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Eutanasia: Muerte Piadosa o Excusa Médica y Familiar

Lucrecia Barillas Gálvez

FACULTAD DE TEOLOGIA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDIVAR ESTUDIANTE DE LA CATEDRA DE


BIOETICA

Resumen:

Con este artículo se quiere dar a conocer, que la bioética no complaciente tiene el gran reto de responder a los
argumentos que se manejan para que la eutanasia sea considerada un acto médico amparado por la ley. El
artículo analiza la relación entre dignidad humana y sacralidad de la vida humana. Por otra parte, desde una
perspectiva deontológico-profesional, la novedad que se propone con la eutanasia y el suicidio médicamente
asistido rompe una de las limitaciones de la acción médica que existe, al menos en la formulación teórica, desde
el juramento hipocrático. Pretende también deconstruir el uso que se hace por algunos de la compasión; una
utilización que tiene como efecto fortalecer la posición del individuo más fuerte. Este uso se observa
fundamentalmente en la eutanasia.

Se pretende contribuir a resolver dudas acerca de cuándo y cómo hacer un documento de voluntades
anticipadas, popularmente testamento vital. Al mismo tiempo, este artículo busca iluminar los principios
fundamentales como la dignidad, la libertad y la confianza que en la etapa final de la vida recobran más
trascendencia.

Se expone la postura de la Iglesia Católica ante esta problemática, la cual ve a la eutanasia como irreconciliable
con la ética que surge del mensaje de Jesús; mensaje en el cual la concepción cristiana de Dios, lo cree como
el único Señor de la vida y de la muerte.

Palabras Claves: eutanasia, eutanasia activa indirecta, dignidad humana, muerte digna, voluntad, sufrimiento.

Introducción:

La vida nos enfrenta a cada uno con la realidad de la muerte propia y ajena. La gran cuestión que permea sobre
la fase final de la vida es la actitud que se adopta; vida y muerte varían su significado de una cultura a otra y,
muy particularmente, por las creencias de las que se vive.

Este tema es profundo y tiene muchas formas de presentarse a los enfermos y sus familias como una opción
humana y sensible ante el que está sufriendo una enfermedad dolorosa e insoportable. A continuación describiré
tres puntos importantes para dar luz a este tema que refleja muchas veces un oscurecimiento de la conciencia,
anteponiendo escusas sin argumentos válidos y humanos.

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1. El uso de la compasión como máscara moral

Según el Profesor Serrano (Serrano, 2013), la bioética no complaciente tiene en este momento como gran reto
responder a los argumentos que se hacen a favor de provocar intencionalmente, en diversas circunstancias, la
muerte del paciente para que sea considerado un acto médico amparado por la ley.

Será necesario darse a la tarea de averiguar si en torno a los razonamientos que definen estas acciones de la
eutanasia existen cosas ocultas, que dan lugar a la duda, sobre si desde la supuesta implantación completa de
la libertad individual no se están introduciendo consideraciones utilitaristas. Es muy interesante como lo que
llamaríamos compasión por el dolor del enfermo y su sufrimiento se puede convertir en una excusa tanto para
el médico como para los familiares, que por aliviar la carga que constituye el enfermo terminal, ya sea en forma
vegetativa o tetrapléjico; estarían dispuestos a justificar ante la debilidad del mismo que por compasión debe
decidir por el suicidio asistido.

La justificación que se quiere utilizar y presentar está constituida por dos ideas fundamentales: el principio de
autonomía del sujeto, que tendría derecho a disponer, de manera absoluta, de su propia vida; y la convicción,
más o menos explicitada, de no poder soportar el dolor que puede a veces acompañar a la muerte. Entonces
se invoca autonomía cuando esta es quizás menos real, y se olvida la realidad protectora; que al final de la vida
el objetivo principal de todo tratamiento es mejorar la calidad de vida o al menos tratar de controlar los síntomas
que sean posibles para mejorar la calidad de la vida de las personas, aún al final de su existencia.

2. Testamento Vital

Se define como testamento vital al documento en el que una persona manifiesta los tratamientos que desea
recibir o rechazar para cuando haya perdido la capacidad de expresarse por sí misma, y decide el destino de
sus órganos o de su cuerpo tras su fallecimiento.

El proceso evolutivo del testamento vital, según Cristina Quijada (Quijada, 2014) pasó, de la generalidad inicial
de los documentos, a una complicación progresiva de los mismos con referencias explícitas a la aceptación o
el rechazo de determinadas terapias. Se diseñaron formularios para enfermedades crónicas concretas como
la insuficiencia renal, el SIDA o la enfermedad pulmonar obstructiva, que conviven con otros a modo de
documento único en forma de testamento vital complejo, que son los utilizados generalmente en Estados Unidos
y en Europa a través de los modelos facilitados por los servicios públicos de salud o por hospitales y por distintas
asociaciones y confesiones religiosas.

El contenido, generalmente dirigido al médico responsable, admite una amplia variedad de manifestaciones
acordes con su heterogeneidad. Sin embargo, al día de hoy las peticiones más frecuentes se refieren al rechazo
de tratamientos, principalmente los que impliquen transfusiones de sangre o hemoderivados y solicitudes de
eutanasia.

