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ESCUCHÉ DECIR AL VIENTO

Metáforas para el bienestar con PNL

Sergio Hernández Ledward


Prólogo de José Merino Pérez
Ilustraciones de Citlalli Hernández Ledward
Derechos de autor

2ª Edición.
Derechos reservados:
Sergio Xavier Hernández Ledward
03-2010-091012063200-01
Sierra Nevada 402, Col. Arboledas
Celaya, Guanajuato. 38060
México
escuchedeciralviento@gmail.com

Ilustraciones: Citlalli Hernández Ledward

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la autorización escrita del editor.

ISBN: 978-607-00-6232-2
Índice
Derechos de autor
Índice
Dedicatoria
Agradecimientos
Prólogo
Bienvenida
1- Palabras danzantes
2- Ego y estrellas
3- Aire
4- Sueño
5- Igualación
6- El guerrero insatisfecho
7- Llamarada turquesa
8- Un pequeño granito de arena
9- Junto al río
10- Territorio
11- Recuerda
12- Dos hermanos
13- Peregrinación
14- Luna
15- Yolotepec
16- Magia
17- Ís y Tromma
18- Raíces
19- La mestiza de mar y selva
20- El sultán estaba triste
21- El hombre y el delfín
22- Caminos
23- Primavera
24- Tortuga marina
25- Shuuu, shuuu
26- Ilusión
27- Desmusgarme
28- Mapa
29- Fiesta
30- El cocodrilo y el jaguar
31- Graduación
32- Entrenamiento
33- La manzana de la curación
34- Historias al viento
UNA NOCHE Y MIL NOCHES MÁS – El arte de la comunicación metafórica
Características de la metáfora
1.- Comparación
2.- Nuevos significados
3.- Intencionalidad
4.- Comunicación indirecta
Haciendo flexible el lenguaje
Los usos de la magia
Metáforas al gusto
Ponle más magia a la magia
Envoltura del regalo
El lenguaje como metáfora
Sobre Sergio Hernandez Ledward
Para contactarlo
Sobre Escuché decir al viento
Dedicatoria
Para Mercedes, Edgar y Ofelia
Metáforas de amor, tan distintas,
tan hermosas y tan presentes.
Agradecimientos

Con toda mi gratitud para cada persona que ha compartido conmigo algún cuento,
fábula, historia, leyenda, metáfora. Familia, maestros, amigos, alumnos, mil gracias por
ponerle palabras al viento.

Y de modo muy especial todo mi agradecimiento para Momo y Casiopea, Ayla,


Mowgli y el hermano gris, Albus y Harry, Bastián y Atreyu, Sandokan, el bollito
redondito, Nemo, Frodo, Trancos y el bosque de Lorién; también para el bosque
Mitago, para Hari Seldon y la psicohistoria, Kim el amigo de todo el mundo,
Sherezada, Héctor Belascoarán Shayne, López y sus pasos, Eragon y Saphira, Pecos
Bill en la voz de mi papá, Ásterix y la resistencia gala, Konstantin Von Sauerkraut. Han
sido una maravillosa compañía.

Gracias Citla, por ponerle arte a estas páginas. Gloria y Luis Enrique muchas
gracias por todas sus correcciones y su atenta lectura. Oscar, sin tu apoyo este viento
difícilmente podría sentirse entre las manos. Pepe tu vuelo de dragón sigue siendo
inspirador. Gracias también a todos los grandes amigos-maestros que con toda
generosidad se tomaron el tiempo de leer y recomendar mis palabras. Sin lugar a dudas
gracias a Edgar mi hermano y a Juan Francisco por abrirme la puerta a la que ha
resultado una deliciosa aventura.
“Sergio, ¡Bravo por esta hermosa pieza de música en palabras, que encanta al corazón y abre la mente!” –
Stephen Gilligan, PH. D, discípulo de Milton Erickson y de Gregory Bateson, co-autor de “El viaje del
héroe: una jornada de autodescubrimiento”

“Las metáforas de Sergio son un llamado a la sabiduría más profunda de cada persona – la sabiduría
tanto del corazón como del cerebro. Te recomiendo pasar algún tiempo reflexionando sobre ellas y
descubriendo el significado especial que tienen para ti” - Tim Hallbom, co-autor de “Identificación y cambio
de creencias”, fundador de NLP of California

“En este libro, Sergio Hernández Ledward nos transporta a un lugar de magia y sabiduría. Sus historias
nos invitan a mirar al mundo con asombro; son un recordatorio tanto de la fragilidad como de la fortaleza de
nuestra cualidad humana. Escuché decir al viento es verdaderamente inspirador” – Jan Elfline, PH. D,
master coach certificada por la ICF y fundadora del NLP Coaching Institute

“Leer este libro es tener la oportunidad de contactar no sólo con el maravilloso mundo de las metáforas,
sino con un alma vieja y joven a la vez, dulce y sutil, tierna y sensible de “palabras danzantes” que “sueña
despierta”, como lo es el alma de Sergio” – Mónica Esquinca, experta en autoestima infantil y directora del
Centro Mexicano de PNL en Ciudad de México

“Sergio, cuál músico privilegiado, nos lleva a través de sus metáforas a un concierto que pide ser
escuchado desde el corazón, mas le trasciende y nos lleva al despertar del espíritu” – Dr. Juan Francisco
Ramírez Martínez, fundador y director del Centro Mexicano de PNL a nivel nacional

“He tenido el gusto de abrir las páginas de este libro y adentrarme al mundo maravilloso de las metáforas,
presentadas de forma generosa y mágica por Sergio, quien seguramente las tomó del viento. Sé que al igual
que yo, leerán una y mil veces este libro, tantas veces como llantos, risas, dolores, amores y deseos tengan y
sientan, tantas veces como necesidades de descubrir la vida, hasta llegar a la sorpresa de comprender que
nosotros mismos, somos una metáfora más en el libro de vida” – Walter Díaz Ovalle, fundador de la Red
Latinoamericana de Cuentería.
Prólogo

Es verdad, no es un cuento;
hay un Ángel Guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.
Gabriela Mistral

Hace algunos años asistí en Guadalajara a una pequeña reunión de facilitadores del
Centro Mexicano de Programación Neurolingüística en la que participaba Robert Dilts.
Era una excelente oportunidad para muchos de nosotros de preguntarle, a uno de los
creadores y difusores más importantes de la PNL una buena cantidad de dudas e
inquietudes. Las respuestas eran en su mayoría de lo más atinadas y claras. De todas las
respuestas recuerdo, a través de los años, solamente una. “¿Cuáles son las estrategias
que te permiten alcanzar la genialidad que todos observamos en ti?” – “Escribir”- fue
la respuesta. Escribir como un ejercicio fluido, creativo, libre y ajeno a expectativas y
fracasos anticipados. Esa fue su recomendación.
A pesar de que Sergio Hernández, el autor de este magnífico libro, que hoy tengo la
oportunidad de prologar, no se encontraba en dicha reunión, ha aplicado perfectamente
el consejo de Robert Dilts. Este libro cumple cabalmente su recomendación en dos
sentidos. El primero de ellos en tanto que tú, amable lector podrás encontrar en sus
páginas conceptos e ideas claras, amenas y atractivas; escritas todas ellas en un
lenguaje amable, como si se tratará de una conversación entre un mentor y una persona
interesada en desarrollar, no solamente habilidades muy específicas, sino también
convertirse en una mejor persona.
Lo segundo en lo que se cumple la recomendación de Robert Dilts es que en efecto
la escritura y muchas acciones más - con las cuales Sergio está comprometido - lo han
llevado a alcanzar un nivel de genialidad en las tareas que realiza como maestro,
terapeuta, coach, instructor y desde luego escritor.
Me parece importante señalar que a lo largo de este texto encontrarás un diálogo
abierto con el autor y no solamente una exposición de técnicas y propuestas teóricas.
En más de una medida el libro ha sido escrito por Sergio con la finalidad de generar
una verdadera conversación. Esto me parece significativo pues incorpora una idea
cada vez más presente en los recientes desarrollos de la psicología incluida la PNL, la
importancia de la relación y el diálogo. A este respecto cito los comentarios acerca de
la importancia del diálogo en el desarrollo de la cultura, tal y como lo menciona Jorge
Luis Borges.
“Unos quinientos años antes de la era cristiana se dio en la Magna Grecia la
mejor cosa que registra la historia universal: el descubrimiento del diálogo. La fe,
la certidumbre, los dogmas, los anatema, las plegarias, las prohibiciones, las
órdenes, los tabúes, las tiranías, las guerras y las glorias abrumaban el orbe;
algunos griegos contrajeron, nunca sabremos cómo, la singular costumbre de
conversar. Dudaron, persuadieron, disintieron, cambiaron de opinión, aplazaron.
Sin esos pocos griegos conversadores la cultura occidental es inconcebible.”
Pero el diálogo en el que estás a punto de introducirte, no es simplemente un
diálogo. Te invito a que descubras y disfrutes una de las grandes cualidades de este
texto. Sergio, siguiendo la tradición de los Metálogos de Gregory Bateson nos
introducirá al mundo de las metáforas a través de las metáforas mismas, metáforas que
especialmente ha redactado con esta finalidad. Entrar a este mundo desde la
imaginación y sabiduría del autor reflejada en cada una de sus palabras será como
introducirse a través de la madriguera del Conejo Blanco para en compañía de Alicia
recorrer un mundo interior lleno de maravillas en donde sin lugar a dudas habitan
personajes como el Sombrerero, el Gato de Cheshire o la Reina de Corazones
dispuestos a compartir contigo un Juego de Criquet o una merienda al más puro estilo
inglés.
Desde luego que pensar en cuentos de hadas me remite a mi infancia, como
posiblemente te suceda a ti, estimado lector. Infancia en la que estoy seguro puedes
descubrir esos inolvidables momentos de conversación con tus padres, cuando llegada
la hora de dormir, posiblemente se acercaban a tu cama para contarte un cuento. Yo
recuerdo especialmente, entre muchas otras, una noche. Esa noche, de hace ya muchos
años, el cuento de mi padre realmente se volvió uno de los aprendizajes más
importantes de mi vida. Era yo bastante pequeño, de seguro un niño a mitad de la
primaria. Aquel día salí muy preocupado de la escuela. Así que estuve muy intranquilo
esperando la llegada a casa de mi padre para poder preguntarle algo muy importante.
Finalmente pudimos estar él y yo a solas en mi habitación. Desde luego él notó que algo
me sucedía. Me sentó en sus piernas y me dejó hablar. Le conté que en la escuela los
niños no creían que en tiempos remotos los cielos de la tierra habían estado poblados
por dragones. Él me miró, se sonrió un poco y me dijo: “¡Por supuesto que existieron
los dragones! “
Yo lo escuchaba con mucha atención, no despegaba mis ojos de los suyos, así que
continuó:
“Hace muchos millones de años, cuando la tierra estaba ya poblada por todo lo
que conocemos y por muchas cosas más, los dioses, que lo habían creado todo,
decidieron dar origen al último ser de su creación: el hombre.
El hombre debía ser la criatura más perfecta de todas. Así que a cada dios se le
encomendó diseñar una parte del ser humano. Algunos dioses se encargaron de crear
los ojos, otros el pelo, muchos más le dieron la inteligencia, el humor y la ternura,
mientras otros trabajaron pensando cómo hacerlo caminar, hablar o soñar. Después
de mucho tiempo y un gran esfuerzo, el nuevo ser estaba casi completo, sólo faltaba
que el Dios Mayor le diera vida dotándolo de un corazón.
Mucho se especuló acerca de qué debía de hacer el Dios Mayor para regalarle al
hombre un corazón. Algunos pensaban que el corazón del hombre necesitaba ser de
algún metal sólido y resistente, otros creían que debería ser de diamantes o de
perlas, otros más sugerían alguna fuente de energía muy poderosa para que nunca
dejara de funcionar. Pero cuál no sería la sorpresa de todos los dioses cuando el
Dios Mayor se dirigió a un pequeño arroyo de aguas cristalinas y con un poco de
agua fresca dio forma al corazón de los primeros seres humanos.
Pronto se pudo ver lo sabio de la decisión del Dios Mayor. Imagínate un mundo -
me dijo mi padre - en que los hombres fueran tan transparentes como su corazón de
agua. Un mundo en donde lo puro y claro del agua fuera un reflejo de la forma en
que los hombres se llevaban entre sí. Tener un corazón de agua permitía a los
hombres fluir en la vida de la misma manera que el agua corre por los ríos. Los
hombres y las mujeres que habitaban la tierra con un corazón de agua eran cálidos y
sensibles con ellos mismos y con los demás.
Pero los dioses también les habían dado a los hombres la libertad. Y sucedió que
algunos de ellos prefirieron estancarse en la vida en lugar de fluir libremente. De ese
modo su corazón, al igual que ellos, se fue haciendo turbio y oscuro. Atrás quedaron
la pureza y la frescura de sus intenciones y poco a poco su corazón se fue volviendo
frío como el hielo. Los hombres se hicieron duros como su corazón e insensibles a los
demás. Entonces cosas terribles empezaron a suceder en la tierra: guerras,
enfermedades, soledad, traiciones y muchos otros males se hicieron comunes.
Fue entonces cuando los dragones decidieron realizar un enorme sacrificio a
favor de los hombres. Los dragones eran seres majestuosos que surcaban los cielos
con sus inmensas alas. De sus fauces surgían grandes olas de fuego, así como
gigantescas bocanadas de humo. Volaban libremente y siempre estaban dispuestos a
ayudar a quienes los necesitaran. Así que al ver cómo el corazón de todos los
hombres se iba volviendo más y más frío, como un témpano de hielo, le pidieron a los
dioses que redujeran su gran tamaño en algo tan pequeño que les permitiera
introducirse y habitar en el interior de cada ser humano. Ahí realizarían la
importante tarea de derretir el corazón de hielo de los hombres usando su fuego y su
calor. Deseaban que el hombre y su corazón volviera a ser cálido y libre como el
agua. Así fue como todos los dragones desaparecieron de la tierra. No es que no
hayan existido nunca, ni que se hayan extinguido por alguna catástrofe, la verdad es
que desaparecieron al introducirse en el interior de cada ser humano.
Por un tiempo el sacrificio de los dragones surtió efecto y le devolvió al mundo y
a los hombres la transparencia, la calidez y libertad de los primeros días. Pero como
la mayoría de los hombres somos demasiado necios y lentos para aprender de la
vida, poco a poco, en muchos de ellos el corazón volvió a tornarse frío y duro. Los
dragones del interior de aquellos hombres no pudieron derretir más aquellos hielos y
fatigados fueron muriendo uno a uno. Fue entonces cuando los dioses decidieron, en
honor al sacrificio de aquellos maravillosos seres, dotar a algunos hombres de una
llama interior que les diera la capacidad de derretir su propio corazón cada vez que
éste se hiciera frío y duro. Pero esta flama interna era aún más fabulosa pues les
permitía también derretir el corazón de otros hombres. Era como si en el interior de
cada uno de ellos continuara vivo su pequeño dragón. Así que a través de los siglos
ha existido una comunidad de hombres y mujeres con el don de regresar al corazón
de los hombres su calor y claridad original. Son mujeres y hombres especiales con
una misión importante en la vida”.
Así terminó la historia de mi padre. Me quedé observándolo en silencio y descubrí
en su mirada un fuego que surgía de su interior, entonces lo supe con toda certeza: mi
padre era un miembro de aquella comunidad de dragones. Él me enseñó lo importante
de vivir la vida con transparencia y claridad. Me enseñó el poder de la calidez y la
compasión. Lo vi muchas veces derretir el corazón de mucha gente con la fuerza, la
ternura o incluso el humor que le caracterizaba. Muchas veces vi en sus ojos la
intensidad del fuego de los dragones.
Conocer a Sergio desde hace ya varios años, saber de su generosidad, de su calidad
humana, de su deseo de cooperar en el desarrollo de las personas y de los grupos en los
que participa, me ha permitido descubrir en sus ojos y en muchas de sus acciones la
misma mirada de mi padre. Existe en él - lo podrás descubrir en la lectura de cada una
de las mágicas páginas de este libro - la fuerza, la ternura y el humor que han
acompañado siempre a los miembros de esa mágica comunidad. No tengo la menor
duda de que hay en él la llama interior de un dragón capaz de derretir su propio corazón
y el corazón de los demás cada vez que éste se vuelva frío y duro. Sé que esa es parte
de su misión en la vida, estoy convencido que a lo largo de su compañía a través de las
páginas de este libro lo descubrirás tú también.

¡Bienvenido al mundo de las metáforas!

José Merino Pérez


Bienvenida

“Escuché decir al viento - metáforas para el bienestar con PNL” se empezó a gestar
en el 2003 cuando Juan Francisco Ramírez, director del Centro Mexicano de
Programación Neurolingüística (CMPNL) generosamente me abrió un espacio en la
revista Recursos – revista bimestral que editaba el Centro - para compartir alguna
metáfora que – usando las herramientas que brinda la PNL – generara reflexiones,
aprendizajes, bienestar.
A partir de ese momento y por 5 o 6 años estuve colaborando con una historia en
cada edición y titulamos la sección como “escuché decir al viento”. De este modo
algunas de las metáforas que aquí aparecen son fruto de esa colaboración, otras son más
recientes y creo que ninguna es mía al cien por ciento; más bien son resultado de lo que
he leído, de lo que le he escuchado a maestros, alumnos y compañeros, de mis
vivencias como instructor, coach y programador neurolingüística, de lo que el viento
me ha traído y de lo poco que he aprendido. Sin lugar a dudas estas historias tienen
raíces en las más diversas tradiciones, reconozco y agradezco la influencia de los
cuentos sufís, tibetanos, del zen japonés, de los cuentos maravillosos de la tradición
europea, de los relatos de los indígenas norteamericanos y de las bellísimas leyendas
veracruzanas. Algunas pocas ideas son completamente mías, así como toda la
responsabilidad al mezclar mis palabras y mis pensamientos con nuestra herencia
compartida. Mientras leas estas historias por favor permite que no sean sólo mis
palabras las que lleguen a tu mente, deja que sea el viento quien acaricie tu pensamiento
y que tu corazón entre en contacto con el más heterogéneo legado que tenemos los
humanos.
Aquí encontrarás 34 metáforas breves, que te invito a leer pausadas, sin prisa, como
si tomaras un buen café o disfrutaras de una rica charla… como dejando que el viento
llegue suavecito. En esta lectura el orden no importa mucho, sólo el disfrute… el
disfrute de estar contigo.
En algunas de ellas descubrirás frases de otros autores, palabras de grandes
maestros y pensadores que llegaron a mí durante el proceso de escribir “Escuché decir
al viento”; sin duda sembraron una semilla en mí y no pude evitar dejarlas esperando
que su sabiduría también llegue hasta a ti.
Cada relato involucrará en tu camino al bienestar a esa parte mágica, simbólica,
infantil y al mismo tiempo sabia de tu mente, del mismo modo también notarás que cada
historia concluye con una pregunta. Por hablar metafóricamente podríamos decir que las
preguntas son como linternas, arrojan luz sobre una parte de la experiencia. Tal vez
decidas responderlas internamente y encontrar que es lo que la luz de esas preguntas
ilumina, o quizás descubras por ti mismo preguntas aún más útiles.
También encontrarás un texto final que busca brindar herramientas para que generes
tus propias metáforas, a fin de que utilices esta maravillosa herramienta para la
comunicación profunda. Esta sección está dedicada, principalmente, a quien ya tiene
conocimientos básicos sobre PNL, así que si ya estás familiarizado con el tema podrás
sacarle mucho provecho y si es un campo nuevo para ti, te dará una buena probadita de
su magia.
No pretendo mostrar grandes dotes literarias, pues no las tengo, lo único que
pretendo es transmitirte mi intención de conversar, de entablar una agradable charla
entre tu mente y corazón, entre tu corazón y el mío, entre la brisa y el viento. ¡Que la
disfrutes!, que la intención se siembre y que de la charla surja, del modo más natural,
alegría, gozo y bienestar.
Gracias por leerme.

Sergio Hernández Ledward


1- Palabras danzantes

Escuché decir al viento que las palabras encierran poder y magia. Que cuando
juegan unas con otras, y cuando bailan y ríen, y cuando se aman o se pelean, liberan su
magia y su poder. A veces lo hacen de a poquito - muy sutilmente - y no nos damos
mucha cuenta, otras veces parece que generan una gran explosión o una tormenta y su
energía nos sacude o nos empapa.

Y es que hay palabras juguetonas que suben y bajan y se esconden y brincan


alegremente, hay palabras aventureras que han viajado por cada confín de este planeta
cargando sus mapas, su brújula y un poco de agua, también hay palabras solemnes,
garigoleadas, rimbombantes y serias, palabras enamoradas, con el corazón a flor de
piel y claro, también hay palabras tristes y enojadas y risueñas y palabras tímidas y
también descaradas, aburridas, divertidas, relajadas y hasta palabras olvidadizas.

Sin embargo, para poder liberar su magia, las palabras necesitan música; dicen que
todas, hasta las más serias o cohibidas, son grandes bailarinas, que si por ellas fuera
pasarían sus días moviéndose al ritmo cadencioso de un danzón, zapateando un buen
jarabe, dejándose llevar con elegancia al escuchar un vals o incluso entregándose a la
energía de un slam comunitario.

De vez en cuando, después de algún tiempo de duro trabajo (¡claro! también


trabajan), se reúnen a bailar unas con otras y pasan días enteros con sus noches
bailando sin descanso, sólo dejándose llevar por el ritmo, moviendo sus letrados
cuerpos al vaivén de las melodías, llenándose de energía y liberando magia al rozar sus
letras con el piso y con las letras de sus compañeras de baile. Los pocos hombres y
mujeres que han presenciado este espectáculo jamás lo olvidan y con sobrada razón,
pues es difícil sacar de la mente los colores y destellos que generan con su danza, es
difícil no recordar los acordes de la música y la sensación electrizante de estar donde
la verdadera magia se genera. Y si eso es difícil, es casi imposible no acordarse de
cómo en este baile nacen cuentos, historias, leyendas, canciones, sonetos, chistes,
refranes, novelas, poemas, fábulas, parábolas, relatos y metáforas sin fin, donde la
magia se enriquece, el poder crece, el encanto se multiplica, el prodigio se desborda.
Poco se sabe sobre lo que ocurre con estas historias cargadas de magia, cómo le
hacen para llegar a los libros de cuentos, a los recuerdos de los abuelos o a las cartas
de amor, lo que sí podemos percibir son los efectos de su encanto, y así encontramos
historias que curan, cuentos que enamoran, leyendas que motivan, relatos que
transforman.

Y tal vez, la próxima vez que se reúnan a bailar, te preguntes qué clase de historia
surgirá de la música que has escogido, qué tipo de magia brotará de estas historias, qué
tipo de transformaciones tendrán lugar y tal vez - sólo tal vez - decidirás cuál es hoy la
mejor música para poner a bailar a tus palabras.

¿Qué música acompañará hoy a tus palabras?


2- Ego y estrellas

Escuché decir al viento que hay historias que parecen distintas a simple vista, pero
que mirando con mayor profundidad descubrimos idénticas. Así que decidió contarme
la misma historia dos veces.

1.
Cuentan que el gran terapeuta occidental intercambiaba correspondencia con sus
pacientes, con los que atendía actualmente y también con aquellos que hace años no
veía pero que había acompañado en sus propias aventuras de crecimiento.
El sobre que llegó hasta la casa del que había sido su paciente sin duda generaba
curiosidad. No era el papel, ni el tipo de la letra, claramente se leía el nombre y la
dirección, pero en lugar de un remitente: la siguiente frase escrita a mano con tinta
negra:
“Al mirar la profundidad de un bellísimo cielo estrellado ¿no te sientes infinitamente
pequeño?”
No pudo evitar sonreír al traer desde su pasado la mirada del terapeuta – amigo y
con curiosidad, aunque sin prisa, rasgó el sobre, sacó la fotografía que había en su
interior y por largo rato se quedó mirándola. Estrellas innumerables brillando en el
oscuro cielo fotográfico.
La belleza e inmensidad de ese cielo, el recuerdo del apoyo recibido, la depresión
superada y una curiosa mezcla entre alegría y paz lo mantuvieron observando la imagen
por un largo rato. Hasta que finalmente le dio la vuelta y descubrió – con la misma letra
y la misma tinta negra – las siguientes palabras escritas para él:
“Yo tampoco”
La sonrisa se hizo más grande.

2.
El auditorio estaba lleno, las personas expectantes y el escenario sobrio y sencillo.
Estaban esperando las palabras de un gran maestro oriental.
Un poquito después de la hora programada, presentaron al maestro, quien caminó
lentamente hasta su asiento con su túnica naranja y color vino, con una bellísima sonrisa
en el rostro.
Saludó a los presentes en un pobre español, se disculpó por no contar con más
palabras en nuestra lengua y dijo que por eso su enseñanza sería breve.
“Ego grande, sufrimiento grande” y se quedó sonriendo en silencio.
“Ego pequeño, sufrimiento pequeño” dijo después de unos momentos.
“No ego, no sufrimiento” guiñó el ojo y la sonrisa se hizo aún más grande.

¿Cuándo observas la belleza del no-ego puedes evitar sentirte infinitamente


pleno?
3- Aire

Escuché decir al viento que lo que el muchacho quería simplemente era aire.
Hace ya muchos ayeres un joven muchacho se dio cuenta que lograr sus sueños no
siempre era fácil, que había algunos que se hacían realidad con poco esfuerzo casi por
casualidad, pero había otros que se convertían en una batalla, que eran como ir cuesta
arriba, que los obstáculos y sus propias dudas se multiplicaban. Esos eran los sueños
que lo hacían titubear, se cuestionaba si era posible hacer que esos preciosos objetivos
se volvieran realidad, desconfiaba de su propia capacidad para lograrlos. Incluso
llegaba a pensar – por lo bajito – que tal vez no los merecía.
Así que se decidió a visitar al sabio del pueblo, al anciano famoso por su sabiduría
y por qué no decirlo, también por su falta de prudencia. Al llegar lo encontró meditando
y le preguntó - Hombre sabio, ¿Qué debo hacer para conseguir lo que quiero?
El anciano inmerso en su propia mente no respondió, por más que el joven repitió la
pregunta.
No se podía dar por vencido tan fácilmente, así que al día siguiente regresó y se
encontró al maestro cantando y bailando frente a su casa. Sin temer interrumpirlo le
hizo la pregunta - Respetado anciano, ¿Qué es lo que debo hacer para que mis sueños se
conviertan en realidades?
Pero el hombre siguió bailando y cantando como si nada pasara.
Por tercer día el muchacho regresó, esta vez el anciano estaba tomando té. El
muchacho se sentó en silencio y no dijo nada. Finalmente cuando el maestro terminó el
último sorbo y parsimoniosamente dejó su taza en la mesa, el joven preguntó una vez
más - Honrado maestro. ¿Qué puedo hacer para lograr lo que anhelo?
El hombre sonrió y le dijo – Sígueme. Lo llevó hasta el río, ahí se metió en sus aguas
y conduciendo al joven de la mano caminaron hasta que el caudal les llegó a los
hombros. El anciano se apoyó sobre los hombros del muchacho y con una fuerza que
desmentía su edad lo sumergió sorpresivamente en el agua. Por más que el joven ponía
todo su esfuerzo tratando de desasirse, el anciano maestro allí lo mantuvo por largos
instantes, no importaba cuanta fuerza usara el muchacho para salir, el maestro era más
fuerte y lo mantenía bajo el agua. Hasta que finalmente lo soltó, dejándolo salir y
respirar.
El muchacho con el rostro enrojecido tomó una gran bocanada de aire fresco y poco
a poco fue recobrando el aliento. Fue entonces cuando el sabio preguntó - Al estar bajo
del agua, ¿Cuál era tu mayor deseo?
El muchacho aún agitado pero sin dudarlo contestó - Aire, lo único que quería era
aire
- ¿No pensaste en viajes, joyas, mujeres ni sabiduría?
- No maestro quería aire, buscaba aire y solamente aire – fue su respuesta.
- ¿Nunca lo dudaste? ¿No pensaste que tal vez sería imposible? ¿Qué quizás no
poseías la capacidad de obtenerlo? ¿Qué probablemente no eras merecedor de él?
- Maestro, todo mi cuerpo, mi energía y mi mente sólo gritaban por aire.
El anciano guardó un silencio casi meditativo y cuando cualquiera hubiera pensado
que ya no diría nada más se puso a bailar, ahí dentro del río y sencillamente dijo
- Muy bien muchacho ¿tienes alguna otra pregunta?

