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Resumen
El texto en cuestión aborda la constitución de las identidades políticas como un
proceso psicosocial. Propone que los procesos de movilización social pueden
inaugurar acciones colectivas para el cambio social; pero, para esto son
necesarios tres aspectos fundamentales de la constitución de las identidades
políticas: el proceso de identificación colectiva, el pasaje de las relaciones de
subordinación a la conciencia de la condición de opresión, y la delimitación de
fronteras políticas entre grupos sociales (“nosotros” versus “ellos”). El texto hace,
también, una breve revisión de los estudios sobre movilización social,
considerando la reemergencia de la Psicología Social como un aporte necesario
para la comprensión de la constitución de las identidades políticas y, por último,
presenta esquemáticamente, una interpretación del proceso de movilización
social haciendo énfasis en los aspectos psicopolíticos.
Palabras clave: identificación política; movilización social; psicología política.
P ara discutir la cuestión de la movilización social para las acciones colectivas y, por
consiguiente, de la desmovilización a la luz de la Psicología Social, es necesario que se
hagan algunas reflexiones sobre los términos movilidad, cambio social y proceso de
movilización. Partiremos de las diferenciaciones que Tajfel (1984) hizo sobre los procesos de
cambio y de movilidad social, para sugerir que el pasaje de la movilidad al cambio social está
implícito en el proceso de movilización social de la acción colectiva (Melucci, 1996), y que éste,
a su vez, tiene como tarea la constitución de la identidad política.
En la perspectiva de la teoría de la identidad social de Tajfel, movilidad y cambio se
presentan como estructuras de creencias con presupuestos contrarios. En la propuesta del
autor, el presupuesto básico que estructura las creencias sobre la movilidad está apoyado en la
“flexibilidad y permeabilidad del sistema” y en la “creencia del movimiento libre de una
posición social a otra, sea por suerte, mérito, trabajo, talento, etc.”. En esta estructura de
creencia, la acción es casi siempre individual, ya que está apoyada en la noción de que es
posible un movimiento libre entre las posiciones y lugares sociales. Opuesta a esta, tenemos la
estructura de creencias que sustentan las acciones para el cambio social. En ésta, el
presupuesto básico es el de la “imposibilidad de desplazamiento dada por la reducción
1
Texto original publicado en Psicologia em Revist, Bello Horizonte, v.8, n.11, p.59-71, jun.2002.
Traducción: Marina Cuello Pagnone. El artículo original completo puede consultarse en
http://periodicos.pucminas.br/index.php/psicologiaemrevista/article/view/137/131
[cercenamiento2] del sistema3”. Entonces, en esta estructura, no se permite “el movimiento
libre de un grupo hacia otra posición y el cambio es siempre articulado en conjunto con un
grupo de pertenencia”, ya que asumir ser miembro del grupo es lo que permite el
desplazamiento grupal (Tajfel, 1984, p.280).
Esta perspectiva fue de suma importancia para la Psicología Social, sobre todo por
establecer pilares para la edificación de una Psicología Social menos individualista y más
preocupada por el tema del cambio social y de la relación entre grupos sociales.
Partiremos de esta noción de estructura de creencias entre movilidad y cambio social
para discutir el proceso de movilización social para la acción colectiva; sin embargo, al
presentar la movilidad social como un proceso de constitución de identidades políticas, sobre
todo a partir de categorías psicosociales, reiteraremos una posición diferente de la de Tajfel
(1984), ya que el cambio social, en nuestra comprensión, es fruto obligatorio de la constitución
de identidad política y no de identidad social.
Para reiterar tal posicionamiento, partiremos de la comprensión de que la movilización
social es un proceso de desarrollo de condiciones materiales, psicosociales y políticas que son
necesarias para la constitución de acciones colectivas. Estas, a su vez, emergen como una
posibilidad, en las sociedades modernas, de construcción de discursos y prácticas antagónicas,
o sea, en el establecimiento de conflicto social.
