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LA SOCIEDAD INDIANA:
La sociedad de castas americana era de un tipo sui generis, pero fue creada transfiriendo al Nuevo
Mundo la sociedad corporativa, jerárquica, basada en el patrimonio de la Castilla de la Edad Media tardía
e imponiéndola a una situación colonial multirracial (Morner, p. 61).
Esta sociedad debe pensarse como un gran cuerpo conformado por distintos grupos, donde la
comprensión del individuo pasa por el grupo al que pertenece (por nacimiento o por méritos propios).
También puede aplicarse el concepto del "cuerpo político", del cual el rey es la cabeza. En todo momento
se observa un gran interés del Estado español por regular a la sociedad y esto queda evidenciado en el
orden jurídico.
En esta sociedad, de múltiples jerarquías basadas en diversos criterios de rango social, se dan
desajustes entre la condición legal y el status social de cada grupo. Según Magnus Morner:
- La jerarquización legal era:
1) Españoles
2) Indios
3) Mestizos
4) Negros libres, mulatos, zambos
5) Esclavos
- Mientras que la jerarquización social era:
1) Españoles peninsulares
2) Criollos (blancos americanos)
3) Mestizos
4) Mulatos, zambos, negros libres
5) Esclavos
6) Indios (que no fueran caciques)
La diferencia entre jerarquización legal y social es que la mayoría de los mestizos y todos los
negros, mulatos, zambos y esclavos pertenecen como grupos marginales, a la República de los Españoles,
mientras que los Indios se encuentran aparte. El indio se convierte en una afirmación homogenea que se
opone a lo español, que es el elemento que controla los recursos del poder y va a imponer sus códigos
culturales.
Esta clasificación no implica un sentido racista, ya que el fenómeno de la pigmentocracia (valor
del color de la piel) recién se acentúa en el siglo XVII y XVIII, como reacción ante el avance del
mestizaje.
El concepto de República:
La primera gran particularidad que puede apreciarse, desde las primeras décadas del siglo XVI, es
la configuración de lo que se ha dado en llamar una sociedad dual conformada por dos Repúblicas: la de
los españoles y la de los indios.
Se entiende por república a una comunidad autosuficiente, tanto material como espiritualmente.
Esta división en dos repúblicas, llevaba a que por ley, españoles e indios debieran vivir separados. Pero
esta no era una actitud segregacionista al estilo del apartheid sudafricano, ya que según Morner, "...los
indios aplaudían la política de separación o segregación", por lo que se sentían de esta manera protegidos
contra los abusos de los españoles.
A pesar de las leyes, la segregación en dos "naciones" no se aplicó con rigor. Nunca faltaron los
indios en las ciudades, donde se les necesitaba para un funcionamiento eficaz. Por otra parte, los
españoles y mestizos fueron entrando poco a poco en los pueblos de indios o formaron cerca de sus
haciendas pueblos cuyo estrato inferior estaba formado por peones indígenas o mestizos (S. Albornoz, en
L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 29)
Finalmente, a causa de la declinación de la población indígena y del aumento de mestizos, esta
política dejó de tener sentido. Según Morner, desde 1680 en adelante, las leyes de separación se aplicaron
sólo en casos aislados, rigiendo exclusivamente en las misiones, aunque sólo fueron abolidas al
producirse la independencia de las colonias americanas.
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La primer corriente emigratoria estuvo compuesta de soldados sin título, segundones, hijosdalgo,
obreros, agricultores, artesanos y ociosos. A partir de 1530 comienzan a emigrar los letrados y las
autoridades que van a sustituir a los conquistadores (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II,
p. 482).
. Los móviles de esta inmigración fueron:
- Atracción por las nuevas tierras: deseo de riqueza y promoción social
- Empuje desde la propia España: la pobreza fue un factor importante para que los individuos
desearan trasladarse.
En este período, dos instituciones bajomedievales se adaptan al medio americano y configuran la
sociedad:
- La hueste
- La encomienda
La hueste:
Esta sociedad de la conquista se caracteriza por el sentido de igualdad dado por la vida en la
hueste. Sin embargo, pronto muchos individuos tratarán de ennoblecerse en América.
La hueste es la primer institución social que aparece en las capitulaciones, se observa cierta
relación de igualdad en las relaciones internas con el jefe de la hueste. Por esto, la autoridad y prestigio
del jefe de la hueste depende de su relación con la hueste, más que de los términos de su capitulación con
la corona. La corona, para alentar la espontaneidad de la conquista, convierte a los capitanes de las
huestes en gobernadores y en distribuidores de encomiendas por delegación real.
Pasados los primerios tiempos, se generalizó el sistema de organizar las nuevas expediciones con
los núcleos de pobladores ya radicados en las Indias. Con esto se economizaban gastos, se aprovechaba la
experiencia adquirida y se atajaba la disminución alarmante de la población peninsular. Pero se creó un
nuevo problema, la posible despoblación de ciudades coloniales recién fundadas (Ots Capdequi).
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3- Los Primeros Pobladores: cuyos méritos guerreros son escasos o nulos, pero que han fundado
ciudades e iniciado la colonización, ganando así también tierras para la corona. A veces coincide en una
misma persona la figura de conquistador y primer poblador. Esta denominación es una distinción que
anteriormente se había dado a los que habían colaborado en la reconquista en España. Esta denominación
se traslada a América, junto con la noción de repoblar la frontera.
4- El Clero: Hasta las últimas décadas del siglo, la Iglesia de Indias es una iglesia de frailes, a la
que dan su tónica las órdenes mendicantes y las actividades misioneras.
Esta iglesia de frailes había sido formada por la contrarreforma y soñaba con una nueva cristiandad
en las reducciones y misiones. El clero es el que presiona para conseguir las leyes de protección al
aborigen. La corona las ve como un instrumento para frenar las apetencias de los conquistadores.
Franciscanos, domínicos y agustinianos, por el contrario, no se desanimaron ante los frágiles
resultados de los primeros intentos de labor evangelizadora, que no atribuyeron a falta de idoneidad en los
indios sino a falta de preparación de ellos mismos. Para evangelizar a los indios, crearon numerosas
misiones fijas, donde convive con ellos y les dedica su existencia, sintiendo la necesidad de conocer su
cultura, su pasado, su lengua, sus costumbres y aún su religión (V. Vives, Hist. de España y América,
Tomo III, p. 434).
El antagonismo con los encomenderos se inicia desde época temprana, adquiere importancia a
mediados de siglo y va a ser el hecho social indiano más característico del resto de la centuria. La codicio
y vicios de los españoles resultaban un testimonio contra la doctrina predicada por los frailes, cuyas
crueldades y abusos caían sobre los indios. Porque este fraile (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo
III, p. 435).
Soñaron una iglesia indiana, constituida sólo por santos religiosos e inocentes indios, aislada de los
núcleos colonizadores. La monarquía, protectora de la Iglesia, no aceptó sin embargo el principio de
incompatibilidad entre evangelización e hispanización. Trató sinceramente de cristianizar a fondo la
empresa colonizadora, mientras que las atribuciones del Regio Patronato bastaron para ir limitando la
jurisdicción política autónoma de los establecimientos misionales (V. Vives, Hist. de España y América,
Tomo III, p. 436).
El rey, por su calidad de patrono (desde 1508) nombraba a los obispos en Indias. El Estado
sostenía al clero secular, si bien con el importe de los diezmos cedidos por el papa desde 1501. De estos
diezmos, 1/9 era para el rey, ¼ para el obispo, ¼ para la catedral y lo demás para sostener al resto del
clero secular. Todo ello significaba que la independencia espiritual de dicho clero distaba de ser completa.
(V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 535).
5- Los Funcionarios de la corona: Junto con los conquistadores aparece el alto funcionario real.
Se produce un rápido desarrollo de la burocracia, que obedece al propósito de consolidar la presencia del
Estado antes de que los conquistadores y pobladores pudieran establecer el régimen señorial al que
aspiraban.
En los primeros tiempos, la tendencia del grupo de funcionarios a identificarse en mentalidad e
intereses con la aristocracia de conquistadores y primeros pobladores resultó muy fuerte. Por esto, el
centralismo estatal combatió esta tendencia privando a los cargos de su carácter patrimonial (hereditario)
y de larga duración, haciéndolos cada vez más burocráticos y con un tiempo de ejercicio más breve. Pero
sobre todo, enviando funcionarios desde España para ocupar durante pocos años los cargos más
significativos, que los conquistadores no reuníanen general los conocimientos técnicos que se requerían
para su desempeño. A esto responde la creación en 1511de la primera Audiencia indiana, en Santo
Domingo. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 446).
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El beneficiado estaba obligado a limpiar el terreno con el fin de que los funcionarios municipales
lo deslindaran. Para no perder el derecho adquirido, el vecino se obligaba a edificar en el terreno o a
cultivarlo dentro de un plazo que variaba. Si el plazo vencía sin que el vecino hubiera cumplido el
compromiso, el terreno volvía a ser propiedad del cabildo. La ley estipulaba que para adquirir el terreno
en propiedad era preciso vivir en él cuatro años, pero en la práctica se comprueba que bastaba con
poblarlo de ganado o edificarlo (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p. 521).
Los indígenas tuvieron también sus "tierras de resguardo", cuya venta se les prohibió. Eran tierras
poseídas individual o colectivamente por los indios, sobre las cuales caerían muchas veces la codicia de
los grupos privilegiados. (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p. 521).
Pero cuando el cabildo indio necesitaba dinero para pagar los tributos del pueblo, parecía
preferible alquilar o vender propiedades a los españoles que ir a la cárcel a causa de los atrasos en los
pagos (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 180)
Caracterización de los grupos que integran la república de los españoles en la segunda mitad del
siglo XVI:
1- Los Conquistadores y Primeros pobladores Encomenderos: ocupan el primer rango social por
sus hazañas guerreras, cuyo valor reconocen y acatan los demás, conforman una aristocracia
encomendera.
Los dos primeros grupos aspiraban a constituirse en una nobleza militar que como la medieval,
basaría su poder en grandes propiedades señoriales, tendría por vasallos a los indios gobernándolos en
nombre del monarca. Tales aspiraciones hallaron mala acogida en la metrópoli. La antigua nobleza no
aceptaba fácilmente a esta masa de guerreros pedigüeños de honores y títulos, gentes oscuras a quienes el
dinero volvía altivas. Además, pensaban que las hazañas cumplidas en remotos países podían tener parte
de exageración o de mentira (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 426).
