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Richard Pipes: "El comunismo tiene historia pero no futuro"

"El éxito de la Revolución en ningún caso se debió a la comunión de una


mayoría del pueblo ruso con las ideas de Lenin y los suyos".

Luis Torras Seguir a TorrasLuis


2017-11-05

Una manifestación procomunista | Cordon Press


Richard Pipes es autor de más de 25 libros de historia, entre los que se cuenta el
monumental La revolución rusa, publicado originalmente en 1990 y considerado
uno de los análisis más rigurosos y exhaustivos jamás escritos sobre la
Revolución Rusa, cuyo centenario se conmemora en 2017, razón por la cual el
clásico del profesor Pipes ha sido recientemente reeditado por la editorial Debate.
Pipes nació en el seno de una familia judía en Cieszyn, Polonia, en 1923.
Radicado en EEUU desde el final de la Segunda Guerra Mundial, ha sido durante
decenios uno de los académicos más influyentes en su país de adopción. Su alma
mater, la prestigiosa Universidad de Harvard, de la que es profesor emérito, va a
erigir un Archivo en su honor, que reunirá sus trabajos sobre Rusia y la Unión
Soviética.
Esta entrevista tuvo lugar en su casa de verano de New Hampshire, en un día
brillante y soleado. A sus 94 años, Pipes es un hombre afable, de una
conversación tranquila.

–¿Fue inevitable el éxito de la Revolución de Octubre?


–Con la perspectiva del tiempo las cosas se ven de manera muy diferente, y
podría verse así debido a las notables dotes de estrategia que demostró Lenin. Sin
embargo, si me hubieran preguntado en la primavera de 1917 si los bolcheviques
iban a tener éxito en su empresa, mi respuesta probablemente hubiera sido "no".

–¿Cuáles son los elementos que explican el éxito de Lenin?


–El elemento central de la Revolución, al margen del inmovilismo reformista del
régimen, fue el cansancio de la guerra. El éxito de Lenin fue precisamente el de
saber canalizar y explotar ese descontento en provecho propio. Lenin fue un
excelente estratega y un político muy osado en sus tácticas. La gente estaba
agotada por el esfuerzo de guerra y quería que la contienda terminase. El éxito de
los bolcheviques fue saber utilizar el mensaje antibélico para que su facción
ganase tracción política. El éxito de la Revolución en ningún caso se debió a la
comunión de una mayoría del pueblo ruso con las ideas de Lenin y los suyos, que
nunca fueron aceptadas de forma mayoritaria. Lenin demostró ser muy eficiente a
la hora de ocultar sus verdaderos objetivos, que no eran otros que los de
establecer una durísima dictadura.

Stalin da amplitud durante sus años de dominio a lo que Lenin había introducido
ya en los primeros compases de la Revolución.
–Durante muchos años se asociaron los pecados de la Revolución
únicamente a Stalin, que habría traicionado los ideales de Lenin.
–Eso no es cierto. Stalin era discípulo de Lenin, aunque sus personalidades eran
totalmente diferentes. La idea de Stalin de convertirse en un férreo dictador, de
usar masivamente los mecanismos del terror, está también en Lenin. Stalin da
amplitud durante sus años de dominio a lo que Lenin había introducido ya en los
primeros compases de la Revolución. Con Lenin hablamos de miles de víctimas,
con Stalin tenemos que hablar de millones. Lenin era indiferente a la vida
humana: si tenía que deshacerse de alguien, lo hacía sin problemas. Stalin tenía
instintos sádicos: disfrutó decretando el exterminio de millones de personas.
–El comunismo ha sido tan destructivo y aterrador como el nazismo y el
fascismo. ¿Cómo podemos explicar que todavía hoy se vea en la Revolución
Rusa un legado positivo?
–No hubo nada positivo en la Revolución Rusa. Sin embargo, la gente sigue
asociando el comunismo con ciertos ideales, una circunstancia que no se da con
el nazismo o el fascismo. Se trata de unos malos ideales, contrarios a la condición
humana, pero hacen que todavía hoy haya personas que apoyen la causa del
comunismo; esperemos que no muchas. El comunismo tiene historia pero no
futuro.

–Usted ha sido testigo directo de la Historia del siglo XX. ¿Sus intensas
vivencias le influyeron a la hora de convertirse en historiador?
–Yo era un judío en Polonia, donde a finales de los años 20 uno ya podía sentir la
amenaza nazi. Cuando los alemanes se apoderaron de Varsovia, en septiembre de
1939, mi padre, que había sido soldado en la Primera Guerra Mundial, nos hizo
salir volando. Antes de que terminara el mes de octubre ya estábamos en Italia.
Estuvimos allí siete meses, y justo cuando el país estaba a punto de entrar en la
guerra nos trasladamos, ya con el visado americano, a España. Estuvimos en
tránsito en Barcelona, en una pensión que ya no recuerdo dónde estaba; luego en
Portugal y desde allí, en barco, fuimos hacia Estados Unidos, como tantos otros.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial ya me interesaba la Historia, aunque
no tanto la general como la del arte.

