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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA INSTITUTO DE FILOSOFIA A. KORN - A. VASSALLO - R. A. ORGAZ - E. GOUIRAN S. TABORDA - R. BUSTOS FIERRO - E, MARTINEZ PAZ R. NIEVA - A. FRAGUEIRO - R. V. MARTINEZ HOMENAJE A BERGSON IMPRENTA DE LA UNIVERSIDAD CORDOBA (Rep. Argentina) 1936 HOMENAJE A BERGSON Nora vet Ingtiruto pe Firosoris at. Recrorapo pe La Uniwersipap Cordoba, 18 de Octubre de 1934 Al Seftor Rector de la Universidad Nacional de Cérdoba Dr. S. Neville Corvalén s/D Seftor Recior: En nombre del Instituto de Filosofia, me permilo presentar al Seiior Rector el proyecto de un homenaje a Henri Bergson, que con- sistiria en una recopilacién de trabajos sobre su obra y su influcn- cin. Este homenaje revestiria an triple cardcter : se dirigiria a la personalidad misma de Bergson; se divigirta a su obra y a su influencia, sobre todo en lo que se rejiere a la Argentina se dirigirtu al espiritu greco-latino que representa excclonte- mente. Este homenaje apareceria en wn niimero especial de In Revi ta de la Universidad, bajo los auspicios det Tnstitulo de Filosofia en mayo- junio de 1935. La lista de tas colaboraciones y los titu- lox de los articulos sertan presentados al Sefior Rector a principios del wito 1935. Una vida puramente intelectual en el marco universituris, una crmenizacién de la sequedad cientifiea y de la poesta mis alla, un esfucrzo continuo hacia la nitides y la claridad del pensamicnto, nos han. parecido dignos de ser homenajcados, seiialéndolos por ¢s- le mismo hecho, a la atencién de las nucvas generaciones argentinas. Saludo al Seitor Rector con el mayor respeto. Emilio GOUTRAN: DECRETO DE LA UNIVERSIDAD Cérdoba, 26 de Octubre de 1934. Vista lu nota elevada por el Instituto de Filosofia dependien- te de este Rectorado, con fecha 18 del actual, proponienda ta cele- bracién de un homenaje al eminente fildsofo francés Henri Bergson, consistente en una recopilacién de trabajos sobre su obra y su in- fluencia, que se publicaria bajo sus auspicios en un niimero espe- cial de la Revista de la Universidad, correspondiente a los meses de mayo junio de 1935, y considerando justiciero y oportuno ese homenaje, EL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD, RESUELVE: Art. 1°, — Autorizar al Instituto de Filosofia para la reali- zacién del referido homenaje, en la forma propuesta, con la coope- racién de la Direccién de Publicidad de esta Casa. Art. #, — Los trabajos, que versarén sobre la personalidad de Bergson, su obra ¢ influencia greco-latino que tan admirable- mente representa el fildsofo, deberén presentarse a este Rectorado hasta el 15 de enero del aio prézimo Art. 3, — Comuniquese, publiquese, etc. (Firmado) $. Novo Corvanin Ernesto Gavier, Srio. Grat. Es copia: Arnaldo de la Puente, Oficial Mayor. INDICE Nota del Instituto de Filosofia proponiendo et homcnaje. Decreto del Kectorade ordenando el homenaje. Portada interna. Ketrato de Bergson. Contenido. Mejuntre (Kern... Bergson en Ia filosofia contempor el Vasnllo . . . . Bergson y cl problema de la motafisien 1% A. Orgs... Los fundamentos sociolégicos de In ma yal de Bergson... 66. cee cee eee eee th Ruilio Gouiran . . . Un punto de vista solve In Mlosofin Dergsoniana . ... ae : Sevil ‘EPxhorda . - + El fenémeno politico ... 66. 26. 06. G8 Kati Bustos Fiero . . Spencer on Bergson... 26. 6. 02. 87 Hnriqne Martinez Paz . Dios en lu filos fia de Henri Borgson . 121 a femporis apnd Hemi Notio syntheti Bergson aay Aifvedo Fragueiro .. ML intui ionismo bergsoniano en Ik Vosofia del Derecho 2.2... 62. 0. TAD Ral V. Martiacz . . EL problema de la veligién en Bergson 179 Colufin . e. ee wee wees see see 11 EL FENOMENO POLITICO Por Sail Taborda La demoeracia estd en crisis. Esta expresién ha hecho fortuna. Ha adquirido carta de eiu. dadanfa en todas partes. En todas partes, se la pronuncia y se la repite como una conclusién ineoneusa, como un juieio definitivo en el que todos eonvienen. Es ya una moneda corriente, de valor con- venido, en el mereado de los lugares comunes. Pocos son los que reelaman una reflexién sobre su profunde significado. El gran ntimero, abrumado por la gravedad de la si- tuacién politica presente, prefiere eludir el problema evadiéndose a favor de una resignada declaracién de falencia. Espantade ante los inesperados acontecimientos que, desde 1914, proponen enigmas insulubles a su inventario de ideas estandardizadas y dislocan la co- modidad de una existencia regulada por el médulo burgués, cada vez mas insostenible, admite sin dificultad la eaducidad de la ideo- logia considerada hasta ayer como el sélido fundamento de! orden vigente. Admite su caducidad irremediable; pues, el concepto de crisis implicito en la frase en boga, a la que se ase — frégil tabla de salvacién — en su tremendo naufragio mental, lejos de referirse a Ja idea de una ineficacia pasajera y reparable, tiende, de més en m4s, a asumir los ecaracteres de una acepeién apocaliptica y mor- tal. La necesidad de revisar los principios rectores de nuestra vide politica, necesidad imperiosa e impostergable, se liga, asi, a 66 Saunt Taporpa la euestién inmediata propuesta por la creciente desconfianza que gana las almes y las incita a la desereién de la fe en las virtudes de la democracia. Nada hay tan propicio a la reaparieién de lo infrahumano, subyaciente en el fondo de una cultura, come la sos- pecha de la inconsistencia de los valores que sirven de sostén y de nervio al orden establecido. Esta sospecha allana el camino a las actitudes desesperadas y violentas que el instinto amedrentado acon- seja e impone a las multitudes desorientadas y favorece las maqui- naciones de aquellas fuerzas de regresién que, en nombre de doe- tvinas periclitadas e irreversibles, pretenden desacreditar les prin- cipios esenciales de la vida civil, elaborados por el esfuerzo creader de siglos de historia, para rehabilitar el despotismo de la autoridad sin autoridad inherente a una sociedad de explotadores y explo- tados. 