El Estado, al usar con cuentagotas las concesiones de nobleza, las hacía más deseables y valiosas
para los agraciados, que se desvivirían por servir al rey al objeto de merecer tan alto precio. Por otra
parte, la nobleza militar y guerrera perdió su razón de ser en aquellas tierras a medida que transcurrían los
años y la expansión territorial se detenía. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 427).
Conquistadores y primeros pobladores se resignaron a no obtener la condición jurídica de nobles.
Les bastó con el poder y la riqueza obtenida con las encomiendas, que fue el premio más generalizado
que recibieron. Entonces caracterizaron su vida ordinaria por un lujo ostentoso, caro, exagerado, que
pronto compartirían los demás grupos sociales en la medida de lo posible, y que se haría típico de las
ciudades indianas (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 427).
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A partir de 1542 comienza un proceso de decadencia de las encomiendas, impulsado por la corona.
Sin embargo, mientras que en las áreas centrales la encomienda tendió a desaparecer al perder el derecho
a la mano de obra, en la periferia la encomienda tendió a permanecer como institución importante.
En un principio, las periferias fueron penetradas y ocupadas por población marginal procedente del
centro, a menudo inmigrantes nuevos, extranjeros europeos, mestizs y naboría-yanaconas. Las periferias
tomaron a las áreas centrales como los modelos de organización social, aunque con poco éxito. En la
periferia, el conjunto de ramas especializadas de la vida de las áreas centrales fue débil o no existió. Las
profesiones, los gremios, comercio de larga distancia. Se observa lo que parece ser la democratización de
la periferia. En el Chile del período de la conquista, extranjeros, mestizos e incluso un par de negros
sostuvieron encomiendas y otros honores, los cuales les habrían sido negados en Perú. Sin embargo, las
distinciones usuales emergieron al primer signo de crecimiento económico y demográfico. (Lockhart, en
L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 104)
2- Los Beneméritos: Los beneméritos descienden de los conquistadores o primeros pobladores. Se
ven afectados por los cambios en el sentido de las encomiendas, ya que pierden su sentido evangelizador
al incrementarse la cantidad de sacerdotes. Ya no es el primer poblador el encargado de evangelizar a los
indios. Además, los beneméritos tratan de no ser desplazados por la nueva nobleza del dinero que
comienza a surgir a partir del control del monopolio mercantil ni por los funcionarios reales.
A fines del siglo XVI, en la sociedad americana se distinguían ya dos grupos rivales: por un lado
estaban los funcionarios, que eran españoles que vivían en América pero no se arraigaban en ella. Por el
otro, estaban los descendientes de los conquistadores y primeros pobladores, los beneméritos, nada
alejados de los cargos públicos aunque muchos mandatarios favorecían más a los miembros de su
comitiva que a los criollos (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p. 486).
3.a.- El Clero: Como en este siglo, los frailes tenían asignada exclusivamente la tarea misional, los
seculares sólo han de cuidarse de atender espiritualmente a los españoles, por entonces una comunidad
reducida (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 535).
Hasta 1568-1572, con la llegada de los jesuitas, no comienza a verse el final de la edad de oro de
aquellas órdenes, ni a percibirse un espíritu nuevo y una serie de actividades distintas como la entrega de
espacios al creciente clero secular. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 431).
Los jesuitas van a influir mucho en la política de la corona, debido a su gran formación intelectual
y moral y a su preocupación por los indios. La corona los utilizó como adelantados en las fronteras,
autorizándoles a establecer misiones y reducciones.
3.b.- Los funcionarios: son juristas, letrados y nobles peninsulares que ejercen la autoridad y
representan la política del monarca. Su poder e influencia se hace notar a partir de la creación de los
virreinatos.
A lo largo del siglo queda fijada una clara evolución de los oficios públicos. Al principio fueron
considerados como mercedes y recompensas a so conquistadores. Ahora van siendo entregados los cargos
más importantes a una burocracia asalariada en la que letrados y nobles peninsulares tienen un gran papel.
Ello la hace instrumento para afirmar el centralimo monárquico sobre los intereses de la aristocracia local.
Los funcionarios son un cuerpo social menos compacto que el clero, pero tienen en común su
actitud de protección al indígena y su dependencia del rey. De aquí que uno y otro grupo colaboraran en
la común tarea de destruir la aristocracia de encomenderos y el orden político-social de la Conquista. (V.
Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 447).
Durante el reinado de Felipe II la corona se vio obligada a vender oficios notariales en América,
aunque entre personas con la suficiente preparación técnica para desempeñarlas. Felipe II aplicó con
mesura este sistema.
4- Los Vecinos: que son gentes llegadas más tarde, pero que obtienen casa y patrimonio en la
ciudad donde habitan (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 426).
Para adquirir la calidad de vecino, al principio se debía acreditar ser descendiente o estar casado
con descendientes de primeros pobladores o de conquistadores. Además debía ser presentado por un
fiado. El cabildo se tomaba un tiempo antes de otorgarle la carta de vecindad, que se constituyó casi en un
título de nobleza.
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Los españoles estaban sorprendidos de la rapidez con que los indios adquirían las técnicas de
fabricación españolas. La competencia afectó seriamente a los sastres, zapateros, plateros y otros
artesanos españoles, quienes se organizaron en gremios y trataban de resistir o controlar la nueva
producción indígena. Pero gradualmente los indios fueron admitidos en los gremios, como aprendices y
oficiales y se fueron fusionando en estos y otros niveles sociales con negros, mestizos y mulatos en las
condiciones de vida de la ciudad (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 178)
5- Los Moradores: también son españoles que no participaron en la conquista, habiendo
inmigrado con posterioridad, por lo que no ostentan el rango de vecinos por ser los últimos en llegar. Son
gentes sencillas que no alcanzan posición destacada y se ganan la vida como mineros, pequeños
comerciantes, artesanos o granjeros, sin llegar a constituir un grupo importante hasta fines de siglo y que
aspiraban siempre a incorporarse a la categoría superior (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III,
p. 426).
Constituyen la masa colonizadora de españoles (agricultores, menestrales y artesanos) que no
logró sobrepasar las capas sociales inferiores vivieron económicamente con el esfuerzo de su propio
trabajo, agrupados en sus corporaciones gremiales, protegidos por las viejas instituciones municipales de
Castilla, transplantadas a estos territorios (Ots Capdequi).
Sin embargo, en Indias no hubo plebeyos pues ningún blanco pagó pechos ni fue considerado
según el estatuto jurídico de ese estamento.Además, nobles auténticos no desdeñaban batirse a duelo con
pulperos o mineros.
6.a.- Los Inmigrantes españoles: gracias a los inmigrantes, fue como si el regionalismo español se
hubiera trasladado a las Indias. Podía ocurrir que un individuo que ya estuviera en América realizara una
invitación específica a alguien que estuviera en España. Este parece haber sido el mecanismo para la
inmigración femenina. Las mujeres recién llegads ascendían dentrl del círculo social de sus parientes y
rápidamente contraían matrimonio, si es que no llegaban para reencontrarse con su marido. (Lockhart, en
L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 97)
Muy a menudo, los inmigrantes llegaban a través de la clásica secuencia tío-sobrino. El inmigrante
afortunado necesitaba personas dignas de confianza para ayudarle en sus negocios, pero una vez casado y
establecido y en ausencia de hijos adultos, optaba por escribir a su casa solicitando un sobrino, aunque
podía ser cualquier jóven de la región, ya que los vínculos regionales eran casi tan fuertes como los
familiares. De este modo, el español nuevo podía tener conexiones familiares y regionales tan sólidas
como las de los nacidos en Indias. Con los años, el sobrino se convertía en socio, muy apropiado para
contraer matrimonio con su prima nacida en América, mientras los hijos del tío estaban destinados a
ocupar un puesto más elevado en la escala social local. (Lockhart, en L. Bethell, Historia de América
Latina, Tomo IV, p. 98)
Otro tipo de inmigrante eran los funcionarios designados para ejercer puestos en la burocracia
estatal. A diferencia del inmigrante tipo "sobrino" no era necesariamente jóven y casi todos llegaban
profundamente endeudados. (Lockhart, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 98)
6.b.- Los Inmigrantes extranjeros: En tiempos de Felipe II se concretó el concepto de extranjería,
limitándose aún más la emigración. Se consideró entonces como español a todo extranjero que llevase
diez años en España, estuviese casado con española y poseyera en el país casa y tierras. De esta manera
conseguía la carta de naturalización. De todos los extranjeros, los que más facilidades gozaron fueron los
portugueses, facilidades que aumentaron cuando ambas coronas se unieron (M. Padrón, Manual de
Historia Universal, Tomo II, p. 503)
Los abusos que se cometieron para obtener la carta de naturalización, obligaron a elevar a veinte el
número de años de residencia previa, se exigió la posesión de bienes raíces y se determinó que sólo el
Consejo de Indias, y no como antes la Casa de Contratación de Sevilla, pudiera entender en la concesión
de estas naturalizaciones (Ots Capdequi).
Sin embargo y pese a todos los recaudos, los extranjeros ejercían el comercio en persona o a través
de testaferros y conseguían trasladarse a las Indias. La misma corona brindaba el modo de establecerse en
América mediante una composición, cuyo pago concedía autorización para permanecer en el Nuevo
Mundo. Esta medida la utilizaban los que arribaban ilegalmente y era admitido por el Estado que de esta
manera incrementaba sus arcas vacías unieron (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p.
504).
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A partir de 1596 lograron ser iguales a los castellanos los otros españoles de la península:
navarros, aragoneses, catalanes, valencianos y mallorquines, siendo esta la doctrina que se recoge en la
Recopilación de 1680. Sin embargo, persistió la prohibición para extranjeros a los otros súbditos del rey
de España como los flamencos, italianos, portugueses, etc. Pero la incapacidad legal de su condición de
extranjeros podía subsanarse obteniendo una Carta Real de naturalización. (Ots Capdequi).
