Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
LA MANO) DEL MUERTO)
---AVUUUUUUUVVV---
1
ºe M.". O 1 cos y
LA
ALEJANDR0 DUMAS.
MADRID: l BARCELONA:
LIBRERÍA ESPAÑOLA, LIBRERíA DEL PLUs ULTRA,
calle Relatores, nº 14. Rambla del Centro, n.° 15.
LIBRERíA DE sAN MARTIN, LIBRERÍA POPULAR-ECoNóMICA,
calle de la Victoria, n.° 9. Plaza del Teatro,7 cerca del correo.
41859.
Aoco lo 4 6e
—
+-——
Es propiedad de los Editores.
l, f . . ..."
I.
IL '
Benedetto. :
i - -i
- '
III.
La Baronesa Danglars.
–->3--
IV.
' , , . V. , , , .
El sepulcro.
—Empieza, muchacho.
—Mañana, cuando haya de salir de aquí, necesito ropa mas
adecuada á una persona de distincion, entiendes? Tengo que ir
con el cabello cortado, afeitada la barba, buena capa, buenos za
patos, buen pantalon y buen frac.
—Entiendo; necesitas salir de aquí de modo que no te conoz
can; muy bien. En cuanto al cabello y la barba, lo arreglaréyo
mismo; y respecto de la ropa has de quedar satisfecho con lo
que tenga mi vecina que posee un escelente establecimiento de
trajes decentes, de todos géneros y calidades. Es una mujer de
inteligencia, por quien respondo. Y el dinero?
—Lo tendrás mañana, viejotaimado, respondió Benedetto:es
toy esperando á mi banquero, que es hombre de mas juicio aun
que tu vecina.
—Te advierto que yo percibo tambien mi comision correspon
diente.
—Seré generoso.
—Bien, bien: si quieres, hecha un trago de aguardiente, mu
chacho, que el frio es demasiado y recien me apercibo de que
estás mojado.
—Traed, pues, vuestro quema-gaznates, dijo Benedetto, alar
gando su mano para tomar un vasoroto que el posadero le presen
taba.
—Ahora, vuélvete abajo y acomódate comopuedas. Ya sabes
que aquí no se responde de daños y perjuicios. Cada cual guarda
lo que es posible: tal es la costumbre de la casa.
—Estás loco, viejo de Barrabás! esclamó Benedetto. Es con
veniente que yo no sea visto entre esa gente ni sentido aquí arri
ba sino de tí.
—Entonces la paga será doblada. , , ,
,, ,
VI.
VII.
»»—Eso no haréyo.
»»—¿Por qué?
»»—Tengo mis motivos...
»» —Pero vos sois el encargado de las llaves, y faltais enton
ces á vuestras obligaciones.
»»—Pediré todas las llaves menos aquella.
» »—¿Temes por ventura hablará la señora Eugenia d'Armilly?
»»—bisculpadme; pero la señora Eugenia me conoció en Pa
rís en una posicion mucho mas halagüeña que la que al presente
disfruto en Roma, y no quisiera que le fuese conocida.»
—El diálogo terminó aquí, contestó Eugenia, y desde entonces
nunca me olvidé de entregar la llave al portero; pero cuando
paso y la dejo sobre la tabla, siento ruido, y conozco que es cau
Sado por la precipitacion con que el buen hombre se esconde
de mí. -
VIII.
—Señor baron...
—Mala porfía! yo no soy baron sin dinero.
—Le habeis de tener dentro de poco, yo tengo ya un proyecto
formado, y donde no pueda llegar la mano de un vivo... ... .
— llegará la de ios!
—Benedetto soltó una carcajada estridente y sarcástica. Miami
go, dijo, he visto á los hombres burlarse de Dios, de un modo
tal, que me inclino mucho á dudar de la existencia de ese Dios.
Yo quise decir que donde no llega la mano de un vivo, ha de
llegar la mano de un muerto.
Danglars se estremeció y dijo:
—Sí, es malo juguetear con los muertos. .
—Oh! sois pusilánime y supersticioso?...... Entonces nada
haremos.
—Al contrario, os aseguro que nos entenderemos perfec
tamente. . :
—Pues bien: juradme que en cualquier lugar que esteis,
cuando llegue una órden mia la ejecutareis sin vacilar,
—Eso es muy serio. " –
LA MANO DEL MUERTO. 71
- —Ah!.... -
IX.
X.
Sorpresa.
->>
La sorpresa del baron fué tal, que quedó sin habla algunos
momentos. Palideció, y le acometió un horrible temblor ner
vioso. -
los nombres de sus socios, losha de convocar por una sesion mis
teriosa en el coliseo, durante la noche,y recibirá mil florines de
los cuales yo puedo tenerla honra de dejar aquí algunos ácuenta.
El discurso del bandido era mas estravagante y singular de lo
que podia esperar el baron Danglars, que abrió tamaños ojos,
y procuró convencerse de que no era víctima de un sueño. Pe
pino, que comprendió esto, levantó la mano haciendo brillar la
hoja de su puñal, y goleando con la otra el dinero que traia
en el bolsillo, cuyo sonido agradable produjo en el pecho de
Danglarsuna dulce sensacion.