Uno no puede explicar la victoria final contra el nazismo sin el importante


sacrificio ruso. Yo entonces tenía 16-18 años, y pude apreciar vívidamente este
hecho de la importancia de Rusia en la Segunda Guerra Mundial. Entonces se
sabía muy poco de la historia y las costumbres rusas, especialmente en EEUU.
Así que cuando me uní al Ejército norteamericano me presenté para aprender
ruso, y lo aprendí muy rápidamente porque ya sabía polaco, lengua muy próxima
al ruso, como lo puedan ser el español y el italiano.

Estos aprendizajes me fueron despertando el interés por la materia, de manera


que cuando llegué a la Universidad decidí seguir por ese camino y matricularme
en Historia, para especializarme en historia rusa.

–Niall Ferguson afirma que la Historia puede ayudar a la política. ¿Está


usted de acuerdo?
–Es cierto que muchos historiadores han servido durante algún tiempo como
asesores o desarrollando algún otro papel político. Muy a menudo los políticos
quieren ganar relevancia histórica, no únicamente mediática, y para ello lo más
efectivo es tener algún buen historiador cerca.

El presidente Reagan era un hombre de ideas claras. Sabía de la fragilidad de la


URSS y defendía la superioridad moral de la democracia liberal frente a la
dictadura del comunismo.
–Usted sirvió en la Administración Reagan.
–Dos años magníficos, por los que siempre estuve agradecido al presidente
Reagan. Fue una oportunidad maravillosa de conocer la política de primera
mano. Pero he estado siempre en el campo académico, salvo esos dos años con
Reagan, donde colaboraré con su equipo de asesores para asuntos soviéticos al
margen del trabajo que desarrollaba la CIA. Fue una experiencia muy agradable.

–¿Cómo de importante fue la contribución de Reagan al colapso de la Unión


Soviética?
–La URSS se derrumbó debido a factores internos y al fracaso total de su
economía planificada. El presidente Reagan era un hombre de ideas claras. Sabía
de la fragilidad de la URSS y defendía la superioridad moral de la democracia
liberal frente a la dictadura del comunismo.
–Hay quien ha comparado a Donald Trump con Reagan.
–No tienen nada en común. El presidente Trump no tiene un esquema de valores
e ideas claro. El presidente Reagan era un hombre razonable y pragmático, con
una brújula moral fuerte y una visión clara sobre los asuntos globales y cuál
debería ser el papel de Estados Unidos.

La elección de Trump fue muy decepcionante. El presidente carece de una idea


clara para Estados Unidos y del papel que debería desempeñar en asuntos que
nos afectan a todos. Esta falta de claridad se traducirá irremediablemente en
pérdida de influencia en el orden mundial.

Además, Trump ha dado sobradas muestras de que resulta una amenaza para la
Constitución. No hay presidente comparable a Trump.

–Uno de los elementos de conflicto en el orden mundial es, por supuesto,


Rusia. Algunos dicen que Putin está resovietizando Rusia.
–En cierta medida podemos afirmarlo en el ámbito político, no en el económico.
Putin considera el colapso de la Unión Soviética la peor tragedia del siglo XX, el
siglo de dos guerras mundiales, el Holocausto, la Gran Depresión... No tiene
sentido. Putin guarda algunas semejanzas con los antiguos líderes soviéticos.
Quiere que Rusia sea una gran potencia, aunque sea a expensas de los derechos
individuales de los rusos y del imperio de la ley en la propia Rusia. Además, se
ha mostrado muy osado en su acción exterior. Su apoyo a Trump respondió sobre
todo al carácter antirruso en política exterior de Hillary Clinton.

–¿Cuál es su opinión sobre Obama?


–Obama centró su presidencia en el ámbito doméstico, y en política exterior fue
un presidente débil. América no ganó influencia durante su mandato.

–¿Está perdiendo Estados Unidos capacidad liderazgo?


–Estados Unidos sigue siendo la gran potencia mundial, la primera economía. Si
tuviera un presidente con valores sólidos y una política exterior clara, todavía
tendría la capacidad de desempeñar un papel importante en los asuntos
mundiales.

Trump no tiene ninguna idea clara sobre política exterior, por lo que, por
desgracia, mientras él sea el presidente, Estados Unidos va a ver disminuir su
influencia en el mundo
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pero-no-futuro-1276608596/

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