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5 medidas para acabar con la corrupción

La lacra de la corrupción ha estado presente en las economías desde los países en desarrollo
hasta los más ricos. Las soluciones se pueden encontrar alcanzando una mayor transparencia
en las instituciones.

13 de abril de 2016

El precio de la corrupción se paga muy alto. Los costes de las corruptelas españolas se elevan,
según algunos estudios, hasta casi 90.000 millones de euros cada año. Hay otros que lo cifran
en 7.500 desde que entró la democracia. Sin embargo, abundan las investigaciones en las que
el saqueo supera los más de 40.000 millones de euros.

En la última legislatura se detuvieron a un total de 7.140 personas por delitos de corrupción

Las detenciones aumentaron considerablemente en la última legislatura en la que se


detuvieron un total de 7.140 personasrelacionadas con delitos de corrupción, se pasó de 389
detenciones en 2010 a 2.442 en 2015. Este problema se ha establecido en la agenda
informativa de los medios y en una de las preocupaciones de la sociedad. Las administraciones
han proclamado sus intenciones de atajar el fraude en las instituciones públicas, pero todavía
hay que formular y aplicar medidas efectivas para lograrlo.

La organización Transparencia Internacional que trabaja para eliminar la corrupción en todos


los niveles de la administración desde todas las partes del mundo, ha establecido las medidas
más importantes para acabar con el saqueo. A través de estos pasos los ciudadanos y
gobiernos pueden dar un paso en el progreso hacia sociedades más justas y con las cuentas
claras.

 Fin de la impunidad. La organización apuesta por el refuerzo de la Justicia mediante


modificaciones legislativas para que este tipo de delitos no queden impunes. Aunque
estas medidas son competencia de los gobiernos, la sociedad civil también tiene a su
alcance herramientas para dejar evidencia de los casos de corrupción que conocen y
pueden probar. Mediante el portal Unmask The Corrupt los ciudadanos pueden
conocer de una manera interactiva todos los casos de corrupción que se han publicado
en todas las partes del mundo.

 Reforma de la administración. Un aumento en el control de la distribución de los


fondos derivados de los presupuestos de cada ejercicio puede favorecer la eficiencia y
claridad de este proceso en el que cobrarían una gran importancia las auditorías
públicas.

 Mayor transparencia. Mejorar la transparencia en todos los niveles deja más


expuestos los posibles delitos cometidos por lo que el riesgo de que salgan a la luz es
más elevado. Una buena accesibilidad a la información transmite más confianza a los
ciudadanos.
 Poder ciudadano. La concienciación de la sociedad de que la corrupción es un
problema endémico que se elimina con la colaboración de todos los ciudadanos. Un
mayor concepción de estos delitos permite un progreso más acelerado en su
erradicación.

 Control financiero internacional. El capital defraudado va a parar habitualmente ha


paraísos fiscales o cuentas en el extranjero donde los defraudadores conservan
impunemente y con total libertad el dinero que han acumulado de forma ilícita. Un
control exhaustivo de estas vías de evasión acortarían el cerco a la corrupción.

La corrupción constituye un obstáculo enorme para el desarrollo económico y social y para el


logro del objetivo mundial de poner fin a la pobreza extrema a más tardar en 2030, pero
sabemos que podemos y debemos hacer mucho más por luchar contra ese flagelo.

La corrupción equivale, simplemente, a robar a los pobres. Constituye un doble menoscabo


del crecimiento y la prosperidad, en lo que se refiere no solo al desvío de recursos de sus fines
previstos sino también a los efectos a largo plazo de los servicios que no se prestan: falta de
vacunación, falta de suministro de útiles escolares, falta de construcción de caminos. En mis
viajes por el mundo he visto el efecto corrosivo de la corrupción en la vida de los pobres, y el
consiguiente deterioro pronunciado de la confianza de los ciudadanos en sus Gobiernos.