—Señor, dijo él, como habeis hablado de socios, deseo saber
dónde tengo esos socios? Ignorais que actualmente soy un portero
del teatro Argentino? Yo no tengo negocios.
—Historias, señor baron; eso es disfraz que no tiene valor al
guno en este momento. Sabemos que sois agente del gobierno
francés, quetrabajais en la ruina del señor de Monte (risto.......
–Yo?..... yo?.... Todo lo que sé respecto de ese hombre es
una especie de fábula semejante á los dientes de la Sibila de
Cumas.
—Hablad, señor baron.
—0í decir que el tal conde de Monte-Cristo sufrió un robo
considerable que lo dejó muy mal.
Pepino se sonrió moviendo la cabeza.
—Entonces, cuanto le robaron ? .
—No fué dinero, pero sí una cosa muy singular por la
cual alcanzaba cuanto queria, y satisfacia sus terribles vengan
ZdS.....
XI .
Madre é hija.
—Sí, señora.
–0h! dijo Eugenia, no tendrá una tarjeta para enviarnos?
Retiraos, Aspacia; no volvais y si os diere alguna tarjeta, jun
tadla á las que ya se os han dado hoy,y ponedlas sobre mi toca
dor.
XII.
La carta de Benedetto.
–-><>-–
—¿Dónde os encontraré? -
XIII.
–Cuál es?... •
–Mi caro señor baron, dijo Benedetto á Danglars, hacedme
el favor de dejarme solo con este hombre. ---
—Estraordinario.
—Como se puede deducir por esta señal que le guia su destino
en este mundo, donde él camina esplendente como un rayo del
sol. Vedla. " "...
XIV.
Robo.
—e«te
XV.
Marido y mujer.
---><>.
Esta frialdad fué una puñalada para el pobre baron, que estuvo
á punto de abrazar nada menos que tres millones de francos. .
—Esperad, señor, dijo la baronesa con imperturbable sangre
fria Si el sentimiento del recuerdo os producia una tan fuerte
sensacion como la que me confesasteis, yo sufro en este instante
otra no menos poderosa que la vuestra; es producida por el re
cuerdo de un hecho pasado, el simple hecho de una carta.
Estas palabras eran una especie de estocada seca é imprevis
ta, que el baron no pudo evitar,y que le hizo palidecer repenti
namente.
XVI.
"- -
—Vive en inteligencia con su hija?
136 LA MANO DEL MUERTó.
—Y que os importa eso? preguntóá su vez Benedetto.
–Cómo no! respondió el bandido, simulando una sonrisa for-
zada; tuvísteis la idea de proponerme este pequeño negocio y os
admirais de que ospida esclarecimientos?
—Ah! entonces aceptais la propuesta?
. —Esplicádmela y veremos.
—Es posible que vos necesiteis de esplicaciones? Pero ya que
lo deseais, yo os las daré. Pienso que ambos debemos confiar el
uno del otro. Vos podriais perderme y hacerme caer en desgra
cia el dia que os acordáseis de hacer contar al conde mi amo, la
poca fidelidad con que le sirvo en Roma; y yo podria tambien
agarrarme de vos y gritar bien alto ecce-homol Pero nivos ni yo
haremos tal cosa, porque nos entendemos admirablemente. Pues
bien, mi proyecto es de comun interés para los dos.
—Es claro que habiendo la señorita Eugenia d'Armilly robado
al príncipe Cavalcanti, con quien estaba comprometida á casarse,
debará poseer hoy ese pequeño capital. Eh bien; en este caso se
hace una ligera violencia á la libertad de la señorita Eugenia
d'Armilly, y se le propone un rescate equivalente á lo que ella
vale, y despues arreglaremos cuentas, capitan. ,
Vampa.
—Al pié de la cuarta columna del pórtico interior.
—No faltaré.
—Solo. -
LA MANO DEL MUERTO, 187
XVII.
La corona.
–----
YVIII.
El banquero retirado.
—co
XIV.
–Cual?
—Haced preparar como para que pueda recibirse por una ó
dos noches á una señora.
—Y para qué... esclamó el baron estupefacto. Una señora....
buen huésped por vida mía! pero quién esla señora....
—Vuestra hija.
—Es posible!.
--Ya os lo he dicho, baron.
- 20
15 LA MANQ DELMIERT0.
-Teneis pues, el don de adivinar...?
—Quizá, "
XX.
El Coliseo.
-e-Q--
de todo este edificio que los siglos han contemplado siempre con
admiracion... los recuerdos que despiertan cada una de estas pie
dras, este suelo, teatro verdadero en que el despotismo y el su
frimiento tendian sus lazos horribles.,... todo esto lo comprende
perfectamente mi alma!... Oh! Luisa, si hubieses tú amado una
Vez como yo amo... si hubieses alguna vez consagrado tu pen
samiento áun ser que el destino encadenó por un capricho á nues
tro ser, y que hace por decirlo así, una parte esencial de noso
tros mismos. Oh! entonces tú amarias la sombra, el silencio y
el aislamiento!
