo sexual, y cuando la dejé moribunda en la ocasión de mi
visita final, casi sus últimas palabras fueron "quiero un hombre". La causa
real de su muerte debe quedar como asunto de especulación. ¿Puede
decirse que ha muerto de deseo sexual insatisfecho? ¿O se murió de
masturbación? ¿ O se mató a sí misma por medio de la represión? A la
luz de todos los datos, éstas parecerían ser las únicas alternativas dispo­
nibles; pero cada uno se puede formar una idea distinta de cuál de ellas
proporciona la respuesta correcta.
CAPÍTULO 11

ASPECTOS EN EL ANÁUSIS DE UNA PACIENTE

CON UNA ANORMALIDAD FíSICA GENITAL 1

(1931)

EL PROPÓSITO DE ESTE ARTÍCULO es dar un relato de un caso que presenta


aspectos de especial interés, y que en parte es quizás único en la práctica
psicoanalítica, porque, aunque siempre se había supuesto que la paciente
en cuestión era una mujer, tenía un defecto genital orgánico tal que
provocaba ciertas dudas sobre el sexo al que pertenecía. Sólo por este
motivo el caso merece ser registrado; porque surge naturalmente la cues­
tión de hasta dónde los síntomas neuróticos que aparecen en un individuo
con un defecto orgánico de este tipo, siguen las pautas de procesos psico­
patológicos familiares, según se encuentra en el curso del tratamiento
psicoanalítico.
La paciente me fue enviada para el tratamiento por el médico de la
familia, a causa de los síntomas que en seguida describiré. Entre tanto,
me parece conveniente dar cierto informe preliminar de la naturaleza de
su anormalidad física en la medida en que ésta podía ser determinada.
Fue originalmente descrita por el médico de la familia como sigue:
"Parecía ser una niña perfectamente normal hasta que llegó a la
pubertad. Empezó entonces a crecer hasta ser anormalmente alta, no
menstruaba, pero se sentía perfectamente bien. Cuando tenía alrededor
de 20 años, me consultaron y la examiné. Encontré una ausencia com­
pleta de todo órgano genital, con solo una abertura del tamaño de una
cabecita pe alfiler como vagina, que no conducía a nada. Como se sentía
perfectamente bien no se hizo nada más."
Al aceptar a la paciente para el tratamiento psicoanalítico a causa
de sus síntomas neuróticos, acepté también el informe de su médico de su
anormalidad genital, como sustancialmente correcto; pero a medida que
el tratamiento prosiguió, empecé a tener ciertas dudas sobre su informe.
Estas dudas fueron eventualmente confirmadas. por los resultados de un

1 Una versión abreviada de este artículo fue leída ante la Sociedad Psicoana­
lítica Británica el 21 de enero de 1931.
193
194 W. RONALD D. FAIRBAIRN

examen ginecológico especial que tuvo lugar bastante después del co­
mienzo de su análisis. Este examen fue llevado a cabo por un distinguido
ginecólogo muy versado también en genética, y que informó lo siguiente:
"El desarrollo general es fuertemente masculino, él pecho es muy
ancho pero el desarrollo mamario es, si es que es algo, sugestivo de tipo
femenino porque el tej ido es suave y ligeramente colgante. El vello pu­
biano es normal en su distribución para la mujer, y los órganos externos
más superficiales son definidamente femeninos, es decir, los labios, el
introito, el clítoris, el vestíbulo y la uretra. El himen está completamente
cerrado, y está representado por una serie de pequeñas bandas que cruzan
el sitio de la depresión normal. El examen rectal no fue fácil, pero pude
determinar bastante definidamente que la pelvis varía de la pelvis feme­
nina común en que no se reconoció cerviz o cuerpo uterino. Éstas, bajo
circunstancias comunes, son generalmente descubiertas con perfecta facili­
dad por esta vía. Al mismo tiempo el examen no fue lo bastante completo
como para excluir la presencia de un órgano imperfectamente desarrolla­
do. La impresión genera! que me he formado es que estamos tratando
con una condición de masculinidad esencial, con la presencia de gonadas
masculinas acompañadas por caracteres secundarios de tipo femenino, o
sea lo que generalmente se denominan «pseudo-hermafroditismo mascu­
lino»."
En la opinión del ginecólogo, entonces, la paciente tenía gónadas
masculinas y era esencialmente varón, aunque poseía genitales externos
que eran típicamente femeninos. Aparecieron después dudas sobre esta
opinión cuando se examinó una muestra de la orina de la paciente para
su contenido de estrógeno y de gonadotrofinas, por un geneticista pro­
fesional que informó lo siguiente:
"Con referencia a la muestra de orina... los hallazgos son los si­
guientes: estrógenos, por lo menos 20 unidades ratón por 24 horas. Hor­
monas gonadotrópicas, menos de 100 unidades ratón de hormona de
maduración folicular por 24 horas. Estos resultados en la excreción son
similares a los que se obtienen generalmente en un sujeto femenino nor­
mal, y la excreción de estrógenos es más alta que la que se esperaría de
un hombre. El resultado sugiere la presencia de gonadas secretorias fe­
meninas."
Los veredictos de los expertos estaban así en conflicto; pero el ve­
redicto del geneticista profesional debe ser considerado como de mayor
peso, X-4l que estaba basado en datos objetivos revelados en tests de la­
boratofío, y no era sólo una cuestión de opinión como el veredicto del
ginecólogo. En estas circunstancias la presunción original de que la pa­
ciente era realmente de sexo femenino debe quedar así, y nunca pareció
prudente impartirle cualquier información que pudiera hacer tambalear
su propia convicción de esto 2.

2 Los datos que contenían los informes de los especialistas no estaban disponi­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 195

Es de cierto interés registrar que la paciente no era el único miembro


de su familia afectado del modo descrito, y que su anormalidad genital
era compartida por más de una de sus numerosas hermanas. La exten­
sión completa de esta anormalidad sólo podía haberse determinado por
una operación abdominal exploratoria. Una interferencia tan deliberada,
empero, hubiera sido difícil de justificar; y sucedió que ninguna de las
hermanas en cuestión necesitaron nunca una operación abdominal, que
de haber sido realizada podría haber revelado incidentalmente el estado de
los órganos genitales internos. Al mismo tiempo, parece improbable, so­
bre bases puramente clínicas, que el útero pueda haber estado repre­
sentado, excepto en la forma más rudimentaria, ya que nunca había
habido signos de haematrometra en ninguna de las hermanas afectadas,
y es difícil creer que si hubiera estado presente un útero en función, no
habría sucedido el aprisionamiento de los menstruos y dado lugar a los
síntomas pertinentes. En lo que respecta a la cuestión de las gonadas,
puede suponerse que la conclusión de que eran femeninas no se apli­
caba sólo a la paciente, sino también a las hermanas que compartían el
defecto. En lo que a ella misma concierne, un factor en favor de la pre­
sencia de ovarios funcionantes es que durante la adolescencia había esta­
do sujeta a hemorragias rectales que se prestaban a la interpretación de
que eran una menstruación vicariante; y en realidad estas hemorragias
fueron confundidas con los períodos propiamente menstruales antes de
descubrirse su anormalidad. Ataques periódicos de epistaxis, a los que
siguientemente se tornó predispuesta, eran también altamente sugestivos
de menstruación vicariante. Pero, por más dudas que puedan existir so­
bre su femineidad física y fisiológica, de cualquier modo psicosexual­
mente daba la impresión de ser una mujer, y atraía mucho a hombres
heterosexuales. Su propia orientación libidinosa era francamente hacia el
sexo masculino, y aunque poseía ciertos rasgos de carácter masculino, éstos
eran bastantes consecuentes con un "complejo de castración femenino"
en el sentido psicoanalítico (por contraposición al biológico).
La paciente ya era de mediana edad, cuando me fue enviada para
tratamiento psicoanalítico, y por fortuna, dadas las circunstancias, nunca
había aprovechado ninguna oportunidad de casarse. Era maestra de pro­
fesión, pero cuando vino por primera vez había estado sin trabajar duran­
te más de un año a causa de un derrumbe nervioso. Sus padres vivían,
y ella era la mayor de una gran familia, en la que sobrevivían muchas
hermanas pero un solo hermano. Ella misma era el único miembro de la
familia que había desarrollado síntomas nerviosos, y en este aspecto era
menos afortunada que las hermanas que compartían su anormalidad fío
sica.
Hasta la pubertad había sido una niña alegre, irresponsable, para

bles cuando se escribió el presente artículo originalmente, y fueron incorporados des­


pués.
196 w. RONALD D. FAIRBAIRN

quien los juegos proporcionaban los intereses absorbentes de la vida. Pero


después de la pubertad su energía se desvió hacia una preparación seria
y tenaz para la carrera de maestra, y empleaba todo minuto disponible
para sus estudios. En éstos desarrolló un grado de escrupulosidad sufí­
ciente para provocar la sospecha de que ya operaba en gran forma la
influencia de un' superyó tiránico. Cuando eventualmente se dio cuenta
de su perturbación física, hacia el final de su aprendizaje, el efecto fue
incrementar su entusiasmo por el trabajo. Dio la bienvenida a la noticia
de que era su fortuna escapar a las cargas de la femineidad, y desalojó
todo el tema del sexo y el casamiento del campo consciente, con un suspire
de alivio. Se sintió libre ahora de dedicarse sin obstáculo a su carrera.
Pero tal como resultaron las cosas, sus esperanzas fueron amargamente
desilusionadas. En su primer puesto, luego de recibirse, empezó a encono
trar que enseñar representaba una tensión considerable. Era indebida­
mente minuciosa en sus deberes y se imponía a sí misma una norma de
perfección que era imposible alcanzar en la práctica. La consecuencia
fue que desde el principio se preocupó excesivamente por su trabajo. La
cuestión de la disciplina le causaba especial ansiedad. No podía tolerar
la menor desatención o insubordinación por parte de los niños de su
clase. Para dominar la completa atención de los niños, enseñaba con una
intensidad que la dejaba exhausta al final del día, y luego de las horas
de clase se agotaba a sí misma más aún con una preparación incesante.
El resultado natural de estos errados esfuerzos hacia la perfección fue
perj udicar su eficiencia como maestra y provocar el antagonismo de los
alumnos, que entonces se volvieron más difíciles de enseñar. Así, en vez
de elevarse, su nivel de enseñanza cayó. No tardó en apreciar ella misma
este hecho; pero su efecto fue redoblar sus esfuerzos ya demasiado te­
naces. Cuanto más luchaba por la eficiencia, empero, menos eficiente se
volvía; y cuanto menos eficiente se volvía, más se esforzaba. Se estable­
ció de este modo un círculo vicioso, y durante el curso escolar su fracaso
fue progresivo. Este fracaso progresivo se acompañaba, como podría es­
perarse, de progresivos sentimientos de autorreproche. Y así al final de
cada curso escolar encontraba su capacidad de tolerancia casi a punto
de derrumbarse. Cuando aparecían las vacaciones, le procuraban un pe.
ríodo de bienvenida recuperación, pero al principio de cada curso escolar
comenzaba otra vez el mismo círculo.
Esto fue unos años antes de que apareciera un verdadero derrumbe
nervioso. En realidad, el primer derrumbe fue de carácter físico, ya qUf:
a los 25 años contrajo una enfermedad a consecuencia de la cual no
trabajó durante más de un año. Durante esta enfermedad parece haber
estado exenta de toda ansiedad, rasgo presumiblemente debido a un inves·
timiento narcisístico de libido. El refuerzo de su narcisismo favorecié
sin duda su recuperación, que fue completa, pero llevó a un aumento de
sus dificultades cuando reasumió el trabajo. Era, por consiguiente, a
partir de esta enfermedad que su médico databa el comienzo de sus sin.
196 W. RONALD O. FAIRBAIRN

quien los juegos proporcionaban los intereses absorbentes de la vida. Pero


después de la pubertad su energía se desvió hacia una preparación seria
y tenaz para la carrera de maestra, y empleaba todo minuto disponible
para sus estudios. En éstos desarrolló un grado de escrupulosidad sufi­
ciente para provocar la sospecha de que ya operaba en gran forma la
influencia de un' superyó tiránico. Cuando eventualmente se dio cuenta
de su perturbación física, hacia el final de su aprendizaje, el efecto fue
incrementar su entusiasmo por el trabajo. Dio la bienvenida a la noticia
de que era su fortuna escapar a las cargas de la femineidad, y desaloj ó
todo el tema del sexo y el casamiento del campo consciente, con un suspire
de alivio. Se sintió libre ahora de dedicarse sin obstáculo a su carrera.
Pero tal como resultaron las cosas, sus esperanzas fueron amargamente
desilusionadas. En su primer puesto, luego de recibirse, empezó a encono
trar que enseñar representaba una tensión considerable. Era indebida­
mente minuciosa en sus deberes y se imponía a sí misma una norma de
perfección que era imposible alcanzar en la práctica. La consecuencia
fue que desde el principio se preocupó excesivamente por su trabajo. LB
cuestión de la disciplina le causaba especial ansiedad. No podía tolerar
la menor desatención o insubordinación por parte de los niños de su
clase. Para dominar la completa atención de los niños, enseñaba con una
intensidad que la dejaba exhausta al final del día, y luego de las horas
de clase se agotaba a sí misma más aún con una preparación incesante.
El resultado natural de estos errados esfuerzos hacia la perfección fue
perjudicar su eficiencia como maestra y provocar el antagonismo de los
alumnos, que entonces se volvieron más difíciles de enseñar. Así, en vez
de elevarse, su nivel de enseñanza cayó. No tardó en apreciar ella misma
este hecho; pero su efecto fue redoblar sus esfuerzos ya demasiado te­
naces. Cuanto más luchaba por la eficiencia, empero, menos eficiente se
volvía; y cuanto menos eficiente se volvía, más se esforzaba. Se estable­
ció de este modo un círculo vicioso, y durante el curso escolar su fracaso
fue progresivo. Este fracaso progresivo se acompañaba, como podría es­
perarse, de progresivos sentimientos de autorreproche. Y así al final de
cada curso escolar encontraba su capacidad de tolerancia casi a punto
de derrumbarse. Cuando aparecían las vacaciones, le procuraban un pe.
ríodo de bienvenida recuperación, pero al principio de cada curso escolar
comenzaba otra vez el mismo círculo.
Esto fue unos años antes de que apareciera un verdadero derrumbe
nervioso. En realidad, el primer derrumbe fue de carácter físico, ya que
a los 25 años contrajo una enfermedad a consecuencia de la cual no
trabajó durante más de un año. Durante esta enfermedad parece haber
estado exenta de toda ansiedad, rasgo presumiblemente debido a un inves­
timiento narcisístico de libido. El refuerzo de su narcisismo favorecié
sin duda su recuperación, que fue completa, pero llevó a un aumento de
sus dificultades cuando reasumió el trabajo. Era, por consiguiente, a
partir de esta enfermedad que su médico databa el comienzo de sus sín
ESTUDIO PSICOANAÚTICO DE LA PERSONALIDAD 197
tomas nerviosos. Cuando reasumió la enseñanza, sus viejas angustias se
reimpusieron en forma agravada, y a su debido tiempo se encontró in­
capaz de sobrevivir al curso escolar sin agotarse. Un sujeto de carácter
más débil (o sea un sujeto con un yo menos firmemente organizado)
hubiera renunciado más fácilmente que ella. Pero la organización de su
yo era notablemente estable; y su ideal del yo estaba también poderosa­
mente representado en la conciencia en forma de un tremendo sentido del
deber. Consecuentemente emprendió una lucha mejor que la que de otro
modo podría esperarse. Eventualmente, sin embargo, las fuerzas que ac­
tuaban en su inconsciente exigieron un tributo excesivo a su indudable
capacidad para el esfuerzo voluntario. A medida que proseguía el curso
escolar, solía encontrar que su memoria le jugaba curiosos trucos en la
clase, descubría que le faltaban palabras corrientes, profería oraciones
incoherentes, o de repente encontraba su mente en blanco en medio de
una lección. También los problemas disciplinarios empezaron a causarle
tormentos. La menor desatención o insubordinación por parte de un niño
la hacían hervir de furia, que luchaba por dominar con heroicos esfuer­
zos de autocontrol. Sentía que casi podría matar a un nifio desobediente,
pero cualquier severidad de su parte le provocaba terribles exámenes de
conciencia. Su sueño estaba perturbado por sueños de maestra (análogos
a los sueños de guerra del soldado), más tarde, en el curso escolar, dormir
solía volverse casi imposible; y caminaba por horas durante la noche.
Eventualmente la tensión y la angustia alcanzaban un punto en que la
hacían completamente incapaz de enseñar. Entonces se abandonaba a la de­
sesperación y pedía ser relevada de sus tareas. Pero, en cuanto era
relevada de responsabilidades profesionales, comúnmente surgía una nota­
ble escena de transformación. Su angustia y depresión solían desvane­
cerse entonces como por arte de magia y volvía a su hogar, convirtiéndose
en la vida y alma de la familia, hecho que naturalmente provocaba ciertos
comentarios desfavorables entre sus amigas. Pero para el psicopatólogo
estas súbitas transiciones desde la melancolía ansiosa a la elación mode­
rada proporcionarían pruebas de un proceso maníaco-depresivo en acción.
En realidad, las fases de depresión y elación de la paciente no siempre se
sucedían una a la otra; e incluso cuando esto sí sucedía, a veces, aunque
no siempre, la fase depresiva seguía a la fase de elación. En general los
períodos de depresión eran mucho más frecuentes que los períodos de
elación; pero un aspecto interesante de ambos tipos de fases era la bre­
vedad general de su duración. Sin embargo, un aspecto aún más inte­
resante era que los acontecimientos que precipitaban las fases, tanto la
depresiva como la de elación, resultaban excepcionalmente fáciles de ais­
lar. Esto es cierto particularmente para las fases que se desarrollaron
durante el análisis. A medida que proseguía el análisis, alguna de las
fases que aparecían sólo tenían una duración de pocas horas o incluso
de pocos minutos; y la paciente adquirió suficiente insight como para
aislar los acontecimientos precipitantes sin mucha dificultad. Se hizo
198 W. RONALD D. FAIRBAIRN

así posible observar el proceso maníaco-depresivo en acción, por así de­


cirlo, bajo el microscopio.
Dice algo de la tenacidad de propósitos de la paciente y de la fuerza
de su interés profesional, el que a pesar de repetidos derrumbes nerviosos,
no abandonó finalmente la enseñanza hasta un año antes de emprender el
tratamiento analítico. Los períodos de ligera elación que seguían a sus
diversos derrumbes eran relativamente breves, y luego de haber estado
en su hogar durante una, o dos semanas, su ideal del yo solía empezar
a hacerle nuevas _exigencias. Empezaba a acusarse de llevar una vida
ociosa e inútil, y de convertirse en un parásito para Tos padres. Su fuente
sentimiento de independencia se imponía, y ella se arrojaba al remolino
una vez más. Una vez, en realidad, hizo una excursión fuera del campo
educativo, porque en una época se embarcó en el aprendizaje de se­
cretariado, con la impresión de que un cambio de ocupación podría miti­
gar sus dificultades. Esta esperanza resultó corta y no pasó mucho tiempo
antes de que encontrara sus viej as angustias ligándose ahora con su
trabajo de secretaria. Por consiguiente, dos años después la encontramos
enseñando otra vez; esta vez a cargo ella sola de una pequeña escuela en
un remoto distrito campestre. En un ambiente tan protegido, lej os de la
recorrida habitual del temido inspector, y sin supervisión excepto la im­
puesta por su propio ideal del yo, sintió que podría crear un paraíso
educativo en el que el león de la eficiencia escolar podría yacer junto
al cordero de la paz mental. Pero hasta en este Paraíso pronto descubrió
tanto a la serpiente como al ángel vengador. Las viejas ansiedades retor­
naron, y a su despertar le siguieron los derrumbes nerviosos. Buscó la
paz en una sucesión de puestos en distritos remotos, pero en vano. De
modo que eventualmente abandonó la enseñanza, desesperada, y volvió
al hogar para probar los efectos de un prolongado período de descanso.
A su vuelta al hogar, sus síntomas comenzaron a tomar una forma
algo diferente. Empezó a sufrir ahora, cada pocas semanas, de breves pe­
ríodos de depresión. La periodicidad de estos ataques era un rasgo llama­
tivo; y. era quizá significativo a la luz de su anormalidad sexual, que siem­
pre hablaba de ellos como de "estar indispuesta", y también hablaba a
veces de "faltarle un turno". Cuando se acercaban esos períodos de depre­
sión, experimentaba una sensación de luchar contra alguna fuerza sin
nombre dentro de sí, que amenazaba abrumarla. La naturaleza de esta
fuerza era un misterio para eIlla, aunque para el psicoanalista lleva la marca
inequívoca del superyó. La lucha aumentaba gradualmente de intensidad
y eventualmente la reducía a un estado de aguda aflicción, en el que los
pensamientos de autodestrucción nunca estaban muy distantes. Al final
se encontraba completamente abrumada en su vana lucha contra el enemi­
go invisible. Solía entonces arrojarse sobre su cama o sobre la silla más
próxima, y estallar en un torrente de lágrimas. Esta crisis emocional era
seguida por un súbito alivio de tensión y angustia; pero siempre se que­
daba con la sensación de haber sido fotalmente humillada y totalmente
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 199

vencida. Solía entonces retirarse a la cama y yacer por varios días pen­
sando, leyendo y durmiendo. Mientras estaba en este estado regresivo, no
permitía que nadie entrara en su habitación, excepto su madre, a cuyo
control se abandonaba en esos momentos sin reservas, y que cumplía
todos sus deseos. El superyó había vencido, pero, al someterse a su vic­
toria, ella lograba un ingreso temporario al paraíso que había buscado
en vano en escuelas remotas. Al someterse incondicionalmente a su madre
recuperaba el estado de inocencia primaria que había perdido en la in­
fancia con su primera desobediencia. Volvía a entrar como un visitante
de paso a aquel paraíso perdido donde, en premio por obedecer comple­
tamente, podía satisfacer todo deseo infantil.
El procedimiento analítico pronto reveló la importancia de la si­
tuación edípica en el desarrollo del estado que sufría la paciente. Su
padre real resultó, empero, una figura comparativamente insignificante
en el drama. No -tenía una personalidad fuerte, y representaba un mo­
desto papel en el círculo familiar. La figura dominante en el hogar era
la madre, una mujer enérgica y eficiente, para quien el bienestar de su
familia estaba por encima de todo. Pertenecía al tipo de madre buena
demasiado propensa a instigar la formación de un superyó exigente en
sus hijos. De cualquier modo, en el caso de la paciente representó un
papel importante en la formación de un superyó tiránico. La fuerza del
superyó de la paciente parecería haber aumentado en vez de disminuir,
por el hecho de que el rol de la figura paterna fue en gran parte repre­
sentado por su abuelo paterno. Este hecho par~ haber acentuado su
rivalidad con su madre y reforzado poderosamente su culpa inconscien­
te. Su abuelo se había muerto hacía algunos años cuando llegó al trata­
miento, pero en su inconsciente vivía con todos los atributos de una
deidad benevolente. Era su primer nieta, y siempre había seguido siendo
su preferida. Su preferencia sé expresaba en innumerables regalos, que
debían haberle parecido lujosos ante la relativa economía a que los padres
consideraban necesario sujetarse durante su infancia. Su benevolencia le
hizo ganar así fácilmente en su imaginación el status de un dios-padre
maravilloso. Aparte del afecto y la preferencia que le dedicaba, abrió
para ella las puertas de un paraíso infantil en el que transcurrieron los
momentos más felices de la vida de la niña. Las obligaciones profesio­
nales del abuelo lo conectaban con la administración de una finca vecina,
y gracias a él ella pudo entrar en él como en un magnífico campo de
juego. El juego era para ella una perfecta pasión, y el lugar le propor­
cionaba oportunidades sin par para dedicarse a esta pasión. Las restric­
ciones que le imponía naturalmente el propietario le parecían sólo pálidos
reflejos de las que le imponía su madre en el hogar; pero en la medida
en que la fastidiaban, parece que se habían asociado en su mente con la
esposa del propietario, que frecuentemente aparecía en sus sueños como
una figura materna desaprobadora, y que representaba el papel de ogro
en el mágico jardín.
200 W. RONALD D. FAIRBAIRN

El primer aspecto digno de nota en el análisis fue la emergencia de


innumerables recuerdos de su temprana infancia relacionados principal­
mente con el abuelo de la paciente, y la finca con que él estaba conectado.
Los recuerdos de este período de su vida habían sido mantenidos fuera
de la conciencia durante toda su carrera de maestra, pero una vez que
fueron superadas las resistencias preliminares, se vertieron en la con­
ciencia como si se hubieran abierto las compuertas de un torrente. Así
revivió en su momeria días sin fin de felices juegos. Volvió a entrar al
paraíso de su infancia, que se había vuelto más delicioso por la actuación
de la fantasía inconsciente durante los años intermedios. Pero, en el
trasfondo, estaba siempre la sombra amenazante de una figura materna.
Cuando, de niña, estaba jugando en la finca, este papel lo asumía la espo­
sa del propietario, pero cuando el abuelo visitaba su hogar, era su madre
real quien parecía mantenerse a un lado como figura siniestra que frunce
el ceño desaprobadoramente. En la primera fase de su análisis, sin em­
bargo, su superyó estaba ampliamente en estado latente. Predominaban
los recuerdos y fantasías felices de la infancia. Se reunía con su abuelo
en la fantasía y jugaba alegremente con él en los campos deliciosos. Las
experiencias afectivas reprimidas de naturaleza libidinosa se abrieron paso
así a través de la barrera de los años, y redescubrió lo que llegó a describir
como su "yo infantil", que durante mucho tiempo había permanecido re­
primido en su inconsciente. Esta irrupción de experiencias afectívas repri­
midas se acompañó por la emergencia de sensaciones sexuales, que al princi­
pio le parecieron enteramente nuevas, pero que eventualmente revívieron
recuerdos de sensaciones experimentadas en hamacas y balancines, en sus
días tempranos. Su descripción de estas sensaciones indicaba claramente que
concordaban con el tipo clitorideano. Resultaron estar estrechamente rela­
cionadas en su mente con sueños sobre mariposas, y las sensaciones mismas
le recordaban la agitación de las alas de las mariposas.
También en esta época empezó a relatar experiencias con hombres,
las que bastante adecuadamente designaba como "aventuras". Necesitaba
viajar en tren cuando venía al análisis, y típicamente estas aventuras tenían
lugar en los viajes de ida y vuelta. Empezó a encontrar que, cuando su
único compañero de viaje era un hombre, casi invariablemente ella atraía
su atención, y no se tornaron infrecuentes incidentes en los que era estrujada
y besada por hombres ocasionales en vagones del ferrocarril. Esto constituía
para ella una experiencia nueva, que al principio le procuró considerable
satisfacción. Difícilmente puede haber dudas de que los incidentes descritos
no eran simplemente productos de su imaginación; y su ocurrencia era bas­
tante comprensible en vista de la súbita liberacíón de libido reprimida, que
el análisis había producido. Bien puede ser que esta liberación de libido la
haya tornado especialmente atractiva para el otro sexo, al mismo tiempo
que debilitaba sus propias inhibiciones. Todo esto parecen haber sido he­
chos objetivos, pero sus relatos de sus experiencias estaban indudablemente
coloreados con interpretaciones subjetivas. Hasta dónde esto era así es
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 201

difícil determinar. Así, por ejemplo, a menudo decía que los hombres que
pasaban por su compartimiento mientras el tren estaba ante una platafor­
ma, se volvían y entraban al mismo compartimiento. Esto puede haber sido
cierto por lo menos en parte, porque en este período ciertamente exhalaba
libido. Sin embargo, cuando la encontramos sacando la conclusión de que
la liberación de su yo infantil la había dotado de la capacidad de "afectar"
a otros e incluso a animales, se torna evidente que había dejado el campo
de los hechos sólidos por el mundo fantaseado de la omnipotencia infantil.
Era demasiado racional como para creer en la magia, pero empezó a imagi­
narse a sí misma dueña de nuevos poderes, que la ciencia hasta entonces no
había podido desentrañar, poderes que, según sentía, eran capaces de ser
empleados para el beneficio de la humanidad entera. Es evidente. por consi­
guiente, que ahora se había vuelto sujeta a delirios de grandeza con un
matiz mesiánico. El hecho de que esta exaltación del pensamiento estuviera
acompañada por ferviente actividad y felicidad radiante, no dejaba dudas
de que estaba pasando por una fase maníaca.
Esta fase maníaca, que se desarrolló con cierta rapidez en el primer
estadio de su tratamiento, desapareció gradualmente luego de alcanzar un
clímax. En total puede decirse que duró alrededor de tres meses. Después
siguió un período de relativo equilibrio, en el que la paciente cosechó los
beneficios de la liberación de su libido. Las aventuras en el tren continuaron
y sensaciones sexuales estaban constantemente propensas a introducirse; pero
no se presentaron ideas extravagantes. El "yo infantil" y sus manifesta­
ciones llegaron a ser aceptados por la paciente como una parte legítima
de su psique, a la que hasta entonces se le había negado expresión y que
ahora había llegado a su propio ser. Durante este período sus asociacio­
nes analíticas se ocupaban principalmente con detalles de la situación edí­
pica, que involucraba su fijación al abuelo materno. su resentimiento de
la autoridad de la madre y su rivalidad con ella por el afecto del abuelo.
Empezaron también a acumularse pruebas de marcada envidia del pene.
La situación hasta aqui descrita pertenece al primero de los tres
estadios que pueden distinguirse en el análisis, hasta el momento en que
escribo. Durante el primer estadio. el análisis no penetró en ninguna ex­
tensión apreciable bajo el nivel genital. En el segundo estadio, empero.
se hicieron sentir los niveles más profundos del inconscienLe. Es sin duda
debido a este hecho que la paciente empezó otra vez a experimentar pe­
ríodos de depresión. La presencia de una fuerte fijación anal se infirió
desde el principio en vista de su extrema prolijidad, su odio a la suciedad
y su pasión por la higiene. Su historia de constipación espasmódica y la
sospecha de que sus hemorragias rectales durante la adolescencia repre­
sentaban una menstruación vicariante aumentaron la expectativa formada.
Pero durante el segundo estadio, los elementos anales empezaron a mani­
festarse más abiertamente. Empezó a soñar con lavatorios, corredores
tortuosos y edificios caracterizados por desorden y suciedad. Aparecie­
ron también fantasías de nacimiento por el ano. y empezó a sentir sensa­
202 W. RONALD D. FAIRBAIRN

ciones de carácter sexual en el recto. Igualmente la envidia del pene se


expresaba bajo un disfraz anal, como cuando soñó que encontraba un
cigarrillo pegado a su orificio anal. Pero a su debido tiempo, los elemen­
tos orales empezaron a dominar el campo. Empezó a soñar con gran
frecuencia con comidas y dulces que le recordaban sus golosinas favoritas
de la infancia. En más de una oportunidad aparecieron sueños que suge­
rían un trauma en conexión con el destete. Su actitud hacia el pene em­
pezó también a asumir una coloración definidamente oral, como se hizo
evidente en sueños en los que objetos de significación fálica aparecían en
forma de alimentos. Así en un sueño se le presentó un pescado de cho­
colate para comer, y en otro encontró a una salamandra cubierta con
salsa blanca en un plato frente a ella. A medida que transcurría el tiempo,
la importancia de su fijación oral se hizo cada vez más evidente; y even­
tualmente el primer plano se volvió casi completamente dominado por su
actitud intensamente oral-sádica hacia el pene. La extravagancia de su
envidia del pene es de significación especial, en vista del hecho de que
no poseía una vagina; ya que no era la posesión de la vagina caracterís­
ticamente femenina lo que anhelaba, sino la posesión del pene característi­
camente masculino. Aquí puede recordarse que, cuando a la edad de veinte
años se le informó de su perturbación sexual, recibió la noticia con un
profundo suspiro de alivio. Se sintió llena de alegría por la reflexión de
que era una de las pocas mujeres a quienes le estaba asegurada una
exención completa de las cargas de la femineidad. Éstas hahían adquirido
asociaciones particularmente displacenteras para ella cuando, de niña, vio
la sangre en las sábanas usadas en uno de los partos de la madre; aso­
ciaciones displacenteras que se reforzaron después cuando se le informó
sobre la menstruación. Tenía así horror a la vagina, que estaba acompa­
ñado por una sobrevaloración inconsciente del clítoris. Antes del análisis
ignoraba la existencia del clítoris, pero en sus fantasías inconscientes éste
representaba el papel del pene, y estaba representado en sus sueños por
símbolos fálicos de tamaño disminuido.
La actitud sádico-oral hacia el pene, que el análisis reveló en la pa·
ciente, resultó el factor principal en la producción de sus síntomas. El
carácter de esta actitud está bien ilustrado por un sueño que mostraba
a su hermano entrando desvestido a una habitación, con una herida en
el pene y una mirada de horror en sus ojos. Esta mirada de horror la
persiguió cuando se levantó, y la dejó con una sensación de aguda infeli­
cidad. Bajo esta infelicidad sus asociaciones revelaron una definida sen­
sación de responsabilidad por la herida; y en una ocasión siguiente el
sueño fue evocado con la súbita intuición de que la herida en el pene
de su hermano era del carácter de una mordedura. Este sueño resultó de
considerable interés a la luz de acontecimientos reales, la que, no mucho
después de su aparición, su hermano encontró una muerte violenta en
un accídente que implicó considerable mutilación de su cuerpo. EUa mis­
ma estaba presente cuando, para usar su misma frase, su "hermano roto"
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE L-\. PERSONALIDAD 203

fue llevado a la casa del padre; y uno bien puede imaginarse su cadáver
produciendo en ella la impresión de un cuerpo maltratado por un animal
carnívoro, lo que conmovió su sadismo oral hasta lo más profundo. De
cualquier modo, su reacción a la muerte de su hermano fue particular­
mente significativa. El resto de la familia se comportó en forma habitual.
El carácter súbito y espantoso de la tragedia los postró de aflicción. Pero
fue distinto en el caso de la paciente. En vista de sus anteriores postra­
ciones nerviosas, los otros temían que el shock resultara demasiado para
ella. Pero resultó ser el único miembro de la familia que mantuvo la
calma. Todos se maravillaron por la forma en que "se puso a tono con
la situación". Mientras los otros permanecían impotentes con su dolor.
ella se hizo completo cargo de los asuntos e hizo todos los arreglos neceo
sarios requeridos por las circunstancias, con una eficiencia que provocó
admiración general. Al enfrentar así las exigencias de la situación expe­
rimentó una sensación de poder triunfal, que se mantenía en fuerte con­
traste con la sensación de impotencia que oprimía a los otros. Para la
mente psicoanalítica esta reacción, que parecía tan heroica para el no in ¡.
ciado, debe parecer necesariamente sospechosa en vista del sueño que prc­
cedió tan poco a la fatalidad. En el sueño. el sadismo oral de la paciente
tenía que permanecer contentado con una satisfacción tan ilusoria como
la que podía extraer de la imagen del pene mordido de su hermano, pero la
contemplación del cadáver mutilado del hermano proporcionó una satis­
facción sádico-oral en la realidad que excedía en mucho los sueños de
avidez oral. La gratificación así procurada dio lugar a una sensación de
omnipotencia que le dio a través de la crisis un completo dominio de la
situación. En tanto que los otros sucumbieron a la depresión, ella pasó
de este modo a una fase de elación. Pero, cuando a su debido tiempo, la
depresión de los otros empezó a desaparecer, lo mismo sucedió con su
elación, y por la época en que ellos habían recuperado la calma, ella ha­
bía pasado a una fase de depresión. La influencia del superyó se había
impuesto, y ella empezaba ahora a pagar el precio de su culpable triunfo
sádico-ora],
La liberación de tendencias sádicas reprimidas, pertenecientes prin­
cipalmente a un nivel oral, fue el rasgo distintivo del segundo estadio
del análisis de esta paciente. DuranLe este estadio continuaron las aven­
turas en el tren; pero su actitud hacia los hombres relacionados con ellas
se convirtió en más y más desapegada. Le daba una sensación de poder
jugar con sus sentimientos durante un tiempo, para luego dej arIos de
ado con aire de indiferencia, a veces al llegar a destino, otras veces antes.
En esta actitud podemos advertir la actuación de un "motivo de ven­
ganza" sádico, dirigido a los hombres como poseedores del pene envidia­
do. La significación real de este motivo de venganza se manifestó más
claramente cuando empezó a sentir que había "afectado" a ciertos hom­
bres casados en el vecindario de su hogar, de la misma manera en que
había "afectado" a hombres ocasionales en el tren, aunque en el caso de
204 W. RONALD D. FAIRBAIRN