1a demoeracia esté en crisis. No lo queremos negar. Los tiempos que corren son tiempos de prueba para la ideolo- gia nutricia. La demvcracia suire hoy uno de esos trances difici- les a que esté expuesto el proceso de todo producto histérico-espiri- tual aplicado a !a realidad. Reconocemos el riesgo y sentimos los estremecimientos que Henan el aire de resonancias draméticas; pero este reconocimiento, antes que inducirnos a una pusilanime abdica- eién del juicio en la vaciedad de wna frase, y antes que determi narnos a una fuga cobarde a un pasado que ya hizo su tiempo, en- trafia una serena reafirmacién de las posibilidades de superacién del riesgo inminente y dispone la veluntad r eeonstructiva pon- derada en la fe en el destino del hombre. Esté en juego el destino del hombre. Por mucho que doctrinas de renunciacién pregonen un irre- mediable ‘caput mortwm de su grandeza y le aconsejen una servil sumisién a poderes que niegan su condicién y que la hacen cada vez mfs digna de ser negada, y por mucho que haya hecho la era burguesa para limar, en la trastienda de Shylok de sus negocios, las ealidades viriles que han comunicado la mas alta expresién a su vida, una actitud radical incoercible le decide a definir la tarea que le impone la hora y acendra de heroismo civil el fmpetu de su pulso. La democracia est4 en crisis. (Qué significa la socorrida expresién? ;Signifiea un pronun- Eu _FeN6MENO pPoxftico ciamiento definitive acerca de la invalidez de la estruetura politi- ea que lleva su nombre? ;Signifiea una imperiosa exigencia de que la forma polftiea consagrada rehabilite sus titulos a la vigenvia er. términos tales que la hagan compatible eon las condiciones actuales del mundo? ; Signifiea que ha Megado el momento de reem slazarla por otra forma, més novedosa y original, plasmada en la volunts insita en el impevativo vital?” It #Qué es ta democracia? De un modo gencral, se suele responder dieiendo que es wo de los sistemas politicos excogitados para resolver el problema de la convivencia social. La respuesta presuponc la existencia de diferencias especifi- eas y permanentes dentro de les grupos humanos. En sus térmi- nos, la horda ignora este régimen y lo ignora porque la horda es el mas simple de esos grupos. Por cso, Engels considera que el E do ‘‘equivale a un reconocimiento de contradicciones internas irre- solubles, de antagonismos irreconciliables, causa de inevitables com. plicaciones de las cuales Ja sociedad es impotente para librarse’’ (*) . storia. Histé- Engels diseurre apoyandose en los datos de la ricamente, parece haber sido cn el clan, con su Consejo de An nos y con la designacién de su jefe — saquem, patesi, rex, basi= leus —, encargado de dirigir empresas guerreras e investido de una aut«vidad limitada por la autoridad de los diversos caudillos pavti- eipantes en su cleceién, donde se insinuaron, por primera vez, cier- tas diferenciaciones aeusadas por un orden deliberativo incipientc y rudimentario. Sin embargo, las diferenciaciones propias de aquel estadio ini- eial no fueron tan profundas que reclamasen todavia un ordena- miento legal preeiso respecto de la formacién de la voluntad comin. Ni siquiera se puede afirmar que aquellas diferenciaciones dieran comienzo a un proceso encaminado hacia una estructuraciin polf- tiea congruente con las oposiciones que ellas implican. En muchas situaciones, el jefe de un clan se consideré asistido por los dioses de un modo tan fntimo y direeto que concluyé haciendo de la vo- (1) EI origen de In familia, de la propiedad privada y del Estado. Saun Taporpa Juntad divina el mas indiscutible de los titulos al mando absoluto, ¥ cunstituy6, asi, el m&s remoto antecedente de la formulacién pau- liana: ‘‘todo poder, cualquiera que sea, emana de Dios’’. El desarrollo que, partiendo del clan, rematé con plenitud en. la estructura politica de Grecia y de Roma, estuvo determinado y presidido por acontecimientos de extraordinaria importancia Uno de esos acontecimientos fué la aparieién de la propiedad. Mientras las familias descendientes de jefes de clanes y de tribus, justificande sus prerrogativas en los antecedentes guerreros, 0 re igiosos, de sus antepasados, pudieron mantener una eeonomfa agra- ria servida por la clientele, el poder ptblieo les pertenecié como un privilegio exclusivo. Pero. tan presto como la clientola, ya tuese a virtud de sus propias actividades, ya fuese a virtud de las eon- diciones, cada vez més favorables, en que cumplia sus faenas, ya fuese a virtud de ese relajamiento de la tensién interior de los do- minadores, eausada por el grande y sostenido esfuerzo de inteligen- cia y de voluntad realizado para consolidr su dominio, como dice Bergson, (#), adquivié clara coneiencia de su valer y afirmé, en el hecho, cl designio de apropiarse de un modo absoluto las tiereas qac cultivaba y, consecuentemente, el fruto de su trabajo, se defi- nié como clase poseedora de bienes, eon intereses peculiares, y, ¢o- mo tal, se coutrapuso a sus antiguos sefiores A la emancipacién de Ia cliontela siguié, més tarde, la libera- cién de la plebe. Sometida de antiguo a las actividades poliorcsti- cas, la plebe se enriquecié en las empresas guerreras y aquilaté de iumediato, también como Ia clientela, el poder de Ja riqueza. Lo aquilaté de tal modo que ne demoré en disputar a la aristoeracia el predominio politico. Bl advenimiento de las nuevas clases sociales formadas a favor del poder pecuniario, determiné un estado de pugna con Jas clases fun- dades en el abolongo y, con esa pugna, la sociedad perdis aquella homogeneidad primitive en la cual cl interés individual, identifi- cado eon el interés del grupo, no planteé dificultades de ninguna especie cada vez que se traté de cuestiones vitales, como la eleceién de jefe, las decisiones judiciales y In preparacién de empresas re+ lacionadas con la eaza y Ja guerra. Las relaciones sociales se torna- ) Les Deux Sources de ia Morale et de Ja Religion, — Alean. 