Caracterización de los grupos que integran la república de los españoles en el Siglo XVII:
1- Los beneméritos: durante el siglo XVII, la corona procuró ir incorporando las encomiendas
vacantes, con el fin de obtener mayores ingresos en su flaca hacienda y con este motivo, el grupo de
encomenderos se debilitó y dispersó (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p. 478).
Ya a fines del siglo XVI se encontraban en irremediable proceso de decadencia social estos
descendientes de los conquistadores y primeros pobladores. Su situación económica, muy diversa, tiende
en conjunto a empeorar. Son ya modestos rentistas a cuenta de méritos de sus antepasados. Las
encomiendas caminan hacia su extinción, a medida que disminuye el número de indios y que revierten a
la corona las encomiendas de muertos sin sucesión. Ya carentes de toda autoridad sobre los indios, por
efecto de la legislación indigenista, hacia fines del siglo XVII los encomenderos ven caer sobre ellos
nuevas exacciones fiscales merman el 50% de sus rentas (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III,
p. 519).
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Mientras tanto, su orgullo de casta, exacerbado por la estrechez económica, no concibe otra
ocupación que la paciente espera de una lluvia de mercedes reales. De esta manera empezaban a sucumbir
los restos de la primera casta social salida de la Conquista, cuya agonía se prolonga hasta comienzos del
siglo XVIII, aunque muchos de ellos lograron escapar a esta triste suerte (V. Vives, Hist. de España y
América, Tomo III, p. 519)
2- Los Hacendados. La aristocracia rural: mientras los encomenderos tienen su origen en
mercedes y privilegios otorgados por el rey, los hacendados basan su rango tan sólo en el dinero. La
existencia de haciendas es un hecho contra el natural proceso de fraccionamiento de propiedades a través
de sucesivas herencias y no se explica sin la institución del mayorazgo, introducida en Indias a mediados
del siglo XVI y generalizada ya a fines de siglo.
La fundación de mayorazgo exige la licencia del rey en forma escrita y solemne, y el patrimonio
queda vinculado de modo indisoluble a una casa y un linaje (que es una familia que se mantiene por tres
generaciones). El mayorazgo constituía al latifundio en mano muerta, al no poder enajenarse ni dividirse.
(V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 523)
El hacendado, de mentalidad claramente señorial, estaba más ansioso de poder que de beneficios
económicos. La propiedad agrícola no es un símbolo de nobleza sino de señorío. El paso siguiente a ser
hacendado es buscar el ennoblecimiento. Los ricos tendieron a acaparar tierras y agrandar sus fincas, más
que por espíritu capitalista por un instinto de mentalidad castellana, campesina y señorial, que ve en la
posesión del suelo un signo de poder personal y prestigio social
El hacendado, para velar por sus negocios, hacer valer sus derechos de vecino y distraerse, tiene
casa abierta en la ciudad más próxima y vive en ella parte del año, mientras confía al mayordomo la
explotación de la hacienda. Así tiene oportunidad de ostentar cargos municipales como regidor o alcalde,
o provinciales como corregidor o alcalde mayor, con lo que crece su prestigio y esfera de acción. (V.
Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 524).
Pronto se configura un sistema patriarcal conformado por un patrón rodeado por una extensa red
de clientes, con el tiempo, este caudillaje lo llevará al terreno político para transformarlo en una especie
de condotiero. Es frecuente que le hacendado llegue a ostentar alguna categoría militar y así ocurre sin
excepción en las zonas fronterizas. Los vaqueros son convertidos porel hacendado en mesnada, siempre
que lo juzgue necesario, para combatir a los bandidos y los indios. Lo valioso de sus servicios como
fuerzas de seguridad y defensa, tan eficaces como baratas, hicieron recaer sobre los hacendados
nombramientos honoríficos como el de capitán, etc. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p.
523).
3.a.- Los Grandes Mercaderes: las actividades mercantiles dificilmente encajan en la mentalidad
aristocrática de los conquistadores y encomenderos del siglo XVI, y fueron por lo tanto, ocupaciones de
gentes casi siempre muy humildes por su origen y modestas en relieve social y méritos personales. Sin
embargo, el régimen comercial monopólico determinó rendimientos elevadísimos y determinó la rápida
formación de capitales, que reinvertidos una y otra vez, llegaron a ser enormes si se los compara con los
basados en la agricultura o en las encomiendas, ya que los encomenderos y hacendados disponían de
escaso capital líquido. Este es el origen del fuerte antagonismo entre hacendados y mercaderes, que
desemboca en antipatía y odio mutuo y tendrá serias repercusiones sociales y políticas en el futuro (V.
Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 525).
Dado el carácter cíclico del tráfico ultramarino, los mercaderes tenían sus capitales disponibles en
parte del lapso que media entre la llegada de dos flotas y naturalmente no lo dejaron ocioso. La falta de
instituciones de crédito y la escasez de dinero líquido en otros grupos sociales hicieron de ellos los
prestamistas por excelencia (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 525).
Su dinero les fue dando influencia y prestigio social y llegaron a actuar como prestamistas de la
propia y decaída administración pública y ello les valió apoyo y consideraciones del Estado, que favorece
a cambio su respetabilidad social pro medio de privilegios individuales y colectivos. Nacen así los
Consulados (en 1592 el de México, en 1612 el de Lima), creados a semejanza de los castellanos, regidos
por los propios mercaderes. Este será un elemento de cohesión entre ellos y un eficaz trampolín para su
elevación social. excelencia (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 526).
El COMERCIO es el cuerpo de comerciantes privilegiados que figuran en una matrícula consular
y son los únicos que pueden comerciar. Estos consulados prestan dinero a la Corona.
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3.b.- Los Mercaderes contrabandistas: el fuerte desarrollo del contrabando hizo surgir un tipo de
mercader algo distinto al que hemos descrito como unido al sistema comercial del monopolio. Floreció en
las regiones marginales o más lejanas a los grandes centros distribuidores y se caracteriza por su
antagonismo de intereses con el mercader monopolizador. Los mercaderes-contrabandistas son más
modestos, sus capitales mucho menores, su esfera de negocio reducida, su prestigio social casi nulo fuera
del ámbito local, su poder escaso y apenas suficiente para lograr sobornar a los funcionarios para efectuar
libremente sus actividades ilegales. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 527).
Estos mercaderes contrabandistas carecieron del sólido punto de apoyo que para los otros fueron
los Consulados. Viéronse así obligados a luchar por algún organismo representativo de sus intereses, hasta
lograr en general que fuese éste el cabildo municipal, en aquellas regiones pobres donde los grupos
aristocráticos no existen o no son lo bastante fuertes para cerrarles el acceso al gobierno municipal. Pero
su hora no llegará hasta el siglo XVIII, sobre todo con la favorable coyuntura de las leyes de comercio
libre. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 528).
4- Los Mineros: la minería es la actividad económica más importante. Desde el punto de vista
social, el minero va a ser un secto sin tanta riqueza y prestigio y la extracción social de los mineros era
diversa. Las minas no son suyas sino que pertenecen al Estado, quien cede su explotación al propietario
de la superficie.
Prescindiendo de los escasos afortunados que se enriquecen de manera fabulosa y se incorporan a
los grupos aristocráticos, los mineros no llegan a obtener gran aprecio social ni posición económica
desahogada. La gente de dinero no suele arriesgar en el problemático negocio de las minas, sobre todo
desde que se inicia la decadencia de éstas. Quienes se dedican a esto son verdaderos parias (V. Vives,
Hist. de España y América, Tomo III, p. 544).
El minero rico coloca su capital en el comercio, la industria artesanal, la ganadería y la agricultura,
en la búsqueda de mayor estima social. Es raro ver generaciones de mineros de la misma familia.
5- El clero: el clero va a cambiar en este siglo. Ya es urbano, y numerosos criollos acceden al
sacerdocio.
El incremento del clero secular permite que las parroquias rurales, controladas por el clero secular
fueron reclamadas por los obispos y confiadas al clero secular, no sin resistencia de las órdenes religiosas.
Tal resistencia va siendo vencida porque el rey apoya a los obispos, pues recela ya de aquellos frailes
demasiado poderosos y a veces difíciles de manejar. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p.
535).
Los jesuitas pudieron escapar como ninguna otra orden de las injerencias del Regio Patronato y
conservar su carácter internacional y su gobierno centralizado. Su disciplina rigurosa, su absoluta unidad
itnerna permitió que no se manifestara entre ellos la pugna criollos-peninsulares, para lo cual llegaron a
limitar la admisión de los primeros. Sus colegios y misiones les dieron un enorme ascendiente y prestigio
entre blancos e indios. Tanto en la enseñanza como en la evangelización, los jesuitas vinieron a llenar el
hueco dejado por otras órdenes, sin interferir con las actividades de éstas ya que su actividad misional se
orientó hacia las regiones no evangelizadas por otras órdenes religiosas (V. Vives, Hist. de España y
América, Tomo III, p. 534).
Con excepción de los jesuitas, el siglo XVII registra un descenso del ímpetu evangelizador,
traducido en el relativo estancamiento o escaso desarrollo de las zonas misionales. Ahora hasta los frailes
a concentrarse en las ciudades, en donde se extendió la vida conventual. (V. Vives, Hist. de España y
América, Tomo III, p. 532).
6- Los funcionarios y la venta de cargos y títulos de nobleza: el cambio principal es la venta de
oficios, que provoca que los funcionarios del siglo XVII sean identificados con la corrupción y la
ineficiencia
La Corona optó por extender a Indias la nobleza de Castilla. A esta nobleza se le confieren los más
altos cargos públicos, en especial el de virrey. Las cortes virreinales fueorn introduciendo una serie de
formas de vida nobiliarias, y el gusto por los títulos, pergaminos, y blasones, ya un tanto olvidados en la
sociedad indiana. Los apuros financieron harían el resto (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III,
p. 526).
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Bajo los sucesores de Felipe II, los cargos comprados se transforman en vitalicios (juro de
heredad) y se haría dificil y costoso reincorporarlos a la Corona en el siglo XVIII. Sólo los más altos
puestos se libraron de ser vendidos pero la totalidad del cuero de funcionarios recibiría importantes y
nocivas influencias del sistema. Además, la estabilización absoluta de salarios coincidiendo con el
aumento de precios (rápido en la segunda mitad del siglo) contribuye mucho al descenso de honradez en
los burócratas (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 538).
