Sei sulla pagina 1di 2

Eneas

Cuando los griegos entraron en Troya y saquearon la ciudad, Eneas se retiró al monte Ida cargando sobre sus hombros a su
padre Anquises y llevando de la mano a su hijo Ascanio. En cambio, su esposa Creúsa, que se había quedado rezagada
mientras huía de las llamas, murió en el intento. Eneas permaneció un tiempo reinando en el Ida, hasta que dos hijos de
Príamo que habían permanecido a salvo durante el sitio se adueñaron de la zona. Entonces Eneas emprendió el largo viaje
por el Mediterráneo que Virgilio relató en su Eneida del mismo modo que Homero había relatado el viaje de Ulises en
la Odisea; sólo que, en el caso de Eneas, la travesía no fue tanto un regreso como un viaje hacia lo desconocido, hacia la
realización de una profecía que cambiaría el curso de la historia.

Aventuras por el Mediterráneo

Los supervivientes se dirigieron a Tracia, al norte del mar Egeo. Al llegar allí, mientras cortaban leña para hacer un sacrificio,
Eneas vio cómo de las ramas manaba sangre y al momento una voz le narró la terrible historia de Polidoro, un hijo pequeño
de Príamo al que éste había enviado a Tracia al comienzo de la guerra, pero que había sido asesinado por su
tutor, Polimestor, para quedarse con su oro. La voz animó al héroe a dejar aquel lugar maldito y seguir su camino cuanto
antes.

A continuación Eneas marchó hasta la pequeña isla de Delos, donde un oráculo le anunció que debía dirigirse a la tierra de
sus antepasados, pero sin especificarle cuál era ésta. Eneas recordó entonces que Dárdano, el fundador de su ciudad natal,
procedía de Creta, por lo que decidió dirigirse hacia allí. En la isla, una terrible peste lo obligó una vez más a partir, pero
antes tuvo una visión en la que sus dioses familiares le dijeron que la tierra originaria de Dárdano se hallaba en Italia. El
héroe, por tanto, puso rumbo hacia occidente. Durante el trayecto, una tempestad lo arrojó a las Estrofíades, las islas de las
monstruosas Harpías, al oeste de Grecia.

Los viajeros se enfrentaron con estos seres, que tenían el aspecto de bellas mujeres aladas, y hasta lograron ponerlas en
fuga. No obstante, la harpía Celeno les vaticinó que serían presa del hambre antes de que pudieran levantar los muros de su
nueva ciudad. Luego siguieron bordeando la costa griega hasta llegar a Butrinto, en la actual Albania, donde vivía Héleno,
otro hijo de Príamo que se había salvado de la destrucción de Troya. Héleno reveló a Eneas que debería asentarse donde
encontrara una cerda blanca con treinta lechones, si bien antes debía visitar a la Sibila de Cumas, una sacerdotisa
de Apolo que formulaba sus oráculos oculta en una gruta cerca de Nápoles. Todas las señales indicaban, pues, que Italia era
la meta del viaje.

Hacia el destino anunciado

De nuevo en el mar, Eneas decidió evitar el paso por el estrecho de Mesina, situado entre las monstruosas Escila y Caribdis,
y prefirió bordear Sicilia por el sur. En la isla falleció su padre Anquises. Al intentar proseguir la travesía, una tempestad lo
desvió y lo arrojó a las costas de Cartago. Allí, Afrodita se apareció a su hijo para comunicarle que no sintiera miedo, pues los
cartagineses, en especial su reina Dido, les recibirían hospitalariamente. Y, en efecto, por intervención de Afrodita, Dido se
enamoró de Eneas y quiso que ambos unieran sus pueblos y linajes. Pero Zeus se opuso y envió a Hermes (Mercurio) para
advertir a Eneas de que debía continuar su viaje y cumplir con su destino. El héroe obedeció, para desesperación de Dido,
que se suicidó.

Uno de los descendientes de Eneas, Rómulo, fundaría la ciudad de Roma


De regreso a Sicilia, se celebraron unos grandes juegos funerarios en memoria de Anquises. Las mujeres troyanas, cansadas
de tantos pesares, decidieron prender fuego a las naves y poner, así, fin al periplo. Pero Eneas obtuvo de Júpiter que enviara
una tempestad para extinguir el fuego. Además, la sombra de Anquises se apareció ante Eneas para comunicarle que debía
llegar hasta Cumas y descender a los infiernos. De nuevo, Eneas cumplió fielmente la consigna,
y en Cumas logró que la Sibila le abriera las puertas del Hades. Allí se encontró con la sombra
de Dido, por lo que supo de las terribles consecuencias de su partida de Cartago, pero también
vio a su padre, quien en los Campos Elíseos le reveló el glorioso destino del pueblo que debía
fundar en Italia.

Espoleado por sus palabras, Eneas se afanó en llegar hasta la desembocadura del Tíber y, tras
remontar el río, puso finalmente los pies en una ciudad llamada Palanteo. Aún corrió más
peripecias, hasta su muerte gloriosa y su consagración como héroe, pero aquél había sido el
término de su viaje, pues Palanteo se alzaba en lo alto de la colina Palatina, el lugar en el que
un descendiente de Eneas, Rómulo, fundaría la ciudad de Roma
Para saber más

Ilíada. Homero. (Trad. Ó. Martínez). Alianza, Madrid, 2013.


Eneida. Virgilio. (Trad. R. Fontán). Alianza, Madrid, 2004.
Cartas de las heroínas. Ovidio. (Trad. V. Cristóbal). Alianza, 2008

Potrebbero piacerti anche