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E
n 1850, Domingo F. Sarmiento publica
Argirópolis, una utopía urbana en la que
propone la isla Martín García como capital y
Utopías urbanas:
sede de su proyecto utópico de pacificación
regional, y promueve la creación de ciudades como
geopolíticas del deseo en América Latina
vehículo de civilización para acabar con los “campos
incultos”. A través de este planteamiento geopolítico,
Utopías urbanas
las ciudades se constituyen en un instrumento clave
para transformar el “vacío” americano en un espacio
apto para los “pueblos civilizados”.
Directores
Fernando Aínsa Jesús Martín-Barbero
Santiago Castro-Gómez Sonia Mattalia
Lucia Costigan Andrea Pagni
Luis Duno Gottberg Mary Louise Pratt
Frauke Gewecke Beatriz J. Rizk
Margo Glantz Friedhelm Schmidt-Welle
Beatriz González Stephan
UTOPÍAS URBANAS:
geopolíticas del deseo
en América Latina
Nexos y Diferencias 35
© Vervuert, 2013
Elisabethenstr. 3-9 — D-60594 Frankfurt am Main
Tel.: +49 69 597 46 17
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Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro
Impreso en España
A Kenneth, Sarah & Nathaniel:
arquitectos de urbes humanas, donde “todo lo imaginable puede ser soñado”
y hasta el sueño más insospechado “es un acertijo que esconde un deseo”.
Índice
Lista de imágenes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Agradecimientos ..................................................... 11
Introducción ......................................................... 13
Gisela Heffes
Sección I
La utopía y la ciudad contemporánea latinoamericana
1. La ciudad entre la nostalgia del pasado y la visión
apocalíptica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Fernando Aínsa
Sección II
Medicina, naturaleza y ciudad en las utopías
de comienzo del siglo xx
3. Utopías higiénicas/utopías urbanas. Buenos Aires 1920 . 115
Diego Armus
Sección III
Utopía, vanguardia e imaginario urbano
6. Ciudad: de diosa a villana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
Raul Antelo
Sección IV
Entre lo urbano y rural: modelos alternativos para
pensar la utopía de/en América Latina
8. La Tierra adentro en Una excursión a los indios ranqueles
de Lucio V. Mansilla como alternativa del poder
político de Buenos Aires . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267
Annick Louis
Sección V
Brasilia VIS-À-VIS Brasilia
11. Sobre la imposibilidad de (pensar) Brasilia . . . . . . . . . . . . . . . . . 359
Adrián Gorelik
Artículo 9
Figura 1
“Piano della futura colonia”. Anexo 1 b. En el libro
de Danilo Baratti y Patrizia Candolfi, L’Arca di Mosè.
Biografia epistolare di Mosè Bertoni (Bellinzona: Edizioni
Casagrande, 1994, p. 737) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 310
Artículo 12
Figura 1
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro) . . . . . . . . . . . . . . 389
Figura 2
Detalle de la Memória Descritiva mostrando la urbanización
inicial y los actos “coloniales” de posesión.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro) . . . . . . . . . . . . . . 391
Figura 3
[la fig. 3 consta de cuatro imágenes: a, b, c, y d]
La Memória Descritiva presentada junto al plan para Brasilia.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro) . . . . . . . . . . . . . . 393
Figura 4
Detalle de la Memória Descritiva mostrando los terraplenes
elevados del eje monumental y la triangular Plaza de los
Tres Poderes.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro) . . . . . . . . . . . . . . 399
Figura 5
Detalle de la Memória Descritiva mostrando el terraplén
elevado de la Explanada de los Ministros.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro) . . . . . . . . . . . . . . 401
Figura 6
Bosquejo del Sector Cultural de Brasilia mostrando áreas
arboladas con sus respectivos espacios abiertos.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro) . . . . . . . . . . . . . . 403
Figura 7
Detalle de la Memória Descritiva mostrando la superquadra
rodeada por un dosel de árboles.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro) . . . . . . . . . . . . . . 404
Agradecimientos
1. La disyuntiva civilización vs. barbarie, acuñada por Sarmiento, aparece por pri-
mera vez en su célebre Facundo, de 1945.
2. En el volumen colectivo Más allá de la ciudad letrada: crónicas y espacios urbanos
(2003), editado por Boris Muñoz y Silvia Spitta, esta última sostiene que, mien-
tras el texto de Rama, a diferencia de La ciudad sumergida. Aristocracia y plebe en
Lima, 1760-1830 de Alberto Flores Galindo (1984), “ha tenido una brillante tra-
yectoria y es citado puntualmente por todo letrado”, el segundo “injustamente ha
corrido la suerte de su título” (11). Para Spitta, la ciudad letrada de Rama no pue-
de dar cuenta del “desorden de la ciudad ‘real’ o sumergida descrita por Flores Ga-
lindo” y, aunque de manera solapada, critica la incapacidad del uruguayo de salir
del mundo letrado, elogiando la perspectiva de Flores Galindo –quizá en un gesto
que procura hacerle justicia– cuya conceptualización de la ciudad desordenada pa-
rece haber prevalecido por sobre la ciudad del orden (14). No estoy de acuerdo con
Introducción
cana regidas por una “razón ordenadora” que se revela en un orden so-
cial jerárquico transpuesto a un orden distributivo geométrico (Rama
1998: 19). No es la sociedad, propone Rama, sino su forma organiza-
da la que es transpuesta, y no a la ciudad, sino a su forma distributiva
(ibíd.). Como bien señalara Mumford en relación a la ciudad ideal de
Hippodamos, su gran innovación consistió en comprender que la for-
ma de la ciudad era la forma de un orden social específico (1961: 172;
cit. en ibíd.: 18); por eso, el pensamiento analógico no vinculaba socie-
dad y ciudad, sino sus respectivas formas, las que son percibidas como
equivalentes y nos invitan a leer la sociedad al leer el plano de la ciu-
dad (ibíd.: 19): ciudades preexistentes y fijas a una cartografía imagi-
naria (e imaginada) y cuyo objetivo más importante fuera ordenar a la
población aunque, del mismo modo, preservar ese orden, contener a
sus habitantes dentro de un mapa cuyos contornos demarcados a prio-
ri pudieran someterlos en todas las formas posibles. En este sentido, la
utopía urbana de Sarmiento pone de manifiesto una tradición existen-
te –y latente–, la que cobra una dimensión pragmática considerable
en el momento de materializar esos programas urbanos dentro de una
agenda política y económica específica.
La velocidad con que la conquista española se expandió por las is-
las y continente americanos coincidió con un desarrollo cada vez más
acelerado de una nueva forma urbana –un modelo frecuente en el
pensamiento renacentista, cuyos principios reguladores eran los mis-
mos del diseño del damero: unidad, planificación y orden riguroso–,
y afianzó, en cada nueva instancia, la fuerza de esta acción como así
también el proceso fundacional en tanto recurso y medio para garanti-
La pulsión utópica
Con esta pregunta Néstor García Canclini abre uno de sus ensayos so-
bre imaginarios urbanos (2009). La multiplicidad de estudios dedica-
dos exclusivamente a definir este territorio ofrece respuestas que mu-
chas veces no se corresponden de manera acertada con aquello que
encarna una ciudad. Tal es el caso de una definición que delimita lo
urbano en oposición a lo rural, distinción que se limita a características
superficiales sin dar cuenta de la experiencia contenida en los procesos
identitarios y de translocación que los cruces entre uno y otro espa-
cio suponen, como asimismo la yuxtaposición espacial que contami-
na, permea y borra sus límites tradicionales; otro criterio es el utilizado
por la Escuela de Chicago, la cual propone una definición a partir de lo
geográfico-espacial, donde la ciudad conforma un espacio relativamen-
te consistente, expansivo, y el asentamiento permanente de individuos
socialmente heterogéneos. Esta caracterización, por su parte, no toma
en cuenta el proceso histórico y social que crea las estructuras, dimen-
siones, espesuras y heterogeneidades urbanas (Canclini 2009: 39). Del
mismo modo, una ciudad puede ser leída a través de una lente econó-
mica o desde la experiencia de vivir en ella. Es esta última la caracteri-
zación de Antonio Mela (1989), quien propone dos características fun-
damentales: la densidad de las interacciones y el ritmo acelerado del
Introducción
6. Cabe aclarar que “similar”, en cuanto plantea un paradigma que contrapone dos
elementos distintivos; esto es, en cuanto a la estructura del modelo aunque no en
relación al contenido que, si bien no es inverso, desplaza los conceptos propo-
niendo otros y nuevos contrastes.
Gisela Heffes
7. En su nuevo libro Rebel Cities (2012), David Harvey rinde homenaje a Lefebvre
y propone una relectura de su ensayo, sugiriendo que en el actual contexto signa-
do por la globalización y urbanización del capital, es necesario renovar nuestra ta-
rea política de imaginar y reconstruir un tipo de ciudad completamente diferente,
lo que no podrá ocurrir, sin embargo, sin la creación de un vigoroso movimien-
to anticapitalista. A propósito de esto último, véase también Neil Smith (2009):
Después del neoliberalismo: ciudades y caos sistémico.
Introducción
entre utopía, ciudad y ecología a través del análisis de dos utopías ur-
banas de comienzo de siglo xx, cuyas propuestas combinan una vi-
sión de futuro alternativa que privilegia el territorio urbano por sobre
otros, e inserta un modelo ecológico donde no sólo se preservan los
elementos naturales propios del medio ambiente, sino donde hombre
y naturaleza conviven de manera armónica y autónoma. En estas uto-
pías, tanto la ciencia como la tecnología funcionan como instrumen-
tos capaces de ofrecer una solución a problemas concretos y urgentes,
como son la explotación, el hambre y la pobreza, la falta de higiene o
las enfermedades epidémicas. Leídas a la luz de una disciplina emer-
gente como la ecocrítica, el capítulo de Heffes inserta estas narrativas
dentro de los debates más actuales respecto a planeamiento urbano y
preocupación ambiental, y propone, asimismo, una necesaria revisión
del canon literario latinoamericano donde textos ecotópicos como los
de Enrique Vera y González y Pierre Quiroule –aquí analizados– son
sólo la pequeña muestra de una tradición mucho más amplia, la cual
necesita revisitarse como, asimismo, establecer su propia genealogía
crítica, cultural y literaria.
Un examen de la relación entre utopía, vanguardia e imaginario
urbano ocupa la tercera sección de este volumen, el cual compren-
de los capítulos de Raul Antelo y Silvia Pappe. Analizando la ciudad de
Buenos Aires –en tanto paradigma de ciudad “diseminada”, o mode-
lo urbano actual– desde la perspectiva de dos forasteros como Mar-
cel Duchamp y Roger Callois, Antelo recorre diferentes momentos y
expresiones claves en torno a la construcción de la ciudad con el fin
de abrir un debate respecto a cómo enfrentarnos a este espacio en un
momento de presunto cierre de las utopías. Este paradigma, de he-
cho, le permite demostrar cómo, a partir de las transformaciones de
los últimos años, villas y favelas se sitúan en una zona ambigua, limi-
nar, a partir de la cual “integran y no integran la ciudad”. Se trata,
sugiere Antelo, de un modelo de exclusión territorial que, más que
representar las desigualdades sociales clásicas, funcionan para la eco-
nomía como una especie de engranaje de la “megamáquina de espe-
culación, inflando y expandiendo, moviendo, infinitamente, el capital
en ellas invertido”. La máquina, al producir ciudades, provoca asimis-
mo iniquidades, en la medida en que una ciudad, dividida entre un
Gisela Heffes
lugar es, asimismo, el lugar del otro. Así, tomando como foco de su
análisis la relación que se establece entre utopía, diferencia y espacio,
y analizando no sólo las formas de representar la diferencia en estas
dos utopías, sino la manera en que conjugan (o no) estos elementos
con la noción de una ciudadanía más participativa y democrática, el
capítulo de González de Oleaga indaga tanto las estrategias desarro-
lladas a partir de este encuentro como el legado y efecto que la inte-
racción entre estos dos grupos sociales ha tenido en todos ellos.
La relación entre lo rural y lo urbano aparece también problema-
tizada en el capítulo de Gabriela Polit Dueñas, quien, a partir de una
análisis de la obra de Alison Spedding sobre una familia aymara en
la zona de Bolivia, surgiere que el concepto de utopía –en cuanto a
su relación y concepción geográficas– ha sido subyacente al proyec-
to colonizador proveniente de Europa, y explora por lo tanto otras
nociones de utopía, como la vinculada a la experiencia de la resisten-
cia y la que se gesta en la mirada hacia el pasado con el fin de produ-
cir un presente diferente. En este contexto, la coca funciona como el
elemento principal que articula las tramas ficcionales, estableciendo
tensiones de poder y definiendo a los personajes. Por esta razón, Po-
lit Dueñas sostiene que las novelas de Spedding conforman una ar-
queología de la coca en tanto elemento constitutivo de formas de do-
minación y resistencia en el mundo andino. La configuración de este
universo desafía, asimismo, la homologación errónea que equipara
la cultura indígena con el paisaje rural; por el contrario, según Polit
Dueñas la identidad y características de la cultura aymara compren-
den referentes importantes en ciudades como Potosí, Lima, Cuzco y
La Paz, espacios fundamentales que definen el carácter itinerante del
intercambio de coca. Las culturas andinas, en consecuencia, no sólo
se encontraban relacionadas con la posesión de tierras, sino con el
mercado, espacio liminal entre la ciudad y el campo, y que constitu-
ye de este modo el topos privilegiado donde los andinos negocian su
identidad.
Este volumen le dedica una sección especial a Brasilia, una de las
utopías latinoamericanas más importantes del siglo xx, desde dos
perspectivas diferentes y representativas. Partiendo de la hipótesis que
sostiene que Brasilia surgió en el mismo momento en que se produ-
Introducción
9. Además de los ya mencionados textos clásicos de José Luis Romero, Ángel Rama
y Alberto Flores Galindo, véase Jorge E. Hardoy, Richard M. Morse y Richard P.
Schaedel (1978): Ensayos histórico-sociales sobre la urbanización en América Lati-
na; Armando Silva (1992): Imaginarios urbanos, Bogotá y São Paulo: cultura y co-
municación urbana en América Latina; Carlos Monsiváis (1995): Los rituales del
caos; Néstor García Canclini (1997): Imaginarios urbanos; Adrián Gorelik (1998):
La grilla y el parque: espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936;
Teresa Caldeira (2000): City of Walls: Crime, Segregation, and Citizenship in São
Paulo; Susana Rotker (2000): Ciudadanías del miedo; Jean Franco (2002): The
Decline & Fall of the Lettered City; Mabel Moraña (2002): Espacio urbano, comu-
nicación y violencia en América Latina; Álvaro Salvador (2002): El impuro amor de
las ciudades: notas acerca de la literatura modernista y el espacio urbano; Diego Ar-
mus (2007): La ciudad impura: salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-
1950; Elisabeth Guerrero y Anne Lambright (2007): Unfolding the City: Women
Write the City in Latin America; Amanda Holmes (2007): City Fictions: Language,
Body, and Spanish American Urban Space; Andreas Huyssen (2008): Other Cities,
Other Worlds: Urban Imaginaries in a Globalizing Age; Christina Komi (2009):
Recorridos urbanos. La Buenos Aires de Roberto Arlt y Juan Carlos Onetti; Beatriz
Sarlo (2009): La ciudad vista: mercancías y cultura urbana; Anke Birkenmaier y
Esther Whitfield (2011): Havana Beyond the Ruins: Cultural Mappings after 1989.
Introducción
10. Además de estas recientes publicaciones sobre la cuestión utópica, véase Mar-
garita Gutman (1999): Buenos Aires 1910. Memoria del porvenir; (2011): Bue-
nos Aires, el poder de la anticipación: imágenes itinerantes del futuro metropolita-
no en el primer Centenario; Rachel Haywood Ferreira (2011): The Emergence of
Latin American Science Fiction; y la tesis de doctorado de Fabiola López-Durán
(2009): Eugenics in the Garden: Architecture, Medicine and Landscape from Fran-
ce to Latin America in the Early Twentieth Century. Asimismo, en agosto de 2010
se celebró en el Tecnológico de Monterrey (México) el congreso internacional
“Utopía: espacios alternativos y expresiones culturales en América Latina”, que
contó con una participación amplia y representativa de un gran número de paí-
ses y disciplinas académicas, como así también de escritores y artistas. Un volu-
men colectivo que recoge gran parte de los textos leídos durante el simposio se
encuentra en preparación.
Introducción
Bibliografía
11. Durante una conferencia en París (1935), Bloch introdujo el concepto de Vor-
Shein o “iluminación anticipatoria”: se trata de la indicación de la tendencia y lo
latente de aquello que todavía no ha devenido y necesita su activador. La literatu-
ra y el arte contienen la “iluminación anticipatoria” de aquello que todavía no ha
devenido, y el rol del escritor y el artista debe ser el de permitir que los materiales
latentes y potenciales asuman su propia forma única. De ahí la relación que esta-
blece más adelante entre literatura, arte y utopía. Véase Ernst Bloch (1988): The
Utopian Function of Art and Literature.
Gisela Heffes
Romero, José Luis (1976): Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Bue-
nos Aires: Siglo XXI.
Rotker, Susana (2000): Ciudadanías del miedo. Caracas: Nueva So-
ciedad.
Salvador, Álvaro (2002): El impuro amor de las ciudades: notas acerca
de la literatura modernista y el espacio urbano. La Habana: Casa de
las Américas.
Sargent, Lyman Tower (1994): “The Three Faces of Utopianism Re-
visited”. En Utopian Studies, vol. 5, nº 1, pp. 1-37.
Sarlo, Beatriz (2009): La ciudad vista: mercancías y cultura urbana.
Buenos Aires: Siglo XXI.
Sarmiento, Domingo F. (1916): Argirópolis. Buenos Aires: “La Cul-
tura argentina”.
Sassen, Saskia (2005): “Reading the City in a Global Digital Age”.
En Read, Stephen/Rosemann, Jürgen/Van Eldijk, Job (eds.): Futu-
re City. London/New York: Spon Press.
