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Martín F. Echavarría
Ambos tienen en común el negar que en los filósofos griegos, pero también,
aunque en menor medida, en los pensadores cristianos clásicos, y muy espe-
cialmente en san Agustín y santo Tomás, se hiciera un lugar a la afectividad
espiritual.
Así, Haecker, un autor más literato que filósofo, que algunos podrían
considerar “agustiniano” porque se mueve en la línea de Pascal y Kierke-
gaard, hace una crítica a la segunda asignación agustiniana de la imagen de
la Trinidad en la mente, la de memoria, inteligencia y voluntad, afirmando
que la memoria debería ser reemplazada por el “sentimiento”2:
Es bien sabido que San Agustín concibió la unidad del espíritu huma-
no como una trinidad de recuerdo, pensamiento y volición. Así nos dice:
memoria et intelligentia et voluntas sunt una essentia, una vita. Es triste re-
conocer que esta división no ha sido afortunada. Agustín no acertó, como
el cocinero platónico, a trinchar guiándose por las articulaciones naturales;
más bien prefirió que su cuchillo cortase y separase sin otra norma que su
propio y tiránico albedrío. Es patente, sin embargo, que la memoria perte-
nece a la intelligentia , de suerte que, en último término, volvemos a encon-
trarnos con la teoría de los dos principios, inteligencia y voluntad3.
2
Esto nos manifiesta las limitaciones de la denominación de “agustinianos” para todos
aquellos autores que, separándose de la línea escolástica y especialmente tomista, desarrollan
una filosofía espiritualista que subraya la importancia de la afectividad. En nuestra humilde
opinión, hay más ideas del san Agustín histórico en santo Tomás de Aquino que en Haecker
y Hildebrand. Otro autor contemporáneo de orientación agustiniana (y rosminiana) que
distingue al sentimiento como tercera facultad espiritual es el interesantísimo Michele
Federico Sciacca. Según Sciacca el objeto propio del sentimiento sería la belleza; cf. M. F.
Sciacca, L’interiorité objective, 37-38: “Les concepts des choses ne sont pas innés, mais
ce qui est ineé c’est l’idée de l’être [...]. Ce problème, vu sans équivoque par Augustin, a
retrouvé sa première maturité critique, dans et contre la pensée moderne, avec Rosmini.
[...] Non pas trois idées, mais la même idée de l’être, comme forme de l’intelligence (vérité),
comme forme de la volonté (bien), comme forme du sentiment (beau)”. La fuente de esta
tercera facultad parece ser Kant (ibidem, 41), como diremos más adelante.
3
Cf. Th. Haecker, Metafísica del sentimiento, 170. Demostrando una cierta
ignorancia de la historia de la teología escolástica, medieval y barroca, así como de la
historia de la teología mística, Haecker afirma: “Hasta donde llegan mis noticias, que
no es muy lejos, no es sabido más que de un teólogo de primer orden que se haya atenido
de alguna manera a la división del alma en memoria, intelligentia, voluntas: San Juan de
la Cruz. Y por desgracia, debiera añadir”. Haecker parece desconocer que tanto autores
como san Buenaventura, como incluso santo Tomás de Aquino aceptaron la fórmula de
san Agustín. Y que, en san Juan de la Cruz, casi todas las veces que se menciona a la
voluntad es en su dimensión “afectiva”, en cuanto potencia que elicita los actos de amor a
El corazón: un análisis de la afectividad sensitiva 43
Recurriendo a una cita aristotélica de santo Tomás, a quien trata con más
respeto que a san Agustín, Haecker prefiere la tríada “sentire, intelligere et
velle”4. Sin embargo, Haecker considera que en Aristóteles y santo Tomás,
lamentablemente, el sentir se limita al orden sensorial y no alcanza el orden
espiritual, que quedaría reducido a la dualidad de inteligencia y voluntad5.
