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Percepción de los medios de comunicación en las

obras “La ciudad invisible” y “El camino de ida” de


Ricardo Piglia.

Por: Leandro Toro Valencia

Recuerdo muy bien una de tantas elecciones presidenciales que han tenido lugar
en mi país. En ese entonces uno de los canales nacionales decidió otorgar una
mega-entrevista a uno de los candidatos. La entrevista duró toda la noche: ¡inaudito!
A partir de ese momento empecé a preguntarme si no había algo detrás de aquel
suceso, pues no se le dio una misma noche al candidato contendor. ¿No se supone
que los medios sólo informan y ya?

A partir de ese momento, y gracias a los estudios de los que hacía parte en la
universidad, me empezó a entrar más la duda sobre aquella noble y leal misión a la
sociedad por parte de los medios de comunicación. Descubrí que ellos tienen algo
que se llama “agenda” y que eso determina gran parte de las arbitrariedades que
cometen. Descubrí que manejan ideologías políticas y que desde tiempos remotos
en nuestro país, y continente, han manejado el poder político.

Pero si ya es claro ¿por qué la bandera de los medios es la imparcialidad, la


objetividad, la transparencia y la equidad en la información? Tal vez, quizás, muchos
lo sabemos, pero pocos lo dicen, y si lo hacen es de manera camuflada en otros
medios de expresión: la literatura, por ejemplo. Ricardo Piglia ha sido el escritor de
más renombre en nuestra actualidad, con varias entrevistas, un programa de
televisión propio y novelas que han trascendido el contexto latinoamericano. La
propuesta con este acercamiento es dilucidar sus discursos insertos sobre los
medios de comunicación en dos de sus libros: “La Ciudad Ausente” (1992) y “El
Camino de Ida” (2013)

Cuando hablamos de medios de comunicación no hay que perder de vista dos


modalidades que quedan claras: los medios masivos (Televisión, radio, prensa) y
los medios interpersonales (telefonía, correo). Pero se abre una discusión grande
en torno a medios como la internet que sirven a ambos propósitos, pero que para
efectos de este breve análisis serán incluidos dentro de los medios interpersonales.

Ricardo Piglia narra un par de historias fascinantes en sus dos libros antes
mencionados. Por un lado, un periodista que investiga las pistas sobre una extraña
máquina, un autómata al parecer, capaz de crear relatos; y, por el otro, la historia
de un profesor que viaja a una universidad extranjera y termina envuelto en la
investigación de una serie de atentados a distinguidos académicos. Sin lugar a
dudas don relatos que atrapan, atravesados por la exactitud histórica y la fineza en
los detalles creativos del autor que, incluso, mezcla los personajes de una manera
tal que nos da la sensación de estar leyendo dos historias de un mismo mundo
ficcional.

En ambas obras hay posturas muy claras frente a los medios de comunicación. Van
desde la crítica a los periódicos, pasando por referencias a la internet, así como la
radio; hasta llegar a comentarios fuertes contra la televisión. Todo ello enmarcado
en un discurso firme que ve los medios de comunicación como alienadores de la
sociedad o elementos que denigran la vida del ser humano.

En las páginas iniciales de “La Ciudad Ausente”, Piglia nos hace una referencia
bastante interesante a la sala de redacción de un periódico. Cuándo Junior (el
protagonista de esta novela) llega a el periódico “El Mundo”, el jefe de redacción
(Emilio Renzi, el mismo protagonista de la novela “El Camino de Ida”) lo invita a
conocer las instalaciones y los demás “prisioneros”. Quien lo llevase a hacer el
recorrido metaforiza las instalaciones del periódico como una cárcel dentro de la
cual trabajan prisioneros. Vale preguntarse: ¿Son prisioneros por su condición de
delincuentes y criminales de la información? O ¿prisioneros de un sistema mayor a
ellos que los presiona sin piedad en pro de una agenda informativa?

Esta comparación de un periódico con una prisión deja dilucidar una postura crítica
frente al modus operante de la prensa. Y es muy delicada esta visión debido al poder
que el periodismo y la prensa escrita tienen sobre la vida política y social de nuestra
actualidad. No en vano se les denomina el cuarto poder, pues están íntimamente
ligados a las estructuras burocráticas y los gremios económicos de cada país. Los
medios influyen, de eso no hay duda.