10*, ed. Paris. — pag. 72. Ex PENGMENO PoLftico ron complejas. Y esta complejidad, por debajo de la cual se acu- sé wa incipiente divisién de! trabajo, se plasmé en una fisonomia de jz comunidad que trajo consigo, en términos estrictos, el proble- ma de la formaeién de la voluntad general y de la cuestién de la norma de derecho caleulada para conciliar los intereses contradic. torius y para afianzar le armonia entre los miembros de la sociedad. La forma politica adecuada a Ia estructura ereada por el pro- ceso histérico sefialado, exigid que el nombramiento de los magis- trados, la faceién de las leyes, el apoyo de los actos de la adminis. tracién del Estado, el estableeimiento de Jas relaciones con cl extvanjero y las decisiones relativas a Ja guerra y la paz fuesen sometidas al sutragio de Jos individuos faeuitados para intervenir en las gestiones de la cosa pttblica. En Grecia y en Roma, se dié a esto el nombre de demoeraciz. Pero, por més que el concepto ac- iual parezca rehuir toda iden de limitaciéu y de restrieci6n cn ol ejereicio del voto, es lo cierto que, tanto la demoeracia griegu come la democracia romana, lejos de reterirse a todo el pueblo, — al demos, — se concretron & una parte escogida de la poblacién. Por eso mismo, ni la una ni la otra tuvieron en miras el bienestar de todos sino et de la mayoria. Hicieron del interés pablico un lema Ambas reposaron en un acuerdo de las clases dominantes eoncerta- do sobre el usufructo comGn de una economia asentada scbre la eselavitud. En rigor de verdad, fueron aristoeracias, aristocraciay tanto mas cerradas cuanto mas exiguo fué el mimero de los investi dos del mando y més numerosa la clase sojuzgada La definicién mencionada no es, pues, mexacta. Pero, con todo y uo ser inexaeta, es evidente que sus términos, demasiado laxos, se coneretan a relevar, a la luz de los momentos bistérieos que la justifiean, el area de un fendémeno dado, cuyo conocimienty, lejon de ugotarse en ella, contintia exigiendo una euidadosa indagacién. Pues, si bien es cierto que la democracia, desde que aparece en lus dos grandes civilizaciones oecidentales de la antigiiedad, muestra, con preferencia, un carécter de medio destinado a dirimir perme- nentemente un conflicto provocado por los intereses contradieto- rios, con el propésito de asegurar la convivencia social, también ea cierto que ese aspecto, siendo, como es, de indole técnica, es insufi- ciente a instruirnos del problema al eual hace referencia por lo mismo que Ja tarea de la téenica se limita a adecuar medios — la for- Saun Taporpa este caso, — en vista de un fin anterior yae eila ma. politica, en misma no pone ni determina (*). Ya Ja propia resefia bistériea que antecede nos notifica de la existencia de atro medio politico, el absolutismo fundado en el de- signic divino, que, como la demoeraeia, se propone realizar la eon- vivencia social, sin que por esto se pueda esteblecer paridad en- tre la demoeracia y el absolutismc. En Ja aceveidn usual y corrieate, el absolutismo signifiea todo Io eontrario de ja de- moeracia. Valiéndose de la contradiccién entre la mmanencia y la trascendencia que subyace en esta acepeién es que Heller define Ja democracia: ‘Designamos, en sentido negtive, eomo demoer’- tico » aquel gobierno cuya fuerza de obligar no esta fundada en ia ereeveia en un privilegio hievdtico o tradicional del sujeto del go- Dieruo, y, en sentido positive, demoeracia es un gobierno que se le- gitima desde abajo por los mismos gobernados, por el pueblo. Es, por tanto, — coneluye, — una forma de gobierno que, fundamen. talmente. no reconoee poder alguno que no dependa de la voluntad del pucblo todo” (4). Siendo esto asi, todo nos indica la necesidad de reconducir el problema — la democracia — al fenémeno originario de donde pro- eed+. Tanto la definicién que nos ha servido de punto de part eomo las palabras de Engels y las de Heller aluden a ese fendme no y lo tienen presente implicitamente por més que sus autores pre- fieran discurrir valiéndose de productos espirituales decantados por un proceso histérico aprehendido teoréticamente a través de los ideavios politicos. ut Ese fenémeno es lo politics. Lo politico es un fenémeno originario que nes es accesible me- @iante 1a pereepeién de sus notas peeuliares. Es anterior a la des moeracia conechida como forma de gobierno fundada en la volun- (3) jobre la naturalezs de la téeniea, imi ‘‘Tavestigaciones Podagigiens'’, 2. vol. (4) Hermarn Holler. Las Teas Politieas contempordneas, pags. 62. Tid Labor. Por lo que evncinrne ol Rstado, ol tretor encontrar un in ventario de definiciones en Bi Estado, de #. Oppenheimer. @ Briere. Paris. 1913. it tad popular y a Ja monarqufa absoluta fundada en el designio di- vino. Es anterior a la aparieién de las contradiceiones econdmicas. E) materialismo econémieo toma estas contradicciones eomo mo- mento inicial en razdn de que, a virtud de su propia naturaleza, solo atiende a un aspecto de la realidad histériea. Ast y todo, la propia concepeién de Engels, al desestimar ia doctrina hegeliana segtin la cual el Estado es Ja realidad de la idea moral, la imagen y la realidad de la razén, sosteniendo, a su vez, que se trata de ‘una fuerza que emana de la sociedad, pero que se sitia sobre ella y, gradnaimente, va apoderandose de ella’, (*), admite, implicita. mente, todo un estadio politico anterior al ‘‘momento determinado de la evolucién sceial"’ en que el Estado, separindose del hombre y de su condicién, se convierte en ‘‘medio exterior a la sociedad*’. iQué es, pues, lo que tipifica este fendmeno de lo politica? Por 1o mismo que este no se da en el hombre aislado sino en Ia eo munidad, en la relacién del fi y el yo. nace en una situacién te- ida de amor y de fuerza. Para Carl Schmitt, se trata de un acontecer vital originariv que se expresa en la distincién amigo-enemigo, esto es, en la distin- cién entre aquelle