los prImeros no sucedii eron ver d a d


os rrri " La sensacion d e "afec­
eras" aventuras.
tar" hombres se vinculaba particularmente a figuras paternas; y por mo­
mentos la experimentaba en relación con su padre mismo. Con el trans­
curso del tiempo estos "afectamientos" (como ella los llamaba) aumentaron
su margen de acción; y situaciones de tipo remoto, tales como sentarse
en la iglesia en el mismo banco que un hombre, o encontrarse con el
marido de una amiga en un té, adquirieron la significación emocional de
"aventuras". A medida que esas experiencias aumentaban de frecuencia,
empezó a estar cada vez más sujeta a ataques transitorios de depresión,
"enfermedades", como ella las llamaba. Al principio era incapaz de re­
conocer la conexión causal entre los "afectamientos" y las "enfermedades"
que les seguían, pareciendo caer estas últimas sobre ella como rayos del
cielo. Pero con el transcurso del tiempo empezó a obtener insight en la
relación existente entre los dos grupos de fenómenos, y eventualmente se
tornó capaz de reconocer retrospectivamente los acontecimientos que pre­
cipitaban la mayoría de sus "enfermedades". El insiglit que de este
modo adquirió gradualmente, tuvo el efecto general de reducir tanto la
gravedad como la duración de sus ataques de depresión. A veces no
duraban más que pocas horas o incluso pocos minutos, y a veces eran de
carácter completamente abortivo. Más de una vez su aparición y desapa­
rición tuvieron lugar durante el curso de una sesión analítica. El ejem­
plo más notable de este fenómeno fue la súbita desaparición de la marcada
fase de depresión que siguió a la muerte de su hermano. En esta ocasión
el curso de las asociaciones fue tal como para precipitar a la paciente
en un resplandor de insight sobre la significación inconsciente que para
ella tenía la muerte de su hermano. Este resplandor de insight fue segui­
do en un abrir y cerrar de ojos por la completa desaparición de la nube
de depresión que pendía sobre ella.
El despertar del insight por parte de la paciente sobre los factores pre­
cipitantes de sus "enfermedades" antes misteriosas, marcó el comienzo de
su tercer estadio de análisis. La causa última de estos ataques de depre­
sión debia encontrarse por supuesto en la culpa inconsciente ligada a sus
tendencias sádicas; y el rasgo esencial del tercer estadio fue la emergencia
gradual de esta culpa inconsciente. El primer estadio, como hemos visto,
se caracterizó por una liberación de libido reprimida en el nivel genital,
seguida por la emergencia de elementos de la estructura del superyó rela­
tivos a la situación edípica. En este nivel el superyó provenía principal­
mente de la figura de la madre de la paciente, que era su gran rival para
el amor del abuelo. En el segundo estadio del análisis apareció una libera­
ción de tendencias sádicas reprimidas provenientes principalmente del nivel
oral. Esto fue acompañado por los transitorios ataques de depresión ya
mencionados; pero la culpa que ocasionaban estos ataques seguía surner­
gida en el inconsciente. Fue sólo en el tercer estadio que empezaron a sur­
gir los componentes del superyó relativos a situaciones orales y anales. A
medida que surgían se hizo evidente que, en estos niveles más profundos.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 205

el superyó provenía principalmente de la figura del abuelo de la paciente,


que era el objeto hacia el que en última instancia se dirigían en gran parte
sus tendencias sádicas. Fue, sin embargo, sólo muy gradualmente y ante
tremenda resistencia que la culpa vinculada a sus tendencias sádicas emer­
gió a la conciencia.
La emergencia de la culpa inconsciente vinculada al sadismo de la pa­
ciente fue preanunciada, como ya se indicó, por el despertar de insight en
las causas precipitantes de sus "enfermedades". A su debido tiempo, em­
pero, la culpa empezó a manifestarse más abiertamente, en la sensación de
incomodidad y vergüenza que experimentaba en relación con situaciones
de "aventura". Empezó a sentirse incómoda y mal cuando un hombre entra­
ba en el vagón de ferrocarril en que ella estaba sentada. Su rostro empezaba
a arder, y estaba tan incómoda que no sabía para dónde mirar. Hacía en­
tonces esfuerzos supremos para ocultar su sensación de incomodidad, ya sea
manteniendo sus ojos fijos en un libro simulando leer, o luchando por
adoptar una actitud de aparente compostura. Tales experiencias en sí mis­
mas le causaban considerable inquietud, pero esta inquietud se volvió casi
insoportable cuando empezó a sentir que los hombres en cuestión, e incluso
otros hombres del mismo vagón, estaban "afectados" por su estado de áni­
mo, sensación apoyada por el hecho de que con frecuencia los hombres en
cuestión dejaban su vagón en una estación intermedia, y subían a otros.
Incidentes de este tipo engendraron en ella una extrema mortificación y la
llevaron a sentir que se había convertido en una molestia pública. En con­
secuencia, la angustia que se manifestó primero en relación con las situa­
ciones de "aventura", empezó a ligarse con el pensamiento mismo de un
viaje en tren. Cuando se acercaba la hora de dejar su casa para ir a la es­
tación, experimentaba una creciente aprensión. Se sentía incómoda al ver
hombres que por casualidad encontraba en su camino entre la casa y la
estación local. Se convirtió para ella en una agonía pedir al boletero un
pasaje, y una vez que había comprado el pasaje, se refugiaba en la sala
de espera de señoras hasta que llegaba el tren. Cuando el tren había lle­
gado, buscaba ansiosamente un compartimiento reservado para "señoras
solamente", y si ninguno de éstos estaba disponible, trataba de elegir un
vagón en el que no hubiera hombres. Después, al final de su viaje en tren,
si caminaba por una calle llena de gente que era la que procuraba el ca­
mino más directo hasta mi consultorio, estaba torturada por estar muy
consciente de sí misma, y, en consecuencia, adoptaba la práctica de hacer
desvíos por calles más apartadas.
Es digno de notarse que estaba libre de toda incomodidad en compañía
de mujeres, pero a medida que transcurrió el tiempo, toda situación en que
corría el riesgo de encontrarse con hombres se convirtió para ella en una
situación de peligro. Fue así como la culpa vinculada con su actitud sádica
hacia el pene emergió gradualmente a la conciencia. Para su inconsciente,
todo hombre representaba un pene potencial, así como para el cazador de
cuero cabelludo todo enemigo representa un cuero cabelludo potencial. Era
206 w. RONALD D. FAmBAIRN

como si, al igual que un cazador de cuero cabelludo, caminara con un cin­
turón de trofeos alrededor de la cintura. Su autoconciencia era en parte una
reacción de culpa ante su exhibicionismo inconsciente, pero un factor mucho
más importante fue la codicia de su mirada. Miraba a todo hombre para
codiciar su pene con toda la codicia de su sadismo oral. Así toda mirada
que dirigía a un hombre era una mirada culpable, y sus ojos se avergonza­
ban cuando le devolvían la mirada. Su culpa, a medida que emergía, se
extendió en círculos cada vez más amplios. Así empezó a sentirse incómoda
cuando la atendía un vendedor en una tienda, cuando miraba al sacerdote
en la iglesia, o cuando veía a un hombre acercándosele por un camino en
el campo. A su debido tiempo surgió que los únicos lugares en que se
sentía relativamente segura eran el consultorio y su propia casa. Incluso
en el círculo familiar, empero, su paz mental estaba expuesta a perturbacio­
nes, ya que la visita de un cuñado siempre propendía a precipitarle angus­
tia, y a veces se sentía incómoda por la sensación de haber "afectado" a
su padre. Otra fuente de angustia surgió del hecho de que, luego de la
muerte de su hermano, su esposa y su hija vinieron a vivir a su casa. La
niña era algo revoltosa, y así fácilmente se convirtió no sólo en el símbolo
de los impulsos sádicos de la propia paciente, sino también en el objeto de
toda la furia de su superyó. La furia del superyó era fácilmente provocada
cuando, como sucedía a veces, la niña trastornaba el orden del jardín, que
estaba a su cuidado, y sobre el que ejercía un poder no discutido. Nunca
nada le provocaba tanta indignación como cuando su sobrina destruía flo­
res que ella había plantado. En tales ocasiones experimentaba un torrente
de verdaderos impulsos asesinos; y era sólo con un esfuerzo supremo de
autocontrol que evitaba infligir daños físicos a la niña. Esas reacciones
violentas por parte de su superyó estaban complicadas por el hecho de que
su sobrina simbolizaba para ella no sólo sus propias tendencias sádicas sino
también el pene de su hermano. Su violenta reacción representaba así una
expresión directa de su sadismo reprimido y una expresión de su sádico
superyó.
La actitud de la paciente hacia su traviesa sobrina durante el curso del
análisis esclarece considerablemente los síntomas que originalmente la tra­
jeron al tratamiento analítico. Como su sobrina, los niños a los que ense­
ñaba durante su carrera docente adquirían en su mente la significación
simbólica de sus propias tendencias reprimidas. De este modo su exigente
superyó la llevaba a exigir de los niños obediencia absoluta, completa aten­
ción y perfecta dedicación. En la medida en que fallaba en asegurarse todo
esto, hahía fallado en someter sus propias tendencias desobedientes. Como
su sobrina, también los alumnos tenían para su inconsciente una doble sig­
nificación. Simbolizaban no sólo sus propias tendencias sádicas, sino tam­
bién el pene envidiado y odiado. Su actitud hacia los niños representaba
un compromiso entre su sadismo reprimido y las exigencias de su sádico
superyó. La omnipotencia por la que luchaba era la omnipotencia por la
que podría satisfacer sus tendencias sádicas con la aprobación del superyó.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 207

Esto sugiere que pueden distinguirse dos tipos de omnipotencia en la sinto­


matología de las psiconeurosis y psicosis. Por una parte, está la omnipo­
tencia de los deseos libidinosos sin trabas, que nuestra paciente buscaba
encontrar en el mágico jardín de su infancia. Por otra parte, está el tipo
de omnipotencia que buscaba establecer en su carrera docente, o sea una
omnipotencia como la que puede obtenerse a través de la satisfacción de las
tendencias sádicas reprimidas en un campo de actividades sublimadas, en
el que el yo puede satisfacerse a través de las mismas actividades. El pri­
mer tipo parece estar representado en la omnipotencia de la manía y la es­
quizofrenia, en tanto que el último parece característico de los estados
obsesivos y paranoides.
La mención de los estados paranoides nos trae de vuelta a la conducta
de la paciente en discusión, durante el tercer estadio de su análisis. Ya se
ha llamado la atención sobre la manera en que emergió gradualmente la
culpa profundamente reprimida por sus deseos sádico-orales, en la forma
de exagerada autoconciencia. Esta culpa sólo surgió, empero, frente a una
resistencia infinitamente mayor que la ofrecida a la emergencia de los de­
seos reprimidos mismos. Las técnicas defensivas de la paciente se movili­
zaron al máximo para impedirse a sí misma reconocer su culpa sádico-oral.
Una vez que' llegó a reconocer la presencia de poderosas tendencias sádico­
orales en su psiquismo, adoptó hacia ellas una actitud consciente de toleran­
cia, tal como la que sería adecuada hacia las jugarretas bonachonas de un
niño alegre. Conscientemente las consideraba como un engorro terrible, pero
naturales e inocentes. Esta actitud era por supuesto una defensa contra
la culpa vinculada a ellas en el inconsciente. Esta culpa se manifestaba en
forma mitigada en su autoconciencia e incomodidad en presencia de hom­
bres; pero resentía amargamente el hecho de que estaba destinada a sufrir
estas experiencias humillantes debido a la presencia de tendencias que ha­
bía llegado a considerar como infantiles e inocentes. En esta actitud pode.
mos ya detectar la actuación de técnicas paranoides; y estas técnicas fueron
luego utilizadas en gran escala para el rechazo de la culpa inconsciente. Es
así como empezó a tener "ideas de referencia". Empezó a notar, por ejemplo,
que en las estaciones de ferrocarril los hombres se acercaban con frecuencia
a la puerta de su compartimiento como si fueran a entrar, y después de
mirar hacia adentro se iban a otro vagón. Empezó también a atribuir sig­
nificación adicional a ocasiones en que, como hemos visto, los hombres sen­
tados en su compartimiento se iban y entraban a otros. Estos actos por
parte de los hombres los interpretaba como debidos a su presencia en el
vagón. En ciertos casos había posiblemente alguna base para su deducción.
Así, la liberación de libido reprimida que apareció tuvo una influencia in­
dudable en sus modales y apariencia, y la incomodidad que desarrolló en
relación con los hombres difícilmente puede haber dejado de crear una
incomodidad recíproca. Algunos de los incidentes que relató parecerían
de este modo haber sido verdaderos incidentes explicables en esta forma.
Pero encontraba difícil creer que los estados emocionales pudieran expre­
208 W. RO~ALD D. FAIRBAIRN

sarse tan obviamente como para ser advertidos por otros. ya que había
sido tan autocentrada en el pasado que todo menos las formas más crudas
de expresión de emociones de los otros había escapado siempre a su aten­
ción. Consecuentemente, llegó a la conclusión de que noscia algún poder
malevoiente para "afectar' a los hombres. que la ciencia aún no había lo­
grado elucidar. Resentía la posesión de este puder a causa de las molestias
que ocasionaba, pero era incapaz de reconocer el origen de esa molest ia en
la culpa vinculada a su omnívoro sadismo.
Que la técnica de proyección fue adoptada también como defensa SE'
hizo evidente por la aparición de sueños de persecución. En uno de e-os
sueños ella era acusada ante un tr ihunal de robar pillas de un bosque que
pertenecía a un noble. Se suponía que se usaban estas piñas para la pro­
pagación de una clase especial de árboL v er an considerarlas corno posec­
doras de tremendo valor. Ella admitía libremente haber entrado en el hos­
que y haber j uzado inocentemente con la" piñas. pero protestaba que había
jugado con esas piñas toda su vida. y que no tenía intenciones de hacn
daño. Negaba también con indignación la acusación de que se hnb ia llevncl»
algunas. Se sentía dolida por la injusticia de la acusación. pf'ro sentía que
sus protestas de inocencia eran inútiles ante un tribunal que ella sabía mm
parcial e implacable en extremo. Las pifias. por supuesto. reprcscnt ahan
pene.s. el bosque le recordó la finca con que su abuelo hahía estado coner­
tado , y en el que jugaba cuando niña. y el noble la hizo pensar en Sil abue­
lo mismo. El tribunal representaba su superyó, que estaba proyectado corno
defensa contra la culpa interna.
Otro sueño perteneciente a este período, pero que ocurrió después,
puede citarse como ilustración de su utilización de la proyección. En este
sueño la paciente estaba visitando él una compañera de colegio en la pri­
sión. La amiga estaba esperando el juicio por una acusación no esperi fi­
cada que implicaba tanto a ella como a su hermano. y estaba sentada en la
celda de la prisión en una especie de pedestal: una figura heroica. calma y
de actitud majestuosa. Una pequeiía ventana que había detrús de ella esta]¡¡l
colocada de tal modo que la luz que entraba a la celda parecía espa rci r un
halo alrededor de su cabeza. La impresión que esta figura hízu a la so­
ñante fue que había sido puesta en pr isión por autoridades puritanas a
causa de algún acto osado, pero no antinatural. comet ido en unión C(1[1 su
hermano. Para la soriante parecía ser una mártir a punto de sufrir por su
osadía al desafiar convenciones rígidas y anticuadas considf'radas sa~rada"
en un comunidad empapada f¡f~ estrecha superstición. Había también una
sugerencia de que su martirologio iha a tener amplios efectos sobre la hu­
manidad. El análisis mostró quc la amiga cid colegio representaba a ía
paciente misma. y que ia acusación era una proyección de su propia culpa
sádico-oral en relación con su propio hermano. El tema era así similar al
dd sueño anterior. pero en este case pI na rcisism: de la paciente !ograi>a
una expresión más grandiosa. El matiz mes iánico 11(' su fantasía indicaba
un intento de lograr- ia omnipotencia del St't:'HJdc tipo. o sea una ornnipo­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 209

tencia por la que. tanto sus deseos sádicos reprimidos como las exigencias
de su ideal del yo lograran satisfacción simultánea. El obstáculo a esta rea­
lización yacía por supuesto en la intensidad de su culpa inconsciente, y como
en el caso del sueño anterior, la técnica de proyección fue utilizada para
manejar este ohstáculo. Pero en el segundo sueño, un delirio de grandeza
había suplantado ampliamente al delirio de persecución manifestado en el
sueño anterior. La historia de la paciente durante este estadio del análisis
provee de este modo una notable ilustración de la evolución de un estado
paranoide.
En la época en que escribo, la fase paranoide parece haber desapa­
recido. La aparición del sueño mencionado en último término, registró una
crisis en la que la paciente se vio ohligada a darse cuenta de que había
adoptado ideas delirantes como defensa contra la culpa. Su reconocimien­
to de la presencia de elementos delirantes en su actitud mental sólo fue con­
seguido con tremendas resistencias, que la técnica de la racionalización se
movilizó para fortificar; pero que se ha logrado considerable insight pare­
cería demostrarlo el hecho de que su incomodidad ante los hombres ha casi
desaparecido. No faltan signos de que el locus de su culpa inconsciente está
siendo transferido al consultorio, donde, puede esperarse, se la podrá tratar
más ahiertamente.
Antes de concluir el presente relato, parece importante llamar la aten­
ción sobre otro rasgo importante de este caso, o sea la tendencia de la pa­
ciente a personificar diversos aspectos de su psiquismo. Esta tendencia se
manifestó primero en los sueños, pero llegó a ser adoptada bastante cons­
cientemente durante el análisis. Las más llamativas y persistentes de estas
personificaciones eran dos figuras que describió, respectivamente, como "el
niño travieso" y "el crítico". La primera figura (que aparecía constante­
mente en sus sueños) era un muchacho preadolescente, completamente irres­
ponsable y que siempre estaba haciendo jugarretas y bromeando. Este niño
estaba frecuentemente representado como molestando a la soñante con sus
trucos, o como siendo perseguido por figuras más serias, de las que se
burlaba mientras escapaba. Con él estaban identificadas ciertas otras Ii­
guras similares, usualmente de carácter gracioso, como payasos y come­
diantes de music-hall. La paciente consideraha "el niño travieso" como re­
presentante de su propio yo infantil, y el juego sin fin parecía constituir el
único objeto de su vida, como era realmente la situación en su propio caso
durante la infancia. La selección de un varón para representar su yo
infantil dependía sin duda de la posesión por parte del varón de un pene
como talismán mágico que podía, a sus ojos, ahrir todas las puertas de la
risa y convertir la vida en un jolgorio sin fin. La conducta de esta figura
era altamente sugestiva de la conducta de un sujeto ligeramente maníaco, y
la paciente reconoció retrospectivamente que su comportamiento durante el
período inicial de elación estaba determinado por la actividad del "niño
travieso" dentro de sí misma.
210 W. RüNALD D. F AIRBAIRN

La personificación que la paciente describió como "el crítico" era una


figura de carácter muy diferente. "El crítico" era esencialmente una figura
femenina. Ocasionalmente, sin embargo, un jefe bajo cuyas órdenes había
trabajado alguna vez, u otra figura masculina de carácter similar, tomaba el
papel de "crítico" en sus sueños. Cuando una figura masculina representa­
ba este papel, era invariablemente una figura paterna autoritaria cuya bue­
na opinión ella estaba ansiosa por obtener. Sin embargo, "el crítico" era
típicamente representado por una mujer seria, formidable, puritana y agre­
siva, de mediana edad. A veces esta mujer era un individuo fantástico que
profería acusaciones públicas contra la soñante; pero con mayor frecuencia
estaba representada por un personaje femenino real a cuya autoridad la
paciente había estado sujeta en el pasado, por ejemplo la patrona del hos­
pedaje de estudiantes, o una maestra mayor. Otras veces estaba represen­
tado por la madre de una amiga. Así "el crítico" era típicamente una figu­
ra dotada de autoridad materna; y no era infrecuente que la madre real
de la paciente representara el papel sin disfraz.
Las dos figuras recién descritas eran consideradas por la paciente como
fundamentalmente antagónicas; y es interesante notar en sus descripciones
cuán estrechamente "el niño travieso" y "el crítico" corresponden a los
elementos del psiquismo descritos por Freud como "el ello" y "el superyó".
Debe agregarse que aparecieron sueños en los que la primera persona del
sueño era "el niño travieso" y que también había frecuentes sueños
de enseñanza, en los que la primera persona del sueño representaba
el papel de "crítico". Sin embargo, por lo general la primera persona del
sueño representaba el papel de un espectador independiente, cuyas simpa­
tías estaban a veces de un lado, otras veces del otro. Los sueños en los
que figuraban estas personificaciones procuraron de este modo las escenas
de un drama en movimiento, en el que los actores principales representa­
ban papeles que se correspondían significativamente con los que Freud ads­
cribió al yo, al ello y al superyó en la economía de la mente humana.
La concordancia entre los tres actores principales de los sueños de la
paciente y la división tripartita de Freud de la mente, debe ser considerada
como una prueba notable de la validez práctica del esquema de Freud.
Debe consignarse, sin embargo, que las figuras del sueño hasta ahora meno
cionadas, de ningún modo agotan las personificaciones que aparecían en la
vida onírica de la paciente. Así surgió eventualmente otra figura que llegó
a describir como "la niñita". Esta niñita era descrita con notable constan­
cia como de alrededor de cinco años. Era una criaturita encantadora, llena
de la vivacidad de la infancia pero sin las diabluras exasperantes del "niño
travieso". Esta figura fue interpretada por la paciente como representán­
dola a ella misma como querría haber sido en la infancia, con una forma
de ser natural, pero inocente, ante quien el superyó no se opondría; y qui­
zá no deja de tener importancia que una niña de la significativa edad de
cinco años, más o menos, haya sido seleccionada para representar tal papel.
Otra personificación que apareció durante el tercer estadio del análisis fue
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 211

la figura de "la mártir", que surgió en los sueños a los que ya me he


referido.
Aquí debe llamarse la atención sobre el hecho de que, aunque "la ni­
ñita" y "la mártir" representaban papeles relativamente subordinados, su
validez como personificaciones no parecía inferior en ningún sentido a la
del "crítico" y "el niño travieso". Este hecho suscita la cuestión de si la
división tripartita de Freud de la mente no nos ha llevado a considerar el
yo, el ello y el superyó demasiado a la luz de entidades. Esa tendencia es
casi una consecuencia inevitable del método topográfico de exposición adop­
tado por Freud en su descripción del aparato mental. Su descripción topo­
gráfica nos ha proporcionado, por supuesto, una inapreciable hipótesis de
trabajo, pero queda la cuestión de si una representación topográfica, sea
cual fuere, puede esperar hacer justicia a todas las complejidades de la es­
tructura mental, y si, en lo que respecta a la teoría psicológica, esa forma
de representación no está destinada a resultar eventualmente engañosa. Los
datos proporcionados por el caso en discusión parecen dejar pocas dudas
sobre la existencia de unidades estructurales funcionantes correspondientes
al yo, al ello y al superyó, pero los mismos datos parecen indicar igualmente
la imposibilidad de considerar estas unidades estructurales en función, como
entidades mentales. Después de todo, una tendencia general de la ciencia
moderna es sospechar de las entidades, y fue bajo la influencia de esta ten­
dencia que pereció la vieja "psicología de facultades". Quizá el ordena­
miento de fenómenos mentales en grupos estructurales funcionantes es lo
más que puede intentar la ciencia psicológica. De cualquier modo, pare·
cería contrario al espíritu de la ciencia moderna conferir el status de enti­
dades a los "instintos"; y a la luz de los conocimientos modernos parece
mej or considerar a un instinto como una típica pauta dinámica de conduc­
tao Consideraciones similares se aplican a la división tripartita de Freud
de la mente, que debe ser tomada por consiguiente como representando
agrupamientos funcionales típicos de elementos estructurales de la psique.
Que el yo, el ello y el superyó representan típicas unidades estructurales en
funcionamiento, parece estar indicado por los datos del caso que consi­
deramos, pero los datos del caso indican también la posibilidad de que
surjan otras unidades estructurales en funcionamiento.
En tanto que el estudio de las personificaciones que aparecen en los
sueños de esta paciente parece indicar la inconveniencia de considerar a la
mente como compuesta de entidades separadas, parece también que esclarece
algo los fenómenos de múltiple personalidad. Las personificaciones carac­
terísticas que han sido descifradas presentaban todas las apariencias de
personalidades separadas, y esto sugiere la posibilidad de que la múltiple
personalidad pueda ser meramente un producto avanzado del mismo pro­
ceso que creó tales personificaciones en el caso presente. En El Yo y el Ello
Freud ha dado expresión a la idea de que la múltiple personalidad puede
tener sus orígenes en las diversas identificaciones del yo. La aparición del
"crítico" como personificación característica en la vida onírica de la pa­
212 W. RONALD D. FAIRBAIRN

ciente en discusión, provee pruebas en favor de esta posibilidad, ya que la


figura del "crítico" está evidentemente basada en su mayor parte en una
identificación con la madre de la soñante. Pero las otras figuras no parecen
capaces de ser explicadas de un modo similar. En total, parece mej or inter­
pretar las personificaciones como unidades estructurales funcionantes, que,
por razones económicas, lograron cierta independencia dentro de la
personalidad total; y parece razonable suponer que los procesos mentales
que originan la múltiple personalidad sólo representan una forma más ex­
trema de los que produjeron "el niño travieso", "el crítico", la niñita" y
"la mártir", en los sueños de esta paciente. Aunque en su caso en particu­
lar estas personificaciones se limitaban, en gran medida, al reino del in­
consciente tal como se revela en los sueños, no hay razones por las que
en los casos más extremos personificaciones similares no puedan invadir
el campo consciente de la vida en vigilia. En verdad, incluso en su caso,
sucedió realmente tal invasión de la vigilia por las personificaciones. Así
en la prolongada fase de elación del principio de su análisis, "el niño
travieso" tomó casi posesión completa de su vida consciente; y al mirar
retrospectivamente a esta fase, afirmó que en esa época era una persona
totalmente diferente.
A la luz de lo que antecede parecería entonces que las personificacio­
nes representadas en los sueños de esta paciente tienen algo en común, no
sólo con las estructuras mentales descritas por Freud sino también con los
fenómenos de múltiple personalidad; y parecería también que la persona­
lidad múltiple es en última instancia un producto de los mismos procesos
de diferenciación que llevan al aislamiento del yo, el ello y el superyó. En
el trabajo analítico se encuentran tantas pruebas de la diferenciación de
estas estructuras, que su presencia debe ser considerada, no sólo como
típica, sino también compatible con la normalidad. Pero debe reconocerse
que la diferenciación del ello y el superyó a partir del yo logra su máxima
expresión en sujetos anormales; y surge la cuestión de hasta dónde estas
estructuras serían capaces de aislamiento en el caso ideal de una persona·
lidad completamente integrada, cuyo desarrollo hubiera proseguido sin tro­
piezos. Los datos del caso presentado sugerirían que los fenómenos del tipo
de múltiple personalidad pueden ser producidos a veces por una invasión
temporaria del campo de la conciencia por parte del "superyó" o "el ello";
pero parecería igualmente que formaciones independientes pueden diferen­
ciarse en el inconsciente, con límites que no se corresponden con los impli­
cados en la división tripartita de Freud de la mente, y que tales formaciones
independientes pueden también invadir la conciencia en casos de múltiple
personalidad. Los datos del presente caso sugieren también la posibilidad
de que los estados maníacos se deban a la invasión en el campo consciente
de una formación del tipo del ello. Si es así, la manía parecería entonces
tener algo en común con la múltiple personalidad; pero en el caso de la
melancolía los hechos son demasiado complejos como para permitirnos con­
siderarla como una simple invasión del campo consciente por el superyó.
ESTlDIO PSICOA~ALÍTICO DE U. PERSO:"ALIDAD 213

Se puede concluir ahora el presente relato con un resumen de los


principales puntos de interés en el caso descrito:
"i , LVIOen"lemen"le e. "mteres prméipát ae este caso yace en et "neéno
de que la paciente fuera una mujer con una anormalidad física genital, que
al parecer involucraba por lo menos la ausencia de vagina y útero. La
presencia de una perturbación endocrina asociada, de la que había prue­
bas, pero que por razones de discreción no ha sido descrita, tentaría natu­
ralmente a la mentalidad médica común a responsabilizarla de los sínto­
mas nerviosos, pero la improbabilidad de tal interpretación se demuestra
por el hecho de que hermanas que sufrían de una anormalidad idéntica
estaban relativamente exentas de perturbación psicopatológica. Además, el
tratamiento psicoanalítico de esta paciente ha revelado datos que indican
que, incluso en un caso así, el desarrollo de los síntomas nerviosos puede
ser satisfactoriamente explicado en función de conceptos psiconalíticos. En
el caso de esta paciente en particular, aparece más allá de dudas que la
anormalidad física sólo estaba involucrada en la medida en que 8U presen·
cia constituía un trauma psíquico para ella, y en la medida en que neceo
sariamente impedía la posibilidad de una vida sexual normal.
2. Es interesante notar el grado en que la ausencia de vagina en el
caso de esta mujer se acompañaba de una sobrevaloración inconsciente del
clítoris. La equivalencia inconsciente del clítoris y el pene es también In­
teresante, ya que confirma que el clítoris no es sólo el homólogo físico,
sino también psíquico, del pene. En vista de su tipo de defecto físico podría
esperarse que la vagina, más que el pene, fuera el objeto de envidia in­
consciente, pero en realidad la envidia del pene parece haber sido propul­
sada por la ausencia de vagina. Por consiguiente, puede deducirse que, en
lo que respecta a una mujer físicamente normal, la situación es que la re­
presión de la sexualidad femenina es un prerrequisito de la envidia del
pene, en vez de que la envidia del pene sea un fenómeno primario que favo­
rezca la represión de la sexualidad femenina. Si esta deducción es correcta
el concepto clásico de "complejo de castración femenino" parece necesitar
una revisión.
3. El caso es inusitado en vista de la frecuencia y breve duración de
las fases de depresión y elación de la paciente, y también en vista de la
aparición y desaparición de algunas de estas fases durante el curso de una
sesión analítica. Estos rasgos hacen posible estudiar los procesos maniaco­
depresivos, por así decirlo, bajo el microscopio.
4. El tercer estadio del análisis de la paciente proporcionó un exce­
lente compendio de la evolución de un estado paranoide.
5. Un aspecto altamente significativo del análisis de esta paciente fue
que la resistencia ofrecida a la emergencia de la culpa por los deseos sádico.
orales reprimidos, excedía en mucho a la resistencia ofrecida a la emergen­
cia de los deseos reprimidos mismos. Eso sugiere fuertemente que el super­
214 w. ROl\'ALD D. FAIRBAIR:"i

yó mismo está sujeto a represión por parte del yo, y que en ciertos casos
puede estar sujeto a mayor grado de represión que los componentes libidi­
nosos que comúnmente se describen como "lo reprimido".
6. El análisis de este caso reveló en forma notable la extensión en que
la estructura del superyó se construye en capas pertenecientes a estadios
del desarrollo libidinosos. Reveló también que el núcleo del superyó es de
origen pregenital, que pertenece al nivel oral y debe por consiguiente insta­
larse durante el estadio oral.
7. El caso proporcionó datos que indican la existencia de dos clases de
omnipotencia: a) la omnipotencia de fines libidinosos primitivos, y b) la
omnipotencia lograda a través de "actividades sublimadas" que proveen
satisfacción simultánea tanto de fines libidinosos primitivos como de los
fines del superyó.
8. La reacción de la paciente a la muerte de su hermano, durante el
curso del análisis, fue particularmente significativa en vista del sueño sádi­
co que precedió tan poco al suceso. Su interés especial yac~ en el hecho
de que provee prueba experimental en apoyo de deducciones basadas en
consideraciones puramente psicoanalíticas.
9. La aparición de personificaciones estables en los sueños de la pa­
ciente parece indicar la forma en que se originan los fenómenos de múlti­
ple personalidad. Sugiere que estos fenómenos resultan de la invasión en el
campo consciente de constelaciones estructurales funcionantes que se dife­
rencian en el inconsciente bajo la presión de una necesidad económica. Su­
giere también que la división tripartita de Freud de la mente debe ser con­
siderada como una descripción de constelaciones estructurales típicas de
naturaleza similar antes que un análisis de la mente en entidades como
ponentes.
CAPÍTULO III

EL EFECTO DE LA MUERTE DE UN REY SOBRE

PACIENTES EN ANÁliSIS 1

(1936)

EN OCASIÓN DE LA RECIENTE muerte del Rey Jorge V (enero 20 de 1936)


no pude evitar quedar impresionado por el efecto que este acontecimien­
to pareció producir en tres de mis pacientes, en análisis en ese momento.
En tanto que es siempre informativo estudiar las reacciones de pacientes ana­
líticos a los sucesos actuales, las reacciones de un grupo de pacientes
ante un mismo acontecimiento es de particular interés, especialmente cuan­
do el acontecimiento en cuestión es tan importante, y, al mismo tiempo, tan
infrecuente como la muerte de un rey. Por consiguiente, en el presente caso
parece valer la pena registrar las reacciones de los tres pacientes B que me
he referido. Los pacientes en cuestión se caracterizan todos por un pro­
nunciado sadismo oral y una marcada tendencia a la incorporación oral;
y esto parecería haber sido en gran medida responsable por el carácter ex­
tremo de sus reacciones ante la muerte del rey.
Uno de los pacientes es un j oven de dieciocho años, que me fue envía­
do al análisis desde un hospital mental, alrededor de cuatro meses antes de
que muriera el Rey Jorge. Había sido hijo único la mayor parte de su
vida, antes del nacimiento de un hermano seis años menos que él, y luego
de la muerte de este hermano, seis años después. Sus síntomas principales
eran: 1) incapacidad para tolerar la separación de su madre sin intensa
angustia; 2) una preocupación hipocondríaca con la idea de que su cora­
zón estaba enfermo, y 3) ataques recurrentes de violentas palpitaciones
acompañadas con un abrumador miedo a la muerte.
En tanto que el cuadro clínico estaba dominado de este modo por sín­
tomas de angustia, la conducta general del paciente era, sin embargo, suges­
tiva de un trasfondo esquízoíde. Luego de comenzado el análisis pronto
se hizo aparente que la resistencia del muchacho a separarse de su madre se
debía en gran parte a la necesidad de constante reaseguramiento de que