Vampa escuchaba las palabras de Eugenia, Benedetto oia dis
tintamente los latidos violentos del corazon del salteador romano,
pues como ya dijimos, la columna en que Benedetto se habia ocul
tado, era la misma en que el famoso bandido se habia apoyado.
—Eugenia, dijo Luisa, yo comprendo bien lo que te inspira
este silencio, esta sombra y este aislamiento en que tu alma, libre
de otras imágenes, se entrega libremente á la contemplacion de
aquello que hoy mas de cerca la afecta..., yo que no sufro la mis
ma impresion de ese sentimiento escesivo que domina y absor
ve tupensamiento; yo, que no tengo la energía y la fuerza de tu
carácter, vacilo y tiemblo al oir la menor vibracion, y el aspec
to de cada una de esas piedras me asusta: pareciéndome ver ele
varse un lúgubre fantasma que nos lanza su mirada siniestra y
feroz, como la de las fieras,¿qué quieres?... soy tímida, soy dé
bil..., soy como todas las mujeres... y solo tengo una diferencia
de todas ellas; no amo.
Eugenia, sin escuchará su amiga, avanzaba triste y pensati
va por el circo. Luisa se vió obligada á seguirla.
—Eugenia, Eugenia! dijo repentinamente Luisa, agarrando con
su mano trémula el brazo de Eugenia.
—Alguna visionque te aflige, amigamia? preguntó Eugenia de
teniéndose.
—Oh! no... no es simple vision, respondió Luisa despues de
una breve pausa y esforzándose para hablar.
164 LA MANO DEL MUERTO.
XXI.
Comedia.
--------
-Creo que sí, señor baron. Pero estais perdiendo tiempo sin
necesidad alguna. La cena se enfria, y si no os resolveis á dar
vuestras órdenes, iré yo mismo. -
–Vos!
–Como lo oís! replicó Vampa; yo os entiendo y sabré"desva
necer vuestros escrúpulos. Ahora no seria malo que nos recojié
semos... teniendo como tenemos necesidad de descansar.
—Ah! Matadme de una vez! esclamó Danglars levantándose to-,
dotrémulo. Matadme.... pero creed que no hallareis en mi casa
- 23
178 LA MANo bEL MUERro.
una cantidad igualá aquella que yame robasteis en vuestra cueva.
—¿Qué es eso? señor baron, estais en un crasísimo error, dijo
Vampa, levantándose tambien. Ya os olvidasteis de lo que se os
ha entregado.....
—¡Y bien... continuad! ¿Qué nueva idea será la vuestra?
—Ah! teneis poca memoria, señor baron, y voyá recordaros lo
que sucedió. Vino aquí un hombre compatriota vuestro, llamado
Benedetto. Este hombre despues de hablar con vos algun tiem
p0 tuvo la honra de pasar á vuestras manos alguna cosa de gran
valor. No sé si papel ó metálico: tal vez ambas cosas.
—¿Y despues? preguntó el baron, cambiando alternativamen
te de color.
XXil.
La comedia se complica
-wwwnvwº
XXIII.
El rapto.
es"
Sin que Eugenia hubiese dicho á Luisa una sola palabra acer
ca del huésped del baron, ella conoció bien que aquél era el
hombre que inspiraba á su amiga la pasion que le habia confesa
do. Luisa se sonreia dulcemente cuando en el decurso del dia re
clinaba Eugenia la abrasadora frente en su seno, ó la oprimia con
transporte contra su agitado pecho. Y en esa blanda sonrisa de
24
183 LA MANO DEL MUERTO.
instante que oyese una sola palabra tan espresa y positiva que
encerrase en sí fuerza bastante para cambiar mi desesperada re
solucion"... ¡Ah! figuraos un hombre que despues de los hor
rores de la muerte, si la muerte no es el aniquilamiento completo
del alma y del cuerpo, volviese repentinamente á la vida sembrada
de placeres inesplicables! que sensaciones esperimentaria...! po
dria concebirlo nadie...?
XXIV.
Campilugentes.
L
LA MANO DEL MUERTo. 197
—Examinadlo.
—Estamos conformes; ahora esperad solo un momento, hasta
que mis soldados se apoderen de Vampa, y partireis en seguida.
El jefe se dirigió al grupo ygritó. Encended los hachones y
bajemos! ¡Ea! camaradas, venid!...
Las luces brillaron en seguida y el piquete de caballería se
aproximó rápidamente á la entrada de las Catacumbas; las espa
das salieron de sus vainas,y los agentes descendieron á buscar
áVampa.
Un grito desesperado, loco, frenético y que esprimia la mas
profunda rabia resonó poco despues en lo interior de la bóveda
subterránea.
–0ís?...
—Sí...
—Es el grito del leon que cae para no levantarse jamás!! Es
el famoso Luigi Vampa que está en poder de la justicia romana.
—ldos pues; estais libre!
Y el hijo de Villefort desapareció en las tinieblas de la noche.
