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Pensar la comunicación bajo las reglas del capitalismo

Por Rocío Ramonda. Estudiante de Comunicación Social

Como fuimos mencionando en algunos de los diferentes artículos publicados en el Chasqui,


el sistema capitalista tiene tendencias estructurales que caracterizan su dinámica de
funcionamiento y que son el puntapié inicial de todas las problemáticas que fuimos
abordando. Con esto quiero decir, que el capitalismo tiene predisposiciones que se dan de
manera cíclica y repetitiva, y que condicionan y delimitan la manera de funcionar del
sistema económico. Estas tendencias son enumeradas por Enrique Palazuelos en su texto
“Las economías capitalistas durante el período de expansión 1945 – 1970”, donde el autor
considera cuatro tendencias como las más importantes: la internacionalización del capital,
el crecimiento polarizado y desigual, el carácter cíclico de esa dinámica de acumulación y
la concentración y centralización crecientes. A través del análisis y descripción de estas
cuatro tendencias estructurales se puede comprender el funcionamiento del sistema
capitalista en el mundo actual.
La internacionalización del capital a través de sus diversas formas, ya sea comercial,
financiera o productiva, es una de las consecuencias de la tendencia monopólica, y parte de
“la necesidad de ampliar los mercados y de extender la base de extracción de excedente
económico, y, por ello, como tendencia a la expansión y al dominio mundial de las
relaciones de producción capitalistas”1.
La polarización y la desigualdad están determinadas por la lógica misma del sistema
capitalista y lo cruzan en todas sus dimensiones o esferas. Esta característica tiene que ver
con la división internacional del trabajo en donde se entiende al esquema de mercado en
base a la división centro y periferia. “Existe una diferencia radical dentro de la división
internacional del trabajo entre las economías centrales que pudieron generar una dinámica
de desarrollo y las economías periféricas que se vieron sometidas a esta dinámica
reproduciéndose en ellas las condiciones de subdesarrollo y dependencia estructural”2.