que, respeeto de una comunidad, aumenta Ia fucr- za y aquello que la amenaza. La dualidad amigo-enemigo se r fiere sicmpte a la actitud de un pueblo como tal frente a otro pue blo como tal; pues, acusa, dentro del pluriverso politico que es el mundo una situacién de lucha que, por no ser susceptible de ser allanada ni por las normas ni por el arbitraje de un tereero en disvordia, intunde a las partes comprometidas' la mds fuerte con- ciencia de una unin o de una desunién, de la cual se nutre el con- eepto existencial de la enemistad. De aqui que la expresién ene- migo, considerada en ‘‘un sentido estrietamente existencial, aiude a un otro, a un extrafio, con e! cual, en casos extremos, son posibles conflictos existenciales’’ (*) Al decir ‘“‘conflictos existenciales’’, Schmit intenta recalear rigurosamente el fenémeno de lo politico prescindiendo de ingre- dientes extraiios, esto es, de sus concomitaneias con otros fenéme- nos de la constelacién espiritual, tales ecmo lo moral, lo estético y lo eeonémico. Las distinciones bueno - malo, bello - feo, titil- inttil, 5} Op. cit. 65 Der Begriff des Politischen, ed. de 1983 — Hamburg — pig. que constituyeu, respeetivamente, los puntos de partida de la mo- ral, de la estétiea y de la economfa, earecen de eficacia en la de- terminacién del concepto politico del enemigo toda vez que es in- diferente que este sea moralmente malo, que sea estéticamente feo, y que sea un concurrente, econémicamente hablando: en muchos ea- sos, cl comereio con wn coneurrente puede ser provechoso. En otrus términos, segin la concepeién schmittiana, no basta ser un oéro, un cxtrafjo, para ser enemigo, en un sentido auténticamente poli- tiev. Los términos amiga -enemigo no son simbélicos o alegéricos “ Ellos sun — dice Sehmitt -- de una naturaleza espiritual, toda la existeneia humat vormativa ni una oposicién espiritual pura’? (*). mo pero no constituyen ni una oposieién Consiguientemeate, enemigo quiere decir tanto como lo que expresabs eb término hostis de los antigaos. En las comunas his- panas medioevules, ef coneepto det encemigo no procedia de una si- remareada por la vecindad gcografiea sino de una situs- istencial: por lo comin, el forastero era de peor condicion que el veeine, tanto que, en tiempo de gnorra, su sola present justificaba su muerte, segtin se lee en los Fueros de Salamanea, de Sepiilveda y de Baeza. Los idiomas actuales no poseen pala- bros que distingan el encmigo pablieo del enemigo privado: pero, come pava Schmitt la distineién reviste una singular importancia, la sefiala y la estableee en cl hecho de que el enemigo (Feind) de sa coneeptuacién politica es alge euya determinacién pertenece 2 cada pueblo de un modo tan exclusive y excluyente que la sola pe- sibilidad de.que un pueblo admita que sea determinado por un ter- cero entrafia su negacién y, por ende, su inexistencia como entidad polftiea (8). Segim esto, cl conocido pasaje de Matias, (5-44) » de Tueas, (6-27) diligite inimicus vestros — ama a tus enemigos — no quiere decir lo mismo que diligite hostes vestros porque el hostes es un hors la-loi que esté fuera del amor de los Evange- ios. a Vigndolo bien, por més que Schmitt procura obtener todo un criterio de la distincién amigo - enemigo, distincién que subraya co- mo la tnica que colorea de politicidad toda actividad y motivacién humanas, lo cierto es que, como acabo de decir, su doctrina repo- (7) Op. cit. 9. (8) Op. eit. 33. Eu ¥kNOMENO PoLitico 3 sa preferentemente sobre el concepto de la enemistad. Eu ningén momento se detione a aclarar qué sea la amistad. Las veces que se refiere a esta nota lo es a modo de derivacién de la que Iv sirve de contraste. La amistad es algo asi como la penumbra que doja en segundo plano la prolija aclaracién de la faceta de la cnemin- tad. Por eso mismo, la amistad se resuelve en la cnemistad. Y, como la enemistad se refiere con todo rigor a la actitud de im pueblo como tal respeete de otro pueblo como tal, la polftien viene a defiinirse, en altima instancia, como ana permanente situa. cién de beligerancia. Como permanente situacién de beligeran reclama y exige, en la vida interna de un pueblo, una cerrada uni dad politica. De ahi que el Estado que, para el occidental, os Ia forma clasica de esta unidad, necesite suprimir los contrastes in- testinos y asegurar la conviveneia social, como se dice en la definieiin que antecede, En términos inequivocos, Schmitt sostiene que “lu esencia de la unidad polities consiste en que, dentro de la unidad, esté excluido e] enérgico contraste amigo-enemigo"’ (*). De esta conelusién se infiere que la polftiea poco o nadu tiene que hacer con la vida interna de un grupo. Si las notas amigo - enemigo que relevan lo politico earecen de vigencia — y de senti do —- en la vida interna de un pueblo, la politica queda conerotada a las actividades internacionales. Mas rigurosamente todavia: que da coneretada a la determinacién cxistencial del enemigo porque es de esa determinacién de la que deriva, por lo que atafie a la vi- da interna del grupo, el eoncepto de la amistad. La determinacién existencial del enemigo es ya una actitud cargada de filosofia de la guerra. La guerra procede de una enc- mistad. No importa que, en la realidad, se presente como una even- tualidad polioreética, 0 como un riesgo inminente evitable. La gue rra, definida como el empleo de armas para producir Ja muerte ff sica, tiene su origen en la enemistad, “pues, esta es, segin Sehmitt, Ja negacién del ser de otro ser’? (2°). Agn cuando no se Iegue al casus belli, con su téeniea, con aw Psicologia y sus leyes militares, atin cuando la tesitura de un pur blo eluda la guerra y el imperialismo, y atm cuando un teérieo dil coturno de Schmitt sostenga que la guera no “es la proseeucién de (9) Op. eit. 1. (10) Op. cit. 15. la politica con otros medios’’, como decia Clausewitz, lo cvidente es que, de acuerdo a la manera de recalear la nota de la enemistad de que aqui se trata, ésta