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PLAN DE REDENCION

LA NUEVA ALIANZA

Los Antecedentes de la Nueva Alianza


Dios planeó colocar el hombre en la tierra, a fin de que éste fuese su reflejo,
manifestando su vida, su naturaleza y su gloria. Dios anhelaba que el hombre lo recibiese como
su vida adentro de su espíritu. Dios dice en Génesis las 1:26 “Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme nuestra semejanza”. Y así, el hombre, creado por Dios, andaba en la tierra
expresando la naturaleza de quien lo creara para esto. Lamentablemente, este hombre traicionó
el propósito de Dios, no lo recibió en su espíritu y dio al demonio la posesión de aquello que
le había sido entregue. Dió la tierra y a sí mismo, se vendió a la esclavitud del pecado y se
volvió esclavo del demonio. Dios, mientras no se dió por vencido, y estableció un plan. Este
plan divino es expresado en Génesis las 3:15, en este sentido: “Hiciste una alianza con el
hombre, dice Dios al demonio, y por el engaño entraste en la tierra. Pero Yo te digo que usaré la
mujer y colocaré dentro de ella mi semilla, no la semilla del hombre, por cuanto la semilla del
hombre fue corrompida. Colocaré mi semilla dentro de la mujer y esta semilla me hará venir a la
luz un hombre, porque yo di la tierra a los hijos de los hombres. Esa semilla hará una alianza de
sangre con el hombre y quebrará tu poder”. Pasaron dos mil años, Dios comienza a poner en
marcha su Plan que vendrá a través de una alianza de sangre. Vendrá por un pacto, un
testamento.
La primera sangre derramada en la Biblia fue en el Edén. Fue Dios mismo quien inmoló
el primer cordero y derramó su sangre sobre la tierra. Ese derramamiento de sangre se hizo
necesario porque entre Dios y Adán había una alianza y cuando una alianza es rota, la muerte
debe venir sobre la parte infiel. El cordero murió en el lugar del hombre y su piel cubrió la
desnudez de este. Por toda la Biblia, vemos esta sangre. Sólo en el libro de Apocalipsis, por
veintiocho veces Jesús es llamado de Cordero de Dios, el cordero que vertió sangre.

¿Qué es una Alianza de Sangre?

La vida está en la sangre y ésta es vida. Donde hay derramamiento de sangre, hubo
muerte, hubo derramamiento de vida. La alianza de sangre celebrada hace mucho tiempo por los
pueblos antiguos nació en el corazón de Dios. Es un contrato entre dos personas, tan sagrado, tan
serio, que jamás podrá ser roto, bajo pena de muerte. Por este contrato, todas las cosas se vuelven
en común. Lo que es suyo, se vuelve mío, y lo que es mío, se vuelve suyo. Mis bienes son suyos,
sus bienes son míos, mis deudas son suyas, sus deudas son mías. Yo no tengo más que pedir,
puedo coger de todo cuanto es suyo como si fuese mío y usted puede coger de todo cuanto es
mío como siendo suyo. Todos los pueblos antiguos conocen la alianza de sangre. Aún hoy, entre
los africanos y los orientales, la alianza de sangre está presente. El demonio sabe del poder que
hay tras una alianza de sangre, y por eso mismo la usa también. El ocultismo, la masonería y
toda suerte de cultos satánicos la conocen y la practican. Mientras, la alianza de sangre nació de
Dios. Varias eran las ceremonias que los hebreos seguían cuando hacían una alianza de sangre
con alguien. De ellas era el cambio de túnica: La ropa simbolizaba la vida y cuando se sacaba la
túnica y la daba a alguien, eso significaba que se estaba dando la propia vida. Otra ceremonia era
el cambio del cinto que servía para ajustar el arma. El cinto simboliza, en ese contexto,

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seguridad. Cuando se cambiaban los cintos se quería decir: te doy mi seguridad y mi defensa.
Quien lucha contra ti, lucha contra mí.
Otro ceremonial era cortar el cordero en partes. Era muerto el animal y una mitad era
colocada en frente de la otra y ambos caminaban por entre las partes formando la figura de un
ocho acostado, que significa el infinito. El significado es éste: Yo morí, tú moriste, comenzamos
una nueva vida como compañeros de alianza. Otra ceremonia era el corte de la mano o de la
muñeca. Después de los cortes, se juntaba éstos, significando: Nuestras vidas se mezclan,
porque la vida está en la sangre.
Aún otra era partir el pan juntos y el beber del cáliz. Eso acontece hasta el día de hoy.
Cuando dos personas comen juntas, esto significa: Mi vida está entrando en la tuya, tu vida está
entrando en la mía. Somos hermanos de sangre, hermanos de alianza. Otro ceremonial era el
cambio de nombres. Paso a recibir su nombre y usted recibe el mío, significando: Tengo ahora
derecho a todo cuanto tu nombre tiene derecho y tú tienes derecho a todo cuanto mi nombre tiene
derecho. A veces, plantaban un árbol como memorial o cambiaban ovejas para que generen
frutos con ese fin. En la presencia del memorial, los términos de la alianza eran escritos. En
todas ellas había bendiciones consecuentes de la fidelidad a la alianza, o entonces maldiciones
consecuentes de la quiebra de la alianza.

Sólo un Hijo del Hombre puede actuar legalmente en la tierra

Cuando Dios vino al encuentro del hombre, Él no vino por el engaño, como Satanás, sino
vino con la alianza de sangre. La palabra “alianza”, en el hebraico significa cortar con
derramamiento de sangre y andar por entre las partes. El Nuevo Testamento también es una
alianza de sangre.
Dios tenía el plan de traer su semilla a la tierra, con el fin de retomar la tierra de
las manos del demonio y derrotarlo. Dios dio la tierra a los hijos de los hombres, conforme el
Salmo 115,16. Pero ese hombre quiebra la alianza y hace a toda la tierra y toda su descendencia
culpable. Pero, porque la tierra es de los hombres, solamente un hombre podría ser instrumento
legítimo de redención. Mientras, todos los hombres sobre la tierra estaban descalificados para
volverse ese instrumento. Si un hombre fue instrumento de caída, un hombre debía ser
instrumento de redención. No de la descendencia de Adán, porque la semilla de este está
contaminada por el pecado y como cada semilla produce de acuerdo con su especie, toda la
descendencia de Adán está contaminada.
Dios, entonces, sin violar Su palabra y su alianza, concibe un plan para entrar legalmente
en la tierra. Si la tierra era de los hombres, sólo un hombre en la tierra podría ser instrumento y
canal de la acción de Dios en el planeta. Dios, entonces, se hace hombre y sin violar nada, entra
por la puerta. La puerta es el nacimiento de mujer. En Juan, capítulo diez, Jesús habla de dos
formas de actuar en la tierra: como el ladrón de ovejas que salta la cerca o como pastor que entra
por la puerta. El corral es la tierra, las ovejas son los hijos de los hombres y la puerta de entrada
en la tierra es el nacimiento de mujer. Satanás no nació aquí, él no es hombre, ni hijo de hombre,
ascendió ilegalmente, pidió un préstamo el cuerpo de la serpiente.
La alianza del Nuevo Testamento comienza con Abran y Dios, a través de esa alianza,
abre una forma legal de actuar en la tierra. Dios tiene en vista su semilla; todo cuanto haga tendrá
en mente esa su semilla: El Cristo.

La nueva alianza Procede de la alianza Abrahámica


En el capítulo doce de Génesis, el Señor dice a Abran: “Sal de tu tierra y de tu parentela
y ve para la tierra que yo te mostraré. Te bendeciré y tú serás una bendición. En ti serán benditas
todas las familias de la tierra”. Cuando Dios llama a Abran, Él no tiene en vista la descendencia

