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TRABAJO SOCIAL CON FAMILIA Y REDES

SOCIALES

“El tiempo pasa y la sabiduría queda. Cambia sus formas y sus ritos, pero
en todas las épocas se basa en el mismo fundamento: la integración del
ser humano en la naturaleza, en el ritmo cósmico”. Herman Hesse
CONSTANZA FORNERIS

7 DE JUNIO 2017
Actividad N°1:

El texto me lleva a pensar las implicancias de la ética entendida como “el conjunto

ordenado de los principios, los valores y las motivaciones ultimas de las prácticas

humanas, personales y sociales” (Boff 2011:35) y a la moral con que desarrollamos

tanto nuestras prácticas pre profesionales, como las relativas al quehacer en

nuestra vida cotidiana. Qué sentido le otorgamos a lo que hacemos y si se

corresponde lo que decimos que hacemos con lo que efectivamente decidimos

hacer. Que ética y moral producimos y reproducimos en ellas: ¿una ética y moral

capitalista? Sabiendo que estamos atravesados por un sistema cultural, económico,

jurídico, político y social que va moldeando subjetividades que viabilicen y legitimen

el paradigma neoliberal una “gubernamentalidad” según el principio universal de la

competencia y la maximización del rendimiento extendida a todas la esferas

públicas, reordenándolas y atravesándolas con nuevos dispositivos de control y

evaluación: como insistió Foucault, explicando la génesis del neoliberalismo, es la

propia población la que pasa a ser objeto del saber y el poder.

Revisar permanentemente desde que ética obramos, en la lectura de los espacios

domésticos si ésta, responde a una lógica instrumentalista, moralista, legalista,

donde no se reconoce la diversidad, las diferencias, las particularidades y la

trayectoria de los Otros; una ética que se vuelve instrumento de normalización del

individuo, de dominación sirviendo a los intereses de los sectores de poder o por

el contrario a hacia la co construcción de una sociedad que se proyecte en el

horizonte hacia el bien común, la equidad y una espiritualidad que contemple al

ser humano como parte de un TODO trascendente. Me lleva a recordar un escrito


de Carlos Skliar que alguna vez leí y que dice algo así como que… no se trata de

“reconocer al otro”. El otro es anterior a todo reconocimiento, ya es antes de mí,

sino seria como una estatua cubierta por una tela negra en una plaza abandonada

esperando ser descubierta. Un territorio que creemos inexist8ente, y le damos un

nombre que no es el suyo. No es nombrar al otro, es ser llamado por él…”cuando

el otro irrumpe ante mí, nace la ética…El otro significa una pro-puesta que pide

una res-puesta con res-ponsabilidad” (Boff, 2011:38) Dos actitudes fundamentales

que resulta importante cultivar ante la comunidad de la vida: respeto y cuidado.

Primeramente, el respeto significa reconocer al otro y, segundo, percibir su valor

intrínseco. Reconociendo la multidimensionalidad de situaciones que atraviesan a

la (s) familia(s) entendida como “espacio de las relaciones cotidianas donde se

reproduce la existencia social y el mantenimiento generacional de la población

anclada en un sustrato biológico-emocional.

La necesidad de un abordaje interdisciplinario entendernos como actores (no

exclusivos) que intervenimos como parte del cuidado, que al decir del autor, “asume

una doble función: de prevención de daños futuros y de regeneración de daños

pasados” (Boff, 2011:40). El concepto de cuidado se enlaza al de “sostenibilidad”

cuyo fin apunta a encontrar el justo equilibrio entre la utilización racional de las

virtualidades de la Tierra y su preservación tanto para nosotros como para las

próximas generaciones. Abandonando el antropocentrismo, entendiéndonos como

parte de la naturaleza y no sus dueños. Una organización ecológica de cuidados.