La burocracia se convierte así en remuneradora propiedad de una serie de hombres ricos, la mayor
parte criollos y en proporción más reducida también peninsulares. El afán acaparador de aquellos chocará
con la apetencia de cargos de éstos, haciendo surgir y agravarse el antagonismo entre unos y otros, echo
general que ya se manifestaba en otros grupos sociales. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p.
541).
Pero no sólo se realiza la venta de cargos sino también de títulos nobiliarios. Hacia 1640, los
virreyes de Lima y México comenzaron a recibir papeles con privilegios de hidalguía para ser puestos en
venta, debido a las dificultades económicas del Estado.
La nueva condición de muchos americanos realzó su prestigio pero no alteró su mentalidad ni lo
segregó de su grupo de origen. La nobleza castellana en indias fue de estructura mucho más laxa que en la
metrópoli. El atractivo de la nobleza no radicaba en los indianos en especiales ventajas de tipo material o
político. La condición de noble no vino a constituir un estamento social, siendo más bien el adorno y
remate de una situación adquirida y consolidada. En América, la alta nobleza fue escasa, mientras que la
baja nobleza fue a la que tuvieron acceso los criollos más frecuentemente. (V. Vives, Hist. de España y
América, Tomo III, p. 530).
El cambio de política de la corona con respecto a la venta de títulos de nobleza, que lleva al
desplazamiento de los valores morales por los materiales. La riqueza se convierte en el mejor
vehículo de ascenso social. Entonces se da una sustitución de la aristocracia de los primeros
conquistadores por una plutocracia. La corona encuentra en América la demanda ideal para la
compra de títulos, limpieza de sangre, etc.
7- Los sectores populares y el criollismo: Entre el pueblo urbano se destacan por su categoría y
cohesión social los artesanos, dedicados a oficios manuales que no tardan en integrarse en gremios
profesionales, creados a imagen y semejanza de lso castellanos. Al mediar el siglo XVI se crearon los
primeros en Nueva España, hasta llegar a un total aproximado de 200 gremios en el siglo XVII, época de
su mayor y más general florecimiento (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 543).
La mayoría de la sociedad estaba conformada por individuos desheredados o económicamente
débiles. Como no dejaron testimonios escritos, sabemos poco sobre los grupos medios como los
profesionales, los españoles recién llegados. Pero los sectores medios y bajos tienen gran movilidad
social. Debajo de estos sectores medios estan las castas: negros, mulatos, zambos y mestizos (excepto los
mestizos legitimados, que forman parte de la república de los españoles).
Los blancos en general reciben en Indias el nombre de españoles, pero un calificativo se añade a
fines del siglo XVI para distinguir entre españoles europeos y americanos, llamados criollos. El término
criollo como equivalente a nativo, fue primero aplicado a los esclavos negros nacidos en América, de ahí
su tono inicialmente peyorativo. Pero no se dio un tipo uniforme de criollo (a diferencia de lo que pasó
con el negro) sino numerosas variantes locales: chilenos, cubanos, mejicanos, etc. (V. Vives, Hist. de
España y América, Tomo III, p. 501).
La propiedad de la tierra:
Los hacendados obtuvieron sus tierras utilizando como testaferros a sus criados y familiares. Este
proceso fue bastante frenado por la Corona y se realizó en contra de las leyes. Sin embargo, mediante
compensaciones en dinero (composiciones), se convalidan las usurpaciones a partir de la segunda mitad
del siglo XVII. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 506).
Los nuevos ocupantes de la tierra arrinconaron a los indios en las márgenes menos codiciadas de
su antiguo hábitat. Sin embargo, la relación de separación política y dominación económica servía a los
intereses de la hacienda, puesto que el hacendado, de este modo, se libraba de la obligación de proveer al
pueblo indígena, al tiempo que se aseguraba el suministro continuo de mano de obra cercana (Gibson, en
L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 179)
El hacendado explota directamente parte de sus dominios, arrienda otra en pequeños lotes (como
forma de asegurarse mano de obra, escasa por la desaparición de las encomiendas) y deja el resto
improductivo (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 508).
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Hasta el clero comienza a adquirir tierras en el siglo XVII. Entre las órdenes religiosas, sólo los
franciscanos rehusaron adquirir extensas tierras, haciendo honor a la severa prohibición de la regla. Los
jesuitas reunieron tantas propiedades como cualquier congregación religiosa, pero su primordial cuidado
no fue acumularlas sino hacerlas producir. Todo establecimiento jesuita contó con fincas suficientes para
mantenerse a sí mismo. Sus haciendas fueron modelos de explotación y administración y trataban a sus
peones mejor que cualquier otro amo. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 512)
Clérigos y conventos de monjas solían ceder la propiedad de sus tierras a particulares, a cambio de
un censo o renta anual (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 514)
El abundante dinero que éstas producen hace que el clero también se convierta en prestamista.
Caracterización de los grupos que integran la república de los españoles en el Siglo XVIII
1- Los Hacendados: esta es la edad de oro de las grandes haciendas. Desde el último tercio del
siglo XVII y principios del siglo XVIII, los mayorazgos se multiplicaron en América de un modo
asombroso, especialmente en Nueva España. Por Real Orden de mayo de 1789, se restringió y dificultó la
fundación de nuevos mayorazgos, ante los daños que implicaban sus vinculaciones.
Durante este siglo los hacendados continúan aspirando a adquirir títulos de nobleza y cargos
públicos.
No es preciso insistir acerca de los inconvenientes que la riqueza económicay la prosperidad social
supusieron los latifundios en la América hispana. Los resultados fueron catastróficos para la economía
agrícola del siglo XVIII, que hubiese podido reportar una mucho mayor riqueza de no existir los
inconvenientes característicos del latifundismo (deficiente explotación del suelo, jornales bajos y escasos,
despoblación y concentración de los habitantes en pocos pueblops y terribles abusos de arriendos y
subarriendos (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo IV, p. 307).
2- Los mercaderes y la mentalidad burguesa: en la periferia del gran continente americano se va
constituyendo durante todo el siglo XVIII una mentalidad de tipo burgués, integrada por los grandes
comerciantes que se dedicaban a efectuar sus transacciones económicas con las regiones del interior y los
países del exterior. A fines de siglo esta mentalidad ya tiene una fuerza y cohesión lo suficientemente
grande para valorar su conciencia de grupo. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo IV, p. 353)
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Estos grupos se vieron muy beneficiados por las medidas liberales en materia comercial, dictadas
por Carlos III. Estos grupos burgueses se constituyeron en recpetores y expendedores no sólo de
mercaderías sino también de ideas ilustradas y enciclopedistas, llegadas de Europa en libros y personas
(V. Vives, Hist. de España y América, Tomo IV, p. 381).
Buenos Aires, Caracas y La Habana, las tres cara al Atlántico, eran cada una una cabecera
mercantil de zonas exportadoras en ascenso. Esta característica común demuestra, pues, que la
integración dentro de las corrientes comerciales mundiales fue el factor principal del desarrollo de las
ciudades y no la expansión del sector de autoconsumo. (S. Albornoz, la Población de América Latina, p.
102).
3- Los funcionarios: durante este siglo, todos los empleos de la administración pública, desde los
más humildes hasta los más importantes se reservaron para los peninsulares, razón por la cual los
ilustrados y capitalistas criollos tenían que dedicarse o a los negocios privados, a las profesiones liberales
o al sacerdocio. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo IV, p. 407).
4- El Clero: El fenómeno del criollismo y el consiguiente aumento de vocaciones supuso una
escisión en la unidad mental eclesiástica, que solamente guardaba en lo espiritual, pero quedaba
absolutamente dividida en sus intereses, relaciones, nivel de vida, manteniendo solamente en unidad la
educación. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo IV, p. 367).
La expulsión de los jesuitas en 1767 provocó que sus propiedades pasaran a manos del Estado.
Acaso el resultado más dañino de su expulsión fue la preponderancia que entonces adquirió el clero
secular, afecto a los criollos y sus aspiraciones (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo IV, p. 405).
En la segunda mitad de este siglo se permite el ingreso de mestizos e indios a la Iglesia, siendo
ordenados sacerdotes.
5- Los Criollos: La participación en la vida política que habían tenido los criollos en el siglo XVII
(a través de la compra de cargos y de títulos de nobleza) cambia totalmente en el siglos XVIII, ya que son
desplazados de la burocracia estatal por funcionarios de la corona, en concordancia con la política
aplicada por la nueva dinastía.
Sin embargo, las universidades americanas se habían convertido en centros de formación y
educación de una conciencia criolla, que adquiere en ellas una unidad de criterio científico y humanista
que, rápidamente, les iba a situar por encima de la formación intelectual de los españoles. En el siglo
XVIII existe en toda la América española un gran interés por las ciencias (V. Vives, Hist. de España y
América, Tomo IV, p. 346)
Lectores asiduos de la literatura inglesa y francesa, van adquiriendo poco a poco una idea
despreciable de España, halagándoles la sensación de que la cultura intelectual hiciese progresos mucho
más rápidos en las colonias en que la Península. De esta manera, comenzaba a romperse la unidad racial
blanca que había mantenido vinculados a españoles y criollos (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo
IV, p. 343)
El movimiento masón tuvo amplia aceptación entre los grupos criollos.
Cuando el establecimiento de las intendencias quebró la autodeterminación de los Cabildos
(último reducto de poder de los criollos), estos se constituyeron, a través de las personas que los
integraban, en agentes subersivos, incluidos en la línea política de tipo conspirador (V. Vives, Hist. de
España y América, Tomo IV, p. 408).
1) Los Mestizos:
El concepto social de mestizo es mucho más restringido que el biológico y suele aplicarse
únicamente a aquellos que por diversas circunstancias no se incorporan ni al mundo blanco ni al mundo
indígena, pues en caso afirmativo son en la práctica blancos o indios respectivamente (V. Vives, Hist. de
España y América, Tomo III, p. 552).
Es un hecho sociológico simple el que las personas de origen mixto tienden a ser absorbidas por el
grupo paterno o materno cuando son pocas. Pero cuando son numerosas, lo probables es que constituyan
un grupo por sí mismas (Morner, p. 39). Esto resume en pocas palabras la situación vivida por los
mestizos durante los 300 años de dominio español en América.