se presenta impregnada de apostura he- ligerante. Schmitt no deja de advertir esta consecuencia de su doc- trina y se apresura a definir la guera como una actividad distinta de Ja politica, La politica, eon todo y reposar en Ja determinacién del enemigo, puede utilizar cl ejército, en determinadas circuns- tancias; pero cuando lo hace lo hace siempre de un modo excepeional porque quien lucha cotidianamente, toda la vida, es el politico y no el soldado Mas, la distineién formulada no solo es inefieaz para al obje- tivo que se propone su autor; no solo no consigue desligar el fenémeno polities del fenémeno de la guerra toda vez que aquel continfia depen- diendo de éste, sino que subvierte el propio principio metédico adopta- do en la indagaeién, En lugar de tomar el fenémeno politico — lo pol tio — cstéticamente, para averiguar, mediante un severo andlisis sus notas tipificantes, se limita a recalear como de su esencia Ja nemistad ligada a ia aceién polftia en relacién con el instrumento eétien que es el ejército. Cuando Schmitt afirma que quien cotidianamente, toda In vida, es el politico y no el soldedo, poli: tuchs iqué otra cosa hace sino cousiderar la politica en un sentido dit mico y complejo en el que ya no cabe preseindir de aquellos fené- menos eoneomitantes por él eludidos en ol planteamiento del fené- meno originario? ;Qué otra eosa hace sino coneebir e} ejército co- mo una méquina a disposieién del politico. nico ser que lucha eo- tidianamente, toda la vida? La coutusién en que cae al salirse de ios términos estrietos det fensmeno bipolar de lo polftiev, en proeura de un upoyo en el fendme- no de la guerra, Ie leva a considerar el ejéreito como un instrumento mero y simple. Por ser asi es que, segiin él, lo militar es distintu de la politica. Sin duda, el ejéreito formado a base de la obligatoriedad «sté siempre predispuesto a convertirse en un mero instrumento a vir- ind de la propia earencia de contenido ético que lo caraeteriza : pe- ro no sucede lo mismo ahi donde la fuerza armada se constituye por obra de una prerrogativa de honor que los miembros de una comunidad ejereitan, en servicio de la comunidad, poniendo en jue- go el poder politico de las armas. En este caso, ya no es verdad que la guerra ‘no sea Ja continuacién de la politica con otros me- Eu FENOMENO POLITICO dios. Lo es; y lo es en razén de que lo politico, puesto en movi- miento beligerante, ha introducido un fondo ético en su actividad. A pesar de todo el empejio que pone Schmitt en permanceer fel al fendmeno de lo politica y a los fundamentos metédieos que pre- den sa investigacién, su doctrina no consigue eseapar de la diree- cién que le sefiala la nota preferide — la enemistad — y por eso se define y se colorea violentamente por la necesidad de suprimir aquello. que amenaza Ja existencia de la comunidad, es decir, por la vital “‘negacién del ser de otro ser’. De aqui que el propio Schmitt egue a argiiir que ‘un mundo en el que se bubiese su- perado toda posibilidad de una guerra ,tanto que se le pudicra Jla- mar un mundo totalmente pacifieado, seria un mundo carente de la distincién amigo -enemigo, y, consccuentemente, seria un mun- do sin politica”? (2). La acentuacién unilateral del término enemigo, conduce toda- via 2 otra, consccuencia. Si se admite que Ja amistad es un concepto derivado de la enemistad, — como se pretende en la teoria schmi- ttiana. — cahe presumir que el fenémeno al eual pertencee no es originario por cuanto la determinacién del enemigo corresponde a un pueblo que ha aleanzade ta unidad politica, Wsta presuncién es Ja notz corriente en el pensamiento politico europeo. La filosoffa de Bergson arriba a una conelusién semejante a la de Schmitt enando, re- fiiriéndose « la politica, sostiene que “es necesario tomar la sociedad en ef momento en que ella pleta, es decir, capaz de defenderse Ys en consecuencia, por pequefia que sea, esté organizada para la guerta’’ (7). La aetitud polioreétiea que, segim esto, es el ele. ments curacterfstico de la polities, es también la que informa el imperialismo de Seilliere, Hbido dominendi propia de todo dan vi- tal extendide como incocreible tendencia hacia la dominacién y la expansién hacia afuera, ligada mistieamente con potencias supra- sensibles mediante pactos o alianzas con miras a procurar aynda desmedros y estragos, bajo cl contralor de la razén que “modern los deseos y diseiplina las voluntades” (*). El propio ador socialista Hermann Heller admite que solo wna sociedad (11) Op. cit. 18. C2) Op. cit, 29% (13) Mysticisme et Domination. — Alcan; Le Romantisme, Stock. ote. organizada puede flaimarse ‘‘politica’” y afirma que ‘toda politica es, ™m Qltimo término, politica estadual”’, pues solo el Estado obii- ga a Ja poblaciéu y solo cl Estado se opone y se impone a otro Ex. tado (**). Procede del habita de partir de conceptos fijados per una tradicién espiritual aceptada sin exémen. Como ,en este caso, la forma clisica de la unidad politica es el Estado, segéin ya se Aijo, todo el rigor metodolézieo que Schmitt aplica al fenGmeno , no le impide reincidir en dicha presuncién euando concluye que, de acuerdo a las ideas expuestas, lo politico — asi, en neutro todavia — solo aparece con sus notas tipifieantes al tiempo que aparece el Estado tal come io conocemes. Mas. toda vez que el Estado no procede de una generacién es- Ppontanea sine que es el resultado de un proceso mas o menas large en el que la voluntad histériea, allanando econtradicciones, ha as gurado la convivencia social, eorresponde reconocer que lo politico, en cuanto fenémeno originario, es anterior a Ja aparicién del Estado No cabe argitir contra esta conelusién que es el Estado quien for- ma l grupo social. El que eso que Koigen lama ‘persona. hist viea”’ sea anterior a la “persona juridiea’? —- es decir, que la his- toria sea anterior a la cultura, — no faculta a olvidar que es des- pués que los némades ambulan y guerrean en procura de tierras ferzces euando organizan el poder — Consejo de Ancianos, magis- tratura. ete. — no solo para reglar la guerra y la eolonizacién si no para afirmar la voluntad de orden homogéneo (**). Si, pues, 1o polftico es anterior a la aparicién del Estado, es también innega- ble que el dualismo amigo - enemigo mueve, impregna y trabaja te- do ese proceso, ese continuum, que es la politiea y que, consiguien- temente, la politica, aleanzando tanto a la vida externa eomo a vida interna del grupo, est4 tanto en Ja relacién beligerante con el! puebl: extrafio como en las luchas y en los conflietos internos del grupo GH) Sozialismus und Nation. 