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física de este, sino tiene en vista su propia semilla que vendría a través de la descendencia de
Abran. Es lo que dice Gálatas 3:15 y 16: “... Una alianza, una vez confirmada, aunque humana,
nadie la revoca o añade cosa alguna, ahora, las promesas fueron hechas a Abran y a su
descendencia. No dice: y a los descendientes, como si hablara de muchos, sino como de uno
solo: y tu descendiente, que es Cristo”.
Cuando Dios ve a Abran, Ve su semilla. Ve al hombre que apabullará la cabeza de la
serpiente. Y al entrar en alianza con Abraham, practica todos los rituales que mencioné arriba.
No le da a Abraham una túnica, sino un escudo. El Señor llega a Abraham y le dice: “Soy tu
escudo” (Gn. 15:1). Quien lucha contra ti, lucha contra mí, estás oculto en mí. Cuando llega la
hora de partir los animales, Dios le pide que tome tres animales de la tierra y dos aves del cielo
(Gn. 15:9). Abraham no espera ningún detalle porque sabe que es una alianza. Parte los
animales al medio y coloca sus mitades, una en frente de la otra, pero las aves no la parte. No las
parte porque son símbolos de la Trinidad del cielo y Dios no puede morir. ¿Por qué son
solamente dos aves? Porque la tercera, que es Jesús, bajaría del cielo, tomaría el lugar del
hombre y moriría. Abran entonces aguarda que Dios venga a caminar por entre las partes, pero
aves de rapiña vienen sobre los animales inmolados, intentando robar las carnes. Es un símbolo
de Satanás, que quiere destruir la alianza antes que ella suceda. Sin embargo, Dios hizo caer
pesado sueño sobre Abran (Gn. 15:12) queriendo decir con esto que la alianza nada tendría que
ver directamente con el hombre Abran, y que éste no conseguiría espantar las aves de rapiña.
Mientras Abran dormía, Dios mismo estaba estableciendo la alianza, y cuando despierta, ve que
caminando por entre las partes estaban dos personas, un hornillo humeante y una antorcha de
fuego. El primero era Dios Padre. Era así como se presentaba en el Sinaí. El segundo es Jesús.
Éste toma el lugar de Abran para hacer una alianza con Dios Padre. Dios no podía caminar por
entre las partes con Abran, porque en una alianza de sangre todo se vuelve común a ambos, y
Abran era pecador y Dios no puede mezclarse con el pecado. Mientras, el plan de Dios era traer
su semilla, que sería un hombre. Así, esta semilla, el Cristo de Dios toma el lugar de Abran y
hace con que esta alianza sea entre Dios y el hombre, al mismo tiempo que es entre Dios y Dios.
El Señor determina que Abran se circuncide en la carne de su prepucio como señal perpetua de
alianza entre Dios y sus generaciones. La marca de la alianza se quedaba en el órgano
reproductor porque la alianza era con Abran y su descendencia, hasta llegar la semilla a quien las
promesas fueron hechas y en quien todas las familias de la tierra serían benditas.
El nombre de Abran fue alterado por Dios que retiró parte de su propio nombre,
colocándolo en medio al nombre de Abran. En el hebreo, el nombre de Dios es compuesto por
cuatro letras, es el impronunciable YHVH. “H” correspondiente a la “H” de nuestro
abecedario, tiene un sonido fuerte y aspirado sin voz que equivale más o menos a un soplo.
Dice respecto a la vida que Dios, tiene en sí mismo. En el Edén, Él sopló, de sí mismo creando
el espíritu eterno del hombre, ahora en la alianza con Abran Dios sopla nuevamente a sí mismo
para adentro del nombre de Abran. En medio al nombre de Abran, Dios coloca su soplo, Su
Espíritu, su vida y su propio nombre. Dios también añade el nombre de Abraham a Su propio
nombre pasando a llamarse “Dios de Abraham”. Éste es su sobre nombre, que por la alianza,
significa: “Todo lo que es de Abraham es mío”. Y Abraham significa: “Todo lo que es de Dios
es mío”. Ésta es la alianza de sangre. En nuestra traducción del hebreo la letra (Alef ) que tiene
sonido de “H” es traducida como “A”. Así, Abraham se vuelve Abraham.
Dios ahora nada puede negar a Abraham. Ambos son cabeza de alianza. El Señor,
finalmente, tiene en la tierra, una boca, un cuerpo. Finalmente, Entra legalmente en la tierra, vía
alianza de sangre. Los hijos de Abraham serán hijos de Dios, y es a partir de esto que los
propósitos de él se desenrollaran sobre la tierra. Dios tiene hombres en el planeta. Es por eso que
Dios, cuando planea destruir Sodoma, se pregunta a sí mismo: “ ¿puedo ocultar lo que voy a
hacer a Abraham? ¡De modo Alguno! Nada hago en la tierra sin hablar con mi compañero de
alianza. Y fue Abraham quien planteó los límites, no fue Dios:

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- Tú no destruirás el justo con el impío. ¿Si hay cincuenta justos?
- Si hay cincuenta justos, no destruiré la ciudad.
- ¿Pero se faltaran cinco? ¿Si hay cuarenta y cinco justos?
- OK, no los destruiré.
- ¿Quizá cuarenta o treinta?
- No los destruiré.
- Sólo una vez más...¡diez!
- OK, por amor de los diez no destruiré Sodoma.
Quien estableció los límites fue Abraham. Cuando entendamos las realidades de la
alianza que Dios tiene con nosotros y nuestra autoridad consecuente de ella, no habrá límites
para la intercesión.
Cuando el Señor decretó el juicio sobre Sodoma y Gomorra, la Biblia dice: “ se
recordó de Abraham y sacó a Lót.” No fue a causa de Lót, fue a causa del hombre de la alianza.
Dios es fiel a su alianza.
Abraham tendrá todo lo que quiera de Dios, pero delante de las huestes celestiales,
delante de Satanás, sus príncipes y potestades podría levantarse una duda. Satanás podría
cuestionar la validez de la alianza: ¿Será qué Dios tendría todo de Abraham? Si Dios no tuviese
todo del compañero, esa alianza sería unilateral. Ahí es que viene la tremenda prueba de la
alianza en Génesis 22. Dios viene a Abraham y le hace un pedido. El da a su siervo un hijo
engendrado de una promesa, engendrado por la palabra. La palabra es Espíritu, es semilla, es
vida, la palabra produce exactamente lo que dice. Cuando Sara, esposa de Abraham tenía 89
años, y él 99 años, el útero de ella estaba muerto y envejecido, vino el ángel con la palabra que
es semilla y dijo: “ Dentro de un año, darás a la luz un hijo”. Esa palabra enviada por Dios
penetró en el útero muerto de Sara, y revivió. La promesa creaba vida y el hijo viene: Es el hijo
único, amado. Todo lo que Dios hace tiene en vista Su semilla. Un día, mandará un ángel a una
hija de Abraham. Su útero será virgen, pero el ángel traerá una palabra y dirá: “Darás a la luz un
hijo”. Esta palabra entrará en el útero de la virgen y va hacerla concebir trayendo a la tierra el
hijo de la promesa. Y la promesa se materializará. La palabra hará carne y habitará entre
nosotros. Será la semilla de Dios en la tierra, no de Abraham, porque su semilla está corrompida.
La alianza permitirá a Dios hacer esto de acuerdo con sus reglas. Todo será legal. Dios entonces
dice: “Abraham, dame TU HIJO, TU ÚNICO HIJO, a quien amas, en sacrificio. Él no duda
porque es hombre de alianza y por este pacto, su compañero, Dios, no necesita pedir, ordena y
está hecho. Hay una expectativa en la tierra, en las regiones celestiales. Ángeles y demonios se
quedan en suspenso, aguardan... Será la ratificación de la alianza. ¿Tendrá Dios del Hombre todo
lo que quiera?
Abraham no duda, toma su hijo, su único hijo y por TRES Días va rumbo al monte del
sacrificio. Por aquellos tres días Isaac, que es un tipo de Cristo, estaba como muerto, estaba
debajo de un decreto de muerte. Cada vez que Abraham lo veía, lo veía muerto, en el altar,
inmolado. Al llegar al pie del monte, Abraham dice a sus siervos: os quedéis aquí mientras yo y
el muchacho vamos a adorar, y después de que adoremos volveremos a ustedes. Yo podría
preguntar a Abraham:
- ¿Estás delirando? ¿Estás mintiendo? ¿Vas a inmolar a tu hijo?
- ¡Voy!
- ¿Cómo Volverás con él?
- No sé, pero voy a volver. Dios dijo: “ En Isaac será llamada tu descendencia”. Muerto
no engendra y Dios no puede mentir. Qué va a hacer El, no tengo idea, pero qué vuelvo con mi
hijo vivo, ¡vuelvo! Haré lo que Dios ordenó y Él hará lo que me prometió.

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El autor de los Hebreos declara que cuando Abraham fue puesto a prueba, no dudó en
dar a su único hijo, porque sabía que Dios era poderoso hasta para resucitarlo entre los muertos,
de dónde lo recobró, aunque no hubiese un único testimonio en la historia de que un muerto
hubiese resucitado. La palabra dice sobre Abraham: “ Creyó Abraham en Dios y le fue contado
por justicia”. El sentido en el original de eso es: Abraham se entregó a Dios con todo lo que era y
que viniese a ser.
En el monte del sacrificio, irguió la mano para inmolar su hijo y en aquel momento de
muerte, doloroso y desesperante, antes de bajar el cuchillo en el pecho de su único hijo, éste le
hizo una pregunta: “ ¿Dónde está el cordero? “ Abraham levanta los ojos al cielo, y como
profeta, como cabeza de alianza, puede decir ahora lo que él quiere de Dios. Así, él decreta,
declara, pide y profetiza: “Dios proveerá a sí mismo el cordero, mi hijo “. Al decir esta frase,
estaba tanto contestando a la pregunta de Isaac proféticamente, como diciendo que el cordero
que Dios proveería a sí, sería también su hijo: Cristo Jesús.
Sonó la voz de la tierra hasta el trono de Dios. El hombre de la alianza decreta: Llegará el
momento en el que Dios proveerá su propio cordero, hijo de mujer, engendrado por la semilla de
Dios, por la palabra de Dios. El hijo de Dios será su cordero. Estoy dando mi hijo. Abraham,
entonces coloca el nombre de aquel monte: Jehová Jiréh, el Señor proveerá. ¿Proveerá que? El
cordero, Hijo de Abraham e Hijo de Dios. Al bajar la mano sobre el niño, se oyó una voz del
cielo: Abraham, no hagas mal al niño, porque ahora sé que temes a Dios. En el tribunal eterno,
en las huestes celestiales, en el reino del espíritu, está comprobado: Dios tiene todo lo que quiere
de Abraham. Dios tiene todo del hombre: ¡está consumado! La alianza está ratificada para
siempre y en ella los propósitos de Dios estarán establecidos y los de Satanás irremediablemente
fracasados.
Abraham mira y ve un carnero. No confunda este carnero con el cordero. Abraham tuvo
un substituto para su hijo, pero Dios no tendrá uno para el suyo. Habló por segunda vez la voz
del Señor y dijo: “Juré por mí mismo, dice el Señor...” ¿Qué es eso? El juramento de la alianza.
En toda alianza hay los términos de la alianza, los participantes de ella, los sellos, las promesas y
el juramento. El escritor de los Hebreos declara: “ Cuándo Dios quiso confirmar la promesa con
juramento, no habiendo nadie superior a sí por quién jurar, ¿juró por sí mismo. ¿Qué significa
esto? Era el decreto de Dios: cumplo la alianza o muero. Como Dios no puede morir, la alianza
no puede ser rota.
Dios entonces dice en juramento a su siervo: “Por cuanto no me negaste tu hijo, tu único
hijo, oyendo mi voz...” La palabra POR CUANTO quiere decir: en función de lo que hiciera
Abraham, Dios ahora tenía el camino libre para hacer lo que quisiese. “ Te voy a bendecir,
multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y la arenas del mar y tu
DESCENDENCIA poseerá las puertas de su adversario”
(Gn. 13:14 al 18; 17:6-8 y 24:60).
Dios tiene en la mira el Cristo y cuando dice tu descendencia, tu semilla, está viendo a
Cristo siendo engendrado a través de la descendencia de Abraham.
“ Voy a traer a la tierra mi hijo, amado, tu descendiente, engendrado de tus entrañas a
través de una virgen que saldrá de tus lomos. Éste mi hijo apabullará a Satanás y se colocará a la
puerta del infierno como Señor de la vida y de la muerte y en él todas las familias de la tierra
serán benditas por cuanto tu, Abraham, oíste mi voz.
En el decorrer de la historia de los hijos de Abraham, los profetas empiezan a anunciar:
hay un hijo que viene. Dios usa los profetas para “hablar la palabra”, porque nada el Señor hace
en la tierra sin que antes sea ordenado por un hombre.
Isaías declara: “ Ésta será la señal: la virgen concebirá y dará a la luz un hijo y su
nombre será Emanuel, que significa “ Dios con nosotros”, el gobierno, el principado estará
sobre sus hombros, Va a reinar sobre la tierra. Un hijo nos nació, un niño nos es dado. Un