XXV.
—Respondo de mí....
—Vamos, guardad pues vuestros títulos en el bolsillo y venid
conmigo. Ah! vuestra historia me parece bien interesante! me la
contaréis cuando estemos en el mar. Os aseguro que nadie seria
capaz de reconocer allí, debajo de vuestro vestido de hermoso pa
ño, la corteza ordinaria y grosera del marinero!.... Miserias del
mundo!
XXVI.
XXVII.
El naufragio.
--->
XXVIII.
La mujer sin nombre.
---><>r- "
Es que en otro tiempo, antes del imperio de los cien dias, era
aquel lugar la residencia de una miserable colonia de pescadores
que, semejante á una banda de aves de emigracion, habia desem
barca do un dia en aquellas playas, sin saberse de dónde llegaba,
hablando un estraño dialecto que no era ni francés ni español,
ni vascuense de ninguna de las dos naciones.
Esta colonia, que habia obtenido permiso de las autoridades de
Marsella, para construir allí sus habitaciones, vivia de su mez
quino trabajo, conociéndose con el nombre de —los catalanes
que les daban los marselleses. Pero cuando Bonaparte dejó la
isla de Elba y entró de nuevo en la península, llamando á las
armas átodos los hombres sin distincion de clase, los catalanes
obligados á seguir las banderas del intrépido Corso, abandonaron
sus míseros albergues.
Desde entonces quedó desierta la pequeña aldea de los catala
nes y de aquella tribu errante y misteriosa, apenas existe hoy un
pequeño recuerdo, que nos trae á la memoria el lugar donde se
detuvo un momento al frente de las aguas.
Era en ese mismo lugar donde se elevaba la casita aislada de
que hemos hablado al principio de este capítulo, y que era ha
bitada por una mujer.
Una camagrosera, un banco, dos síllas y un enorme crucifijo
con laimágen del Redentor, tallada en marfil, componian el me
naje de su vivienda. Frente á su lecho habia una gran ventana,
por la que aun acostado en cama podian verse las aguas del Me
diterráneo, y contarse las velas que lo cruzaban. Contigua á esa
habitacion habia otra, con su cama preparada, una mesa y una
230 LIANODEL MUERTO.
Alfabe/e ("Interrefe 3.
XXIX.
El auxilio del cielo.
->><—
XXX,
- La serpiente.
poder mirar cara ácara á los que se decian hijos de los mas no
blesy honrados caballeros! Ahl y me fué forzoso reducirme á las
proporciones de un hombre que no tiene el menor título para me
recer la consideracion de la sociedad l " ,, , , ,
XXXII.
vuestra misma edad, pero sin embargo creed las palabras que
voyá deciros porque ellasson hijas de la esperiencia. Por mas
fatal que el destino parezca al hombre, este debe creer siempre,
que existe un principio superior y divino, cualquiera que sea, que
jamás se olvida de pesar nuestras acciones en la balanza de la
justicia, premiando luego la inocencia!
—Y habeis recibido vos el premio de esa inocencia? preguntó
Alberto sonriéndose.
—Nó: porqueyo soy culpable ,y creo firmemente en el castigo
de mis culpas, así quefinalice mi mision: pero he reconocido que
los malos tienen un castigo terrible de sus servicios y errores en
este mundo, ypor eso os aseguro que los inocentestambien tendrán
elpremio de sus virtudes. Quedad en paz, Alberto; sobre noso
tros haysin duda un Dios que nosjuzga.
Y al decir esto, Benedetto se retiró del cuarto de Alberto,
que impresionado vivamente por el ademan solemne, y por las
suaves palabras de aquél,no tuvo energía bastante para respon
derle, á pesar de haber conocido que sus últimas palabras, y el
tono con que fueron pronunciadas, esprimian su último adios.
XXXIII,
La partida.
---3O-–
—Por mí? lágrimas por mí... por míque estoy á tu lado; que
te abrazo? preguntó Alberto cuya voz se anudó en la garganta, co
mo si lo sofocase la violencia del sentimiento y de la conmocion.
LA MANO DEL MUERTO. 261
XXXIV.
Venecia.
Ella ostenta aun todos sus bellos ornamentos; los famosos arcos,
los elegantes palacios de sus antiguos patricios, la mole imponente
del palacio ducal, las columnas de granito de la Diazzeta, el cam
panario, de una arquitectura graciosa y compuesta de la basílica
cristiana: despues los canales, y las escaleras de mármol donde él
agua murmura mansamente; finalmente , Venecia, aunque haya
decaido de su antiguo esplendor, es todavía Venecia, quiero decir,
es todavía la hermosa princesa adormecida en las aguas del Li
do, como descansando risueña de suslides de otro tiempo.
Era, pues, en Venecia donde estaban Maximiliano y Valentina,
gozando aquel aire sin igual y aquel cielo trasparente que toda
vía es el cielo de la Italia. "
XXXV. " , , , , ,, ,
mina esa isla desierta, y ese hombre oyó entonces una vozíntima
que le decia, «desciende á las entrañas de la tierra; y vuelve des
pues al mundo donde podrás enjugar el llanto de la miseria, der
Tamando la felicidad en tu camino.»