69. Lo cual no os de extraiar. En las grandes lineas del pensamiento de Oceidente es perceptible Ia inst parable vineulecién de ln politica con la guerra. Con frecuencia aquella se define por ésta. La propia Iglesia no escapa a esta pro pensién. Estaes su tradicién doctrinal, dosde Agustin de Hipons, el primero que reconocié el dualismo amigo-enemigo, (La Ciudad sic Dios, Libr. XVTIT, 2 y 8), hasta los ensayos del tedlogo W. Stapel en pro del nacional -socialismo, (Sechs Kapitel iber Christemtum 1nd Nationalsozialismus — Hamburg. 1931). (5) David Koigen, Geschichte und Kultur — en Ethox. pag. Por donde, udmitiendo el andlisis que de la enemistad nos ofre- ce Schmitt, se hace necesario aclaray su contrapolo, la amistad, con el fin de obtener un rigurose criterio aplicable al problema pro- puesto He dicho antes que, a mi juicio, los términos del dualismo son el amor y el poder. Elucidado este ailtimo término eon lo que que- da expresado respecto de la amistad, en cuanto es aplicable a In nota del poder, advirtamos que el amor —o la amistad, sise prefiore, —es unestado emocional impregnado de fuerza. Por eso cs sinénimo de unién, Es cuidado. Es religio. Sociomorfismo, que dirfa Guyau El papel que este amor juega en Io politico traseiende de miulti- ples pasajes de la Biblia: No debe haber rencillas entre hermanox (Géx. 13-8); el hermano descansa en el hermano (Prov. 18-19) porque la unién en el amor hace la fuerza (Eeles. 4, 9, 10, 11 y 12). De aqui gue, en el pasado, mientras ciertas sociedades cave. cieron de arte, de filosofia y de ciencia, no hubo ninguna que care- eciera de religién ('*), es decir, de religere, de cuidado amoroso de la oxistencia social. in el punto en que Schmitt carga el acento sobre la enciin. tad y la refiere, como rafz de lo politico, a ias relaciones externas de un pueblo, exime a Ja vida interna del mismo de toda inftuencin del contraste amigo -cnemigo en razén de que aqui predomina la amistad, el agon de los griegos. Pero atin aqui, lo que juega un rol deeizivo es un contraste agon-agonal, (antagonismo), eargado de amor y de fuerza, que es de la misma naturaleza que el que pre side la politica entre pueblos diversos. Conflictos tales como la guerra civil, la lucha de los partidos, Ins querellas eclesidsticas, la lucha de clases y, en general, todas las situa ciones polémieas, estan tefiidas de amor y de fuerza. Son de la min ma esencia que las actitudes entre pueblos adversos. Pues, eomo on éstas. en ellos se emplea la fuerza, la téenica militar, en muchow casos con el manifiesto designio de ‘‘negar el ser de otro ser"'; pw ro lo que los justifica, 0, a lo menos, excluye de ellos !a voluntad eriminosa, que dicen los penalistas, cs siempre ese fondo amorono y abnegado que arrastra al saerificio a muchos hombres en pos do un mejoramiento de las condiciones sociales, de wa mayor afirma- (6) Bergson, Op. cit. pags. 105, 127 y 135. 7B Saunt Taporpa eién vital, de una més amplia y més cierta efectividad del ideal de justicia que es condieién sine qua non de la propia existencia de una comunidad. No se trata pues, de situaciones politicas sccunda- vias y parasitarias, eomo erve Schmitt. Son matices de un misme fenémeno, y tos matices de un fenémeno no alteran su esencia, por mas que sean diversos. En todo caso, es a la esencia misma a li que debe atender toda imvestigacién conducida eon rigurosa obji:- tividad . TY Lo politico es um fenémeno de naturaleza social En su expresién originaria y pristina, 1a etnograffa Jo sitéa en el estadio inicial de las comunidades bumanas. Consiguiente- mente, es abi donde conviene vastrear sus genuinos antecedentes. Y este no con propdsitos mevamente eruditos smo porque, como lo se- fala con agudeza Bergson, la consideraeién de una idea, —- la de Ja justicia, por ejemplo, -~ es detectuosa cuando se preseinds de Jas correspondientes concepciones de las sociedades primitivas, ("") segén lo ha intentado siempre toda investigacién presidida por pers- pectivas progresisias. Bl espivitu oveidental, para quien la concien- cin histériex es una necesidad intima como no lo ha sido er. nin- guna cultura anterior, se ha creado esta forma de pensamiento pa- ra servirse de la muchedumbre del pasado, a modo de base con que comprenderse a sf mismo, temando, per decirlo asf, la vuelta por ja historia universal, pari volver a sf mismo”, coneluye Freyer, al buscar las tesituras comuncs a las mtiltiples y dispares orientacio- nes de las concepeiones filoséficas de la historia (#*). Por lo demas, el hombre es radieal y perviviente. El civilizado es el primitive en- vuelto en Ia. espesa couche de Ia cultura (1°). Es un hecho averiguado que, en jos pueblos que Uamamas pri- mitivos, el individuo no cuenta como individuo, Bergson, que no cree que haya existido nunea una sociedad semejante al hormiguero, sole concede que Ja sociedad primitiva se aproxima més que Ta nues- (17) Op. cit. 71 (08) Hans Freyer, Los Sistemas de Ia Historia Universal — Rev. de Oe- eidente. Sep. de 1931. (19) Bergson. Op. cit. 1) sal Eu FenémMENno Pouitico tra a ese tipo social. ‘‘La naturaleza — dice, — al hacer de! hom- bre un animal social, ha querido esta estrieta solidaridad y la re- fleje en la medida indispensable para que el individuo desplicgue, en el propio interés de la sociedad, la inteligencia de qne ella le ha