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Alfred Croiset
PUNTO DE VISTA
EL 8 DE AGOSTO
Por Ricardo Villa Sánchez
@rvillasanchez
Desde una perspectiva optimista, pensaría que no habría un caos total, con corralito incluido,
apocalipsis mediático, anaqueles de las grandes superficies sin comida ni elementos básicos de
aseo, (aunado a otros tipos de acaparamiento o manipulación), bolsa caída, histeria colectiva,
aviones al exterior llenos y fronteras cerradas, servicios públicos domiciliarios suspendidos, ejército
acantonado, sujeción al poder, en fin, el juicio final. Pero tampoco estaríamos en un escenario en el
que el ejercicio de la gobernanza, en diálogo con los actores claves, estaría consolidado, o con un
Congreso de la República de mayorías, los gremios, los organismos de control, las altas cortes y la
sociedad civil organizada alinderados, sino que habría una gran incertidumbre sobre la ruptura que
se daría desde la institucionalidad con las viejas formas de hacer política y las desgastadas maneras
de gobernar. Algo así como un primer round en el que no estaría un contundente Mike Tyson sino un
par de pugilistas, dándose tímidos golpes, midiéndose el aceite, hasta que alguno de los dos, aseste
el salto de calidad, hasta que alguno tome la iniciativa política, por ejemplo, convocando al poder
constituyente primario.
En ese momento, se sabrá si el nuevo gobierno puede construir colectivamente una mayoría social y
política en diálogo social permanente, en pacto social y alianzas, en sintonía con la ciudadanía, o le
tocaría defenderse todo el período, hasta cuando el sol ya esté tras sus espaldas. Es cierto que esto
no se dará por generación espontánea, además de conformar un gabinete diverso con experiencia
administrativa, olfato político y formación técnica; de buscar todo lo que nos une como nación, con
ética pública, libertad política y diversidad cultural; de fortalecer lo público, con cesiones de poder y
propuestas de transformación realizables; sino que también se demanda que se combinen, con
voluntad de cambio, todas las formas democráticas de políticas económicas y sociales que permitan
que al tiempo que crece la economía, se redistribuya con equidad la riqueza, con una visión de
futuro dirigida a la generación de igualdad de oportunidades, al desarrollo sostenible y a la justicia
social, con políticas públicas pertinentes, concertadas, que posibiliten el desarrollo de capacidades,
la realización de los derechos y una mayor protección social, para que los avances, lleguen a las
personas más desfavorecidas y a las nuevas ciudadanías.
Grandes retos bajos sus hombros, como el de la lucha frontal contra el narcotráfico; de la derrota a
la violencia; del mayor pluralismo e instituciones incluyentes o con más legitimidad; de integrar al
país a las dinámicas económicas globales; de erradicar la pobreza extrema; de enfrentar el cambio
climático; de empoderar a la ciudadanía; de hallar los propósitos comunes que contribuyan a la
unidad nacional, al desarrollo sostenible, a la implementación de los Acuerdos de Paz, a la justicia
social y a la profundización de la democracia, con una nueva economía orientada a la productividad
de la industria nacional, a robustecer el mercado interno, aumentar el poder adquisitivo y a unas
mejores formas de relacionamiento laboral, basadas en la realización de los derechos
fundamentales del trabajo y el acceso a igualdad de oportunidades de trabajo decente, y de empleo
digno.
Gobernar con un nuevo pacto social. Esta es la cuestión. Un pacto realista, con liderazgo de las
mayorías, alejado del populismo, la demagogia y la polarización. En el que haya puntos de
encuentro, de racionalidad colectiva, destinados a la eficacia en la producción de bienes públicos, a
establecer políticas que posibiliten reducir los daños que ha dejado la estela de sangre y de odios
del conflicto armado para poder lograr la reconciliación, asegurar la libertad electoral, así como
avanzar en implementar los controles, desde adentro y hacia afuera, para romper con la
corrupción, el clientelismo y la ética pre moderna del amiguismo, del ventajismo, del dinero fácil, de
la anomia, del favor con favor se paga, de manera que se pueda gobernar con los mejores, pero
también con quienes se pueda construir confianzas y cohesión social, y mascar y machacar, hasta
que se pueda, por fin, disminuir hasta abolir las condiciones de inequidad, pobreza y exclusión
social, con las debidas inversiones y cambios estructurales, que se requieren para que Colombia
entre a la modernidad, a ser aquella coherente y decente patria grande, que soñó Gabriel García
Márquez y Simón Bolívar, más humana y más justa para todos.