Silva, Armando (1992): Imaginarios urbanos, Bogotá y São Paulo:
cultura y comunicación urbana en América Latina. Bogotá: Tercer
Mundo Editores.
Smith, Neil (ed.): Después del neoliberalismo: ciudades y caos sistémico.
Barcelona: Museu d’Art Contemporani de Barcelona/Universitat
Autònoma de Barcelona.
Trigo, Abril (2004): “General Introduction”. En Sarto, Ana del/Ríos,
Alicia/Trigo, Abril (eds.): The Latin American Cultural Studies Rea-
der. Durham: Duke University Press, pp. 1-14.
SECCIÓN I
La utopía y la ciudad
contemporánea
latinoamericana
La ciudad entre la nostalgia
del pasado y la visión
apocalíptica1
Fernando Aínsa
3. Esta obra constituye un excelente ejemplo de “topo análisis” del espacio significa-
do por la literatura.
La ciudad entre la nostalgia del pasado
¿Aquí voy a nacer? ¿Voy a salir a este país? […] ¿Voy a ser conducido a la
ciudad De Fe? ¿A respirar desde mi nacimiento once mil toneladas de azufre,
plomo y monóxido de carbono diarios? […] ¿A unirme a un cuarto millón de
niños muertos de asfixia e infección cada año? ¿A tragarme treinta mil toneladas
de basura diarias? […] ¿Vale la pena nacer en México en 1992?” (ibíd.: 557).
que deviene alegoría social” (8), dando razón al dicho “no somos no-
sotros los que habitamos los lugares, sino que ellos nos habitan a
nosotros” (ibíd.).
Sin embargo, una urbe donde se cumplen Los rituales del caos (1995)
–como titula Carlos Monsiváis sus crónicas sobre México D. F.– pue-
de llegar a seducir y “la verdadera y falsa condición apocalíptica” que
ostenta puede provocar el “encanto de muchos” (17). “La demasiada
gente”, invita al “catastrofismo como fiesta” (21). En resumen, se dice,
a modo de declaración de amor por su ciudad: “No hay peor pesadilla
que la que nos excluye”, exitoso aforismo repetido por otros autores.
Tal vez ahí está la clave de un juicio final vivido como una suerte de
happening, donde la ciudad puede recuperar sus notas más atractivas.
En la misma dirección, Juan Villoro afirma que
Bibliografía
2. “En los últimos tres años, el índice de homicidios en el Distrito Federal ha os-
cilado entre 8 y 10 homicidios por cada 100.000 habitantes, según cifras de la
policía. Esto es la mitad del promedio nacional y mucho menor que ciudades de
Estados Unidos como Nueva Orleans, Baltimore o Detroit” (“Violencia narco
podría quebrar calma en Ciudad de México”, 2011).
3. “El hallazgo de dos cuerpos decapitados, acompañados de un mensaje del narco-
tráfico frente a instalaciones militares en el Distrito Federal, a principios de oc-
tubre, y otros dos cuerpos sin cabeza en la delegación Miguel Hidalgo ha hecho
dudar a algunos especialistas sobre si la capital del país es inmune a la violencia
extrema del narcotráfico” (Casillas 2011).
Rebecca E. Biron
Those of us who study the labyrinths of urban culture do not limit our-
selves to seeing only the injustice of the incessant reproduction of crime in
Pasajes de la (in)seguridad
violence. We see something else, something that leads us to consider not
murder in the city but the murder of the city. The city dies when its memory
is destroyed, when people are robbed of the reference points of their identi-
ty (Martín-Barbero 2002: 26; cursiva en el original).
Desde la calle
Por debajo
nas por km2), mientras que en el año 2010 la densidad demográfica era
de 5.920 (INEGI 2000; 2010). Los cálculos informales sobre la pobla-
ción del área metropolitana llegan hasta una cifra aproximada de entre
25 y 26 millones de personas. La ciudad moderna ocupa el mismo es-
pacio donde hace más de 500 años los aztecas desarrollaron un sistema
sofisticado para manejar el flujo del agua en Tenochtitlan, ciudad esta-
blecida en medio de un lago. Parte de este sistema, la cloaca de Méxi-
co, ha estado en desarrollo continuo, en una gran variedad de formas,
por siglos. La cloaca contiene todo lo que no se quiere ver o saber de
la ciudad. Pasa por ella lo que quisiéramos olvidar en cuanto a nues-
tra materialidad. Creemos que la cloaca nos protege porque elimina de
nuestra presencia los contaminantes que más tememos. Hablar de la
cloaca evoca asco, mugre, fetidez, descomposición, basura. Estos con-
ceptos se conectan con un pasado denigrado y con el miedo a un pre-
sente degradado, demasiado material. Tales asociaciones y rechazos for-
talecen, a través del contraste, la idea utópica de un presente limpio y
prometedor, y una seguridad inviolable.
A diferencia de la cloaca, el metro evoca comercio, energía, acce-
so, y progreso. Aunque no se inauguró hasta 1969, el sistema de metro
de la Ciudad de México ha crecido rápidamente desde entonces. Re-
presenta una modernidad centralizada, las maravillas de la planifica-
ción urbana, y un verdadero logro de la ingeniería y el esfuerzo colecti-
vo. Por encarnar el desplazamiento eficiente, sus estructuras metálicas
y avanzadas se conectan directamente con un futuro idealizado de la
productividad, el tránsito libre y la velocidad. Mientras la cloaca con-
tiene el pasado y los aspectos repulsivos de nuestra humanidad, el me-
tro proyecta una imagen higiénica y aerodinámica de nuestras aspira-
ciones futuras. Sin embargo, los dos sistemas tienen mucho en común.
Se trata en ambos casos de dos sistemas de circulación que proveen
servicios públicos sin los cuales la ciudad dejaría de funcionar eficaz-
mente. En términos físicos, conectan el afuera con el adentro. Y a su
vez, se inscriben en el espacio urbano a través de recorridos, desvíos,
puntos de entrada y de salida que tal vez nos puedan llevar a una nueva
conceptualización de la ciudad como un sitio en que varios tipos de se-
guridad compiten entre sí, tanto para protegernos como amenazarnos
de forma simultánea.
Pasajes de la (in)seguridad
For the real truth of the matter… is that there is no such thing as relative-
ly independent spheres or circuits: production is immediately consumption
and recording process, without any sort of mediation… productions of con-
sumptions, of sensual pleasures, of anxieties and of pain (ibíd.: 4).
withdraw allegiance from the old categories of the Negative (law, limit, cas-
tration, lack, lacuna), which Western thought has so long held sacred as a
form of power and an access to reality. Prefer what is positive and multiple,
difference over uniformity, flows over unities […] Believe that what is pro-
ductive is not sedentary but nomadic (xiii).
Bibliografía
Medicina, naturaleza
y ciudad en las utopías
de comienzo del siglo XX
Utopías higiénicas/utopías
urbanas. Buenos Aires 1920
Diego Armus
1. Esta sección retoma ideas adelantadas en Diego Armus (1993: 80-82): “Tutelaje,
higiene y prevención. Una ciudad modelo para la Argentina de comienzos de siglo”.
Diego Armus
6. Sobre el cuadro epidemiológico dominante en los años veinte, véase Diego Ar-
mus (2007): La ciudad impura, Introducción.
Utopías higiénicas/utopías urbanas. Buenos Aires
[…] que todas las entidades que ejercen la filantropía en Buenos Aires lle-
guen a federarse un día no remoto a fin de intensificar su acción, armonizar
sus fines, concentrar sus fuerzas, prestarse mutuo concurso, en una palabra
constituir un verdadero estado mayor de la asistencia y previsión social, por-
que solamente de ese modo podrá realizarse cuanto antes el mutualismo y coo-
perativismo práctico y científico de las naciones más adelantadas (1918: xii).
A ese decisivo rol del Estado argumentado por Bunge, Coni le suma
con pasión el protagonismo de las organizaciones de la sociedad civil.
Compañero de ruta del socialismo pero siempre manteniendo una in-
dependencia ideológica asentada en convicciones liberales, libertarias
y ante todo en la ideología del higienismo práctico, Coni es otra voz
pública que busca sentar las bases de un Estado providente y de bien-
estar que ya iba tomando forma en tiempos de declarado laissez-faire.
No debería sorprender, entonces, cuando al compararse el arsenal de
recursos asistencialistas de la república conservadora –anterior a la re-
forma electoral de 1912, que instaura el voto universal masculino– con
el de la república radical –entre 1916 y 1930– se constatan algunos
cambios y también muchas continuidades. La observación también es
válida para lo que vendrá en materia de ciertas políticas sociales cuan-
do se compara la escala totalmente inédita del reformismo del primer
peronismo y las iniciativas enunciadas –no concretadas– presentes en
los debates parlamentarios entre 1930 y 1945. El higienismo, y con él
La Ciudad Argentina Ideal o del Porvenir de Coni, ejemplifican algo de
esas persistencias que las clásicas periodizaciones de la historia política
argentina han ignorado al momento de rastrear la gestación de ideas y
políticas sociales.
Diego Armus
Bibliografía
1. Una versión preliminar de este texto fue escrita en inglés como capítulo del ma-
nuscrito Eugenics in the Garden: Architecture, Medicine and Landscape from France
to Latin America in the Early Twentieth Century. Este manuscrito, que será publi-
cado próximamente, está basado en mi tesis doctoral del mismo titulo, presentada
en el MIT (Massachusetts Institute of Technology) en agosto de 2009. Agradezco
a Gabriela Gamboa, Eligia Calderón y a mi hermana, Ana María López-Durán,
su invalorable ayuda en la traducción de este texto al español. Todas las traduccio-
nes del inglés, francés y portugués son mías, a menos que se indique lo contrario.
Fabiola López-Durán
2. En 1516, cuando Thomas More acuñó el término “utopía” para identificar su so-
ciedad ideal, lo hizo uniendo dos vocablos griegos eu-topia y ou-topia (eu que sig-
nifica bueno, ou que significa no, y topia que significa lugar). La utopía fue con-
siderada por More como un buen lugar que existe en alguna parte, aun cuando
éste se desconozca. Esta característica de la utopía es directamente aludida en el
título que Galton otorga a su novela: Kant-say-where. Le debo la etimología de la
palabra “utopía” a Louis Marin. Véase Louis Marin (1984): Utopics: Spatial Play;
(1992): “Frontiers of Utopia: Past and Present”.
3. The Eugenic College of Kantsaywhere era el título completo de la novela inédita de
Francis Galton. Como parte del proselitismo eugenésico en que se embarcó du-
rante sus últimos años, Galton quiso que sus ideas alcanzaran no sólo a los hom-
bres de ciencia y a aquellos que asistían a sus conferencias, sino a un público mu-
cho más amplio –a aquellos que “leen novelas y sólo se fijan en las fotos de los
periódicos” (Galton; cit. en Pearson 1930: 412)–. Para Galton, la literatura de
ficción se presentaba como un vehículo para lograr sus objetivos. Sin embargo,
al ser rechazado por un editor, Galton pensó que su Kantsaywhere “debía ser si-
lenciada o suspendida”, tal y como le escribiera a una de sus sobrinas, Millicent
Galton Lethbridge. En consecuencia, a pocos meses de su muerte, su sobrina des-
truyó partes de la novela. A los pocos días, le notificó a los abogados encargados
del testamento de Galton que no podía continuar con la mutilación y sugirió que
los fragmentos restantes le fueran confiados a Karl Pearson, alumno y biógrafo de
Galton, o a alguno de los Darwin, familiares de Galton. Los fragmentos que so-
brevivieron fueron reproducidos por Pearson en su libro The Life, Letters and La-
bours of Francis Galton, vol. IIIA (1930: 411-425).
Utopía en práctica
4. A comienzos del siglo xx, mientras que Galton imaginaba en Inglaterra estos pro-
cedimientos migratorios para su utópica Kantsaywhere, en América, desde la isla
de Ellis en Nueva York hasta Buenos Aires en el Cono Sur, se implementaban exá-
menes médicos migratorios y se construían instalaciones diversas para evaluar,
clasificar y albergar a posibles inmigrantes.
5. No es de extrañar que el temor malthusiano a la sobrepoblación, que atormen-
taba a la mayoría de los países europeos, también significara una amenaza para la
Kantsaywhere de Galton. “They say that limitation of families is now a recogni-
zed institution among most of the cultures and many of the artisan and labouring
classes in Europe and America, and there is no reason why a sentence demanding it
for the protection for the nation should not be passed, and the infraction of that
sentence punished as a criminal act” (ibíd.).
6. Cuatro pruebas de igual importancia determinaban la clasificación. Éstas eran:
pruebas antropométricas que registraban la estatura y otras medidas, el peso, la
fuerza, la capacidad respiratoria, la agudeza de la visión y de la audición, y las mar-
cas del cuerpo; exámenes estéticos y literarios que requerían habilidad en la lectu-
ra de prosa y poesía, en la escritura de ensayos, en el canto, y también una postura
atlética; evaluaciones médicas que comprendían una serie exhaustiva de pruebas
para determinar la salud previa y actual de los posibles inmigrantes; y pruebas ge-
néticas que buscaban evidencias de talentos o enfermedades familiares. Como des-
taca Pearson, la descripción de las pruebas antropométricas y el recinto en el cual
se realizaban estas pruebas en la utopía de Galton recordaban el verdadero labora-
torio antropométrico de Galton en South Kensington (ibíd.: 416-418). Para más
información sobre este laboratorio, véase Karl Pearson (1930): The Life, Letters and
Labours of Francis Galton, vol. II, pp. 257-262.
Fabiola López-Durán
7. La novela fue escrita como si fuera el diario del profesor I. Donoghue, probable-
mente un inmigrante irlandés altamente interesado en las costumbres de Kant-
saywhere, e incluye un recuento detallado de las pruebas migratorias y del sistema
de gobierno en general.
8. Michel Foucault dedicaría una de sus conferencias en el College de France pre-
cisamente a este tema. Véase específicamente la conferencia del 11 de enero de
1978 en Michel Foucault (2007): Security, Territory, Population: Lectures at the
College of France 1977-1978, pp. 1-27.
Utopía en práctica
narrativa utópica de finales del siglo xix y principios del xx –que vi-
sualizara sociedades perfectas en espacios perfectos, ambos logrados
por los mecanismos de la eugenesia– este ensayo traza la manera en que
estos textos utópicos pasaron de ser pura ficción a planes concretos14.
Al hacer esto, se identifica una conexión íntima entre ciudad-utopía-
eugenesia, donde la ciencia –la medicina en particular– y el ambien-
te construido llegaron a ser instrumentos determinantes en el proceso
de imaginar, planificar y construir las modernas naciones latinoa-
mericanas15. Este trabajo destaca la intersección entre lo ideal, tal y
como aparece codificado en los textos utópicos, la institucionalización
del movimiento eugenésico y el surgimiento del urbanismo moderno.
I.
16. Por supuesto que Galton no fue el primero ni el último en escribir acerca de una
sociedad utópica basada en el control de la sexualidad y la reproducción humana:
en La República, escrita aproximadamente en el año 380 a.C., y cuyo título ori-
ginal en griego había sido Politeia, Platón también imaginó una sociedad utópi-
ca alcanzada a través de la implementación de eficaces prácticas eugenésicas. En
1602, inspirado en este texto, y en su isla utópica “Atlantis”, el fraile dominico
Tommaso Campanella visualizó su Città del Sole como una república ideal don-
de los nacimientos eran organizados según la calidad de los ciudadanos. En 1781,
Rétif de la Bretonne, en La Découverte Australe par un Homme-Volant, escribió
sobre el uso de la tecnología para producir una raza eficiente de humanos-anima-
les y crear así un imperio colonial localizado al oeste del hemisferio sur, a medio
camino entre Tierra del Fuego (Argentina) y la Antártida. Para una breve intro-
ducción a estos autores y a sus sociedades eugenésicas imaginarias, véase Michèle
Riot-Sarcey, Thomas Bouchet y Antoine Picon (2002): Dictionnaire des Utopies,
pp. 33-37; pp. 64-69; pp. 176-179; pp.184-185; y p. 201.
17. De hecho, en un artículo escrito para la exposición Utopie. La quête de la société
idéale en Occident, Choay identificó tres elementos estructurales que constituyen
el género utópico: la crítica a una sociedad específica, la propuesta de un modelo
Utopía en práctica
sino hasta finales del siglo xix –a la sombra de la era industrial, momen-
to en que lo ideal se asoció a lo económico y lo eficaz– cuando los textos
utópicos alcanzaron un mayor nivel de sofisticación en su descripción
del espacio, reflejando un claro deseo de proyectar la ficción en la reali-
dad. De hecho, espacios para sociedades ideales imaginados por Fourier,
Cabet y Owen fueron luego construidos en la realidad en diferentes re-
giones. No es casual, por lo tanto, que a finales del siglo xix y comienzos
del xx –período en el cual coincide la caída de la literatura utópica oc-
cidental y el auge del movimiento eugenésico– los textos latinoamerica-
nos sobre ciudades y sociedades utópicas compartan, paradójicamente,
la primacía de lo ideal que tradicionalmente identifica al género utópico
y el claro pragmatismo que caracteriza el trabajo de los reformadores y
planificadores de las ciudades durante los años subsiguientes19.
En este sentido, es importante enfatizar que en América Latina, la
mayoría de estas utopías fueron en general de carácter médico, escritas
no tanto por autores de ficción, sino por científicos que las publicaban
en revistas médicas arbitradas, y por periodistas que escribían para re-
vistas de circulación masiva cuyo enfoque era técnico-científico y futu-
rista20. Resulta interesante observar cómo durante este período, cuando
la “ciencia” que resolvería todos los males de América Latina, la lista de utopías
con énfasis en aspectos científicos, particularmente en las ciencias médicas, es nu-
merosa. Entre éstas podemos citar las de Augusto Emilio Zaluar, O Doutor Benig-
nus (Brasil, 1875); Achilles Sioen, Buenos Aires en el año 2080: Historia verosímil
(Argentina, 1879); Luis V. Varela, El doctor Whuntz: Fantasía (Argentina, 1881),
novela dedicada al famoso médico eugenista José María Ramos Mejía; Francisco
Calcagno, En busca del eslabón: Historia de monos (Cuba, 1888); Enrique Vera y
González, La estrella del sur (Argentina, 1904); Eduardo Urzaiz, Eugenia: Esbozo
novelesco de costumbres futuras (México, 1919); Emilio Coni, La Ciudad Argentina
Ideal o del Porvenir (Argentina 1919); Juan Manuel Planas y Sainz, Las teorías del
Profesor Miliscenios (Cuba, 1917); y La Corriente del Golfo (Cuba, 1920).