Y tú… ¿Tienes alguna otra pregunta?


4- Sueño

Escuché decir al viento que en estas épocas los sueños están más despiertos que
nunca. Que para iniciar el año se embellecen, se ponen en forma, se visten con sus
mejores galas, se perfuman, dicen hermosas palabras, hasta cantan y buscan acariciar a
hombres y mujeres con la intención de atrapar su atención y pasar de su mundo al
nuestro.
Resulta que este sueño llevaba ya tiempo soñando, tenía ya tiempo siendo soñado y
sentía que su momento de despertar estaba cerca. Era un sueño sencillo y hermoso, a la
vez sólido y ligero, pequeño y gigantesco, que llamaba la atención y pasaba
desapercibido. En fin, era como son los sueños, sólo que a diferencia de otros, este
estaba completamente decidido a volverse materia, a dejar su mundo y llegar al nuestro.
Así que sin pensarlo mucho o tal vez porque ya lo había pensado mucho, comenzó
con los preparativos para el viaje, a hacer el extraño equipaje que acompaña a los
sueños en sus andares. Yo no sé si tú lo sepas, pero no utilizan cualquier maleta – si en
realidad quieren llegar a nuestro mundo, sólo usan un cierto tipo de valija. Una valija
mágica, cuyo encanto no consiste en su tamaño ni en su color sino en la asombrosa
capacidad de generarse a sí misma. Cuando el sueño tiene verdaderos deseos de
emprender su viaje, su corazón late distinto y la valija aparece, primero chiquitita y
desde ese momento ella misma comienza a construirse y a crecer, hasta tener el tamaño
justo para ese viaje en particular.
De esta manera, nuestro sueño tomó su maleta que para estos momentos ya se había
generado a sí misma completamente, le pidió gentilmente que se abriera y comenzó a
pensar qué era lo que SÍ quería llevar consigo en ese viaje, cuál abrigo SÍ le serviría en
estas épocas del año, con qué camisa SÍ se vería muy elegante en el momento de
volverse realidad, qué mapas SÍ le mostrarían el camino e incluso qué libro SÍ le
permitiría aprender y divertirse mientras viajara y no tuvo más que irlo pensando para
que todas estas cosas SÍ se acomodaran correctamente y su equipaje quedara listo.
Ahora quedaba la cuestión de cómo viajaría, después de evaluar todos los pros y los
contras nuestro sueño llegó a la conclusión de que le gustaba depender de sí mismo y
que aunque le agradaba la compañía de otros sueños, sería para él un buen reto y una
gran satisfacción saber que este viaje sólo estaría bajo su propio control, que viajaría a
su paso, llevaría su brújula y hasta cocinaría sus propios alimentos.
De modo que ya con la decisión tomada nuestro sueño empezó a pensar cuándo
llegaría al mundo de los hombres, cuál era el mejor sitio para tomar forma, quiénes lo
recibirían a su llegada, y la verdad es que este sueño tenía una gran imaginación ya que
pudo ver por adelantado todos los detalles, los colores y las formas de su arribo, pudo
escuchar los sonidos y las palabras que estarían presentes, hasta pudo sentir con su
cuerpo de sueño lo que sentiría al tomar forma y concluir su viaje y cada vez se sentía
más motivado y más alegre, sabiendo que disfrutaría no sólo su llegada, sino cada una
de las etapas del viaje, es más ¡Que estaba disfrutando ahora!
Los últimos preparativos para su salida los realizó esa noche, con el mapa en mano
fraccionó las etapas de su viaje, decidió cuáles eran los pasos a seguir e incluso revisó
cuánto tendría que invertir para hacerse realidad y después de hacer esto a detalle se
fue a dormir para estar lleno de energía e iniciar su viaje al día siguiente.
Y el viento me contó que esa noche nuestro sueño soñó un sueño diferente, soñó una
gran pregunta: “¿para qué?” de bellas y coloridas letras, pero no sólo eso, sino que
también soñó la más hermosa respuesta… y que esa respuesta le dio alas… y volando
llegó hasta aquí.

¿Qué viaje están soñando tus sueños?


¿De qué material son sus alas?
5- Igualación

Hoy el viento me recordó a Francisco. Le decíamos Paco, tenía 13 años, en ese


entonces era chaparrito, tenía algunos kilos de más y me caía muy bien.
Paco me había insistido en tomar el taller de liderazgo juvenil que yo daba en ese
entonces, y la verdad es que yo no sabía si era la mejor idea permitirlo. El taller estaba
diseñado para muchachos de 15 a 18 años, así que me parecía que Paco era muy
pequeño y que tal vez no se iba a adaptar al grupo, o tal vez el grupo no lo iba a aceptar
del todo bien. Sin embargo el insistió e insistió y yo me dejé convencer.
Lo que hacía muy atractivo ese taller, era que los muchachos no sólo desarrollaban
herramientas para el liderazgo sino que aprendían a hacer rappel. Descendían por una
cuerda – alrededor de 30 metros – en un cerrito cercano.
Observar a Paco durante el taller, como se integró con sus compañeros y como
participaba, me llenaba de alegría. Además era interesante su gran ilusión para
descender en el rappel, las ganas que tenía de que el día llegara, y la mezcla de miedo y
emoción que estaba viviendo. Emoción por vencer el reto, miedo natural a las alturas y
a lo que no conocemos.
Finalmente el día llegó. Pusimos el equipo, amarramos cuerdas, alistamos ochos,
mosquetones, arneses, dimos las instrucciones finales y Francisco me dijo que él quería
ser el último en bajar. Si nunca has tenido la experiencia de descender rapeleando,
tengo que contarte un par de cosas antes de que sepas que pasó con Paco, sus miedos y
sus emociones.
La cuerda se amarra de un punto fijo y firme – un árbol, una gran roca, etcétera – se
deja caer por una pendiente vertical (o casi vertical), la persona que va a descender se
pone el arnés alrededor de la cintura y las piernas, le engancha el mosquetón - que
normalmente es una pieza de metal con forma de pera - ajusta el ocho, que es otra pieza
de metal por la que desliza la cuerda y que se une al mosquetón. Todo esto es fácil,
aunque requiere cuidado y atención, lo interesante viene después, la cuerda no está
tensa entre la persona y el punto fijo en él que se amarró, sólo se tensa cuando la
persona avienta su peso hacia el precipicio. Sobra decir que no sentir apoyo en la
cuerda hacia el frente y saber que hay 30 metros de distancia entre uno y el suelo hace
que a muchos se nos apriete el estómago y nos tiemblen las piernas. A mí siempre me
pasa.
Pero regresando a la historia de Francisco. Al fin llegó su turno y muy nervioso se
puso arnés, mosquetón, acomodó el ocho, se unió a la cuerda, intentó dejar que su peso
se fuera hacia atrás donde lo esperaba el abismo (al menos así lo veía él) y enfrentar el
miedo que quería vencer, pero sus piernas y sus manos temblaron un poco más y su voz
también tembló, cuando muy bajito empezó a llorar diciendo “no puedo, no puedo, no
puedo”
Todo esto me lo contaron, yo no lo vi. En ese momento estaba en la parte más baja
recibiendo y felicitando a los muchachos que ya habían bajado, cuando desde arriba me
gritaron “¡Sergio! Paco, no quiere bajar”, así que por un caminito en el cerro subí
apresurado los 30 metros y cuando llegué me encontré a Paco temblando en un rincón,
con su cuerpo enconchado, sollozando y diciendo muy bajito “no pude”
Y ahí fue cuando tuve un momento de inspiración - de esos que todos tenemos - en
los que sencillamente surge certeza total sobre lo que tenemos que hacer y en los que
las acciones simplemente fluyen con toda naturalidad. Casi parecía que no era yo, él
que estaba decidiendo que hacer, si no que las cosas simplemente ocurrían.
Mi cuerpo se enconchó, se fue al piso y se quedó balanceándose un poco junto a
Paco, como si no hubiera gran diferencia entre su experiencia y la mía. Después
surgieron palabras que no sé muy bien si eran mías, pero hablaban de mis miedos, de
mi propia inseguridad, de la sensación de fallar, de no sentir un punto de apoyo, del
temor de dejarme caer hacia atrás.
Pero no eran sólo palabras, mi cuerpo seguía hablando con Francisco, oscilando un
poco menos y de modo muy ligero tomando una postura sutilmente más erecta. Ahora
mis palabras hablaban de cómo había vencido algunos miedos, de cómo ya estaba unos
pasos más abajo, de cómo había logrado soltarme al vacío y sentir que si había apoyo
en la cuerda, de cómo lograba respirar y ahora comenzar a preocuparme por dar
algunos pasos hacia abajo sin que la soga se me fuera de las manos.

Cada vez más mi cuerpo, quien continuaba hablando por sí mismo, se iba
enderezando más, pareciendo más firme y decidido al acompañar palabras que
contaban como poco a poco mi seguridad iba creciendo, como la preocupación iba
dando paso al disfrute, como a veces surgía una sonrisa al mirar cada vez más cerca el
piso, al saber que tengo la capacidad de enfrentar mis miedos, al finalmente sentir la
tierra firme bajo de mis pies y decirme internamente, con fuerza y claridad, “claro que
puedo”.
La verdad es que no sé muy bien que ocurrió en la mente y en corazón de Paco, sólo
recuerdo como si estuviera pasando en este momento, que cuando mis palabras cesaron,
escuché las suyas: “Sergio, quiero intentarlo otra vez”.
Y fue el viento quien me recordó el particular brillo en sus ojos, cuando después de
descender se quitó el arnés, se plantó firme en el suelo y como parecía que había
crecido, como ese veía un poco más alto, como en realidad lo era. Lo curioso es que al
escribir estas palabras, al escucharlas del viento, me doy cuenta que ese día yo también
había crecido.

¿Por qué no dejar que nuestros cuerpos y palabras compartan, resuenen, bailen
la misma música… y desde ahí exploren juntos ritmos nuevos?
6- El guerrero insatisfecho

Escuché decir al viento: insatisfacción sutil, descontento en el fondo; eso sentía el


guerrero.
Ya habían pasado estaciones completas desde que recibió ese nombre -desde que fue
nombrado guerrero - desde que la tierra y el invierno lo nombraron así. Atrás quedaron
los momentos en que de niño escuchó sobre la creación del hombre, cuando le contaron
cómo fue que los dioses danzantes habían juntado tierra, agua, aire, fuego y espacio
para dar forma y vida a los seres humanos. Ahora eran sólo cuentos infantiles, historias
lejanas.
No sabía muy bien si era impaciencia o si era prisa, tristeza, miedo o sólo
insatisfacción, pero en el fondo, por lo bajito, esa sensación estaba siempre. No es que
siempre la notara, no… la caza, la pesca, su arduo entrenamiento lo hacían olvidarla,
no percibirla, pero en cuanto había calma, en cuanto surgía el silencio, no podía evitar
sentirla nuevamente. Tan ligera y al mismo tiempo tan presente.
Y era entonces cuando buscaba más. Siempre más. Cada vez más. Pensando que algo
le faltaba, que la felicidad estaría en la siguiente experiencia, en el siguiente
aprendizaje, que esa persistente sensación de descontento se iría cuando cazara la
siguiente presa. Tal vez en el invierno cuando fueran por el alce gigante, o a la mejor
cuando dominara el arco de sauce, o quizá en la primavera cuando se reunieran los
guerreros y los sabios, y así seguía siempre buscando más, cada vez más.
Insatisfacción sutil, descontento en el fondo.
Sólo que esta vez, mientras caminaba en el sendero del bosque rumbo a la pradera
en que entrenaba, en su mente surgió el recuerdo de su abuela y la historia casi
olvidada, esa, la de la creación del hombre, y al observar la mirada de esa anciana en
su mente, su cuerpo sonrío y fue entonces cuando sin buscarlo, sin proponérselo… se
conectó con el bosque y el sendero, los empezó a ver realmente: cada hoja, cada rama,
cada roca, cada brizna, juntas brillando, como lo hacían siempre y él no había
observado.
Los empezó a escuchar verdaderamente: cada crujir, cada silbar, cada crecer, juntos
sonando armónicamente, como lo hacían siempre y él no había escuchado.
Los empezó a sentir auténticamente: el camino bajo sus pies, el aire tocando su piel.
Y entonces no sólo fue guerrero, sino también bosque y camino.
¡Qué extraordinario milagro el de la roca! ¡El del silbido! ¡El del aire y su piel! Y
entonces fue cuando la insatisfacción dio paso a los dioses danzantes, los que nunca se
habían ido, los que en su bailar dan vida, los que con su risa crean.
Y sí, ahora se supo espacio, que llega a todos lados, que todo lo contiene, que todo
lo abarca. Observó su mente, potencial infinito.
Ahora sintió su tierra, sólida y creciente, su forma de montaña y de campo.
Percibió su cuerpo, se supo fértil.
Ahora experimentó ser agua, fluyendo como río, cayendo como lluvia, sonriendo
como ola. Sintió su sangre, movimiento y vida.
Ahora fue también aire; transparente viento, aliento ligero, vuelo. Inhalando y
exhalando, inspiración y libertad.
Ahora descubrió su fuego, también danzante, justo en su centro, calor, luz; se volvió
llama. Corazón latiendo, amor, compasión, deseo.
Gozo sutil, alegría en el fondo, eso siente el guerrero. En el fondo, en lo bajito,
sensación siempre presente.
Y justo en su centro… descubre la danza… bailan tierra y espacio, reencuentra al
agua y al aire, fiesta de fuego… baile de mente y de cuerpo, reencuentro de sangre y
aliento, fiesta desde el corazón.

¿De qué está hecho tu propio gozo sutil?


7- Llamarada turquesa

“Lo importante es seguir aprendiendo, disfrutar el reto,


Tolerar la ambigüedad.
Al final no hay respuestas absolutas” – Marina Horner

Escuché decir al viento que el joven dragón estaba orgulloso de sus brillantes
escamas color turquesa, de la fuerza creciente de sus garras, de la flexibilidad de sus
alas; que le llenaba de alegría saberse hermoso, fuerte y libre. Se llamaba Nûli.
Se sabía joven y se daba cuenta que aún había tantas cosas por aprender, que su
mente aún no tenía la sabiduría de los antiguos dragones de antaño, que a su corazón
aún le faltaba crecer y florecer. Pero esto no le preocupaba, vamos ni siquiera pensaba
en ello, lo que turbaba sus sueños de felino, ave y reptil era darse cuenta que por más
que lo intentaba el fuego no acudía a su llamado. Y Nûli era un dragón de fuego.
A pesar de su agilidad para moverse por los aires, de las miradas de admiración que
despertaba cuando humanos, montañas y dragonas lo miraban pasar arrogante entre las
nubes, su sensación de insatisfacción crecía. Sabía claramente que a su edad la mayoría
de los dragones ya lanzan llamaradas y él en sus momentos de mayor inspiración lo
único que lograba convocar era un chispazo fugaz y un poco de humo.
Pero ni esfuerzos, insatisfacciones, enojos, ni tristezas hacían que el fuego llegase.
Incluso se podía decir que mientras más lo intentaba mas estrepitosamente fracasaba,
que la cantidad de esfuerzo era proporcional a la pobreza de su llama. Había intentado
de todo, fortalecer su abdomen, concentrar su ira, generar poderosos pensamientos de
amor y hasta comerse una buena dotación de chiles habaneros, pero se resistía a buscar
ayuda. Seguramente ya lo sabes, pero no está de más decirte que el pueblo dragón es un
pueblo orgulloso, seguro de sí mismo, poderoso, y este bellísimo dragón turquesa no
era la excepción; para él era una señal de debilidad solicitar apoyo, apenas si podía
recordar las pocas veces que con voz baja, sin mirar a los ojos había aceptado que no
podía y finalmente había pedido ayuda.
Afortunadamente – para él, para la multiplicación del fuego y para las historias del
viento – esta vez la insatisfacción fue más grande que el orgullo.
Así que reuniendo toda los pedacitos de humildad con que contaba se deslizó a un
trance de dragón. El antiguo ritual en el que los dragones miran hacia adentro, en el que
contactan con su respiración, en el que se sumen en una profunda relajación y recorren
el camino que lleva hasta Wu-Wei: el Gran Dragón. Nûli siguió paso a paso el ritual,
dijo las palabras correctas, respiró como sabía hacerlo y de pronto, sin más, se
encontró frente al gigantesco dragón dorado, con él que iba más allá de las divisiones
entre dragones de aire, de fuego, de tierra y de agua.
No era la primera vez que acudía ante Wu-Wei, pero esta vez iba más dispuesto a
escuchar, a aprender, a pedir y a agradecer la ayuda. Así que dentro de aquel trance el
dragón turquesa y el dragón dorado se comunicaron con nueva profundidad, de un modo
aún más libre y natural, y quien sabe de qué forma pero las palabras ahí dichas fueron
como esos remedios caseros que alivian, aunque nadie sabe cómo.
La solicitud de apoyo fue respondida y Nûli fue mandado a explorar las enseñanzas
de la Tierra, el Cielo y el propio Fuego. Wu-Wei se despidió diciendo “Claro que
tendrás mayor dominio sobre el fuego, pero debes permitir que sea él quien te domine,
y si te parece que te lleva por un camino nunca antes pisado, no emprendas el regreso”
La Tierra guarda, preserva, cambia lentamente, da vida, así que es una gran maestra
de conocimiento. El tiempo que pasó con ella fue el más largo de todos, estudiando,
aprendiendo, escuchando, practicando, desmenuzando con mente y cuerpo de dragón
todo lo que la Tierra ha guardado sobre el fuego. Vaya que sabe la Tierra sobre el
fuego, dicen que su propio corazón es una gigantesca esfera en llamas. Nûli tuvo que
aprender y desaprender, darse cuenta que su conocimiento hasta ese momento había
sido sólo superficial, desarrolló dedicación de enamorado y humildad de aprendiz.

Hasta que finalmente llegó el momento de despedirse, de reunir en su corazón todo


lo que había aprendido y aunque aún no convocaba al fuego, se sintió profundamente
agradecido. La Tierra lo invitó a que ahora buscase al Cielo y alcanzó a despedirse
diciendo “Sólo recuerda que nadie ha conocido ni conoce nada inmediatamente: lo que
creemos conocer de pronto, ha vivido – tal vez dormido - largo tiempo con nosotros. Lo
que importa en realidad es la sabiduría escondida que habita dentro nuestro”.
Extendiendo sus alas el dragón se elevó rumbo al Cielo, el lugar de descanso de
estas impactantes criaturas. El Cielo es espacio abierto, invita a liberar y a soltar, a
disolver los límites, a descansar profundamente, sin duda es un maravilloso maestro
que amplía la visión. Nûli pasó su tiempo con el Cielo soltándose y fluyendo,
disfrutando enormemente las figuras que forman las nubes al moverse, mirando desde
arriba montañas, valles, ríos y bosques, jugando con su cuerpo, dibujando figuras
turquesa con sus escamas, percibiendo aromas lejanos y cercanos, sintiendo la caricia
del aire, del sol y de la nube. Nunca supo si fueron instantes, días, meses o años los que
le tomó este entrenamiento, ya que carece de sentido medir el tiempo que se pasa con el
Cielo; lo que ocurrió ahí fue que del modo más natural, se olvidó de esfuerzos, de
aprendizajes previos, de Wu-Wei y de la Tierra, de su deseo de convocar llamaradas en
su aliento, incluso se olvidó de sí mismo.
Hasta que un buen momento sintió que era el Fuego quien lo llamaba a él, sintió la
calidez en las escamas que siempre genera el llamado del Fuego, así que lleno de
gratitud por su maestro se despidió de él, mientras que del aire o de la nube surgían las
palabras del Cielo: “Viaja libre, suéltate a la vida, date cuenta de que existe una
realidad y de que tú eres esa realidad. Cuando por fin entiendas esto, sabrás con certeza
que tú no eres nada. Y al ser nada, eres absolutamente todas las cosas”
Con inmensa sonrisa de dragón, Nûli se dejó caer en picada – emocionado – rumbo
al santuario del Fuego. El Fuego es danza, es baile hipnótico, es poder transformador,
es energía creativa, brinda luz y calor, o destruye ante la falta de atención, sin lugar a
dudas es un maestro de cuidado. Recién llegado Nûli, el dragón, la serpiente-águila-
felino de brillante color azul verdoso, escuchó la pregunta del Fuego “¿Cuánto placer
eres capaz de soportar?” y sin más Fuego y Dragón comenzaron a danzar, se fundieron
en un baile, unieron cuerpos y mentes al ritmo de la incesante melodía de la llama
universal. La danza del Fuego resulta indescriptible, las palabras no alcanzan a relatar
lo que ahí pasó.
Azul, verde, rojo brillante. Chispas, destellos, llamaradas, flamas sutiles. El baile se
hacía juego en ocasiones, disfrute infantil, luego se tornaba explosión sensual, dejando
que sensaciones desconocidas surgieran, diversión, placer. Hacían el amor,
acariciándose, subiendo como el rayo para después envolverse en cálidas sensaciones
de bienestar. Amarillo, escarlata, turquesa, cian. Energía interior, pasión, chi,
entusiasmo, prana, alegría, gozo que todo lo permea.
De pronto ¡la llama! el fuego convocado sin esfuerzo, nacido del disfrute. Potente
explosión turquesa surgiendo desde el corazón de Nûli, quien dejó de tener garras, de
ostentar escamas, de agitar las alas, ya que cual centella sólo fue calor y resplandor. El
dragón se quedó danzando, disfrutando de su fuego, deleitándose en el amigo recién
encontrado.
Finalmente supo que era momento de regresar a casa. En su despedida el Fuego dijo
“no hace falta que lo ponga en palabras, observo que tu corazón ya lo sabe” e
hipnóticamente danzó la siguiente frase: “Si en algún momento tienes dudas, por favor
recuerda: entre placer y perfección, elige siempre placer” y Nûli sonrió su gratitud.
El regreso del dragón que encontró su llama fue sencillo, percibió el fuego, miró al
cielo, tocó la tierra y se reencontró con el gigantesco dragón dorado. Volvió a percibir
su cuerpo, a escuchar los sonidos del mundo, movió ligeramente sus escamas - que
ahora brillaban de una forma nueva - y feliz salió de su trance de dragón.
El viento me contó que lo más hermoso de esta historia no fue sólo que Nûli pudo
empezar a convocar turquesas llamaradas, si no que nunca olvidó el camino. Que grabó
para siempre el sendero que lleva del deseo a la humildad, de la humildad al gran
dragón, de Wu-Wei a la Tierra, de ahí al Cielo y de ahí sonriendo en picada hasta el
Fuego.
Que sigue danzando con frecuencia y que tal vez un día me lleve a verlo.

¿Qué estás eligiendo?


8- Un pequeño granito de arena

Escuché decir al viento que este granito de arena se sentía pequeño. No es que fuera
más chico que los granitos de arena a su alrededor, tampoco era más grande, se podría
decir que era casi como los otros, ni más hermoso ni más feo. Sin embargo, cuando
observaba la montaña detrás suyo o el enorme océano al frente, pensaba sobre su
pequeñez y su insignificancia. ¿Por qué no había nacido montaña? ¿Por qué no era tan
grande como el mar? Si por lo menos fuera roca, pero no, tan solamente era un pequeño
grano de arena.
Y además estaba triste. Así que pasaba sus días pensando qué podría hacer para
crecer, cómo podría tener la magnificencia de la cordillera o – en el peor de los casos
– la solidez de aquel cerrito. A estos pensamientos dedicaba sus días, a estos tristes
sueños dedicaba sus noches. Triste y pequeño.
Sin embargo, como pasa en las historias, esa tarde ocurrió algo distinto. Nada
cambió allá afuera, el mar, el cerro y la montaña seguían ahí, el sol y las nubes con sus
aparentes rutinas, incluso el granito de arena se miraba igual.
Nuestro granito de arena observaba las olas que llegaban a la playa y se dio cuenta
que mientras algunas olas rompían alegremente y entre risas, otras lo hacían de forma
triste y a regañadientes. Notó como algunas sufrían al saber lo efímera que era su vida,
que irremediablemente al chocar contra la arena dejarían de ser olas para siempre. Y
algo en su corazón de arena se ablandó, deseó profundamente que fueran capaces de
observar lo que las olas sonrientes miraban - las que rompían con alegría casi
cantando - que notaran que no tenían por qué sufrir, que vieran que su naturaleza es la
del mar y la brisa y que sólo estaban cambiando de forma. De alguna manera le pareció
muy triste que no se dieran cuenta de esto.
Y fue curioso cómo el hecho de observar la tristeza de las olas hizo crecer a este
granito, de pronto notó que era más grande – sin cambiar su tamaño – y deseó que no
sólo las olas dejaran de sufrir, sino que también lo hiciera aquella piedrita que quería
estar seca y que el mar siempre mojaba, y que aquel cangrejo que siempre se quejaba
por caminar de lado fuera más feliz y que también lo fueran el árbol, el cerro y la nube,
y los granitos de arena alrededor suyo e incluso los de playas que él no conocía, y poco
a poco su tamaño dejó de tener importancia.
Porque no sólo comenzó a desear que el sufrimiento terminara, el de las olas, el de
la piedra, el del cangrejo, el suyo propio. Parecía que al crecer – sin cambiar de
tamaño – las aspiraciones del granito de arena también crecían, de manera natural,
espontánea, descabellada y hermosa. Empezó a imaginar no sólo sufrimientos
concluidos, sino felicidad verdadera. Olas sonrientes disolviéndose y volviéndose a
formar. Rocas gozando del sol y del agua. Árboles descubriendo su propio brillo.
Nubes danzando en libertad. Cada ser, cada rincón, cada sitio inmerso en el bienestar.
Nadie lo notó pero el granito de arena otra vez se hacía más grande.
Ya que mientras su amor y su compasión crecían, se iba dando cuenta que no estaba
separado, que no había gran diferencia entre él y la roca, el cerro y la montaña, el cielo
y el cangrejo. Que los anhelos de sus corazones eran los mismos, que sus grandezas y
sus pequeñeces eran iguales, que venían del mismo sitio, que todos estamos hechos de
la misma música, hermosa y profunda. ¡Qué grande se estaba volviendo ese pequeño
granito de arena!
Aquellos que pudieron observarlo cuentan que entonces una gigantesca, enorme
alegría, surgió de este granito de arena, una alegría más allá de toda medida. Parecía
que se había vuelto sol, irradiando luz de gozo, tocando con su brillo playas y mares,
montañas y cordilleras, llegando más y más lejos, hasta que fue tan grande que dejó de
tener tamaño.
Y todavía hay relatos que cuentan cómo un pequeño granito de arena creció tanto –
sin cambiar su tamaño – que ahora contenía al universo entero, con todos sus
universos; y que esa es la razón por la que hoy todavía hay quienes pueden
maravillarse al observar universos enteros en un granito de arena.