Así lo hizo, es decir, descendió y vió el tesoro que allí existia
desde muchos siglos. Pero en ese momento Satanás estaba á su
lado, y Satanás decia para estraviarlo estas palabras traidoras.
«Tú eres de hoy en adelante el hombre mas poderoso del mundo.
Manda, y verás que hasta los reyes te obedecen!...»
Estas palabras produjeron su efecto
El hombre, vanidoso, volvióá la superficie de la tierra, y mi
rando con desden al mundo, se creyó grande y poderoso desde el
pedestal en que estaba erguido sobre todos sus hermanos.
Dejándose arrastrar por una pasion que lo dominaba y que
habia crecido con su repentina riqueza, tuvo el orgullo de querer
disponerá su alvedrío de los hombresy de las cosas solo por los
caprichos de su imaginacion exaltada. Finalmente, en vez de re
partir con los pobres lo que le habia sido alcanzado por el sudor
de lospobres, se hizo opulento y tomó un nombre capaz de cor
responder al prestigio inmenso de sus haberes.
Dios abandonó á ese hombre y buscóá otro. -
Aquí está, soy yo! La llave de oro que recibí del cielo está en
mi mano! yo abrí con ella el secreto que esconde vuestro pan!
Comed, bebed, hijos de la miseria, todo esto os pertenece porque
Dios os lo da!
Dichas estas palabras, continuóValentina despues de un momen
to, dejóse oir un grito muy estremado de placer y de contento. Una
llama precipitada aniquiló para siempre todo cuanto allí habia de
riqueza, y de la gruta de Monte-Cristo, de las columnas de la bó
veda,de las estátuas, joyasy aromas, nadamas quedó que las pare
des sombrías de la roca,y la tierra donde ellas tienen su orígen.
Valentina se detuvo de pronto, ocultando el rostro entre las
manos, cómo para evitar aun la vista de ese espectáculo que
acababa de describir.
LA MANo DEL MUERro. 277
—Oh! es que los sueños que tenemos, no una vez sola sino re
petidas veces, siempre conforme lo concebíamos, en la primera,
son, por decirlo así, unaviso queel cielo nosenviapara prepararnos.
–Valentina, esclamó inmediatamente Maximiliano, tomándole
las manos.
Valentina clavó sus lindos ojos en el rostro inquieto de su es
poso, como si quisiese preguntarle estas simples palabras: ¿qué
haremos entonces?
Se siguió un momento de silencio.
La góndola hasta allí serena como el cisne que descansa en el
lago, empezó á agitarse sacudida por el virazon de la noche:y
las aguas cuya superficie parecia un vasto espejo donde se repro
ducian las imágenes de la tierra y el cielo, empezaron á revol
verse bajo la presion atmosférica.
El gondolero notando esto, agitó sus remos; la góndola, fiel al
empuje, volvió la proa en la direccion del gran canal de Venecia.
Poco tiempo despues llegaba al muelle, y Maximiliano, hacien
278 LA MANO DEL MUERTO).
XXXVI,
Indagacion.
--->-s
XXXVII.
Los contrabandistas.
—Vaya! tú que eres una mujer de tino estás ahora con esas
cosas!..... Ea, seamos amigos, y yo te contaré lo que me alegró
—Mas vale así, Pietro, porque tengo otro negocio que propo
nerte.
—Y lo verás!
—Ya conseguí el medio de saber la altura de la isla.... y el
rumbo que debe seguirse para llegará ella.
—Muy bien!
—Estatarde, despues que dé la oracion la campana de la catedral
de San Marcos, esperadme á bordo del Tormenta.
LA MANO DEL MUERTO. 295
XXXVIII.
Terror.
------
Una mañana fué buscada esta por una muchacha del pueblo.
LA MANO DEL MUERTO 297
lentina, pues eran las mismas que habia escuchado de boca del
gondolero Giacomo.
—Volvedávuestra casa, yo hablaréá mi marido, entretanto
no digais la menor palabra de este suceso.
—Pero; y no será preso el gondolero Giacomo?
—No.
XXXIX.
La gruta de Monte-Cristo.
---><>s
-Sí.
—Basta!
—Aguardo pues vuestras órdenes, signor.
—Boga deprisa. -
—Bien, prepara con los objetos que todavía quedan por aquí,
una hoguera en aquella sala próxima.
Pepino, acostumbrado á obedecer, ejecutó la órden de Bene
detto, mientras éste con sus propias manos colocaba las estáuas
que adornaban las paredes en el centro mismo de la hoguera. En
pocos instantes completó el trabajo.
—Ahora agrega esta porcion de pólvora y ayúdame á estable
cerguia, continuó Benedetto sin perderun solo instante.
Esa operacion se ejecutó con toda prontitud.
—Ata pues; está preparado el festin para recibir al propieta
rio de este célebre palacio, esclamó Benedetto lleno de énfasis.