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hombre ha de venir. Los días pasan, los profetas se silencian, y por cerca de 400 años no vemos
nadie más. Mientras, todos los años, fielmente, los judíos se reunían para conmemorar el
cordero. Ésa es la conmemoración de lo que llamamos la pascua.
Cuando finalmente Jesús cumple su misión, al levantar el cáliz, dice: “ ¡Éste es mi
sangre, la sangre de la Nueva Alianza”. Aleluya! Vino a extender a todos los hombres la
posibilidad de que entren en alianza de sangre con Dios. La Nueva alianza abre esta oportunidad
para usted y para mí.

LA PLENA SALVACIÓN DE DIOS

1.- EL PLAN DE DIOS


En esta sección abordaremos sobre la plena salvación de Dios. ¿Cuál es su significado?
¿Por qué necesitamos ser salvos? ¿Salvos de que y para que? ¿Por qué anhela Dios salvarnos y
cómo? ¿Qué debemos hacer para ser salvos? Hay una larga lista de cuestiones a considerar.
Buscaremos contestarlas aquí de forma sencilla y usted podrá conocer más sobre la salvación de
Dios.

El Propósito Eterno de Dios


¿Cuál es el propósito eterno de Dios? El propósito eterno de Dios es tener un grupo de
personas a Su imagen y semejanza. Dios anhela que el hombre sea llenado con Él mismo como
vida a fin de expresarlo y tenga su dominio para representarlo. Éste es un propósito eterno
porque fue planeado por Dios antes del inicio del tiempo y jamás se alterará.

El Enemigo de Dios
Antes sin embargo que Dios pudiese realizar su propósito, Satanás, su enemigo, entró en
escena, engañó al hombre e inyectó en él su propia vida y naturaleza pecaminosa. Con eso, el
hombre cayó en una situación lamentable, practicando actos pecaminosos y aún poseyendo una
naturaleza pecaminosa que lo arruinó para el gran propósito de Dios.
La Salvación de Dios
¡Sin embargo, Dios no puede ser derrotado! A pesar de la caída del hombre y de haber
fracasado en su plan, él aún lo amaba y no podía ser removido de Su propósito. De allí, Dios
actuó para salvar al hombre a fin de realizar su propósito eterno. Tal acción es su plena
salvación.

La Filiación
El objetivo de Dios es la “filiación”. En la Biblia, esta palabra significa dos cosas
principales: madurez en Dios y la posición para heredar todo lo que Dios es y tiene. No significa
solamente ser hijo. Un niño tiene la vida de su padre, pero por no estar totalmente maduro, no
puede heredar todo lo que su padre tiene para darle. Estará apto para recibir la herencia cuando
crezca y esté maduro. De semejante modo, Dios nos escogió para ser Sus hijos, llenos de su vida,
crecidos y maduros. Puede poseer la vida del Padre, que lo torna Su hijo. Pero la voluntad de
Dios no es para ser sólo Su hijo, sino, para ser Su hijo totalmente maduro. Solamente en esas
condiciones estará calificado para heredar todo cuanto Él es e hizo por usted.
Después de la caída del hombre, todo la raza humana se volvió pecadora, hijos del
demonio (Juan 8:44). Pero Dios nos escogió para ser Sus hijos. ¡Qué maravilloso! A pesar de no
parecernos tanto a Él, su elección nos da la confianza de que un día seremos hijos de Dios

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totalmente crecidos, llenos de Su vida para expresarlo y llenos de Su dominio para representarlo.
Esto es la iglesia hoy, el Cuerpo de Cristo, y será la Nueva Jerusalén en el porvenir.

2 - El Objetivo de Dios -
La iglesia: El Cuerpo de Cristo

Todos los hijos de Dios poseen la vida de Dios. En verdad, la vida de Dios no es una
cosa, sino una Persona, el propio Dios. Tener esta vida es tener una Persona viva en nosotros, el
propio Dios vivo. Cuando esos muchos hombres individuales son llenados por el único Dios
vivo, se vuelven en un único hombre, un único cuerpo. Ellos se vuelven los muchos miembros
del Cuerpo de Cristo.
Observe su propio cuerpo. Posee una única vida. Cuando usted va para la escuela, todo su
ser va. Cuando va al trabajo, toda su persona va al trabajo. Todo cuanto haga, usted lo hace en
unidad, porque en usted no hay dos personas, sino una sola.
Con relación a Dios, Es uno y su propósito es expresado en esta unidad. Cuando tantas
personas individuales lo reciben como vida, ellas se vuelven uno con Dios, y son la iglesia, el
Cuerpo de Cristo. En la eternidad futura, tales personas compondrán la Nueva Jerusalén.
Al leer Efesios 3:9-11, percibirá que la iglesia no es algo que aconteció solamente
después que muchos fueron salvos. No, la iglesia fue planeada ya en la eternidad pasada. A
través de nuestra salvación en Cristo, la iglesia vino a la luz para expresar a Dios. Y ella
continuará siendo el objetivo eterno y el lugar de habitación de Dios por la eternidad, conforme
Apocalipsis 21,22.
La iglesia, por tanto, está compuesta por personas que tienen a Dios como su vida y están
siendo edificadas en Cristo. Son la expresión de Dios y representan a Dios con su autoridad.

3 - La creación del Hombre -


Un Florero Tripartito

Ya estudiamos sobre el maravilloso plan eterno de Dios. De acuerdo con este plan y
elección, Dios entonces creó los cielos y la tierra para el hombre. Finalmente, Creó al hombre, el
centro de Su creación, de forma muy especial.

A la Imagen y Semejanza de Dios


Dijo Dios en Génesis 1:26: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme nuestra
semejanza”. Aquí vemos que Dios creó al hombre diferentemente de cualquier otra criatura.
Todas las otras cosas fueron creadas según su propia especie. Solamente el hombre era según la
especie de Dios. El hombre es muy próximo de Dios. Una buena ilustración de eso es el guante y
la mano. El hombre está para Dios así como el guante está para la mano. El guante es hecho
conforme la forma de la mano, para que la mano pueda entrar en ella. El hombre fue creado
según la imagen de Dios y conforme su semejanza para que Dios pudiese entrar en él. Somos
muy especiales para Dios. Fuimos creados como un florero (Romanos 9:21-23), a la imagen de
Dios, para poder contenerlo y expresarlo. Nada de eso aconteció por accidente o por evolución.
Todo fue planeado por Dios para el cumplimiento de Su propósito eterno.

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El Hombre Trino
El hombre fue creado como un florero con el propósito de contener a Dios. Por eso, él
nos creó con tres partes: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23).

El Cuerpo
La primera parte del hombre es su cuerpo, la parte física. Fue creada por Dios del polvo
de la tierra y es el más superficial (Génesis 2:7). A través de nuestro cuerpo podemos tocar, ver,
oler y oír, esto es, contactar las cosas de la esfera material.

El Alma
El alma es la parte psicológica del hombre. Ésta es usted, su persona o su personalidad.
Está compuesta de tres partes u órganos: mente, voluntad y emoción. A fin de entender este
estudio, está usando su mente. Al saber que fue creado de manera muy especial por Dios, puede
estar estallando de alegría, esta parte es la emoción. Y por fin usted decide estudiar más la Biblia
para conocer más sobre Dios y el hombre. Tal decisión es hecha por la voluntad. Así, el alma es
la parte del hombre creada por Dios para poder conocer a Dios, amarlo y volver nuestro ser a Él,
a fin de ser saturados por Él, siendo Su expresión.