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Naturalmente, donde se prestó mayor atención a estas diferencias fue en las grances ciudades
como Lima o México. La confusión podía hacer peligrar la estratificación en ellas antes que en las zonas
rurales bajo el dominio induscutido y bien marcado del hacendado. (S. Albornoz, la Población de América
Latina, p. 92).
Durante este siglo culminó el proceso de mestización de las reducciones indias.
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El indio no puede acceder al establecimiento de un orden nuevo que no comprende y que le exige
un esfuerzo abrumador y desacostumbrado. Su postura final es la desmoralización resignada y pasiva, la
apatía, y el silencio como formas de resistencia pasivas. El conquistador, incapaz de comprender la
actitud del indio, la atribuye a la pereza y malintencionada resistencia, creando así la leyenda del indio
holgazán, hipócrita, tan falsa y unilateral como la del indio inocente y angélico que crearían poco después
los misioneros (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 451).
El suicidio por malos tratos o por huir del tributo fue relativamente común (S. Albornoz, en L.
Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 22)
- El reacondicionamiento económico y social: la modificación del medio económico no pudo por
menos que alterar el comportamiento biológico del grupo afectado. Produjo mayor mortalidad y menor
fecundidad. (S. Albornoz, la Población de América Latina, p. 49)
El desquisiamiento de la economía indígena se produjo por:
- Saqueos para aprovisionamiento de las huestes y para la obtención de tributos, lo que provocó
hambrunas.
- Ocupación de la mano de obra indígena como auxiliares de los españoles en el ejército, en la
construcción de infraestructura, etc.
La confiscación de las reservas alimenticias provocó graves efectos, ya que el precario equilibrio
alimenticio que reinaba en toda la economía de estricta subsistencia se rompía con las exacciones.
Sobrevenía el hambre. Los organismos de los nativos quedaban debilitados y eran presa de diversos males
que eventualmente cobraban la vida de muchos individuos. En una economía agraria, menos mano de
obra suponía menos bienes a disposición de la comunidad. La poligamia podía, en cambio, suplir la falta
de esposos, siempre que la carencia no fuera excesiva (S. Albornoz, en L. Bethell, Historia de América
Latina, Tomo IV, p. 19)
- Las Epidemias: quizá fue la causa fundamental del descenso demográfico, según la mayoría de
los autores contemporáneos. La intensidad de las epidemias fue consecuencia de la inexistencia de
defensas inmunológicas ante las enfermedades europeas por parte de los indios. Esto fue agravado debido
a que los indios se encontraban muy vulnerables por la malnutrición derivada del cambio en la dieta y por
los abusos de la explotación, por lo que los agentes patógenos se ensañaron con virulencia. Entre tanto,
los españoles apenas fueron tocados por ellas, señal de su inmunidad. (S. Albornoz, en L. Bethell,
Historia de América Latina, Tomo IV, p. 22)
Las epidemias alcanzaron máxima intensidad en las zonas tropicales, islas y márgenes del Caribe y
coasta del Océano Pacífico. En las tierras altas, los indígenas resistieron algo mejor. (S. Albornoz, la
Población de América Latina, p. 52)
Borah analizó lo ocurrido en el Africa negra, en el Lejano Oriente y en las islas del Pacífico tras la
ocupación europea y concluyó que de las tres regiones consideradas, la única que presenta analogías con
el Nuevo Mundo era la última. En las tres, la colonización dio lugar a un cúmulo de violencias y suscitó
grandes trastornos económicos y sociales. Pero mientras que en Africa y en el Lejano Oriente no hubo
una catástrofe demográfica equivalente, en las islas del Pacífico y en América sí. La razón de la diferencia
es que las enfermedades difundidas pro los blancos en las dos primeras regioens no degeneraron en
grandes epidemias en virtud de que las poblaciones autóctonas habían adquirido cierto grado de
inmunidad como consecuencia de contactos indirectos muy seguidos. (S. Albornoz, la Población de
América Latina, p. 53).
La viruela abrió el continente americano a la dominación española. Sin su ayuda, los
conquistadores no habrían podido someter a las masas indígenas (S. Albornoz, en L. Bethell, Historia de
América Latina, Tomo IV, p. 22)
A diferencia de las del siglo XVI, gran parte de las epidemias que brotaron a lo largo del siglo
XVII tuvieron un origen local, quedando confinadas geográficamente. Lo que pierden en radio de acción,
las epidemias lo ganan en frecuencia. Entre los males que pasaron a ser endémicos destaca la fiebre
amarilla (S. Albornoz, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 23)
Conclusión:
- La población indígena se redujo de manera rápida y drástica a raíz de la Conquista y su descenso
no fue parejo en todas partes. Ocurrió en primer lugar y con mayor intensidad en la región del Caribe y en
las costas bajas tropicales, luego en las tierras altas y por último en la periferia no sometida (S. Albornoz,
la Población de América Latina, p. 54)
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- La catástrofe demográfica facilitó el dominio efectivo del pueblo conquistado, por parte de una
minoría que pudo prescindir de esta manera de las primitivas instituciones, al contrario de lo ocurrido en
otras partes del mundo. Es indudable que el mestizaje sólo por esta razón llegó a desempeñar un papel
significatvio y a producir la fusión de pueblos que ha fracasado en los demás ensayos de asimilación. (S.
Albornoz, la Población de América Latina, p. 54)
- La guerra y la violencia suscitaron la primera contracción demográfica. El reacondicionamiento
económico y social aceleró el derrumbe, pero lo que exterminó a la población fueron las epidemias. (S.
Albornoz, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 21)
- La despoblación proporcionó suficiente cantidad de tierras yermas y desbarató el régimen de
vasallaje representado por las encomiendas, como para que se articulara el régimen de latifundio
característico de América, sobre la base del peonaje (S. Albornoz, la Población de América Latina, p. 55)
La recuperación demográfica:
La disminución de indios se detiene en la segunda mitad del siglo XVII, para convertirse en
aumento en el siglo XVIII. La despoblación aminora mucho en las regiones de colonización temprana,
mientras se mantiene en las de colonización lenta y tardía. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo
III, p. 506).
Sin embargo, el declive demográfico se dilató más en Perú que en México. No se detuvo hasta
después de la gran epidemia de 1719. (Sanchez Albornoz, en L. Bethell, Historia de América Latina,
Tomo IV, p. 18).
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Asimilación: pérdida de identidad cultural menos evidente, hacer desaparecer las diferencias
culturales de forma pacífica.
Sincretismo: luego de un proceso de difusión recíproco entre dos culturas, se produce una síntesis de
elementos culturales. Toda cultura humana ha sintetizado rasgos culturales propios con ajenos.
Formas de aculturación:
Desde 1492 se produce un choque cultural, cuyas consecuencias son la desintegración del sistema
social indígena. Se da tanto un fenómeno de transculturación, como de aculturación en los pueblos
indígenas conquistados. Pero como bien indica Vicens Vives, incluso los pueblos indígenas que
mantienen la resistencia frente a los españoles, se ven afectados y deben modificar aspectos de su cultura
ante la necesidad de montar una resistencia eficaz les obliga a militarizar y reformar su estructura social, a
aprender y practicar la táctica de los blancos, a modificar hasta su religión Precisan caballos y armas
europeas, que obtienen mediante razzias o comercio clandestino con el territorio español, y ello es
vehículo importante de aculturación. (Hist. de España y América, Tomo III, p. 449).
Según Gibson, los indios aculturados, dejan de ser indios desde el punto de vista cultural y mucha
de la pérdida de población indígena podía ser atribuída a la aculturación misma, a la dispersión gradual de
individuos dentro de otros grupos, a la salida de los indios de sus pueblos, ya que dejaban de comportarse
como indios y empezaban a adoptar el comportamiento propio de los mestizos.
1- Matrimonios mixtos:
Los matrimonios mixtos fueron explícitamente permitidos por el monarca a partir de 1501.
Principalmente, a la corona le interesaba el casamiento de españoles con las hijas de los jefes indígenas,
como forma rápida de ir identificando a los españoles con las clases dirigentes precolombinas e
hispanizarlas con rapidez (Morner, p. 36).
Los castellanos ya habían pasado por una situación semejante al descubrir las Canarias, donde
entran en contacto con paganos que no son herejes ni infieles. La Iglesia ordena en 1434 que los canarios
conversos tengan el mismo estatuto jurídico que los cristianos viejos. La corona hace suya esta
disposición y legisla que los canarios bautizados sean tratados como vecinos cristianos viejos, por lo que
no afectaba a la limpieza de sangre, que implicaba ser hijo y nieto de católicos. Esta situación se aplica a
los matrimonios con indígenas, por lo que lLa presencia de sangre india no constituía mácula o mancha
en las pruebas de sangre. (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p. 489)
Magnus Morner no está de acuerdo con la afirmación generalizada de que la Corona estimulaba
los matrimonios mixtos y sostiene que la Corona los promovió activamente en sólo dos situaciones:
- En 1516 el cardenal Cisneros emitió instrucciones para los tres frailes jerónimos que habían
quedado a cargo del gobierno civil en las Indias. Una de las instrucciones subraya que los españoles
deben desposar a las hijas de los caciques.
- El otro caso es el de los encomenderos, a los que en 1539 se les ordenó casarse en el plazo de tres
años o si ya estaban casados y vivían solos, debían mandar a buscar a sus esposas de España bajo pena de
perder sus encomiendas. Esta medida parece haber llevado a formalizaciones ocasionales con indias
(Morner, p. 46).