¿Qué se necesita para que una intención de bienestar abarque a todos y a todo?
9- Junto al río

Escuché decir al viento que un día el joven artesano fue a visitar al anciano maestro,
al poseedor de toda la sabiduría de su antiguo arte. Caminó hasta su casa, que se
encontraba justo a la orilla del río y le dijo: “Venerado maestro, llevo años tratando de
perfeccionar mi habilidad en el oficio de nuestros ancestros, y no he llegado a
dominarlo. ¿Podría escribir para mi cual es el máximo secreto de su maestría?”
El maestro sonrío, tomó pincel y tinta y haciendo trazos suaves sobre un pedazo de
papel escribió la palabra “Atención”
“¿Atención? ¿Y qué más? ¿Eso es todo? – Le preguntó el aprendiz - ¿No hay nada
más que me pueda enseñar?”
El anciano maestro tomó un nuevo trozo de papel, y con suavidad escribió las
siguientes dos palabras “Atención. Atención”.
El joven artesano no sabía muy bien si el anciano se estaba burlando de él, así que
reprochó “Pero, eso no me parece ningún secreto, por favor confíeme la clave última
para preservar nuestra tradición”
Entonces en un nuevo papel el viejo poseedor de toda la sabiduría de ese arte
milenario escribió “Atención. Atención. Atención”.
“Bueno, bueno, entonces dígame que significa atención” casi exigió el muchacho.
Así que haciendo aún más amplia su sonrisa, ahí en su casa, justo a la orilla del río
el anciano le dijo “Es muy fácil, atención significa atención”

¿Cuál es el secreto de tu propio arte?


10- Territorio

Escuché decir al viento:

Inmenso azul de cielo invernal,


maravilloso rosa de atardecer,
verde bosque, verde jungla,
amarillo rasgando el aire,
rojo sangre, negra noche,
blanco menguar de luna.

Tum, tum, corazón latiendo


tum, tum, de tambor sonando.
Grito de gozo, canto de pena, silbar del viento… Silencio.
Risa de niño, crujir de hojas, suave palabra… Silencio.

Áspera piedra, sábana suave, cálido beso,


húmeda tarde y helado el viento.
Olor de tierra mojada, sabor de jugosa fresa,
aroma a café y a mango.
Sabor de casa.

¿Estás mirando? ¿Lo escuchas? ¿Cómo se siente? ¿A qué huele?


¿O estás dejando que se vaya sin vivirlo?
11- Recuerda

Hoy el viento me pidió “Acuérdate de esta mañana”


Y ahí estaba, preparándote el café.
“Acuérdate de lo que hacías ayer a estas horas”
Volví a sentir el calor de esa tarde de abril.
“Acuérdate de tu graduación”
Y otra vez baile contigo.
Suavemente me invitó: “Acuérdate de tu primer amor”
Mi madre me abrazó nuevamente.
“Acuérdate de tu primer día de escuela”
Entre nervioso y emocionado fui niño otra vez.
“Acuérdate de la última vez que fuiste a una tienda de dulces”
Salivé con antojo, miré a todas partes y no podía decidirme.
Con voz que no olvido, susurró “Acuérdate de tu primer recuerdo”
Y me vi envuelto por la más agradable sensación de calidez.
“Acuérdate de hace 10 años”
El tiempo transcurrió hacia atrás.
“Acuérdate de la escuela primaria”
La sensual morena del libro de texto me observó con curiosidad.
“Acuérdate del cura Hidalgo tocando la campana de Dolores”
Enardecido me lancé a la guerra.
“Acuérdate de Cristóbal Colón y sus tres carabelas”
Entre el olor a sal y a humedad, me llegaron exóticos aromas de tierras
desconocidas.
El viento siguió ordenando “Acuérdate de Cervantes escribiendo el Quijote”
Alonso Quijano, Aldonza Lorenzo, el buen Sancho y la ínsula Barataria.
“Acuérdate de Miguel Ángel”
Y me convertí en David.
“Acuérdate de Arturo y de los Caballeros de la mesa redonda”
Todo fue sangre, honor, lealtad y violencia.
“Acuérdate de Cleopatra en su perfumada nave dorada bajando por el Nilo”
Me sentí esclavo y tuve que bajar la mirada ante tus bellísimos ojos de fuego.
“Acuérdate de Jesús el nazareno”
Sané y me levanté.
“Acuérdate de la construcción de la gran muralla china”
Piedra caliza, arcilla, granito y arena.

Una vez más habló “Acuérdate de los primeros humanos cazando bisontes”
Tenía hambre, estaba corriendo, mi cuerpo tenso, mi mente alerta. Supervivencia.
“Acuérdate de los grandes dinosaurios revolcando sus gigantescos cuerpos en los
pantanos”
Ahí estuve. No sé si fui lodo, si era tierra, si me convertí en enorme reptil.
“Acuérdate del surgir de la vida en el planeta tierra”
Comencé a disolverme. Calor. Fuego. Agua. Movimiento.
“Acuérdate de hace millones de millones de años”
Casi no quedó nada de mí. Galaxias formándose.
“Acuérdate de la creación del universo, recuerda la gran explosión” siguió diciendo.

Y por unos instantes lo fui todo.

“Acuérdate de tu rostro antes de que surgiera este universo”


Silencio. Belleza. Bondad. Verdad.
Su voz se convirtió en estruendo al ordenarme “Acuérdate de ti mismo en este
preciso momento”
Algo había cambiado. Otra vez desee besarte y prepararte el café.

¿Cuál es el más expansivo de tus recuerdos?


12- Dos hermanos

Escuché decir al viento que el viejo campesino esa tarde se dio cuenta que el
momento de su muerte se acercaba, que sus largos años estaban tocando a su fin y en
lugar de entristecerse, una sonrisa se dibujó en su rostro. Había vivido una vida larga y
feliz, había dado y recibido amor, observado el crecer de la siembra estación tras
estación, había educado a sus dos hijos lo mejor que pudo e incluso había sembrado
docenas de árboles. Lo único que le preocupaba era qué hacer con sus tierras de
cultivo, ya que aunque no eran muchas no quería que fueran motivo de disputa entre sus
hijos, así que tras pensarlo un poco tomó una decisión y los mandó llamar.
Sentados a la sombra de un mezquite, el hombre anciano los miró y con tranquilidad
les dijo – “el momento de mi muerte se acerca y me voy en paz” – comenzando una
larga charla en la que hubo llanto, recuerdos, risas, gratitud y palabras impregnadas de
amor; y cuando el sol se estaba poniendo les informó que quería dejarle al mayor de sus
hijos la mitad de sus tierras de cultivo, justo desde aquel huizache hacia el norte, y que
al más chico quería dejarle la otra mitad, del huizache hacia el sur.
El tiempo pasó y a los pocos días el anciano falleció; fue despedido por el pueblo
entero y conforme transcurrían los días lentamente la tristeza fue dejando paso a la
serenidad y el duelo al trabajo cotidiano.
Así que la siguiente temporada de siembra, el hermano menor se dedicó a sembrar la
parte sur, y el hermano mayor la parte norte; cada uno se ocupó de cuidar y atender su
parte. Sin embargo, cuando el tiempo de cosecha se acercaba, el mayor de los hermanos
pensaba que la distribución de tierras que había hecho su padre no había sido justa, que
tal vez él había tenido buenas intenciones pero no había ninguna razón por la que los
dos hermanos debían de tener la misma cantidad de tierra. Mientras tanto el hermano
menor para sus adentros cavilaba pensando que su padre se había equivocado, que
aunque la distribución fue equitativa no era justa y que no había ninguna razón por la
que su hermano debiera tener la misma cantidad de tierra que él.
Y es que el hermano más grande se daba cuenta que su hermano más pequeño, al ser
soltero y sin hijos, no tenía las alegrías y las satisfacciones que él sí tenía. No tenía una
mujer con la cual compartir sus triunfos, sus fracasos y su tiempo, no tenía niños con los
cuales jugar y sonreír al mirarlos crecer, nadie lo cuidaba ni se ocupaba de él. No era
justo que tuviera la misma cantidad de tierra que él, sin las alegrías que él sí disfrutaba.
De modo que para reparar la injusticia, por las noches, muy sigilosamente, cargaba un
costal de su cosecha y la llevaba en silencio a la bodega de su hermano, sintiendo que
con esto compensaba su falta de alegrías. Así que noche tras noche repetía este ritual
llevando siempre un costal lleno de granos.
Al mismo tiempo, el hermano más chico se daba cuenta de todos los compromisos y
las preocupaciones de su hermano mayor, educar a sus hijos, cuidar su salud y
ciertamente no gozaba de las libertades que él tenía. Su hermano más grande no podía ir
y venir libremente, tenía que negociar sus decisiones, tenía la tensión constante de velar
por una familia. Por lo que no era justo que tuviera la misma cantidad de tierra que él,
sin las libertades que él sí disfrutaba. Así que para reparar la injusticia, por las noches,
muy sigilosamente, cargaba un costal con los granos de su cosecha y lo llevaba en
silencio desde su propia bodega a la bodega de su hermano, sintiendo que con esto
compensaba el error de su padre. De este modo, noche tras noche, repetía este ritual
llevando siempre un costal lleno de granos. Lo curioso de todo esto es que ninguno
notaba que su cosecha permanecía siempre igual, por más que cada noche sacaban un
costal, a la mañana siguiente la cantidad era la misma.
Hasta que una buena noche, el hermano mayor iba caminando en silencio hacia la
bodega del sur, llevando un costal en brazos y el hermano pequeño caminaba hacia la
bodega del norte, tratando de no hacer ruido para dejar su costal, cuando finalmente – a
la mitad del camino – se encontraron… se quedaron mirando extendiendo el tiempo
mientras una sonrisa surgía de cada rostro, iluminando la noche, dejaron los costales en
el suelo y se dieron un largo abrazo, y de algún modo por fin comprendieron.
Y según me dice el viento, todavía en nuestros días – cuando llega el tiempo de la
cosecha – siguen haciendo lo mismo, caminando en silencio a la bodega de su hermano,
dejando un costal sigilosamente y regresando con una amplia sonrisa.

¿Y si por fin entendiéramos?


13- Peregrinación

Escuché decir al viento que aquel hombre por fin tenía todo listo para emprender la
peregrinación. Hace años que su maestro le había ordenado que visitara el más santo de
los lugares.
Literalmente la preparación le llevó años. Se arrepintió de cada acto negativo, pidió
perdón y con decisión practicó todos los rituales de limpieza interior para saberse puro
al llegar al lugar sagrado. Meditó, hizo oración, fue generoso y cultivó la compasión
para ser capaz de recibir todas las bendiciones que el sitio santo podía otorgar. Juntó un
poco de dinero e hizo un ligero equipaje para emprender el viaje.
Así que la mañana antes de partir, fue a despedirse de su maestro y a pedir una vez
más su bendición. “Hay algo que debes tener claro antes de irte” le dijo su mentor con
voz tranquila “debes de tener total claridad sobre los motivos de tu viaje”
Sin dudarlo el hombre respondió “Maestro, usted sabe muy bien que lo único que
quiero es encontrarme con Dios”
Con un brillo divertido en los ojos, el maestro repuso “Si es así, pon a mis pies las
ofrendas que planeabas entregar en el altar del lugar santo”
Ahora si dudando un poco y sin entender muy bien las pretensiones del maestro, el
hombre puso a sus pies las tres joyas que según la tradición había que poner ante el
altar.
“Muy bien” continuó el hombre santo “Tú sabes que al llegar al sitio consagrado se
acostumbra dar siete vueltas alrededor del templo principal. Atento y despacio da siete
vueltas alrededor mío” ordenó.
El peregrino comenzó a pensar que su maestro estaba siendo demasiado pretencioso,
lo que pedía sólo se realiza ante el más santo de los sitios. Sin embargo no podía
rechazar su orden sin tirar por la borda todo el mérito que había reunido para su viaje
sagrado, así que en silencio - completamente atento a su mente y a su cuerpo -
circunvaló muy despacio siete veces a su maestro.
“Perfecto. Ahora sí, ya puedes irte a tu casa” y con una gran sonrisa continuó “Haz
hecho lo que buscabas, vete satisfecho y contento. Sólo quiero decirte algo más, desde
que terminó de construirse el sitio santo al que pensabas viajar, Dios jamás vivió ahí.
No dudo que fuese a pasar unas vacaciones, o pasara a mirar las hermosas
construcciones de los hombres, pero nunca estableció ahí su residencia. Del mismo
modo, desde que el corazón de los seres humanos dio su primer latido, Dios nunca
abandonó lo que para él es su mejor santuario, ni un solo instante se ha ausentado del
centro de tu pecho. Ese es el lugar sagrado” y despeinándolo un poco, como si fuera un
adolescente, terminó de decirle “Ve a tu casa y recorre con frecuencia el camino que
lleva hasta el más santo de los sitios”
Y mientras el discípulo caminaba hacia a su casa, reflexionando sobre la profunda
verdad que acaba de encontrar, el hombre santo se puso a cantar el canto de Saraha:
Aquí en este cuerpo, están todos los ríos sagrados;
Aquí está el sol y la luna
Así como todos los centros de peregrinación.
No he hallado otro templo
Tan sagrado como mi propio cuerpo.

¿A qué distancia está de ti Jerusalén? ¿Qué tan lejos te queda la Meca? ¿Cuánto
te falta por recorrer para llegar a Bodhgaya?
14- Luna

Escuché decir al viento que no es fácil ser la luna, crecer y menguar, ser pequeña e
irse llenando, y pasar por estas fases una y otra vez no es tan sencillo.
Para esta luna era tan grande la responsabilidad, tan pesado influir en las mareas de
cada mar, de cada océano, tener que iluminar noches a veces de manera sutil y otras
más brillantemente, saber que hay que inspirar amores y leyendas, enseñarle a los
hombres el ciclo de los meses… girar siempre girar alrededor de ese planeta de agua y
oxígeno… a veces cansa, a veces parece no tener sentido, estar obligada a hacer esto
una y otra vez no era fácil para ella.
Además, son tantas cosas, tanta confianza depositada en ella, tanto lo que depende
de su trabajo y aunque a veces lograba olvidarse de estas sensaciones de incomodidad,
cada vez le costaba más trabajo. Sólo se sentía una roca, una roca girando sin sentido,
sin poder cambiar, sujeta, pequeña en el espacio y con tantas preguntas sin responder.
Pero tal vez la pregunta más importante se le escapaba con frecuencia: ¿Quién soy
realmente? ¿Cuál es mi esencia? ¿Quién soy en realidad? Y es que no es posible
encontrar respuestas en donde esta luna las buscaba, mirando sólo hacia afuera,
escuchando sólo hacia afuera, sintiendo sólo externamente, cada vez más incómoda y
triste.
Sin embargo, la incomodidad cansa, así que esa noche algo diferente sucedió, tal vez
fue que ya había reunido el valor o quizás sintió un nuevo impulso, o simplemente era el
momento, pero – primero tímidamente – esa luna miró en su interior y luego siguió
mirando y escuchando y sintiendo, pero ahora hacia adentro y lo que descubrió fue muy
hermoso, una sorpresa deliciosa: ¡su brillante corazón de luna! Que siempre había
estado ahí, en cada giro, en cada fase y no pudo evitar sentirse maravillada, mientras
contemplaba e iba conociendo su propio corazón, dándose cuenta que tenía tanto que
conocer de él, que ese brillante corazón tenía tanto que decirle. No podía creer que
siempre había estado acompañada de ese brillo, que había luz verdadera en ella, que
durante tanto tiempo pensó que su resplandor solamente era un reflejo.
De este modo, aquella luna poco a poco fue descubriéndose a sí misma, volviéndose
amiga de su centro, escuchando su latir y sus historias, poco a poco fue aumentando su
alegría al saberse depositaria de un legado. Al saberse única y a la vez heredera de un
linaje de magia y de brillo, descendiente de las más hermosas lunas desde el inicio del
encanto.
En ese momento se supo LA luna, LA magia, LA luz, LA inspiración, LA libertad, LA
madre, LA noche, LA mujer. Fue tan hermoso saberse al mismo tiempo única y
heredera, de reinas y princesas, de guerreras y hechiceras, de ancianas sabias y de
sonrientes niñas. Saberse luna y conocer su corazón.

Y así, esa noche escuché decir al viento que es tan hermoso ser la luna, crecer y
menguar, ser pequeña sonrisa e irse llenando y brillar sin esfuerzo en estas fases.

¿Ya visitaste hoy a tu brillante corazón de luna?


15- Yolotepec

Escuché decir al viento que aquella hermosa mujer se dio cuenta que sus días se
estaban terminando. Había vivido una vida larga y feliz, con sus altas y sus bajas, sus
alegrías y tristezas, sus triunfos y derrotas, sus amores y desamores; como toda vida
larga y feliz.
Se llamaba Rosario, era una mujer hermosa y práctica, además el rondar de la
muerte no la asustó, sino que más bien sonreía al pensar en el camino y los afectos.
Rosario no sólo era hermosa y práctica, también había sido una mujer viajera, había
paseado por los 5 continentes, recorrido los 7 mares y volado por los 9 cielos.
Siempre fue buena viajando y se sentía orgullosa de haber visto sonreír en infinidad de
idiomas.
No es que fuera particularmente devota, era más bien de esas personas
profundamente espirituales aunque poco religiosas, sin embargo pensó que sería buena
idea visitar a uno de sus amigos, sacerdote, para que él le ayudase a preparar su último
viaje. Le llevó galletas y tuvieron una sabrosa charla.
Cuando Rosario finalmente le contó a Fernando, su amigo y sacerdote, que sentía
que la vida se le estaba terminando, Fernando dijo: “no te preocupes Rosario, es el
destino de todos, has sido una mujer buena, tus hijos y tus nietos son responsables y
trabajadores, cuando llegue el momento Dios te llevará con él” buscando consolarla;
pero Rosario respondió: “No, no mi Fer, yo no busco que me consueles, lo que quiero
es que me ayudes a planear mi funeral”
Al principio Fernando no lo entendió muy bien y trataba de brindar consuelo, pero
Rosario continuaba: “Quiero que mi funeral sea una fiesta, la fiesta de partida hacia el
más emocionante viaje y si se lo encargo a mis hijos y nietos, sé que no tendrán cabeza
para esto, así que necesito que me ayudes. El testamento ya está hecho, lo que falta es la
pachanga”
Y fue entonces que le dijo cuáles flores le gustaban, quería blancas y de colores -
nada de coronas - y que le pusieran su vestido favorito, ese que le habían regalado hace
tanto y las arracadas de su abuela. También la música, un ratito de algo sacro y después
¡marimba! Y atole y tamalitos para compartir. Fueron revisando cada detalle, no sólo
ese día, si no en varias reuniones, siempre con café y galletas.
Pero a Fernando lo que le intrigaba era la foto del cerrito, la foto de Yolotepec. Es
que Rosario quería tener un féretro abierto, para que la miraran y se despidieran de su
cuerpo, pero le había dicho, con mucha insistencia, que en su mano izquierda quería que
le pusieran una fotografía recién tomada de Yolotepec, el cerrito de fondo que se
miraba al llegar al pueblo donde Rosario había vivido. De modo que entre reunión y
reunión Fernando quería conocer la razón para incluir la foto, así que como quien no
quiere la cosa preguntaba “¿y te parece muy bonito ese cerrito?” “nombre, si no tiene
gran chiste” decía Rosario; y en la siguiente ocasión “seguro tienes buenos recuerdos
del cerro de Yolotepec” “pues la verdad es que nunca lo subí” respondía ella; en una
tercera vez “¿entonces siempre quisiste subirlo y nunca fuiste?” “fíjate que no, la vista
desde el cerro de enfrente siempre ha sido más bonita” decía Rosario sin ponerle
demasiada atención.
Hasta que un buen día, Fernando finalmente le pidió directamente: “Rosario, te he
estado ayudando con todos los preparativos, y seguro que ya te diste cuenta que tengo
mucha curiosidad de saber qué pasa con la foto, cuéntame por qué quieres tener en tu
mano la fotografía de Yolotepec” – “ahhh, Yolotepec” - contestó Rosario sonriendo y
haciendo una pausa - “es sólo un cerrito”
“Fíjate Fer, que como sabes, siempre he sido pata de perro, me ha gustado viajar y
he viajado bien. No sabes la de sitios y personas que he conocido, lo mucho que he
disfrutado cada viaje, cada comida distinta que encontré, los amigos que hice, las
incontables anécdotas que puedo platicar. Siempre me emocionó pensar en el siguiente
viaje, estudiaba un poco antes de salir para saber qué lugares valdría más la pena
visitar, conocía un poco de la historia del sitio que me esperaba, guardaba mis ahorritos
y preparaba mi maleta feliz de la emoción.
Ya en el viaje aprovechaba cada momentito, tomaba fotos, platicaba con la gente, me
salía de la ruta, a veces iba de prisa, otras muy despacito. Nunca hubo dos viajes
siquiera parecidos.
Pero quiero contarte Fernando que todos mis viajes si tuvieron algo en común. El
regreso a casa. Sin importar lo lejos o cerca que hubiera ido o el tiempo que me
hubiera ausentado de casa, siempre había una deliciosa sensación al regresar, no sólo la
satisfacción de haber conocido un sitio nuevo, el recuerdo de lugares y personas recién
conocidas, si no la sensación tan básica y tan natural de saber que estaba regresando a
casa. Incluso he llegado a pensar que por eso viaje tanto, para saber muchas veces que
estaba regresando. Un buen día me hice consciente del momento en él que estaba
llegando a casa, curiosamente no era al entrar a mi domicilio o al pasar por la tiendita
de la esquina o al ver el letrero de bienvenida al pueblo; yo sentía que estaba en casa
desde algunos kilómetros antes, cuando podía ver allá en el fondo el cerrito de
Yolotepec.
Así que cuando recorrí el Oriente y finalmente regresé asombrada por las bellezas
que había conocido, vi a la distancia el cerrito de Yolotepec y no pude evitar pensar
que lo mejor de mi viaje estaba por venir ¡Que estaba llegando a casa!
Y cuando viaje cerquita y me enamoré de los bosques y montañas de nuestro país, al
regresar vi a la distancia ese cerrito y fue imposible no pensar que lo mejor de mi viaje
estaba por venir ¡Que estaba llegando a casa!
Seguro tú también lo has experimentado y sabes lo bien que se siente. Así me pasó
todas las veces, sin una sola excepción.
Entonces Fer, cuando aquellos que me quieren y he querido, me miren ahí
recostadita, bien arreglada, con mi vestido y mis arracadas, con la marimba sonando,
vean la foto del cerrito del corazón – que por cierto eso quiere decir Yolotepec -
quiero que sepan que yo no tengo una sola duda, que tengo la certeza – completa,
profunda y verdadera – de que lo mejor de mi viaje está siempre por venir, ¡que
nuevamente estoy llegando a casa!”

¿Cómo sería para ti voltear y ver el cerrito del fondo?


¿Qué tanto te permites llegar – completa, profunda y verdaderamente – a casa?
16- Magia

Escuché decir al viento que una vez más los estudiosos se reunieron. Ahí estaban los
hombres y mujeres del conocimiento, los de cerca y los de lejos, los altos hombres del
norte, las bellas mujeres de occidente, los de mirada profunda de australes tierras, los
de misteriosos sitios del oriente e incluso habían llegado los niños-sabios del centro,
frecuentemente olvidados.
Todos reunidos bajo las columnas del templo, aún maravillados por el altar de las
piedras cantantes, sorprendidos por las brillantes gemas del domo - esas que con sólo
mirarlas cambian el color de tus ojos - embriagados por las caricias del incienso. Así
que tras palabras inaugurales, elegantes presídiums y grandes ceremonias, la discusión
entre la gente del conocimiento dio inicio.
La pregunta, la de siempre, ¿Dónde habita la magia? ¿De dónde surge la energía que
cambia flores en frutos, que transforma nubes en lluvia, que hace crecer montañas?
¿Dónde reside el encanto que cambia llanto en sonrisa, limitaciones en recursos, enojo
en compasión y error en aprendizaje?
Y es que por más años dedicados al estudio, la respuesta se escapaba a estas
personas, las largas lunas de lectura silenciosa parecían no alcanzar para entender la
esencia de esas energías ocultas… y la discusión se alargó por días, se extendió en
semanas, el concepto, la retórica, el discurso consumieron tiempo y energía. Algunos
planteaban que la magia habita en el danzar del fuego, en el hipnótico baile de las
llamas, otros rebatían con fuerza que la respuesta estaba en la libertad del viento, en su
canto y su silencio, unos más juraban que el encanto está en los contrastes del agua, en
su terrible furia y en su serena calma… y nadie se ponía de acuerdo, que si estaba en la
firmeza de la roca, o más bien en el espacio que todo lo abarca.
Conforme el tiempo se alargaba, las posiciones cada vez más firmes, las palabras
cada vez más huecas, los rostros más y más adustos, escuchando sólo el propio diálogo,
cerrando mente, corazón y oídos. ¡Qué triste imagen la de esos hombres y mujeres de
cada rincón del mundo! Y es que mientras discutían, las piedras cantantes callaron, las
gemas su brillo perdieron, los aromas se ocultaron. Y nadie se dio cuenta.
Según el viento aún están en el templo discutiendo. Inmersos en su propio trance,
simulando buscar respuestas. Pero el viento estaba alegre susurrando suavemente, que a
la magia ¡no le importa! Que ni siquiera se entera, que sigue estando en la llama y en la
ola, en el soplo y en la roca, en el espacio y la sonrisa, en la combinación de estos y
aún en la ausencia de ellos. Que la magia está en la magia, cambiando flores en frutos,
tornando nubes en lluvia, haciendo crecer montañas. Que la magia está en la magia,
cambiando llanto en sonrisas, limitación en recursos, enojos en compasión, error en
aprendizaje.

