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HASTA 1714
Es durante el renacimiento, entre los siglos XIII i XIV, cuando entra en escena el
uso del término "Principado", que no es más que el término medieval con que se
designaban los estados soberanos organizados en forma de monarquía
constitucional, a imagen y semejanza del modelo imperial romano, en contraste
con las monarquías absolutas, no constitucionales, que se llamaban "Reinos",
siguiendo el modelo gótico de estado.
En el caso catalán, no fue hasta el siglo XIV, concretamente, desde el año 1350,
que, por obra del rey Pere III el Ceremonioso, "Principado de Cataluña" se usó
como parte de la nomenclatura legislativa oficial. A partir de aquel entonces en
adelante, esta entidad política, el Principado de Cataluña, formó parte de distintas
monarquías compuestas tales como la Corona de Aragón, la Monarquía de los
Austrias o incluso de la Monarquía de Francia durante un breve período de tiempo
(1641-1652), encontrándose en todos los casos en pie de igualdad con otros
estados que componían tales monarquías, como fueron el Reino de Castilla, el
Reino de Aragón, el Reino de Valencia, el Ducado de Milán, por citar algunas. Esta
afirmación nos la constatan los coetáneos, como por ejemplo, el cronista castellano
Pedro Salazar de Mendoza (ss. XVI y XVII), quien, en su crónica Monarquía de
España, hablaba de la comunidad política catalana, afirmando: << El Principado de
Cataluña, en grandeza y autoridad, puede competir con qualquier Reyno del
mundo sin quedarle á deber nada >>.
Así pues, incluso con la aniquilación manu militari del estado catalán histórico
como consecuencia de la Guerra de Sucesión (1705-1714), siendo a partir de
aquel momento el territorio catalán anexionado forzosamente a Castilla y más
tarde convertido en una mera región del nuevo y unificado Reino de España de los
Borbones, el nombre de "Principado" continuó siendo usado, por la fuerza del
costumbre, para designar al territorio catalán, como atestigua el decreto de <<
Nueva Planta de la Real Audiencia del Principado de Cataluña >> de 1716.
Otra de las mentiras que se han instalado, por interés político del poder central
español, en el (des)conocimiento popular e incluso académico de la história de
Cataluña, es la que argumenta que "Cataluña nunca fue un Reino" como base para
desmerecer la soberanía histórica del Principado de Cataluña y para justificar una
visión completamente falsa de la história de la península iberica según la cual
Cataluña nunca ha sido una entidad política soberana o independiente.
La consecuencia de todo ello era que el rey católico no tenía los mismos poderes
en sus distintos Estados. Así, mientras en la Corona de Castilla gozaba de una
amplia libertad de acción debido a la debilidad de las Cortes de Castilla tras la
derrota de la revuelta de las Comunidades de Castilla en la tercera década del
siglo XVI, en los estados de la Corona de Aragón —y en Portugal cuando estuvo
unido a la Corona entre 1580 y 1668— su autoridad estaba considerablemente
limitada por las leyes e instituciones de cada uno de ellos. Esto explica que Castilla
soportara la mayor carga de los gastos de la Monarquía,a pero que también gozara
del beneficio de constituir el núcleo central de la misma —por ejemplo, la inmensa
mayoría de los cargos eran ocupados por la nobleza castellana y por juristas
castellanos— y que quedara adscrita a su Corona el Imperio de las Indias.
A principios del siglo XVII, la situación de Castilla —de donde hasta entonces
habían salido los hombres y los impuestos que necesitaron Carlos I y Felipe II para
su política hegemónica en Europa— ya no era la misma que la del siglo anterior —
como ha señalado Joseph Pérez, Castilla "se hallaba exhausta, arruinada,
agobiada después de un siglo de guerras casi continuas"— lo que junto con la
caída de las remesas de metales preciosos de las Indias provocó la crisis de la
Hacienda real, que se acentuó cuando comenzó la Guerra de los Treinta Años
(1618-1648).