Que venga cuando le parezca!.... para deletreará la luz de las
llamas las palabras que voyá escribir en las paredes.
Diciendo esto tomó un pedazo de madera quemada y escribió
en la pared con grandes caractéres unas palabras que Pepino no
pudo leerá causa de las tinieblas que empezaban á derramarse
en el interior de la gruta.
Al dia siguiente Valentina y Maximiliano desembarcaron del
32() LA MANO DEL MUERTO.
XL.
—Seguramente !
-¿Cómo las reconoceré entre tantas máscaras?
— l'or la aplicacion de un principio mneumónico!.....
—¿Cuál es ese principio?..... habla.
—Giovanni Gradenigo es uno de los apasionados de las dos
d'Armilly. Cuando la otra vez estuvieron aquí, antes de irá
Roma, muchísimas veces le oíapasionados discursos relativos á
una de ellas óá ambas; por lo tanto, es de suponer que las siga
esta noche por todas partes; ahora bien, desde que por mas que
se disfrace Giovanni tú lo reconoces.....
—Puede ser.... es mi primo !
—Bien, pues, la mujerá que él rinda finezas, lo que será fácil
conocer por sus habituales singularidades, serásin duda alguna
de las d' Armilly.
—Muy bien: pongámonos nuestras máscaras, Laura, y vamos á
tentar el reconocimiento. Ah! has oido hablar del conde de Monte
Cristo?
—Ya llegó.
—Qué tal es su mujer? -
—Explicaos....
—Se trata de juzgaros y condenaros, mi querido conde de
Monte Cristo, y ahora comprendereis la razon de mi profecía
relativamente á Haydéa, no es así?
—Pero bien, de qué soy acusado? preguntó Monte Cristo,
tratando de entrar en carácter y sostener el papel que el dosco
nocido máscara le ofrecia.
—Estais acusado de haberos olvidado en un drama horroroso
que compusisteis, la palabra sublime de Dios! Sobre la tumba
helada de las familias de Saint Meran y Villefort, se levantaba un
rumor siniestro contra vos,y uno de los muertos levanta su ma
no descarnada para señalaros en el mundo. Cuidado, señor conde;
el soplo de la tempestad ha dado vuelta á la página que os conde
na en el libro del destino! Yo soy el encargado de interpretar
aquellas palabras tremendas de la justicia de Dios! y seré inexo
rable contra vos.
—Si me lo permitís, replicó el conde friamente, tomaré vues
tro acalorado discurso como el efecto singular de una locura re
pentina.
—Sin embargo, prosiguió el enmascarado, observad lo que
hay en mí que puedarecordaros á una de vuestras víctimas! Sois
olvidadizo, señor conde! Cuando yo os hice conducir al castillo
de If, como agente bonapartista, no cesábais de repetir minom
bre en la oscuridad de la cárcel en que fuisteis encerrado. Yo
soy Villefort -
XLI.
Primera oscilacion del Coloso.
---->---
"XLII.
El Gitano.
--->- --
—Y por eso, continuó él, no será tan infeliz como podria ser;
sin embargo, es necesario emplear algunos medios para evitar la
desgracia.
—Hablad ... hablad.... cuanto estuviere á nuestro alcance,
todo lo haremos; dijo Haydéa.
—Esta semana habrá en Venecia un banquete ofrecido á los
pobres, dijo el gitano pausadamente. Vos debeis comparecer allí
con este niño, y hacerle comer del pan de la caridad; será bueno
que vos y vuestro marido lo participeis tambien, para que os
purifiqueis de cualquier vanidad que haya en vuestros pechos.
Despues, debeis hacer que este niño reciba un ósculo de tres po
bres que lo tomarán en brazos con ese fin.
—Nada mas fácil, dijo Haydéa... haremos todo cuanto él dice,
no es verdad, amigo mio? preguntó al conde con modo ingénuo.
—Signora, continuó el gitano, haciendo lo que os digo, creed
que habeis alejado del horizonte de esta vida inocente algunas
nubes que allí noté. Buenas noches, la Virgen quede en vuestra
guarda, y un genio benigno no deje de velarjamás junto á la cu
na de vuestro hijo!
Diciendo esto, el gitano se dispuso para salir, y Haydéa con la
sonrisa de la esperanza en los labios, y la vista turbada por el
llanto de una sensibilidad sublime, estendió la mano al gitano
ofreciéndole un anillo magnífico que tenia en el dedo.
El gitano tomó el anillo y lo besó como prueba de profundo
respeto y completa satisfaccion.
—Entonces, señor? dijo Haydéa con orgullo á su marido, cuyo
mirar inquieto parecia seguir la figura del gitano á lo largo de
la sala. ¡Bien os decia yo que nuestro hijo habia de ser feliz!
¿Iremos al banquete de los pobres?...
–Iremos, murmuró, Monte-Cristo.
Haydéa le pasó un brazo alrededor del cuello, uniendo sus la
bios ardientes á la frente del conde.
LA MANO DEL MUERTO). 333
XIII.
El banquete de los Pobres.
-----
» PEPINo RocCA-PRioRi.»
|
F77 (”. Anserrae,3
XLIV.