1 Leído ante la Sociedad Psicoanalítíca Británica el 19 de febrero de 1936, y


publicado después en The lntemational Journal o/ Psycho-Analysis, Vol. XVII, Pt. 3.
215
216 W. RONALD D. FAIRBAIRN

su madre no había sido destruida por su sadismo oral. Por otra parte, su
angustia cardíaca se reducía a la angustia de que su madre internalizada,
sobre la que había proyectado una carga considerable de sadismo oral, lo
mataría royendo su corazón. Esto estaba bien ilustrado por un sueño en el
que veía su corazón sobre un plato ~ a su madre en el acto de levantarlo
con una cuchara. Durante el curso de los cuatro meses de análisis anterio­
res a la muerte del Rey, sus síntomas se mitigaron mucho Pero cuando
empezaron a publicarse los inquietantes boletines sobre el estado del co­
razón del Rey, hubo una marcada exacerbación de sus síntomas. Siempre
que alguien ponía la radio, lo apresaba el pánico; su sueño se perturbó,
y empezó a llamarme por teléfono a toda hora con la esperanza de obtener
reaseguramiento. El paciente supo la muerte del Rey a la mañana siguiente
de su ocurrencia, y durante la noche siguiente soñó que había matado a
un hombre que representaba a su padre. El sueño lo mostraba en una habi­
tación con su madre, a la que explicaba que su razón para matar al hom­
bre no era desagrado, sino miedo por su propia vida. También explicaba
que al quitarle la vida también se había quitado la suya propia, y que espe­
raba que lo mandaran a la prisión por seis años. Después aparecía una
mujer joven, y entonces sintió que esta mujer era la persona que él había
matado. La madre dej ó entonces la habitación, y cuando se iba, él oía
gritos de una pieza adyacente. Estos gritos parecían provenir de la per­
sona que él había matado, pero esta "persona" parecía ser ahora su herma­
no (cuya muerte real había sido un peso para su conciencia durante seis
años; el término del "encarcelamiento" que esperaba en el sueño) como
que la "mujer joven" resultó simbolizar a su madre como objeto sexual,
el sueño representaba una destrucción de la familia entera; y el hecho de
que este sueño fuera seguido por otro, en que la madre le advertía que
no comiera j alea al pie de una escalera sobre la que ella misma estaba
parada, muestra que el acto de destrucción era realmente un acto de incor­
poración sádico-oral, un acto, además, que implicaba peligro mortal para
el paciente mismo. Los síntomas de angustia precipitados por la muerte
del rey parecían así haberse debido principalmente a las cualidades peli­
grosas con que las que el paciente había dotado al objeto internalizado.
El segundo paciente era un hombre soltero de treinta y un años, que
había estado en análisis por más de dos años y medio cuando ocurrió la
muerte del Rey. El síntoma que lo llevó a buscar ayuda analítica fue en
primer lugar un deseo incesante de orinar, que era tan apremiante como
para monopolizar toda su vida diurna. Había vivido, sin embargo, una
existencia semi-inválida desde los cinco años, cuando casi murió de un em­
piema. Hasta la aparición de sus síntomas urinarios, su vida había estado
dominada por la angustia sobre su pecho. Esta angustia se repitió durante
el curso del análisis luego de que disminuyeron sus síntomas urinarios.
Como estaba también sujeto al miedo de ser envenenado por la comida, no
fue sorprendente encontrar que, a medida que proseguía el análisis, se ma­
nifestó un intenso sadismo oral. La emergencia de este sadismo oral estaba
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 217

acompañada por síntomas gástricos, que reemplazaron a una sensación más


o menos constante de congestión en el pecho. A su debido tiempo los sín­
tomas gástricos desaparecieron; pero poco antes de la muerte del Rey se
había preocupado por su garganta a causa de una ligera infección de las
amígdalas. La muerte del Rey tuvo un efecto muy deprimente sobre él, re­
cordándole intensamente la muerte de su propio padre, y se irritó por la
importancia dada al acontecimiento en los periódicos y en la radio. Sus
intereses habituales decayeron, se intensificó su preocupación habitual por
su salud, y se volvió sujeto a una sensación de congestión a 10 largo del
cuerpo, de la cintura para arriba. Ante todo se volvió extremadamente
aprensivo por su seguridad. Sentía corno si dentro de él hubiera una gue­
rra y sentía la presencia de una fuerza antagónica y peligrosa en acción
dentro de su cuerpo. A la luz de los datos que ya habían surgido durante
el análisis, era evidente que la guerra dentro de él era una guerra entre su
propio yo sádico-oral y una figura paterna internalizada, a la que había
dotado de atributos sádico-orales. La muerte del Rey representaba la con­
sumación de 8US intenciones sádico-orales contra su padre, cuya incorpora­
ción se volvió responsable de su sensación de una fuerza interna destructiva.
La reacción inmediata de este paciente a la muerte del Rey tuvo una
secuela interesante dos semanas después, cuando soñó con "los cigarros del
rey". El sueño empezaba descubriendo él que su automóvil había sido ro­
bado. Luego de telefonear a la policía encontraba que su padre (que en la
realidad estaba muerto) había vuelto de un largo viaje. Estaba muy con­
tento por este acontecimiento y rápidamente lo obsequiaba con una sun­
tuosa cena. Repentinamente el ladrón aparecía con el automóvil y el paciente
se abalanzaba furioso sobre su garganta. Después veía un aviso ofre­
ciendo los cigarros del rey a X 147 cada uno.
Este sueño, por supuesto, introduce el tema de "la restitución del ob­
jeto". Presenta la restitución del padre del paciente, cuya muerte había
sido una gratificación para su sadismo oral, y es significativo que celebre
la ocasión con una suntuosa comida. El aviso de los cigarros del rey, ade­
más, es equivalente a una restitución del pene de su padre como objeto de
gratificación oral.
El tema de la restitución reapareció dos noches después en un sueño
en el que el paciente parecía estar nadando con el Rey Jorge en una zona
inundada fuera de Buckingham Palace. El Rey persistía en poner su cabeza
bajo el agua y terminaba ahogándose, a pesar de los esfuerzos del paciente
por salvarlo. En la escena siguiente una serie de baúles eran sacados de
una carroza por policías cuya conducta era tal corno para convenir tanto
un funeral como una corte de justicia. El paciente se encontraba entonces
en un lujoso coche pullman con el Rey, cuya aparente restitución a la vida
y a la salud lo llenaban de intenso alivio.
La restitución del rey en su sueño se corresponde por supuesto, con la
del padre en el sueño anterior; pero obsérvese que en este caso la muerte
de la figura paterna es adjudicada a los efectos de una inundación, hecho
218 W. RONALD D. FAIRBAIRN

que evoca el síntoma original del paciente de micción incesante. Habiendo


restablecido el objeto destruido por su sadismo oral en el primer sueño,
procede en el segundo sueño a reparar el ohjeto dañado por su sadismo
urmarro.
El tercer caso es el de una paciente sohre la que leí un artículo ante
la Sociedad Psicoanalítica Británica el 21 de enero de 1931 2 Y que aún
está en análisis en la época en que escribo (1936). Se supone que esta pa­
ciente es una mujer, aunque la presencia de un defecto genital suscita cier­
ta incertidumhre sohre el sexo al que realmente pertenece. Tiene ahora cin­
cuenta años y está en el noveno año de sus análisis. Maestra de profesión,
tuvo que abandonar su trabaj o a causa de colapsos nerviosos durante los
cursos, caracterizados por ansiedad, depresión y pensamientos de suicidio.
La prolongación de su análisis ha sido dehida en gran parte a la incertidum­
hre sohre su verdadero sexo, pero tamhién en cierta medida al hecho de
que, luego de una fase maníaca inicial, empezó a emplear el mecanismo
de proyeccción y sustituir a los síntomas maníaco-depresivos por ideas para­
noídes de autorreferencia en presencia de hombres, Ataques ocasionales
de depresión se interpolaron, empero, de cuando en cuando, y durante estos
ataques los síntomas paranoides disminuían. Durante el octavo año del aná­
lisis la actividad del mecanismo de proyección se volvió considerable­
mente reducida, con el resultado de que los ataques ocasionales de depre­
sión leve ocuparon el primer plano del cuadro clínico. La desaparición de
los síntomas paranoides había seguido al análisis de tendencias sádico-anales
profundamente reprimidas, perú a medida que se dehilitaha el mecanismo
de proyección, se reveló un sadismo oral más básico como la fuente de la
que surgían los ataques de depresión. Se hizo ahora posible establecer que
estos ataques de depresión eran precipitados en todos los casos por inci­
dentes reales, a menudo de carácter trivial; y la muerte del Rey proporcionó
la ocasión para uno de esos ataques.
Justo antes de que la paciente se retirara a la cama en enero 20 (la
noche de la muerte del Rey) oyó un holetín radial que expresaba que el
Rey estaha empeorando rápidamente. No supo realmente su muerte hasta
la mañana siguiente, pero durante la noche soñó, hastante significativa­
mente, que su propio padre estaha muerto. A lo largo del día 21 de enero
se sintió extremadamente perturhada y muy enojada. Faltó a la sesión, pero
su excusa tuvo una hase real, y vino al día siguiente (enero 22). Estaba
aún en un estado de ánimo muy perturhado, y de esto ella misma dedujo
que se dehía estar haciendo responsable por la muerte del Rey. El 23 de
enero se despertó sintiéndose extremadamente deprimida, pern su depre­
sión desapareció misteriosamente a las once y media de la mañana. En
el entretanto, en la noche del 21 al 22 de enero, tuvo una serie de sueños
inquietantes, que proporcionaron considerahle material analítico.

2 Este artículo está incluido en el presente volumen con el título "Aspectos del
análisis de una paciente con una anormalidad física genital".
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 219

De esta serie de sueños pueden seleccionarse los siguientes aspectos para


tenerlos en cuenta: El primer sueño consistía casi exclusivamente en un
efecto espantoso y terrorífico sin contenido específico. La soñante sólo se
sentía poseída por el terror, miseria y desesperación. Parecía estar tan­
teando en la oscuridad, pero lo que la preocupaba era su estado mental,
porque se sentía completa e irremisiblemente loca. Entonces tuvo un sueño
en el que se volvió gradualmente fría desde los pies hacia arriba y sintió
que, cuando se hubiera vuelto completamente fría, estaría absolutamente
muerta. Después soñó que estaba viviendo en una hermosa casita propia,
donde todo era perfecto. Entraba a una de las habitaciones con su madre
para demostrarle su perfección; pero para su horror veía dos enormes rna­
lezas creciendo de una preciosa alfombra carmesí. Inmediatamente se aga·
chaba para romper las malezas, advirtiendo qué difícil era extirparlas. Su
casa parecía estar ahora en un parque público, y estaba sentada junto a la
casa sobre una caja que contenía un animal. Una mujer entraba al parque
con un perro, y entonces surgía un grito "saque ese perro". Se hizo un in­
tento de apresarlo, pero se escapaba en estado de intensa excitación y fero­
cidad. La soñante oyó entonces gruñidos tras ella y se dio cuenta con
honor de que el perro estaba tratando de llegar hasta el animal que estaba
en la caja y matarlo a mordiscos. Este pensamiento la volvió extremada­
mente aprensiva por su propia seguridad. Después oía un golpe en la
puerta de su casa y al correr a abrir, descubría a dos policías parados afuera
en la lluvia y oscuridad. Los invitaba a entrar, y ellos la ayudaban a encen­
der la lámpara que colgaba del techo del hall. Ella advertía entonces que la
luz era roja-roja de peligro. Se alarmaba mucho por esta visita y les dis­
cutía ansiosamente por qué habían venido a su puerta en particular. Los
dos policías se convertían entonces en tres mujeres, que empezaban a
explicar el carácter de su visita. Durante largo tiempo no podía entender
lo que le decían, pero eventualmente entendió que algún horrible desastre
había caído sobre un hombre llamado "David Pequeño". Se despertó pre·
guntándose quién sería "David Pequeño" y qué tendría que ver con ella.
"David", por supuesto, es el nombre por el que se conoce al nuevo
Rey (el rey Eduardo VIII) en el real círculo militar. "David Pequeño" es
"Pequeño David"; y el desastre que había caído sobre "Pequeño David"
es la muerte de su real padre. La visita a la casa de la paciente por figu­
ras superyoicas en conexión con este desastre implica que es ella misma
quien ha matado al rey, un acto de parricidio que no reconoce en el sueño
ya que ignora la identidad de "David Pequeño". El carácter sádico-oral de
su crimen está representado en la escena en la que el feroz perro está bus­
cando al animal de la caja para matarlo a mordiscos.
Al sentarse en la tapa de la caja ella está, por supuesto, protegiendo
a su padre internalizado de su libido sádico-oral, al riesgo de su propia
vida; pero podría ser una descripción más adecuada de la situación decir
que está internalizando a su padre para salvarlo como persona real de su
sadismo oral, el que Se convierte así en una amenaza para su propio yo.
220 w. RONALD O. FAIRBAIRN

El tema de internalizar el objeto libidinoso para salvar a la persona real de


ser destruida por los impulsos sádico-orales había surgido ya en el aná­
lisis de esta paciente. Un día, no mucho antes de la muerte del Rey, expe­
rimentó intenso fastidio hacia su padre porque se había sentado en una
silla que ella deseaba ocupar. Acalló su enojo en ese momento; pero el re­
sultado fue un ataque de depresión. En varias ocasiones anteriores también
un ataque de depresión siguió a la sofocación de resentimiento hacia mi.
En todos estos casos el ataque de depresión era un sustituto de la expresión
manifiesta de resentimiento, y el propósito de internalizar al objeto era
salvar a la persona real de la destrucción, al precio de exponer al yo a toda
la furia del sadismo liberado por la frustración. La internalización del ob­
jeto resultante de la muerte del Rey entra en una categoría distinta. Entra
dentro de la misma categoría que ya hahía aparecido en diversas oportu­
nidades anteriores durante el análisis; por ejemplo, cuando su hermano fue
atropellado por un automóvil, cuando su padre fue gravemente lesionado
en un accidente de automóvil, cuando en dos oportunidades yo tuve una
repentina enfermedad, y cuando una vez vio a la hija de su viejo maestro
vestida de negro y supuso (equivocadamente, según resultó) que éste había
muerto. En todas estas ocasiones se sucedía un ataque de depresión, pero
en tales casos la aparición de la frustración no estaba promovida por la
frustración, sino por una gratificación inesperada de deseos sádicos repri­
midos, como puede ilustrarlo el hecho de que, cuando murió su hermano,
una breve fase de elación precedió al inevitable ataque de depresión. Por
consiguiente, la internalización del objeto que caracteriza a este tipo de ata­
que depresivo no puede tener como meta salvaguardar al objeto externo.
En tales casos el daño ha sido hecho antes de que se movilizara la defensa
de internalización. En esas circunstancias el propósito de la internalización
debe ser absorber el torrente de sadismo liberado, por así decirlo, "por el
olor de la sangre". Quizá, sin embargo, la verdad esté en la frase de Mela­
nie Klein 3, de que toda experiencia que sugiere la pérdida del objeto ama­
do real estimula también el miedo a perder el objeto internalizado.

3 Internacional Iournal o/ Psvcho-Analysis, Vol. XVI, Pt. 2, pág. 150.


PARTE TERCERA

MISCELÁNEA DE ARTÍCULOS
CAPÍTULO 1

LA SIGNIFICACIÓN SOCIOLOGICA DEL COMUNISMO

CONSIDERADA A LA LUZ DEL PSICOANÁI.SIS 1

(1935)

QUIZÁS EL MÁS SIGNIFICATIVO de los últimos desarrollos del pensamiento


psicoanalítico, se encuentre en la extensión de las formas psicoanalíticas de
interpretación al campo de estudio sociológico. En lo que se refiere a su
origen histórico, este desarrollo data de la publicación en 1913 de Totem
y Tabú, de Freud. Pero fue sólo después de la aparición de Psicología de
las Masas y Análisis del Yo de Freud en 1921, y de su El yo y el ello en
1923, que el psicoanalista llegó a poseer principios explicativos que le pero
mitieron hacer justicia a esa compleja masa de fenómenos que constituye
el material de la sociología. Las dos contribuciones más sobresalientes he­
chas por Freud al conocimiento preexistente, en estas últimas obras, fueron:
1) su demostración del papel que juega la agresión, no menos que la libido,
en la economía de la mente individual y consecuentemente en la vida social
en general; 2) su demostración de la influencia sobre la conducta humana
de ideales inconscientemente aceptados, que se originan en las reacciones del
individuo a sus primeros contactos sociales, y que durante el desarrollo in­
dividual, se organizan en una estructura psíquica interna (el "ideal del yo"
o "superyó") que representa a los agentes sociales externos. El desarrollo
de la teoría psicoanalítica consecutiva a estos descubrimientos ha puesto
en manos del psicoanalista una serie de principios explicativos, a la luz de
los cuales se siente justificado para tratar de interpretar fenómenos sociológi­
cos no menos que psicológicos. En consecuencia, los problemas sociológicos
ejercen una atracción cada vez mayor para el pensamiento psicoanalítico
contemporáneo. Por consiguiente, es sorprendente que hasta ahora haya ha­
bido comparativamente tan poca inclinación por parte de los psicoanalistas

1 Basado en un artículo leído en una reunión de la Filial Escocesa de la Socie­


dad Psicológica Británica el 19 de diciembre de 1934, y publicado después en The
British [ournal 01 Medical Psychology, Vol. XV, Pt. 3. Una conferencia de carácter
similar titulada "El comunismo como fenómeno antropológico" fue expuesta ante
la Sociedad Antropológica Escocesa el 19 de diciembre de 1936, y publicada en el
Edinburgli Medical [ournal, Vol. XLIV, p. 443·45 (1937).
223
224 W. RONALD D. FAIRBAIRN

para intentar interpretar la significación de lo que es indudablemente el


desarrollo sociológico más importante de los últimos tiempos: el estable­
cimiento de una sociedad comunista en Rusia Soviética. En lo que sigue se
tomarán en cuenta los resultados de la investigación psiconalítica en un
intento de estimar la significación sociológica del comunismo.
Ya desde el principio es necesario anticipar la objeción de que el
comunismo es esencialmente un sistema económico, y que por consiguiente
no constituye un tema adecuado para una interpretación psicoanalitica (o
en realidad para ninguna forma de interpretación psicológica). Esta ohjec­
ción no tiene probabilidades de impresionar al psicoanalista ya que una
de las conclusiones a las que conduce la investigación psicoanalista es pre­
cisamente que Jos factores económicos como tales, ejercen mucha menor
influencia en la motivación humana que lo que generalmente suponen los
que se han criado en la atmósfera de la civilización occidental. Un examen
general a las condiciones prevalecientes en comunidades primitivas debería
bastar para convencer al observador imparcial de que el ser humano se
conforma con standards económicos extremadamente bajos mientras estén
emocionalmente satisfechos en otros sentidos. Limitando nuestra atención
a Rusia misma, no podemos dejar de observar que el establecimiento del
comunismo fue seguido por una disminución de los standards económicos,
que parece haber tenido el efecto de intensificar, antes que disminuir, el en­
tusiasmo por los ideales comunistas. Estos ideales, tal como están expues­
tos en la propaganda comunista no menos que en los escritos hegelianos de
Lenin, son de tal naturaleza que indican claramente que el comunismo es
una filosofía y una religión antes que una teoría económica. En general,
el estudio de todos los grandes movimientos históricos nos provee buenas
razones para creer que es sólo cuando los factores económicos llegan a
equiparse con motivaciones de diferente origen que se hacen social e his­
tóricamente significativos. Por consiguiente, en tanto que sería ocioso negar
la existencia de un factor económico en la motivación humana, el artículo
presente se ocupa exclusivamente con los motivos no económicos que yacen
tras el movimiento comunista. Al mismo tiempo se proclama que, en tanto
que los motivos económicos del movimiento son los más evidentes, los mo­
tivos no económicos son los más importantes sociológicamente. Se espera
sin duda que cualquier intento de interpretar el comunismo a la luz del
psicoanálisis estará enmarcado en función de dos conceptos familiares :
1) la teoría de la libido, y 2) el concepto de la situación edípica. En tanto
que estos dos conceptos de ningún modo agotan los, recursos de la inter­
pretación psicoanalítica, sin ,embargo esta expectativa resultará justificada
en general' en lo que respecta al intento presente. Debe agregarse em­
pero, que ambos conceptos se entenderán a la luz de la teoría clásica de
Freud de que la dinámica de la conducta humana está constituida por un
interj uego entre la libido y la agresión. Está implicado en esta teoria que
el conflicto involucrado en, la situación edípica ea una expresión caracte­
rística justamente de ese interjuego.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 225
A la luz de la teoría de la libido así entendida, todos los desarrollos so­
ciológicos deben ser considerados como gobernados por dos principios fun­
damentales :
1. La cohesión de los grupos sociales es una función de la libido. Es
la libido la que liga a los miembros de un grupo; y la cohesión de cual­
quier grupo dado depende del grado en que la libido está ligada dentro
del grupo. Es a la luz de este principio que debemos interpretar lo que
quizás pueda perdonarse describir como "la herejía aria" propulsada en la
Alemania nazi, siendo la gran función de esta herejía ligar la libido de los
alemanes dentro de los límites nacionales, en tanto se dirige la agresión
contra un grupo arbitrariamente descrito como ajeno a la nación (los
miembros de la raza judía).
2. La fuente de desintegración social en todos los grupos debe en­
contrarse en la agresión. Es en la agresión del individuo donde debemos
buscar la fuente de las fuerzas destructoras que se encuentran en toda so­
ciedad. Es por esta razón que los gobernantes de la Alemania nazi se ocu­
paron intensamente de dirigir la agresión de los nacionales contra un grupo
declarado como extranacional.
Aplicando estos dos principios a los datos proporcionados por la
investigación antropológica, procedamos ahora a revisar la evolución his­
tórica de los grupos sociales. Porque es sólo a la luz de tal enfoque evolu­
tivo que podemos esperar apreciar la verdadera significación del nuevo
régimen social representado por el comunismo.
1) La familia es el grupo social original. En conformidad con los
principios generales recién enunciados, la cohesión de la familia como gru­
po depende de dos factores: a) que la libido esté ligada dentro de la familia,
y b) que la agresión esté excluida de las relaciones familiares. La gran im­
portancia de la situación edípica yace en el hecho de que es la fuente prin­
cipal de rivalidad dentro del círculo familiar, y por consiguiente el portal
principal por el que se introduce en el grupo el factor destructivo de la
agresión, aunque por supuesto las fuerzas destructivas así introducidas son
poderosamente reforzadas por la rivalidad entre los hijos por el afecto
paterno. La significación de la situación edípica como fuente de desinte­
gración social se refleja en el hecho de que en sociedades patriarcales pri­
mitivas los dos grandes crímenes son el incesto y el parricidio. De ahí
surgen los estrictos tabús impuestos a estos crímenes en las sociedades pri­
mitivas; tabús que, como el psicoanálisis ha mostrado, actúan con intensidad
no disminuida en el inconsciente del individuo civilizado. Los tabús sobre
el incesto y el parricidio son indudablemente el principal pilar cultural del
grupo familiar, y consecuentemente los fundamentos sobre los que descan­
san todas las formas más elevadas de organización social. Son la primera
línea de defensa erigida por el grupo familiar contra las fuerzas destructoras
de la agresión. La segunda línea de defensa del grupo es la práctica de la
exogamia, según la cual se prohíbe a la generación más joven el casamiento
226 W. RONALD D. F AIRBAIRN

dentro del grupo. La práctica de la exogamia, empero, debe ser conside­


rada como el factor principal de promoción de la unión de grupos Iami­
liares en una agrupación social nueva y más amplia.
2) El clan es el grupo social siguiente en la serie evolutiva. Aunque
el clan abarca una serie de familias, está él mismo organizado como un
grupo familiar. Está típicamente gobernado por un jefe, que representa al
padre del clan, y a quien todos los miembros del clan deben la reverencia
de los hijos hacia su padre. La cohesión social del clan está amenazada por
dos peligros de carácter opuesto: a) el peligro de que la libido del indio
viduo esté demasiado ligada dentro de los estrechos límites de la familia,
y b) el peligro de que la libido del individuo se ligue fuera del clan. Cual­
quiera de estas eventualidades implicaría la pérdida del poder vinculador
de la libido al clan como tal. La última eventualidad se combate por medio
de sanciones religiosas como las que involucra el totemismo y el culto a los
antepasados. El primer peligro (que la libido esté ligada demasiado estre­
chamente dentro de la far rilia ) es prevenido por un refuerzo del ya exis­
tente tabú del incesto. La práctica de la exogamia que, como hemos visto,
era la segunda línea de defensa del grupo familiar, es también necesaria­
mente transportada al sistema del clan; ya que como el clan está organi­
zado como familia, el casamiento dentro del clan implica incesto aparente.
La extensión de la exogamia al clan lleva consigo, empero, el riesgo de
que la libido del individuo encuentre apego fuera del grupo; y parecemos
justificados al suponer que, así como la práctica de la exogamia llevó al
reemplazo del clan por la tribu, que es la siguiente agrupación social en
la serie evolutiva.
3) La tribu consiste típicamente en una unión de clanes. Como el
clan, está organizada según el modelo de la familia, gobernada por un
jefe supremo (o en tribus altamente organizadas, por un rey) cuya auto­
ridad está apoyada por sanciones religiosas. La exogamia se practica en­
tre los clanes componentes, y en esta forma el incesto aparente es evitado,
en tanto que puede dispensarse de la necesidad de casamiento fuera de la
tribu. Por medio de este recurso, la tribu puede realmente desalentar el
casamiento fuera del grupo y ligar así la libido del individuo dentro de
ella, en una forma que era imposible bajo el sistema familiar y el sistema
del clan. El resultado es que la tribu ha resultado una forma singular­
mente estable de organización social.
4) La nacion se desarrolla de la tribu por un debílltamiento de la
influencia de los clanes comprendidos en la organización tribal. Este de­
bilitamiento de la influencia del clan sobre la tribu puede interpretarse
como debido al éxito de la tribu para ligar la libido del individuo a ella
misma como grupo social, proceso ayudado por el establecimiento de
cultos religiosos tribales. La cohesión social de la tribu favorece la ex­
pansión a expensas de comunidades menos estables, promueve la libre
circulación de una población aumentada dentro del área tribal, y tiende a
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 227

fortificar el vínculo territorial a expensas de la afiliación por la sangre.


Estos cambios socavan la práctica de la exogamia entre clanes, tanto ha­
ciéndola cada vez más difícil de observar como anulando sus razones. El
clan pierde así su significación como unidad en la estructura social, y la
desaparición del clan dentro de la tribu convierte a la tribu en nación.
A lo largo de todo el mundo civilizado de hoy la nación ha suplantado a
la tribu como organización social. En lo que respecta a Gran Bretaña, las
rebeliones de 1715 y 1745 fueron "el último estertor" del sistema tribal,
aunque el fantasma de la tribu acecha aún en las reuniones anuales de la
"La Sociedad Macrae" y corporaciones similares.
Aunque el surgimiento de la nación como grupo social implica la
desaparición completa del clan y de la tribu, debe notarse que la familia
como grupo social ha resistido hasta ahora a la extinción durante el curo
so de la evolución social. La persistencia de la monarquía en ciertos países
ci vilizados (incluyendo Gran Bretaña) es prueba de la huella dej ada por el
sistema familiar patriarcal en la organización nacional; pero aún más
significativa es la persistencia de la familia misma. La supervivencia de
la familia como institución social muestra que la nación no ha podido ex­
tirpar el grupo familiar como hizo con el clan y la tribu, y ha sido obli­
gada a ponerse de acuerdo con la familia incorporándola a la organiza­
ción nacional. Incluso esta tarea sólo se logró a expensas de importantes
compromisos, como lo ilustra el hecho de que los años de la temprana in­
fancia han tendido a permanecer casi exclusivamente dentro del dominio
de la familia. Debe reconocerse, empero, que en años recientes el estado
civilizado ha hecho considerables intrusiones en este dominio. Sin em­
bargo, estas intrusiones sólo se han efectuado ante considerable resistencia
por parte de la familia. A pesar de todos los compromisos forzados por
ambos lados, persiste aún un intenso conflicto entre la familia y el estado.
La extensión de este conflicto está propensa a oscurecerse por el hecho
de ser un conflicto tan ampliamente escondido o hablando más estricta­
mente, reprimido. Según los descubrimientos psicoanalíticos, por supues­
to, un conflicto que surge de la situación edípica juega típicamente un
papel principal en la génesis de todo síntoma psicopatológico. Sin ern­
bargo, no se reconoce tan ampliamente que la existencia del conflicto edí­
pico en el inconsciente del adulto implica la presencia de dos conflictos
más específicos.
1. La situación edípica propiamente dicha, o sea un conflicto que
surge estrictamente dentro de los límites del sistema familiar en la tem­
prana infancia, durante la cual el horizonte social del niño no se extiende
más allá del círculo familiar.
2. Un conflicto que surge del hecho de que los objetos intrafamilia­
res V extrafamiliares compiten por la libido del individuo; conflicto que
surge típicamente durante el período adolescente.
Debe notarse que en tanto que ambos conflictos implican la cuestión
228 w. RONALD D. FAIRBAIRN

de lealtad al padre patriarcal, el último representa la contraparte en el


individuo del conflicto social, al que acabamos de referirnos, entre el
sistema familiar y organizaciones sociales más amplias, tales como la
nación.
Por inadecuada que haya sido nuestra revisión de la evolución de los
grupos sociales, debe servir para indicar la tendencia general que carac­
teriza a este proceso evolutivo, o sea la tendencia a que la libido del indi­
viduo se expanda cada vez más, y que en correspondencia el grupo se
vuelva más amplio. A la luz de esta tendencia no dej a de impresionarnos
el hecho de que el comunismo represente un sistema social incluso más
amplio que la nación. Es verdad que el régimen comunista establecido en
Rusia en 1917 aún sigue estando, en el momento en que escribo (1934),
confinado a los límites nacionales 2; pero el objetivo comunista fue desde
el principio declaradamente "internacional", aunque esto se oscureció des­
pués por la política oportunista de Stalin.
En realidad el movimiento comunista es, hablando con propiedad, un
movimiento supranacional; porque sus fines trascienden toda frontera na­
cional. La significación sociológica del comunismo se torna ahora evi­
dente. En el curso de la evolución social la familia, que constituía el
grupo social original, cedió lugar al clan, el clan a la tribu, y la tribu
a la nación. El surgimiento del comunismo como movimiento suprana­
cional puede entonces representar sólo el comienzo de un nuevo movi­
miento evolutivo en dirección al surgimiento de un estado mundial, que
desplace a la nación como grupo social, y al que cada individuo deberá
lealtad sin reservas. Si se alcanza esta meta, la libido del individuo, que
estuvo originalmente ligada dentro de la familia, y que luego se extendió
por estadios sucesivos al clan, a la tribu y a la nación, eventualmente será
destetada de su lealtad nacional e investida en un estado mundial que
abarque la humanidad.
Incluso si suponemos que la conclusión alcanzada es correcta, inclu­
sive entonces no llegaremos a apreciar la plena significación del comu­
nismo hasta que nos demos cuenta de que la. realización de sus fines uni­
versales involucra la eliminación no sólo de la nación, sino también del
grupo familiar, que hasta ahora la nación no ha podido destruir. Está
implícito en la filosofía comunista (incluso cuando, como en Rusia So­
viética, lo que abarca concretamente esté disfrazado por compromiso inevi­
table) que se considerará a los niños como pertenecientes, no a la familia,
sino al estado comunista. Es en esto, más que a ninguna consideración
económica o política ostensible, donde debemos buscar la verdadera ex­
plicación del odio comunista por la burguesía; ya que la burguesía es

2 Por supuesto que los regímenes comunistas se han establecido después no


sólo en todos los países de Europa Oriental, sino también en el vasto territorio
de China; y el status característico de estos países es ahora el de estados satélites de
Rusia Soviética. Sin embargo, el efecto de estos desarrollos recientes sólo confirma el
argumento aquí presentado.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 229

esencialmente la plaza fuerte del sistema familiar. La persecución sovié­


tica a los Kulaks, o propietarios campesinos, puede explicarse en forma
análoga, por el hecho de que como los Kulaks producían primariamente
para sus propias familias, y no para el estado, los hacía enemigos natu­
rales del régimen comunista. Incluso el impulso soviético contra el capi­
talismo, que parece prima facie no ser nada más que una enérgica protesta
contra la explotación del hombre por el hombre, parecería dictado en
cierta medida por una profunda inquina contra el sistema familiar. Debe
recordarse que los frutos del capitalismo son disfrutados menos por el
capitalista mismo que por los miembros de su familia, que no sólo com­
parten sus ingresos, sino también heredan su patrimonio. Al destruir el
capitalismo, por consiguiente, el comunismo está en realidad asestando un
golpe vital al sistema familiar.
Quizá no sea del todo superfluo señalar en este punto que al hablar
de los fines del comunismo, no me refiero tanto a la política consciente
y declarada de los líderes comunistas cuanto a la motivación profunda, en
su mayor parte inconsciente, del movimiento comunista. El psicoanalista,
cuyo trabajo lo familiariza con la profunda influencia de la motivación
inconsciente en la mente individual, encontrará por supuesto pocas difi­
cultades para apreciar la influencia de la motivación inconsciente en el
campo sociológico. Pero, psicoanálisis aparte, difícilmente puede discu­
tirse que los procesos evolutivos ocurren en su mayor parte con indepen­
dencia de la dirección consciente por parte de los organismos involucrados.
Esto se mantiene cierto incluso en lo que respecta a la evolución de la
sociedad humana. Aunque tenemos razones para creer que los medios
adoptados por el proceso evolutivo para alcanzar sus fines, se vuelven
progresivamente más conscientes a medida que prosigue la evolución; sin
embargo debemos también creer que la dirección del proceso mismo está
determinada por fines biológicos que son esencialmente inconscientes. No
hay, por consiguiente, ninguna razón para suponer que el movimiento co­
munista esté más exento de la influencia de la motivación inconsciente
que lo que estaban los movimientos anteriores que llevaron al estableci­
miento de la familia, el clan, la tribu y la nación.
Ya que es de los fines inconscientes del comunismo de lo que nos ocu­
pamos en este momento, nuestras conclusiones sobre la hostilidad del co­
munismo al grupo familiar no quedan afectados por ninguna crítica basada
en la política consciente de los líderes comunistas. Hay buenas razones para
creer que no era parte alguna de la política consciente de Lenin destruir
la vida familiar, y debe reconocerse que se han adoptado en Rusia sovié­
tica una serie de medidas para proteger a la familia de la desintegración
en el régimen soviético. Pero el reconocimiento de esto no es en ningún
sentido incompatible con la opinión de que el comunismo como sistema
social es intrínsecamente hostil a la institución familiar. Como que hemos
tenido ya ocasión de señalar la persistencia de un conflicto oculto entre la
familia y la nación, hay todas las razones para esperar un conflicto similar
230 w. RONALD D. FAIRBAIRN

entre la familia y el estado comunista. Las concesiones hechas a la fami­


lia bajo el régimen comunista deben, por consiguiente, considerarse como
de carácter similar a las conseguidas por la familia de la nación. Sin em­
bargo no puede haber dudas de que la posición de la familia bajo el comu­
nismo es mucho más precaria que su posición dentro de la nación, y que
en realidad bajo el régimen soviético la vida familiar está confinada dentro
de los más estrechos límites. Esto se debe presumiblemente en gran parte
al carácter universal del ideal comunista, que no admite ninguna otra leal­
tad excepto la lealtad al estado mundial. El ideal nacional, por el contrario,
implica necesariamente el reconocimiento por parte de la nación de otros
grupos nacionales, y los peligros que surgen de la rivalidad internacional
hacen inevitable que la nación entre en acuerdos con la familia en interés
de la seguridad interna. No es así ninguna coincidencia que en tiempos
recientes, el culto intensivo de la familia haya sido un rasgo tan distintivo
de los regímenes proverbialmente nacionalistas de la Alemania nazi y la
Italia fascista. Ningún estímulo similar para el compromiso con la familia
funcionaría en el caso del estado mundial encarado por el comunismo.
Pero en la medida en que el comunismo siga confinado dentro de las fron­
teras nacionales,. el estado comunista estará necesariamente sujeto a nece­
sidades nacionales, y esto junto con la resistencia natural del grupo fami­
liar a la extinción, debe ser considerado como la explicación de muchas
de las concesiones acordadas a la familia bajo el régimen soviético. La
existencia de tales concesiones no es entonces en ningún sentido incompa­
tible con la opinión de que la hostilidad a la institución familiar está im­
plícita en el comunismo como tal. Parecemos entonces justificados en
concluir que la meta comunista de un estado mundial, al que todo indi­
viduo estará libidinalmente ligado, implica entre sus fines subsidiarios no
sólo la desintegración de la nación sino también la desintegración del grupo
familiar.
El antagonismo esencial del comunismo al sistema familiar (que he­
mos visto implícito, donde no explícito) puede servir para recordarnos que
todos los problemas sociológicos son reducibles en última instancia a pro­
blemas de psicología individual. Hay muchos psicólogos, por supuesto, que
preferirían hablar de "psicología de grupo" en relación con esto; pero a
menos que, con Lévy-Bruhl, supongamos la existencia de procesos mentales
en grupos considerados aparte de los individuos que los componen, la "psi.
cología 'de grupo" debe ser considerada esencialmente como la psicología
r
del individuo en un grupo. En su obra Psicología de las Masas Análisis
del Yo (1921), Freud señala concluyentemente que la existencia misma de
un grupo depende de la existencia de vínculos libidinosos que son necesa­
riamente funciones de la libido individual. Consecuentemente, cuando los
individuos que componen un grupo retiran simultáneamente su libido de
él (como ocurre cuando el pánico hace presa de un ejército en el campo
de batalla), el grupo deja de existir; y es entonces cuestión de que "cada
hombre se ocupa de sí mismo". Freud señala también que la familia es el
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 231

grupo dentro del cual los vínculos libidinosos se establecen por primera
vez. Es a esto a lo que atribuye la necesidad de un líder, que es un rasgo
tan llamativo en todo grupo estable. La significación del líder yace en el
hecho de que representa un ideal del yo común a los individuos -que com­
ponen el grupo; y el origen del ideal del yo puede ser rastreado a la intro­
yección por el niño de las figuras de los padres durante la temprana
infancia. Se hace entonces evidente que la situación edípica debe ej ercer
una profunda influencia en todo desarrollo sociológico. Estas considera­
ciones parecerían tener relación con el antagonismo del comunismo al grupo
familiar. Parecerían justificarnos en buscar una interpretación de este ano
tagonismo en función de la psicología del individuo, y dentro de este campo
parecerían también justificarnos en buscar una clave en la situación edípica.
Siendo así, parece legítimo conjeturar que el ataque (implícito, cuando no
explícito) del comunismo al sistema familiar, implica un intento drástico
(aunque inconsciente) de enfrentarse con el conflicto edípico aboliendo la
situación edípica, de la que surge este conflicto. Ya que la situación edípica
es inherente al sistema familiar, el único medio de extirpar el conflicto edí­
pico de la mente individual yace en la eliminación de la familia como grupo
social. La atracción del comunismo para el individuo puede ser conside­
rada entonces como dependiendo en no pequeña medida del hecho de que
la consecución de su meta extraería la raisoti d etre de esos tabús sobre el
incesto y el parricidio que mantienen el conflicto edípico en estado de
represión en el inconsciente, y que imponen restricciones tan extensas a la
libre disposición de la libido del individuo.
La tesis presente está completada ahora; pero será quizá disculpable
suscitar una cuestión más, cuestión que, desde el punto de vista práctico, es
quizá la más vital, aunque hablando estrictamente, yace afuera del campo
del psicólogo. Lo que sigue se justifica sólo con la suposición de que el
psicólogo es también un ser humano con una inclinación por la profecía y
una curiosidad natural sobre lo que reserva el futuro. Sobre esta suposición,
y además sobre la suposición de que la interpretación presentada del comu­
nismo como un fenómeno en la evolución de los grupos sociales sea co­
rrecta, es interesante especular sobre hasta dónde es probable que el comu­
nismo tenga éxito en la eliminación de la nación y la familia como grupos
. 1es, y en esta b
SOCIa ecerlaSI
' su "b ravo nuevo mun d o" .
En lo que respecta al conflicto entre el comunista y los sistema nacio­
nales, no es fácil predecir el resultado; pero puede asumirse con seguridad
que si el ideal comunista de un estado mundial universal llega a realizarse
no será sin una tremenda lucha. En relación 'con esto es significativo que
el establecimiento de un régimen comunista en Rusia ha sido acompañado
por una ola de nacionalismo en una serie de otros países: el Nazismo en
Alemania y el Fascismo en Italia proporcionan ejemplos sobresalientes y
extremos. Pero, sea cual fuere el resultado final del conflicto, parece impro­
bable que el sistema nacional sobreviva indefinidamente en su forma actual.
Al mismo tiempo, parece igualmente improbable que el ideal comunista de
232 w. RüNALD D. FAIRBAIRN

un estado mundial universal, resulte alguna vez capaz de cumplirse; y en


ese caso podemos esperar que surja alguna forma alternativa de organiza­
ción supranaciona1. Debe reconocerse, por supuesto, que existe realmente
tal alternativa; una alternativa hecha posible por la influencia ejercida en
el sistema nacional por la organización familiar original. Es así bastante
probable que el sistema supranacional del futuro resulte constituido por una
familia de naciones, así como la tribu consistía de una familia de clanes.
En realidad, éste es el ideal que parecería haber inspirado la formación de
la Liga de las Naciones después de la Guerra Mundial de 1914-18. Es
verdad que, en el momento en que escribo (1934), la liga de las Naciones
no parece haber ido muy lejos en la realización de su ideal, pero el ideal
en gran parte no realizado de la Liga de las Naciones es quizá menos
significativo que lo que abarca prácticamente el mismo ideal en la familia
de naciones representada por el Cornmonwealth Británico. El destino final
del Commonwealth Británico es por supuesto difícil de predecir, pero el
hecho de que haya revelado mayor cohesión que la Liga de las Naciones
puede ser razonablemente atribuido a su base patriarcal, modelado como
lo está sobre la pauta familiar. Su justificación depende de la lealtad común
a una figura paterna representada por el rey, y bien puede ser que el destino
del Commoriwealth Británico dependa del oestino de la monarquía 3.
En lo que respecta a las perspectivas de éxito que esperan a la incur­
sión comunista sobre el terreno de la familia, es quizá posible hablar con
menos incertidumbre. Ya se ha señalado que, aunque la familia como grupo
social ha sido desplazada por una serie de organizaciones más amplias,
hasta ahora ha resistido a la extinción y se ha insinuado dentro del tejido
mismo del sistema nacional. Incluso el sistema comunista, como también
hemos señalado, se ha visto obligado a hacer cierta concesión al sistema fa­
miliar, y la influencia de los líderes comunistas, en particular de Lenin
(vivo o muerto), debe ser atribuida en gran medida a que han asumido
el manto de "dios-padre benevolente" arrancado de las espaldas del Zar
cuando asumió el papel del "diablo-padre malevolente" a los ojos de su
pueblo. Por consiguiente parecería que la resistencia del grupo familiar a
la extinción de ningún modo se ha agotado en el curso de la evolución so­
cial. Esta resistencia debe atribuirse en última instancia a las profundas
bases biológicas de la familia; ya que después de todo, la familia no es
simplemente un grupo social, es también un grupo biológico. Incluso si la
época imaginada por Aldous Huxley en su brillante sátira Un mundo
feliz llega a aparecer y los bebés del futuro son concebidos en botellas, no
se sigue de ningún modo que la situación edípica estará completamente