Algo semejante, aunque desarrollado más sistemáticamente, encontra-
mos afirmado por Hildebrand. Este critica a la filosofía griega, y en par-
ticular a la aristotélica6, por desconocer la dimensión de los sentimientos
espirituales, y defiende la centralidad de la facultad que sería sede de estos
sentimientos, a la que llama “corazón”, y la distingue de la inteligencia y
la voluntad7. Tendríamos, entonces, tres facultades esencialmente distintas
entre sí, por razón de su objeto: intelecto, voluntad y corazón. Este “co-
razón” no habría sido tomado en serio por la filosofía clásica, y tampoco
en toda su radicalidad por pensadores cristianos como santo Tomás8 y san
Agustín, al que sin embargo reconoce que da un lugar importante a la afec-
tividad espiritual de hecho, aunque no de derecho9. Habrían sido, en esto,
víctimas de su formalismo abstraccionista:
Se nos presenta [en la filosofía] a este centro del hombre como algo
menos serio, profundo e importante que el intelecto o la voluntad. Nos
enfrentamos aquí con un ejemplo drástico de los peligros del abstraccionis-
mo, es decir, del peligro de construir teorías sobre la realidad sin consultar
la realidad [...].
El corazón, de hecho, no ha tenido un lugar propio en la filosofía. Mien-
tras que el entendimiento y la voluntad han sido objeto de análisis e in-
vestigación, el fenómeno del corazón ha sido repetidamente postergado. Y
siempre que se le ha analizado nunca se le ha considerado al mismo nivel
que el intelecto o la voluntad10.
Negar a la afectividad en sí misma el carácter espiritual es una herencia
del intelectualismo de los filósofos griegos que consideraban espirituales
sólo a la razón y a la voluntad. La esfera afectiva en su conjunto era tenida
como irracional y como una característica que el hombre compartía con los
animales11.
12
Von Hildebrand & Von Hildebrand, Actitudes morales fundamentales, 178.
13
Hay que recordar que Hildebrand propone su tesis en el contexto de un libro sobre
el Sagrado Corazón de Jesús.
14
No está de más, sin embargo, recordar que Pío XII recomendó especialmente la
psicología de la afectividad de santo Tomás para una teología del Sagrado Corazón en su
Encíclica Haurietis Aquas (n. 14): “A la verdad, vale también a propósito de Jesucristo,
cuanto el Doctor Angélico, amaestrado por la experiencia, observa en materia de psicología
humana y de los fenómenos de ella derivados.” http://w2.vatican.va/content/pius-xii/es/
encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_15051956_haurietis-aquas.html (30/10/2015).
46 Martín F. Echavarría
como las percepciones son llamados pasiones. Se produce así una confusión entre el orden
cognitivo y el orden afectivo, y se pierde también la dimensión afectiva de la voluntad.
Cf. R. Descartes, Las pasiones del alma, 83-84 (primera parte, art. XVII): “Tras haber
considerado todas las funciones que pertenecen sólo al cuerpo, sabremos fácilmente que
no nos queda nada que debamos atribuir al alma, salvo nuestros pensamientos, los cuales
son principalmente de dos géneros, a saber: unos las acciones del alma, otros las pasiones.
Las que llamo sus acciones son todas nuestras voliciones, porque experimentamos que
provienen directamente de nuestra alma y parecen depender tan sólo de ella. Como,
al contrario, se pueden generalmente denominar sus pasiones a todas las clases de
percepciones o conocimientos que se encuentran en nosotros, porque a menudo no es
nuestra alma la que las hace tales como son y siempre las recibe de las cosas que ellas le
representan”; Ibidem, 95-96 (art. XXVII): “Después de haber considerado en qué difieren
las pasiones del alma de sus otros pensamientos, me parece que pueden definirse en general
como percepciones, sentimientos o emociones del alma que se refieren particularmente a
ella, y que son causadas, mantenidas y fortalecidas por algún movimiento de los espíritus”.