1
PALAZUELOS, Enrique. “Las economías capitalistas durante el período de expansión: 1945 – 1970” Edición
Akal University. Página 53.
2
PALAZUELOS, Enrique. “Las economías capitalistas durante el período de expansión: 1945 – 1970” Edición
Akal University. Pág 54.
Pero esta desigualdad no sólo se visualiza en la división internacional del trabajo en donde
algunos países se constituyen como la periferia que otorga materias primas y otros como los
grandes centros productivos, sino que también se reproduce a su vez dentro de las
diferentes economías industrializadas que lo componen y dentro de cada formación social
en particular.
Otra de las características de este sistema es el movimiento cíclico, y tiene que ver con una
gran expansión en ciertos períodos que se ve interrumpida por grandes crisis en otros. Estos
momentos de crisis y auge del sistema producen como resultado reestructuraciones
parciales o globales dentro de las fuerzas productivas.
La cuarta característica es la concentración de capital, la cual se entiende como “el proceso
mediante el cual los empresarios capitalistas acrecientan la suma de capital invertida en sus
instalaciones productivas, provocando una dimensión cada vez mayor de las mismas”3. A
diferencia de la concentración, la centralización del capital es un fenómeno que tiene que
ver con un cambio en la distribución del capital y no con un aumento del mismo. Lo que
antes estaba en manos de muchos empresarios, progresivamente se va centralizando en
manos de unos pocos. “Cuanto más centralizado está el capital, más notablemente aumenta
la escala de sus operaciones acelerando el proceso de acumulación y concentración”4
Estas tendencias llevaron a marcar dos grupos de países claramente diferenciados: los
países centrales, desarrollados y dominantes y los periféricos, subdesarrollados y
dependientes. Principalmente la concentración y centralización dieron pie para que se dé el
paso del capitalismo de la libre competencia al capitalismo monopólico. Sin embargo esto
no significó la desaparición de las pugnas competitivas, solo que ahora éstas pasaron a ser
protagonizadas por las grandes empresas.
Ahora bien, resulta fácil pensar el funcionamiento del sistema económico bajo la lupa de
estas cuatro tendencias estructurales en diferentes ámbitos de la economía del país:
hablamos de lo que ocurre con la producción de alimentos, con las diferentes fuentes de
energías, con el índice de pobreza y desigualdad en la sociedad, el crecimiento ilimitado de
grandes multinacionales, etc. Pero, ¿pensamos alguna vez lo que ocurre en el ámbito de la
comunicación?
3
PALAZUELOS, Enrique. “Las economías capitalistas durante el período de expansión: 1945 – 1970” Edición
Akal University. Pág 54.
4
CARLETTI, Jorge. “Desarrollo industrial y concentración monopólica. Los dueños de las máquinas; como las
explotan. Quienes las manejan.”. Página 21.
Aunque nos resulte difícil pensar la comunicación bajo los términos capitalistas, no
podemos dejar de lado el análisis, ya que hoy en día la mayoría de los problemas que
afectan a los diferentes medios de comunicación tienen que ver con estas cuatro tendencias
estructurales, principalmente la concentración y centralización.
La comunicación es un derecho, y como todo derecho humano, está contemplada y
amparada en diferentes documentos y legislaciones nacionales e internacionales: como la
constitución nacional, el Pacto San José de Costa Rica, entre otros. Lo que estos
documentos buscan amparar es el derecho a comunicar libremente y por cualquier medio,
más conocido como libertad de expresión y pensamiento. Sin embargo, esto no alcanza
cuando se trata de defender el derecho a comunicar dentro de las reglas capitalistas.
Como ya vimos con el caso Clarín, pensar la concentración en términos de los
medios masivos de comunicación es mucho más cercano de lo que quisiéramos. Grandes
medios conglomerados decidiendo qué parte de lo que ocurre tenemos que saber y qué
parte conviene ocultar.
Fue en este marco en el que años atrás se comenzó con el debate sobre la realización
de una ley que sea capaz de regular estas tendencias de crecimiento polarizado y desigual,
concentración y centralización, dentro del ámbito de la comunicación. La Ley de Servicios
de Comunicación Audiovisual se creó, se sancionó, y se puso en vigencia. Establecía un
límite de licencias al que cada grupo debía adecuarse, además de establecer ciertos
derechos para los grupos minoritarios como otorgar un tercio del espectro radioeléctrico a
entidades sin fines de lucro.
Sin embargo, la ley nunca logró funcionar como debió. El multimedios Clarín nunca
terminó de adecuarse, y la concentración y centralización de los medios continuaron siendo
un tema de puja política. Pero, ¿por qué la Ley de Medios nunca pudo solucionar
problemas de fondo? Pese a concebirse como un avance en materia de políticas de
comunicación en el país, desde su nacimiento estuvo ligada a políticas corruptas y al
partido gobernante. Un ejemplo claro de esto lo constituye la autoridad de aplicación de la
ley (AFSCA) donde, en palabras del profesor Lui Lafferriere: “El texto de la nueva ley
aprobada dispone un esquema donde la autoridad aplicación continúa a merced de la
mayoría que maneja el partido en el gobierno. Será esa autoridad la que otorgue las
licencias al sector privado por un término de 20 años (diez años iniciales prorrogables por
diez años más), y con poder también para cancelarlas. Con un agravante, que para el caso