provisto’’ (*°). Sin embargo, en un pasaje posterior, de la obra ci- tada, Bergson admite un grado evolutivo en el que la sociedad hu- mano se rige por el instints. (pag. 123) ; Qué es esto sino un reeo- nocimiento de sociedades humanas semejantes a la ecolmena y al hormiguero? En, todo caso, es evidente que, a lo menos en cl esta- dio inferior de Ja vida social, el individno existe en su grupo, por gu grupo y para su grupo. Obra, siente y ere? como obra, siente y eree su grupo. La solidaridad que liga, a la manera de un haz, a los miembros del grup: es tan enérgiea y acentuada que los bienes son comunes y todos trabajan para la comunidad. A su vez, la comunidad es Ja tnica responsable de todos los actos de sus miem- bros. Solo ella tiene derecho a reparar los delitos, ya se trate de las transgresiones de los suyos — cuya responsabilidad, lejos de ser individual, afecta a sus respeetivas generaciones, —~ ya se trate de cjevcitar la venganza eorrespondiente a los hechos perpetrados en dctriments de sus miembros, por los miembros de los grupos extra- fios; hechos cuya repereusién es tanto més grave cuanto que, en yazén de Ja indiferenciacién sefalada, se reputan cometidos contra la propia persona del jefe. Por lo mismo que la comunidad lo es todo, la comunidad con su pasado, sus creencias, sus hébitos y sus costumbres, constituye el fondo comin de que se nutre la formacién mental de sus indivi- duos. Estos aceptan y acatan una sabidurfa heredada y, desde que esto es asf, no solo no necesitan sino que desconocen por inconcebi- ble e} discernimiento y la reflexién. En contacto con las cosas que Jes rodean, materializan sus pensamientos y sus elementales visio- nes del dintorno. Las cosas del dintorno estén ahi, delante de ellos, eomo realidades ingénuas y simples. Se relacionan con calidades; pero las ealidades son substancias independientes que, a veces, se alojan en los euerpos, moran en ellos un tiempo, més o menos lar- g0, y desaparecen o se ausentan a voluntad. La fertilidad de la ties rra no es una propiedad de Ja tierra: es una calidad auténoma que (20) Op. vit. 82. hace de la tierra su residencia permanente o accidental. La bravu- ra de ciertos animales no es una propiedad de esos animales: es una calidad que se instala en sus cuerpos. Para el pensamiento eolecti- vizado del primitivo, estas calidades transetintes poseen virtudes eu- ya naturaleza depende de la experiencia que Je proporeiona el tra- to cotidiano; experiencia que constituye el elemento primordial dv sa sabiduria. La sabiduria misma es una calidad, — la calidad que permite conocer las substancias y sus virtudes, — que s¢ presenta en siertos hombres y desaparece enando quiere desaparecer. De idéntieo modo, el pecado es una calidad independiente del indivi- duo. Este peea, no porque quiere pecar sino porque el pecado le visite y le expresa, en la transgresién peeaminosa, su presencia in- visible. El peeado es una especie de enfermedad que, come el su- frimiento, y la adversidad, es un signo de Ia presencia dei pe do en el hombre En la plena vigeneia de esta coneepeién comin a todos los pue- blos primitivos, la actitud del hombre se concentra en un inquirir acerca de las fuerzas desconocidas con el propésito de acomodarlas a la existencia del grupo. Se vale para ello de la experiencia y 7e- leva la preeminencia de aquellos hombres que, por poser el don de co- nocer Jas substancias, se encuentran en condiciones de disponerlas ea un sentido favorable a sus intereses vitales. Procede de aqui el gran prestigio que rodea a los sabios, a los magos, a los videntes y a los saeerdotes. Utilizando la rica experiencia que les proporcionara el don cognoscitive, crearon toda una téeniea de las calidades am- pientes y se convirtieron en intermediarios entre los poderes seere- tos y el grupo. Los elementos de esa técnica — la primera técnica que ha conocido la hamanidad, — son numerosos. En orden a las fuerzas nombradas, se encuentran las ofrendas a la fertilidad he- chas con miras 2 congracier a este espfritu eon el agro nutricio; 1a practiea de alimentarse con Ja earne de animales fuertes para ad- quirir, junto con elalimento, la fuerza propia de la calidad aloja- da en el euerpo del animal (**); los ejereicios y las pruebas que (21) Hasta el siglo XIII, los barones franceses se alimentaban con carne de caza, cruda_y sangrante, y bebian vino mezclado con ingredien- tes violentos. Tgnoraban los vegetales. Tanto el régimen alimonti cio, como la simbélien y Ja herdldica del tiempo, aensan Ia supervi voncia de la concepeién ruminies primitive. (Véase Ch. de Ia Pw querie, La Vie Feodale en France. — ed. Cattier. Tours. (900). eondicionan la adquisicién y la eonservacién del saber; las plega- rias, los salmos y los exoreismos destinados a ahuyentay la enfer- medad, el sufrimniento y el peeado. (**) iia primera consecuencia de este empefio de captacién de subs- taneius, — cuya designacién, cada vez mas precisa, se expresa por Jas palabras mane, numina, ete.. — es la de una especie de siste- matizacién de las mismas, Como tal, s¢ ligan indestructibiemente a la vida del grupo y le comunican notas peculiares inconfundi- ples. Las ealidades se convierten en lazos sociales que, habitos, ri- tos y practicos que significan comunién permanente y definitiva, vigorizan y perpetian. Antes de aleanzar el alto nivel social y pu- litico que hemos trafdo a reeuerdo, en cl primer vistazo de este pro- blems. Grecia conoeié un estadio primitive plasmado sobre un fon- de numinoso tan intenso y tan rico que traseiende de méiltiples maniiestacioncs del momento eulminante de sa cultura. Citemos, a titulo de ejemplo, sus ritos cenobiales. El sistema de calidades que natre Ia vida de Atenas se echumbra también a través de su con- cepte del extranjero: para Atenas, — como para la generalidad de los pueblos el hombre que por haberse formado baju distinto clima numinoso, no «sté miciado en el sistema de calidades que tejen la intima