En esta obra, Descartes contrapone la lucha clásica entre la parte superior y la parte inferior
del alma, a lo que él piensa ser la lucha entre la voluntad y el cuerpo, al que debe dominar
(ibidem, 122 –art. XLVII). Adivinamos un hilo conductor entre la concepción cartesiana
de la voluntad y la kantiana de la voluntad autónoma y su ruptura de la fundamentación
de la moral en las inclinaciones naturales y de la afectividad, dirigidas al bien, vistas como
principios de heteronomía y de hedonismo; cf. I. Kant, Fundamentación de la metafísica
de las costumbres, 211 (segunda sección, 440, 16-21): “La autonomía de la voluntad es la
constitución de la voluntad por la cual ésta es una ley para ella misma (independientemente
de toda constitución de los objetos del querer). El principio de la autonomía es, así pues:
no elegir sino de tal modo que las máximas de la propia elección estén comprendidas a la
vez en el mismo querer como ley universal”; ibidem, 441 (segunda sección, 441, 3-14): “Si
la voluntad busca la ley que ha de determinarla en algún otro lugar que en la aptitud de
sus máximas para su propia legislación universal, y por tanto si busca esa ley, saliendo de
sí misma, en la constitución de cualquiera de sus objetos, resulta siempre heteronomía. La
voluntad no se da entonces la ley a sí misma, sino que se la da el objeto por su relación a
la voluntad. Esta relación, descanse en la inclinación o en las representaciones de la razón,
deja que se hagan posibles sólo imperativos hipotéticos: debo hacer algo porque quiero otra
cosa. En cambio, el imperativo moral, y por tanto categórico, dice: debo obrar de este o de
aquel modo, aunque no quisiese otra cosa.” Sobre la voluntad en Kant, cf. H. E. Allison,
Kant’s Theory of Freedom, especialmente las pp. 129-145; 129: “Kant uses the terms Wille
and Willkür to characterize respectively the legislative and executive functions of a unified
faculty of volition, which he likewise refers to as Wille.” Como se ve, esta voluntad, con
sus aspectos legislativo (característica del “voluntarismo” moderno) y ejecutivo, no incluye
la voluntad afectiva. El “sentimiento” (Gefühl) queda confinado en el lado empírico de la
vida humana. Este parece ser el concepto de voluntad que heredan Haecker y Hildebrand.
El corazón: un análisis de la afectividad sensitiva 49
22
Summa Theologiae, II-II, q. 123, a. 10, co: “Stoici vero vocabant passiones animae
immoderatos quosdam affectus appetitus sensitivi”.
23
Summa Theologiae, II-II, q. 180, a. 1, arg. 3: “vis affectiva sive appetitiva inclinat ad
exteriores actiones”. Ver también Scriptum Super Sententiis, lib. 1, d. 17, q. 1, a. 5 arg. 3;
De veritate, q. 14, a. 4, s.c. 5; De virtutibus, q. 1, a. 6, s.c. 3; De virtutibus, q. 1 a. 9 arg. 9.
24
Contra Gentiles, lib. 3, cap. 151, n. 4: “Cum finis et bonum sit proprium obiectum
appetitus sive affectus”.
50 Martín F. Echavarría
33
Cf. De veritate, q. 22, a. 12; Summa Theologiae, I, q. 82, a. 4.
34
Cf. Summa Theologiae, q. 80 y 81.
35
Cf. Summa Theologiae, I, q. 82, a. 2, ad 2: “sicut in apprehensivis virtutibus in parte
sensitiva est aliqua vis aestimativa, scilicet quae est perceptiva eorum quae sensum non
immutant, ut supra dictum est; ita etiam in appetitu sensitivo est aliqua vis appetens
aliquid quod non est conveniens secundum delectationem sensus, sed secundum quod
est utile animali ad suam defensionem. Et haec est vis irascibilis”.