La influencia de un medio escrito como el periódico puede verse de manera


pintoresca en el cuento de “Días de Ocio en La Patagonia” del escritor Guillermo
Hudson y que es citado por Emilio Renzi en “El camino de Ida” y que narra la historia
del uso de anteojos por parte de los lugareños, y que la comercialización de éstos
productos estaba influenciada directamente por la llegada de una imprenta.

Un periódico influye en sus lectores dependiendo muchos factores, pero influye.


Actualmente el mundo capitalista usa los medios masivos de comunicación como
una herramienta indispensable para publicitar sus productos y así incentivar el
consumismo. Pero Piglia nos muestra, y como de hecho pasó, que el terrorista de
“El camino de Ida” transmitió su panfleto por un periódico y llevó ideas muy opuestas
a lo que está establecido. Esto nos demuestra que los medios son sólo una
herramienta y que sirven al propósito que se les destine y nos lleva a preguntarnos
¿Quiénes controlan los medios? ¿Cuáles son sus intereses económicos y políticos?
En esta faceta es clave entender los medios como el cuarto poder de decisión en la
sociedad en todos sus ámbitos. No en vano en aquella elección presidencial en mi
país un candidato habló toda la noche completa, expuso sus ideas a su antojo sin
contratiempos y sin más interlocutor que él mismo.

Piglia no sólo tuvo espacio entre líneas para hablar de la prensa escrita, también
habló de la radio, la televisión, la telefonía y la internet. Sobre los dos primeros
debemos entenderlos como medios de masas, el tercero como parte de la
comunicación interpersonal pero que es un eslabón importante en la pérdida de la
privacidad; prácticamente precursor de la situación que se vive hoy con la internet.

La radio es un medio de comunicación muy versátil, económico y de masas. Al igual


que la prensa, está íntimamente ligada con los conglomerados económicos y
políticos. Piglia lo deja de manifiesto en “La ciudad Ausente” al hacer referencia a
los casetes de los discursos de Perón que se escuchaban a través de la radio de la
BBC. Se escuchaban en otro tiempo de su emisión. Aquí el personaje central hace
una reflexión añorando la inmediatez de los relatos (refiriéndose también a los
relatos de la máquina autómata de esta novela) pero también ve en este desfase
temporal la oportunidad de que los relatos empiecen cada vez que uno quiera,
fenómeno que no ocurre con la radio en vivo o emitida en las estaciones. Somos
nosotros quienes nos habituamos a los horarios de los programas.

La radio crea conductas y patrones de comportamiento (por el hecho de sentarse a


la mesa a escuchar un casete) así como establece ideologías (en el caso de Perón
y sus discursos) que transmiten mensajes con intenciones nada objetivas.

Y si por el lado de la prensa y la radio llueve, por los lados de la televisión no


escampa. Piglia es crítico frente a este medio, o al menos sus personajes lo son.
En “La Ciudad Ausente” hay un momento en el cual Junior, en sus indagaciones por
la máquina, habla con un oriental llamado Fuyita. Tras cuestionar al poder político
argentino y tildarlos de criminales, este personaje afirma: “Existe una cierta relación
entre la facultad telepática y la televisión, el ojo técnico miope de la cámara graba y
transmite los pensamientos reprimidos y hostiles de las masas convertidos en
imágenes. Ver televisión es leer el pensamiento de millones de personas”1

Es una afirmación muy interesante la de este personaje pues se admite la televisión


como una referencia del mundo actual, como el pensamiento de millones de
personas. Pero hay que preguntarse, inevitablemente: ¿El pensamiento real de los
individuos o el pensamiento programado por otros intereses? Aquí rescato la
naturaleza de los medios de comunicación como herramientas y que sirven a los
intereses de quienes los usen. Estoy más que convencido que Piglia nos quiere
decir, a través de su personaje Fuyita, que la televisión es el pensamiento de
millones de personas alienadas por unos intereses políticos y económicos que
determinan la vida de los individuos de nuestra sociedad.

Tal es su seguridad en esto que tenemos una relación fuerte entre el mundo de la
palabra, el mundo obrero y la televisión cuando el autor nos hace claridad sobre
quiénes hablan en los medios. En “La ciudad ausente” se hace un análisis sobre lo
que pasa cuando obreros desean hablar frente a una cámara a diferencia de la

1
PIGLIA, Ricardo. “La Ciudad Ausente”. Editorial Anagrama. Barcelona. Pág. 63.
manera en que un líder sindical o un especialista lo hacen. Los obreros tendrán
dificultades en articular las ideas, terminarán diciendo lo que el periodista les indica;
mientras que los líderes, quienes son dueños de la palabra, podrán expresarse con
mayor efectividad y claridad. Entonces tenemos que quienes hablan en los medios
son los dueños de la palabra (líderes, profesionales y políticos) con intereses claros;
mientras que los obreros, personas de a pie y ciudadanos en común sólo tendrán
un espacio de una frase alienada por los intereses del mismo medio.

