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Introducción
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La muerte del individuo humano
1- La muerte física
La muerte física es cuando hay una separación del alma y del cuerpo y
constituye la acción de pasar de un modo de vida a otro distinto del mundo visible
al invisible. Para el creyente es su entrada al paraíso y a la presencia de Cristo
Jesús (II de Corintios 5:1-8; Filipenses 1:23). Para el incrédulo la muerte es su
entrada al hades (Lucas. 16:22-23; Mateo 10:28; Apocalipsis 20:13). La muerte
física no es el final de la existencia del ser humano, sino solo un cambio en el estado
de existencia. Para el creyente, la muerte física es el efecto final del pecado y el
ultimo efecto del pecado a ser cancelado por la obra redentora de Cristo Jesús.
(Romanos 5:12-15; I de Corintios 15:24-57; II Tito 1:10; Hebreos 2:9, 14-15, 9:15. Y
más aún el creyente triunfalmente declara que para él “el morir es ganancia” carta
a los filipenses (filipenses 1:21)
2- La muerte espiritual
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Cuando uno viene a la comunión con Dios por medio de la Fe en Cristo, pasa
de “muerte a vida” (I Juan 3:14).
En el juicio final de los incrédulos ante “el gran trono blanco” el cual toma
lugar después de los mil años (milenio), los muertos malvados todavía existirán y
estarán ante Dios en juicio, y, aunque podrán estar en juicio, su estado se llama
“muerte”, porque se encuentran enajenados de Dios. (Apocalipsis 20:13-15 y 3:11;
Tito 5:6)
3- La muerte eterna:
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1- El estado intermedio
“La muerte corporal es separación del cuerpo y el alma que se aleja de Dios” (Isaías
59:2; Romanos 7:24).
La muerte penetró en este mundo desde el fondo del Averno como efecto y
de la mano del pecado (Génesis 2:16-17, 3:19; Romanos 5:12,14,17,21; I Corintios
15:21-22; Santiago 1:15).
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momento la periferia de su ser, pero se hizo "mortal de necesidad", porque la
muerte, con su aguijón (1a Corintios 15:56) se instaló en el centro mismo del ser
humano.
Por eso, el proceso de la redención efectuada por Cristo tuvo que hacer
reversible todo el proceso de la muerte (no solo muriendo, sino también
resucitando), para que el hombre pudiese ser salvo (Romanos 4:25; I Corintios
15:17). El verbo se hizo carne, y pasó por el dolor, la muerte, la tumba y la
resurrección, para recuperar al hombre entero (Romanos 5:12; Efesios 2:1; I
Tesalonicenses 5:23; Juan 3:14)
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tesalonicenses a que, acerca de la muerte, no se entristezcan como los demás que
no tienen esperanza (I Tesalonicenses 4:13-14), ya que nuestro Salvador Jesucristo
"abolió la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio"
(II Timoteo 1:10), es decir, de la buena nueva de la obra de Cristo (I Corintios 15:1-
4). De esta forma, él participó de nuestra naturaleza "para, por medio de la muerte,
esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante
toda la vida sujetos a servidumbre" (Hechos 2:14-15).
El miedo a perecer no solo no era común, sino que se creía que era una
virtud. Las personas que fallecían se transformaban automáticamente en dioses,
siendo esta acción privilegio y cualidad de unos cuantos, lo cual podría significar
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también alguna forma de manejo ideológico y ejercicios de poder, dentro de un
grupo social.
Mictlan significaba para los antiguos mexicanos “en la región de los muertos”;
este sitio mitológico del más allá consistía de nueve planos extendidos bajo la tierra
y orientados hacia el Norte; según ellos allá iban todos los que fallecían de muerte
natural; quien moría tenía que cumplir toda una serie de pruebas en compañía de
un perro que era incinerado junto con el cadáver de su amo. Entre otras cosas, las
pruebas consistían en atravesar un camino donde estaba una culebra, dejar otros
ocho “páramos” (lugares fríos y solitarios) y ocho “collados” (colinas o cerros), y
desafiar un “fuerte viento”.
"Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya
vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida
es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro,
tu victoria?” (I Corintios 15:54-55)
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pensar que es muy cruel que dejen morir a las personas, aunque sepamos que su
mal ya no tiene remedios.