21. Dos conceptos explican esta confluencia: biopoder y milieu. El biopoder fue
identificado por Michel Foucault (1976) como una tecnología política cuyo obje-
tivo fue la intervención en las características vitales de la existencia humana. Fou-
cault observa que esta tecnología se desarrolló como una técnica dual: mientras
que una parte se enfocaba en “las políticas anatómicas del cuerpo humano” indivi-
dual para buscar su optimización en un sistema de producción; la otra se enfo-
caba en la “biopolítica de las poblaciones” para regular los mecanismos básicos de
la vida: nacimiento, morbilidad y mortalidad (Foucault 1976: 139; énfasis en el
original). Unidos al final del siglo xix, estos dos mecanismos –uno para manejar
al individuo; el otro, al colectivo– se convirtieron en el objeto principal de las re-
gulaciones del Estado en materia de salud, higiene y asistencia social. En otras pa-
labras, el concepto de Foucault de biopoder considera al individuo-cuerpo y a la
sociedad-colectivo como objetos de poder y manipulación, siendo así la raza, el
sexo, la reproducción y los mecanismos vitales, sus vehículos; del mismo modo,
el concepto de milieu de Canguilhem (1952) une el espacio y la sociedad en un
estado de contingencia. Cuando se asumen al unísono, estos dos conceptos des-
criben la forma de eugenesia desarrollada en Francia y adoptada en América Lati-
na, la que impulsó muchas de las políticas de modernización en la región.
Fabiola López-Durán
Así, la higiene social que extendió su dominio mas allá del cuerpo
individual enfermo al cuerpo social colectivo tuvo como principios
fundamentales el concepto liberal de prévoyance y su naturaleza pro-
filáctica para la preservación y planificación de la sociedad, y la aten-
ción a la salud de los espacios públicos23.
Paralelamente a la idea asumida de considerar el aire, el verde y el
agua como elementos particularmente saludables, la ciudad de Sioen
se anticipó a lo que constituiría una de las principales características
del los planes urbanos para Buenos Aires elaborados a finales de siglo
xix e inicios del xx: la inclusión de áreas verdes como elementos sani-
tarios, estéticos, educativos, definitorios del trazado de la ciudad y su-
puestamente democráticos (Gorelik 1998). Sioen prefigura el modelo
de parque metropolitano que Juan de Cominges visualizara y presen-
tara a la Municipalidad en 1882, así como también la serie de parques,
jardines, malecones y cinturones verdes que mas tarde diseñarían Be-
nito Carrasco y los arquitectos paisajistas franceses Eugène Courtois,
Carlos Thays, Joseph Antoine Bouvard y Jean Claude Nicolas Fores-
tier (Armus 2007; Berjman 1998). Vale la pena destacar que Forestier
era miembro activo del parisino Musée Social, una institución inter-
disciplinaria que desempeñaría un papel crucial en la reforma social
francesa y en la simultánea transformación urbana de ciudades capita-
les, tanto en América Latina como en los países alrededor del medite-
rráneo. Forestier formó parte de la Sección de Higiene Urbana y Rural
de esta institución francesa junto a Louis Landouzy, el científico que
reconociera por primera vez la tuberculosis como una enfermedad so-
cial, y a quien se le atribuye la definición de la hominicultura como
forma de higiene social en el combate de la tríada tuberculosis-sífilis-
alcoholismo (López-Durán 2009: 54). Forestier fue precisamente el
arquitecto que diseñó el plan maestro de 1925 para Buenos Aires, en
el cual promulgaba una estructura innovadora y sistemática de salud y
23. El término prévoyance se refiere “al acto de ahorrar dinero y al imperativo mo-
ral de la previsión” (“the act of putting money aside and the moral imperative to
use foresight”) en tanto único y válido método para eliminar la pobreza (Horne
2002: 29).
Utopía en práctica
24. Los planos elaborados por Forestier para la transformación urbana de Buenos
Aires fueron publicados en 1925 por la Comisión de Estética Edilicia de la Mu-
nicipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (MCBA) bajo el titulo Proyecto orgánico
para la urbanización del municipio.
Fabiola López-Durán
25. Debo esta asociación entre puericultura y agricultura a Jane Ellen Crisler. Véase
Jane Ellen Crisler (1984): Saving the Seed: The Scientific Preservation of Children
in France during the Third Republic.
Utopía en práctica
II
either failed to graduate or, once graduating, used their degrees for social advan-
cement rather than as a means to professional practice. Medicine, then, was not a
narrow, scientific, and technical profession but one connected to the larger social
issues of the day” (1991: 41-42).
28. Desde la Antigüedad clásica, la convicción de que la buena salud y la vida natu-
ral eran inseparables ha sido una creencia común. Pero en los tiempos modernos,
desde el romanticismo del siglo xviii hasta la obsesión con la sustentabilidad en el
siglo xxi, esta convicción ha cobrado mayores proporciones. Incluso Edward Jen-
ner (1749-1823), el llamado padre de la inmunología, en su presentación de la
“no tan natural” práctica de la vacunación, argumentaba que “la desviación del
hombre del estado en el que se encontraba originalmente en la naturaleza parecie-
ra haberle proporcionado una prolífica fuente de enfermedades” (reproducido en
Dubos 1987: 6).
Utopía en práctica
concebida como el espacio finito más dramático –una isla– como vi-
mos con Thomas More, y el cuerpo humano perfecto sea imagina-
do como un único fenotipo con rasgos muy particulares, aquellos del
hombre blanco.
Más específicamente, las utopías latinoamericanas cobraron vida
como visualización de un mundo mejor en el cual tanto cuerpos como
espacios fueron diseñados y administrados a través de la complicidad
forzada entre arquitectura y medicina. Por supuesto, esta visualización
se fundamentó en las raíces lamarckianas de la eugenesia que integra-
ron herencia y milieu como sus principales herramientas.
Ninguna otra narrativa utópica representaría mejor esta ideología
que Eugenia, la novela escrita por el médico mexicano-cubano Eduar-
do Urzaiz en 1919. “Eugenia” es uno de los términos en español y tam-
bién en portugués, utilizado en Cuba, Brasil y otros países de América
Latina, para referirse a la eugenesia. El título de Urzaiz se refiere tanto
a la eugenesia, el movimiento social y biológico para el mejoramien-
to de la raza humana, como a uno de los personajes principales de la
novela: Eugenia, una mujer joven, representada como el mejor ejem-
plo de la raza. Reclutada para ser “Reproductora Oficial de la Especie”,
Eugenia formaba parte del grupo de élite seleccionado por el gobierno
central para realizar el trabajo más noble y mejor recompensado en la
sociedad utópica que imaginara Urzaiz: la reproducción humana.
El contexto de la novela era Villautopía, la capital de la subconfe-
deración de países centroamericanos en el año 2218. Villautopía con-
sistía en una reconstrucción de Mérida, la capital de la Península de
Yucatán en México, en donde Urzaiz vivió y trabajó como médico y
educador prácticamente su vida entera29. Con acentos futuristas, Vi-
29. Nacido en Guanabacoa, Cuba, en 1876, Eduardo Urzaiz Rodríguez, con tan solo
catorce años emigró a México con su familia, a la ciudad de Mérida, en la Penín-
sula de Yucatán. Después de estudiar medicina en México y Estados Unidos, Ur-
zaiz adquirió renombre como profesor de la Universidad Autónoma de Yucatán,
entonces conocida como Universidad Nacional del Sureste. Se convirtió en su
primer presidente en 1922 y ejerció este cargo hasta 1926; y luego, de nuevo, en-
tre 1946 y 1955. Asimismo, ocupó otras posiciones públicas importantes, tales
como ser el director y fundador del Asilo Ayala, un hospital psiquiátrico en Méri-
Utopía en práctica
31. Ernesto era fundamentalmente lo que podría llamarse un bon vivant, un playboy
mantenido por su amante, que no tenia trabajo sino hobbies. Había ganado com-
petencias piloteando su “aerocicleta de motor de nitroglicerina coloidal”, y no se
inhibía de exaltar su capacidad atlética y la velocidad y alta tecnología de su aero-
cicleta que le habían permitido hacer, en el último concurso de aviación, el reco-
rrido Villautopía-La Habana-Villautopía en tan sólo 40 minutos (ibíd.: 36).
Utopía en práctica
34. Ésta es la tesis principal del extraordinario artículo que Alexandra Minna Stern
publicara en 1999. Véase Alexandra Minna Stern (1999): Responsible Mothers and
Normal Children: Eugenics, Nationalism, and Welfare in Post-revolutionary Mexico,
1920-1940.
35. Michel Foucault, en el volumen introductorio a su Historia de la sexualidad (His-
toire de la sexualité [1976]) analiza cómo los diferentes intentos de reducir la
sexualidad a su función reproductiva, a su manifestación heterosexual y adulta, y
a su legitimidad matrimonial, generó mecanismos específicos de conocimien-
to y poder que han estado en el centro del movimiento eugenésico. Entre ellos:
la histerización del cuerpo de la mujer, la pedagogización de la sexualidad de los
niños, la socialización de una actitud procreativa y la psiquiatrización del placer
(Foucault 1990: 103-105).
36. Tal y como lo observara Gisela Heffes, Eugenia, en su “descripción de una so-
ciedad del futuro donde la tecnología, la eugenesia, y una estratificación social
y predeterminación de las funciones de los individuos dentro del sistema…”,
se adelanta a la sociedad que Aldous Huxley describiera en 1932 en su celebre
utopía Brave New World (conocida en español como Un mundo feliz) (Heffes
2008: 140).
Fabiola López-Durán
III
de sus purezas. Debido a lo que ella llamó “el error inicial” de la mez-
cla de razas, Miss Jane creyó que la mejor solución para salvar Brasil
de una degeneración total era la división del país en dos regiones dis-
tintas: la región templada del sur, donde la mayor parte de la pobla-
ción eran inmigrantes europeos blancos, creando (junto con Argenti-
na, Uruguay y Paraguay), la “Gran República de Paraná”, y el resto del
país, una república tropical donde su población “sufriría el error terri-
ble de la mezcla de razas” (Monteiro Lobato 1979: 78-79). De hecho,
lo que Miss Jane realmente observaba era la confluencia del determi-
nismo racial con el determinismo ambiental, los cuales habían surgido
en el moderno proyecto utópico de la eugenesia al final del siglo xix.
En los Estados Unidos representados por Monteiro Lobato, el Mi-
nisterio de Seleçao Artificial había impuesto legalmente el exterminio
de todos los recién nacidos con defectos físicos y la esterilización, no
sólo de todos los negros de América del Norte, sino también de otras
personas “indeseables”, como
los sordomudos, los lisiados, los locos, los leprosos, los histéricos, los crimi-
nales natos [...] los estafadores, los corruptores de doncellas, las prostitutas,
una legión entera de mal formados, en lo físico y lo moral, causantes de todas
las perturbaciones de la sociedad humana (ibíd.: 76).
Lo que el público no sabía, sin embargo, era que este nuevo pro-
ducto había sido desarrollado fundamentalmente como una herra-
mienta política frente a la clara amenaza que representaba el reciente
triunfo de Jim Roy, el primer presidente negro de los Estados Uni-
dos. El Rayo Omega no sólo alisaría el llamado “pelo malo”, haciendo
que los negros fueran completamente asimilados a los estándares de
belleza blancos, sino que ocultaría un efecto secundario escondido
pero extraordinariamente poderoso: la esterilización. Durante la no-
che que presidió a la toma de posesión del primer presidente negro,
el candidato blanco perdedor le anunciaba al nuevo presidente que
su raza había sido final y definitivamente exterminada (ibíd.: 163).
Con gran frialdad le indicó: “Tu raza murió, Jim […] el Rayo Ome-
ga… poseía una virtud doble… al mismo tiempo que alisaba los ca-
bellos… esterilizaba al hombre” (ibíd.). En este sentido, el deseo de
los negros de adoptar estándares de belleza blancos, en sí mismo,
selló su propia desaparición. Según Monteiro Lobato, este peculiar
triunfo ocurrió debido a la división del voto blanco entre el “Partido
Masculino” y el “Partido Femenino” (ibíd.: 83). Pero tras la muer-
te del recién electo presidente negro, quien presumiblemente murió
de tristeza ante semejante revelación, la candidata del “Partido Fe-
menino” también es aniquilada políticamente; ella renuncia a sus as-
piraciones, se casa con el candidato del “Partido Masculino”, quien
toma posesión del gobierno, convirtiéndose simplemente en su alia-
da y ayudante. Aquí el proceso democrático se encuentra totalmente
subvertido por la solución que el candidato blanco deliberadamente
había planeado para la eliminación tanto de la raza negra como del
liderazgo femenino.
En contraste con la ideología que subyace a la novela de Monteiro
Lobato, donde no era posible una solución sin la separación de terri-
torios y razas, los brasileños consideraron al medio ambiente y al cru-
ce de razas como vehículos de transformación: no como amenaza ni
causa de degeneración sino, por el contrario, como su liberación. En
esta original visión del país, la raza no era definida sólo por la heren-
cia. Los brasileños aceptaron la “superioridad blanca” más no su “su-
premacía”, viendo la mezcla de razas precisamente como el vehículo
para “borrar al negro” y el consecuente y progresivo “blanqueamiento”
Utopía en práctica
parte del pensamiento racial en Brasil reflejó la medicalización general del pen-
samiento social, que comenzó cuando a inicios del siglo xix los médicos aboga-
ron por reformas higiénicas en las familias de las clases más altas para proteger a
los niños de contaminaciones hereditarias y ambientales (1993: 235).
37. Véase el documento de Thomas E. Skidmore (1992): Fact and Myth: Discovering
a Racial Problem in Brazil.
38. En un extraordinario artículo publicado recientemente en el periódico El País,
Mario Vargas Llosa nos alerta sobre la auspiciada y entusiasta visión de la homo-
sexualidad como depravación y, en el mejor de los casos, como enfermedad, que
Fabiola López-Durán
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Fabiola López-Durán
1. Además de enfocarme en las utopías de forma espacial, las narrativas aquí anali-
zadas se inscriben dentro de la categoría de “utopías abstractas”, según la defini-
ción de Ernst Bloch en The Principle of Hope (1986) [publicado en alemán origi-
nalmente como Das Prinzip Hoffnung (1938-1947)], aquellas que se encuentran
representadas por un espacio cuya transformación es íntegra, al punto que devie-
nen irreconocibles. Por el contrario, las “utopías concretas” proponen una visión
y transformación del espacio y de la sociedad menos abrupta, apostando a un pre-
sente restaurado y situándose por lo tanto en el horizonte de lo posible y de lo rea-
lizable. Es decir, en los confines de la realidad. Se trata, en este caso específico, de
utopías de forma espacial, abstractas e, incluso, “de evasión”, si consideramos
además la propuesta de Lewis Mumford en The Story of Utopias (1922), en tanto
consisten en propuestas cuyo fin es el de sustituir el mundo exterior o, como pro-
pone Bloch, transformar ese horizonte de lo asequible.
Utopías verdes
poluta, sino que, por el contrario, apuestan a una síntesis cuyo resulta-
do consiste en enverdecer la ciudad, demostrando así que planeamiento
urbano y preocupación ambiental no son términos que se excluyen mu-
tuamente, ni se contraponen de manera necesaria dentro de los imagi-
narios de mundos alternativos. Leídos desde la perspectiva actual de los
debates sobre urbanismo, naturaleza y sostenibilidad ambiental, el ele-
mento distintivo y especial de estas narrativas utópicas es que proponen
y proveen diversas variables y soluciones con el objeto de crear un espa-
cio verde habitable y sostenible dentro del corazón mismo de la ciudad.
Emergencia de la ecocrítica
3. Aunque el trabajo crítico de Love que más difusión ha tenido es Practical Ecocriti-
cism, Buell se remite a dos artículos de igual importancia: “Revaluing Nature:
Gisela Heffes
7. Este capítulo como otros de sus textos inéditos (como así también los ya publica-
dos) pueden descargarse de la página web <htttp://academia.edu/greggarrad>. Le
agradezco la gentileza de indicarme su referencia.
Utopías verdes
una sociedad comunista sin clases, a través de la cual todos los demás problemas
desaparecerían, los segundos privilegian una sociedad descentralizada sin filiación
jerárquica, resultado de una tradición política anarquista (2004: 29).
Utopías verdes
Para Vera y González, otro extranjero que elige Buenos Aires como
espacio de su utopía urbana, el proceso de “trasmigración” –disposi-
tivo que le permite dar el salto temporal– transporta a su protagonis-
ta a un momento clave: el Bicentenario de 201013. Buenos Aires es, a
diferencia de Nueva York, la “ciudad de las ciudades”, y la “capital del
hemisferio Sur” (Vera y González 2000: 77). La perspectiva hemisféri-
ca se refiere, a su vez, a la competencia y rivalidad entre Buenos Aires y
Nueva York en tanto dos espacios que, a comienzos del siglo xx, pro-
metían un desarrollo y crecimiento monumental, aunque Vera y Gon-
zález desvaloriza esta última, considerándola “antigua” (ibíd.). La idea
de que el mundo se ha urbanizado, algo que en los últimos años cobró
la atención de críticos y académicos a partir de la emergencia de las
megaciudades y ciudades globales (Canclini 2004, Davis 2004, Sassen
1991, Soja 1989; 2000) aparece ejemplificada en la utopía de Vera y
González con el paradigma de estas dos ciudades rivales: la costa este de
Estados Unidos, la que se ha formado en un “todo continuo” de ciuda-
des que va desde Massachusetts hasta Virginia, y cuya capital es Nue-
va York, y Buenos Aires. La diferencia demográfica es que, mientras
en Buenos Aires habitan 80 millones de personas, en Nueva York se
trata de 62 millones, abarcando en este continuo metropolitano a las
urbes de Boston, Filadelfia, Baltimore, Washington y todas las “ciu-
dades vecinas” (ibíd.). Lo que contrarresta toda previsible (y legítima)
preocupación ambiental es que abundan en Buenos Aires “vastísimas
extensiones de huerta”, el “aire es más puro” y, a diferencia de Nueva
York, se vive con “más holgura, más luz y más higiene” (ibíd.: 78).