El espectro de los medios masivos de comunicación unidireccionales (prensa, radio


y televisión) es claro: Alienan al público bajo intereses políticos o económicos
determinados. Pero ¿Qué pasa con medios bidireccionales como el teléfono o la
internet? Pues Piglia les ha reservado una visión no muy optimista pero clara:
Atentan contra la privacidad de los individuos en pro de unos intereses estatales o
de grandes corporaciones.

En el libro “El camino de Ida” el teléfono y el internet juegan papeles


preponderantes, pues en una trama policíaca se convierten en canales que develan
el pensamiento de los personajes y herramientas que son usadas por fuerzas de
seguridad para desentrañar los misterios, en este caso la muerte de Ida Brown.

El principal detonante de estas hipótesis es el investigador privado que contrata


Emilio Renzi para dilucidar los misterios de la muerte de la académica. Éste
investigador advierte de la necesidad de escuchar las conversaciones y acceder a
información clasificada sobre los implicados para llevar a cabo su cometido.
Además, usa otra herramienta propia del siglo XXI: la internet.

El investigador privado tiene a su disposición el navegador Web Crawler que le da


acceso a micrófonos y cámaras de seguridad en muchas partes del mundo y que le
permite inmiscuirse en reuniones, conversaciones y encuentros que son privados.
Una clara analogía al concepto de panóptico o gran hermano de desarrollara
George Orwell en el siglo XX. Un ojo que todo lo ve, un mecanismo que puede ser
usado tanto por un detective cuya única motivación es el dinero que le pagan por
sus servicios; o una agencia de seguridad del estado norteamericano como el FBI,
que en efecto investiga los misteriosos atentados a altos académicos de diversas
universidades.

El teléfono y sus chuzadas constantes es el inicio de la invasión a la privacidad delos


individuos que posteriormente se potencia gracias a las redes de comunicación
interconectadas como internet. Lo que deben de ser herramientas habilitadas para
acortar distancias y brindar acceso a un mundo de información, se convierten en
instrumentos de vigilancia y represión que, al fin de cuentas, sirven a intereses
individuales o colectivos que perjudican a las personas.

Para finalizar quisiera hablar del teléfono como el transmisor de presencia. En “El
camino de Ida” cuando Ida Brown muere, el personaje central llama reiteradamente
a su teléfono móvil sabiendo que nadie contestará. Lo hace con la única motivación
de escuchar la voz del contestador: “Soy Ida Brown. Estamos ausentes y no puedo
atenderlo. Deje un mensaje o llame más tarde”, una y otra vez, esto para eternizar
su presencia, deseando escuchar otra frase que sea recitada directamente para él.

La voz es el medio de comunicación por excelencia del ser humano. A través de ella
expresamos un sinfín de emociones a través de palabras, gestos y sonidos que nos
permiten comunicarnos. El teléfono no es más que la extensión de la voz que
permite el diálogo, extiende la presencia de dos seres que físicamente no están en
el mismo sitio y, es más, extiende la presencia de dos seres de los cuales uno murió.

Las reflexiones sobre los medios de comunicación que nos propone Piglia en estas
dos novelas son extensas y se prestan para análisis de todo tipo. Los medios son
herramientas y como tal sirven a las personas que las usan con todo tipo de fines.
Es importante develar esa característica alienadora de los medios masivos de
comunicación, así como esa función de vigilancia que se encuentra en los medios
de comunicación interpersonal, y que Piglia nos deja de manifiesto en ambas obras.

Siempre me pregunto qué hay detrás de la información que tan desinteresadamente


nos muestran las televisoras, las estaciones radiales y los periódicos. Siempre me
he preguntado por el paradigma de la objetividad y lo he cuestionado. Pero ahora
después de encontrar buenos argumentos entre líneas en dos historias fascinantes,
me reafirmo en lo que pienso sobre esa función maquiavélica de los medios en la
sociedad. Ahora bien, la preocupación empieza a aparecer con los medios
interpersonales de comunicación, pues la vigilancia es el servicio del siglo XXI que
se vende al mejor postor y ahí es donde debemos estar más alertas.

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