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El imperialismo es algo muy diferente de la venta y compra de mercancías. Entraña una acción profunda sobre
un pueblo y un territorio. Abre una comarca no sólo a las mercancías sino también al capital y el ahorro de su madre
patria. El imperialismo representa la acción sistemática de un pueblo organizado sobre otro pueblo cuya organización es
defectuosa.
El Estado debe asumir la responsabilidad de la misión, aunque los capitalistas pueden participar eficazmente en
la colonización sin alejarse de sus hogares. Para ello les bastará con colocar sus ahorros en una empresa industrial que
construya ferrocarriles, excave canales, levante fábricas, etc. Naturalmente que podrían invertir esos fondos en mejoras
industriales, agrícolas o sociales en sus propios países, pero el mismo capital que rinde el 3 o 4% cuando se invierte en
la agricultura de Francia, produce el 10, 15 o 20% en las empresas agrícolas de Estados Unidos, Canadá, el Río de la
Plata, etc.
El gran valor de las colonias no consiste sólo en que:
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La globalización de la economía:
El acontecimiento más importante en el siglo XIX fue la creación de una economía global que penetró de forma
progresiva en los rincones más remotos del mundo, con un tejido cada vez más denso de transacciones económicas.
Esta globalización de la economía no era nueva, pero se había acelerado notablemente. El desarrollo tecnológico
dependía de materias primas que se encontraban en lugares remotos. El motor de combustión interna necesitaba
petróleo y caucho. Este producto procedía casi en su totalidad de Estados Unidos y Rusia, aunque los pozos petrolíferos
del Medio Oriente eran ya objeto de un intenso enfrentamiento. El caucho era un producto exclusivamente tropical que
se extraía de las selvas del Congo y del Amazonas. Las industrias eléctricas y del automóvil necesitaban
imperiosamente del cobre y sus principales reservas se hallaban en Chile, Perú, Zaire, Zambia. Sudáfrica se transformó
en el primer productor de oro del mundo.
El crecimiento del consumo de masas en los países metropolitanos significó la rápida expansión del mercado de
productos alimenticios. A los antiguos "productos coloniales" como el azúcar, té, café, cacao se sumaron frutas
tropicales gracias a los adelantos en los transportes y en la conservación.
Estos acontecimientos transformaron al resto del mundo en la medida en que lo convirtieron en un complejo de
territorios coloniales y semicoloniales especializados en la producción de uno o dos productos básicos para exportarlos
al mercado mundial, de cuya fortuna dependían por completo. Estas economías funcionaban como complemento de las
europeas, no competían con ellas.
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dio a partir de 1879. Desde este punto de vista, el imperialismo era la consecuencia natural de una economía
internacional basada en la rivalidad de varias economías industriales competidoras, hecho al que se sumaban las
presiones económicas de los años '80. Las colonias podían constituir bases adecuadas o puntos avanzados para la
penetración económica regional.
3- Sin embargo, en muchos casos la adquisición de colonias se convirtió en símbolo de status, con independencia
de su valor real. Por esto, algunos historiadores han intentado explicar el imperialismo teniendo en cuenta factores
fundamentalmente estratégicos. Han tratado de explicar la expansión británica en Africa como consecuencia de una
necesidad de defender las rutas hacia la India de posibles amenazas. Esto exigía no sólo el control de las rutas cortas
(Egipto, el Mar Rojo, el sur de Arabia) sino también de las rutas largas (Cabo de Buena Esperanza, Singapur) pero estos
argumentos no eximen de un análisis económico del imperialismo ya que subestiman el incentivo económico presente
en la ocupación de algunos territorios africanos como en el caso de Sudáfrica. Además, los enfrentamientos por el
Congo tuvieron causas fundamentalmente económicas. Es imposible separar la política y la economía en una sociedad
capitalista. La pretensión de explicar el nuevo imperialismo desde una óptica no económica es tan poco realista como el
intento de explicar la aparición de los partidos obreros sin tener en cuenta los factores económicos.
4- Imperialismo social es el intento de utilizar la expansión imperial para amortiguar el descontento interno a
través de mejoras económicas o reformas sociales. La idea de que la emigración a las colonias podía ser una válvula de
seguridad en los países superpoblados era poco más que una fantasía demagógica (p. 70) ya que pese a todas las
facilidades, sólo una pequeña minoría de emigrantes acudía a las colonias.
Mucho más relevante nos parece la práctica habitual de ofrecer gloria a los votantes, en lugar de reformas
sociales costosas. El imperialismo estimuló a las masas a identificarse con el estado y la nación imperial, dando
justificación y legitimidad al sistema social y político representado por ese estado. En algunos países, el imperialismo
alcanzó gran popularidad entre las nuevas clases medias y de trabajadores administrativos. Los intentos de
institucionalizar un sentimiento de orgullo por el imperialismo dependían para conseguir el éxito, de la capacidad de
movilizar a los estudiantes. Sin embargo, la izquierda era antiimperialista por principio, aunque hicieron muy poco por
organizar la resistencia de los pueblos coloniales hasta que surgió la Internacional Comunista. Muchos líderes sindicales
veían a las gentes de color como mano de obra barata que planteaba una amenaza para los trabajadores blancos.
El esfuerzo misionero no fue de ningún modo un agente de la política imperialista. En gran número de ocasiones
se oponía a las autoridades coloniales y prácticamente situaba en primer plano los intereses de los conversos (p. 72)
5- El análisis socialista integraba al colonialismo en un concepto mucho más amplio, en el de una nueva fase del
capitalismo. Esto era correcto, aunque tendían a exagerar la importancia económica de la expansión colonial para los
países metropolitanos. Pero el imperialismo era un fenómeno nuevo, producto de una época de competitividad entre
economías nacionales capitalistas rivales, que se vio intensificada por las presiones para asegurar y salvaguardar
mercados en un período de incertidumbre económica.
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Se hizo cada vez más evidente la contradicción entre la forma en que las clases dirigentes de la metrópoli
gobernaban sus imperios y la manera en que lo hacían con sus pueblos. En las metrópolis se impuso el electoralismo
democrático, mientras en las colonias permanecía la autocracia, basada en la combinación de la coacción física y la
sumisión pasiva.