El Espíritu
El espíritu es la parte más profunda del hombre. La Biblia lo llama del hombre interior”
(Efesios 3:16) “u hombre interior del corazón” (1 Pedro 3:4) porque él es más profundo y más
difícil de conocer que las otras dos partes. De todas las criaturas de Dios, solamente el hombre
fue creado con un espíritu para contactarse con Dios y recibirlo. Si usted nunca se llegase a Dios,
no necesitaría jamás usar su espíritu. Precisa de su cuerpo y de su alma para su existencia
humana; pero, como usted fue hecho como un florero para contener a Dios; si no lo tienes como
su contenido en el espíritu, sentirás un gran vacío en tu interior. Nada tendrá sentido y nada
podrá satisfacerlo.
Dios anhela entrar en el espíritu del hombre, para ser su contenido y su satisfacción. De la
misma forma como ejercitamos nuestra mente en la escuela para aprender las cosas, necesitamos
también aprender a ejercitar nuestro espíritu, hacerlo funcionar adecuadamente, para que
entremos en contacto con Dios, conocerlo y tener comunión con Él.

4 - El Árbol y el Río de la Vida

El Hombre en el Jardín del Edén


Después de crear al hombre, Dios plantó un bello jardín y puso allí al hombre que había
formado. Había allí toda clase de árboles buenos para comida. En el centro del jardín, estaba el
árbol de la vida y junto a ella había un río. Dios colocó al hombre delante de ese árbol.
¿Cuál era, en aquel tiempo, la mayor necesidad del hombre? ¿Sería un empleo a fin de
lograr dinero para su sustento? No, todo cuanto necesitaba era providenciado por Dios. ¿Será que
Dios le dio instrucciones de cómo hacer el bien y ser un buen hombre? No, la única instrucción
de Dios cuando puso al hombre allí fue la de cultivar y guardar el jardín; y le ordenó comer de
todo árbol allí existente, excepto la del conocimiento del bien y del mal. Podemos percibir,

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entonces, que el hombre fue creado para servir a Dios, cultivando y guardando el jardín, y para
eso Dios necesitaba ser su vida.

El Árbol de la Vida
En toda descripción de la Biblia sobre el jardín del Edén, el punto crucial es que el árbol
de la vida estaba en el centro. Ese árbol simboliza a Dios como vida para el hombre. El jardín del
Edén era no solamente un lugar agradable y bello, sino un lugar donde el hombre podía recibir a
Dios como vida y ser llenado con Él mismo, a fin de cumplir su propósito eterno y satisfacerlo.

Vida Para Expresión de Dios


El hombre fue creado a la imagen y semejanza de Dios. Pero le faltaba aún recibir a Dios
como vida, como su contenido. Sin la vida de Dios, el hombre es totalmente incapaz y
descalificado para expresarlo y representarlo. Por ejemplo, una bombilla posee todos los
circuitos necesarios para brillar, pero sin la electricidad ella jamás cumplirá su función. El
hombre es una “bombilla” para expresar a Dios, la luz divina. Para eso, la “electricidad” divina,
la vida de Dios, necesita entrar en él.
Simbolizando a Cristo
Volvamos ahora a génesis 2:9-10. Después de crear al hombre, Dios no le recomendó
hacer el bien o hacer cualquiera otra cosa para expresarlo. En lugar de eso, Dios puso al hombre
delante del árbol de la vida para que éste pudiese tomarlo como vida, comiéndolo. El Nuevo
Testamento nos muestra que el árbol de la vida significa Dios encarnado en Cristo. Juan 1:4 dice
que “la vida estaba En él”. En Juan 14:6, el Señor Jesús dijo que Él es “el camino, la verdad y la
vida”. En Juan 10:10, “Vine para que tengan vida y vida en abundancia”. El Señor Jesús nos dijo
en Juan 6:57 para comer de él, y en Juan 15, que Él es la vid verdadera y nosotros ramas. Todos
esos versículos muestran que Jesucristo es vida para el hombre, como retratado por el árbol de la
vida. ¡Eso es maravilloso!

El Río de la Vida
Junto al árbol había también un río. Apocalipsis 22:1 habla “río del agua de la vida”. Este
río es visto a lo largo de todo la Biblia, significa Dios como el Espíritu alcanzándonos como vida
y saciando nuestra sed. En Juan 7:37, el Señor Jesús dijo: “Si alguien tiene sed, venga a Mí y
beba”. A veces usted tiene la sensación de que nada más puede satisfacerlo. Pero, “en el último
día, el gran día de la fiesta”, Jesús se ofreció como una bebida que satisface, trayendo a Dios
como vida para adentro del hombre, para que tanto el hombre como Dios sean satisfechos.
Hoy Dios continúa ofreciéndose a nosotros. ¡Necesitamos ir a él y beber!

5 - La caída del Hombre


Los Dos Árboles

En Génesis 2:9, además del árbol de la vida, había el árbol del conocimiento del bien y
del mal. Al comerla, el hombre cayó y fue totalmente arruinado para el propósito de Dios.
Necesitamos ahora entender el significado de estos dos árboles.

Dependencia e Independencia
Los dos árboles representan dos principios en la relación del hombre con Dios. El
principio del árbol de la vida es el de la dependencia de Dios. Tener a Dios como vida vuelve al

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hombre dependiente de él. El principio del árbol del conocimiento es el de la independencia.
Cuando no tomamos a Dios como nuestra vida, pero en lugar de eso escogemos vivir según el
conocimiento, no vivimos dependientes de él.

Vida y Muerte
El árbol de la vida simboliza la vida de Dios o Dios como vida para el hombre, mientras
que el árbol del conocimiento simboliza a Satanás como la fuente de la muerte, Dios dijo al
hombre que en el día en el que comiese del árbol del conocimiento ciertamente moriría. Eso
muestra que, en verdad, es el árbol de la muerte. Al comerla, el hombre recibió para dentro de sí
la naturaleza del pecado.

Satanás, el enemigo de Dios


La Biblia nos muestra que Satanás originalmente era Lucifer, el arcángel de Dios. Lucifer
significa “la estrella de la mañana”. En aquel tiempo entre todas las criaturas de Dios, era el más
hermoso y sabio. Por este motivo, aspiró ser igual a Dios y semejante al Altísimo (Isaías 14:13-
14). Así, él se rebeló, volviéndose entonces el enemigo de Dios, siempre buscando exaltarse a sí
mismo y hacer fracasar el propósito de Dios.

La tragedia del Universo


Antes de que el hombre reciba a Dios como vida, Satanás engañó a Eva, que comió del
fruto del árbol del conocimiento y lo dio también a su esposo, Adán, y él comió. De esa forma,
Satanás consiguió inyectar en el hombre la naturaleza maligna del pecado, que hoy habita en
todo hombre (Ro. 7:17-20). Así aconteció la gran tragedia del universo. El hombre que fue
creado por Dios para contenerlo y expresarlo, pasó, después de su caída, a expresar la naturaleza
pecaminosa de Satanás.

El Resultado
El primer problema, como resultado, es que el hombre transgredió la justicia de Dios por
desobedecer Su mandamiento, de no comer del árbol del conocimiento. Como consecuencia, el
hombre se quedó bajo el juicio de Dios, perdió el derecho al árbol de la vida; su fin fue la
muerte.
El segundo problema es subjetivo. El hombre ahora posee una naturaleza pecaminosa en
sí, esto lo constituye un pecador. Como resultado, él no consigue hacer el bien que quiere, pero
el mal que no quiere eso hace. “¡Desdichado hombre que soy! ¿Quién me librará de este cuerpo
de muerte?” (Ro. 7:19,24) - dijo Pablo. ¡Ésta es la gran tragedia de la historia! Los efectos de ella
podemos ver en el hombre hoy. Aunque para un caso perdido como éste, Dios dispuso para el
hombre una maravillosa salvación.

6 - Los Problemas del Hombre

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Después de la caída

A.- El problema delante de Dios


Como consecuencia de la caída, el hombre pasó a tener un problema con Dios.

1 - La condena de Dios
Por la desobediencia o trasgresión de Adán, nos quedamos todos bajo la condena de Dios
(Ro. 5:18). Cuando Dios creó al hombre, todos los hombres estaban incluidos en Adán. A sus
ojos, cuando Adán pecó, fuimos incluidos en ese pecado, aun cuando nunca hayamos cometido
pecado semejante. Por eso, cuando Adán fue juzgado y se quedó bajo la condena de Dios, todos
nosotros también fuimos juzgados y condenados en él.

2 - La ira de Dios
Por haber sido condenados por Dios en Adán, todos estábamos debajo de la ira de Dios
(Juan 3:36). A causa del pecado de Adán, todos los hombres hoy están bajo la ira de Dios
aguardando su juicio final.

3 - El Juicio de Dios
Finalmente, por el pecado de Adán, el hombre será juzgado por Dios (He. 9:27) y lanzado
en el lago de fuego por la eternidad (Ap. 20:15). La Biblia dice que el fuego eterno está
preparado para Satanás y los ángeles que lo siguieron en su rebelión contra Dios, y no para el
hombre (Mt. 25:41). Sin embargo, el hombre fue engañado y siguió a Satanás, rebelándose
contra Dios, desobedeciéndolo; él también debe sufrir el juicio de Dios, con Satanás, en el lago
del fuego (Ap. 20:15).
Exteriormente, y delante de Dios, ésta es la condición terrible en la cual, por la
trasgresión de Adán, el hombre cayó. En lugar de disfrutar la vida de Dios y expresarlo, el
hombre fue condenado a muerte y a sufrir el mismo juicio de Dios para Satanás.