Que la magia está en la magia.

Entonces me supe mago. Entonces me supe magia.

¿Dónde sientes tú el cosquilleo de la magia?


17- Ís y Tromma

Escuché decir al viento que en el país de los hielos descubrió historias interesantes.
En aquel tiempo, muy muy al norte vivía una hermosa y joven mujer que se negaba a
casarse, sus cabellos eran negros y su nombre era Ís. Los guerreros y pescadores del
pueblo le parecían poca cosa, los viajeros que de vez en vez atravesaban las heladas
tierras ni siquiera merecían sus miradas. La gente del pueblo pensaba que era rara, que
era demasiado diferente, sin duda veían soberbia en su andar y escuchaban necedad en
sus palabras. Mientras Ís se iba quedando sola.
Pero un buen día un alto y fuerte extranjero llegó al pueblo, sus rasgos eran toscos y
salvajes, nadie supo su nombre y nunca dijo palabra. Cuando Ís lo miró sintió lo que
nunca había sentido por los hombres de la aldea y sin más dijo “Me casaré con este
hombre”, pero el hombre sin nombre nunca volteó a verla y dando fuertes zancadas dejó
el pueblo.
Así que la joven mujer comenzó a seguirlo. Mientras el corría más y más rápido
sobre la nieve con fuerza animal, ella con decisión femenina corría detrás. Cuando él
arqueó su cuerpo y corrió en cuatro patas, Ís se esforzó por no quedarse atrás.
Conforme el abrigo del hombre se convertía en un grueso pelaje blanco nevado, ella
seguía corriendo valientemente. Cuando su cuerpo fue él de un imponente oso
galopando, Ís lo seguía aún más resuelta. El oso se deslizó sobre el hielo, ella casi lo
alcanza. Él se aventó hacia el agua, ella hizo lo mismo.
Pero en el agua congelante ella no era tan ágil, el hombre-oso sin nombre saltó de
regreso al hielo y continuó corriendo, pero ella no podía salir del agua. “¡Espérame!”
gritó conforme escuchaba sus pisadas alejándose en la distancia, mientras miraba la
bestia blanca volviéndose pequeña sobre la nieve, al tiempo que el frio se convertía en
dolor y el agua la jalaba hacia profundidades aún más heladas.
Miles de pequeños peces se acercaron, miles de pequeñas bocas como tijeras
cortaron su ropa. Ís se hundía. Miles de bocas de pequeños peces arrancaron su piel,
miles de pequeñísimos cuchillos marinos limpiaron sus huesos. El esqueleto se hundió
hasta el fondo de ese helado mar y de ahí comenzó a elevarse hacia la superficie con
ligereza y de ahí nadó hasta la costa, tomando fuerza salió del agua y volvió a correr.
Pero sus huesos traqueteaban, ella intentaba correr y su cuerpo de huesos crujía,
tamborileaba, temblaba sin cesar. Por más que lo intentaba no lograba tener control
sobre su osamenta que continuaba cascabeleando entre esforzados estertores.
“No debí seguir a ese hombre” pensó y agotada por el esfuerzo se tumbó en la nieve.
Vencida por el frio, la tristeza y el cansancio se quedó dormida profundamente y a su
mente vinieron sueños de hogar, sueños cálidos, abrigados, sueños de descanso junto al
fuego.
Al despertar se encontró arropada por cálidas pieles en su propia casa, justo frente a
un agradable fuego. “Debió ser un sueño” dijo Ís, pero al mirar su cuerpo se dio cuenta
que la piel seguía ausente, que era una mujer de huesos.
Haciendo un gran esfuerzo se puso de pie, salió de su casa y se sentó afuera. Estaba
sola. No había casas a su alrededor, no había pueblo, solo nieve y viento. Estaba muy
sola. Sentada fuera de su casa, Ís la mujer de hueso lloró su soledad por muchos días.
Un buen día, tiempo después, dos hombres jóvenes llegaron hasta su casa. Ella les
dio la bienvenida y los invitó a pasar, a refugiarse del frio, a tomar un té caliente, sin
embargo al darse cuenta que era un esqueleto quien les daba la bienvenida, la
confundieron con la muerte y despavoridos escaparon de ella. Aún asustados llegaron a
casa y le contaron a su anciano padre sobre el amable esqueleto que los invitó a pasar.
El viejo se puso su abrigo, tomó su tambor y sin decir nada más abandonó el hogar.
Ís estaba aún más triste, sola y apenada cuando Tromma, el anciano del tambor, tocó
a su puerta. “¿No vas a invitarme a pasar?” preguntó con voz profunda, ella abrió la
puerta.
Una vez adentro, como si fuese su propia casa, Tromma apagó las velas y se sentó en
el piso, “yo cantaré y tocaré el tambor para ti, tu danzarás para mi” dijo él, “no puedo
bailar, solo soy huesos” respondió ella. A él no le importó la respuesta de Ís, comenzó
a tocar - tum, tum - primero suavemente - tum, tum - poco a poco con mayor fuerza, con
un ritmo profundo y ancestral – tum, tum – luego dejó que su voz acompañara al tambor,
cantó con una voz cálida con aroma de hierbas. La mujer esqueleto torpemente se puso
de pie, no podía evitar danzar, comenzó a mover sus huesos al ritmo del tambor, la
osamenta castañeteaba rítmicamente, poco a poco se dejó llevar por la percusión y el
canto, y de este modo bailó hasta que la piel brotó nuevamente, bailó hasta que sus ojos
brillaron otra vez, bailó hasta que su cabello creció negro y hermoso, bailó hasta que su
hermoso cuerpo desnudo iluminó la habitación.
“Ahora tú tocarás el tambor, tú serás quien cante para mí y yo bailaré para ti” dijo
Tromma. Ís tocó el tambor – tum, tum, tum – con ritmo de luna y de bosque, cantó con
una suave voz como caricia que sana, mientras Tromma bailó y bailó hasta ser joven,
hasta que sus cabellos fueron negros nuevamente, hasta que se sintió fuerte y alegre.
Finalmente Tromma se despojó de sus ropas y desnuda la joven pareja siguió bailando
y cantando, sonriendo y brincando. Así salieron a la nieve, en la inmensa soledad
dejaron el tambor sobre el piso y entre risas y cantos tomados de la mano saltaron
dentro del tambor y desaparecieron en él.
Ante mi mirada de sorpresa, el viento concluyó diciendo “dicen que aún ahora, aún
aquí, si pones atención cuando la soledad es más profunda y el viento más helado
podrás escuchar a Ís y a Tromma cantando y tocando su tambor”

¿Será tiempo de empezar a correr? ¿Llegó la hora de tocar y bailar? ¿O más


bien es el momento de saltar en el tambor?
18- Raíces

Escuché decir al viento:

¡Qué hermosas flores las de la ceiba!


¡Deliciosos frutos del manzano!
¡Explosión en rojo de un tabachín!
¡Sutil belleza de jacarandas!

No son nada.

Nada son,
Sin las humildes raíces que perforan la tierra,
Sin las fibras ocultas que del suelo se alimentan.

¡Ante la raíz me postro!


Al suelo descienden delicadas flores.

¿Y si hoy permites que tus frutos sean ofrenda a tus raíces?


19- La mestiza de mar y selva

“¿Por qué no?”


Ese es el lema de una vida interesante
– Mason Cooley

Escuché decir al viento que en aquel tiempo y en aquel sitio, algo les había pasado a
los hombres (y también a las mujeres). Por alguna rarísima razón habían optado por el
gris.
Les encantaba la uniformidad, se fascinaron con la monotonía, sus obras –
construcciones, empresas, escritos, obras de arte, charlas y hasta sus comidas – se
fueron volviendo más y más grises. Y lo más curioso es que esto les pareció un gran
avance.
Poco a poco ellas y ellos también se fueron volviendo grises, incluso los niños y los
viejitos fueron obligados a parecer plomizos, sólo a parecer ya que con ellos no se
podía hacer más – su esencia, mientras la tuvieran siempre sería colorida – pero al
verlos grisáceos aquellos hombres y mujeres pensaron que les estaban haciendo un gran
favor.
Con el tiempo incluso crearon terribles instituciones encargadas de preservar la
pureza de la griseidad. Los adustos integrantes de estas instituciones eran los más grises
de todos, sombríos, aburridos, cenicientos. Habitaban en el más gris de los palacios, en
el terrible palacio-sombra, donde investigaban a cualquiera que pudiese parecer ya no
digamos colorido, si no tener el más ligero rasgo de color. Desde ahí – y por bien de su
borrosa sociedad – decidían cual sería el castigo para los sacrílegos coloridos,
aquellos que por naturalísimas razones se seguían regodeando en el verde, el azul, el
rojo y hasta el morado. Dicho castigo normalmente llegaba al extremo de ser quemado
no en leña verde, si no en leña gris y cuando sólo quedaban humo y cenizas del
colorido rebelde, los inquisidores de la griseidad se sentían tan orgullosos al mirar que
los restos de ese ser tenían el más bello color de todos: gris muerto.
Las medidas para asegurarse del control completo de los habitantes de su vasto
territorio fueron múltiples: la educación se volvió un santuario gris, los medios de
comunicación cantaban loas a la belleza del acero, de la ceniza y del humo, al tiempo
que lanzaban terribles diatribas en contra de esos sucios colores que manchaban la
monotonía, en las fiestas el color del buen gusto era el gris Oxford, se hacían
elecciones de cuando en cuando sólo para elegir al más gris de los candidatos.
“Uniformidad, Orden y Monotonía” se convirtió en el lema de esa desdichada sociedad.
Sin embargo el país era grande y aunque había zonas donde la opción por el gris no
había generado demasiadas quejas, también había sitios por naturaleza exuberantes
donde costó más trabajo imponer estas medidas.
En una de esas tierras habitaba una bellísima mujer, fruto de la ancestral mezcla de
razas. El color de su piel era brillante como pulido bronce, rojizo su cabello, sus ojos
del color del jade, las tonalidades de su voz evocaban una fértil danza de colores, le
gustaba pasearse con entallados vestidos color del mar y con brillantes joyas de rubí,
de esmeralda y de turquesa, cuando caminaba el sutil aroma del huele de noche parecía
envolverla. Sin embargo lo más bello de esa mujer nunca fueron sus joyas, sus ropajes,
su aroma a flores, ni siquiera su precioso cuerpo, lo más hermoso de la mestiza de mar
y selva – como era conocida – era su escarlata corazón.
La mestiza siempre estaba dispuesta a ayudar, había heredado una gran fortuna y
aunque se cuenta que tuvo torrenciales amores nunca se casó. Así que cuando alguien
tenía necesidad, la mestiza siempre tendía la mano, regalaba alguna joya, prestaba
algún dinero, daba de comer o de beber, y cuando la necesidad no era del cuerpo
entonces su escarlata corazón era él que hablaba y sus palabras sanaban a hombres y a
mujeres.
No sabemos cómo fue, pero noticias de la mestiza de mar y selva llegaron finalmente
hasta el palacio-sombra. Tal vez fue la envidia, el despecho o el miedo los que
alimentaron las palabras que llegaron hasta la fortaleza gris, pero ahí los adustos
hombres escucharon la inaceptable exhibición de color que hacía esa mujer, decían que
cada tonalidad y cada matiz estaba en ella, la tildaron de rebelde, de inadaptada, de
transgresora de la griseidad, de tener pactos con demonios que la mantenían joven,
bella, rica. De otro modo no se podía explicar que a pesar de ayudar a tantos siguiera
viviendo en la abundancia, se escucharon rumores de que tuvo amores con hombres que
ahora eran ancianos y que ella no envejecía, muy al contrario seguía fuerte, hermosa,
joven, llena de vida, incluso les llegó el decir que en las noches sin luna se le veía
volar bailando, brillando en sus colores, gozando y riendo. Esto era totalmente
inaceptable.
En fin, los hombres de la capital mandaron apresar a la mestiza, fueron por ella los
guardias grises en sus grises caballos. Cuando llegaron ella los estaba esperando,
altiva, sonriente, brillante su piel color de bronce, su más bello vestido azul,
esmeraldas, rubíes y turquesas en sus joyas, y envolviéndola suavemente el delicioso
aroma al huele de noche. No se resistió, le quitaron joyas y vestidos, le pusieron
cadenas, la cubrieron con un saco de yute para ocultar y raspar su cuerpo, le dirigieron
una acerada mirada de soberbia, de desdén, de engañosa superioridad y -¿por qué no
decirlo? - también de miedo.
Después de un largo viaje llegaron a la gris capital, a empujones la condujeron hasta
la más triste de las celdas donde esperaría el resultado de su juicio, resultado que ella
conocía por anticipado a la perfección, sería quemada en leña gris. Un guardia
temeroso abrió la puerta de su celda, la empujó dentro mientras un rayo de luz
desgarraba brevemente la oscuridad y sin más, cerró la puerta nuevamente. La mestiza
de mar y selva se sentó en la oscuridad y enigmáticamente seguía sonriendo,
esperando lo que sabía que habría de llegar.
Sin embargo mientras esperaba, cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad
descubrió un escaso haz de luz filtrándose entre dos de las grises rocas que formaban la
pared de la celda e iluminado por esa insuficiente luz pudo ver un pedacito de carbón.
Así que durante los días y las noches que siguieron la bellísima mujer, mientras
aguardaba el momento en que fuese sentenciada, se puso a dibujar con el pedacito de
carbón. Líneas, formas, trazos, figuras poco a poco fueron llenando una de las paredes
de su celda.
Finalmente el día de la sentencia llegó. Uno de los guardias fue por ella, abrió la
puerta y no pudo evitar dar un grito de miedo y de sorpresa.
Ella estaba de pie, más hermosa que nunca, ataviada con sus joyas, su vestido azul,
su radiante sonrisa, su rojizo pelo, su brillante piel, su corazón escarlata, el aroma del
huele de noche. El guardia gritó aterrorizado “Eres una bruja, ¿Cómo te atreves?
¡Tienes que ser gris! ¡Tienes que ser gris!”, pero la mestiza sin perder su sonrisa, le
respondió casi cantando “No tengas miedo, mejor disfruta del dibujo que he estado
haciendo en estos días”
Sólo entonces el guardia volteó hacia la pared, y su miedo aumentó. En el muro de la
celda estaba dibujada una exuberante selva con todas las tonalidades del verde, al
fondo el más azul de los mares, el sol brillando entre rojo y amarillo. Conforme el
guardia lo miraba estupefacto descubría más detalles, más colores, más vida, y en el
mar de fondo con todo detalle un bellísimo navío. En el piso, el pequeño pedazo que
quedaba del gris carbón que permitió el dibujo.
“Observa bien este dibujo y dime ¿Qué le hace falta a ese barco para poder
navegar?” preguntó la mestiza con una voz aún más colorida que la pared de la
mazmorra.
El guardia no pudo evitar mirarlo impresionado por sus detalles “No le hace falta
nada” dijo con voz temblorosa “Ese barco es totalmente perfecto”
“Fíjate bien ¿qué necesita para poder zarpar?” preguntó nuevamente la mujer.
“Quizá, viento que hinche las velas” respondió el guardia.
Entonces la mujer dio un salto hacia la pared, se hizo pequeña, sobrevoló la selva
danzando y cantando, con un ágil giro se transformó en un fuerte viento imaginario que
sin esfuerzo alguno hinchó las velas y deslizó el barco pared adentro.
Cuentan que ese día el carcelero se volvió loco y que por más que intentó seguir
siendo gris, nunca pudo conseguirlo. De eso no tiene certeza el viento, lo que sí sabe es
que si alguna vez decides visitar el palacio-sombra y te atreves a llegar hasta la más
gris de las mazmorras es probable que en el piso observes un pequeño trozo de carbón,
un ligero reflejo escarlata saliendo del muro y si pones aún más atención tal vez
percibas el sutil aroma del huele de noche.

¿Cuántos colores – únicos, exuberantes, fecundos, de mar y selva – puedes usar


para liberarte de prisión?
20- El sultán estaba triste

Escuché decir al viento que el sultán estaba triste; por alguna razón ya no le
entusiasmaba conquistar nuevas tierras, no disfrutaba los exóticos platillos que
adornaban su mesa y había dejado de apreciar la belleza de sus 30 concubinas. Cada
día que pasaba, el poderoso monarca era invadido por una tristeza amarga, una tristeza
fría, una tristeza gris, en fin, la más triste tristeza reinaba en el sultán.
Así que – preocupado - el Gran Visir empezó a planear nuevas y cada vez más
retadoras batallas, pero al sultán esto en lugar de entusiasmarle como antaño, lo afligió
aún más. El jefe de cocina hizo traer las frutas más suculentas de países lejanos, los
postres más delicados y los vinos más aromáticos, pero el sultán en lugar de
disfrutarlos sólo los miraba con hastío. Sus concubinas compraron velos nuevos y
hacían las más sensuales danzas con ellos, sin embargo el sultán en lugar de desearlas,
se sentía cada vez más deprimido.
Parecía que la tristeza todo lo invadía. El hombre se encerraba en sus habitaciones
con la esperanza de que la tristeza no pudiera entrar, pero más bien parecía que ahora la
tristeza no podía salir y poco a poco la corte entera se fue contagiando de este mal que
nadie, ni aún el mismo sultán, sabía de dónde provenía. Se hicieron pócimas, se
recetaron dátiles e higos, conjuros y encantamientos fueron proferidos al salir la luna,
sin embargo todo esfuerzo era en vano.
Pero una buena noche, el sultán tuvo este sueño... Otra vez el ermitaño, el viejo y
sabio ermitaño que una vez más lo invitaba a viajar con él. Y tal vez sería que la
tristeza cansa, o que las lágrimas contenidas eran muchas, pero esta vez decidió aceptar
la invitación. Así que en silencio, lentamente, caminaron juntos varias horas de ese
sueño y al llegar a aquella cueva el viejo anciano volvió a hablar - rompiendo el
silencio onírico con su profunda voz - “pasa y platica con ella” le dijo. Así que el
sultán entró y en la penumbra pudo distinguir un pequeño fuego que apenas alumbraba a
la más hermosa de las mujeres que sueño alguno habitara, era la encarnación de una
belleza extraña, de una belleza amarga, de una belleza fría, de una belleza gris y como
en los sueños el tiempo pasa de maneras diferentes, no sabemos si sólo fueron minutos
o fueron años enteros los que el sultán pasó nada más mirando sin atreverse a romper el
silencio, en callada veneración.
Largo tiempo después recordó que el ermitaño había dicho “pasa y platica con ella”;
no obstante, no sabía cómo empezar, le parecía inadecuado usar palabras para
comunicarse con tan hermosa mujer, así que la miró y sin entender de qué manera, en su
mirada puso las palabras “quiero hablar contigo” y ella sonrió y en su mirada devolvió
una respuesta dulce y triste – dime - parecía comunicar. Por largo rato estuvieron
conversando de esta forma, sólo a través de las miradas, hasta que él comprendió que
esta hermosa mujer, también tenía hermosas intenciones y a través de su mirada pudo
ver inviernos que preparan primaveras, tardes grises y lluviosas que permiten que la
lluvia riegue los campos, oscuras noches que ayudan a que los hombres descansen,
helados vientos que nos hacen apreciar el cariño y los abrazos y no pudo evitar darle
las gracias, sintiendo con esto que su corazón se aligeraba y que su mente se volvía
clara.
Fue entonces que la magia ocurrió... asombrados, la doncella y el sultán escucharon
los primeros acordes, una música al principio suave empezó a llenar el aire, una
música de colores comenzó a iluminar la cueva, era como si el viento y la lluvia, como
si la cueva y el camino, como si los ojos de la hermosa mujer y el corazón del sultán
cantaran juntos, primero tímidamente pero poco a poco con más ritmo y más fuerza,
llenándolo todo de los acordes de la tormenta y la montaña, de partes creativas y partes
sabias, de más opciones y recursos, una música llena de ingenio y de formas nuevas de
alcanzar viejos anhelos. Entonces la música trascendió al sueño y llegó a la corte, hizo
bailar al Gran Visir, cantar al cocinero, mientras las 30 doncellas sonreían sin saber
muy bien de qué; y de la misma forma el sultán y el ermitaño emprendieron el viaje de
regreso, escuchando aún la melodía y platicando como lo hacen los viejos amigos al
reencontrarse.
Cuando por fin el viento despertó también él había recuperado el ánimo, había
recordado lo hermosa que es la tristeza en ocasiones y con una sonrisa me dijo: “soñé
que el sultán estuvo triste”

¿Estás dispuesto a agradecer las hermosas intenciones de tus obstáculos


internos?
21- El hombre y el delfín

“No cabe duda: de niño me perseguía el sol” – Alfonso Reyes

Escuché decir al viento que hombre y delfín habían sido amigos por largo tiempo.
El hombre había vivido cercano a la playa, le gustaban los colores del mar, el
sonido de las olas rompiendo contra la arena, el canto de las gaviotas, el mecerse de
los barcos, la sensación maravillosa de aventarse al agua y el delicioso aroma a sal y
humedad.
El delfín nació mar adentro, sin embargo le fascinaba la vista de la playa, las
palmeras, el color del monte, el canto de la brisa entre los árboles, el afanoso
movimiento de mujeres y hombres, el aroma a tierra, a montaña y a café.
Se habían conocido de niños, habían jugado y reído juntos en la orilla de la playa,
así que sin demasiado esfuerzo, con el tiempo y el cariño cada uno aprendió a hablar el
lenguaje de su amigo y se fueron contando todo. Compartieron pasatiempos, alegrías,
tristezas, fueron creciendo y la charla fue cambiando, ahora eran sueños, amores,
miedos, esperanzas. La plática cambió y la amistad – igual que ellos – también creció.
Y creciendo, creciendo, llegó el día en que con nostalgia anticipada tuvieron que
despedirse. El hombre se iba a estudiar a la ciudad cercana, quería ampliar su mente,
conocer de técnica, de arte, aprender ciencia, ética, filosofía. El delfín quería recorrer
los océanos, descansar en mar abierto, visitar arrecifes, asombrarse en las
profundidades submarinas. Charlaron largo antes de partir y se comprometieron a
reencontrarse cuando la luna estuviera llena, al inicio de la primavera, dentro de cuatro
ciclos.
El tiempo transcurrió luna tras luna como siempre lo hace, a veces en galopante
carrera y otras como no queriendo, muy despacito.

Cuatro ciclos pasaron y en la orilla de la playa se reencontraron, al inicio de la


primavera, cuando la luna se llenó. Poco a poco se fueron poniendo al día, pero la
charla no tardó en convertirse en discusión cuando hablaron de los grandes méritos de
la sociedad humana y de la comunidad delfínica. Cada uno comenzó a defender lo suyo.
“No hay mérito más grande sobre el planeta que los logros del Hombre” decía el
muchacho “Somos la cúspide de la evolución, la cima de la creatividad…” pero no
podía terminar cuando el joven delfín lo interrumpía “Estás tan equivocado. No hay
seres más dotados que nosotros, somos los verdaderos reyes del planeta, inteligentes,
felices, osados ¡libres!”
Y cada uno trató - con todos sus argumentos - de convencer al otro. El hombre habló
de los méritos del avance tecnológico, del conocimiento de otras galaxias, de música y
literatura, del arte de oriente y occidente, de la grandeza de hombres y mujeres como
Newton y Einstein, de Aristóteles y Cervantes, de Miguel Ángel y Van Gogh, de Mozart,
Beethoven, hasta de Gandhi, Jesús y Buda. Pero el delfín no se dejaba convencer,
acaloradamente refutaba cada afirmación con otra igual de certera, ¿Qué bien habían
hecho los hombres si ni siquiera eran capaces de disfrutar el día a día? ¿Qué tan
grandes podían ser si habían olvidado el encanto de la vida simple? ”Eso que los
delfines no sólo sabemos si no vivimos permanentemente” declaró contundente. Largo
tiempo llevaban discutiendo dando vueltas y vueltas sin sentido.
Y cuando cayó la tarde, los miraron. Un niño y un pequeño delfín jugaban a unos
cuantos metros. Los viejos amigos suspendieron la disputa y asombrados observaron lo
que ahí pasaba.
La risa del niño era música de Bach y el delfín jugaba envuelto en las caricias de tan
deliciosa melodía. Los movimientos del delfín eran la libertad del mar y el niño sonreía
en el encanto del momento presente. La poesía de Rumi describía la escena, los trazos
de Da Vinci explicaban su funcionamiento, las ideas de cada filósofo griego surgían de
su juego, cada avance de la ciencia se podía descubrir en el delfín-niño, en el niño-
delfín. Y al mismo tiempo sólo eran brillo de sol, agua en movimiento, aire fresco,
arena, profundidad, amplitud.

El hombre y el delfín guardaron silencio.


El delfín y el hombre los miraron sonrientes por largo rato.
El par de amigos nunca lo olvidaron. La escena y el aprendizaje fueron de esos que
acompañan para siempre.
Y ahora, cada que pueden se reúnen nuevamente, charlan largo y tendido pero nunca
se despiden sin jugar nuevamente, sin sentir el gozo sin palabras que brinda la amistad
verdadera entre hombre y delfín.
¿Cuándo será la próxima reunión de tu hombre y tu delfín interior?
22- Caminos

Escuché decir al viento que recorrer el mismo camino una y otra vez buscando llegar
a un sitio distinto se llama locura.
Muy preocupada vino a buscarme una mujer. Su hijo más pequeño estaba teniendo
problemas en la escuela primaria, malas calificaciones, desinterés, faltas de respeto
hacia el maestro. Sin más me dijo “Ya lo intenté TODO” y tristemente estaba
convencida que así era.
No pude más que preguntar “¿Qué es lo que ha hecho señora?
Cansada respondió “Ya lo regañe, ya lo castigué, ya le grité y ya hasta le di un par
de nalgadas”
Después el viento me recordó que siempre hay más caminos, que mientras más
opciones tenemos mejor nos va, que la flexibilidad consiste en multiplicar esas
opciones y atrevernos a explorar senderos nuevos.
El niño no tenía dudas, sabía lo que quería con toda claridad, el/la/los
__________________ (aquí puedes completar la frase con: juguete de acción, helado
de limón, videojuego de última generación, pastel de tres leches, patines en línea o
cualquier otra cosa que un niño pueda desear) iba a ser suyo.
Así que inició la búsqueda de su objetivo de la forma más sencilla: haciendo una
petición “Mami, ¿me lo compras?”. Pero el plan A no funcionó “No mi’jito no tenemos
dinero”
Pero el niño era eso, un niño. Así que cambió de estrategia recurriendo al bien
conocido enfoque del cuchillito de palo. Repitiendo la petición hasta el agotamiento (de
la madre, por supuesto) “¿me lo compras?” “¿me lo compras?” “¿me lo compras?”
“¿me lo compras?”. Desafortunadamente el plan B tampoco funcionó, pues su mamá
finalmente respondió con un estentóreo “¡Ya te dije que no tenemos dinero Jorge Iván!”
Sin embargo el niño aún no conocía el desánimo y sin pensarlo demasiado pasó a la
promesa de campaña: “Mamita si me lo compras me voy a portar muuuuy bien, te voy a
ayudar a lavar los platos, voy a hacer temprano mi tarea, voy a recoger mi cuarto y
hasta te lavo el carro”. Pero la mamá que ya había escuchado las palabras de los
políticos varías veces siguió diciendo que no. Ni modo, el plan C falló.
No hay problema pensó el niño. Aún quedaba la operación chantaje en sus múltiples
modalidades, la sonrisa tierna que ablanda el corazón, vender su colección de bichitos
muertos, convencer a su papá, hacer un nada sutil berrinche, además del plan J, el K, el
W y hasta el Z.
Creo que el viento estaba decidido a que yo finalmente entendiera, porque
infundiéndome certeza me dijo:
He visto rocas cantar, vacas dictar conferencias, hombres y mujeres enamorados
hacer que la luna descienda. También he mirado arcoíris submarinos, adolescentes
volar entre los árboles, fuentes cantarinas que cuentan chistes. Sé que el carbón se
convierte en diamante, que el mole tiene chile y chocolate, que el cerebro de una
persona pesa cerca de dos kilos y que su mente no tiene límites.