54 Martín F. Echavarría
En las pasiones del apetito sensitivo hay que considerar algo como casi
material, la transmutación corporal, y algo casi formal, que se da de parte
del apetito. Como en la ira lo material es el hervor de la sangre cerca del
corazón, o algo así, y lo formal es el apetito de venganza, como se dice en el
l. I De anima45.
que este número de la revista Cognition & Emotion (categorizada como de Q1 en Scopus
y de Q2 en JCR) esté íntegramente dedicado a Magda Arnold, considerada la precursora
de la concepción cognitivista de las emociones, que después adoptaría Richard Lazarus,
demuestra la importancia de esta autora en el cuadro de la moderna psicología de las
emociones. Lo cierto es que el esqueleto teorético de su teoría es la concepción tomista
de las pasiones.
43
Summa Theologiae, I, q. 20, a. 1, ad 1: “Unde semper actum appetitus sensitivi
concomitatur aliqua transmutatio corporis; et maxime circa cor, quod est primum
principium motus in animali. Sic igitur actus appetitus sensitivi, inquantum habent
transmutationem corporalem annexam, passiones dicuntur, non autem actus voluntatis.”
44
Cf. De veritate, q. 26, a. 9, co.: “Respondeo. Dicendum, quod, sicut ex praedictis, art.
2 huius quaest. patet, duplex est passio, qua anima per accidens patitur: una corporalis,
quae incipit a corpore, et terminatur ad animam secundum quod est corpori unita; alia
vero est passio animalis, quae causatur ex hoc quod anima aliquid apprehendit ex quo
appetitus movetur, cuius motum sequitur quaedam transmutatio corporalis.”
45
Summa Theologiae, I, q. 20, a. 1, ad 2: “Ad secundum dicendum quod in passionibus
sensitivi appetitus, est considerare aliquid quasi materiale, scilicet corporalem
El corazón: un análisis de la afectividad sensitiva 57
Queda claro, por lo tanto, que si bien en toda pasión o emoción hay un
componente material, este no es propio de la pasión en cuanto ésta es un
movimiento apetitivo simpliciter, sino en cuanto es un movimiento ape-
titivo con transmutación corporal, es decir de la pasión en cuanto pasión,
no en cuanto movimiento apetitivo. Por eso santo Tomás puede decir que
lo formal es lo que está “de parte del apetito”. El apetito es formal respecto
de la pasión corporal. Esto abre la puerta a la existencia de movimientos
verdaderamente, no metafóricamente, apetitivos y afectivos a un nivel no
corporal, que es el de la afectividad espiritual.
Si se quiere una prueba más, la tenemos en la afirmación de santo To-
más según la cual los movimientos apetitivos negativos, como por ejemplo
la tristeza y el temor, merecen más el nombre de “pasión” que los otros
movimientos apetitivos. El motivo es que en estos se cumple más plena-
mente la razón de pasión en sentido estricto, predicamental, que implica
la remoción de una forma por la introducción de otra46. En los movimien-
tos apetitivos positivos, en cambio, como el amor y el gozo, parece darse
en cambio un perfeccionamiento, un aumento sin pérdida. Pero a nadie
se le ocurriría pensar que el amor o el gozo no sean afectos, e incluso que
no lo sean por excelencia. La verdad es en realidad la exactamente contra-
ria: el amor es el afecto por excelencia, aunque le corresponda menos el
nombre de pasión que a la tristeza, como ya se ha dicho. No es lo mismo,
por lo tanto, “pasión” que “afectividad”, y esta se puede dar de modo muy
propio en el orden espiritual, sin sustrato material alguno, ni pasión pre-
dicamental47.
transmutationem; et aliquid quasi formale, quod est ex parte appetitus. Sicut in ira, ut
dicitur in I De anima, materiale est accensio sanguinis circa cor, vel aliquid huiusmodi;
formale vero, appetitus vindictae.”