3 Como han demostrado los sucesos siguientes, el Commonwealth Británico


ha sobrevivido a la Liga de las Naciones; pero el establecimiento de la Organización
de las Naciones Unidas como reemplazo de la difunta Liga de las Naciones es obvia­
mente el reflejo de una necesidad mundial y es la expresión de un movimiento que
indica la posibilidad de que la organización supranacional del futuro asumirá la
forma, no de un estado mundial comunista, sino de una familia de naciones.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 233

abolida del inconsciente del individuo. Después de todo, hasta el bebé del
futuro necesitará ser criado por otros, y los que cumplan las funciones pa.
ternas inevitablemente adquirirán la significación de figuras paternas para
la mente del niño. Puede objetarse que bajo tal régimen todas las figuras
paternas ejercerán una función a grandes rasgos análoga a la de la madre
en las condiciones actuales, y en consecuencia la situación edípica triangu­
lar dej ará de ser un aspecto del ambiente del niño. Pero las cosas no son
tan simples, ya que los psicoanalistas encuentran que el conflicto edípico
se desarrolla incluso en niños criados por un solo progenitor, o sea por
ejemplo la madre (ya que si se deja al padre con el niño, siempre es intro­
ducida una figura materna en el círculo familiar). El autor ha tenido opor­
tunidad de analizar a varios individuos (de ambos sexos) que nunca habían
visto a sus padres; y en cada caso la intensidad del conflicto edípico era
tan extrema que llegaba a ser altamente patógena. La probabilidad de un
régimen que se arregle por completo sin la paternidad tal como hoy la en­
tendemos, es, sin embargo, demasiado remota como para merecer nuestra
sería consíderación. Un estudio de las tendencias contemporáneas sugiere
ciertamente que la influencia de la familia como institución social dismi­
nuirá más aún bajo la presión de organizaciones más altamente evoluciona­
das. Pero la profunda base biológica de la familia parecería descartar su
extinción final. Parece más que probable. por consiguiente. que incluso si
el comunismo tiene éxito en su campaña contra la nación, el estado comu­
nista se verá obligado (como le pasó a la nación 1 a entrar en acuerdo con
la familia y a incorporarla a su propia organización más amplia. Puede
predecirse que cualquier intento por parte del comunismo de llevar a su
conclusión lógica su intromisión en el ¡rrupo familiar tendría inevitable­
mente el efecto de comprometer el éxito del movimiento comunista. Pode­
mos también esperar que, mientras el hombre exista sobre la tierra, el con­
flicto edípico seguirá jugando un papel importante no sólo como influencia
en el desarrollo psicológico del individuo, sino también para determinar el
carácter de las instituciones sociales y fij ar el camino de la cultura humana.

POSTCRIPTU~1 (19Sl)

Cualquier intento de examinar temas que impl ican problemas políticos


f' ideológicos (no menos que religiosos) desde una perspectiva científica es
siempre arriesgado, y diversas críticas del artículo anterior, que han llega­
do a mis oídos de cuando en cuando desde su puhlicación original, sólo
han servido para confirmar esto (si realmente se necesitaba confirmación).
Me consuelo con la reflexión de que si e~ dificil parJ un autor ser objetivo
al formular ideas sobre tales temas, no es menos difícil para los críticos ser
objetivos en sus críticas; v sólo puedo e"perar que los lectores que se sen­
tirán dispuestos a criticar este articulo sobre buses de objetividad, tratarán
de ser tan objetivos en sus «riticas como, o he- tratado de ser en la formu­
lación de las ideas presentadus. En la esperanza de anticipar las críticas
234 w. RONALD D. FAIRBAIRN

posteriores que puedan surgir, encuentro deseable ofrecer alguna explicación


de las circunstancias en que llegó a escribirse el artículo. Fue escrito bajo
el estímulo de un libro titulado At Home with the Savage (Entre los salva­
jes) (Routledge, 1932) de la pluma de J. H. Driberg, que llegó a ser pro­
fesor de Etnología de la Universidad de Cambridge luego de servir como
Comisionado de Distrito sucesivamente en Uganda y en el Sudán. El libro
en cuestión contiene un estudio antropológico de la evolución de grupos
sociales en Africa, y se me ocurrió, luego de leer ese libro, que sería un
paso constructivo intentar arrojar cierta luz en la evolución de grupos so­
ciales desde una perspectiva psicoanalítica. El artículo anterior fue el re­
sultado de tal intento por mi parte, y al hacer este intento, no vi ninguna
razón científica válida para excluir de mi revisión los desarrollos más re­
cientes en la evolución de los grupos sociales. En realidad, sentí que ya que
mi revisión era de alcance general (y no restringida al estudio de desarro­
llos de ninguna zona particular del mundo), sería incompleto a menos que
se tomaran en cuenta acontecimientos recientes. Fue así como llegué a incluir
al estado comunista dentro del alcance de mi estudio y en vista de su im­
portancia para la evolución, a concentrar particular atención en él. Lo
incluí, no porque representara un sistema político que invita a la aproba­
ción o a la desaprobación (y ninguna persona sincera puede negar que tiene
opiniones personales sobre este tema), sino porque representaba un fenó­
meno importante en la evolución de los grupos sociales. Entre los rasgos
más generales de este proceso evolutivo, a que dirigí la atención, estaban
1) una tendencia hacia la ampliación progresiva de las agrupaciones socia­
les, y 2) la existencia del conflicto entre los grupos más amplios y los menos
amplios. Sería entonces arbitrario por parte de cualquier crítico, por ejem­
plo, aislar mi examen del conflicto entre el estado comunista y otros grupos
tales' como la familia, de mi examen de conflictos similares entre otros
grupos de la serie evolutiva. En lo que respecta a la psicología del indivi­
duo, el conflicto entre grupos sociales asume inevitablemente la forma de
un conflicto entre lealtades a grupos; y como la psicología de grupo en
última instancia se reduce a la psicología del individuo en el grupo, se
sigue que los frutos de la investigación psicoanalítica sobre la motivación
inconsciente del individuo, deben ser apropiados para la explicación de los
fenómenos de grupo.
CAPÍTULO JI

LA PSICOLOGÍA COMO TEMA PRESCRIPTO


y PROSCRIPTO 1
(1939)

CUANDO RECIBÍ LA INVITACIÓN para abrir un debate en esta reuruon de la


Sociedad Filosófica Universitaria St. A ndrews con un breve artículo que
planteara una controversia, se me ocu rrió que seria la ocasión adecuada
para plantear la cuestión de por qué ciertos sistemas específicos de pensa·
miento psicológico deben ser más o menos tabú en recintos académicos
cuando la psicología misma es un tema aprobado para su estudio en todas
nuestras universidades, e incluso obligatorio para estudiantes de educación.
La ocasión presente me pareció particularmente adecuada para este propó­
sito, ya que no hace mucho que una reunión de psicólogos en la Universi­
dad de Sto Andrews fue convertida en el escenario de un intento de negar
el status de ciencia psicológica a un sistema psicológico en el que sucede
que yo estoy especialmente interesado; el psicoanálisis. Este intento par­
ticular de desacreditar la teoría psicoanalítica no tiene importancia para
nuestro propósito presente, excepto en la medida en que reflej a la tendencia
ampliamente extendida en los círculos universitarios de excluir la teoría
psicoanalítica del campo del estudio académico. Esta tendencia no es por
supuesto igualmente fuerte en todas partes, pero en general es suficiente­
mente llamativa como para que sea poca exageración decir que, lejos de
ser un tema prescripto en el curriculum psicológico, la teoría psicoanalítica
es en realidad un tema proscripto. Por esto, me ocuparé en esta ocasión de
considerar qué es lo que lleva a la inclusión de la psicología psicoanalítica
en el Index Expurgatorius Académico.
Incluso ya se ha dicho bastante para permitirnos anticipar la réplica
que recibiremos cuando preguntemos a los compiladores de la lista negra
académica, por qué el psicoanálisis debe ser relegado al mismo status deni­
grante que la alquimia y la astrología a los oj os académicos. Se nos dirá,
por supuesto, que el psicoanálisis no es científico. A esta acusa­

1 Artículo leído en la Sociedad Filosófica de la Universidad de St. Andrcws el


9 de febrero de 1939.
235
236 W. RONALD D. FAIRBAIRN

cron el psicoanalista replicará que son los psicólogos académicos los


que no son científicos, ya que al formular sus teorías sobre la natura­
leza humana, descuidan gran parte de los hechos importantes. No con­
tentos con ignorar el extenso reino de los fenómenos mentales a los que
el psicoanalista aplica la amplia designación de "inconsciente", ignoran
incluso gran parte de fenómenos estrictamente "conscientes". Así consi­
deran que han dicho todo lo que hay que decir sobre la amplia gama
de la conducta y experiencia humana que está representada por las pa­
labras "sexo" y "amor" si al hacer una lista de los "instintos" humanos,
hacen una breve referencia a la existencia de un instinto sexual, o algún
eufemismo equivalente tal como "instinto de reproducción" o "instinto de
apareamiento". También vuelven un ojo casi completamente ciego a todo
ese grupo entero de los más importantes fenómenos a los que hacemos re­
ferencia cuando hablamos de "conciencia", "pecado" y "culpa". Además,
como si su amblioplía no fuera ya suficientemente extensa, ignoran tanto
como es posible todas las multifacéticas manifestaciones del odio y agre­
sión humanas, tales como la guerra, persecución, opresión, revolución y
fanatismo. La contracarga académica de este argumento toma general­
mente la forma de un intento de negar la objetividad de tales datos psico­
analíticos que han escapado a la observación de los psicólogos entrenados
en laboratorio. Entonces el psicoanalista señala que en tanto que algunos
de los datos en cuestión sólo podrían ser descuidados por un investigador
que tiene razones emocionales para ser ciego a ellos, los restantes sólo son
descubribles por medio de la técnica analítica estandarizada. La técnica
psicoanalítica misma se convierte entonces en el objeto de los ataques lan­
zados por las críticas académicas. Es en realidad la técnica, dicen, lo que
no es científico, y proclaman que los "datos" ostensibles obtenidos por me­
dio de la técnica analítica son en gran medida producto de la técnica mis­
ma. El psicoanalista señala, por supuesto, que nada podría ser más cien­
tífico que. el método de asociación libre, sobre el que se basa la técnica
analítica, en manos de un observador entrenado para ser estrictamente im­
parcial. Sin embargo, los críticos inmediatos se toman del hecho de que
en el tratamiento psicoanalítico el material producido por el paciente en
el curso de la asociación libre, está sujeto a la interpretación por parte del
analista; y de esto infieren que las asociaciones siguientes se contaminan
cada vez más por las preconcepciones del analista, debido al prestigio del
analista a los ojos del paciente. Esta inferencia no es aceptada por el
psicoanalista, empero, ya que en el tratamiento psicoanalítico lo que es
interpretado no es tanto el material real producido por el paciente como la
tenaz resistencia que típicamente ofrece a la produccción de material y sus
reacciones a la situación analítica en general. En la medida en que se
supera esta resistencia, el material habla mucho por sí mismo. Hay veces
es cierto, que el analista encuentra necesario interpretar el material real,
pero al hacerlo sigue sólo el procedimiento científico aceptado de aplicar
conocimientos ya adquiridos para elucidar hechos nuevos. Debe agregarse
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 237

que las diversas manifestaciones de la resistencia misma deben ser consi­


deradas como uno de los datos más impresionantes revelados por la técnica
analítica. Constituyen de este modo fenómenos significativos que requieren
explicación; y es sobre la observación de estos fenómenos que se basa la
teoría psicoanalítica fundamental de la represión.
Después de que todas las acusaciones levantadas contra el psicoaná­
lisis por los críticos académicos se han ventilado y discutido sobre bases
científicas, surge siempre otra línea de criticismo, que parecería represen­
tar la verdadera objeción a la inclusión de la teoría psicoanalítica en el
curriculum académico. Esta crítica es en realidad una edición moderna de
la acusación levantada contra Sócrates cuando se lo acusó de corromper
a la juventud de Atenas. En lo que respecta a Sócrates, le valió literalmente
su vida invocar el principio de Yl'úJl'L OWl'TfT'I ("conócete a ti mismo"). Así
quizás el psicoanalista tenga realmente bastante suerte al salvar su pellej o
cuando invita a los seres humanos a inspeccionar sus propias motivaciones.
En realidad, hay una causa bastante buena para excluir la teoria psi­
coanalítica de los cursos de psicología para estudiantes, particularmente si
la teoría psicoanalítica resulta cierta. Según los descubrimientos psicoana­
líticos, yacen escondidas en las profundidades de la naturaleza humana
fuerzas oscuras y peligrosas, contra las cuales se han erigido cierto número
de defensas algo precarias, en parte internas e individuales, en parte exter­
nas y sociales. En vista del carácter precario de estas defensas y de la
naturaleza turbulenta de las fuerzas contra las cuales han sido erigidas, se
convierte en legítima cuestión de dudas hasta dónde será seguro hacer co­
nocer a los seres humanos la verdad sobre sí mismos. Entre los diversos
cambios de enfoque que caracterizan nuestro mundo contemporáneo, no es
quizá el menos importante el debilitamiento, incluso en círculos cienti íicos,
de aquel optimismo victoriano y posvictoriano, que consideraba al creci­
miento de la ciencia moderna como el heraldo de una edad dorada. hacia
la que, con la ayuda de la ciencia, la raza humana estaba destinada a pro­
seguir en el camino de un progreso ininterrumpido. Los acontecimientos
contemporáneos de la guerra (1939) nos hacen darnos cuenta con creciente
convicción de que el conocimiento científico es cualquier cosa menos una
pura bendición para la humanidad. De este modo apenas podemos ahora
tomar nuestros periódicos sin leer sobre alguna nueva amenaza para la
felicidad y bienestar humano, y en realidad para la civilización misma,
resultante de la posesión por los seres humanos de conocimientos extraídos
de los recientes adelantos de las ciencias, de la física y la química ~.

2 Esto fue escrito al principio de 1939, en una época en que, aunque se habían
fabricado máscaras antigás para la población en Gran Bretaña, la Segunda Cuern
Mundial era aún sólo una amenaza y los horrores de la agresión totalitaria no se
habían revelado aún; pero es aún más oportuno en el momento presente fl951)
cuando la amenaza de la bomba atómica es una realidad inesca pable y f'~ quizá silo
la precursora de mayores amenazas por venir.
238 w. RONALD D. FAffiBAIRN

Debe señalarse, empero, que el verdadero peligro atribuido a la pose­


sión de tales conocimientos por los seres humanos surge de la presencia
en la naturaleza humana de esas fuerzas turbulentas y destructivas, que la
investigación psicoanalítica muestra que juegan tan gran parte en la econo­
mía de la mente inconsciente del individuo; una parte tanto más grande
de lo que ahora parece, o que la apariencia de la cultura nos llevaría a
creer. Entonces no son tanto los conocimientos conferidos por el progreso
de las ciencias lo que es peligroso, como la efectividad incrementada que
la posesión de tales conocimientos confiere a las tendencias destructivas
presentes en la naturaleza humana. En el caso de los conocimientos psico­
lógicos que la investigación psicoanalítica afirma proporcionar, la situa­
ción es algo distinta, porque aquí no se trata de aumentar la efectividad
de las tendencias destructivas del hombre, sino desenmascarar estas ten­
dencias destructivas mismas. Lo que realmente alarma a la gente en el
psicoanálisis es entonces la naturaleza de lo que revela. El psicoanálisis
mismo es sentido como peligroso porque revela la presencia en la natura­
leza humana de fuerzas peligrosas que el individuo está demasiado ansioso
por negar. En los primeros tiempos del psicoanálisis, cuando la represión
de los deseos sexuales era el fenómeno sobre el que se enfocaba casi exclu­
sivamente la atención, parecía que era la presencia de tendencias sexuales
reprimidas lo que el hombre buscaba negar ante todo. A la luz de la inves­
tigación posterior, empero, se ha vuelto evidente que lo que el hombre
busca negar sin reservas es la intensidad de su propia agresión y que sus
intentos de negar la extensión de su propia sexualidad se deben en gran
medida a la asociación que hace de sus tendencias sexuales con actitudes
agresivas. Parecería entonces que la exclusión de la teoría psicoanalítica del
curriculum. académico representa un intento de mantener caído el vele
sobre el lado de la naturaleza humana que da ocasión no sólo a la culpa
en el individuo, sino también al tabú por parte de la sociedad.
Es interesante reflexionar que al levantar el velo que oculta el ladc
más primitivo de la naturaleza humana, el psicoanálisis sólo está realizande
dentro del campo científico una tarea que ha sido repetidamente realiaads
fuera de ese campo por reformadores religiosos a lo largo del tiempo. As
en su Epístola a Tito, San Pablo escribe: "Porque nosotros mismos fuimo:
también a veces tontos, desobedientes, engañados, sirviendo a diversas in
jurias y placeres, viviendo en la malicia y la envidia, odiosos, y odiándono.
mutuamente". Es, por supuesto, el sino invariable de los reformadores mo
rales y religiosos encontrarse con la más tenaz oposición por parte del order
establecido; pero sería muy inapropiado atribuir esta oposición simple
mente a la presencia de una disposición inexplicada de conservadorismr
innato en la raza humana. El hecho es que todos los nuevos evangelios tie
nen el efecto de socavar culturas existentes, que funcionan ellas misma
como defensas sociales contra las fuerzas primitivas de la naturaleza hu
mana. La resistencia encontrada por los nuevos evangelios es así esencial
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 239

mente una defensa de defensas culturales existentes, y la resistencia social


encontrada por el psicoanálisis es justamente de naturaleza similar.
Es típico de los reformadores morales y religiosos que no contentos
con levantar simplemente el velo que oculta las tendencias más primitivas
del hombre, se propongan mostrar las debilidades de las defensas cultu­
rales existentes. Así no es bastante para el apóstol de un nuevo credo
convencer a sus posibles conversos de su propia maldad, también busca
convencerlos de que cualquier credo que hasta ahora hayan abrazado es
un montón de ignorantes supersticiones. - Al hacer esto, por supuesto, está
él mismo apoyado por la convicción de que, al destruir las defensas cultu­
rales existentes, está en posición de sustituirlas por mej ores. En contraste
con esto, el psicoanalista como científico no tiene ningún nuevo evangelio
que ofrecer; pero tampoco busca destruir defensas culturales existentes. Al
mismo tiempo, al seguir su propia senda particular de indagación científica,
no ha podido escapar a la necesidad de formular una teoría sobre la natura­
leza y origen psicológico de tales defensas, y en virtud de esto, se lo con­
sidera como destructor del tabú que guarda la santidad de las instituciones
humanas, igual que si los hubiera violentado.
Estamos entonces en situación de apreciar la verdadera naturaleza de
las obj eciones al psicoanálisis. Éstas son: a) que el psicoanálisis revela la
presencia en la naturaleza humana de fuerzas primitivas y destructivas que
la naturaleza humana querría negar, y b) que da una explicación de la
naturaleza y origen de las defensas psicolóz icas erigidas por los seres hu­
manos como protección contra fuerzas que están en ellos mismos. Estas
objeciones parecen adquirir especial fuerza cuando surge cualquier cues­
tión de enseñar la teoría psicoanalítica a estudiantes universitarios, de los
cuales la mayoría no ha emergido aún de la fase impresionable e inestable
de la adolescencia; fase proverbialmente caracterizarla por una tendencia
a cuestionar valores culturales aceptados.
En este punto sería útil recordar que la teoría psicoanalítica no es la
única teoría científica que tiene la desgracia, en una u otra parte del mun­
do, de encontrar su nombre en la lista negra académica. En realidad en la
Aleman ia Nazi (1939) la lista negra académica ha asumido dimensiones
bastante formidables. Es virtualmente imposible, por ejemplo, para cual­
quier teoría antropológica o etnológica en conflicto con la doctrina oficial
nazi de la "raza aria", conseguir ser escuchada en cualquier universidad
alemana. Los círculos académicos en Gran Bretaña son por supuesto uná­
nimes en sus protestas contra la oposición de tales restricciones a la libertad
de pensamiento. pero es sólo justo reconocer que si la teoría psicoanalitica
es excluida de UlI país como Gran Bretaña porque se la considera como
l'ltlturalnwl1te destructiva. es por razones precisamente similares que d ive r­
:-<h teorías antropológicas y etnológicas que se exponen libremente en las
UI: i, cr~iltldf's británicas. han sido pruscriptas del curriculum académico en
.\lt:lIl<111ia. .\fJuí la única diferencia es que en tanto que en un caso la culo
240 W. aONALD D. FAIRBAIRN

tura que se protege es la cultura Clásica-Cristiana de Europa occidental, en


el otro caso es la ideología nazi que consiste esencialmente en una revivís­
cencia de la vieja cultura teutónica pagana en traje moderno 3.
No debemos juzgar demasiado duramente al grupo social porque
busque proteger su integridad cultural limitando la libre indagación. Sea
lo Que fuere lo Que pensemos de las ideologías totalitarias, no puede haber
dudas de que la integridad de tal ideología es esencial para la cohesión
del grupo organizado bajo el régimen que impone la ideología; y es seguro
suponer que la cohesión de todo grupo está vinculada con alguna ideología
por más inexplícitamente que ésta pueda estar formulada y por más
tolerancia con que pueda ser mantenida. Parece inevitable, por consiguien­
te, que deban imponerse siempre algunos límites a la indagación científica,
por parte de cualquier grupo social que busca sobrevivir. Siempre ha sido
el criterio de la Iglesia Católica, que hay algunas cosas que es mejor que
el hombre medio no conozca, y es una cuestión psicológica muy real hasta
dónde la naturaleza humana, en su forma actual, es capaz de tolerar la
verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad.
Se nos dice que un poco de conocimiento es una cosa peligrosa; pero
sigue siendo realidad que un montón de conocimientos puede ser mucho
más peligroso. De acuerdo con esto, parece bastante posible que los pro­
gresos recientes en la ciencia física pueden llevar a la completa destrucción
de la raza humana. Es bastante interesante que, aunque se permite ahora
casi completa libertad de pensamiento e investigación en los departamentos
de química de nuestras universidades, hay otros departamentos académicos
en los que el pensamiento no está menos limitado que la indagación. ASÍ,
aunque en general los tests religiosos han sido abolidos de las universidades
británicas, sigue siendo imposible para un católico romano, por más distin­
guido que sea como alumno, ser nombrado profesor de hebreo en una uní­
versidad escocesa. Es casi igualmente difícil esperar el nombramiento de
un surrealista declarado en una cátedra universitaria de arte. El hecho
es que, cuanto más alto sea el valor cultural de un tema en el curriculum
uniuersitario, menos libertad de pensamiento e indagación se permite.
A la luz de estas diversas reflexiones nos encontramos inevitablemente
enfrentados con la pregunta: "¿Cuál es la verdadera función de una uní­
versidad?". Hay tres posibles funciones que una universidad puede cum­
plir en la comunidad: 1) la de un centro de promoción de cultura, 2) la de
una escuela técnica, y 3) la de una institución para la promoción de inda­
gación científica libre y sin restricciones. La situación real en el momento
presente representa un compromiso, de acuerdo con el cual nuestras univer­

3 La ilustración elegida en este párrafo (escrito al principio de 1939) es, por


supuesto, anticuada ante los aconteoimientos siguientes. Pero, por desgracia, no
puede decirse 10 mismo sobre el fenómeno ilustrado, y habría poca dificultad para
trazar ilustraciones igualmente adecuadas a partir de las condiciones prevalecientes
actualmente bajo los regímenes totalitarios ( 1951).
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 241

sidades intentan cumplir en parte las tres funicones, mientras evitan cum­
plir exclusivamente cualquiera de ellas.
Debe reconocerse, empero, que cada una de estas funciones representa
un fin diferente, y que los fines en cuestión no son fácilmente reconcilia­
bies. En particular, es difícil ver cómo se puede esperar que una institución,
que aún mantiene su papel histórico como guardiana de una cultura tradi­
cional definida, funcione simultáneamente como lugar de indagación cien­
tífica libre y sin restricciones, ya que el estudio de la historia no permite
dudas razonables sobre que todo adelanto significativo en el conocimiento
científico ha tenido un efecto desintegrador sobre la cultura prevaleciente.
En vista de los rápidos progresos de la ciencia moderna, entonces nues­
tras universidades están ahora en una posición en la que se verán pronto
forzadas a elegir funciones. Si se decide que la universidad debe quedar
sobre todo como guardiana de la cultura, esperaremos encontrar la lista
académica de materias prescriptas acompañada por una lista académica de
materias proscriptas; y, por supuesto, muy bien puede ser que haya ciertos
temas y ciertas teorías científicas que es mejor que los jóvenes en general
no estudien. Por otra parte, si se decide que una universidad debe fun­
cionar, ante todo, como una institución para promover la verdad científica,
sería inconsistente mantener una censura académica sobre temas científicos
o teorías científicas; y en una universidad de este tipo uno esperaría encon­
trar que la teoria psicoanalítica ocupe una posición muy prominente en el
temario del estudiante de psicología. En este último caso, quizá el resultado
no sea después de todo tan desastroso para la cultura, ya que es hora de
que recordemos que si el conocimiento puede ser usado destructivamente,
también puede ser usado constructivamente. Así los mismos conocimientos
químicos que permiten a los hombres manufacturar gases letales para usar­
los en la guerra, les permiten idear medios de protección no sólo contra esos
instrumentos de destrucción hechos por el hombre, sino también contra
los ataques de enemigos bacteriales, En forma semejante, si el psicoaná­
lisis puede parecer peligroso tanto porque desenmascara las fuerzas des­
tructivas ocultas de la naturaleza humana y porque escudriña científica­
mente el carácter de las defensas erigidas para controlar estas fuerzas, sin
embargo, al mismo tiempo nos provee de un conocimiento de las condi­
ciones baj o las cuales se estimulan los elementos destructivos, y de las con­
diciones bajo las cuales es más probable que se reduzca su influencia.
Sería difícil exagerar la importancia de tales conocimientos, ya que el cono­
cimiento de las condiciones bajo las cuales ocurren los fenómenos es el
primer paso para la dominación de los problemas creados por los fenó­
menos en cuestión, y para la influencia efectiva sobre los fenómenos mis­
mos. Después de todo, el psicoanálisis se originó como una forma de psi­
coterapia, y si la teoría psicoanalítica moderna es capaz de ser aplicada
clínicamente para mejorar en el caso de trastornos psicológicos, es tam­
bién capaz de ser aplicada clínicamente para mejorar en caso de tras­
242 W. RO"'ALD D. FAIRBAIRN

tornos sociológicos, que son sólo trastornos psicológicos en plural. Parece


posible entonces que el psicoanálisis pueda hacer realmente una contri­
bución importante para la prosecución de los mismos fines que apoya la
cultura, y esto es más de lo que se puede decir de la mayoría de las
formas más académicas de psicología.
CAPÍTULO III

LAS NEUROSIS DE GUERRA: SU NATURALEZA


Y SIGNIFICACIÓN 1
(943)­

EN LO QUE SIGUE ME PROPONGO registrar algunas conclusiones a que he


llegado sobre la naturaleza de las así llamadas "neurosis de guerra".
Estas conclusiones están basadas en gran parte en mi experiencia de estados
psicopatológicos entre personal militar, mientras actuaba como Psiquiatra
Visitante de un hospital especial en el Servicio Médico de Emergencia du­
rante la guerra que estalló en 1939; Y estoy agradecido al Departamento
de Salud de Escocia por el permiso para publicar este artículo, en la me­
dida en que se basa esta experiencia. No es necesario decir que el Departa­
mento no acepta responsabilidad por ninguna de las ideas expresadas.

EL FACTOR TRAUMÁTICO

El término "neurosis de guerra" es un término colectivo que cubre


gran variedad de estados clínicos, y hay ahora un acuerdo bastante ge­
neral entre los psiquiatras sobre que, en lo que respecta a la sintornatologia,
las neurosis de guerra no poseen rasgos distintivos que las diferencien mar­
cadamente de los diversos estados psiconeuróticos y psicóticos que preva­
lecen en tiempo de paz. Algunos psiquiatras han propuesto, de acuerdo
con esto, que sería más correcto hablar de "las neurosis en tiempo de gue­
rra" que hablar de "las neurosis de guerra". Por otra parte, hay psiquia­
tras que sostienen que, respecto a casos de personal militar, debe hacerse
una distinción entre: 1) un grupo de estados psicopatológicos que parecen
precipitados por actividades de guerra, y 2) estados psicopatológicos fami­
liares que aparecen durante el curso del servicio militar pero que bien po­
dían haber aparecido igualmente en la vida civil. Esta distinción intentada
parece basarse en la observación de que en cierta proporción, de casos mi­

1 Una versión muy abreviada de este artículo fue publicada en el British


Medica! [ournal, 13 de febrero de 1943.
243
244 W. RON ALD D. F AIRBAIRN

litares, se encuentra que ha sobrevenido un estado psicopatológico por cier­


ta experiencia traumática vinculada con el combate activo (por ejemplo un
estallido de granada cercano o la explosión de una bomba) ~ En contraste con
esta observación, debe señalarse que las "neurosis traumáticas" no son de
ningún modo desconocidas en tiempo de paz, y aquí debe tenerse en cuenta
que si esas neurosis son menos comunes en tiempo de paz que en tiempo
de guerra, también lo son las experiencias traumáticas violentas mismas.
En realidad no es infrecuente encontrar que un soldado que sufre una neu­
rosis traumática adquirida en la guerra tiene una historia previa de neurosis
traumática adquirida en la vida civil. En un porcentaje considerable de
casos militares también el trauma por el que ha sobrevenido una "neurosis
de guerra", resulta ser uno (por ejemplo, un accidente automovilístico)
que sólo está incidentalmente asociado con las condiciones de guerra. Es
imposible, sin embargo, determinar la parte que juegan las experiencias
traumáticas en la precipitación de las neurosis de guerra sin detenerse a
considerar lo que constituye una experiencia traumática.
Demasiado a menudo se supone que una experiencia traumática es
una que produce un estado psicopatológico de novo. Sin embargo, cuando
la investigación es suficientemente cuidadosa, es raro encontrar un caso en
que no puedan detectarse pruebas de características psicopatológicas pre­
existentes en la historia previa. Es razonable concluir, de acuerdo con
esto, que una experiencia traumática es una que sirve para precipitar una
reacción psicopatológica a través de la activación de factores psicopato­
lógicos preexistentes, pero latentes hasta entonces. La exactitud de esta con­
clusión está confirmada por el hecho de que en ciertos casos es posible
detectar un grado muy alto de especificidad de la experiencia traumática.
Como ilustración de este punto puedo citar el siguiente caso.
Caso 1. - Artillero W. l.; R. A., veintisiete años, soltero.
Este soldado desarrolló un agudo estado de ansiedad acompañado por
síntomas fóbicos incapacitantes, luego de que un barco de transporte de
petróleo en que él servía como artillero marítimo fue hundido por un ata­
que aéreo. El barco fue alcanzado por bombas y casi inmediatamente se
convirtió en un infierno ardiente por el carácter inflamable de la carga.
Pensó primero que iba a quedar atrapado en el barco en llamas, pero se
las arregló para llegar hasta un bote, que resultó ser el único exitosamente
botado, pero hubo cierta demora en lanzar el bote, y previendo (bastante
correctamente, como resultó) que el bote también se incendiaría, se su­
mergió en el agua y nadó para alejarse del barco. Fue una suerte para él
hacer esto, pues los otros ocupantes del bote perecieron por las llamas, pero
mientras nadaba era perseguido por petróleo ardiente que se extendía fuera
del bote hasta la superficie del agua, con el resultado que tuvo que luchar
por su vida hasta que fue recogido. Durante el curso del incidente se
enfrentó entonces con toda una serie de situaciones peligrosas: ser hombar­
deado, ser atrapado en un buque ardiente, encontrar que su más promete­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 245

dora esperanza de escape (el bote) no era más que una amenaza adicional
para su vida, ser perseguido por petróleo ardiente mientras nadaba, y final­
mente enfrentar el riesgo de ahogarse. Aparentemente parecería que cual­
quiera de estas situaciones podría por sí misma haber servido para cons­
tituir una experiencia traumática, pero en el caso de este soldado ninguna
de ellas lo fue. Debe agregarse ahora que, justo cuando sentía que estaba
adelantándose algo en su carrera contra las llamas que lo perseguían, se
sintió cogido y tirado hacia abajo por un chino que se estaba ahogando, y
que era miembro de la tripulación del barco. En un esfuerzo desesperado
de autoconservación dio al chino un golpe en la cabeza y lo vio hundirse
de nuevo e~ una sepultura de agua; y fue esta situación bastante específica
la que constituyó para él la experiencia traumática. Funcionó como expe­
riencia traumática porque, como reveló la investigación, trajo a primer
plano en un acto de "asesinato" el intenso y antiguo odio por su padre,
que en el pasado había estado profundamente reprimido debido a la an­
siedad y culpa asociadas a él. La experiencia adquirió así para él toda la
significación emocional del parricidio, y precipitó toda la angustia y culpa
latentes vinculadas con su odio reprimido hacia el padre, tanto como movi­
lizó diversas defensas psicopatológicas que ya habían sido preparadas en su
mente para manej ar las contingencias parricidas.