Si bien el proyecto utópico de Quiroule, como ya sugerimos más
arriba, se asemeja en el presente más al modelo del suburbio nor-
teamericano que a la apuesta urbana ideal que imaginaron y diseñaron
Buckingham y Howard, este paradigma –el cual se viene desarrollan-
13. Como ocurre con Quiroule, poco se sabe de Enrique Vera y González. Hebe Cle-
menti señala que había llegado a Buenos Aires en 1896 procedente de Cuba,
adonde había emigrado desde España en 1891, y que diez años antes había pu-
blicado dos ensayos “ultra radicales”, uno repudiando el abolicionismo y el otro a
favor de la revolución (2000: 15-16).
Utopías verdes
14. Recordemos, sin embargo, que en los últimos años este modelo se comenzó a re-
producir, ya tardíamente, en América Latina a través de la cada vez más frecuen-
te creación de enclaves urbanos privados, denominados también “urbanizaciones
cerradas de lujo”. Véase Cabrales Baraja, Luis Felipe (ed.) (2002): Latinoamérica:
países abiertos, ciudades cerradas.
Gisela Heffes
ven en los países desarrollados son responsables, sino que además estos
conflictos se manifiestan de manera apremiante en el contexto de una
tierra que se está encogiendo de manera acelerada, al mismo tiempo
que se encuentra cada vez más interconectada ecológicamente, Love
habla de un conflicto entre la agendas globales y ecológicas, y las na-
cionales y, en términos académicos, critica el rol que cumple la ecolo-
gía dentro de las disciplinas literarias por su perspectiva antropocén-
trica, divorciada de la naturaleza y negadora del sostén biológico de
la humanidad y su delicada conexión con el planeta (ibíd.: 22). Si el
pensamiento antropocéntrico sostiene que la sociedad es compleja y la
naturaleza es simple, Love apela a un inhumanismo [inhumanism] en
tanto cambio en el énfasis y significancia de lo concerniente al hom-
bre y lo no humano, como un rechazo del solipsismo que lo caracte-
riza y un reconocimiento de la significancia transhumana (ibíd.: 23).
Para Garrard, por otra parte, es justamente el movimiento deep ecolo-
gy el que tiene mayor influencia más allá de los círculos académicos,
siendo la fuerza inspiradora de organizaciones como Friends of Earth,
Earth First! y Sea Sheperd, y la postura a la que recurren los ecocríti-
cos, sea de manera explícita o implícita. Se diferencian de los activistas
ambientales en que demandan un reconocimiento de los valores in-
trínsecos que hay en la naturaleza, identifican la separación dual entre
los humanos y la naturaleza promovida por la filosofía y cultura occi-
dentales como el origen de la crisis ambiental y demandan una vuelta a
una identificación monística de los humanos y la ecosfera: el desplaza-
miento de un sistema de valores centrados en el ser humano a uno cen-
trado en la naturaleza es el núcleo principal del radicalismo atribuido a
este movimiento, trayendo consigo una oposición (y cuestionamiento)
de casi toda la filosofía y religión occidentales. Garrard critica esta atribu-
ción de valores intrínsecos a todas las entidades o formas de la ecosfera
(como ríos, paisajes, e incluso especies y sistemas sociales considerados
en su propio derecho), ya que este derecho de igualdad vacía al deep
ecology de todo contenido sustancial (si el valor reside en todas par-
tes, también reside en ninguna, dejando de funcionar como una base
para la toma de decisiones y de diferenciación) (2004: 20-22). Más
allá de las divergencias entre este movimiento y el activismo ambien-
tal, hay que distinguir ambos de la filosofía que aboga por los derechos
Utopías verdes
del animal y que propone, por citar un ejemplo, extender las conside-
raciones morales atribuidas a los humanos a ciertos mamíferos. La
dimensión espiritual de esta noción “ecocéntrica” se remonta a las reli-
giones orientales como el taoísmo y budismo, a figuras heterodoxas del
cristianismo, y a reconstrucciones modernas de las religiones nativas e
indígenas americanas. Una de las críticas que se hace con frecuencia al
movimiento deep ecology es que muchas veces cuestiona y desconfía de
los ecologistas (científicos), a los que considera como parte del pro-
blema, mientras que, por otra parte, basa sus ideas en intuiciones. Los
debates actuales respecto a las posturas más pertinentes dentro de la
ecocrítica olvidan (o no consideran) que tanto el componente cientí-
fico como la perspectiva antropocéntrica, elementos fundamentales e
inherentes a las elaboraciones utópicas aquí analizadas, promueven asi-
mismo un imaginario alternativo a las lecturas más radicales de la eco-
crítica, proponiendo versiones diferentes, aunque no menos drásticas,
del porvenir verde de las ciudades.
17. En A Modern Utopia, Wells sugiere que la ciencia y la tecnología no son buenos
sirvientes si los amos no lo son (y viceversa) y, por lo tanto, no están más determi-
nados a causar destrucción o terror que cualquier otro instrumento. Y como ocu-
rre con el relato de Vera y González, más allá de la reevaluación que se haga del
lugar que ocupa la ciencia y la tecnología en la utopía, el imperialismo antropo-
céntrico tendrá poco atractivo para los ecocríticos más radicales.
18. Estados Unidos conforma a lo largo de todo el texto de Vera y González el referen-
te más importante contra el cual se contrastan los rasgos de la utópica Buenos Ai-
res. Esta perspectiva comparativa, siempre en detrimento del primero, puede leerse
como el rencor todavía vivo de los españolas respecto a su derrota en la guerra del
98, aunque es posible también leer la influencia del Ariel de Rodó (1900) en su re-
ferencia a la amenaza por parte del “coloso del norte”, lo que llevó a que, en el si-
glo xx, se fundara la “Confederación Latino Americana”, conformada justamente
con el fin de contrarrestar su creciente poderío (Vera y González 2000: 79-80).
Utopías verdes
19. Véase, por ejemplo, ¿En quién piensas cuando haces el amor? (1995). Laura Bar-
bas-Rhoden analiza extensamente la novela de Aridjis en su importante libro
Ecological Imaginations in Latin American Fiction (2011).
Utopías verdes
que también todos los “comunistas eran agricultores”, por lo que se es-
tablece una relación cercana con la naturaleza, a partir de la cual se
consume lo que se produce (ibíd.: 63). Otro aspecto de esta propues-
ta alternativa ecológica es la “reducción” de la “fabricación de papel”, de
las “tintas y de las “prensas” (ibíd.: 65). Del mismo modo, las “obras
de carpintería” se habían reducido significativamente y en la ciudad
anarquista las “casas eran de vidrio y no entraba la madera en su fabri-
cación” (ibíd.: 66). Esto evita la tala de árboles y el traslado de éstos
de una región a otra pero, al mismo tiempo, permite que las comunas
anarquistas fueran autónomas y se autoabastecieran, encontrándose
la ciudad en “una parte completamente aislada del ruido del trabajo” y
del tránsito de los vehículos (ibíd.: 63).
Por otra parte, las casas no sólo consistían en “elegantes chalets
de vidrio, de una sola pieza, fundidos en moldes gigantescos por me-
dio de la electricidad”, sino que tenían una “pared doble”, rellenando
el espacio vacío de separación con “substancias refractarias al calor”,
de manera que una de las principales ventajas del uso del vidrio era,
además de la elegancia, solidez e impermeabilidad, la higiene, elimi-
nándose así varios oficios sucios y antihigiénicos como los “pestilentes
hornos de ladrillos” (ibíd.: 75-77). Este diseño arquitectónico es avan-
zado, a su vez, en cuanto preserva la energía de manera eficiente, evi-
tando el derroche innecesario. En lugar de carbón se utiliza electrici-
dad; la ciudad habitada es a la vez “verde”, en tanto forma un “parque
inmenso alrededor de la ciudad industrial” (y que por lo tanto funcio-
na como pulmón); las calles son peatonales y están rodeadas de jardi-
nes; la ciudad es limpia y sana, y el aire es oxígeno puro y no “un com-
puesto horrible de miasmas y podredumbres” (ibíd.: 75). El agua, uno
de los recursos naturales más importantes en la actualidad, había sido
un componente fundamental a la hora de identificar el espacio don-
de fundar la ciudad: a través del empleo de una tecnología sofisticada,
el agua era purificada químicamente y utilizada después para el riego
de los cultivos (ibíd.: 74). Las fuentes de energía necesarias para que la
sociedad funcione se habían buscado en aquellos “elementos natura-
les en incesante movimiento: vientos, ríos, cascadas, calor solar, etc.”
(ibíd.: 260). Quiroule propone, de este modo, diversos modelos de
energía: desde la eólica hasta la solar e hidroeléctrica.
Gisela Heffes
Conclusión
Bibliografía
Utopía, vanguardia
e imaginario urbano
Ciudad: de diosa a villana
Raul Antelo
Imágenes nómades
3. Jean-Luc Nancy dice que “le bidonville est la déjection de la ville, sa violence
ramassée dans la boue. En un sens, ce serait comme une exaspération du dé-
classement de Los Angeles, de son bricolage et de son déglingage” (1987: 26).
Ciudad: de diosa a villana
4. Danvin, Victor-Marie Félix (1802-1842): Buenos Ayres Río de la Plata, circa 1830,
grabado en cobre sobre papel (Museo Histórico Nacional de Buenos Aires);
Raul Antelo
que sus pirámides de tiempo5 no están ni más acá, ni más allá de la de-
marcación entre lo fijo y lo fluido, entre la tierra y el agua.
La estereoscopía está construida con y en el tiempo. Lo incluye y
enfrenta, al mismo tiempo. Como escansión de ese tiempo vertigino-
so, el procedimiento ya no coincide con lo factual (la ciudad empíri-
ca donde Marcel huye de la guerra, o del tiempo de conflagración, la
Buenos Aires radical de 1918), sino que se sobreimprime y yuxtapone
a ella, lo que nos remite tanto a su prehistoria (el contacto con la al-
teridad autóctona) como a su poshistoria (la abyección y la excepción
de los años de plomo) (Bodei 2006). La ciudad comenzó, en efecto,
con un banquete totémico de los soldados españoles por parte de los
indios, tal como lo narra Juan José Saer en El entenado (1983). Pero
otros soldados, los que en 1918 tanto temor inspiraban en Marcel, al
verlos vestidos a la usanza alemana, haciéndolo sentirse cercado por
nueve moldes málicos6, estaban, en ese mismo momento, cazando y
matando anarquistas, así como, en un tiempo posterior, desmateria-
lizarían hasta la muerte misma, causando desaparecidos, de modo que
se puede decir que la estereoscopía, como tableau urbano ubicado más
allá de la pintura, o sea, más allá de la mímesis, escinde no sólo el espa-
cio sino también al propio tiempo, en dos, una pre- y una poshistoria.
Por cierto, Benjamin lo intuyó claramente, no sólo en el preámbulo
a El origen del drama barroco alemán (1928), sino también en El libro de
los pasajes (circa 1927), ya que, en cuanto postulación de un origen, las
pirámides de tiempo no sólo contemplan la ascensión, sino asimismo
5. En el soneto 123 de Shakespeare, leemos: “No! Time, thou shalt not boast that
I do change: / Thy pyramids built up with newer might / To me are nothing no-
vel, nothing strange; / They are but dressings of a former sight. / Our dates are
brief, and therefore we admire / What thou dost foist upon us that is old; / And
rather make them born to our desire, / Than think that we before have heard
them told. / Thy registers and thee I both defy, / Not wondering at the present
nor the past; / For thy records and what we see do lie, / Made more or less by thy
continual haste: / This I do vow, and this shall ever be, / I will be true, despite
thy scythe and thee” (1975: 1211).
6. Tal es el título de un sector del Gran Vidrio inspirado en un imaginario macho-
man, de uniformes militares, libreas de ujieres y chaquetas policiales.
Raul Antelo
Mimetismo y traducibilidad
8. A mediados de 1937, Benjamin anota: “Saw Duchamp this morning, same Café
on Blvd. St. Germain... Showed me his painting: Nu descendant un escalier in
a reduced format, colored by hand en pochoir, breathtakingly beautiful”. Véa-
se Walter Benjamin Archive, Institut für Sozialforschung, Goethe Universität,
Frankfurt. Véase también Ann Temkin (1998): “Delay included”, p. 102.
9. Es la posición que Kracauer había fijado en 1925: “La novela policial concluye
con la victoria indiscutida de la ratio. Es un fin sin tragedia, amalgamado no obs-
tante con ese sentimentalismo que es la esencia que constituye estéticamente lo
kitsch. No hay novela policial en que el detective no ilumine por último lo oscuro
e interprete los hechos banales sin dejar cabos sueltos” (2010: 163).
10. Su línea de fuga, en la literatura argentina, serían novelas como La ciudad ausente
(2004) o Blanco nocturno (2010) de Ricardo Piglia, cuya ambición alegórica no
desmiente, sin embargo, el núcleo maquínico y psicótico que las engendra. Véase
Jorge Panesi (2004): “La ciudad ausente, de Ricardo Piglia”; Jorge Carrión (ed.)
(2008): El lugar de Piglia. Crítica sin ficción; Adriana Rodríguez Pérsico (en pren-
sa): “Sobre Blanco nocturno”; íd. (2010): “Conversaciones I: Ricardo Piglia”.
Raul Antelo
res del mal (1857) como auténticas novelas y hasta las llama un libro de
arte puro, aunque sepa, de todas formas, que cualquiera de esas defini-
ciones no sólo es fallida sino también falsa. En oposición a la ciudad
mítica, verdadero crisol de pasiones que consagra, aunque también la-
cera, el heroísmo urbano de la modernidad, el nuevo engendro de la
imaginación potencializada es una máquina tan compleja como gran-
diosa, prueba de una inteligencia luciferina y guerrera. Algo de eso
mismo leemos en las Poesías (1870) de Lautréamont, donde no hay un
único poema, sino un conjunto de fragmentos dispersos (Marcel Du-
champ, a la manera de Macedonio, decía que eran un prefacio a unos
poemas jamás escritos), donde la melancolía y la tristeza auguraban la
duda. La duda es el comienzo de la desesperación y la desesperación,
el cruel comienzo del mal. Los surrealistas, primeros admiradores de
Lautréamont, recogerían su guante y hablarían de la melancolía de las
ciudades, tal como aparece, ya en diciembre de 1929, en las páginas
de la revista surrealista Varietés. Ya hay en ese juicio un germen de la
diseminación contemporánea. Lautréamont, el oriental, creía que los
poetas de su época habían abusado de la inteligencia, aunque los filó-
sofos no abusaran de la suya. El recuerdo de los primeros se extingui-
rá, predecía, mientras los últimos serán clásicos. Esa heteronomía del
texto lo llevaría a postular entonces que
Los juicios sobre la poesía tienen más valor que la poesía. Son la filosofía
de la poesía. La filosofía así entendida engloba la poesía. La poesía no podrá
prescindir de la filosofía. La filosofía podrá prescindir de la poesía (1977: 52).
obra, como una des-obra que plantea los efectivos límites de la litera-
tura (Caillois 1946: V). Esas ideas, que Caillois publica en París ape-
nas acabada la guerra, se conectan con sus ideas acerca de la ciudad
de los años treinta, ya que, a semejanza de la antimímesis poética, el
pensamiento antimítico, particularmente con relación a París, acaba-
ría configurando, según auguraba, una nueva posición mítica, lo cual,
aunque implique una proyección de la imaginación en la vida social,
estimulaba, paradójicamente, una literatura de evasión que permane-
cería, por mucho tiempo, sólidamente literaria, considerándose que
alimentaba los más altos ideales y los más inofensivos placeres de subs-
titución, al trabajar con una imaginación puesta al margen del orden
práctico de la vida. Caillois comprendió, en resumen, que el mito no-
vecentista de París expresaba nuevos, inquietantes y ambivalentes po-
deres de la literatura, gracias a los cuales el arte o, en otras palabras, la
imaginación, renunciaría de ahí en más a su mundo autónomo para
regresar a aquello que Baudelaire llamaba una traducción legendaria
de la vida exterior. No es descabellado en absoluto aproximar esa idea
heterónoma de ciudad diseminada del concepto benjaminiano de tra-
ducibilidad, construido junto al de legibilidad de la ciudad moderna,
rasgos que, como gaya ciencia imaginativa, reconocemos a través de
la fotografía o de las técnicas de signatura, tales como grafitos, impre-
siones digitales, documentos, etc. Ni lo es asociar la des-obra filosófi-
ca con la relectura poética del siglo xx realizada por Badiou, Nancy
o Lacoue-Labarthe, para quienes la poesía, al oponerse al desfalleci-
miento culpable de la filosofía, se vuelve obra de pensamiento, ocu-
pando entonces el lugar de la lengua reservado al ser y al tiempo, e in-
virtiendo así la histórica rivalidad platónica, de tal suerte que la poesía
acaba por suplir a la filosofía12.
13. Véase Roger Caillois (1969): Instintos y sociedad; Jean Baudrillard (1976):
L’Échange symbolique et la mort; Ernesto Laclau (2005): On Populist Reason;
y Oliver Marchart (2005) “In the Name of the People: Populist Reason and the
Subject of the Political”.
Ciudad: de diosa a villana
Inestética y posliteratura
14. Diego Tatián (2009) lee la lotería de Babilonia y la misma construcción de la to-
rre (la política) como un instante de indecibilidad entre las paronomásicas conje-
tura / conjura, o sea, entre apatía y rebelión. Esta indecibilidad traza la débil fron-
tera entre lo propio y lo ajeno, para la cual, ver Jorge Alemán (2009): Los otros
entre nosotros.
Ciudad: de diosa a villana
nomeio o nome
nomeio o homem
no meio a fome (s. p.)