46
Cf. Summa Theologiae, I-II, q. 22, a. 1.
47
Cf. Summa Theologiae, I-II, q. 22, a. 3; q. 37, a. 4; q. 41, a. 1, co.: “inter ceteros
animae motus, post tristitiam, timor magis rationem obtinet passionis. Ut enim supra
dictum est, ad rationem passionis primo quidem pertinet quod sit motus passivae virtutis,
ad quam scilicet comparetur suum obiectum per modum activi moventis, eo quod
passio est effectus agentis. Et per hunc modum, etiam sentire et intelligere dicuntur pati.
Secundo, magis proprie dicitur passio motus appetitivae virtutis. Et adhuc magis proprie,
motus appetitivae virtutis habentis organum corporale, qui fit cum aliqua transmutatione
corporali. Et adhuc propriissime illi motus passiones dicuntur, qui important aliquod
nocumentum.”
58 Martín F. Echavarría
El amor, el gozo y el deleite son pasiones en cuanto significan actos del ape-
tito sensitivo, pero no en cuanto significan actos del apetito intelectivo. Y así
se afirman en Dios. Por eso dice el Filósofo, en el l. VII de la Ética, que Dios
goza con una operación única y simple. Y por la misma razón, ama sin pasión48.
Quisiéramos destacar dos cosas de este párrafo. La primera, tal vez anec-
dótica pero contraria a la idea que en general se tiene de Aristóteles: santo
Tomás apoya su argumentación sobre la presencia de afectos en Dios según el
Estagirita: Dios goza, dice el Filósofo. La segunda: santo Tomás, al decir que
Dios ama sin pasión no quiere decir que ame sin afecto. La pasión es un movi-
miento corporal. Dios ama del único modo en que se puede amar, con afecto.
El afecto es lo formal en las pasiones en cuanto movimientos apetitivos. Dios
ama sin transmutación corporal, pero con afecto, así como goza con afecto49.
48
Summa Theologiae, I, q. 20, a. 1, ad 1: “Amor igitur et gaudium et delectatio,
secundum quod significant actus appetitus sensitivi, passiones sunt, non autem
secundum quod significant actus appetitus intellectivi. Et sic ponuntur in Deo. Unde
dicit Philosophus, in VII Ethic., quod Deus una et simplici operatione gaudet. Et eadem
ratione, sine passione amat.”
49
El término “afecto” es sin duda imperfecto para aplicarlo a Dios, porque por su
misma etimología puede dar lugar a entender que se trata de un accidente. Como todo
predicado tomado de las creaturas, debe aplicarse a Dios atendiendo a la perfección
El corazón: un análisis de la afectividad sensitiva 59
Agustín [...] dice [...] que los discípulos que amaban carnalmente a Cris-
to, se aficionaban a él como el hombre carnal al amigo carnal, y así no po-
dían elevarse a la dilección espiritual, que también hace sufrir mucho por
la ausencia. Por lo tanto, para que radicara en ellos el afecto espiritual, que
viene del Espíritu Santo, y cesara el carnal, les dice el Señor: “La paz esté
con vosotros,” etc51.
A veces el Aquinate utiliza los mismos términos que las pasiones para
referirse a los actos del apetito intelectivo (amor, odio, esperanza, tristeza,
etc.). Pero otras utiliza otras palabras que designan actos que son propios
sólo de la voluntad, y no de los apetitos inferiores: voluntas52, intentio y frui-
tio, referidos al fin, y electio, consensus y usus, referidos a los medios. Pensa-
mos que, tal vez exceptuando el “uso”, que es la voluntad en cuanto impera
los actos de otras potencias, es decir la voluntad “efectiva” en sentido fuerte,
todos los otros movimientos se pueden considerar como actos propiamen-
te afectivos en mayor o menor medida. Para diferenciar el amor espiritual
del amor sensible (agape y eros, en griego), santo Tomás a veces reserva el
término común “amor”, para el amor pasional, y utiliza el término “dilectio”,
59
Cf. Summa Theologiae, I-II, qq. 8-11.