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En teoría, los caciques heredaron sus posiciones de acuerdo con las normas de sucesión indígenas,
aunque los encomenderos y otros españoles tuvieron interés en introducir a sus propios indios protegidos
como autoridades locales. El término Cacique, de origen arawak, progresivamente fue reemplazando a las
diversas denominaciones locales. La nueva costumbre pudo ser favorecida por las muchas usurpaciones
de cargos dinásticos locales, ya que un aspirante podía asumir más fácilmente el título de cacique, del que
se había apropiado, que el título local al que no tenía derecho a reclamar (Gibson, en L. Bethell, Historia
de América Latina, Tomo IV, p. 164)
Todo esto ayuda a explicar cómo los españoles fueron capaces de establecer el cristianismo, la
encomienda y el corregimiento con tan poca oposición por parte de los nativos. Los caciques locales
(incluso los ilegítimos) eran personas que ostentaban un tremendo poder en sus comunidades y los
españoles se los ganaron deliberadamente, bien sea a través de favores o bien por la fuerza. En el siglo
XVI, fueron quienes tuvieron mayores oportunidades para la hispanización (Gibson, en L. Bethell,
Historia de América Latina, Tomo IV, p. 165)
Las funciones del cacique eran gobernar a su grupo y reclutar a los mitayos. Amparados en esta
autoridad, los caciques abusaron de sus indios igual que las autoridades españolas. (M. Padrón, Manual
de Historia Universal, Tomo II, p. 481).
Eran propietarios de tierras, con criados, rebaños de animales. Incluso algunos pocos pasaron a ser
encomenderos y poseían esclavos negros (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p.
182). La corona reconoció más de una vez la equiparación jurídica entre nobles hispanos e indígenas. Este
reconocimiento fue incorporado a la Recopilación de 1680. En virtud del mismo, los descendientes de la
nobleza indígena eran hidalgos y podían usar el don, aunque fueran mestizos. Hubo ocasiones en que la
corona ennobleció a pueblos enteros, como en el caso de los tlaxcaltecas (M. Padrón, Manual de Historia
Universal, Tomo II, p. 481).
A fines del siglo XVI, cuando la autoridad de los encomenderos comienza a ser substituida por la
de los funcionarios, la connivencia entre corregidores y caciques surge muy pronto para continuar la
explotación de los indios. Para evitar las designaciones, la corona declaró hereditarios a los cacicazgos (V.
Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 456)
En los siglos XVII y XVIII el poder político de los caciques se vio afectado por la competencia de
los cabildos de indios. Sus comunidades dejaron de apoyarles. Un factor crucial parece haber sido el
hecho de que los caciques ya noeran de utilidad a la sociedad española y esta ya no les necesitaba para
que desempeñaran el papel de títeres (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p.
183)
Durante el siglo XVII, un cacique todavía podía ser una personalidad local influyente en virtud de
sus tierras y riquezas, pero en el siglo XVIII su nieto o biznieto podía ser casi indistinguible entre la masa
de la población india. Por el contrario, en las zonas menos desarrolladas, menos densas en población y
más remotas, el dominio original por parte de los caciques locales continuó hasta el final del período
colonial.
El cada vez más riguroso carácter hereditario de su función, creó entre los caciques el incentivo
para mantener y transmitir tradiciones culturales prehispánicas. Desplazados, poco a poco se van
convirtiendo en jefes natos de las protestas y rebeliones indígenas, que alcanzarán en el siglo XVIII su
máxima gravedad. Estas rebeliones tienen un carácter social más que político, de ahí que estas rebeliones
no puedan considerarse como antecedentes de una independencia política que el mundo indígena ya no
añora prácticamente (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 458)
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Las Reducciones:
Los indios no repartidos en encomiendas fueron agrupados en núcleos de población aislados de
los españoles, con cierta autonomía administrativa bajo la autoridad de sus propios alcaldes. Al principio,
estos poblados fueron llamados reducciones y más tarde corregimientos, al quedar sometidos a la
autoridad de un funcionario especial llamado coregidor de pueblos de indios. Este funcionario debía
ejercer una misión tutelar análoga a la del encomendero sobre los indios de su encomienda (Ots
Capdequi)
Las reducciones implicaban cesión de tierras de cultivo a los indios (tierras de resguardo) para
hacer de ellos verdaderos campesinos libres y frenar las apropiaciones legales o ilegales de sus tierras por
los españoles, se prohibió que las tierras de resguardo fuesen vendidas o arrendadas. Periódicas
inspecciones (visitas de la tierra, amparos) se encargaban de mantener o reajustar los límites del
resguardo. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 416)
Toda reducción gozaba de la propiedad comunal de una extensión de tierras. Estas se dividían en
tres partes: la primera se parcelaba y se adjudicaba anualmente a las diversas familias de la comunidad
para que las cultivasen; otra se destinaba a pastos para los ganados de la comunidad y la tercera era
labrada por todos los vecinos, cuyos beneficios eran incorporados a las Cajas de la Comunidad, cuyos
fundos se destinaban al sostenimiento de hospitales, al auxilio de las viudas, huérfanos, enfermos, al pago
de tributos, etc. La Caja también se nutría de los ingresos provenientes de los obrajes o fábribas de paños
explotados en comunidad; y de los recursos provenientes de los censos, obtenidos en las tierras
comunales de los indios dadas a labradores indios o españoles para su cultivo, mediante el pago de un
canon (Ots Capdequi).
Una prueba de la eficacia de las reducciones está en lo mucho que protestaron contra ellas los
blancos, señal evidente de que estorbaban sus ansias de explotar a los indios. (V. Vives, Hist. de España y
América, Tomo III, p. 549)
Los corregimientos:
En la medida en que las encomiendas individuales fueron revirtiendo a la corona, sus indios
cayeron bajo la autoridad real directa. Esta normalmente tomó la forma de corregimiento o alcaldía
mayor, en la que un oficial real nombrado corregidor o alcalde mayor era designado para ejercer el cargo
de la jurisdicción colonial local. Sus deberes incluían el ejercicio de la justicia local, la exacción de los
tributos de los indios, la ejecución de la legislación real y el mantenimiento del orden en la comunidad
indígena. La intención era que ellos trataran a los indios de forma más humanitaria. En la práctica, la
explotación de los indios por los corregidores, con desprecio de la ley, pasó a ser aceptada e
institucionalizada. Un ejemplo de esto fue la venta forzada de mercaderías (Gibson, en L. Bethell,
Historia de América Latina, Tomo IV, p. 162)
Esta nueva forma de hispanización política en los pueblos de indios tuvo lugar a mediados y a
fines del siglo XVI. Empezó en Nueva España donde los pueblos fueron inducidos a desarrollar las
instituciones gubernamentales de los municipios ibéricos. Esto supuso cabildos con alcaldes y regidores,
todos indios. Los pueblos de indios respondieron positivamente a lasd demandas de tal política
hispanizadora (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 165)
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Este nuevo funcionariado indio rivalizaba y sobrepasaba al cacique en poder e influencia local.
Cada vez más estos caciques fueron derrotando a los consejos de los pueblos en la lucha por el control
político (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 165)
En el siglo XVII, la población indígena llegó a sus niveles mínimos, por efecto de las epidemias y
por la deserción hacia las haciendas. El vacío resultante era llenado por los mestizos, que frecuentemente
quedaban con sus madres indias y eran asimilados por el grupo materno. Además, con frecuencia las
comunidades indias estaban interesadas en que los mestizos arrendaran una parte de sus tierras porque
necesitaban moneda para tributar. A veces, estas comunidades vendían parte de sus tierras los recién
llegados, aunque la legislación lo prohibía estrictamente (Morner, p. 99).
También el desarrollo de la propiedad rural de los españoles a costa de las tierras antes explotadas
por los indios fue causa básica de un enorme aumento del número de yanaconas. (V. Vives, Hist. de
España y América, Tomo III, p. 450)
Los cabildos en todo el mundo hispánico, tanto en la sociedad blanca como en la india, perdieron
algo de su significado en el siglo XVII y pasaron a ser todavía más formales, conservadores y limitados.
La ley requería que los miembros del cabildo fueran indios, pero el descenso demográfico hizo que
muchos mestizos se hicieran pasar por indios, infiltrándose en los gobiernos indígenas (Gibson, en L.
Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 166)
El siglo XVIII continuó con la mestización creciente en los pueblos de indios y cuando sólo
quedaba una minoría de indios en los pueblos, por lo que la transformación del lugar en una "villa de
españoles" era relativamente fácil. También ocurría a veces que las autoridades transferían la minoría
india a otro pueblo de indios donde se convertían en un grupo adicional indeseado (agregados). Al mismo
tiempo, sus antiguas tierras se dividían entre los españoles y mestizos que quedaban en la aldea de la que
habían sido desalojados (Morner, p. 101).
Por esto, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII la corona ya no insistió en que se congregara
a los indios y preconizó el reparto de tierras entre los naturales, pero a título personal, lo que favorecería
la dispersión. El desbande fue particularmente intenso en Paraguay, luego de la expulsión de los jesuitas.
Las Misiones:
La política de reducciones se confió a veces a los frailes y su desarrollo caracteriza a las zonas de
misiones. El establecimiento misional no es otra cosa que una reducción sólo que exenta e independiente
de todo funcionario civil español. La dirigen los frailes, a quienes los alcaldes y regidores indios
consultan para todo. El misionero es en ellas padre, pastor, juez, jefe, maestro, cacique, médico, gerente,
evangelizador. La disciplina rígida da a la misión cierto carácter conventual. (V. Vives, Hist. de España y
América, Tomo III, p. 550)
El Tributo:
El hecho de que los indios tuvieran que pagar tributos fue una de las primeras y más
fundamentales convicciones españolas en el mundo colonial. La tradición provenía de España, donde los
campesinos eran pecheros, pagadores de pecho o tributos. En América, donde los colonos no pagaban
pecho, la obligación de pagar tributo cayó sobre la nueva clase baja no española. El tributo gradualmente
pasó a ser regulado a través de la encomienda, por la que el rey concedía a un intermediario, el
encomendero, el privilegio de recibir el tributo que los indios debían a la corona (Gibson, en L. Bethell,
Historia de América Latina, Tomo IV, p. 171)
Hacia 1518 comienza a cobrar importancia el tributo. La corona manifiesta que los indios, como
vasallos libres que son, deben pagar un tributo en dinero o especie, de forma que se demostraba su
sujeccixón política a la corona. (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p. 475).
Los cabezas de familia eran tributarios plenos en la sociedad indígena colonial. Viudas, vuidos,
solteros y solteras eran medios tribuatrios. Estan sujetos al mismo los indios de 18 a 50 años de edad,
estando exceptuados los caciques y los indios alcaldes mientras desempeñaran este cargo. La recaudación
del tributo se hizo por empadronamiento. El pago debía hacerse efectivo en el propio lugar de residencia
del indio tributario. La tasación de lo que en concepto de tributo debía pagar cada pueblo o encomienda
de indios corrió a cargo de visitadores designados por las Audiencias (Ots Capdequi).