[nombro al nombre
nombro al hombre
en el medio el hambre]
Babel es lo neutro
16. Véase Roberto Piva (2009): Paranóia. Sobre la estética urbana del grupo Rex, lide-
rado por Duke Lee, ver Fernanda Lopes (2009): A experiência Rex.
17. A ese respecto, véase Juan Pablo Dabove y Natalia Brizuela (2008): Y todo el resto
es literatura: ensayos sobre Osvaldo Lamborghini.
Ciudad: de diosa a villana
18. Véase Francisco Javier San Martin (2004): Dalí-Duchamp: una fraternidad ocul-
ta; Pilar Parcerisas (2009): Duchamp en España; Daniel Link (2003): Cómo se lee y
otras intervenciones críticas.
Raul Antelo
19. Habiendo conocido São Paulo de la mano de los modernistas, en los años veinte,
varias son las páginas de Elogio de la vida peligrosa (1926), por ejemplo, que reper-
cuten la experiencia minotáurica paulista. Después de la guerra, Cendrars haría
el viaje etnográfico interno, con La Banlieu de Paris (1949), libro con fotografías
de Robert Doisneau y, poco después, publicaría Le Brésil. Des hommes sont venus
(1952), con imágenes de Jean Manzon.
20. En 1790 el entonces Marqués de Wavrin se torna cuñado de Sade. Para la relación
intelectual Wavrin-Sade, véase Pascal Dibie (1999): “O erotismo do Divino Mar-
quês da Amazônia”. Argumentando que el arte contemporáneo consiste en la des-
construcción del desinterés (kantiano) del placer llamado estético, Mehdi Belhaj
Kacem (2010) data los orígenes del arte contemporáneo a partir de Sade, y no de
Duchamp.
Ciudad: de diosa a villana
21. “Todas las ciudades son concéntricas –dice Barthes en El imperio de los signos– pero
también, en consonancia con la metafísica occidental, para la cual todo centro es el
lugar de la verdad, el centro de nuestras ciudades siempre es pleno: lugar marcado,
es en él que se miran y se condensan los valores de la civilización, con la espiritua-
lidad, a través de las iglesias; la mercadería, con las grandes tiendas; el dinero, con
las oficinas; el discurso, con esos ágoras que son los cafés. Ir al centro es encontrar
la verdad social, participar de la soberbia plenitud de la ‘realidad’” (1984: 44). Y
hablando específicamente de Tokio, Barthes destaca una paradoja inquietante: la
ciudad tiene un centro, pero ese centro está vacío. Toda la ciudad gira alrededor de
un lugar prohibido e indiferente, cubierto por el follaje, atrincherado por zanjas
de agua, habitado por un emperador a quien nunca se lo ve. Los taxis evitan ese lu-
gar, cuya empalizada baja, forma visible de la invisibilidad, oculta el lugar sagrado.
Una de las más pujantes ciudades modernas está construida alrededor de un opaco
círculo de murallas, de agua, de techos y árboles, cuyo centro no es sino una idea
evanescente, subsistiendo no tanto para irradiar poder, sino para conferir a todo el
movimiento urbano el apoyo de su vacío central, que impone un perpetuo desvío a
Raul Antelo
Bibliografía
And I find I keep asking the same question, because of the history:
where do I stand in relation to these writers: in another country or in
this valuing city? That problem is sharp and ironic in its cultural per-
sistence (Williams 1973: 6).
Yanna Hadatty Mora (2009), Elissa J. Rashkin (2009) y Carla Zurián de la Fuen-
te (2011). Se ha incrementado el análisis de la relación de las artes gráficas con el
movimiento; relevante, en este contexto, resulta Vanguardia estridentista. Soporte
de la estética revolucionaria (2010); el libro aporta material gráfico desconocido o
por lo menos poco integrado como conjunto estético, además de un excelente es-
tudio introductorio que ubica el movimiento en el entorno de las búsquedas esté-
ticas de la vanguardia internacional.
2. Retomo la afirmación de Rheinberger acerca de la necesidad de “entornos esta-
bles” para conceptualizar “objetos epistémicos”; en el marco de las ciencias expe-
Estridencia y escándalo
4. Según Prigge, “una historia moderna de las ideas se puede leer perfectamente a
la luz de las culturas urbanas: como historia material de una urbanización de la
mente” (ibíd.).
Estridencia y escándalo
De los artilugios
Los inicios del siglo xx, no los del siglo calendárico sino los inicios que
marcan una profunda transformación en la vida de las sociedades y de
su entorno, son representados en la literatura moderna y de vanguar-
dia, en la arquitectura, la pintura y las artes plásticas con elementos de
una modernización urbana que contrasta con la vida en el campo que
abarca desde lo anticuado y el atraso hasta lo idílico y romántico. Eso
no es nuevo, como ha señalado Raymond Williams al inicio de The
Country and the City:
trolada por las autoridades y sus nuevas instituciones; incluso las in-
terrupciones se deben realizar con su autorización o incluso bajo su
dirección, ya que de otra manera son reprimidas casi siempre vio-
lentamente. De los temas históricos y los motivos literarios, el lector
encuentra huellas como, por ejemplo, una caminata dominguera en
cuyo trayecto Maples Arce coincide con los que habían asistido a las
marchas de un primero de mayo. Vrbe, por su formato libre y las imá-
genes vanguardistas, es mucho más radical que el recuerdo romanti-
zado, casi utópico, de Soberana Juventud (1967) y su tono de memo-
ria domesticada:
Sin embargo, considero que hay otra constelación cuyos contrastes son
aún más drásticos: la transformación social de algunos de los grupos más
protegidos, las señoritas, hijas de buenas familias, de las que se mofan los es-
tridentistas: su pertenencia a las clases medias de la provincia (sin duda, al-
gunos de los poetas del movimiento ven allí su propio origen), y su cultura
más decimonónica que revolucionaria, las convierte en objetivos idóneos de
las burlas. Pero cuidado, una vez que las señoritas bien que aprenden a tocar
piano o a bordar, rompen con sus costumbres, adoptan comportamientos li-
teralmente disonantes, presentándonos un espectáculo de “niñas foxtrotean-
tes y espasmódicas” (Maples Arce 1921; cit. en Schneider 1985: 42)5.
5. La cita proviene del primer manifiesto de Maples Arce cuyo título completo es
Actual nº 1 Hoja de Vanguardia Comprimido Estridentista de Manuel Maples Arce;
data del último día de 1921. Se trata de un cartel impreso de ambos lados, por lo
que citaré siguiendo la recopilación de Schneider (1985), pp. 41-48.
Estridencia y escándalo
Reveladores para la historia del arte del momento son dos aspectos:
un aparente desconocimiento de algunas de las más recientes expresio-
nes musicales de México y, en consecuencia, la necesidad de retomar la
bibliografía extranjera. En este caso, un texto importante, como el del
antropólogo Raymond Stites, quien intenta fijar un nuevo canon para
Silvia Pappe
IU IIIUUU IU…
7. De la misma generación que José Rolón, y siete años mayor que Manuel M. Pon-
ce, músicos ambos con estudios en Europa y catalogados como románticos y a la
vez fundadores del nacionalismo musical mexicano, Julián Carrillo (1875-1965)
resulta ser el más radical de los innovadores de la música mexicana, y uno de los
más radicales de la música de vanguardia occidental. Revoluciona la comprensión
de la tonalidad con la creación del “Sonido 13”, así como la escritura musical,
además de inventar instrumentos musicales que permiten tocar sus composicio-
nes. Todo ello obedece a la necesidad de crear y hacer uso de un novedoso lengua-
je musical que integra cuartos, octavos y dieciseisavos de tonos.
Estridencia y escándalo
Proyecciones
9. Según Alan Knight (2010), la Revolución Mexicana careció de todo tinte utópi-
co: “Ninguno de sus pensadores proponía una utopía en la que toda la sociedad
mexicana llegara a un estado de cosas tal que la hiciera distinta; y por otro lado,
los proyectos revolucionarios impulsados por distintos caudillos carecieron de
esa visión globalizante y holística que caracteriza a las utopías” (s. p.).
Estridencia y escándalo
Bibliografía
(2007): “Un balance acerca del uso de la expresión generación del 80 entre 1920
y 2000”, e íd. (2010): “Segundones cómplices”.
Annick Louis
4. Nacido en 1825 y muerto en 1877, Mariano Rosas, cuyo nombre ranquel era
Paguithruz, era el cacique principal y autoridad indiscutida de los ranqueles y
controlaba las tierras de la pampa central. Leubucó, en el corazón del territorio,
era el centro político del cacicato y la sede del gobierno de Mariano, quien go-
bernara desde 1858, habiendo sucedido a su hermano mayor, Calvaiu, muer-
to de forma trágica. Mariano Rosas fue hecho prisionero en 1834, y luego de
un año en cautiverio fue llevado ante Rosas, quien lo bautizó y le hizo aprender
las tareas del campo. Permaneció en la estancia de Rosas hasta 1840, cuando se
fugó.
5. Véase Carlos Orlando Nallim (1974): “La visión del indio en Lucio V. Mansilla
(Testimonio y literatura en ‘Una excursión a los indios ranqueles’)”. Juan Carlos
Garavaglia (2008) presenta un buen resumen de la situación en su prólogo a la
edición francesa de Una excursión.
6. Véase Juan Manuel de Rosas (1965): Diario de la expedición al desierto.
7. Mansilla y Sarmiento se conocieron en el barco que los llevaba de Montevideo
a Brasil en 1852; varios episodios traducen momentos de acercamiento e in-
tereses comunes, pero también diferencias políticas y personales de importan-
cia. Durante la campaña presidencial de Sarmiento, en 1867, Mansilla y Arre-
dondo promovieron su candidatura; Mansilla habría tenido la ambición de ser
nombrado ministro de Guerra, pero Sarmiento, una vez que asume, no tiene en
La Tierra adentro en UNA EXCURSIÓN A LOS INDIOS RANQUELES
10. Véase el libro clásico de Adolfo Prieto (comp.) (1959): Proyección del rosismo en la
literatura argentina.
11. María Rosa Lojo ha señalado el modo en que “la sombra de Rosas” se proyecta so-
bre la obra de Mansilla. Véase María Rosa Lojo (2005): “Los hermanos Mansilla:
más allá del pensamiento dicotómico o cómo se escribe una Argentina completa”.
12. La actitud de Mansilla es determinante en este proceso. Como es sabido, en
1856, considerando que José Mármol había difamado a su familia, se enfrenta a
él en el Teatro Argentino, lo que va a resultar en su exilio en Paraná por tres años
y su orientación hacia el periodismo.
13. Transcripto por Julio Caillet-Bois (1946): “La relación militar de Una excursión a
los indios ranqueles”.
14. Santiago Arcos era un ingeniero chileno amigo de Mansilla, que se encontraba en
España en el momento de la publicación de las cartas. Es el autor de La cuestión
de los indios. Las fronteras y los indios en 1860 (1860), donde expone un punto de
vista opuesto al de Mansilla y propicia una ofensiva general contra los indios.
La Tierra adentro en UNA EXCURSIÓN A LOS INDIOS RANQUELES
15. Puesto que este trabajo trata de pensar el texto de Mansilla en su contexto, ha sido
realizado a partir de la lectura de las cartas en La Tribuna, completado con el texto
en su edición original. Las citas reenvían a las cartas, pero doy también el número
de página de mi edición (Buenos Aires: Kapelusz, 1966). Agradezco a Magdalena
Cámpora su invalorable ayuda para conseguir la versión de La Tribuna.
Annick Louis
cada por el contexto de edición político, puesto que las cartas se publi-
can en la primera página del diario junto con las noticias que tratan de
los acontecimientos políticos nacionales y extranjeros. El libro com-
prende cuatro cartas finales, no publicadas en el diario, y un “Epílogo”,
así como un croquis topográfico16; su publicación casi inmediata a fi-
nes de 1870 se debe a la iniciativa de Héctor Varela, fundador y dueño
de La Tribuna, y traduce el éxito que tuvieran las cartas en la época, que
otros datos confirman, y pone en valor el vínculo estrecho del texto a la
actualidad política, puesto que el editor agrega la siguiente advertencia:
“Para comprender el sentido de algunas de ellas, es menester estar al
cabo de la vida política y social de la República”. Eduardo Wilde ano-
ta en Tiempo perdido: “Los ranqueles están de moda desde que los ha
inventado Lucio Mansilla” (1931: 81); a partir de la publicación de la
4ta carta, Una escursión convive con el folletín “La Resurrección de Ro-
cambole”, de Ponson du Terail (25 de mayo de 1870). Dato más am-
biguo, el banquete que le ofrecen a Mansilla sus amigos el 19 de junio,
en el Hotel Argentino, como una suerte de homenaje-reparación por
haber sido destituido el 3 de junio por orden del presidente Sarmiento,
en el marco de un proceso por irregularidades por parte de Mansilla en
la ejecución del desertor Avelino Acosta17. Las circunstancias permiten
pensar que el impacto político de la publicación de las cartas, donde el
debate entre miembros de la élite política y militar se hace público, así
como una serie de argumentos y principios destinados a permanecer en
el circuito privado del informe oficial, afectó la situación de Mansilla
en tanto miembro del cuerpo militar.
En el informe oficial, redactado por Mansilla a su regreso, éste de-
fiende su visión de la cuestión de modo explícito: expone el punto débil
16. En 1877, se publica la “Única edición autorizada” de Una excursión en dos tomos
en Leipzig, por F. A. Brockhaus. Sobre el croquis, véase Carlos Della Mattia y
Norberto Mollo (2005): “El mapa de Mansilla”.
17. Héctor Varela, en su respuesta a la dedicatoria de Mansilla de la edición de 1870
de Una excursión, recuerda lo ocurrido de este modo: “En una época en que los
gobiernos pagan los servicios de sus leales amigos, destituyéndose brutalmente de
los puestos en que supieron conquistarse fama y simpatía, ni todas las intenciones
se aprecian, ni todos los sentimientos se comprenden” (Mansilla 2007: 3).
La Tierra adentro en UNA EXCURSIÓN A LOS INDIOS RANQUELES
19. Véase Abelardo Levaggi (2000): Paz en la frontera. Historia de las relaciones di-
plomáticas con las comunidades indígenas en la Argentina (siglos XVI-XIX). Para más
información sobre el tratado firmado por Mansilla, véase Graciana Pérez Zavala
(2005): “Oralidad y escritura: Los tratados de paz entre el estado argentino y las
tribus ranqueles”. En cuanto a la historia de las relaciones interétnicas, se pueden
distinguir dos etapas: la primera, representada por los tratados de 1854 y 1865, se
caracterizó por el mantenimiento de un relativo equilibrio de poder en las relacio-
nes; la segunda, concretizada en los tratados de 1870, 1872 y 1878, pone de ma-
nifiesto la progresiva ruptura del equilibrio de poder en las relaciones interétnicas,
en tanto que a medida que el Estado argentino se consolidaba, la sociedad indígena
fue quedando sujeta a las políticas de frontera que éste impulsaba.
20. No habiendo logrado conseguir copia del ejemplar de La Tribuna donde se publi-
ca la primera carta, no ha sido posible confirmar esta cita.
Annick Louis
21. David William Foster (1988) subraya también la relación del viaje de Mansilla al
conocimiento en “Knowledge in Mansilla’s Una excursión a los indios ranqueles”.
22. Saúl Sosnowski (1984: pp. XVII y ss.) ha señalado también la proyección ambiva-
lente de Una excursión contra el relato de viaje.
La Tierra adentro en UNA EXCURSIÓN A LOS INDIOS RANQUELES
Este episodio tiene su interés social y les hará conocer a muchos que no
salen de los barrios cultos de Buenos Aires, lo que es nuestra patria amada,
en la que hay de todo, y para todo; un negro que mate á una familia entera
por venganza y por amor, y un blanco que mate á un gobernador, también
por amor a la libertad después de haber sostenido con su brazo viril la tiranía.
28. El mismo Mansilla habría usado este seudónimo, según lo declara en su dedica-
toria de la edición príncipe de Una excursión, que dedica a Héctor Varela: “Pues
bien, a ti, querido ORION, mi amigo de tantos años, contra viento y marea, es a
quien yo dedico mis cartas a Santiago Arcos, ya que te has empeñado en que haga
de ellas un libro” (2007: 1).
Annick Louis
esta parte del texto una advertencia al público lector acerca del desti-
no de los ranqueles.
Recordemos también que Mansilla cita numerosas veces que los
indios se refieren a él como “ese coronel Mansilla”, y los enviados de
Mariano Rosas preguntan: “¿es ese el coronel Mansilla?”. Si el uso del
demostrativo busca convencionalizar el modo de expresión de los in-
dios, también recuerda permanentemente la presencia física de Man-
silla en el desierto. Además “ese coronel Mansilla” es Lucio V., y no su
padre, Lucio N.; es ese coronel y no otro, cuya palabra e intenciones
serían dudosas; es el que es sobrino de Rosas. La expresión actúa en-
tonces como un salvoconducto y permite afirmar, en Una excursión, el
carácter indispensable de Mansilla como enviado, que el “Cuadro...”
niega, puesto que Mansilla subraya el hecho de que parte de su mi-
sión era inculcar públicamente a los indios que “...el negociador pue-
de desaparecer mañana por cualquier circunstancia, […] desde que el
gobierno tiene el derecho a cambiar a su antojo los jefes militares fron-
terizos” (ibíd.: 60-61) Para el gobierno, el funcionario aparece como
prescindible (en el discurso oficial), pero Mansilla va a probar en La
Tribuna que él es imprescindible para llevar a cabo esa misión: los in-
dios lo aceptan debido a su identidad, lo que saben de él y porque si
no es “ese coronel Mansilla” es “una descubierta”: en otras palabras,
Lucio V. o la guerra.
En las cartas 33 a 40, Mansilla narra su encuentro con Mariano. La
33 vuelve sobre el pasado del indio, a quién otorga un derecho que pre-
fiere no asumir él mismo en 1870: recordar el vínculo que lo une al an-
tiguo dictador, que llevará a explicitar el que une a Mansilla con Rosas.