60
Cf. Summa Theologiae, I, q. 83 a. 3 s.c.; I-II, q. 13, a. 1, s.c.; Sententia Ethic., lib. 3, l.
9, n. 4.
61
De veritate, q. 22, a. 15, s.c. 2.
62
Tomás hace aquí una interpretación del término “consensus” (cum-sensus) paralelo al que
hace del término “conscientia” (cum-scientia), la aplicación de la ciencia a algo particular; cf.
Summa Theologiae, I, q. 79, a. 13..
62 Martín F. Echavarría
une, en cuanto se complace en ella . Por lo que se dice en I Sab “sentid acerca
de Dios en bondad”. Y por ello consentir es acto de la potencia apetitiva63.
63
I-II, q. 15, a. 1, co: “Respondeo dicendum quod consentire importat applicationem
sensus ad aliquid. Est autem proprium sensus quod cognoscitivus est rerum praesentium,
vis enim imaginativa est apprehensiva similitudinum corporalium, etiam rebus absentibus
quarum sunt similitudines; intellectus autem apprehensivus est universalium rationum,
quas potest apprehendere indifferenter et praesentibus et absentibus singularibus. Et
quia actus appetitivae virtutis est quaedam inclinatio ad rem ipsam, secundum quandam
similitudinem ipsa applicatio appetitivae virtutis ad rem, secundum quod ei inhaeret,
accipit nomen sensus, quasi experientiam quandam sumens de re cui inhaeret, inquantum
complacet sibi in ea. Unde et Sap. I, dicitur, sentite de domino in bonitate. Et secundum
hoc, consentire est actus appetitivae virtutis.”
64
Este modo de expresarse es frecuente en los grandes autores de la mística. Baste el
siguiente ejemplo de esta copla de san Juan de la Cruz (cursiva nuestra):
“
Y si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal Esencia [...]”.
El corazón: un análisis de la afectividad sensitiva 63
corazón era el apetito sensitivo, y que ese “regocijo” era la pasión del gozo65.
Pero no es así. Por el contrario, santo Tomás identifica al apetito sensitivo
con la “carne”, mientras que el “corazón” no es otro que la voluntad misma.
las otras facultades cognitivas y apetitivas67, pudiendo imperar sus actos, que
por eso pasan a ser también actos voluntarios; por eso mismo es como el
corazón de la vida moral humana. El apetito intelectivo o voluntad es, en-
tonces, el corazón que busca Hildebrand. Esta idea del corazón como motor
de la vida moral y activadora del acto del apetito inferior nos lleva a tratar el
tema de la relación dinámica entre ambos apetitos.
67
Cf. Summa Theologiae, I-II, q. 17.
68
De veritate, q. 26 a. 7 co: “Respondeo. Dicendum, quod passiones animae in duplici
ordine se possunt habere ad voluntatem: vel ut praecedentes, vel ut consequentes: ut
praecedentes quidem, in quantum passiones impellunt voluntatem ad aliquid volendum;
ut consequentes vero, prout ex ipsa vehementia voluntatis per quamdam redundantiam
commovetur inferior appetitus secundum has passiones, vel etiam in quantum ipsa
voluntas has passiones procurat sponte et excitat”.
69
Sobre la sensualidad cf. M.F. Echavarría, “Estudio preliminar: La ‘sensualitas’
según Tomás de Aquino”; M.F. Echavarría, “La sensualitas según Tomás de Aquino”.
70
Este es un aspecto que también ha sido recuperado por importantes representantes
de la psicología contemporánea. El primer autor que merece la pena mencionar es el
El corazón: un análisis de la afectividad sensitiva 65
fluencia de una virtud sobre otra. De modo semejante, santo Tomás hace
también un uso de este término, cercano al de la noción de participación,
por ejemplo, al decir que los animales superiores tienen una cierta redun-
dancia de razón.
