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Ahora que tenemos nuestra definición de ética podemos preguntarnos ¿La publicidad
puede generar carácter y hábitos que lleven a la justa proporción y al bien supremo?
Como dije anteriormente, la publicidad logró proliferarse gracias al surgimiento de
varios medios y tecnologías de la comunicación, especialmente la televisión. Por
consiguiente, no se puede pensar la publicidad sin tecnologías de la comunicación y,
sobre todo, sin la televisión. Es por ello que utilizaremos la teoría situacional de
análisis de audiencias. La teoría situacional se centró en la siguiente pregunta: ¿Por
qué hay variaciones en los cambios de opinión de la gente a causa de los medios
masivos? Esta pregunta surgió cuando la teoría de la aguja hipodérmica no fue capaz
de explicar las diversas reacciones de la gente ante las noticias de los medios masivos
y conceptualizar la complejidad de dicho fenómeno social (Muñoz, 1995). La
conclusión a la que llegó la teoría situacional fue que no todas las audiencias son
susceptibles a los mismos contenidos televisivos, dicha susceptibilidad depende del
perfil psicológico del sujeto, su contexto sociocultural inmediato, su formación y criterio
intelectual, sus deseos y fantasías, su cercanía con el suceso documentado y su
sentido de pertenencia al grupo expuesto en el mismo (Muñoz, 1995).
El resultado de este estudio se puede aplicar al nivel de susceptibilidad que muestra la
audiencia en relación con la pauta publicitaria. Por lo tanto, la publicidad puede
cambiar la conducta –o la decisión del consumidor- dependiendo del contexto cultural,
el perfil psicológico, y demás factores explicados en el párrafo anterior, de los sujetos.
En otros términos, la publicidad tiene el poder de sugestionar a aquel que cumple con
cierto perfilamiento y ciertos requisitos específicos mas no tiene poder absoluto sobre
la conducta de las audiencias. Entonces, en el caso hipotético que se hiciese una
campaña publicitaria en miras a generar hábitos que lleven al bien supremo, sería
posible generarlo únicamente en ciertos casos específicos mas no en términos
generales.
Para responder esta pregunta pondré el siguiente ejemplo: El gerente de una nueva
empresa de cremas para la piel contrata a una agencia publicitaria para que le haga
una buena estrategia de venta y una buena pauta publicitaria para el lanzamiento de
su producto. La empresa manda a un joven pasante para que se familiarice con el
producto, el proceso de elaboración, la filosofía de la compañía y demás cosas, con el
fin de que él haga un informe a la agencia y esta pueda decidir si trabaja con la
empresa o no.
Si el fin del publicista fuese el dinero y el muchacho aceptara la propuesta del gerente,
sería un acto ético. Puesto que estaría cumpliendo con el bien supremo de su
vocación. Sin embargo, si fuese así, el bien supremo del publicista podría ser harto
cuestionable, ya que podría catalogarse como un vicio y no una virtud. Porque el
dinero no es más que un mero símbolo, símbolo que se puede intercambiar por
cualquier cosa material que exista y que pueda darle placer a su poseedor. Por
consiguiente, la acción del publicista no es ejecutada únicamente por el interés de la
acción en sí sino por, y sobre el valor de cualquier otra cosa, el placer individual, esto
es, el vicio.
Aunque el fin, hoy en día, de cualquier profesión es ganar dinero para poder tener un
nivel de vida estándar, todas ellas tienen un bien supremo. Claramente el médico que
salva vidas no le es indiferente el hecho de hacerlo, para él salvar vidas también tiene
un placer personal mas no es lo único que lo hace llevar a cabo la acción. El asunto de
la ética en la publicidad se vuelve más difícil por dos hechos: primero que no sabemos
cuál es su bien supremo, y, segundo, que este bien supremo es difícil de determinar
por la estrecha relación que tiene la publicidad con el dinero y, por ende, con el placer
netamente individual.
Ahora, retomando el ejemplo anterior, el joven llegó a la difícil situación con el gerente
de la empresa por haber hecho bien su trabajo, es decir, si él no se hubiera tomado el
tiempo de buscar los antecedentes del señor y mirar bien los compuestos químicos de
la crema nunca hubiera descubierto los problemas que descubrió acerca de los
mismos. No obstante, a mi juicio, lo que podría llegar a determinar su ética es la
decisión tomada ante la nueva tensión que ha desencadenado su buen desempeño.
Tal vez cualquiera de las dos opciones podrían llegar a beneficiarlo: en el caso de que
pasara el informe a su jefe, este lo felicitaría y le daría un buen puesto en su agencia
por su buen desempeño; por otro lado, si aceptase la propuesta del gerente también
tendría un buen puesto con un buen salario. Lo que diferencia una decisión de la otra
es que en la primera está evitando el perjuicio para muchas personas y, asimismo, la
posibilidad de terminar involucrado en problemas con la justicia. Mientras que en la
segunda estaría siendo cómplice de estos daños que podrían terminar en problemas
sociales graves.
Siguiendo este razonamiento, lo único que podría llevar al pasante a aceptar el trato
con el gerente es lo incierto del resultado de la acción opuesta. En otras palabras,
tanto puede que su jefe lo contrate y le dé un buen puesto como puede que lo felicite
por cumplir con lo que debía. No obstante, según Aristóteles, el buen ciudadano de la
polis es aquel que cumple su deber social con los demás ciudadanos, esto es, ayuda a
establecer el orden con sus acciones y no hace nada que perjudique a los demás
ciudadanos, lo cual hace parte del bien supremo. En este orden de ideas, el bien
supremo sería rechazar la oferta del gerente y entregar el informe al jefe sin importar
la reacción del último.
Es fácil emitir un juicio de valor cuando observamos la situación como terceros. Sin
embargo, cuando la situación se vive en primera persona y en situaciones más
complejas, el juicio se tiende a nublar y hay veces es difícil tomar cierto tipo de
decisiones. Especialmente porque en esos momentos no se suele razonar como lo
vimos aquí. La pregunta grande es: ¿Qué haremos y cómo haremos para solucionar
ese tipo de problemas éticos cuando tengamos que tomar una decisión en nuestra
vida laboral?
Bibliografía
Muñoz, Blanca (1995). Teoría de la Pseudocultura. Estudios de Sociología de
la Cultura y de la Comunicación de Masas; Fundamentos, Madrid.
Aristóteles (1950); Los tres tratados de la ética; Trad. Mauricio de Azcárate;
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Olson, Gary; De las neuronas espejo a la neuropolítica moral en: Revista Polis,
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Mander, Jerry (1981); Cuatro buenas razones para eliminar la televisión; Trad.
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