No siempre es tan fácil demostrar la especificidad de una expe­


riencia traumática como en el caso mencionado, pero esto por sí mismo
puede no dej ar de tener su significación, una vez que se ha establecido el
principio de especificidad. No deja tampoco de tener significación que en
muchos casos está lejos de ser evidente por qué una situación precipitante
de un estado psicopatológico deba poseer una cualidad traumática, incluso
cuando es una situación que ha sido experimentada repetidamente y puede
suponerse que ha adquirido un efecto acumulativo; ya que muchas experien­
cias que resultan traumáticas parecen comparativamente triviales por sí
mismas. La investigación revela una notable variabilidad de experiencias
traumáticas, como pueden ilustrarlo los siguientes ejemplos elegidos más o
menos al azar entre casos que he observado: ser alcanzado por una bomba,
quedar atrapado en la cabina de un barco torpedeado, ver masacrados a
refugiados civiles, tener que estrangular a un centinela alemán en defensa
propia, ser abandonado por un oficial en un escondrijo estrecho, ser acusado
de homosexualidad por otro soldado, rehusársele una licencia compasiva
para volver al hogar cuando la mujer está por dar a luz, e incluso ser gri­
tado por el sargento mayor. Cuando consideramos la amplia variedad de
esta serie, bien puede ocurrírsenos la pregunta de si en muchos casos la
experiencia traumática que precipita una neurosis de guerra no puede estar
constituida por el servicio militar mismo.
246 W. RONALD D. FAIRBAIRN

EL FACTOR DE DEPENDENCIA INFANTIL

Sobre la base de datos recolectados en el curso de la práctica psico­


analítica privada me sentí gradualmente conducido a la conclusión de que
todos los desarrollos psicopatológicos del adulto, están basados en última ins­
tancia, en la persistencia en la vida posterior de un grado exagerado de
dependencia emocional característico de la niñez, y particularmente de la
temprana infancia 2. La completa dependencia que distingue a la niñez ape­
nas requiere ser subrayada. Es un hecho biológico ligado a la extrema in­
defensión del bebé humano en el nacimiento y empotrado en la estructura
misma de la sociedad humana. Es un hecho que la institución legal toma
bajo su competencia y provee las razones de la más básica de todas las
instituciones sociales, la familia. En conformidad con el hecho de que la
familia constituye el grupo social primario, la dependencia del niño se
centra esencialmente en sus padres. Es de sus padres de quien depende
para la satisfacción de sus necesidades psicológicas, no menos que para las
físicas. Es en ellos donde busca el apoyo moral, no menos que físico; y es
sobre ellos donde en gran parte descansa para la regulación de su con­
ducta y el control de sus deseos descarriados. En particular, es alrededor
de sus padres que gira su vida emocional, ya que sus padres no sólo son sus
objetos de amor originales, sino también los objetos originales de su odio
y los objetos a los que se vinculan sus primeros temores y ansiedades. En
el curso común del desarrollo la dependencia del individuo sobre sus pa­
dres (y sobre figuras paternas que llegan a representarlos) sufre una dis­
minución progresiva a lo largo de las fases de la niñez y la adolescencia
hasta que se logra la relativa independencia de la madurez. Es poco fre­
cuente, empero, que el proceso de emancipación emocional tenga un trans­
curso suave; ya que incluso en las condiciones más favorables, siempre hay
cierto conflicto entre 1) un impulso progresivo a abandonar el estado de
dependencia infantil a causa de las muchas limitaciones que impone; y 2)
un impulso regresivo a aferrarse a él a causa de las muchas ventajas que
confiere. Cuando las condiciones son desfavorables, este conflicto asume
exageradas proporciones, se acompaña de marcada ansiedad y da origen
a reacciones exageradas. Sean cuales fueren los compromisos y ajustes que
pueden resultar de un conflicto agudo de esta naturaleza, su consecuencia
más significativa es la perpetuación de una actitud de dependencia infan­
til en la esfera emocional; una actitud que no está menos presente en nive­
les profundos del psiquismo incluso cuando en niveles más superficiales
esté sobrecompensada por una actitud casi de independencia, que persiste
en un nivel más profundo. Es la persistencia indebida de tal actitud de
dependencia infantil lo que yo he llegado a considerar como el factor últi­
mo que predispone a todo desarrollo psicopatológico; y en conformidad

2 Las diversas consideraciones sobre las que se basa esta conclusión ya han sido
registradas en mi artículo "Revisión de la Psicopatología de las Psicosis y Psiconeu­
rosis" (incluido en el presente volumen).
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 247

con esta concepción, todo síntoma psiconeurótico y psicótico debe ser in­
terpretado como 1) efecto de, o 2) defensas contra los conflictos vincu­
lados con un estado persistente de dependencia infantil.
En el momento en que estalló la guerra en 1939 yo ya estaba llegando
al punto de vista que acabo de indicar; y estaba en camino de formular
mis conclusiones cuando llegó a ser una de mis tareas investigar casos de
"psiconeurosis" entre personal militar, en escala considerable. Se me pre­
sentó muy convenientemente de este modo, en el momento adecuado, una
oportunidad única para probar la validez de las ideas que surgían en mí.
Mis ideas se basaban originalmente en el estudio intensivo de un número
comparativamente pequeño de pacientes que vivían en su ambiente normal;
pero estaba ahora en situación de confrontar estas ideas por medio de un
amplio examen de gran número de pacientes que habían sido súbitamente
sacados de su ambiente normal, separados de sus objetos de amor y aislados
de los habituales sostenes y apoyos sobre los que una persona dependiente
por lo común descansa. Era casi como si gratuitamente se me hubiera pro­
porcionado un experimento de laboratorio bajo condiciones controladas
para probar mis conclusiones. El resultado de este experimento fue con­
firmar esas conclusiones en forma notable, como puede quizá ilustrarlo
convenientemente la descripción de un caso en la que la dependencia asu­
mió proporciones tan exageradas como para no dej ar lugar a dudas sobre
su significación etiológica.
Caso 2. - Artillero A. M.; R. A., veinticuatro años, casado desde hace
dieciocho meses.
Este soldado tenía un pequeño negocio en la vida civil, y su citación
al ejército fue diferida por tres meses a causa del negocio. Cuando al
final de este período se presentó para cumplir con su deber, insistió para
que su esposa lo acompañara al cuartel, que estaba situado alrededor de
250 millas de su hogar. Insistió también en que ella permaneciera en el
pueblo en que estaba situado el cuartel, hasta que al final de seis semanas
las circunstancias obligaron a la mujer a volver al hogar. La pers­
pectiva de su partida lo alarmaba tanto que pidió un permiso de fin de
semana para acompañarla. Tuvo éxito en su pedido y pudo así postergar
el momento de la separación por varios días. Durante su licencia nunca
dej ó la casa, y fue con gran dificultad que se separó de su esposa cuando
terminó. Luego de su retorno al deber hizo frenéticos esfuerzos para man­
tenerse en comunicación con ella por teléfono, llamándola a menos que las
circunstancias lo hicieran completamente imposible. Resulta muy intere­
sante que estuviera tan ocupado en pensar en ella, que era incapaz de mo­
vilizar suficiente capacidad de concentración para escribirle cartas. La in­
capacidad para concentrarse hizo también que fuera el único que no pasó
el test prescripto al final de un curso de instrucción en artillería; y por
este fracaso, combinado con el temor a las armas de fuego que manifes­
taba, fue ubicado en tareas telefónicas de rutina. Durante el día su mente
248 W. RONALD D. FAIRBAIRN

estaba constantemente ocupada en pensamientos sobre su mujer y.la dis­


tancia que lo separaba de ella, y por la noche le era difícil dormirse a
causa de la presión de pensamientos similares. Era muy consciente de sí
mismo y se sentía "diferente" de los otros hombres. Tenía tendencia a
sentir que su compañía no era deseada, y no hizo amigos en el ejército, con
excepción de un hombre quince años mayor que él. Se había sentido "de­
primido" desde el día en que entró en el ejército, y en ausencia de su espo­
sa se sentía completamente "solo". Le parecía que todo estaba contra él,
y sentía que su único sostén en la vida estaba en la esperanza de volver a
ver a su esposa, para explicar lo cual observó: "Es como una madre para
mí", y "Es todo lo que tengo".
Este soldado fue admitido cn el hospital dentro de los tres meses
de su ingreso al servicio militar, habiendo dado parte de enfermo diez
días antes de su admisión a causa de dos desmayos, que ocurrieron
en días sucesivos, el primero de ellos cuando estaba sentado en el estrecho
espacio de la estación telefónica. Surgió que había estado sujeto a tales
ataques por un período de nueve años desde una oportunidad en que a
los quince había visto a una mujer desplomarse en la calle. Este espec­
táculo le provocó un estado de aguda ansiedad, que persistió por el resto
del día, hasta que al atardecer sucedió su primer ataque de desmayo.
Ataques similares sucedieron con gran frecuencia por un período de varios
meses, durante los cuales no fue al colegio y no se le permitió salir de la
casa sin que alguien lo acompañara. Cuando su estado mejoró lo suficiente
como para permitirle volver al colegio, tenía miedo de ir solo y siempre neo
cesitaba que lo acompañaran. Incluso después de dejar el colegio, a los
dieciséis años, seguía teniendo miedo de salir solo, por si podría ocurrir un
ataque cuando estaba a alguna distancia de su casa. Cuando se aventuró
a salir solo, adoptó el recurso de ir en bicicleta para poder volver a la casa
con la mínima demora cuando sintiera que estaba por venir un ataque. Su
bicicleta llegó así a tener para él el significado de un vínculo con su hogar.
Se convirtió en un cordón umbilical que lo conectaba con su cariñosa abue­
la materna que había cumplido todas las funciones de una madre desde que
él tenía tres años, cuando murió su madre real.
Su dependencia de la .abuela era muy grande. Hijo único, había ido a
vivir con sus abuelos maternos cuando murió su madre; y veía muy poco
a su padre, hacia el que manifestaba una ausencia de sentimientos anti­
natural y casi completa. Luego de su primer desmayo "durmió entre" sus
abuelos hasta que murió el abuelo, lo que sucedió pocos meses después; y
luego de la muerte de su abuelo ocupó la misma habitación que la abuela
hasta que, cuando él tenía dieciocho años, ella también murió. A medida
que declinaba la salud de su abuela y la perspectiva de perderla empezó a
apuntar en él, pasaba más y más tiempo en su compañía, recibiendo no poca
estimulación para hacerlo por parte de la anciana misma. Su devoción por
ella estaba atemperada, sin embargo, por considerable preocupación por el
estado de aislamiento y soledad en el que su inminente fallecimiento amena­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 249

zaba hundirlo. No se había hecho de amigos varones, y nunca se había re­


lacionado con una muchacha. En consecuencia se sentía enfrentado con la
aterradora perspectiva de encontrarse completamente solo en el mundo cuan­
do un destino inexorable lo despoj ara de la persona sobre la que había de­
pendido hasta entonces para todo. Su angustia ante esta perspectiva, em­
pero, fue considerablemente aliviada por obra de un deus et machina en la
forma de la bicicleta sobre la que tanto había confiado en el pasado como
medio de aliviar su angustia de separación. Un día cuando corría de re­
greso a la cabecera de su abuela enferma, de vuelta de una expedición neo
cesaria con su bicicleta, fue lo bastante afortunado como para chocar con
una joven que estaba cruzando la calle. Su bicicleta justificó la confianza
que había puesto en ella como cordón umbilical. Le proporcionó otro
punto de apego, otra mujer de la que podía depender, ya que ésta fue la
mujer que eventualmente se convirtió en su esposa. Bastante discreto, no
perturbó la paz de los últimos días de su abuela informándole del nuevo
vínculo que había contraído. No permitió que sus atenciones hacia su abue­
la sufrieran por esto; pero con vistas a su propia seguridad futura se
propuso arreglar frecuentes encuentros subrepticios con la muchacha. La
persuadió de venir a su puerta cuando salían; y a menudo a acompañarlo
por largo trecho cuando se hacía hora de volver. Ella llegó a ser gradual­
mente el medio de otorgarle la única confianza que tenía sobre sí mismo.
Pero la sensación de seguridad que extrajo de su amistad no le impidió
hundirse en las profundidades de la desolación cuando murió la abuela. Su
sensación de desolación fue ciertamente mitigada por su amistad con la
joven; y en realidad fue sólo este vínculo el que lo reconcilió con la pers­
pectiva de seguir viviendo. Sin embargo, el hecho de que su situación fi­
nanciera era demasiado precaria para permitirle casarse con ella resultó
una perpetua fuente de ansiedad para él. Rehusando el ofrecimiento de un
hogar que le hizo su padre, fue a vivir con una tía, esperando todo el tiem­
po que algo aparecería para ponerlo en situación de casarse. Entre­
tanto constantemente "estaba en trance esperando a la muchacha". Pero la
providencia resultó otra vez benévola, ya que además de entrar en posesión
de cierto dinero que había dejado el abuelo, logró notable éxito en apues­
tas de fútbol. El resultado fue que acumuló bastante dinero como para com­
prar un pequeño negocio de "artículos para hombres", y cuando éste pros­
peró pudo casarse. El casamiento por sí mismo no procuró, empero, solución
adecuada a sus problemas, y en realidad su apremiante necesidad de
salvaguardias contra la angustia de separación tendió a agudizarse en vez
de mitigarse. El hecho de que su tienda fuera negocio de un solo hombre
resultó un problema especial, ya que en tanto que se sentía incapaz de
aguantar quedarse solo en la tienda, las exigencias domésticas hacían im­
posible para su mujer quedarse a su lado constantemente durante las horas
de trabajo. Intentó lograr un compromiso empleando a un muchacho como
asistente, pero el muchacho resultó un reemplazante tan inadecuado de su
mujer que este compromiso no tuvo éxito. Buscó entonces reemplazar su fe
250 W. RONALD D. FAIRBAIRN

decreciente en las virtudes umbilicales de su bicicleta, instalando teléfonos


en su negocio y en su casa, estableciendo así un medio casi inmediato, aun­
que algo etéreo, de contacto con su mujer. Finalmente aprovechó otra son­
risa de la fortuna y alquiló el piso que estaba encima de su tienda, con el
resultado de que por fin consiguió realizar su ambición de tener a su es­
posa constantemente a su lado. Una vez que cumplió con esta ambición,
empero, la suerte le dio pruebas de su proverbial inconstancia, ya que con
la inexorabilidad de un destino cruel, su citación final llegó a tiempo para
desbaratar todos sus esfuerzos para cumplir con las exigencias de su de­
pendencia y guardarse de la zozobra de la angustia de separación. Aunque
hizo un intento desesperado de mantener el más estrecho contacto con su
esposa, compatible con las condiciones del servicio militar luego de su cita­
ción, el grado en que este intento fracasó en satisfacer sus necesidades emo­
cionales puede apreciarse por el carácter incapacitante de .los síntomas que
no tardó en desarrollar. Al mismo tiempo el desarrollo de estos síntomas
mismos sirvió al propósito de permitirle lograr lo que, sin ello, no hubiera
podido: una descarga de las obligaciones del servicio militar y el retorno
a la esposa, que por una especie de sucesión apostólica a través de la abuela
había adquirido para él todas las virtudes de una madre hacia quien, en la
muerte como en la vida, había retenido siempre una actitud de dependencia
infantil.
Podría parecer que el caso anterior representa UD grado tan extremo
de dependencia como para considerarlo más un ejemplo aislado que el
paradigma de una situación endopsíquica que subyace típicamente al desa­
rrollo de una neurosis de guerra. Sería posible, empero, citar numerosos
casos en los que la relación de una neurosis de guerra con la persistencia
de la dependencia infantil desde los días de la niñez sería casi igualmente
evidente ; y una vez que tal relación ha sido reconocida como existente.
puede detectarse en todos los casos, si sólo la investigación es lo bastante
cuidadosa y se la prosigue hasta un nivel psíquico suficientemente profundo.
Si la relación en cuestión no es igualmente evidente en todos los casos, esto
se debe en parte al hecho de que la persistencia de la dependencia infantil
está sujeta, igual que toda otra característica, a infinitos grados de varia­
ción, pero principalmente al hecho de que las angustias a las que el estado
de dependencia expone al individuo movilizan, en diversos grados y como
binaciones, una serie de defensas mentales que tienen el efecto de ocultar
la verdadera situación. De esto se sigue 1) que el monto de tensión requeri­
da para producir un derrumbe nervioso varía de individuo a individuo, y 2)
que la incidencia de la neurosis de guerra está determinada no sólo por el
grado en que ha persistido en el individuo la dependencia infantil sino tamo
bién por el carácter y fuerza de las defensas mentales que ha erigido para
controlar sus efectos perturbadores. En muchos casos es sólo después de
que tales defensas han decaído que se evidencia la dependencia subyacente;
y es muy raro que sean tan precarias como en el caso mencionado en últi­
mo término. La apreciación de la relación que existe entre el desarrollo
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 251

de una neurosis de guerra y un estado subyacente de dependencia infantil


está en cierta medida oscurecida por el hecho de que una serie de los sín­
tomas psicopatológicos mismos constituyen formas desesperadas de defensa
contra los conflictos asociados a la dependencia infantil; y esto parecería
aplicarse especialmente a los síntomas fóbicos, histéricos, paranoides y obse­
sivos. Hay, empero, otro tipo de síntomas que deben ser considerados como
productos de una actitud fundamental de dependencia infantil, antes que
como defensas contra sus efectos. Los estados esquizoides y depresivos pa­
recerían entrar esencialmente bajo este encabezamiento; pero el síntoma
más evidente y significativo que pertenece a esta categoría es incuestiona­
blemente la angustia de separación. No sólo está la angustia de separación
invariablemente presente en los neuróticos de guerra, sino que es el único
síntoma que está universalmente presente. Este síntoma debe por consi­
guiente ser considerado como el común denominador de todas las formas
de neurosis de guerra.

ANGUSTIA DE SEPARACION

La angustia de separación es un rasgo tan universal de las neurosis


de guerra que es difícil creer que su prevalencia pueda haber escapado
hasta ahora a la observación, y en realidad la bibliografía sobre neurosis
de guerra contiene diversas referencias al paso, no sólo sobre este fenómeno,
sino también sobre la aparición de un grado exagerado de dependencia entre
soldados neuróticos. Pero, por lo que yo sé, la universalidad y verdadera
significación de estos fenómenos (angustia de separación y dependencia exa­
gerada) nunca han sido adecuadamente apreciadas, incluso por los que no
han ignorado su existencia. La interpretación más frecuente que se ha he­
cho de ellos es que, como muchos soldados físicamente impedidos, el sol­
dado neurótico quiere volver a su casa porque está enfermo. Incluso sobre
esta suposición, empero, debe recordarse que el efecto de una enfermedad
de cualquier tipo es producir un estado de indefensión, que tiende a revivir
una actitud de dependencia infantil; pero en lo que respecta al soldado neu­
rótico, la verdad parecería ser que no es tanto que anhela volver a la casa
porque está enfermo, sino que se enferma porque anhela volver a la casa.
Es por consiguiente imposible trazar una distinción fundamental entre las
neurosis de guerra y el estado neurótico popularmente descrito como "año­
ranza del hogar" 3. En realidad el término "añorar el hogar" podría apli­
carse apropiadamente al soldado neurótico en vista del papel sobresaliente

3 No hacía mucho que me ocupaba en el estudio de las neurosis de guerra


cuando recordé vívídamente aun estudiante galés que añoraba mucho su hogar, y al
que conocí en la Universidad de- Estraeburgo en mi juventud. No puede evitar
impresionarme retrospectivamente la similitud esencial del cuadro presentado por
este estudiante y el cuadro característico presentado por el soldado que sufre de
neurosis de guerra.
252 W. RONALD D. FAIRBAIRN

que juega entre sus síntomas la angustia de separación y el carácter com­


pulsivo de su necesidad de volver al hogar a toda costa.
Otra interpretación común engañosa del fenómeno de angustia de sepa·
ración, es que es realmente secundaria a la angustia por situaciones de peli­
gro, y que es por consiguiente un subproducto de la así llamada tendencia
de "autoconservación". Este punto de vista parecería ignorar la prevalencia
de pensamientos e impulsos suicidas entre los soldados neuróticos, hecho
que es difícil de explicar en función de la autoconservación. Parecería ig­
norar también la frecuencia con que aparecen derrumbes nerviosos bajo
condiciones militares que implican pocas perspectivas de peligro personal,
por ejemplo entre tropas estacionadas en las Shetlands, donde el aislamien­
to, más que el peligro, es el rasgo predominante en la vida del soldado.
Puede argüirse, sin embargo, que a menudo se encuentra que el soldado
herido, no menos que el neurótico, utiliza, sino es que realmente da la bien.
venida, a su impedimento como medio de escapar a los peligros del cam­
po de batalla, y que la esperanza de recibir una licencia por herida no está
lej os de los pensamientos conscientes de muchos soldados ante el enemigo.
Sería ocioso, por supuesto, negar la fuerza de los motivos de autoconser­
vación o la influencia del peligro personal para provocar un estado de an­
gustia, pero aún queda por explicarse por qué algunos soldados tienen un
derrumbe nervioso ante el peligro, y otros no. La explicación parecería ser
que la capacidad de soportar peligros varía con la medida en que el in­
dividuo ha sobrepasado el estadio de dependencia infantil y esta explicación
está en conformidad con la notoria disposición a la angustia que caracte­
riza al niño en comparación con el adulto maduro.
En círculos militares los soldados han sido clasificados tradicional­
mente como entrando en tres grupos, según su actitud hacia el servicio mi.
litar: 1) los que les gusta, 2) los que no les gusta, pero perseveran, y 3)
los que no les gusta y no perseveran. En lo que respecta a las condiciones
de la guerra moderna, los que "no les gusta, pero perseveran" parecerían
representar el individuo medio que ha tenido relativamente éxito en la su­
peración del estadio de dependencia infantil, mientras que los que "no les
gusta y no perseveran" parecerían representar al individuo neurótico que,
hablando en forma relativa, ha fallado en tomar este paso trascendental
para el desarrollo emocional. Y con respecto al grupo de los que "les gusta",
éste parecería incluir considerable proporción de psicópatas que han desa­
rrollado una negación de la dependencia infantil hasta tal arte que la in­
sensibilidad e indiferencia ante las relaciones humanas comunes se ha incor­
porado a la estructura misma de su personalidad.

PSEUDO-INDEPENDENCIA

La categoría de soldados a los que "les gusta" no dej a de tener signí­


ficación para el problema de las neurosis de guerra, ya que de ningún modo
se sigue del hecho de que "les guste" que sean necesariamente capaces de
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 253

"perseverar". De acuerdo Con esto, es una experiencia muy común para el


psiquiatra que lo llamen para tratar individuos de esta clase. En algunos
casos se convierten en problemas psiquiátricos porque, en una negación
intentada de la dependencia infantil que llega a la adopción de una actitud
de pseudo-independencia, reaccionan en forma exagerada a la dependencia
que necesariamente involucra pertenecer a una organización militar. En
otros casos se vuelven problemas psiquiátricos porque son incapaces de im­
pedir que vuelva a imponerse el profundo estado subyacente de dependen­
cia infantil que está oculto por su pseudo-independencia superficial, bajo
las condiciones militares. Están así predispuestos 1) a presentar aberracio­
nes de la conducta sobre las que la acción disciplinaria tiene poca influen­
cia, o 2) a desarrollar síntomas justamente del mismo modo que los indio
viduos que "no les gusta y no perseveran" y en realidad muy a menudo se
encuentra que en tales ocasiones las dificultades disciplinarias y los síntomas
surgen conjuntamente. En el siguiente caso es difícil decir que las dificul­
tades disciplinarias surgieron realmente durante el servicio militar, pues
hubo una historia previa de problemas con la policía. Puede también supo­
nerse con cierta confianza que las dificultades disciplinarias habrían sur­
gido muy rápidamente si la exacerbación de un síntoma preexistente, que
podría describirse también como una manifestación inconsciente de indis­
ciplina, no hubiera aparecido a tiempo para salvar la situación antes de
que se volvieran inevitables medidas disciplinarias.
Caso 3. - Conductor J. Y.; R. A. S. c., veinticinco años, soltero.
Este soldado había sufrido de enuresis nocturna desde la infancia. Su
padre había sido marino, y durante el período de seis años inmediatamente
anterior a su ingreso al servicio militar, él mismo había pasado un total
de tres años en el mar. La vida de marino le proporcionó una ocupación
en la que su enuresis constituía un impedimento mínimo, tanto porque el
sistema de vigilancia de cuatro horas aseguraba que estuviera frecuente­
mente despierto, como porque el hábito de los marinos mercantes de igno­
rar las peculiaridades de sus camaradas o de tratarlas como una broma
aseguraba que a él "nunca se le hizo sentir que era un engorro". A pesar
de estas circunstancias favorables, sin embargo, nunca pudo establecerse
en una vida permanente de marino; y tenía la costumbre de emplearse en
tierra entre viajes. Cuando estalló la guerra en 1939, trabajaba como con­
ductor de ómnibus, y habiéndose unido a la Reserva Complementaria el día
antes de que se declarara la guerra, fue 'llamado a su debido tiempo y ern­
pleado como conductor. Fue enviado a Francia en setiembre de 1939.
Durante la primera parte de su servicio estuvo comparativamente inmune
a "incidentes" enuréticos; y mientras estaba en Francia se sentía bastante
contento consigo mismo. Su abuelo materno había sido un soldado regu­
lar; y su "idea de la guerra era estar en el ejército". Había servido como
voluntario "de buena fe"; y le dio particular satisfacción servir en Fran­
cia, un país que siempre había ejercido fascinación especial para él, en
254 W. RONALD D. FAIRBAIRN

gran parte porque su abuelo y uno de sus tíos le tenían particular estima y
siempre hablaban de Francia cuando él era niño. Luego. que empezó el ata­
que alemán en la primavera de 1940, siguió con buen estado de ánimo, y
se sintió "perfectamente en orden" durante la retirada de Dunquerque. Du­
rante el pasaje de Dunquerque a Dóver, sin embargo, empezó a sentir "una
sensación de fracaso aparte del asunto de Dunquerque". Encontró que "ver
marineros que iban a recoger soldados" era mucho más impresionante que
"operaciones militares", y el viejo llamado del mar se reimpuso con fuerza.
Esto, como él mismo llegó a sentir retrospectivamente, tenía mucho que
ver con las circunstancias que lo llevaron después a dar parte de enfermo,
circunstancias que se acompañaron de una marcada exacerbación de. su
enuresis nocturna. Esta exacerbación le causó considerable inquietud cuan­
do estaba acuartelado en la misma pieza que varios otros, y la situación
se desarrolló en tal forma que luego de una tormentosa escena con el
N. C. O. encargado de su dormitorio, dio parte de enfermo por iniciativa
propia para evitar que el N. C. O. informara que mojaba la cama. Entre­
tanto, desde su regreso de Francia, se había vuelto definidamente "nostál­
gico del mar", y había sufrido de un "fracaso y depresión general" que eme
peoraron progresivamente hasta que dio parte de enfermo. Luego de su
admisión al hospital, adoptó una actitud extremadamente reservada hacia
los médicos, pero en los momentos en que más o menos superaba esta re­
serva, admitió que tenía una definida tendencia a considerar a los otros
como hostiles, que fomentaba inquina, que a menudo sentía que era un
enemigo de la sociedad, y que a veces sentía una intensa tentación de co­
meter crímenes. En un momento de involuntaria franqueza reveló también
el secreto cuidadosamente guardado de que a los trece años había escrito
una historia en primera persona sobre un niño de su misma edad, que
perdía a sus padres y se escapaba al mar. Habiendo hecho esta revela­
ción, inmediatamente expresó que "ésta era una idea cruel" (refiriéndose
a que había presentado al muchacho perdiendo ambos padres) y admitió
que él mismo había tenido, durante la niñez, deseos de que murieran sus
padres.
Hij o único, había sido muy infeliz en su vida temprana, que se ca­
racterizó por una atmósfera de gran inseguridad. Su padre bebía, su madre
era nerviosa, y había constantes peleas entre ellos. A la edad de cuatro
años había visto a su padre pegarle a su madre, con el resultado de que
ella cayó con la cabeza sobre la reja; y recordaba muchos incidentes si­
guientes de carácter similar; incidentes que parecen haber sido seguidos
siempre por enuresis nocturna. Se llamaba constantemente a la policía para
sofocar las perturbaciones domésticas; y a causa de la violencia del padre,
la madre se lo llevaba a menudo fuera de la casa alrededor de medianoche,
para pasar el resto de la noche con ella en un hotel. La familia nunca per­
manecía mucho tiempo en una misma casa; y donde fueran siempre había
trifulcas con los vecinos. Eventualmente el padre dejó el hogar para no
regresar nunca más, y a su propio regreso de su primer viaje supo que su
ESTUDIO PSICOANAÚTICO DE LA PERSONALIDAD 255

padre se había matado en un accidente automovilístico. Una vez que hubo


gustado de la vida en el mar, perdió toda "afición" por estar en casa. Sin
embargo, de vez en cuando sentía una abrumadora compulsión a reunirse
con su madre. Siempre estaba muy contento de verla cuando llegaba; pero
invariablemente se irritaban mutuamente a los pocos días, con el resultado
de que lo más que podía hacer era quedarse en casa dos semanas. Además,
a menudo deseaba bastante francamente que su madre estuviera muerta.
Este caso es especialmente interesante e instructivo como ejemplo de la
forma en que una actitud profundamente reprimida de dependencia infantil
puede persistir debajo de, y ser enmascarada por, una actitud más su­
perficial de exagerada independencia o pseudo-independencia. En su temo
prana infancia -un periodo de la vida en que no sólo es natural ser infan­
tilmente dependiente, sino que además es necesario para un desarrollo
satisfactorio poder depender con seguridad- este soldado estuvo expuesto
a condiciones que le hicieron imposible depender confiadamente en ninguno
de sus padres. No tenía sensación de pertenecer ni en su misma casa,. ya
que la familia estaba mudándose constantemente de una casa a otra; y
debido a las borracheras de su padre y a la angustia de su madre, nunca
sabía, cuando se iba a la cama, dónde se encontraría por la mañana. Se
crió así en una atmósfera de gran inseguridad. Su método de enfrentar
esta situación se resolvió en un intento de convertirse en una personalidad
psicopática. Capitalizó su inseguridad y su incapacidad de depender con­
fiadamente, renunciando a toda intimidad en el contacto social y a todo
vínculo estrecho con grupos. La consecuencia fue que nunca se bizo de
amigos; y que no pudo reconciliarse con ninguna disciplina excepto la que
prevalece a bordo de un barco mercante, disciplina caracterizada por el
principio "mientras hagas tus tareas, nadie interferirá contigo". Al mismo
tiempo aumentó su propia inseguridad desarrollando una "vida errante"
continua, e incapacidad de mantenerse en el mismo empleo. Con la adop­
ción de una actitud paranoide buscaba también salvaguardarse conlra los
riesgos de aquella inseguridad que cualquier tipo de dependencia parecía
involucrar para él. Sin embargo, a pesar de todas las medidas que adoptó
para establecerse sobre una base de exagerada independencia (pseudo-inde­
pendencia) podían detectarse en su conducta rastros de un estado subyacente
de dependencia infantil. Aunque, como atestigua la historia que escribió
en su temprana adolescencia, estuvo impulsado a ir al mar por el odio
a sus padres y el deseo de independizarse de ellos, sin embargo nunca
quedaba mucho tiempo libre de la compulsión a regresar junto a su madre.
La situación se complicó por el hecho de que el mar mismo llegó a repre­
sentar para él la madre de quien, en su infancia, había anhelado depender,
pero en quien encontraba imposible depender con seguridad, y fue por
esta razón que se volvía "nostálgico del mar" luego de un período de sepa·
ración de él, en tanto que al mismo tiempo le resultaba imposible recon­
ciliarse con una vida permanente de marino. Estaba reducido de este
modo, en los niveles mentales más profundos. a la situación de un niño que
256 W. RONALD D. FAIRBAIRN

oscila de aquí para allá entre dos figuras maternas, en ninguna de las cuales
puede confiar y de ninguna de las cuales puede prescindir. El caso de esta
personalidad psicopática sirve para ilustrar el grado en que puede verse
una actitud profunda de dependencia infantil subyacente a una actitud su­
perficial de pseudo.independencia, que, en su misma exageración, se revela
como nada más que una defensa contra la dependencia infantil subyacente.