B - El Problema en el Interior del Hombre

Usemos una ilustración de un niño que desobedeció a su madre y acabó ingiriendo


veneno: primero, tiene un problema que resolver con la madre. Tal problema es objetivo, algo
fuera de él. Segundo, ahora él tiene también el problema en su interior, subjetivo, que es el
veneno que ingirió. Al comer del árbol del conocimiento, el hombre no solamente contravino la
palabra de Dios; lo que puede ser resuelto con el perdón de Dios, sino que recibió para dentro de
sí la naturaleza pecaminosa, que es corrupta y satánica. Así todo su ser fue muerto, arruinado y
corrompido.

1 - Muertos en el Espíritu
Efesios 2:1 dice que el hombre está muerto en sus delitos y pecados. El espíritu del
hombre murió, perdiendo su función de entrar en contacto con Dios y recibirlo como vida. De
esa forma, los hombres hoy perdieron la habilidad de contactar a Dios y muchos no creen en él.

2 - Arruinado en el Alma

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Cuando la naturaleza maligna del pecado entró en el hombre, dañó su alma para con el
propósito de Dios. Su mente, que fue creada para conocer a Dios, quedó oscurecida. Eso lleva al
hombre a andar en la vanidad de sus pensamientos (Ef. 4:17-18). Su emoción, creada para amar a
Dios, fue desviada para amar otras cosas además de él y llega al extremo de hasta odiarlo (2 Ti.
3:2-4). Finalmente, la voluntad del hombre fue creada para optar por Dios y obedecerlo, sin
embargo, se volvió rebelde en contra de él (Ef. 2:2).
3 - Corrompido en el Cuerpo
Cuando la naturaleza del pecado entró en el cuerpo del hombre hizo de él la carne
pecaminosa. El pecado habita ahora en la carne del hombre (Ro. 7:17-18). Por eso su cuerpo
corrompido es lleno de concupiscencias; se volvió el cuerpo del pecado sirve al pecado como
esclavo (Ro. 6:6), y al cuerpo de la muerte (Ro. 7:24).
En tal condición miserable, el hombre es totalmente impotente para salvarse a sí mismo,
y extremadamente sin esperanza. En esta situación lamentable, resultado del pecado de Adán,
cayeron todos los hombres, incluyendo usted y yo. Pero esta misma
condición horrible del hombre motivó a Dios, en Su amor, a venirnos a salvar.
-

7.-Amor de Dios
La fuente de la salvación

La condición del hombre caído es extremadamente mala. Pecó al desobedecer el


mandamiento de Dios y se quedó debajo de la condena de Dios. Ahora él también posee dentro
de sí una naturaleza pecaminosa que lo hace pecar. El hombre, en esas condiciones, es incapaz
de salvarse sí mismo o a otros del juicio venidero de Dios. Su destino final es el lago de fuego,
preparado para Satanás y sus seguidores. Ésta es la situación lamentable, totalmente sin
esperanza, a que llegó el hombre.

El Amor de Dios
“Pero Dios, siendo rico en misericordia, a causa del gran amor con que nos amó, y
estando nosotros muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo, por gracia sois
salvos” (Ef. 2:4-5). Dios amó al hombre antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). Creó los
cielos y la tierra para el hombre, y, por amarlo, lo colocó delante del árbol de la vida. Después de
la caída, todavía, Dios continuó amándolo. Él no desistió de su propósito de entrar en el hombre
para ser su contenido y vida, a fin de que él lo exprese y tenga dominio por Él.
La misericordia alcanza al hombre
El objeto del amor normalmente está en una condición merecedora de ser amado, pero el
objeto de la misericordia generalmente se encuentra en una situación deplorable. Por tanto, la
misericordia de Dios alcanza hasta más que su amor. Él nos ama, pero caímos en una situación
miserable, hasta estar muertos en nuestros delitos y pecados; por eso necesitamos de la
misericordia de Dios. A causa de su gran amor, Dios es rico en misericordia para salvarnos de
nuestra posición vil para una condición apropiada para su amor.

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La fuente de la salvación
El amor de Dios es la fuente de nuestra salvación. Manifestó este amor enviando a su hijo
unigénito para morir por nuestra redención. Dios podría habernos abandonado. Pero Él, el Buen
Pastor, abandonó todo y salió en busca de la oveja perdida; el Espíritu Santo buscó
diligentemente la dracma perdida y el Padre salió a recibir el hijo que había perdido. En la
parábola de Lucas 15, vemos que el amor divino se dejaría gastar libremente para redimir una
única alma. ¿Somos capaces de ignorar la tamaña intensidad del amor de Dios para con el
hombre?
Su interés por el hombre lo trajo del cielo a la tierra a fin de ministrar al hombre, a punto
de dar su propia vida para rescatarlo. El poder motivador fue el gran amor de Dios.

El Amor de Dios es Eterno


A causa de ese amor, nosotros nos tornamos hijos de Dios. En 1 Juan 3:1
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el
mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
Ahora usted puede ver que, gracias al amor de Dios, no somos personas desesperanzadas.
Dios anhela salvarnos y darnos Su vida. Su propósito con relación al hombre es eterno, así
también es su amor. Él nos ama eternamente. Aún cuando caímos en pecado y muerte, su
misericordia nos alcanzó. ¡Aleluya! A causa de Su gran amor por nosotros, está garantizado que
seremos llenados con Su vida y cumpliremos su propósito eterno.

8 - La base de la salvación -
La justicia de Dios

La base de nuestra salvación es la justicia de Dios. Sin la justicia de Dios, no tendremos


una base sólida para llegarnos a Él con osadía a fin de recibir y disfrutar su salvación.

La justicia de Dios es Él mismo


La justicia de Dios es lo que Dios es con relación a la justicia y rectitud (Ro. 3:21-22;
1:17; 10;3; Fil. 3:9). Dios es justo y recto. La justicia de Dios es una Persona, no simplemente un
atributo divino. El propio Cristo, como una Persona, fue hecho justicia de Dios para nosotros (1
Co. 1:30).

El Hombre Condenado por la Justicia de Dios


Dios dijo que si el hombre comía del árbol del conocimiento del bien y del mal
ciertamente moriría (Gn. 2:17). Pero el hombre trasgredió su palabra. Entonces, a causa de su
justicia, Él no podría dejar de condenarlo, pues su trono es trono de justicia. Dios dejaría de ser
justo si no condenase al hombre, pues así Él no tendría más autoridad para gobernar, y todo el
universo se abatiría.

La justicia de Cristo

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Dios estaba en un dilema. Amaba al hombre, pero no podía dejar de condenarlo. ¿Cómo
podría perdonar al hombre qué Él amaba, sin violar su justicia? La respuesta está en la doble
justicia de Dios. Ésta es la sabiduría de Dios mostrada en su salvación.
Para que Dios pudiese perdonarnos, Cristo, el Hijo de Dios, se volvió carne. Conforme es
registrado en Romanos 8:3, Dios envió su propio Hijo en semejanza de la carne pecaminosa. Por
medio de la encarnación, el Señor se “vistió” de la semejanza de la carne del pecado y, en la
carne, se identificó con los pecadores. Sólo que en él no había pecado, solamente la semejanza
de la carne del pecado. A causa de la justicia de Dios, el Señor Jesús murió en la cruz. Allí en la
cruz, Fue hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21) y Dios condenó, en la carne, el pecado (Ro.
8:3). Murió en nuestro favor para realizar la redención y satisfacer todas las exigencias de la
justicia de Dios. Ahora Dios tiene la posición justa para perdonarnos. En verdad, Él no
solamente nos puede perdonar, sino que a causa de su justicia, Debe perdonarnos. Antes de
cualquier cosa, Dios nos perdona no porque nos ama, sino a causa de Su justicia.
La justicia de Dios nos condena, pero a causa de la justicia de Cristo realizada en Su
muerte, somos justificados. ¡Eso es maravilloso! Al mismo tiempo la justicia de Dios es
mantenida y la boca de Satanás es callada. Ahora Dios (tampoco Satanás) puede condenar
aquéllos que creyeron en la muerte justa de Cristo. Loamos a Dios por la base sólida de la
salvación. Por su doble justicia, vemos su amor, su justicia y su sabiduría.

9 - El Salvador

En el jardín del Edén, después de que el hombre a pecado, Dios lo juzgó según su
justicia. Sin embargo, por amar al hombre, prometió salvarlo (Gn. 3:15). El hombre fue hecho
para contener a Dios como su vida. Sin embargo, engañado por Satanás, desobedeció a Dios; el
pecado entró en él y así perdió su derecho de recibir a Dios como vida.