¿Qué no has intentado todavía? ¿Qué otra cosa se te ocurre? ¿Cómo podría ser
más fácil? ¿Y más divertido?
¿Qué idea descabellada podrías poner a prueba? ¿Qué haría alguien que piense
de modo totalmente diferente?
23- Primavera

Escuché decir al viento que hace mucho, mucho tiempo en aquel lejano reino, el rey
estaba preocupado y también sus consejeros, la corte entera estaba sumida en
preocupación. Y asombro.
Las tierras siempre habían sido fértiles y el reino próspero – y no es que esto
hubiera cambiado – sino que eventos extraños estaban sucediendo en algunos apartados
territorios y las noticias que llegaban a palacio no hacían más que inquietar a aquel
monarca.
En las áridas regiones de los confines mismos del reino, en las más lejanas montañas
los campos estaban floreciendo ¡en pleno invierno!
En aquellos apartados parajes con trabajo se cultivaban algunos vegetales y los
hombres y mujeres tenían que trabajar arduamente para obtener pobres cosechas. Pero
este año, en lo más frío del invierno, empezaron a brotar pequeñas plantas donde nunca
antes habían surgido, de entre las rocas o incluso en la arena florecían pequeñas
flores... y a las pocas semanas esa zona se transformó en un bellísimo jardín, con flores
exóticas de hermosos colores, helechos y verde hierba, incluso musgo y hasta pequeños
arbustos. Una explosión de vida en la aridez de la tierra y del invierno.
El espectáculo era fascinante, de una gran belleza, sobre todo considerando lo
inhóspito del lugar, sin embargo, no dejaba de inquietar a los lugareños, esto no podía
ser normal, ¿De dónde había salido tan exuberante vegetación? ¿Sería alguna magia de
extraño poder? ¿O tal vez una señal de desventuras futuras? Definitivamente esto no
podía estar bien.
La mayor parte de las personas a pesar de sentir gran curiosidad y asombro, al pasar
por ahí desviaban la mirada, pretendiendo que el hermoso jardín no estaba ahí, la gente
empezó a temerle al sitio, e incluso el gobernador de la región hablaba de embrujos y
hechicerías perpetrados por sus enemigos. Al poco tiempo nadie se aventuraba en las
cercanías del jardín y los lugareños dejaron de hablar del tema, como si por no verlo o
nombrarlo fuera a desaparecer, como a veces hacemos los seres humanos con aquello
que nos da miedo o no entendemos.
Pese a todo algunos pocos, aquellos que eran más curiosos (o tal vez los que tenían
mayor amor por la vida) se seguían acercando al misterioso jardín y se hacían muchas
preguntas, preguntas que tenían que ver con aquellos campos ¿Serían seguros? ¿Podrán
cultivarse aquellas plantas? ¿Qué tal si siguen creciendo sin parar?
Pero también – y sobre todo – preguntas que tenían que ver con ellos mismos:
¿Estaré preparado para entrar ahí? ¿Qué hago si encuentro algo peligroso? ¿Seré capaz
de cultivar estas plantas que no conozco?
Y los más valientes entre ellos, se dieron cuenta que no tenían respuesta a estas
preguntas, ¡y que estaba bien no tenerlas! Así que con cuidado, incluso se podría decir
que con cariño, se pusieron a observar atentamente la transformación que ocurría en sus
tierras, a mirar y conocer la nueva vegetación, ponían un gran empeño en tratar de
entender y cuando nuevas preguntas surgían, se daban cuenta que para muchas tampoco
tenían respuesta ¡y que estaba bien no tenerlas!
El tiempo fue pasando y estos hombres y mujeres poco a poco se fueron haciendo
amigos de esta nueva faceta de sus tierras y fue curioso cómo fueron enfrentando sus
propios temores y preocupaciones. Fue casi mágico darse cuenta que aunque el rey
estaba preocupado y también sus consejeros, aunque la gente del pueblo tenía miedo y
no hablaba de este sitio, aunque el gobernador de la región hablara de embrujos y
hechicería, la tierra, la tierra que antes era árida y desolada, ahora sonreía
despreocupada y feliz, sintiendo las cosquillas de los nuevos brotes que seguían
surgiendo.
Y los pocos que se dieron cuenta de esto no pudieron hacer otra cosa que sonreír
también y enfrentar los retos de esta hermosa y extraña primavera en pleno invierno.

¿Ya empezaste a sentir curiosidad por ese nuevo florecer?


24- Tortuga marina

Esta vez el viento me habló de ti.

Majestuosa y en calma, volando suavemente entre las aguas.


Viviendo su larga vida, ciento cincuenta años enamorada de las olas.
Depositando vida en la misma arena en que nació.

Enterrando sueños,
Soltando pensamientos,
Dejando que sea el sol quien los incube.

Mirada ámbar, pies ancestrales.


Oído interno que escucha su propio silencio.
Brújula íntima, caparazón de roca, vientre de diosa.

Frágil, pequeña, deseosa de mar.


Esperando a sus hermanas, para juntas lanzarse hacia las olas.

Anciana, sabia, libre.


Esperándote, para juntos lanzarse mar adentro.

¿Cómo te vendría volar suavemente entre las aguas?


25- Shuuu, shuuu

Escuché decir al viento que a aquel convento había llegado una novicia nueva.
Joven, impulsiva y malhablada.
Como sucedía en esa congregación, le asignaron a la recién llegada la nada grata
tarea de barrer todos los días el patio del convento. Así que por las mañanas salía llena
de energía - escoba y recogedor en mano - a cumplir con sus labores; sin embargo, la
energía poco a poco iba menguando, ya que el patio era grande y estaba lleno de
palomas. El problema era que mientras la novicia limpiaba polvo, plumas y
excrementos, las palomas ya habían vuelto a ensuciar lo que ella tan afanosamente
limpiaba.
Así que inmersa en su tarea, cuando las palomas aparecían, no podía evitar que
aflorara su ya de por sí florido lenguaje: “¡a la chingada! ¡a la chingada!” - les gritaba
a los pájaros para que volaran nuevamente y no ensuciaran su trabajo. Pero lo que a
ella le parecía tan natural, era duramente criticado por sus compañeras de vocación.
- ¿Cómo es posible que utilice ese lenguaje en la casa de Dios?
- Si la madre superiora la escuchara, entonces si sabría lo que es amar a
Dios
- ¿Qué no ve que nos distrae de nuestras oraciones?
- No podemos permitir tanta falta de respeto
- ¡Qué lenguaje! ¡Eso es imperdonable!
Mientras tanto, la novicia barre y barre, con ocasionales y sonoras expresiones: “¡a
la chingada! ¡a la chingada!”
Total que, un buen día, el resto de las monjitas nombró una comisión para ir y hablar
con la madre superiora, ya no podían seguir permitiendo ese lenguaje ¡alguien le tenía
que poner un alto a esa falta de respeto!
- Madre, perdón que la interrumpamos, pero esto es inadmisible
- Si, ya no podemos permitir que las cosas sigan así
- ¡Le tiene que poner un alto!

- A ver, a ver hermanas, no les entiendo, ¿de qué me hablan?

Y justo en ese momento la novicia malhablada estaba barriendo el patio, así que la
madre se asomó por la ventana, justo en el momento en el que un vibrante y sonoro ¡a la
chingada! surgía en voz de la hermana más joven de la congregación.
- ¿Lo ve?
- ¡Es totalmente inadmisible!
- ¡Qué improperio! ¡Qué falta de respeto! Haga algo por favor.
Así que la madre superiora no pudo evitar salir al patio y entablar una seria plática
con la novicia:
“Hermana, necesito hablar con usted” - comenzó a decir mientras la joven hermana
continuaba barriendo - “El resto de la congregación se encuentra muy perturbada por el
lenguaje que usted utiliza al barrer” - dijo muy seriamente y luego con una ligerísima
sonrisa: “No es necesario que use malas palabras; sólo dígales ¡shuuu, shuuu!” y con
suavidad movió sus manos “¡shuuu, shuuu! y solitas, solitas se van a la chingada”

El viento no pudo evitar reírse y dejarme pensando.

¿A cuáles palomas internas les puedes decir - con suavidad, con un ligero
movimiento de manos, con una sutil sonrisa – shuuu, shuuu?
26- Ilusión

El tiempo es una imagen móvil de la eternidad – Platón

Escuché decir al viento que la diosa ya era perfecta, como lo son todos los dioses,
perfectos, omniscientes, poderosos desde el día que nacen dioses hasta la noche en que
dejan de serlo.
Así que sólo por diversión, Iluzé la diosa, quiso pretender imperfección. Pensó que
sería muy divertido imaginarse incompleta y tener que entrenarse para recuperar su
poder pleno. Varios días estuvo pensando y pensando cuales serían los retos adecuados
para su entrenamiento, pero finalmente llegó a la conclusión de que si ella misma los
diseñaba dejarían de ser retos.
De modo que acudió con el mejor de sus amigos, visitó a Kouzelník el mago, el dios
de la transformación. Largo tiempo le contó sus planes y le pidió su ayuda, quería que
fuera él quien diseñara los retos que había de enfrentar.
¿Qué tan difíciles quieres que sean? – preguntó el dios
Justo a mi medida – respondió ella segura de sí misma.
Así que Kouzelník sopló sobre la diosa y ella casi olvidó quien era. No le quitó
poder, perfección ni belleza – no podía hacerlo – pero hizo que casi se olvidara de
ellos, que sólo quedara un ligero aroma de fondo que le recordara su divinidad.
Kouzelník sopló nuevamente y pobló de fantasmas su pasado. Una nueva exhalación
y volvió borroso su futuro. Espiró por cuarta vez y con su magia hizo pequeño y
apretado su presente. Por último le dijo “tu reto es dominar la mayor de las ilusiones” y
guiñando un ojo concluyó “que te diviertas”
A la mañana siguiente Iluzé despertó confundida, inmersa en una nueva vida. Con
extraños deseos de superarse, de crecer, insatisfecha como nunca lo había estado, pero
al mismo tiempo sintiendo que debía luchar consigo misma. Así transcurrió la primera
de sus vidas con forma humana, entre esfuerzos, carencias, luchas e insatisfacciones,
aunque siempre acompañada por el suave perfume de la diosa.
Innumerables vidas humanas transcurrieron, años y milenios para nuestra cuenta,
meros parpadeos para los dioses. Siempre regresando, siempre la misma experiencia.
Vida tras vida la diosa se enfrentó con un pasado imperfecto, con recuerdos
fantasmales, con tristezas de antaño que le encajaban las garras. En cada ocasión el
futuro era como una nube de tormenta, gris y lejana, atemorizante. Y lo más difícil de
enfrentar, un presente limitado, pequeño como una celda de la cual sólo se desea
escapar. No es que sólo se encontrara con malas experiencias, hubo de todo, también
risas, alegrías y satisfacciones, pero siempre resultaban pasajeras y en el fondo – con
todo y el delicioso aroma que siempre la acompañaba – una permanente sensación de
incompletez.
Hasta una noche, en la que siendo una morena joven, se quedó mirando la
profundidad de un bellísimo cielo estrellado, escuchando el canto de los bichitos del
monte, sintiendo la caricia de la brisa sobre su piel, rodeada – como siempre – de ese
placentero aroma y se relajó completamente. Y cuando en medio de esa profunda
relajación ella estaba a punto de recordar su divinidad, Kouzelník – el dios, el mago -
se dio cuenta de lo cerquita que estaba de echar a perder el juego, así que se le presentó
en sueños y le dijo “es el momento, haz de dominar la mayor de las ilusiones, estás
llamada a ser la dueña del tiempo” y se desvaneció del sueño.
El sueño fue extremadamente vívido, así que por la mañana lo primero que pensó fue
“¿Por dónde empiezo? ¿Cómo puedo dominar al tiempo?” Aunque lo que más le
extrañaba era que el hombre en su sueño hubiese dicho – sin decirlo – que el tiempo era
la mayor de las ilusiones.
De modo que antes de tratar de encontrar el modo de ser dueña del tiempo, se detuvo
a reflexionar. ¿Es verdaderamente el tiempo una ilusión? y repasó todo lo que sabía
sobre el tal tiempo, por experiencia propia sabía que el pasado estaba hecho de
recuerdos y fantasmas, que el futuro parecía borroso y lejano, y que el presente casi
siempre era como una vestimenta demasiado apretada. Sin embargo no quedó satisfecha
con esos pensamientos, porque ¿qué sentido tiene reflexionar sólo para reafirmar lo que
ya sabes? De modo que obligó a su pensamiento a ir más profundo.
¿Dónde podía encontrar al pasado? ¿De qué están hechos los recuerdos? ¿Cuándo
había visto no lo que estaba sucediendo en ese momento si no lo que ya había ocurrido?
Sobra decir que no encontró manera de responder sus preguntas… y esa fue la
mejor de las respuestas.
¿Dónde vive el futuro? ¿Quién lo ha visto frente de si? ¿De qué material se construye
el miedo o la esperanza?
De nuevo no pudo responder… y su certeza siguió creciendo.
¿Dónde empieza y dónde termina el presente? ¿Qué hay antes de él? ¿Qué es lo que
se encuentra después?
Aquí sí tuvo una gran respuesta, sorpresiva, inmensa, deliciosa, aromática. Se dio
plena cuenta que el hombre–mago de su sueño tenía razón. ¡El tiempo es la mayor de las
ilusiones!
En esas estaba, ahora si pensando por dónde empezar, cuando una imponente águila
apareció en el horizonte y volando volando se acercó hasta ella y se posó a su lado.
Empezarás por lo más fácil - dijo Ráno, el águila – por el futuro. Y como si fueran
viejos conocidos empezó a ordenarle – Extiéndelo al frente.
¿Cómo? Creo que no te entendí muy bien – dijo ella.
Entendiste perfecto, extiéndelo al frente – respondió el águila impaciente.
Y durante larguísimo e ilusorio tiempo estuvieron jugando con el porvenir. Era
increíble ver como esa línea plateada al frente suyo se iba moldeando de acuerdo a su
propia voluntad, como cada cambio no sólo era divertido si no que le proporcionaba un
casi olvidado bienestar. Lo primero fue volverlo claro, después lo extendió hacia la
derecha y un poco hacia adelante para poderlo ver cuando quisiera, le puso brillo,
disfrute, alegría, lo volvió más ancho para no tener que caminar sola por él, dejó que se
extendiera como se extienden los caminos que bajan al mar. Puso toda su atención
consciente a cada una de las semillas que dejó plantadas a la orilla del sendero.
Cuando estuvo satisfecha, el águila le dijo “no vuelvas a olvidar que el futuro
siempre es misterio, fantasía, ilusión. Esa es la clave para cambiarlo” y emprendió
nuevamente el vuelo perdiéndose en el horizonte y desde lo lejos Ráno alcanzó a gritar
nuevamente “por cierto, casi olvido decirte que tu aroma es delicioso”. Ella se quedó
sonriente, su futuro ahora era claro, brillante, atractivo, con cierta cualidad magnética.
No había terminado de sentirse satisfecha cuando sintió el roce de las escamas con
su pie. Una ondulante serpiente color de tierra se presentó ante ella “no tiene caso que
te asustes, trabajaremos con tu pasado” siseo Včera, la serpiente “de momento, siéntate
y observa” ordenó.
Ella obedeció, se estaba acostumbrando a que en estos días cosas extrañas le
ocurrieran, y la serpiente danzó para ella, subía y bajaba, oscilando, se pegaba al suelo,
lo acariciaba y subía bamboleando con la mirada siempre fija en la joven y morena
mujer que tenía al frente. Mientras tanto ella iba olvidándose de sus juicios y
prejuicios, de la lógica y de la razón, parecía que ella también se hacía parte del baile.
Cuando serpiente, danza y mujer fueron uno solo, el ofidio ordenó de nuevo “sepárate
de tu pasado, suéltalo ahora”
Y durante largas horas, estuvieron danzando, danzando con la línea plateada que ya
no la ataba. La soltó, la extendió a la izquierda ligeramente hacia atrás para poderla
mirar cuando lo decidiera, le puso un hermoso brillo, bailando hizo crecer cada alegría,
cada triunfo, cada éxito, con su ritmo exorcizó fantasmas, desvaneció espectros, extrajo
cada aprendizaje, destiló sabiduría mientras movía brazos, piernas y caderas.
Finalmente le rindió homenaje a sus raíces.
Cuando la danza terminó y ella se sintió completamente liberada, la serpiente
siseando habló de nuevo “siempre recuerda: el pasado ya se fue, lo que queda es
ilusión. Cuando sabes esto, cambiarlo es una danza” y Včera comenzó a arrastrar su
cuerpo color de tierra mientras decía “seguro ya te lo han dicho, pero tu aroma es un
perfume”
Se sentía cansada y complacida. Inspirada y motivada como nunca y al mismo
tiempo serena y liberada, en su mente incluso surgió el pensamiento “¿y si en realidad
fuera una diosa?”. Ensimismada en esta idea no escuchó llegar a Dnes, el mono.
Tenemos trabajo por hacer, niña -gritó el mono - luego descansarás, pero primero
respóndeme ¿qué es lo que une dos fantasías?
Aunque estaba cansada no lo pensó mucho - una realidad – fue su respuesta
Muy bien, rió el mono. Entonces extiéndelas y observa el punto que las une.
Ella evocó las dos preciosas líneas plateadas y miró el puntito, pequeñito donde se
unían una y la otra.
Dnes continuó divertido – Creo que ya sabes que tienes que hacer.
Y sin saber de dónde surgía su inspiración, Iluzé la diosa, saltó dentro. Tomó una
profunda inhalación mientras juntaba sus brazos hacia el pecho, contuvo el aire y su
exhalación fue la más poderosa explosión, fue como si al sacar el aire y extender los
brazos se recreara el estallido original, el que creo nuestro universo. Así, el pequeño
punto que unía pasado y futuro se hizo inmenso, abarcándolo todo, englobando los dos
trazos color de plata, extendiéndose más y más, incluyendo en un mágico presente al
ayer, al mañana, al hoy. Y en el centro de la explosión Iluzé fue diosa por completo
nuevamente, comenzó a moverse con suavidad y con consciencia, explorando ese
espacio gigantesco, su desplazamiento era fluido como el agua, como el aire, como el
fuego, parecía volar de águila, reptar de serpiente, jugar de mono. Un delicioso aroma
se extendió con ella.
Kouzelník e Iluzé charlaron largo. La diosa estaba exultante de felicidad, tenía el
corazón henchido de gratitud hacia su amigo, le plantó un beso y él sorprendido no pudo
más que cambiar de forma una y otra vez, águila, serpiente, mono. Hasta que por fin
recobró la respiración, calmó su pulso y con su voz de mago le dijo “¿Qué reto se te
ocurre para mí?”

¿Puedes imaginar lo que podrás hacer cuando observes la ilusión?


27- Desmusgarme

Escuché decir al viento que de tanto ir y venir, subir, bajar, recorrer montañas,
valles, cañadas, selvas y bosques ha acumulado historias, rumores, anécdotas,
leyendas… y que fue así como se encontró con la más fascinante historia, con la
leyenda del árbol danzante.
El bosque era espeso, húmedo, incluso umbrío, vivía su arbórea vida lentamente,
respirando con dificultad, como si se negara a cambiar, como si los árboles estuvieran
sumidos en un pesado y profundo sueño. El aire denso, la tierra antigua, el sol escaso.
Pero aún ahí, esta inmemorial leyenda sobrevivía. Pocos árboles la recordaban, aún
menos arbustos la habían escuchado, rara vez se habían usado las verdes y antiguas
palabras del lenguaje arbóreo para contarla, e incluso los árboles más viejos la habían
olvidado o la habían enterrado profundamente. Pero - como siempre - de alguna
manera, escondida dentro de una roca, en la más vetusta raíz del roble más viejo o en la
hoja recién nacida del más joven abeto, corría el rumor de que cuando el mundo y el
bosque eran más jóvenes hubo un árbol danzante, que iba y venía a su antojo, al ritmo
del viento, girando con el canto del arroyo, asoleándose descaradamente en los claros.
Y tal vez para un hombre esto no parezca extraordinario, sin embargo para el
corazón y para la mente de un árbol ¡Qué idea más maravillosa! Mover hojas y ramas,
seguir el ritmo con sus raíces, sacudir su corteza, quitarse el musgo ¡Qué sueño más
mágico! ¡Qué pensamiento perturbador!
Sólo que para este árbol en particular ¡Qué triste y doloroso! Y es que él SÍ
recordaba la historia y no era que únicamente la tuviera en su pensamiento, sino que la
había analizado, ponderado, cuestionado, le parecía hermosa…. Y triste.
No era que este árbol no se moviera, sino que lo hacía tan lentamente; y claro que
cambiaba de estación en estación, pero lo que él quería era girar, dar vueltas, bailar.
Sin embargo, el deseo no era suficiente, quererlo con toda la fuerza del corazón no
bastaba, porque ¿Quién ha visto un árbol girar? ¿Quién conoce a un pesado pino,
eucalipto, álamo, araucaria, o tabachín que haya bailado rítmicamente?
Parece tan difícil, ya no digamos una vuelta entera, sino sólo un pedacito de giro,
parece imposible moverse, ponerse al sol, desmusgarse.
El corazón del árbol sufría, era tanto el esfuerzo y tan poco el resultado, tan fácil
creer que era imposible, que el árbol danzante nunca existió, que él jamás podría
cambiar.
Sólo que esta vez algo cambió, seguramente era la estación correcta y el viento
soplaba distinto y quizás también llega un momento en que el esfuerzo simplemente se
vuelve flujo. El caso es que este árbol supo desde el fondo de sí mismo que no podía
posponer el giro, que no le era posible abandonar el sueño, que este era el momento.
Entonces observó su tronco y sus raíces, sus ramas y sus hojas. Miró con toda
profundidad su corteza y los anillos que había formado al ir creciendo y la savia que
iba y venía, prestó total atención a la manera en que ciertas sustancias en sus hojas
tomaban sol y dióxido de carbono y los transformaban sin ningún esfuerzo en oxígeno y
esto le pareció un milagro mayor que ningún otro. Observó cómo los filamentos en sus
raíces absorbían minerales y agua, y esta observación se hizo aún más profunda, notó
cómo sus células se relacionaban unas con otras y mientras más plena la atención,
mayor el bienestar. Entonces descubrió que sus células también tenían partes y cómo
éstas estaban formadas por componentes aún más pequeños, encontró sus elementos
constituyentes y se sumergió en ellos; y la magia ocurrió, pues se dio cuenta que al nivel
más profundo él mismo, sólo era un universo de átomos, girando y girando, danzando la
más profunda de las danzas; así que simplemente se deslizó, se dejó envolver, se volvió
uno con su propia danza microscópica y si alguien ha visto a un árbol sonreír, sabe que
en ese momento la más hermosa sonrisa brotó del árbol.
Las sonrisas tienen un poder y un encanto sutil – aún en los bosques húmedos y
umbríos – porque el árbol entonces supo que no sólo era árbol, sino también bosque, y
no sólo bosque, sino también tierra y aire, incluso arroyo, y no sólo aire y tierra sino
también mundo y la danza de la atención plena lo condujo, ahora sin esfuerzo, a la
danza de la expansión y su primer sonrisa lo llevó a una segunda aún más bella al darse
cuenta - con su corazón de mundo - que estaba girando, dando vueltas en torno al sol,
danzando con planetas, bailando con estrellas. Que siempre lo había hecho.

El viento nunca supo cuánto tiempo se quedó el árbol danzando desde dentro,
bailando en la más hermosa expansión, pero según me dijo, llegó un momento, en el que
sin interrumpir esa danza, el árbol sacudió sus ramas, movió sus raíces y se puso a
bailar el más hermoso baile y que no hubo quien no mirara la agilidad, el ritmo, la
belleza de sus movimientos, y que no hubo quien pudiera olvidar su sonrisa de átomos y
estrellas.
A partir de ese momento la leyenda del sonriente árbol danzante habitó en el corazón
del bosque.
¿Bailamos?
28- Mapa

Escuché decir al viento que hace tanto tiempo en aquel lugar, había un rayito de sol
feo, gordo y triste, o al menos así se sentía él. Gris, pequeño, lejano de sí mismo,
pesado, fuera de foco, áspero y sin brillo.
Sus días transcurrían húmedos, nublados, aburridos, silenciosos y sin embargo, un
buen día su corazón latió con una melodía diferente… observó ya no en sueños sino en
frente suyo al bellísimo botón de rosa, brillante, cálido, cercano. Y se enamoró
perdidamente.
Y como el amor hace que los rayitos de sol hagan cosas extrañas, sin pensarlo más,
acarició la flor con su luz, la besó con su brillo y brotando de donde siempre brota la
magia ocurrió, ese rayito de sol triste, gordo y feo se transformó en un delgado, apuesto
y alegre destello.
O al menos así se sentía él, al menos así lo miraba ella.
Botón de rosa que sin darse cuenta dejó atrás ideas de pequeñez, pensamientos de
debilidad, y sin más empezó a florecer. Radiante, cálida, fragante.
O al menos a si se sentía ella, sin duda así la percibía él.
Y sus días fueron coloridos, grandes, cercanos, ligeros, nítidos, suaves y luminosos.
O al menos así los vivieron ellos.