Este tributo, cuando se recaudaba en los pueblos de indios incorporados a la Corona, su importe
beneficiaba al rey; mientras que cuando era recaudado entre los indios encomendados, su importe
beneficiaba a los encomenderos (Ots Capdequi).
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En la medida que los gobernadores indios absorbían el poder de los caciques, los pagos de los
tributos fueron cada vez más regularizados y limitados dentro de un marco legal. La sustitución del
gobierno del cacique por el del cabildo fue un paso significativo en el proceso del establecimiento del
control real sobre la exacción tributaria, aunque no significó el fin de las irregularidades (Gibson, en L.
Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 172)
La imposición del tributo nivela a casi todos los estratos sociales indígenas (excepto a los
caciques) y pronto se perfila una sociedad progresivamente uniforme, empobrecida, desarraigada
(V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 450).
Los indios debieron dedicarse a la producción de artículos europeos y al cultivo del trigo para
poderlos vender a cambio del dinero que necesitaban para pagar el tributo. Indudablemente el cultivo o
fabricación de productos europeos constituía un paso en dirección a la hispanización. (Gibson, en L.
Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 173)
La esclavitud indígena:
En el año 1500 es prohibida la esclavitud de los indios, declarándoseles libres y no sujetos a
servidumbre. Aunque si algunos pueblos indios practicaban costumbres feroces como el canibalismo,
atacaban a españoles o a indios pacíficos sometidos, podían ser esclavizados con motivo justificado. La
esclavitud legal se aplicó a los caribes por ser antropófagos y agresivos. Luego, a los pobladores de las
antillas no habitadas por españoles. Más tarde, se practica en el Continente de muy diversas maneras:
expediciones dirigidas en busca de indios para esclavizarlos sin otro motivo que la necesidad de mano de
obra, rapto de niños, compra a caciques indígenas. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p.
458)
La compra de esclavos a los propios indígenas terminó por ser prohibida, ya que el concepto de
esclavitud era mucho más duro entre los europeos que entre los pueblos autóctonos, para los que
significaba poco más que una prestación vitalicia de ciertos servicios y no la privación total de la libertad.
(V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 459).
En general, después de las Leyes de Burgos de 1512, el principio prevalente fue que los indios
fueran personas libres y no esclavos (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 174)
La Encomienda:
La encomienda o repartimiento fue la institución secular más importante que reguló las relaciones
entre españoles e indios. Los términos encomienda y repartimiento se referían esencialmente a la misma
institución, aunque el último remarcaba el acto de distribución y asignación de indios, mientras que el
primero enfatizaba la responsabilidad del encomendero hacia sus indios (Gibson, en L. Bethell, Historia
de América Latina, Tomo IV, p. 161)
Por ésta, un grupo de familias de indios quedaba sometido a la autoridad de un español
encomendero. Este estaba obligado a proteger a los indios y a cuidar de su instrucción religiosa, con los
auxilios de un cura doctrinero. Adquiría el derecho de beneficiarse con los servicios personales de los
indios y de exigir el pago de diversas prestaciones económicas, lo cual no le da derecho a la propiedad de
la tierra, sino que era una concesión de indios para tributos y trabajo (Ots Capdequi)
El indígena no es vasallo del encomendero sino del rey. El encomendero no podía vender, alquilar
o regalar al indio, que incluso podía tener bienes propios.
Las necesidades de manutención de los primeros conquistadores fue lo que determinó el primer
repartimiento forzoso en la Española. A esto, luego se le sumaron las siguientes razones:
- Necesidad de intensificar el trabajo minero para hacer más rentable la producción de las minas
- Necesidad de mano de obra para obras públicas
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Se tasaron las encomiendas, fijando el importe de lo que el encomendero debía recibir de sus
indios en dinero o en especie. De esta forma, las exigencias del encomendero fueron aminorándose hasta
una cantidad que se procuró no fuera superior a la que pagaban los indios a sus antiguos señores. Después
se unificó y redujo esa cantidad, hasta quedar convertida en el tributo o impuesto único que pagaban los
indios. (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 452)
- El fin de las encomiendas: desde el principio, la corona consideró la parte laboral de la
encomienda como un expediente temporal e insatisfactorio, pendiente del establecimiento de una mano de
obra asalariada libre.
Hacia fines del siglo XVI, en las zonas densamente pobladas, la encomienda se había convertido
en una institución para la exacción de tributos, que ya no podía ser considerada como una fuente de
trabajo privado. La edad de oro de las encomiendas ya había concluido (Gibson, en L. Bethell, Historia de
América Latina, Tomo IV, p. 174)
Por Real Cédula de abril de 1629, se concedió una vida más al disfrute de las encomiendas,
mediante el pago de una composición. Y en octubre de 1704 se permitió una cuarta vida, mediante el
pago de dos medias annatas para los gastos de guerra. Sin embargo, ya en 1701 se había decretado la
incorporación a la Corona de todas las encomiendas poseídas por personas no residentes en las Indias.La
abolición general de esta institución se decretó en noviembre de 1718 (Ots Capdequi).
Las condiciones urbanas fueron bastante diferentes de las del campo. Para las tareas urbanas el
trabajo a través del repartimiento fue común en el siglo XVI y persistió de manera intermitente y con
largas interrupciones durante todo el período colonial. Los indígenas de los pueblos y de los alrededores
de las ciudades fueron siempre considerados como los trabajadores adecuados para la realización de estas
tareas. Eran requeridos por el repartimiento (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV,
p. 177)
La Mita:
Surge después de 1542, cuando los indios de la encomienda dejaron de estar obligados a trabajar
para sus encomenderos, se estableció un nuevo sistema de trabajo forzado pago, conocido como
"repartimiento" o "cuatequil" en Nueva España y como "mita" en Perú (Morner, p. 94)
Es un sistema de trabajo forzado, tomado de las culturas aborígenes. Es una prestación personal
por turnos, a cambio de un jornal, presentado características diversas según los tipos de trabajo: minero,
agrícola, pastoril, doméstico, etc. Cada comunidad indígena se responsabiliza de liberar una parte de su
población masculina para trabajar a intervalos periódicos.
Los indios de un determinado lugar se sorteaban periódicamente para trabajar durante un plazo de
tiempo determinado al servicio de los españoles, mediante el pago de un salario adecuado, controlado por
las autoridades. Estuvieron exceptuados de entrar en los sorteos los indios propietarios, cultivadores de
sus propias tierras, y los especializados en algún oficio. Los sorteos se hacían con la intervención de los
caciques e incluso los indios repartidos en encomiendas también entraban en los sorteos (Ots Capdequi).
La duración de la mita para el servicio doméstico se fijó en quince días; la mita pastoril en tres o
cuatro meses y la mita minera en diez. Se debía pagar a los indios mitayos los jornales de los días de ida y
regreso a los lugares de trabajo y la distancia a recorrer no podía exceder de diez leguas (Ots Capdequi).
La mita agrícola dejó de tener sentido cuando los patrones ya no pudieron asegurarse los
trabajadores que necesitaban mediante el repartimiento, por lo que hacían contratos laborales con
trabajadres individuales, prestaban dinero para ser devuelto en forma de trabajo, etc. Finalmente, en 1633
fue abolido.
- La mita agrícola: en 1574 la mita minera es organizada por el virrey Toledo, quien dispone que
los indios debían trabajar en 3 turnos de 1 semana durante 4 meses, con 15 días de descanso (se trabajaba
una semana, se descansaban 15 días, así durante 4 meses al año, debiendo cumplir con la mita una vez
cada 7 años). Todos los indios del distrito estaban obligados a la mita, menos las mujeres, indios, ancianos
y enfermos. Un indígena que no deseara trabajar en la mita, podía eximirse a cambio de una cuota, con la
que se reclutaba a otro trabajador voluntario. Con dos meses de anticipación se debía pregonar el servicio
de mita en la región que correspondía. El cacique debía alistar a los mitayos, mientras que el corregidor
de indios los reclutaba.
Como la mudanza de un paisaje geográfico a otro afectaba a los indios, la corona ordenó que no se
trasladasen mitayos de un clima a otro y que sólo una séptima parte de la población indígena,
comprendida entre los 18 y los 50 años podía ser reclutada para las minas. (M. Padrón, Manual de
Historia Universal, Tomo II, p. 552).
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Se podía trabajar en la mina mediante varios sistemas: a jornal, a destajo y a partido. Las dos
primeras formas fueron las más usadas: el trabajo a destajo consistía en pagar al minero por una
determinada cantidad de metal extraído. El trabajo a partido se reducía a dividir lo extraído en dos partes
iguales, una para el dueño y otra para el encargado de los trabajos, corriendo a cuenta de éste el buscar los
trabajadores. A destajo se trabajaba cuando había prisa. A partido, cuando no había grandes esperanzas de
extraer algo (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p. 553).
La evasión de los indios significó el despoblamiento de las provincias obligadas a la mita. Este
sistema afectó enormemente a la sociedad indígena y a la economía agrícola, que se vio desamparada de
brazos en las provincias obligadas.
La industria minera de Nueva España ya había dejado de depender de él. De este modo, a fines del
siglo XVII y XVIII en el centro de Nueva España, la mayor parte de la mano de obra indígena era "libre".
(Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 176). En la zona central de los Andes
prevaleció una situación diferente. La mita continuó siendo el principal instrumento para reunir a los
trabajadores en Potosí y otras minas (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 176)
La dureza del trabajo en las minas hizo que no se encontrasen suficientes obreros libres para
realizar sólo con ellos la explotación. Además, su laboreo sólo resultaba remunerador o bien mejorando
las técnicas metalúrgicas (cosa que recién se intenta en el siglo XVIII) o a base de mano de obra muy
barata. Por ambas razones, la corona (que no podía prescindir de las remesas de metales preciosos
americanos) mantuvo en las minas el sistema de trabajo forzoso retribuido. Sin embargo, muchos indios
se quedaban, al concluir su mita, en las minas, como obreros voluntarios (indios mingados).