El tema que nos ocupa se coloca en el marco de la redundantia de una
potencia del alma sobre otra: “A partir de la aprehensión del intelecto se
mueve el apetito superior, desde el cual, por cierta redundancia o imperio,
conmueve al apetito inferior”73. En algunos contextos, santo Tomás dice
que, por el hecho de radicar en una misma alma, las potencias se influyen
mutuamente, pues participan de la única energía del alma. Por eso, al fun-
cionar intensamente una de ellas, las otras se ven remisas en su obrar, y esto
por la redundancia de unas sobre las otras.
conocer”, 44-47 y también 50: “El ‘yo’, principio subjetivamente unificante de la propia
vida, se manifiesta, como tal, al nivel de la ‘mens’ (o, en general, de la ‘psique’) como
‘sentimiento’: principio indiferenciado de conocimiento y de tendencia, pero al propio tiempo
complemento necesario de ambos, como implantados que están en un sujeto”.
78
F. Canals Vidal, Tomás de Aquino, un pensamiento siempre actual y renovador, 111-
112: “La voluntad, facultad de querer, cuyo acto plenario y máximamente perfectivo es el
amor interpersonal, en el que el hombre está llamado nada menos que a la correspondencia
al amor que Dios le ha tenido, también se origina de la memoria. Sería una decadencia y una
ausencia de interioridad pensar sólo que la voluntad sigue al entendimiento —entendiendo
que el deseo o la elección de un objeto determinado presupone el conocimiento intelectual
del mismo- si olvidamos que ‘la voluntad no procede directamente de la inteligencia, sino
de la esencia del alma, presupuesta la inteligencia’, afirmación de santo Tomás fidelísima
al pensamiento de san Agustín. El ordo realizado y actualizado plenamente del ente
personal no puede ser visto como si tuviese su fundamento último en la apertura del sujeto
cognoscente al mundo objetivo, sino como siendo la realización del orden que se arraiga
y sigue al ser de la mente humana, aquel ser que le da inmediatamente la auto-conciencia
personal, y en el que radica el que emanen del yo las facultades de intencionalidad objetiva”.
70 Martín F. Echavarría
79
Summa Theologiae, I, q. 93, a. 7, ad 3: “Ad tertium dicendum quod, sicut
Augustinus probat XIV de Trin., intelligere dicimur et velle seu amare aliqua, et quando
de his cogitamus, et quando de his non cogitamus. Sed quando sine cogitatione sunt,
ad solam memoriam pertinent; quae nihil est aliud, secundum ipsum, quam habitualis
retentio notitiae et amoris. Sed quia, ut ipse dicit, verbum ibi esse sine cogitatione non
potest (cogitamus enim omne quod dicimus etiam illo interiori verbo quod ad nullius gentis
pertinet linguam), in tribus potius illis imago ista cognoscitur, memoria scilicet, intelligentia
et voluntate. Hanc autem nunc dico intelligentiam, qua intelligimus cogitantes; et eam
voluntatem sive amorem vel dilectionem, quae istam prolem parentemque coniungit. Ex quo
patet quod imaginem divinae Trinitatis potius ponit in intelligentia et voluntate actuali,
quam secundum quod sunt in habituali retentione memoriae, licet etiam quantum ad
hoc, aliquo modo sit imago Trinitatis in anima, ut ibidem dicitur. Et sic patet quod
memoria, intelligentia et voluntas non sunt tres vires, ut in sententiis dicitur.”
80
Cf. A. Gardeil, La structure de l’âme et l’expérience mystique.
El corazón: un análisis de la afectividad sensitiva 71
Martín F. Echavarría
Universitat Abat Oliba CEU
echavarria@uao.es
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81
Summa Theologiae, I, q. 32, a. 1, ad. 1.
72 Martín F. Echavarría