En este sentido, la estructuración de creencias, intereses, valores y significados se va
transformando durante el proceso de movilización y, en este y a través de este, la constitución
de identidades políticas es posible, pero para esto es necesario que más allá de las relaciones
intragrupales y entre grupos se establezca una relación de delimitación de fronteras a partir
del pasaje de las relaciones de subordinación a las relaciones de opresión, y estas fronteras son
vividas y experimentadas no solamente como diferenciaciones sociales entre las
categorizaciones grupales, sino, por el contrario, como impedimentos y posibilidades en la
conquista de equivalencias de derechos (Mouffe, 1992).
Aquí está la diferencia basal entre identidad social e identidad política. La primera se
establece como un conjunto de atribuciones y referencias de la pertenencia grupal y social del
individuo y la segunda, por su parte, como un conjunto temporario de significados que
delimitan fronteras en la cuestión de los derechos sociales y, exactamente por eso, es
experimentada como un NOSOTROS que está siendo impedido por un ELLOS de la realización
de sus demandas sociales, por lo tanto como una relación antagónica. Ésta se estructura en el
pasaje de la conciencia de las relaciones de subordinación al reconocimiento del carácter
opresivo de estas, no por otro motivo, la identidad política está centrada en relaciones entre
un NOSOTROS y un ELLOS, que se constituyen como fruto de la instalación de un antagonismo
(Mouffe, 1992; 1995).
Buscaremos evidenciar, a la luz de la Psicología Social no esencialista, este proceso de
movilización social. Para ello, analizaremos, aunque brevemente, la relación entre los estudios
de movilización social y la relevancia de las preocupaciones por los aspectos psicosociales,
sobre todo para identificar la re-emergencia de categorías psicosociologías en los análisis de la
movilización social. Entonces, pasaremos a presentar la articulación de algunos aspectos
psicosociales para el análisis de las movilizaciones sociales, a fin de presentar al lector un
esquema con algunas categorías analíticas.
2
Nota de traducción: Entre corchetes se presentan palabras o frases alternativas a la traducción que
puedan facilitar la comprensión de concepto o idea, intentando alterar lo menos posible el sentido del
texto original.
3
Nota de traducción: Ésta y otras citas textuales reseñadas en el original fueron traducidas desde su
versión en este texto en portugués, y no desde el fragmento original de cada autor. En el original el
autor no especifica el origen de las traducciones utilizadas.
Nótese que, al traer estos aspectos, pretendemos debatir algunas mediaciones
posibles entre los análisis de la estructura y los relativos a la acción, buscando evidenciar que
la comprensión de los aspectos que relacionan la estructura social y la acción, en los estudios
sobre movimientos sociales y movilización colectiva, puede darse a partir de la Psicología
Social, como bien subrayó Sandoval (1989): “(…) los análisis sociológicos saltan de las
disposiciones grupales, dejando de elaborar teóricamente los procesos mediadores y la
naturaleza de los vínculos entre el individuo y la decisión colectiva de grupo” . (p.23)
5
Otras preguntas pueden ser planteadas sobre el surgimiento de la categoría identidad para la
explicación de fenómenos sociales. Para profundizar tal debate, ver Prado, M.A.; Souza, T.R.
Problematizando discursos contemporâneos sobre as formações identitárias. Revista Idea, n.36, año 16,
Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional San Luis, Argentina, 2002.
6
Nota de traducción: El sufijo nominalizante “-mento” presente en “compartilhamento” no se
corresponde con la traducción compartimento (que en español no refleja el acto de compartir sino las
divisiones resultantes de haber partido alguna determinada cosa), por lo que se proponen las
traducciones “intercambio” (que conserva la forma y función gramatical de sustantivo) o “el (hecho,
acción o efecto de) compartir” (a modo de frase verbal sustantivada). A lo largo del texto, por cuestiones
sintácticas se preferirá la traducción “intercambio”, pero con la salvedad importante para el contexto de
que se hace referencia también a la noción de “compartir”.