Ya en el camino, anuncia que “...no es tan fácil penetrar en el toldo del
señor general don Mariano Rosas...” (carta 22: 209), usando la expre-
sión “señor general” que es aplicada a Rosas en el Diario de la expedi-
ción al desierto. Retomado o armado por Mansilla, el relato de Mariano,
que permite explicar su bautismo cristiano a que alude el “Cuadro...”
sin mencionar a Juan Manuel de Rosas: “...en la laguna de Langhelo,
situada donde actualmente existe el fuerte Gainza, cuyos primeros ci-
mientos los puse yo...” (285). Mediante este tipo de retórica, Mansilla
va entretejiendo su propia historia con la de Mariano, marcando una
complicidad cuya base es la relación familiar: Rosas se hace padrino de
La Tierra adentro en UNA EXCURSIÓN A LOS INDIOS RANQUELES
32. El significado del “padrinazgo”, sobre el que volveré más adelante, ha sido ge-
neralmente estudiado en el marco del “compadrazgo”; mi propuesta le otorga
autonomía, pero siempre considerando que ambos sistemas de relaciones esta-
ban estrechamente vinculados. Sobre la cuestión, véase Miguel Ángel Palermo
(1993): “Prólogo y notas”; y también Gabriela Nacach y Pedro Navarro Floria
(2004: 244).
Annick Louis
que arreglarse primero con los otros caciques, con los capitanejos, con
los hombres antiguos. Pocos son libres y todos son iguales” (322). La
conclusión de Mansilla es que Mariano considera que el gobierno de
los blancos es una dictadura y que los indios viven en democracia (car-
ta 38), y agrega: “No creí necesario corregir sus ideas” (322). ¿Qué sig-
nifica esta conclusión? Mansilla mismo agrega que hubiera sido difícil
argumentar en contra, puesto que el abuso de poder es el mayor pro-
blema del país.
En cuanto a Mariano, tiene otras razones para recordar el vínculo
entre Lucio V. y Rosas: durante la Junta (cap. 54), la relación familiar
se transforma en acusación, que hace vacilar la posición de Mansilla:
“Dígame, entonces, si tienen palabra, porqué estando en paz con los
indios, su tío mandó degollar ciento cincuenta indios en el cuartel del
Retiro?” (carta 54: 439). Mansilla agrega que cita casi textualmente,
para poder reenviar la acusación contra el actual gobierno. Llegado este
momento de la Junta, la oposición que se establece entre los blancos
que, según los indios, no tienen palabra, y los indios que, según Mansi-
lla, no tienen memoria, permite a este último salvar su posición: la me-
moria se erige en ley, mientras que, como lo señala varias veces, las leyes
de los indios son sus costumbres (carta 33: 290, por ejemplo). Este vín-
culo, que recuerda el modo en que la antropología moderna piensa la
relación entre costumbre y ley, es también usado por Mansilla contra el
gobierno: los blancos tienen leyes y tratados, pero también tienen cos-
tumbres: en particular, la de perpetrar matanzas de indios.
Durante la asamblea general con los ranqueles, Mansilla se sirve del
mismo recurso que utilizó para reactivar el modelo de Rosas: recuerda
el pasado, la Historia, y los incrusta en el presente. Sin embargo, recu-
rre a esta estrategia únicamente (según su relato) cuando la discusión
está a punto de transformarse en violencia física y los indios se prepa-
ran a contradecirlo mediante la fuerza, es decir, cuando la retórica fra-
casa33. El nudo alrededor del cual la violencia se genera es la cuestión
33. Sobre la relación entre oralidad y escritura en las relaciones entre los ranqueles y
los representantes del gobierno, véase Graciana Pérez Zavala (2005): “Oralidad
y escritura: Los tratados de paz entre el estado argentino y las tribus ranqueles”.
Annick Louis
34. Según Mansilla, la población de los ranqueles comprende entre 8.000 y 10.000
personas, entre las cuales unos 1.300 son hombres de pelea. Estas cifras dadas
deben ser puestas en relación con las del más reciente conflicto armado del país,
la Guerra del Paraguay. Según Rock (1989), el Paraguay disponía de una arma-
da de 28.000 soldados, con 40.000 más de reserva; Argentina disponía de una
armada de 6.000 hombres, y Mitre reclutó alrededor de 20.000 solados suple-
mentarios (176).
Annick Louis
Me estaba por dormir. Hay ideas que parecen una cristalización. Así no
mas no se evaporan. Veía como envuelta en una bruma rojiza la visión de la
gloria. // El espíritu maligno se cernía sobre ella. // Yo era emperador de los
ranqueles (280).
bre Juan Manuel de Rosas contenidos en las Causeries, así como la evaluación que
propone Mansilla en su biografía de éste: Rozas. Ensayo histórico-psicológico (París:
Garnier, 1913 [1898]).
Annick Louis
un loco: “La visión de la patria cruzó entre una nube de fuego por
mi mente en ese instante, y viéndola tan bella me ruboricé de mis
pensamientos y de no haber hecho hasta ahora nada grande, útil ni
bueno por ella” (carta 47: 389). El sueño retorna en la carta 60, y en
él Mansilla hace coronar a la china Carmen (su compadre, traduc-
tora, y probablemente amante), pone de moda el baile de los ran-
queles en Buenos Aires y el botín de taco a la Luis XV, buen ejemplo
del modo en que Mansilla invierte los términos entre “civilización”
y “barbarie”.
El sueño de Mansilla no es profético –hoy lo sabemos–. Pero, in-
cluso en 1870, su significado apunta a la idea de una influencia re-
cíproca entre cuerpo y espíritu, tal como lo proponía la teoría del
sueño de Alfred Maury (1817-1892), cuyos trabajos conocieron una
importante difusión en la época, en particular Le sommeil et le rêve
(1861). En efecto, en el curso del siglo xix los sueños se transforman
en objetos sociales y científicos, son laicizados, extirpados de todo va-
lor profético y sobrenatural; son numerosos los hombres de ciencia
que transcribieron, anotaron e invocaron sus propias producciones
nocturnas para transformarlas en pruebas de una fisiología y de una
psicología del espíritu y del cuerpo adormecidos. La teoría de Maury
proponía la tesis, interesante en relación a Mansilla, que en el medio-
sueño, el espíritu gana en autonomía; cortado de las informaciones
que le dan habitualmente los sentidos, funciona por automatismo;
algunas facultades, en particular la razón, se debilitan, mientras otras,
como la memoria, se potencian: el sueño se aparenta al estado de alie-
nación; abolido el imperio de la razón, bajo el dominio del funciona-
miento automático de algunas de sus facultades, el espíritu del soña-
dor, sostiene Maury, funciona de un modo muy distinto de aquel del
hombre despierto: en el sueño, este último descubre aspectos de sí
mismo desconocidos en el estado consciente, y la personalidad que
se dibuja en sueño es en parte extranjera a la del hombre despierto.
La vida en sueño y la vida despierto son consideradas como dos vidas
paralelas, y el soñador experimenta cada noche este desdoblamiento
de personalidad, lo que llevó a Maury a constatar que el individuo no
puede definirse en relación a la unidad de un yo transcendental, vin-
culado a la consciencia o a un alma de origen divino, sino que se ca-
La Tierra adentro en UNA EXCURSIÓN A LOS INDIOS RANQUELES
37. Alfred Maury (1878): Le Sommeil et les Rêves. Études psychologiques sur ces phé-
nomènes et les divers états qui s’y rattachent, suivi de Recherches sur le développement
de l’instinct et de l’intelligence dans leur rapport avec le phénomène de sommeil; sobre
Maury, véase Jacqueline Carroy y Nathalie Richard (2007): Alfred Maury, érudit
et rêveur. Les sciences de l’homme au milieu du XIXe siècle; y también, Nathalie Ri-
chard (2006): “Le voyage, l’archéologie, le rêve”. Jacqueline Carroy ha subrayado
el hecho de que las teorías de Maury, que tuvieron un vasto éxito, son anteriores a
un movimiento, que puede situarse en el final del siglo xix, en que el sueño apa-
rece ya no como un hecho, sino como un relato. Véase, asimismo, Jacqueline Ca-
rroy (2008): “Observer, raconter ou ressusciter les rêves?”; en este artículo Carroy
estudia también la influencia que tuviera el debate suscitado por Maury en Sig-
mund Freud.
38. La situación opuesta se presenta la noche entre la carta número 36 y la número
37, que comienza: “Dormí muy bien sin que nadie ni nada me interrumpiera”
(314). En la carta 37, se presentan varios gauchos con historias y caracteres varia-
dos y una reflexión sobre el gaucho.
Annick Louis
ese extraño personaje surgido del pasado, que lo perturba y del que no
logra desembarazarse, el negro del acordeón, que vuelve presente a Ro-
sas, sin que Mansilla logre hacerlo callar, y transforma el sueño en pe-
sadilla; las razones invocadas se explicitan en la carta 34: “Que viva la
patria /libre de cadenas, /y viva el gran Rosas /para defenderla” (296),
canta el negro; y cuando entra en la tienda de Mansilla, lo interpela:
Utopías
vía láctea es hacer aparecer el propio modelo a la vez como una alter-
nativa arraigada en el pasado y en el presente, pero que no deja de ser,
sin embargo, una utopía. En parte porque la Tierra adentro es un no-
lugar cuya existencia está amenazada y cuya desaparición el texto au-
gura de diferentes modos, en particular en la Junta, cuando Mansilla
afirma, ante la violencia, que parece inminente, de los ranqueles, que
“...si algo me ocurre, no quedarán ni recuerdos ni vestigios de que uds
vivieron...” (441).
A pesar de esta afirmación, el único modo de salvar la situación y
de asegurar el tratado no es la amenaza, sino la definición de la singu-
laridad de Mansilla por encima de su cargo y misión oficiales: su jefe
deberá cumplir el tratado, la desaparición de Mansilla no cambiará la
situación y él permanecerá el amigo de los ranqueles, de cerca o de le-
jos. En ese sentido, la actuación de Mansilla muestra las posibilidades
políticas que abren las relaciones personales, cosa que, en el mundo
occidental nadie ignora, pero que el Estado moderno niega, en favor
de una reivindicación de capacidades, títulos y funciones. En el mis-
mo capítulo 23 de la espera, pregunta Mansilla: “A qué si hago una
campaña, me dan un premio?” (212), y “Mi fuerte es el conocimien-
to de los hombres” (213); y todavía: “En efecto, querido Santiago,
mirando con sangre fría mi viaje a los toldos no te parece que ha sido
perder el tiempo?” (213). Al final de su recorrido, en el “Epílogo”,
Mansilla escribe:
las armas la ciudad, pero también que sus consejeros le anuncian que
fracasará, mientras está realizando su conquista literaria mediante la
publicación de las cartas en La Tribuna. En su forma primera de publi-
cación, Mansilla construye un no-lugar, un espacio de encuentro entre
la Tierra adentro y los lectores de Buenos Aires que escapa al control
político: no está mediado por un proyecto, sino por la exposición de
posibilidades y de los intereses que se inscriben en éstas. La utopía po-
lítica, el sueño de Lucius Victorius Imperator reenvían inexorablemente
al fracaso en Mansilla, asumido por el texto como una de sus funcio-
nes. Mansilla escribe porque fracasa, y fracasa porque escribe.
Bibliografía
No son sólo memoria, son vida abierta, continua y ancha; son camino
que empieza.
(Daniel Viglietti, Otra voz canta)
Llueve sobre el gran río y el naranja de los últimos rayos de sol incen-
dia el horizonte que se deja ver detrás de la cortina blanca de vapor y
niebla. La tarde llega antes a Puerto Bertoni porque la bóveda vegetal,
compuesta por árboles y lianas, apenas deja pasar la luz del día. En la
casa de madera de dos plantas, pintada de blanco y rojo inglés, se atis-
ba una luz titilante. Es el laboratorio del sabio suizo que en 1894 con-
virtió este rincón del mundo en su lugar en la Tierra. Está terminando
de contestar el abundante correo postal que se amontona encima de
su mesa mientras ultima una preparación en formol para el museo
de zoología. Es entonces cuando de la estantería de madera que tiene
a sus espaldas cae un cuaderno de 24 páginas escrito con letra pequeña
y abigarrada. Listas de instrumentos y materiales variados confeccio-
nadas en Suiza en los meses antes de su partida: libros y baterías de co-
cina, armas y material fotográfico. ¿Cómo saber qué se va a necesitar
cuando todavía la necesidad no ha llegado y sólo puede imaginarse?
Bertoni se queda mirando el cuaderno, lo recoge, lo abre hacia el
final y encuentra un dibujo casi olvidado: el plano de la futura colo-
nia anarquista que había trazado en 1883. En este gráfico detallado y
elaborado a mano, un poco maltratado por el efecto de los insectos
y de la humedad, aparece la plaza central, la place, en torno a la que se
disponen, en anillos o círculos concéntricos, los distintos espacios co-
munes donde destacan la Biblioteca e Imprenta, la Escuela, el Labora-
torio de Química y Botánica. “En una circunferencia y en un círculo
cabían todos mis sueños”, puede que haya pensado en voz alta el sui-
zo. Con nostalgia mira el plano dibujado en el papel, la planta circular
de su colonia anarquista… Una figura geométrica enigmática, inclu-
siva y totalizadora… Vuelve al plano amarillento y carcomido y sabe
que no puede ceder al desánimo y la tristeza porque lo que no fue en
este lugar todavía puede ser en otro… Lleva días corrigiendo los ori-
ginales manuscritos de su última obra, días a la luz de una lámpara re-
visando línea a línea su trabajo. El cuaderno de 24 páginas se desliza
por la mesa y cae al suelo, pero esta vez no lo recoge. Sin pensarlo,
De círculos y líneas rectas
2. Relatos primarios
Figura 1
“Piano della futura colonia”. Anexo 1 b. En el libro de Danilo Baratti y
Patrizia Candolfi, L’Arca di Mosè. Biografia epistolare di Mosè Bertoni (Bellin-
zona: Edizioni Casagrande, 1994, p. 737).
De círculos y líneas rectas
2. Nicnava es un lugar situado hacia el noreste del Chaco que se llama Laguna Roja
Silva. Según la tradición enlhet ése era el centro del mundo y allí un día se abrió la
tierra y de ese agujero salieron los seres vivos (Stahl 2005: 30).
De círculos y líneas rectas
Registro y transferencia
nes. Pero los espacios así marcados son también un lugar de transferen-
cia de esas características (Low 2005; Lefebvre 1991; Caldeira 2005).
No sólo simbolizan las relaciones de poder “[they are] instrument(s)
of cultural power, perhaps even agent(s) of power [...] independent of
human intentions” (Mitchell 2002: 2). Registro pero también lugar de
transferencia y resistencia (De Certeau 1999; Bourdieu 1977; Cassirer
1946). En esos espacios no sólo se dicen cosas, también se hacen cosas
al decir: se visibiliza, ordena y jerarquiza una forma de ver y de enten-
der el mundo, un orden propio que, no obstante, se hace pasar por el
mejor o el único posible. En estos dos espacios de representación y re-
fracción hay una apelación implícita a la ciencia, al saber científico, al
museo o a la obra publicada como emblemas de conocimiento verda-
dero. Cabría preguntarse por los efectos que esos espacios de asimila-
ción y segregación han tenido sobre los imaginarios, legitimando una
representación que es sólo una opción entre otras.
¿Cuáles han sido los efectos de la obra de Bertoni en el contexto
paraguayo? Dicho de otro modo, ¿cómo el espacio que traza y crea la
obra de Bertoni, un espacio ideológico circular, ha marcado los imagi-
narios colectivos en Paraguay? Para empezar hay que decir que la obra
etnográfica de Bertoni no aparece citada ni siquiera en las bibliografías
de los trabajos contemporáneos. Como señalan sus biógrafos, el tra-
bajo de Bertoni no tiene valor “científico” porque usa de forma muy
sesgada datos parciales (Baratti y Candolfi 1999: 153). Sin embargo,
su obra ha tenido una enorme influencia en términos políticos e ideo-
lógicos. La élite paraguaya surgida después de la Guerra de la Triple
Alianza (1864-1870), la llamada generación del 900, intentó cons-
truir una identidad nacional (puesta en duda por la posible desmem-
bración y anexión del país a las naciones vecinas) y, para ello, apeló al
nativo guaraní como parte de esa identidad, pero de una forma am-
bivalente: convocaban la lengua y se mostraban bastante despectivos,
gracias al evolucionismo positivista, con respecto a los indios. Bertoni
utilizará ese mismo evolucionismo positivista para invertir el juicio y
mostrar la superioridad del pueblo guaraní, “uno de los más hermo-
sos de América”. La siguiente generación, la llamada nacionalista-in-
digenista verá el camino allanado y utilizará toda la artillería de Berto-
ni para reforzar la idea de que algunos rasgos idealizados de la cultura
Marisa González de Oleaga
A pesar de las diferencias entre estas dos formas de relación con la alte-
ridad hay algo común: el rechazo o la negación del otro. El otro como
una excusa para proyectos propios o el otro como un problema que
obstaculiza la realización de esos emprendimientos. La traducción del
otro a un nosotros hambriento o la exclusión del otro de un nosotros
anoréxico (González de Oleaga y Bohoslavsky 2010). Las dos posi-
ciones participan de una misma cosmovisión organizada en torno a
dos conceptos o, mejor dicho, a la evolución del concepto de raza y
su transformación en el de cultura. Lila Abu-Lughod (1991) señaló
cómo el concepto de cultura vino, en un momento dado, a sustituir
a la perniciosa noción de raza. Bertoni habla de raza o de civilización
sin percatarse de que al conceptualizar de esta manera lo guaraní es-
taba creando esa realidad y convirtiéndola en instrumento de poder.