¿Cómo te vendría representar al mundo de un modo brillante, colorido,


tridimensional, armónico, musical, vibrante, cálido o refrescante, aromático y
delicioso?
¿Cómo sería permitir la caricia del sol y la fragancia de la rosa?
29- Fiesta

Escuché decir al viento que fue curioso observar cómo aquellos textos se preparaban para la fiesta. La
enciclopedia revisaba todo su conocimiento para decidir qué ropas ponerse, el relato de aventuras se apresuraba para
llegar (buscando – claro - el camino más peligroso), la carta de amor sonreía pensando cómo se vería más hermosa, el
agudo ensayo se hacía preguntas filosóficas sobre la trascendencia – o la ausencia de ella – de este tipo de
celebraciones y el recetario anticipaba tacos de rajitas y chicharrón.
Ya de camino, se preguntaban ¿qué celebro el día de hoy? y a partir de ahí, otras preguntas surgían en la mente de
cada escrito, algunas con respuestas claras, otras con contestaciones vagas y unas más sin respuesta alguna.
¿Celebro el final de un periodo de gran esfuerzo? ¿O sólo es la pachanga de alguien más? ¿Será que un capítulo
se cierra? ¿Es festejo por las hojas que comienzan a escribirse? ¿O es más bien por las nuevas recetas que ahora
tengo? ¿Tendrá que ver con la que ya logré? ¿O quizá con las letras que aún no he escrito?
Estas y otras preguntas se hacían a sí mismos incluso cuando se saludaban unos a otros al llegar; y como pasa en
las fiestas, platicaron y se rieron, comieron y bromearon, comentaron planes, estrecharon amistades, se dieron buenos
abrazos y pensaron que sería bueno verse pronto.
No obstante, con el tiempo, de alguna forma las respuestas llegaron, unas durante la misma fiesta, al escuchar una
palabra o al mirar una mirada, otras más tarde por la noche al irse a descansar o incluso días, meses, años, vidas o
instantes después.
De alguna manera recordaron las palabras-semilla que habían sembrado juntos, las palabras-sueño que habían
compartido, las palabras-lluvia que habían recibido, las palabras-sol que los habían calentado, las palabras-viento que
habían respirado, las palabras-magia con que se habían transformado, las palabras-mano con que se habían
estrechado. Se dieron cuenta que había buenas razones para celebrar, que cada palabra añadida a sus hojas era en sí
misma una fiesta, al igual que cada coma y cada punto; pudieron ver que no había gran diferencia entre sus palabras y
las de otros - que si bien el orden era distinto, que había textos breves y otros largos, que el estilo de redacción también
variaba - en el fondo, la novela de aventuras y el libro de texto, la carta de amor y el folleto técnico, la enciclopedia y el
libro de versos, compartían tantas palabras.
Palabras del mismo y hermoso idioma.
Palabras que buscan crecimiento y bienestar.
Y que cada palabra era una fiesta.

Una fiesta compartida.

¿Cuáles son las palabras que te llevan a ti de fiesta en fiesta?


30- El cocodrilo y el jaguar

“No nos volvemos mejores ni peores al ir creciendo.


Nos volvemos más como nosotros mismos”
– May Lamberton Becker

Escuché decir al viento que a las mujeres y a los hombres de aquella tribu les
gustaban las historias. Cada luna llena, encendían un fuego en el centro de la aldea y se
reunían alrededor de él simplemente a platicar, como platican las personas sencillas,
las que aún siguen en contacto con el mundo.
Se contaban de todo, anécdotas, recuerdos, sueños y siempre terminaban escuchando
y escuchándose contar sus leyendas más queridas.
Con frecuencia el anciano de la tribu contaba la última historia de la noche, también
con frecuencia le gustaba relatar la leyenda del cocodrilo y el jaguar. A pesar de que la
habían escuchado innumerables veces, mujeres, hombres y niños bebían sus palabras.
Algo tenía esa historia que era imposible cansarse de ella.
Cuentan que desde tiempos inmemoriales en el interior de cada niño, de cada niña,
dentro de cada mujer y cada hombre de esta tribu – comenzaba el anciano con voz
templada – se libra la más terrible de las batallas, ninguna guerra a la que se hayan
lanzado los hombres bárbaros se le compara.
Ahí hacía una pausa y se le quedaba mirando a todos los que se habían reunido, para
después continuar.

En tu interior se desgarran, una y otra vez, el jaguar y el cocodrilo. Nunca he sabido


muy bien quien es quien y aunque lo supiera no te lo diría, ya que tú mismo debes
descubrirlo. Lo que si te puedo decir es que uno de ellos es la encarnación de todo lo
bueno que hay en el corazón de los humanos, bien se le podría llamar justicia,
solidaridad, amor, gratitud, compasión, alegría, valor, fortaleza, su nombre podría ser
escucha, generosidad, placer, amistad, respeto. Es una bestia impresionante, ágil,
flexible, dueña de sí misma, sin duda un poderoso guerrero.
Su contrincante no se queda atrás, él es la forma física de todo el potencial
destructor que tienen los hombres. Sólo decir sus nombres estremece a muchos, se
llama miedo, soberbia, enojo, tristeza, intolerancia, odio, también le dicen indiferencia,
envidia, egoísmo, mentira. Este también es un guerrero fabuloso, astuto, inteligente,
certero y lleno de energía.
Largo rato pasaba el abuelo contando sus batallas, describiendo el tremendo
enfrentamiento entre cocodrilo y jaguar. Era un gran narrador, ya que sus palabras
hacían que el aire se llenara de rugidos y de garras, de dientes, de sangre, al hablar
evocaba quijadas, zarpazos, casi se podía tocar a la gran bestia ancestral, al poderoso
reptil de los pantanos, muchos miraban admirados al ágil felino, sombra negra y
amarilla en plena lucha.
Finalmente cuando el fuego estaba a punto de extinguirse el anciano terminaba la
reunión – gracias por contar y escuchar, descansen bien – decía – sueñen deliciosos
sueños, sanen y crezcan. Poco a poco todos se marchaban satisfechos, felices por vivir
en el mundo y por amar los cuentos.
Pero una noche, cuando el abuelo estaba a punto de despedirse después de contar
una vez más los detalles de la cruenta batalla, uno de los niños más pequeños levantó la
mano, como se acostumbra entre aquella gente pedir la palabra.
El anciano le asintió, dando la señal de que le estaba permitido hablar y el niño dijo
– Abuelo siempre nos cuentas esta historia pero nunca nos dices quien va a ganar, yo
quiero saber si será el jaguar o el cocodrilo.
El hombre viejo lanzó una carcajada sorprendido por la pregunta, después se quedó
en silencio y finalmente respondió – Eso no lo sé, depende de ti. Tú sabes que un
animal es fuerte cuando está bien alimentado, cuando se ejercita, cuando descansa bien,
por el contrario si no come, si no se mueve, si no duerme se va volviendo torpe y débil.
Así que todo depende de a cuál de los dos decidas alimentar, a cuál de los dos entrenes,
a cuál de los dos cuides para que en su descanso sane y crezca – y con un brillo de
felino en los ojos, con fortaleza de reptil concluyó – Muchas gracias a todos por contar
y escuchar, descansen bien.

¿A quién alimentaste hoy?


31- Graduación

Escuché decir al viento que hay etapas de aprendizaje que se abren y otras que se
cierran.
Hace tiempo vivía un hombre en la ciudad, este hombre vivía como viven los
hombres en la ciudad, con sus sueños y sus broncas, con sus prisas y sus risas, también
con sus angustias, sus pasiones y sus indiferencias.
Sin embargo, este hombre recordaba de vez en vez cuando era niño y sus papás lo
llevaban al mar; y entonces, no podía evitar volverse niño nuevamente y recordar la
fascinación que sentía al ver romper las olas y observar cómo el agua se extendía hasta
donde llegaba su vista, al escuchar a las gaviotas, al sentir su piel refrescada por la
brisa o en sus pies descalzos la arena y el agua, al oler el aire salado y preguntarse
cuántas historias escondería el océano.
Y entonces regresaba a su trabajo y sus obligaciones, a la prisa y al compromiso.
Hasta que un buen día, el pensamiento del mar regresó con más insistencia, el
misterio de sus aguas no se fue y finalmente el hombre se decidió. Hacerlo no fue fácil,
convertirse en marino implicaba cambios, dejar de hacer cosas, invertir tiempo, soltar e
incluso enfrentar uno que otro miedo. Pero su decisión era grande y pensando que la
mejor manera de aprender a navegar es navegando, se hizo a la mar.
Ese día sentía emoción y nerviosismo, la expectativa y el anhelo de quien emprende
una nueva aventura. Y pasó el tiempo.
Aprendió el lenguaje de los marinos, se volvió uno de ellos y ahora hablaba de
mástiles y corrientes, de timones, de babor y estribor, de ventiscas, de popa y de proa y
a veces al recordar su pasado citadino también de autos y edificios, de empresas y de
prisas.
Aprendió a detectar los pequeños cambios en el viento y en las nubes, a leer las
estrellas y los brillos de la luna.

Poco a poco fue dominando la forma en que debía dirigirse a cada miembro de la
tripulación, a evitar malos entendidos al izar las velas, hacer amarres, levar anclas y
dejarse llevar por la deriva y sin darse mucha cuenta sus cartas náuticas se fueron
enriqueciendo.
Mientras pasaba el tiempo, hizo nuevos amigos al enfrentar temporales y también al
festejar su llegada a puerto, supo de viejos lobos de mar y escuchó sus sabios y
extraños consejos, aprendió a enamorar sirenas, a sumergirse en las profundidades del
mar y a disfrutar observando la riqueza de este mundo interior de peces y corales.
La experiencia le ayudó a comprender la importancia de los rituales del mar, a
manejar su carácter, conocer sus emociones y conforme pasaba el tiempo encontró más
y más recursos que curiosamente ya estaban dentro de él y nunca antes había observado.
Y pasó el tiempo y el tiempo pasó. Y cuando innumerables lunas habían crecido y
menguado, se volvió a acordar de cuando era niño y con su hermano mayor volaba
papalotes; no pudo evitar sentirse libre como niño nuevamente y recordar la fascinación
que sentía al observar ese pedazo de tela y palitos elevarse con el viento, escuchar otra
vez sus risas mirando cómo la cauda bailaba muy arriba, sentir el hilo de cáñamo que
se deslizaba entre sus dedos mientras el papalote subía más y más... y entonces, sin
pensarlo – ni mucho, ni poco - se decidió y con una enorme sonrisa se echó a volar.

¿Fluir en el mar o volar al viento?


32- Entrenamiento

Escuché decir al viento que en aquel tiempo hombres y mujeres aún se entrenaban
para la vida, todavía sabían escuchar y aprender de los demás.
No sólo escuchaban a los sabios y conocedores, también a los niños, a la tierra, a la
luna, a la milpa, a la lluvia y aunque hoy nos parezca raro, todavía entendían el idioma
de las aves y las bestias y ellas aún deseaban compartir su saber con nosotros.
Así que en aquellos días se hablaba largo y tendido sobre tres grandes maestros,
Bala el tigre, Pyara la grulla y Hansi el mono.
Bala daba enseñanzas en el bosque y la sabana. Era un animal impresionante,
trecientos kilos de músculo, garra y diente, amarillos los profundos ojos, cerca de tres
metros de largo, fuerte como el roble, el acero y la montaña, ágil como el mismo viento
y fluido como los rápidos del rio. Estanque en calma, estallido naranja, dorado y negro
en el ataque.
Ser discípulo de Bala no era fácil, había que pasar durísimas pruebas para ser
aceptado, demostrar compromiso inquebrantable y dedicarse en cuerpo y alma al
desarrollo de la fuerza interna. Esa era la enseñanza del tigre, conocía cada secreto
para volverse fuerte por dentro y por fuera. Sus estudiantes aprendían a poner límites, a
pasar a la acción, a templar su mente, con el paso del tiempo se volvían guerreros
inquebrantables, su rugido y su presencia los distinguía como aprendices de Bala.
Había un fuerte entrenamiento físico, dominio de las técnicas marciales, vivencia en
carne propia de cada momento de fortaleza previamente vivido, además de reconocer y
enfrentar constantemente los propios miedos. Sin embargo como a veces nos pasa a las
personas, un buen número de los guerreros del tigre no sólo desarrollaban fortaleza
sino que también - al saberse poderosos – hacían crecer la semilla de la soberbia, la
prepotencia o incluso la violencia.
A Pyara le gustaban los lugares húmedos, abiertos y tranquilos. Era un ave elegante y
sutil, sin duda hermosa en su plumaje blanco y grisáceo, ojos redondos y curiosos, la
más fiel compañera, viajera incansable, llena de amor, cuidadosa y atenta. Disfrutaba
del vuelo, del agua, del silencio y la quietud.
Aquellos que buscaban a Pyara para aprender siempre eran aceptados, aunque al
poco tiempo muchos desistían ya que el entrenamiento en el amor nunca es sencillo. La
grulla era sabia y su instrucción versaba sobre la atención y el amor, ella había
recorrido todos los caminos al corazón. Sus alumnos primero aprendían a observar
cuidadosamente, a ponerse la piel del otro, a escuchar palabras e intenciones, después
se volvían amantes y sanadores. Con el tiempo dominaban la palabra justa, el momento
preciso, el movimiento suave. La habilidad para sanar y enamorar era el sello de los
seguidores de Pyara.
Todo esto puede parecer sencillo mas el entrenamiento era intensísimo, dejar atrás
cada rencor, perdonar ofensas, sufrir y sanar el dolor ajeno puede ser agotador. Ellos y
ellas expandían su corazón, hacían llegar deseos de bienestar a cada ser y recuperaban
cada instante de ternura experimentado en su camino de vida. Desafortunadamente como
le ocurre a algunos seres humanos, no era raro que algunos sanadores y amantes grulla –
al volverse observadores y sensibles – fueran invadidos por el desánimo y el
cansancio, se olvidaran de volar su propio vuelo e intentasen vivir a través de los
demás.
Energía, movimiento, risa y disfrute, así se podría describir a Hansi el mono. La
selva le fascinaba, siempre tan viva y bulliciosa, brincaba de rama en rama, balanceaba
su peso entre los árboles, llegaba de improviso, riéndose descaradamente. Su tamaño
no impactaba a nadie, su agilidad y habilidad para la sorpresa sí.
Ser discípulo de Hansi podía ser agotador ya que el mono era siempre impredecible.
Nunca perdía su sentido del humor, se reía de todo y de todos, muchos lo encontraban
incluso irrespetuoso pero él no dejaba de reír alegremente. No había reto, problema,
miedo, esperanza, proyecto, potencial o limitación que no fuese tomado por Hansi con
ligereza. Esto no quiere decir que no actuara, o que no invitara a sus alumnos a resolver
sus problemas y a volver realidad sus sueños, pero siempre reía y con frecuencia se le
oía decir mientras se bamboleaba de cabeza colgado de su cola “no te tomes la vida tan
en serio, como quiera no saldrás vivo de ella”. Los discípulos del mono con el tiempo
se iban volviendo ligeros, alegres, creativos y llenos de energía, casi parecía que
rejuvenecían y había buenas razones para ser conocidos como los hombres niños de
Hansi.
Volver a jugar puede parecer divertido – y claro que lo es – pero eso no le quitaba
dureza al entrenamiento, había que recorrer nuevos caminos, atreverse a explorar lo que
no había sido explorado, recontactar con la sorpresa, cuestionar la idea de que sólo hay
un modo de hacer las cosas, y lo más difícil de todo, reírse de sí mismos al irse
despojando poco a poco de la tremenda carga de la autoimportancia. Tristemente
algunos de los alumnos del mono, como nos pasa a los seres humanos con cierta
frecuencia, no solo recuperaban la energía, la risa y la alegría del niño si no que – al
jugar de nuevo y volver a disfrutar – se volvían desatentos, descuidados, como si el
juego no se debiera jugar en serio, algunos incluso se convertían en maestros de la
burla y el sarcasmo.
Sin embargo en ese mundo antiguo también había los que estaban tan
comprometidos, los verdaderos seguidores del tigre, de la grulla y del mono, los fuertes
guerreros, amorosos amantes y risueños niños, que habían descubierto el auténtico
secreto. Porque justo con la llegada de las primeras lluvias sin decírselo a nadie -
aunque sin ocultarlo tampoco - Bala, Pyara y Hansi se ausentaban unos días para
reunirse entre ellos, para charlar como charlan los grandes amigos al reencontrarse,
para aprender profundamente unos de otros.
Se entrenaban entre ellos, sanaban juntos, jugaban como saben hacerlo los maestros
y antes de despedirse danzaban el ritual del mono, la grulla y el tigre. Al ritmo del
bosque, la sabana, la laguna y la selva volaban, brincaban, rugían en un armonioso
baile; en una danza de pelo, de pluma, de garra reuniendo nuevamente lo que nunca
estuvo separado, fuertes, amorosos, ligeros.
De modo que cuando regresaban y daban enseñanza nuevamente, los discípulos de
Bala, aquellos que sabían observar profundamente no podían evitar mirar – y al mismo
tiempo aprender – justo en el centro de la impresionante fortaleza del tigre, en el
amarillo de su mirada, que el destello lo que transmitía era el amor más expansivo e
incluso podían escuchar que detrás de su rugido el sonido era el del placer y de la risa.
Mientras tanto los amantes sanadores, discípulos de Pyara, aquellos que sabían
cómo mirar atenta y amorosamente no podían evitar darse cuenta – mientras aprendían –
que ahí en el movimiento suave, en el sutil aleteo, en el movimiento que cura y en la
intención amorosa había siempre un resplandor de la más extraordinaria fuerza, siempre
un chispazo de ligereza y diversión.
Y sin duda a los hombres niños de Hansi, aprendices del mono, a los que conocían
como ver sin ninguna distracción les parecía tan evidente que la esencia del juego y de
la risa no eran otros que la fuerza y el amor.
Así que sin importar mucho cuál era su camino y su maestro, en el corazón de
aquellos cuyo compromiso era tan grande, en el centro de los que habían aprendido a
ver, justo al inicio de la temporada de lluvias un antiguo baile se danzaba. En su
corazón, tigre, grulla y mono se fundían y al terminar la danza se sabían más fuertes,
amaban más verdaderamente y no podían evitar reírse mucho más.

¿Estás oyendo el ritmo del bosque, el tambor de la selva, el canto del estanque?
¿Ya te llegó la invitación al baile?
33- La manzana de la curación

Escuché decir al viento que esta historia tiene magia, pero que toda magia requiere
ciertos preparativos. Así que me explicó que para que esta historia genere su encanto,
se necesitan 3 cosas:
Que alguien la cuente (o escriba) desde el corazón. Así me la contó el
viento y así te la cuento yo.
Que alguien la escuche desde el corazón. Así la escuché yo y así te
invito a leerla.
Que quien la escucha contacte con un deseo verdadero de su corazón,
que imagine lo que va a ver cuando se haga realidad, que escuche lo que oirá
cuando lo logre y que sienta con su propio cuerpo, por adelantado qué es lo que
sentirá cuando su deseo florezca. Eso hice yo aquella vez y te propongo que te
tomes unos segundos para hacer lo mismo antes de continuar leyendo.
De modo que después de esos preparativos el viento continuó, usando la maravillosa
voz que utiliza cuando me cuenta sus historias:
La princesa estaba enferma, nadie sabía qué enfermedad le aquejaba, pero cada día
que pasaba estaba más triste, más débil, más gris. Y el rey, su padre, como todo padre,
se encontraba preocupado, no sólo porque era su heredera, sino porque la amaba
profundamente. Así que hizo lo que la lógica dictaba, mandó llamar al médico real.
El doctor la auscultó, le tomó los signos vitales, revisó sus ojos, su lengua y su piel
y recetó lo que se receta en esos casos. Media pastillita, de esa, de la pequeñita y
blanca, todas las mañanas con medio vaso con agua; dos capsulitas de aquellas, de las
que son la mitad amarilla y la mitad roja, al medio día, antes de comer; y por las
noches, la otra mitad de la pastillita blanca. La receta se siguió religiosamente, durante
quince días, media pastillita en la mañana, dos cápsulas de colores al medio día y la
mitad que quedaba de la pastilla mañanera durante las noches; empero, la princesa no
sanaba, cada vez más débil, más triste, más gris.
De esta suerte, el rey al no encontrar resultados en la lógica decidió recurrir a la
magia, mandando llamar al hechicero de palacio, ya que como seguramente sabes, no
hay rey que se jacte de serlo, que no tenga un hechicero, brujo, chamán o incluso un
duende en su nómina.
Así que el hechicero visitó a la princesa, caminó alrededor de su cama varias veces,
primero en un sentido y luego en el contrario, dijo unas palabras en un idioma que lleva
largo tiempo olvidado, se le quedó mirando y recetó que se pusieran cuarzos y gemas
en agua a la luz de la luna y que la princesa le diera un traguito a esa agua durante
veintiún días justo a la hora del ángelus. Estos pasos se siguieron a pie juntillas, los
mejores cuarzos, las más bellas gemas, el agua más pura, los veintiún días justo a la
hora del ángelus; sin embargo, la princesa no sanaba, cada vez más débil, cada vez más
triste, cada vez más gris, cada vez como un poquito más para allá y un poquito menos
para acá.
Como puedes imaginar – me dijo el viento – el rey estaba más y más preocupado,
olvidándose de sus responsabilidades, ausente en sus reuniones, sólo pensando en la
salud de la princesa. Hasta que un día hizo lo que algunos hacen al estar preocupados:
salir a caminar, caminar sus pensamientos, dar pasos con su preocupación y
curiosamente al ir sumido en su propia mente, alcanzó a escuchar, a lo lejos, la voz de
una anciana que decía (nunca supo a quién): “Pero es tan sencillo, si tan sólo el rey
supiera. La princesa sanará con sólo probar la manzana de la curación”
El monarca no había terminado de escuchar la frase, cuando regresó apresurado a
palacio y mandó poner un edicto en todos los rincones del reino, donde informaba que
aquel que llevara la manzana de la curación y sanara a la princesa, se casaría con ella y
por tanto se convertiría en el heredero al trono. Sin lugar a dudas la comunicación real
surtió efecto, ya que empezaron a llegar manzanas y más manzanas a palacio. Manzanas
rojas, verdes y amarillas, manzana golden, manzana stark, manzana de Chihuahua,
manzana de la sierra, de esa que es más chiquita y un poco ácida, también pastel de
manzana, manzanas al horno, ensalada de manzana, manzanas rellenas, hasta un lechón
con una manzana en el hocico; pero ahora la princesa ya no sólo estaba triste, ya no
sólo estaba débil, ya no sólo estaba gris, sino que se había empachado, comía manzana
en el desayuno, en el almuerzo, en la comida, en la merienda y hasta en la cena.
Mientras todo esto ocurría en palacio, cerca de ahí había un hombre que tenía un
huerto de manzanas y tres hijos, el hijo mayor, el hijo de en medio y el hijo más
pequeño, como pasa a veces con los hombres que tienen tres hijos. Al enterarse del
edicto fue con su hijo mayor y le dijo: “hijo, por qué no llevas manzanas a palacio,
quién sabe, tal vez tengas suerte y consigas sanar a la princesa. Ya es momento de ir
cambiando el burro por caballo”
El muchacho lo pensó un poco - pues estaba comprometido - pero entre un
matrimonio feliz y todo un reino, decidió llevar manzanas. Así que fue al huerto, llenó
todo un costal pensando que mientras más manzanas llevara más posibilidades tendría
de que alguna fuese la manzana de la curación, se echó el costal al hombro. Ahí iba
rumbo a palacio, cuando en el camino se encontró con una vieja mendiga, que se le
quedó mirando – con esa mirada que tienen las ancianas – y le preguntó “hermoso
muchacho ¿qué es lo que llevas en ese costal?” y el joven se quedó pensando “¿qué tal
si le digo la verdad, y me pide una manzana y qué tal si esa manzana resulta ser la
manzana de la curación?” Así que decidió mentir – “colitas de rana, señora” –
respondió. La mujer profundizó un poco su mirada y muy bajito, como para que nadie la
escuchara, susurró: “que así sea”.
El muchacho siguió su camino, llegó a palacio, lo dejaron pasar donde estaba la
princesa y la corte entera, pero al bajar el costal, lo sintió un tanto diferente y al abrirlo
¡Ni una sola manzana! ¡Colitas de rana! El rey no estaba para bromas, de modo que
ordenó que le dieran cien azotes a ese joven que se atrevía a burlarse de la princesa, de
él y de su dolor. El muchacho con dificultad para caminar, con la espalda sangrando y
el rostro contraído de dolor, regresó a su casa y contó la historia.
Pero al cabo de unos días, el padre fue ahora con su hijo de en medio y le dijo: “hijo
¿por qué no llevas manzanas a palacio?, siempre has tenido buena fortuna, quién sabe,
tal vez alguna sea la manzana de la curación y podamos cambiar el triciclo por
carruaje”
El muchacho, que no tenía compromiso alguno, lo pensó menos, fue al huerto de
manzanas llevando dos costales, ya que había aprendido de la experiencia de su
hermano y pensaba que mientras más manzanas llevara, más oportunidades tendría que
alguna fuera la manzana de la curación. Llevaba manzanas maduras, pero también
manzanas verdes, incluso manzanas ya pasadas, juntó todas las que pudo, cargó al burro
con los dos costales; y ahí iba rumbo a palacio, cuando en el camino se encontró con la
vieja mendiga, que se le quedó mirando – con esa mirada que tienen las ancianas – y le
preguntó: “hermoso muchacho ¿qué es lo que llevas en ese costal” y el joven se quedó
pensando “¿qué tal si le digo la verdad y me pide una manzana y qué tal si esa manzana
resulta ser la manzana de la curación.” Así que decidió mentir – “cuernos de conejo,
señora” – respondió. La mujer profundizó un poco su mirada y muy bajito, como para
que nadie la escuchara, susurró “que así sea”.
El muchacho siguió su camino, llegó a palacio, lo dejaron pasar donde estaba la
princesa y la corte entera, pero al bajar el costal, lo percibió un poco distinto y al
abrirlo ¡Ni una sola manzana! ¡Cuernos de conejo! Y el rey que no estaba para
chistecitos ordenó furioso que le dieran doscientos azotes a ese joven que había venido
a reírse de la desgracia ajena. El muchacho apenas pudo caminar, con la espalda aun
sangrando y llanto de dolor en los ojos, regresó a su casa y contó la historia.
Pasaron algunos días y esta vez fue el hijo más pequeño el que fue con su padre
diciéndole: “padre, permite que ahora sea yo quien lleve manzanas a palacio, ¿Quién
sabe? Tal vez sea yo quien sane a la princesa.” Pero el padre se negó, se sentía
profundamente culpable del sufrimiento de sus otros dos hijos, sin embargo, el más
pequeño insistió e insistió y dicen que tanto va el cántaro al agua hasta que lleva
manzanas.
El joven se dirigió al huerto y pensó “me han dicho que es LA manzana de la
curación, ¿qué sentido tiene llevar muchas? Con la adecuada es suficiente”, de modo
que buscó la más hermosa, la más brillante, la más jugosa, la más aromática, la que se
antojaba con sólo mirarla, tomó esa manzana, la limpió contra su brazo; y ahí iba rumbo
a palacio cuando en el camino se encontró con la vieja mendiga, que se le quedó
mirando - con esa mirada que tienen las ancianas – y le preguntó: “hermoso muchacho
¿qué es eso que llevas en la mano?” a lo que el muchacho no tardó en responder “La
manzana de la curación, señora. Voy a palacio, donde la princesa sanará con sólo
probarla; ya que en algún tiempo se casará conmigo y es que aunque usted no lo sabe,
justo ahora está hablando con el próximo rey de este reino”
Fue entonces cuando - sin pensarlo - vino a mi mente aquel deseo de mi corazón.
Pude verlo logrado clara y brillantemente, pude escuchar los sonidos de su realización
vibrantes y armónico y comencé a sentir en todo mi cuerpo las sensaciones de alegría y
bienestar de un sueño cuando florece. Así que te invito, a que antes de escuchar la
respuesta de la vieja mendiga, traigas a tu propia mente, lo que vas a ver cuando lo
logres, lo que escucharás cuando lo conviertas en realidad, lo que sentirás en tu cuerpo
y en tu piel cuando tu propio sueño florezca.