Una ética del cuidado, de la responsabilidad como capacidad de dar respuestas

eficaces en nuestras intervenciones, asumiendo que nuestros actos traen

consecuencias sobre los demás y sobre la naturaleza. La compasión, sentimiento

humano que reconoce la fragilidad de la vida. Exige libertad, altruismo y amor.

Implica el desapego y el cuidado. Desapego en cuanto renunciamos a apropiarnos

de la vida del Otro, respetándolo en su alteridad y diferencias. Cuidado en tanto al

vincularnos con él, y desde nuestra posición como cuidadores institucionales

responsabilizarnos de su bienestar, comprendiendo la complejidad de su situación.

La solidaridad, comunidad de intereses concebida como valor ético, que nos

hermana en la gran familia humana, despierta la necesidad de ayudar para

sustentar al que sufre articulando con él, y otros actores en red para sacarlo de su

dificultad, colaborar con su fortalecimiento con el fin de que retome su proyecto vital,

frente a su desarrollo humano digno en lo individual y colectivo.

Las exigencias prácticas en la construcción de sociedades justas, incluyentes y

solidarias, lo que configura un marco de reflexión ético-político para analizar la

realidad social y elaborar políticas y programas para el desarrollo humano y social.

La incidencia de la ética y los derechos en la concepción, diseño, implementación

y evaluación de políticas, programas y proyectos de desarrollo social.

La humanidad está obligada a escoger su futuro: “...formar una sociedad global

para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de

nosotros mismos y de la diversidad de la vida” (Boff, 2011: 48).


Actividad N°2

Considero imprescindible enmarcar nuestras intervenciones en la ética del cuidado

y la responsabilidad, una ecología del cuidado entendida como “el arte de crear

dignidad humana y dignidad para la Tierra” (Gattino, 2013:192). Asumiendo que

nuestro objeto de estudio e intervención en el marco del trabajo con familias lo

constituyen las “relaciones, prácticas y representaciones familiares que emergen

en torno a situaciones conflictivas que atraviesan las familias (o algunas de sus

partes) al vivenciar y -evidenciar- la ruptura de ciertas redes sociales, lo que

obstaculiza la realización de procesos que satisfagan sus deseos y necesidades,

tanto económicos como culturales y simbólicos, según sea su posición en el

campo social y su ubicación en el esquema de distribución de ingresos –

históricamente definidos- marcando posibilidades diferentes de consumo, tanto de

bienes y servicios como de capital cultural y simbólico”. (Gattino-Aquín, 2002; 162)

Desde situarnos en la perspectiva de la ética del cuidado y la responsabilidad,

asumiéndonos como actores sociales en el rol de cuidadores institucionales,

comprendiendo que “se cuida la vida como unidad, como comunidad, la malla

invisible que liga y hace posible la existencia, lo que se hace cuerpo y presencia

en cada persona, en cada entorno social y ecológico (actores-redes-ambiente)

cercanos o lejanos, atendiendo a las condiciones singulares y colectivas que

garanticen el mantenimiento de la vida de todo lo que existe. Por ello las redes de

cuidado se convierten en metáforas del buen vivir, del bien común, de la

responsabilidad colectiva”…”Todos somos cuidadores y merecedores de

cuidados”. (Gattino, 2013:195)


Participamos como actores (no exclusivos) de la “organización social de los

cuidados” metáfora de las tramas de lazos y relaciones que emergen en la

interrelación de prácticas sociales, y entre éstas y las redes de cuidadores

individuales y/o colectivos, institucionales, que asumen la responsabilidad del

cuidado de los miembros vulnerables o dependientes del hogar. Del mismo modo

quienes asumen las responsabilidades sociales y públicas externas donde Estado,

mercado, familias y comunidades se complementan existiendo diferentes ámbitos

de posibilidad y responsabilidad según una división de competencias, derechos y

obligaciones entre las diferentes instancias institucionales sumadas a los modelos

de bienestar implícitos en los diferentes contextos históricos y las políticas

públicas que se implementen. Esta división de competencias, derechos y

obligaciones demarca esferas de cuidados específicas y particulares que

interactúan en los distintos escenarios sociales y ecológicos. Estas son de

cuidados familiares (co residentes en el hogar), entre pares (otros parientes que

no corresiden con el actor observado, amigos de la familia, grupo de pares,

vecinos) e institucionales (profesionales y funcionarios de programas de

instituciones públicas y/o privadas, líderes comunitarios, equipos de salud, etc.)

