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Claramente es un truco que ha impresionado a varios. Pero, ¿cómo lo logra? Su principal truco es
algo llamado “criptobiosis”, un estado que –similar a los wetas neozelandeses y algunas especies de
peces– le permite a los tardígrados ralentizar su metabolismo hasta prácticamente detenerlo. En
este estado, el animalito se deshidrata hasta perder casi todos sus líquidos y disecarse. Luego, como
si fuera una esponja al sol, basta un poco de agua para que despierte y continúe felizmente su vida.
“Deben ser los sobrevivientes más extremos que conocemos entre los animales”, dice Bob
Goldstein, biólogo de la universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos. “La gente habla sobre
cómo las cucarachas pueden sobrevivir cualquier cosa. Creo que mucho después de que se extingan
tendremos osos de agua secos que podrían rehidratarse y seguir viviendo”.
En un laboratorio, los tardígrados soportan temperaturas unos 273,15 grados centígrados bajo cero.
También pueden tolerar presiones que superan seis veces la del océano más profundo –unos cuatro
mil metros bajo el nivel del mar–, y soportan cien veces la radiación que mataría a un humano. Sin
olvidar que el agua bajo los 150 grados centígrados de temperatura no les quema.
Como podría esperarse luego de estas cifras, los tardígrados pueden encontrarse en hábitats
extremos, desde los picos del Himalaya al desierto del Sahara.
Existen más de mil especies de tardígrados conocidas y, según el reciente descubrimiento de una
especie nueva, también sobreviven en los más fríos cráteres helados de la Antártida.
Todos estos lugares son condiciones realmente duras, pero, nos lleva a la pregunta: ¿cómo pudo un
organismo evolucionar para sobrevivir la clase de frío que solo pueden crearse en un laboratorio, y
soportar presiones que nunca existieron en nuestro planeta?
Estos animalitos podrían ser una fuente de información para entender cómo podríamos vivir en
otros planetas.
Desafortunadamente, no. No existe evidencia que indique que los tardígrados podrían venir del
espacio –de hecho, estarían emparentados con la especie de gusanos Caenorhabditis elegans–, pero
por sus características sin duda son los candidatos perfectos para experimentar fuera de la Tierra.
En 2007, se enviaron por primera vez tardígrados al espacio como parte de un experimento de
astrobiología realizado por Rusia y la Agencia Espacial Europea. La mayoría sobrevivió a los rayos
cósmicos y a la radiación sin problemas.
De hecho, quizá disfrutaron tanto la experiencia que, en septiembre del año pasado, decidieron
hacer autoestop espacial sin el conocimiento de los astronautas. En esa ocasión, cosmonautas rusos
se sorprendieron al encontrar algunos de ellos mientras limpiaban su nave durante una caminata
espacial.
El misterio de cómo llegaron allí desembocó en varias teorías, la más plausible de ellas es que los
organismos ya se encontraban en la Estación Espacial Internacional cuando esta fue lanzada en
Kazajstán.
El descubrimiento de los cosmonautas rusos podría ayudar a los biólogos a entender mejor cómo la
exposición a las condiciones del espacio impacta sobre las células vivas de un organismo.
No es un dato menor. Hoy día, cuando hasta las mentes más brillantes como el físico Stephen
Hawking sugieren que el futuro de la humanidad está en nuestra capacidad de aventurarnos hacia
otros planetas, estos animalitos podrían ser una importante fuente de información para ayudarnos
a entender cómo podríamos lograrlo.