y misteriosa trama de su tradicién espiritual. En los primeros tiempos de Roma, las tribus fundadoras tienen ideas precisas aeerea de la ruminas locales. Las Mamadas términi pre- serven los fundos: lo propio hard, con el tiempo, el dios Término; las Namadas janwas, guardan las puertas: con el tiempo, Juno guardard las puertas de la urbe rommitlea; las Hamadas penafes, guardan las despensas : con el tiempo, seraén los dioses penates. La leyenda y la historia se ligaron también a la superestimacién del poder para dur primacia a Juno que, por ser el guardian de las puertas de la cin- dad. tutela y saluda a los ejéreitos que parten a la guerra y a low que tornan de la guerra con la victoria que fundamenta, la fuerza de Roma. Por donde se vé que lo que da nacimiento al eoneepto del hostis es el remoto fondo numinoso que presidié las primeras agrupaciones humanas. , — extranjero os 2) Ch. F. Jean trae un extraurdinario inventurio de pecados y de mo: dios curativos, en su instructivo libro ‘Le Peché cher. les Bebylonicns et les Assyriens’’. Ed, P. Geuthner. Paris — 1925. No se tratu du una codificacién penal. Para los asirio- hehilonios, el pecado era to davia una calidad. Saun Tavorva Ese fondo numinoso primario, ered, amerosamente, un sistema jerarquico euyo eriterio ordenador fué el del poder (*) . El primiti- vo superestima el poder. Por eso colova en el vértice de su sistema de fuerzas aquella calidad extraordinaria que, sin instalarse pre- cisamente cn ninguno de los cuerpos eonocidos, sefiorea sobre to- das las otras calidades, realzada por el prestigio de su poder tervi- ble y, por terrible, fabou, pero, al mismo tiempo, benéfieo y salu- dable. Tan benéfico y saludable que una comunidad no puede pres- cindir de ella sn riesgo de perecer. Para Bergson, una sociedad cerra- da, esto es, aquella sociedad en la que el amor se eifie al grupo, por contraposicién a la sociedad abierta en Ja que el amor se extravierte asnmiendo una aetitud humanitaria, corre peligro de desaparecer cuando predomina Ia inteligencia y no acude en su aynda la reli- gién que surge de la funcién fabuladora (#). sQué es esta calidad omnipotente y omnipresente? ;,Qué ser extrahumane es el que posee su don, exaltado, hecho causa y origen de todo, hecho realidad de realidades y ley suprema, en el fragor de Jas luchas terribles que pueblan el alba genésiea de los fastos humenos? Es el él, El hombre primitivo solo sabe que el él ¢s el ar- cano que preside la vida del mundo. Las mas antiguas manifesta- ciones literarias de los pueblos de Oriente vienen cargadas del acen- to, trémulo de frenesi de poder, de las gestas forjadoras de histo- ria. Milenios antes de Cristo, sus himnarios invocan el areano des- convcido y tratan de definirlo mediante la enumeracién de sus in- nimeras virtudes y perfeceiones. Inspira cl canto de los primeros aedas, alienta las faenas rurales, custodia Ja salud y los nacimientos, apacigua los elementos destructores, prescribe la paz, tutela las ciuda- des, aerecienta los rebafios y arma el brazo del guerrero en sus duras emprisas, Todo depende de su voluntad, pues, su poder es inmenso: “desde las montafias de donde nace el sol hasta las montafias donde el sol se pone’, todo esté sujeto al ‘terror que procede desde las al- turas celestes’’, como dice el remoto himnario de Enlil, el dios de (28) La desigualdad tiene un origen numinico. Ex el grupo primitive, ex hecho accptedo por todos. La idea de la designaldad como ruptura de le justo solo apareee y da relieves al contraste igualdad - desiguatdad cuando aparece la conciencia de la personalidad, es decir, deutro de ua estructars polities demoeraties. (24) Op. cit. 288. los stmeros, (*) cuyo eco repereute, a través de las edades, en los s del rey David salme “Bendito sea cl Sefior, mi Dios, que me concede fuerza a mis brazes para la batalla y forma mis manos para la guerra’? El él no es todavia ol dios. En puridad de verdad, los pueblos primitivos eareeen de la idea del dios. Pero el dios esté latente en ese fondo religioso que crea el él a favor del esfuerzo que el hom- bre realiza para apoderarse de su secreto. El. él toca el destino del hérov. Hace del héroe el arquetipo participe de la inmortalidad Porque, desde c} momento que el héroe se releva como un hombre que cumple proezas extruordinarias, se presenta, a los pueblos pri- mitives como un inequivoco depositario del . El é lo sefiala y io clige. Mejor adn, seffala y elige ea el hérve a la comunidad, pues- to qne, como he dicho, ef individuo no existe como individuo sino en cl grupo, por el grupo y para el grupo. En este estadio, lo he- roieo es aquello que crea, en los miembros det grupo, uma confianza existeneial. Por eso es innegablemente justa la observacién de Berg- son segin In cual Ia ereeneia no deriva tanto del miedo, — segin se he dicho, —- como de la confianza contra el temor. (7°) El com- plejo de fuerzas sobrehumunas que pucbla Ja India prehistérica se Tama brakman: brahman Ieza x ser también, con el tiempo. el hé- roe, — el sucerdote, — iniciado en sus seerctos Lo propio que con el brahman acontece con el jefe afortunado que obtiene victorias, que conquista ciudades y territorios y funda nacienes y dinastias. Acusa eon sus hechos la presencia del él 3 haciéndose participe de sus virtudes, Is comuniea a la comunidad. Como el él, se torna inmortal. No puede morir, y no muere. Atin en aquellas epopeyas en las que el hecho real de la muerte, conelu- yendo con la criatura terrena, ensefia a todos la finitud de Je vide. la coneiencia de la eternidad del grupo sobreviviente a su héroe, eternidad insita en el fondo mismo del anhelo de poder, etcrnidad que cs la misma que asigna a la substaneia generadora de los he- chos heréicos, se niega a admitir la desaparicién definitive y sin (85) Charles — F. Jean. Le Milieu Biblique avant Jésus: Christ. T. (1. Ed. 1923. Paris. Pag. 40 y sigs. (26) Op: cit. 160.

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