En cuanto a la primera –el agotamiento de la noción de sujeto colectivo unificado- se
pude decir que, con el advenimiento de movimientos de movilización social que ya no se
reducían al modelo de actores únicos, o sea, que no estaban necesariamente vinculados a la
posición que ocupaban en la estructura social a partir de las relaciones de trabajo, los sujetos
múltiples pasan a recibir importancia de los estudios psicosociológicos sobre movilización
(Melucci, 1996; Klandermas & Johnson, 1995). Al tomar otros sujetos, no solamente la clase
social, como sujeto colectivo, los análisis de los movimientos sociales comienzan a enfrentar
nuevas e innumerables preguntas.
De esta forma, entran en el debate no solamente las críticas al proyecto emancipatorio
del actor único y las posturas más esencialistas, tanto en la Sociología como en la Psicología,
sino sobre todo las críticas al proceso de construcción de actor (Touraine, 1988). En este
sentido, se da, a partir de este momento, mayor atención al proceso de constitución de las
acciones colectivas y de su dinámica interna.
En cuanto a la segunda cuestión –de la expansión de lo político- podemos decir que
como consecuencia de la crisis del modelo de actor único y de las crisis de institucionalidad de
lo político, derivados de innumerables factores que no nos cabe en este momento discutir –
como la crisis de la Modernidad, la crisis del Estado keynesiano, la expansión de los medios de
comunicación de masa que trajo una mayor homogenización de la cultura (Mouffe, 1988), y la
“mercadorización” (commodification)7 de innúmerables esferas de la vida social (Offe, 1989)-,
lo político ha sido revisado.
Movimientos de acción colectiva, como el movimiento feminista y el movimiento
homosexual, fueron algunos de los responsables de la revisión del sentido de lo político en las
sociedades occidentales contemporáneas: estos movimientos sociales señalaron un
reconocimiento de aspectos de lo político en esferas de la vida social aún no politizadas, como
la sexualidad y la vida privada. En realidad, lo que estaba en juego en aquel momento era la
redefinición de las relaciones de poder y de la composición de las formas de poderes sociales.
Las reivindicaciones de movimientos sociales contemporáneos permitieron redefinir
las fronteras de lo político a partir de los cuestionamientos de la legitimidad de las
instituciones políticas occidentales y del reconocimiento de los conflictos antagonísticos en
esferas de la vida social, aún no democratizadas. Lo que no implica dejar de reconocer lo
político en cuanto una esfera institucional directamente vinculada al Estado, pero, reducirlo a
su institucionalidad sería cerrar los ojos al pluralismo de las manifestaciones políticas en sus
múltiples formas8.
Más allá de estas dos cuestiones centrales que colaboraron a la importancia de la
recuperación de los aspectos psicosociales en los análisis de la movilización social, también
debemos reconocer que la propia Psicología Social vivió crisis paradigmáticas, y aún las vive, en
función de cuestionarse acerca de su papel político o ideológico. Por lo tanto, la revisión de la
Psicología Social permitió el desarrollo de temáticas de estudios que hasta entonces eran
exclusivas de las ciencias de las sociedades. La revisión de abordajes que tomaron las acciones
políticas como características psíquicas ha sido cada vez más importantes para el desarrollo de
la Psicología Social. Estas revisiones teóricas han traído al interior de la propia Psicología Social
7
Nota de traducción: En el original figura la palabra “mercadorização” entre comillas y acompañada de
la locución inglesa commodification. La traducción desde el inglés de esta última permitiría el reemplazo
de la primera por la versión más difundida de mercantilziación. Sin embargo, se optó por conservar una
traducción lineal de “mercadorização” con la finalidad de preservar las posibles connotaciones derivadas
del neologismo.
8
Para una discusión sobre lo político y lo cultural a partir de las experiencias de los movimientos sociales
latinoamericanos, ver Avarez, S. et al (Ed.). (1998). Cultures of politics – politics of cultures: revisioning
latin american social movements. Oxford: WestviewPress.
una aproximación mucho mayor con categorías interdisciplinarias, especialmente de la
Sociología, la Antropología, la Historia y de la Filosofía Política.
