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¿Dónde estoy?
«El ángel del Señor le gritó desde el cielo: - ¡Abrahán, Abrahán! Él
contestó: - Aquí estoy.» (Gn 22, 11)
He ahí la pregunta clave. O una pregunta clave. Mirarte al espejo
vital. Preguntarte por tus fortalezas y debilidades. Por tus vínculos.
Por tu corazón. Por tus manías. Por todo lo que es significativo.
Trazar un mapa lo más auténtico posible. Porque la capacidad de
poner nombre a las cosas es camino inexcusable hacia la verdad
que buscamos. La lucidez para saber dónde estás. La honestidad
sobre las relaciones que te importan. La sinceridad sobre los
objetivos que de verdad movilizan tu corazón, más allá de las pala
bras y declaraciones políticamente correctas. El estado de tu fe.
Todo eso es fundamental.
¿A dónde voy?
«Le dice Simón Pedro: -Señor, ¿a dónde vas» (Jn 13, 36)
Uno puede moverse por inercia, por casualidad o por
intención. Uno puede ir a ningún sitio, o tener, en el horizonte,
metas y anhelos. Si uno mira el calendario de este curso, por
ejemplo, ¿qué fechas serán señaladas? ¿qué nombres me
esperan en el camino? ¿qué gestos, qué abrazos, qué palabras
son importantes? Todo ese tipo de preguntas, anticipadas, son
necesarias en la vida. Para no dejarse llevar solo hacia “lo que
surja”, y más bien ser capaz de proponerse objetivos. Esto es
básico en muchas dimensiones de la vida. En el trabajo, en el
estudio, en las relaciones o incluso en la fe que vas trabajando.