LA COMPULSIÓN A REGRESAR AL HOGAR

La significación del papel que juegan la dependencia infantil en la


etiología, y la angustia de separación en la sintomatología, de las neurosis
de guerra, puede apreciarse quizá mejor en la compulsividad del deseo de
regresar al hogar, que es un rasgo tan marcado en todos los casos, y que se
manifestaba incluso en el caso del psicópata o pseudo-independiente que
se acaba de citar. En los casos en que la sintomatología general asume una
forma psiconeurótica, esta compulsión, aunque sentida, es rara vez tan
urgente como para dar lugar a marcadas perturbaciones de la conducta.
En casos en que la sintomatología asume una forma psicótica en cambio,
la situación es distinta; y en esos casos no es poco frecuente que la com­
pulsión en cuestión se manifieste como fuga o como una escapada consciente­
mente ejecutada, tal como para constituir, desde el punto de vista discipli­
nario, una ausencia sin permiso o deserción; o, cuando el sentido del deber
del individuo es suficientemente fuerte, un intento de suicidio. La compul­
sividad del deseo de regresar al hogar es ilustrada en forma típica por el
siguiente caso de un N~ C. O. en el que la angustia de separación asumió
un carácter psicótico.
ClJ$O 4. - CpI. J. F.; K. O. S. B., veintiséis años, casado.
Este N. C. O. fue admitido en el hospital en un estado de depresión
acompañado de cierto grado de agitación, además de diversos síntomas fóbi­
cos y obsesivos (por ejemplo, miedo a los espacios cerrados y compulsión
para reasegurarse de que hahía apagado colillas de cigarrillos). Su aparien­
cia era muy ansiosa y tensa; y experimentaba una sensación constante de
angustia de separación. Durante el día su atención se ocupaba de continuo'
con pensamientos sobre su esposa y sobre retornar al hogar; y los sueños
de volver a su casa eran un rasgo regular de su sueño, cuando podía dormir.
Había empezado a "sentirse raro" en setiembre de 1938, mientras ser­
vía en el Ejército Regular en India. Se había alistado en 1932 y se había
casado sólo pocas semanas antes de su partida para la India, en 1934. Ya
que no era lo bastante mayor como para estar con los militares casados, su
esposa no podía acompañarlo, y sintió agudamente la separación. Sin em­
bargo, durante todo, su servicio en la India lo sostenía el pensamiento del
día en que expirara su período y pudiera ser libre para establecerse con su
esposa en una casa propia. "Andaba bien en el Ejército" porque sabía que
"debía ser así", pero su corazón estaba en su hogar todo el tiempo. Encon­
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 257

traba gran consuelo para la soledad que a menudo sentía, en hacer planes
para la edad dorada de su vida de hogar, que anhelaba con creciente expec­
tativa, particularmente luego de saber que su esposa había tenido un niño,
y a medida que se acortaba el término de su servicio, hacía más y más pro­
yectos para su eximición del servicio regular. Sin embargo, estos proyec­
tos estaban destinados a marchitarse justo cuando parecían a punto de rea­
lizarse, ya que debido a la crisis internacional de setiembre de 1938, fue
súbitamente cancelada la partida de la tropa, en que debía retornar a In­
glaterra para su licencia. Fue la resultante postergación de esta licencia
y la consecuente interferencia con sus planes cuidadosamente elaborados
lo que precipitó la primera aparición de síntomas reconocibles. Sintió que
se había quedado sin ningún apoyo, y estaba constantemente hundido en
un estado de extrema desesperación, para explicar lo cual observó: "Ya no
aguantaba más estar separado de mi esposa". En conformidad con esta afir­
mación, experimentaba intensa angustia de separación, que se acompañaba
de una serie de otros síntomas (por ejemplo, jaqueca, pérdida de apetito e
impulsos suicidas), los que indicaban claramente que estaba sufriendo de
un ataque de depresión aguda. Cuando pasó esta crisis y disminuyó la
perspectiva de guerra, empezó a disiparse la nube que había caído sobre sus
esperanz~s de licencia, y a medida que la nube se disipaba, su depresión
se disipaba con ella. Cuando obtuvo su licencia (en realidad, la transferen­
cia a la Reserva) en abril de 1939, pareció que había pasado a un estado
hipomaníaco, ya que luego de haberse reunido con su esposa y obtenido un
puesto en el Correo de su pueblo natal de Z, se sentía "en la cima del mun­
do" y "le iba magníficamente" en su trabajo. Pero su felicidad reciente­
mente lograda resultó de corta duración, ya que no había estado muchas
semanas en su casa cuando recibió, como reservista. instrucciones de la
Oficina de Guerra de presentarse en la sección que le correspondía el 15 de
junio de 1939, para trabajar en la instrucción de reclutas. Cuando recibió
estas instrucciones empezó inmediatamente a pensar en la inminente sepa­
ración, y otra vez empezó a sufrir de angustia de separación, acompañada
por pérdida de apetito y fuertes jaquecas. Pero habiendo recibido la se­
guridad de que se necesitarían sus servicios sólo durante dos meses, se re­
concilió con la situación y a su debido tiempo se presentó a su sección. Aquí
su angustia se alivió más aún por el hecho de que se le permitía regresar
a su casa cada fin de semana (hecho, entre paréntesis, que no lo eximió
de escribir a su esposa dos veces por día durante la semana); y fue un
intenso alivio para él que se prescindiera de sus servicios el 26 de agosto
de 1939. Pero en esta ocasión su alivio tuvo menor duración incluso que la
vez anterior, puesto que el país estaba ya en vísperas de la guerra y el 27
de agosto de 1939 supo por un anuncio -radiofónico que, como reservista,
tenía que presentarse en su sección sin demora. Hizo esto al día siguiente,
pero no sin desmayarse en el vestíbulo cuando estaba por salir. Cuando
volvió a la sección fue inmediatamente empleado como instructor, pero el
hecho de que esto redujera al mínimo sus perspectivas de ser enviado al
258 w. RONALD D. FAIRBAIRN

extranjero hizo poco por prevenir que se sintiera una vez más presa de
intensa angustia de separación. Habiendo aprovechado entretanto cual­
quier oportunidad de breve licencia que pudiera obtener, le fue otorgado
permiso en diciembre de 1939, para estar presente en el momento en que su
esposa diera a luz.. El parto resultó dificultoso, y obtuvo una extensión de
dos días del permiso a causa de la enfermedad de su esposa, pero a pesar
de esto se quedó más tiempo y por primera vez en su historia militar come­
tió una .infracción disciplinaria a causa de su angustia de separación. La
infracción fue perdonada en vista de su buena conducta anterior, pero sus
síntomas se intensificaron en forma tal que comprometían su eficiencia. Lo
que especialmente lo perturbaba era la falta de concentración a consecuencia
de la cual a menudo era incapaz de recordar de qué estaba hablando míen­
tras instruía 8 un pelotón. Lo único que lo obsesionaba constantemente era
su necesidad de su esposa. Nada más le importaba; y su actitud entera se
resume en su observación "Guerra o lo que fuera, yo sólo quería estar junto
a mi esposa". En marzo e.e 1940 recibió una carta de su esposa en la que
ella le comunicaba que su bebé estaba por ser operado de hernia, y obtuvo
permiso para permitirle estar en su casa en el momento de la operación.
Resultó que la operación fue postergada. No pudiendo obtener una exten­
sión del permiso hasta después de que esta operación hubiera tenido lugar,
emprendió el regreso al cuartel, pero el imán del hogar resultó demasiado
para él durante el viaje. En consecuencia regresó y se quedó en su casa
hasta que la operación hubiera transcurrido. Entonces emprendió otra vez
viaje al cuartel, pero otra vez ¡egresó. Esta vez, empero, cuando llegó a la
estación del pueblo no fue directamente a su casa sino que fue a la farma­
cia, compró una botella de lisol, regresó a la estación y bebió el contenido
de la botella. El conflicto entre su sentido del deber y su compulsión a regre­
sar al hogar había resultado demasiado para él, y buscó lo que le parecía
la única solución. Su intento de suicidio fracasó, y en vez de encontrar su
camino hacia la muerte, encontró su camino al hospital.
Su vida temprana había sido infeliz, y retenía muchos recuerdos do­
lorosos de peleas entre sus padres, particularmente de una pelea que llevó
a su madre a dejar el hogar por cuatro días. La partida de ella lo dejó
desolado. No tenía esperanzas de que volviera alguna vez, y sentía "que
la luz. se había ido de la vida" para él. Estaba muy apegado a su madre
y dependía mucho de ella, y a menudo se sentaba a hablarle durante horas.
Ella murió cuando él tenía dieciséis años, y al saber su muerte, estuvo sin
poder hablar durante veinte minutos y sin trabajar durante siete días. Esta­
ba empleado en una carnicería en esa época, y se imaginaba a sí mismo
bajo la sierra circular de la tienda. Luego de la muerte de la madre, el
padre deshizo el hogar, y él se fue a vivir con una tía. Pero extrañaba tanto
a la madre, que se sentía muy desgraciado en casa de la tía, y fue bajo la
influencia de esta desesperación que se alistó bajo el impulso del momento.
EST17DlO PSICOANALÍTICO DE LA l'ERSOI\ALlDAD 259

IDENTIFICACIÓN EMOCIONAl

La compulsión a regresar al hogar, que asumió proporciones tan exa­


geradas en el Caso 4, es un acompañante típico de la angustia de separa­
ción, y de ningún modo le quita su carácter típico el hecho de que en
ciertos casos pueda asumir la forma restringida de una añoranza insacia­
ble típica. La presencia de esa compulsión en asociación con la angustia de
separación es de significación especial a causa de lo que revela sobre
la psicología de la dependencia infantil; ya que sirve para dirigir nuestra
atención al proceso mental que constituye el rasgo psicológico distintivo de
este estado. El proceso en cuestión es el de identificación; proceso en viro
tud del cual el individuo no llega a diferenciarse de aquéllos de quienes
depende, y de este modo se identifica emocionalmente y en forma espon·
tánea con ellos. Tan estrecha es la conexión entre la identificación y la
dependencia infantil, que psicológicamente hablando, pueden ser tratadas
como un mismo fenómeno. En la medida en que podemos imaginar el esta­
do mental del niño antes del nacimiento, debemos considerarlo como carac­
terizado por un grado tan absoluto de identificación primaria que excluye el
que tenga ningún pensamiento de diferenciación del cuerpo materno, que
constituye todo su ambiente y todo su mundo de experiencia. El proceso
de identificación que caracteriza siguientemente sus relaciones emocio­
nales de la niñez, parecería representar entonces la persistencia en la vida
extrauterina de una actitud emocional existente antes del nacimiento. En
la medida en que influye en la conducta, parecería representar también un
intento de recuperar emocionalmente el estado original de seguridad que
fue tan bruscamente desharatado por la experiencia del nacimiento.
Se necesita poca imaginación para considerar que la experiencia del
nacimiento debe llegar como un profundo shock para el niño acostumbrado,
mientras estaba in utero, a un estado dichoso de identificación absoluta, y
hay buenas razones para creer que el nacimiento constituye no sólo una
experiencia muy displacentera y dolorosa, sino también una experiencia
cargada de aguda angustia. Puede suponerse, además, que el nacimiento
proporciona la ocasión de la primera experiencia de angustia del niño;
y como el nacimiento representa también la primera experiencia de separa­
ción de la madre, la angustia del nacimiento debe ser considerada como
prototipo de toda angustia de separación siguientemente experimentada.
Siendo así, puede apreciarse fácilmente que la angustia de separación siem­
pre retendrá el impronta del trauma del nacimiento por el que fue original­
mente evocada, y que cualquier experiencia posnatal que provoque an­
gustia de separación asumirá en alguna medida la significación emocional
del trauma original de nacimiento. Esto no involucra, por supuesto, que se
retenga un recuerdo consciente del trauma del nacimiento, pero de una se­
rie de fenómenos psicopatológicos puede inferirse que la experiencia se pero
petúa en un nivel mental profundo y que es capaz de reactivarse bajo cier­
tas condiciones. Como ejemplo.de tales fenómenos puede citarse la pesadilla
260 w. RONALD D. FAIRBAIRN

común de ir por un pasaje subterráneo que se vuelve tan estrecho que el


soñante se siente incapaz de moverse y se despierta en un estado de aguda
ansiedad. Una significación similar se atribuye a la pesadilla aún más co­
mún de caer desde una altura, pesadilla que en mi experiencia, es quizás
la más común entre todas las pesadillas de soldados que sufren de neurosis
de guerra. Estas consideraciones aclaran el fenómeno de la experiencia
traumática, que se encuentra con tanta frecuencia como precipitante de una
neurosis de guerra. Puede verse ahora que tales experiencias no sólo fun­
cionan 00 La misma manera que el trauma del nacimiento, sino que real.
mente precipitan una reviviscencia del trauma del nacimiento en el nivel
mental profundo en el que yace sumergida. También puede comprenderse
en un sentido más profundo por qué tales experiencias traumáticas tienen el
típico efecto de producir un estado de aguda angustia de separación.
A la luz de lo que se acaba de decir puede establecerse ahora que la
angustia de separación es un producto característico de la tendencia de los
individuos que han permanecido en un estado de dependencia infantil, a
hacer de la identificación la base de su relación emocional con aquellos de
quienes dependen. La figura con la que el sujeto dependiente está original­
mente identificado es, por supuesto, su madre, y aunque no tarda en empe­
zar a identificarse con otras figuras, en particular con el padre, la iden­
tificación original persiste bajo todas las que haga después. La extensión
en que persista esta identificación original, incluso en sujetos que han su­
perado relativamente el estado de dependencia infantil, puede ser aprecia­
da por la frecuencia con que el soldado herido llama a su madre en su
dolor. Sin embargo, sigue siendo cierto que cuanto más maduro emocional­
mente se vuelva el individuo, tanto menos sus relaciones emocionales se ca­
racterizarán por la identificación. En la fase necesariamente dependiente
de la temprana infancia es por supuesto natural e inevitable que la identi­
ficación juegue un papel tan predominante, pero cuando el desarrollo emo­
cienal es satisfactorio, hay una disminución progresiva de la identificación
a lo largo de los años de la niñez y adolescencia, hasta' que se alcanza la re­
lativa independencia de la madurez emocional. Esta disminución progresiva
de la identificación se acompaña de un incremento progresivo de la capa·
cidad por parte del individuo de diferenciarse a sí mismo de las figuras
emocionalmente importantes. Al mismo tiempo tiende a disminuir la im­
portancia de las figuras con las que se identificaba originalmente (padres
y sustitutos paternos). La madurez emocional se caracteriza consecuente­
mente no sólo por la capacidad de sostener relaciones con otros individuos
sobre la base de la independencia mutua, sino también por la capacidad de
establecer nuevas relaciones. En el caso del individuo que no llega a superar
el estadio de dependencia infantil estas dos capacidades son deficientes.
Permanece inadecuada su capacidad de sostener relaciones con otros sobre
una base independiente; y también su capacidad de establecer nuevas rela­
ciones. Las relaciones que mejor puede mantener son las que más confor­
man la pauta de su relación temprana con su madre, y las únicas relaciones
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 261

que puede establecer con cierto grado de estabilidad son las relaciones que
fácilmente asumen para él, por un proceso de transferencia, toda o gran
parte de la significación de su relación original. Tal es entonces el estado
del individuo que desarrolla una neurosis de guerra. Es un individuo que
ha retenido un grado indebido de dependencia infantil de su hogar y sus
seres queridos; y está demasiado identificado con ellos como para poder so­
portar larga separación de ellos. Aun tienden a constituir para él, como
sucedía en su niñez, no sólo su mundo emocional, sino incluso en cierto sen­
tido, a él mismo. Tiende a sentir que es parte de ellos, e igualmente que
ellos son parte de él. En su ausencia su personalidad misma tiende a que­
dar disminuida, y en casos extremos incluso su sentido de identidad per­
sonal puede estar comprometido. Siendo así, no es difícil entender por qué
la compulsión a regresar al hogar deba ser un rasgo tan universal y carac­
terístico de las neurosis de guerra; rasgo no menos universal y caracterís­
tico que el síntoma de angustia de separación, con el que está tan estrecha­
mente asociado. La explicación de esta compulsión yace en el proceso de
identificación tal como se lo encuentra funcionando en un individuo que
no llega a emerger adecuadamente del estado de dependencia infantil. A
diferencia del soldado emocionalmente maduro, ese individuo, cuando se lo
coloca bajo condiciones militares, encuentra demasiado difícil establecerse
como personalidad separada dentro del marco de la organización militar,
subordinarse a los propósitos del grupo militar sin renunciar a la inde­
pendencia, y mantener vínculos afectivos estables con el grupo, en tanto que
permanece diferenciado de él. Por otra parte, el individuo dependiente ge­
neralmente encuentra gran dificultad sea en establecer o en mantener cual­
quier relación segura con el grupo militar sobre una base de identificación.
Esto se debe, naturalmente, al hecho de que su identificación con su hogar
y sus seres queridos no admite fácilmente un competidor; y es sobre todo
la fuerza de esta identificación a quien debe atribuirse el desarrollo de una
neurosis de guerra.
Hay realmente cierta proporción de soldados que logran establecer
relación con el grupo militar sobre una hase de identificación. Sigue sien­
do cierto, empero, que encuentran difícil mantener tal relación, especial.
mente ante la frustración o tensión, y como la frustración y la tensión son
rasgos tan típicos de lo que le toca sentir al soldado, es muy pequeño el
porcentaje de los que resultan capaces de mantener tal relación indefinida­
mente. Un rasgo significativo de este grupo de soldados es una tendencia
de su parte a establecer una identificación fuerte con el grupo militar, en
ellos servir como soldados asume realmente una cualidad tan compulsiva
omo sucede con el deseo de regresar al hogar en individuos dependientes
..¡ue no llegan a hacer esta identificación. Estos soldados pueden dar la
impresión de ser rrruy devotos, pero de ningún modo se sigue que sean sol­
dados confiables. Por el contrario, generalmente están tan consumidos por
el celo militar que arden de impaciencia por estar en el frente, son intole­
rables con las demoras involucradas en el entrenamiento, se irritan por las
262 W. RONALD D. FAIRBAIRN

tareas rutinarias y a menudo empiezan a picarse por la falta imaginada de


las autoridades militares en premiar su devoción con un ascenso de acuer­
do con lo que ellos sienten que merecen. Por paradój ico que pueda pare­
cer, estos soldados devotos están particularmente predispuestos a desarro­
llar un estado de "angustia de separación" aguda, estando constituida aquí
la "separación" traumática por el aparente rechazo que sienten de las auto­
ridades militares cuando, como les parece a ellos, su entusiasmo encuentra
tan poco reconocimiento.

EL FACTOR DE LA MORAL

Debe ser evidente ahora que la identificación, que es un rasgo tan


característico de la vida emocional del individuo dependiente, es no sólo el
proceso fundamental que subyace al desarrollo de una neurosis de guerra,
sino también un proceso que impone serias limitaciones a la adaptación so­
cial del neurótico de guerra potencial. Que el proceso de identificación re­
sulte un factor común que actúa tanto en la dirección de comprometer las
relaciones sociales como en la dirección de promover desarrollos psicopa­
tológicos en el soldado, es una consideración de la mayor significación. Es
una consideración a la luz de la cual todo el problema de las neurosis de
guerra asume un aspecto que hasta ahora ha sufrido el más completo aban­
dono en la literatura médica. Durante el curso de la guerra de 1914·18, se
registró indudablemente un notable adelanto científico cuando se abandonó
el término shellshock 4 en favor del término "neurosis de guerra", y este
cambio en la terminología indica un reconocimiento de que los estados a
los que estos términos se aplicaron sucesivamente eran esencialmente de ori­
gen psicológico y no neurológico. A pesar de este progreso, empero, la
tendencia a considerar cada caso como "individual", que era un rasgo in­
evitable del enfoque neurológico, fue en gran medida transportada al nuevo
enfoque psicológico. Es cierto que durante la guerra de 1914·18 surgió
una poderosa escuela de psicoterapeutas que consideraban a las neurosis de
guerra como producto de un conflicto entre el instinto de autoconservación
del soldado y su sentido del deber militar, siendo interpretados los sínto­
mas del neurótico de guerra como motivados, aunque bastante inconsciente­
mente, por el deseo de encontrar un medio de escapar de la zona peligrosa
sin experimentar el sentimiento de culpa que involucraría un abandono de­
liberado del deber. En cualquier forma este modo de ver tenía el mérito de
reconocer la relación de cuestiones de responsabilidad social con la etiología
de las neurosis de guerra. Sin embargo, bastante lejos de lo que se ve aho­
ra como superficialidad de tal interpretación de los síntomas del neurótico
de guerra, no se hizo ningún verdadero intento de explicar la incidencia de
neurosis de guerra; y el conflicto en el que se sostenía que se originaban

4 Shellshock, Término utilizado para significar el desorden nervioso o mental


causado por heridas, excitación, etc., en el campo de batalla. [N. de la r.l
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 263

fue tratado esencialmente como un problema de psicología individual. En


particular no se tomó en cuenta el carácter general de las relaciones socia­
les del neurótico de guerra, o de los factores subyacentes que lo determi­
nano Luego de la guerra de 1914-18, se hicieron intentos especialmente bajo
la influencia de las ideas de Freud, de lograr una comprensión más pro.
funda de la neurosis de guerra, pero la tendencia general era poner incluso
mayor énfasis, en vez de menor, en el carácter individual de los conflictos
emocionales del neurótico de guerra. Esto hubiera sido distinto si la línea
de pensamiento seguida por Freud en su Psicología de Grupo r Análisis
del Yo (1921) hubiera recibido más de la atención que merecía.
Entre las diversas conclusiones registradas por Freud en la obra en
cuestión, hay una que expresa que el estado de pánico que llamativamente
acompaña a la derrota de un ejército en el campo de batalla se debe esen­
cialmente a la destrucción de los vínculos emocionales que unen a los
miembros del grupo militar bajo lideres comunes. Según la idea frecuente,
se desintegra el espíritu de grupo (esprit de eorps) cuando surge la si­
tuación de "cada hombre cuida de sí mismo". Según Freud, por el contra­
rio, es cuando 'se debilita el espíritu de grupo que surge la situación de
"cada hombre por sí mismo" y que el pánico invade el corazón individual.
No es entonces cuestión de que se desbarate el espíritu de grupo porque los
individuos que componen el grupo dan cabida al pánico, sino que el pánico
asalta a estos individuos porque debido al derrumbe del espíritu de grupo,
han dejado de ser miembros del grupo militar. El rasgo esencial de la situa­
ción es que cada miembro quondam del grupo militar queda despojado del
apoyo tanto de sus anteriores camaradas como del grupo militar como un
todo, y es relegado al status de un individuo aislado que enfrenta el poder
combinado de una fuerza hostil sin ningún apoyo. Enfrentado con una si­
tuación tan peligrosa, no es de extrañar que el soldado sea asaltado por
el pánico, pánico que, como Freud señala, no se debe sólo a intereses de
autoconservación, sino que está condicionado en parte por la angustia ante
los impulsos agresivos que ahora está tentado de dirigir contra sus antiguos
asociados y sus antiguos líderes. Es, por supuesto, la angustia de masa
lo que Freud está describiendo aquí; pero el lector que ha seguido el argu­
mento del presente artículo, tendrá pocas dificultades en reconocer que el
fenómeno de pánico a que él se refiere es esencialmente un fenómeno de
angustia de separación que afecta simultáneamente a todos (o a casi todos)
los miembros de un grupo militar. La situación de pánico de soldados
pertenecientes a un ejército que ha fracasado en el campo de batalla debe
ser considerada entonces como una neurosis de guerra transitoria que ocu­
rre bajo condiciones especiales en sujetos que son predominantemente "nor­
males". La diferencia entre el estado de esos soldados y el de soldados
que sufren de una franca neurosis de guerra, yace en el hecho de que,
mientras que en el caso del soldado "normal" la angustia de separación
sólo aparece cuando se disuelven los vínculos que unen al grupo como un
todo, en el caso del soldado neurótico la angustia de separación puede
264 W. RONALD D. FAIRBAIRN

aparecer incluso cuando los vínculos que unen al grupo como un todo
permanecen intactos. Esto significa, por supuesto, que los vínculos emocio­
nales que unen al soldado neurótico con el grupo militar son indebidamente
débiles y precarios. Cómo llega esto a ser así ya ha sido considerado con
cierta extensión. En una palabra, llega a ser así porque el soldado neuróti­
co ha retenido de su niñez un grado excesivo de dependencia infantil y ha
permanecido en cualquier caso, en los niveles mentales más profundos, tan
estrechamente identificado con sus objetos de amor originales dentro del
grupo familiar, que es incapaz de establecer cualquier relación emocional
estable con el grupo militar, o de participar adecuadamente en el espíritu
de grupo que es tan indispensable para la eficiencia militar, y que cons­
tituye la esencia de la "moral". Debe agregarse que, en el caso de ese sol­
dado, la angustia que se desarrolla por la separación de aquellos de quie­
nes depende en el ambiente hogareño, se acompaña de angustia por los
impulsos agresivos que llega a sentir hacia el grupo militar, y que tienen
un efecto desintegrador sobre la moral que posee.
Estamos ahora en posición de apreciar que la cuestión de las neurosis
de guerra y la moral están inseparablemente ligadas. El hecho de que, como
hemos visto, incluso el soldado "normal" puede desarrollar una neurosis
de guerra, aunque sea transitoria, en circunstancias en que la moral se
perturba, no puede dej amos ninguna duda sobre la estrecha conexión de
ambas cuestiones. Este fenómeno sirve también para mostrar que cierto
grado de dependencia infantil puede revelarse en el caso del individuo más
"normal". La verdad es que la madurez emocional nunca es absoluta, sino
que es siempre una cuestión de grado. La dependencia infantil es igualmente
una cuestión de grado, no estando nunca enteramente ausente, sino sujeta
a infinito grado de variación de individuo a individuo, y, por supuesto, los
individuos varían igualmente en el grado de tensión que pueden soportar
sin experimentar angustia, bajo condiciones de separación de sus seres
queridos. A la luz de lo que sucede cuando el ejército se desbarata en el
campo de batalla, estamos además autorizados para extraer la conclusión de
que, en tanto que cualquier alto grado de dependencia infantil es en sí
mismo hostil a la moral, la existencia de un alto estado de moral dentro del
grupo puede ejercer una profunda influencia para contrarrestar los malos
efectos de la dependencia infantil entre sus miembros. En conformidad con
esto, la opinión militar bien informada ha sostenido que durante la guerra
de 1914-18, la incidencia de neurosis de guerra variaba en las unidades en
proporción inversa a la moral de la unidad en cuestión, y esta opinión pa­
recería capaz de verificación estadística, incluso cuando se considera la
idiosincrasia de los oficiales médicos del regimiento.
Siempre ha sido la tendencia de la mentalidad militar, por supuesto,
interpretar una neurosis de guerra como prueba de cobardía, o despacharla
como mero caso de simulación. En lo que respecta a la cobardía, debe ad­
mitirse que el soldado que sufre de neurosis de guerra generalmente, aunque
de ninguna manera invariablemente, tiende a comportarse como un cobarde
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 265

ante situaciones de peligro externo, pero esto de ningún modo afecta al


hecho de que tal soldado sufre realmente de síntomas incapacitantes. En
cualquier caso siempre sigue siendo más importante saber por qué se como
porta como lo hace, que tratarlo simplemente como un cobarde, ya que tra­
tarlo como cobarde ciertamente no lo convertirá en un soldado eficiente.
En lo que respecta a la cuestión de la simulación, mi propia experiencia es
que, en lo que respecta a neurosis de guerra que llegan al hospital, no más
de un uno por ciento pueden ser considerados como verdaderos simuladores,
o sea que no presentan síntomas bona fide, e incluso a menudo se encuen­
tra, en mi experiencia, que esta pequeña proporción de individuos tienen
la historia típica de una personalidad psicopática. Es imposible, sin em­
bargo, desechar la actitud militar tradicional hacia las neurosis de guerra
como enteramente irrelevante desde una perspectiva psiquiátrica. Debe in­
sistirse, por supuesto, en que el soldado neurótico sufre realmente de
síntomas genuinos. Al mismo tiempo no puede haber lugar a dudas de que
característicamente el deseo que lo consume es salir del ejército y regresar
a su hogar a toda costa, haya guerra o no, y éste es un hecho sobre el que
no es posible que sea escéptico quien haya sido testigo de la oleada de
entusiasmo que se extiende sobre un cuerpo de soldados neuróticos que
dejan el hospital para regresar al hogar, eximidos del servicio militar [jo
En tanto que, por consiguiente, es imposible aceptar cualquier explicación
de la neurosis de guerra expresada simplemente en término de cobardía y
simulación, debe reconocerse que la actitud tradicional militar hacia esos
estados contiene más que un grano de verdad. La verdad real que abarca,
aunque imperfectamente, esta actitud, es que la incidencia de neurosis de
guerra es un criterio de moral, y a mi entender, esta es una verdad que
ha sufrido triste abandono en la literatura sobre neurosis de guerra.
La moral es una cualidad extremadamente difícil de sopesar, y es
una cualidad con respecto a la cual es particularmente difícil hacer compa­
raciones. Sería interesante, si fuera posible, comparar el estudio de moral
prevaleciente en el Ejército Británico en el momento en que escribo (1942)
con el que prevaleció en el período correspondiente de la guerra de 1914·
18; pero las condiciones bajo las que se desarrolla la guerra de 1939 son
tan distintas de las de la guerra de 1914·18 que parece imposible establecer
un criterio confiable. Puede señalarse, empero, que como bajo condiciones
de guerra el Ejército Británico es esencialmente un ejército de cuidadanos,
su moral no puede ser considerada aparte de la moral del país como un
todo. En este punto se vuelve entonces pertinente que nos preguntemos
si los desarrollos que han tenido lugar en la vida nacional entre las dos
guerras han conducido a levantar, mantener o disminuir la moral nacional.
Sea cual fuere la respuesta que el lector individual esté dispuesto a dar
a esta pregunta, no puede haber dudas, en cualquier caso, del veredicto lo­
5 Puede decirse ahora que durante el curso de la guerra 1939-45, la practica
anterior de otorgar licencia a los soldados neuróticos directamente desde el hospital
fue abandonada a causa de este mismo fenómeno.
266 W. RONALD D. FAIRBAIRN

grado por los dictadores antes del estallido de la guerra en 1939, ya que
"la degeneración de las democracias" había sido durante mucho tiempo
uno de sus slogans favoritos. En realidad la estimación de la moral demo­
crática involucrada en este slogan les proporcionó uno de sus incentivos
principales para precipitar la lucha que estalló en 1939.
Al hablar de "la degeneración de las democracias" los dictadores
parecen haber tenido en la mente cierta falta de espíritu popular que se
deslizó insidiosamente sobre Gran Bretaña y otras naciones similarmente
constituidas en respuesta a la desilusión de expectativas, que siguió al Ar­
misticio de 1918. En lo que respecta a Gran Bretaña, esta falta de espíritu
popular se reflejó en una marcada indecisión e ineficacia de la política in­
ternacional. Se manifestó también en un evidente desgano por parte del
individuo para hacer sacrificios personales en interés del grupo nacional,
y en una preocupación muy "burguesa" por estrechos intereses personales.
locales y familiares. Debe considerarse que este desarrollo registra una
definida deterioración de la moral nacional desde 1918; y a la luz de lo que
antecede, puede apreciarse ahora que esta deterioración de la moral "se
acompañó de un resurgimiento regresivo de la dependencia infantil en toda
la comunidad. Ese es entonces el trasfondo general del esfuerzo de guerra
nacional y del reclutamiento del Ejército Británico, consecutivo al estalli­
do de la guerra en 1939. No puede negarse, naturalmente, que el impacto
de la guerra tuvo el efecto inmediato de revivir en cierta medida el
declinante espíritu de grupo, y que esta reviviscencia se intensificó nota­
blemente luego de la evacuación de Dunquerque. Pero si vamos a ser
francos, debernos preguntarnos seriamente si en el momento en que es­
cribo (1942) ha desaparecido todo el abatimiento. Me aventuro a suge­
rir que cualquier intento de enfrentar radicalmente el problema de las
neurosis de guerra debe involucrar no sólo la resolución del abatimiento sino
un verdadero intento de avance dentro del campo de la moral.
Si es difícil extraer una comparación válida entre la moral del Ejér­
cito Británico en la Segunda Guerra \1 undial y su moral en el estadio
correspondiente de la Primera Guerra Mundial, también es difícil hacer una
apreciación comparativa del estado de moral prevaleciente en los ejércitos
de las diversas fuerzas combatientes. Debe reconocerse, empero, que el
cultivo de la moral fue una política sobresaliente en los estados totalita­
ristas durante muchos años antes del estallido de la guerra en 1939. Que
esta política tuvo considerable éxito tanto en Alemania como en Rusia es
evidente de la medida en que la población dc esos países resultó en
general dispuesta a sacrificar intereses personales y familiares a los inte­
reses del grupo nacional; y puede haber pocas dudas de que, incluso
después del estallido de la guerra de 1939. se mostraron capaces de sacri­
ficios que excedían en mucho a lo!'; exigidos a la población de Gran
Bretaña. El resultado es que el "Rifles en vez de manteca" de Goering
se volvió. mucho menos gracioso de lo que había parecido en el optimismo
de los días de abundancia dp. la pre¡:ruerra.
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 267

En vista de la tesis central de este artículo, la técnica totalitaria


típica de cultivo de la moral no deja de tener interés, ya que es un
rasgo esencial de esta técnica dar todo paso posible para destetar al indi­
viduo de vínculos y lealtades familiares. En la medida en que esos pasos
tienen éxito, debemos esperar que el soldado criado bajo tal régimen
estará en consecuencia menos sujeto a la angustia de separación bajo con­
diciones de servicio activo. Al mismo tiempo, de ningún modo se sigue
que los pasos dados para destetar al futuro soldado de los vínculos fami­
liares lo destetarán, ipso jacto, de un estado de dependencia infantil, ya
que por lo menos bajo el régimen nazi se volvió también parte de la
técnica cultivar deliberadamente la dependencia al estado como sustituto
de la dependencia de objetos de amor de la familia, y así en realidad
utilizar la dependencia infantil en interés nacional. Baj o condiciones de
éxito político o militar esta técnica parecería lograr su objetivo debido
a la sensación de seguridad que el éxito engendra; pero puede esperarse
que baj o condiciones de persistente fracaso político o militar la sensación
resultante de desilusión por la incapacidad del estado para procurar se­
guridad, llevaría a una reviviscencia de los lazos infantiles originales del
individuo, y así a la aparición de aguda angustia de separación acornpa­
ñada de derrumbe de la moral. Efectivamente, esto es lo que ocurrió en
Alemania en 1918. Parecería, en consecuencia, que el fracaso nacional
constituye la mayor prueba para la moral totalitaria. Por otra parte, el
relativo éxito nacional parecería constituir la mayor prueba para la moral
democrática, ya que, como en una democracia el individuo depende me­
nos del estado y más de sus objetos de amor en la familia para la sensa­
ción de seguridad, las condiciones de éxito nacional tenderán a promover
indebida impasibilidad ante los problemas nacionales.
Ya se ha hecho referencia a la opinión, ampliamente sostenida por
los psicoterapeutas durante la guerra de 1914-18, que las neurosis de
guerra extraían su significación del hecho que los síntomas procuraban al
soldado afectado un medio inconscientemente motivado de escapar a los
peligros del campo de batalla con la conciencia tranquila. Las limitacio­
nes de esta opinión se vuelven en seguida evidentes cuando consideramos
que muchos soldados contraen típicas neurosis de guerra sin haber estado
nunca cerca de un campo de batalla, e incluso sin ninguna perspectiva
de estar cerca de uno. En realidad, es en los síntomas de angustia de se­
paración, como he tratado de demostrar, donde debemos buscar la verda­
dera significación de las neurosis de guerra. Es hacia el retorno a su
hogar y a sus seres queridos, más que hacia un escape de los peligros
del campo de batalla, que el soldado neurótico está orientado. Al mismo
tiempo, la opinión anterior recién mencionada abarca en realidad una
observación que, cuando se la interpreta adecuadamente, es por cierto de
gran importancia. Es la observación de que el soldado neurótico típica.
mente despliega notable ausencia de sentimiento de culpa por su evasión
de las obligaciones militares. Esta ausencia de sentimientos de culpa no
268 W. RONALD D. FAIRBAIRN

es de nmgun modo invariable, ya que cuando el cuadro clínico está


dominado por rasgos depresivos y obsesivos, hay a menudo, una definida
tendencia por parte del soldado a lamentarse por fallarle a su patria o a
su unidad. Este rasgo está particularmente dispuesto a presentarse en el
caso de miembros más antiguos del Ejército Regular, hombres que carac­
terísticamente tienen la reputación de escrupulosos, y a los que un alto
sentido de la disciplina les ha sido inculcado a lo largo de muchos años
de servicio. Pero incluso en tales casos, uno generalmente tiene la impre­
sión de que cuando esos hombres llegan al hospital ya han abandonado
todo esfuerzo verdadero, y que sus aparentes escrúpulos llegan a poco
más que reconocer verbalmente las normas abandonadas del pasado. Ade­
más, en la medida en que sus autorreproches son sinceros. es sólo en el
estadio inicial de la neurosis de guerra que asume una forma aguda. o sea
en el estadio en que hay conflicto real entre el deseo de regresar al hogar
y el sentido del deber. En tales casos esto es generalmente antes que el
sujeto dé parte de enfermo; ya que cuando esos sujetos dan parte de
enfermos (lo que sólo hacen luego de prolongada lucha) el resultado de!
conflicto está casi invariablemente decidido. Pero con excepción de estos
casos, los soldados neuróticos revelan marcada falta de autorreproches por
el fracaso en el deber militar que implica sus neurosis. Esto sigue siendo
cierto no sólo para conscriptos que quizá hayan ingresado al servicio
militar a desgano. sino también para voluntarios que se han unido al
Ejército por motivos patrióticos. Es evidente, entonces, que las neurosis
de guerra se caracterizan no sólo por angustia de separación, sino también
por una definida deterioración del sentido del deber, o sea por una defi­
nida desintegración de la estructura mental, de conciencia (un derrum­
be de la autoridad ele! superyó}. Se ve así una perturbación inconfundible
de la personalidad involucrada en el desarrollo de una neurosis de l!Uerra.
Estas perturbaciones son carne y uña con la regresión implicada en la
reviviscencia de un estado oculto de dr-pendencin infantil al que. como
hemos visto, debe adjudicarse en última instancia la neurosis de guerra.
Lo que sucede es que el neurótico de gucrra hace una regresión, en mayor
o en menor ~rado, a un nivel infantil correspondiente al estadio de des­
arrollo en el que la estructura de la conciencia (o superyó) aún no se ha
organizado sobre una base estable. El soldado neurótico está así más o
menos reducido al estado emocional de un nifio que IlO ha alcanzado aún
el estadio de la aceptación de sus padres como figuras de conciencia auto­
ritarias. En este estadio el niño no estú tan preocupado con que su con­
duela sea buena o mala I rnorulmentc I ante los ojos de sus padres, sino
que 8US padres parezcan amarlo o no. o sea desde su punto de vista. que
:-e presenten el (,1 cumo figuras buenas o malas. Lo que sucede, por con
siguiente. cuando un soldado desarrolla unu neurosis de guerra es que. a
hacer una regresión a un nivel emocional infantil. cesa de considerar <
sus superiores en rango y a la organización militar en general. cornr
reprcsvnt antc- dc' fil!ura:- pa!<'rna" autoritarias a las que está ligan o pOI
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 269
un profundo sentido de obligación moral, y empieza a considerarlos como
figuras paternas "malas" que no tienen amor ni consideración para con
él. Al mismo tiempo, considera a los que están en su hogar como figu­
ras paternas "buenas" que lo quieren y que cuidarán de él si consigue
volver a ellos (la distancia a menudo presta no poco encanto a la idea).
Se consume así del deseo abrumador de escapar de la inseguridad que
siente en manos de las figuras "malas" en cuyas garras siente que lo han
puesto las obligaciones militares, a la seguridad que las figuras "buenas"
del hogar parecen, en contraste, ofrecerle. Que ésta es una interpretación
correcta de la situación que se desarrolla, se confirma en forma intere­
sante por dos de las quej as formuladas por soldados neuróticos hospitali­
zados como prueba de su incapacidad para "volver" al Ejército. Estas son
(en todos los casos casi con palabras idénticas): "No puedo soportar que
me griten" y "No puedo comer la comida del Ejército", la última queja
casi invariablemente seguida, en el caso de hombres casados, por la oh­
servación: "Pero puedo comer cualquier cosa que mi mujer me cocine".
El significado interno de estas quejas es, por supuesto, que cualquier or­
den se ha convertido en el grito de un padre enoj ado, y que toda comida
"grasienta" (siempre "grasienta") de la cocina se ha convertido en prue·
ba adicional de la indiferencia de una madre sin corazón. Más pruebas
de que el soldado neurótico se siente en poder de figuras malas propor­
ciona la frecuencia de síntomas tales como la sensación de ser vigilado,
como también la frecuencia de pesadilllas de ser perseguido o gritado (para
no mencionar pesadillas algo menos comunes de ser aplastado, estrangu­
lado o visitado por fantasmas). Siendo ésta la situación, no es difícil
comprender por qué es que las neurosis de guerra resultan tan resistentes
a la psicoterapia, y en realidad, a cualquier forma de remedio del arma­
mento médico. Quizá tampoco sea de extrañar que luego de adquirir
cierta experiencia desilusionante de soldados neuróticos en mas se, me vi
obligado a señalar: "Lo que esta gente realmente necesita no es un psico­
terapeuta sino un evangelista". A la luz de la experiencia posterior no
veo razones para suponer que esta observación estuviera muy equivocada,
ya que estoy convencido de que, desde la perspectiva nacional y desde la
perspectiva de la eficiencia militar, el problema presentado por las neuro­
sis de guerra no es primariamente un problema de psicoterapia, sino de
moral.
OBSERVACIONES FINALES