La Naboría o el Yanaconazgo:
Es otra forma de trabajo indígena antillano, que implica el servicio doméstico. Eran prisioneros
que se convertían en sirvientes de españoles, aunque para trabajar como naboría o yanaconazgo, el indio
debía estar de acuerdo. Eran los que mejor trato recibían de entre todos los trabajos obligatorios. Cuando
fallecía su amo, los jueces le preguntaban al indio si quería continuar en su anterior situación. Además,
tenía libertad para denunciar abusos.
Las propiedades agrícolas del Perú se acomodaron a una clase especial de trabajadores, los yana o
yanaconas, antiguamente sirvientes y trabajadores de la clase alta incaica. Los yanaconas aumentaron en
número relativamente, si no absolutamente en el siglo XVI, puesto que otros indígenas espacaron de las
presiones de la vida comunitaria para juntarse con ellos ya que estaban protegidos por la ley, dispensados
del tributo y de la mita y ligados a la tierra (Gibson, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV,
p. 176)
Se prohibía sacarlos de las haciendas, recluir por la fuerza a los que se fueran de las chacras
adonde habían entrado voluntariamente y obligación de proporcionarles salarios, animales y sementeras.
(M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p. 548).
Originariamente eran cultivadores forzosos en tierras de españoles (¿En las antillas?). Poco
después, a mediados del siglo XVI, ocupan sus puestos a sueldo, y desde los tiempos del virrey Toledo,
los yanaconas que llevasen cuatro años labrando sus chacras no podrían ser expulsados de ellas por sus
dueños, ni ellos abandonarlas sin la autorización de la Audiencia, que sólo la concedía por malos tratos o
por incumplimiento de los establecido en las Ordenanzas. Los que no tuviesen esos cuatro años podrían
abandonarlas libremente. Además, sus tierras tenían preferencia de laboreo, antes que las de sus amos. (V.
Vives, Hist. de España y América, Tomo IV, p. 301)
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Desde principios del siglo XVII se observa que cada vez más indios provenientes de las
reducciones se ofrecen voluntariamente a trabajar para los terratenientes a cambio de jornales fijados por
contrato. Estos indios, por lo general continuaban residiendo en sus pueblos durante mucho tiempo,
conservaban su status legal como indios y estaban sumetidos a la jurisdicción de sus propios funcionarios
municipales. La razón principal para que buscaran trabajo en las haciendad puede haber consistido en que
necesitaban dinero para tributar. Por lo menos en Nueva España, a principios del siglo XVII, los patrones
fueron encargados de la recaudación de los tributos de sus gañanes, con lo cual se inició la separación de
los indios de su comunidad nativa. La ansiedad con que los hacendados trataban de expandir sus
dominios a expensas de las comunidades indias se explica en parte por la necesidad que tenían del
trabajo del indio. El mejor medio para conseguir gañanes constistía en privar de sus tierras a los
pueblos de indios (Morner, p. 95).
Pero en la medida en que la población nativa volvió a incrementarse, las condiciones del mercado
de trabajo rural se invirtieron en relación con lo que habían sido. Esta situación fue ventajosa para los
hacendados, que mantenían el núcleo de trabajadores en sus propiedades durante todo el año laboral y
podían alquilar un número adicional de trabajadores para hacer frente a las tareas estacionales (Gibson, en
L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 176)
Una vez establecido en una hacienda como peón, el indio tenía que mezclarse con personas
pertenecientes a otros grupos étnicos. Si no había mestizaje, existía por lo menos aculturación y
necesariamente adoptaba el castellano (Morner, p. 98)
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C) EL NEGRO EN HISPANOAMÉRICA:
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y se produjo una unificación a través del castellano y las costumbres hispanoamericanas, aunque
conservaron algo de sus tradiciones africanas (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 463).
Aparentemente fueron bastante más los africanos entrados que los propios ibéricos. Téngase en
cuenta que la cifra de los negros es neta por falta de retornos, mientras que entre los peninsulares no era
raro el regreso. Pero lo snegros se reprodujeron mal debido a una desigual distribución entre los sexos y a
la gran mortalidad por causa de las condiciones de trabajo y nutrición que padecían (S. Albornoz, la
Población de América Latina, p. 59)
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avanzó el siglo XVIII, ésta se intensificó, pero los ingleses hallaron entonces que tenían que hacer frente a
un activo contrabando dirigido por franceses y holandeses, desde sus posesiones del Caribe. El agudo
incremento de la trata de esclavos durante la segunda mitad del siglo XVIII se debió a la expansión de los
cultivos tropicales, sobre todo el azúcar, en el área caribeña (S. Albornoz, en L. Bethell, Historia de
América Latina, Tomo IV, p. 36).
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Por fin, en 1789, convencido del valor del azúcar en el mercado europeo, el gobierno español
cambió drásticamente, reconociendo el potencial agrícola de Cuba y su necesidad de mano de obra.
Abandonó el antiguo y vano esfuerzo por regular escrupulosamente la cantidad de negros importados a
Hispanoamérica y abrió el comercio de esclavos a todos los interesados. Desaparecieron las obligaciones
de importación y las cuotas arbitrarias del asiento, y españoles y americanos fueron libres para comerciar
con cualquier proveedor de esclavos extranjero que en ese momento satisfaciera su conveniencia
mercantil. El resultado fue un espectacular incremento del volúen del tráfico en esas regiones. Ni siquiera
la sangrienta revuelta racial que se desató en Haití dos años más tarde alteró la nueva política del
gobierno (Bowser, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 143).
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Pese a que desde el punto de vista legal, todo lo que producía el esclavo pertenecía al amo, la
costumbre y la tradición permitían que aquél retuviera algunos ahorros, producto de lo que cultivaba o
ganaba en días feriados. En una situación de depresión económica, al propietario podía resultarle
conveniente ofrecer la manumisión a bajo precio, puesto que el esclavo no podía ser ventajosamente
vendido a otros ni tampoco ganar su propio sustento. Es probable que la manumisión gratuita se otorgara
con frecuencia a esclavos viejos o enfermos. De este modo se ahorraba la manutención, pero la
Instrucción de 1789 prohibió con justicia este tipo de manumisión, a menos que se probara que el esclavo
manumitido contaba con ahorros suficientes (Morner, p. 115).
La manumisión era principalmente una oportunidad accesible a niños y mujeres. El trabajo de un
esclavo adulto era demasiado valioso como para ser cedido con ligereza. Para el esclavo urbano, más
versado en los usos sociales y el modo de operar de la justicia española, fue más fácil obtener la
liberación (Bowser, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 153).
El negro liberto vivía como trabajador manual, pagaba un tributo exclusivo de su casta y quedaba
excluido legalmente de ciertas profesiones consideradas demasiado nobles para él. (V. Vives, Hist. de
España y América, Tomo III, p. 550).
Lo corriente es que la condición social de los mulatos libres esté casi equiparada a la de los negros
libertos. Se les prohibía asistir a las escuelas y adquirir toda educación, considerándoseles hasta un
peligro social por ser superiores en fuerza y habilidad a los mestizos (V. Vives, Hist. de España y
América, Tomo III, p. 552).
La documentación de este período sugiere que los negros libres demostraron poca o ninguna
simpatía hacia sus camaradas étnicos esclavizados. No existió ningún sentido de la solidaridad étnica. Sin
duda, en raras ocasiones un negro libre se casaba con una esclava ni reconocía el parentesco, sino que en
general estos descendientes de africanos se esforzaban por desconectarse de la población esclava
(Bowser, en L. Bethell, Historia de América Latina, Tomo IV, p. 155).
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Eran también utilizados como signo de prestigio social, ya que el número de lacayos negros que
acompañaban al propietario en la calle era un símbolo de status más que otra cosa. Los esclavos
manumitidos en los testamentos eran por lo general domésticos (Morner, p. 117).
- Los esclavos jornaleros eran los arrendados a empresas privadas o públicas por sus dueños,
teniendo que pagar una renta fija al propietario. Las oportunidades que tenían de comprar su libertad eran
comparativamente buenas en ese caso, pero estaban sujetos a una gran explotación, en especial por parte
de los propietarios pobres (Morner, p. 117).
- Los esclavos de tala era los consagrados a las faenas del campo bajo el mando de un mayoral que
sólo procuraba sacar el mayor provecho de ellos. (M. Padrón, Manual de Historia Universal, Tomo II, p.
499). Eran los más numerosos, pero su difusión se limitaba a los climas tropicales, únicos donde su
rendimiento era superior al del indio.
En los siglos XVII y XVIII, los esclavos negros jugaron un papel muy importante en la producción
de cacao en Venezuela y Quito, y destacaron en el cultivo del trigo, el cuidado del ganado y la elaboración
de vinos en las regiones de Tucumán, Córdoba y Mendoza. (Bowser, en L. Bethell, Historia de América
Latina, Tomo IV, p. 145).
Fuera de las épocas de faenas agrícolas intensa y para que no comiesen sin producir algo, los
negros eran empleados en otros trabajos para lo que se les desplazaba a otro lugar si era necesario. Así
fueron surgiendo los esclavos jornaleros, cuyo trabajo alquilaba el dueño, a cambio de percibir el jornal
que ganaba su esclavo. A pesar de que la ley se pronunció en contra de este procedimiento, fue muy
común en toda la América española (V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 462)
Los negros se dedicaron a trabajos muy diversos: criados, mineros, obreros, pero después del
establecimiento de los ingenios, el negro encontró en éstos su casi exclusiva ocupación. (M. Padrón,
Manual de Historia Universal, Tomo II, p. 499).
Las condiciones existentes en las minas eran muy duras tanto para el esclavo como para el
trabajador indio. Pero la mano de obra india era por lo general más abundante e incomparablemente más
barata, de modo que los esclavos negros se emplearon muy limitadamente en los distritos mineros de
Indias. Por otra parte, eran empleados en la actual Colombia y en Minas Gerais porque allí no se contaba
con mano de obra indígena (Morner, p. 117).
Además, por ser más caros que en las colonias inglesas, holandesas o francesas, se les trató en las
Indias españolas mucho mejor. Se les eximía de labores peligrosas y de castigos muy crueles, para no
inutilizarlos. Aunque se les vedó toda educación seria y recibían sólo una concisa instrucción religiosa.
(V. Vives, Hist. de España y América, Tomo III, p. 462)
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