Hace 20 años, mi predecesor James Wolfensohn pronunció un discurso de vanguardia en el


que exhortó al mundo a tomar medidas de lucha contra el que denominó "cáncer de la
corrupción". Desde entonces, hemos trabajado incansablemente para convertir las
aspiraciones en acción: tenemos una política detolerancia cero a la corrupción, hemos abierto
el Banco Mundial a escrutinio, y estamos influyendo en los Gobiernos y el sector privado para
que adopten medidas amplias para prevenir la corrupción.

Ahora es tiempo de avanzar más. Me uno al primer ministro Cameron, al presidente Buhari y
al secretario Kerry en un llamado a la acción a los Gobiernos, la sociedad civil, el sector privado
y los organismos internacionales en el marco de una nueva agenda basada en el pedido de
transparencia y responsabilidad formulado por los ciudadanos, una agenda que se valga del
aporte de todos los asociados y todos los instrumentos disponibles. Se trata de una agenda
basada en lo que en el Banco Mundial llamamos una "transparencia radical", que es un
reconocimiento tanto de la inevitable aceleración mundial de una transparencia que se está
convirtiendo en un imperativo para nosotros como de nuestro propio compromiso de valernos
de esta transparencia para luchar contra la corrupción de manera más eficaz.

Primero, debemos seguir insistiendo en obtener más información y lograr más transparencia
en cuanto a los fondos públicos. En Sierra Leona, en colaboración con el Departamento de
Desarrollo Internacional del Gobierno del Reino Unido (DFID) y nuestros homólogos de las
Naciones Unidas, ayudamos a las autoridades a diseñar e implementar un sistema de
transferencias seguro que permitió garantizar que el monto adecuado de dinero llegara a las
personas adecuadas a tiempo, de manera transparente y responsable. Esto no solo contribuyó
a la lucha contra la epidemia de ébola, sino que también reforzó la confianza de la población
en la lucha del Gobierno contra el brote de esa enfermedad.

La publicación de los papeles de Panamá nos recuerda la rápida expansión y el poder de la


transparencia, y dio lugar a que se llamara a poner fin a los paraísos tributarios para los muy
acaudalados que ocultan su dinero de los Gobiernos.

Transparencia radical. No hay marcha atrás. Debemos garantizar que la mayor transparencia
impulse la prevención y el descubrimiento de la corrupción en los años venideros. De cara al
futuro, estamos dispuestos a apoyar nuevos acuerdos internacionales que establezcan normas
y sistemas que mejoren el intercambio de información entre los países para evitar el flujo
ilícito de fondos.

Segundo, debemos usar la innovación y la tecnología para impulsar el cambio en todo el


mundo. La tecnología nos puede ayudar a mejorar la prestación de servicios y aumentar el
escrutinio de cómo se usan los fondos. El uso de tarjetas inteligentes biométricas en India ha
dado lugar a que se desvíen menos recursos de sus fines previstos, los titulares de esas tarjetas
recibieron 35 % más dinero en relación con un programa público de empleo y recibieron sus
pagos un 30 % más rápido que otros beneficiarios del programa. En Mindanao (Filipinas), el
seguimiento geoespacial y la fotografía digital han contribuido a la construcción oportuna de
caminos en zonas sumidas en conflictos.

Tercero, debemos hacer más para lograr la participación de los ciudadanos y el sector privado.
Si bien la información se está volviendo más accesible, es preocupante que en muchos casos se
esté reduciendo el espacio para que los ciudadanos y las organizaciones no estatales expresen
sus objeciones. La muerte de activistas, como Berta Cáceres, Nelson García y tantos otros en
Honduras, ha tenido un efecto paralizador en la responsabilidad. Debemos hacer todo lo que
podamos para proteger a los defensores de la transparencia.

Por último, sabemos que en la lucha eficaz contra la corrupción debe colaborar una amplia
coalición de líderes del Gobierno y de fuera del Gobierno. Si bien el diálogo mundial sobre la
corrupción con frecuencia se ha centrado en ese flagelo en el mundo en desarrollo, lo ocurrido
en los últimos tiempos destaca el papel cumplido por las políticas y las prácticas de los países
desarrollados que permiten que haya corrupción. Estudios realizados han demostrado que los
activos mal habidos suelen guardarse en países desarrollados, lo que empobrece más a los
países en desarrollo.

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