Si mis conclusiones encuentran aceptación general surgen cierto nú­


mero de problemas sobre el plan de acción. No me propongo tratar aquí
estas cuestiones, pero no puedo contenerme de llamar la atención sobre
uno de ellos, la cuestión de conceder pensiones a los sujetos que han sido
eximidos del servicio a causa de una neurosis de guerra. No se cuestiona
que, desde un punto de vista estrictamente médico, ese sujeto debe ser
considerado esencialmente como un paciente. Está sufriendo de síntomas
270 W. RONALD D. FAIRBAIRN

bonafide y en la medida en que su estado sea tratable, debe recibir el


tratamiento que necesita. Al mismo tiempo, su rehabilitación social es
evidentemente una cuestión de interés nacional, y en la medida en que está
afectada su capacidad de ganarse el sustento, él y su familia necesitarán
alguna forma adecuada de asistencia económica por parte del Estado.
Merece consideración, empero, si desde el punto de vista de la moral, una
pensión específicamente de guerra, posiblemente acompañada de la divisa
"por los servicios prestados", sea una concesión adecuada con respecto a
la forma especial de incapacidad que presenta una neurosis de guerra. La
cuestión de pensiones para neurosis de guerra es, por supuesto, una cues­
tión que se presta demasiado fácilmente a la influencia de la presión
política de trastienda, pero en vista de la íntima conexión entre los
problemas de la neurosis de guerra y la moral, es claramente por el inte­
rés nacional que no sólo debe resistir a tal presión, sino también que toda
la cuestión debe ser revisada de nuevo.
CAPÍTULÓ IV

TRATAMIENTO Y REHABILITACIÓN

DE DELINCUENTES SEXUALES 1

(1946)

LA JUNTA CONSULTIVA ESCOCESA, a la que voy a presentar mi testimonio,


ha sido convocada para considerar "el tratamiento y rehabilitación de
delincuentes", y entiendo que la Junta desea que yo presente mi testlmo­
nio enfocando especialmente la cuestión de la "provisión de facilidades
para tratamiento psicoterapéutico en las prisiones escocesas, con referen­
cia especial a los delitos sexuales y antinaturales".
Para mí, como médico psicólogo, los términos "tratamiento" y "re­
habilitación" a los que alude la Junta, difieren entre sí en significación
en forma tal que requiere especial consideración. En el sentido médico,
el término "tratamiento" significa la asistencia técnica de carácter tera­
péutico que un médico puede proporcionar a un paciente que lo consulta,
sea en privado o en una clínica, con la esperanza de obtener alivio del
estado patológico que le causa perturbaciones; y el tratamiento psicotera­
péutico es una forma especial de asistencia técnica adecuada a condiciones
de origen psicopatológico. Este tratamiento, si es exitoso, lleva a cense­
cuencias favorables para la sociedad, aunque esto no es necesariamente
así, pero es esencialmente algo que el paciente busca por iniciativa propia
para el alivio de su propio malestar o para su propia paz mental.
La "rehabilitación", por otra parte, es un término de referencia pri­
mariamente social, ya que en lo esencial significa la recuperación de las
capacidades sociales del individuo que han estado comprometidas, y que
necesitan ser restablecidas en interés de la sociedad.
La diferencia entre "tratamiento" y "rehabilitación" se me apareció
con particular insistencia durante la guerra de 1939·45, en el caso de miem­
bros de servicios combatientes que sufrían de psiconeurosis. Muchos psi­
quiatras que se han ocupado del tratamiento de las así llamadas "neurosis
de guerra" han enfocado el problema de tratar a los miembros de los

1 Testimonio presentado a la Junta Asesora Escocesa sobre el Tratamiento y


Rehabilitación de Delincuentes el 17 de mayo de i 946.
271
272 W. RONALD D. FAIRBAIRN

servicios desde el enfoque habitual de un médico que practica en la vida


civil, o sea han transportado y buscado aplicar, bastante arbitrariamente,
dentro de un grupo en servicio bajo condiciones de guerra, las normas
establecidas en condiciones de paz para un grupo civil. Pero si se reflexio­
na, es obvio que la función de un psiquiatra que trata casos en servicio
no es curar pacientes que buscan alivio de perturbaciones personales, sino
rehabilitar soldados, marinos y aviadores que han dejado de cumplir con
las exigencias del grupo al que pertenecen. En lo que a mí respecta, per­
sonalmente, necesité poca experiencia para descubrir que el problema de
la neurosis de guerra era esencialmente un problema de moral, o sea un
problema de la - relación del miembro individual de un servicio con ese
servicio como grupo. Así se tornó obvio que el soldado neurótico era un
individuo que en grado variable había dejado de ser un soldado en espíri­
tu, si en realidad alguna vez, de todo corazón, había aceptado lealtad al
grupo militar. Tanto era así que una de las observaciones más comunes
hechas espontáneamente por soldados neuróticos con que me he encon­
trado en el hospital era: "No puedo volver al Ejército". La significación
de esta observación yacía, por supuesto, en el hecho de que aunque esos
soldados eran aún teóricamente miembros del grupo del ejército, se habían
disociado más o menos completamente de él. Eran soldados involuntarios;
y en lo profundo de su mente tenían motivos que volvían preferible una
psiconeurosis a la participación normal en la vida del grupo del ejército.
En conformidad con esto, su actitud era desfavorable para la psicoterapia
común, ya que la psicoterapia requiere cierto grado de cooperación que
falta en los que tienen un mínimo de motivos para desear los resultados
que aquélla tiene por objeto.
Lamento decir que en mi experiencia se aplican consideraciones muy
similares a los que cometen delitos sexuales antinaturales en la vida civil.
Sé que en tiempos recientes ha habido un movimiento muy difundido entre
psiquiatras hacia el punto de vista de que las tendencias sexuales perversas
son "síntomas" en el mismo sentido que los que caracterizan a las psico.,
neurosis, pero éste es un punto de vista que no puedo compartir. Es un
enfoque que surge de una tendencia moderna general a sustituir con nor­
mas puramente científicas a las normas morales del pasado, pero en mi
opinión representa una interpretación basada en una psicopatología errónea.
Lo que es necesario reconocer ante todo es, según creo, que las ten­
dencias sexuales perversas no son sólo excrecencias infortunadas que en
cierta forma misteriosa llegan a adherirse a una personalidad que en otros
aspectos es normal, sino elementos integrantes de la estructura misma de
la personalidad. Así la homosexualidad debe ser considerada, no simple­
mente como una expresión perversa de sexualidad natural, sino como la
expresión sexual natural de una personalidad que se ha vuelto perversa
en su estructura esencial. Aquí debo admitir que en mi opinión, sería
igualmente correcto decir que los síntomas psiconeuróticos representan
expresiones de la personalidad misma antes que excrecencias adheridas a
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 273
ella. Sin embargo persiste el hecho de que hay una profunda diferencia
entre la perversión y la psiconeurosis. -Esta diferencia fue sucintamente
descrita por Freud cuando habló de la neurosis como el "negativo" de la
perversión. Es también a Freud a quien debemos la esclarecedora concep­
ción de que los síntomas psiconeuróticos son esencialmente de carácter
defensivo. Por esto quiero decir que tales síntomas se deben a la influen­
cia de elementos estructurales de la personalidad, que realizan la función
de defender a la personalidad como un todo contra tendencias que tam­
bién son parte de la estructura psíquica, pero que son inaceptables para
la parte de la personalidad responsable de la acción defensiva. De acuer­
do con esta concepción, el psiconeurótico es un individuo constituido de
tal modo que preferiría más soportar el sufrimiento que dar expresión
natural a tendencias en conflicto con una parte de la personalidad, que
no sólo las rechaza sino que las somete al control por medio de la re­
presión y de otras técnicas defensivas con no poco éxito. Es cierto que
tales medidas represivas pueden actuar tanto contra tendencias sexuales
normales como anormales; pero persiste el hecho de que, cuando hay
tendencias sexuales perversas presentes en un psiconeurótico, están su­
jetas a drásticas medidas de control en manos de una poderosa parte de
la personalidad. Es característico de esta parte de la personalidad que
puede llegar a casi cualquier extremo anles que permitir que las tenden­
cias transgresoras se manifiesten. Con el perverso sexual es distinto, por­
que lo que hace el perverso sexual es capitalizar sus tendencias perversas
en vez de reprimirlas, con la consecuencia de que no sólo se vuelven
manifiestas, sino que asumen una posición dominante en la estructura de
su personalidad. La situación resultante puede resumirse, para usar tér­
minos psiquiátricos, en la afirmación de que el perverso sexual no es un
psiconeurótico, sino un psicópata.
Sigue siendo cierto, por supuesto, que en la Naturaleza no hay líneas
divisorias netas fáciles. Debe reconocerse entonces que pueden surgir cir­
cunstancias en las que un psiconeurótico manifieste tendencias perversas
en cierto grado, pero en la medida en que surja tal contingencia, su
psiconeurosis ha fracasado en uno de sus propósitos principales, y en ese
grado deja de ser un psiconeurótico. En forma similar puede suceder que
un perverso sexual sufra de síntomas psiconeuróticos, pero en la medida
en que esto es así, la perversión sexual termina donde empieza la psico­
neurosis. Sin embargo, en interés de la claridad intelectual, es necesario
preservar la distinción teórica entre una psiconeurosis, que actúa como
defensa contra la perversión, y una perversión sexual manifiesta, que re­
presenta la capitalización de tendencias perversas en una personalidad
psicopática. A menos que se reconozca esta distinción, es imposible enfo­
car el problema de "tratamiento y rehabilitación" de delincuentes sexuales
con esperanzas de comprensión fructífera.
Como ilustración del contraste que establecí antes entre "tratamien­
to" y "rehabilitación", me referí al soldado psiconeurótíco como presen·
274 W. RONALD D. FAIRBAIRN

tando esencialmente un problema de "rehabilitación", más que de "t ra­


tamiento", como sería adecuado en el caso del psiconeurótico civil. La
pertinencia de esta ilustración se tornará evidente al decir que en mi
opinión el problema del perverso sexual es también uno de "rehabilita­
ción" más que de "tratamiento". Al mismo tiempo puede pensarse que
mi analogía entre el soldado psiconeurótico y el perverso sexual es incon­
sistente con la distinción que acabo de hacer entre la psiconeurosis y la
perversión sexual. No hay verdadera inconsistencia, empero, porque la
pertinencia de mi analogía se limita a la relación del individuo, sea
psiconeurótico o perverso, con el grupo social en que se encuentra. Como
hemos visto, el soldado psiconeurótico ha renunciado a ser miembro del
Ejército como grupo social, y fundamentalmente se rehúsa a llevar una
vida militar normal dentro del grupo, aunque justifica su rechazo por la
perturbación y sufrimiento en virtud de los cuales se siente incapacitado
para hacerlo. En forma similar el perverso sexual se rehúsa a llevar una
vida sexual normal dentro de la comunidad, y en lo que respecta a la vida
sexual, si en nada más, se rehúsa a reconocer las normas de la Sociedad.
En confirmación del hecho de que está involucrada una actitud hacia el
grupo social, puede llamarse la atención sobre la frecuencia con que in­
dividuos adictos a cierta forma de perversión sexual forman grupos pro­
pios dentro de la comunidad. Esto es, por supuesto, particularmente co­
mún en el caso de homosexuales, y es característico de esos grupos que
la diferencia entre sus normas y las de la comunidad no se limita nece­
sariamente a la esfera sexual.
Habiendo establecido una analogía entre el perverso sexual y el sol­
dado psiconeurótico en ilustración del principio al que atribuyo suprema
importancia, debo llamar ahora la atención sobre el punto en que se
interrumpe esta analogía. El soldado neurótico se compra él mismo su
salida del Ejército al precio de un sufrimiento personal autoimpuesto que
de cualquier modo implica cierto reconocimiento de obligaciones sociales,
y en conformidad con esto, el examen de su foja de servicios mostrará
generalmente que en tanto que está con frecuencia confinado en el hos­
pital, está comparativamente rara vez confinado en el cuartel. En contras­
te, el perverso sexual no paga tal precio personal autoimpuesto por su
renunciamiento a la solidaridad con el grupo. Típicamente, considera a
su perversión como una ventaja personal, aunque pueda encubrir esto
por razones de conveniencia, y cualquier zozobra que pueda sufrir, si
choca con la ley, consiste más bien en temor a la pérdida de ventajas so­
ciales y materiales antes que verdadera culpa o remordimiento, que si
están presentes, son invariablemente de corta duración. Básicamente des­
precia las normas de la comunidad con la que choca, y está resentido por
la actitud adoptada por la comunidad hacia él; Y lo que busca en manos
de la comunidad no es cura, sino reinstalarse. Este deseo de reinstalarse
sin curarse es quizá el rasgo más característico de su actitud, una vez que
ha pasado el shock inicial de ser arrestado o condenado, aunque puede
ESTUDIO PSICOAl'"ALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 275
reconocer verbalmente la necesidad de la curación hasta que se siente a
salvo.
En mi 0pInlOn, es sólo a la luz de las consideraciones presentadas
que la comunidad puede enfocar fructíferamente el problema de tratar
a los que están condenados por delitos sexuales y antinaturales. Como
ya se ha indicado, la personalidad de tales infractores no es como para
que se preste a un "tratamiento" efectivo en el sentido hasta ahora acep­
tado, o sea no son fácilmente accesibles a una psicoterapia individual.
Yo mismo he tratado individualmente a varias personas que habían co­
metido y habían sido acusadas de delitos sexuales: y creo que puedo
decir que lo he hecho con cierto grado de éxito. En lo que sé, de cual­
quier modo, ninguno de los casos que he tratado nunca ha sido acusado
de la repetición de sus delitos originales. Pero siento que sólo estaría
engañándome a mí mismo si proclamara que fui el medio de efectuar un
cambio radical en la personalidad de estos sujetos, y en cualquier caso,
constituían un grupo especial dentro del común de delincuentes sexuales,
ya que su tratamiento sólo se emprendió luego de que la investigación
preliminar hubo mostrado que eran sujetos especialmente favorables. Al
mismo tiempo, creo que puedo decir correctamente que los resultados
obtenidos con el tratamiento individual en estos casos eran mucho mejo­
res que lo que hubieran sido los resultados de un período comparable
de cárcel sin tratamientos. Además, considero que los resultados obtenidos
habrían sido mucho menos satisfactorios si el tratamiento se hubiera lle­
vado a cabo mientras estaban presos, ya que la vida en prisión tal como
está actualmente me parece predispuesta a comprometer más aún la rela­
ción ya comprometida del delincuente con la comunidad. La vida en
prisión también parece predispuesta a comprometer cualquier buen efecto
que la psicología individual pueda lograr. El encarcelamiento en el sen­
tido aceptado implica reducir la vida grupal del transgresor al mínimo
permitido por las normas modernas, y así parece curioso un método para
adoptar con vistas a promover un mejoramiento de la relación del delin­
cuente con la comunidad.
Es tiempo ahora de considerar qué conclusiones constructivas pueden
extraerse de estos principios generales, para la orientación del planea­
miento futuro sobre el "tratamiento y rehabilitación" de delincuentes se­
xuales. Me contentaré con establecer dos conclusiones prácticas generales
que me parece que surgen con bastante claridad.
En primer lugar, lo que es primariamente adecuado ,en el caso del
delincuente sexual no es el "tratamiento" en el sentido de la psicoterapia
individual, para el que su personalidad no se adapta, sino la "rehabili­
tación" en el sentido de cultivo psicológicamente controlado de sus rela­
ciones sociales dentro de un grupo caracterizado por una vida social activa
en la que puede participar. La forma de vida habitual en la cárcel no
proporciona las condiciones necesarias para el establecimiento efectivo de
un grupo de ese tipo. Por otra parte, la vida social común de la comu­
276 W. RONALD D. FAIRBAIRN

nidad no llega tampoco a proporcionar el trasfondo adecuado, no sim­


plemente sobre la base de consideraciones punitivas. o porque la comuni­
dad requiera protección, sino también porque el delincuente sexual está
en ciertos aspectos demasiado fuera de contacto con la vida de grupo de
la comunidad como para ser dócil a sus influencias constructivas. Lo
que por consiguiente parece que se necesita es el establecimiento de comu­
dades especiales para infractores; establecimientos con una vida de grupo
propia, en la que los delincuentes pueden participar, y que esté psicoló­
gicamente controlada en vistas a su aproximación gradual a la vida de
la comunidad general. Si tales establecimientos deberán comprender toda
clase de delincuentes o sólo delincuentes sexuales, o alternativamente si
los diversos tipos de delincuente sexual deben ser divididos en estable­
cimientos separados, o si los establecimientos deben incluir miembros de
un mismo sexo o de ambos, todas estas cuestiones y otras similares no
admiten una respuesta a priori. Sólo pueden ser contestadas luego de
cuidadosa, y quizá prolongada experimentación. Y aquí puede notarse
que el establecimiento de tales instituciones tendría la ventaja de pro­
porcionar una oportunidad única de experimentación social. También
proporcionaría un campo único para el estudio científico de relaciones
sociales y de los factores que determinan el carácter de un grupo.
En segundo lugar, una lección inapreciable puede aprenderse de la
experiencia de estudiar las "neurosis de guerra", en miembros de los gru­
pos de servicio durante la guerra de 1939-45. Como señalé antes, los
soldados neuróticos en general han resultado sujetos inadecuados para la
psicoterapia individual; y consecuentemente los resultados terapéuticos lo­
grados por este método durante la guerra de 1939·45 eran definidamente
desilusionantes. Pero, a medida que continuaba la guerra, el reconoci­
miento de esto, j unto con el de la suprema importancia de la moral, llevó
a interesantes desarrollos iniciados por ciertos psiquiatras empleados en
hospitales militares para casos de neurosis de guerra. Relegando la psico­
terapia individual a un papel subsidiario, estos psiquiatras concentraron
sus esfuerzos -en fomentar y consolidar un espíritu de grupo dentro de los
hospitales involucrados. No contentos con esto se propusieron especial.
mente cultivar en sus pacientes un sentido de pertenencia a un grupo espe­
cíficamente militar, y así restablecer sus relaciones con el Ejército como
grupo al que debían lealtad especial. En forma concurrente, otros psi.
quiatras del Ejército, con un enfoque similar, pero empleados en las juntas
de selección de la Oficina de Guerra, empezaron a experimentar con una
técnica de grupos de discusión sin líderes, como ayuda para la selección
de candidatos para comisiones. Esta técnica consistía en hablar con un
pequeño grupo de candidatos y decirles que empezaran una discusión im­
provisada entre ellos. La reacción entre los diversos candidatos entre sí
y a la situación como un todo fue observada prestando atención a las
cualidades de liderazgo y adaptación mutua en los diversos cándida­
tos. Una técnica algo similar fue siguientemente adoptada con propósitos
ESTUDIO PSICOANALÍTICO DE LA PERSONALIDAD 2 _, '7I

terapéuticos en centros de rehabilitación para pnSIOneros de guerra re­


patriados; pero aquí, como podría esperarse, los miembros del equipo
se propusieron ejercer cierta influencia orientadora en una dirección so­
cializante, sobre las reacciones mutuas de miembros del grupo. Ahora que
está bastante avanzada la desmovilización del personal R. A. M. C. (1946)
algunos de los psiquiatras relacionados con estos diversos desarrollos han
empezado a experimentar psicoterapia de grupo entre pacientes psiconeu­
róticos en la vida civil. Con este propósito se prefiere un grupo de
alrededor de ocho personas, y se estimula a los miembros del grupo a dis­
cutir entre sí los problemas que se les ocurra discutir. Mientras procede
la discusión, el médico supervisor aprovecha la oportunidad, en momentos
adecuados, para interpretar las reacciones mutuas de los diversos miern­
bros, así como los desarrollos que aparecen dentro del grupo como un
todo, y estas diversas reacciones y desarrollos mismos se convierten en el
tema de discusión. El resultado es que los miembros individuales se en­
frentan con las implicaciones de su propia conducta no sólo de uno a otro
sino también hacia el grupo, y en cierta medida se dan cuenta de la sig­
nificación de las actitudes que adoptan tanto por las reacciones del grupo
hacia ellos, como por las interpretaciones de las situaciones sociales que
se desarrollan. Esas interpretaciones también les hacen advertir la signi­
ficación de las reacciones grupales. Así se estimula un continuo proceso
de insight social y educación social en un ambiente de verdaderas situa­
ciones sociales.
Debe reconocerse, por supuesto, que .estos diversos experimentos sólo
representan abrir el camino, y que el método entero está aún en su infan­
cia. Pero los resultados obtenidos hasta ahora parecen estimulantes, en
cualquier caso lo bastante estimulantes como para justificar que se pruebe
después seriamente el método de psicoterapia de grupo en diversos cam­
pos. En particular en lo que respecta a delincuentes sexuales, me parece
que, el método de psicoterapia de grupo ofrece muchas más esperanzas de
aplicación y desarrollo exitosos que el método de psicoterapia individual;
y debe agregarse que el método de psicoterapia de grupo participa más
del carácter de "rehabilitación" que del carácter de "tratamiento", en el
sentido comúnmente aceptado.
tNDICE ANAÚTlCO

Abraham, K., 25, 42, 49, 69, lOO, 126,


Amnesia infantil,
144, 148, 156, 103
su ausencia en la esquizofrenia, 73, 85

Aceptación del objeto, 48, 50, 58


Amor

Ióbica, 56
aparente destructividad del, 38, 60

histérica, 55-6
"parcial", 44

obsesiva, 56
sustitución del amor por odio, 39-40

paranoide, 56
Anaclítica, elección, 54

Aceptado, objeto. Ver Objeto aceptado


Anal
Acrofobia, 54
actividad, 140

Actitud anal
erotismo, 52

en contraste con la genital y la oral, 94


fijación, 202

Actividad
fase. Ver Fase anal
anal, 140
sadismo, 218-19

artística, 31, 32-3


técnica, 46, 54·5

excretoria, 29
Angustia, 108, 111, 246·7

obsesiva, 55
cardíaca, 216

oral, 29
conversión de la libido en, 127

urinaria, 140
de agredir, 59-60, ll7, 264

Afecto
de ataques violentos, 62

de futilidad. Ver Futilidad


de dar, 32

depresivo. Ver Depresión, afecto de


de destruir, 27, 37-8

expresión de, 34, 1I8


de expresar necesidad libidinosa, ll7
incongruencia de pensamiento y de, 34·5
de identificarse, 54·5
represión del, 30, 34-5, 132
de incorporar, 59·60
Agorafobia, 54
de libido estancada, 127

Agresión, 55, 59-60, 63-5, 82, 107-10, ll5,


de nacimiento, 115, 259

117-20, 121-2, 129,223, 225, 236, 238-9,


de perder los contenidos, 32-3

241, 263-4
de pérdida de la libido, 117

angustia con respecto a la, 59-60, ll7,


de pérdida del objeto, ll7
264
de retener, 55

corno dinámica de la represión, 113,


de separación. Ver Separación, angus­
116, 118, 120, 147-8, 171
tia de
como factor de perturbación social, 225
de ser vaciado, 55, 117

dirección de la, 128, 175


de vaciar al objeto, 37

distribución del exceso de, H9, 120, 122


estado de, 244

redistribución interna de la, 122


exhibicionista, 31

subordinada a la libido, 114, 159, 171


fóbica, 54·5
Ambivalencia, 37-8, 51. 59, 63, 114-15,
obsesiva, 55

116, 120-1, 123-5, 126, 137, 147, 171-2,


r sufrimiento histérico, 108, 127

174, 177
Animismo, 133

hacia el padre, 124


Antepasados, culto de los, 226

Ambivalente, objeto, 115, 124, 126, 171-2


Antilibidinal, factor, 130, 167

interno, 137, 177


Asociación libre, método de, 236

281

282 ÍNDICE ANALÍTICO

Atomismo, 141
Commonwea1th británico. 232

Autoconciencia, 61, 205-7, 247


Comunismo. 224, 227·34

Autoerotismo, 46·7
estado mundial comunista, 228, 230, 232,

Autorreferencia, 205, 207-8, 217-18


233. 234

Autorreproches, 120, 268


Condicional, maldad y bondad. 75, lOO.

166

Conflictos. esquízoide y depresivo. 59-64

Bleuler, E., 25, 113


Contenidos

Boca
equivalencia de contenidos corporales y

como órgano de búsqueda del pecho,


mentales. 29-30. 32

140, 144
objeto tratado como. 53

como canal libidinoso, 25·6, 45, 144


sobrevaloración de los, 30. 36

desviación de la libido de la boca a


temor a la pérdida de los. 32·3

los genitales, 143-4


Cristo
desviación de la libido de los genitales
fantasías religiosas sobre la figura de,
a la, 143-4
183·5. 189

los genitales identificados con la, 46, 53


Cuaquerismo, 187

Bondad condicional e incondicional, 75,


Cuasi- independencia, etapa de. Ver Etapa

166
de transición

Brierley, M., 140, ISO


Culpa. 77-9, 166. 207·9. 236. 238-9. 245,

262

ausencia de culpa en los perversos se­

Capitalismo, 228
xuales. 274

Carmichael, H. T., 20
ausencia de culpa en los soldados neu­

Castración
róticos. 267·9

complejo femenino de, 195, 213·14


como maldad moral. secundaria a la

simbólica, 64
maldad del objeto, 157

Catexis de objetos intemalizados, 34, 60,


como resistencia, 78

133
en la histeria. 101

como fuente de su naturaleza dinámica,


en la melancolía. 99

176
generada por el superyó, 77·9, 101, 112

Catexis de objetos reprimidos (internos),


inconsciente (reprimida). 199. 204, 2Ul.

82, 86·7, 93, 137


209. 213

como resistencia. 80..2, 120·1, 166·7,


naturaleza defensiva de la. 77·9. 100.

172·3
157

disolución de la. 78, 82, 166


originada en la situación edípica, 48-9.

Catexis del superyó por el yo central,


72. 99

160·1
reprimida más drástíeamente que 108

Celos, 124-5, 174


. deseos culpables. 207, 214

Central, yo, 94, 100. 107, 109·11, 113,


situaciones de culpa y situaciones de

118, 120, 121, 129. 131. 137, 147~,


objeto malo, 82. 267·9

160, 169, 170, 171'·2. 178


y angustia, 112

catexis del yo central por el, 160·1


y represión como defensas separadas.

Ciencia, 211, 238


75. 78·9. 99·100

atracción esquisoide y obsesiva por la,


Cultura, 185. 238, 239·41

22

Científicas, bases

contemporáneas, 128·9, ISO, 175


Dar

de Freud, 128-9, ISO. 175


angustia por el hecho de. 32-4

Clan, el, 226, 228, 232


predominio de la actitud de. 51

Claustrofobia, 54
transacción histérica entre tomar Y. SO

Clítoris, 194, 200, 202·3. 213


transacción obsesiva entre tomar y, 48

sobrevaloración inconsciente del, 202·3,


Defecación
213
como base de las técnicas de rechazo,
Cobardía, 264-5
47·8
ÍNDICE ANALÍTICO 283

como creación, 29, 48


estado, 63-7, 1I8, 251, 256-7

como dádiva, 48
posición, 38, 98-9, .1I2, 147·8, 159, 169

como eliminación, 29
rasgos, 267

como rechazo simbólico, 47-8, 140


reacción, 63-4

Defensa (s}, 237, 241


tendencia, 66-7, 164

contra los efectos de la dependencia


tipo, 66-7, 98-9, 165

infantil, 251
Deprivación, 26, 37, 46, 51·2, 59-60, 1I5·

culturales, 238-40
16, 163, 171-2

de no participación, 93-4, 95
Desafectivízación de la relación objetal,

de represión. Ver Represión


28

delirios como, 209


Desapego, 22, 23-4, 132

específicas, 43
Despersonalización. 21

fóbícas. Ver Técnicas fóbicas


del objeto, 29

histéricas. Ver Técnicas histéricas


Dicotomía del objeto, 47-8, 49, 51, 63

maníacas, 43
Diferenciación del objeto, 47·8, 54-5, 57·8,

morales, 74-6, 77, 89, 100, 166, 167-8,


146, 164, 259

169
y dependencia madura, 54, 164

no específicas, 43, 75
Diferente, sentirse, 36, 247

obsesivas. Ver Técnicas obsesivas


Dinámica, estructura, 1I2·13, 128, 129,

paranoides, Ver Técnicas paranoides


132-3, 149-50, 158·9, 167-8, 172-3, 175,

psíconeuróticas, 272
176

Dejá VU, 21, 24


psicología de la, 129

Delirios
Directa, represión. Ver Represión directa

como defensas contra la culpa, 209


Disociación del yo, 23-5, 34-5, 42, 61-2,

de grandeza, 201, 209


92, 107, 1I2-13, 119·21, 131-2, 147,

de persecución, 209
158-9, 160, 163. Ver también 21I·13,

Demencia precoz, 62, 113. Ver también


214

Esquizofrenia
e incorporación, 25-6

Democracia, 88
en la histeria, 99, 159-60

Demonio
. en los sueños, 23-4

pacto con el, 40, 79-80, 81-2


la agresión como dinámica de la, 113,

visión del: 183


1I8

Dependencia, 56, 246


y disociación histérica, 99, 160

diferenciación y dependencia madura,


y represión de las estructuras yoicas,

54, 164
35, 97-8, 1I3, 116, 118, 1I9-20, 121,

identificación y dependencia infantil,


137, 147-8, 159-60, 168, 170-1, 172,

54, 164
173

infantil, 46-7,50, 51, 87·8, 123, 146, 164,


Disociación histérica, 50, 55-6, 102, 168

167, 173-4, 246:7, 250·1, 252·3, 255-6,


base esquizoide de la, 21-2, 99, 160 ' .

259-61, 264, 265, 266, 268. Ver tam­


División del objeto

bién Etapa de dependencia infantil


(externo), 1I5, 1I8, 124, 137

madura, 46·7, 50, 54, 146, 164. Ver


(interno), 1I5-16 , H8, 124-5, 147-8,

también Etapa de dependencia ma­


160, 170, 171·2, 177

dura
Driberg, J. H., 234

tipo de, 52
Dual, personalidad, 21

Depresión, 67, 93, 98, 99, 156-7, 164, 197,

202, 203-4, 214. 217-20. Ver también

Melancolía
Edípica, situación, 48-50, 72, 77, 92, 99­

afecto de, 99, 117. 172-3


. 100, 101, 104-5, 122·6, 154, 169, 173­

aguda, 257
4, 186-9, 199, 201, 204, 225-6. 227,

Depresivo (s)
231, '232·3

compulsión depresiva hacia un objeto, 58


como situación interna, 125

conflicto, 59-60, 63-4 .


culpa originada en la, 48-9, 72, 99

contraste entre los estados esquizoide y,


el padre en la, 124-6, 173-4

59-60, 65-6
Eduardo VIII. Rey, 219

284 ÍNDICE ANALÍTICO

Elación, 197, 203, 209·10, 212, 214


desapego, 22, 23-4, 1'32

Ello, el, 96-7, 105, 111, 129, 132, 1~, 159,


e introvertido, 23, 42

167-8, 171, 210·13


enamoramientos, 35, 54

Enamoramientos, 35, 54
estado, 20, 27, 43, 65, 85, 118, 132, 251

Endopsíquica, estructura (s), 93-4, 96, 105,


factor esquízoíde en la histeria, 20, 22,

120·1', 123, 148-9, 170


113, 132, 181

diferenciación de la, 114, 173-4


fenómenos, 21, 23·4, 105

energía psíquica inseparable de la, 128,


grupo, 22-3, 41·2

175
incorporación oral y actitud, 25-6

naturaleza dinámica de la, 158, 170


individuos, 1'9, 54, 97, 168

objetos internalizados como, 91, 97, 102,


intelectualización, 34-7

105, 133, 155, 1ti8, 176


inversión de valores, 40

Energía psíquica
naturaleza esquízoíde de la represión,

inseparable de la estructura, 128, 175


132, 159

Enuresia nocturna, 253


naturaleza esquizoide de 168 procesos

Epistemología de Stephen, 141


psicopatolégícos más tempranos, 132

Epístola de San Pablo a Tito, 238


naturaleza esquizoide de los sneños, 23-4

Erógenas, zonas, 42·7, 80, 140·4, 156, 163


omnipotencia, 22

cómo canales de búsqueda objetal de la


orientación hacia objetos pardales, 27·9

libido, 44-7, 80, 140


personalidad, 20, 24, 27,. 1:04-5

concepción atomista de las, 140-1'


posición, 234, 38-40, 98, 107, 112-14,

y el principio de realidad, 141·3


147-8, 159, 169

y especificidad de la búsqueda objetal


posición esquizoide en la histeria, 98-9,

instintiva, 143·4
:n4, 159

Escena primaria, 124, 174


posiciones depresivas y, 98-9

Escritura, 181
preocupación por la realidad interna, 22

Esquizofrenia, 20, 23, 25·6, 66-7, Bol, 156·


rasgos, 21·2, 41-61

7, 159-60, 1M
rasgos esquizoides el! C1I8OS psiconeu­
ataques catatónícos en la, 34
réticos, 20

incongruencia del afecto en la, 34-5


represión del afecto, 30, 34-5, 132

omnipotencia en la, 207


secreto, 35-6

Esquizofrénica, escritura, 181


sobrevaloración de la realidad interna,

Esquizofrénicos, 24, 27, 37, 99


32, 37

ausencia de amnesia con respecto a la


sobrevaloración de los contenidos men­
infancia en los, 73, 85
tales, 30, 36

distinción entre realidad interna y ex­


superioridad, 36, 60-1

terna, obscurecida, en los, 32


sustracción de la libido, 60-2

sustitución de sentimientos por ideas


técnicas, 33, 36 .

en los, 34
tipos depresivos y, 66-7, 165

Esquizoide (s)
tragedias, 38·9 .

afecto de futilidad, 61, 98·9, 118, 132,


trasfondo esquisoide de síntomas psico­

164, 172·3
neuróticos, 20, 41, 43, 98-9, 215·16

atracción por el arte, 33


Estado, el, 227, 266-7

atracción por la ciencia y las activi­


Etapa s ) (del desarrollo), 43, 146, 156,

dades intelectuales, 22
2N

base esquizoide de la disociación, 21-2,


aloerótica, 44

99, 160
anal, 147

carácter, 20, 24
autoerótica, 44

compulsividad esquizoide hacia el ob­ de amor parcial, 44

jeto, 58
de dependencia infantil, 47-8, 51, 53,

concepto del, 23-4, 42


57-60, 146, 164, 252

condiciones, 19, 42
de dependencia madura, 47-8, 51, 53,

conflicto, 59-63
146, 1M

contraste entre los estados depresivos


de transición o cuasi-independencia, 47­

y, 59·60, 65-6
8, 51, 53·6, 146-7, 156, 164

ÍNDICE ANALÍTICO 285

genital, 45
síntomas fóbicos con base esquizoide,

narcisista, 44
20, 43

oral, 45, 214


técnica. Ver Técnica fóbica

Excitante o necesitado, objeto (interno),


Freud, 25, 42, 54, 69, 70-2, 73, 79, 81,

109, HO, 113, 115-16, 118-21, 124-7,


84, 89·91~ 96-7, 99, 101, 105, 108, 111­

129, 131, 135-7, 147-8, 149, 160, 170-4,


14, 120, 121-2, 126, 128, 129, 131-2,

177-8
140, ]'48-9, 153-61, 163, 165-71, 173-4,

Exhibicionismo, 52
175-6, 210-13, 214, 215, 225, 230, 263,

inconsciente, 205
272

Exhibicionista
Frigidez, 102-3, 112

angustia, 31
Frustración, 142, 163

técnica, 31·2
emocional, 32, 51-2

Exogamia, 226
libidinosa, 114-18, 123-4, 144, 171-2

Experiencia
oral, 32

y sentido de realidad, 142, 158


Fuga, 256

Expulsión
Fusión de los objetos internos, 125, 174

y retención, 55-6
Futilidad, afecto esquizoide de, 61, 98-9,

y separación, 54-5
117, 132, 164, 172-3

Exteriorización o Externalización. Ver In­

terno (s) , objetos, externalización de,

Extrovertido, 66, 165


Genital, actitud, 45

en contraste con actitudes anales y ora­

Fálica
les, 94­
actitud, 46
Genital, defecto, 193·5, 213, 217-18

fase. Ver Fase fálica


Genitales

técnica, 46
como canales libidinosos, 45, 144

Familiar, grupo, 154, 225-31, 232-3, 246,


como objetos naturales (biológicos),

266
44, 145

Fantasía
como objetos simbólicos (fálicos), 52

puntos de vista del autor acerca de la,


de los padres, 124-5

104-5, 170
identificados con el pecho, 46, SO, 53

Fantasías
identificados con la boca, 46, 53

eróticas, 188-9
rechazo histérico de los, 50

religiosas, 181-91
Goering, H., 266

Fascista, Italia, 230, 231


Groddeck, G., in

Fase (s)
Grupo, psicología de, 88, 129, ¡'75, 230.