La promesa
Por eso, después de la caída, Dios dio al hombre dos grandes promesas: que lo rescataría
del control de Satanás, y le daría vida para cumplir su propósito.
En Génesis 3:15, Dios prometió que el descendiente de la mujer vendría a herir a la
cabeza de la serpiente. ¡Éste fue el primer gran evangelio para el hombre! La semilla de la mujer
es Cristo, lo cual nació de una virgen (Is. 7:14; Mt. 1:23). Cuando llegó “la plenitud del tiempo,
Dios envió su Hijo, nacido de mujer” (Ga. 4:4).
La profecía
Basado en esas promesas, Dios profetizó en el Antiguo Testamento al respeto de la
venida de Cristo, que es el propio Dios venido en la carne, para salvar al hombre. Fue
profetizado que Él nacería de una virgen (Is. 7:14) y en Belén (Mi. 5:2). Él no tendría apariencia
agradable (Is. 52:14; 53;2), y sería ungido por Dios para su ministerio (Is 61:1; 42:1). Fue
predicho con precisión sobre el año, mes, día, y lugar de Su muerte y como moriría (Dn. 9:24-26;
Ex. 12:1-6; Dt. 21:23; Zac. 12:10;). Las profecías también mostraban que Él entraría en la
muerte y que resucitaría al tercer día (Mt. 12:40). Cuando Cristo vino, Cumplió todas las
promesas y profecías. ¡Maravilloso! El tema central del Antiguo Testamento, en verdad, es el
Cristo prometido y profetizado por Dios.
Juan 1:1 afirma que la Palabra era Dios. Y Juan 1:14 dice que la Palabra se volvió carne.
Esa Palabra es Cristo, lo cual es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Su venida
cumplió todas las promesas y profecías de Dios. Como Hombre-Dios, Nació de una virgen en
Belén y vivió por treinta y tres años y medio, una genuina vida humana, pero sin pecado. Por fin,
murió en la fecha y lugar exactos profetizados cientos de años antes.

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La crucifixión
La muerte de Cristo realizó cosas maravillosas por nosotros. Fuimos redimidos,
perdonados, lavados, justificados y reconciliados con Dios. Redimidos, porque un alto precio fue
pagado para comprarnos de vuelta a Dios. Justificados - somos considerados justos por Dios.
Reconciliados, porque éramos enemigos de Dios, pero ahora somos llevados de vuelta a Él,
gozando paz y armonía con Dios. Mas allá de todo, sin embargo, la muerte de Cristo hirió a la
cabeza de la serpiente conforme lo prometido en Génesis las 3:15 (ver a He. 2:14).
La resurrección
Al tercer día, Resucitó para enviarnos el Espíritu de la vida (1 Co. 15:45) a fin de dar
vida al hombre, cumpliendo la promesa de Génesis 22:18 (ver a Ga. 3:14). Él se volvió el
Espíritu prometido para dar al hombre vida como la bendición eterna. ¡Gracias al Señor! Los
problemas negativos del hombre fueron solucionados y su derecho inicial de recibir a Dios fue
recobrado por la muerte de Jesucristo. Ahora el hombre puede creer en Jesús para ser salvo del
pecado y de la muerte, y recibir la vida de Dios a fin de cumplir su propósito eterno. Debemos
loar y amar a nuestro Dios Salvador por todo cuanto Él hizo.

10 - La redención
En este punto empezaremos a abordar los cinco aspectos objetivos de la plena salvación
de Dios que solucionó nuestros problemas delante de Dios. El primer punto es la redención
realizada por Cristo por Su muerte en la cruz. Leamos Efesios 1:7: “en el cual tenemos la
redención por su sangre, la remisión de los pecados, según la riqueza de su gracia”.
¿Qué es la redención? La redención es la forma nominal de la palabra “redimir”.
“Redimir” significa comprar de vuelta aquello que originalmente era suyo, pero que, por
cualquier motivo, había perdido.
Nosotros originalmente pertenecíamos a Dios. Éramos su propiedad. Sin embargo, nos
perdimos. Dios, sin embargo, no desistió de nosotros. Pagó un alto precio para alcanzarnos de
nuevo, retomando nuestra posición a un gran precio (1 Co. 6:20;
1 P. 1:18-19; 1 Ti. 2:6). Eso es la redención. Sin embargo, eso no era fácil para Dios, pues el
hombre se envolvió con el pecado y muchas otras cosas que eran contra su justicia, santidad y
gloria. Nuestra vuelta a Dios quedó condicionada bajo triple exigencia: la exigencia de la justicia
de Dios, de la santidad de Dios y de la gloria de Dios. Era imposible al hombre satisfacer todas
esas exigencias. El precio era grande.
La sangre de Cristo
Pero Dios pagó el precio por nosotros, poseyéndonos a un costo alto. Cristo murió en la
cruz para realizar la eterna redención por nosotros (Ga. 3:13; 1 P. 2:24; 3:18; 2 Co. 5:21; He.
10:12; 9:28). Con su preciosa sangre Él cumplió la maravillosa redención (He. 9:12, 14; 1 P.
1:18-19). Él nos redimió de vuelta a Dios y a Su propósito. Su sangre preciosa fue el precio.
Nosotros no pudimos pagar tal alto precio, el pagó por nosotros. Nuestro destino era morir en
pecado, pero ahora podemos volvernos a Dios, recibir Su perdón, su vida y ser llenados por él
para expresarlo. ¡Qué preciosa redención!

11 - El Perdón y la purificación
de los Pecados

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El Perdón de los Pecados
Después que el hombre pecó, necesitaba el perdón de Dios y de la purificación de los
pecados. Por haber agraviado a Dios precisamos de Su perdón; sin embargo, no podemos ser
perdonados sin que la justicia de Dios sea satisfecha. Y para satisfacerla, debemos morir. Sin
embargo, si morimos, Dios no tendrá a quien dar su vida para el cumplimiento de Su propósito
eterno. La solución perfecta para ese problema era que Cristo viniese y muriese por nosotros.
Basado en Su muerte, la exigencia de la justicia de Dios sería satisfecha y podríamos recibir su
perdón.

Perdonar es Olvidar
De acuerdo con Jeremías 31:34, para Dios, perdonar nuestros pecados es olvidarlos
también. Cuando perdonamos a alguien que nos agravió, difícilmente olvidamos de aquello que
él nos hizo. Sin embargo, Dios es diferente. Cuando Él perdona nuestros pecados, jamás se
acordará de ellos. ¡Aleluya! A causa de la muerte de Cristo y de nuestra fe en él, podemos ser
perdonados por Dios. ¡Para Él es como si jamás hubiésemos cometido pecado! ¡Sólo por creerlo,
somos perdonados!

Por medio de la sangre de Cristo


La redención realizada por medio de la sangre de Cristo es la remisión de los pecados
(Mt. 26:28; He. 9:22). La redención fue realizada por Cristo en la cruz y el perdón es aplicado en
el momento en el que creemos en él. La redención y el perdón son, en verdad, dos extremos de
una misma cosa: uno es su cumplimiento en la cruz y el otro, la aplicación en el momento en el
que creemos. Eso es claramente mostrado en Efesios 1:7. Y una vez que Dios perdona, Él olvida:
“También de ningún modo me recordaré de sus pecados y de sus iniquidades, para siempre” (He.
10:17).

La Purificación
¿Cuál es la diferencia entre el perdón y la purificación? Para saber la respuesta,
necesitamos primero conocer la diferencia entre pecados e injusticia. Pecados se refieren a
agravios, e injusticia es la mancha, la mácula en nuestra conducta causada por el agravio. Por
ejemplo, suponga que usted efectuó una compra de dos mercaderías pero solo pagó una. Con
relación a la persona de quien usted compró, cometió un agravio. Pero con relación a usted
mismo, en su conducta hay una mancha de injusticia. Por eso, usted no será llamado de
pecaminoso, sino de injusto.
De semejante modo, cuando cometemos pecado delante de Dios, con relación a Él,
aquellos pecados son agravios. Pero para nosotros son manchas de injusticia. Necesitamos
confesar nuestros pecados. De allí, por un lado, Dios perdona nuestros pecados, nuestros
agravios; por otro lado, Dios lava toda la mancha de nuestra injusticia. “Si confesamos nuestros
pecados, Es fiel y justo para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1 Juan
1:9). Ver también Zacarías 13:1; Hebreos 1:3; 9:14.

12 - La justificación

“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso
como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber

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pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo
su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. (Romanos
3:23-26).

Por la fe
La justificación es el acto de Dios de aprobar a las personas de acuerdo con su padrón de
justicia. Su justicia es el padrón, no la nuestra. No obstante cuan justos nos juzgamos ser, nuestra
justicia está muy lejos del padrón de la justicia de Dios. ¡Su justicia es ilimitada! Puede haber
vivido todos estos años siendo correcto con todos - padres, hijos y amigos - sin embargo su
justicia jamás le justificará delante de Dios. La única forma de Dios justificarnos es por la fe. La
justificación por la fe significa ser aprobados según el padrón de la justicia de Dios.
¿Por qué? Porque esta justificación está basada en la redención de Cristo. Sin la
redención de Cristo, Dios jamás podría justificarnos. La base de la justificación es la redención.
Por eso, la Biblia nos dice que somos justificados por la fe en Cristo, y no por obras (Ro. 3:28;
5:1).

La redención de Cristo
La muerte de Cristo cumplió la redención por nosotros. Es basado en esta muerte que
Dios nos justifica. “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el
que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la
diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (Ro. 8:33-34).
Así, la justificación depende de la redención, y la redención, a su vez, tiene su aspecto
principal: la propiciación. La propiciación es la principal estructura de la redención, porque,
como pecadores, tenemos una tremenda deuda con Dios y no tenemos como pagarla. Sin
embargo, este problema fue resuelto por Cristo siendo Él mismo nuestro sacrificio propiciatorio.
Una vez resuelto nuestro problema con Dios por la propiciación, fuimos redimidos. Y basado en
la redención de Cristo, Dios puede fácil y legalmente justificarnos. De nuestro parte, necesitamos
tan sólo creer en él, ¡Loado sea el Señor!

13 - La reconciliación

Llegamos al último punto objetivo de la plena salvación de Dios - reconciliación. La


reconciliación es la acción de traer de vuelta dos partes a la unidad o armonía.
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo... 10Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su
Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. 11Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora
la reconciliación” (Ro. 5:1, 10-11).