En función de estas cuestiones, los estudios de los aspectos psicosociales de la
movilización social pasan a ser relevantes y, sin duda, han permitido una explicación más
compleja del proceso de movilización/desmovilización social, en la tentativa de mantener en
permanente relación, en las propuestas analíticas, tanto los elementos estructurales como los
relativos a la constitución de actores sociales colectivos (Touraine, 1988; Sandoval, 1989;
2001).
Conforme a lo que señalamos anteriormente, el proceso de movilización social en
cuanto favorecedor de la estructuración de creencias, valores y significados en el pasaje de la
movilidad al cambio social, puede procesar identidades políticas. Esto es posible, toda vez que,
en este proceso, los sujetos colectivamente crearan un espacio de expresión de antagonismos,
donde el reconocimiento de las relaciones de opresión pueda ser enfrentado por la acción
movilizadora de demandas por equivalencia: pero, para esto, es necesario comprender las
mediaciones que mantienen los sujetos movilizados en torno de una demanda.
En tal visión, no hay identidades sociales listas [ya hechas] que disputen formas de
poder o que establezcan relaciones de conflicto, pero sí, la comprensión de que la propia
constitución de estas identidades se da a través de la disputa en las relaciones de poder,
reafirmando que la democratización de las relaciones no es sinónimo de ausencia de
relaciones de poder, sino por el contrario, puede ser entendida como relaciones de poder
estructuradas sobre principios más democráticos, como aquellos de la libertad y de la igualdad
(Mouffe, 1995). Las identidades políticas, de esta forma, cuando son procesadas a través de la
movilización social, son posiciones acabadas [suturadas] aunque precarias, de los sujetos
colectivos (Mouffe, 1992). Esto quiere decir que son posiciones temporarias que expresan la
revisión de las relaciones de desigualdades, pero no son ni las únicas posibilidades, ni tampoco
permanentes.
Veremos, entonces, como podríamos comprender este proceso a la luz de los aspectos
psicosociales como la identidad colectiva, la concientización de las relaciones de opresión y
delimitación de las fronteras en la determinación de la identidad política.
2. Otro aspecto que consideramos como uno de los relevantes para el proceso de
movilización social, a la luz de la Psicología Social, es el que llamaremos como el
reconocimiento del carácter opresivo de algunas relaciones sociales (Laclau & Mouffe, 1985). A
partir de la propuesta de estos autores, podemos comprender que hay una diferencia
importante entre las relaciones de subordinación y las relaciones de opresión. A pesar de
muchas controversias [polémicas], esta diferencia precisa ser marcada: un primer aspecto
diferencial es que las relaciones de subordinación son relaciones que están basadas sobre las
positividades de las posiciones identitarias. O sea, no existe, aún, el reconocimiento de las
negatividades que sustentan las posiciones diferenciales vistas como inmutables.
En la subordinación, las relaciones son vistas como funcionales, como, por ejemplo, en
la relación entre dos cargos: la jerarquía entre ambos es tomada como necesaria para el
funcionamiento de la institucionalización. Aún no son reconocidas como subversivas, pues
para que haya subversión de estas relaciones se hace necesaria una relación con una
exterioridad, con una corriente de equivalencias históricamente construida que permita el
reconocimiento de que, en las relaciones de subordinación, hay un impedimento. Lo que
puede ser notado es que, en tanto las relaciones entre “superiores” e “inferiores” están siendo
vistas como relaciones de dependencias y jerarquía, no es posible aún el reconocimiento de la
privación y del impedimento [obstáculo] que ahí están incrustados. Esto quiere decir que,
cuando un agente está sujeto a las decisiones de otro, lo que se instaura son relaciones que
“(…) establecen, simplemente, un conjunto de posiciones diferenciales entre los agentes
sociales (…)” (Laclau & Mouffe, 1985, p.154)- no son relaciones que antagonizan a partir de
una corriente de equivalencias [correspondencias]; por el contrario, son relaciones que están
basadas en la lógica de inmutabilidad diferencial. Ellas definen, por tanto, identidades sociales,
pero no políticas.