Y con eso en la mente. Observes a una anciana en el camino, que te mira del modo
que miran las ancianas y muy bajito, como para que nadie lo escuche te dice “así sea”
¡Así sea!

Hermos@ muchach@ ¿Qué es lo que llevas en el corazón?


34- Historias al viento

Esta vez el viento me hizo una vez más la misma pregunta ¿Qué es lo que tu corazón
persigue? susurró y después de una larga calma comenzó a narrar.
La hermosa guerrera ya había emprendido el viaje. Su misión no era sencilla, había
de llevar el cofre que contenía las más secretas enseñanzas de ese pueblo combatiente
desde su aldea hasta el templo de los observadores de estrellas. Llevaba meses de
viaje, de un viaje largo y arduo, atravesando las altas montañas del desánimo, la espesa
selva doliente, el desierto sin senderos cuando por fin llegó al punto desde donde se
podía mirar, a lo lejos, el brillante templo de piedra plata, el santuario de los
observadores de estrellas.
Pero cual no fue su sorpresa cuando, cansada, logró subir la ladera y desde ahí miró
¡no uno, si no siete templos idénticos! Siete bellísimas estructuras de piedra plata, todas
con su puerta de cuarzo y su torre de observación. Nadie le había dicho que eso sería lo
que había de encontrar, tenía la certeza de que uno sólo era el verdadero y algo en su
corazón le dijo que los demás eran los hogares de la muerte.
Desde el sitio en el que estaba pudo ver los siete caminos que conducían a su
respectivo templo. El primero transcurría serpenteando por largos kilómetros y estaba
hecho de rojos adoquines, el segundo era un camino de agua bordeado por flores color
naranja, el tercero recibía directamente la luz del sol y estaba construido con piedras
amarillas, más allá se miraba el cuarto sendero, el de cantera verde y sin saber por qué
supo que ese olía a rosas, sobre el quinto volaban y cantaban multitud de preciosas
aves, el sexto brillaba con una rara tonalidad violeta y en su entrada había jazmines,
por último, el séptimo de los caminos era de un blanco brillante y transcurría como un
laberinto trazando la figura de la flor de un loto.
Yo no sé qué hubieras experimentado tú en una situación similar; con una misión
importante, agotado de meses de viaje y privaciones y cuando finalmente el deseado
objetivo pareciese cercano, la sorpresa de encontrar sólo confusión ya que no sabes
cuál es el destino correcto. Lo que sé es que la guerrera se sumió en las más profundas
dudas, todos los templos se veían iguales, todos los caminos invitaban a explorarlos, se
detuvo unos segundos y pensó que el de la izquierda era el mejor pero estaba a punto de
dirigirse a él, cuando su cuerpo titubeó y le hizo dar un paso en dirección contraria.
Observó la belleza de aquel comenzando a sentir que ese era el verdadero, cuando su
corazón le indicó que el camino del medio era el que tenía que recorrer. Ya se dirigía
hacia él cuando una fuerza desconocida la invitó a caminar por un sendero diferente. Se
sentía desgarrada, titubeante, llena de dudas y no pudo evitar darse cuenta que por
primera vez no sabía qué hacer.
Fue entonces cuando el viento suspendió el relato y con una voz distinta me dijo – no
sé porque, pero me estoy acordando de una historia diferente.
Intentar, intentar y no lograr. Esa era la experiencia de aquel niño, las matemáticas
no se le daban, podía con las sumas y las restas, las multiplicaciones le costaban
trabajo, pero dividir se estaba volviendo la más frustrante experiencia.
Era un niño decidido y aplicado, siempre había pensado que era inteligente, hacía
sus tareas y ponía atención. Pero mientras más empeño dedicaba más se le escapaba la
forma correcta de hacer que el número grande se repartiera entre el pequeño.
Dividendo, divisor, cociente y resto, parecía que le hablaban en sánscrito, sólo pensar
en la famosa casita, en el símbolo de la división o en la palabra entre, hacía que su
frustración creciera.
En serio quería aprender, su mamá buscaba ayudarlo, la maestra le explicaba una y
otra vez, pero él cada vez más bloqueado, más enojado consigo mismo, con el álgebra y
los condenados números. Era como enfrentarse a un enemigo que te supera por mucho,
como trabajar por largas horas para que justo el día de pago se te pierda el dinero,
como ponerle el corazón entero al regalo de papá y que él ni lo volteé a ver. La palabra
correcta es frustración.
Y mientras el viento me contaba todo esto yo no pude evitar - al recordar mis
propios esfuerzos y fracasos – sentirme como el niño.
Pero de repente el viento sopló desde otra dirección y me dijo – Por cierto, la
bellísima princesa Flor de Azahar tenía cautivado al reino entero, todos los habitantes
admiraban sus ojos, sus cabellos, su figura entre frágil y sensual, pero lo que más les
maravillaba era que cada vez que sonreía la fragancia del azahar llenaba suavemente el
espacio a su alrededor y los que ahí estaban no podían más que embelesarse con su
aroma.
Las mujeres la admiraban y los hombres la deseaban. No era raro que tuviera cientos
de pretendientes, hombres de todas las clases sociales parecían hechizados por sus
encantos, jóvenes y ancianos la buscaban, mandaban los regalos que estaban a su
alcance y no hacían más que hablar de ella.
Sin embargo para ella sólo existía el hijo del jardinero real, cuando pensaba en él,
su sonrisa se hacía más plena y el delicioso aroma inundaba al castillo entero. Ella
hacía cuanto podía por pasear cerca de él en los jardines de palacio, por asomarse a la
ventana cuando él estaba cerca, o simplemente por traerlo al pensamiento una y otra
vez; así que el rey no tardó en darse cuenta del amor que crecía en el corazón de la
princesa y como el muchacho no estaba a la altura de su hija, habló con ella y
severamente le dijo
- Sólo permitiré que lo veas cuando él haya hecho de la selva un jardín.
La princesa esperanzada le mandó una nota al joven jardinero, donde con su suave
letra decía “haz de la selva un jardín y entonces podré verte”
El muchacho que también amaba en secreto a la princesa, no lo pensó más y se fue a
la selva. Pero convertir una selva en un jardín no es sencillo para un ejército entero,
mucho menos para un solo hombre. Largo tiempo pasó sembrando flores, gardenias,
rosas, siemprevivas y claro también azahares, podando los árboles, haciendo senderos,
y la princesa pensaba en él cada vez más impaciente, cada vez con más deseos de que
su tarea terminase para verlo. Cuando por fin la selva entera se había transformado en
el más tranquilo de los jardines, lleno de flores, de fuentes, de suaves senderos, el rey
tuvo que cumplir su palabra así que llamó a su hija y astutamente le dijo
- Ahora puedes ver al jardinero, pero no permitiré que hables con él hasta
que consiga que las flores del cerezo sean estrellas.
Así que la princesa nuevamente envió una nota diciendo “Ahora puedo verte, pero
estoy ansiosa de hablar contigo. Si logras que las flores del cerezo sean estrellas mi
padre lo permitirá”
El joven sin pensarlo fue al cerezo y noche tras noche hablaba con él y las estrellas
rogándoles a aquellas que floreciesen en él, suplicándole a él que brillase por las
noches. Esto se volvió un ritual para el muchacho, cada noche acudía ante el cerezo y
repetía sus súplicas, mientras tanto la princesa sonreía cada vez menos, presa de una
creciente impaciencia, intranquila y ansiosa de que llegara Lunas crecieron y
menguaron hasta que una buena noche las estrellas y el cerezo – conmovidos por la
devoción del joven consintieron en reunirse - convirtiéndose en un asombroso árbol
nocturno y luminoso. Estando así las cosas, el rey no tuvo alternativa así que habló con
su hermosa hija diciéndole
- El amor de ese hombre es grande, puedes hablar con él, pero no podrás
tocarlo hasta que consiga que la más joven de las ceibas crezca y se transforme
en mi nuevo palacio.
Ella corriendo con una gran y aromática sonrisa fue hacia el enamorado jardinero y
con la más dulce de las voces le dijo
- Pronto llegará el momento en él que podamos abrazarnos, por favor no
tardes y logra que la más joven ceiba se haga grande y se convierta en un
palacio digno del rey
El muchacho siguiendo los dictados de su propio corazón buscó a la más joven de
las ceibas y se puso a pensar que era lo que podría hacer para que ese pequeño árbol
creciera hasta ser castillo. Mientras él pensaba, la impaciencia de Flor de Azahar no
hacía más que crecer, anhelaba con todo su corazón que por fin llegara el momento en
que sus manos, sus labios, sus cuerpos pudiesen tocarse libremente. Pero el joven no
encontraba la respuesta y la bellísima princesa sentía, instante a instante, como su
paciencia se agotaba, como en su mente no había más que el pensamiento “ya es
suficiente, no puedo esperar más”
De modo que el viento ahora me habló con más frescura y me dijo – si aún puedes
tolerarlo, por favor espera un poco para saber que les pasó, ya que quiero hablarte del
deseo.
Pocas cosas son tan fuertes como el deseo. ¿Te has puesto a pensar en lo
impresionante de su fuego? ¿En la intensísima sensación que recorre el cuerpo de quien
no tiene dudas, de aquel que sabe con certeza lo que quiere?
Así me he sentido yo – me dijo el viento – imparable, poderoso, libre. He deseado
con todo mi corazón de viento recorrer las dunas del desierto y la imagen de ellas se
vuelve clara, nítida, brillante. Es como si de pronto fueran magnéticas, atractivas, como
si ellas mismas me impulsaran hacia allá, sin importar distancias ni esfuerzos.
He anhelado con toda mi mente de viento soplar entre los frescos bosques, y mi
único pensamiento es el de árboles y hojas, de refrescantes sombras, me parece que ya
casi estoy cantando entre las ramas y las aves. En esos momentos parece que cada árbol
me llamara, que sus hojas y raíces jalaran de mí y es entonces que no importa lo lejos
que este ni lo difícil que a otros les parezca.
He sentido con todo mi cuerpo aéreo la pasión de refrescarme en alta mar y a mi
mente vienen olas azules y verdes, con total claridad observo el mar en todas
direcciones, con la nitidez más absoluta miro en mi mente el azul oceánico bajo de mí,
el azul celeste arriba mío, casi siento las cosquillas del agua acariciándome. No tengo
dudas de que cuando esto me pasa es la ola la que me lleva hasta ella, es la corriente
marina la que toma mi mano y me dice “¡ven ya!”, podrás pensar que no tengo razón,
pero cuando el mar me llama así carecen de toda importancia las dificultades, los
obstáculos y se borran todas las dudas.
No sé muy bien que estaba haciendo el viento conmigo, pero debo confesarte que sus
palabras encendieron mi propio fuego. Es curioso pero poco me importó el desenlace
de cada historia ya que comencé a sentir el ardiente deseo de pasar a la acción, ¡y le
hice caso!
Me encontré diciéndole a mi propia princesa las palabras que había pospuesto,
ahora sin miedo y con amor. Me descubrí puliendo mi propia espada con la más plena
de las atenciones. No dudé un segundo y pasé a la acción, enfrenté a la Quimera, luché
una buena lucha con la tenebrosa oscuridad a quien tanto había temido, puse en orden
mi escritorio, lavé los trastes y recorrí el sendero que lleva hasta el refugio en la
montaña. ¡Qué delicia la de actuar, que sensación deliciosa la de mover el cuerpo, usar
la palabra, ejercitar la mente! Qué bien se siente romper la inercia.
Así que esa misma noche cansado y satisfecho me deslicé en el más reparador de los
sueños. A la mañana siguiente recordé mis sueños, los alcanzados y los soñados, y supe
que el viento me siguió hablando mientras dormía.
Supe que cuando el viento lo desea no existe obstáculo alguno.
Supe que la princesa Flor de Azahar y el príncipe encantador de ceibas sonrieron
juntos por muchos años y que cada vez que hicieron el amor el mundo entero se
transformó en jardín.
Me di cuenta que aprender a dividir toma su tiempo y que no hay nada mejor para
aprender que la sana relajación.
Nunca supe cuál de los siete caminos conducía al templo de piedra plata, el viento
no me dijo cuál de los siete santuarios era el verdadero, pero pude ver - con el ojo de
mis sueños - la sonrisa satisfecha de una bellísima guerrera al volver exitosa a casa.

¿Qué es lo que por fin vas a dejar de posponer?


UNA NOCHE Y MIL NOCHES MÁS – El arte de la comunicación
metafórica

“¿Esto es real o sólo está ocurriendo en mi mente? – preguntó confundido el joven


mago, a lo que su maestro sonriendo respondió – claro que está ocurriendo en tu
mente, pero… ¿Quién te dice que no es real?”

¿Qué es lo que tienen los cuentos? ¿Por qué nos siguen cautivando las leyendas?
¡Qué maravilla la de fascinarse con la magia de Harry Potter, con las aventuras de
Frodo para destruir el anillo, con el submarino de Nemo, o con Sandokan en
Mompracem! ¡Qué delicia observar un unicornio, ver pasar un fuego fatuo, o escuchar
a Baloo enseñar la ley del pueblo libre!
Sin lugar a dudas, la comunicación metafórica tiene una magia particular y desde el
punto de vista de la Programación Neurolingüística no sólo es una magia hermosa sino
que es una magia útil. Decía Rumi, el místico y poeta sufí de la edad media: “Los
cuentos son las cajas de perlas que contienen muchas enseñanzas. Tomad en serio las
palabras insensatas de los cuentos”, o parafraseando a Edouard Brasey: “Los cuentos
no se han hecho para dormir a los niños, sino para despertar al hombre”. Por eso te
invito a que exploremos juntos qué tipo de despertares nos brindan las metáforas y
cómo usarlas para que el día después del sueño esté lleno de bienestar.
Vamos a recurrir a los griegos y a su amor por ponerle nombres a las ideas, como tal
vez sabes el prefijo meta significa “más allá” y fora o foro era utilizado en griego para
hacer referencia a un sitio, a un lugar. Así que metáfora sería poner algo más allá de su
lugar. Otra manera de interpretarlo sería decir que una metáfora es simplemente poner
una cosa en lugar de otra, es decir es un medio de comunicación en el que una cosa se
expresa en términos de otra.
Y por muy complicado que parezca utilizamos esta forma de comunicación todos los
días, cuando decimos “es largo como la cuaresma”, “me divertí como enano”, “es más
bueno que el pan” o hasta “hueles a chivo correteado”, estamos expresando una cosa en
términos de otra y mostrando nuestra habilidad para la comunicación metafórica.
Pero te invito a pensar un poco en lo siguiente… ¿para qué sirve una metáfora?
La respuesta que viene a mi mente casi de inmediato es que es una manera de hacer
que nuestras ideas sean más fáciles de entender por nuestros interlocutores. Esto
siempre y cuando sepan qué es la cuaresma, cómo es un enano o que puedan imaginar a
un chivo siendo correteado.
Aunque pensando en esto con un poco más de amplitud y perspectiva, podemos decir
que el objetivo de una metáfora es involucrar a quien la escucha en un proceso tanto
consciente como inconsciente para que a través de una búsqueda transderivacional
encuentre recursos y amplié su modelo del mundo. En otras palabras, para que toda su
mente busque en su interior, en su cúmulo de experiencias, sueños, objetivos, vivencias
y que esta búsqueda arroje nuevos significados.
Pienso que una buena metáfora arroja nueva luz en lo que se describe, en otras
palabras me permite ver lo mismo pero desde un punto de vista diferente, hablando en
términos de PNL: enriquecer o modificar mi mapa.
Hace algún tiempo me encontré con un cartel en una librería que decía “el amor es
como la luna” y a partir de este hallazgo, le he preguntado a mucha gente ¿por qué crees
que el amor es como la luna? y te voy a compartir algunas de las respuestas que he
obtenido:
Porque es bello y romántico
Porque ilumina hasta la noche más oscura
Porque es frío y distante
Porqué se ve pequeño cuando en realidad es gigantesco
Porque rige los ciclos de las personas
Porque “se dice” que el hombre ya ha llegado hasta él
Porque transforma a los hombres en lobos

Como puedes notar, cada una de estas respuestas arroja una luz diferente en lo que se
describe, resalta aspectos distintos del amor y cada persona que me ha respondido esta
pregunta, para poder hacerlo, tuvo que buscar en su interior (hacer una búsqueda
transderivacional) qué es lo que significaba en ese momento para él o para ella “el
amor”
Pero regreso a mi pequeña historia, después de leer en ese cartel que el amor es
como la luna, me acerqué un poco más porque vi que había algunas palabras más -
escritas con letra pequeña – en las que decía “porque cuando no está creciendo, está
decreciendo”
Y ese fue el verdadero hallazgo para mí, ¡Claro que arrojó nueva luz en mi concepto
del amor! Y me llevó a pensar en mis relaciones y en qué fase estaban cada una de
ellas, inclusive en qué hacer para que el amor siguiera creciendo.
Características de la metáfora
Como explorador de esta manera de comunicarte te puede ser útil considerar las
siguientes características de una metáfora:
1.- Comparación: La primer característica es que surge de la comparación, ya lo
mencionaba anteriormente cuando decía que una metáfora es explicar algo en términos
de otra cosa. La mente del ser humano es experta en generar asociaciones - aunque
muchas las hacemos de manera inconsciente - así que para desarrollar esta habilidad de
generar comparaciones te propongo el siguiente ejercicio.
Completa las siguientes frases con el primer objeto concreto que venga a tu mente:
El aprendizaje es como….
La vida es como…
Mi trabajo es como….
Los celos son como…
El estrés es como…
La alegría es como…
El éxito es como….
La amistad es como…
Los fines de semana son como…
Los lunes por la mañana son como….

Y después de generar estas pequeñas metáforas pregúntate: ¿por qué cada una de
estas cosas es así?
Es un ejercicio interesante en el que no sólo vas a seguir desarrollando tus
habilidades para hacer comparaciones, sino en el que también puedes aprender cosas
interesantes de ti mismo. Incluso puedes pedirle a personas cercanas que también lo
hagan y aprender de las metáforas que ellos generen.
2.- Nuevos significados: La segunda característica es que una metáfora genera
nuevos significados. Ya habíamos hablado también de esto al decir que “arroja nueva
luz sobre lo que se describe”, esto es, una metáfora es útil siempre y cuando te permita
modificar y enriquecer tus mapas. Pensar de manera diferente. Si lo único que hace es
reforzar tu manera de entender las cosas, puede ser entretenida, pero difícilmente te
ayudará a aprender y a crecer.
Un ejercicio que puedes hacer es pedirle a alguna persona que te haga una lista de
diez objetos que tenga en su casa o en su oficina y después regresar a la lista anterior e
ir relacionando cada objeto con la idea en la lista. Por ejemplo, si me pidieras a mí un
listado de diez objetos en mi oficina, te podría generar la siguiente lista:
1. Ventilador de escritorio
2. Engrapadora negra
3. Agenda
4. Teléfono
5. Papeles por revisar
6. Libro sobre metáforas
7. Lámpara de escritorio
8. Teléfono celular
9. Fotografía de mi esposa
10. Laptop

Y al relacionar cada objeto con la lista anterior, te quedaría algo así como…
El aprendizaje es como un ventilador de escritorio
La vida es como una engrapadora negra
Mi trabajo es como una agenda
Los celos son como un teléfono

Seguramente puedes notar que estas asociaciones son forzadas y justo ahí está lo
rico porque te obligan a pensar de manera distinta y a buscar nuevos significados. Así
que, lo que sigue es volverte a preguntar: ¿por qué cada una de estas cosas es así?
3.- Intencionalidad: La tercer característica es que una metáfora tiene
intencionalidad. Quien la cuenta, o quien la escribe, tiene un objetivo en la mente. Y
esto nos lleva a recordar los cuatro elementos de una intervención con PNL:
1. Generar rapport
2. Tener un objetivo claro
3. Revisar la ecología
4. Seleccionar y utilizar una técnica.

Hablando de manera metafórica hay un refrán entre los marineros que dice: “para el
marinero que no sabe a qué puerto se dirige, cualquier viento es bueno”. Por lo que,
más adelante, cuando revisemos cómo generar una metáfora para facilitar el cambio y
el aprendizaje, es buena idea recordar que la intención es importante.

4.- Comunicación indirecta: Por último la cuarta característica de una metáfora es


que comunica indirectamente, lo cual es extraordinariamente útil ya que reduce la
resistencia. Ya no estás hablando de mí, sino del rey, del príncipe o del mendigo y
aunque la metáfora me involucra a nivel inconsciente, a nivel consciente no me siento
aludido.
Un buen ejemplo es la vieja historia infantil que me contaba mi mamá sobre Pedro y
el lobo, ese niño que llevaba a pastar a las ovejas y cuando se aburría comenzaba a
gritar “¡ahí viene el lobo! ¡ayúdenme!” y al llegar la gente del pueblo él no podía evitar
desternillarse de la risa al ver lo ingenuos que eran sus paisanos, hacía esto vez tras
vez, hasta que un buen día, el lobo sí llegó y la gente del pueblo no, cansada de los
engaños de Pedro. De esta manera mi mamá no tenía qué decirme que no dijera
mentiras y darme un largo sermón sobre sus consecuencias, más bien me contaba un
cuento antes de dormir, yo me sentía querido, y además de manera profunda e
inconsciente aprendía.
¡Esto es comunicar indirectamente!
Haciendo flexible el lenguaje
“Las palabras forman el hilo con él que tejemos nuestras experiencias” – Aldous
Huxley
A estas alturas con toda certeza has ido experimentando de manera diferente el poder
que encierran las palabras. Una parte muy importante de la propuesta de la PNL
consiste en revalorar la magia de las palabras.
En muchas ocasiones es una gran idea hablar de manera muy específica. Decir el
qué, el quién, el cuándo, el dónde y el cómo (usar el Metamodelo en términos de PNL).
Esto te permite de manera muy eficaz reconectar la estructura de superficie (las
palabras) con la estructura profunda (los significados personales) y además, en
términos muy prácticos, evitar los malos entendidos. Este es un movimiento de lenguaje
hacia abajo.
Por otro lado, Bandler y Grinder – co creadores de la Programación
Neurolingüística - al modelar a Milton Erickson, el más grande de los hipnoterapeutas,
descubrieron que puedes generar trances hipnóticos e influir positivamente en las
personas al utilizar un lenguaje “ingeniosamente vago”. ¡En otras palabras usar el
Metamodelo al revés! De manera que ayudas a que tu interlocutor encuentre sus propios
significados y sus propias respuestas. Este es un movimiento del lenguaje hacia arriba.
Y ahora al ir leyendo y practicando los ejercicios de este capítulo, has estado
moviendo tu lenguaje de manera lateral, cada que dices “esto es como esto otro”, haces
una analogía y te desplazas con tus palabras lateralmente.
“El elemento más flexible es el que tiene el control” es uno de los presupuestos de la
PNL más poderosos, te recuerda la importancia de tener opciones y te invita cada vez
que tus resultados no te gustan del todo a probar algo diferente. Así que si lo notas,
ahora puedes hacer un uso mucho más flexible de tu lenguaje, moviéndote hacia abajo,
hacia arriba y hacia los lados.
Para ponerte un ejemplo de cómo utilizar esto en el contexto de los negocios, si
mueves tu lenguaje hacia abajo, puedes decir: “Juan necesito que la propuesta que estás
preparando esté en mi escritorio el día de mañana a las 11:00 am y que ya esté revisada
por Lupita y Jorge, por favor, recuerda que debe estar dirigida al licenciado López”,
ahora que si quisieras mover tu lenguaje hacia arriba podrías decir “Por cierto, Juan,
tengo curiosidad de saber qué ideas nuevas y creativas estás proponiendo esta vez” y si
mueves tu lenguaje de manera lateral tal vez dirías: “yo sé que armar esta propuesta ha
sido como hacer un gran rompecabezas, cuesta trabajo que todo embone pero al final
estoy seguro que tendremos una obra de arte”
Yo te propongo que pienses en tu propio contexto y en la manera en que podrías usar
estos tres movimientos del lenguaje para darle mayor flexibilidad a tu comunicación.
Puedes pensar en que dirías, a quién se lo dirías, cuál sería el mejor momento, incluso
donde y hasta cómo te gustaría hacerlo. Estoy seguro que aprender esto puede ser un
juego divertido.
Los usos de la magia
Como ya has descubierto, las historias y los cuentos pueden dejar una huella
profunda, su magia se puede liberar de inmediato o en algunas ocasiones, irlo haciendo
poco a poco. Algunos de los usos que les puedes dar a las metáforas, ya sean de tu
propia creación o prestadas de alguien más, son:
Ayudar a quien te escucha a encontrar recursos o generar estados
internos. Cuando el personaje de tu historia reúne el valor que necesita,
descubre una solución creativa, reencuadra su situación, o encuentra paz después
de la tormenta, el mensaje que estás enviando en realidad no es sobre esa
persona, objeto o ser imaginario, sino que más bien es una invitación a que
quien te escucha - o te lee - realice una búsqueda en su interior para encontrar
esos mismos recursos.
Describir procesos. Una metáfora es una gran manera de describir una
serie de pasos, ya sean internos o externos. En otras palabras, es una excelente
forma para explicar los cómos, de manera que el personaje, y por ende quien te
escucha, aprenda o recuerde alguna forma de pasar del estado actual al estado
deseado.
Sembrar ideas. Cuando cuento una historia me gusta terminarla y no
explicar de qué se trata, dejando que cada quien encuentre su significado en su
momento, permitir que la idea quede sembrada y que sea más tarde cuando
germine, florezca y de frutos. Como te decía previamente eso era lo que hacía mi
mamá al platicarme sobre Pedro y el lobo, no me explicaba la fábula, “sólo”
sembraba la idea.
Generar rapport. Al ser éste, un tipo de comunicación indirecta que evita
la confrontación y por lo tanto no hay resistencia (al menos consciente). Es como
utilizar aquel refrán que dice: “te hablo de Juan pa’que me entiendas Pedro”
Captar la atención de un grupo. En mi experiencia como instructor y
facilitador de grupos no hay nada que me halla (haya) dado mejores resultados
para jalar (atraer) la atención del grupo con el que estoy trabajando que una
metáfora bien contada.