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Se trata de un documento sencillo y breve, que ha tenido el acierto de recoger en unas pocas frases los aspectos
más importantes para tener en cuenta ante una situación irreversible, destacando el reconocimiento a la
dignidad de la persona en un contexto clínico de enfermedad terminal o estado crónico de no previsible
recuperación. Se aleja de la eutanasia y del encarnizamiento terapéutico. Sin embargo, es necesario dotarlo de
los aspectos legalmente establecidos en cada país para su validez, tales como la firma de tres testigos, proceder
a su inscripción registral o a su protocolización notarial, y dejar constancia de todo ello en la historia clínica.

3. El Magisterio y el Derecho a Morir

La Iglesia Católica en la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, condena la eutanasia,


diciendo que nadie puede atentar contra la vida de otro ser humano inocente, sin violar un derecho fundamental,
irrenunciable e inalienable; y que a su vez nadie puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros
confiados a su responsabilidad, ni puede consentirlo explícita o implícitamente. También denuncia que ninguna
autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo.

La Declaración legitimiza el uso de calmantes que pudiesen abreviar indirectamente la vida, pero que darían
alivio al sufrimiento y al dolor de un enfermo terminal, a esto se le llama eutanasia activa indirecta.

La Iglesia condena el encarnizamiento terapéutico, para proteger la dignidad de la persona humana y la


concepción cristiana de la vida contra un tecnicismo que corre el riesgo de hacerse abusivo. Defiende el derecho
a morir con toda la serenidad, con dignidad humana y cristiana, llamando a este derecho, derecho a morir, pero
aclara que no designa el derecho a procurarse o hacerse procurar la muerte como se quiera.

Afirma la legitimidad del dejar morir en paz, es decir que ante la muerte inminente e inevitable, a pesar de los
medios empleados, es lícito, en conciencia, tomar la decisión de renunciar a otros tratamientos que procurarían
únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir, las curas normales debidas al
enfermo en casos similares.

Juan Pablo II manifestó que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación
deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. También condena el suicidio asistido, solicitado
por el propio enfermo; y que al volverse legal se estaría autorizando un suicidio homicidio, contra los principios
fundamentales de que no se puede disponer de la vida y de la tutela de toda vida inocente.

Según Javier Gafo (Gafo, 2003), para una ética cristiana, así como para una ética humanista, la vida no es un
valor absoluto que debe siempre conservarse a ultranza, será un valor fundamental, fundante de otros valores
humanos, pero no puede ser absolutizado. La vida en este mundo es un don y una bendición de Dios, pero no
es el valor supremo y absoluto.

Concluyo que con la legitimación de la eutanasia se induce una complicidad perversa del médico, el cual, por
su identidad profesional y en virtud de las exigencias deontológicas a ella vinculadas, está llamado siempre a
sostener la vida y a curar el dolor, y jamás a dar muerte “ni siquiera movido por las apremiantes solicitudes de

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cualquiera”, ya que eso es a lo que se compromete cuando realiza el Juramento de Hipócrates. Pienso que la
eutanasia, ese acto inhumano y falto de misericordia, que pone fin deliberadamente a la vida de un paciente,
tanto a petición del paciente mismo como por solicitud de sus familiares, es inmoral. Y espero que los Comités
de Bioética sean siempre pro vida, aún sea necesario la utilización de recursos del estado, que escasos en
muchos de los casos, no discriminen por ejemplo a alguien que está en coma o a un parapléjico.

Lo más inhumano, hipócrita, irónico y manipulador es que esto se haga en virtud de la autonomía del paciente
al que se presenta el hecho de su muerte causada por un tercero como una nueva y revolucionaria libertad.

Con respecto al documento de voluntades anticipadas, no exento de polémica, permite a cualquier persona
capaz, dejar constancia de los cuidados sobre su salud o tratamientos médicos que desearía recibir si, llegado
el momento, fuera incapaz para tomar decisiones o no pudiera expresarlos por sí misma. Correctamente
utilizado puede ser un instrumento eficaz de las relaciones clínicas. Me parece que es un buen instrumento para
prevenir futuras decisiones.

La eutanasia otorga un poder donde antes no existía, un poder aplicable sobre personas especialmente
dependientes, como son los enfermos en fases más o menos graves, pues la aplicación de la eutanasia
exclusivamente a terminales es como mínimo equívoca, lesiona la dignidad de la persona y si es creyente,
atenta contra su Fe y con el derecho que sólo Dios tiene sobre la vida y la muerte de todos sus Hijos. Es una
grave violación a la Ley de Dios.

Esta manipulación se constituye en el principal obstáculo para lograr el paso desde una medicina centrada
exclusivamente en el curar hacia una medicina que admite que al final de la vida el objetivo principal de todo
tratamiento es mejorar la calidad de la misma, o al menos tratar los síntomas que sea posible para lograr esa
mejora.

Referencias Bibliográficas:

Gafo, J. (2003). Bioetica Teológica. (Cap10)( pp. 257-288). España: Editorial Desclée de Brouwer, S.A.

Quijada, C. y. (2014). Testamento vital: conocer y comprender su sentido y significado. Persona y Bioética, 18(2), 138-152.

Serrano, J. M. (2013). Sobre la injusticia de la eutanasia. El uso de la compasión como máscara moral. Referencia a nuevos
documentos bioéticos europeos. Persona y Bioética, 17(2), 168-186.

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