anal, 42-4, 46·7, 47-8


Ver también Social, psicología

fálica, 42, 43, 45-6, 46-7, 47-8, 126


Grupo, psicoterapia de, 277

genital, 44, 45, 47-8


Grupo social

oral primaria, 25-30", 32, 37-8, 42, 47,


actitud de los perversos sexuales hacia

51, 53, 59-60, 65-6, 67, 147 177


el, 273-4

oral secundaria, 37-8, 42, 44, 47, 51, 53,


Grupos sociales, evolución de los, 225-9,

59-60, .63-4, 65-6, 67, 147·8


232, 234

Fijación, 42, 43, 52


Guerra, neurosis de, 243-69, 271

anal, 202
ausencia de culpa en las, 267-9

en el abuelo, 201
angustia de la separación en las, 88,

en el pecho; 94
167-8, 251-2, 259·6], 263-4, 267

en la madre, 37
capacidad para las relaciones objetales

oral, 26-7, 32, 37-8, 42, 46, 66, 67, 20~


y, 262. 271

Fóbicot a) [s )
compulsión a regresar al hogar en las.

angustia, 54·5
54, 25Í-2, 256-8, 260-], 267

conflicto, 55, 56
dependencia infantil y, 87·8, 167, 246-7,

estado, 43, 50, 54, 56


250-1. 252-3 259-61. 264

masoquismo, 55
experiencias traumáticas y, 84-5, 86,

síntomas, 244, 256-7


167. 244-6

286 ÍNDICE ANALÍTICO

moral militar y, 89, 167-8, 262, 264-9,


del yo con el superyó, íl, 165

271. 276
del yo con objetos internos. 23-4, 32,

psicoterapia y, 89, 269, 276-7


36. 72. 165, 170

simulación de enfermedad y, 264·5


e incorporación, 54-5, 59, 146

primaria. 46-7, 54, 146, 259-61, 262

relaciones basadas en la. 260·1

Hamlet, 126
secundaria, 46-8, 1'46

Heces como objeto simbólico, las, 44, 52


y dependencia infantil, 54. 164

Hedonismo, 153, 159


Y narcisismo, 36, 59. 64

Hipocondríacos, rasgos, 101, 169, 215


Ideologías, 240

Hipomaniaco, estado, 257


Iglesia Católica, 240

Histeria, 21, 48, 98-1Ul, 114, 159, 168, 169


Impulso

disociación del yo en la, 99, 159-60


como aspecto dinámico de la estructu­

factor esquizoide en la, 20, 22, 113, 132,


ra, 96. 122, ISO. 158, 167-8

181
inseparable de la estructura, 93·4, 96.

inhibición desproporcionada a la cul pa


9B, 122. 128

en la, 101
Impulso, psicología del, 69. 158, 159

masturbación infantil e, 144


limitaciones de la. 93-7. ISO. 167-8

posición esquizoide en la, 98-9, 114, 159


Incesto. 226, 231

rasgos paranoides en la, 13


Incestuoso, deseo, 49

represión del superyó en h, no


Incondicional, bondad y maldad, 75, 1ü0,

situación endopsíquica básica en i a,


166

131·2, 161, 176


Inconsciente

Histérico (a)
culpa, 199, 204, 207, 209, 213

disociación. Ver Disociación


exhibicionismo, 205

escritura, 181
fantasía, 200

estado, 43, 56, 131-2


mente, 238

fenómeno histérico como base del psi­ motivación, 229

coanálisis, 99, 131, 168, 176


situaciones, 84

frigidez, 102-3, 112


sobrevaloración inconsciente del cl
í­

gritos, 131
torís, 202·3, 213

idealización del objeto, 50, 137, 178


Inconsciente, d, 62, 74, 77, 78-9, 81-3,

individuos, SO, 53, 126


185, 196-7, 199, 200, 202, 207, 212, 236

llanto, 176

Incorporación. 26, 29-30, 17·18, 37-8, 46,

naturaleza de los primeros síntomas

47, 51, 59-60, 66, 140, 146·7, 155, 157,

psicopatológicos, 132

215. Ver también Internalización e


síntomas histéricos en la infancia, 131·

Introyección
2, 176

de objetos y de desarrollo libidinoso,


sufrimiento y angustia, 108, 127

46·7

técnicas. Ver Técnicas histéricas

e identificación, 54-5, 59, 146

Hogar, compulsión a retornar al, 54. 251·

mental o psicológica, 32. 53, 147

2, 256·9, 260-1, 267

y disociación del yo, 25-6'

Homosexualidad, 272, 274

masculina, 52
Incorporado. objeto, %·7, 50, 52, 54, 63,

H uxley, A., 232


66. Ver también Interno o Intemali­
zado, obj eto, e Introyectado, objeto
Infantil, dependencia. Ver Dependencia
Ideal del yo, 137, 160. 178, 196. 209,
infantil

223, 231. Ver también El superyó como


Instintiva. ronducta, 142-4

ideal del yo
Instintos. 150. 158, 211

Idealización del objeto, 50, 137, 178


agresivo, 159, 236, 238

Identificación, 58·9, 73. 105, 108, 212


de muerte, 86, 93, 167

angustia con respecto a la, 54·5


hj post a t ización de los, 93-4, 141, ISO

de objetos, 46, 47·8, 50, 56, 72, 94


ohjct al. 92

del ohjeto externo con el objeto inter­


sexual. 236. 238

no, 61
yo ic«. 92

ÍNDICE ANALÍTICO 287

Instituciones sociales, 130


externalización del, 48, 50, 51, 56·7,

Integración, escala de, 25


154-5

In telectualización
fusión del, 125, 174

como resistencia, 34
identificación del objeto externo con

defensa de la, 34-7


el, 61

Interna, r~alidad
identificación del yo con el, 23-4, 32,

dramas en la, 93-4


36, 166, 170

fracaso esquizofrénico en discriminar la


malo, 72-5, 78-9, 82·4, 86, 87, 97, 100·2,

realidad externa de la, 32


113, 115-16, 118, 124, 136, 147·8, 1'58­

los sueños como dramatizaciones de la,


61, 165-72, 174

23, 104-5, 1l0, 170, 209-12


necesitado. Ver Excitante o necesitado,
preocupación esquízoide por la, 22
objeto (interno)

sobrevaloración esquizoide de la, 32, 37


naturaleza dinám'ica del, 133, 176

partes del yo como, 92, 93-4

Intemalización, 26, 32, 37, 91, 154, 161,

perseguidor, 1UO, 155, 169

163,-4, 176, 219-20. Ver también In­

preambivalente, 136·7, 177

corporación e Introyección

rechazante o repelente. Ver Rechazante

de la libido, 60

o repelente, objeto (interno)

de objetos buenos, 75, 100, 136, 166,

reprimido, 81·4, 120-1, 1'37, 147-8, 159,

176-7

166-7, 172·3

de objetos malos, 74·5, 76-7, 100, 115­


superirnposición del, 125, 174

16, 118, 124, 125, 136, 165·6, 170,

Introversión, 60

172, 176-7

Introvertido, 23, 41, 60, 66, 165

del objeto aceptado, 56


Y esquizoide, 23, 42

del objeto insatisfactorio. 115, 177


Introyección, 155. Ver también Incorpo­

del objeto preambivalente, 136-7, 177


ración e Internalización

del objeto rechazado, 56


psicológica o mental, 91

del superyó, 161

Introyectado, objeto, 91', 182. Ver también

psicológica o mental, 32, 53, 147

Incorporado, objeto e Internalizado, ob­

Interno o Internalizado, obj eto (s}, 36,


jeto

52, 53, 56, 60, 6J, 70, 71, 78, 82,


Irrealidad, sensación de, 21

91-4, 97, 100-2, 105, 106-9, 111, 118,

120-1, 1'25-6, 132-3, 135, 137, 144,

147, 148-9, 154-5, 156, 160-1, 163,


James, W., 21

165, 167-76, 2r6, 220. Ver también


Janet, P., 21, 99, 159

Incorporado objeto (s ) e Introyecta­


Jorge V, Rey, 215-20

do, objeto (s l
Jung, C. G., 23, 41, 66-7, 114

ambivalente, 137, 177

bueno, 71·2, 75, 79, 136, 160, 166

catexis del, 34, 60, 133


Klein, M., 23-4, 70, 72, 91 98-100, 105,

catexis libidinosa como fuente de la


112, 144, 148, 154-7, 159, 168-70, 220

naturaleza dinámica del, 176


Kraepelin E., 62

como estructura endopsíquica, 91, 97,


Kretschmer, E., 67

1ü2, 105, 133, 155, 168, 176

división del, 115·16, 118, 124, 125, 147­

8, 160, 170, 172, 1'77


Lenin, V. i., 224, 229, 232

el superyó como, 71, 75, 91, 100, 101,


Lévv-Bruhl, L., 230

132, 148-9, 154·5, 1'57, 165, 166, 171


Libidinización del pensamiento, 34-5

elemento sobreexcitante en el, 137, 170,


Libidinosa, actitud

177
en individuos esquizoides, 25-6

elemento sobrefrustrante en el, 137., 170,


genital, 4.1

177
incorporativa, 25-7, 29

en los sueños, 234, 105, 133, 170


infantil, 45

excitante. Ver Excitante o necesitado,


madura, 45

objeto (interno) secundaria a la relación de objeto, 51

288 ÍNDICE ANALÍTICO

Libidinosa, catexis. Ver Catexís


en la situación edípica, 122·7, 173-4

Libidinosa, fase. Ver Fase (s)


fijación en, 37

Libidinosa, resistencia, 80·2, 120·1, 166·7,


identificación con, 260

172-3
indiferente, 28, 37

Libidinoso, desarrollo
intemalizada, 216

cuadros corregidos del, 51, 53


posesiva, 28, 33, 37

e incorporación de objetos, 47
Madura, dependencia. Ver Dependencia

esquema de Abraham del, 25-6, 42·8,


madura

99, 144, 156, 163-4


Maldad

esquema de Freud del, 44


condicional e incondicional, 75, lOO, 166

revisión del esquema del, 46-53, 145·7,


Maníaco (a)

163-4
defensa, 43

Libidinoso, yo, 1'07-10, ni. ns, ll6, ns


estado, 201, 207, 213, 217·18

22, 129, 131, 137, 147-8, 160-1, 170-3,


Maníaco-depresiva, psicosis, 38, 42, 66·7,

178
197, 214, 217·r8

Libido, la
Masoquismo, 52, 87

agresión subordinada a, ll4, 159, 171


fóbico, 55

angustia por expresar, 1I7


Masserman, J. H., 20

angustia por no descargar, 127


Masturbación, 46, 52, 182, 190·1

anilJstia por pérdida de, 117


histérica e infantil, 144

como factor de cohesión social, 225·7,


Melancolía, 98-9, 159-60, 168, 213. Ver

230·1
también Depresión

descarga de libido reprimida, 200·1, 204,


ínvolutiva, 6~5

208

Menstruación sustitutiva, 195, 202

dirección de, 128, 149, f75

Mental, aparato

distribución de, 107-10, 116·19, 120,

teoría freudiana del, 96, 111·12, 122,

122, 129, 144, 172-3

129-30, 132, 148-9, 158, 167·8, 171,

hipostatización de, 141

210·11, 214

intemalización de, ISO

la represión como técnica para dispo­


Micción

ner del exceso de, 121·2, 172·3


como creación, 29, 48

manifestaciones de la libido reprimida,


como dádiva 48

80
como eliminación, 29

naturaleza de búsqueda objetal de, 44,


como rechazo simbólico, 48, 140

46, 70, 91·2, 128, 1'39-40, 142·3, 144,


frecuencia de la, 216-18

149, 156, 163, 175


Mill, J. S., 153

pérdida de, 62, ll7, 172·3


Moral, defensa. Ver Defensa moral

sustracción de, 60.2


Moral, valores, 77, 161, 169

Libido, teoría de la
Moral militar, 89, 167·8, 262, 26~9, 271,

revisión del autor de la, 44, 70, 80,


276

91, 163
el superyó como fuente de la, 89, 167·8

teoría de Freud, 42, 44, 69, 80, 154,


Morder, 51, 59, 147·8

163, 225
Muerte, instintos de, 86·7, 93, 167

Liga de las Naciones, 232


Múltiple, personalidad, 21, 98, 160, 168,

211·13, 214

Madre, la

como objeto ambivalente, ll5


Nacimiento

como objeto excitante o necesitado, ll9


angustia de, 115, 259

como objeto malo, 32, 115


trauma de, 260

como objeto rechazante o repelente,


Nación, la, 226-30, 232

116·17, 171-2
Narcisismo, 60, 92, 196·7, 209

como objeto sexual, 216


primario, 59

como objeto total original, 26, 52-3,


secundario, 36, 59, 64

59, 11~15, 145, 173-4


Narcisista, elección, 54

ÍNDICE ANAÚnCO 289

Náuseas, 50, 94
división del. Ver División del objeto

Nazi, Alemania, 225, 230, 232, 239. 266


el padre corno. Ver Padre

Negativa, reacción 1erapéutica, 78, 81, 120·


el pecho como. Ver Pecho

1, 166
el placer como jalón hacia el, 46

Neurasténico, estado, TI.90


excitante. Ver Excitante o necesitado,

Nostalgia
objeto (interno)

del hogar, 251-2


extemalizado, 56-7

del m&J;, 256


idealizado, 137, 178

identificación de, 46, 47-8, 50, 56, 94

identificación del objeto externo con

Objetales,estructuras ;(internas), 106,

el objeto interno, 61

133, 176
identificación del yo con el. Ver Iden­
Objetal Ies}, relación Les], 32, 44, 57, 58,
tificación

59-60, 61-2, 64-6, 70-1, 73, 91-7, 105,


incondicionalmente malo, 75

107, 1'09, 128, 139, 140, 142, 144, 149,


incorporado. Ver Incorporado, objeto (s)

154, 156. 161, 164, 166. 167-8, 175,


insatisfactorio, lIS, 136, 171-2, 177

262, 271
interno o internalizado. Ver Interno

actitud libidinosa secundaria a la, 51

o internalizado, objeto
desafectivización de la, 29

introyectado. Ver Introyectado, obje­


el desarrollo en términos de la, 47-8,

to Is )

50-3, 54, 164

el superyó como producto de la, 154


la madre como. Ver Madre

en la situación transferencial, 95
libidinoso, 27

insatisfactoria, 46
malo, 32, 48, 72-89, 93, lOO, 1'15-16,

la interpretación en términos de la, 82


117-18, 124, 136, 141, 147, 155, 157,

madurez de la, 45
166-7, 171, 177

psicología de la, 70, 72, 144, 151, 165


natural (biológico), 44, 46, 52-3, 59,

tema implícito en la, 96


114, 141, 145

y personalidad, 93-4, 96, 154-5, 167-8


necesitado. Ver Excitante o necesitado,

Y principio del placer, 97


objeto (interno)

(Ibjeto Is}, 45, 47, 51-66, 70-89, 91·2, 94­


parcial, 26, 27, 50, 52-3, 59, 155

6, 102-5, 106, 107-9, 111, 1I4-20, 124,


pérdida. del, 58, 61, 64-6, 117, 172-3

125-6, 131, 133-7, 140·8, 154-7, 160-1,


preambivalente, 136·7, 177

1'63-78, 216, 219-20, 246


rechazado, 47, 49-51, 56-7, 63, 135-7,

aceptación del. Ver Aceptación


176, 17B
aceptado, 47, 49, 51, 56-7, 63, 135-7,
rechazante o repelente. Ver Rechazante
176, 178
o repelente, objeto (interno)
amado, 50, 246·7
rechazo del. Ver Rechazo del objeto
ambivalente, 115, 124, 126,,171-2
rechazo por el. Ver Rechazo por el
angustia de vaciar al, 37
objeto
angustia por pérdida del, 117
reprimido. Ver Interno, objeto repri­
biológico apropiado, 1!J.5-6, 156
mido

bueno, 48, 71, 75, 78, 79, 82, 86, 88,


restitución del, 217·18

100, 1I5·16, 117, 124, 136, 141, lit7,


satisfactorio, 115, 136, 171, 177

1!J.9, 155, 166-7, 171-2, 177


simbólico, 44, 52

como fin libidinoso, 44


tratado como contenido corporal, 53

compulsión psicótica hacia el, 58


total, 26, 52-3, 59, 155

condicionalmente malo, 75
vaciamiento del, 37

dependencia infantil del. Ver Depen­


Obsesivo Ia l (s)

dencia infantil actividad, 55

dependencia madura del. Ver Depen­ atracción por la ciencia, 22

dencia madura
defensa, 101

despersonalización del, 29
estado, 43, 55, 207

dicotomía del, 47-8, 49, 51, 63


neurosis, 48, 50

diferenciación del. Ver Diferenciación


rasgos, 101, 169, 267

diferenciado, 54, 146-7


síntomas, 251, 256-7

290 fNDICE ANAÚTICO

síntomas con base esquísoide, 20, 43


Personalidad

técnica. Ver Técnicas obsesivas


y relaciones objetales, 93-4, 96. 154-5,

Odio como sustituto del amor, 39-40


165, 167

Omnipotencia
PersoDÜicaciones

actitud de, 22, 201', 203


de estructuras ,oieas, 209-13, 214

tipos de, 207, 209, 214


de órganos corporales, 87

Oral
en 106 sueños, 209-12

en contraste con anal y genital, aeñtu­ Perversión, 52, 125, 174, 271-4

des, 94­ en contraste con la peíconeurosíe, 272-3

etapa. JIer Etapa oral


Pesadillas, 54, 85, 260. Ver también Sue­

fase. JIer Fase oral


ños

incorporación. JIer Incorporación


Placer, principio del, 92·3, 141

Oral, sadismo, 207·9, 214, 215-20


naturaleza de "deterioración" del, 140-1

hacia el pene, 202-6


naturaleza secundaria del, 97, 158, 168

Organizaci6n de las Naciones Unidas, 232


Plenitud, estado de, 26

Pre-ambivalencia de la fase oral tempra­


na, 37-8, 51, 59

Padre, el

ambivalencia hacia, 124


Pre-ambivalente, objeto, 136-7, 177

como objeto natural, 52


Primaria, escena, 124, 174

como progenitor sin pecho, 124-5, 173


Prince, Morton, 21

en la situación edípica, 124-6, 173-4


Proceso, teoría del, de Brierley, 140

Padres, relaciones entre los, 124, 174


Proyección, 83, 154-5, 167, 208-9, 218

Paranoia, 48, SO, 133


Pseudo-independencia, 252, 255-6

Paranoide (s)
Psicoanálisis, 70, 95, 101, ISO, 176, 235-41

actitud, 131, 255


el fenómeno histérico como base del,

estado, 43, 56, 207-9, 214


99, 1'31, 168, 176

rasgos, 101, 131, 169


Psicoanalítico (a) [s]

rasgos paranoides en la histeria, 131


investigación, 46, 92, 93, 238

síntomas,' 43, 217·19


técnica y metas, 81

técnica. JIer Técnica paranoide


teoría. 69·70, 80, 91, 98, 99, 131, 149,

Parricidio, 219, 226, 231


150, 155, 157, 163, 168, 175, 185-6,

Pasividad
223-4, 235·9, 241

en el estado fóbico, 55
tratamiento, 19, 36, 93-4, 95. 166-7, 193,

en él estado histérico, 109


236-7, 241

Paternos, sustitutos, 187·8


Psicología

Pecado
como estudio de laa relaciones del in­

concepciones cristianas y judías sobre


dividuo con los objetoe, 70

el, 82
de la religión, 185-6

Pecho
llOCial. JIer Social, psicología 1 Grupo,

como objeto, interno, 53


psicología de

como objeto libidinoso, 25-6, 57, 97


Psicológicos, tipos. JIer Tipos psicológicos

como objeto parcial natural, 44, 46, 52­ Psicopática, personalidad, 20, 121, 252,

3,. 59, 114, 140, 145

255-6, 264, 272-3

el padre como progenitor sin, 124, 173-4


Psicopatología

lleno y vacío, 26, 37-8


como estudio de las relaciones del yo

Pene
con los objetos internalizados, 70

como pecho, 53

envidia del, 201-2; 213·14


Psíceeexnal, actitud, 125, 174

Pérdida
Psicoterapia. 77-9, 93, 95, 27().1, 274-7

de la libido, 62, 1'17, 172-3


de grupo, 277

del objeto, 58, 61, 64-6, 117, 172


, neurosis de guerra, 89, 269, 276-7

del yo, 62, 117

Persecución

delirios de, 209


Racion.alización, técnica de la, 209

sueños de, 208-9


Realidad, principio de, 141

ÍNDICE ANALÍTICO 291


naturaleza primaria del. 97. 142·3. 158.
entre las estructuras endopsíquicas, 105

167-8
entre las estructuras yoieas y los ob­
Y zonas erégenes, 141-3
jetos íntemalísados, 168, 170

Realidad. sentido de
entre los padres, 124, 174

perturbaciones del. 21
entre partes del yo, 92, 94, 161, 170

Recuerdos
establecimiento de, 1'47

reavivamiento de recuerdos reprimidos.


estructurales, ISO, 175

85. 199·200
"por falta", 52

traumáticos, 72. 86
renunciamiento a las. 147

Rechazado. objeto. Ver Objeto rechazado


sociales, 262, 275-7

Religión. psicología de la. 185-6

Rechazante o repelente. objeto (interno).

Repetición. compulsión a la, 86. 92, 167

l()9-10. U5, U8, U9-20, 124, 125-6. 129.

carácter demoniaco de la, 86

131, 135,7, 147. 149, 160, 17().4, 177·8

Represión, 37, 62, 70, 74. 81, 99-100. 114,

Rechazo del objeto, 47-8, 51. 58-9, 60,

115-16, 137, 141, 148. 158, 165-6. 169.

76. 94, U9·20. 137

el vómito como, 140


191, 237, 272

como defensa, 72

fóbico. 56-7

histérico, 48, SO, 55-7


como función yoica, 71. 97. 165

como proceso esquísoide, 132, 159

la defecación como símbolo de, 47. 140

de elementos sobreexcitantes y sobre­

la micción como símbolo de. 48, 140

frustrantes en el objeto interno, 137.

obsesivo. 48, SO, 57

paranoíde, 48, SO, 57


177

de la culpa, más drástica que la repre­

simple no agresivo, 59-{)()

sión de deseos culpables. 207. 214

Rechazo por el objeto, 100, 117·18, 124,


de la parte libidinosa del yo, 3S

126
de las estructuras yoicas, 97-8, 113, 116.

Referencia, ideas de, 207


118, 119-20, 121-2, 137, 147, 159, 161,

Regresión, 28, 32, 37, 65, 67


168, 1"10-1, 172, 173

Rehabilitación
del afecto, 30, 34-5, 132

en contraste con el tratamiento, 270,


del superyó, 101-2, 160, 170, 214

273, 275·7
de objetos malos intemalizados, 72·3,

Relación(es), 70, 163, 260-1


74, 79, 82, 84, 86, st, lOO, 1M, 113,

basadas en la identificación, 260-1


115. 118, 147, 157. 159, 160. 165-6,

capacidad para las, 146


168-73

con el padre, ~5, 173-4


directa, 121. 147, 172-3

con la madre, l23, 125, 173-4


distinta de la defensa de la culpa o su­

con objetos intemalizados. 52, 70, 82,


puyú, 75, 78-9, 99, 100, 166, 169

161~ 163, 165


ejercida más sobre componentes libidi­

con objetos malos, 72·3, 80, 84


nosos que agresivos, 121·2, 172-4

con objetos malos intemallaados, 73-4­


el superyó como instigador de la. 71',

87
98, 101. 154, 157. 159, 168

con un grupo militar, 261, 264


indirecta, 121-2. 147. 161, r'72

dentro de la personalidad, 934, 154-5.


instrumento de, 81, 99, 159

165, 168
la agresión como dinámica de la, 113,

emocionales y físicas, 124-5


116. 120. 147. 171

entre el yo y el objeto bueno interna­


primaria. 119-20. 172

lizado, 71-2
principio de la, 122, 173

entre el yo y el objeto malo interna­


resistencia libidinosa como resultante

lizado, 72
de la. 120

entre el yo y el superyó, 71, 75, lOO.


secundaria. 119 ,172

149, 157, 165-6


teoría de Freod sobre la, 71'·2, 72, fIl.

entre el yo y los objetos. 96, 1'54, 168


98, 99. 101. 120, 122, 130. 157,159-61.

entre el yo y los objetos internalizados,


165. 1~70. 172, 173

70, 71. 93, 165


teoría del autor acerca de la fIl-8, 119­

entre estructuras, ISO, 175


23, 159-61. 113

292 ÍNUICE ANALÍTICO

y disociación del yo, 35, 98, 113, 116,


las heces como, 44, 52

na, 120, 121, 1'37, 147, 159·60, 168,


los genitales como, 52

170·1, 172, 173


Simulación de enfermedad, 264

Reprimida, libido
Situación endopsíquica básica. Ill-19, 123,

descarga de la, 200-1, 204, 208


130·2, 135·7, 147, 161. 170, 176

manifestaciones de la, 80
en la histeria, 131-2, 161, 176

Reprimido, lo, 70-2, 81, 84, 101'-2, 120,


flexibilidad y rigidez de la, 131

159, 166, 168·70, 214


y posición esquizoide, 132

retorno de, 83·5, 89, 166·8, 204, 208


Social, grupo

Reprimidos, recuerdos
actitud de los perversos sexuales hacia

reavivamiento de, 85, 199-200


el, 27~·4

Reserva esquízoide, 35-6


Social, psicología, 130. Ver también Gru·

Resistencia, 36, 76, 78, 81, 120, 166, 209,


po, psicología de

214, 237, 239, 269


Sociales, grupos

catexis de objetos reprimidos como una,


evolución de los, 225-9, 232, 234

80-2, 120·1, 166-7, 173


Sociales, instituciones, 130

la culpa como una, 78


Sócrates, 237

la intelectualización como una, 34


Stalin, J. V" 228

libidinosa, 80-2, 120-1, 166-7, 173


Stephen, A., 141

social, 238-9
Sublimación, 98, 1'68, 185, 207, 214

temor del retorno de objetos reprimidos


Succión, 51, 59, 140, 147

como una, 78
Succión del pulgar, 46

Restitución del objeto, 217


Sueños

Retención
criterios del autor acerca de los, 23-4,

angustia con respecto a la, 55


104-5, lIO, 170, 209-12

expulsión y, 55~
de enseñar, 196

Retorno de objetos reprimidos, 76, 78, 81


de persecución, 208-9

psicopatológico, 83~, 167-8


descripción de sueños de pacientes, 76-7,

terapéutico, 78-9, 82·3, 166


102, 202, 208, 209, 216, 217, 218-19

Rol, representar un
disociación del yo en los, 23-4

técnica de, 31-2


estructuras yoicas en los, 23, 105, 170

Rusia Soviética, 224, 227, 230, 232


objetos internos en los, 23, 105, 133, 170

personificaciones en los, 209·12

Ver también Pesadillas

Saboteador interno, 107, 112-13, 1I6, 118­


Sufrimiento psiconeurótico, 108, 127, 272,

22, 124, 127, 129, 131, 137, 147·9,


274

160, 171'·3, 178


Suicida, tendencia, 198, 2r7, 251, 256, 258

comparación del concepto del superyó


Superimposición de objetos internos, 125,

con el del, 111-12, 160·1


174

Sadismo, 52, 87
Superioridad esquizoide, 36, 60·1

anal, 218
Superyó, 196, 198, 199, 203, 204, 206-7,

de técnica obsesiva, 55
208, 210

oral. Ver Oral, sadismo


como agente de defensa moral, 75, 100,

urinario, 218
166, 169

San Pablo, 238


como estructura endopsíquica, 91, 98

Satisfacciones sustitutivas, 52
corno fuente de moral militar, 89, lt>7

Saudek, R., 181


como ideal del yo, 89, 137, 154-5, 157,

Sensación de irrealidad, 21
160, 178, 223, 268·9

Separación, 54-5, 57, ll4-15, 146, 167, 171,


como instigador de la represión, 71, 98,

246·7, 256, 257, 259, 261, 264


101, 154, 157, 159, 168

angustia de, 51, 54-5, 88, lIS, 146, 167,


como objeto bueno para el yo. 71', 75,

215, 249, 251-2, 256·7, 259~1, 263-4.


100, 149, 157, 166

267
como objeto internalizado, 71, 75, 91,

y expulsión excretoria, 54-5


100, 101, 132, 148-9, 154-5, 157, 165,

Simbólico, objeto
166, 171

ÍNDICE ANALÍTICO 293

como producto de las relaciones obje­


de transición, 51, 62, 65, 66, 135, 137,

tales, 154
147, 164, 176, 178

concepto de Freud del, 72, 96, 98, 111­


esquizoide, 31, 33

12, 120, 129-30, 132, 148-9, 154-5, 157,


exhibicionista, 31, 32

158, 159, 161', 165, 167, 168, 171,


fálica, 46

210-13
fóbica, 43, 50, 51, 55, 56·7, 66, 75, 137,

concepto de saboteador interno cornpa­ 147, 164, 178, 251

rado con el concepto de, 111-12, 160·1


histérica, 43, 48, 50, 51, 55, 56-7, 66,

culpa generada por el, 77-9, 101', 112


75, 137, 147, 1'64, 178, 251

desintegración del, 268·9


la defecación como base de técnica de

estratos (genital y oral) del, 204, 214


rechazo, 47

inconsistencias y puntos débiles en la


maníaca, 43

teoría de Freud, 99, 101, 130, 132-3,


obsesiva, 43, 48, 50, 51, 56-7, 66.75,

169-70, 210·13
101, t37, 147, 164, 178, 251

nivel de, 77·9, 100·1, 105-6, 107, 112,


paranoide, 43, 48, 50, 51, 56·7, 66, 75,

169, 171
83-4, 137, 147, 164, 167, 178, 207-8,

omnipotencia involucrada en el, 206-7


251 .

puntos de vista del autor con respecto


Tipos psicológicos

al, 100, 107, 112, 113, t37, 149, 157,


teoría del autor, 66-7, 165

171, 178
teoría de J ung, 66-7

represión del, 101-2, 160, 170, 214


teoría de Kretschrner, 67

represión del superyó, distinta de defen­


Tomar

sa del, 75, 78·9, 99-100, 166, 169


predominio de la actitud de, 26, 29, 51

Y disociación del yo, 24


transacción obsesiva entre dar y, 48

Supranacional, grupo, 228, 232-3


Topográfica, distribución
principio de la, 122, 173

Totalitarismo, 88, 239, 266-7

Tab~, 238, 239


Totemismo, 226

del incesto, 226, 231


Transferencia, 95

del parricidio, 226, 234


capacidad de los individuos esquizoides
Técnica (s), 144, 156·7, 163-4, 207
para la, 19

anal, 46, 54
neurosis de, 78-9, 83, 166

autoerótica, 46-7
proceso de la, 84, 167, 261

cuadro de transiciones, 57
situación de, 78-9, 82, 83, 87, 95, 167

de "divide et impera", 118, 120, 127,


Transición o cuasi-independencia, etapa
172
de. Ver Etapa de transición
de división del objeto (externo), lIS,
Transicíonal, técnica. Ver Técnica de
116, 118, 124
transición
de división del objeto interno ambiva­
Tratamiento
lente, 137, 177
la rehabilitación en contraste con el,
de división del objeto interno malo, 116,
270, 273, 275-7

118, 124, 125, 147, r60, 170, 172


Trauma de nacimiento, 259·60

de f¿rrnación de delirios, 209


Traumáticos(as)

de la defensa moral. Ver Defensa moral


experiencias, 72, 84, 244·6, 259-60

de la intelectualización, 34·7
experiencias traumáticas y su especifi­
de la internalización de objetos buenos.
cidad, 244-6

Ver Internalización de objetos buenos neurosis, 86, 244

de la internalización de objetos malos. recuerdos, 72, 86

Ver Internalización de objetos malos situaciones, 84-5, 86, 167

de la internalización del objeto pream­ Tribu, la, 226, 228, 232

bivalente, 136-7, 177


Trovadores, '89

de no participación, 93, 95

de racionalización, 209

de representar roles, 31
Universidad, funciones de una, 240-2

de represión. Ver Represión


Urinario, sadismo, 217

294 ÍNDICE ANALÍTICO

Vaciamiento del objeto, 37


libidinoso. Ver Libidinoso, yo

Vacío, estado de, 26


naturaleza de búsqueda objetal del, 161

Vagina
partes del, 92, 93, 161, 170

ausencia de, 193, 202


pérdida del, 62, 117

disociación histérica de la, 102


psicología del, 69

Visiones, 182-3, 190-1


represión de la parte libidinosa del, 35

Vómito como rechazo, el, 140


Yo, ideal del. Ver Ideal del yo

y oicas, estructuras, 96-8, 106-7

diferenciación de las, 107, 171, 172

Wilde, O., 38
en los sueños, 23, 105, 170

Wordsworth, W., 38
naturaleza dinámica de las, 96, 161, 167,

176

personificaciones de las, 209-13, 214

Yo, 96-8, 101, 105, 111, 129-30, 135, 137,


relaciones objetales internas de las,

1117-8, 150, 154, 157-61, 163-4, 165-7,


107-10, 135-6, 167, 170, 177

167, 169, 171-2, 176-7, 210-12, 219


represión de las, 97-8, 113, 116, 1'18,

central. Ver Central, yo


119·20, 121·2, 137, 147. 159, 160, 168,

disociación del. Ver Disociación del yo


170-1, 172, 173

en los sueños, 104


Y estructuras objetales internas, 106,

función adaptativa del, 24


133, 176

función discriminadora del, 24


Yoico, desarrollo, 163·4

función integradora del, 24

función represiva del, 71, 97, 165

inflación narcisista del, 36


Zonas erógenas. Ver Erégenas, zonas
(.) n n ,4 --, r')",'u~'y ,\ Q
D.t'-.c~~ "-..,~, ''''<:T..""t,., A'~

DE :-\iJESTR(i FONDO EDHOnL\L


É,tica y psicoanálisis

Erik. H. Erikson

Este libro (rala Ja:- implicancta-, étka,- cié la


comprensión p'-lcoanuJ y de iLb rcspon­
sabilidades que cada generación de "",.,-,1'-"-'"
tiene con las siguientes. Con la misma clari­
dad y originalidad que campean en tnfancia
y sociedad, Erikson explica aquí Jos COl1,:t'P­
tos que lo han guiado corno analista. maestro
e investigador- Reexumrna d enfoque freu­
diano originario y la naturaleza de la evich:n­
cia clínica. Trata de las perturbaciones del yo
a la luz de Jos conflictos internos y el
traigo. Basándose en su estudio (k lns ciclos
de la vida l1Ufl1ÜmL examina las fuerzas
cas y 101S debilidades que se transmiten de ge­
ncnlción en generación, para construir así. 11­
nalmente; un puente entre la observacióu
annlíti.ca de Ia realidad y la histó­
rica. manera. Erikson iluminar
extraordinaria importancia
lV. Ronald 1), Fairbairn es una más destacadas figu~
ras de Ji! escuela psicoanaíítica inglesa, Sus principales traba­
jos, fruto de mm brillante ) J son presentados

en este libro. su obra fundamental. na de sus contribuciones


más originales y notables es del desarrollo libidlnal,
que modiñca radicalmente el freudiano clásico: su
punto central es la la teorta la libido, C{Jn~
siderada no (01110 'HIUl energía "en busca de placer" sino "en
busca de un objeto". Describe la personalidad en función de re­
laciones objetales y enuncia una nueva teoría la constitucidn
mental, destinada a remplazar descripción freudiana del
aparato mental. Otro punto de irnpcrtancia en tenría
Fairbairn es el abandone de distineión Ji y
así logra una psicología de la estructura dhlámica, destinada, H
su vez" a remplazar la psieologfa impulsos.
La iKlt11IC11df! de Fairbairn, se sítria clarameetc $,:'B
nea de Melanie Klein, es una de más sj~~llíj~hC:2ft~1ms
cnanálisis de todos los tiempos, obra es un texto nniill3x'eSCHn~
dible para todo estudioso o interesad» en las oíencias ¡¡)¡'il!i"ft[¡i])fY¡¡~
cas,

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