La carta.
----- -
XIV.
>3>3
XLVI.
Sorpresa.
Nada habia allí que probase la inocencia del conde álos ojos
del cazador; prolongar aquella escena dedesconfianza, hubierasido
una imprudencia, asíes que el conde de Monte-Cristo resignándose
á la voluntad del cielo, se alejó tranquilamente de aquel lugar don
de su nombre quedaba maldecido.
A cada paso, Haydéa temblando volvia la cabeza para obser
var el movimiento del terrible cazador en cuyas manos estaba
todavía la escopeta engatillada.
Pocos momentos despues llegaron al carruaje que los esperaba
en el camino, y continuaron su viaje.
El conde, mirando fijamente al rostro angélico de Haydéa, le
vantó los ojos al cielo como si pidiese proteccion para ella: Mon
te-Cristo presentia tal vez lo que le iba á suceder. Al darvuelta
al cercado se oyó la detonacion de un tiro, y el conde y Haydéa
sintieron el silvarde una bala que atravesaba el carruaje de lado
á lado, pasando á un palmo de distancia de sus cabezas.
—Jesus! gritó Haydéa entrelazando su cuerpo frágil con el del
conde. ¡Yo quiero morir con vos!
El único recurso para evitar una catástrofe era la velocidad;
por tanto, el conde hizo señal al cochero, y los caballos par
tieron ágalope.
El carruaje desapareciódel camino entre nubesde polvo, y po
cos momentos despues se oyó aun un segundo tiro, pero la bala
pasóá gran distancia… .…
XLYII.
Miró para uno y otro lado, como para asegurarse del paraje
en que estaba, y midiendo con la vista los metros de la eleva
cion relativa á la superficie de las aguas, combinando despues
esta elevacion con la que tenia la entrada de la gruta, reconoció
que elevándose cuatro metros y medio, en la misma línea del ho
rizonte, llegaria á aquella gruta soberbia, que muchos años an
es habia buscado con ansiedad.
Habiendo hecho este pequeño cálculo, dejó de guiarse por las
hogueras, y tomando por una senda que conocia y que subia en
espiral, llegó algunos minutos despues á la entrada de la gruta.
En efecto, era aquel el punto en que el conde parecia ser es
perado: la última hoguera, la que estaba mas elevada que las
otras, ardia sobre el portal ennegrecido y chamuscado de la sala
subterránea.
El conde se paró allí, notando con desasosiego el mal estado
y el abandono en que estaba aquel portal magnífico, construido
bajo su direccion por el estilo gótico.
El interior de la gruta estaba debilmente iluminada por una
luz resinosa, colocada en una de las paredes. El conde bajó aque
lla escalera donde el musgo habia crecido con abundancia, y que
parecia no haber sido trillado por ningun pié humano, desde mu
cho tiempo, y su espanto creció al notar la vetustez del interior
de la sala. Las paredes estaban desnudas, la bóveda requemada,
el pavimento obstruido por los escombros y pedazos de madera
calcinada. Tres bellas estátuas de mármol oriental que represen
taban á las célebresMesalina, Cleopatra y Phirnea, ennegrecidas
por el humo, presidian á aquel cuadro de ruinas, en cuyo centro
parecian querer reproducir las escenas pasmosas de su placer y
lujuria.
De todo cuanto en otro tiempo habia de bello y magnífico en
aquella gruta apenas quedaban esas estátuas ahumadas como pa
ra atestiguar que todos arden en el fuego de las pasiones que no
saben estinguir en sí propios.
El conde sintió por la primera vez de su vida que un error fa
LA MANO DEL MUERTO. 405
XLVIII.
Gratitud de Pepino.
--><><
–La he de interrumpir.
—Ah! dijo el compañero con una risa de burla. ¿Eres masfuer
te que el destino?....
—He de pagar esta deuda de gratitud; el conde me salvó la vi
da, yo salvaré la suya. Partamos... ellos bajan.
Diciendo esto, los dos hombres entraron á la sala inmediata y
allí se ocultaron rápidamente detrás de la roca, porque el conde,
dando la mano á Haydéa, ya iba bajando la escalera.
Ambos atravesaron en silencio la primera sala y penetraron en
la segunda deteniéndose frente de la mesa.
—Y bien, Haydéa..... todavía quieres dejar aquel mundo que
tan bello nos pareció?
—Amigo mio, respondió Haydéa enjugando una lágrima; per
dona mi debilidad.,... yo no tengo en míaquella fuerza superior
que es necesaria para morir por mi libre alvedrío.....
—Oh Haydéa!.... esclamó el conde tomándola en los brazos:
pobre jóven..... y yo que te amo tanto.....
—Gracias mi buen amigo, os agradezco este sentimiento, y
creed que tambien os tengo un amor profundo, vehemente......
¿Me dais un beso, conde?
El conde colocó rápidamente sus labios en el rostro de Haydéa,
y ella alejándole suavemente la frente con las manos, levantóuna
mirada al cielo, y alargando con rapidez el brazo en la direccion
de la mesa tomó el vaso.