de las ciudades o conglomerados de más de 500 mil habitantes, las licencias serán
otorgadas directamente por el poder ejecutivo”.
Otro de los puntos de discusión fue la distribución desigual y a discreción
(dependiendo la postura política de cada medio) de la pauta oficial. Sin embargo la ley no
regula nada acerca de la pauta oficial y, durante todo el período el gobierno K se encargó de
utilizarla como una herramienta de extorsión y silenciamiento. Con lo cual se incrementó la
brecha entre los grandes medios y los pequeños medios locales y alternativos, ya que éstos
no recibían pauta, elemento esencial para su sostenimiento económico.
Sin embargo, con el cambio de gobierno, todo sigue igual, marchando sobre la ruta
de la corrupción y el crecimiento desigual de unos pocos, los más grandes. En un artículo
de Martín Becerra titulado “La prometida ley de comunicaciones en Stand By” puede leerse
claramente que fue lo que ocurrió con la LSCA con el cambio de gobierno: “Macri
gubernamentalizó la autoridad de aplicación de las normas; relajó (y en algunos casos,
eliminó) los límites a la concentración; extendió todas las licencias audiovisuales obturando
así la posibilidad de realización de concursos; autorizó las transferencias de licencias con
uso de espectro radioeléctrico; promovió cambios en la estructura de propiedad de
conglomerados mediáticos (con una tendencia a la mayor inserción de capitales
estadounidenses) y en una de las dos principales telefónicas; lubricó la inserción del Grupo
Clarín en el campo de las telecomunicaciones, habilitando a partir de 2018 que las
telefónicas puedan brindar tv cable en los tres principales centros urbanos; bloqueó la
competencia en las redes de nueva generación por 15 años; y consintió que el único
operador de tv satelital ofrezca conectividad a Internet contra lo que las normas definidas
por el mismo Macri establecen”.
Fue así, como a lo largo de todos estos años la discusión se desvió hacia un ámbito
meramente de puja política, donde se pusieron en juego intereses económicos por sobre el
derecho que se estaba discutiendo: el derecho a comunicar. Comunicar no sólo es Clarín, no
sólo es la LSCA, el derecho no se agota en la cantidad de licencias otorgadas: aunque no
discutimos que éstos no dejan de ser un punto importante a la hora de sentarse a discutir, no
son los únicos. En un fragmento del proyecto “Por el derecho a la comunicación, redactado
para ser presentado en la Facultad de Ciencias de la Educación por Luis Lafferriere,
Gustavo Lambruschini y Juan Fraiman, se puede visualizar esta postura y hasta dónde llega
la lucha de quienes realmente nos interesamos por la comunicación: “Así pues, sin afán de
agotar la enumeración, pertenecen a esta cuestión y a esta discusión el derecho a la
información, la publicidad republicana de los actos de gobierno, la obligación de dar a
conocer el destino y la administración del dinero de los contribuyentes, el uso y la
administración del patrimonio público, la administración de los medios de comunicación
del Estado y los financiados por el Estado, la distribución legal y equitativa de la pauta
oficial, la obligación de garantizar la expresión de todas las voces, el conocimiento y el
control de la evolución del patrimonio personal de funcionarios y burócratas del Estado, por
una parte; y por la otra, la garantía del ejercicio sin persecución, sin censura, sin obstáculos
de ningún tipo de la libertad de pensamiento, expresión, prensa (y equivalentes), el vínculo
esencial y sistemático de la Educación con la Comunicación, la protección y la promoción
de las voces de los oprimidos y marginados, de los humillados y ofendidos de una sociedad
en que el poder económico, político y cultural son manifiestamente privilegios sociales; en
fin, el polifacético y plural ejercicio de la Comunicación Social como una profesión, como
una competencia experta y no sólo como el ejercicio del derecho constitucional de todo
ciudadano de hacer un uso público de la propia Razón”.
Entonces lo que deberíamos preguntarnos es hasta qué punto está garantizado el
derecho a comunicar, con todos los ítems que ello implica, sin caer en la disputa política de
si la Ley de Medios nació vieja y se necesita otra que incorpore internet como una fuente de
comunicación, si Clarín nunca se adecuó o si el actual presidente anuló los principales
artículos que proponían un genuino avance en las políticas de comunicación del País.
Quienes legislan y deciden por nosotros, no se sientan a pensar en las radios barriales, los
medios universitarios, las fuentes genuinas de trabajo a las que puede acceder un
Comunicador, las presiones y amenazas recibidas por jefes que quieren que se diga lo que a
ellos les conviene, la precariedad de los sueldos, las minorías que no pueden acceder a
ningún medio masivo para contar su realidad y exponer sus problemáticas.
Volviendo al inicio del texto, las cuatro tendencias estructurales del capitalismo se
hacen visibles en todos los ámbitos de la vida, y la comunicación es una esfera que no se
queda afuera de ello. La discusión va más allá, se trata de entender que el sistema
económico que nos rige nos divide y destruye como sociedad y que, mientras siga
gobernando el capitalismo, la desigualdad de condiciones, el crecimiento ilimitado de los
ya grandes, la invisibilidad de las minorías y la frustración de derechos humanos como lo es
la comunicación, van a seguir constituyéndose como condimentos esenciales de su
funcionamiento.

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