3. Así, pasamos a nuestro tercer aspecto, considerado aquí como aquel que crea
reciprocidad y reconocimiento entre los agentes sociales. La demarcación de fronteras implica
el reconocimiento de que el ELLOS y el NOSOTROS son irreconciliables, pero tienen el mismo
derecho a transformar los espacios sociales en espacios de luchas políticas. En el
establecimiento de las relaciones de reciprocidad (Melucci, 1996), sean ellas de
reconocimiento negativo o positivo, se da la confirmación de la necesidad de que se defina el
consenso del NOSOTROS; lo que significa redefinir el conjunto de valores, creencias, intereses
y significados de los que este NOSOTROS es portador, y existe, también , la necesidad de
reconocer el carácter precario de este consenso, dado que el ELLOS es un constitutivo exterior
internalizado por el NOSOTROS, y que asegura [garantiza] la continuidad de sus relaciones de
pertenencia. En el esquema a continuación, el lector podrá observar estos aspectos.
Entendemos que éstos son los aspectos que definen el proceso de movilización social y
colaboran en la constitución de identidades políticas. La movilización social implica, en una
visión no esencialista de los elementos psicosociales, un proceso articulatorio que no puede
ser determinado ni estructuralmente ni previamente, pues dependerá de las formas de
articulación necesarias para su supervivencia.
La emergencia de los estudios psicosociológicos sobre movilización social, como vimos,
trae la posibilidad de comprensión de este proceso de articulación, ya que la visión que se
persigue no es ya previamente definida, sea por el modelo de actor único en el análisis del
pasaje de la movilización al cambio social, sea por el modelo racionalista que redujo toda
acción política a su institucionalidad y la noción de consenso racional, defendida por muchas
posiciones liberales que identifican algunas acciones políticas como la “reaparición de lo
arcaico” (Mouffe, 1996). Y, a nuestro ver, lo que estas posiciones no consiguen expresar es
exactamente la necesidad de demarcación de fronteras para la democratización de las
relaciones sociales.
La Psicología Social puede, en mucho, contribuir a esclarecer los procesos de
articulación de un conjunto de posiciones e identificaciones colectivas que son plurales y que
se dan a partir de mediaciones sociales, históricas, psicológicas, culturales y políticas. De esta
forma, comprender los aspectos psicosociales de los procesos de movilización de acciones
colectivas puede permitir el uso de instrumentos y metodologías de acción más eficaces en la
perspectiva de colaborar con el surgimiento de nuevas identidades políticas, pues ellas
emergen, como vimos en las presentaciones esquemáticas, a través de los tres procesos:
configuración de una identidad colectiva y de prácticas sociales de materialización de la
pertenencia grupal; reconocimiento de las nuevas formas de opresión a partir de la creación
de antagonismos en las relaciones de subordinación, lo que implica un trabajo objetivo-
subjetivo de la conciencia social; y la demarcación de las fronteras políticas, a través de la
relación intergrupal (NOSOTROS-ELLOS) dada por la reciprocidad y el reconocimiento de la
relación de un grupo como un constitutivo exterior a él.
Abstract
This paper discusses the constitution of political identities as a psychosocial
process. It proposes that the process of social mobilization can spark collective
action for social change. However, in order for them to do so, three fundamental
aspects of the constitution of political identities are necessary: the process of
collective identification; the passage from subordination relationships to the
awareness of opressive conditions; and the delimitation of political frontiers
between social groups (“us” vs. “them”). The paper also offers a brief review of
studies in social movilization, considering the reemergence of Social Psychology
as a necessary tool for the comprehension of the constitution of political
identities. Lastly, an interpretation of the process of social movilization is given,
with emphasis on psycho-politcal aspects-
Keywords: political identification; social movilization; political psichology
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