Esencializa algo que, en el mejor de los casos, está en constante flujo y
recreación. Por su parte, los mennonitas, al activar el concepto de cul-
tura o al hablar de culturas parecen relativizar y horizontalizar valores,
formas de vida. Además, la ventaja de la cultura es que es aprendida y,
por tanto, puede cambiar (Abu-Lughod 1991: 144). Pero a pesar de
Marisa González de Oleaga
ello esa idea sigue manteniendo algunos rasgos que tienden a congelar
la diferencia. La cultura o las culturas como gramáticas que enmarcan
la acción individual o colectiva, tienden a naturalizar ciertas fórmulas
que, si bien pueden estar ahí, luego serán subjetivadas, combinadas y
apropiadas de forma diferente por los individuos en distintos contex-
tos. Cuando Bertoni habla de la raza guaraní, pero también cuando el
Museo Jacob Unger compartimenta a los mennonitas, los paraguayos
y los indígenas en distintas salas, también están dando a entender que
esas diferencias son irreductibles y que entre esas gramáticas culturales
no hay puentes o pasajes o, lo que es lo mismo, espacios de encuentro
y entendimiento.
A veces el saber sí ocupa lugar: obtura y colapsa la posibilidad de
que otras preguntas surjan, de que otras formas de representación de lo
propio y de lo ajeno encuentren un nuevo lugar. Tal vez si escribié-
semos contra la cultura, como sugiere Lila Abu-Lughod, podríamos
encontrar un nuevo camino en el encuentro con el otro. Si en lugar
de trabajar con conceptos como cultura (incluso en su forma más be-
nigna y relativista: las culturas) trabajáramos con nociones como flu-
jos o conexiones (Abu-Lughod 1991: 148; González de Oleaga 2010)
descubriríamos anidada en la realidad una promesa esperanzadora. La
obra etnográfica de Bertoni podría ser contestada desde la idea de flu-
jos en lugar de empeñarse en mostrar sólo los datos parciales o las in-
terpretaciones “poco científicas” con las que trabajaba e insistir única-
mente en sustituirlos por otras más acertadas o contrastadas. La idea
de que existe algo así como una cultura guaraní, compacta y consis-
tente, con límites precisos y delimitados, es el punto en el que hay que
intervenir. En lugar de ello se podría trabajar sobre la idea de conexio-
nes en el que las fronteras culturales, imprecisas y permeables, dan
paso a los préstamos y a los intercambios. Nuevas descripciones sobre
esas transferencias entre grupos conseguirían desnaturalizar la idea de
raza que Bertoni inoculó en la sociedad paraguaya.
Otro tanto se podría hacer en el museo. En lugar de trabajar so-
bre entidades estables se podría organizar la representación en torno
a los intercambios culturales. Por ejemplo, si en lugar de representar y
recrear esas identidades esencializadas (mennonitas, indígenas y para-
guayos) el museo se atreviera a considerar ese espacio como un lugar de
De círculos y líneas rectas
¿…qué somos, qué es cada uno de nosotros sino una combinatoria de expe-
riencias, de informaciones, de lecturas, de imaginaciones? Cada vida es una
enciclopedia, una biblioteca, un muestrario de estilos donde todo se pue-
de mezclar continuamente y reordenar de todas las formas posibles (Calvino
1998: 122).
De círculos y líneas rectas
Bibliografía
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Bohoslavsky, Ernesto (2009): “El lugar del lugar. La tierra en la ex-
periencia de los galeses en la Patagonia a finales del siglo xix”. En
Marisa González de Oleaga
Entrevistas realizadas
2. La noción de un pasado idealizado al que se regresa con nostalgia tiene ecos del pen-
samiento de José Carlos Mariátegui y su alusión al comunismo incaico (1993: 326),
que le sirvió como modelo para conceptualizar la distribución de la tierra y el tra-
bajo comunitario. La suya, como la de Quijano, hace evidente que históricamente
las descripciones de lo andino se han dado a partir de categorías extemporáneas que
ayudan a reforzar proyectos políticos propios. Aunque analizando una época histó-
rica distinta, cuando Edmundo O’Gorman escribe La invención de América (1955),
describe cómo sucede este fenómeno durante la época del descubrimiento.
3. Comencé este proyecto analizando los casos de Culiacán y Medellín. Fruto de
esta investigación es el manuscrito titulado Narrating Narcos. Stories from Culia-
cán and Medellín (en prensa, Pittsburgh University Press). Actualmente investigo
los trabajos publicados en La Paz y Buenos Aires. Éste es el primero sobre litera-
tura boliviana. Un análisis del trabajo sobre Buenos Aires apareció en la revista e-
misférica (véase Polit Dueñas 2011).
Coca y utopía en la narrativa de Alison Spedding
de muchos pueblos andinos. Aunque son varios los autores que han
explorado la importancia de los movimientos cocaleros en la compo-
sición de la Bolivia contemporánea4, considero que la obra literaria de
Spedding ilustra cómo las regulaciones en contra de la coca modifican
las relaciones sociales y culturales entre los aymaras, y hace evidente que
en las severas prohibiciones actuales hay una continuidad con agresio-
nes que se manifestaron de formas diferentes en épocas pasadas. Los
prejuicios en contra de la coca sirvieron para aplicar estrategias de colo-
nización desde la llegada de los españoles y han seguido operando como
formas de legitimar la violencia contra los indígenas y contra su cultura.
4. Entre la literatura sobre los movimientos sociales en Bolivia que no están directa-
mente citados en este ensayo vale nombrar a Sinclair Thomson (2002): We Alone
Will Rule: Native Andean Politics in the Age of Insurgency (Madison: University of
Wisconsin Press); Silvia Rivera Cusicanqui (1986): Oprimidos pero no vencidos:
luchas del campesinado aymara y qhechwa de Bolivia, 1900-1980 (Ginebra: Insti-
tuto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social); Alison
Spedding (2003): En defensa de la hoja de la coca (La Paz: PIEB).
5. En 1980, el general Luis García Meza instauró en Bolivia una de las dictaduras más
sangrientas de la historia. Junto con García Meza estaba el coronel Luis Arce Gómez,
implicado en redes del narcotráfico. La vinculación del gobierno de García Meza con
el narco hizo que su régimen durara poco. En 1981 Arce Gómez fue deportado a los
Estados Unidos con cargos de narcotráfico. Volvió a Bolivia en 2009 a cumplir con-
denas por abusos contra los derechos humanos. Ésta es la primera vez en la historia
en la que un gobierno es directamente identificado con el narcotráfico. La experien-
cia boliviana de 1980 es absolutamente distinta a la de ahora, en la que sectores opo-
sitores a Evo Morales quieren identificar su gobierno con el narco por su defensa de la
Gabriela Polit Dueñas
en cuando Saturnina, una historia oral del futuro (2004), la última no-
vela de la trilogía, acontece durante la tercera década de este siglo. En
las tres novelas la coca es el elemento que articula las tramas, estable-
ce tensiones de poder y define a los personajes. En conjunto, las obras
son una suerte de arqueología de la coca como elemento constitutivo
de formas de dominación y de resistencia en el mundo andino.
En términos literarios, Spedding sostiene sus relatos en el género
que mejor corresponde con la época en la que transcurren las histo-
rias: Manuel y Fortunato es una novela picaresca y El viento de cordi-
llera, un thriller, como lo anuncian sus títulos. De cuando en cuando
Saturnina es una historia de ciencia ficción. La picaresca, el policial y
la ciencia ficción son géneros que surgen y se desarrollan en momen-
tos de intensos cambios sociales. La autora experimenta con ellos por-
que le permiten contar historias sobre los aymaras sin imponer una
verdad histórica que los trascienda y sin proyectar un objetivo político
que defina una identidad étnica estéril. Las historias fluyen en tres len-
guas: quechua, aymara y castellano, y recrean el ambiente cosmopolita
que ha caracterizado a la región andina desde antes de la llegada de los
españoles. Spedding, además, muestra la enorme capacidad de adap-
tación de los aymaras, y las maneras poco convencionales con las que,
desde la época temprana de la colonia, estos grupos han buscado mo-
vilidad social y ascenso económico.
En las tres obras la protagonista es una mujer que vive de la co-
mercialización de la hoja de coca. Se caracteriza por ser manipuladora,
practicar la brujería y mantener con astucia los pequeños privilegios
de los que goza en su universo social. Pese a que el género (sexual), la
raza y la etnicidad son categorías centrales en estas historias, los perso-
najes no son víctimas de las diferencias que estas categorías describen
y, en consecuencia, las protagonistas de Spedding se adaptan al mo-
mento y al tiempo en que viven, reproduciendo el rol que la sociedad
les asigna y buscando siempre la mejor manera de transgredirlo.
hoja de la coca. Aunque parezca redundante, es primordial diferenciar estos dos mo-
mentos históricos, el proyecto político del MAS y el de la dictadura de los ochenta,
así como definir y aclarar que las diferencias entre la coca y la cocaína son dramáticas.
Coca y utopía en la narrativa de Alison Spedding
El complejo de prácticas más enraizadas en los yunkas son las que se unen
alrededor del cultivo de coca, o mejor dicho, el sistema que integra la coca,
otros productos para el mercado, y la producción de autoconsumo… [L]a
realización de cada tarea de acuerdo con los modelos aprobados adquiere un
valor moral pronunciado, representando no solamente la necesidad económi-
ca sino también todo un universo social (Spedding 1994: 26).
Pachakuti
11. Rivera Cusicanqui escribe analizando el proceso del movimiento Katarista (inspi-
rado en la figura de Tupac Catari), que articulaba la identidad indígena en alianza
con otros gremios de clase. Los años que le siguen a este proceso están teñidos por
una mirada más introspectiva. Cabe recordar que el Katarismo se funda en 1972
y alcanza un gran auge en la década de los ochenta. Cuando Víctor Hugo Cárde-
nas, uno de sus líderes intelectuales más importantes, accede a ser el vicepresiden-
te de Sánchez de Lozada en 1993, se produce definitivamente la decadencia del
movimiento (Hylton y Thomson 2007).
12. Szemiński prefiere el término insurrección más que el de revolución, ya que quie-
re evitar la proyección de un significado determinado en los eventos de 1780. El
suyo es un estudio histórico con un fuerte componente filológico de las lenguas
andinas.
Coca y utopía en la narrativa de Alison Spedding
13. Propongo pensar la idea de Mariátegui de que el problema del indio es el pro-
blema de la tierra (1993: 40-45) a la luz de las reflexiones de Arjun Appadurai
(1988), cuando critica el simplismo con el que se define, desde las ciencias socia-
les, los problemas en la India como fruto de la división jerárquica de las castas.
A esta afirmación, que aunque cierta es reduccionista, Appadurai la define como
una prisión metonímica, porque previene al investigador de mirar la serie de rela-
ciones y tensiones que han dado origen a los movimientos sociales en India. De
la misma manera, creo que, aunque acertada, la célebre frase de Mariátegui, tam-
bién resulta ser una prisión metonímica. La simple identificación de las luchas in-
dígenas como un asunto de tierras y de la protección de los recursos naturales re-
sulta peligroso, sobre todo en nuestra época, en la que la defensa de la ecología es
la apuesta de una modernidad alternativa y no necesariamente incluyente. En ese
marco, el reclamo indígena se convierte en una posición éticamente loable pero
aparece como congelada en la historia y por lo tanto refuerza un imaginario de
una identidad indígena ahistórica. Para un caso reciente, véase la disputa en tor-
no a la defensa del Tipnis en <http://redcontraelracismo.blogspot.com/2011/10/
por-que-no-voy-salir-marchar-en-defensa.html>.
Gabriela Polit Dueñas
14. En Pachakuti… Rivera Cusicanqui analiza los movimientos sociales de los últi-
mos cincuenta años en Bolivia, a la luz de lo que fue el movimiento de resisten-
cia más importante de la colonia y que concluyó con el ajusticiamiento de Julián
Apaza-Tupac-Catari y dio nombre al movimiento Katarista de los años setenta. Al
mirar las formas de los movimientos contemporáneos que se organizaron alrede-
dor de La Paz, Rivera Cusicanqui muestra cómo éstos se alimentan de la memoria
colectiva del proceso de 1781, cuando Tupac Catari mantiene cercada la ciudad
de La Paz: “La memoria histórica se reactiva y a la vez se reelabora y resignifica en
las crisis y ciclos de rebelión posteriores (13).
Coca y utopía en la narrativa de Alison Spedding
La historia
15. Spedding sigue los estudios de Pierre Duviols (1971): La lutte contre les religions
autochtones dans le Pérou coloniale.
Gabriela Polit Dueñas
16. Este personaje parece estar inspirado en la cacica Nicolasa Sirpa y su hija, quienes
fueron encerradas en el convento de Caquiaviri, durante los levantamientos de
1771 (Thomson 2005).
17. Zsemiński señala que las diferencias en el vestir son rasgos muy importantes en-
tre los cronistas de la época, denotando que el vestir y la apariencia exterior son
elementos fundamentales entre las culturas andinas. Spedding trabaja muy bien
este aspecto a lo largo de su texto y usa la vestimenta como una forma importante
de marcar las identidades y transiciones entre los personajes.
Coca y utopía en la narrativa de Alison Spedding
[L]a mujer era la cocamama. En los Yungas nació su primer hijo Cón-
dor Uchi, este es. Manuel pasó al difundo al lado derecho de Maman Tata.
“Y este, su hijo Chuqi Katari…” Iba señalando a Fortunato todos los Mama-
ni de Manqhasaya, los hombres con macanas y hondas y después las mujeres
con ruecas y ollas y hondas de pastoreo (ibíd.: 104).
La quema de momias
Don Bernardo celebró la misa con el perro maloliente delante suyo, por-
que nadie quería alzarlo. Manuel sollozó cada vez que lo miraba, mientras su
mujer se persignaba y hacía más genuflexiones y reverencias que una beata de
ciudad. Las moscas se amontonaron alrededor del pan y el vino, el sacristán
trató en vano de ahuyentarlas con unos trapitos sucios amarrados en la punta
de un palo (ibíd.: 161).
Gabriela Polit Dueñas
Satuka
18. No está de más aclarar que los indios, en tanto neófitos, nunca estuvieron bajo
jurisdicción de la Inquisición.
Coca y utopía en la narrativa de Alison Spedding
nuel que acusen al cura Bernardo de judío. Escribe una lista de las
prácticas del cura y menciona cómo imponía entre los miembros de
la comunidad la observación de prácticas ajenas al catolicismo (no co-
mer cerdo, no trabajar el sábado, etc…). La treta de Fortunato sirve
también para defender a su suegro del pariente que pretende quedarse
con el cacicazgo. Como en esa época la acusación de judaizante contra
un cura era mucho más grave que la de brujería contra una indígena,
le devuelven la libertad a Satuka. En su estadía en el convento, Satuka
finge ser una católica piadosa y humilde, y se gana la confianza de la
abadesa principal. Ella ayuda a Satuka y a su familia a apelar las acusa-
ciones del pariente de Manuel.
En esta segunda parte, la historia está llena de intrigas. Los indíge-
nas mienten, callan, esconden. Algunos hacen alianzas con los espa-
ñoles por miedo, por conveniencia o por inercia. Otros, como Satuka
y su familia, fingen seguir la doctrina cristiana con rectitud y guardan
las apariencias. Los personajes de Spedding no son héroes románticos,
tampoco pertenecen a una comunidad homogénea donde impera “la
reciprocidad, la solidaridad, el control sobre el azar y la alegre intersub-
jetividad del trabajo colectivo y la comunión con el mundo” (como des-
cribe Quijano al mundo andino [1993: 142; el énfasis y la traducción
son míos]). Ni si quiera es una comunidad que reclame una identidad
en común. Las unidades de pertenencia, como las define Rivera Cusi-
canqui, eran múltiples en términos étnicos y lingüísticos. Los caciques
de un sector nunca interfieren en la jurisdicción de sus vecinos. Por
eso el intercambio comercial es lo que define la fluidez de las relacio-
nes entre distintos grupos.
En la novela, las traiciones entre los indígenas se dan precisamente
porque pertenecen a poblaciones distintas y cada una busca quedar-
se con el poco poder que escapa a la ambición de los españoles. Entre
parientes también se pelean, escogen distintas alianzas, se traicionan;
pero, dependiendo de las circunstancias, pueden mostrar nobleza. En
este relato, los aymaras son retratados como héroes o antihéroes de
cualquier novela moderna.
Repetidamente la autora describe los rostros inexpresivos de los in-
dígenas, ya sea en momentos de profundo dolor o de peligro, como
cuando confrontan acusaciones serias por parte de la ley o de la Iglesia.
Gabriela Polit Dueñas
Spedding en La Paz
19. Paul Gootemberg en Andean Cocaine. The Making of a Global Drug (2009) escri-
be la historia más completa de la cocaína. Aunque en su libro no incursiona en las
tensiones a nivel racial y étnico en los Andes, muestra las ambivalencias que han
predominado en Occidente respecto a la coca.
Gabriela Polit Dueñas
Más que críticas a sus novelas, constaté que muchos profesores y es-
critores locales ni siquiera habían leído su obra literaria20. A algunos
jóvenes escuché decir que es una escritora de culto y que goza de po-
pularidad, sobre todo, entre sus estudiantes.
Spedding vive en La Paz desde principios de la década de los no-
venta. Wachu Wachu fue su primera publicación larga sobre los ayma-
ras en Bolivia, pero se ha dedicado a estudiar los movimientos sociales
entre las comunidades indígenas de ese país durante las últimas déca-
das y ha publicado prolíficamente sobre el tema21.
Más allá de la recepción de su obra literaria, Spedding hace visi-
ble cómo el proyecto político de los aymaras debe ser entendido en el
contexto de las situaciones específicas que viven ellos. La demanda de
una identidad idealizada, o el requerimiento de un tiempo apto para
imaginar un futuro posible, son ilusiones que están más cercanas al
proyecto de la utopía occidental forjado en la negación del otro, y en
la necesidad de programar un ideal propio en un tiempo y en un lugar
ajenos. Reconocer que el proyecto de utopía en el mundo andino es la
insurrección y el fruto de la búsqueda introspectiva de nuevas maneras
de negociar con el poder es la gran lección que antropólogos, historia-
dores y analistas han tratado de enseñarnos durante muchos años22.
En la literatura ese proyecto se encarna en un personaje y se materiali-
za en la experiencia de los protagonistas de la historia narrada. La soli-
20. El viaje se realizó bajo el auspicio de la Mellon Summer Grant que me otorgó
LLILAS en 2009. En agosto de 2011, con financiamiento del Humanities Insti-
tute de la Universidad de Texas, viajé a La Paz vía Buenos Aires. Por las cenizas del
volcán Puyehue, tuve que cancelar tres veces el viaje. Escribí este artículo sin con-
cretar una entrevista con Spedding.