—Jesús! gritó el conde aterrado. Haydéa habia bebido el ve
I6I10.
XLIX.
—Yo no lo ví, señor: pero Pietro que le habló, dice que la voz
parece mas bien de mujer que de hombre, y porsu figura delica
da anuncia pertenecerá una clase distinguida.
—De cualquier modo debosaber lo que es.
–Pero mandar subir sin saber al menos su nombre?...
—Iréyo á hablarle á la puerta: que me acompañe Pietro, y en
tre tanto iluminen la sala.
Diciendo esto, Maximiliano bajó al jardin y encaminándose há
cia la reja que lo separaba del camino, distinguióá la luz de un
reverbero cercano, la figura delicada y ájil de un jóven que se
paseaba inquieto al lado del carruaje, parándose algunas veces
frente á la portezuela
—Buenas noches; dijo Maximiliano ¿á quién teneis el honor de
buscar aquí?
—Avos mismo, señor, si sois el dueño de esta casa ó teneis
alguna ingerencia en sus negocios demésticos; respondió el jóven
con una voz argentina y breve, pero con un cierto grado de aflic
cion que no escapó á Morel.
–Pero no sabeis siquiera mi nombre,ni el nombre de la per
sona á quien buscais directamente? preguntó él.
—Válgame Dios! no sé quien sois, tal vez nunca habré tenido
el gusto de encontraros... pero si sois caballero, si teneis un buen
corazon, si deseais socorrernos...
—Luego no venís solo?
—No, señor: y no espor mí que solieito socorro; mi mujer
me acompaña... está enferma.
—Vuestro nombre? preguntó Maximiliano, interrumpiéndolo
con interés, pues el tono con que el jóven hablaba tenia algo de
sentimental que le conmovió.
—Yo me llamo Leon d'Armilly.
426 LA MANO DEL MUERTO.
L.
La mano derecha del señor de Villefort.
---><>- -
tras; ellas fueron repartidas ya entre los pobres, y las que aun
restan, lo serán dentro de poco tiempo; si os he perseguido sin
piedad y sin dolor, fué para vengar la sangre inocentede mi her
mano Eduardo!
Ll.
Ultima noche en Monte-Cristo.
–->3<
apenas distinguian las cimas de las rocas doradas por los últimos
rayos del sol en el ocaso; pero la isla no estaba tan desierta como
parecia: un hombre caminaba con pesado y lento paso entre las
rocas, y ese hombre era Edmundo llantes.
Descendia en direccion áuno de esos profundos abismos de la
isla formado por la separacion de dos rocas, y caminaba con se
guridad, á pesar de las tinieblas que ya se habian declarado, y
que sin duda impedirian el paso á otro cualquiera hombre. Se di
ria que una estrella lo guiaba sobre los precipicios, que él sabia
evitar maquinalmente en su marcha; en proporcion que descen
dia al abismo, su cabeza se inclinaba sobre sus espaldas, y sus
ojos se clavaban en el cielo oscuro, como si encontrase allí algu
na imágen que le interesase. Poco despues un rayo rojo de una
luz agitada penetrando por las hendeduras de las rocas, fué á re
flejarse en el camino de Edmundo Dantes,frente á sus pasos. Este
se parósúbitamente como sorprendido por aquel incidente, y miró
alrededor de sí como una persona que despertase de un sueño.
Admirado de notar aquella luz en la isla, que él creia desierta,
dió algunos pasos hácia ella, y vió en la playa á un tiro defusil,
una hoguera al rededor de la cual tres hombres se habian sen
tado.
Media hora despues, durante la cual Edmundo permaneció
apoyado en una enorme piedra de granito, con el rostro apoya
do en sus manos contemplando á aquellostres marineros, que pa
recian conversar tranquilamente, ellos se levantaron y dejando la
hoguera allí como para señal, saltaron en una lanchita y desapa
recieron. Edmundo caminó entonces hácia la playa y juntando
algunas yerbas secas las torció, las mojó en el agua que bajaba
á la playa, y las encendió en la hoguera: despues ayudado por
la luz de aquel improvisado hachon, volvió á internarse en la is
la y empezó de nuevo su bajada al fondo del abismo. En poco
tiempo llegó á la base del peñasco mas alto en cuya punta ele
vada al seno de las nubes, algunos años antes habia él clavado su
mirada ardiente, como interrogándolo respecto á los inmensos
tesoros que el abate Faria le habia asegurado existir escondidos
LA MANO DEL MUERTO. 437
LII.
La vuelta al sepulcro.
---3>----
LIII.
La paciencia del cordero de Dios os acompañe.
->>
otra cosa que el nombre vago, junto del cual los hombres han de
escribir estas palabras: «orqullo, alucinacion.» Partid, pues, Bertuc
cio; puedes vivir tranquilo; en el banco de París está, como sabes,
un capital que te pertenece y que hará tu independencia. •,
LIV.
Despues de la ejecucion.
LV.
El penitente.
---> - -
Generalt a de Catalunya
bartament de Cultura