Éramos Enemigos de Dios


No éramos solamente pecadores, sino también enemigos de Dios. A través de la muerte
redentora de Cristo, Dios nos justificó, los pecados, y aún nos reconcilió consigo mismo, siendo
nosotros sus enemigos. Eso ocurrió cuando creímos en el Señor Jesús. Recibimos la justificación
y la reconciliación de Dios por la fe. De esa forma, se abrió en nosotros un camino para que
entremos en la esfera de la gracia para gozar de Dios.

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En la caída, el hombre no solo pecó contra Dios, sino también se volvió enemigo de Dios.
Para el problema de pecados, el perdón es suficiente; sin embargo, para solucionar la enemistad,
necesitamos ser reconciliados con Dios. La reconciliación está basada en la redención de Cristo
(Ro. 5:10-11) y fue realizada por medio de la justificación de Dios (2 Co. 5:18-19; Ro. 5:1, 11;
Col. 1:20, 22). Así, la reconciliación es el resultado de la redención con la justificación.

El Resultado
Como resultado de la reconciliación, hoy tenemos paz con Dios (Ro. 5:1), podemos
gloriarnos en Dios (Ro. 5:11) y podemos ser salvos por la vida del Hijo de Dios (Ro. 5:10).
Dios nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo. Él nos dio el ministerio de la
reconciliación, confiándonos la palabra de la reconciliación (2 Co. 5:18-19). Ahora que fuimos
reconciliados, debemos ser fieles a nuestro ministerio confiado por Dios y debemos anunciar esta
buena noticia a los otros: que Dios reconcilió consigo el mundo, no censurando a los hombres
sus transgresiones, ¡y que aún tenemos paz con Dios!

14 - Regeneración

La plena salvación de Dios tiene cinco aspectos subjetivos. En esta lección, veremos el
primero: la regeneración. Regeneración significa que además de la vida recibida al nacer,
recibimos otra vida, la vida de Dios. Esto es lo que la Biblia (Juan 3:5-7) quiere decir cuando
habla de nacer de nuevo. “os es necesario nacer de nuevo”. La regeneración es el centro de
nuestra experiencia de salvación. Es el punto de partida de nuestra relación de vida con Dios (1
P. 1:23).

La intención de Dios
La intención de Dios es tener un grupo de personas que lo reciban como su vida, a fin de
que puedan expresarlo en su imagen y representarlo con su autoridad (Gn. 1:26). La
desobediencia de Adán hizo que él cayese en pecado y perdiese tal derecho de primogenitura. La
muerte de Cristo resolvió todos los problemas del hombre delante de Dios. Fuimos traídos de
vuelta a Dios de manera absoluta. Mientras el hombre no contiene a Dios como vida para
expresarlo, ni Dios ni el hombre pueden estar satisfechos.
El paso siguiente de Dios en su plena salvación es entrar en el hombre para colocar su
vida en él. Éste es el paso más crucial. Aunque el hombre sea completamente perdonado y
reconciliado, él aún no podrá expresar a Dios sin recibir su vida.

Nacido de Dios
Ser un cristiano no es una cuestión de ser perfeccionado. Ser un cristiano es nacer de Dios
(Juan 1:13), lo que significa que, mas allá de nuestra vida humana, recibimos la vida de Dios.
Porque todos nacemos del pecado, somos todos pecadores. ¿Cómo un pecador puede parar de
pecar? Eso no es posible. ¿Cómo decir a un perro que pare de ladrar y empiece a maullar? Lo
que usted hace es regido por su vida. Aunque Dios haya perdonado sus pecados, su naturaleza
pecaminosa hará que usted peque nuevamente. Necesita de otra vida, una vida sin pecado. La
única vida que es sin pecado es la vida de Dios. La regeneración lleva esta vida para dentro de
usted. Ésta es la vida que Adán despreció cuando se volvió del árbol de la vida para el árbol del
conocimiento. Hoy, al creer en Cristo, ¡podemos nacer de Dios y recibirlo como vida! ¡Alabado
sea el Señor!

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Después de recibir la vida de Dios, la naturaleza maligna dentro del hombre es expulsada
gradualmente. Hombres inferiores y pecaminosos como nosotros, ahora pueden crecer en la vida
de Dios para volverse en hijos de Dios a fin de expresarlo
(2 Co. 3:18).

Tres Cosas Maravillosas


Ezequiel 36:26,27 dice que en la regeneración, recibimos tres cosas maravillosas.
Primero, recibimos un “nuevo corazón”, un “corazón de carne” para sustituir nuestro viejo
“corazón de piedra”. Segundo, recibimos un “nuevo espíritu”. Nuestro viejo y mortificado
espíritu es renovado y vivificado por el Espíritu que da vida. Tercero, recibimos el Espíritu del
propio Dios para habitar en nosotros. ¡Qué salvación maravillosa recibimos por creer en el
Señor! La regeneración es el centro y el inicio de esta salvación.

16 - La santificación

Por medio de la regeneración, recibimos una nueva vida, un nuevo corazón y un nuevo
espíritu. Esto es, nuestro espíritu muerto a causa de la caída del hombre, fue ahora vivificado por
el Espíritu que da vida (1 Co. 15:45). Ése fue el inicio de nuestra experiencia subjetiva de la
plena salvación de Dios. ¡Un nuevo comienzo maravilloso!
Todavía, hay más cosas para experimentar en la plena salvación de Dios. En esta lección
hablaremos sobre la santificación. La santificación es dejar trabajar la naturaleza santa de Dios
en nosotros.
En la Biblia, la palabra “santificación” significa principalmente “separación”, ser
separado de aquello que es común (Lv 10:10). El primer aspecto de la santificación es
posicional. Significa ser separado de una posición común en el mundo para una posición para
Dios, conforme es ilustrado en Mateo 23:17-19. El oro en donde quiera en el mundo es común,
pero, una vez dentro del santuario, él es santificado; así como un animal en el campo es común,
pero cuando su posición es alterada, esto es, es colocado sobre el altar, es santificado. Así, somos
santificados por la fe en Cristo (Hch. 26:18) y estamos en Cristo (1 Co. 1:2). La santificación
posicional es mediante la ofrenda única de Cristo (He. 10:10), por la sangre de Jesús (He. 13:12)
y por haber sido llamados (1 Co. 1:2; Ro. 1:7).
El otro aspecto de la santificación es disposicional, esto es, está relacionado con nuestro
ser. La santificación posicional es objetiva, a la medida que la disposicional es subjetiva. El
Espíritu santificador está tornando Santo cada parte de nuestro ser, y eso ocurre por el trabajo de
transformación, día a día (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18). Eso es un largo proceso, comenzando por la
regeneración (1 P. 1:2-3; Tit. 3:5), y prosigue por toda la vida cristiana (1 Ts. 4:3; He. 12:14; Ef.
5:26) y será completado en la época del arrebatamiento, en la madurez de vida (1 Ts. 5:23).

Santidad es el Propio Dios


En todo el universo, sólo Dios es Santo. Su vida y naturaleza son santas. No
conseguiremos ninguna santidad fuera de él. No es por que practiquemos algunas cosas que
consideramos “santas” que tenemos la santidad, sino por estar saturados del propio Dios santo
es que somos santificados. Santidad es el propio Dios (Lv. 20:26).

Los Medios de Santificación


Romanos 5:10 nos revela que después de haber sido reconciliados, seremos salvos por su
vida. Eso se refiere a la vida de Dios que transforma nuestra naturaleza caída por medio de
infundir su naturaleza santa y divina en nosotros. Por tanto, en primer lugar, somos santificados

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por la vida santa de Dios. En segundo lugar, somos santificados por la palabra santa (Juan 17:17)
y por el Espíritu Santo (Ro. 15:16; 1 Co. 6:11; 2 Ts. 2:13). Cuando nos allegamos a la palabra
de Dios, con oración insistente tocamos en el Espíritu Santo, tocamos en el propio Señor, y eso
nos santifica. Si lo hacemos todos los días, permitiremos que nuestro Dios santo nos santifique
con su vida santa. Así expresaremos plenamente su santidad.

17 - Transformación

Un Cambio Interior
Transformación es el resultado de la santificación y está relacionada con el alma del
hombre. Transformación significa que una sustancia es alterada en su naturaleza y forma. Es un
cambio en la naturaleza interior que causa un cambio en la forma.

Un Proceso de Metabolismo
Este tipo de cambio es un cambio metabólico. No es simplemente una alteración exterior,
sino un cambio tanto en la constitución interior como en la forma externa. Ese cambio se da a
través del proceso de metabolismo. En tal proceso un elemento orgánico lleno de vitaminas entra
en nuestro cuerpo y producen un cambio químico en nuestro organismo. Esa reacción química
muda la constitución de nuestro ser. Eso es transformación.
Suponga que una persona sea muy pálida y que alguien, anhelando alterar su aspecto, le
añade algún maquillaje. Eso produce un cambio exterior, pero no es un cambio orgánico en su
vida. Cómo, entonces, ¿tal persona podría tener una faz colorada? Alimentándose diariamente de
comida saludable con los elementos orgánicos necesarios. Siendo su cuerpo un organismo vivo,
cuando una sustancia orgánica entra en él, un compuesto químico es formado orgánicamente por
el proceso de metabolismo. Gradualmente este proceso interior irá a alterar la coloración de su
faz. Este cambio no es exterior; es algo que viene de adentro, el resultado de un proceso
metabólico.