La primera reforma que introdujo Felipe V fue en la corte de Madrid. Siguiendo las
indicaciones del embajador francés Marqués de Harcourt, formó un "consejo de
Despacho" —máximo órgano de gobierno de la Monarquía por encima de los
Consejos establecidos por los Austrias— al que pronto se unió el embajador
francés, por imposición de Luis XIV, ya que en seguida quedó claro, según la
historiadora francesa Janine Fayard, que "Luis XIV iba a actuar como el verdadero
dueño de España". Así en junio de 1701 envió a la corte de Madrid a Jean Orry
para que se ocupara de sanear y aumentar los recursos de la Hacienda de la
Monarquía.
En ese mismo mes de mayo en una reunión del Despacho se acordó «establecer
las leyes que fuera servido con plena libertad y sin limitación alguna, ni atención a
los fueros que han tenido por lo pasado». El 16 de mayo Luis XIV interviene en el
debate decantándose a favor de la postura abolicionista defendida por Amelot para
afianzar así el poder absoluto de Felipe V:
"Una de las primeras ventajas que el rey mi nieto obtendrá sin duda de su sumisión
[de los estados de la Corona de Aragón] será la de establecer allí su autoridad de
manera absoluta y aniquilar todos los privilegios que sirven de pretexto a estas
provincias para ser exentas a la hora de contribuir a las necesidades del Estado"
el segundo, el dominio absoluto del que gozaba el rey en todos los reinos y
estados de su Monarquía:
"del justo derecho de la conquista que de ellos han hecho últimamente mis armas
con el motivo de su rebelión"
El decreto mantiene el derecho civil, penal y procesal, al igual que el Consulado del
Mar y la jurisdicción que éste ejercía, y no afectó al régimen político-administrativo
del Valle de Arán por lo que éste no fue incorporado a ninguno de los nuevos
corregimientos en que se dividió el Principado de Cataluña.
En la cuestión lingüística, EL CATALÁN DEJO DE SER LA ÚNICA LENGUA
OFICIAL DEL PRINCIPADO DE CATALUÑA QUE HASTA ENTONCES HABÍA
SIDO Y TODOS LOS DOCUMENTOS DE LAS DIVERSAS NUEVAS
INSTITUCIONES POLÍTICAS TUBIERON QUE SER REDACTADOS
OBLIGATORIAMENTE EN CASTELLANO, aunque, en el plano no institucional, el
siglo XVIII fue abundante en cuanto a publicación, por parte del pueblo catalán, de
DEFENSAS DE LA LENGUA CATALANA, incluyendo gramáticas y diccionarios con
el fin de preservar la lengua catalana, y el catalán siguió usándose tanto en la
documentación notarial como en la literatura no oficial. De todas formas CON LA
MONARQUIA BORBÓNICA SE ACENTUÓ MUCHO EL PROCESO DE
CASTELLANIZACIÓN DE LA CULTURA Y LA SOCIDEAD que venía dándose a lo
largo de toda la Edad Moderna, ESPECIALMENTE DESDE QUE LA MONARQUIA
Y LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA IMPUSIERAN LA CENSURA Y LA OBLIGACIÓN
DE IMPRIMIR LOS LIBROS EN CASTELLANO de tal modo muchos escritores
catalanes de los siglos XVI y XVII fueron obligados a publicar sus obras en
castellano, o no publicarlas.
A nivel interno Felipe V puso fin a la Corona de Aragón por la vía militar y abolió las
instituciones y leyes propias que regían los estados que la componían, instaurando
en su lugar un Estado absolutista, centralista y uniformista, inspirado en la
Monarquía absoluta de su abuelo Luis XIV y en algunas instituciones de la Corona
de Castilla. Así pues, se puede afirmar que los grandes derrotados de la guerra
fueron los austracistas defensores no sólo de los derechos de la dinastía de los
Austrias sino del mantenimiento del carácter "federal" de la Monarquía Hispánica.