Esta organización social de los cuidados permite ser reconocida a partir del

escenario de actuación. Todo aquello se pone en juego en el ambiente que se

constituye como objeto y sujeto de cuidado, es así que se habla de organización

ecológica de los cuidados que propende a superar la lógica del cuidado como

obligación moral y altruista de las mujeres, para asumirla desde el enfoque de

derechos, de ciudadanía, basada en el derecho universal a cuidar, ser cuidado y

cuidarse. La ética del cuidado es la más universal de todas; porque puede ser
practicada y experimentada en todos los niveles, desde el individual hasta el

global, factor posibilitador de los cambios políticos, sociales y económicos

necesarios para alcanzar un nuevo paradigma de sociedad y desarrollo.

La ética profesional “es responsabilidad, cuidado y defensa, en la tarea de ser y

constituirse sujeto personal y sujeto con los otros, en relaciones interpersonales

y/o colectivas, sujeto en una tarea social específica y en un contexto sociopolítico

y sociocultural determinado.

Actividad N°3:

Definiendo a la Política Social como “dispositivo político que moldea las

condiciones de vida de las personas, en la reproducción de la vida de la

población”…”su especificidad radica en las condiciones de vida y reproducción de

distintos sectores sociales”…”es la denominación genérica de la forma política de

la cuestión social”. (Danani….) Donde las políticas sociales (educación, salud,

seguridad social, etc.), son sectoriales e integran la política social del Estado.

Marta Maurás plantea que las políticas sociales “son dirigidas a los individuos no

a la familia como tal” (Maurás, 2005:65) y que a razón de los cambios acaecidos

post revolución industrial se produce la separación progresiva de la esfera pública

principalmente el Estado de la esfera de lo privado, espacio donde se relega a la

familia. “El paso de la familia concebida como un espacio productivo y público, a

la familia concebida como espacio afectivo y privado, es uno de los rasgos


distintivos de la modernidad”. (Maurás, 2005:62) División inexistente en la Edad

Media.

Retomando lo relacionado a las políticas públicas dice la autora que el Estado fija

las “condiciones “externas” en que se desarrolla la vida familiar” (Maurás,

2005:65), en esta separación tajante de responsabilidades mundo público y

mundo privado las familias y sus miembros más vulnerables quedan indefensos.

Así la familia, considerada como el espacio social de acogida integral de las

personas se ve afectado por múltiples factores que le imposibilitan esta función. El

apoyo que requiere para lograrlo no es asumido de manera colectiva y

sistemática. Estableciéndose una política familiar que de manera integral asocien

al individuo, la familia y a ésta con las instituciones públicas. Deben adecuarse las

instituciones (y a mi entender una reconfiguración de la sociedad en su conjunto)

para que las familias puedan no solo acceder a los satisfactores para una vida

digna sino al tiempo para convivir.

Aquí el papel de las políticas públicas que con una mirada integral a la familia

como objeto y sujeto de éstas; pueden incidir para “reestablecer formas armónicas

de relación entre espacios públicos y privados, donde se reconozcan mutuas

dependencias e intereses comunes, y donde se sienten las bases para la

construcción de sociedades abiertas, transparentes y democráticas además de

eficientes” (Maurás, 2005: 65)

Estas políticas según la autora, deben superar la idea de abordar familia y sus

relaciones con el medio lo cual ya es innovador, propone que deben direccionarse


en el sentido mismo que las transformaciones de la sociedad: de una sociedad de

roles, a una de redes poniendo como caso testigo dos programas implementados

en Chile bajo esta perspectiva.