Un Nuevo Elemento Sustituyendo el Viejo


En el proceso de metabolismo un nuevo elemento agregado al organismo sustituye el
viejo elemento y hace que él sea eliminado; algo nuevo es creado para sustituir el viejo elemento
que es llevado. El metabolismo, por tanto, incluye tres puntos:
1) el suministro de un nuevo elemento;
2) la sustitución del viejo elemento por el nuevo elemento;
3) la eliminación o remoción del viejo elemento.
Por el proceso de santificación, el nuevo elemento de la vida de Dios es agregado a
nuestro ser. Este nuevo elemento sustituye nuestro viejo ser, pecaminoso y muerto. Esto es una
continuación de la salvación de Dios en nosotros. Necesitamos estar en tal proceso desde el día
en el que creemos.

Por la vida de Cristo


¿Cuál es el nuevo elemento que produce ese cambio interior? Es Cristo, el Dios Trino, el
Espíritu Santo. Desde el momento en el que fuimos regenerados en nuestro espíritu, el Señor
anhela que esa vida continúe expandiéndose de nuestro espíritu para nuestra alma. Así nuestra
mente, emoción y voluntad pueden ser transformadas. Nuestro espíritu es regenerado y alterado,
pero nuestra mente, emoción y voluntad no son transformadas, y aún permanecen iguales.
Tenemos a Cristo como vida en nuestro espíritu pero no lo tenemos en nuestra alma. Si no le

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permitimos expandirse para nuestra alma, nuestro espíritu se volverá una prisión para Él.
Necesitamos que Cristo se expanda continuamente de nuestro espíritu para nuestra alma hasta
que cada parte sea transformada a su imagen (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18). Entonces, pensaremos
como Él piensa, amaremos como Él ama y escogeremos como Él escoge. Tendremos la
semejanza del Señor en nuestra vida práctica, porque nuestra alma estará saturada de su vida.

18 - Semejanza

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Ro.
8:29). Fuimos predestinados por Dios para ser semejantes a la imagen de Cristo. Cristo es
nuestra matriz y debemos ser semejantes a Él. Filipenses 3:10 habla de ser semejantes con Él en
Su muerte. La muerte de Cristo es como una matriz a lo cual somos semejantes, así como un
pastel es semejante al molde. Eso significa vivir por la vida de Cristo, y esta vida es una vida de
crucifixión, exactamente como la que Él vivió aquí en la tierra. Por medio de su vida dentro de
nosotros, nuestro vivir es semejante a la calidad del vivir humano de Jesús. Solamente por medio
de tal vida el poder de resurrección es experimentado y expresado.

Conformados a la imagen de Cristo


Cada tipo de vida posee su propia forma. La vida del perro posee la forma de perro y la
del pato, su forma. El crecimiento de una cierta vida produce su forma plena. Somos hijos de
Dios, tenemos su vida. Por tanto, por el crecimiento de vida y transformación, somos
conformados a la imagen de Cristo. El poder de la vida de Dios está en nuestro interior
moldeándonos a la imagen del Hijo de Dios. No es por el imitar exterior que tomamos la forma
de Cristo, sino es por el vivir, por la vida interior, por el crecimiento de vida y transformación.

El padrón
El Hijo primogénito de Dios es el prototipo, nuestro molde y nuestro padrón. Para que
seamos reproducidos de acuerdo con tal molde, hay necesidad de presión exterior. A veces, el
Señor nos permite pasar por sufrimientos, pruebas como que por el fuego (1 P. 1:6-7, 4:12-13),
para que tomemos más la forma de Cristo. Por tanto, hay necesidades del trabajo interno del
Espíritu y también de la presión y temperatura externas.

De Gloria en Gloria
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del
Señor.” (2 Co. 3:18). Cuanto más somos transformados, más somos semejantes, y eso acontece
de un nivel de gloria para otro nivel de gloria, porque el objetivo de Dios es glorificarnos (Ro.
8:30). Cuando todo el proceso termine, nuestro cuerpo de humillación será semejante al cuerpo
de la gloria de Cristo (Fil. 3:21).

19- Glorificación

Glorificación es el último peldaño de nuestra plena salvación. Ser glorificado es entrar en


la gloria de Dios para experimentar y disfrutar sin medida la infinita y eterna vida de Dios en
Cristo.

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El Propósito de Dios
“Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo...”
(1 Pe.5:10). Aquí vemos que el propósito del llamamiento de Dios en Cristo y de darnos
toda la gracia es que disfrutemos su gloria eterna. En la eternidad pasada, Él nos predestinó
según su conocimiento y, en el tiempo, nos llamó y justificó para que fuésemos glorificados (Ro.
8:29-30). Eso ocurrirá en la segunda venida de Cristo, cuando seremos “manifestados con él, en
gloria” (Col. 3:4) y disfrutaremos la “gloria de los hijos de Dios” (Ro. 8:21). Nuestros
sufrimientos hoy no son dignos de ser comparados con “la gloria por venir a ser revelada en
nosotros” (Ro. 8:18), la cual es la propia gloria de Dios (1 Ts. 2:12). Todo lo que nos acontece es
debidamente arreglado por Dios (Ro. 8:28-30), con el fin de acarrear sus muchos hijos a la gloria
(He. 2:10).

La esperanza de la gloria
Pablo dice que Cristo en nosotros es la esperanza de la gloria (Col. 1:27b). Cuando oímos
el evangelio creemos, Cristo vino dentro de nosotros como una semilla de vida. Esta semilla es
nuestra esperanza de la gloria en el porvenir. La metamorfosis de la oruga en mariposa es una
ilustración de eso. La oruga no es instantáneamente transformada en mariposa, pero la belleza de
la mariposa está contenida en la vida de la oruga. Obedeciendo a la ley de esta vida, la oruga se
va gradualmente transformando, hasta alcanzar su punto final, que es su “glorificación”.
En el mismo principio, Cristo está en nosotros para ser nuestra esperanza de la gloria.
Aprovecha cada oportunidad para expandirse dentro de nosotros. Un día nuestro ser será
saturado con la gloria divina y seremos, entonces, llevados dentro de la gloria de una manera
completa.

Nuestro deleite
“Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis
manifestados con él en gloria.” (Col. 3:4). Cuando Cristo sea manifestado, seremos manifestados
con Él en Su gloria para disfrutar. En la vuelta del Señor, tendremos, por un lado, a Dios
acarreándonos a Su gloria y, por otro lado, tendremos a Cristo siendo manifestado desde
nosotros, siendo Él mismo la gloria en la cual entraremos. Eso será Cristo glorificado y admirado
en sus santos (2 Ts. 1:10). En el porvenir, nuestro cuerpo será saturado de la gloria de Cristo,
manifestándola y siendo conformado a Su cuerpo glorioso; seremos, entonces, libertos del
cautiverio a lo cual estamos sujetos, bien como todo la creación, para que entremos en la libertad
de la gloria de los hijos de Dios. Qué maravilloso es el hecho de qué nosotros, a través de la
salvación de Dios, ¡tornemos sus hijos, llenos de Su vida y gloria a fin de expresarlo en la
eternidad!

20 - Conclusión

En la Eternidad Pasada

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En la eternidad pasada, Dios estableció un propósito de acuerdo con el buen placer de su
voluntad. Este propósito es de tener un grupo de personas que tuviese Su vida, que Lo expresase
y que ejerciese Su autoridad sobre Satanás.

En el Tiempo
En el tiempo, Dios creó al hombre, que debía recibirlo como vida. Pero Satanás engañó el
hombre, llevándolo a desobedecer a Dios, volviéndose un pecador bajo la condena de Dios. Con
eso, aparentemente el propósito de Dios fue fracasado. Pero Él se volvió un hombre perfecto,
Jesucristo, fue a la cruz como el Cordero de Dios (Jn. 1:29), como la serpiente de bronce (Jn.
3:14) y como el grano de trigo (Jn. 12:24) que necesitaba morir para generar muchos granos con
su vida. Con Su muerte, todos los problemas objetivos entre el hombre y Dios fueron resueltos.
En Su resurrección, el Señor Jesús se volvió el Espíritu que da vida (1Co.15:45; 2Co. 3:17) para
regenerarnos en nuestro espíritu (el primer cursillo de nuestra salvación). Durante nuestra vida
cristiana, Está salvando nuestra alma por medio de Su vida santificándonos y transformándonos
(Ro. 12:2; Fil. 2:12; 1 P. 1:9), (según el cursillo de la plena salvación de Dios). Por fin, en Su
vuelta, nuestros cuerpos serán redimidos y serán conformados a Su cuerpo glorioso (Ro. 8:29).
Ésta es la glorificación, el último cursillo de la salvación de Dios.

En la Eternidad Futura
En la eternidad futura, todos los escogidos y redimidos de Dios a lo largo de todas las
eras serán la Nueva Jerusalén. Allí Dios habitará en el hombre y el hombre en Dios para siempre.
Éste es el objetivo final y máximo de Dios, el cumplimiento de Su propósito, y Él terminará toda
su obra, estará satisfecho y descansará por la eternidad (Gn. 2:2-3).
Podemos así condensar todo el plan de la redención por medio de estos puntos abordados.
Otra forma de comprender el plan de Dios es entender lo que es la Nueva Alianza. Vamos a
hacer entonces un breve croquis del plan de Dios y la Nueva Alianza.

Bibliografía

Compilado de: Valnice Milhomens - Seminario sobre Nueva Alianza. Ministración en la


iglesia de la Paz
Diario Árbol de Vida. Números de 1990 a 1992

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