Como ves, todo esto no es poca cosa, aunque para decirlo de manera metafórica, la
única manera de saber a qué saben las verdolagas es probándolas, por más tratados que
se escriban - y se lean - sobre sus propiedades nutritivas y su delicioso sabor al
combinarlas con carne de puerco, la única manera de saber cuál es su sabor verdadero
sigue siendo el infalible método de probarlas.
Metáforas al gusto
Todo esto es muy interesante, y al fin has llegado a la parte práctica, ya has leído
suficiente sobre la magia de las metáforas, así que es momento de que te pongas tu
delantal y tu gorro de chef ya que estoy por pasarte la receta para cocinar metáforas al
gusto.
El tipo de metáforas que vamos a revisar se llaman isomórficas, esto es: metáforas
que tienen una forma parecida a la situación que está enfrentando la persona para quien
está dirigida. Cuando aprendes PNL te das cuenta de la utilidad de igualar a las
personas con las que interactúas, de lo fácil que es generar confianza cuando haces que
tu cuerpo hable el mismo idioma que el cuerpo de la persona con quien te comunicas,
entonces haces ademanes parecidos, usas el mismo ritmo respiratorio y de voz e incluso
te conviertes en el otro para entender sus mapas. En pocas palabras generas rapport.
Además, puedes descubrir que si quieres apoyar a alguien a cambiar, la manera más
sencilla de lograrlo es primero igualar y después conducir hacia el cambio.
Justo eso es lo que vamos a hacer al generar metáforas isomórficas, primero igualar
(de manera metafórica) la situación y las representaciones internas de la otra persona y
después conducir hacia una situación y representaciones internas más llenas de
recursos.
Así que, ¡Manos a la obra! Ahora te voy a presentar la receta para generar este tipo
de metáforas, no obstante, te recomiendo mucho que no sólo lo leas, sino que en los
próximos días lo pongas en práctica. ¡Uno no aprende a hacer arroz hasta que lo hace!
Los ingredientes que vas a necesitar son:
Una persona dispuesta a compartir contigo alguna situación real y propia
en la que no se encuentre plenamente satisfecho.
Tus habilidades de observación.
Tus conocimientos sobre PNL (sistemas representacionales,
submodalidades, metaprogramas)
Una buena dosis de creatividad
Papel y pluma

La primer parte es trabajar la parte de igualación, lo que te va a permitir enganchar a


tu escucha. Así que ten a la mano tus habilidades de observación y tu curiosidad para
obtener información sobre el estado actual de la persona. Busca obtener cuál es el
problema o la situación que está enfrentando, qué ha intentado hacer para resolverlo,
quiénes están involucrados y cuál es la relación que tiene con ellos, cuál es su sistema
representacional preferente en esa situación (si piensa en imágenes, en sonidos o en
sensaciones), cuáles son las submodalidades que utiliza para pensar en esto (si lo
imagina cercano o lejano, colorido o en blanco y negro, ligero o pesado y cómo es el
sonido si es que lo hay) y también qué metaprogramas utiliza (aquí yo te recomiendo
que sólo revises si se motiva por acercamiento o por alejamiento y si piensa en
opciones o en procedimientos, cuando tengas un poco más de experiencia puedes
utilizar todos los que quieras).

Muy bien, la idea ahora es utilizar la creatividad y el papel y la pluma. Lo primero


es convertir a la persona en el personaje principal de la metáfora, y a las demás
personas involucradas en el resto de los personajes respetando el tipo de relación que
hay entre ellos. Por ejemplo, si estás haciendo una metáfora para una amiga que tiene
problemas con su esposo por la educación de sus hijos, puedes convertir en la metáfora
a tu amiga y a su esposo en socios de una empresa que tienen diferencias sobre la
manera de dirigir a su personal, o en un par de aventureros que no se ponen de acuerdo
sobre cómo instruir a los miembros más jóvenes de su equipo. Una vez hecho esto,
puedes ir relatando los eventos que se han dado en la vida real y los intentos de
solución de manera metafórica cuidando que sean parecidos a la situación real pero no
idénticos. La idea no es sólo cambiar el nombre de las personas, sino crear una historia
con la que la persona se pueda identificar pero que no te diga: “y ¿para qué dices que
es una princesa? mejor ponle mi nombre”.
En esta parte de igualación te va a ser de gran utilidad respetar los sistemas
representacionales, las submodalidades y los metaprogramas, ya que estos son aspectos
importantísimos de la experiencia interna de la persona y normalmente están fuera de su
rango de consciencia. Por lo tanto, si detectas que tu cliente piensa primordialmente en
imágenes, escribe una historia muy visual, en la que hagas referencia a lo que se veía, a
los colores, las tonalidades, la cantidad de luz; pero si más bien encuentras que para
esa situación en particular la persona piensa más en sonidos, entonces háblale de
palabras, de ritmo, de música, de ruidos, de qué se decían los personajes y cómo
sonaban sus voces. También puedes usar las mismas submodalidades y si tu cliente te
dice: “siento como si estuviera cargando un saco muy pesado” utiliza esta misma
submodalidad y en la historia el personaje puede tener que hacer trabajo “pesado”,
aguantar al “pesado” de su jefe, o sentirse tan cansado como si sus pies “pesaran” tanto.
Del mismo modo con los metaprogramas, si descubres que la persona se motiva
pensando en todo lo que no quiere, haz que el personaje esté preocupado y centre su
atención en lo que no sirve, en lo que no funciona, o si es muy ordenado y sigue siempre
una serie de pasos (un procedimiento), asegúrate que en la metáfora el personaje
principal tenga estas mismas características.

En el caso que en el que la situación de la persona no involucre a otra gente, siempre


puedes representar sus partes internas, por ejemplo, la que quiere ponerse a dieta y la
que sigue comiendo pastelitos de chocolate, como diferentes personajes.
Algo que te recomiendo mucho, sobre todo si nunca has escrito alguna historia o
algún cuento, es que no trates de hacer la metáfora perfecta. Primero, porque no existe y
segundo, porque estás en una etapa de aprendizaje, así que es mucho más útil
simplemente disfrutar el proceso y dejar fluir tu creatividad mientras le haces
cosquillas al papel deslizando tu lápiz o tu pluma.
Por favor, sólo cuida - en este momento - escribir nada más media metáfora. Sólo la
parte que iguale la situación de tu cliente.
Una vez que has igualado ahora sí puedes conducir. En esta parte de la metáfora
debes mantener en mente que la persona que va a encontrar recursos, a ver la situación
de un modo distinto y a enriquecer sus mapas, es el explorador, el cliente, la persona
para la que estás generando la historia. Por favor, no caigas en la tentación de que sean
los otros involucrados los que cambien, en el ejemplo de tu amiga, su esposo y sus
diferencias en cuanto a cómo educar a sus hijos, si estás escribiendo la metáfora para
ella es su personaje el que debe encontrar soluciones, de otra forma el mensaje
implícito sería no hagas nada y espera a que el otro cambie, no modifiques nada y
espera un milagro.
Así que para conducir en la metáfora, te puede ser útil recordar la fórmula que
plantea PNL.
Estado Deseado = Estado Actual + Recursos
¡Entonces es el personaje principal el que en esta parte encontrará más recursos
internos! De esta manera, en tu historia puedes hacer que él o la protagonista encuentre
valor, disciplina, motivación, entusiasmo, paz interior, creatividad o cualquier cosa que
le sea útil.
Pero la pregunta es: ¿cómo le hago para lograrlo? y la respuesta ya la tienes. Usando
PNL. Lo primero que tienes que hacer es recordar que si una persona sigue haciendo lo
mismo que siempre ha hecho obtendrá los mismos resultados (o peores), entonces pon
al protagonista a hacer algo diferente.
Y ese algo diferente puede ser la manera de pensar, si la persona representaba la
situación visualmente y tú escribiste la primera mitad de la metáfora en términos
visuales, entonces en la etapa de conducción incluye los otros sistemas
representacionales. Esto por sí solo enriquecerá su mapa, así que ahora detalla los
sonidos y las sensaciones y ¿por qué no? hasta los olores y los sabores. También
puedes invertir las submodalidades, lo que antes era pesado vuélvelo ligero, lo oscuro
que ahora sea claro, lo lejano, cercano y lo estridente, silencioso. Por supuesto es una
buena idea también modificar los metaprogramas y si la persona sólo se motivaba
pensando en lo que quiere lograr has que su personaje ahora tenga en cuenta las
desventajas de no cambiar, o si era muy creativo has que en la etapa de conducción el
personaje siga de manera ordenada una serie de pasos.
En pocas palabras cambia los sistemas representacionales, o aún mejor
¡enriquécelos!, invierte las submodalidades y transforma los metaprogramas.
Ponle más magia a la magia
La PNL te ofrece un buen número de técnicas - procesos para modificar tus
representaciones internas - que al aplicarse con atención e intención te permiten
encontrar buenos resultados y un mayor control sobre tus procesos mentales. Enriquecer
tus mapas.
Así que un buen añadido que puedes hacer en una metáfora es incluir un patrón de
PNL, de forma que el personaje principal haga un contraste de mapas, un patrón de
zumbido, una añadidura de recursos, un círculo de excelencia o un reencuadre en seis
pasos. Esta sugerencia aplica para aquellos “metaforeadores” que ya utilizan la PNL de
manera formal.

El joven guerrero dominaba el arte de la espada, sus movimientos eran


elegantes, precisos, su cuerpo fuerte y flexible, y sin embargo, sabía que sus
más importantes batallas no las ganaría con la fuerza de su brazo ni con el
filo de su arma.
Pero por más que trabajaba en ello, la magia se le escapaba, no se
concentraba lo suficiente para proferir el hechizo adecuado, no encontraba la
palabra correcta, ni se sumergía en el estado mental conveniente…. Y
mientras más lo intentaba, mayor era su frustración, sobre todo al recordar
las palabras de su maestro que insistentemente le decía “solo deja que tu
palabra y tu mente fluyan juntas”, sin embargo, por más que dedicaba largas
horas a intentarlo no lograba hacerlo, así que cada vez se convencía más
profundamente que la magia no era para él.
Hasta esa tarde, en la que casi decidía abandonar sus esfuerzos, cansado
de buscar que las llamas de ese fuego danzaran según su voluntad, llevaba
por lo menos cuatro horas sentado frente a la pequeña hoguera esforzándose
en concentrar su mente y fue ahí donde la magia ocurrió… seguramente fue el
cansancio, el esfuerzo acumulado, o la profunda decisión de no levantarse
hasta que lo consiguiera, pero en ese momento simplemente se quedó mirando
las llamas, siguiendo su baile hipnótico, apenas percibiendo los sonidos del
exterior… y sin darse mucha cuenta entrando en un estado de profunda
relajación… y es que los guerreros tienen tantas maneras de relajarse,
algunos lo hacen tumbándose a observar las estrellas, otros fundiéndose con
su camino al cabalgar o recordando batallas del pasado y algunos más,
simplemente dejando que el cansancio los venza y mirando el fuego…
deslizándose hasta ese estado entre la vigilia y el sueño… en el que empezó a
observar al maestro de su maestro y su fascinante facilidad para la magia, la
sencillez con la que su mente y su palabra se fundían para generar
maravillosos hechizos de poder y bienestar, así que ensimismado como estaba
el guerrero, decidió observar con atención verdadera, con interés de
alquimista, con devoción de enamorado, a mirar cada detalle, a notar lo que
antes no notaba, el brillo en los ojos del anciano hechicero, el ritmo de su
respiración, la sonrisa cómplice, el suave movimiento de su cuerpo, la
melodía detrás de sus palabras… y no pudo evitar disfrutar profundamente
esta nueva forma de aprender… y preguntarse ¿cómo sería observarme a mí
mismo con esas habilidades, con esos recursos?... Así que ahora se miraba a sí
mismo danzando en medio del fuego, con el mismo brillo en los ojos, la misma
rítmica respiración, la misma sonrisa cómplice, el suave movimiento de su
cuerpo, la melodía detrás de sus palabras… la danza parecía una irresistible
invitación no sólo a ver sino a sentir, a entrar de manera plena y disfrutar en
carne propia la adquisición de esta nueva habilidad, de forma que el joven
guerrero no tuvo más que tomar una respiración profunda y entrar en su
propia ensoñación, experimentando a plenitud el brillo de sus propios ojos,
sintiendo en carne propia su propio pecho y abdomen, respirando
rítmicamente, notando su boca al curvarse en cómplice sonrisa, disfrutando
en cada músculo el suave movimiento de su propio cuerpo, escuchando
entusiasmado la melodía detrás de sus palabras… y dándose cuenta de lo
sencillo que es permitir que palabra y mente fluyan juntas… lo fácil que es
permanecer en ese estado entre vigilia y sueño donde parece que las cosas
simplemente suceden, que las imágenes cambian, ahora mostrando chispazos
de un futuro en el que sus habilidades cada vez estaban más integradas, más
disponibles, más a la mano, totalmente a su alcance.
Al siguiente día, con una gran sonrisa y con ese nuevo brillo aún en sus
ojos, el guerrero afilaba su espada, entusiasmado con las nuevas
posibilidades que le brindaba la magia y sabiendo en lo muy profundo que
siempre que quisiera aprender de esta manera podía regresar al fuego y su
danza, a algún maestro y una observación profunda, a mirarse a sí mismo y a
sentirse plenamente.

Si has estudiado PNL probablemente encontraste el patrón inmerso en la historia. Se


llama Generador de Conductas Nuevas y es una manera muy poderosa de incorporar
aprendizajes. Los pasos del proceso son:
1) Identificar una habilidad que quieras desarrollar
2) Encontrar un modelo, una persona que tenga esa habilidad plenamente
integrada
3) Imaginarla con todo detalle poniendo en práctica su habilidad en tu
propio contexto
4) Sustituir en tu imaginación al modelo, por ti mismo actuando tal y como
lo hacía esa persona
5) Asociarte a la imagen, meterte en ella y sentir en carne propia cómo se
siente actuar así
6) Imaginarte en el futuro con esa habilidad integrada
Ahora te invito a releer la metáfora y encontrar los puntos en común, tal vez incluso
puedes permitirte aprender, aún más plenamente, sobre la manera de generar metáforas
y sobre los usos de la PNL.
Ahora ya tienes una manera más de añadir recursos a tus personajes, simplemente
has que pasen por un proceso de PNL de manera metafórica.
Otra buena idea para enriquecer tus metáforas es utilizar figuras arquetípicas, esos
personajes representativos de las cualidades humanas, de forma que enriquezcas aún
más el mapa de tu cliente y facilites su búsqueda de recursos. Cada cultura tiene sus
propios arquetipos enraizados en la cultura popular o en la mente colectiva, algunos
ejemplos de nuestros arquetipos, como mexicanos, podrían ser Pedro Infante, Chucho
“El Roto”, o incluso “El Santo”.
Ahora que, pensando de manera un poco más global, podemos pensar en la princesa
como símbolo de inocencia y belleza, en el guerrero o el héroe como arquetipo del
valor, en el anciano como símbolo de sabiduría, en el duende o el hada como
personificación de la creatividad. Todas estas, características de todos los seres
humanos, por lo que al incluirlos en la metáfora en realidad estás incluyendo partes
tuyas y de la persona para la que estás creando la metáfora.
Dice Edouard Brasey: “El cuento somos nosotros, y cada cuento narra nuestra
historia, ya que somos, una y otra vez, los personajes de los cuentos: el rey, el héroe,
el hada, la princesa, la bruja…”
Estoy seguro que con todos estos ingredientes puedes comenzar la divertida tarea de
preparar una deliciosa metáfora que genere aprendizajes, cambios y bienestar, ya tienes
la receta, así que manos a la obra. Iguala y conduce, ayuda a encontrar recursos,
incorpora algún patrón de PNL, utiliza arquetipos, pero sobre todo, disfruta el proceso.
Envoltura del regalo
“¿Cuántos cuentos cuentas, cuentacuentos?” – Trabalenguas popular
Como te has dado cuenta al crear una metáfora para alguien más, estás movilizando
una gran cantidad de tus propios recursos internos, dedicando tiempo, atención,
intención, usando tu creatividad, en fin, desde mi punto de vista estás construyendo uno
de los más hermosos regalos que puedes hacer. Pero una vez logrado el regalo, viene la
cuestión de cómo envolverlo, en otras palabras ya que tienes la metáfora, ahora hay que
contarla.
Jeffrey Zeig, el gran maestro de hipnosis y discípulo de Milton Erickson, nos sugiere
que al contar una metáfora pongamos atención a los siguientes aspectos:
Modulación de la voz. Es el adorno del regalo, busca hablar con
claridad y utiliza los recursos que te da tu propia voz. Has pausas para generar
expectativa, habla bajito para atraer la atención, pon una entonación diferente
cuando quieras hacer énfasis en lo importante y ve descubriendo por ti mismo qué
es lo que mejor te funciona a ti.

Visualiza la historia. Si eres capaz de imaginar lo que estás contando,


de observar con tus propios ojos a la hermosa doncella, al dragón terrible o al
desierto multicolor, tu metáfora ganará veracidad, una vez que tú la observas, tu
escucha o tus escuchas seguramente se verán inmersos en ella.

Usa el marqueo analógico. Involucra tu cuerpo para contar la historia,


puedes hablar hacia un lado cuando estés igualando y hacia otro cuando estás
conduciendo o moverte de una manera cuando hablas de problemas y de otra cuando
mencionas recursos.

Utilización (usa lo que la persona haga). Como bien sabes la


comunicación es un proceso de ida y vuelta, al aprender PNL te das cuenta que “el
significado de tu comunicación está en la respuesta que obtienes”, así que, al contar
tus metáforas sigue poniendo atención a la respuesta que te da tu escucha y utilízala;
si la persona asiente, puedes decir “claro” o “muy bien”, incluso si se ríe o llora,
puedes involucrar estos aspectos de manera metafórica (a mí de momento se me
ocurre mencionar que en la historia surge una música alegre o una lluvia que cura).
La idea es que tu historia sea más un diálogo que un monólogo.
Lenguaje hipnótico. Si quieres volver la experiencia mucho más
profunda entonces te invito a que experimentes utilizando los patrones que utilizaba
Milton Erickson. Puede ser una buena idea aprender más sobre ellos, incluso te
adelanto que algunos de los que mejor funcionan al contar historias son la ausencia
de índice referencial, el entrecomillado, las órdenes encubiertas, e incluso puede
ser divertido (y útil) integrar sugestiones posthipnóticas.

Asóciate con lo que dices. Conviértete en un “cuentacuentos”. La última


sugerencia que nos da Zeig es la de convertirnos (temporalmente) en cuentacuentos,
en estos personajes dedicados a entretener y compartir sabiduría, así que puedes
pensar en ti mismo como un juglar medieval, o como el anciano de la tribu
compartiendo las historias de los dioses, o tal vez como Cachirulo[1] contando
historias infantiles que no lo son tanto.

Yo tengo una sugerencia más, para añadir a las de Zeig y no por simple es menos
poderosa. Dicen que la magia sólo funciona a partir de la intención, así que si quieres
transmitir magia en tus metáforas ¡contacta con tu intención! Piensa qué magia quieres
poner y asóciate con ella, ya sea aprendizaje, crecimiento, compasión, paz, bienestar,
sumérgete en eso y desde ahí pon tu corazón en la historia.
El lenguaje como metáfora
“La revolución lingüística del siglo XX consiste en el reconocimiento de que el
lenguaje no es sólo un medio para comunicar ideas sobre el mundo sino más bien un
instrumento para hacer que surja el mundo. La realidad no es simplemente
‘experimentada’ o ‘reflejada’ en el lenguaje sino que es producida por éste” – Misia
Landau

Mientras escribía este capítulo me encontré con esta frase, y no quise terminarlo sin
dejar sembrada esa idea. Si lo pensamos, el lenguaje no es más que una metáfora sobre
la realidad y el uso que hacemos de éste indica el tipo de metáfora que hemos ido
construyendo.
Sólo que aquí la pregunta interesante es: ¿qué tipo de historia quiero que sea mi
vida? ¿un drama, una telenovela, una novela de aventuras, una historia de amor? Y ésta
es una pregunta que vale la pena, porque aquí estamos tú y yo el día de hoy, separados
seguramente en el tiempo, yo escribiendo y tu leyendo, sin embargo, los dos creando un
capítulo más de la metáfora de nuestras vidas.
Tal vez recuerdes uno de los primeros ejercicios de este capítulo, donde te planteaba
generar asociaciones completando frases del estilo de “el aprendizaje es como…” con
lo primero que viniera a tu mente. Pues bien, me gustaría invitarte a que realices un
ejercicio parecido con aspectos importantes de tu vida, por ejemplo “mi relación de
pareja es como…”, “mi trabajo es como…”, “cuidar de mi salud es como…”, “ganar
dinero es como…” o incluso “la vida es como…”
Pon atención a qué tipo de metáforas generas, ya que éstas influyen de manera
poderosa en tu vida. La idea en este momento no es completar la frase “me gustaría que
mi trabajo fuera como…” sino más bien ser honesto y responder con valentía y después
analizar qué ventajas y qué desventajas te dan esas metáforas.
Hace poco hacía este ejercicio con una alumna y ella estaba muy contenta con su
metáfora sobre el trabajo, decía que para ella su trabajo era como una montaña rusa. Al
preguntarle qué era lo que le gustaba de esto me respondió que era divertido, lleno de
emociones y de sorpresas, sólo que después le pregunté qué desventajas podría tener
esa metáfora, primero se quedó callada y unos segundos más tarde me dijo: “¡ahora sé
porque estoy tan nerviosa! Me gusta la montaña rusa de vez en cuando, pero no todos
los días”. Como puedes observar, esta metáfora tiene claras ventajas y también algunas
desventajas, así que analiza las tuyas y recuerda que no existen metáforas perfectas.
Uno de los supuestos básicos de la PNL dice “el elemento más flexible es el que
tiene el control”, flexibilidad significa tener opciones, de manera que pensando en esto
puede ser útil (y divertido) que generes dos o tres metáforas más para cada uno de esos
aspectos. Y que decidas “hoy quiero que ____________ (tal aspecto de mi vida) sea
como……”

Simplemente te invito a que enriquezcas tus metáforas, recordando a Sherezada y las


mil y una noches - y como logró mantenerse con vida mientras enamoraba al sultán -
cada día (y también cada noche) generes una bellísima historia con tu propia vida,
llenándola de magia, de color, de ritmo y bienestar.

Escuché que ese día el viento se quedó en silencio.


No en el silencio tenso de quien no sabe qué decir, ni en el silencio
incómodo que buscamos llenar de ruido para huir de nosotros mismos.
Simplemente se quedó en silencio. ¡Qué silencio más hermoso!
El silencio detrás de la verdadera música, el silencio profundo del que
emergen palabras de amor, el silencio de la hoja en blanco, el del corazón de
la roca, el del mar en calma. El sagrado silencio anterior a la gran explosión.
Simplemente se quedó en silencio. ¡Qué belleza de silencio!
Silencio de fondo, el que siempre está presente, el que no empieza ni
termina. Bendito silencio que todo lo atraviesa, que todo lo permea.
Espectacular silencio donde juega el universo.
Y al quedarse en silencio,
también yo fui música y silencio.
Sobre Sergio Hernández Ledward

Sergio Hernández Ledward es coach, practicante


avanzado en PNL e hipnosis, dinámico facilitador de
grupos, y apasionado cuenta cuentos. Alumno destacado de
Robert Dilts, Richard Bandler, Tim Hallbom, Juan
Francisco Ramírez y José Merino. Ingeniero Industrial y
de Sistemas graduado con honores del Tec de Monterrey
en Querétaro, practicante de budismo tibetano y kung fu.
Para contactarlo
www.facebook.com/Escuchedeciralviento
Aquí encontrarás información sobre presentaciones de “Escuché decir al viento” y
“Observé al danzar del fuego”. Es una buena manera de estar en contacto con Sergio.
Puedes mandarme un correo a:
escuchedeciralviento@gmail.com
Para escuchar algunas de las metáforas en voz de Sergio:
www.soundcloud.com/escuchedeciralviento

Y si quieres saber de otros proyectos del autor –conferencias, talleres, ideas para
compartir y otras cosas- estos son algunos de los lugares que puedes visitar.
En Twitter: @checoequis
En Facebook: www.facebook.com/SergioHLedward
Presentaciones de talleres, conferencias, material para compartir:
http://prezi.com/user/SergioHLedward/
Un blog con ideas de un tema y de otro:
http://sergiohledward.blogspot.mx/
Sobre Escuché Decir al Viento

¿Qué magia tienen los cuentos que nos siguen fascinando? ¿Qué hay en las leyendas
que siguen encendiendo fuegos? ¿Cómo funciona el encanto de la comunicación
metafórica?
Escuché decir al viento es una invitación a que permitas que el viento y sus historias
toquen tu mente, se conecten con tu corazón, te lleven de viaje… y a tu regreso te siga
acompañando el brillo de la luna, la profundidad del bosque, la mirada de una anciana
y la sonrisa de aquel – que sin pensarlo más – se echó a volar.
Aquí encontrarás 33 metáforas y un capítulo sobre los usos y el poder de la
comunicación metafórica que buscan reunirte con el viento de tu propia sabiduría. ¡Que
disfrutes tanto como yo lo hice al escuchar las historias que el viento decidió contarme!

“Podrás descubrir en la lectura de cada una de las mágicas páginas de este libro la llama interior de un
dragón capaz de derretir su propio corazón y el corazón de los demás cada vez que éste se vuelva frío y duro”
– Maestro José Merino Pérez, director de Reencuadre y creador de la certificación en coaching ejecutivo
estratégico.

“Suelo imaginar un estanque donde las palabras se entremezclan aderezadas con el hermoso paisaje y los
destellos que forman los rayos del sol sobre la superficie, es a ese lugar donde recurro con un pozuelo sea
para beber o compartir una metáfora, y al leer este libro descubro que Sergio ha construido una acequia que
lleva esa agua hasta su propia cocina” – David Vázquez Vázquez, experto en hipnosis y director del Centro
Mexicano de PNL en Zacatecas.

“Sergio se ha convertido en el hombre-metáfora, el encantador de la magia, las palabras bailan con él,
acercándose a su llamado… y aquellos que deseen seguirlas encontrarán su propio tesoro. Sus historias nos
enseñan que el oro brilla en nuestros ojos, que la belleza de cada gema está en nuestro corazón y que el cofre
de toda la riqueza reside en nuestra alma” – Nick LeForce, MD, entrenador internacional de coaching, PNL
e hipnosis

“Una de las principales aplicaciones de la PNL es hacia uno mismo. Escuché decir al viento tiene
metáforas poderosas que se convierten en un verdadero alimento para la mente y el espíritu. Te invita a
reflexionar sobre tu relación contigo mismo, la relación más importante que puedes llegar a tener en tu vida” –
Oscar Ramírez, director de Coaching Estratégico en Monterrey, N.L.

“Aquellos que lean este libro verán sus vidas tocadas por la magia. Yo me llené de inspiración y me quedé
con sus palabras en el corazón, despertando nuevos sueños” – Cristina Stivalet, Master en PNL y Coach
Ejecutivo.

“Sergio, gracias por este regalo, tus palabras llegaron a mi mente e hicieron eco en mi corazón, y en
cada metáfora encontré una enseñanza para desafiar el reto de la vida” - Graciela Contreras Muñiz,
fundadora del programa de Liderazgo con Desarrollo Humano.

[1] Personaje de la televisión mexicana que durante los años 80’s y 90’s contaba cuentos infantiles.

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