Según Mauras, quien cita a Castell quien refiere que “la horizontalidad, la

descentralización, la autonomía de sus partes, la versatilidad funcional y la

ausencia de normas formales que restringen el funcionamiento de las

organizaciones” caracteriza a la sociedad de redes; cuyos valores se asientan la

interdependencia entre las partes, la libre asociación y la adaptabilidad al cambio.

Requiere el desarrollo de habilidades tanto para consensuar acciones entre

múltiples actores, donde ninguno puede forzar a los otros a cooperar como la

capacidad de moverse en escenarios inciertos, con aprendizaje constante y

gestión del riesgo. En este sentido el desarrollo de las TICs, aportan como bases

materiales para la expansión de las redes a la vida familiar, social y económica,

teniendo en cuenta que la organización social basada en redes existió en otros

tiempos, principalmente en las sociedades rurales.

Afirma entonces que “estamos asistiendo al inicio de una redefinición de las

políticas públicas hacia una sociedad de redes con una articulación diferente del

diseño y ejecución”.

Articulando este texto con el de Gattino (2013) en relación a las políticas de

protección social, refiere a que dependen del modelo de sociedad donde se

posicionan los agentes que seleccionan, legitiman qué cuestiones se atienden y

de qué modo, definiendo contenidos, estrategias, prioridades constituyéndose aquí


una malla de discursos y prácticas donde se ponen en juego distintas lógicas. Un

campo de disputas con requerimientos múltiples y recursos escasos. Escasez

relativa al modelo social desde donde se las considera. Estos discursos y

prácticas que entretejen la malla subyacen a la construcción de demandas

sociales de protección por parte de las políticas y los actores del espacio público

común. Se requiere instalar la concepción de que la política social y la política

pública como políticas del cuidado, habilitando sistemas integrales de cuidado que

incluyan a la naturaleza. Una política de humanización cuyo objeto sea el cuidado

del ciudadano en cada escenario concreto, desde las instituciones, prácticas

profesionales y definiciones de políticas. Reformulando la lógica del sistema

mismo desde una concepción ética, que inscriba el cuidado en las

responsabilidades sociales, los compromisos institucionales y las políticas

estatales. Abriendo el juego a una compleja y amplia red de redes de cuidadores,

donde los cuidados se convierten en su derecho. Derechos como cuidados

legítimos y responsabilidades colectivas diferentes y desiguales.

El tejido de una trama donde adultos dentro y fuera de la familia, Estados y

gobiernos, instituciones obligadas al bien común, articulen prácticas y formas de

cuidados que disminuyan la sensación de desamparo. Tramas de cuidado

complejamente articuladas.

“La promoción de los derechos como formas de cuidar, la escucha atenta para

crear contextos y ambientes donde el Otro pueda ser, con la consiguiente

responsabilización familiar, social, publica, política y estatal como redes

coordinadas (aunque caótica y conflictiva) de cuidadores” (Gattino,2013:208)


Los cuidadores institucionales (en este caso trabajo social) si no son reconocidos

como tales en las leyes y programas, difícilmente se auto perciban como

proveedores de cuidados de la población con que trabajan, sino como receptores

de cuidados, actuando desde emociones de disciplinamiento y control lo cual

interpela la noción de responsabilidad pública y social reflejada en estrategias y

practicas políticas.

La ética como una reflexión metódica, otorga fundamentaciones que estarían

orientando el quehacer profesional. Ética como reflexión acerca de las actitudes

morales, refiere a las relaciones, tanto de una persona consigo misma como con

los demás, por tanto a una práctica en común con otros, en la cual se construye

colectivamente la realidad. Es básica la actitud moral de cada persona con

respecto a sí misma y a los demás. La ética del Trabajo Social también es y debe

ser una construcción colectiva de profesionales que buscan orientar sus prácticas

desde un referente común.

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