21. A su reputación académica y como activista por los derechos de los indígenas, se
le suma un evento que terminó por consagrarla. Durante los últimos años del úl-
timo gobierno de Hugo Bánzer (1997-2001), se le decomisaron 2 kilos de ma-
rihuana en su casa. Pese a que ella alegó que la hierba era para uso personal, se le
imputaron cargos de narcotraficante y estuvo en la cárcel hasta el año 2000, cuan-
do salió bajo fianza. Su último libro es una etnografía de las mujeres en la cárcel
que cumplen condenas por cargos de narcotráfico.
22. Me refiero a los trabajos citados anteriormente de Thomson, Zsemiński, Rivera
Cusicanqui e incluso la misma Spedding.
Coca y utopía en la narrativa de Alison Spedding
Bibliografía
7. Joaquim Guedes recordaba autocríticamente esa afirmación en “Por uma nova ci-
dade” (1985: 69). “Profecía autocumplida” la llamó también Zevi, apenas ocurri-
do el golpe del 64. Pero la caracterización de autoritarismo comenzó en la propia
concepción de Brasilia; véase, por ejemplo, Sybil Moholy-Nagy, “Brasilia: Majes-
tic Concept or Autocratic Monument” (1959: 88).
Sobre la imposibilidad de (pensar) Brasilia
demoledores que Max Bill había disparado en 1953, pero lograba sin
embargo ir más allá en la comprensión del “estilo brasileño”. Explica-
ba el monumentalismo en la necesidad de la sociedad brasileña de una
“representación simbólica”, satisfecha por la arquitectura a través de
una serie de recursos, como el cambio de escala –que carga cada mo-
tivo formal del repertorio modernista con una “intensidad emotiva”–,
o la elementariedad de la composición –que hace emerger los signifi-
cados “a primera vista, con diagramática inmediatez” (la cruz de Cos-
ta como la perfecta simplicidad de un único gesto)–. De tal modo,
aunque critica “el vago sabor zoomorfo” del plano (su carácter de me-
táfora extrínseca, ya señalado por Zevi), Benevolo destaca el modo
“magistral” en que ese elementarismo le permite a la imagen inicial to-
mar forma “sin perder frescura ni simplicidad”, logrando que “en cada
punto del vasto territorio de la ciudad se pueda percibir la energía y el
carácter del esquema general” (1963: 923, 926)8.
También Giulio Carlo Argan había sabido ver en el monumen-
talismo brasileño el resultado de “mezclar lo funcional con lo repre-
sentativo, la técnica y la exaltación de la técnica”, como parte de una
“retórica de la civilización” ([1954] 2003: 171). Y si suspendemos las
enormes diferencias entre el tono analítico de Argan y la indignación
moral de Max Bill (1954), es indudable que los rasgos principales de
esa interpretación fueron anticipados por el suizo, que vio el gran es-
cándalo de la arquitectura brasileña en su regodeo alegre en la superfi-
cie de un “estilo”, actitud que convertía el lenguaje moderno en con-
vención retórica9. Frente a este hallazgo, que da tan buena cuenta de la
11. Banham hizo una segunda edición actualizada del libro, en 1975, a la que llamó
Age of the Masters: A Personal View of Modern Architecture, que terminó siendo
la más conocida. Deseo expresar mi gratitud al artículo de Guilherme Wiznik,
“Modernidade congênita”, op. cit., que me ha advertido acerca de los comenta-
rios de Banham sobre Brasil, fundamentales para mi argumento.
Sobre la imposibilidad de (pensar) Brasilia
Pero al tiempo que ofrece una de las miradas más elaboradas sobre
la experiencia brasileña, este texto de Banham se convierte también en
un último abordaje, casi un réquiem. Porque era una interpretación
que necesitaba de aquel margen ambiguo –distancia histórica con el
modernismo y compromiso con su continuidad– que a lo largo de la
década de 1960 se fue desdibujando más y más, haciendo que la “dife-
rencia” de la arquitectura brasileña se fuera aplanando, dejándola como
una mera versión subdesarrollada de la arquitectura modernista y a
Brasilia, como un error, la aplicación a destiempo de la Carta de Ate-
nas. Es como si en el interior de un debate todavía modernista, la arqui-
tectura brasileña hubiera tenido la potencia de una heterodoxia inspi-
radora, mientras que a medida que el modernismo se fue convirtiendo
no sólo en un hecho histórico, como en Banham, sino en un hecho del
pasado que obstaculizaba la comprensión del presente, esa arquitectura
se hubiera ido reduciendo a una modulación local (más o menos capri-
chosa, pero modulación al fin) de un vocabulario superado.
No se trata, por cierto, de afirmar que todas las elaboraciones de los
sesenta –de Kevin Lynch a Edward Hall en la ampliación del debate
urbano hacia la semiología o la antropología; de Jane Jacobs a Giancar-
lo de Carlo en la nueva comprensión de la ciudad histórica; de Robert
Venturi a Aldo Rossi en las reflexiones más específicamente arquitectó-
nicas– hayan significado una simple refutación del modernismo, como
quiso a comienzos de los años setenta el discurso posmoderno. Se tra-
ta de entender que la dispersión de los temas y la multiplicación de los
frentes de ataque que dialogan selectivamente con diversas tradiciones
o autores del modernismo, ya impiden a mediados de los sesenta la
conciencia de continuidad crítica transgeneracional que todavía habi-
taba en el brutalismo inglés, por ejemplo, y dificultan la elaboración de
programas comunes, como demuestra el progresivo desvanecimiento
de los CIAM, fracasados todos los intentos de renovación que se inten-
taron en su seno desde la posguerra.
Este nuevo mapa de la arquitectura contemporánea que se va di-
bujando a lo largo de los años sesenta quizás no sea mucho más frag-
mentado que el que la historiografía estaba descubriendo –detrás de la
narrativa homogeneizante del “Movimiento moderno”– para el pro-
pio momento clásico de las vanguardias heroicas; pero sin duda estas
Adrián Gorelik
12. No me voy a referir aquí a dos obras importantes de comienzos de los setenta de-
dicadas especialmente a Brasil, los conocidos libros de Yves Bruand, L’architecture
contemporaine au Brasil (1971), y de Norma Evenson, Two Brazilian Capitals
(1973); más allá de sus méritos monográficos, se realizaron al margen del debate
arquitectónico modernista, que es lo que se intenta reconstruir aquí.
Sobre la imposibilidad de (pensar) Brasilia
13. Puede verse también una solapada alusión a Banham, cuando aclaran que la “so-
fisticación” del Parlamento (que éste había subrayado) les resulta completamente
superficial (ibíd.).
Adrián Gorelik
14. Es curioso que, varios años después, invitado a escribir sobre Niemeyer en Brasil,
Frampton recuperará un tono similar al de Banham, reponiendo aquel clima ge-
neracional de recepción festivo de la arquitectura brasileña en Inglaterra, que en
este libro parece haber olvidado; véase Kenneth Frampton (1987-1988): “Home-
najem a Niemeyer”.
Sobre la imposibilidad de (pensar) Brasilia
15. El simposio se desarrolló como parte del coloquio “Los problemas de las capitales
en América Latina”, Universidad de Toulouse (febrero de 1964).
Sobre la imposibilidad de (pensar) Brasilia
16. Véase Milton Santos (1964): “Brasilia, a nova capital brasileira”, como asimismo
los comentarios de Gottfried Pfeiffer y Pierre Monbeig en Caravelle, op. cit.
Adrián Gorelik
17. Véase, por ejemplo, Edgar Graeff, Flavio Marinho Rêgo, Joaquim Guedes y João
Filgueiras Lima (1978): Arquitetura brasileira após Brasília: depoimentos, vol. 2.
Sobre la imposibilidad de (pensar) Brasilia
18. Véase, por ejemplo, Luiz César de Queiroz Ribeiro y Adauto Lucio Cardoso
(1994): “Planejamento urbano no Brasil: paradigmas e experiências”, artículo que
forma parte de un número espacial dedicado a la “Cidade brasileira, século xx” y
en el que no se aborda el tema de Brasilia.
Adrián Gorelik
rable descripción, más literaria que gráfica, hecha por su autor, Lucio
Costa” (ibíd.: 384). ¿Qué conclusión sacar de esto?, se pregunta. Fun-
damentalmente, dos. Una respecto de su propio modo de encarar la
disciplina: con admirable franqueza, Wilhelm se plantea un proble-
ma que va a ser recurrente en los años setenta y ochenta: parece haber
“una razón inversa” entre grupos grandes e interdisciplinarios y crea-
tividad. La segunda, respecto de la propia Brasilia: su excepcionalidad,
por el impulso político y la propiedad estatal del suelo, que le permite
al Plano Piloto evadirse de la realidad capitalista que impera en todo el
país, y ese argumento lleva a Wilhelm a comentarios muy agudos so-
bre las ciudades satélites, más allá de las críticas ya habituales sobre la
segregación espacial, mostrando que son el lugar adonde se refugia la
renta inmobiliaria: las favelas como el lugar del capitalismo real. Una
excepcionalidad, por fin, que “impide elevar el método de trabajo que
precedió la implantación de Brasilia al estatus de modelo metodológi-
co” (ibíd.: 391).
Y fue esa excepcionalidad, seguramente, lo que llevó a Kubitschek
a no consultar sobre Brasilia al equipo del ISEB (Instituto Superior
de Estudos Brasileiros), que estaba elaborando sus tesis desarrollistas:
también para el presidente era un hecho arquitectónico, como Pam-
pulha; es decir, un factor de impulso simbólico de sus planes de mo-
dernización, más que una parte estructural de ellos. Por eso Brasilia
nunca está en los mismos libros en los que se habla del Sudene, esa
empresa mítica de la planificación del Nordeste, por ejemplo. Son
muchas, como se ve, las razones que llevaban a Brasilia hacia dentro
del universo de la arquitectura.
Y este punto ciego que se forma entre arquitectura y planeamiento
en el curso de la década de 1960 es significativo, porque la divergencia
entre esos campos no parecía al comienzo de la década tan necesaria o
evidente. En un primer momento, el arquitecto pareció la figura pro-
fesional más adecuada al imaginario planificador, aquel que proponía
una vinculación estructural entre la tradición cultural de la moderni-
dad y la praxis transformadora de la modernización. Por eso (como
ejemplifica el caso de Wilhelm y cientos de otros en la siguiente ge-
neración), las oficinas más variadas de planeamiento gubernamental
se colmaron en esos años de jóvenes arquitectos que en el curso de esa
Adrián Gorelik
21. Véase, por ejemplo, el libro organizado por Aldo Paviani (1985): Brasília, ideo-
logia e realidade: espaço urbano em questão, donde el elenco de argumentos críti-
cos convive con nuevas perspectivas antropológico-culturales que se mencionarán
más adelante.
Adrián Gorelik
23. Por poner sólo unos ejemplos, en el libro ya citado de Aldo Paviani, Brasília, ideo-
logia e realidade: espaço urbano em questão, aparecen capítulos sobre las imágenes
de Brasilia (Maria Elaine Kohlsdorf ) y las representaciones del espacio urbano
(Lia Zanotta Machado). En 1980 Gustavo Lins Ribeiro había realizado su Disser-
tação de Mestrado en la UnB con entrevistas a los candangos (publicada en el año
2000 como O capital da esperança: a experiência dos trabalhadores na construção de
Brasilia), y poco después Themis Quezado Magalhães presentaba la suya, Brasilia,
mitos e vivências (UnB, 1985). Ya se citó el libro de Duarte da Silva, A construção
de Brasília, sobre una Dissertação en la Universidade Federal de Goiânia. Respec-
to de los estudios sobre arquitectura, cito sólo dos: la tesis de doctorado de Anto-
nio Carlos Carpintero, Brasília: prática e teoria urbanística no Brasil, 1956-1998
(FAU-USP, 1998), que además de un estudio minucioso sobre la implantación
geográfica del Plano Piloto trae hipótesis originales sobre las relaciones con la
industria automotriz; y la Dissertação de Mestrado de Jefferson Tavares, Projetos
para Brasília e a cultura urbanística nacional (EESC-USP, 2004), que reunió por
Adrián Gorelik
primera vez todos los proyectos presentados al concurso. También es muy intere-
sante el estudio sobre las superquadras por parte de un equipo dirigido por Farès
El-Dahdah (2005): Lucio Costa: Brasilia’s Superquadra.
Sobre la imposibilidad de (pensar) Brasilia
Bibliografía
Figura 1
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro).
Farès el-Dahdah
Figura 2
Detalle de la Memória Descritiva mostrando la urbanización inicial
y los actos “coloniales” de posesión.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro).
Farès el-Dahdah
Figura 3b.
Brasilia, o la “ciudad letrada” de Lucio Costa
Figura 3c.
Farès el-Dahdah
Figura 3d.
Brasilia, o la “ciudad letrada” de Lucio Costa
Figura 4
Detalle de la Memória Descritiva mostrando los terraplenes elevados
del eje monumental y la triangular Plaza de los Tres Poderes.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro).
Farès el-Dahdah
4. Véase Robert W. Berger y Thomas F. Hedin (2008): Diplomatic tours in the gar-
dens of Versailles under Louis XIV.
5. Dependiendo de descripciones textuales con el fin de comprender determinados
proyectos arquitectónicos o urbanísticos no es sino típico de la práctica de Cos-
ta –como así también de Oscar Niemeyer– donde los proyectos de diseño cobran
inicialmente la forma de un texto que, finalmente, se descompone en diagramas
seguidos por bocetos y, a continuación, planos, secciones, alzadas y perspectivas.
El producto final propio de la concepción misma de cada uno de los proyectos de
Costa o Niemeyer es generalmente un “manuscrito” híbrido, mitad escrito y mi-
tad diagramado.
Brasilia, o la “ciudad letrada” de Lucio Costa
Figura 5
Detalle de la Memória Descritiva mostrando el terraplén elevado de la
Explanada de los Ministros.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro).
Farès el-Dahdah
ras…”6. La sugerencia de Costa fue tan lejos como indicar los diámetros
de los espacios abiertos. El propósito de esta nota era el de recordar a
Niemeyer las estipulaciones originales de la Memória…, las cuales con-
sistían en dispositivos propios del paisaje arquitectónico y que, en este
caso, enmarcarían el césped de la Explanada de los Ministerios, más que
extenderlos más allá de los límites preconcebidos. El gran mall de Bra-
silia, como lo definió Costa, se extendería, por lo tanto, desde la Plaza
de los Tres Poderes hasta una barrera arbolada que, a su vez, definiría los
Sectores Cultural Norte y Cultural Sur. Niemeyer propuso luego mu-
chas versiones para el Sector Cultural, siguiendo el estilo de Giacometti
con formas platónicas desparramadas por un paisaje estrictamente ar-
quitectónico, vacío de vegetación y con los atributos de un parque7.
La superquadra es otro elemento más en la Memória… que aparece
descrito completamente en términos de paisaje arquitectónico. La ar-
quitectura en sí no presenta casi otras especificaciones con excepción
del hecho de que debe ser elevada sobre pilotis y limitada a seis pisos
de altura. El entorno natural, sin embargo, se encuentra “emoldura-
da” por una “larga cinta densamente arborizada” que puede ser inte-
rrumpida una sola vez para el acceso de vehículos pero que, aparte de
eso, está destinada a los peatones (Costa 1995a: 292). Asimismo, Cos-
ta determinó que en cada superquadra predominaría sólo una especie
particular de árbol; el suelo se alfombraría de césped; y habría tam-
bién “uma cortina suplementar intermitente de arbustos e folhagens,
a fim de resguardar melhor, qualquer que seja a posição do observa-
dor, o conteúdo das quadras, visto sempre num segundo plano e como
que amortecido na paisagem” (ibíd.). El porcentaje del uso de la tierra
(equivalente a un 15%) se había derivado de uno de los croquis que
ilustraba la Memória…, y no se encontraban allí otros requisitos arqui-
tectónicos sino que el objetivo consistía en, por una parte, fomentar
la innovación y, por el otro, garantizar la uniformidad a lo largo de las
6. Lucio Costa a Oscar Niemeyer (sin fecha). Archivo de la Casa de Lucio Costa,
Río de Janeiro.
7. Véase Alberto Giacometti (1931-1932): Model for a Public Square (Projet pour
une place). Peggy Guggenheim Collection, Venecia.
Brasilia, o la “ciudad letrada” de Lucio Costa
Figura 6
Bosquejo del Sector Cultural de Brasilia mostrando áreas arboladas
con sus respectivos espacios abiertos.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro).
Figura 7
Detalle de la Memória Descritiva mostrando la superquadra
rodeada por un dosel de árboles.
Lucio Costa, Plan Piloto de Brasilia (1957)
(Archivo de la Casa de Lucio Costa, Río de Janeiro).
[…]
leyes, las cuales prueban ser tan modernas, si no más modernas, que la
ciudad en sí. La cuestión de cómo proteger Brasilia fue planteada ori-
ginalmente por el mismo presidente Juscelino Kubitschek apenas dos
meses después de la inauguración de la ciudad, cuando le enviara la si-
guiente nota a Rodrigo Mello Franco de Andrade, el entonces direc-
tor de la agencia de preservación histórica perteneciente al Ministerio
de Educación (Divisão do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional
o DPHAN):
Bibliografía
10. Lucio Costa (1983): “For Brazilian Students of Architecture Residing in the
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Brasilia, o la “ciudad letrada” de Lucio Costa
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E
n 1850, Domingo F. Sarmiento publica
Argirópolis, una utopía urbana en la que
propone la isla Martín García como capital y
Utopías urbanas:
sede de su proyecto utópico de pacificación
regional, y promueve la creación de ciudades como
geopolíticas del deseo en América Latina
vehículo de civilización para acabar con los “campos
incultos”. A través de este planteamiento geopolítico,
Utopías urbanas
las ciudades se constituyen en un instrumento clave
para transformar el “vacío” americano en un espacio
apto para los “pueblos civilizados”.